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Comentario de la Ley de 25 de octubre de 1839

Este texto títulado “Ley del 25 de octubre de 1839″ nos muestra a través de dos artículos las decisiones tomadas
por las Cortes, y aprobadas por la Reina Regente Mª Cristina de Borbón, en cuanto al mantenimiento de los fueros
tras la Primera guerra carlista (1833-1839/40). Está datado el 25 de octubre de 1839, poco después de la firma del
Convenio de Vergara. Realizaremos el comentario procediendo a la localización del texto, análisis del mismo y
contextualización, para finalizar con unas breves conclusiones, señalando la importancia que tuvo el texto.

1- Tipo de texto (clasificación completa).


Al ser un extracto de una Ley, clasificamos al texto como informativo (lenguaje técnico e impersonal) jurídico (o
legal), por ser una Ley desarrollada con su correspondiente articulado y, por supuesto, de obligado cumplimiento.
Su contenido es político, al plantear las bases de la futura organización político-administrativa “de las Provincias
Vascongadas y de Navarra” y, en definitiva, de España, en relación a la foralidad de estos territorios.
Por su origen, diremos que estamos ante una fuente histórica, al estar manejando un documento coétaneo: son los
artículos de la propia ley de 1839.
En cuanto a la época, 1839 nos plantea el trasfondo de la Primera Guerra carlista (1833-1839/40) y la situación
derivada del “Tratado de Vergara” de 1839 (fin de la guerra) en el que el general Espartero, entre otras cosas, se
comprometió a “defender los Fueros ante las Cortes”. Reunidas éstas en Madrid trataron el asunto de los fueros,
resolviendo el problema a través de esta Ley de 25 de octubre de 1839, firmada por la regente, Mª Cristina.
Su autor es colectivo: las Cortes; y su mandato es sancionado por la propia Reina Regente Y el destinatario de esta
ley” es, por supuesto, público: el conjunto de todos los españoles, todos los que la presente vieren y entendieren”.
2- Análisis del articulado:
En cuanto al análisis del texto diremos que el tema central del mismo es la cuestión foral tras el enfrentamiento de
los carlistas e isabelinos en la primera guerra carlista y las principales ideas hacen referencia a la confirmación de
los fueros en las Provincias Vascongadas y Navarra siempre que no atenten contra la unidad constitucional de la
monarquía y la posible acomodación de los mismas a la propia Constitución. Ampliemos brevemente estas ideas.
1. Artículo 1: la confirmación de los fueros. Sin embargo, no lo hace sin más sino añadiendo una pequeña co -
letilla que dice “sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía”. Algunos autores ven aquí una
“ventana” por la que se podían vaciar de contenido los fueros. La realidad es que nada ocurrió y los fueros
permanecieron durante cierto tiempo inalterados.
2. Artículo 2: como resultado de lo anterior, y buscando conciliar los intereses forales y los propios intereses
de España. se autoriza a las Cortes a revisar los Fueros (leyes territoriales) a la luz de la Constitución (leyes
fundamentales de la nación) por ver si alguna de sus leyes debiera modificarse o eliminarse: “modificación
indispensable que en los mencionados Fueros reclama el interés de las mismas, conciliándolo con el gene -
ral de la Nación y de la Constitución de la Monarquía”.
3.- Contextualización:
1839. La Primera Guerra Carlista ha finalizado (aunque el irreductible Ramón Cabrera mantendrá la lucha en
Levante hasta 1840). Dos años atrás Mendizábal ha puesto en marcha su proceso desamortizador. Y la regencia de
María Cristina está cada vez más en entredicho. En este contexto enmarcamos la ley que vamos a comentar, que
pone encima de la mesa la foralidad de las Provincias Vascongadas y Navarra.
Por Fueros entendemos los usos y costumbres - auténtico derecho consuetudinario - particulares de cada territorio
(Leyes e instituciones propias). Tras la guerra de Sucesión, con los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, solo
perduran en el País Vasco y Navarra, mientras que los territorios de la Corona de Aragón ven perder los suyos.
Los Fueros, en sí, planteaban un auténtico régimen de autogobierno:
 Soberanía compartida, con equilibrio de poderes entre el rey y los territorios forales (en Álava, Bizkaia y
Gipuzkoa, pero no en Navarra); una gran autonomía garantizada porque el rey era reconocido al jurar los
fueros y no podía modificarlos; y reservándose los territorios el llamado pase foral (derecho de sobrecarta
en Navarra), que permitía no cumplir las órdenes emanadas de la corona declarándolas nulas si atentaban
contra los Fueros. Se usaba bajo la tradicional fórmula de "Se Acata, pero no se cumple".
 Carácter representativo (pero no es una democracia) a través de instituciones como las Juntas Generales
(Cortes en Navarra) para el poder legislativo, y Diputaciones para el poder ejecutivo. El representante del
rey recibirá el nombre de corregidor (Bizkaia y Gipuzkoa), diputado general (Álava) o virrey (Navarra).
 Privilegios: como exención de impuestos (si el monarca solicitaba, se le concedía) legislación en materia
económica; exención militar; y derecho civil propio.
Pero la situación de la foralidad cambia en el País Vasco y Navarra con la implantación progresiva de las
ideas liberales y de la mano de las guerras carlistas. De hecho la primera Constitución española (Cádiz: 1812)
decretó la supresión de los Fueros en aras de la igualdad de todos los españoles y de todos los territorios. No
obstante en la época de Fernando VII (1814-1833) se verán restaurados (excepto en el trienio liberal: 1820-1823).
A partir de la muerte de Fernando VII la Historia de España se verá sacudida por tres guerras,
denominadas carlistas, que ponen sobre la mesa la cuestión foral en Navarra y el País Vasco.
La primera guerra carlista (1833-1839/40. 1839 tras el Convenio de Bergara y 1840 hasta ser vencido el
irreductible Cabrera que no había aceptado el anterior acuerdo se plantea durante la minoría de edad de Isabel
II, siendo su madre Mª Cristina reina regente. Tiene su origen en el problema sucesorio creado por la sucesión de
Fernando VII que dejaba el trono a su hija - por la Pragmática Sanción, que derogaba la Ley Sálica - la futura
Isabel II, obviando los derechos de su hermano Carlos Mª Isidro (Carlos V). La guerra tendrá así causas dinásticas
(problema sucesorio), pero también ideológicas, planteándose un enfrentamiento entre liberales (Mª Cristina /Isabel
II) y absolutistas (Carlos Mª Isidro)
 Liberales: Defendían la libertad política, económica y social, la soberanía nacional y división de poderes, la
uniformidad territorial (política centralizadora) y el laicismo. Su apoyo está en los grupos ilustrados,
burguesía y proletariado urbano + Inglaterra, Francia y Portugal (apoyo material).
 Carlistas: campesinos, pequeña nobleza, clero, artesanos + Rusia, Prusia y Austria (reconocimiento).
Enemigos del liberalismo, defendían el tradicionalismo, el Antiguo Régimen y la monarquía de origen
divino. Reivindicaban: el mantenimiento de las instituciones y fueros vasco-navarros (sistemas judiciales,
exención fiscal y quintas) y su lema: Dios, patria, rey y fueros.
La guerra se extiende por el País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón, Valencia, Castellón, con hechos como el Sitio
de Bilbao (en el que muere Zumalacárregui). o la Expedición Real (carlista) a Madrid: La guerra tiene un punto
final en la Batalla de Luchana, con la victoria del ejército liberal (Espartero). La Guerra acaba con el Convenio de
Vergara de 1839. paz firmada por Espartero (isabelino) y Maroto (carlista) en el que se aceptaba, por parte
carlista, el reconocimiento de Isabel como reina; y, por parte isabelina el mantenimiento de los cargos militares y,
además, Espartero, se compromete a “defender los Fueros ante las Cortes”, en el fondo una concesión a los muchos
fueristas liberales que, tras la victoria, se hubiesen sentido tan sancionados como los derrotados carlistas.
La Ley que comentamos es el resultado de esta defensa. Pero no es éste el único texto legal de esos años que
plantea la cuestión de la foralidad y su futura pervivencia. Hasta cinco leyes tenemos al respecto: Ley de 19 de
sept. de 1837 (necesidad de adaptar los fueros a la Constitución de 1837). Ley de 25 de octubre de 1839:
(confirmaba los fueros vascos, pero sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía), Ley Paccionada
para Navarra de 16 de agosto de 1841 (supuso en la práctica el desmantelamiento de la foralidad navarra y la
pérdida de todas las instituciones propias, al tiempo que convertía el viejo reino en una provincia) , Decreto de 29
de oct de 1841 (promulgado por Espartero en Vitoria, cambiaba la situación jurídica de las tres provincias,
eliminando casi todas sus peculiaridades políticas y administrativas, desmantelando las Diputaciones forales y
prohibiendo las Juntas, pero dejando en vigor la exención fiscal y militar), Decreto de 4 de julio de 1844:
devolución al País Vasco de las atribuciones perdidas, restituyendo se las Juntas Generales y las Diputaciones).
En nuestra historia existen, como hemos comentado, otras dos guerras carlistas.
‒ La segunda (1846-1849) está condenada desde su inicio al fracaso, al no contar prácticamente con apoyos ni
en el ejército ni entre la población. El pretendiente es Carlos VI (Conde de Montemolín, hijo de Carlos Mª
Isidro) y sus escenarios Cataluña, Aragón y El Maestrazgo (Castellón). En el País Vasco no se interviene al
recuperar en 1844 las atribuciones perdidas.
‒ Muy interesante es la tercera guerra carlista (1872-1876), a caballo entre el Sexenio Revolucionario y la
Restauración en la figura de Alfonso XII. El pretendiente es ahora Carlos VII y la guerra tendrá como
escenarios el País Vasco, Navarra y Cataluña Acontecimientos a destacar son el de Sitio de Bilbao (muerte del
general carlista Ollo) o la victoria carlista en la batalla de Montejurra.
El fin de la guerra vendrá de la mano del pronunciamiento de Martínez Campos de Sagunto, que ratifica la
restauración monárquica en la persona de Alfonso XII. Esto supone la pérdida de apoyo de conservadores y
católicos a Carlos VII, que acabará optando por el exilio.
Consecuencia de esta guerra es la Ley Abolitoria de los Fueros Vascos de 21 de julio de 1876 elaborada por
Cánovas del Castillo. Y que suprimía las exenciones fiscales y de quintas (cumplimiento del servicio militar)
con el pretexto de incompatibilidad del sistema histórico de los territorios vascos con la nueva concepción
uniforme del estado. A pesar de que inicialmente se mantuvieron el resto de instituciones forales (diputaciones
y juntas), serán suprimidas en 1877. No obstante, en 1878 recuperaremos cierta foralidad - como
compensación a los fueristas liberales - al ponerse en vigor la parte económica de los Fueros bajo la
denominación de Conciertos económicos (el “cupo”).
Como valoración final, diremos que esta ley mediante la cual, tras la Primera Guerra Carlista, se aprobó el manteni-
miento de los fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra con las condiciones expresadas con anterioridad, es
consecuencia del compromiso firmado por isabelinos y carlistas en el Pacto de Vergara con el que se dio, en gran
medida, fin a la guerra. Sin embargo, el problema foral no quedó con ello cerrado y estará presente en la vida políti-
ca española hasta su abolición definitiva en 1876, una vez finalizada la última de las guerras carlistas. A partir de
aquí será el Nacionalismo (lema del PNV: Jaungoikoa eta Lagizarrak) quien gestione, aunque de otra manera,
el asunto de nuestra Foralidad.

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