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25/09/2012

Materia

Civil y Comercial

Revista

Civil y Comercial

Número

216

Tribunal

Cám. en lo Civ. y Com. de Tucumán - Sala II (Prov. de Tucumán)

Resolución

Carátula

Andrés, José c. Sucesión de Barbieri, María Úrsula s/ Prescripción adquisitiva.

Titulo

USUCAPIÓN. LEGITIMACIÓN ACTIVA. Hijo del usufructuario. Interversión del título de la posesión de su progenitor.
Improcedencia. Rechazo de la demanda.

Descripción

El Caso: En primera instancia se rechazó la demanda de usucapión deducida por el hijo de la usufructuaria fallecida
porque no se acreditó debidamente la posesión por el término de ley. El actor dedujo recurso de apelación contra el
pronunciamiento. La Alzada finalmente confirmó el fallo recurrido.

1. Si el actor al momento de su nacimiento entró a ocupar el inmueble cuya adquisición por prescripción pretende como
hijo del usufructuario, quien en su condición de tal y como representante del entonces menor de edad, reconocía en
otro la posesión del bien, es dable concluir que no medió interversión del título de su posesión, sino hasta la
interposición de la demanda, motivo por el cual no ha demostrado los extremos exigidos por el art. 4015 del Código
Civil.

2. “Existe un principio referente a la inmutablidad de la causa posesoria que, si bien no impide que la causa pueda
transformarse en determinadas circunstancias, lo que prohíbe es que pueda intervertirse el título ‘por sí mismo’ o ‘por
el transcurso del tiempo’. El art. 2353 del Código Civil no permite el cambio de la relación posesoria por la ‘propia
voluntad’ del sujeto a menos que esa voluntad se exprese por actos exteriores y que produzcan el efecto de excluir al
poseedor (art. 2458, CC). Será necesario por tanto, privar de la posesión al otro, negándole o desconociéndole todo
derecho sobre la cosa, impidiéndole su ejercicio, etc., para que pueda decirse ‘intervirtió’ su título para pasar a ejercer la
posesión con ánimo de dueño” (Cám. Civ. y Com. Tucumán, 30/5/90, “Zelema, José Amado vs. Julia del Carmen
Bazzanella s/ Reivindicación”).

Cám. Civ. y Com. Común Tucumán, Sala II, 25/9/12, “Andrés, José c. Sucesión de Barbieri, María Úrsula s/ Prescripción
adquisitiva

¿Es ajustada a derecho la sentencia apelada?; ¿qué pronunciamiento corresponde dictar?

A la primera cuestión, el Sr. Vocal Benjamín Moisá dijo:

1. Por sentencia de fecha 29 de octubre de 2007 (fs. 788/789), el Sr. Juez de Primera Instancia decide no hacer lugar a la
demanda por prescripción adquisitiva interpuesta por José Andrés contra la Sucesión de María Úrsula Barbieri de
Andrés. Asimismo, impone costas y reserva pronunciamiento sobre honorarios.

2. Contra tal resolución, plantea recurso de apelación la parte actora a fs. 798, expresando agravios a fs. 810/813, los
cuales son contestados por la codemandada Antonia Aída Andrés a fs. 816/vta., quien solicita la confirmación de la
sentencia recurrida por las razones a las que brevitatis causae me remito. A fs. 823, la codemandada María Enriqueta
Andrés ratifica su allanamiento a la demanda, como así también a la pretensión recursiva, solicitando costas por su
orden. El resto de los codemandados, no obstante haber sido notificados, no contestaron el traslado de los agravios,
según resulta del informe actuarial de fs. 835. Firme los llamamientos de fs. 835 y 846, los autos quedan en estado para
dictar sentencia.

3. En lo relevante (arts. 272 y 265, inc. 5, CPCC), el apelante se agravia por cuanto entiende que se equivoca el a quo
cuando decide que había un condominio, al adherir al comentario de la Dra. Calegari de Grosso al fallo “Caruso, Catalina
s/ Prescripción veinteñal”, agregando que ante la ausencia de condominio no hace falta intervertir ningún título, por lo
que el fundamento del sentenciante no es aplicable.

En segundo lugar, sostiene que más se equivoca del Sr. Juez de primera instancia cuando declara que el dominio del
inmueble no fue exclusivo porque el propio actor en su demanda afirmó que compartió la casa materna con dos de sus
hermanos hoy fallecidos. En tal sentido, argumenta que confunde un derecho como es el “dominio” con una
circunstancia de hecho, cual es la convivencia, o si se quiere la posesión compartida, hecho que no tiene relevancia a
esta altura de los acontecimientos, pues las personas que podrían oponer dicha defensa, para el hipotético caso de que
fueran coposesores, están fallecidas sin descendientes.

Asimismo, continúa el recurrente, asombra que el Sr. Juez de grado considere que existe condominio sobre el inmueble,
ya que esa situación no se encuentra acreditada en autos y solo es sostenida por la codemandada Antonia Aída Andrés,
quien se considera “copropietario titular”. La realidad indica otra cosa, alega, pues del informe del Registro Inmobiliario
glosado a fs. 463/466 no queda duda que la titular registral del inmueble es la fallecida Barbieri y, por lo tanto, a lo
sumo existió una comunidad hereditaria entre sus herederos y nada más que eso. Seguidamente, afirma que dicha
comunidad hereditaria ha desaparecido por el transcurso del tiempo. Invoca jurisprudencia en apoyo de su postura.

Estima que para resolver el caso se debe acudir al derecho sucesorio, donde según considera se encontrarán las
respuestas correctas. Cita jurisprudencia.

En orden a lo manifestado, prosigue el apelante, cabe distinguir entre los siguientes hechos que no están
controvertidos: en primer lugar, que la causante de la sucesión demandada, María Úrsula Barbieri, falleció el día 12 de
enero de 1983 –según partida de defunción de fs. 383–, sin que hasta la fecha se haya dado inicio al correspondiente
juicio sucesorio; en segundo término, que esta demanda se interpuso el día 30 de diciembre de 2002 y que fue
contestada el día 6 de junio de 2003, sin que se haya reconvenido por reivindicación, ni se haya iniciado ninguna otra
acción interruptiva de la prescripción antes de haber transcurrido 20 años del fallecimiento de la causante; asimismo,
que la codemandada María Enriqueta Andrés se allanó a la demanda (fs. 490) y que los herederos de Rosa Vicente
Andrés no comparecieron a estar a derecho (fs. 516); y, por último, que teniendo en cuenta la interpelación de fs. 417
de fecha 12 de diciembre de 2002, a lo sumo se prorrogó por un año el término de la prescripción, es decir, hasta el mes
de enero de 2004, lo que habla a las claras de que cualquier acción que se intentara en el futuro se encuentra
prescripta, debiéndose tener muy presente que conforme carta documento de fecha 31 de diciembre de 2002, su parte
niega la copropiedad del inmueble con Antonia Aída Andrés (fs. 422).

Concluye el apelante su expresión de agravios con algunas apreciaciones subjetivas, sobre la practicidad de la
confirmación de la sentencia, que lejos están de constituir la crítica concreta y razonada exigida por el art. 717 del CPCC.

4. Resumidos de la manera precedente los agravios del apelante, corresponde que me aboque a la consideración de los
mismos con miras a fundar mi voto en la resolución del recurso planteado, sin perder de vista que la obligación del
Tribunal se circunscribe a considerar solo aquellas cuestiones con relevancia para solución del litigio (arts. 272 y 265, inc.
5, CPCC), y a valorar solo aquella prueba que sea conducente a tal fin (art. 300, CPCC).

4.1. Causa detentionis del actor. Según la Escritura Pública n.º 119 pasada por ante el Escribano Roque Pondal (fs. 18/20
vta.), de fecha 31 de enero de 1930, la nuda propiedad del inmueble cuya usucapión pretende el actor en esta causa
corresponde a Rosa Vicenta, Carmen y Aída Andrés, y a una persona en ese momento por nacer, que sería María
Enriqueta Andrés (cfr. fs. 419/420), todas hermanas entre sí; mientras que el usufructo vitalicio correspondía a María
Úrsula Barbieri de Andrés, madre de las referidas hermanas. Ello resulta corroborado por el informe del Registro
Inmobiliario de esta Provincia glosado a fs. 15/16. De manera que con la muerte de María Úrsula Barbieri de Andrés,
ocurrida el día 12 de enero de 1983 (fs. 383), su usufructo vitalicio quedó extinguido por consolidación con la nuda
propiedad de las referidas hermanas copropietarias, quienes a partir de ese momento pasaron a ser titulares del
dominio pleno del inmueble objeto de esta litis.

Consecuentemente, entonces, el actor al momento de su nacimiento, sucedido el 15 de mayo de 1936 (fs. 38), entró a
ocupar el inmueble cuya adquisición por prescripción pretende como hijo de la usufructuaria del mismo, quien en su
condición de tal y de representante del menor, reconocía en otro la posesión del inmueble. Por lo tanto, resulta
aplicable la conocida regla: nemo ipse sibi causam possessionis mutare potest (arts. 2353 y 2354, CC). En otras palabras:
“Cuando el origen de la posesión es una causa detentionis, permanecerá siempre el titular como un mero poseedor a
nombre ajeno, mientras no se produzca la interversión del título, que entonces equivaldrá para él, a una nueva ‘causa’
susceptible de transformarlo en poseedor por cuenta propia” (Lafaille, Héctor, Derecho civil, T. III: Tratado de los
derechos reales, vol. I, ps. 183 y ss., n.º 151, Ediar, Buenos Aires, 1943).
4.2. Ausencia de interversión. Dicho lo precedente, el actor no ha acreditado en autos la referida interversión del título
de su posesión, esto es, el cambio de su causa detentionis por causa possessionis. Cabe recordar que la interversión del
título, que –según acabamos de verlo– origina una nueva causa para la posesión, puede consistir, sea en actos
materiales, sea en actos jurídicos, judiciales o extrajudiciales, que no importen meras declaraciones de voluntad, y sí
una manifiesta rebelión contra el título actual y contra el poseedor a nombre de quien se ocupaba la cosa (cfr. Lafaille,
op. et. loc. cit., p. 135, n.º 152).

Es que, como en sentido coincidente bien lo destaca López de Zavalía: “Nuestro Código ha seguido aquí las enseñanzas
de Maynz apartándose de las del Código de Napoleón que ha sido seguido por otras legislaciones. En el sistema de tipo
francés, basta con una contradictio o con una causa proveniente de un tercero. Para el nuestro, se requiere algo más
intenso...”.

En el sistema de la contradictio, es adecuada la exteriorización con valor notificante del cambio de voluntad, de lo que
se sigue que tanto pueden servir para ello, hechos materiales, como simples declaraciones. Para el sistema de la
contradictio, lo decisivo es que el privado conozca el cambio de animus del representante.

Si nuestro art. 2458 no contuviera la expresión final (“y cuando sus actos producen ese efecto”) el sistema de la
contradictio podría quizás ser sostenido, a la luz de lo que por ‘hechos exteriores’ se entiende en el art. 914. Pero la
oración final del art. 2458 impide esa recepción, pues exige que el efecto querido de privar sea alcanzado, lo que supone
un acto corporal de contrectatio, o de dejectio. Lo confirma el art. 2447 del que resulta que no basta con la
manifestación de la voluntad de poseer” (López de Zavalía, Fernando Justo, Derechos reales, T. II, ps. 78 y ss., Zavalía,
Buenos Aires, 1989. Cfr. Cám. Civ. y Com. Tucumán, Sala II, 27/7/12, “Ferrer Dehesa c. Olmedo Berrotarán y otro”,
Expte. n.º 2757/97).

En este sentido, esta Excma. Cámara, con otra composición (Brito - Sánchez Loria - Lobo), ya tuvo oportunidad de decir
que: “Existe un principio referente a la inmutablidad de la causa posesoria que, si bien no impide que la causa pueda
transformarse en determinadas circunstancias, lo que prohíbe es que pueda intervertirse el título ‘por sí mismo’ o ‘por
el transcurso del tiempo’. El art. 2353 del Código Civil no permite el cambio de la relación posesoria por la ‘propia
voluntad’ del sujeto a menos que esa voluntad se exprese por actos exteriores y que produzcan el efecto de excluir al
poseedor (art. 2458, CC). Será necesario por tanto, privar de la posesión al otro, negándole o desconociéndole todo
derecho sobre la cosa, impidiéndole su ejercicio, etc., para que pueda decirse ‘intervirtió’ su título para pasar a ejercer la
posesión con ánimo de dueño” (Cám. Civ. y Com. Tucumán, 30/5/90, “Zelema, José Amado vs. Julia del Carmen
Bazzanella s/ Reivindicación”).

En orden a lo expuesto, en cierta concordancia con la sentencia recurrida, recién veo en la interposición de la demanda
de fecha 30/12/02 que da origen a este juicio un acto con entidad suficiente para intervertir el título de tenedor a
poseedor por parte del actor José Andrés, esto es, cambiar su causa detentionis por causa possessionis sobre el
inmueble de Av. Siria n.º 1036, cuya usucapión pretende. Ni siquiera el intercambio epistolar de fs. 417/422, invocado
por el Juez de grado, tiene virtualidad para ello. Y digo en cierta concordancia porque, a diferencia del a quo, estimo
que, según las constancias de autos (fs. 18/20 y fs. 38), el actor no es condómino sino, en el mejor de los casos, tenedor
del inmueble en cuestión como hijo de la usufructuaria, cuyo usufructo –insisto– se extinguió con su muerte.

Por lo tanto, está claro que el actor no ha demostrado los extremos exigidos por el art. 4015 del Código Civil para
adquirir por prescripción el dominio del inmueble ubicado en Av. Siria n.º 1036 esta ciudad, por lo que su apelación no
puede prosperar.
En este contexto, más allá de su valor relativo en materia de usucapión, carece de trascendencia jurídica el allanamiento
de la codemandada María Enriqueta Andrés.

Por lo expuesto, aunque con ciertas divergencias con los fundamentos del a quo, voto la cuestión por la afirmativa.

A la misma cuestión, la Sra. Vocal María del Pilar Amenábar dijo:

Estando de acuerdo con los fundamentos dados por el Sr. Vocal preopinante, voto en igual sentido.

A la segunda cuestión, el Sr. Vocal Benjamín Moisá dijo:

En consideración al acuerdo a que se ha llegado sobre la cuestión anterior, propongo: I. No hacer lugar al recurso de
apelación interpuesto por la parte actora a fs. 798, y II. Imponer las costas de esta instancia al apelante vencido, en
virtud del principio objetivo de la derrota (art. 107, CPCC).

Así lo voto.

A la misma cuestión, la Sra. Vocal María del Pilar Amenábar dijo:

Compartiendo la resolución propuesta, voto en idéntico sentido. Con lo que terminó este acuerdo.

Por los fundamentos del acuerdo precedente,

SE RESUELVE:
I. No hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la parte actora a fs. 798.

II. Imponer las costas de esta instancia al apelante vencido.

III. Reservar pronunciamiento sobre honorarios para su oportunidad.

Fdo.: Moisá - Amenábar.

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