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Giovanni Boccaccio Laelegia de dona Fiameta soars Introduccién notas de Pilar Gor omez "Be an . be a z SUMARIO Pigs. INTRODUCCION ao el |=] = a x «La elegia de dofia Fiametas |) | | x El «Corbacho». . . oe XV La antitesis entre la “Elegias y ‘el «Corbacho» )) xu Cronologia . . . + x Bibliografia. » 2.) ) ) ff) 2 ll four La ELEG{A DE DORA FIAMETA Comienza el libro llamado de dofia Fiameta, Por ott a las mujeres enamoradas enviado a lk Capitulo I. En el cual la sefiora describe quién era ella y por cuales sefiales sus futuros males le fueron an- ticipados, y en qué tiempo, y dénde y en qué modo, y quién se enamoré ella, con el consiguiente deleite 5 Capitulo II. En el cual dofia Fiameta describe la razén de la separacién de su amante de ella, y la despe- dida de él, y el dolor que ella sufrié después de su Capitulo IJ, En el cual se muestran cudntos y cuales fueron los pensamientos de esta sefiora y las obras, mientras transcurria el tiempo al cabo del cual su amante le habia prometido volver . . . . . . 48 Capitulo IV. En el cual esta sefiora muestra cuales pen- samientos y qué vida era la suya, habiéndose cump! do el plazo, y que Panfilonovenia. . . . . . @ Capitulo V. En el cual Fiameta muestra cémo legé a sus ofdos que Panfilo habia tomado mujer, mostran- do después cudn desesperada y dolorosa vivia por no volver con él. . a Capitulo VI. En el cual dofia Fiameta, habiendo ofdo que Pénfilo no habfa tomado mujer sino que se habia enamorado de otra mujer y por ello no volvia, mues- tra como a Ia tltima desesperacién, ausriende: ma: tarse, Wego. 6 we ee ee ut val SUMARIO Capitulo VII. En el cual dofia Fiameta muestra cémo habiendo otro Panfilo, no el suyo, vuelto alli de don- de ella era, y habiéndoselo dicho, se alegré vanamente y por ultimo, al encontrar que aquél no era él, a la tristeza primera volvi6 . . 1 1 1 ee ee Capitulo VIII. En el cual dofia Fiameta, sus penas con las de muchas antiguas damas midiendo, demuestra que las suyas son mayores, y luego, Eostmente’< con- cluye sus lamentos . : ‘ Capitulo IX, En el cual dofia Fiameta habla a su libro, ordendndole en qué habito, y cuando y a quién deba ir, y de quién guardarse; yel OM. ky al Pags. 143 155 172 INTRODUCCION EX 2 compicia y fecunda obra de Giovanni Boccaccio (1313-1375) pueden distinguirse tres fases sucesivas marcadas por inspiraciones y aspiraciones diferentes :' la galante y fabulosa de los comienzos que refleja los idea- les literarios de la corte de Ndpoles donde se educé y transcurrié su juventud; la que tiene por destinatario y tema principal a la clase mercantil florentina y culmina en el Decamerén, su obra maestra; y, finalmente, aquella cuyo publico ideal es el docto de los cendculos humanis- tas. Tres fases que reflejan el ritmo cambiante de una vida entera y que (ademds de por la conocida y magnifi- a prosa) estén unificadas por la importancia que en to- das ellas tienen algunos temas tipicos del alma bocaciana tales como la inestabilidad de la Fortuna, el sentimiento de 1a fama, la conciencia del papel social del poeta? y —el no menos importante— del interés apasionado en el mundo femenino y en el amor. De las dos obras que aqui presento (en una traduccion mia donde espero haber podido captar algo de la frescu- ra y sabiduria de los originales), la Elegia de dofia Fia- meta marca el final de la primera época, pues aunque fue escrita ya en Florencia, entre los attos 1342 y 1343 —inme- diatamente después de haber regresado su autor a su ciudad natal—, su historia se desarrolla en Ndpoles y re- coge con minuciosidad y nostalgia el tipo de vida e idea- les en los que habia transcurrido la juventud bocaciana. 1. La divisiOn de la obra de Boccaccio que suele hacerse ateniéndose la lengua en que esta escrita, vulgar o latin, no se corresponde exac- te con las distintas fases y propdsitos de la intencién del aut ya que durante la dltima ¢poca de su vida éste escribid, junto a las ‘obras latinas, el Tratatello in Laude di Dante, las Esposizioni de la lia dantesca y, presumiblemente, el Corbaccio. Para Boccaccio la palabra poeta’ conservaba su sentido original ‘autor de una obra literaria. J paseos y comidas en el campo en que participa dofia Fiameta aparecen, €0 efecto, recordados por Boccaccio en las Rimas y constituyen también 1 transtondo de variot eplaodios del Filocolo y de algunas novelas del Decamerén. Especialmente las diversiones de Baia, lugar de veranco ve- ‘ino @ Népoles al que ya se refiere Ovidio en el Ars amandi como pro- picio para el amor, son objeto de afioranzas y recuerdos en las Rimas, x BOCCACCIO El Corbacho pertenece, sin duda, a la tercera época, tanto si hubiera sido escrito entre 1354 y 1355, inmediatamente después del Decamerén (como ta critica ha creido durante muchos afios) como si fuese una obra de aproximada- mente el afio 1365, tal como sostienen Giorgio Padoan, Vittore Branca y con ellos buena parte de los bocacianos actuales. Una elegia que imita las Heroidas ovidianas y un tra- tado moralizante contra la mujer y el amor dentro de la mds pura tradicién medieval son estas dos obras meno- res del iniciador de la novela moderna que se contraponen entre si en tantos aspectos, pero que coinciden en ser dos maneras opuestas de enfocar el tema del amor como un mal que, en el primero de los casos, es sufrido por una mujer fiel y, en el segundo, por un hombre en- gariado. Un mal que Giovanni Boccaccio conocié, a lo que parece, mds de una vez y sobre el cual poetizé y especuld muchas. LA ELEGIA DE DONA FIAMETA 1. El misterio de Fiameta Como recuerda Cesare Segre en su penetrante andlisis de la estructura de esta obra,‘ Boccaccio, al darle titulo, usé la palabra elegia en el sentido preciso de «estilo tris- te» que se le daba en la Edad Media —y que Dante habia recogido en De vulgare eloquentia ‘—, no con la intencién de componerla en estilo humilde,* como veremos mds Cesare Segre, Strutture ¢ registri nella Flammetta, en Strumenti criti, IV. Junio, 1972, fasc. II, pp. 10-162. Per elegiam stilum intelligimus miserorum» («Entendemos por elegia el estilo de los tristes»), dice Dante en De vulg. elog., II, XIII, 6. , en su Ars poetica, se preguntaba por el inventor de ‘la clegia y Ia definia, igualmente, como obra de estilo triste: «Versus imparibus junctis querimonia primum / post etiam inclusa est voto sententiae com- sprees primero la quale, / haego al agradecimiento por un favor rect bido / pero equé poeta fue autor de los versos sin audacia de la que- jumbrosa elegia? / Jos graméticos no estén seguros y el asunto aun ‘std sin decidir+) (Ars poetica, p. 75-78). 6. La lamentacién es propia del género humilde pero en Ia Edad Me- dia se habian escrito elegias de tono elevado, como, por ejemplo, la Ele. tla de diversitate Fortunae del florentino Arrigo de Settimello en 1193, INTRODUCCION xI adelante, sino con la de ceflirse mds estrechamente a su modelo principal que son las Heroidas de Ovidio: epis- tolas elegiacas que el maestro latino habia imaginado es- critas por las mujeres abandonadas por famosos héroes antiguos en su busca de la gloria. La aficién de Boccaccio por Ovidio —que es el prin- cipal modelo de su obra en vulgar— habia nacido junto con sus primeras vivencias en la corte napolitana, en cu- yos circulos entré siendo adolescente —pese a sus ori- genes plebeyos— porque su padre, que trabajaba para la banca de los Bardi, era recibido en ellos con mucha cortesia, como en general lo eran los cambistas floren- tinos que ayudaban al rey Roberto en sus finanzas.’ Fue en el Estudio de Roberto de Anjou —que continuaba la tradicién del emperador Federico II, su fundador, desti- nando continuamente fondos a la compra de manuscritos y @ la remuneracién de maestros que le conservaban la fama de centro de cultura cosmopolita adquirida en el siglo XIII— donde el joven Boccaccio continud el apren- dizaje iniciado en su ciudad natal con Mazzuoli de la Strada, y se sumergid apasionadamente en Ia lectura y la imitacion de los autores latinos y medievales. Pero en los circulos cortesanos, en los palacios de Durazzo y de Tarento (donde vivian, respectivamente, los sobrinos y los nietos del rey) es donde fue conociendo, al mismo tiem- el mundo de las intrigas y a sus rivalidades, junto con el del amor, sentido e interpretado dentro de las reglas que lo convertian de sentimiento en arte y que servia para distinguir las almas nobles de las viles; es decir, un tipo de amor que tenia como maestros a Ovidio y a sus continuadores e intérpretes medievales entre los cuales ocupaba el lugar mds destacado el libro De amore de Andrea Capellanus. 7. Boceaccino de Chelino, que fue en Florencia Cénsul del Arte del Cambio en 1322 y 1324, y Prior de Ia ciudad en el bimestre comprendido entre el 18 de diciembre de 1322 y el 14 de febrero de 1323, pertenecia, en 1327, a la banca de los Bardi y como agente de éstos tuvo que tras ladarse'a Napoles para auxiliar financieramente al rey Roberto en su Jucha contra Ludovico de Baviera y Federico de Aragon. Fue nombrado Consejero y Chambelén real en 1328, 4. Segdn Ia autorizada hipdtesis de Pio Rajna el tratado De amore, atribuido a Andrea Capellanus, hubo de ser compuesto después de 1174 y antes de 1196, probablemente en la corte de Maria de Champagne. Es- crito en latin, recoge la doctrina de Ovidio sobre el amor (aunque con ecos de Horacio, Séneca, Clcerén, Claudiano € Isidoro de Sevilla) pero xu BOCCACCIO La literatura sentimental y caballeresca, inspirada por la doctrina de De amore, era uno de los pasatiempos fa- voritos de aquella corte afrancesada y, asi, los lais de Maria de Francia, los romans de Chrétien de Troyes, el Roman de Troie, el de Thebes, el de Flor y Blancheflor, con sus historias de amor, sus personajes de la Antigiie- dad anacrénicamente modernizados, y sus complicadas tramas de novela bizantina, formaron la sensibilidad del joven mercader florentino determinando el asunto y el es- tilo de sus primeras obras: la Caza de Diana (¢1334?), el Filostrato (¢1335?) y el Filocolo (¢1336?)? compuestas las dos primeras en verso —en tercetos encadenados y en octavas, que eran las estrofas de la poesia culta y la po- pular en el vulgar italiano— y la tercera en una prosa muy latinizante. Estas obras, en que el uso de la alegoria y la historia antigua se combina con la facilidad de la narracidn y las observaciones realistas (que, en los pequefios detalles tan- to externos como psicoldgicos, revelan ya el cardcter del talento bocaciano), fueron contribuciones de nuestro es- critor a la vida cortesana llenas de ingenio y arte, puesto que Boccaccio estaba componiendo, en una lengua nueva y propia de su circulo, las materias novelescas que esta- ban de moda en él y, al mismo tiempo, prosiguiendo el juego aristocrdtico de ia literatura en clave al aludir, en sus copias o imitaciones de los héroes y heroinas, a las damas y caballeros con quienes convivia a diario y eran fdcilmente reconocibles por el grupo bajo las sefales de la ficcién, Si estas obras no han conservado, como lec- tura, un interés que las redima de la condicién que tu- vieron de piezas de ocasién, tienen, sin embargo, la gran importancia, en la historia de 1a literatura, de haber sido el banco de ensayo de la creacidn bocaciana y de permi- tirnos ver cémo se fue formando tanto el mundo de mo- tivos y mitos individuales de nuestro escritor como la admirable prosa vulgar en que éste iba modelando Ia lati- na de sus autores mds amados hasta convertirla en la que, en el Decameron, habria de ser, en palabras de Lo- renzo el Magnifico, la lengua mds apta del mundo «para sobre todo es una exposicién orgdnica de la casu(stica del amor cortés, con su doctrina y sus 7 Para la datacion de estas obras me remito a la cronologia estable- Fs 3 : iranca, INTRODUCCION xi expresar todas las naturalezas y pasiones de los hom- bres».” Un motivo central en la estructura de La caza, el Filo- colo y el Filostrato es el del grupo de damas y caballeros jévenes que participan en los entretenimientos de un dia de campo y que, de una manera u otra, se ven llevados a hablar de cuestiones de amor e inducidos a contar sus propias historias. Es un motivo que desde el Decamerén se divulgard mds tarde a la novela pastoril del Renaci- miento y que, sin duda, tiene su origen en la poesia bu- célica antigua, pero que Boccaccio tomaria probablemente de las cortes de amor tenidas en el libro del Capellanus. Entre los nombres fingidos con que nuestro poeta en- cubre (y a la vez sefala para quienes participan en el juego de las adivinanzas) a los personajes reales que le inspiran, el de Fiameta ha sido tenido hasta no hace mu- cho tiempo por el mote de una dama que se suponia que habia sido su gran amor en la época napolitana" y que le habia olvidado cuando (en 1341) él tuvo que abandonar la ciudad para reunirse en Florencia con su padre, que lo reclamaba. Segtin la interpretacién romdntica de 1a obra literaria como reflejo de datos reales y biograficos, esta mujer so- lia identificarse —desde Baldelli (1860) hasta Billanovich (1945)— con una Maria de Aquino, hija ilegitima del rey Roberto y casada con un alto personaje de su corte a quien alude el Idalagos del Filocolo, que es un «alter ego» de Boccaccio," pero la critica moderna, que ha llegado a 10, Esta apreciacién de Lorenzo el Magnifico, de aproximadamente el 1490, es una de las que cimentaron Ja fortuna del Decamerdn como literatura culta, ya que durante el siglo x1v y el xv habia sido desdefiado por los lectores doctos en la mismia medida en que gozaba de enorme popularidad entre la burguesfa. 11. En las Rimas bocacianas (que siguen los cénones estilisticos det Cancionero petrarquesco) Fiammetta o fiamma es el nombre con que ¢l poeta alude a su amada ingrata, como en los versos siguientes (que traduzco): «Si aquella Hama que incendié mi pecho / y me deshizo en doloroso Hanto / sintiese alguna piedad por mi / y se mostrase algo més cortés / atin esperar(a hallar algin remedio / para mi vida que tanto odio, / y poder cambiar en canto los graves suspiros / y poder perdonar las ofensas recibidas.» Como en estas Rimas el poeta se la- menta de que su amada Fiameta le haya prohibido seguirla a los bafios de Bala y maldice a esta ciudad, la interpretacién autobiogrifica de este pasaje se ha extendido al resto de la obra bocaciana, 12. Cuenta Idalagos, en el Filocolo: «Aquel que le sucedié en el real trono [a Carlos de Anjou] dejé tras de si muchos hijos; entre los cuales uno, lamado Roberto, de la real dignidad investido, quedé ente- xiv BOCCACCIO rastrear minuciosamente archivos y registros en busca de informacidn sobre Marta de Aquino y no la ha encon- trado por ninguna parte (ni siquiera donde debla, con mayor razon, estar consignada, como en el drbol genealdgi- co del rey Roberto que Boccaccio habla anotado en su Zi- baldone Mallavecchiano, donde figuran todos sus hijos bastardos), ha dado por sentado que la existencia de esta seftora es tan improbable como la de aquella noble dama francesa que ha sido tenida durante mucho tiempo por madre de Boccaccio porque Idalagos en el Filocolo y Caledn en el Ameto asi parecen indicarlo,."” Como expongo en mi Introduccién al Decamerén," la opinidn actual mds autorizada no considera a Fiameta como Ia referencia o el encubrimiento de ninguna mujer determinada sino el simbolo del sentimiento amoroso tal como era definido por los estilnovistas, con lo que la Fiameta bocaciana seria una imitacién de la Beatriz de Dante y de la Laura petrarquesca y su significado el de una adhesion de Boc- caccio a los cédigos de los Fieles de Amor," por mds que la tendencia innata del arte bocaciano a convertir en realistas las situaciones mds sublimes haga comportarse a la idealizada Fiameta con la verosimilitud de una seriora ramente, con la ayuda de Pallas, rigiendo lo que de sus predecesores habja recibido. Y antes de haber ilegado a la real excelencia, éste, preso del gusto por una nobil{sima joven que habitaba en los reales palacios, en ella una hermosisima hija; y queriendo salvaguardar su honor y el de la joven, con callado estilo, bajo el nombre de otro padre tiernamente la cuidé y la llamé con el nombre de aquella que contiene en si Ia redencién de la m{sera perdicién que nos ocurrié por el atre- vimiento de nuestra primera madre. Esta joven, al crecer en edad, se iba adornando con maravillosa hermosura, asemejandose a su padre tanto en sus maneras como en las cosas que hacia...» Fue esta joven, de ombre Maria ¢ hija del rey Roberto, a quien la critica roméniica iden- tificd como una Marfa de Aquino a quien Boccaccio llamaba Fiameta. 13. Muy importante para conocer las razones que desaconsejan la in- terpretacion autobiogréfica de 1a obra bocaciana es el articulo de Vittore Branca «Schemi letterari ¢ schemi autobiografici+ publicado por prime- ra vez en 1946 (Bibliofilia, XLIX) y recogido posteriormente en Boccaccio medievale, del mismo autor, Sansoni Editore, Florencia, 1981. 14, Pilar Gémez Bedate, «Introduccién» a Giovanni Boccaccio, Deca- merén, Bd. Bruguers, Barcelona, 1983, 15. 'Pieles de Amor es el nombre que se da al grupo de poctas de la Italia del Norte que tuvieron a Guido Guinizelli por maestro y erigieron ‘en centro de su obra a la figura de la donna angelica‘a, excelente en belleza y virtud. Dante dio al grupo el nombre de rimadores en el «Dol- ce Stil Nuovor y coroné el mito de la mujer-dngel con su creacién de Beatriz, INTRODUCCION xv del Decameron, alejdndola del comportamiento platénico de la «donna angelicata». En cualquier caso, el personaje de Fiameta, que en la Elegia va a adquirir una dimension psicolégica compleja al analizar sus penas de amor, aparece por vez primera en el Filocolo y estard presente en el Ameto (1341-1342), la Amorosa visién (1342-1343), el Decamerén (1/351), y princi- palmente en las Rimas, marcando en estas obras, con su presencia luminosa, la época de la vida bocaciana en que los ideales corteses predominaron sobre los doctos. La descripcién que se hace de ella en varias ocasiones y de la pasién que su aparicién suscita reproduce con exactitud el modo en que los estilnovistas habian imagi- nado el nacimiento del amor y, en representacion de ellas, citaré aqui una referencia al segundo encuentro que tuvo Idalagos con Fiameta, en una iglesia napolitana el sdbado de Resurreccion:* «... los luminosos ojos de la hermosa sefiora relampa- gueando, miraron a los mios con aguda luz, por la cual una ardiente saeta de oro, a mi parecer, vi venir, y ésta, entrdndome por los ojos, me hirid tan fuertemente en el corazén con Io agradable de la hermosa sefiora que, vol- viendo éste a su primer temblor, todavia tiembla; y en él entrada, alli encendié una llama a mi parecer inextin- guible, y de tanto poder que todo entendimiento del alma dirigiéd a pensar en los maravillosos encantos de la ama- ble sefiora. Mas después que de aqui, alejado con llaga- do corazén, me fui y hube suspirado muchos dias por la herida reciente, pensando siempre en la valerosa senora, sucedié que un dia, no sé cémo, la fortuna me lanz6 a un santo templo segtin el principe de las celestiales aves nom- brado, en el cual las sacerdotisas de Diana, bajo blancos velos, de negras vestiduras vestidas, cuidaban de los cdli- dos fuegos y devotamente alababan al sumo Jupiter; a donde al ilegar yo, con algunas de éstas vi estar en festivo y alegre razonamiento a la graciosa seftora de mi corazon, 16. La narracién de su enamoramiento por Beatriz que hace Dante en la Vita nuova es el modelo de este tipo de descripciones que siguen puntualmente el esquema fijado por los estilnovistas. Boccaccio, en la epistola «Mavortis milex strenue» que se presume dirigida a Petrarca desde Napoles, ya cuenta cémo, al estar pasedndose junto a la tumba de Virgilio, tuvo la aparicién de «una mujer serena, como un fulgor des- cendentes, En cl Ameto la vifion de Fiameta se presenta a Caleone cuan- do éste se esté aproximando a Népoles por primera vez, como presagio del amor que iba a encontrar en la ciudad. XVI BOCCACCIO al cual yo y algunos de mis compaferos amablemente ad- mitidos fuimos. Y viniendo de un razonamiento en otro, después de muchos, vinimos a hablar del valeroso joven Florio, hijo de Félix, grandisimo rey de Espafia, contando sus casos con amorosas palabras. Oyendo las cuales la gentilisima sefiora, sin comparacién le agradaron y con amoroso gesto hacia mi dirigiéndose, alegre asi comenzd a hablar: [...] te ruego por aquella virtud que hubo en mis ojos el primer dia que me viste y por amorosa fuerza a mt te obligaste, que te ocupes en componer un pequeno librito en habla vulgar en el cual el nacimiento, el ena- moramiento y los accidentes de estos dos hasta su fin enteramente estén contenidos.» Deslumbrante y lena de gracia como Beatriz en la Vita Nuova, Fiameta carece, sin embargo, de implicaciones so- brenaturales y expresa el deseo mundano de que su re- ciente enamorado componga la historia en vulgar sobre los personajes del romance. Y los mismos gustos galantes los conserva en el Ameto, donde preside una corte de amor en medio de los campos. Son los gustos y el com- portamiento de sefiora noble, en cuyo ambiente la galan- teria es fundamental, de la Fiameta de la Elegia. Pero, ay, en la Elegfa ella no es la mujer requerida por su amante, que concede o niega y debe ser agradada en todo, sino que es la enamorada que ruega y es abando- nada, desempefiando el papel inverso que, segtin la tradi- cidn, le correspondidé a Maria de Aquino, desdefosa y ol- vidadiza del amante que se alejaba con el corazon partido, La hipétesis de que Boccaccio escribiese la Elegia em- pujado por la desesperacion de saber infiel a la Fiameta que habia dejado en Ndpoles y que hallase un consuelo 0 un disfraz en invertir los términos de lo sucedido" es muy tentadora y tal vez cierta, pero la cuestién es que sobre la vida sentimental de Boccaccio no existen mds da- 17. En su La Vita Nuova ¢ la Fiammeta (Turin, 1879), dice R. Re- nier: «La Fiameta es (...) un libro curiosisimo (...) En la Fiameta apare- ce s6lo algunas veces la verdadera Maria de Aquino, con su sensualidad, su coqueterfa, sus engafios. En este libro sucede un hecho extrafiisimo, en verdad nuevo en Ia historia de las letras. En Fiameta, si bien se mira, encuentras ni més ni menos que los mismos pensamicntos que se han observado en Boccaccio. Por consiguiente, Boccaccio, volviendo sobre la asada pasién y pretendiendo tal vez avivarla y excusarse ante Maria, se trasladé a sf mismo dentro de ella, y 1¢ dio todos sus celos, todo su clasicismo, Ia hizo mejor y més hermosa, y sobre todo mds honesta» (p. 214). INTRODUCCION xVIT fos que los que pueda proporcionar su obra y que, una vez descartada —con toda razén aparente— la existencia de una tinica Fiameta e interpretada su figura mds como un motivo de estilo que como una mujer real, parece también licito preguntarse si esta Fiameta de la Elegia, a quien —en palabras de Dario Rastelli*— «la critica siempre ha entendido y contintia entendiendo sustancial- mente como autobiogrdfica», no podria ser interpretada solamente como un motivo de estilo que, en la imitacion de los modelos antiguos en que Boccaccio la ha trabajado haciéndole escrutar su corazén, ha crecido y se ha con- vertido en un personaje con vida propia, pero de génesis fundamentalmente literaria. Es decir, me parece licito preguntarse si Boccaccio, al comenzar a escribir esta obra que refleja un estado de dnimo tan melancolico que no puede ser fingido, podria estar vertiendo en ella, no el resultado de una decepcién amorosa sino de la dura prueba por la que estaba pasan- do al haberse alejado de la gozosa y culta Ndpoles donde tenia pegado su corazén y tener que adaptarse a la Flo- rencia, pequefia y triste entonces, donde los asuntos do- mésticos y financieros de su padre iban mal y él tenia que desempenar oficios ingratos que habia detestado des- de la infancia. Esta tristeza (que se ha considerado agra- vada por el alejamiento de Fiameta) es la que rezuma la famosa epistola a Niccold Acciaiuli que Vittore Branca fecha en 1341, donde el apasionamiento al expresarla es tan intenso que adquiere los visos de una pasién amo- rosa: «os juro por mi doliente dnima que no de otra ma- nera fue dura a la cartaginesa Dido la partida del troyano Eneas que a mi me fue la vuestra».” ¢Exageracion re- térica? Si, sin duda, Pero precisamente era en aquellos afios cuando Boccaccio debia de estar trabajando ya en la Fiameta, con el propdsito de lograr un renombre lite- rario que pudiera asegurarle ser invitado a Ndpoles como poeta® al componer una obra que superase todos sus 18. «Le fonti autobiografiche nell Elegia di Madonna Fiammettar, en Convivium, num. 5-6, pp. 791-802, 19, Esta epistola, sobre cuya fecha existen dudas, es considerada por Pier Glorgio Ricci de 1348, pero si su cronologia no coincidiese con ta escritura de la Fiamera, seguiria, de todos modos, siendo valida tanto la identificacién de Boccaccio con’ Dido como la referencia afectiva a Na- poles @ través del destinatario de ta carta. 20, Niccold Acciajuoli, que consideraba a Boccaccio un amigo poco seguro en tiempos diffciles, habria de preferir como poeta laureado en XVI BOCCACCIO anteriores intentos y que acrisolase, bajo la égida de Ovi- dio y de Séneca, en un estilo elevado, sus conocimientos sobre el amor, tema central en la sociedad de la que se hallaba separado y entre la cual tenta esperanzas de volver. ¢No podriamos, pues, sin aventurarnos demasiado, ad- mitir la hipétesis de que el sentimiento elegiaco real que impregna esta obra y da vida a sus calcos retéricos, pueda ser el que llenaba el alma de nuestro poeta por haber perdido la ciudad que amaba apasionadamente y, asi, dando un paso mds en el camino de tomar a Fiameta como el simbolo del amor bocaciano, pensar que es la ciudad de Ndpoles (con la experiencia del amor o los primeros amores alli tenidos) esta Fiameta que se desespera por- que Pédnfilo la ha abandonado para volver a Florencia con su anciano padre, y no regresa para cumplir la pro- mesa que le ha hecho antes de partir? Me parece que seria posible proponer la lectura de la Elegia como una alegoria y que éste podria ser el tiltimo paso en la libe- racion de la radiante Fiameta de sus ataduras a la vida mortal. 2. Tradicién y originalidad en la «Elegia» Lejos todavia de la genial sintesis del Decamerén, don- de la multiplicidad de las fuentes en que bebid la inspi- racién bocaciana ha sido totalmente absorbida y superada para dar paso a una obra auténoma y creadora de su ia y enorme esfera de influencia, la Elegia de dofa Fiameta aparece firmemente atada a las suyas, que son claramente visibles (muchas veces como calcos textuales de Ovidio y Séneca) tanto con relacién a los antiguos como @ los autores modernos —y especialmente, entre estos tltimos, a Dante y su Vita Nuova—, o bien en las refe- rencias arcaizantes a un mundo de dioses y héroes que no era, desde luego, el del Trescientos napolitano; o al andamiaje de disputa escoldstica que corre bajo las lu- chas del alma de Fiameta, o bien en la disputa de ésta con Pdnfilo sobre si debta irse a Florencia o no. Ia corte de Népoles a Zanobi da Strada, y a Francesco Nelli como bi- bliotecario. INTRODUCCION XIX En cualquier caso, estas fuentes son los filones de don- de el joven Boccaccio habia extraido la erudicién y los conocimientos. En contacto con ellas habia madurado su sensibilidad y en la Elegia su caudal estd ya moldeado de una forma que tiene vida nueva a pesar de la trans- parencia de los modelos. ¥ es posible que para el lector moderno uno de los atractivos mayores de esta obra sea que la vivacidad del alma de Fiameta, emergiendo de debajo de un maremdgnum de estereotipos que, sin anu- larla, liman sus aristas, tiene los perfiles un poco ajados de dama fin de sitcle, por amor a medio camino entre el cielo y el infierno. Precisamente esta imagen de Art nouveau es el efecto muy curioso de un cruce de motivos de la tradicién lite- raria que concurren paralelamente en la creacién de la Elegia y que pueden agruparse en dos grandes corrien- tes: los que se derivan de la intencién de escribir una obra perteneciente al género sublime (o trdgico), y los que proceden del deseo de hacer un tratado sobre el amor en lengua verndcula que actualizase con conceptos con- tempordneos los famosos latinos de Ovidio y del Capella- nus y que tuviese la forma eminentemente diddctica de una fdbula (o alegoria). El segundo propdsito, al combi- narse con la intencién de escribir una obra en estilo elevado, daria como resultado la necesidad de que el andlisis del amor se centrase en la evolucién de este sen- timiento como un mal —tal como ocurria en las tragedias en que Séneca imitaba a Euripides; y en las Heroidas—, es decir, en la invencién de un destino trdgico para el per- sonaje principal que, afectado por el amor, poseido por un amor culpable o no correspondido, podia llegar a la licantropia o a la muerte™ segdn mantenia una tradicién médica muy arraigada en la Escuela de Salerno a la que Boccaccio era muy afecto, como prueban las novelas del Decamer6n que tratan del tema: 11, 8; IV, 8; X,7 y X, 8 Ast, la fdbula de Fiameta representa la catdstrofe de 21. La tradicién médico-filoséfica que procedia de Hipdcrates y con- sideraba el amor como una perturbacién psiquica y somética fue seguida por los médicos bizantinos, los sirios y los rabes, y habia sido acom- Pafada paralclamente por una tradicién literaria que partia de Euripi- des y se habla desarroliado especialmente en la lirica alejandrina. Las dos corrientes se fueron unlendo desde el siglo 1, como fo muestra o ejemplo de Antioco y Estratonice que recoge io Maximo en sus Pecrerum at Dictorum Memorable Libram, de donde to tinita Bossactio en Decameron, 11, 8; X, 7; y X, b. xx BOCCACCIO una heroina que desde la mayor felicidad (nacimiento no- ble, belleza singular, casamiento feliz, gran fortuna) es precipitada a la desgracia por la Fortuna y por Venus, sin que las premoniciones con que los dioses han querido advertirla (suefio del dspid que la pica en el seno, caida de la corona con que estaba adornada cuando sale de su casa hacia el templo en donde va a ver a Panfilo por pri- mera vez) le hayan servido de mds que a los troyanos las profectas de Casandra en las que Apolo les quitaba la fe. Esta catdstrofe de Fiameta forjada por su creador eva consigo, por un lado, todo el aparato de referencias mitoldgicas que la acompafian y la sitian entre los hé- roes y las heroinas mds célebres de la Antigiiedad, asi como el lenguaje paganizante con que ella misma habla de templos y dioses, invoca a Venus o a las Furias, 0 compara a los caballeros y las damas de Ndpoles con los personajes homéricos: se trata de escribir en estilo ele- vado, apuntando hacia los modelos consagrados, y de mantener un lenguaje afin con el de la tragedia antigua para armonizarlo con este personaje de una Fiameta que no es una «débil mujer» sino magndnima, fecunda en recursos, arriesgada, docta y enamorada constante; es decir, heroica. Las heroinas de las elegias de Ovidio son también cons- tantes y leales pero, encerradas en el breve espacio de sus epistolas plafiideras, sélo podian ser el motivo que desencadenase la invencién de Fiameta que, para desarro- Uarse, tomé por modelo principal la lucha desencadenada en el alma de Fedra, en la tragedia de Séneca, fiel segui- dora de la heroina del mismo nombre en el Hipdlito de Euripides, que no en vano ejemplificéd por primera vez extensamente la aegritudo amoris” tal como se estaba formulando en la Atenas del siglo V a.C. entre los dis- cipulos de Hipécrates: como una forma de melancolia que (al ser invadido el cerebro por la bilis negra) causaba la locura. Como Fedra, Fiameta estd casada —no es una mujer sola como Dido, Filis o Enone—, pero su lucha interior tiene muy poco que ver con los remordimientos 22, El «mal de amors, a que me reficro en la nota 21, El autor and- nimo de De morbo sacro, que seguramente era discipulo de Sécrates, sostiene que la locura y os trastornos emocionales son producidos por una invasion del cerebro por ta bills negra que, a través del corazdn, afecta a todo el cuerpo y produce sintomas como palpitaciones, tem: blores, balbuceo, etc INTRODUCCION XXI por la infidelidad conyugal, que sdlo aparecen menciona- dos en un par de ocasiones, 0 con la consideracién de que su amante no merezca su pasién sino que, tras una primera resistencia al sentimiento nuevo, fdcilmente ven- cida por el deus ex machina de la aparicién de Venus, se centra en el sufrimiento por la separacién y en las fluc- tuaciones del dnimo entre la esperanza y la desesperanza de recuperar a Pdnfilo, con las repercusiones que estas fluctuaciones tienen en la salud de la protagonista que se quebranta hasta hacerle perder la juventud y la hermo- sura y empujarla al suicidio. Un suicidio que, no por re- sultar frustrado, le hace recuperar la salud, pues la escri- tura de la epistola, dirigida a un ptiblico femenino entre quienes busca confidentes y amigas, muestra que estd poniendo en prdctica uno de los remedios cldsicos contra el mal, que es el salir de la soledad.” Por otra parte, todo el decorado real en que Boccaccio sittia a Fiameta (es decir, las referencias a su parentela, su familia, su casa y criados, su ciudad y costumbres) y la manera de expresarse ésta cuando se dirige a sus lec- toras 0 a su nodriza, no proceden de la Antigiiedad sino de la experiencia vital del poeta e imponen, al tratamien- to del amor, el color y los condicionamientos del que florecia en las relaciones de la corte napolitana: es decir, del amor cortés con sus preceptos nuevos que son los que determinan, por ejemplo, que Fiameta sea una mujer casada porque sdlo el matrimonio otorgaba la autoridad y sefiorto necesarios para poder elegir el amor libremen- te. Propio del concepto cortés del amor es la considera- cién de que sea mayor desgracia que Pdnfilo esté enamo- rado que no que se haya casado; y propio del amor cor- tés es que Fiameta, enamorada de Pdnfilo, no deje de amar a su marido, por quien reitera su admiracién y afecto. Plenamente dentro del estilo cortés estd el personaje de Fiameta, que es discreta ademds de hermosa, noble, consumada en el baile, el canto y la danza, elocuente, in- geniosa y tierna en el amor, y sigue fielmente el precep- to XXX de las leyes del Capellanus: «El verdadero amante 23. Arnau de Vilanova (n. c, 1238), que recoge una larga tradicién en su tratado De amore qui heroicus nominatur, recomienda contra esta enfermedad: el silencio, los pascos por lugares amenos, las reuniones con amigos, el canto y la musica. En el Corbacho, el narrador busca consuelo en Ia conversacién con sus amigos, XXL BOCCACCIO siempre y sin descanso tiene la imaginacién puesta en su amante.»™ Y el mismo Pdnfilo® —cuya deslealtad no es, al fin y al cabo, completamente confirmada, a pesar de todas las amarguras narradas por Fiameta— parece reu- nir las condiciones de valor, nobleza, ingenio, discrecién y ternura en el amor que debe tener el caballero cortés. Incluso en sus ldgrimas, suspiros, sus juramentos de fide- lidad y las razones aducidas en la necesidad de su mar- cha a Florencia para no ser tachado de cruel con su an- ciano padre (es decir, por un motivo caballeresco inelu- dible, como es el de evitar la pérdida de la fama), Panfilo se@ comporta como un perfecto amante. Y no podia ser de otra manera, Panfilo no podia pintarse como un per- sonaje vil, no sélo porque tuviese los rasgos del propio Boccaccio* sino porque si lo fuera nunca podria haberse despertado el amor por él en una dama cortés como Fia- meta porque «No se debe amar a aquellos con quienes seria vergonzoso contraer matrimonio».” En todo caso, la experiencia amorosa no es en Pénfilo sino en Fiameta donde se estudia y el amor comienza en ella en estilo sublime, del mismo modo que el de Petrar- ca por Laura,” en la iglesia y con la precision de los deta- Mes que imita el enamoramiento de Dante por Beatriz. La gran influencia de la Vita Nuova que flota sobre toda esta obra” se concreta en algunos detalles particulares como, por ejemplo, ademds de en el enamoramiento, en las escenas de los desmayos de Fiameta, en cémo aparece rodeada y cuidada por un coro de mujeres, en como se 24. «Verus amans assidua sine intermissione coamantis imaginatione detinetur.» 25. El nombre de Panfilo s también el de uno de los narradores del Decamerén, y el de uno de los personajes de las églogas Ill y V. Era un nombre muy famoso en la Edad Media, como el del protagonista de la comedia elegiaca Pamphilus sive de arte amandi, que se consideraba un tratado sobre el amor y —como De vetula— Ileg6 a ser tenido por Ha sido habitual Ia interpretacién de Pinfilo como alter ego bo- caciano tanto por los datos biogrificos de ser un florentino domiciliado en Napoles de donde debe partir reclamado por su anciano padre, como Flameta, de quien Boccaccio se declara enamorado 3 E i § decet amare, quarum pudor est nuptias affectares, dice el precepto XI de De amore del Capellanus. 5 se enamor6 de Laura en la iglesia de Santa Clara de abril de 1327. , de ja con Ia Vila nuova ha sido estudiada por R. Renier en La Vila Nuova ¢ la Flammetia, Turin, 1879. INTRODUCCION XxX emociona al oir nombrar a Pdnfilo, 0 cémo busca con los ojos a los amigos de éste cuando él no estaba ya entre ellos. Todos estos extremos, que Dante también habia tomado de la tradicidén cortés y ésta, en resumen, de la aegritudo amoris que procedia de la época alejandrina, estdn matizados en la Fiameta con la manera de Dante, por quien Boccaccio sintid toda la vida una admiracién enorme, Pero hay un ingrediente mds en esta suma de imita- ciones que componen el tejido de nuestra obra, que es lo que le da su factura propia y su sabor bocaciano: es la observacion de la realidad circundante y su incorporacién a la narracion, donde alterna con el estilo sublime imita- do de los antiguos. Un realismo que se manifiesta de mu- chas maneras: desde las opiniones sobre el amor que la Nodriza opone a las elevadas de Fiameta hasta los peque- fios detalles exteriores (lo que Stendhal llamaria siglos mds tarde los «petis faits vrais») del comportamiento y la escenografia, como las minuciosas descripciones de los adornos de Fiameta, los detalles de su comportamiento y el de sus amigas en la iglesia, las descripciones de los entretenimientos de Ndpoles y Baia, asi como las alusio- nes a la Florencia contempordnea, 0 escenas como esta en que la Nodriza va a esperar al puerto al falso Panfilo (que recuerda a las novelas mds vivas del Decamerén, como la de Andreuccio de Perugia o !a de la lancofior siciliana). También las explicaciones realistas que solu- cionan casos extraordinarios (como la longitud y anchu- ra de los vestidos que estorban a Fiameta su carrera hacia lo alto de la torre desde donde quiere arrojarse y asi im- piden su suicidio) insuflan un aire de vida a toda la his- toria. Pero, sobre todo, dan vida nueva a esta creacién bocaciana los pdrrafos de lenguaje espontdneo y natu- ral que alternan con el solemne y mondtono de las alu- siones mitoldgicas interminables, asi como el tono de con- fidencia que aflora aqui y alli, dirigido a las pretendi- das lectoras con quienes la comtin condicién femenina permite a la narradora alusiones y sobreentendidos. En el ensayo que Salvatore Battaglia dedica a la Fia- meta en su obra fundamental La coscienza letteraria del Medioevo,” dice el ilustre critico, al referirse a la actua- lidad que conserva esta obra, que al lector de hoy «le 30. Népoles, 1965. XXIV BOCCACCIO basta acostumbrar el oido a los primeros periodos para que la lectura transcurra stibitamente a ritmo familiar. Pero ¢qué es lo que hace a esta prosa normal y amiga cuando, por el contrario, se distiende en una cadencia tan tensa, tan excepcional? Es que la palabra es moderna y transparente: aparece mds viva aqui que en otras obras del Cuatrocientos y del Quinientos. Puede decirse que nin- gtin elemento de su vocabulario suena hoy muerto o anti- cuado. La riqueza léxica que Boccaccio amplia en la Ele- gia no se ha perdido en nuestro lenguaje literario. Sino que la encontramos intacta y actual como en una fuente original. Es rarisimo encontrar un término en desuso: es mds fdcil, por ejemplo, advertirlo en Leopardi, y tal vez en D’Annunzio». Y es precisamente esta palabra, vehiculo de la observacién realista del arte de capturar los deta- les reveladores de los sentimientos y las intenciones, lo que unifica los materiales diversos de la Elegia y confiere a ésta su atractivo continuo. Es lo que realiza el milagro de transformar a esta literaria Fiameta en un personaje vivo que por primera vez (como senala también Battaglia) logra para la mujer el protagonismo de una obra moder- na e «inaugura, en ta literatura italiana y europea, la pa- gina introspectiva, el sutil y dificil arte de la confesién y el mondlogo interior». 3. La «dispositio» del conjunto Para terminar, deseo hacer 1a observacién de que la Ele- gia estd compuesta como un discurso: con un Proemio y una Conclusién encaminados a despertar la benevolen- cia, curiosidad y compasién, entre el auditorio de nobles sefioras a quienes Fiameta dice que «de sua res agitur», Entre el proemio y la conclusidn, la narracién, que es extensa, se divide en partes segtin aconsejan las virtudes de la brevitas y fa perspicuitas y estas partes, junto con el proemio y la conclusion, dan la suma de diez que, como observa y sefiala Cesare Segre" es un mimero amado por los medievales —porque es el mimero de la perfeccién— que Boccaccio iba a seguir de nuevo en las divisiones, mds exactas, del Decameron. Pero tenemos que observar que, si el proemio lo es en intencidn y en titulo, la conclusion 31. «Strutture © registri nella Piammettas citado en la nota 4. INTRODUCCION XXV no es realmente la que corresponde a un discurso sino que su forma esta contaminada por el envio de las can- ciones de amor y sirve, a la vez, de envio y de despedida de la obra, cosa que acentia en el nivel compositivo la simbiosis entre la imitacién de los cldsicos y la de los modernos tipica de la inspiracién bocaciana. También es de Segre la observacién de que es aproxi- madamente en el centro de la Elegia (a la mitad del ca- pitulo V) donde se sitta la imprecacion contra la Fortuna que resulta ser el climax de la obra. A partir de ella, la gradatio en las tribulaciones de Fiameta asciende hasta que la lleva a un estado de furor (0 locura) que la conduce @ buscar la muerte y a su suicidio frustrado que es se- guido por el anticlimax de la abulia en que se pinta su- mida al final. Esta estructura, que tiende a ser geomé- trica y va hacia la geometria perfecta del Decamerén, es una de las marcas de la forma mentis medieval bocaciana, un elemento mds que hay que tener en cuenta para el sig- nificado general de la Elegia, obra tipicamente a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, muestra clara del primer humanismo en donde el gusto gdtico juega un pa- pel importante. Et «CoRBAcHo» 1. Los problemas que presenta esta obra Como Ia Elegia de dofia Fiameta el Corbacho es una obra que la critica habia entendido tradicionalmente como un testimonio directo de la vida de su autor; es decir, en este caso, como la expresién del amargo despecho sentido por Boccaccio contra las mujeres después de haber sido victima de una de ellas: la Viuda florentina de que habla el Narrador, quien, después de darle esperanzas de su amor, se iba burlando de él con un amante que tenia y lo sefialaba a sus amigas con el dedo diciendo «gVes aquel estupido? Es mi enamorado: jmira si debo estar con- tental».” Actualmente, al compds de toda la revisién del signi- ficado autobiogrdfico de la obra bocaciana a que antes 32, Ver nuestra traduccién, p. 200, XXVI BOCCACCIO me he referido,” se estd llegando a la conclusién de que no parece de ninguna manera seguro que lo narrado en el Corbacho se corresponda con una vivencia real del autor. Por otra parte, no existe todavia hoy un acuerdo total entre los bocacianos sobre la etimologia y el significado del titulo, que para un espafiol parece ser evidente puesto que en la literatura castellana existe el famoso libro del Arcipreste de Talavera al que se le llama igual y sabemos que corbacho es una palabra de origen drabe que significa «vergajo o azote con el que el cdmitre castigaba a los forzados». En cuanto a la fecha en que esta obra fue compuesta, existe también discrepancia pues tradicionalmente se asu- mia la de aproximadamente el afio 1355, pero el consenso en este punto se ha roto recientemente. Asi pues, como los aspectos sujetos a controversia son varios, me refe- riré primero a ellos: el titulo, la fecha y la posible géne- sis, para pasar después a lo que es un punto pacifico y fdcilmente verificable: el Corbacho como sdtira misdgina y como antitesis de los conceptos sobre la mujer y el amor mantenidos en la Fiameta. 2. El titulo Entre las hipdtesis sobre su significado” las que han teni- do mds éxito han sido dos: la que acepta corbaccio como 33, Ver Giuseppe Billanovich, Restauri Boccacceschi, Roma, 1947; Vittore Branca, «Schemi letterarie e schemi autobiografichi nell’opera del Boccacciow, Florencia, 1946; Glorgio Padoan. «Mondo aristocratico ¢ mondo comunale nella ideologia di Giovanni Boccaccio», en Studi sul Bac, I, 1564, pp. 8.216 Vittore Branca, Giovanni Boccaccio, Pro. “a Henri Hauvette, a Principios de eho (Bulletin Italien, 1, 1901), ‘se declaraba incapaz de resolver el enigma del titulo. Dudaba entre el it. corbo/corvo (cuervo), el lat. corbis (trampa) y el turco gyrbatch (azote, Miioo) que en drabe es kurdadz y en esp. corbacho. En 1914, el mismo INTRODUCCION XXVIII equivalente del espafiol corbacho, palabra de cuya etimo- logia drabe no conserva ningun rastro el italiano (pero que Boccaccio pudo haber otdo en Ndpoles facilmente) y la que entiende esta palabra como derivado peyorativo del italiano corbo (‘cuervo'). En el primer caso, su significado seria el del «castigo» 0 «azote» como en el libro del Arci- preste de Talavera; en el segundo, seria un simbolo del amor funesto, o de la mujer que lo habia inspirado, pues como los cuervos este amor arranca el seso y el corazén y se alimenta de carrofia —segtin dice Torraca— y, como los cuervos, la Viuda bocaciana va vestida de negro y va graznando desagradablemente, seguin ha sefialado Giorgio Padoan, quien, por otra parte documenta el uso, en el italiano trescentista, de la palabra corbo como calificativo de los frailes hipdcritas de hdbito negro que intervinieron en suplicio de fray Michele da Calci, y recuerda el signi- ficado peyorativo de corbaccio y corbaccione que, referido a las personas, recoge el diccionario de la Academia de la Crusca. Por otra parte, A. K. Cassell,® que se adhiere a la se- gunda hipotesis, amplia el campo de sugerencias de la pa- labra corbacho referida a la Viuda al recordar la figura del cuervo disfrazado de pavo real en la fdbula de Fedro que, muy difundida en la Edad Media, Boccaccio conoceria sin duda a través de diversas fuentes tan familiares a él como, por ejemplo, el Speculum historiale de Vicente de Beauvais. Y, aunque para un lector de cultura espafola parezca mds verosimil la interpretacién de corbacho como «azote» (cosa que también es perfectamente sugerida por el asunto de la obra, pues si un azote fue la Viuda para el Narrador, otro lo es éste para ella y un azote es el tratado contra la mujer, contra el amor y contra quien se deje caer en sus lazos), no hay dificultad en admitir que nues- tro Arcipreste fuese quien interpreté de esta manera el titulo bocaciano y lo adoptase por ello para la obra que él compuso con la clara intencidn de fustigar al sexo fe- menino. Incluso me parece que la imagen pldstica de la maléfica Viuda vestida de negro que evoca la palabra para co region de las pasiones frenéticas. Sapegno, en cl Trecento, sigue adop- tando la hipdtesis de corbacho, mientras Aldo Rossi, en 1962, defiende la teorfa del corbo con el significado que el animal tiene en el bestiario de Fournival. 35, «The Crow of the Fable and the Corbaccio: a Suggestion for the Titles, en Modern Language Notes, vol. XXXV, 1970. XXVIIT BOCCACCIO Padoan podria haber sido efectivamente el significado principal del titulo para Boccaccio si consideramos que resulta una antitesis perfecta de la imagen de Fiameta (la «pequena llama») y que las antitesis existentes entre la Elegia y ef Corbacho —como seftalaré mds adelante— son demasiadas para que se menosprecie la que pueda haber en el significado de sus titulos. 3. La fecha Hasta el trabajo de Padoan «Sulla datazione del Corbac- cio»,* donde plantea las razones que le empujan a fechar la obra en una época bastante mds tardia, la costumbre critica era tenerla por compuesta en 1354 o 1355, y esta costumbre se fundamentaba, por un lado, en la considera- cién de que su calidad artistica es la mds préxima al Decamerén y, por otro, en que usualmente la obra boca- ciana se dividia en vulgar y latina y, si se creia que fue en los afios cincuenta cuando Boccaccio alcanzé el grado mds alto de madurez en la prosa italiana resultaba ldgico pensar también que con el Corbacho le habia puesto punto final a la época de escritura en vulgar coincidiendo con el declinar de sus intereses mds mundanos y el comienzo de su actividad docta y diplomdtica al servicio del gobier- no florentino.” Pero esta costumbre, originada en una apreciacién de Domenico Manni hecha en 1742" y mante- nida después por la aparente Idgica de su insercién en la evolucion de la inspiracién bocaciana, se apoyaba tam- bién en dos datos internos de la obra: el uno, en que la historia del intelectual enamorado y burlado por una mu- jer es, en el Corbacho, fundamentalmente la misma que en la novela de la Viuda y el Escolar de Decamerén, VIII, 7; y el otro que en el Corbacho hay un pasaje donde el Es- piritu que amonesta al Narrador por su loco amor le dice: «Y primeramente tu edad, a la que si las sienes ya blancas y la canosa barba no me engafian, deberias cono- 36, En Lettere Italiane, XV, 1963, pp. 1-27 y 199-201. 37, En el afo 1351, B, habfa sido elegido Camarlengo de la ciudad de Florencia, Embajador ante el Emperador Luis de Baviera y represen- tante de la Repdblica florentina ante la Reina Juana de Napoles en las negociaciones para comprarle Ia ciudad de Prato, En el afio S4, fue Embejedor de Florencia en. Avifdn, etc. (Véase In Cronologta.) 38, Domenico Manni expuso esta opinién en su [storia del Decameron i Giovanni Boccaccio, Florencia, 1742, INTRODUCCION XXIX cer las costumbres del mundo, habiendo ya dejado los patiales hace —en ahkos— cuarenta, y hace ya veinticinco comenzado a conocerlas».” Trasladando estos datos del Narrador al propio autor de la obra (quien, ademds de hablar en primera persona, es en muchas cosas un trasun- to fiel de Boccaccio, como lo es Pdnfilo en la Fiameta) Manni sefialaba que Boccaccio no podia tener entonces mucho mds de cuarenta afios, mientras el conocimiento de las costumbres del mundo se referia seguramente a la legada del autor a Ndpoles, recién salido de la puericia, y @ su primer encuentro con Fiameta narrado en el Filo- colo, lo que podria servir para fechar el afio de ida a Ndpoles de Boccaccio en el 1330 y —como hizo Hauvette en 1901— para fijar la escritura del Corbacho en 1355. Esta datacién tradicional, que atin mantienen hoy es- tudiosos como Pier Giorgio Ricci y A. K. Cassell,* es re- trasada por Padoan en mds de diez afios con argumentos de andlisis interno que me parecen del todo convincentes y con una interpretacién no tan persuasiva del pasaje en que se declara la edad del Narrador, segtin la cual las cifras mencionadas por el Espiritu de modo tan extrajia- mente escondido no concuerdan, en la complicada frase bocaciana, con el tt a quien se habla sino con las costum- bres del mundo y tal concordancia podria interpretarse (en clave del milenarismo joaquinista que se vivia en Flo- rencia en los afos sesenta y que habia afectado profunda- mente el dnimo de Boccaccio) como una referencia a que el mundo habia entrado entonces en su sexagesimoquin- to afio a partir del comienzo del siglo (40 + 25 = 65), es decir cuando el poeta estaba escribiendo el Corbacho. Sin entrar en la interpretacton joaquinista de las cifras citadas —que Padoan expone detalladamente en Mondo 39. «E primicramente Ia tua eth, 1a quale, se le tempie gid bianche € la canuta barba non mi ingannano, tu dovresti avere li costumi del mon- do, fuor delle fasce git sono —degli anni— quaranta, e git sono venticin- que cominciatoli a conoscere.» 4#. P. G. Ricci en su edicién del Corbaccio en G. Boccaccio, Opere, Riccardo Ricciardi, Napoles, 1952, sin justificar su posicién. A. K. Cassell, en el Prefacio ju traduccion al inglés del Corbaccio, rechaza la pos- posicion de la fecha por Padoan y basa su datacién en 1355 porque con- sidera esta obra un tratado dirigido especialmente contra la ostentacién femenina en el vestir, como adhesién de B. a las leyes suntuarias de- cretadas por el gobierno florentino en 1355, 1356 y 1357. Por otra parte, Cassell rechaza la interpretacion autoblografica del Corbacho y considera la obra una pieza moral de ocasién. XXX BOCCACCIO aristocratico e mondo comunale n’ell'ideologia ¢ nell’arte di Giovanni Boccaccio—, es, por otra parte, cierto que la actitud amarga y desengariada del autor del Corbacho, centrada en la deprecacién del amor y la mujer y en el rechazo de las vanidades del mundo, asi como la impreg- nacién de esta obra por el lenguaje eclesidstico y la preo- cupacién por la salvacién, hacen poco verosimil que su composicién se Ilevase a cabo durante los mismos afios en que la mentalidad de Boccaccio era tal y como aparece en el Decamerén: centrada en la preocupacién de hacer de la vida mundana una obra de arte. Y el abismo que hay entre la visién de la vida en el Decamerén y en el Corba- cho dificilmente podria ser explicado como consecuente con el cambio de género, porque precisamente el Cor- bacho es una obra viva, no un tratado mds contra el amor de los muchos que habia producido la Edad Media (que le sir,ieron como fuente pero que no sobrevivieron a su edad) y el tono de desenganio que lo impregna es tan autén- tico como el de melancolia que emana la Fiameta y sin duda responde a un estado de dnimo real (no sdlo a una conviccién o a una intencidn programdtica). Y precisa- mente la concordancia entre ese nuevo estado del dnimo bocaciano, que contradice al que se ha hecho mds célebre, comienza a aparecer en él durante los afios sesenta, cuan- do nuestro autor —después de la muerte de su hija Violan- te“ y de las revueltas politicas florentinas por las que fueron condenados a muerte sus amigos Domenico Bandi y Niccolo del Buono—," habia tomado Ordenes Sagradas, recibido el encargo de cura de almas, y se habia retirado a vivir a Certaldo, el lugar que evoca la fatal Viuda cuan- do desea al Narrador que se vaya a su pueblo a cuidar de las cebollas.° El mundo de intereses e ideales del Corbacho estd, en efecto, en perfecto acuerdo como sefiala Padoan con el 41. Boccaccio tuvo varios hijos naturales que murieron siendo nifios. ir fue Violante, en 1358, antes de haber cumplido siete ella amorosamente en la epistola que escribié a Petrarca en Ia primavera de 1367. 42. Ambos amigos de Boccaccio hab{an tomado parte en la conjura- cién de 1360 contra el gobierno oligirquico de Florencia que hab{a sido encabezada por Pino dei Rossi, quien logré escapar y es el destinatario de una célebre epistola consolatoria que B, le escribid desde Certaldo. ul 43. Certaldo es un lugar famoso por sus cebollas y Boccaccio habia hecho un uso cémico de esta fama en una de las novelas de Decamerdn INTRODUCCION XXXI que rige las obras doctrinales y diddcticas en que el poeta trabajo durante sus tiltimos aftos y muchos de los con- ceptos misdginos de esta obra aparecen repetidos en el Tratatello in laude di Dante y en las Sposizioni sobre la Comedia, donde reprocha a Dante su lujuria y habla de que el fildsofo no debe contraer matrimonio como lo ha- cen los hombres vulgares, en flagrante contraposicién con lo mantenido en el Decameron. Pero es que, ademds, la Prosa del Corbacho, lejos de parecerse a la del Decameron que es vivaz pero elegante y serena en la mayoria de los casos, a la que se asemeja es a la prosa de la Epistola a Nelli escrita algo después del viaje a Ndpoles de 1362. Esta carta, que respondia a una en la que Nelli“ le re- prochaba la suspicacia que le habia empujado a abando- nar Ndpoles después de haber ido para quedarse a vivir en la corte (invitado por Niccolé Acciaiuoli, entonces Gran Senescal del Reino) Uevdndose consigo no sdlo a su her- mano sino también su biblioteca, la recibié Boccaccio en Venecia, donde habia buscado refugio y consuelo junto a Petrarca antes de disponerse a volver a Certaldo, y con- testé, como dice Vittore Branca «con una excepcional fuerza biliosa y caricaturesca [...] un pamphlet que ha conservado del Acciaiuoli y su corte un retrato tal vez in- justo pero que tiene una evidencia grotesca bruegheliana». Refiriéndose a este episodio amargo en la vida de Boccac- cio, Branca afirma que, después de estar con Petrarca y ser «confirmado por éste en su fe en la lengua vulgar», vuelto a Certaldo, «acometid vigorosamente también su ejercicio de prosador [...]. Revisé el Tratadito dantesco C...] » dio forma, probablemente ca. 1365, al singular pamphlet misdgino que es el Corbacho».* Efectivamente, el desenfado esperpéntico, el vuelo y 44. Francesco Nelli, que habfa sido compafiero de estudios de Boc- caccio en Napoles, era’ahora sccretario de Niccold Acciaiuoli, puesto en el que habia sucedido a Zanobi da Strada —que habia aceptado el car- © de Auxiliar del Obispo de Montecasino— con lo que Boccaccio habia visto a estos amigos suyos recompensados con honores que I merecia mucho m4s, porque eran mAs ductiles @ los deseos de su mecenas. Cuando ¢1 fue, finalmente, Invitado por Acciaiuoli «a compartir su (como dice en la epistola a Nelli) se sintié ofendido por el reci- bimiento frio de que fue objeto de parte del Senescal y por In falta de Gecoro con que (ue atendido y alojado, por lo que —sin despedirse— emprendid de nuevo la vuelta a su lugar de origen, 45. Ver Vitiore Branca, Giovanni Boccaccio, Profile biografico, San- soni Editore, Florencia, 1977, pp. 138 y ss XXXU BOCCACCIO el garbo en el estilo de la Epistola al Nelli se aproxima mucho al del Corbacho en sus pasajes mds inspirados (como son los que se refieren a la vida y milagros de la Viuda) y tanto como se parece a ellos se diferencia del ritmo siempre contenido del Decamerén en el que siempre se observa un distanciamiento entre el autor y el texto, la serenidad de dnimo de quien se siente contento con su labor de demiurgo. Parece dificil, si no imposible, que un cambio tan sustancial en el estilo y la mentalidad hu- biese podido darse en el espacio de un par de afios que, por lo demds, no registran ninguna alteracion stibita —en cuanto a los datos biogrdficos se refiere— de circunstan- cias sino que, por el contrario, fueron un tiempo en que nuestro poeta se sintié satisfecho y adaptado a la vida florentina, en la que participaba y era honrado. 4. La génesis del «Corbacho» Esta obra, sorprendente y extrafia para el lector del Decamerén, que estd acostumbrado a la admiracién por la mujer que campea en este libro (a pesar de las opinio- nes esporddicas sobre su inferioridad con relacién al hom- bre) y a la defensa del amor hecha en todos los tonos po- sibles, ¢la escribid, pues, Boccaccio para vengarse de una mujer que le habia infligido una burla, o su historia es fingida e inventada con un propdsito diddctico, para ata- car al amor que antes habia ensalzado? Y, si fuese cierta la segunda hipétesis, ¢la intencidn del ataque contra el amor (y la mujer), seria primordialmente moral, fruto de un cambio de actitud ante la vida, de un arrepentimiento? ¢O seria su intencién de tipo retérico, un deseo de probar la fuerza de la pluma en un género nuevo —no intentado por él hasta entonces— y de com- pletar asi la imitacién del maestro Ovidio y su seguidor Capellanus, quienes, después del Ars amanda y el De amo- re, habian escrito respectivamente los Remedia amoris y el De reprobatione amore? Como sucede que el Corbacho estd escrito en primera persona, que el Narrador se alude a st mismo como a un hombre docto y amigo de las musas, habla de su disgusto por los oficios mecdnicos y de la fama conseguida como escritor, y se alaba de ser buen conocedor de la hermo- sura femenina; y como por otra parte las descripciones INTRODUCCION XXXII rezuman realismo y viveza, y los sentimientos muestran toda la apariencia de la autenticidad, no es nada extraor- dinario que tradicionalmente se tuviese a esta obra como una «confesién» —segtin la lamé Hauvette— o como un «diario», tal como antes habia dicho Crescini, dando cré- dito a la declaracion explicita del autor, que afirma estar escribiendo para vengarse de la mujer que le ha herido poniendo al descubierto su hipocresia, y para cumplir la misién que le ha impuesto el Espiritu. En realidad, creo que cuesta trabajo no tener a esta obra por una confe- sion y sdlo determinadas consideraciones biogrdficas uni- das al conocimiento de las fuentes literarias de que Boc- caccio se valid para escribirla, junto con la falta total de documentos que pudiesen sustentar la tesis de la biogra- fia, plantean —con grandes visos de verosimilitud— la cuestion de que el Corbacho no Io sea. Billanovich y Branca fueron —como en el caso de la identificacién de Fiameta con Maria de Aquino— quienes primero pusieron en duda que el Corbacho fuese un re- flejo directo de la biografia pues, como he dicho antes, su replanteamiento del arte bocaciana teniendo en cuenta la importancia en ella de la imitatio de modelos célebres, y el descubrimiento de muchos de tales modelos copiados en los Zibaldone,* ilumindé un procedimiento de la crea- cidn literaria que era natural a la forma mentis medieval y lo opuso al modo romdntico de concebir la inspiracion para hacernos ver la obra bocaciana a una luz muy distin- ta de como seria posible verla con una 6ptica moderna. Actualmente, la tendencia general es defender que el Cor- bacho no es autobiogrdfico en cuanto a la anécdota pero que es autobiogrdfico en un sentido indirecto en cuanto expresién del desengario en los ideales mundanos y con- version a los filoséficos de Boccaccio; pero no deja de ha- ber quienes rechazan incluso la autobiografia indirecta, como Anthony K. Cassell que explica el Corbacho por la intencién de atacar el vicio femenino de la ostentacién 46. Los Zibaldone son los cuadernos en que Boccaccio copiaba los textos de sus autores preferidos, los traducta o los imitaba. La autoridad los modelos era tan importante en Ia retérica medieval que en un tan directamente experimentado por Boccaccio como fue la peste florentina, su descripcin en la Introduccién al Decamerén sigue te las Iineas macstras de la descripcién de la peste que hace Diacono en la Historia longobardorum, como ha demostrado pe XXXIV BOCCACCIO como adscripcién bocaciana a los ideales del gobierno florentino durante los primeros afios cincuenta del si- glo XIV." Estas diversas hipdtesis sobre la génesis de nuestra obra se complican con la cuestién de la datacidn y, a mi parecer, la dificultad mayor es la existencia de la historia de la Viuda y el Escolar en el Decamerén, cuyo estilo dtico y mesurado en concordancia con la joven edad de sus protagonistas no permite fecharla en la misma época que el Corbacho, Porque la existencia de esta historia supone que, si hubo en efecto un acontecimiento de la vida de Boccaccio que se reflejase en ella, tuvo que ocu- rrir antes de que el Decamerén tuviese forma definitiva, es decir, ateniéndonos a la cronologia establecida por Branca, antes de 1352. Pero si no lo hubo, la existencia de la historia prueba que el tema del sabio desdefiado y puesto en ridiculo por una mujer ya habia atraido antes a Boccaccio y tuvo su primera version en esta novela, de la cual, en todo caso, el Corbacho es una segunda redac- cién, como nadie pone en duda, y el motivo inicial de su escritura habria sido el ejercicio en el topos retérico que Branca apunta entre las fuentes de la primera parte de la novela: las burlas «hechas por las mujeres a los fild- sofos, los poetas, los estudiosos —de Aristdteles a Virgi- lio— [de que] estd lena Ia literatura latina y vulgar de la Edad Media», mientras para la segunda parte (es de- cir, la venganza del Escolar), el mismo Branca presupone la imitacién por Boccaccio de la ley de la contrapasién que Dante aplica en la Comedia al castigo de los pecados en la otra vida" Pues bien, Mario Marti, que en Per una metalettura del «Corbaccio»: il ripudio di Fiametta” se declara plena- mente convencido por las argumentaciones de Padoan en cuanto a la datacién de la obra, pero que rechaza Ia inter- pretacion de la edad del narrador en clave joaquinista, su- pone que el suceso autobiogrdfico pudo ocurrir en los primeros afios florentinos de Boccaccio y encontrar un primer desahogo en Decameron, VIII, 7 y que esta novela 47. Ver A. K, Cassell, «Translator Preface» a su treduceta del Cor- baccio, Universidad de Illinois, Urbana, EE. UU., 197: = ae Branca, nota 1 a Decamerdén, VIII, 7 en la edicién de inaudi #. En Giornale Storico della Letteratura Italiana, CLIL, 1976, pp INTRODUCCION XXXV habria sido la base para la cuidadtsima (y rigurosamente estructurada sobre esquemas literarios) redaccién del Corbacho, escrita mds de diez afios después del suceso, donde el significado individual y anecddtico estaria tras- cendido por su inclusién en un sistema mds universal de valores y el entroncamiento en la tradicién miségina mds elaborada y significativa. Esta iluminadora sugerencia de Marti explica perfecta- mente la diferencia entre el tono y el estilo de una y otra historia, al considerarlas escritas a una distancia de afios y confirma la datacién en 1365, pero, en todo caso, no es explicacién vdlida contra el argumento fundamental de cuantos han defendido y defienden la génesis biogrdfica del Corbacho, ya que tal argumento reside en el mismo tejido de esta obra: en el apasionamiento, la fuerza, la verosimilitud del sentimiento de ira y autodeprecacién que transmite, su convincente mimesis de un alma conver- tida a un ideal que, sin embargo y a pesar de ella misma, se siente todavia atraida por el contrario; es decir, la complejidad de los sentimientos de alguien que parece respirar por una herida abierta. Ninguna de estas supe- riores calidades artisticas existe en Decamerén, VIII, 7, cuya inspiracién parece coincidir mds bien, en lo doctrinal y compositivo, con novelas poco realistas como la de Tito y Gisipo (X, 8) o la de Salomon y el Puente de la Oca (1X, 9), de génesis a todas luces puramente literaria.” Por otra parte, como sefialan distintos criticos y espe- cialmente Padoan en Sulla datazione de! Corbaccio cita- do, Boccaccio se muestra, en el Decameron, lleno de vita- lidad al atacar a las mujeres inexpertas en el amor de los hombres maduros * mientras en el Corbacho aparece con 50. En el comentario a mi traduccién del Decamerdn (Bruguera, 1983), yo consideraba la ta de ironia de esta novela como un buen indicio de su origen autobiogrifico y el resentimiento de su autor por la humillacion sufrida, pero tal falta de iron{a puede atribuirse también a la identificacién de Boccaccio con el honor burlado del Escolar. O pue- de ser, sencillamente, un resultado del tratamiento «escol 1 tema, que es lo que sucede en otras historias donde la ausencia de ironia es flagrante como las de Tito y Glsippo (Decamerdn, X, 8) y de Griselda (Decamerén, X, 10). SI. «¥ quien contra mi edad va hablando muestra que mal conoce que aunque el puerro tiene Ju cabeza blanca Ia cola la tiene verde; @ los cuales, dejando a un lado las bromas, respondo que nunca reputaré vergonz0so para mi hasta el final de mi vida el complacer a aquellas cosas a las que Guido Cavalcanti y Dante Alighieri ya viejos, y micer Cino de Pistoia viej{simo, tuvieron en honor y buscaron su placer. // XXXVI BOCCACCIO la amargura de quien se siente viejo para tales lides y hace decir al Espiritu que «Poco apropiada es ya [su] edad para los enamoramientos: a la cual corresponde no el seguir las pasiones, o dejarse vencer por las que sobre- vengan, sino el vencerlas; y con obras virtuosas, que [su] fama ampliasen, y con abierta frente y alegre, dar a los mds jdvenes dptimo ejemplo corresponde». Sin contar con que el Espiritu llega a afiadir que no es sdlo la edad la que debe apartarle del amor sino sus estudios, y le reprocha que la Filosofia no le haya mostrado hasta entonces «qué es el amor y qué son las mujeres, y quién seas ti mismo y lo que te corresponde. Debias ver, pues, que el amor es una pasion cegadora del dnimo, desorientadora del inge- nio, desvirtuadora y aun privadora de la memoria, disipa- dora de las terrenas facultades, debilitadora de las fuerzas del cuerpo, enemiga de la juventud y de la vejez muerte, engendradora de vicios y habitante de los pechos vacios». Se trata de una letania que repite al pie de la letra (aun- que en el toscano tan garbosamente manejado por nuestro escritor) el tradicional topos del quid est amor que, pro- cedente de la Sdtira IV de Juvenal, de San Jerénimo y de la Vita Secundus* tanta fortuna tuvo en la Edad Media cristiana. Y tanto con la adopcién de este tdpico (sobre el que tomaba notas en sus Zibaldone ya en los afios cincuen- ta), como con el de su gemelo quid est mulier para tema central del tratado, asi como por el cambio total de su actitud hacia el amor, Boccaccio estd dando la razon al grupo de intelectuales florentinos que en la época del De- Y si no fuese que serfa salirme del modo en que se acostumbra a ha- blar, traerfa aqui en medio la historia, y la mostrarfa lena de hom- bres viejos y valerosos que en sus mds maduros afios sumamente se ¢sforzaron en complacer a las damas, lo que si ellos no lo saben, que vayan y lo aprendany. (Decamerén, Introduccién a la Jornada IV.) ‘52. La Sétira VI de Juvenal y un fragmento de De Nuptiis de Teo- frasto conservado en una cita de San Jeronimo son las fuentes clasicas del extenso y bien establecido topos medieval contra Ia mujer y el amor, que se presentaba como Ia contestacién a las preguntas: quid est amor? quid est muller? a partir de la anénima Vita Secundus, del siglo 11 4.C., traducida del griego al latin por Willelmus Medicus c. En esta ‘obra (que circulaba traducida también a las distintas lenguas orientales) se define a Ia mujer del modo siguiente: «Quid est mulier? Hominis confusio, insaturabilis bestia, continua sollicitudo, indesines pugna, quo- tidianum dampnum, domus tempestas, sollicititudinis impedimentum, viri incontinentis naufragium, adulterit vas, preclosum proelium, animal pessimum, pondus gravissimum, aspis insanabilis, humanum’ manci- pium.» a: INTRODUCCION XXXVIT camerén le habtan reprochado su frivolidad en el cultivo de los temas mundanos y a quienes rebatia tan desenfa- dadamente en la Introduccion a la Jornada IV. El paso de los afos, la mala salud, la muerte de la ulti- ma hija que le quedaba, «el ejemplo, para Boccaccio tan fascinante, de su amigo y maestro Petrarca (quien lo in- dujo —como escribe a Martino da Signa— a volver la men- te @ las cosas eternas), la estrecha amistad con los agus- tinos del Espiritu Santo, la vejez precoz, la profecia de Petroni»,® segtin sefiala Padoan, habian ido mellando el espiritu del certaldense y disponiéndolo a rechazar las musas profanas y entregarse al tipo de escritura diddctica, moral y erudita que forma su obra latina y que primero habria de ganarle la extensa fama de que goz6 entre sus contempordneos doctos italianos y europeos que tan es- casa atencién prestaron al Decamerén pero que alimenta- ron su admiracion por la Antigiiedad con la lectura de De casibus virorum illustrium, De mulieribus claris, De ge- nealogia deorum gentilium, De montibus, silvis, fontibus. Estas fueron las obras en que Boccaccio estuvo trabajan- do hasta su muerte (en 1375) y junto a ellas, en vulgar, componiendo el Tratadito en alabanza de Dante y los Co- mentarios a la Comedia, ademnds del Corbacho como he- mos concluido. Pues bien, el Corbacho que es, como dice Branca, «la expresion de un desengafio personaly», el final de una cri- sis en la que intervino de un modo decisivo el espiritu milenarista que se respiraba en la Florencia de los afios sesenta, como expone Padoan, «una crisis espiritual» como sefala Marga Cottino-Jones —y que, por la intencién mo- ralizante se adecua perfectamente a la ultima obra del poeta—, tuvo que responder, ademds, por la evidente marca en su estilo, a un estimulo vital concreto, a algun acontecimiento vivamente hiriente del que —si pensamos que la historia con la Viuda no fue cierta— ésta pudo ser una trasposicion. Y se me ha ocurrido pensar que la relacién temporal establecida por Branca entre la vuelta de Boccaccio de Ndpoles en el afio 62 y la escritura del 53. Ver Giorgio Padoan, «Mondo aristocratico ¢ mondo comunale nell’ € nell’arte di Giovanni Boccaccio», en Studi sult Boccaccio, Il, 1964. En 1362, B. recibl6 la visita de un monje enviado por el tos- cano Pietro Petroni, que acababa de morir en olor de santidad, para profetizarle su muerte cercana y Ia de Petrarca y conminar a ambos a abandonar los estudios profanos y prepararse para la muerte. XXXVI BOCCACCIO Corbacho nos podria llevar a suponer una relacidn de cau- sa y efecto que no se limitase al estado de dnimo general de desengaftado sarcasmo y arrepentimiento, sino que supusiera una verdadera interpretacién en términos lite- rarios de la experiencia napolitana en que Boccaccio se habia sentido vejado y burlado por el mecenas Acciaiuoli como tan bien refleja la Epistola a Nelli. Porque si pen- samos que la Elegia de dofa Fiameta (como piensa hoy la mayoria de la critica) fue alimentada por el sentimien- to de afioranza de Ndpoles y que su bella y noble protago- nista podria ser tenida por la alegoria de la ciudad —como propongo—, y creemos que el Corbacho se escribid en pleno clima de desengafio, al culminar una crisis que ter- mind con la ruina definitiva del proyecto —acariciado desde la juventud— de establecerse nuevamente en Ndpo- les, no pareceria plenamente justificado, desde un punto de vista psicoldgico, la escritura de un tratado adversus amore que seria escribir sobre el desengafio de un suefio? El descubrimiento de que la corte de amor no era sino «la pocilga de Venus» parece un tema apropiado para reflejar la experiencia napolitana de 1362; porque aquella huida del Reino muy bien significa, en la vida de nuestro poeta, el rechazo definitivo de las ilusiones y placeres que afioraba tenazmente desde 1341. Asi, la terrible Viuda ves- tida de negro, el falso cuervo, podria entenderse como la personificacion de la falsedad con que Ndpoles —a través de su Senescal Acciaiuoli— habia atraido al poeta para burlarse luego de él. Sin Uegar a la conclusién de que la Viuda pueda ser un personaje alegérico, Mario Marti estd a dos pasos de sugerirlo cuando pide «una lectura alegérica del Corba- cho, o una metalectura», segtin la cual se considere a esta obra, sobre todas las cosas, como «un repudio de Fia- meta», en cuanto que en ella son atacados todos los valo- res «simbdlicamente recogidos en el mito de Fiameta».* 5. El «Corbacho» como pieza literaria En los albores del Renacimiento, este fruto de los de- sengaftos de una vida y de la regresion hacia los valores $4, Mario Marti, «Per una mettaletura del Corbaccio: 1! ripudio di Fiammettas, en Giornale Storico della Letteratura Italiana, CLIII, 1976, pp. 60-86. INTRODUCCION XXXIX medievales que marcé la historia florentina de finales det Trescientos (provocada por el declinar econdmico de su primera burguesta poderosa, la despoblacién producida por la peste negra y la afluencia subsiguiente a la ciudad de los campesinos del condado, anclados en valores tradi- cionales, junto con el reverdecimiento de la devocién re- ligiosa que siguid al ano del Jubileo) * es, dentro de la obra de Boccaccio, la pieza seguramente mds conforme con los ideales morales del cristianismo eclesidstico medieval a cuyo servicio despliega todo el aparato diddctico sagrado y profano, combinando la alegoria con la sdtira dentro de la forma global de un exemplum que tiene visos de mi- lagro. En efecto, el Narrador —que usa la primera persona como vehiculo diddctico por excelencia— se pone como ejemplo de ta bondad divina que le ha salvado de la de- sesperacién en que estaba sumido por culpa del amor y le ha enviado, cuando estaba a punto de suicidarse, un suenio aleccionador para librarle de su pasion fatal devol- viéndolo al camino de la gracia. El suefio, que se desarrolla segtin la tradicidn del viaje por el otro mundo, donde la verdad es revelada, estd muy directamente influenciado por la Comedia de Dante, como no podia por menos de suceder en quien tanto la admiraba, pero no es en él don- de se concentra el interés del autor sino en las revela- ciones sobre la Viuda hechas al Narrador enamorado por el Espiritu que habia sido su marido (y habia muerto a causa de ella) y que goza de la autoridad suficiente para hablar de la falsedad de su hermosura postiza, su juventud ya terminada, su falta de discrecién, honesti- dad, etc. Es esta revelacién, extensa y detallada, escato- logica y divertida por su facundia y su ingenio, lo que forma el grueso de la obra y adquiere las dimensiones de una pequefia novela de costumbres, pero ello desborda la intentio auctoris, que era la de ofrecer un remedio prove- choso contra el amor, predicado ya por Ovidio™ y reco- 58. Ver G. Padoan, «Mondo aristocraticos... cit, En 1350, el Jubilee que se celebré en Roma —y al que acudié Petrarca, aprovechando el viaje para visitar Florencia por primera vez— era el segundo, después de que fuese Instituido por Bonifacio VII} en 1300. 56. «Profult adsiduc uitlis insistere amicae, / idque mihi factum saepe sallubre fuit, / Quam mala, dicebam, nostrae sunt crura puellac! » (..) «Qua potes, in pelus dotes reflecte puellae / ludicium brevi limite falle tuum. / Turgida, si plena est, si fusca est, nigra voceturs («Lo que me consolé fue insistir en los defectos de mi amiga / y el hacerlo con

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