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LA VIDA SEGÚN

SCHOPENHAUER: UNA
CUESTIÓN DE TENSIÓN Y
ABURRIMIENTO
Schopenhauer trató de deshacerse del aburrimiento a toda costa,
porque lo veía como una amenaza para la existencia. Pero ¿cómo
enfrentar esa preocupación desde la sociedad del entretenimiento?
Ethic – 9 de mayo de 2023 - Iñaki Domínguez

Dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer que la vida humana oscila entre la


tensión y el aburrimiento. Para empezar, debemos decir que tal afirmación tiene
validez aparente solo en contextos muy concretos: el de un intelectual ocioso del
siglo XIX sería uno de ellos.
Schopenhauer es famoso por haber escrito su magnum opus El mundo como voluntad
y representación  (1818), al tiempo que desarrolló y continuó parte del ideario
kantiano y resultó ser una influencia decisiva en Nietzsche, un filósofo de enorme
impacto cultural (impacto que se dejó sentir decisivamente durante el siglo XX). El
título de su obra clásica (que triunfó muy tardíamente en la vida del filósofo) es
sumamente elocuente en cuanto a su principal teoría se refiere.
La cosa en sí de la vida (ya sea humana, animal o, incluso, inanimada) es la
voluntad. ¿Qué sería de nosotros y del mundo sin voluntades que animasen a los
seres y entidades que conforman el cosmos? No habría movimiento ni desarrollo
alguno que sirviese de base a las relaciones entre unas cosas y otras. Los entes y
seres del mundo siempre estamos deseando, esclavizados por una volición, y es por
ello que actuamos en el mundo y transformamos la realidad.  Nuestra esencia más
íntima es la voluntad, aquello que sirve de fundamento a la totalidad de nuestro
ser.
El problema del aburrimiento tiene mucho que
ver con el pasado y con la vida ociosa, aunque
su realidad permanece
Por otra parte, siguiendo a Kant , el mundo es tal y como nos lo representamos
subjetivamente, puesto que no tenemos acceso a las cosas tal y como son en sí
mismas. Un ser humano percibe el mundo de modo distinto a un perro, una mosca,
una polilla, etc. Desde una perspectiva cronológicamente y culturalmente algo
posterior a la del propio Schopenhauer, las sociedades y culturas, a su vez, cuentan
con ideologías o paradigmas socialmente construidos a través de los cuales
interpretamos el mundo, nos lo representamos. ¿Cómo es el mundo objetivo en sí
mismo? No lo sabemos. Para Schopenhauer, ese mundo objetivo en sí mismo sería,
si acaso, la voluntad; la esencia del universo.
Dicho esto, la voluntad en Schopenhauer trataría de deshacerse del
aburrimiento a toda costa, pues este atenaza nuestra existencia. Pero, como ya
he dicho, el problema del aburrimiento tiene mucho que ver con el pasado y con la
vida ociosa, aunque su realidad permanece (algo que podemos contemplar por vía de
toda una llamativa y evidente sintomatología social). Por un lado, Schopenhauer era
hijo de un próspero comerciante que falleció cuando él era todavía joven, y pudo
vivir una existencia desahogada sin necesidad de trabajar, interesándose ante todo
por el estudio. Comía en hoteles de lujo, tenía relaciones con prostitutas caras y
sentía enorme frustración por el hecho de que su obra e inteligencia pasasen
desapercibidas (al menos, hasta que alcanzó una edad avanzada). Sin televisión,
radio, ni internet, las personas inactivas de tiempos pasados se aburrían y mucho,
como es de esperar.
También en la España de décadas pretéritas se aburría la gente y es, por ello, que se
creaban lazos sociales más estrechos entre vecinos, amigos, etc. Pensemos en los
años ochenta del siglo pasado, una época en la que la industria de la distracción ya
era más que boyante. En las casas solo había una televisión (monopolizada
principalmente por el padre), dos canales de programación y no había internet, ni
dispositivos móviles. Naturalmente, uno había de bajar a la calle, en muchos casos,
para interactuar con otros y así evitar el aburrimiento. Esa situación era mucho más
extrema en el siglo XIX, particularmente para gente que no tenía la obligación de
trabajar para ganarse la vida.

Hoy vivimos inmersos en sociedades completamente antitéticas a aquella en la


que vivió Schopenhauer, al menos en lo que se refiere a la ya mentada industria de
la distracción (o entretenimiento). Dicha industria está extraordinariamente
desarrollada y nos atrapa e inunda por todas partes. Aun así, de algún modo,
Schopenhauer tiene razón cuando da a entender que el aburrimiento es una cualidad
típicamente humana, pues nuestra realidad actual, repleta de entretenimientos
apremiantes, forzosos y omnipresentes no hace sino poner de relieve el hecho de que
el aburrimiento nos resulta aterrador, que tratamos de escapar del mismo por todos
los medios, en todo lugar y momento.
Quizás dicho temor se sustente en nuestra propia constitución psico-biológica.
Quizás antaño la vida estaba mucho más llena de tensión, temor, estrés, dificultad y
violencia, que de aburrimiento. Quizás la filosofía y postulados de Schopenhauer
son sintomáticos, y expresan una nueva realidad que emerge en los tiempos
modernos, en sociedades civilizadas en las que el bienestar es un bien en alza que,
entre otras cosas, nos permite el lujo de aburrirnos, un lujo que puede llegar a
convertirse en un verdadero suplicio. Así lo estipuló Schopenhauer hace dos siglos y
hay que decir que nosotros, en la actualidad, parecemos darle la razón a través de
una búsqueda desesperada en pos de una distracción acelerada, constante y
compulsiva, siempre presente.

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