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LA LUCHA POR EL TRONO

cinco coronaciones
que acabaron en
guerra
Cuando hay un solo trono y más de un pretendiente, el conflicto
está asegurado.
City Museums and Art Gallery, Birmingham

Cinco coronaciones que acabaron en guerra


Abel G.M.
Periodista especializado en historia y paleontología

 09 de mayo de 2023 – Nat Geo

A lo largo de la historia, la coronación de un nuevo monarca podía ser


motivo de alegría o de preocupación; sin embargo, si en vez de uno había
más, con toda seguridad era motivo de preocupación. Las luchas por el
trono han dado lugar a más de una guerra, a veces entre candidatos de un
mismo país y otras a auténticas guerras continentales. Estas son cinco
coronaciones que acabaron en un conflicto a gran escala.

FELIPE VI DE FRANCIA Y ENRIQUE III DE


INGLATERRA: LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
En 1328 subió al trono de Francia Felipe VI, primer rey de la casa de Valois,
que reinó hasta 1589. Un año antes, Inglaterra también había tenido nuevo
rey: Eduardo III, de la casa Plantagenet, que llevaba casi dos siglos
gobernando. Inicialmente ambos monarcas tuvieron una buena
relación e incluso planearon una Cruzada conjunta en Tierra Santa.
Eduardo III de Inglaterra
British Library
Felipe VI de Francia
Museo de Historia de Versalles
Pero la situación se deterioró cuando en 1337 ambos reclamaron los
derechos sucesorios sobre el Ducado de Aquitania. El ducado había
pertenecido al rey de Francia Felipe IV, abuelo de Eduardo III y tío de Felipe
VI; por lo tanto, ambos creían tener derecho a heredarlo. Enrique, no
contento con reclamar el ducado, proclamó también su derecho a heredar
la corona de Francia en detrimento de Felipe VI.
Esta cuestión sucesoria dio lugar a la guerra más larga de la historia
europea: la Guerra de los Cien Años, que en realidad duró 116.
Finalmente la dinastía Valois pudo conservar el poder e incluso engrandecer
su territorio, anexionando cerca de la mitad del territorio del ducado de
Borgoña, uno de sus grandes rivales.

para saber más


LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS ENTRE FRANCIA E INGLATERRA
LA GUERRA DE LAS DOS ROSAS Y EL FINAL DE
LA DINASTÍA PLANTAGENET
La dinastía Plantagenet había gobernado Inglaterra durante tres siglos,
dando lugar a dos ramas cadete rivales: la casa de York y la de
Lancaster. En 1453 el rey Enrique VI, de los Lancaster, padeció un brote de
esquizofrenia que lo dejó incapacitado para gobernar; por ello, se estableció
un Consejo de Regencia encabezado por el popular duque de York,
Ricardo, que utilizó su posición para apoyar sus pretensiones al trono.
En 1455, el enfrentamiento entre las casas Lancaster y York desembocó
en una guerra civil conocida como la Guerra de las Dos Rosas, ya que
los blasones de ambas casas lucían esta flor. El conflicto se prolongó de
forma intermitente hasta 1487 y terminó con la extinción de los herederos
masculinos de ambas casas y el ascenso al poder de una nueva casa, los
Tudor.
Los Tudor, de hecho, eran en cierto modo herederos de las dos casas que
se habían enfrentado en la guerra. Su primer rey, Enrique VII, descendía de
una rama de los Lancaster por parte de madre y se casó con Isabel de
York, unificando de nuevo los dos linajes y terminando con un conflicto
de tres décadas. Es por ese motivo que el blasón de los Tudor es una
combinación de la rosa blanca de los York y la rosa roja de los Lancaster.
Enrique VII, primer rey de la dinastía Tudor.
National Portrait Gallery

ISABEL Y JUANA DE CASTILLA: LA GUERRA DE


SUCESIÓN CASTELLANA
A la muerte de Enrique IV de Castilla en 1474, dos mujeres aspiraron a
sucederle en el trono: una era su hermana Isabel, que pasaría a la historia
como “la Católica”; la otra era su hija Juana, que las malas lenguas
consideraban hija de su hombre de confianza, Beltrán de la Cueva, y por
ello la llamaban “la Beltraneja”.
Los partidarios de ambas candidatas las proclamaron reinas, dando lugar a
una guerra civil que se prolongó hasta 1479. No solo estaba en juego el
trono de Castilla, sino una alianza entre reinos: Juana estaba casada
con el rey de Portugal, Alfonso V; e Isabel con el heredero al trono de
Aragón, el que sería conocido como Fernando el Católico.
Isabel la Católica.
Colegiata de Santa María la Mayor de Toro
Juana la Beltraneja.
CC
La guerra terminó con la victoria de la facción isabelina y con un acuerdo
que en principio debía beneficiar a ambos bandos: Portugal dejaba perder el
trono de Castilla y, a cambio, los Reyes Católicos renunciaban a reclamar
cualquier posesión portuguesa. Pero Juana, herida en su orgullo, se
sintió abandonada y se retiró al convento de Santa Clara en Coímbra;
durante el resto de su vida siguió firmando su correspondencia como “yo, la
Reina”.

para saber más


ISABEL CONTRA JUANA: LA LUCHA POR EL TRONO
FELIPE DE BORBÓN Y CARLOS DE AUSTRIA: LA
GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA
En 1700 el último rey de la rama española de los Habsburgo, Carlos II,
murió sin descendencia. En su testamento legaba todos sus territorios a
Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, lo que suponía el traspaso
de las coronas hispánicas y todas las colonias americanas a la dinastía
de los Borbones.
La chispa que desencadenó el conflicto fue que, en principio, para obtener
el trono español Felipe de Anjou debía renunciar a su derecho sobre el
francés, algo que no se respetó. Los rivales históricos de Francia –
principalmente Inglaterra y el Sacro Imperio Romano – temieron que esto
pudiese dar demasiado poder a la dinastía Borbón y decidieron apoyar
al candidato de la rama austríaca de los Habsburgo, el archiduque Carlos.
La guerra dividió a la nobleza hispánica: la castellana abrazó
mayoritariamente la causa borbónica, mientras que en la Corona de Aragón
las grandes ciudades y la nobleza apoyaron al candidato Habsburgo.
Sin embargo, cuando el archiduque Carlos heredó el trono del Imperio tras
la muerte de su hermano, sus valedores pensaron que para ellos sería más
peligroso que heredase el trono español él que Felipe y le retiraron su
apoyo. En 1713 se firmó el Tratado de Utrecht entre Felipe V y los antiguos
partidarios del archiduque, que obtuvieron notables concesiones a cambio
de retirarse del conflicto. Un año más tarde el pretendiente austricista
aceptó, mediante el Tratado de Baden, renunciar al trono de España.
Carlos VI del Sacro Imperio Romano, considerado por los austricistas como Carlos III de
España.
Museo Palacio Mercader
Felipe V de España.
Museo del Prado

MAXIMILIANO DE HABSBURGO Y EL BREVE


SEGUNDO IMPERIO MEXICANO
En octubre de 1863, los monárquicos mexicanos ofrecieron a Maximiliano
de Habsburgo, hermano menor del emperador austríaco Francisco José,
convertirse en emperador de México. Después de mucho dudar, el
archiduque cruzó el Atlántico con su esposa Carlota de Bélgica para ocupar
un trono que duró apenas tres años.
El Segundo Imperio Mexicano fue reconocido por varias de las principales
potencias europeas, pero no por sus vecinos estadounidenses, que
apoyaban a los republicanos liderados por Benito Juárez debido a la vigente
“doctrina Monroe”, según la que cualquier intervención armada en América
– y Francia había enviado a su ejército para apoyar al emperador – sería
vista como un acto de agresión y provocaría una respuesta por parte de
Estados Unidos.
Retrato oficial de Maximiliano I como emperador de México.
Museo Nacional de Historia de México
Sus aliados europeos, que no deseaban entrar en conflicto con
EEUU, retiraron el apoyo a Maximiliano y lo abandonaron a su suerte;
algunos le aconsejaron que huyera, pero él prefirió quedarse para luchar por
el trono que le habían dado. Pero el 15 de mayo de 1867, uno de sus
oficiales le traicionó: rindió la ciudad de Querétaro, donde se habían
atrincherado las tropas imperiales, y reveló a los republicanos el lugar en el
que se encontraba el emperador.
Maximilano fue capturado y juzgado por un tribunal de guerra, que debía
decir entre ejecutarlo o desterrarlo: la pena de muerte ganó por cuatro votos
a tres. A pesar de las peticiones de varios monarcas europeos – incluyendo
a su hermano – para que se le perdonase la vida, el tribunal no se dejó
persuadir y, el 19 de junio, fue ejecutado junto con los dos últimos
generales que le habían sido leales.

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