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España no es ajena además a la situación de la Europa de Entreguerras, a la crisis
económica mundial y a la radicalización política, a la crisis de la democracia y a las
dictaduras de derechas (Salazar, Mussolini, Hitler...) y de izquierdas (Stalin). Un
contexto ideológico internacional de pugna entre fascismo, democracias y comunismo,
En España, la inmensidad de los problemas y las grandes desigualdades sociales
agravaron la radicalización de las posturas políticas.
La derecha económica y política española (ejército, terratenientes,
burguesía, parte de las clases medias, Iglesia y católicos) nunca se avino a la
democracia, cuando ésta significaba una pérdida de ventajas y se negó a las reformas.
Por otra parte, la alianza republicano-socialista del Pacto de San Sebastián se va
rompiendo, lo que tampoco contribuyó a la consolidación de la República que va
perdiendo progresivamente apoyos. Ante la lentitud de las reformas, los trabajadores
promovieron una oleada de conflictividad, alentada por el paro, que la República
reprimió. El socialismo se dividió y parte se fue radicalizando, tras la caída del gobierno
en 1933. El PCE y la CNT-FAI se opusieron a la República y sólo a partir del Frente
Popular la defendieron.
Tras la victoria del Frente Popular, en la primavera de 1936 se vivió un clima
creciente de polarización social y política. La derecha se organiza para terminar
con la República y sus reformas, preparando una conspiración militar. Pistoleros
falangistas protagonizan atentados para desestabilizar el régimen y crear un clima de
alarma social que preparara el golpe, militantes de izquierda, encuadrados en milicias
armadas, se toman la justicia por su mano. El movimiento sindical, encabezado por la
CNT y la UGT, se radicaliza para recuperar todo lo perdido en los años anteriores. Los
jornaleros ocupan tierras, los terratenientes paralizan labores, hay numerosas huelgas y
se producen actos violentos y asesinatos. Pero en España en 1936 no hay ninguna
revolución en marcha. La revolución, la va a provocar el golpe. Hasta entonces el
Estado había reprimido cualquier intento revolucionario, es el golpe el que debilita al
Estado.
La guerra no era tampoco inevitable. Si hubo guerra fue porque hubo una
conspiración cívico-militar llevada a cabo por el bloque de poder tradicional como
consecuencia de su derrota electoral en febrero de 1936 que perciben como una
amenaza al orden social, a sus intereses corporativos y de clase.
A partir de febrero de 1936, un grupo de militares golpistas y también de
civiles monárquicos, fascistas, carlistas y un sector de la CEDA preparan una
conspiración militar con el apoyo financiero de Juan March y de contactos extranjeros.
Aunque tuvo colaboradores civiles, su diseño fue obra de militares conservadores
como Sanjurjo, el cabecilla desde su exilio en Lisboa, Mola, el director del golpe desde
Pamplona, Yagüe (Marruecos), Queipo de Llano (Sevilla), Goded (Mallorca) y Franco
(Canarias), muchos de ellos de la UME. El gobierno intentó frenar la conspiración
trasladando a los sospechosos de conspiración, aunque con escaso éxito.
Mola diseña un golpe militar rápido y rotundo, contando con que las
instituciones republicanas y la débil sociedad civil no ofrecerían ninguna resistencia..
Tras el golpe, pretendía instaurar un gobierno autoritario, pero nunca contó con la
resistencia de una parte de la sociedad.
El asesinato del líder monárquico Calvo Sotelo como respuesta a la muerte del
teniente socialista de la Guardia de Asalto, J. Castillo, servirá de motivación última y
pretexto para la sublevación.
El alzamiento se inició en Marruecos el 17 de julio de 1936. Los días 18 y19
de julio se extiende la sublevación militar por toda la península. El golpe militar
fracasó, el ejército se dividió y España quedó separada en dos zonas. El golpe
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triunfa en Marruecos, Canarias, Castilla y León y Navarra, sin apenas oposición, y con
más dificultad en Galicia, Oviedo, Zaragoza, Mallorca, Sevilla y parte de Andalucía
occidental. Pero fracasa en las ciudades más importantes, Madrid, Barcelona y
Valencia, y en las zonas industriales, debido a la fidelidad a la República de parte del
ejército y las fuerzas del orden y a la reacción popular en su defensa. Sin embargo, la
distribución de armas para la defensa a las organizaciones del Frente Popular y los
sindicatos, que constituyen milicias espontáneas, provoca que durante meses el
gobierno de la República pierda el control del orden público y la iniciativa militar.
Es el comienzo de la Guerra Civil que durará tres años.
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representó para el bando republicano el fracaso del modelo de guerra con milicias
desorganizadas y la necesidad de disponer de un ejército disciplinado.
En la segunda etapa se desarrolla la campaña del norte que se prolongó hasta
su ocupación definitiva con la conquista de Asturias por los rebeldes (abril a
noviembre de 1937).
La gran ofensiva nacional toma primero Vizcaya en junio de 1937, a
continuación Santander en agosto del 37, y por último Asturias en octubre del 37. La
colaboración de la Legión Cóndor alemana dará origen a otro gran símbolo de la
contienda civil, éste del lado republicano, el bombardeo de Guernica, inmortalizado por
Picasso y convertido en ejemplo de la barbarie fascista, capaz de masacrar sin necesidad
a la población civil, tuvo enorme impopularidad y repercusión internacional.
El reconstruido ejército popular republicano emprendió ofensivas militares
para aliviar la presión del norte: en Madrid (Batalla de Brunete, julio de 1937) y en
Zaragoza (Batalla de Belchite, agosto de 1937), pero no consiguen impedir la caída del
norte de España y tampoco ampliar territorio.
En la tercera etapa se desarrolla la ofensiva del Bajo Aragón y la batalla del
Ebro (diciembre de 1937- noviembre de 1938).
Las tropas de Franco iniciaron la ofensiva del Bajo Aragón con el objetivo de
llegar hasta el Mediterráneo y dividir el territorio republicano. La batalla de Teruel*,
durante el durísimo invierno del 37 al 38 supuso un fuerte desgaste de las fuerzas
republicanas y el avance de los nacionales en todo el frente de Aragón, llegando hasta
el mar en Vinaroz (Castellón) el 13 de abril de 1938 con lo que la zona republicana
queda dividida en dos: Cataluña al Norte y Madrid y Levante al sur.
La batalla del Ebro* tiene lugar de julio a noviembre del 38, es la batalla
decisiva, la más sangrienta y dura de toda la guerra. La ofensiva republicana pretende
unir de nuevo sus territorios y alargar el conflicto todo lo que fuera posible, a la espera
de que estallase una guerra en Europa que pudiera cambiar el curso de la contienda. El
triunfo del ejército franquista supone el hundimiento definitivo del ejército popular.
La cuarta etapa corresponde con la ofensiva en Cataluña y el final de la
guerra (diciembre de 1938 a abril de 1939).
La ocupación de Cataluña fue rápida, Barcelona cae en enero de 1939 y la
conquista se culmina en febrero. El gobierno de Franco es reconocido oficialmente
por Francia e Inglaterra, el gobierno republicano se exilia a Francia y se produce la
salida masiva de tropas y civiles fieles a la República hacia la frontera.
Ocupada Cataluña, la zona republicana queda aislada del resto del continente.
Negrín y los comunistas son partidarios de resistir y poder enlazar con el conflicto
mundial que se espera próximo. Los altos mandos militares (Casado, Miaja) y otros
políticos republicanos, socialistas (Besteiro) y anarquistas (Cipriano Mera) intentan
llegar inútilmente a un acuerdo con Franco. En Madrid, la Junta Nacional de Defensa
presidida por el coronel Casado, declara ilegitimo al gobierno republicano de
Negrín. El ejército de Franco entra en Madrid el 28 de marzo del 39, que se entrega
de forma tan apresurada que no se pudo evacuar. Rápidamente se ocupa el resto del
territorio hasta la costa levantina y el 1 de abril de 1939 un parte final de la guerra
firmado por Franco pone fin a la contienda.
La evolución política durante la guerra de las dos zonas es muy diferente.
En la zona republicana hay diversidad de objetivos, para los anarquistas de
CNT y FAI, los socialistas radicales de la UGT y los comunistas trotskistas del POUM
hay que hacer la guerra y la revolución social al mismo tiempo, mientras que para los
republicanos, los socialistas moderados de la UGT y PSOE y los comunistas del PCE y
del PSUC lo prioritario es ganar la guerra y dejar la revolución para más adelante.
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En los primeros meses se hace la guerra y la revolución al tiempo. El poder
del Estado está casi desaparecido. Casares Quiroga, presidente del gobierno, se opone
la entrega de armas a los sindicatos y organizaciones obreras y dimite, por lo que el 19
de julio, un nuevo gobierno de Giral ordenó la distribución de armas. La
desconfianza hacia los militares lleva al gobierno a disolver el ejército regular. Las
milicias populares de los partidos de izquierda y los sindicatos, armadas por el
gobierno, se convierten en verdaderos poderes revolucionarios locales con comités o
consejos, salvo en el País Vasco, donde el PNV constituyó un gobierno autónomo. El
gobierno de la República se desarticula.
El vacío de poder puso en marcha de manera espontánea una revolución
social liderada por los sindicatos UGT y CNT. Sus organismos, independientes del
gobierno, llevaron a cabo numerosas incautaciones y colectivizaciones de propiedades
privadas y del clero, servicios públicos, tierras e industrias, sobre todo las abandonadas
por sus dueños, huidos o desaparecidos por miedo o apoyo a la sublevación, salvo en el
País Vasco. La colectivización agraria se extendió fundamentalmente por la Mancha,
Aragón, Murcia, Andalucía y Extremadura, en Cataluña y Valencia tuvo escasa
influencia. Participaron 3.000.000 de campesinos, se expropiaron 5.500 de hectáreas y
se crearon 1600 colectividades. Se colectivizaron también las grandes empresas
industriales y comerciales, y los obreros controlan las pequeñas. Cada colectividad
estaba dirigida por un comité elegido en asamblea general, con funcionamiento muy
diverso en función del sindicato que la hubiese promovido.
La revolución se acompañó de una durísima e indiscriminada represión.
Grupos de milicianos persiguieron a sus enemigos, reales o supuestos. Los aristócratas,
burgueses, religiosos y afiliados a partidos de derechas fueron sus principales víctimas.
Quemas y saqueo de iglesias, asaltos a prisiones, “paseos” y sacas” fueron
manifestaciones del terror. Especialmente graves fueron los asesinatos en Paracuellos
del Jarama de 2000 presos sacados de las cárceles de Madrid en noviembre del 36. El
número total de víctimas se calcula en torno a 50.000. Hubo también muchos
encarcelados y depurados. Fue un fenómeno espontáneo y descontrolado, cortado por el
gobierno republicano cuando consigue dominar la situación inicial.
Las zonas agrícolas que controlaba la República eran insuficientes para
alimentar a su población urbana. La desastrosa organización agravó los problemas de
abastecimiento y la industria presentaba un estado caótico.
Las derrotas sufridas ante los sublevados, que al final del verano de 1936,
después de tomar Badajoz y liberar el Alcázar de Toledo, asedian Madrid, evidenciaron
la necesidad de reorganizar y fortalecer el Estado. Desde septiembre del 36, el
socialista Largo Caballero es el nuevo presidente de un gobierno de coalición de
republicanos, socialistas y, por primera vez, comunistas e incluso ministros anarquistas.
Ante el avance de los sublevados, el gobierno se trasladó a Valencia y Madrid quedó
bajo una Junta de Defensa a cargo del general Miaja. El nuevo gobierno se propuso
dos objetivos: restablecer el poder del Estado, disolviendo los comités locales
revolucionarios y creando tribunales populares para contener la represión
indiscriminada, y reconstruir un verdadero ejército con mando unificado,
militarizando las milicias populares. A cambio se intenta legitimar el proceso
revolucionario, legalizando las incautaciones de tierras hechas por los campesinos. Los
enfrentamientos internos sobre la prioridad de la revolución o la guerra dan lugar a los
sucesos de mayo del 37 en Barcelona, auténtica batalla entre anarquistas y POUM,
que autogestionaban las fábricas, los servicios y las milicias armadas, de un lado, frente
a las fuerzas de orden, ERC, la UGT y el PSUC, del otro, cuando la Generalitat
intentó controlarlas. La mediación de la CNT comprometida con ambos bandos permitió
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dominar la situación. Tras estos incidentes, el POUM desaparece, su líder, Andreu Nin
es asesinado, el poder anarcosindicalista retrocede, Largo Caballero dimite y su
gobierno de coalición se derrumba, lo que supone el triunfo de los partidos políticos
frente a las organizaciones sindicales.
Desde mayo del 37 gobierna el socialista Negrín, apoyado por los comunistas,
que aumentan su poder dentro de la zona republicana en los dos últimos años de la
guerra por el papel fundamental de la ayuda soviética y por ser el grupo más
disciplinado. El gobierno, que se traslada a Barcelona, recupera el control del Estado
y concede prioridad a la guerra: resistir contra Franco hasta el final. La revolución se
paraliza, se restringen las colectivizaciones y se reduce el poder obrero, buscando atraer
hacia la posición republicana a las clases medias y pequeños propietarios. El único
poder revolucionario que sobrevivía, el Consejo de Aragón, fue disuelto de forma
contundente por el ejército regular. Tras la caída en verano del 37 del norte y el avance
de Franco hasta el Mediterráneo a principios del 38, se intentó negociar una salida a la
guerra, los Trece Puntos en abril de 1938, que acordaban el cese de la lucha armada y
unas elecciones democráticas, pero el bando franquista se negó a cualquier negociación.
La falta de ayuda internacional y el fracaso en la batalla del Ebro, aumentan el
derrotismo, crecen los partidarios de una rendición con condiciones a la que Negrín y
los comunistas se oponen, esperando enlazar con la guerra europea. Tras la caída de
Cataluña en enero de 1939 y la marcha al exilio del gobierno, la Junta de Defensa de
Madrid, liderada por el Coronel Casado, ante el agotamiento de tropas y población
civil, da un golpe, destituye a Negrín y entabla negociaciones con Franco para una
rendición con condiciones, que no es aceptada. Franco entra en Madrid el 28 de marzo y
el 1 de abril de 1939 es el fin del gobierno republicano en España.
En la zona franquista, al convertirse el golpe en una guerra, necesitan
establecer una organización política.
De junio a septiembre de 1936, la organización va a ser provisional. Los
sublevados tenían proyectos políticos diferentes, junto a los militares sublevados se
encuentran las milicias carlistas, denominadas requetés, los monárquicos y las milicias
falangistas, solo les unía el deseo de anular la legislación republicana y de reprimir
a los que habían apoyado el gobierno republicano. Para organizar esta doble tarea se
constituye en Burgos la Junta de Defensa Nacional, el 24 de julio del 36, integrada por
los generales golpistas, presidida por Cabanellas y controlada por Mola, ya que Sanjurjo
muere en accidente aéreo. Sus medidas son dirigidas a acabar con la huellas de la
República: deroga la legislación republicana, prohíbe los partidos y sindicatos opuestos
al alzamiento, establece una rígida censura y destituye a los cargos republicanos. Todo
ello acompañado de una brutal represión: detenciones masivas y ejecuciones sumarias
con algunos hechos de violencia extrema en Badajoz, Málaga o Sevilla.
En septiembre de 1936, la JDN entrega a Franco el mando militar único y
concentra en su persona todos los poderes del Estado, nombrándole el 29 de
septiembre de 1936 Generalísimo y Jefe del Gobierno y del Estado. El objetivo
único de la zona franquista era ganar la guerra, por lo que era necesario un mando
militar y político único. La JDN de Burgos se convierte en una Junta Técnica del
Estado, mientras el verdadero centro de decisiones es el cuartel general de Franco
en Salamanca.
En 1937, a medida que la guerra se prolonga, Franco, ve la necesidad de
organizar un estado más coherente, un Estado de carácter fascista que unificó todas las
fuerzas políticas que le apoyaban en un único partido y todos los poderes en una sola
persona. El ideólogo y organizador de este nuevo Estado es su cuñado Ramón Serrano
Suñer.
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El primer paso será la unificación de las fuerzas políticas que le apoyaban y
que abarcaban un amplio espectro ideológico, desde la CEDA y los monárquicos hasta
los carlistas y la Falange. La CEDA, desaparecido su objetivo de conquistar el poder de
la República, se desintegró como organización, los monárquicos apenas contaban con
apoyo fuera de algunos altos mandos del ejército y los carlistas y tradicionalistas sólo
tenían un relativo arraigo en el norte. Sólo Falange desempeñaba el papel más activo.
Antes de la guerra la implantación social de Falange había sido minoritaria, pero con el
conflicto, su protagonismo creció, a pesar de ser fusilado por los republicanos su
dirigente, José Antonio Primo de Rivera. Con su discurso demagógico, característico
del fascismo, proporcionó apoyo popular y unas mínimas bases ideológicas a lo que
denominaban alzamiento, consiguiendo voluntarios para el frente y la retaguardia y
asumiendo el control de prensa y propaganda. Pero los grupos más activos de la
derecha, falangistas y requetés o tradicionalistas, disponían de milicias armadas, que
Franco veía como un peligro a su creciente poder. Tras las primeras divergencias entre
falangistas y militares, somete estas milicias a la disciplina del ejército y unifica todas
las fuerzas políticas por el Decreto de Unificación del 20 de abril de 1937 en un
Movimiento, Falange Española Tradicionalista y de las JONS, siguiendo el modelo
fascista de partido único. La resistencia de algunos falangistas o carlistas como
Hedilla o Fal Conde fueron acalladas con la prisión o el destierro.
Franco concentra todo el poder en su persona, es Jefe del Ejército, Jefe del
Gobierno, Jefe del Estado y Jefe del partido único, el Movimiento Nacional, única
organización política legal, cuya ideología inspiraba al régimen (Veintisiete puntos de
Falange)
En 1937, Franco recibió el apoyo de la Iglesia española, con excepción de la
vasca, mediante el documento de cuarenta y ocho obispos que justificaba el
alzamiento y veía la guerra como una cruzada, obteniendo la legitimidad de la que
carecía. El catolicismo y la Iglesia serán puntales del nuevo estado franquista. Franco
suma al liderazgo político y militar, el carismático y religioso, lo que le convierte en
el Caudillo, guía, conductor.
El siguiente paso fue en febrero de 1938 la organización del primer Gobierno
franquista en Burgos, designado y presidido por Franco, que reflejaba el abanico de
fuerzas de los sublevados (monárquicos, conservadores católicos, tradicionalistas,
falangistas y militares) y que elabora una nueva legislación profundamente
reaccionaria. La Falange tendrá influencia en la política sociolaboral, el Fuero del
Trabajo, calcado de la Carta del Lavoro de la Italia fascista, que crea las magistraturas
de trabajo y establece los sindicatos verticales, los únicos autorizados. Los principios
básicos del Nuevo Estado son propiedad, orden y religión: se devuelven bienes y el
control de la producción es estricto, se suprimen partidos y sindicatos, se controla la
educación y cultura, se prohíbe la libertad de expresión y se depuran docentes y
funcionarios, se anula la legislación laica y se impregna toda la vida social de elementos
religiosos y patrióticos que exaltaban las victorias de las fuerzas nacionales y rendían
culto a los caídos y al caudillo.
. El régimen franquista, que se va institucionalizando, se configura como un
régimen marcadamente personalista, que se definía como nacionalsindicalista, de
inspiración fascista y católica.
Franco optó por una guerra de desgaste para consolidar su poder, aniquilar a la
República e ir eliminando en los territorios ocupados cualquier forma de
resistencia. A las dificultades de suministro que la guerra llevaba consigo, se sumó en
los primeros meses de la guerra una feroz represión. La represión en la zona
franquista fue una estrategia diseñada por los sublevados y desarrollada por el
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ejército y los partidos que apoyaron el golpe a lo largo de toda la guerra con una
implacable y sistemática violencia contra los que hubiesen ocupado cargos en las
instituciones republicanas, pertenecido, simpatizado o votado a partidos o
sindicatos de izquierda o manifestado sus ideas republicanas: trabajadores, clases
medias, docentes y figuras de la cultura como García Lorca, aunque los primeros en
sufrir la represión fueron los miembros del ejército y fuerzas de seguridad que no
apoyaron el golpe militar. Abundan las ejecuciones masivas a medida que avanzaban
las tropas, las “sacas” y “paseos” en la retaguardia, que concluían en cárcel o en
fusilamiento ante las tapias de los cementerios o en las cunetas. Se decreta el estado de
guerra, tribunales militares realizan juicios sumarísimos y se crean numerosos
campos de concentración en la zona nacional (Miranda de Ebro en Burgos, Monasterio
de San Marcos en León, San Juan de Mozarrifar en Zaragoza,…) y sus prisioneros serán
usados como mano de obra para diversos trabajos forzados como la construcción del
Valle de los Caídos o la reconstrucción de Belchite. El número de víctimas es más de
85.000. Los encarcelados y depurados son numerosos. La represión institucionalizada
continuará acabada la guerra. Las familias de los represaliados fueron condenadas
durante décadas al silencio.
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el europeo, pero fue un fracaso, ya que impedía a la República aprovisionarse de armas,
mientras Franco seguía recibiendo la ayuda de los regímenes fascistas. La “no
intervención de las democracias” demostraba realmente su debilidad frente al
expansionismo fascista y acercaba la II Guerra Mundial. Gran Bretaña se abstiene de
apoyar a la República, ya que teme el triunfo de una revolución en España y defiende la
política de apaciguamiento frente al fascismo. En Francia, gobernada también por
un Frente Popular, pese a los actos colectivos de apoyo a la República, las presiones
británicas y las divergencias internas llevan a cerrar las fronteras para evitar la entrada
de armas e impulsar el Comité de No Intervención. El papel de Francia acabará
siendo el de país de acogida de miles de españoles que huían de Franco. EEUU se
mantiene neutral. Sin embargo, fueron fundamentales los abastecimientos al bando
franquista de grandes empresas norteamericanas. Esta actitud de no intervención de la
democracias dejó al legítimo gobierno de la República en clara desventaja.
El gobierno republicano sólo cuenta con la ayuda del gobierno mexicano que
proporciona municiones, alimentos y apoyo diplomático, pero sobre todo acoge a
numerosos exiliados, y con la más decisiva ayuda de la URSS. El apoyo militar
soviético, que responde a un intento de acercamiento a los gobiernos democráticos para
hacer frente a la amenaza fascista, consiste sobre todo en la entrega de armamento,
llega de manera lenta y clandestina, es más anticuado que el que recibe Franco y pagado
al contado con el oro del Banco de España. La URSS, a través de la Internacional
Comunista, impulsa también movimientos de solidaridad antifascista en los países
occidentales y pone en marcha el reclutamiento de voluntarios de todo el mundo, las
Brigadas Internacionales, unos 60.000 voluntarios extranjeros, procedentes de más de
50 países, que en su mayoría militaban en paridos comunistas y actuaban en solidaridad
con la izquierda española frente a la amenaza del avance fascista.
La opinión pública y los intelectuales de todo el mundo se hacen eco de la
guerra española, tomando partido por uno u otro bando. La causa republicana atrae
las simpatías de la izquierda y de la mayoría de los intelectuales. Muchos vienen a
España para apoyar la causa: el fotógrafo Capa, los escritores Andre Malraux, Geoge
Orwell o E. Hemingway.
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destrucción de viviendas, fábricas y vías de comunicación. El pan comenzó a escasear
en los primeros meses de 1937. La desnutrición provocó enfermedades y aumentó la
mortalidad.Disminuye la población activa, desciende la producción en todos los
sectores y el nivel de renta. La economía vivirá una larga fase de estancamiento. El
nivel de producción y bienestar anterior no se recuperará hasta los años 50. La mayoría
de la población sufre a lo largo de años los efectos del racionamiento y la falta de
bienes de consumo.
Políticamente, finaliza la más importante experiencia modernizadora y
democratizadora que había tenido España y se implanta una larga dictadura personal
de Franco, caracterizada por la represión, la falta de libertad política y la supresión de
los derechos fundamentales de las personas. La represión continuará acabada la guerra,
miles son fusilados, encarcelados y depurados. La Ley de Responsabilidades Políticas
(9 de febrero del 39) con carácter retroactivo permite perseguir a todos los que desde
octubre del 34 hubiesen participado en la vida política republicana. Se suprimen
partidos y sindicatos y todas las libertades democráticas, se depura a todos los
funcionarios de la administración del estado, y en especial a los cuerpos docentes. Con
el final de la guerra no llegó la paz, sino la victoria.
Los grupos beneficiados por la guerra son los terratenientes, el ejército y la
Iglesia, los sectores hegemónicos de la sociedad franquista. Se restablece la autoridad
en las empresas y los excombatientes nacionales son premiados con puestos en la
administración y concesiones.
España sufrirá el aislamiento internacional tras la derrota de las potencias
fascistas en la II Guerra Mundial.
Culturalmente se origina un desierto intelectual. Se destruye el esfuerzo de
regeneración cultural y educativa de la Edad de Plata. Son ejecutados o destituidos un
60% de maestros y profesores. La casi totalidad de los intelectuales del 27 y aún del 98,
los más notables científicos y artistas murieron o se exilian: Machado, García Lorca,
Buñuel, Alberti, Picasso, Américo Castro,... La cultura oficial dominada por una fuerte
censura retrocede a otros tiempos.
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