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LOS TESTIGOS DE LA PASION (1 TESTIMONI DELLA PASSIONE) (1937) LOS TESTIGOS DE LA PASION NOTA PRELIMINAR Os testigos de la Pasién fueron publicados en 1937. Papini ha ~ intentado imaginarse lo que pudo ocurrir a diversos testigos de la Pasién de Cristo después de los hechos narrados en los Evangelios y el motivo de algunas de sus acciones—tan incomprensibles, a veces, como la de Judas~. Son, pues, puras leyendas que, en algunas cosas, tal vez, se aproximen a la realidad de lo que ocurridé, y, como hace notar el autor, no hay que confundir las opiniones satdnicas puestas en boca de Pilato 0 de Barrabds, de Judas o del propio Satands, con las opiniones del autor. Dato curioso e importante: por primera vez hace su aparicién el imaginario Papa de las Cartas a los hombres: Celestino VI. NOTA DEL AUTOR os lectores de mis libros saben ya qué sentimientos acerca de Cri: to y qué pensamientos sobre el Cristianismo estén vivos y pre- sentes en mi alma. Deberia, pues, estar seguro de que a nadie se le ocurriré atribuirme ciertos desahogos luciferinos y pirronianos de Satands o de Caifdés, de Sabbatai o de Pilato. He hecho una obra de artista, de poeta, no de historiador ni de tedlogo. Para ello he tenido que imaginar los razonamientos mas verosimiles y naturales en Ja boca de determinados protagonistas. Por esa razén he querido llamar leyendas a estas fantasias inspira- das en la lectura de los Evangelios. Me temo que las anteriores advertencias me hagan pasar por més ingenuo de lo que soy en realidad, pero como conozco, dema- siado bien y no de hoy, las plumas, plumones y vellosidades de que se visten los pollos de la literatura sagrada y profana, me he creido obligado a escribir lo que habria sido innecesario para las personas de buen criterio y de buena fe. Grande es el ntimero de los enemigos encubiertos 0 descubiertos ; 670 GIOVANNI PAPINI. -OBR TOMO IV espesisimo el rebafio de jueces improvisados y mal informados, de los apresurados y celosisimos sicofantes, de los hojeadores dema- siado simples o demasiado pérfidos de libros, «de turba infin de los tontos», y no he tenido mas remedio que decidirme a redac- tar esta nota, 1 LA TENTACION DE JUDAS 1 Al dia siguiente de la cena en casa de Simén el Leproso, a la hora fatigosa de la siesta, sintiése Judas mds cansado que de cos- tumbre y se tendié a la sombra enorme de la higuera, lejos de Betania y de los compaiieros, Gran trabajo le costé conciliar el suefio y este fue mas corto. Despertése de pronto, sobresaltado, y se dio cuenta de que ya no estaba solo. Junto a él, con la espalda apoyada en el viejo tronco gris, se hallaba sentado un desconocido que, segtin le parecié a Judas, estaba esperando que é1 se despertase. El rostro de aquel hombre era de persona joven, pero envejecido antes de tiempo por algtin dolor vergonzoso. No se le veian los ojos, pero una linea blanca entre los labios amoratados daba la impresién de que se sonreja para sus adentros, Iba completamente envuelto en una gran capa de Jana parda y tenia incluso tapadas las manos. Pa- recia sentir frio, a pesar de que era el momento mas ardiente de un dia bochornoso y sofocante. No agradé a Judas el inesperado compafiero, y su primer pen- samiento fue levantarse y regresar a Betania. Pero Judas ni siquiera consiguié mover un brazo para levantarse del suelo. En el momento de despertar se habia sentado, pero ahora no ‘te sentia capaz de realizar ningdn otro movimiento. Volvié sus ojos hacia el campo para no mirar al hombre. Todo se hallaba inmévil y en silencio hasta el horizonte caliginoso de las colinas. Ni un soplo de viento movia los pequefios tallos de la hierba escasa, las hojas nuevas de los arboles y las flores que ponian notas de azul y de sangre so- bre el trigo verde todavia, No se veia casa alguna; no se ofan voces ni trinos, ni balidos, ni mugidos, Parecfa que el mundo quisiera ol- vidarse en aquella hora de que existfa. Judas no acertaba a comprender aquel misterioso torpor de sus miembros. La noche anterior, en casa de Sim6n, apenas habia pro- RELIGION.—LOS TESTIGOS DE LA PASION 671 bado el vino; después durmié toda la noche y por la mafana habia descansado. Sin embargo, sentia sus miembros como intitiles y agarrotados, con un peso insoportable sobre todo el cuerpo y un sopor brumoso en el alma, Esperaba que aquel sortilegio desapare- ciese de un momento a otro, y esperaba, sobre todo, que aquel desco- nocido se marchara, que lo dejara solo. Pero, por el contrario, aquel hombre hablé: —ZiNo eres ti uno de los doce que siguen a Jestis el galileo? Judas callé, y el desconocido siguié diciendo: —Aunque no me contestes, yo sé quién eres y cémo te lamas. Eres Judas, el hijo de Sim6n, y naciste en Iscariote el afio en que murié Herodes el Grande. {No es cierto lo que te digo? Judas callaba. —Sé también algo mds acerca de ti. Sé cudl es tu misién entre los discfpulos del profeta de Nazaret, Los demas predican a las mul- titudes, 0 curan a los enfermos, o prestan ofdos a las confidencias del Maestro; tu, en cambio, eres cl que Ileva la bolsa, el que gasta, el cajero, el tesorero del grupo. jMagnifico empleo en verdad para el que sigue al Hombre que habla en contra de los ricos y que siente Tepugnancia hacia el dinero! Tus compafieros van ganando el reino de los cielos y td te entretienes mientras tanto contando las monedas. Querfas ser»santo y te han convertido en el mds humilde, mds pobre y mas despreciado de los banqueros. Al escuchar semejantes frases, sintié Judas una profunda sacudida y le temblaron los labios con el ansia de contestar a la sangrienta burla, Pero, de pronto, rechazé hacia el interior las palabras y siguid callando. El desconocido agregs: —ZiQuieres explicarme por qué raz6n tienen necesidad de una bol- sa los discfpulos de un Maestro que aconseja a todos que no piensen en el mafiana? Esta vez, Judas no pudo resistir, y contesté: —A nosotros nos basta, dia a dia, con poca cosa, pero damos el resto a los pobres. Ademds, {para qué quieres saber tantas cosas? {Quién eres té? {Eres quizé un espia de los fariseos de Jerusalén? El otro le contesté: —No tengas miedo, Judas, porque yo no necesito ejercer ese ofi- cio, Si quieres saberlo, soy mas rico que Caifis y que Ands juntos. Odio més que td a los saduceos y a los fariseos, Pero he buscado siempre la ciencia del bien y del mal y quisiera adoctrinarme en Jas teorfas de tu Maestro, A mf me parece que algunas no concuerdan entre si. Me acabas de decir que recogéis y guarddis el dinero para los pobres; pero {no es cierto que ti precisamente, estando ayer noche GIOVANNI PAPINI.-OBRAS.—TOMO IV sentados a la mesa de Simén, recibiste una reprimenda porque dijiste que aquel perfume era muy valioso y habria sido mejor venderlo ‘en beneficio de los pobres? Judas se ruborizé y eché hacia atras la cabeza para ver mejor la cara del que le hablaba, —{Quién, pues, eres ti? {Te encontrabas quizé en casa del Le- proso? No recuerdo haberte visto. ¢Cémo te las arreglaste para saber esas cosas? —Ya te lo he dicho: yo busco, escucho, hurgo, pregunto, recuerdo, Mi pasién es saber, saberlo todo de todos, Sé una infinidad de cosas que tu ni siquiera imaginas; por ejemplo, que los jefes de Jerusalén quisieran apoderarse de tu Maestro, pero que no tienen valor para hacerlo. prender. —De verdad? ~Y por qué no se atreven? Son los jefes, disponen de dinero y de gente armada, {y van a tener miedo de trece hombres inermes? No lo creo. —Veo que vuelve a florecer tu escepticismo de anta‘io, Judas. Caifas y los suyos no sienten miedo de vosotros los discipulos. Temen, y con razén, que el pueblo, que le ha tomado carifio a Jestis, que lo ha recibido como a un rey, que espera de El el pan y la paz, se levante contra los sacerdotes y contra los ancianos si estos se atreven a tocar un solo cabello del nuevo Mesias. Tu que eres de los Doce deberias saberlo, —Sé que el pueblo escucha y aclama a Jestis, pero dudo de que le ame hasta el punto de tomar las armas para salvarle. —jHombre de poca fe! jAy de aquel que cree en la antorcha y duda del sol! gNo ves que la temerosa vacilacién del Sanedrin constituye la prueba mds segura de lo que yo afirmo? Hace ya mucho que el Sumo Sacerdote hubiera hecho prender a Jesus si no temiese un motin de la plebe. Tiene el presentiminto de que la detencién de vuestro jefe podria ser la sefial de una insurreccién y, por tanto, la sefial de vuestro triunfo, Caifaés se encuentra ate- nazado entre dos miedos contrarios: Qué peligro sera mayor, jde- jar que Jestis prosiga su obra de subversiés surar de ese modo su victoria mesidnica? Cai torturado por la mordedura de semejante duda; bastaria una alu- sién, una sefal, un nada para decidirlo... El hombre se callé como si esperase una nueva pregunta para proseguir; pero Judas permanecié mudo, Sentia mas fuerte que nunca la voluntad de escapar, de dejar de ofr aquella voz. Apoyé una mano en el suelo para ponerse en pie, pero el cuerpo no le obe- decia, Estaba condenado a escuchar, mientras el hombre aquel qui- ____RELIGION.—LOS TESTIGOS DE LA PASION 673 siera hablar, Judas cerré los ojos y esperé. La voz volvié a decir: —¢No lo has comprendido, Judas? {No has pensado que una palabra tuya, un gesto valeroso tuyo...? No te conozco, Judas. Ta eres el tinico de los Doce capaz de comprender. Una vez mis se detuvo el misterioso interrogador, pero el apés- tol no movié los labios; tnicamente parecié que sv frente de im- sroviso empalidecia mds. Entonces el desconocido le grité con voz nds sonora: —Contesta, Judas: ;Amas a tu Maestro mds que a ti mismo? —Yo no siento amor por mf, y el amar a Jestis mds que a mf nismo seria decir poca cosa—contesté Judas con rudeza—. Sin em- bargo, no lo amo todo lo que yo quisiera, ni tanto como querria El. —jEs lo bastante grande tu amor por tu Maestro como para inducirte a representar una comedia fructuosa? —iUna comedia? ;Me has tomado quiz4 por un griego o por un sirio? —Judas, no te asustes por cualquier palabra. Si lo quieres, en lugar de comedia diremos estratagema. Esctichame, pues, sin en- cresparte ante la primera sombra, Io cual es un vicio tuyo. Te he dicho ya cudles son las razones de la desasosegada incertidumbre de Caifaés. Podrias aprovecharte de su fortuna y empujarle a que tome la decisién que acarrearia el triunfo de Jestis y de todos vos- otros. Tu debjas... Esctichame bien, Judas, y no te asustes de las yalabras... {Qué son, en fin de cuentas, las palabras? Simbolos engafiosos,;mascaras de la verdad... Ta piensa en el fin, en el re- sultado, en lo sustancial... Si amas de veras a Jess, si de veras quieres. sacrificarte por su gl deberfas, hoy mismo, ir en se- creto a entrevistarte con Caifdés para decirle que estds dispuesto a po- ner en sus manos a tu Maestro. Al ofr semejantes palabras, Judas no pudo dominar su indigna- cién y grité con voz convulsa: —{Que yo debo traicionar a Jestis? {Que yo debo venderlo a sus enemigos? Marchate de aqui, y no hables mds si aprecias en algo tu vida. El desconocido contesté a la amenaza de Judas con una carcajada larga y cloqueante. Cuando se hubo calmado, siguié diciendo: jMagnifico, Judas! No quieres ser traidor, ni siquiera en apa- riencia, pero estas dispuesto a convertirte en asesino... Conservas mas de lo que yo crefa. Sigamos nuestro pequeiio razonamiento, si no te disgusta, Caifds vacila; si un discipulo de Jestis le propusiese pren- derlo. ese prendimiento provocaria 1a insurreccién, y la insurreccién 0s convertirfa, a ti y a los tuyos, en amos de la ciudad. Jestis seria libertado, proclamado Mesias y Rey. Yo creo que bien vale la pena Papier, 1v.—22 674 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO 1V de hacer durante un dfa el papel de traidor a cambio de un final tan magnifico. Tu eres un hombre cuerdo, Judas, y tienes menos prejui- cios que esos galileos simplones. Deberias comprender y actuar. No des importancia a lo que piensen las gentes, al escdéndalo de los estpidos. Te Hamardn traidor, pero una cosa es ser traidor de palabra y otra serlo en realidad. Lo que en los actos de los hombres hay que mirar es la intencién y no la apariencia, e! contenido real y no la forma, el fin justo y no los medios repugnantes. Allé en tu conciencia, sabes perfectamente que no eres un traidor. Td vendes a Jestis y te dispones a hacerlo prender tinicamente para que El pueda vencer y reinar. En realidad, y bajo las apariencias de un traidor. eres un colaborador heroico del Mesfas. Lo tinico que haces tu es tender una emboscada a los sacerdotes para arrastrarlos a la derrota. A Jestis lo traicionas unicamente de palabra; a quien traicionas en Tealidad es a Caifés. ;Me comprendes ahora, Judas? ;Estds, si o no, dispuesto a servir a tu Sefior, incluso de csa manera? Judas no contesté inmediatamente. Hizo un nuevo esfuerzo por levantarse, pero fue en vano, lo mismo que antes, Se enjugé el sudor de la frente con el revés de la mano derecha; suspiraba de cuando en cuando; temblébanle los labios como si le hubiese acometido la fie- bre. Por ultimo logré tranquilizarse y contesté: —iY por qué he de ser yo precisamente quien represente ese pa- pel? {Por qué no se lo dices a alguno de los que estan mas cerca del Maestro que yo? —Si no encuentras mds que esa dificultad, mi contestacién sera répida, Td y solo tu eres el llamado a realizar este sacrificio. Saben todos, incluso los sacerdotes, que tt no eres galileo, y por esa razén te juzgan menos ligado que los demds discipulos, y, por tanto, serds mds credo. Saben, ademids, que eres cl mis i:struido de todos, © por lo menos el mas fildsofo, y les parecerd verosimil que tt hayas descubierto Jos errores de la doctrina de Jess y que desees librar a Israel de suefios tan peligrosos. Saben todos también que tu eres el tesorero de Ja pandilla y se rumorea que el dinero te ha corrompido con su veneno, y se rumorea que eres drido y avaro, Por eso, Caifds, que es hombre de negocios y tiene poca fe en los idealistas, tendra confianza en ti, y no la tendria, por el contrario, en ninguno de sus compatieros. Y se fiard todavia mds si le pides algtin dinero en pago de tu traicién, jAy de ti, si no Io haces! Entonces ta! vez se desper- tarian en 1 algunas sospechas y nuestro proyecto fracasaria, Pide algdn dinero, Judas, pero no demasiado. No ofrezcas gratuitamente tu intervencién, pero tampoco pidas mucho. Hay que evitar toda exageraci6n, si quieres que te crean, Caifa’s es hombre razonable, amigo del justo medio, apreciador del dinero y de quienes lo guar- RELIGION.—LOS TESTIGOS DE LA PASION 675 dan y ganan; por eso tendré confianza en ti y en nadie mas, Pidele una cifra discreta, que no parezca demasiado mezquina por tu ser- vicio, ni demasiado grande para la avaricia del sumo sacerdote. Yo, en tu caso, me conformaria con treinta siclos de plata. Ya sabes tu, por el libro del Exodo, que ese ¢s precio de un esclavo. A Caifds le agradaraé conseguir que le entreguen a un rey por el mismo dinero que antes bastaba para comprar un esclavo, Sigue mi consejo, Judas, y conférmate con treinta denarios, Callé la voz y, en medio del amplio silencio que volvia a reinar, se oy6 el eco remoto de un trueno que se perdié al otro lado de las montafias, El cielo habfase cubierto sibitamente de una brumosidad amarilla en la que el sol no era sino una sombra redonda apenas més clara que el resto. Judas sentiase cada vez mas Ileno de cansancio tétrico que Ilenaba también de brumas su pensamiento. Con la esperanza de librarse de aquella pesadilla, reunié fuerzas y contest6 con calma: —Amigo, ti propones y dispones como si yo estuviese conforme, como si me hubiesen parecido bien tus razones y yo estuviera dis- puesto a obedecerte. Pero me parece que est4s delirando por tu cuenta, como un tonto que habla sofiando. Yo te repito que no venderé a mi Maestro, ni por juego, ni con buenas finalidades. No lo amo lo suficiente para correr el riesgo de una infamia eterna. Esta comedia tuya no me convence, me parece peligrosa para mi y sobre todo para El. El desconocido replicé; —Ya estds con tus miedos de siempre. Aunque Caifas lo hiciese prender por tus buenos oficios, {qué mal pueden hacerle? {No estds tu tan seguro como Pedro de que Jestis es el Hijo de Dios? Pues si es un Dios ya comprenderds que es intangible y, por consiguiente, inmortal. Nadie toca impunemente a Dios. Quien lo toque caeré fulmi- nado a tierra, igual que aquellos que se acercaban al Arca Santa. Aunque quisieran quemarlo, las lamas se alejarian de El para arro- jarse sobre sus perseguidores. Estd tranquilo. Ocurra lo que ocurra, no podran ni siquiera retorcerle un cabello. —Pero si Jestis es un Dios, como td dices, El sabe antes que nos- otros todo cuanto ha de ocurrir a El y a nosotros. Conoceria, pues, la finalidad de mi simulada traici6n y podria impedirla, si esa clase de comedia es, segiin lo creo, contraria a sus designios. ¢Y qué pensarfa de mi, 0 qué me harfa, después de saber que yo, aunque fuese con el pretexto de glorificarlo, estaba dispuesto a vender su sangre a sus enemigos? —Pensaré que has sacrificado tu reputacién con objeto de glori- ficarlo. Pero yo quiero que estés tranquilo y seguro hasta el ultimo 676 GIOVANNI PAPINI.-OBRAS.—TOMO IV tante. Ve a visitar a Caifaés y comprométete a entregarle a Jestis. El Hijo de Dios lo sabré en el acto; observa ti lo que El te diga desde ese instante. Apuesto a que una noche, mientras cen: dird, en presencia de los compaieros; «Ve y haz pronto lo que tienes que hacer.» Serd la confirmacién de lo que te estoy diciendo; el consentimiento explicito de quien sabe mds que nosotros. Hagamos un pacto; si El se calla, ti no lo entregues; si te manda y te exhorta, hazlo, porque ser4 sefial de que yo tenia raz6n. —De nada me sirven tus profecfas y tus pactos—contesté Judas—, y €8 inutil que sigas fabricando trampas de palabras, Yo no te co- | nozco, no sé quién eres, y nada quicro tener que ver contigo. Tus trampas no me gustan, tus proposiciones me ofenden. Yo no consigo amar a Jestis, Para que lo sepas, hay momentos en que creo que le odio, pero tengo la conviccién de que no seria capaz de traicionarlo. iVete de aqui, tentador, y devuélveme la paz! Diciendo esto, en un arrebato de cdlera, Judas hizo otra tenta- tiva para ponerse en pie, y en esta ocasién lo consiguié, aunque con dificultad. Sentiase, sin embargo, débil, tembloroso y desorientado, como si hubiese padecido una gran fiebre. Traté de echar a andar, pero dio apenas tres pasos tropezando y tuvo que detenerse. Dio media vuelta y vio también que el desconocido se habia levantado, 1 colocdndose cerca de él. —No huyas, Judas. Es inutil que te alejes; no se huye del propio yo. Esctichame un poco mas; siéntate aqui y no tiembles como un nifio. Lo hizo sentar casi a la fuerza en un tronco que habja cerca de la higuera, y otra vez se colocé a su lado, Después, le pasé un brazo por encima de la espalda; Judas se estremecié bajo aquel contacto. 2 —De modo—siguiéd diciendo el desconocido—que quieres saber quién soy y cudl es mi nombre. {No lo adivinaste todavia? Te diré inicamente que yo soy un viejo enemigo de Dios y de sus hijos; un enemigo suyo casi por definicién. Tu confesaste hace poco que hay instantes en los que te das cuenta de que odias a Jestis; ti mismo lo has dicho; no pretendas luchar con la verdad. Si tienes valor su- ficiente para interrogar a tu alma, cara a cara, sin subterfugios, des- cubrir4s cémo esa especie de amor que ti crees que sientes hacia EI no es sino la faz mds hipécrita y temerosa de tu odio. Tu finges amarlo, deseas amarlo Unicamente, porque tienes la sensacién de que lo odias, de que lo odias demasiado, de que lo odias cada vez mas. RELIGION. LOS T NIGOS DE LA PASION 677 Esctichame, Judas, y no te vayas. Yo no me equivoqué viniendo a ti, Estamos hechos para ser amigos y, quizé mafana, hermanos. Té sabes leer en los corazones, lo mismo que yo. Todo lo que te he dicho era un jugueteo para no asustarte desde el primer momento, para ponerte a prueba, para sondar tu alma, Ahora te conozco mejor, Judas, y puedo hablarte sin disimulos y precauciones, Te negaste a traicionar a Jesus mientras yo quise convencerte de que esa traicién significaria su triunfo, pero no te negards a venderlo cuando sepas que, por el contrario, seré atormentado y muerto. Véndelo, Judas; véndelo aunque sea a poco precio, porque la satisfaccién de nuestro odio nos compensaré de todo sacrificio. jEntrégalo, Judas, y envialo al matadero! Es enemigo tuyo, enemigo de todos los hombres, y de ese modo se le quita de en medio. {Crees ti acaso que es un Dios © el Hijo de Dios? No seas crédulo, como Pedro, ni pueril, como Juan; tu clara inteligencia no puede creer en su pretendida divinidad. Yo sé con certeza que no es Dios, que no es capaz de los prodigios que son una exclusiva de Dios. Hace tres afios, en el desierto, mantuve con El una larga platica porque queria ver claro dentro de su ser. Un Dios que va y viene por la tierra disfrazado de hombre, es un huésped inquietante. Le supliqué que me diese dos pruebas tnica- mente de su poder sobrenatural, a saber: que se arrojase desde el pindculo del templo y que transformase las piedras en panes. Me con- testé con citas de los Libros Sagrados, pero se negé a hacer lo que yo le pedia; se negé porque no podia hacerlo. Aquellos dos sencillos milagros eran juego de nifios para un Dios verdadero. Dios es un ser celestial y no puede sentir temor de caer encima de la tierra; Dios es amor y poderfo y no se habria negado a cambiar las piedras en panes para dar una prueba de su poder y de su afecto hacia los hombres. Por si te quedara todavia una duda acerca de su condicién de hom- bre, te diré que, después de pasar algunos dias en el desierto sin probar bocado, tuvo hambre. Un Dios auténtico, aunque sea bajo forma humana, jams sentirfa el estimulo del hambre. Té sabes mejor que yo que acepta muy a gusto que lo inviten a cenar los amigos y también que lo inviten a la comidas de bodas. Nada temas, pues. porque El es hombre lo mismo que tu, y nada mas que hombre. Si lo traicionas, ni ahora ni més adelante podré vengarse, Lo prenderdn y se dejaré prender, lo azotarén y se dejard azotar, lo clavarén en una cruz y no ofrecerd ninguna resistencia, Sentird el dolor como un hombre. derramard sangre como todo hombre, gritaré e invocard a Dios como lo hacen todos los hombres, Nada temas, Judas; véndelo y libra a la tierra de este enemigo. Si te queda todavia algun escrd- pulo para traicionarlo, piensa y ten presente que El te ha traiciona- do ya. El sabe que el dinero es una cosa pestifera ¢ infecta, y lo 678 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS TOMO IV teme tanto que ni siquiera toca la moneda del tributo. Sabe que el dinero ensucia y corrompe, que quema y que condena, gy a quién le ha encargado que lo tenga, que lo guarde y que lo administre? Te lo ha entregado a ti, Judas, como si ti no fueses un apéstol sino un enemigo. | Fijate de cudn distinta manera trata a tus compafieros! Pedro es su ministro y su vicario, Santiago es su heraldo, Juan su es- cudero predilecto, su hermano menor, ,Y qué eres ti, en cambio? El que lleva la bolsa, el hombre que cuenta y guarda el dinero, es decir. el hombre designado para el contagio, el simbolo del avaro ruin, del ladrén avariento, del rico destinado al fuego. Jestis te ha expuesto al peligro sabiendo que del peligro no se huye, te ha obligado a que seas cl custodio de la cosa que mas le repugna a El; es decir, que no te ha tratado como discipulo y amigo, sino peor de como se trataria a un enemigo, y te ha convertido en el juguete de tus compafieros, en el obje:o de sus burlas. En una palabra, te ha traicionado. Te habia prometido la salvacién y te ofrece la vergilenza; te habia Hamado a la vida del espfritu y te condena a que manejes la cosa que Bl mismo considera como la materia més vergonzosa y ponzofiosa. Por esa razén, ti no tienes ningtin motivo para estarle agradecido. Te ha traicionado como no ha traicionado a nadie. ;Véngate, Judas, véngate sin compasién! El desconocido se callé, pero hizo pesar con fuerza todavia mayor su mano dura sobre las espaldas de Judas. El apéstol ya no se resis- tia, no intentaba escapar. Habriase dicho que el alma se habia reco- gido y ccultado totalmente en su interior, porque su rostro era ya carne sin expresién, materia sin vida. El cielo se habia entristecido todavia mds; se habia cubierto de nubes estriadas, tordillas, enfermi- zas; de nubes siniestras y marchitas; se habria dicho que era un cielo en estado de putrefaccién, El desconocido volvié a hablar: —jMe oyes, Judas? ;Tendrds fuerza suficiente para llevar a cabo lo que te digo? {Estds dispuesto a aceptar tu terrible deber? Medita: entregando a Cristo en manos de los jueces, no solo te vengas a ti mismo y vengas e] delito que El ha cometido contigo, sino que libras a todos los hombres de un feroz enemigo. El ha venido con aspecto de cordero; pero, en realidad, es un monstruo cruel y perseguidor. Si te fijas bien, todas sus ensefianzas se reducen a pedir al hombre lo imposible. Los hombres deben hacer lo que les es dado hacer de alguna manera, y si no lo hacen estén condenados al fuego. El propone al género humano el mds inhumano de los dilemas: renegar de la propia esencia o arder en Ia Hama eterna, Segtin El, no hay otro camino de escape. Solo pide lo que mas profundamente se halla en contraste con vuestra naturaleza, 0 sea lo que el hombre no sabré RELIGION.--LOS TESTIGOS DE LA PASION 679 y no podrad ejecutar jamds. Vosotros amis al padre y a la madre, a. los hermanos y a las hermanas, a la esposa y a los hijos, y El pretende que ti abandones a los seres mas queridos de tu corazén y, como si eso no bastase, que Hegues incluso a odiarlos. Quiere que contestes al mal con.el bien, estimulando de esa manera a los pre- potenies para que te insulten, a los ladrones para que te roben, a Jos violentos para que te maten. Te obliga a perdonar a los enemigos, mds auin, a amarlos, y de ese modo lleva el desinimo y castiga a aquellos que te aman, porque se verdn menos premiados que los que te odian. Te exhorta a que no pienses en el mafiana y de ese modo te lleva a 1 ignorancia, al hambre y a la ruina, porque ao puede existir el saber sin la previsién del futuro, y la vida de las familias y de los reinos est4 fundada en la previsién, Solo ama a Jos pobres y quiere que también los ricos se conviertan en pobres; pero cuando todos sean pobres, {quién hard trabajar al obrero, quién entregaré limosna al hambriento, quién mantendr4 a los enfermos, quién pagaré los wi- butos que sirven para conservar el orden ptiblico y la seguridad de los estados y de los pueblos? El busca a los nifios y afirma que para salvarse es preciso parecerse a los nifios; pero {cémo e! hombre adulto y maduro, el hombre dotado de inteligencia y nutrido de saber, podra volver a la ciega imbecilidad de la nifiez? yTendrdn, segtin eso, los hombres que preferir la debilidad infantil a la fuerza viril, la igno- rancia de la puericia a la cordura de los patriarcas? Una sociedad de nifios no podria subsistir ni siquiera una semana. El Reino por El prometido no es, como tu ves, el de los Cielos, sino el reino de los imposibles, Exige al hombre las cosas que destruirfan la vida y la ¢onvivencia humana. Manda Io que para el hombre significa el suici- dio y lo absurdo. A pesar de que exige actos y hazafias superiores a'las fuerzas humanas, no tiene misericordia de los que no legan a cumplir lo que ningtin hijo de Addn puede cumplir. ,Recuerdas el castigo prometido a las virgenes perezosas y a los, invitados recalci- trantes? El hiclo, las tinieblas, el fuego. Este maestro de amor no hace otra cosa que amenazar con las tinieblas exteriores y las llamas eternas a cuantos desobedecen sus érdenes, esas 6rdenes que ningin hombre podria cumplir aunque quisiera, ;Cémo Ilamarias ti al hombre que exige lo imposible y promete penas espantosas a quien no hace lo que no puede hacer? Enemigo de los hombres, perseguidor y verdugo de los hombres. ,Por qué no te apresuras a Jibrar a tus hermanos de este peligroso Enemigo? Algunos ciegos, engaiiados por sus pa- labras melifluas, lo apellidan el vador. El verdadero libertador y redentor de los hombres lo serds ti, Judas, si lo quitas del mundo, Ve, hermano, y haz inmediatamente lo que te he dicho que hagas, lo que te impulsan a hacer el amor que sientes por los hombres y el odio 680 GIOVANNI PAPINI.—OBR. ‘TOMO IV que Ie tienes a El, jTraiciona al que te ha traicionado, envia a la muerte al que querria condenar a todos a una vida que serfa peor que la muerte! {Ten valor, Judas, que yo estaré contigo hasta el Ultimo instante! He aqui el signo y el sello de nuestra fraternidad. Al decir eso, el desconocido se puso en pie, apreté entre sus huesudos brazos al inmévil Judas y le dio un largo beso en la boca. Judas no contesté a aquel beso, pero se sintié de pronto libre del hechizo que lo habfa mantenido hasta aquel instante como envuelto y oprimido, y cerré los ojos, Cuando los abrié de nuevo, Satands habia desaparecido. Judas eché a correr a través de la campifia aténita y sombria, Creia marchar en direccién a Betania, pero, sin fijarse en el camino, llegé a las puertas de Jerusalén, Era ya noche cerrada, Judas vagé por Jas negras calles. En un momento dado, sin saber cémo, se encontré ante el palacio de Caifas y entré (1). IL EL HIJO DEL PADRE 1 En el momento mismo en que los tres condenados salian para el Calvario, cada cual con su cruz a cuestas, se abrié una celda de la carcel y el célebre Barrabdés fue conducido ante el procurador. —Estos dignos conciudadanos tuyos me han obligado a ponerte en libertad, a ti, que eres un asesino, en lugar del otro, que era ino- cente. Por lo que a mi respecta, no puedo perdonarte ni te perdonaré jam4s, Marchate lo més lejos que puedas, animal afortunado, y haz de manera que no comparezcas nunca delante de mi, porque si com- parecieses otra vez no te librarfa de mi justicia ni tu mismo dios. Pilato, con rostro mas severo que de costumbre, hizo una brusca (1) Ban Marcos (XIV, 10-11) coloca la idea de In traicién inmediatamente después do la cena en casa de Simon ol Loproso, durante ta cual Judas mur- mur6 contra el gesto de Ia pecadora que habia derramado el perfume sobre 1a cabeza y los ples de Jesis. ‘Toa! rdan como el Maestro reprendié al encargado de 1a bo! istas escriben Incénicamente que Satands entrd en Judai @ conveneido y dominado por el enemigo. He tratado de ima- ofismus, tramps Hlezas y fantasias pudo valerse Sutanas Para apoderarse del alma del diseipulo y convertirlo en un traldor. RELIGION.- LUS TESTIGOS DE LA PASION 681 sefial a los soldados, Estos arrastraron a Barrabis a fuerza de em- Pujones hasta la escalinata por la que se bajaba a la plaza y, una vez alli, lo arrojaron a puntapiés como se arroja de casa a un perro muerto y maloliente. La plaza se encontraba desierta, Barrabés se levanté rapidamente y sus dientes rechinaban. Luego eché a correr hacia la casa de los hermanos. Después de tantos meses de oscuridad, el aire libre y lu- minoso le producia el efecto del vino; tropezaba en las grietas del empedrado; subjanle a los labios arrugados frases de venganza jun- famente con exclamaciones de jtibilo; algunos momentos sentiase caer, pero instantes después le parecia que habria sido capaz de des- trozar él solo a un le6n y hacer frente a un ejército. Nadie lo reconocié, nadie le dirigié 1a palabra: la ciudad estaba casi desierta, Aunque era la mitad del dia y no se distinguia en el cielo ni una sola nube, el firmamento ten/a la luz cenicienta y luctuosa que anuncia la inminencia de la tempestad. Llegé a casa como en un sucio. Los dos hermanos, con las mujeres y todos los hijos, estaban sentados a la mesa y com/an. La Ilegada de Barrabés—desfigurado y desencajado, con las mandibulas hirsutas y los ojos casi cerrados por los pdrpados rojizos—fue como la aparicién de un espectro. Todos dejaron de comer, de hablar, de refr. Barrabas era el hermano mayor, el cabeza de la familia que re- gresaba y que habfa escapado de la muerte. En casa lo temian y algu- nas veces se gloriaban de él, pero ninguno lo amaba. Si hubiesen tenido el valor de confesarse a si mismos lo que pensaban en aquel momento, se habrian dado cuenta de que el milagroso regreso del indultado era para ellos algo que oscilaba entre la indignacién y el infortunio. Pero no querian saber la verdad y temian también que él Ja supiese. Por esa razén, y después de Ja primera sorpresa, se pusie~ ron en pic con voces, gestos y sonrisas de bienvenida. Le fue cedido el sitio de honor en medio de los dos hermanos. Barrabds sentése sin decir palabra, eché mano a una copa Ilena de vino y se la bebié. Le ofrecieron inmediatamente otra copa llena y la trasegé. Entonces parecié despertarse y miré a los comensales, saludéndoles con una contraccién de los labios manchados de vino, que quizd él quiso que fuese una sonrisa. Acto continuo agarré el homicida entre las ma- nos un pedazo de pan y mientras lo partia pregunté: ~-iQuién de vosotros conocia a Jestis de Nazaret? Yo lo conocia de vista—contesté Eleazar, que era el herma- no menor. —7Qué delito habla cometido ese Hombre? {Habia matado a al- guien? i ‘OMO IV 682 GIOVANNI PAI —Que yo sepa, no habfa matado a nak El hablaba al pueblo, pero los sacerdotes no querfan y lo han acusado ante el procurador. —iY por qué no querian? —Quizé porque El queria entrar en el templo y mandar a su vez —contesté Eleazar—. En todo caso, {qué te importa? Su muerte te ha dado la vida, ,qué mas quieres? ~Sf, es cierto—terminé diciendo Barrabés—; hoy mismo muere el tal Jestis en lugar mio; muere por mi. Dichas estas palabras permanecié pensativo y ya no hablé en toda la velada. A la mafiana siguiente, muy temprano, con el primer oO de sol, Barrabds salié de casa sin decir nada a nadie y se di al Gélgota, El amplio promontorio se encontraba desierto; las tres cruces alzaban todavia al cielo indiferente los brazos toscos y rigidos. Barrabés se acercé a la cruz del centro y distinguié en el tronco algunos chorreones de sangre cuajada, pero todavia algo hiimeda por efecto del rocfo de la noche. Acaricié largamente con el dedo aquella sangre, luego acercé el grueso dedo un poco enrojecido a las narices, y aspiré cerrando los ojos, como cuando se saborea una cosa gustosa. «He aquf una sangre derramada por cuenta mfa—se interior- mente—. Ya estoy ahora mis tranquilo.» 2 La noche anterior habfa escuchado las conversaciones de algunas mujeres gue, en el terrado de una casa contigua a la de Barrabas, contaban y comentaban los hechos ocurridos el dia antes. Se enterd ‘asi de que Pilato queria salvar a toda cos‘a al herético galileo; pero que los sacerdotes no se creyeron seguros hasta que consiguicron en- viarlo al suplicio. A ellos solos debia Barrabds su salvacién. Se le ocurrié entonces que quizd estaba obligado a dar las gracias a Ands y a Caifds por haberlo librado de la muerte. Si habian insis- tido tanto en que le fuese otorgado el indulto, eso significaba que no censuraban sus actos de rebelién contra los odiados romanos. También los sacerdotes odiaban sin género alguno de duda a los extranjeros, y quiz4 le confiarian algin papel en las insurrecciones que secretamente se preparaban en la Judea, Sin dejar que transcurriese el tiempo, corrié al palacio del sumo sacerdote y solicité del portero hablar con Caifds. Hiciéronle esperar en el patio. Algunos momentos mas tarde se le acercé un escriba. {Qué es lo que deseas del sumo sacerdote? —Querria darle las gracias por lo que ha hecho por mi y efcecerie mis servicos para 1a liberacién de Israel. as RELIGION, LOS TESTIGOS DE LA PASION 683 —Barrabas, la libertad te ha hecho perder el juicio, Caifas te ha visto desde la ventana y te ha reconocido. Te digo de su parte que no te ha salvado por amor a ti, sino tinicamente para que fuese cas- tigado aquel maldito blasfemo, Pero noso:ros no queremos mantener ningtin trato con bandoleros y asesinos. El sumo sacerdote te manda que te retires de aqui inmediatamente. ;Y que jamds vuelvas a tener la osadia de acercarte a esia puerta! jAy de ti en caso contrario! Y al decir esto ordend con la mirada a dos criados que arrojasen de alli a Barrabis. El homicida, estupefacto y todo tembloroso, huyé de alli sin vol- verse a mirar. Pero por su d4nimo cruzaban pensamientos de venganza, jun:o con otros de reprimido agradecimiento. Los sacerdotes lo arro- jaban de su lado; {por qué no dirigirse a sus enemigos, a los discipu- los del Crucificado? El se encontraba a salvo gracias a la sangre de su Maestro. Habian experimentado una pérdida inmensa; {por qué no ofrecerles un resarcimiento del dafio, una compensacién de aquella muerte? Barrabas vag6 durante aqucl dfa y el siguiente, a fin de averiguar en qué abrigo secreto se habian refugiado los amigos y secuaces de Jestis, En la ciudad nadie lo sabia o no queria decirlo, 3 Pero Barrabds no descansaba y seguia interrogando y averiguando; su rencor contra los sacerdotes lo impulsaba a ir en busca de los que tenian que odiarlos tanto como é1 los odiaba, Un atardecer en que ca- minaba por el monte de los Olivos, tropez6 cerca de una almazara con un muchacho que tendria trece 0 catorce afios y que se le quedé mirando. —(Podrias decirme, muchacho, dénde encontraria yo a los dis- cipulos de Jestis, llamado el Cristo? El muchacho clavé en él sus ojazos negros, y le pregunté: —iY qué quieres ti de ellos? Soy un amigo—contesté Barrabés—, soy una persona que ha recibido una gran merced de su macs:ro y los busco ahora para ayudarlos. —cEs verdad eso que dices? —{Me has tomado quizd por un perro de los sacerdotes? Al decir estas palabras sacé Barrabds tres dineros y se los ensefié al muchacho: —Si me ensefias dénde esti la casa, son para u. El muchacho tomé las monedas, y sin agregar una palabra mas 684 GIOVANNI PAPINI.~-@BRAS=-TOMO IV - e dN ee se dirigié monte abajo. Caminaron en silencio casi media hora. Al Hegar a un punto desde cl que ya no se vefa Jerusalén, el muchacho se detuvo a la sombra de un cedro, y le sefialé con Ja mano una casucha ennegrecida, medio oculta entre los olivos. —iAlli estan! Y, sin agregar palabra, desaparecié corriendo. Barrabiis se acercé a la casa solitaria y aplicé el oido. Llegaba por las ventanas un murmullo confuso de voces, sobreponiéndose a todas la de una mujer. Barrabés palpé con la mano la vieja puerta y vio que estaba sin cerrar. El homicida entré con pasos cautos, sin Mamar ni golpear. La primera habitacién se hallaba desierta, pero por la puerta que se abria delante legaban ahora las voces con cla- tidad. Asomé la cara en el umbral: una decena de hombres y tres mujeres conversaban con tal fogosidad que nadie advirtié al principio la presencia del intruso que los miraba. Pero una de Jas mujeres alz6 de pronto la cabeza y divis6 el rostro anhelante e hirsuto de Barrabas. Se puso en pie lanzando alaridos. Entonces se levantaron todos y se volvieron a mirar con terror hacia la puerta: —ZiQuién cres? {Qué buscas? {Qué deseas? El més viejo de aquellos hombres, el que parecia el jefe de la cuadrilla, mandé callar a todos y se adelanté hacia Barrabdés que permanecfa inmévil, apoyado en una jamba de la puerta. —Te conozco—dijo el anciano—, y sé cémo te lamas y lo que has hecho. ,Qué demonio te ha empujado hacia esta casa? El Hijo de Dios ha comprado con su sangre incluso tu vida; la vida de un homicida se pagé con la del Mesias. {Qué mas puedes querer? Barrabas contesté: —Esctichame. Los sacerdotes me han salvado la vida, pero luego me han insultado y me han arrojado lejos de si. Los odio y quiero vengarme. Con seguridad que también vosotros los odidis y yo estoy dispuesto a compensaros como pueda de la pérdida de vuestro Sefior. También los asesinos tenemos un corazén y un alma. También un ho- micida puede ser un salvador en momentos como los de ahora. Decid- me qué es lo que puedo hacer en favor vuestro, Decidme de qué enemigo quisicrais que os libertase. Me pareceria que con su sangre pago una parte de la aue Jesis ha derramado por mi, Hablad. Yo no tengo miedo de nada ni de nadie. Todos callaban, contemplandolo con expresiones ¢ impulsos de horror. Por ultimo, Pedro hablé de esta manera: —Barrabas, Barrabds, Cristo te ha dado la vida, pero no la luz. Estas mas ciego que un cadaver, eres mis sordo que una piedra, mas loco que un lobo que no encontré alimento en toda la noche. {No sabes i que nuestro Maestro ensefaba que hay que amar hasta a los RELIGION. LOS TESTIGOS DE LA PASION 685 enemigos? {Nadie te ha dicho que mandaba perdonar todas las ofensas y devolver bien por mal? No os pertenece a vosotros la venganza, ha dicho el Sefior. Por amor suyo hemos perdonado a Jos fariseos y a los escribas, a los sacerdotes y a los romanos. También a ti te perdonamos, desdichado asesino, condenado a vivir. No tene- Mos enemigos, No aueremos sangre. Te perdonamos de todo corazén, Barrabas, pero tu presencia nos despierta recuerdos demasiado dolo- rosos, demasiado terribles. Perdénanos tu también, Barrabds; pero si de verdad quieres saldar tu deuda con nosotros, segtin dices, huye de esta casa y no comparezcas mis alli donde estemos nosotros. —Y no sé adénde vas tu a parar con ese perdén y con ese amor. Yo sizo la vieja ley: Sangre por sangre, vida por vida. Mientras los romanos continiien cabalgando sobre nuestro pueblo, yo no me reba- jaré a besar la mano que me abofetea. Por lo que estoy viendo, sois gente /débil y cobarde que se oculta como gallinas perseguidas, ¢ invenwiis excusas para no vengar la muerte de vuestro jefe. No tem4is que welva a buscaros; yo soy un hombre, y no quiero saber nada con mujerucas. La més joven y hermosa de las mujeres se adelanté impetuosamen- te pam contestarle; pero Barrabés, sin esperar otra cosa, salié de la habitaién y de la casa muy encolerizado, farfullando saliva y pala- bras por entre la barba enmarafiada. 4 Reresé a Jerusalén, pero no se dio por vencido, Atormentibalo la ida fija de hacer algo, de desfogarse con alguien, La libertad sin acién lo agotaba y al mismo tiempo lo irritaba. No se apartaba de suimginacién la figura de aauel que habia muerto en su lugar; pero 10 se le aparecia como la de un perseguidor que amenaza, sino que © le mostraba silenciosa y dulce y por eso mismo mis apre- miant y més obsesionante. En sus andanzas de aqui para alld, se habia entero de muchas cosas referentes a Jestis. Unas eran maravillosas ¢ inceibles: otras, a juicio suyo, enteramente insensatas. Catéronle, entre otras cosas, la resurreccién de Lazaro, y se sintié acomtido de improviso por ce] anhelo de ver a este hombre, de inte- rrogalo, y de comprobar la verdad. Llegé una mafana a Betania y se hio mostrar la casa del resucitado. E el umbral de Ja puerta, echado, mis bien que sentado, en un escaln de piedra, un hombre de rostro tétrico y amarillo, envuclto nu manto del color de la tierra, miraba hacia lo alto, pero sin 686 GIOVANNI PAPINI—OBRAS.—TOMO IV ver seguramente sus pupilas estaban deslucidas e inméviles como las de los ciegos. Barrabds se le aproximé: res tu el que ha vuelto del pais de los muertos? eres th quizé uno de los desvergonzados desocupados que me atormentan desde hace tantas semanas con sus molestas preguntas? —No, Lazaro, Aunque ti no lo sepas, yo soy un hermano tuyo. Yo también, lo mismo que tii, debo la vida a tu amigo Jesis Té estabas en el sepulcro y te sacé a la vida, yo estaba en las manos del verdugo y, gracias a El, fui libertado de la cdrcel y de la mperte. Ambos vivimos gracias a El. Es preciso que seamos amigos y que hagamos algo para vengar a nuestro Salvador. —No te comprendo. No sé quién eres y no necesito amigas. No puedo ofr hablar de agradecimiento, no quiero pensar en venganzas, no tengo hermanos. Tenfa dos hermanas y me han abandonado, —Mi nombre es Barrabds. Jestis, que te amaba, ha muerto por mi. ZY no moverds tii la mano por Aquel que te ha devuelto Ja vida? ‘Sabes ti lo que tu nombre significa? —Lo saben todos: «Hijo del Padre» (1). —Pues bien: el Hijo del Hombre ha muerto por el Hijo del Padre, lo cual es justo y tenia que ocurrir de acuerdo con las Escrturas. El primer hombre que fue verdaderamente Hijo del Padre, cono ti sabes, fue el primogénito de Adan, es decir, Cain. Era también homi- cida como tt, como todos. Pero Dios no permitié aue Cain fuese muerto. {Lo recuerdas? «Y Dios colocé una sefial sobre Cafr para que no lo matase ninguno de los que tropezasen con él.» Todis las generaciones de los hombres tienen su Cain, su Hijo del Pade, su Barrabds, su homicida. El Hijo de Dios, es decir, Jestis, ha initado al Padre y no ha permitido gue te matasen, pero jcrees ti ae la vida es un premio? {No te das cuenta de gue es, por el contraio, el mas atroz de los castigos? —Lizaro, tu deliras, jperdiste acaso la luz de la razén en as ti- nieblas de la tumba? —Barrabds, tu no estés en condiciones de comprender. Ho’ por hoy y entre todos los hombres, yo soy cl nico que puede compnnder. Habfa regresado a la casa de la paz, a la patria verdadera, aldulce asilo en el que estén mi padre y mi madre, mis hermanos myores y la esposa que perdi, junto con los amigos mas queridos de la tifez, con los patriarcas de nuestro pueblo, con los profetas, los satos y Jos justos, Estaba con todos aquellos a los que amo, habia sacidido (1) La mayor parte de los estvdiosos anticuos sostienen que Bardbban significa «hijo del padres Sun Jeronimo, San Hilarlo, TeoMlato, ete.—, yentre los modernos: Lightfoot, Wunsche, Sieffert, Grimm, Bisping, Lolsy, Gigne- bert, ete. RELIGION.—-LOS TESTIGOS DE LA PASION 687 el polvo de Ia tierra, descansaba, era feliz, Y de pronto, para conten- tar a esas dos mujeres que se imaginaban que me amaban me he visto obligado a volver al fastidio, al dolor, al esfuerzo, al destierro.

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