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Discurso de Clara Campoamor en las Cortes Constituyentes (01-09-1931)

Se nos presenta para comentar un fragmento del discurso que pronunció Clara Campoamor en las Cortes
Constituyentes de la República española el día 1 de septiembre de 1931 en el que, entre otras cosas, reivindica el
papel de la mujer en la vida política, especialmente en lo referente al derecho al voto. Para comentarlo
seguiremos el siguiente procedimiento: localización del texto, análisis del mismo y contextualización.
Finalizaremos con unas breves conclusiones, señalando la importancia que tuvo el texto.

1- TIPO DE TEXTO (CLASIFICACIÓN COMPLETA).


En cuanto a su forma el texto narrativo histórico-circunstancial, que refleja un hecho muy concreto que: la
defensa del papel político de la mujer en los debates del texto constitucional de 1931
Con un clarísimo contenido político, este fragmento forma parte de un discurso parlamentario que defiende la
identidad política de las mujeres y sus derechos, centrados aquí en el de sufragio, derechos ninguneados hasta
ese momento en cualquier actividad de la realidad política en nuestro país.
Por su origen, diremos que estamos ante una fuente histórica, al estar manejando un documento coetáneo,
contemporáneo de la realidad y el momento que describe. En concreto, manejamos un texto extraído del Diario
de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la República Española, en su sesión de 1 de septiembre de 1931
Es esta fecha la que nos permite hablar de un tiempo esencial en la historia de España. Con la II República
instaurada el 14 de abril y un gobierno reformista salido de las urnas en junio de ese año, en estos momentos
asistimos a los debates que darán después paso a la Constitución de 1931, aprobada el 9 de diciembre.
Su autor es individual: Clara Campoamor, política española y pionera de la militancia feminista
Y en cuanto al destinatario diremos que, en principio, son los miembros de las Cortes Constituyentes, pero, más
allá de esta consideración, diremos que es un texto que quiere ser público, al alcance de toda la nación.

2- ANÁLISIS.
El tema central es, como estamos recalcando, la reivindicación del papel político de la mujer y de sus
derechos; y las principales ideas hacen referencia a los motivos de la propuesta de esos derechos y, después,
la defensa específica del derecho femenino de sufragio.
En el primer párrafo argumenta contra diversos principios (“el trasnochado principio aristotélico”) que avalan la
desigualdad entre hombres y mujeres indicando que, como ser humano, tiene los mismos derechos que el
hombre. Y, así, la Constitución (“derecho constituyente, como norma jurídica”) debe garantizar dicha igualdad.
En el segundo de los párrafos anima a los parlamentarios a asumir el sufragio femenino y a insertarlo en el texto
constitucional. Para ello ensalza tanto algunas decisiones del Gobierno provisional “que a los quince días de
venir la República hizo más justicia a la mujer que la hicieron veinte siglos de Monarquía” como las bondades
que puede tener la Constitución “será por su época y por su espíritu la mejor de las que existen en el mundo
civilizado”. Añade, además, en un intento de remover los corazones, que, asumiendo esta igualdad, sería España
el primer país latino en aceptar el derecho al sufragio de la mujer.
Termina el fragmento con una última llamada “no dejéis, señores legisladores, que sea otra nación latina” quien
se adelante en este terreno de la liberación de la mujer.

3.- CONTEXTUALIZACIÓN.
Proclamada la II República en abril de 1931 se constituye un Gobierno Provisional formado por los líderes de
aquellos partidos que habían firmado el “Pacto de San Sebastián” (17 de agosto de 1930). Su principal labor será
convocar elecciones a Cortes Constituyentes (junio de 1931). De ellas salió triunfadora una coalición formada
por republicanos y socialistas (bienio social-azañista: 1931-33), cuya primera tarea será la redacción de una
nueva Constitución. Para su discusión se aprobó el anteproyecto presentado por una comisión parlamentaria
presidida por el abogado socialista Luis Jiménez de Asúa. Las discusiones fueron muy intensas, especialmente
en lo referente a la “cuestión religiosa”. Mención especial, dada la naturaleza del texto que comentamos, tiene el
tema de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y, en consecuencia, el referente al sufragio.
En las Cortes únicamente había dos mujeres de un total de 470 diputados (número fijado por el Decreto de 3 de
junio de 1931: Clara Campoamor (Partido Radical) y Victoria Kent (Izquierda Republicana). A finales de aquel
mismo año ingresó Margarita Nelken (Partido Socialista). De las tres, Clara Campoamor, abogada, fue la que
más se implicó en la defensa de los derechos de la mujer y desempeñó un papel importante en el debate acerca
del sufragio femenino. Gracias a su intervención se logró que el artículo 25 dijese “No podrán ser fundamento de
privilegio jurídico: la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas, ni las
creencias religiosas”. Enlazando con el papel de Clara Campoamor, es muy llamativo que las otras dos
diputadas que había en el Congreso en 1931, Margarita Nelken y Victoria Kent, ambas de tendencia socialista, se
mostraron en contra de conceder el sufragio a la mujer. “Es necesario que las mujeres que sentimos el fervor
democrático, liberal y republicano pidamos que se aplace el voto de la mujer”, aseguró Kent en el Congreso el 1
de octubre de 1931, consiguiendo los aplausos de sus compañeros de partido. Y es que tanto la diputada
socialista-radical como Nelken sostenían que la mujer española carecía de la suficiente preparación social y
política como para votar responsablemente, debido a que estaban muy influenciadas por la Iglesia y su voto
podía ir a parar a los partidos conservadores.
Ahondando en la cuestión del “voto femenino” diremos que el anteproyecto sólo había dado posibilidad a la
mujer soltera y a la viuda, propuesta que defendió A. Ossorio Gallardo sobre la curiosa base de que, hasta que
los maridos estuviesen preparados para la vida política, el sufragio femenino podía ser una fuente de discordia
doméstica. Por su parte, el diputado Hilario Ayuso del Partido Republicano Federal - el mismo que había
sostenido que “el histerismo impide votar a la mujer hasta la época menopáusica” - proponía una enmienda por
la que los varones pudieran votar desde los 23 años, pero las mujeres desde los 45. De mencionar fue la
propuesta de Eduardo Barriobero, del Partido Republicano Democrático Federal, que pedía excluir de dicho
derecho a las 33.000 monjas del momento.
Tras largos debates en todos los sentidos, con Clara Campoamor defendiendo el sufragio femenino y Victoria
Kent oponiéndose “no por la capacidad de la mujer, sino por interés de la República”, el artículo 36, que
textualmente dice “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos
electorales conforme determinen las leyes ” fue finalmente aprobado con 161 votos a favor y 121 en contra, y
188 abstenciones. Votaron a favor: el Partido Socialista (aunque sin postura unánime: de sus 115 diputados,
votaron a favor 83 y en contra 32, entre los cuales estaba Indalecio Prieto, quien lo consideró una puñalada para
la República), la derecha y pequeños núcleos republicanos (catalanes, progresistas y Agrupación al servicio de la
República); en contra, Acción Republicana, y los radical-socialistas y el Partido Republicano Radical (con la
excepción de Clara Campoamor y otros cuatro diputados).
Las primeras elecciones en las que participaron las mujeres fueron las de 1933, e inevitablemente se les culpó de
la victoria de la derecha, una conclusión superficial pues, aun aceptando que una parte del electorado femenino
hubiera podido influir en el resultado favorable a las derechas en el 33, si se sumaban todos los votos de
izquierda emitidos en esas elecciones todavía superaban a los de los conservadores. Se trató un problema de
estrategia y unidad, como se demostraría en las elecciones de febrero de 1936 con el triunfo del Frente Popular.

4. CONCLUSIONES
El proyecto de Constitución de la II República fue presentado en Cortes el 27 de agosto de 1931 y aprobado, con
algunas modificaciones y sin la presencia de la derecha, el 9 de diciembre. Fueron meses de debates en los que
uno de los puntos se centró en la igualdad de derechos de los ciudadanos y, particularmente, el derecho al voto
de la mujer, con Clara Campoamor, una de las dos mujeres presentes en el debate, como defensora
No obviaremos su importancia para la historia y, sobre todo, para las mujeres, porque fue éste un paso esencial
para conseguir la igualdad con el hombre y conseguir derechos que les pertenecían, como el derecho a votar.
Pero fue una alegría duró poco. Acabada la guerra civil el franquismo las volvió a dejar de lado, hasta que con la
restauración de la democracia volvieran a recuperar esos derechos que nunca hubieran debido perder.
Una anécdota para acabar. Cuando Clara Campoamor iba a votar, una espectadora del Congreso le gritó desde la
tribuna: «¡Eso es impropio de una mujer!». Tras llamarle la atención, le preguntaron que por qué criticaba a la
diputada defensora del voto femenino, a lo que esta respondió gritando de nuevo, y provocando las risas de los
diputados, que «creía que era la Kent».

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