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ES ATKINSON Prefacio Se cuenta del duque de Wellington que, en visperas de batalla, el 17 de junio de 1815, durante un baile en Bru- selas, apartandose del bullicio, sacé un mapa y sefalé con el dedo un pueblo pequenio, insignificante, llamado Wa- terloo, y dijo: «Aqut es donde me encontraré con Napo- leén». Pero antes de 1517, cquién podria haber tomado un mapa de la Cristiandad y senalado la pequena ciudad universitaria de Wittenberg entre los bosques y colinas de Sajonia y haber dicho que alli terminaria una era y comenzaria otra en la historia cristiana? Felizmente, el nimero de libros en inglés sobre Lutero aumenta rapida- mente, y comienzan a acumularse los estudios que en ob- jetividad y comprensién hacen pensar en una primavera después de un largo y pesado invierno; pero atin es im- portante, atin sorprende agradablemente, conseguir un planteamiento correcto de la vida de Lutero que se centre en la conviccién de que la «preocupacién principal de Lu- tero era predicar a Cristo». Este es un gran mérito del estudio del Dr. Atkinson. Se ha dicho del enemigo de Lutero, Tomds Miintzer, que 9 10 Gordon Rupp supone un fracaso cualquier intento de explicar su figura que no tenga en cuenta el hecho de que fue «un predica- dor completo, un tedlogo completo». ;Cudnto mas verdad es esto referido a Martin Lutero! Para dar un sentido ala Reforma, a los Reformadores, y sobre todo a Lutero, es indispensable un bagaje teoldgico. Por esto los estu- diantes acudirdn durante mucho tiempo a las paginas del Dr. Atkinson, puesto que él tiene el don de la senci- llez imaginativa y es capaz de aclarar estas intrincadas cuestiones sin una peligrosa simplificacién excesiva. Indu- dablemente existe una importante diferencia entre la reli- gién y la teologia de Lutero, pero desde luego una no puede ser entendida sin la otra, y aqui, encerrados en un solo volumen, esta una biografia en la que estan lucida- mente explicados los grandes y graves problemas ideold- gicos y teoldgicos. GR. Introduccién Para comprender a Lutero se precisan dos cosas. La primera es captar toda la confusién de pensamiento y de movimiento social, polftica cultural e intelectual en que estuvo inmerso y hacia el cual orienté su obra. La segun- da es comprender lo que él se proponia. No fue el gran campeon de la libertad individual y de las opiniones pri- vadas, ni fue el rudo campesino que desafié al Papa y al emperador, ni el Hércules germanico, ni el gran liberta- dor social. Creerlo seria introducir supuestos extraios que surgieron en los siglos x1x y xx. El unico objetivo de Lutero era transmitir a un mundo en pecado su propia experiencia del gran Dios que se habia manifestado a través de Cristo, para que el hombre pudiera conocer el perdén y la paz divinas en el Cristo vivo, y aprender a vivir en el reino de Dios dentro de un mundo corrom- pido, pecaminoso, hostil, pero pasajero, para que después de la muerte pueda ser acogido en el Reino eterno. Era sencillamente un hombre con una buena nueva. Tenia un mensaje que ofrecer al mundo: en la larga, dolorosa, so- litaria btisqueda de Dios que habia emprendido después 11 12 James Atkinson de decepcionarse con las practicas medievales de peniten- cia y buenas obras, habia sentido, stibitamente, en lo hon- do de su desesperacién, cémo Dios le tocaba en el hom- bro. Todas sus polémicas contra la corrompida y secula- rizada iglesia de su tiempo, contra las irreales y remotas discusiones de la Escoldstica, contra Erasmo y los hu- manistas, contra los radicales y los entusiastas, contra los campesinos y socialistas, contra los politicos de oficio, se pueden reducir en ultima instancia a una sola cuestién: todos sus oponentes rechazaban o modificaban, en gran parte por razones de desmedido interés personal, el he- cho de que Cristo era la unica fuente en materia de tra- dicién, doctrina, inspiracién, justicia social y otras mate- rias semejantes. Lutero se encontré con el torbellino de la Reforma, pero nunca lo buscé. Han pasado més de cuatro siglos desde que vivid Lu- tero, y supone un esfuerzo comprenderle, no desde las alturas del progreso moderno cientifico y técnico, sino como un hombre medieval entre hombres medievales. Para el lector puede resultar molesto, incluso embarazo- so, descubrir que la principal preocupacién de Lutero era predicar a Cristo. Si el lector considera excesivo conceder que el tinico propdsito de Lutero era predicar y ensefiar a Cristo, entonces leer4 con poco provecho este libro y las obras de Lutero. Pero merece la pena admitirlo como hipétesis de trabajo, y ver mds tarde cémo se va enca- jando el cuadro entero, cémo las supuestas tensiones e incertidumbres se resuelven en principios claros. Es im- posible entender a Lutero si no se le ve como un tedlogo del siglo x1x, educado en el agonizante mundo del esco- lasticismo, atrapado en una eclosién de entusiasmo huma- nfstico y de profundo cambio social y polftico, como un hombre con Ia sencilla y exclusiva motivacién religiosa de predicar y ensefiar a Cristo. Primera parte Infancia y juventud 1483-1505 1, El hogar de Lutero Hacia la medianoche del 10 de noviembre de 1483 nacia Martin Lutero, en el pueblo de Eisleben, en Sa- jonia, junto al bosque de Turingia. Cuando su hijo se hizo famoso, su madre pudo recordar claramente la hora del nacimiento, pero apenas recordaba el afio. Al dia si- guiente, muy temprano, los padres presentaron a su pri- mogénito al pérroco para que le bautizase; recibié el nombre de Martin, como el Santo del dia. Sus padres, Hans y Margaret Luder, como se llamaba entonces la familia, eran, si no refugiados, poco mds que simples emi- grantes. Hans era el hijo mayor de una gran familia su- mida en el hambre y la pobreza en una tierra drida y estéri]; con su joven esposa buscaba una oportunidad para mejorar su situacién en el mundo mas lucrativo y esperanzador de Ja industria y la minerfa. Su posicién era semejante a la de los innumerables escoceses que cruzan hoy Ja frontera para ganarse la vida en la Inglaterra in- dustrial y urbana. La infancia de Lutero fue normal. Disfruté, siendo nifio, Gnicamente de dos circunstancias favorables. En 15 16 Infancia y juventud primer lugar, sus padres eran personas honestas. En se- gundo lugar, su padre tuvo que luchar y ganarse todo aquello de que disfruté mds tarde. Durante toda su vida, Martin comprenderfa lo que significaba haber crecido en la dignidad de la pobreza y en la nobleza del trabajo duro. Hans hab{a abandonado voluntariamente la tierra de su padre, por ser demasiado estéril para mantener a toda la familia. Mas tarde, cuando Martin era atin un nifio de pecho, marché desde Eisleben, donde el mercado de tra- bajo estaba excesivamente concurrido, a Mansfeld, donde las perspectivas parecian mds prometedoras. En siete afios llegé a ser concejal de la ciudad (1491). En 1511 era co- propietario de seis minas y dos fundiciones, y cuando murié, dejé en herencia por lo menos 1.250 florines. Con semejante padre y semejante pasado, Martin tenia que tomarse la vida en serio y aprovechar cualquier oportu- nidad para progresar. En estos democréticos tiempos est4 de moda exaltar el humilde origen de Lutero como hijo de un minero. Pero éste no puede ser comparado con el rudo e igno- rante minero de nuestra propia revolucién industrial, hun- dido en el fondo de una mina, sin status, ni derechos, ni educacién, ni siquiera iglesia para atenderle, cuyos hijos estaban expuestos al amargo y devastador viento del desempleo, la pobreza y los malos alojamientos, limitado su horizonte por montafias de mineral, y cuyos entrete- nimientos principales eran la orquestina y el juego del tejo. El paralelo se encuentra a otro nivel. Hans Luder conocfa personalmente a los condes propietarios de las tierras en que él trabajaba, y era muy apreciado por ellos y por otros terratenientes. Tenia una gran casa en la calle principal, donde todavia puede verse su escudo de armas adornando la puerta. Acudié a la ordenacién sacer- dotal de su hijo con cincuenta caballos y dejé un gene- roso donativo, Cuando Lutero se hizo famoso, sus padres se movian con tranquila dignidad entre los eruditos de Wittenberg, y disfrutaron de la estima general. El para- lelo mds reciente que podrfa establecerse con los padres de Lutero serfa con aquellos molineros independientes 1. El hogar de Lutero 17 del siglo x1x en Lancashire y Yorkshire, 0 quizd con aque- Ilos «pequefios maestros», los cuchilleros de Sheffield, que acudfan a Ia iglesia los domingos con chistera y un mandil de cuchillero recién lavado y planchado. En Amé- rica, Hans Luder habria figurado entre los primeros de aquellos que marcharon hacia el Oeste. Si hubiera vivido en nuestros dias, habria ocupado un destacado lugar en el «Coal Board». Habja cardcter en Ja parentela de Lute- ro: rectitud, determinacién, integridad, habilidad e inde- pendencia. Cuando los monjes del monasterio intentaron inttilmente de convencer al viejo Hans de lo acertado de la eleccién de su hijo al adoptar los hébitos, les inte- rrumpié bruscamente exclamando: «¢No conocen el cuar- to mandamiento?» !. Lutero siempre estuvo orgulloso del hombre firme y obstinado del que descendia, como cual- quiera lo estarfa, y se consideraba una astilla de aquel palo. Conviene considerar la atmésfera religiosa en que se criéd Lutero y contra la que tan efectivamente iba a pro- testar mds tarde. Iba con toda su familia a misa los domingos y dfas fes- tivos. Crefa en la presencia real de Cristo en el pan y el vino. Se confesaba, rezaba a la Virgen y a los Santos, recitaba el rosario, veneraba las reliquias, ganaba indul- gencias y decfa sus oraciones en casa, como cualquier otro buen cristiano de su época. Existen pruebas de que en- tonces estaba muy acentuado el miedo a la condenacién eterna por malas obras, o a una larga y dolorosa expia- ci6n en el purgatorio. También estaba muy arraigada la esperanza de una felicidad eterna en el cielo como recom- pensa a las buenas obras. La evidencia es atin mayor de que existfa una alegria natural en la vida de la Iglesia, y una alegrfa cristiana real en la familia, motivada por la oracién que llevaba a los actos de auténtica bondad y caridad, Sabemos muy poco de esto por los escritos de Lutero, ya que lo poco que él dejé dicho sobre su in- fancia se reduce a los recuerdos de un hombre mayor en sus charlas de sobremesa?. Sin embargo, los testimonios J. Atkioson, 2 18 Infancia y juventud de la época y algunas observaciones hechas por Lutero confirman esta descripcién de su ambiente religioso. EI aspecto mds negativo de su educacién religiosa de- bid ser la atmésfera de supersticién. Los contempordneos de Lutero atin crefan que el mundo estaba dominado por una serie de espfritus, malignos muchos de ellos. La gente culta comenzaba a comprender una cosmologia racional de causa y efecto, pero este movimiento liberador no se iba a extender por Europa hasta el siglo xviu1. En ese punto es preciso ser comprensivo con el hombre medie- val. Se necesitaba muy poco para solicitar la proteccién de los buenos espiritus frente a los malos, y por ello, el culto del agua bendita, los exorcismos y la invocacién a la Virgen y a los Santos se aceptaban normalmente. EI diablo, las brujas, los duendes y los espiritus maléficos eran tan reales en la vida de Lutero como la Virgen y los Santos de la corte celestial. Igualmente reales eran, por tanto, los contraataques que la Madre Iglesia lanzaba contra las depredaciones de estos oscuros y sutiles po- deres. Se requiere un esfuerzo para comprender esta fa- ceta espiritual del pensamiento medieval: los espiritus que agriaban la leche o causaban los abortos eran tan reales como la misericordia de Cristo y el ministerio es- piritual del sacerdote. Equivocarse en un aspecto no sig- nifica necesariamente equivocarse en ambos. La supersticién dominante tenfa un efecto atin més nefasto sobre la prdactica de la misa. La verdadera doc- trina cat6lica de la misa, que exige una experiencia es- piritual real y una educacién teoldgica auténtica en el laico, se habia convertido en un acto que daba derecho al hombre a un puesto en el cielo. En aquellas misas quedaba muy poco del encuentro de Dios con Su criatura en gracia y de la re-creacién del creyente, y habia dema- siado de cumplimiento de un ritual establecido. El dinero que cobraba el sacerdote por decir misas con algun fin determinado situaba la misa no en el contexto de la obra divina de salvacién del hombre, sino en el contexto de las obras humanas. Con esto, se desarrollé el gran es- c4ndalo de las indulgencias y de su asociacién con las 1. El hogar de Lutero 19 reliquias. Todo ello eran deformaciones paganas de una teologfa cristiana, 0 quizd debiéramos decir, desviaciones de una religién teocéntrica a una religién antropocén- trica. Hemos de captar sensitivamente el mundo en que cre- cid Lutero, para poder entender bien la Reforma que él inicié. Ello no significa que anulemos nuestro sentido critico, sino que antes de dejar actuar a esta facultad debemos trasladarnos al siglo xvi. El panorama es el de una cultura campesina, profundamente religiosa, de hom- bres y mujeres cristianos practicantes, del que cada nifio formaba parte activa. El centro de su vida, aparte del penoso trabajo diario, era la iglesia parroquial, a menudo muy hermosa, donde se realizaba una bella liturgia, y cu- yas campanas tocaban cotidianamente. Todo esto respal- dado por un inmenso bagaje intelectual y cultural que se remontaba a casi quinientos afios atrds. No es facil comprender esta vida del mundo medieval, situarnos en los dias en que la Iglesia era poderosa, or- gullosa y desafiante, cuando presidia toda la vida de un hombre, desde la cuna a la tumba. La Iglesia habia ex- tendido su influencia sobre la sociedad entera. El histo- riador inglés Froude expresé, con su innimitable prosa decimonénica, la transicién del mundo mental de nues- tros antepasados, y la incapacidad de sus contempord- neos para comprenderlo: Hemos perdido la clave para interpretar el cardcter de nues- tros padres, y los grandes hombres, incluso de nuestra propia historia inglesa anterior a la Reforma, nos parecen como esque- letos fésiles de otro orden de seres...*. Sobre Ja decadencia del viejo sistema y los cambios traidos por la Reforma, dijo lo siguiente: Porque, de hecho, se estaba produciendo en el mundo un cambio cuyo significado y direccién atin hoy estén ocultos para nosotros, un cambio de era a era. Los caminos trazados por el paso del tiempo se borraban, las cosas antiguas morfan, y la fe y la vida de diez siglos se desvanecfan como un suefio. La 20 Infancia y juventud caballerfa andante agonizaba; la abadia y el castillo pronto se desmoronarfan juntos; y todas las formas, deseos, creencias, convicciones del mundo antiguo se iban para no regresar ja- mas. Mads alla del mar occidental habfa surgido un nuevo con- tinente. El techo del cielo, tachonado de estrellas, se habia sumergido en el abismo infinito del espacio inconmensurable; y la misma Tierra, desgajada de sus cimientos, se veia como un tomo en la terrible inmensidad del universo. La Huma- nidad no podia continuar en los hdbitos y moldes que tan trabajosamente hab{fa construido. Y ahora todo ha desaparecido —como un espectdculo insus- tancial—, y entre nosotros y los antiguos ingleses se abre un foso de misterio que el historiador con su prosa nunca podré salvar. Ellos no pueden volver a nosotros, y nuestra imaginacién casi no puede comprenderlos. Sdlo en Jas naves de una catedral, sdlo cuando contemplamos sus silenciosas figuras dur- miendo sobre las tumbas, intuimos vagamente cémo fueron estos hombres cuando vivian, y quiz también lo intuimos en el so- nido de las campanas, esa creacién de la Edad Media, que llegaria a nuestros ofdos como el eco de un mundo extinguido. Un siglo después de Froude, nos encontramos en un terreno mucho més incierto, en donde han desaparecido los antiguos hitos y en donde las direcciones no estan ya sefialadas: en un mundo cuyos pensadores en las dis- ciplinas literarias, filosdficas, psicoldgicas, teolégicas, so- ciales y cientificas han abierto caminos de interpretacién de la historia y la vida completamente diferentes a las de nuestros antepasados. Cuando reconsideremos el viejo mundo de los siglos xv y xvi y su cataclismica transicién hacia nuestra propia era, debemos evitar explicar con una sola causa sus complejos fenédmenos, as{ como intentar no aplicarles nuestros criterios del siglo xx por validos que sean en sf mismos. El mundo medieval es un reino en el que sdlo los que son humildes como nifios pueden entrar. Lutero nacié en este mundo en transicidn y, mas que ningiin otro hombre de su época, fue responsable de su colapso y reconstruccién, Es importante discernir lo que se hundié para siempre y lo que se reconstruyé. La Re- forma no fue un rayo cafdo stbitamente del cielo: fue més bien una re-formacién, una re-orientacién de mds de mil afios de vida y pensamiento cristianos. 2. Vida escolar A los cinco afios de edad, vemos al pequefio Martin caminando afanosamente hacia la escuela, algunas veces llevado a hombros por un nifio mayor que él. Alli fue diariamente durante ocho afios; en aquellos tiempos no habia vacaciones. En la escuela aprendié a leer, a escri- bir, y a cantar, y también aprendié latin: latin, porque se exigfa un conocimiento amplio de esta lengua para entrar en las profesiones; musica, porque un estudiante pod{a ganarse después la vida cantando en los servicios de la iglesia, La educacién era poco mds que un atracén mec4nico de conocimientos; un ejercitamiento de la me- moria acelerado por la palmeta; gpero qué otra cosa podia hacer un hombre solo, con todos sus alumnos desde los cinco afios hasta que entraban en la universidad, en un solo cuarto todo el dfa, durante todo el afio? No obstante, Lutero consiguié un dominio excepcional de la lengua la- tina, y se convirti6 en un mitisico muy competente. Sin embargo, siempre recordé la escuela como un infierno en la tierra y al maestro como un tirano y un verdugo. Habfa un oficial en la mina, cuyo hijo iba a la escuela 21 22 Infancia y juventud en Magdeburgo, y a la edad de catorce afios (1497), Lu- tero se uniéd a este muchacho. La escuela pertenecia a una hermandad de piadosos clétigos y laicos que habian combinado la prdctica de una vida santa con el servicio a la sociedad predicando, ensefiando y haciendo obras de caridad. Aqui, Lutero tuvo que aumentar la asigna- cién que le enviaba su padre, cantando en la iglesia, como cualquier otro chico hacfa entonces, y atin hacen hoy en nuestras escolanfas de las catedrales. Las historias senti- mentales sobre el pobre pequefio Lutero cantando por las calles como un golfillo de Dickens, no pertenecen a auténtica realidad. Era un muchacho privilegiado, y se sentaba en el pupitre junto a otros muchachos cuyos pa- dres tenfan un elevado nivel profesional. Su padre pagé su educacién en la escuela y en la universidad, y como la mayoria de los estudiantes, excepto los de la actual sociedad de bienestar, Lutero tenia que estirar al maximo una pequefia cantidad de dinero. La suya no era la ho- rrible pobreza caracteristica de los suburbios industriales del siglo x1x, sino una noble, digna y respetable situacién de muy distinta indole, en la que los hombres encaraban la penuria sin sentirse estigmatizados 0 degradados. En la Pascua de 1498 Lutero regresé a Mansfeld. Le fue bien la vida escolar en estos cuatro afios de Eisenach y siempre los recordé con placer. Como en Magdeburgo, incrementaba su asignacién como un «mendigo» cantan- do en la iglesia. Aqui su seriedad en la oracién y en los cAnticos eclesidsticos fue notada por una bondadosa dama, que le ofrecié alojamiento en su casa, a cambio de lo cual él Ilevaba a la escuela a su hijo pequefio y le ayu- daba en los deberes escolares. Uno puede imaginarse en seguida a Lutero adolescente, con su gran cabeza y sus negros rizos, sentado junto al nifio en aquella cristiana casa, instruyéndole y ensefidndole sus deberes. Aqui, en una edad muy impresionable, entré en contacto con un devoto circulo de gente cristiana. Todos los que iban a la casa, tanto clérigos como laicos, se caracterizaban por una profunda piedad y una sencilla devocién. Esta atmésfera influyé en el muchacho profunda y provecho- 2. Vida escolar 23 samente. En una ocasién se sintié afectado por unas interesantes palabras dichas casualmente en la conversa- cién sobre la maravilla y la belleza de un matrimonio santo, y estas palabras ardieron en su mente, ya que él siempre habia supuesto que el celibato era la forma mas noble y pura de vida. Afios mds tarde siempre se referirfa a esta hermosa ciudad de Turingia como «mi Eisenach» !. 3. El ambiente secular Cuando Lutero tenia dieciocho afios (1501), su padre le envid a la antigua y famosa universidad de Erfurt. Debja ser maravilloso tener dieciocho afios en los co- mienzos del siglo xvi y matricularse en una de las més famosas universidades de Alemania. El hombre contem- pordneo a veces se siente tentado de pensar que su pro- pia época es la era del cambio y el desarrollo, con sus progresos técnicos y cientificos en fisica nuclear, pero la historia recogerd nuestros dias como esencialmente «el fin de una era», una era inaugurada por los hombres y las ideas que son objeto de este libro, pero una era que desde los tiempos de Lutero ha perdido marcadamente el rumbo y los objetivos. El mundo de Lutero tenia una animaci6n intelectual propia. Eran los dias de los grandes navegantes, descubridores y viajeros, cuando Colén y Ca- bot regresaban trayendo la evidencia de un nuevo mundo, una flora y una fauna hasta entonces desconocidos; cuan- do Copérnico atin era joven y demostraba al mundo que el sol era el centro del universo; cuando los eruditos renacentistas estimulaban el pensamiento europeo con su 25 26 Infancia y juventud redescubrimiento del helenismo. Eran estos dias grandes y excitantes, cuando Colet predicaba el Evangelio y la teologia paulina en la catedral de San Pablo; cuando hombres de la talla de Erasmo, Melanchton, Bucer, Zuin- glio y Calvino ocupaban nuestras catedras de teologia y corregfan los ensayos de los estudiantes. El mundo estaba lleno de anhelos intelectuales; el vino nuevo tenia que reventar necesariamente los odres viejos. EI Renacimiento La influencia del Renacimiento sobre la Reforma ale- mana necesita una cuidadosa valoracién. Explicar a Lu- tero en términos del Renacimiento serfa producir una grave distorsién en su figura. En cierto sentido él era firmemente opuesto al materialismo terrenal que el Re- nacimiento fomentaba, as{ como a su religidén no teold- gica. Pero debe recordarse que Lutero nacié en un am- biente afectado por este movimiento, que era mds antiguo y universal que la Reforma. Zuinglio era esencialmente un hombre renacentista, como lo era Erasmo. Calvino estaba fuertemente moldeado por su erudicidn, igual que Melanchton. Los textos de Lutero fueron publicados y lefdos en aquellas ciudades alemanas muy influidas por las teorias del Renacimiento, Augsburgo, Nuremberg, Estras- burgo y Basilea. Al mismo tiempo, Lutero reaccioné con- tra la teologia humanista de su tiempo, en favor de una recia teologia hebraica y biblica. Se beneficié de algunos aspectos del movimiento humanista, utilizando con gran provecho, por ejemplo, sus instrumentgs lingiifsticos, pero permanecié apartado de la poderosa corriente, encerra- do en un monasterio, en un rincén de Sajonia, y cuando salié al mundo a ensefiar, se presenté simplemente como un monje sujeto al voto de obediencia. Ciertamente, el movimiento tuvo una influencia extraordinaria en el des- arrollo de las ciencias naturales y de los estudios lite- rarios e histéricos, pero tuvo singularmente poco efecto sobre los intereses de Lutero. Existia una sensualidad 3. El ambiente secular 27 alrededor del Renacimiento, una fuerza palpitante creada por y para el hombre segtin sus propios intereses. Como movimiento crefa mds en el hombre que en Dios. En los mds religiosos, en Erasmo, por ejemplo, o en los Florentinos, no habia mds que una «religién de Jestis», una nueva ética, una nueva ley, pero no un evangelio. Desde luego, redescubrié la grandeza y dignidad natural del hombre, cuerpo y alma; denigré y ridiculizé el esco- lasticismo, rompiendo sus cadenas; dio al hombre un nue- vo sentido de liberacién. Pero golpeé fatalmente el senti- miento de dependencia del hombre hacia Dios, el sentido sobrenatural en la interpretacién de la vida, la realidad espiritual de la muerte seguida de un juicio. Mirando retrospectivamente, como podemos hacer ahora, a los cua- trocientos afios de iniciado el proceso, nos damos cuenta de que cada avance subsiguiente en el pensamiento hu- mano ha quitado a Dios de ese campo de investigacién como una hipétesis innecesaria. Copérnico y Newton le quitaron del cosmos, Darwin de la vida, Marx de la his- toria, Freud del tiltimo reducto de la mente y del alma. Lutero no podia prever todo esto, pero hacia 1524, antes de cumplir cuarenta afios, estaba enzarzado con el buen Erasmo en una lucha a muerte por el Evangelio (véanse paginas 260-268). Es interesante ver las influencias visi- bles del Renacimiento en esas encantadoras ciudades del sur de Alemania, cuando uno camina de nuevo por sus calles, y pensar en el esplendor renacentista de las cor- tes de los eclesidsticos y principes alemanes del tiempo de Lutero, y luego considerar la pura presién biblica que Lutero ejercié ‘sobre la sociedad. Parecia alejarse del Re- nacimiento como un viejo caballo que volviese sus cuartos traseros al viento inclemente, respirando, sin embargo, el mismo viento contra el que se habia vuelto. El escenario politico En Ja escena politica también era una época de vio- lenta, y casi cataclismica, ebullicién. Cuando todo el mun-

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