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LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EL PAÍS VASCO Y SUS CONSECUENCIAS SOCIALES

Hablar en el último cuarto del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX de industrialización en el País Vasco es
hacerlo, fundamentalmente, de la revolución industrial en Bizkaia, donde la extracción del hierro y la siderurgia
monopolizaron el desarrollo económico de la provincia. En Bizkaia, aunque algunas empresas iniciaron el proceso en
1840, como la Santa Ana de Bolueta (primera Sociedad Anónima moderna), el fenómeno industrializador se afianza en
el último cuarto del siglo XIX, superado la incertidumbre de la guerra carlista (1872-76) y el conflicto foral posterior.
La hegemonía de Bizkaia - sobre el País Vasco y también Santander y Asturias, creando un eje de preponderancia
industrial siderúrgica - se explica por la existencia de una minería orientada a la exportación, hecho que permitió a su
vez una fuerte capitalización que sería la base del capitalismo vasco y, por extensión, de todo el capitalismo industrial
de España, y a lo que contribuyeron, en sobremanera, la ley librecambista de Figuerola de 1869, la Ley de Sociedades
Anónimas y la Ley de Minas de 1871, que permitieron conseguir inversiones extranjeras para financiar el crecimiento
económico. Se abría la economía española sobre la base de una desprotección selectiva, rebajando los impuestos
aduaneros para facilitar la importación de bienes de equipo y la exportación de alimentos y materias primas.
La producción de mineral de hierro vizcaíno había aumentado con rapidez en la década de los años sesenta del siglo
XIX, aunque luego quedó paralizada con la guerra carlista. La mencionada ley de Figuerola de 1869 favoreció la
explotación de la cuenca de forma regular y creciente, de modo que, en 1876, con el fin de la guerra y la supresión de
las leyes forales por parte de la Restauración, se inició una etapa nueva con una rapidísima expansión de la producción
de mineral destinado a la exportación. Esta realidad coincide en el tiempo con lo que ocurre en Gran Bretaña donde,
desde 1883, empezó a disminuir la extracción de mineral de hierro por resultar caro y de baja calidad, y, sin embargo,
siguió aumentando la producción de lingotes de hierro y acero, que se proveía básicamente de mineral de hierro
vizcaíno. En estos años se fundaron compañías extranjeras y vascas para explotar el subsuelo, y el mineral vizcaíno, de
elevada ley metálica y de bajo precio, comenzó a ser el más demandado por las siderurgias de Europa occidental. A
raíz de ello, entre 1880 y 1900, se exportó cerca del 90% de su producción.
La burguesía que protagonizó el fenómeno comenzó a asentar su poder en la propiedad de las minas , primero junto a
las mencionadas compañías extranjeras, que extraían del 70 al 80% de la producción de hierro. Pero esta realidad iba a
cambiar en las dos últimas décadas del siglo cuando, en plena reestructuración del mercado español, se piense ya en
acabar con la competencia extranjera, naciendo compañías como Orconera, o Martínez Rivas e Ibarra Hnos.
De ahí que la burguesía industrial se lanzase a conseguir una legislación proteccionista que salvaguardase el mercado
nacional (política arancelaria), lo que se plasmaría en la Ley Arancelaria de 1891. Un dato: del total del beneficio
obtenido por la exportación de hierro hasta 1900, el 46% fue a parar a compañías extranjeras y el 56 % fue reinvertido
en la financiación de la industria vizcaína, dando lugar a una burguesía pujante. Este proteccionismo, unido a la
necesidad de diversificar la producción para poder vender en España productos elaborados o semielaborados, llevó a la
aparición de una industria metalúrgica de tamaño medio, que trabajaba los productos de las grandes siderurgias y
permitían su difusión en el mercado.
La reinversión del capital obtenido por la venta del mineral en la construcción de altos hornos supuso un salto
cuantitativo y cualitativo esencial para el despegue de la siderurgia vizcaína. Este despegue, tras el exitoso inicio, en
1879, de la Fábrica del Desierto, de Francisco de las Rivas Ubieta, en Sestao, lo protagonizaron dos sociedades, ambas
constituidas en 1882: la de Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero de Bilbao, con una aportación esencial de
Ybarra y Compañía - familia que había participado ventajosamente en compañías mineras del hierro -, y Metalurgia y
Construcciones de Vizcaya, conocida como “La Vizcaya”.
Puede decirse, de hecho, que la obtención del primer acero Bessemer en Altos Hornos de Bilbao, en 1886, y por el
procedimiento Siemens-Martin, en 1888, señala la entrada de Bizkaia en la edad del acero. En 1902, ambas sociedades
- a la que se añadió la Sociedad Anónima Iberia, creada en 1888 - se fusionaron, para crear Altos Hornos de Vizcaya,
que iba a ser, durante décadas, la empresa emblemática de la siderurgia vasca.
Pero este incipiente sector industrial no tuvo un gran desarrollo hasta que se consolide el mercado español como
mercado consumidor, asegurado en 1896 con más medidas proteccionistas, y en su expansión en 1898 cuando, tras la
guerra, se abra una etapa de consolidación política y desarrollo económico vinculado a la vuelta de capitales coloniales.
En este período un sector en auge también fue el naviero, en principio basándose en el transporte de los productos de la
minería y la metalurgia, con personajes como De la Sota y Aznar liderando esta expansión (Astilleros del Nervión o la
Sociedad Euskalduna). Por otro lado, el potencial económico desarrollado requería la creación de algunos servicios,
como empresas auxiliares metalúrgicas, cementeras y de instalaciones de infraestructura para las explotaciones
mineras, como cargaderos, embarcaderos, etc. El propio sector naviero, al consolidarse, traerá consigo la creación de
compañías de seguros. En este contexto, en 1891, se fundaba el Banco de Comercio y la Bolsa de Bilbao, para
canalizar los capitales hacia las inversiones. En este mismo período nacían los ferrocarriles, se construía el puerto
exterior e iniciaba su andadura la Universidad de Deusto (Jesuitas).
Pasando ya al ámbito guipuzcoano, diremos que la situación geográfica, las buenas posibilidades de comunicación, una
importante tradición manufacturera, la existencia de mercados asentados, mano de obra adaptada a las necesidades y
una abundancia de capitales dispuestos a invertir en su desarrollo, fueron los principales soportes del proceso de indus-
trialización en este territorio.
La industria guipuzcoana se distribuyó geográficamente de una manera más uniforme, aunque existieron algunos nú -
cleos de mayor concentración industrial (valle del Deba y Oria, Azpeitia, Beasain, San Sebastián . . .).  Esta distribu-
ción era fruto de un modelo basado en la creación de pequeñas y medianas empresas. Basta como ejemplo el dato de
que de los 90 municipios con los que contaba la provincia en 1915, en 39 disponían de algún tipo de instalación indus -
trial.  De entre todos los sectores destacaron cuatro: el papelero, el textil, el siderometalúrgico y el armero.
 Los inicios de la industria papelera se remontan a 1841 en Tolosa (La Esperanza) para extenderse después a lo lar-
go del Oria primero, y por Hernani y Legazpia después, para culminar en 1912 en Rentería, creciendo el sector a
costa del mercado interno.
 El sector textil comienza su desarrollo a mediados del siglo XIX, en Rentería, Bergara (Algodonera San Antonio),
Andoaín, Lasarte-Oria y Villabona (Subijana), para pasar luego a Tolosa (Elosegi). Ante la fortísima competencia
de las consolidadas instalaciones textiles catalanas su éxito se buscará en mercados muy concretos como el de las
alpargatas (Azkoitia) o el de las boinas (Tolosa y Azkoitia).
 La siderometalurgia guipuzcoana supo aprovechar la cercanía del hierro vizcaíno para desplegar una amplia gama
de fabricación de productos elaborados con empresas de carácter familiar y también de mayor tamaño:  Unión Ce-
rrajera, Sociedad Española de construcciones metálicas, Orbea y Cía, Gárate, Anitua y Cía (GAC), etc.
 La industria armera alcanzará su momento de despegue en la década de los 90 gracias a la introducción de la ener -
gía eléctrica y gozará de un gran prestigio internacional. Eibar, tras la crisis armera de 1919-25, diversifica sus ac-
tividades en base a la bicicleta, máquina de coser y ferretería, mientras resurge la escopeta de caza como sustituta
del arma corta.

El capitalismo vasco, de este modo, inicia una fase expansiva de inversiones en diferentes sectores económicos por
toda la Península, consolidando su papel hegemónico en el mercado nacional. En 1906, la ampliación definitiva del
arancel por el ministro Amos Salvador, hace que se asegure el mercado nacional sin competencia exterior.
Tras una pequeña crisis es esencial el período 1914-1918, con el relanzamiento comercial fomentado por la Primera
Guerra Mundial. Nuestra neutralidad proporciona una fuerte demanda de productos exportables, cuyos beneficios
permitirán la ampliación de capital en no pocas empresas y la fundación de otras nuevas, como la Babcock Wilcox,
(construcción de maquinaria), y la Siderurgia del Mediterráneo, fundada por la familia De la Sota en Sagunto.

Este proceso industrial tuvo una gran repercusión social que podemos concretar en tres puntos:
1.- Gran afluencia de mano de obra de las provincias limítrofes, que hizo posible iniciar el desarrollo industrial
alcanzado. Este hecho tuvo graves consecuencias en los lugares de salida (desiertos demográficos, abandono de
pueblos, envejecimiento de la población, etc…), en los lugares de llegada (vivienda, educación, urbanismo, etc…)
y en las propias personas (desarraigo, inculturación, costumbres, etc.)
2.- La industrialización trajo consigo también la consolidación de dos clases sociales: una oligarquía de gran poder
financiero, establecida en barriadas residenciales de tipo inglés en la margen derecha del Nervión; en contraste, el
proletariado industrial vivía en la margen izquierda, en barrios cercanos a las fábricas y en un hacinamiento
habitual que alcanzó su máxima expresión en la zona minera en la que los patronos construyeron unas
instalaciones endebles, con frecuencia sin servicios higiénicos, en los que se agolpaban un centenar o más de
camas, cada una para dos o tres mineros y en las que, en principio, tenían que vivir obligatoriamente éstos.
Obligado era también al consumo que debían hacer en las “cantinas” propiedad de la empresa, con precios muy
altos para alimentos de muy baja calidad. El pan era la base de una dieta completada con tocino, tasajo, alubias,
garbanzos, patata y vino, pero con una clara insuficiencia nutritiva que derivaba en raquitismo y en indefensión
ante las enfermedades. Las jornadas laborales se planteaban en horarios de once y más horas, sin que no siempre
existiera el descanso dominical. Esta situación provocó la gran huelga de 1890 en la que, en teoría, se acabó con
los barracones y cantinas obligatorios y se implantó la jornada de 10 horas.
3.- En esta realidad nace y se desarrolla el movimiento obrero (socialismo, anarquismo y comunismo). En 1886,
Facundo Perezagua fundó la primera asociación socialista, (en Bizkaia, en 1891, el PSOE conseguiría su primer
concejal). Su labor será continuada por Tomás Meabe (periódico La lucha de clases) y, sobre todo, Indalecio
Prieto. Las primeras huelgas mineras de importancia son de 1890 y 1892. Y el nacionalismo vasco creará en 1911
su sindicato, Solidaridad de Trabajadores Vascos (Eusko Langileen Alkartasuna: E.L.A.), para reunir a los
obreros étnicamente vascos bajo el ideal nacionalista y la enseñanza social de la Iglesia.

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