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LA IMITACION DEL PADRE NOTA PRELIMINAR L aiio 1937 Papini fué nombrado académico de Italia (la Acade- mia italiana tenia sélo ocho afios de existencia—fué fundada en 1929—, y hoy dia ya no existe) y presidente del Instituto de Estu- dios sobre el Renacimiento de Florencia, cargos ambos a los que el autor se entregd con su tipico ardor, exagerado para muchos y que a parecia simplemente correcto. in del padre, aparecida en 1942, es un conjunto de estu- ‘ el Renacimiento que demuesiran la capacidad de Papini para los cargos a que fué elevado, Este libro comprende la historia literaria ¢ intelectual italiana desde el afio 1228 (nacimiento de Jaco- pone da Todi) hasta finales del Renacimiento, y proporciona una su- gerente e interesante interpretacién de estos gloriosos siglos italianos. PREFACIO 1 STAMOS en seguida de acuerdo en que la presente coleccién de es- critos dispersos no puede y no quiere ser una obra de conjunto sobre el Renacimiento. Pero también es cierto que alguno de estos capitulos—especialmente el primero y el tiltimo—proponen y exponen algun concepto nuevo para la interpretacién del Renacimiento y po- drian servir de huella y de encaminamiento para una obra mas analiti- ca y extensa. Tanto es asf, que el primero de estos ensayos—Pensamientos sobre el Renacimiento (1937)—fué traducido a varias lenguas, y desde el momento de su aparicién provocé discusiones y comentarios en Ita- lia y fuera de Italia. El Ultimo ensayo—El Renacimiento en el curso de la civilizacién europea (1942)—es, a mi parecer, todavia més importante, porque por primera vez, creo, se sittia y define el Renacimiento en una especie de filosofia de la historia espiritual que sefiala y ordena, en pocas pagi nas, veinticinco siglos de civilizacién. 1206 GIOVANNI PAPINL- OBRAS. TOMO IIE La distincion entre civilizaciones unificantes ¢ imegrales y civiliza- ciones disociantes y extremistas, insinuada en este ensayo, y la histo- ria de su necesario alternarse en la cultura europea, permitirian la previsién de un cambio préximo, del advenimiento de una nueva fase y florecimiento del espiritu italiano. Es decir, el Renacimiento no seria solamente tema de teorias y de investigaciones, sino presa- gio y comienzo de un nuevo desarrollo de nuestra cultura; no sola- mente estudio de un gran pasado, sino estudio para una renovacion mas consciente de la edad presente. Llamada a los vivos, en suma, y no solamente resurreccién de los muertos, 2 a También otros ensayos consideran el problema general del Rena- cimiento, sus limites cronolégicos. su diferencia de movimientos se- mejantes. mientras que otros discurren sobre algunas grandes figuras de aquellos grandes siglos: Erasmo. Leonardo, los Médicis. Guicciar- dini. Miguel Angel. No lo hubiera reeditado aqui si no pensara que también en estos capitulos—obra de artista bastante mds que de eru- dito—hay algo de personal y de original, alguna sugerencia util para una mejor inteligencia de las obras y de los hombres. Siento solamente no haber podido dedicar al Renacimiento ma- yores trabajos y mas tiempo, como la alta y atrayente materia mere- ceria. Pero aquellos que no me quieren mal—esperamos que sea la mayoria—saben que el planteamiento de un nuevo libro de gran masa y. por desgracia, mi semiceguera han cortado las alas a ese deseo mio. Y confio en que no pondran mala cara a estos pocos fragmentos don- de hay. sin embargo, algtin pensamiento no del todo intitil para quien quiera entender el sentido y el valor del Renacimiento italiano. E! titulo de este volumen no tiene necesidad. creo, de particular justificacién: alude elipticamente a mi concepto fundamental del Re- nacimiento, tal como aparece sobre todo en los primeros capitulos. Séame permitido solamente recordar que la imitacién del Padre —del Creador del universo—esté ordenada a los cristianos por Cristo mis- mo: Estote ergo vos perfecti, sicut et Pater vester caelestis perfectus est (Mateo, V, 48), . GIOVANNE Papine F 7 APOLOGIAS. -LA IMIFACION DEL PADRE 1207 tat? PENSAMIENTOS SOBRE El. RENACIMIENTO Para entender el significado del Renacimiento es forzoso confron- r Vila edad que le precede y con la que le sigue. ‘La Historia es un vasto rio que siempre corre, sin interrupciones ni salt pero nos vemos obligados, para mejor recordarla y ensefarla, a dividir el gran curso fluyente en estanques y canales. Por eso se encuentran en el mds medieval medievo algunos carac- res que, se luego mas evidentes, parecicron, a historiadores ntos propios del Renacimiento; y no seria dificil en la Edad Moderna, a veces atenuados, a veces emergen- ‘tes, Tasgos que a alguien parecieron las sefias mas claras del Renaci- miento. Pero como todos sentimos y vemos esta época de nuestra civili- zacién como distinta de aquella que en parte la prepara y de aquella queen parte la continua, debemos encontrar lo que es propio del Renacimiento y sélo del Renacimiento. A mf me parece que el secreto del Renacimiento y de su grande- za est4 en la reconciliacién del hombre consigo mismo y en su diri- girse a Dios por nuevos caminos. En la Edad Media, el hombre estaba casi anulado por Dit en la Edad Moderna, Dios esta casi abolido con respecto al hombre. En el Renacimiento, el hombre vuelve al lado de Dios, reconquista su divina y terrestre dignidad; se convierte, en un cierto sentido, en co- laborador de Dios. En la alta Edad Media, cl hombre no era mds que un dtomo es- piritual destinado a ahogarse en Dios. Dios era el sélo y tinico exis- tente, y toda la vida tendia hacia Dios. La palabra predilecta y con- clusiva de los monjes, de los anacoretas, de los misticos, de los mora- listas, de los santos, era aniquilacién. La vida perfecta del hombre se reducia a la progresiva supresién de si mismo. 4 literatura consistia en manuales ascéticos, en vidas de beatos, en comentarios a las Exscrituray, en itinerarios hacia Dios, en sumas tcoldgicas. La épica cantaba a los defensores de la fe y a los busca- dores de la sangre de Cristo; incluso la poesia amorosa solia pare- cer una gufa espiritual para la adoracién de criaturas sobrehumanas y casi desencarnadas para mejor conducir al ciclo a los amantes, El 1208 arte estaba Hamado, mas que nada, a representar la majestad hierdtca del Rey del universo y de la Madre de Dios, y, todo lo mis, de al gunos de sus privilegiados y transfigurados. secuaces, Los adversarios del Cristianismo—y los hubo y los hay entre los estudiosos del Renacimiento—imaginan, por ignorancia o segundas intenciones, que ¢sc es el Cristianismo auténtico y perfecto, el unico Cristianismo legitimo, Pero quien conoce los dos Testamentos y los. mas antiguos padres de la Iglesia sabe perfectamente que se trata, en cambio. de una extrema y particular concepcién del Cristianismo que se afirmé después de las invasiones barbaras y que pudo pare- cer, por lo menos en algunos rasgos, incluso anticristiana. En los Salmos esta dicho que los hombres. son casi dioses Sap Pedro proclamaba que los hombres juzgardn incluso a los 4n algunos padres hay la promesa y la teorfa de la necesaria deificacién del hombre. La Encarnacién no solamente es rescate del pecado, sino también, al mismo tiempo, magnificacién de la forma y de la dignidad del hombre. El cuerpo humano, que fué modelado por la primera Perso- na y con el que se vistié la segunda Persona, no es despojo oprobioso al que debamos flagelar, martirizar y odiar, como ensefié, el monaquis- mo oriental, sino templo sagrado de un espiritu hecho a imagen de Dios. vestido de un alma destinada a llegar a ser divina de nuevo. Tanto es asi, que Jesus iba gustoso a los banquetes, amaba la Na- turaleza, no desdefiaba el vino y los perfumes, y criticaba las osten- taciones de los ayunadores, Su mis perfecto imitador, San Francisco de Asis, volverd:a encon- war, siguiendo su ejemplo, el amor por las criaturas y por la admi- rable belleza de lo creado, y precisamente en él, Thode, en un libro eélebre, hace comenzar la aurora del Renacimiento. El Cristianismo medieval se habia vuelto inhumano por culpa de Ja gnosis helenjstica, del monaquismo oriental y del misticismo nérdico. Correspondia a Italia—tierra prometida de la armonfa—encontrar la serena humanidad del Evangelio y la franca naturalidad del Anti- guo Testamento. Entre el Bizancio iconoclasta y el Norte masoquista, Italia reivindicéd los derechos de las imagenes y de las alegrias; es decir, la divina integralidad de los creadores. El gran descubrimiento del Renacimiento italiano fué, pues, éste restituir al hombre sus derechos y su plena herencia, a todo el hom- bre, y no solamente al silogizante y al contemplativo. Pero fué, mirdéndolo bien, un redescubrimiento cristiano mas que wn retorno al paganismo, Durante los siglos mas oscuros de la Edad Media se habia nega demasiado el hombre en provecho de Dios; en el Renacimiento, 1 hombre se afirma y resurge; pero no como antagonista de Dios. ino como unido a Dios, como intérprete y" depresentante de Dios, mo participe de la divinidad. El secreto de la grandeza del Renacimiento consiste precisamente haber reunido de nuevo lo que nunca deberfa’ haber separado: ios y el hombre, cl Dios que se hizo hombre y el hombre que Ile- ra a ser Dios. El hombre no es concebible sin Dios; pero Dios mismo, en cuan- to Creador y Redentor, no ha querido estar separado de la Huma- nidad. El Renacimiento hace eco, a su manera, a la Encarnacién: carne y espiritu, hombre y Dios estén unidos y concordes. Quien lea con atencién el famoso himno al hombre de Marsilio Ficino, advertiré que para nuestro platénico cristiano la grandeza del hombre esté siempre unida a la grandeza de Dios, y de ésta extrae su principio ¥ derecho (1), En el Renacimiento vuelve, como afirman los paganizan- tes. el hombre a su plenitud y a su gloria: pero no para sustituir a Dios y para renegar del Cristianismo. Este milagroso equilibrio entre lo humano y lo divino no siempre fué perfecto y estable; en algunos hombres parecié que la restaura- cién del hombre amenazara el ideal cristiano y la autoridad de la Re- velaci6n; pero todos los grandes creadores del Renacimiento, de Pe- trarca a Miguel Angel, fueron espiritus profundamente religiosos, que amaron la belleza de las criaturas y del universo, pero tuvieron vivo y casi tragico el sentido del pecado y el temor a la divinidad. La alta Edad Media fué teocéntrica; la Edad Moderna es atea y egocéntrica; en medio de una y otra el Renacimiento ha conocido la felicidad creadora y la fecunda perfeccién, porque es tedndrico. Ha- bia una mutilacién, y él ha reconstitufdo la unidad: el premio fué el esplendor del genio. El gran error, mejor, la maxima culpa, es la separacién de las pa- rejas necesarias. El renacimiento rehuye las mutilaciones y ha inten- tado reinteerar lo que habia sido expulsado, reunir lo que habia sido % dividido, Y, en efecto, uno de los caracteres mas evidentes del Renacimien- . to es su tendencia a la totalidad, a la sintesis. Con Ficino ha querido volver a hermanar cristianismo y platonismo; con Bessaione, re- unir Oriente y Occidente; con Vittorino da Feltre ha buscado que (1) Véaxe la confirmacién de esto on la plaénicn y ficiniana Oruzione a Dio cave cierra ta Alrercarione de Lorenzo de Medicis: "¥ el hombre, factura tuya ma- ravilloyay—que1u nombre santo quiere y adora.”” Bn dos versoy los dos conceptos unidos® ‘Ia grandeza (maravillosa) del hombre y su devoeién (adorantey a Dios 1210 GIOVANNI PAPINI, OBRAS. TOMO UL Ja cultura det cuerpo acompanara a ta cultura del espiritu, el es de los clisicos a las meditaciones y ceremonias cristianas; en la pin tura ha enlazado cl hombre al espacio y a la Naturaleza, en la es- cultura ha sabido unir la perfeccién plastica de los griegos con el pathos cristiano, y ha conseguido conciliar en la vida, por lo menos en algunas almas, lo que de sano y viril habia en el paganismo con Ja sobrehumana caridad del Cristianismo. También los amados hombres universales del Renacimiento, que quieren saberlo todo y ser todo, son prueba de este amor a la unitaria totalidad que es la verdadera alma de aquel tiempo misterioso y mi- lagroso, El Renacimiento puede definirse, desde este punto de vista, como Ja restauracién del hombre sin la extromisién de 5 fe Esas edades que intentan, suprimir el, hombre =conOlat edad Me dia—o suprimir a Dios—como nuestro tiempo—son épocas de bar- barie y de decadencia. El Renacimiento, que supo, por lo menos en sus més altas cimas, restablecer aquella humana y divina humanidad, y fué cristiano sin deshumanizacién y moderno sin titanismo, pudo crear, precisamente gracias a esa terrestre y celeste conjuncién, una. de las mds refulgentes ci jones que el mundo ha visto. 2 La civilizacién teocéntrica y racionalista de la Edad Media habi« dado ya, a mediados del siglo x1v, sus mayores y mejores frutos: liri- « sacra, tratados misticos, catedrales géticas, sumas filosdficas. .. Comenzaba a dar muestras de cansancio: la poesia religiosa de- caia en la versificacién convencional: el misticismo desembocaba en el egocentrismo y en la herejia; el gético degeneraba en el barro- quismo del flamigero; la escoléstica estaba convirtiéndose en un juego de sutilezas dialécticas. Para renovar la vida del espfritu, para volver a dar sustancia al pensamiento y frescura al arte, era necesario recurrir a aquellas fa- cultades del alma y a aquellas virtudes del ingenio que en la Edad Media habian sido. si no precisamente reprimidas 0 suprimidas, con- sideradas inferiores, superfluas. sospechosas y peligrosas: el orden cl- sico. la sensualidad del sonido y del color, el genio plistico, la cu- riosidad estética y cientifica por el detalle sensible, por la realidad tangible y visible. En la Edad Media habian dominado los racionalistas, los intelec- tuales, los abstractos, los verbulistas. Metafisicos escoldsticos y con- templadores misticos estaban de acuerdo en querer olvidar, aunque fuera suprimir, los datos de la sensacién cotidiana, las formas corpé- APOL OGIAS. LA IMITAC TON | C reas del mundo, Contaba solamente el yo: el yo raciocinante 0 el yo ico. EL hombre estaba reducido a puro espiritu, que, después de haber negado ta carne. i i en Dios: el universo, en la mente de los escoldsticos, era ya una -espectral maquina de conceptos, de signos. de entidades, de simbolos rhales, Mientras este prevalecimiento del intelecto habsa dado consuclo ~y obras maestras, la reaccién de las naturalezas poéticas y plasticas fué moderada y conciliadora, Pero cuando las potencias creadoras vi- nieron a menos; cuando la mfstica se convirtié en cerebral prolijidad, y la ascética en frigida y mecinica predicacién, y la escoldstica en torneo de frailes partidores de cabellos, mas instigadora de escepti- cismo que socorredora de fe, las nuevas generaciones—sobre todo y ante todo en [talia—se levantaron contra aquella evaporacién del mundo, contra aquella desecacién del espiritu, contra aquel empobre- cimiento de la vida. Y recurrieron, como era necesario y natural, a las cualidades con- trarias, a aquellas hasta entonces sacrificadas y mortificadas. Donde la inteligencia abstracta ha fracasado, probemos con la imaginacién y la observacién. Sustituyamos la dialéctica por la creacién’ plastica ; la busqueda de lo divino a través de las quintaesencias conceptuales por la busqueda de Dios a través de la reconquista y transfiguracién de la Naturaleza, obra de Dios al igual que del intelecto agente. En toda época coexisten familias opuestas de espiritus humanos, pero en toda época una o dos de ellas predomina; el paso de una edad a otra esta marcado también por la sucesién de una a otra fa- milia, por la transmisién de la hegemonja. Asi sucedié al terminar la Edad Media. El Renacimiento es el desquite de los poetas sobre los fildsofos (1), _ © de los fantisticos sobre los racionalistas, de los descubridores ¢ inda- gadores de la creacién sobre los contemplativos del puro mundo in- terior o légico. de los naturalistas contra los silogizantes; en suma, de los artistas contra los abstractos, El arte, como transfiguracién estética del mundo, y la ciencia, como descripcién y explicacién del mundo visible, son, en efecto. jas actividades espirituales que dominan el Re iento. Descubrimiento, pues, de la Naturaleza y del hombre, de acuerdo, Pero este descubrimicnto no significé en absoluto negacién u olvido de Dios, como pretenden—con extraio pero significative acuerdo (1) Se hab Jadero reinado cf final del Re . pero en ccalidad el ve finales det siglo xvi ee “OBRAS. TOMO If i212 GIOVANNI PAPINI Jos positivistas alucinados por las nostalgias paganas y aquellos idea~ listas que entrevén prematuras afirmaciones del yo orgullosa 0 in- conscientemente liberado del Dios cristiano. 3 Burckhardt y Burdach son los nombres sefialados en las dos tesis opuestas sobre cl Renacimiento. Si cs renacimiento—piensan los dos alemanes—, algo debe resurgir; es decir, volver a nueva vida. Pero estdn desacordes resueltamente respecto a la naturaleza de lo que en aquel tiempo vuelve a nacer. iRenace la antigliedad o renace, en cambio, el Cristianismo? Tesis extremas y, por tanto, simplistas, exager for ‘ slo en parte pueden corresponder a la complicacién de 1a. a humana e histérica, El Renacimiento es confluencia de cursos espiri- tuales que se entrecruzan y mezclan de tal forma que no puede ser reducido ni al redescubrimiento y rescate del individuo, en sentido paganizante, ni al retorno a la idea de renovatio del espiritu y de la humanidad, en sentido cristiano. El Renacimiento es también naci- miento y, por tanto, a la vez, continuacién y novedad; es mds: es el desarrollo y crisis de un viviente bastante mds que resurreccién de muertos. La antigiledad no haba estado nunca enteramente muerta, y mucho menos olvidada; podia volver a ocupar uno de los primeros lugares en la formacién del hombre culto, ser mejor explorada y comprendida; pero no, si queremos respetar la propiedad de los vo- cablos, resucitar o resurgir. Al Occidente cristiano nunca le ha falta- do—en mayor o menor medida—la luz de los clasicos antiguos. Tampoco se puede decir, por otra parte, que el Cristianismo, en el siglo xiv © Xv, tuviese necesidad de un segundo nacimiento. Estaba vulnerado—como en los primeros siglos—por las divisiones y las he- rejias; la corrupcidn del clero y la tibieza de los fieles iban acompa- filadas, como en los siglos anteriores, de reminiscencias de devociones populares, de fervor mistico y de santidad elocuente y heroica. El Cristianismo es renovatio, pero perenne y cotidiana renovatio del hombre y de la Iglesia; y si no fuera asi, estaria muerto desde el siglo 1 y sin esperanza de resurreccién. El suefio joaquinista, en el siglo xu; la fundacién de las Ordenes mendicantes del xi, el mo- vimiento de los espirituales en el x1Vv, son sefiales y sintomas de la renovatio cristiana, pero no bastan verdaderamente para explicar el origen y la esencia del Renacimiento. El hombre vuelve, en aquel tiempo, a afirmar su libertad y su dignidad, y vuelve a reaparecer el esplendor de la Naturaleza subli- mada por el arte; pero no por esto se olvida, desprecia, niega a (he a

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