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Quién fue Procesa, la

hermana alborotadora
de Sarmiento
Apodada “La loca” Sarmiento, Procesa del Carmen Sarmiento fue
exiliada política y la primera pintora argentina.

GU ST AV O C AP ON E
LUNES, 10 DE ABRIL DE 2023 · MDZ

PROCESA DEL CARMEN SARMIENTO

“El Loco” le decían. Ese era Domingo Faustino Sarmiento, el


“cuyano alborotador”. Tuvo cuatro hermanas: Francisca Paula,
Bienvenida Vicenta, María del Rosario y Procesa del Carmen.
Ellas por añadidura serán: “las locas Sarmiento”.

Seguramente el apelativo, munido de recelos, enconos y broncas


intestinas acarreadas de aquellos tiempos, fue una exageración
de la época impuesto por los enemigos que Domingo
Faustino se había sabido ganar. Lo que sí podemos confirmar
leyendo las historias de esas cuatro muchachas, fue que tuvieron
“luz propia”, talento y coraje para sostener intransigentemente
posiciones personales e ideológicas en encrucijadas muy
complejas. Fueron corajudas para transgredir las normas y
tuvieron que hacerse cargo de portar un apellido. Eran
“Sarmiento”, en momentos en que sí alguien no pasaba
inadvertido indefectiblemente era su hermano.

PROCESA DEL CARMEN SARMIENTO


La precursora que rompió el molde
En esta nota presentaremos una semblanza de la vida de una de
ellas: Procesa del Carmen (1818 – 1899). Fue la hija menor del
matrimonio de José Clemente Cecilio Sarmiento y Paula Zoila
Albarracín (una curiosidad de época: Paula fue cuatro años mayor
que su marido). Tuvo 15 hermanos. Muchos murieron
tempranamente sin llegar siquiera a ser bautizados y cuesta
encontrar registros de todos ellos.

Procesa fue “la consentida”, “la chiquita”, “la regalona”, y a


quien Domingo Faustino estimulará constantemente. Había
nacido en el seno de una familia donde de política y guerras se
hablaba diariamente. Su padre fue soldado de San Martín en la
gesta emancipadora. Peleó heroicamente como Capitán en
Chacabuco. Don José, ya viejito en su exilio francés se lo
recordará muy conceptuosamente a Domingo Faustino (“joven
con enorme proyección”, según Las Heras) ante la visita del
sanjuanino a Grand Bourg, meses antes que el libertador se
mudará a Boulogne Sur Mer. Mientras tanto su madre, Doña
Paula, será inmortalizada por la iconográfica historia argentina
tejiendo en su telar bajo la higuera. Injusto. Paula Albarracín
Irrazábal fue muchísimo más que esa imagen.
UNA DE LAS OBRAS MÁS REPRESENTATIVAS DEL ESTILO DE PROCESA
SARMIENTO. (CASA NATAL DE SARMIENTO)

Por supuesto en ese hogar sanjuanino también se hablaba mucho


de arte y educación. Dos de las hermanas
de Procesa (Bienvenida y Rosario) fueron destacadas maestra y
la mayor (Francisca, “la santa” para la familia) siguió los pasos de
su madre destacándose en el arte de la costura, los telares y la
enseñanza de esa disciplina.

Pero volviendo a Procesa sostendremos que será una precursora


de la pintura argentina. “Rompió el molde”. Algo novedoso para su
tiempo, donde tanto la guerra como las artes plásticas eran
patrimonios casi excluyentes de los hombres. Se casó “grande”,
otra curiosidad para la época. Tenía 32 años en el momento del
casamiento.

Su marido fue el ingeniero francés Jean-Michel Benjamín Lenoir.


Un intelectual formidable. Amigo de Domingo Faustino, quien lo
recomendará a las autoridades nacionales y también al
gobernador mendocino Carlos González Pinto para que se haga
cargo de la catástrofe educativa que había producido el terremoto
de 1861. Lenoir será nombrado Inspector General de Escuelas en
1865 realizando una tarea descomunal, convirtiéndose en uno de
los artífices de la reconstrucción de la nueva Mendoza. Fue en el
tiempo de la estadía mendocina, junto al nombrado marido, donde
fundó una escuela de artes plásticas y enseñó pintura en el
Colegio Superior de Señoritas dejando una huella en las futuras
generaciones mendocinas.

Sarmiento, tenías que ser


Algunos dicen que era la que más lo peleaba a Domingo
Faustino. Esa provocación será quizás lo que hizo
que Sarmiento vislumbrara en ella un talento particular y un
temple especial. Era brava “la Procesa”. Eso hizo que junto a sus
hermanas y su madre (“las Sarmiento”) tuvieran que emigrar a
Chile.

El propio Sarmiento le enseñó a “la chiquita” las primeras letras y


con él dio las iniciales pinceladas que la introdujeron en el dibujo
y la pintura. Y fue el mismo hermano quien años después le pagó
sus primeras clases con el pintor y músico francés Amadeo Gras
(1805 – 1871).  

Pero habíamos comentado que perseguidas por el rosismo


sanjuanino (Nazario Benavidez) tuvieron que partir a Chile. Fue
en 1842; eso no hizo mella en ella. En San Felipe fundó con su
hermana Bienvenida el “Colegio San Juan y Santa María”, que
hoy aún lo recuerdan como “el colegio de las Sarmiento”. Al año
siguiente se mudará a Santiago donde comenzará a tomar clases
de pintura con el destacado francés Raymond Auguste Quinsac
Monvoisin (1794 – 1870). El encuentro con el maestro europeo
producirá un cambio paradigmático y artístico en su obra. Fue
cuando (como dicen en la jerga) Procesa “explotó”. Su obra creció
y no paró hasta convertirse para muchos especialistas en la
primera pintora argentina. En Chile también su reconocimiento fue
enorme, donde tuvo de compañero de estudio en las clases
particulares brindadas por Monvoisin al gran pintor mendocino
Gregorio Torres (1819 – 1879), otro precursor del arte cuyano y
uno de los pintores más renombrados del arte posrrosista.  

Su obra y su legado
Junto a su marido fundará escuelas en Santiago y en Copiapó.
Retratará a personalidades como al presidente chileno Manuel
Montt, Juan María Gutiérrez, Gregorio de Las Heras, a su maestro
Raymond Monvoisin, Vicente Fidel López, al pintor Mauricio
Rugendas, entre otros. Uno de sus últimos cuadros fue “La Virgen
del Perpetuo Socorro” venerada en la Iglesia de Santo Domingo
de San Juan.

Falleció el 15 de septiembre de 1899 a los 81 años, en la misma


casa del barrio Carrascal que la vio nacer. Se peleaba con su
hermano por temas religiosos. Ella era una ferviente católica;
Domingo un agnóstico.  El presidente Sarmiento le ponderaba
sus licores y dulces, aunque siempre terminaban peleando por
ese tema. Ella le reclamaba su apasionado desvelo por las
mujeres. Él le decía que esa pasión lo mantenía vivo. Pero, sobre
todo, Domingo Faustino percibió lo que el tiempo corroboró: fue
una adelantada que abrió la puerta a cientos de mujeres en un
campo sin tradición, ni antecedentes femeninos.  Ella fue la
primera. Procesa, “Sarmiento tenía que ser”.

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