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LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN EL SISTEMA DE SALUD

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Para desarrollar la relación entre las variables “género” y “salud”, podemos tomar como
punto de partida… la ley Nº 26.485 “para prevenir, sancionar y erradicar las violencias contra
las mujeres”. Dicha ley y sus posteriores modificatorias promueven acciones en el marco de los
programas de salud integral de las mujeres y cuerpos feminizados, en aras de fomentar el
diseño de protocolos específicos de detección temprana y atención de todo tipo de violencias
por razones de género. En el Módulo 1 de este curso – donde abordamos los marcos
Normativos- podrán encontrar mayor precisión sobre los lineamientos básicos para las
políticas públicas específicas para el ámbito de la salud en el capítulo 11 de dicha ley.

La importancia de la inclusión de la perspectiva de género y diversidad en salud es esencial


para brindar una atención equitativa para todas las personas. Sin embargo no siempre es
reconocida como una meta a alcanzar. Esto se debe en parte a la falta de reconocimiento de
muchos de los problemas que el modelo sanitario tradicional conlleva en su misma práctica.
Por un lado, pone en el centro de la escena a las personas (especialmente aquellas que
pertenecen a los grupos sociales históricamente discriminados) bajo el principio de igualdad y
no discriminación. Asimismo, las identifica como las titulares indiscutibles de los derechos y
considera al Estado como el principal responsable para su cumplimiento y garantía.

Toda política pública que asuma dicho enfoque incluye en sí misma, y de modo inexorable, la
perspectiva de género y diversidad. Ambas miradas se apoyan en el mismo marco analítico,
exigen poner la atención en el bienestar de grupos sociales condicionados por la
discriminación estructural, buscan potenciar la autonomía y la participación en la toma de
decisiones y, finalmente, las dos perspectivas (género y diversidad) se aplican a todas las fases
de creación de las políticas públicas (diseño, ejecución, seguimiento y evaluación) y a todos los
tipos de actuaciones (legislativas, políticas, programáticas).

La perspectiva de género y diversidad abreva en la idea de género como “las identidades, las
funciones y los atributos construidos socialmente de la mujer y el hombre y al significado social
y cultural que la sociedad atribuye a esas diferencias”. Esta definición se constituye entonces
en una categoría analítica y política que permite analizar el impacto diferencial que tiene una
práctica social en la vida de las mujeres y las personas LGBTI+. Visibilizar las situaciones de
desigualdad y exclusión estructural que atraviesan las trayectorias vitales de las mujeres y las
personas LGBTI+ permite revelar cómo las políticas que en apariencia pueden parecer neutras
en términos de género pueden afectarlas especialmente, y también señalar la necesidad de
diseñar medidas administrativas, legislativas o de cualquier índole encaminadas a desmantelar
patrones históricos de discriminación contra las mujeres y personas LGBTIQ+. Así, la inclusión
de la perspectiva de género y de diversidad en el diseño, implementación y monitoreo de
políticas públicas implica dar prioridad a las necesidades específicas de las mujeres y personas
LGBTIQ+.

Incluir la perspectiva de la diversidad modifica el paradigma binario (hombres y mujeres). De


ahí que transversalizar la perspectiva de diversidad sexual en la formulación de las políticas
públicas implica identificar de manera específica y transversal las necesidades, violencias,
desigualdades y la discriminación estructural e histórica que atraviesan las personas LGBTIQ+.

Asimismo, requiere tomar en consideración las diferencias entre los géneros, analizar los
factores que generan las desigualdades y evaluar las posibilidades para su modificación. Es
decir, es un proceso por el cual se valora el efecto diferencial que tiene para los géneros
cualquier decisión y acción que se toma o planifica a nivel estatal, ya sea en materia de
legislación, programas, políticas y en todas las áreas y niveles. A partir de allí, debemos avanzar
hacia la elaboración de propuestas de acción que procuren modificar los patrones
estructurales excluyentes que limitaron y limitan el acceso de las personas LGBTI+ a sus
derechos fundamentales como la salud, la vivienda o el trabajo, provocando una reducción
dramática de sus expectativas de vida y fundando las formas más extremas de violencia como
los travesticidios, transfemicidios y crímenes de odio.

Contemplar estos cambios de paradigmas que van desde el género binario hacia la diversidad
sexual en el diseño y análisis de las estructuras, las investigaciones y las estrategias de
atención en salud implica promover cambios en el área para alcanzar un modelo más justo
para todos, todas, y todes

La perspectiva de género y diversidad debe ser incluida en los análisis en materia de salud
porque (al igual que otros factores) el género es un determinante estructural clave porque
establece la existencia de oportunidades diferentes para las personas de gozar de una salud
óptima y desempeñar una función decisiva tanto en la manera en que mujeres, varones y
disidencias contribuyen al desarrollo sanitario como también en las que reciben sus beneficios.

Un enfoque de género y diversidad en salud se diferencia de un análisis puramente enfocado


en el sexo (centrado en diferencias biológicas) ya que busca identificar las diferencias sociales
y culturales experimentadas por mujeres, varones y otras identidades, y el impacto que tienen
en su relación con la salud. Así, mientras que el sexo puede indicar diferentes factores de
riesgo o la necesidad de otro tipo de tratamiento frente a una misma patología, los géneros
puede determinar diferentes posibilidades de acceso a la atención sanitaria, adherencias a
tratamientos o impactos de los determinantes sociales y económicos de la salud.
El sesgo de género en la esfera de atención en la salud se pone de manifiesto en el lento y a
veces inexistente reconocimiento de los problemas de salud que afectan a las mujeres y
cuerpos feminizados en particular. El mayor ejemplo de este olvido es el de las violencias por
razones de género, su prevalencia y consecuencias en la salud física y mental

Otro problema puede verse en la composición de las estructuras de salud en el mundo. Desde
organismos internacionales hasta ministerios, grandes hospitales a pequeños efectores de
salud las mujeres y diversidades sexuales están sub-representadas en las especialidades de
más renombre y casi ausentes en los puestos de poder (con excepción de algunas
especialidades consideradas femeninas como ginecología y obstetricia, dermatología y
pediatría entre otras).

El sistema sexo-género y la salud

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Siguiendo las definiciones de la antropóloga Gayle Rubin, el sistema de sexo- género es el


“sistema de relaciones sociales que transforma la sexualidad biológica en productos de la
actividad humana”. Partiendo de esta premisa, se describe la forma en que ciertos mandatos
de género aumentan los factores de riesgo sobre la salud de varones y mujeres. Entendemos
el tránsito urgente hacia el paradigma de la diversidad sexual pero a modo de visibilizar
sesgos sistémicos lo hacemos desde el binarismo que aún persiste en las instituciones.

La competitividad, la demostración de virilidad, la búsqueda permanente de riesgo y el uso


de la violencia como herramienta privilegiada en determinadas circunstancias, explica por
qué los varones encabezan los índices de accidentes de tránsito, peleas callejeras, además de
cuidar menos de su salud.

Al igual que en el resto de la sociedad, el ámbito de la salud está atravesado por esas mismas
relaciones de poder y opresión que delinea el sistema de géneros. Esto explica por qué las
personas trans, por ejemplo, enfrentan todo tipo de discriminaciones al interior del sistema de
salud. Por otro lado, asume los desafíos contemporáneos producidos por los cambios en la
fisionomía de las familias y los nuevos modelos familiares, que plantean nuevas problemáticas.

De hecho, el último censo de hogares, población y vivienda en Argentina realizado en 2010,


muestra un incremento en la cantidad de mujeres a cargo del hogar, como la existencia de al
menos 24.228 hogares conformados por parejas del mismo sexo, de las cuales el 21% tienen
hijos/as/es a cargo. Se trata de nuevas familias LGTBIQ+ que en Argentina plantean otros
desafíos al sistema de salud.
La ley de identidad de género (26.743) representa sin duda un avance histórico. Sin embargo,
muchas personas de la población LGTBIQ+ siguen sufriendo todo tipo de discriminaciones
cuando acuden a los centros de salud. En este sentido, la sugerencia es tomar medidas como:
no presuponer prácticas u orientaciones sexuales ante los/as destinatarios/as del servicio; no
utilizar la identidad u orientación sexual como “factores de riesgo” para las enfermedades de
transmisión sexual; respetar los roles de maternidad y paternidad y el nombre y género
elegidos por los y las destinatarias del servicio, independientemente de los consignados en el
DNI.

Más que un punto de llegada, la transversalización del enfoque de género y diversidad sexual
antes mencionado es “una estrategia destinada a hacer que las preocupaciones y experiencias
de las mujeres, de los hombres y de las personas que asumen otras identidades de
género, sean un elemento integrante de la elaboración, la aplicación, la supervisión y la
evaluación de las políticas y los programas en todas las esferas políticas, económicas y sociales,
a fin de que todes se beneficien por igual e impida que se perpetúe la desigualdad.

Los espacios socio-sanitarios como interventores en situaciones de violencias por razones de


género.

Las dificultades en la atención de las violencias por razones de género al interior del sistema de
salud se enmarcan en un contexto mucho más amplio de limitaciones del conjunto de políticas
y normativas estatales para erradicarlas. No se explica que aunque hayan proliferado leyes y
políticas públicas de protección y reparación para las mujeres y disidencias su vulnerabilidad
haya aumentado. Esto está ligado a dos procesos estructurales del sistema de salud, el primero
es que existe un estatus jerárquico (que expresa relaciones desiguales de poder) y el segundo
es que las demandas de las mujeres y disidencias sexuales son inaudibles para el Estado.

Si las violencias por razones de género son un código institucional que se extiende en el campo
socio-sanitario; las prácticas que debemos evitar son las que re victimizan a los/las/les
usuarios/as/es del sistema de salud.

Es necesario entonces, problematizar la finalidad de los servicios de salud y otorgarle


centralidad a las prácticas de cuidado para construir desde allí miradas e identificaciones que
se ajusten al contexto y a las necesidades de las personas, respetuosas de sus derechos y su
autonomía.

A modo de recordar las violencias por razones de género, es dable recordar las incumbencias
específicas de los servicios de salud para atender las repercusiones de las mismas en la salud.
Para ello, podemos interiorizarnos sobre los cuadros agudos, crónicos y los diferentes grados
de discapacidad que provoca la violencia por razones de género en los cuerpos femeninos o
feminizados.

Algunos ejemplos al respecto pueden ser:

- Las mujeres buscan atención dos veces más que quienes no experimentan violencia
machista en sus relaciones interpersonales.
- Existe un marcado subregistro de este problema en el sistema de salud.
- El conjunto de padecimientos concluye en una disminución de los años de vida
saludables, provoca discapacidad psicológica y física.
- Enfermedades y padecimientos asociados: dolor crónico, cefaleas, problemas
respiratorios, agudización de cuadros asmáticos y alergias respiratorias, embarazos no
deseados, I.T.S y V.I.H, trastornos menstruales, dolor pélvico crónico, infecciones
urinarias, hijo/as con bajo peso al nacer, partos prematuros, depresión, ansiedad,
ataques de pánico, intentos de suicidio, trastornos de sueño, afectación de la
capacidad de maternaje, de la concentración y de las capacidades involucradas en el
estudio y en el trabajo, alteraciones en la atención y la memoria, fobias, etc.
- Las consecuencias más graves son el femicidio y el suicidio.

La finalidad para los servicios de salud es incorporar las perspectivas de género y diversidad
sexual, promoviendo el trabajo en equipos multidisciplinarios e intersectoriales, que pongan el
foco en el cuidado antes que en los procedimientos.

Dificultades para incorporar la violencia de género como un problema de salud pública

En líneas generales, Argentina - como otros países- presenta una gran dificultad para
incorporar la violencia como parte de su campo de problemáticas, aun cuando de forma
cotidiana deben enfrentarse con su impacto en la situación de salud de las, los, les usuarios
que atienden.

Algunas investigaciones de la región aportan elementos para entender la relación entre


violencia y salud, pues refieren que el paradigma dominante en los sistemas de atención se
encuentra con diversos obstáculos para considerarla como parte de su campo de estudio.

En particular, dichos análisis señalan que uno de esos obstáculos se encuentra en la lógica
policial de buenos y malos incorporada por el sector salud, la cual genera distanciamiento,
desinterés y desprecio a los “malos”, que en el caso de la violencia de género serían los
victimarios; mientras que sus víctimas se vuelven “no confiables”, debido a su vínculo afectivo
con los primeros.

Un segundo obstáculo - específico de quienes se han formado y trabajado en el campo de la


salud y que provienen de las profesiones biomédicas- es el intento de aplicar a la violencia la
lógica bionatural de la enfermedad, con las prácticas que le son propias y con soluciones
derivadas de ellas. Con esta lógica se asume a la violencia como enfermedad, al victimario
como agente etiológico y a la víctima como al paciente, y se procede, en consecuencia, a
identificar factores de riesgo y puntos de intervención. De acuerdo con lo anterior, la violencia
no cabe en la lógica de la enfermedad, pues la atención para una mujer que vivió violencia
sexual es diferente a la requerida por quien tiene una enfermedad genitourinaria.

La violencia tiene una lógica mucho más compleja, ya que en pocas ocasiones tiene un agente
causal único y sus víctimas no son necesariamente personas enfermas. No todo es prevenible,
ni existen vacunas o medicamentos antiviolencia. Por lo tanto, se advierte que los peores
aportes que se podrían hacer desde el campo de la salud a la violencia sería medicalizarla,
pretender someterla a la lógica médica, a sus prácticas e instituciones.

Por el contrario, se requiere aproximarse a las lógicas y dinámicas de la violencia, a la


complejidad de contextos y actores implicados, a las distintas disciplinas requeridas para
comprenderla, entre ellas: la economía política, la sociología, el derecho, la ética, la
antropología, la psicología y la epidemiología social.

Otro obstáculo está constituido por el modelo utilizado para comprender los aspectos
subjetivos de los problemas ligados a la violencia, el cual retoma algunos aspectos de lo
descrito en la lógica de “buenos y malos”. Dado que el sistema de salud está preparado para
atender a gente agradecida que obedece las indicaciones, se supone como contrato tácito que
la persona que solicita atención está dispuesta y deseosa de aceptar las intervenciones e
indicaciones. En este imaginario, la persona que decide recibir atención tiene “conciencia de
enfermedad” y quiere curarse. Desde esta perspectiva, quienes integran el sistema de salud
suponen que se termina la violencia si la víctima adquiere consciencia de su situación; lo cual
no es totalmente errado, pero sólo es una parte del problema, puesto que las personas no
actúan sólo de forma consciente y las experiencias de vida constituidas en relación con una
vulneración constante de derechos de ciudadanía no permite a las víctimas de violencia
avizorar otro horizonte posible. Por lo tanto, se requiere de intervenciones de “alta
complejidad interdisciplinaria”.

Otro obstáculo es la elección del enfoque psicológico en el que se ubicará la problemática,


pues existen diferencias en los efectos al incluir uno centrado en los derechos humanos o uno
psicopatológico, desde el campo psicológico en la atención de mujeres que han vivido
violencia de género. En el caso del segundo, puede incurrir en las mismas trampas, sobre todo
cuando apunta a cuestiones de personalidad, déficits afectivos e historial de traumatismos
psicológicos previos en la atención de personas que han vivido violencia de género. Por otra
parte, el enfoque de derechos humanos en el campo psicológico y con perspectiva de género
favorece un abordaje que considera a la mujer consultante como alguien que vive efectos
subjetivos de una vulneración de derechos, al fomentar en primera instancia a los grupos de
ayuda mutua como herramienta privilegiada y la inclusión de atención profesional, evitando la
revictimización y la iatrogenia.

La consulta profesional, una oportunidad

La consulta, por ejemplo, con un/a médico/a en la guardia de un centro de salud puede
convertirse en la única oportunidad que tiene el Estado de detectar a tiempo una situación de
violencia de género. Una mujer puede concurrir a un centro de salud para formar parte de un
grupo de lactancia materna, por una consulta pediátrica, ginecológica o para un chequeo
obstétrico. En esa consulta, un/a/e agente de salud lo suficientemente equipado/a/e y
formado/a/e puede detectar los primeros síntomas que indican que esa persona puede estar
siendo víctima de violencia de género. Por ello, contar con equipos capacitados en la detección
temprana de la violencia, sensibles y con acceso a recursos como protocolos o herramientas de
prevención, pueden hacer de los centros de salud espacios de contención, orientación y
prevención de estos tipos de violencias.

Les invitamos que a continuación, una vez leído el texto y el PP sobre políticas públicas,
puedan observar cuatro videos disponibles en la plataforma, que permitirán una
profundización y un mayor análisis de la temática planteada:
“La perspectiva de género en salud” (corto animado elaborado por la Organización
Panamericana de la Salud – OPS –)

“Hacia una salud con perspectiva de género” (disertación de la Dra. Débora Tajer, doctora en
psicología y referente nacional e internacional en la temática de género y salud)

“¿Cuál es la diferencia?” (Video que muestra las diferencias entre abordajes en salud con y sin
perspectiva de género y diversidades)

“Ley Micaela cap. 1, 2, 3” (Video elaborado por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y
Diversidad, en el marco de la Ley Micaela, que permite reflexionar sobre las violencias hacia el
interior y hacia el exterior de las instituciones públicas)

Además encontrarán bibliografía optativa y complementaria para quienes deseen profundizar


más en la temática.

Bibliografía

Economía femini(s)ta

https://economiafeminita.com/la-importancia-de-la-perspectiva-de-genero-en-salud/

PNUD

https://www.ar.undp.org/content/argentina/es/home/presscenter/articles/2020/GeneroenSS
alud.html

Tajer, Débora; Gaber, Mariana; Reid, Graciela; comp. Impacto de la violencia de género en la
salud de las mujeres: una investigación en la Ciudad de Buenos Aires.

https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/KtbxLwgpsbmHQJTcdChqbKJcJBsLRgCGCg?projector
=1&messagePartId=0.4

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