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1858

Fecha

24/08/1999

Materia

Civil y Comercial

Revista

Otro Medio

Número

Tribunal

Cám. C. y C. Trab. y Flia. y Cont. Adm. de Villa Dolores (Córdoba)

Resolución

Sentencia 13

Carátula

CASTELLANO Tristán Raúl - Usucapión.

Titulo

PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA: POSESIÓN: Interversión del título; Heredero: Posesión de la herencia; Actos de
disposición; PRUEBA: Comienzo de la posesión.

Descripción

SUMARIO

1- La necesidad natural de probar el momento en que se comenzó a poseer no incluye, en principio, la exigencia de
consignar en la demanda una fecha o época exacta, cuestión esta no siempre fácil de precisar, especificado tal extremo,
el mismo y no otro debe ser acreditado por el pretenso usucapiente, pues la sentencia que se dicte, de prosperar la
acción, debe necesariamente considerarlo como punto de arranque para el cómputo del plazo prescriptivo,
remontándose también hasta entonces, retroactivamente, los efectos del fallo. Por otro costado, la prueba del inicio de
la posesión es también importante teniendo en cuenta que los hechos posteriores a esa época resultarán útiles como
reafirmación de aquella, siempre que se demuestre que se poseía con anterioridad.

2- La demanda por usucapión conlleva la pretensión de que se reconozca judicialmente el status de dueño, al que se ha
accedido por el desplazamiento de quien revistiera dicha condición en el pasado; constituye por tal razón un modo o
medio excepcional de adquirir el dominio, cuya prueba debe ser plena e indubitable, y apreciarse con criterio estricto y
riguroso. Es condición de procedencia de la acción que el actor pruebe acabadamente el sustento fáctico de su
pretensión con prescindencia de que esta sea o no contradicha. De acaecer esto último su carga probatoria resultará
seguramente ampliada, pues a la imperatividad consustancial prealudida se sumará la necesidad de producir la dirigida
a enervar o contrarrestar las afirmaciones fundantes de la oposición, o la prueba que se rinda en abono de la misma. El
éxito de la acción dependerá en definitiva no de lo que eventuales impugnantes prueben o dejen de probar, sino de lo
que demuestre el propio accionante en respaldo de su pretensión.-

3- Si se comenzó a poseer por otro se presume la continuidad de ese título en tanto no se pruebe lo contrario e idéntica
regla se aplica cuando, se admite una posesión inicial compartida con otros y se pretende haber asumido la calidad de
único poseedor. En esto consiste la «interversión del título» que, independientemente de su alegación o afirmación
puntual, debe probarse de manera clara e inequívoca por quien afirma haber cambiado la causa de su posesión, pues
ello constituye precisamente la visagra entre el anterior y el nuevo título. Junto con el acuerdo de partes la interversión
es la restante excepción al principio romanista de la «inmutabilidad» de la posesión, que excluye la unilateralidad
mediante la regla «nadie puede por sí mismo ni por el transcurso del tiempo cambiar la causa de su posesión», y se
manifiesta exteriormente por un acto de «expulsión» del poseedor por parte del tenedor. La interversión como modo
autorizado de modificar el título o causa de la posesión no se perfecciona como tal mediante una mera expresión de
voluntad (doct. arts. 2353 y 2447 Cód. Civil), pues requiere de la exteriorización de hechos que traduzcan de manera
inequívoca la intención de contradecir los derechos de quien aparece formalmente como poseedor o propietario; es un
auténtico «alzamiento» en contra del derecho de este último, el desconocimiento de su señorío o «animus» sobre la
cosa mediante comportamientos dirigidos a excluirlo o desposeerlo, objetivo que en los hechos debe alcanzarse
efectivamente (art. 2458 Cód. Civil).

4- Los actos de disposición, de escasa significación económica, no traducen objetiva e inequívocamente de parte del
heredero disponente una voluntad excluyente o desplazatoria del idéntico derecho a poseer que hasta entonces asistía
a sus iguales respecto del inmueble, significa cuanto más, un incumplimiento a los deberes relativos a la administración
de los bienes de la sucesión indivisa, generadores inclusive de una eventual responsabilidad en términos legales, pero
en modo alguno actos capaces o idóneos para suponer probados el corpus y el animus necesarios para prescribir en
contra de los restantes herederos. Idéntica conclusión amerita el pago de impuestos, tasas y canon de riego, pues éstos
como las ventas prementadas, no excedieron la categoría de actos unilaterales ignorados por los restantes coherederos,
inhábiles en consecuencia para reputar reunidos los requisitos del art. 2351 del C.C., como presupuesto de existencia de
una posesión válida a los efectos del art. 4015 del mismo plexo, excluyente a la vez de la reconocida en el art. 3449 del
ordenamiento civil general.

TEXTO COMPLETO

Villa Dolores, agosto 24 de 1999.

 
1ª ¿Procede el recurso de nulidad?

2ª ¿Procede el recurso de apelación?

3ª ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?

A LA PRIMERA CUESTION: El doctor Soria López dijo:

El recurso de nulidad, interpuesto y concedido durante la vigencia del anterior ordenamiento ritual (Cód. de Proced.
Civil, t.o. ley 1419 y mod.; cfr. fs. 643/643 vta.), no ha sido fundado en la instancia pues en rigor se ha omitido toda
mención o referencia respecto del mismo en el escrito de expresión de agravios. A mérito de ello, y considerando que
no se advierten deficiencias susceptibles de tratarse oficiosamente en el marco de la posible aplicación de la normativa
citada (doct. art. 888, párr. 2º, Cód. de Proced. Civil -t.o. ley 8465-), y que la aludida falta de fundamentación no ha
merecido ninguna reflexión de la parte recurrida que se ha limitado a solicitar, exclusivamente, el rechazo de la
apelación, se concluye que este primer remedio en examen ha devenido en desierto y que ninguna consecuencia puede
derivarse de tal situación para los justiciables.

Respondo pues negativamente al primer interrogante propuesto. Así voto.

A LA PRIMERA CUESTION: El doctor Alvarez dijo:

Que se adhiere a lo expresado por el vocal del primer voto por lo que en consecuencia se pronuncia en idéntico sentido
en esta primera cuestión propuesta.

A LA PRIMERA CUESTION: El doctor Morán dijo:

Que se adhiere a lo expresado por el vocal del primer voto por lo que en consecuencia se pronuncia en idéntico sentido
en esta primera cuestión propuesta.

A LA SEGUNDA CUESTION: El doctor Soria López dijo:


I. La relación de causa efectuada en la sentencia bajo recurso satisface adecuadamente las exigencias de estructura
previstas en la ley ritual (art. 329, Cód. de Proced. Civil), y a ella me remito a fin de no incurrir en reiteraciones ociosas.
Tengo presente no obstante, muy brevemente, que la acción de usucapión deducida por Tristán R. Castellano y
continuada por José M. Castellano como único y universal heredero del primero, con relación a la fracción de terreno
ubicada en la localidad de San Javier, Pedanía San Javier, departamento San Javier de esta Provincia de Córdoba, cuyos
demás datos identificatorios, superficie y límites se describen en la demanda, fue admitida en los términos que da
cuenta la parte resolutiva transcripta más arriba; esto es declarando a los demandantes titulares del derecho real de
dominio sobre el aludido inmueble, ordenándose el cumplimientos de los trámites publicisticos y registrales de rigor,
imponiéndose las costas a cargo de la actora hasta el cumplimiento del plazo de la prescripción y de allí en adelante por
su orden, y difiriéndose la regulación de los honorarios de los letrados intervinientes. Disconforme con esa resolución
adversa, los impugnantes de la pretensión actora deducen, a través de apoderado y junto con el de nulidad ya tratado,
recurso de apelación, el que concedido en legal forma hizo radicar los autos en este tribunal de grado; en esta sede
expresó agravios la recurrente, la actora apelada produjo el pertinente responde, y a solicitud de parte se le dio por
decaído el derecho dejado de usar a la Asesora Letrada al no evacuar el traslado que le fuera corrido (cfr. fs. 683 vta.,
684 y 685). Se integró primeramente el tribunal y luego definitivamente, y se dictó el proveído de autos (fs. 689,
notificado a fs. 390/392), encontrándose la causa en condiciones de ser resuelta.

II. La sentenciante estimó probada la posesión invocada como sustento de la pretensión actora, al reputar cumplidos los
extremos legales, tanto formales como sustanciales, conducentes a tal conclusión, y frente a ello se alzan los
impugnantes exponiendo los reparos que seguidamente se compendian.

La sentencia violenta el principio de congruencia al decidir fuera de los límites fácticos establecidos por las partes, pues
mientras la actora fija como fundamento de su pretensión la posesión exclusiva y a título de dueño a partir de 1957, y
los impugnante alegan que el título se habría intervertido recién a partir de mil novecientos setenta y ocho, fecha en
que el actor comenzó a edificar una casa en la propiedad, la sentenciante admite la interversión -no planteada por el
actor sino por los impugnantes- oficiosamente desde que el actor comenzó a disponer de los materiales que existían en
la vieja casa (marzo/60); la conclusión resulta errónea pues la interversión fue alegada como defensa por los
impugnante, y en consecuencia no puede considerarse más allá de la época en que fue planteada (1978); la interversión
de título es asimismo una cuestión negada absolutamente por la actora, según lo expresado por dicha parte en la
preparación de la demanda, en la demanda y especialmente en su alegato, actuaciones en las se sostiene, además, que
a los materiales de la casa vieja (puertas y ventanas) los comenzó a disponer en agosto/68; la a quo hace suyos los
dichos de un testigo (Núñez Mendoza), y extiende la interversión no invocada por la actora a marzo de mil novecientos
sesenta, lo que resulta inadmisible tal como lo entiende la propia sentenciante en causa posterior e integrando otro
tribunal; se quiebra el principio de congruencia pues se resuelve que el peticionante intervirtió el título en marzo de
1960, siendo que tal cuestión no fue planteada ni por el actor ni por los impugnantes; no puede sostenerse que la
inferior estuviera habilitada para resolver como lo hizo en función del principio "iura novit curia", por cuanto el mismo
no habilita a variar los hechos planteados por las partes; la prueba rendida es incorrectamente valorada, pues la
documental (contrato comodato fs. 24) y la testimonial rendidas evidencian que no obstante el límite procesal señalado
respecto de la alegación de la interversión, la misma como tal, es decir como voluntad manifestada a través de actos
realmente capaces de operar por sí mismos la exclusión de otros en la posesión ("acto de expulsión"), no se ha probado
en el caso considerando que todos los acreditados (pago de impuestos y tasas; venta o regalo de elementos en desuso)
no exceden el ámbito de los que se halla autorizado a realizar un co-heredero, o a lo sumo un ejercicio abusivo de las
atribuciones que le son reconocidas legalmente al respecto (como sería construir una casa), pero nunca pueden ser
estimados como verdaderos actos de expulsión; que los primeros actos materiales de tales características serían, en
todo caso, los vinculados con el presente juicio de usucapión, realizados en mil novecientos setenta y ocho; a mayor
abundamiento, no debe olvidarse que en materia de prescripción el juez no puede suplir de oficio la alegación que
respecto del plazo en sí efectúan las partes, aspecto en el son soberanas y debe ser además interpretado en forma
restrictiva; en orden al cómputo del tiempo necesario para usucapir la sentencia incurre en dos gruesos errores; por las
razones ya expuestas (violación del principio de congruencia, imposibilidad de considerar marzo/60 como fecha de
interversión, ni catalogar como tal, es decir como acto de expulsión, a la disposición de puertas y ventanas) no pudo
considerarse ningún término más allá de 1978, y es además incorrecto estimar completado los veinte años para la
procedencia de la usucapión con el término de duración del juicio, pues dicha "teoría de la consolidación" juega cuando
no hay oposición; considerar que los co-herederos debieron iniciar una acción autónoma constituye otro error, pues de
conformidad a lo dispuesto por el art. 3986 del Cód. Civil la oposición formulada por los herederos en el juicio de
usucapión, opera como causa de interrupción de la prescripción; con el término demanda empleado en el precepto, se
alude a todo acto judicial útil encaminado a la defensa de un derecho, según doctrina y jurisprudencia que se cita;
producida la interrupción no sólo no se puede contemplar el tiempo del juicio para completar el plazo, sino que, según
lo dispuesto en el art. 3998 del Cód. Civil, también se pierde la posesión que ha precedido.

La actora resiste las objeciones de su oponente y defiende el pronunciamiento bajo recurso, postulando su definitiva
confirmación con costas.

III. En nuestro ordenamiento civil adjetivo predomina el señorío de la voluntad de las partes, quienes fijan y determinan
el objeto litigioso que no puede desconocer ni desbordar el órgano jurisdiccional. Tal es el principio de congruencia
consagrado en las previsiones de los arts. 327, 328 y 330 del Cód. de Proced. Civil (equivalentes a las contenidas en los
arts. 195, 348 y 349 del texto vigente al dictarse la sentencia bajo recurso -ley 1419 y mod.-), que establece no un mero
prurito de concordancia entre demanda y sentencia, sino un medio que asegure de manera efectiva la garantía
constitucional de la defensa en juicio. Al decir de Guasp aquél "consiste en la conformidad que debe existir entre la
sentencia y la pretensión o pretensiones que constituyen el objeto del proceso, más la oposición u oposiciones en
cuanto delimitan ese objeto" ("Derecho Procesal Civil", p. 533, Madrid 1961, correspondencia que debe proyectarse de
manera estricta en un triple sentido: a las personas (específicamente a la calidad en que intervienen en el juicio), al
objeto del litigio, y a la causa o vínculo puesto en discusión (cfr. Alsina, "Tratado de Derecho Procesal Civil", t. IV ps. 94 y
95; Palacio, "Derecho Procesal Civil", t. V p. 431 "c"); cualquier desvío en esta base de raciocinio, conculcaría las reglas
del juego que los mismos justiciables establecieron al trabar sus diferencias y concretar sus objetivos (cfr. O. A. Gozaíni,
"Teoría General del Derecho Procesal", p. 259, Ediar, Buenos Aires, 1996).

Se habrá incumplido entonces el recaudo de congruencia cuando, con prescindencia del acierto o desacierto intrínseco
de lo resuelto, la decisión altere los términos de la relación procesal. En tal orden de ideas, acertadamente se ha
sostenido que la introducción con carácter principal, y luego determinante en el fallo, de hechos no alegados por
ninguna de las partes, "aun cuando puedan resultar de la prueba practicada", basta para hacer incurrir al fallo en
incongruencia, pues la ley no concede al juez la licencia de prescindir, cambiar o alterar los hechos alegados, "salvo y
sólo salvo, cuando se trata de cuestiones en las que está interesado el orden público" (C4ªCC Córdoba, voto del doctor
Bordenave, LLC, 1999-668).

En función de estas primeras precisiones, y luego de confrontar las constancias instrumentales del proceso con el
pronunciamiento impugnado, los reparos expuestos a título de "primer agravio" resultan en mi opinión audibles.

IV. De la lectura detenida de los extensos fundamentos desarrollados en el fallo apelado, se infiere que el iter del
razonamiento seguido para sostener la decisión consagrada es, en síntesis y en el segmento que aquí interesa destacar,
el siguiente: tras puntualizar correctamente el fundamento fáctico de la pretensión actora y de la oposición de los
impugnantes, la sentenciante trata y desestima los argumentos de estos últimos y las diferentes probanzas por ellos
rendidas, valorando luego favorablemente los elementos aportados por la actora, para concluir fijando el inicio del
término de la prescripción adquisitiva a la postre reconocida en función de un hecho no alegado por las partes, y que
resulta además desvirtuado por afirmaciones de la propia demandante.

En efecto, mientras en la relación de los hechos consignada a fs. 3 vta./4 vta. (reiterada a fs. 27 vta./29) el iniciador de la
presente causa sostiene haber comenzado a poseer como auténtico dueño a "fines de 1957", y en la oposición de fs.
103/105 vta. (ratificada a fs. 173 y fs. 188) se admite que "en todo caso" la interversión del título por el actor se habría
producido aproximadamente un año antes de formularse dicha presentación (o sea en 1978), la judicante fija el tiempo
de inicio en "marzo de mil novecientos sesenta".

La incongruencia se patentiza más aún si se advierte que la conclusión precedente, además de obtenerse soslayando las
alegaciones de las partes y con el aporte de un testigo (Núñez Mendoza que declara a fs. 402 y sigtes.), se funda en
actos de disposición (la venta de dos ventanas, dos o tres vigas y unas sillas que el actor hiciera al nombrado
testificante) que no sólo no se individualizan en la demanda ni en las actuaciones preparatorias de esta, sino que
resultan desmentidos por afirmaciones allí efectuadas considerando que el retiro de las puertas y ventanas (de la casa
derrumbada y que según el testigo de marras él adquiriera) se sitúa "en el mes de agosto de 1968", y habrían
permanecido bajo la guarda y en la casa de un tercero (Comodoro D. Ricardo H Castellano) hasta el año de inicio del
presente juicio (1979).

Cuadra puntualizar que si bien la necesidad natural de probar el momento en que se comenzó a poseer no incluye, en
principio, la exigencia de consignar en la demanda una fecha o época exacta, cuestión esta no siempre fácil de precisar,
especificado tal extremo -como sucede en autos- el mismo y no otro debe ser acreditado por el pretenso usucapiente,
pues la sentencia que se dicte, de prosperar la acción, debe necesariamente considerarlo como punto de arranque para
el cómputo del plazo prescriptivo, remontándose también hasta entonces, retroactivamente, los efectos del fallo. Por
otro costado, la prueba del inicio de la posesión es también importante teniendo en cuenta que los hechos posteriores a
esa época resultarán útiles como reafirmación de aquella, siempre que se demuestre que se poseía con anterioridad
(cfme. CCivil y Com., San Isidro, LA LEY, 1981-C, 567).

Recapitulando: el alumbramiento de una decisión que actuara positiva y congruentemente la pretensión actora en el
caso, debió procurarse con rigurosa sujeción a las circunstancias fácticas de nacencia del derecho invocadas por la
propia interesada, tras la pertinente comprobación de las mismas, y no en función de las surgidas en el devenir del
proceso a contrapelo de la propuesta plasmada en la demanda, pues respecto de estas últimas no hubo ninguna
posibilidad de oponerse o defenderse. La formulación y utilización de la conclusión antes analizada, decisiva y dirimente
en la inteligencia del fallo, implicó la sorpresiva e indebida introducción de una cuestión de hecho modificadora de los
términos de la litis, que torna a aquél revocable con independencia de toda otra consideración.

Abstracción hecha de la deficiencia formal señalada, las censuras de la recurrente referidas a la ponderación del
material probatorio resultan también atendibles.

V. La demanda por usucapión conlleva la pretensión de que se reconozca judicialmente el status de dueño, al que se ha
accedido por el desplazamiento de quien revistiera dicha condición en el pasado; constituye por tal razón un modo o
medio excepcional de adquirir el dominio, cuya prueba debe ser plena e indubitable, y apreciarse con criterio estricto y
riguroso (cfme. C5ªCC Córdoba, SJ Nº 851 del 22/08/91, p. 118). En ese mismo orden de ideas y según doctrina de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, la prueba de la posesión debe efectuarse de manera insospechable, clara y
convincente (cfr. cit. de M. Martínez Crespo, "Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Córdoba - ley 8465",
Advocatus, Córdoba 1996, p. 788; cfr. tamb. CNCiv., sala I, DJ, 1999-2-194, y doct. C.S. allí cit.).

A mérito de las exigencias precitadas y de la innegable naturaleza declarativa del proceso de usucapión (doct. art. 1º, ley
5445), es condición de procedencia de la acción que el actor pruebe acabadamente el sustento fáctico de su pretensión
con prescindencia de que esta sea o no contradicha. De acaecer esto último su carga probatoria resultará seguramente
ampliada, pues a la imperatividad consustancial prealudida se sumará la necesidad de producir la dirigida a enervar o
contrarrestar las afirmaciones fundantes de la oposición, o la prueba que se rinda en abono de la misma. El éxito de la
acción dependerá en definitiva no de lo que eventuales impugnantes prueben o dejen de probar, sino de lo que
demuestre el propio accionante en respaldo de su pretensión. En relación con el tema, la Corte Suprema de Justicia de
la Nación ha señalado que no basta un relativo desinterés por el inmueble por parte de la demandada, sino que es
necesaria la cabal demostración de los actos posesorios realizados por quien pretende usucapir (Fallos: 300:651, cit. por
Beatriz Arean en "Juicio de Usucapión - normas procesales/ legis./ doct./ jurisp.", p. 288, Ed. Hammurabi Buenos Aires,
1992).

Efectuadas las precisiones que anteceden, es de ver que la sentencia de autos fija correctamente como otras tantas
circunstancias exentas de contradicción y por ende suficientemente acreditadas, las siguientes: la condición de
herederos del actor inicial, Tristán R. Castellano (y su continuador José M. Castellano) y de los impugnantes recurrentes
Laura O. Castellano y Guillermo F. Castellano (este último por representación de su padre premuerto Guillermo A. J.
Castellano), respecto de los causantes José o José D. Castellano y su antecesora Benjamina Torres de Castellano, y que
estos dos últimos habrían poseído sucesivamente el inmueble objeto de la litis, teniendo en consecuencia, inicialmente,
todos los justiciables, idéntica vocación hereditaria y por ende la misma condición de poseedores respecto de dicho
bien, situación compartida con otros herederos no involucrados o desvinculados del presente juicio. La sentenciante
postula en cambio, y ello es precisamente blanco del ataque recursivo, que se habría acreditado por el actor una
posesión exclusiva y excluyente del derecho de sus coherederos impugnantes, desplazamiento que atribuye
medularmente a la conjunción de distintos elementos de ponderación que estima también suficientemente probados y
que evidenciarían la idoneidad de los actos de posesión cumplidos por el accionante respecto del inmueble en cuestión,
conclusiones que a mi ver no constituyen una derivación razonada del derecho vigente con aplicación a los hechos
probados en la causa.

VI. Si se comenzó a poseer por otro se presume la continuidad de ese título en tanto no se pruebe lo contrario (cfr.
Borda, "Tratado de Derecho Civil", 2da. ed. ampl., Reales, t. I p. 325), e idéntica regla se aplica cuando, como ocurre en
la especie, se admite una posesión inicial compartida con otros y se pretende haber asumido la calidad de único
poseedor. En esto consiste la "interversión del título" que, independientemente de su alegación o afirmación puntual,
debe probarse de manera clara e inequívoca por quien afirma haber cambiado la causa de su posesión, pues ello
constituye precisamente la visagra entre el anterior y el nuevo título. En dicho cauce y si bien primeramente para el a
quo "la figura de la interversión no aparecía de manera clara", según se consignara supra identifica finalmente a la
interversión con los actos de disposición que el actor habría realizado respecto de elementos extraídos de una vieja casa
existente en el fundo; en el marco de las restantes circunstancias reputadas incontrovertidas ello implica reconocer lisa
y llanamente que hasta antes de ese momento (hasta antes de marzo de 1960) el actor poseía como un heredero más
("era poseedor de lo propio ... y simple tenedor de lo que correspondía a sus copartícipes" dice la sentenciante), y que a
partir de las ventas en cuestión habría comenzado a asumir el rol de único y exclusivo poseedor.

Junto con el acuerdo de partes la interversión es la restante excepción al principio romanista de la "inmutabilidad" de la
posesión, que excluye la unilateralidad mediante la regla "nadie puede por sí mismo ni por el transcurso del tiempo
cambiar la causa de su posesión", y se manifiesta exteriormente por un acto de "expulsión" del poseedor por parte del
tenedor (cfr. Marina Mariani de Vidal, "Relaciones entre persona y cosa" -VII. Interversión de título- Doct. Serie
Contemp., JA, 1973-58). Expresado en otros términos, la interversión como modo autorizado de modificar el título o
causa de la posesión no se perfecciona como tal mediante una mera expresión de voluntad (doct. arts. 2353 y 2447 Cód.
Civil), pues requiere de la exteriorización de hechos que traduzcan de manera inequívoca la intención de contradecir los
derechos de quien aparece formalmente como poseedor o propietario; es un auténtico "alzamiento" en contra del
derecho de este último, el desconocimiento de su señorío o "animus" sobre la cosa mediante comportamientos
dirigidos a excluirlo o desposeerlo, objetivo que en los hechos debe alcanzarse efectivamente (art. 2458 Cód. Civil).

En el mismo cauce se ha sostenido -a mi juicio con todo acierto- que la prueba de la posesión requerida para usucapir
debe ser clara y concretamente probada, y reunir las cualidades que no la hagan confundibles con la simple ocupación,
debiendo extremarse el rigor de la prueba cuando el pretenso usucapiente invoca la interversión de su título (SC Buenos
Aires, causa "Baridón Alejo A., DJBA, 118-407).
Tamizados en el compendio de condiciones premencionadas los actos de disposición antes aludidos, no se advierte que
en rigor, atendiendo principalmente a su indudable escasa significación económica (dos ventanas y dos o tres vigas de
una casa derrumbada), traduzcan objetiva e inequívocamente de parte del heredero disponente una voluntad
excluyente o desplazatoria del idéntico derecho a poseer que hasta entonces asistía a sus iguales respecto del inmueble.
Habrían significado cuanto más un incumplimiento a los deberes relativos a la administración de los bienes de la
sucesión indivisa, generadores inclusive de una eventual responsabilidad en términos legales (doc. art. 3382 y sigtes.,
Cód. Civil), pero en modo alguno actos capaces o idóneos para suponer probados el corpus y el animus necesarios para
prescribir en contra de los restantes herederos.

Idéntica conclusión amerita el pago de impuestos, tasas y canon de riesgo, estimados también aptos para usucapir por
la sentenciante, pues estos como las ventas prementadas, no excedieron la categoría de actos unilaterales ignorados
por los restantes coherederos (al menos no se ha invocado ni probado lo contrario), inhábiles en consecuencia para
reputar reunidos los requisitos del art. 2351 del Cód. Civil, como presupuesto de existencia de una posesión válida a los
efectos del art. 4015 del mismo plexo, excluyente a la vez de la reconocida en el art. 3449 del ordenamiento civil
general.

VII. Enervadas, según lo que llevo expuesto, las conclusiones sentenciales atinentes tanto al inicio de la posesión
pretendida (interversión) como a los actos considerados exteriorización de la misma, queda como único elemento de
juicio el aporte testifical, legalmente inapto para fundar un pronunciamiento admisivo (art. 13 "in fine", ley 5445).

Resulta asimismo sin sustento alguno el abandono que según la apelada correspondería colegir de la prueba colectada.
Ello por cuanto, tratándose de inmuebles y salvo la vía de la usucapión no probada en la especie, el abandono no se
presume y sólo puede reputarse acaecido cuando el dueño anterior ha manifestado expresamente su voluntad de
hacerlo (cfr. Borda, ob. y lug. cit., p. 342).

Igualmente infundada es la significación postulada en el responde a los agravios respecto de la ficta confessio de la
impugnante Laura Ofelia Castellano, y la incapacidad atribuida a la nombrada para "litigar y contratar" en función de la
prohibición expresa del art. 1160 del Cód. Civil. Lo primero pues, amén de que es sabido que no hay un sola regla en tal
materia, y el juez no está por ende atado a ninguna pauta de valoración fijada por la ley sino que debe determinar la
eficacia de la confesión ficta caso por caso (T.S.J., "in re" "Aguerre c. Luna - ord.", Rev. Doct. sala Civil Nº 2/86, sum. 116
-LLC, 1987-690-), aun reputando hipotéticamente correcto el razonamiento de la apelada la supuesta confesión de la
impugnante no suple la orfandad probatoria destacada respecto de su oponente, razón excluyente de la improcedencia
de la acción; lo segundo por cuanto, la "capacidad relativa" instituída respecto de los religiosos en el aludido art. 1160,
no involucra en absoluto la capacidad genérica de estos para poseer bienes o para estar en juicio como lo pretende la
apelada.

Ninguna relevancia revisten tampoco las alusiones de la recurrida, tocantes al allanamiento derivado de la rebeldía
declarada respecto de la sucesión de Benjamina Torres de Castellano y al desistimiento y reconocimiento efectuados
por el tercer impugnante, Luis M. Castellano; aquello, pues independientemente de cuál sea el porcentaje que a cada
justiciable efectivamente le corresponda en la posesión del bien litigioso, la acción ha sido promovida por la totalidad y
en idéntica medida resulta improcedente; lo restante, pues es valor consagrado que la mera manifestación de voluntad
de los comuneros no suple la necesaria de uno faltante, ni es extremo que "andamie" la pretensión en examen (cfr.
doct. CNCiv., sala G, DJ, 1999-1-731, y juris. allí cit.).
VIII. Resiste también la apelante la ponderación, o la ausencia de una adecuada ponderación, respecto del contrato de
comodato obrante a fs. 24/24 vta., suscripto por el demandante como comodante, y en mi opinión sus reparos son aquí
también atinados.

Si bien el a quo admite la condición de instrumento público del documento aludido, en los términos del art. 979 inc. 2º
del Cód. Civil, estima que nada prueba en contra del actor pues no constituye una confesión extrajudicial, al no estar
dirigida a la contraparte sino a terceros y no mediar en consecuencia el necesario "animus confitendi"; le asigna en
consecuencia un valor puramente documental, de cuyo contenido pueden valerse los terceros (en el caso los
impugnantes) cuando les favorezca, puntualizando no obstante que según lo aducido por el actor, la manifestación allí
efectuada fue hecha a los fines de demostrar que no era un intruso, ante la posible presentación de algún heredero que
reclamara su derecho, pero no tuvo el propósito de acreditar una personería que no tenía.

Examinado el instrumento en cuestión desde la perspectiva estrictamente documental, resulta indudable que las
declaraciones en él contenidas hacen plena fe en los términos de los arts. 994 y 995 del Cód. Civil (cfr. R. Arazi, "La
prueba en el proceso civil-Teoría y práctica", Ed. La Rocca Buenos Aires, 1986, p. 146, k; tam. A. Ferreyra de De la Rúa y
C. González De La Vega de Opl, "Medios de prueba - Su regulación en el Cód. Procesal Civil y Comercial de Córdoba",
Advocatus Córdoba, 1994, ps. 98 y 99). Ello así, tampoco cabe hesitar acerca de que el actor reconoce allí una condición,
la de "representante de los herederos de Benjamina Torres de Castellano y de José D. Castellano", que es
manifiestamente incompatible con la de único poseedor que alega; más aún considerando la época en que según la
demanda habría comenzado a detentar dicho carácter (fines de 1957), y la fecha de celebración del comodato (17 de
enero de 1958).

El sentido común, sustento último y totalizador de las reglas de la sana crítica, indica que quien se considera dueño
exclusivo de un bien determinado, no contrata sobre el mismo atribuyéndose un status que implica negar esa condición.
Repárese que en el caso de autos, recién al fallecimiento del comodatario José Becerra y al instrumentar la designación
de quien actuaría en adelante en su lugar (Carlos B. Bergagna), todo ello según expresiones vertidas en los escritos
preparatorio e introductorio de la acción y constancias documentales aportadas luego por la actora, el propio
demandante invoca (el 12 de setiembre de 1978) la condición de "poseedor único y absoluto".

La hermenéutica postulada no resulta alterada por las razones aducidas por el actor -y destacadas por la judicante-
dirigidas a explicitar lo que según su criterio sería el sentido y alcance de las manifestaciones contenidas en el contrato
de marras, en tanto aquellas aparecen consignadas no en las actuaciones previas ni en la demanda, sino recién, como
cuestión novedosa, en el alegato de bien probado.

Memórese que si bien es lícito proponer en el alegato mayores desarrollos doctrinarios, legales o jurisprudenciales
respecto de las cuestiones y pretensiones invocadas en los escritos constitutivos del proceso, en principio no es
admitido intentar utilizar dicha vía como vehículo de introducción de nuevas o distintas pretensiones o medios de
ataque y de defensa no opuestos en la debida oportunidad -ya preclusa- de la demanda o responde, y que de ocurrir tal
indebida invasión el juez no la computará ni estimará para la formación de su fallo (cfr. Isidoro Eisner, "Nuevos planteos
procesales - Ensayos y notas sobre el proceso civil", Ed. Feyde - LA LEY, p. 194).

IX. Las diferentes consideraciones hasta aquí señaladas autorizan a concluir que la sentencia impugnada no se ajusta a
derecho, básicamente por cuanto admite la acción deducida considerando un sustento fáctico ajeno al que delimitara la
litis contestatio, y porque en definitiva recibe la pretensión actora sin que dicha parte probara, debidamente, los
extremos esenciales para la viabilidad de la usucapión intentada; esto es una posesión pública, pacífica, continua e
ininterrumpida, por el término legal de veinte años (art. 4015 Cód. Civil) respecto del inmueble involucrado. Por todo
ello, y con la advertencia de que omito deliberadamente tratar los restantes reparos de la recurrente, por haber
devenido en cuestiones abstractas a la luz de las conclusiones precedentes, respondo afirmativamente al segundo
interrogante propuesto. Así voto.

A LA SEGUNDA CUESTION: El doctor Alvarez dijo:

Que se adhiere a las conclusiones arribadas por el doctor Soria López al tratar esta segunda cuestión planteada,
emitiendo su voto de igual manera.

A LA SEGUNDA CUESTION: El doctor Morán dijo:

Que se adhiere a las conclusiones arribadas por el doctor Soria López al tratar esta segunda cuestión planteada,
emitiendo su voto de igual manera.

A LA TERCERA CUESTION: El doctor Soria López dijo:

Conforme la respuesta dada a las dos cuestiones anteriores, en mi opinión corresponde: declarar desierto el recurso de
nulidad; admitir el de apelación, revocando y dejando sin efecto la sentencia recurrida y rechazando en consecuencia la
demanda; e imponer las costas de ambas instancias a cargo de la actora vencida.

Debe tenerse también presente las reservas de planteo del caso federal y recurso extraordinario efectuadas por la parte
apelada. Así voto.

A LA TERCERA CUESTION: El doctor Alvarez dijo:

Que se adhiere a lo expresado por el vocal del primer voto por lo que en consecuencia se pronuncia en idéntico sentido
en esta tercera cuestión propuesta.
 

A LA TERCERA CUESTION: El doctor Morán dijo:

Que se adhiere a lo expresado por el vocal del primer voto por lo que en consecuencia se pronuncia en idéntico sentido
en esta tercera cuestión propuesta.

A mérito del resultado del acuerdo y por unanimidad;

Se Resuelve:

1. Declarar desierto el recurso de nulidad.

2. Hacer lugar al recurso de apelación de que se trata, revocando y dejando sin efecto la sentencia recurrida, y
rechazando en consecuencia la demanda originaria de la litis.

3. Imponer las costas de ambas instancias a cargo de la actora vencida.-

4. Tener presente las reservas de planteo del caso federal y recurso extraordinario efectuadas por la parte apelada. -

José I. Soria López. - Rodolfo M. Alvarez. - Mario Morán.

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