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Fragmento de la novela El intruso de Vicente Blasco Ibáñez

Este texto recoge un fragmento de la novela de Blasco Ibáñez El intruso, en el que se describe la vida de los
obreros de las minas de hierro de Bizkaia en los inicios del siglo XX. Para comentarlo seguiremos el siguiente
procedimiento: localización del texto, análisis del mismo y contextualización y unas breves conclusiones.

De entrada, clasificaremos al texto como narrativo histórico-literario, al ser, como hemos dicho un fragmento de
una novela, El intruso, publicada en Valencia en 1904.
Se trata de un texto de contenido claramente social - socioeconómico también podríamos decir -, en el que se
recoge de una forma descarnada las condiciones miserables de trabajo y de vida de estos obreros de las minas de
Bizkaia, pero que fueron las de todo el proletariado durante muchísimos años.
Por su origen, diremos que estamos ante una fuente histórica, al estar manejando un documento coetáneo a la
realidad sobre la que se escribe Fechada la novela en 1904., diremos que estamos los primeros años del reinado de
Alfonso XIII (1902-1931), en un momento en que el desarrollo económico de Bizkaia era especialmente notorio,
en especial en sectores como la minería, la metalurgia o el sector naviero, todo al amparo de una legislación
proteccionista plasmada ya desde la Ley Arancelaria de 1891.
El autor, individual, es Vicente Blasco Ibáñez. Novelista valenciano (1867-1928), combinó esta faceta con la de
orador y político (líder del republicanismo en Valencia). Aunque es obviamente conocido por lo primero, con
títulos como Sangre y arena, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, La Barraca o Cañas y Barro.
Al estar hablando de una novela, el destinatario y la finalidad son, por supuesto, públicos.

El texto muestra la situación en la que vivían los mineros de Vizcaya a inicios del siglo XX. Las principales ideas
hacen referencia al lamentable estado de la vivienda, la escasa alimentación y la forma de trabajo, en dos párrafos:
¬ El primero, muy breve, nos habla de la vivienda minera, con una visión pesimista de la realidad. Referencias
clave aquí son la “casa de peones” y la figura de “Aresti” - protagonista de la novela; figura inspirada en el
doctor Areilza, médico del Hospital Minero de Triano a fines del siglo XIX y una de las personalidades más
sugerentes del Bilbao de 1900 - testigo de estas condiciones de vida. Hace referencia a los “barracones”,
propiedad de las minas, utilizados por los mineros como vivienda bajo alquiler y control de los capataces.
¬ El segundo de los párrafos detalla este espacio añadiendo algunas consideraciones sobre el propio lugar de
trabajo: la mina o cantera. Tiene dos partes:
‒ La primera está referida a la propia vivienda y a las condiciones de vida. Tras una durísima jornada de
trabajo (romper los bloques barrenados, cargarlos en las vagonetas, arrastrarlos hasta el depósito y
devolver la vagoneta”) el minero llega a su vivienda, el “tabuco”, un “cuchitril” en el que, tras una mala
cena de alubias y patatas con un poco de bacalao o tocino, se va a dormir. Las condiciones del “tabuco”
(compartido con otros mineros) son terribles: dormir vestidos, aire irrespirable, techos bajos, parásitos y frío.
Es así que los sudores se juntaban, las respiraciones se confundían, la suciedad era fraternal.
‒ La segunda parte (últimas diez líneas del párrafo) se refiere al lugar de trabajo de los mineros, la cantera, el
peor enemigo del obrero rebelde. Distingue entre “cantera” y “mina” señalando como más peligrosas las
primeras por no requerir ningún aprendizaje al ser a “cielo abierto”. Por ello, a las canteras llegaban multitud
de “braceros” (especialmente de Castilla) que, sin labores en el campo, llegaban a la zona minera
“empujados por el hambre”. Termina el párrafo afirmando que la situación sólo se solucionará cuando deje
de llegar gente necesitada de trabajo para comer.

Centrándonos en la contextualización, comenzaremos diciendo que la novela El intruso gira sobre los
acontecimientos que desembocaron en al enfrentamiento violento de miles de personas en Bilbao, el 11 de octubre
de 1903 - día de la Virgen de Begoña, Patrona de Vizcaya - entre católicos, que subían a la basílica en procesión, y
el proletariado minero y de los altos hornos que acudía a Bilbao a manifestarse en pro de sus reivindicaciones.
Mezclando nacionalismo y movimiento obrero diremos que el enfrentamiento lo fue entre, por un lado, los que
acudían a la procesión, “Bizkaitarras” según la expresión recién acuñada, apoyados por los jesuitas de Deusto y,
por el otro, los trabajadores, estigmatizados como maketos.
En España en la segunda mitad del siglo XIX la industrialización avanzó hasta alcanzar cotas de importancia, pero
evidenció un notable retraso con relación a los países europeos y una gran dependencia tecnológica y financiera de
los mismos. Bajo el signo del proteccionismo y a un ritmo lento y plagado de discontinuidades, este avance estuvo
sustentado, en gran medida, en las industrias textil y siderúrgica y metalúrgica. En estos primeros años, es de
mencionar también el tendido de una amplia red ferroviaria que, tras el empuje que supuso la Ley General de
Ferrocarriles de 1855, logró que para 1865 alcanzara ya los 4663 kilómetros.
Ciñéndonos al texto diremos que, en el ámbito de la minería, la Ley de Minas de 1869 fue clave para el aumento de
la extracción de minerales, al conceder minas a perpetuidad a cambio de una modesta tributación pública. Ello
despertó una gran especulación aprovechada por compañías internacionales para explotar minas y exportar
minerales (la Compañía Franco-Belga de Somorrostro exportará hierro vasco hacia el Reino Unido, Alemania o
Francia). Hasta principios del siglo XX se exportará el 90% de la producción de hierro, plomo, cinc y cobre.
Y hablar en esos años de siderurgia es hablar, ante todo de la siderurgia vasca o, mejor dicho, vizcaína. Si el
período 1830-1850 marca la hegemonía de la siderurgia andaluza en torno a Málaga y Marbella, y en los siguientes
años el dominio asturiano, hacia 1870 se promueve en Bizkaia (con la familia Ybarra) una renovación tecnológica
con la implantación del proceso Bessemer, con lo que ya en 1880 es la siderurgia vizcaína la que tiene la primacía
del acero (obtención del primer acero Bessemer en Altos Hornos de Bilbao, en 1886, y por el procedimiento
Siemens-Martin, en 1888). Esta hegemonía se explica también por la existencia de una minería orientada a la
exportación, hecho que permitió a su vez una importante capitalización que sería, a la postre, la base del
capitalismo vasco y, por extensión, de todo el capitalismo industrial de España. Esta realidad coincide en el tiempo
con lo que ocurre en Gran Bretaña donde, desde 1883, empezó a disminuir la extracción de mineral de hierro por
resultar caro y de baja calidad, y, sin embargo, siguió aumentando la producción de lingotes de hierro y acero, que
se proveía básicamente de mineral de hierro vizcaíno. En efecto, la burguesía vizcaína comenzó a asentar su poder
en la propiedad de las minas, primero junto a compañías extranjeras, que extraían del 70 al 80% de la producción
de hierro, pero pronto clamaron por una legislación proteccionista que salvaguardase el mercado nacional (política
arancelaria), lo que se plasmaría en la Ley Arancelaria de 1891.
La reinversión del capital obtenido por la venta del mineral en la construcción de altos hornos supuso un salto
esencial para el despegue de la siderurgia vizcaína, protagonizado por dos sociedades constituidas en 1882: Altos
Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, con una aportación esencial de Ybarra y Compañía.
En este período un sector en auge también fue el naviero, con personajes como De la Sota y Aznar liderando esta
expansión (Astilleros del Nervión o la Sociedad Euskalduna) y la construcción del puerto exterior. Por otro lado,
todo este desarrollo requería la creación de algunos servicios; en este contexto nacen el Banco de Comercio, la
Bolsa de Bilbao u la Universidad de Deusto (Jesuitas). Los cincuenta años a caballo entre el siglo XIX y el XX ven
la transformación de Bizkaia, de una sociedad agraria y tradicional a otra moderna e industrial.
Este proceso industrial tuvo una gran repercusión social que podemos concretar en tres puntos:
1.- Gran afluencia de mano de obra de las provincias limítrofes, que hizo posible iniciar el desarrollo industrial
alcanzado. Este hecho tuvo graves consecuencias en los lugares de salida (desiertos demográficos, abandono
de pueblos, envejecimiento de la población, etc…), en los lugares de llegada (vivienda, educación, urbanismo,
etc…) y en las propias personas (desarraigo, inculturación, costumbres, etc.)
2.- La industrialización trajo consigo también la consolidación de dos clases sociales: una oligarquía de gran
poder financiero, establecida en barriadas residenciales de tipo inglés en la margen derecha del Nervión; en
contraste, el proletariado industrial vivía en la margen izquierda, en barrios cercanos a las fábricas y en un
hacinamiento habitual que alcanzó su máxima expresión en la zona minera en la que los patronos construyeron
unas instalaciones endebles, con frecuencia sin servicios higiénicos, en los que se agolpaban un centenar o
más de camas, cada una para dos o tres mineros y en las que, en principio, tenían que vivir obligatoriamente
éstos. Obligado era también al consumo que debían hacer en las “cantinas” propiedad de la empresa, con
precios muy altos para alimentos de muy baja calidad. El pan era la base de una dieta completada con tocino,
tasajo, alubias, garbanzos, patata y vino, pero con insuficiencias nutritiva que derivaba en raquitismo y en
indefensión ante las enfermedades Las jornadas laborales se planteaban en horarios de once y más horas, sin
que no siempre existiera el descanso dominical. Esta situación provocó la gran huelga de 1890 en la que, en
teoría, se acabó con los barracones y cantinas obligatorios y se implantó la jornada de 10 horas.
3.- En esta realidad nace y se desarrolla el movimiento obrero (socialismo, anarquismo y comunismo). Enn
1886, Facundo Perezagua fundó la primera asociación socialista, (en Bizkaia, en 1891, el PSOE conseguiría su
primer concejal). Su labor será continuada por Tomás Meabe (periódico La lucha de clases) y, sobre todo,
Indalecio Prieto. Las primeras huelgas mineras de importancia son de 1890 y 1892. Y el nacionalismo vasco
creará en 1911 su sindicato, Solidaridad de Trabajadores Vascos (Eusko Langileen Alkartasuna: E.L.A.),
para reunir a los obreros étnicamente vascos bajo el ideal nacionalista y la enseñanza social de la Iglesia.

“El intruso” es, probablemente, la novela más política de Vicente Blasco Ibáñez. A partir de la figura de Luis
Aresti (en la realidad, el doctor Areilza), el novelista sintetiza los conflictos sociales conformadores de la Vizcaya
moderna. En efecto, la industrialización en Bizkaia supuso un gran cambio económico y social, encarnado en la
realidad de las dos clases sociales emergentes que son la burguesía industrial y el proletariado. Los mineros de
Bizkaia, con sus duras condiciones de vida y trabajo, participaron de esta nueva realidad y con ellos se desarrollará
un fuerte movimiento obrero que la obra de Blasco Ibáñez refleja en sus inicios.

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