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LA CORONA DE PLATA (LA CORONA D'ARGENTO) (1941) LA CORONA DE PLATA PREFACIO oypicant i OO pak ws LL? €0FOna de hierro esta destinada a los reyes guerreros, a los con- quistadores de la tierra; la corona de oro es para los santos, para los conquistadores del cielo. Entre una y otra, casi a igual distancia del aro de la potencia y del de‘la obediencia, veo brillar la corona de plata de los artistas y de los is. También éstos, al igual que los principes, apetecen dominio y gloria, pero miran ‘mas all de la tierra, con frecuencia estan en rela- __» Si6n con Dios, aspiran a lo eterno. No son casi nada en el orden temporal; no estén en primera fila en el orden de la espiritualidad perfecta, y, sin embargo, los monarcas los buscan y los honran, y los santos no los desprecian; es mas, algu- mas veces los aman. ey Fueron demasiado alabados, y, en algunas edades, demasiado humi- Mados. Cuando quisieron ser duefios del mundo, se convirtieron en poco més que juglares y saltimbanquis; cuando se creyeron simples arte- sanos al servicio de Dios, parecieron dignos de ser colocados junto a los profetas y los reveladores. Uno de los escalones de la invisible escalera que Ileva de la tierra al cielo, se llama arte; otro se llama poesfa. Porque artistas y poetas son lo contrario de aquellos muertos a los que Cristo asignaba la misién de enterrar a los muertos; son, cuando son poetas verdaderos y artistas grandes, creadores y resucita- dores de vivos. 2 on “-Bajo.el signo de la “corona de plata” retino mis recientes escritos sobre Arte y Poesfa. Algunos armaron cierto ruido entre los lectores y escritores de Italia, y creo que podrian ser releidos y meditados con alguna utilidad para la salud estética y moral de los artistas. No siempre conticnen cosas nuevas, sino, muchas veces, cosas de aquellas que, a fuerza de haber sido deformadas u olvidadas, aparecen hoy dia como incémodas paradojas © como perniciosas herejias contra el humor, los gustos y los dogmas del ya pasado modernismo, 404 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO III No son, como quisicran hacer creer los neémanos intoxicados, ideas reaccionarias; todo lo contrario. Son, hoy dia, ideas revolucionarias, en cuanto se oponen a la perezosa y fatua andadura de los dias pre- sentes, En realidad son ideas talmente probadas y demostradas a la luz de los siglas, que no pueden Ilamarse ni antiguas ni modernas, sino sim- plemente ideas justas, ideas necesarias, ideas perennes. Hay también, se entiende, un elemento personal en el modo de exponerlas y explicarlas, y por ello imperfecto y caduco. Pero tampoco hay que olvidar que aquel a quien se deben las re- flexiones reunidas en este volumen tiene la experiencia, por lo me- nos, de cuarenta afios de vida literaria, y merece, acaso, que se los es- cuche con un poco de atencidn. Se —— En este librillo, a Jos escritos de teorfa y polémica siguen algunos ensayos sobre dos grandes poetas italianos modernos: Leopardi y Pas- coli. Brotados del mismo espiritu e informados por los mismos prin- cipios, estos ensayos pueden aparecer como ejemplo y pruebas de mi altisimo concepto de la poesia, Pero no volveria a publicarlos en volumen si no contuvieran algo no visto y no dicho hasta ahora sobre cl alma y el arte de aquellos grandes, Desde hace muchisimos afios yo llevo a cabo una tenaz batalla contra las “ambiciones equivocadas” de una critica sofoman{aca, obtusa y arbitraria: estos escritos mfos quisieran ser ejemplos, aunque mo- destos, de lo que, segtin yo creo, deberia ser la afectuosa presenta- cién de los poetas. GIOVANNI PAPINI. EL ARTE COMO RESPONSABILIDAD En tiempos no muy lejanos se desvarié sobre un artista redimido de toda ley, libre de toda atadura, franqueador de toda disciplina moral y de todo empefio civil; sobre un artista que sédlo conoce sus inspiraciones y caprichos; un artista unico rey de sf mismo; provisto, en su solitaria majestad. de todo privilegio, tirano inviolable y casi satdnico, oe Eran los ultimos delirios de un romanticismo libertario que habla glorificado a la pasién mas que a la razén, a la rebeldia por sobre ta ley, al titén por encima del cristiano, y tendia a colocar el yo en el sitio de Dios, gts tito CRITICA.—LA CORONA DE PLATA 465 En verdad el\artista, el artista auténtico y consciente, es el menos libre de los hombres, No hay otro, fuera del sacerdote, tan cargado de responsabilidad como él. Y en esta servidumbre, libre y heroica- mente aceptada, reside su verdadera grandeza. 2 Todos los hombres son responsables ante Dios, pero el artista lo es de manera peculiar y mayor. La parabola de los Talentos se refiere sobre todo a él, y no ha sido por casualidad por lo que Ja palabra “ta- lento” ha quedado en los idiomas modernos con un nuevo sentido completamente espiritual. El mundo creado es la primera revelacién de Dios a los hombres: las otras son la Revelacién escrita (libros inspirados) y la Revelacién encarnada y parlante (el Hombre Dios). La primera misién del artista es hacer mas evidente y transparente, para el débil visus de la mayoria. aquella primera Revelacién, el universo sensible. El artista no puede aiiadir belleza a la belleza, pero, con su representar o evocar la reali dad en sus rasgos esenciales—el arte es eleccién guiada por el genio—, obra sobre muchos una accién catdrtica y taumatirgica: hace ver a los ciegos, hace ofr a los sordos, conmueve a los indiferentes, calienta, y a veces inflama, a los tibios. Los hombres creen conocer ¢l mundo que los rodea, pero en reali- dad, tomados como estén por las necesidades de una vida pragmatica y mecanica, perciben solamente aquellos sintomas y fragmentos que sirven a las acciones mds comunes en la vida cotidiana. S6lo el artista, en su contemplacién desinteresada, conoce las cosas en su plenitud, en su insospechada y milagrosa integridad, y de esta visién suya puede hacer participes, aunque sdélo sea inmediatamente, y tnicamente mediante instantes y relimpagos, a los demas hombres menos afortunados que ¢I. El artista, pues, esta llamado, en un cierto sentido, a ser uno de los reveladores de ta primera Revelacién, Es decir, los artistas son propios y verdaderos colaboradores de Dios; colaboradores en su voluntad de iluminacién de las almas hu- manas; colaboradores en su misericordioso amor de Padre. Los artistas, de hecho, llevan a los hombres este glorioso mensaje : el Paralso perdido no esté del todo perdido. Nos prueban y nos de- muestran, con sus obras, que la tierra de destierro, donde estamos con- finados, es mas maravillosa, mds esplendente, mds viva, mas rica, mas feliz y consoladora de cuanto parece a las criaturas a las que el peso antiguo del pecado hace enfermas y torpes. Con frecuencia, los hombres no son felices sélo porque ignoran su 466 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO IIT felicidad, porque no saben descubrir y gozar en su solar plenitud: la belleza del universo. El arte tiene la divina facultad de volver’ a ‘dat esa conciencia, es decir, de restituir al género humano una parte de su primera alegria. Los artistas, pues, en el ejercicio del arte, son profetas y apéstoles, enviados y mensajeros de Dios, intérpretes de esa primigenia Sagrada Escritura que es el mundo; aportadores a los desterrados de algun aliento beatificador de la patria remota y venidera. 3 Todo hombre es responsable, dentro de los limites de sus relacio» nes y de sus poderes, de la felicidad de sus projimds:*del padre 0! del ijo, de la madre o de la esposa, del amigo o del discfpulo..No todos sienten tales responsabilidades y pocos les dan cara; tan difusa esté Ja egomanfa, y tan ciega, que parece inocencia. Mucho més amplia es la responsabilidad de los artistas. Estos figu- ran—de jure, aunque no siempre de facto—entre los principales sumi- nistradores de luz y de alegria a nuestra especie. No estan llamados a consolar, a confortar, a beneficiar solamente a sus pr 0s, sino tam~ bién a multitudes, a veces, por fortuna, inmensas; muchedumbres de desconocidos, de lejanos, de criaturas que ellos no conocen, ¢ incluso de generaciones que todavia no han nacido, El poeta despierta a los durmientes y serena a los afligidos; el poeta enriquece nuestra misérrima posesién del mundo, desvelando nuevas luces y relaciones de belleza fuera de la neblina habitual. El escultor incrementa nuestro patrimonio de humanidad, formando las imégenes de los amados y de los admirados, purificando y sublimando Ia gracia y la fuerza del cuerpo humano; el arquitecto aumenta la satisfaccién y la intensidad de nuestro vivir, aparejando casas de justas proporcio- nes, de armoniosa configuracién, y exalta y magnifica nuestro espiritu, elevando majestuosos edificios para los grandes de la tierra y para cl Sefior del Universo; el musico despierta los sentimientos adormecidos, las pasiones mortificadas, las reminiscencias de las edades felices, las saludables tristezas, los entusiasmos olvidados o renegados, y nos transporta a un clima sobreterreno, donde el dolor se transforma en alegria, donde Ia ultramortal grandeza no asusta ya a los timidos cora- zones vivientes. FI arte, en suma, transporta Ja vida a un registro mis alto; enno= blece al mediocre; transfigura al feo; agiganta al grande; crea nue= vos seres; suspende y embota los afanes; arranca los velos de la vision comin; es descubrimiento, sorpresa, resurreccién. Por eso el arte hace a la vida mas digna de ser vivida, mas parecida a la de los primerist- —. —__— ope poo Y no sdélo son éstas las responsabilidades que tiene él artista hacia 4 su gente. También él, junto a los hombres de estado, a los soldados, a los eruditos, tiene la misién de atraer sobre su patria la admiracién de los otros pueblos, esa admiracién que lleva al amor, 0, por-lo. més ‘nos, a la simpatia, y que por ello refuerza, indirecta, pero vdlidamente, el prestigio espiritual, y, por consiguiente, el poder atractivo de un pais en el mundo. En fin, al artista est4 confiada una misién que comporta una res- ponsabilidad todavia mds grande: la de transmitir a los tiempos, deros la expresién de la civilizacién de su tiempo y de su gene \. Por culpa de la pereza de Jos mediocres, es decir, de la mayorfa, olvidan gestas y conquistas; los cambios politicos, con el transcurso de los siglos, se convierten en puras nociones histéricas, pero quedan los monumentos, sobreviven las estatuas y los poemas, las pinturas y las misicas. Los futuros, los venideros, los extranjeros, juzgarén nues- tro tiempo de acuerdo con estas reliquias, y nuestra época serd juzgada grande o mediocre, floreciente 0 decadente, segtin lo que los artistas hayan creado durante ese perfodo. Responsabilidades tremendas, si pensamos en ellas un solo momen* to, y tales como para hacer reflexionar y arrepentirse a aquellos que consideran, estipidamente, el arte como un juego caprichoso del is viduo, como una aventura” giganteésca de refinados y de egocént 5 up .orahed El artista no Podtia cortesponder a esas responsabilidades suyas —tan numerosas, altas’ y ‘graves—si no conociera y no aceptara tam- bién las que tiene hacia su propia alma. Su primer deber—sélo prime- ro, por cuanto le permitiré cumplir dignamente los demas—con: en purificarla, engrandecerla y Catiquecerta: Sélo los ricos sot ventes. Pobre del artista que se preocupe solamente de su arte. La obra es fruto del espfritu, y si el espfritu no estd alimentado por todos los a alimentos, si no est4 abierto a todo soplo y a todo sonido, si no es un espiritu entero de un hombre entero, voraz de toda forma y de j toda verdad, poco a poco se volverd pequefio, acartonado, ce t indigente, y, por ello, incapaz de crear esas grandes obras que los os cios divinos y humanos del artista requieren. La universalidad no debe ser para el artista slo un nostilgico de- seo, sino un propdésito y un esfuerzo cotidianos, Quien sdlo_ piense en Ja pintura, nunca serd un gran pintor; quien sdlo estudie la arqui- ————_— — a ‘\CRITICA.—LA CORONA DE PLATA 469 \ tectura, nunca-ser4 un gran arquitecto; quien)sé6lo tenga en cuenta la lengua, el estilo y las imagenes, nunca se convertird en un gran es- critor. En lugar del poeta tendremos al literato; en Jugar del miisico tendremos al musicélogo; en lugar del escultor tendremos al artesano estatuario, El poeta debe tener mas fami lad con Ja pintura y la musica que un simple aficionado; el arquitecto debe iniciarse en la poesia y en todas las artes plasticas; el pintor debe ser también escultor, tam- bién misico, también, a su manera, poeta. Y todos ellos deben estar acostumbrados a Jos problemas del pensamiento y a asomarse a los abismos del ser, y a aventurarse, dentro de sus posibilidades, en los periplos de la metafisica, en las ascensiones de la mistica. Los frutos del drbol no son productos de la rama que los sostiene, sino formados concordemente por la luz incorporada por las hojas, por la linfa que sube por el tronco, por las rafces que chupan los diver- sos humores y elementos de Ja tierra escondida, y, sobre todo, por el divino Sol que todo lo mueve y madura, Lo mismo sucede con las obras de arte. Si el tronco es seco, si el terreno es pobre, si la suprema luz no vierte desde el cielo su vapor de fuego, las obras no nacen, 0 nacen tarde y débiles, con poco jugo y sin virtud. Es preciso recordar siem- pre que la edad de mayor lujuria creadora de nuestro pafs—el Rena- cimiento—fué también la edad de los hombres universales. A los artistas les queda un ultimo deber hacia su propia alma: velar para que aquellos pecados a los que estdn expuestos la mayoria de Jos hombres normales no tomen demasiado incremento, de manera que Ileguen a infectar y a debilitar las fuerzas necesarias para la crea- cidn, ~ Los grandes artistas son menos propensos a los pecados de las natu- ralezas menos nobles—pereza, avaricia—, pero estdn mucho mis suje- tos que los demds, por fatalidad de su mismo trabajo, a otros pecados, y de manera particular a la sensualidad y al orgullo. Quien no tenga un amor casi fisico por todas las formas sensibles de lo creado—y, naturalmente, por las mis atrayentes y perfectas—, no puede ser artista verdadero, Pigmalién es un mito que, para los creadores, es verdad cada dia, Ese arrebato sensual por las formas aprehensibles y acariciables se encuentra unido a otros arrebatos y tentaciones, y el mismo severisimo Dante tuvo que cefirse la cuerda que protege de las ca{das carnales, Un artista que siente dentro de sf la voz de Dios, se siente con faci- lidad Jlevado a creerse superior a los demas hombres, Si no se repu- fara digno de crear, de revelar y de ensefar, no tendria el valor de realizar su obra y de proponeria a Ja admiracion ajena, La misma con- 470 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO IIT ciencia de su dignidad, de su superior destino, alimenta su soberbia y puede hacer de él un monstruo inhumano y frenético. Por eso son tan tremendos los riesgos a que expone el ejercicio del arte, y resulta necesaria una vigilancia que aleje tales peligros. El artis- ta no pucde ser un santo, porque el santo ha superado en si incluso el arte puro; el arte es medio y éI se eleva sin pantallas hacia el amor perfecto de los hombres y de Dios. Dicen que el Beato Angélico lloraba y rezaba antes de ponerse a pintar, pero yo creo que no era dis- poner mejor su espfritu a representar la vera imagen del Dios cl sino para que Dios le librara de la tentacién de abandonarse a luptuosidad del arte, y le hiciera digno de contemplar, siempre, a la muerte, esas divinas personas sin necesidad de colores y de pinceles, No pedia inspiracién, sino perdén. El artista no puede ser santo, y, a la par de sus hermanos, esté sometido al pecado. Pero debe por lo menos esforzarse en hacer trans- lucidas aquellas sombras de mal que mds atadas estan a su arte. Debe procurar sublimar en amor hacia todos los hombres aquellas pasiones que despiertan en é1 ciertas criaturas determinadas; debe comparar, para salvarse del orgullo, sus obras, incluso las mds conseguidas, con la obra del Creador, y acordarse de que es un simple intérprete, un humilde copista, un obediente exegeta, y, por eso, ante el Ser Primero, poco mds que nada. Con frecuencia escribe al dictado y jacaso la pluma puede ensoberbecerse e imaginarse que ha compuesto la Com: media o la Novena Sinfonia? Asi, pues, al asumir su misién de benefactor de los hombres, el artista afronta peligros con frecuencia mayores que aquellos a los que estén expuestos los demas hombres. Si acepta todas las responsa~ bilidades que hemos enumerado, es, en cierto sentido, un mirtir volun- tario que corre el espantoso riesgo de la condenacién para dar un poco de felicidad a sus hermanos. Dios le juzgard al par de todos los pecadores, con su amorosa ¥ tremenda justicia, pero acaso aquellos peligros, aquellos ri Mos beneficios, aquellos actos de cai hardn menos dura la sentencia del Padre. ARTE INHUMANO 1 Todo el mundo se da cuenta, al mismo tiempo que yo, de la pro- gresiva separacién entre las ultimas modas del arte y los sentimicntos mds vivos y profundos del hombre. Todo el mundo es testimonio, y CRITICA.-LA CORONA DE PLATA 471 con frecuencia testimonio intolerante, de ese prevalecimiento del cere- bro, es mas, de meros “hallazgos” cerebrales sobre la inspiracién y sobre la pasién, ¢ incluso de lo mecanico y de lo ffsico sobre los movi- mientos naturales del alma viviente. El arte, en suma, no consiguiendo ya ser sobrehumano, se ha vuelto inhumano, deshumano, Se ha apartado del hombre verdadero y entero, de los instintos, de los ideales, de los deseos, de los amores de esa criatura hecha de sangre y de espiritu que es el hombre. Entrad en una exposicién y os encontraréis ante fantoches encan- tados, maniquies barnizados, 0 cosas y formas mas que muertas: en- trad en un edificio llamado racional y os sentiréis prisioneros de super- ficies geométricas heladas, desnudas, hostiles, inhéspitas, sin esperanza de intimidad y de recogimiento; escuchad un concierto de miisica, de} tiltimo estilo, y, en lugar de sentiros consolados y conmovidos, os veréis agredidos por la Iluvia o la tempestad de acordes discordes y de estré- Ppitos agrios y molestos, 0, todo Jo mas, por la angustia de un juego sonoro inconclusivo; leed una poesia y no os sentiréis inundados por un calor nuevo, sino arrollados por un hormigueo de sensaciones dis- continuas, de alusiones mal interpretables, de asechanzas y de conatos verbales que, todo lo mas, os ofrecen una leve satisfaccién musical. Por todas partes sensacién de frio, de soledad, de indiferencia y distancia. Tocqueville dijo una vez que el gran enemigo del hombre, en todos los sentidos, es el frio. El arte de hoy es arte helado, arte drtico, es decir, enemigo del hombre 0, por lo menos, extrafio a las vitales exigencias del hombre. Leed las narraciones de los jévenes y de los jovencisimos, Predo- mina en ellas una desvaida indiferencia, un aire abstraido y distraido, una sensacién de helada objetividad y de querido despego, atenuada apenas por alguna anotacién lirica, O bien se vuelve a lo grotesco, a Jo monstruoso, a lo brujeril, a lo caricaturesco, es decir, se abandona resucltamente la verdad humana. En el teatro han Ilegado a aburrir, con justicia, las estipidas y artificiosas comedias burguesas, indeseable herencia del siglo xvitt fran- eés, pero las nuevas tentativas consisten en reducir la comedia a dis: cusiones burlonas sobre problemas sociales y sexuales, como en Shaw, y en transformar el drama en una casuistica de problemas psicoldgicos, filosdficos, intelectualistas y relativistas, como sucede, con demasiada frecuencia, en Pirandello, En la pintura es todavfa peor. Mientras que en otros tiempos las marionetas intentaron imitar los movimientos y los aspectos de la vida, ahora los seres humanos pintados por ciertos pintores imitan la es- pectral actitud de los titeres, de las mufecas de yeso, de las figuras de cartén pintado, Y de las naturalezas muertas, que ya eran una abdi- 47> OBRAS.—TOMO IIL cacién del miis alto oficio de la pintura, hemos pasado a los objetos muertos, a los instrumentos artificiales, a las telas ocupadas por escua- dras y compases, por bustos y cabezas de cartén picdra, por plisticos de museo froebeliano y de escuela de dibujo. Las casas se han convertido, siguiendo la saténica forma de Le Corbusier, en maquinas para habitar, hechas en serie, donde no queda rastro de aquellos sentimientos a los que satisfacia la arquitectura cla- sica antigua y la del Humanismo, Edificios en los que las pretendidas comodidades cientificas hacen la vida mis triste y midis esclava; donde no se encuentra la dulzura de un arco, la gracia de una decoracién, aquella benignidad de calido refugio que se siente incluso en las mas humildes y viejas casas campesinas. Esos edificios no parecen hechos para hombres, sino para forzados de la burocracia, para detenidos de paso y, sobre todo, para autématas metilicos, para los robots de Cia- pek, para los mufiecos semovientes de Vaucanson. La musica se ha reducido, poco a poco, a una fastidiosa acrobacia de disonancias incongruentes y siente odio por todo lo que se parece a la melodia, al canto desplegado, a la emocién. La poesia se contenta con exquisiteces y refinamientos imaginativos y estilisticos para uso de los iniciados y de los adeptos, cuando no se reduce, por si fuera poco, como en los surrealistas, a la escritura automdatica de paranoicos volun- tarios. La literatura, incapaz o temerosa de las pasiones, ha renunciado, desde hace tiempo, a la epopeya, canto triunfal de las grandes gestas, y a la tragedia, catarsis del dolor humano a través de los destinos y contrariedades de los dioses y de los héroes; a aquella tragedia, que, acaso, sea la cima mds alta de la humana poesia. No todo el arte de nuestros dias es, se entiende, inhumano hasta este punto, Hay todavia artistas que no han renunciado a la plenitud de su humanidad y se esfuerzan por crear obras humanas para seres humanos. Pero éstos, siguiendo la consigna del reciente carbonarismo estético, son artistas superados, moribundos, que se obstinan en no querer morir. Pero, por desgracia, junto a estos pocos, sigue habiendo quien compone novelitas y novelones a lo décimondnico, quien escri poesfas pastoriles, alegdricas © roménticas, quien pinta de manera aca- démica, realista o de calendario, quien edifica falsas iglesias romin- ticas y villas renacimiento, Y en estos casos se trata, verdaderamente, de provincianos fuera de lo corriente, de gente vieja y mediocre, a la que la critica no considera y mucho menos siguen los jdvenes, Pero, por otra parte, los que todavia buscan en el arte lo que el arte casi siempre ha ofrecido a los hombres, es decir, el reflejo y el despertar de los sentimicntos h nos, sienten una repulsidn instine tiva por el arte que hemos Hamado inhumano—aunque por timidez © miedo de pasar por tontos o cabezotas no lo confiesen—y vuelven, ) CRITICA.—LA CORONA DE PLATA 473 clandestinamenteso no, a Jos viejos libros de los viejos, a los canoros melodramas del siglo pasado, a la antigua pintura heroica y sacra, a Ja, arquitectura de las edades clasicas, o bien, y es bastante peor, bus- tani satisfacciones aproximadas a sus necesidades pasionales en las can- ciones.de moda, en los dibujos de las revistas, en las novelas de aven- turas, 0 en las bestiales obras maestras del cinematégrafo americano. Cuando no ofrezcdis al pueblo ni pan ni trigo, ni vino generoso, le: veréis, por fuerza, masticar goma sucia y tragarse camomilas y me- junjes. Se consigue, como sucede, por un lado, un hormigueo de ten- tativas, favorecido solamente por la vanidad y la curiosidad de pocos, y por otro, el hambre y la sed de la mayorfa. Entre aquellos que ofrecen repeticiones rancias y marchitas de un pasado grande y los que, aunque sea con mayor ingenio, se solazan en los laberintos dei arte inhumano, el hombre que busca belleza y verdad no puede esco- ger.,Ni la antigualla triste y derrumbada, ni la novedad helada y me- c4nica, pueden contentar nuestros gustos de pueblo puro y vigoroso ni responder.a nuestros deseos de seres provistos de sangre y armados de corazén; De ahi proviene la creciente desercién del arte que se ve, © entrevé, en Ia mayoria, a pesar de ciertas engadosas apariencias. 2 ©Todo el mundo nota esa deshumanizacién del arte—bien distinta de la deshumanizacién dantesca—y ese aterimiento y esa escisién. Y muchos se lamentan y estén perplejos y perdidos, como aquel que viera cambiarse, poco a poco, en figura de marmol la mujer viva y caliente que amaba, Pero més que asombrarse o censurar, es mejor, en estos casos, intentar entender. » Aemi parecer, las causas de esta mutacién del arte, ya advertible aleprincipiar el nuevo siglo, pero que se ha obrado sobre todo desde elfinde Ja gran guerra, son mids de una. La primera, y mas obvia, es el matural deseo que en toda época atosiga a los jévenes mas am! ciosos esinquietos y les hace preferir lo contrario y opuesto a las calidades que eran el signo y el orgullo de la época que termina, de la época de los abuelos y de los padres, Al cealismo extenuado de finales del siglo xix responde el llamado “arte metaffsico”; a la insoportable arquitectura recargada, compuesta, ecléctica o “liberty”, la Hamada “arquitectura racional”; al melodrama verdiano, maseagniano y pucciniano, todo inundado de patéticos hu- mores, responde la musica novecentista, que descarta cualquier cua- dratura, rechaza el cantable y, por horror al sentimentalismo, rehuye incluso el sentimiento; @ la novela burguesa y a la novela dannunziana, lanovela demasiado chapucera, mondtona, hipscrita y mundana, pare- “a 476 GIOVANNI PAPINI—OBRAS.=TOMO TIT de nuestro espiritu, vida de’ vida, compafero y amigo de las obraaguagr redes” y de los dias, es lo mismo que si estuviera relegado entre las pai de sus basflicas, adorado solamente por Ia luz de los cirios consumibles. El arte grande, aun cuando no hable de Dios, es ie Y cuando el hombre olvida, ignora 0 niega a Dios, cre " carse, también el hombre, misteriosamente rebajado y empobrecido, se vacia y aridece, El asesinato de Dios, intentado por los moderns, ¢s, por terrible ley de compensacién, el suicidio del hombre. El hom= bre, para clevarse, debe ponerse de rodillas. En sociedad y en comu- nién con Dios, el hombre es potente y feliz;si se divorcia de Dios. cree que sube y se enriquece, mientras que, verdaderamente, se desnuda y desciende. Apartarse de’ Dios significa abandonar el Cristianismo, ¢s decir, aquella religién que ha sido siempre inspiradora deesos afectos divinamente humanos que hoy dfa, precisamente, van’ desapareciendo de las obras de los artistas. También el arte, pienso yo, es acto de amor, obra de caridad, es decir, esencialmente cristiano. El arte estd destinado a levantar a los afligidos, a confortar a los melancélicos y a los solitarios, a inflamar a los distrafdos y a los tibios, a hacer ver a los ciegos las maravillas del mundo, a consolar a los pobres, a purificar a los turbios,-a los impuros, a los pecadores, a fortificar a los débiles, a vigorizar'y a Tecompensar a los buenos. Si ante una obra de arteyti'$igues’siendo el que eras antes de conocerla, quiere decir que ‘aquéila obra no es arte auténtico y gran- de. Todo artista verdadero es"uf Orfeo que tiene como misién cambiar las fieras en hombres; ‘un*semidids que tiene la obligacién de rejuve- necer los corazones, Cuando se contenta’con alterar los sentidos 0 con estimular solamente la actividad razonadora, noes un creador, sino un infiel y un desertor, “Un libro hecho’ es’menos que ‘nada si el libro hecho no rehatea*la gente”, decia el demasiado despreciado Giusti. Y esto no quiere decit que se deban tolerar, y mucho menos admirar, ‘esas Obras imperfectas ‘y mal hechas que se proponen beneficiar al hombre y cultivar sus buenos sentimientos, Hasta ahora hemos hablado ‘siempre de arte, es decir, de arte auténtico, valido y logrado, Las obras débiles y feas no tienen ninguna eficacia, y, por eso, no consiguen ‘ni hacer el bier, No pretendo, con lo que he dicho hasta aqui, poder cambiar la suerte y las tendencias actuales del arté y dirigirle nuevamente hacia Jo que en otros siglos fué su gloria y°su destino natural, Pero la his- toria hace legftima una esperanza més o menos remota. En el pasado existieron otras épocas parecidas a ésta, en las que el racionalismo inhumano parecié vitrificar las almas y contener los cdlidos impetus de la pasién y de la vida, Pero siempre hubo una victoriosa resurrec- cién, ~ ~ | { CRITICA.—LA CORONA DE PLATA 477 El Cristianismo fué la respuesta al desecamiento cerebral, al fri- gido eclecticismo, al débil escepticismo, de la antighedad decaida, y de G1 nacid, entre los siglos xut y xiv, el ardiente esplendor del arte cris- tiano, El Renacimiento fué la respuesta triunfante al entristecimicnto es- eoliistico del exhausto medievo, a las exageraciones de un ascetismo ‘ convencional,.que era anticristiano antes que inhumano, El Romanticismo fué Ja respuesta al desfallecido y exangiie clasi- r i habia reducido a esquemas académicos la plenitud vital y Renacimiento, ide vendrd hoy dia la riente y vencedora respuesta al arte ' inhumano? {De Oriente, del Septentrién, o de nuestra Italia? No po- demos saberlo, pero séanos concedido, desde ahora, esperar y desear con fe una nueva revolucién espiritual, diversa de las que fueron, el advenimiento de un arte que podria y deberia Ilamarse Arte huma- Pl INTELIGENTES Todos los que hoy, en la gran tierra del si, escriben sobre litera~ tura, arte © filosofia, poseen u ostentan una inteligencia que da miedo. Si discurren sobre un cuadro, parece que vayan destilando una lec- le alta magia zorodstrica o tantrica; si tratan de problemas mo- rales o metaffsicos, se encaraman por los espejos de la cuarta dimen- . sin intelectual, con la ayuda de ciertas frases de rebote y de retroceso a bastante mds problematicas que los problemas que pretenden resolver; si pontifican sobre literatura, conducen a sus bostezantes lectores por > tales meandros, laberintos y curvas deddlicas, que no hay Ariadna en h el mundo capaz de salvarles de] progresivo atontamiento. ~~... Todos son estupendos, todos sabios, todos agudos y exquisitos, todos ' expertos y entendedores, refinados hasta la Ultima ufia de los pies, inte ligentes como una clase dé primeros de clase reunidos. Todos saben dénde habita el Demonio y dénde paren nuestras gatas Jas forasteras, y no ignoran dénde duerme Nocco, Todos conocei eect, de ordenar el saco de las cuerdas, y el de colombiana memoria hacia ¢] occidente para buscar el oriente. Para ellos, de noche, no todos fos gatos son pardos, sino de cien colores, como Arlequin; y son tan Jistos que cada mafana o cada sébado deben reanudar los hilos de aquella novela que dura desde hace tanto tiempo y que nos- otros, de nifios, Hamabamos precisamente la novela de las fatigas. Son muy hdbiles para buscar el pelo en el huevo (1)—y con fre- (1) Juego de palabras imposible de teaducir, (N. det T.) x 478 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.~-TOMO III suencia, en sus manos, el huevo se vuelve todo pelo—, y una vez io han encontrado lo parten en cuatro y ocho pedazos, segiin el poder de sus ojos y los gustos del:momento. Pero casi siempre llega otro que, para desahogar su pericia microscépica, coge aquellos pelos rotos y los vuelve a romper hasta hacerlos invisibles, incluso para sus agudi- simos cofrades, y entonces, aquella poca gente que habia alrededor mi- rando regresa a su casa con mds hambre y mds en ayunas que antes. Poco les importa tales desilusiones. A ellos les basta con ser, 0 ser tenidos por inteligentes; inteligentes porque comprenden incluso allf donde no hay nada que comprender; inteligentes porque son tan profundos que tienen necesidad de benévolos comentaristas que co- menten, es decir, que aclaren sus comentariosy) |) Son, en» suma, los prestidigitadores del int de los conceptos aerostaticos, los acrébatas de Jos cerebros volantes, los equilibristas:de las justas espirituales. Son bravos, bravisimos, archibravisimos, no hay nada que decir. Tienen los ojos de cristal, la nariz filoséfica, la cara de yermo, la boca de porcelana, la sonrisa de los augures, el paso lento de los artispices, la voz misteriosa de los hechiceros. Pero suelen ser meditabundos y taciturnos: entre ellos se entiend por sefias, proceden por indicios, se contentan. Coa a linas y con alusiones entrecortad: "i Sin embargo, estén armados de’ punta’en blanco: erudicién y pre- suncién, filosofia y altaneria, inteligencia Y prepotencia, memoria y vanidad. Todos son profésores, incluso los que no son licenciados; pero todos son viejos, incliigo Ios que sdlo tienen veinte o treinta afios. Lo tienen todo, como hemos dicho, menos una sola cosa, més importante; Ja Vida. En lo que dicen y escriben abunda, ‘ no siempre, la inteligencia; falta, en cambio, el calor, el fervor, el sentimiento, el fuego de la vida, Son milagros de entendimiento, mons- truos de cerebralismo, todo lo que querdis, pero son irremisiblemente frios, gélidos y marméreos. Siempre me acordaré que, una vez, uno de estos de famosa inteli- gencia me dijo, una noche de verano, en la mesa de un café de Pigzza Vittorio, que mada odiaba tanto en el mundo como el entusiasmo. ae en julio, al ofr aquellas ‘espantosas palabras senti un gran frio en ppt y comprend{, en aquel momento, que, a pesar de toda su jnteligencia, aquel ser no era compaiia para mi. Estos espiritus populares estin, en realidad, provistos solament alfileres, de sondas, de barrenas y de raspadores, Todos instrument metdlicos, frios como ellos. Y a fuerza de afilar sus cuchillos, los han ros, tan frdgiles, tan cortos, que ahora ya sélo sirven para cortar papillas y polentas, “of CRITICA, LA CORONA DE PLATA 419 Todo lo que no es mero juego intelectualista o guirigay mental, todo lo que no es gris y glacial, para ellos es elocuencia, o sea, detestable exhibicién de afecto, de odio o de entusiasmo, Ellos son neutrales, esterilizados y congelados: quieren comprender y basta, como si para comprender lo mas y mejor bastara Ja inteligencia estricta. Vida es calor, y ellos odian el calor del alma, que se opoen y vence a la muerte. Y odian, sobre todo, ese alto testimonio de vida que es la elocuens La elocuencia que, segtin ellos, siempre es oratoria y énfasis, es decir, insinceridad. Como en sus almas no hay nunca aquella plenitud de sentimientos que tiene necesidad de derramarse con la plenitud de las palabras y la excitacién del ritmo y de las imagenes, creen, inge- nuamente, que en ninguna otra alma se producen tales inverosi s fenémenos; y cuando se encuentran ante un escritor elocuente, se per suaden, con aquelllla orgullosa ligereza que los arruina, de que estén ante un comediante, Pero aquella sacra y viril elocuencia que el pueblo mas inteligente del mundo—el griego—practicé y adoré hasta el tiltimo momento, y que el pueblo mds potente del mundo—el romano—honré, estudié y admiré durante siglos; que nunca se extinguié en la heroica Edad Media, que volvié a brillar mds viva y fuerte en nuestro Renacimiento y en nuestro Risorgimento, no es esa enfermedad vergonzosa que creen los apagavelas de la secta sesuda y esotérica. No siempre, ni solamente, se escribe con el cerebro y las palabras, queridos nifios sapientisimos, sino también con el corazén, que es cé lido, y con la sangre, que es més calida que nada, Y esa elocuencia que a cualquier beatona de la critica parece mds pecaminosa que el incesto y mas condenable que el parricidio, porque no apela solamen- te a la abstraccién, sino también a las pasiones de los espiritus gene- rosos, es precisamente el vértice y el orgullo del arte, que no sélo debe halagar los oidos y estimular las circunvoluciones cerebrales de los especialistas, sino conmover los afectos, es de cambiar a los hombres. Con Ia inteligencia sola se puede a . pero no juzgar—porque el juicio demanda toda la persona humana, visceras comprendidas—. con la inteligencia sola, por aguda y afiladisima que sea, se puede cas- trar, pero no engendrar, Dejemos a Jos franceses curtesianos y malthusianos ese culto exclu sivo a la raz6n razonadora y al racionalismo critico, Acordémonos, in- cluso cuando se trata de comprender, que somos mediterrineos, es decir, de los patses de la palabra victoriosa y del sol triunfante. En nosotros resulta culpable y, peor todavfa, ridiculo, complacerse con el hiclo de Jos pensadores dirticos y vagar por aquellas brumas donde nacen y viven solamente los hiperboreos, 480 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO III Perseverando en tal costumbre, los lectores se aburren, se cansan,. se fastidian y, al final, también ellos se vuelven helados, dejan que iteratura, filosoffa y critica sean, como parece que quieren ser, jergas de conciliébulos y cendculos de mistagogos encerrados en bo- degas. Y ese forzado alejamiento de muchos de la vida del espiritu es un dajio gravisimo para el inmediato porvenir de nuestra civilizacién. A los inteligentes puros, aunque altos, les falta siempre el wltimo piso: el que tiene las ventanas sobre el cielo. NECESIDAD DE LA POESIA De la poesia se podria decir lo que Leonardo escribié de la vida: “Quien no estima la vida, no la merece”. Y son muchos los que no la estiman porque la consideran dafiosa o, en el mejor de los casos, inutil. A éstos, gente “positiva” y, por ello, las mas de las veces, ciega- mente negativa, conviene hablar con franca y exacta claridad. Después del pan de cada dia, de nada tiene tanta necesidad el hom- bre como de la felicidad. Y, de hecho, Ia busca donde puede, en la accién, en la riqueza, en el orgullo, en el estudio, en el amor, ¢ incluso en la fuga y en el delito. No suele encontrarla, o se da cuenta de haberla encontrado cuando ya se le escapa o ha desaparecido, Con mds frecuencia encuentra una exaltacién engafiosa o una distraccién benéfica; suceddneos preciosos, pero mas parecidos al olvido que a Ja felicidad, a En cambio, encuentra también, en esta legitima y tenaz busqueda, infinitos enojos y desilusiones, inquictudes y renuncias, tristezas y tra- in embargo, el hombre siente tener derecho a la felicidad y quiere ser feliz a toda costa, Y no pudiendo casi nunca obtener la ale- gria, se contenta, por desgracia, con Jos placeres, Y hace como aquel que, después de haber deseado Ia gloria det sol, se contentara, dia dia, con encender estopas y cirios, , Alegria es el éxtasis del santo, el entusiasmo del artista, la ¢) tancia del descubridor, la adoracién del enamorado inocente, el tri del héroe y del jefe, la borrachera sin vino del joven, la beatit Ja madre, el confiado abandono de quien ruega y espera, la alegrfa de quien hace o goza Ja poesia, No hace falta decir cudles son los placeres, incluso por de moral y de decencia literai pero bastard que cada uno otros recuerde los amargos despertares, los contratiempos & » 481 efectos maléficos y a veces espantosos; bastard recordar que casi siem- pre son la contrahechura o Ja antitesis de la alegria. Pero el hombre quiere ser feliz y no solamente divertirse. El placer sélo satisface al cuerpo, y por breve tiempo; una alegria pura, calienta e ilumina el alma para siempre, Para aproximarse a la felicidad y hacer mas leve el dolor, hay que buscar, pues, las alegrias y sdlo las alegrias. Por eso hemos de buscar también la poesia. La cual no es, como un vano vulgo piensa, fantaseamiento de vagabundos, inevitable saram- pién de la juventud desocupada, instrumento de tortura escoldstica, ‘© juego cerebral y verbal de algiin hambriento de fama, sino alimento y remedio del espiritu, proveedora de felicidad. Decia Giambattista Marino que la finalidad del poeta es la Mara- villa y tenfa, en pequefia parte, razén al decir que cuando la poesia no es revelacién, es decir, sorpresa y estupor, no es gran poesia, Mayor parte de verdad encerraba en sus palabras otro poeta, Wordsworth, cuando escribié que se proponia “consolar al afligido, dorar su jor- nada con un rayo de sol, y hacer al hombre feliz, siempre més feliz”. Este y no otro, a pesar de ciertas vanidosas soberbias, es el santo oficio del poeta: ser fabricante y distribuidor de felicidad. No sélo no es, pues, aquel vago que ciertos burgueses imaginan, sino tampoco el solitario y, digamos, egoista tejedor de imagenes impensadas y de rit- micas asonancias y disonancias, tal como lo, representan ciertos profe- sores enfriados y enfriantes. El auténtico poeta es un dador de ale- grias puras, es decir, uno de los hombres mds indispensables al vivir humano. El poeta revela las innumerables bellezas del mundo y hace sopor- tar mejor las ofensas y las heridas de la vida, con poco gasto, con poco esfuerzo. La poesia no es, pues, un lujo, un capricho, un superfluo revoloteo sobre la realidad, ornamento tradicional y tedioso de las grandes ocasiones, una especulacién no productiva de ciertos locos vanos, sino el insustituible alimento de toda alma noble, un objeto de primera necesidad, Junto con el pan, el amor, la conciencia tranquiia, la poesia perte- nece a aquellos poquisimos bienes que hacen posible y soportable la vida, Al igual que toda riqueza sustancial, no requicre grandes rique zis para comprarla; al igual que toda riqueza spiritual, puede ser totalmente consumida sin que disminuya o se destruya, Aquel famoso diamante es sdlo tuyo, y sdlo ti gozas de él, o tu mujer; aquel dia mante mds limpido y durable que es una lirica puede ser poseido y gozado, en el mismo momento, por millares o millones de hombres sin perder un solo reflejo de su esplendor, es mis, acaso, incrementin dolo con las refracciones de las felicidades de aquellos que lo con- templan y le aman, El pocta grande no es un parisito, sino un bene- rerint HL 16 482 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO III factor del género humano, tanto si resucita las memorias antiguas, como si ensefia a descubrir las siempre renacientes bellezas del uni- verso, hasta en sus pliegues mas miserables y humildes, 0 si hace volver a flote del alma turbia las virtudes sofocadas y las dulzuras olvidadas, 0 transforma Ia tibieza en heroico furor y la desesperacién en suave melancolia. La religién esté todavia mas arriba, pero si la fe conforta y cancela el dolor, la poesia escancia aquel vino de la alegria que es aumento de vida. La Iglesia recurre siempre a la poesia; a aquella en verso, solamente en las solemnidades mayores, cuando a la plegaria, que es peticién, acompafia el himno, que es agradecimiento y jubilo. Italia tuvo siempre abundancia de poesia, aunque no siempre de igual altura y calidad. Y en el pasado prefirié Ia gran lirica a las for- mas literarias menos robustecedoras, como, por ejemplo, la narrativa. En el siglo x1x, y en especial en su ultimo tercio, la novela salié a competir con la poesia, pero hasta los ultimos tiempos, hasta ayer, Italia tuvo poetas consoladores y de gran voz, voces gallardas y melo- diosas del pueblo mudo. Hoy ya no. Acaso es la primera vez en su historia que Italia no tiene, 0 no reconoce a sus poetas. El tiltimo de sus cantores (y encan- tadores) famosos ha muerto el primero de marzo del afio 1938. Desde hace muchos afios ya no cantaba y hace pocos meses ha desaparecido y. sin embargo, sentimos, hoy mds que antes, la sensacién de la soledad y la opresién del silencio: una ausencia llena de melancolia y al mismo tiempo de remordimiento, No faltan los poetas, pero surge y se afirma en nosotros una extrafia sospecha ; crecen los versificadores, pero mengua el amor por la poesia. Culpa, me temo, de los mismos poetas. Son miles y miles, ahora, entre conocidos, poco conocidos y desconocidos; falta aquel que sepa des- pertar los corazones de esta generacién. El valor, deca Don Abbondio, uno no puede dérsclo a sf mismo; ni tampoco el genio, podrian aiiadir Jos curas de las demasiadas parroquias poéticas peninsula Aquf no hay reproche, sino dolor y deseo, Son muchisimos, dema- siados, los que en las provincias de Malia ensartan palabras, empujin- dolas, sobre el paciente papel, a sonido de pdrrafos y de rimas, Pero la mayorfa, por desgracia, son honestos rumiadores de temas y modos de la poesfa italiana de entre finales del siglo xvut y principios del siglo x1x; los menos, que a pesar de todo son legidn, hacen eco, lo mejor que pueden, 0 lo peor, a las modas y a las formas de la poesia francesa, desde Rimbaud acd, Unos, a veces, tendrian la buena volun- tad de reanudar los temas altos y eternos de la poesia civil, moral y beatificante, pero no tienen aliento, o lo tienen afanoso y corto, Otros, algunas veces, tienen mayor valentia verbal y pasién de novedad, pero escriben en jerga, para ellos mismos y para aquellos poqufsimos corre- ligionarios y adeptos suyos que consiguen reunir entre los amantes, verdaderos o fingidos, del misterio poético. Los primeros son demasiado simples y, al mismo tiempo, estén demasiado envejecidos; los segundos son demasiado inteligentes, pero no tan jévenes como creen. En las obras de aquéllos no se encuentran mas que esquemas y pensamientos, pero pensamientos usados y consu- midos, y por eso no vale la pena leerlas; en las obras de éstos no se encuentra mds que un exquisito capricho de alusiones, apenas ligadas por un aura de pretenciosa magia, y por eso no invitan a la lectura. Los pasados son claros, pero no dicen nada nuevo ni fuerte; los arca- | nos se consumen en decir Jo indecible y en fabular lo inefable, pero no consiguen hacerse entender por la mayoria, al menos hasta hoy. En los primeros sentimos el fastidio del lugar comin; en los segundos, el temor a un aislamiento inhumano, o peor todavia, a una engafiosa infatuacién. Menos ingenio, hijos mfos, y un poco mas de fuego; menos versos yun poco mas de inspiracién; menos imagenes, y una generosidad més cordial. La poesfa debe proporcionar alegria al corazén, mds que ser- vir al taladramiento y complacencia del yo, El poeta no es Narciso, | sino manantial. 4 Entre poetas de imitacién escoldstica, por una parte, y poetas de * metaffsica por otra, no sabemos, ahora, por dénde encon- trard la poesfa italiana salida y nuevas glorias, Pero no nos lamente- mos; no muere y no puede morir; acaso ha renacido ya y, bajo nues- © tros ojos velados, esté resurgiendo. ‘ | CRITICA.—LA CORONA DE PLATA 483 INGENUIDADES SOBRE LA POESIA « La poesfa es una tentativa—conmovedora, aunque no siempre legi- tima—de sustraerse a Jas responsabilidades de Ia culpa antigua, La poesfa intenta reconstruir, en el poeta y en aquellos que se trans- 41, un estado de espiritu edénico, addmico, presatinico, ‘Maneras se tiende a estaabolicién, o remisién provisional, de la . Dice el poetay no'soy yo quien habla, criatura’ Hena de pecado, sino que es un numen el que habla por mi boci, tal vez la misma Divinidad O bien: Yo vuelvo a ver el mundo como en los primeros dias, | antes de la llegada de Ja Serpiente, cuando la naturaleza no habla su- frido todavia por la cafda del hombre, La materia de mi canto es ino- 484 GIOVANNI PAPINI.—OBRAS.—TOMO Il cente; inocente soy yo ahora, ya que sé encontrar y expresar tal ino- cencia. —~ se La gran poesia nace de Ia colaboracién entre un nifio que se mara- villa de todo y un viejo que no se asombra de nada. No dosificacién, mezcla, superposicién, sino sintesis viva sin sepa- racién. Perfecciones de un ojo virgen y matutino que conducen a pensa- mientos de una mente experta en lo absoluto y deseosa de eternidad. Si el nifio estd solo, tenemos un flujo de iridiscencias sonoras sin du- racién ni construccién; si él viejo estd solo, tenemos un encadena- miento discursivo de temas abstractos sin color ni calor. Una perfecta sintonfa en el ver y en el pensar de seres tan diversos (casi opuestos) reunidos en una sola persona, es un acontecimiento que tiene algo de milagroso, y precisamente por eso, la gran poesia aparece tan raramente en el mundo. BF Antes, los poetas eran humildes de una religiosa soberbia: cr Hoy dia no quieren ofr hablar de ayudas extrafias, aunque sean divinas. Se han vuelto conscientes, conocedores, criticos, autocriticos. El poeta no tiene necesidad de nadie, ]o hace todo por si mismo. Aun- que sea cristiano, recusa ser dictado por Dios. Se avergonzaria de escribir lo que le viene, como un don mist 80 y gratuito, dela que | se Ilamaba inspiracién. Se ha vuelto soberbio de una sosnechont apli- mildad. No espera nada de arriba. Su herejfa es el pelagianismo a cado al arte poético. Aquellos poctillas que estén a merced de las iluminaciones, me re- cuerdan, no sé por qué, a los espiritistas que esperan, en la semioscu- ridad rojiza, los golpes del velador o Jos fantasmas de los desencar nados. Pero el pocta es grande y parlante, no es un sondmbulo, y la poesia no se hace con relémpagos de magnesio: nace de la conmocisn del espiritu, pero luego es obra voluntaria de la inteligencia cjecutada a Ia luz de una lampara fija y clara, 4 a et Los fieles de la llamada “poesfa pura” quieren expulsar de 1a lirica cualquier rastro de pensamiento; es decir, precisamente aquella forma es que un Dios hablaba a través de ellos, e incluso los moderno: | esperaban la inspiracion como una especie de revelacién so | =— ~~ i r CRITICA,-. LA CORONA DE PLATA 485 superior del intelecto que distingue al hombre de los animales y lo eleva sobre todo el mundo sensible. Olvidan que los mas antiguos filésofos, en Grecia, expusieron en Verso sus pensamientos sobre el universo, y tampoco se dan cuenta de que, si fuera reconocida justa su sentencia, seria preciso negar el nom- bre de poeta a Lucrecio, a Dante, a Shakespeare, a Goethe, a Leopardi. Las obras ofrecidas hasta el dia de hoy por estos desinfectadores de la poesia no son tales como para hacerme aceptar un tal sacrificio, Tienen razén cuando condenan los concepts versificados y la poesia idascdlica, pero olvidan que Ia alta inspiracién es fuego transfigurador, horno ardiente, rayo transformador. También el pensamiento, cuando esta revivido en la imagen e irrumpe del alma, todo caliente de pasién, puede ser materia de poesia. El poeta es hombre, hombre entero, antes de ser creador de musica verbal y espiritual: ;por qué deberia extirpar de su canto precisamente esa parte de si mismo que constituye el re- flejo mds divino de su humanidad? El pensamiento es dificil; dificilisimo encarnarlo en la poesia au- téntica: no serdn, tal vez, los “potas puros” unos perezosos astutos? Los humeantes poctas a cuentagotas que estin de moda en estos ultimos afios odian a muerte la elocuencia y huyen de ella como si fue- ra el coco. Una bella poesia elocuente, como, por ejemplo, 1 Sepolcri. no es, segtin ellos, poesia, y mucho menos, bella. Tampoco sobre este punto han inventado nada: obedecen a la orden ya vieja del amante de Rimbaud: Prends I'éloquence et tords-lui le cou. Que Io hagan, si lo consiguen. Pero, si su cerebro de vacaciones si- gue siendo capaz de Ia virtud latina de distinguir, yo quisiera invitarlos una vez mds a entender la profunda diferencia, sustancial, perceptible, a que hay entre Ja retérica convencional, coagulada, y entre el énfasis, casi puramente vocal, y la elocuencia; entre el vivacartagenismo de los falsos y de los ruines, y la verdadera, la bella, Ia audaz, la conmovida, Ja sagrada elocuencia. Si la poesia y la elocuencia quieren conmover y mover a los hom- bres, {puede pensarse que deban estar separadas y ser enemigas? Cuando la clocuencia pura ¢ hirviente brota espontinea del alma apasionada, estamos en el orden supremo del arte, 0 sea, en la poesia Y algunas poestas que, a fuerza de batir las alas hacia las alturas, no pueden contentarse con exhibir sensaciones pequefias ¢ imigenes mez- quinas, son forzosamente elocuentes. Quien esté helado por dentro y no tiene nada viril que ensedar y expresar, no es capaz de elocuencia ni puede entenderla, por fuerza li 486 GIOVANNI PAPINI.-OBRAS.—TOMO IIL odia y la condena, Pero nunca estaré dicho, mientras vivan espiritus gencroses y cilidos, que los frigidos, los indiferentes y los cerebrales tengan que dictar las leyes sobre lo que es licito 0 esta vedado en ma- teria de poesia, En este modernisimo almacenamiento poético existe el desdén por lo facil, que en muchos se convierte en supersticién de lo dificil. Pero este concepto, puramente prictico, de la facilidad y de la difi cultad, no tiene nada que ver con el valor esencial de la poesia, de cualquier forma que se entienda. Una lirica brotada por gracia en pocos minutos de inesperada feli cidad creadora, puede ser, a despecho de toda cavilacién critica, bas- tante mds bella que un pocma fabricado palabra por palabra, verso por verso, durante afios y afios, por la industriosa paciencia de un engastador de silabas. Una poesia simple, aprehensible, limpidisima, incluso cantable, no vale menos, si es verdaderamente poesia, que una obra maestra del hermetismo a punta de lanza para Jos dgapes secretos de los afiliados. En suma, hay poesias improvisadas que son bellas, poesias impro- visadas que son feas o estipidas; poesfas destiladas que no valen medio comino; poesias destiladas que son grandes y perfectas; poesias claras que no saben a nada; poesias claras que son un milagro de eterna frescura; poesfas oscuras que son estafas y trucos de charla- tanes ambiciosos; poesias oscurisimas que, una vez descifradas y com- prendidas, nos abren nuevos mundos de intelectual belleza. Facil y dificil: medidas escoldsticas, datos exteriores. No tenerlas nunca en cuenta cuando se hable en serio de poesia. ed Los romAnticos la tomaron con el intelectualismo clasicista y reivin- dicaron la supremacia del sentimiento; después vino la moda de la sensacién y la sensibilidad; ahora se quiere expulsar sentimiento y sensacién para confiarse a una especie de metafisica, a una critica con- ciencia. Pero cualquier ostracismo es mutilacién de la poesfa, Con el pre- texto del abstractismo no se debe desterrar el pensamiento; con ka excusa del sentimentalismo no se debe desahuciar el sei Ato; ni como reaccién al fragmentarismo naturalistico debe excluirse a la natu raleza. El poeta ¢s todo el hombre, siempre, y no debe renegar de nin- guna parte de si mismo, Y la gran poesia se crea como el Perseo de Cellini: metiendo dentro de ella un poco de todo 6 4 » CRITICA\—LA CORONA DE PLATA 487 4 a ee \ » La unidad la da cl fuego interior que incendia cl alma entera del poeta, o deberfa incendiarla. Quien no Ileve esta Hama, quien se aver- ’ gilence del entusiasmo y del furor, que versifique sonctos parnasianos © logogrifos, que escriba poéticas y estéticas, pero que no pretenda Ss creer que ¢s un pocta, poesia exige todo el ser, todas las potencias del espiritu (y tam- bién, en un cierto sentido, del cuerpo), pero es necesario que estén en el punto de la incandescencia. Y entonces el pensamiento no estar4 os- eurecido por el impetu de la pasién, ni el chorro del sentimiento en- friado por el conocimiento. En poesia falta todo aunque sdélo falte una cosa. APARICIONES DE POETAS *¢ ge En noviembre o diciembre: no me acuerdo bien. Uno de aquellos ‘ domingos desiertos, silenciosos y. oscuros en que parece que se acu- mule todo el cansancio de los dias de trabajo, toda la chorreante debi- lidad del invierno. Sobre las dos o las tres, en Borgognissanti, a la hora en que los dias de fiesta todo el mundo mastica o dormita, la calle larga, con las tiendas atrancadas, los portales cerrados, los escaparates cubiertos, parecia mas larga, mds triste, ms solitaria. Solamente en las desembocaduras de las calles transversales se asomaba un poco de sol, velado por la niebla, que se dirigia hacia la desembocadura del Arno. Yo, un nifio de tal vez siete afios, caminaba de mala gana y contra mi voluntad, junto a mi padre, que me Ilevaba, como todos los domin- gos, a'callar al campo. Ni el soplo de un alma en toda la calle, Pero de repente aparecié un vejete mal vestido y un poco encorvado, que Hevaba bajo cl brazo un paquete de papeles. Apenas nos vid, vino di- rectamente hacia nosotros y entregé a mi padre uno de aquellos pape- Jes. Pap& lo miré un momento y sonrid, luego, conociendo mi pueril cia por el papel impreso, me lo pasé. Era una octavilla de una edicién popular, por entregas, de la Gerusalemme liber medio de la hoja un borroso grabado en madera mos- traba aun Caballero alto y seco, con perilla, vestido como hoy dia sélo . visten los tenores, con el brazo derecho levantado hacia un grupo de damas pomposamente adornadas, que le escuchaban sonriendo, Era, 5 como papd me ensefid, Torcuato Tasso, que recitaba su poema a las . princesas de Ferra: Guardé aquella hoja durante muchos afos, y no sabria decir de qué “Tr 488 GIOVANNI PAPINI.--OBRAS. -TOMO IIL manera, en mi ntil fantasia se formd y fijé una triunfal imagen del poeta: el hombre que encanta con discursos rimados a las sirenas y a las venus del gran mundo. Cuando, afos después, lei la verdadera vida de Tasso y supe lo descompuesta y maltratada que fué, la imagen se oscurecié; aquel dia, para él, habia sido una isla de sol en medio de un mar sombrio ¢ infernal. Mas tarde vino a mi encuentro otro espectdculo; Dante peregrino, bajito y encorvado, vestido de rojo como un cardenal laico, que subia, con la cabeza gacha, pero lanzando una ojeada en mi direccién, los altos escalones de piedra del palacio de Cangrande, en busca de un plato y de una cama. La exaltacién que me habia metido en la sangre Tasso se volvid, aquel dia, vergiienza y rabia. {Un poeta, el mds sacro- santo poeta de Italia, reducido a llevar una vida tan triste? ~Cémo, por qué no es ya el encantador, el adorado, el potente? i Y la cosa no habia terminado. Hoy dia, con més afios y petulancia, te veo, condesito Giacomo, - assiso Sul conscio letto, dolorosamente Alla fioca lucerna poetando (1). Y esta funebre vifieta no fué nada de mi gusto. La poesia, decia orgullosamente dentro de mi al desconsolado giboso, no se escribe en Ja cama y de noche, sino en pie, en las cimas de los montes, entre las selvas agigantadas por los aquilones. Ni se poetiza a la luz, débil por afiadidura, de un candil de aceite, sino bajo las flechas de oro del sol ©, si acaso, a la blanca explosién de los relampagos. Si no, salen ver- sos que huclen a torcida o a moco de vela, como sucede con dema- siada frecuencia en Italia. Y, por favor, {de qué misterios era confi- el “consciente lecho”? Y luego, {por qué poetizar, El poeta creador esta siempre alegre, aunque cante el deseo o Ja voluptuosidad de la muerte: el canto es afirmacién de vida, incluso entre las tumbas, como ensefa Foscolo, Y con Foscolo, que poctizaba en las villas florentinas y londinenses en familiar vecindad de mujeres bellas, o por lo menos agradables, volvia con Ja imaginacién al declamante Tasso, {Pero esti bien que los poetas, criaturas divinas, usen la poesia para solaz de las seioras? Me parecia ver al abate Trapassi o al quejumbroso Aleardi, 0 al pri cipe Gabriele, dedicados a leer poesias a las mujeres preciosas, senti- mentales © sensuales, con guardainfante © crinolina, y, digo la verdad, Sentado sobre la consciente cama, poctizando dol “i amente a (la luz dely debit candil ——— ——— —_ CRITICA. —LA CORONA DE PLATA 49 me daban rabia, El pocta, ya sea artesano o nifio, nunca debe ser un doncel reverenciante ni un mimo que se exhiba. Veo mis bien a Niccolo Macchiavelli, poeta de la historia y de la politica, encerrado en su cuarto de Albergaccio, con vestidos reales y curiales, pero torvo en su mogdlica cara y que muerde—por lo menos, en el cuadro de Ussi—la pluma de oca con la que escribird la ultima pagina del Principe, afanosamente bella, como un toque de trompa er medio de un incendio. © sigamos los pasos del conde Alfieri, que, lentamente, va hacia el solitario arenal del Arno, vestido de negro de la cabeza a los pies, como un acompafiante de exequias, y creen que esté rumiando algiin asacteamiento despoticida y en cambio repasa mentalmente un canto de Virgilio o dibuja, para é1, el collar de caballero de Homero. Y cuando esta mds enojado y afligido, quiere decir que piensa en Italia y que por ella se encoleriza y sufre. Pero seguidle durante unos minutos, y veréis cémo vuelve la serenidad a sus ojos y la sonrisa a sus labios: el poeta descubre ahora a la Italia grande que vendrd, la Italia profetizada y preparada por él. 3 Bella, rica, divina es la poesfa italiana. Para mi, digan los ultra- montanos lo que les parezca, es la primera del mundo. No la mds ale- gre, ni la que haya dado extraordinariamente grandes satisfacciones a sus files. Estd, dicen, Petrarca, que sube al Campidoglio para recibir un poco de laurel y, por un instante al menos, se olvida de Laura y de las vulgares inezie, y sale a su encuentro el triste rostro de Escipién y el casto aspecto de Virgilio; esté Bojardo, que hace sonar y repicar las campanas de su castillo; esté Manzoni, el viejo de cabellos blancos y vestido negro que, del brazo de Lord Camillo di Cavour, se ve per- seguido y ensordecido por las palmas batientes de los senadores del Reino; esté el achacoso leén Giosué, que recibe de las manos del barén gueco el premio Nobel y menea su gris cabeza y piensa, acaso, en as mafianas de verano junto al mar o en Ia fuga de los gorriones de los cipresales batidos. Pero, en todas Jas maneras y en todas las actitudes y fondos, mis poctas me parecen Jamentables y admirables, Una grave tristeza, imposible de desarraigar y nunca vencida, acom- pafaba al hijo de Petracco el dfa de su coronacién romana; ta feli- cidad del Corinto y la alegria de la Nencia no hacen olvidar la negra mascara altcrada de Lorenzo el Magnilico; y no se dirfa que es el ahorcador de todos los locos hipogrifos aquel meditabundo servidor de los Estensi que espolea la mula por los caminos muleros de la Car- fagnana; y Giambattista Marino, con aquella cara bigotuda y aperi- 490 GIOVANNI PAPINI.--OBRAS.—TOMO IIT Hada de Don Quijote agriado, parece cualquier cosa menos feliz; y no tenia el corazén alegre cuanto podia hacer sospechar su rostro, en los jardines de Schoenbrunn, Metastasio, mientras que en la cara joven y ya surcada de Giuseppe Parini est pintada una indignacién que pa- rece dolor y quema mis que el dolor, 4 iLos abandonaremos? {Los dejaremos solos? Parece que estén todos en torno mio, con sus caras empalidecidas y gastadas por el tiempo y el sepulcro; todos ellos, desde el Guido florentino, consumido por las fiebres, al Guido torinés, destruido por la tisis; desde el mal afamado Angiolieri, sienés loco, al aspero, pero potente sienés Tizzi; desde el encarcelado Jacopone al sepultado vivo Campana. Yo pongo ante mis desgraciados ojos cansados sus gruesos lentes, y los reconozco uno a uno, y casi siento pudor de estar todavia vivo, yo, que valgo mucho menos que ellos, y al mirarlos siento una cierta rabia inmanifestable de no ser capaz de cosas mayores. Por su huma- nidad se dan cuenta de estas melancolfas, ya que a los muertos nada esté vedado, y parecen querer consolarme, ya que en los muertos esté muerta toda envidia. El poeta, parece que digan, no es el desvariador recitativo, ni el co- mevientos entre las tempestades, ni el mendigo de pan demasiado sala- do, ni el artesano en mangas de camisa, ni el nifio que balbuce por el largo silencio, ni el legislador del mundo, ni el profeta de los pueblos. También él es un pobre hombre que sufre y goza a sus horas, y, cuan- to més goza, mds sufre; un trabajador que ningun duefio vigila; un vagabundo que crea cosas intitiles, mds necesarias, algunos dias, que el pan; un rico que debe, tal vez, tender la mano; un infeliz que ya desde 1a tierra participa del juibilo de los angeles, No es sagrado como el sacerdote, no es fuerte como el soldado, no es soberbio como el fild- sofo, no le obedecen como al politico, no es perseguido y venerado como el santo, pero puede estar con ellos y ninguno de ellos puede prescindir de él, y todos le buscan y le aman, No desertes de tu pues- to; no te sonrojes de tu arte fuiste Hamado a este martirio y a esta alegrla, es sefial de que Dios quiere algo de ti. Oigo, como en suchios, estas palabras y, conmovido por tanta bon- dad, me acuerdo de ml, palido, rubio y asombrado, tal como era en aquel lejanfsimo dfa del siglo pasado; vuelvo a ver a mi padre muerto y junto a él a aquel nifo, también to, y NO consigo seguir escu- chando y no quiero escribir mas.

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