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Cuáles son las

consecuencias de
dormir la siesta y qué
impacto tiene en la
salud, según un estudio
Aunque la relación entre las siestas y la salud metabólica aún no
se comprende bien, en un reciente estudio un grupo de científicos
de Murcia apuntó que "todo depende de su duración". Los
detalles y recomendaciones
Por ROSARIO3 – 9 DE MAYO DE 2023

Especialistas recomiendan que, en caso de dormir la siesta, estas sean de corta duración.

Dormir la siesta es un hábito para millones de personas a nivel


mundial, y hay casos en los que incluso se recomienda para lidiar,
por ejemplo, con trastornos de privación del sueño. Ya sea por
trabajo o por costumbre, gran parte de la población aprovecha
algunos minutos durante la tarde para descansar y luego seguir con
su rutina, pero científicos han advertido que las siestas podrían
no ser tan beneficiosas como se creía.
Aunque la relación entre las siestas y la salud metabólica aún no se
comprende bien, en un reciente estudio un grupo de científicos de
Murcia apuntó que "todo depende de su duración".
Marta Garaulet es científica del Instituto de Investigación Biomédica
de Murcia, IMIB-Arrixaca-UMU del Hospital Clínico Universitario de
Murcia y especialista de la División de Trastornos Circadianos y del
Sueño de los Departamentos de Medicina y Neurología
pertenecientes al Hospital Brigham and Women’s en Boston,
vinculado a la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard.

Ella y otros investigadores sugieren que las siestas largas, de más


de 30 minutos, podrían estar asociadas con un mayor riesgo de
obesidad, presión arterial alta y síndrome metabólico. Desde la
memoria y la concentración hasta el estado de ánimo, el estado de
alerta y la capacidad de aprendizaje, en teoría, la siesta diaria
parece tener muchos puntos a favor.
Pero los beneficios de tomarla a mitad del día pueden variar en
relación con la duración del sueño. De hecho, son las siestas cortas,
a veces llamadas siestas energéticas, las que parecen ser más
beneficiosas para la salud, según el estudio del Brigham and
Women’s Hospital y el Instituto de Investigación Biomédica de
Murcia.

Siestas cortas
Los científicos analizaron la relación entre la duración de la siesta y
ciertas patologías, examinando datos de 3.275 adultos de la región
española de Murcia, donde la siesta es un ritual muy presente en el
imaginario colectivo.

El 35% de los participantes solían hacer siestas (16% de ellos


siestas largas). En comparación con el grupo sin siesta, los
descansos más largos se asociaron con valores más altos de
índice de masa corporal (IMC), circunferencia de la cintura,
glucosa en ayunas, presión arterial sistólica y diastólica, así
como con una mayor prevalencia de síndrome metabólico
(41%). Por el contrario, la probabilidad fue menor en el grupo de
siesta corta (21%) que en el grupo de no siesta.
Por su parte, fumar una mayor cantidad de cigarrillos por día en
asociación con siestas largas determinó un IMC más alto (en un
12%). De manera similar, los retrasos en los horarios de sueño y
alimentación nocturnos y una mayor ingesta de energía en el
almuerzo mediaron la asociación entre un IMC más alto y siestas
más largas en un 8%, 4% y 5% respectivamente. La siesta en la
cama frente a la que puede desarrollarse en un sofá o sillón mostró
una tendencia intermedia entre siestas largas y las más cortas.

A partir de estos datos, Garaulet concluyó: "Nuestros resultados


fueron terminantes. El momento de dormir y comer en la noche, la
ingesta en el almuerzo, el tabaquismo, la duración y el lugar de la
siesta determinaron esta asociación. Será adecuado tomar un
reposo menor a los 30 minutos, distante del almuerzo y con
preferencia en un sofá”.
También llamaron la atención de los expertos los niveles de
cortisol (conocida como "la hormona del estrés") según la
duración de las siestas. La especialista española dijo que "el
cortisol aumenta al levantarnos de la siesta, más si la siesta es
larga", y esto lleva a un desequilibro de esta hormona, de forma que
"por la noche está alta y eso hace que se tenga menos sueño y
aumente el estrés".
Luego, los demás factores se pueden unir como para aumentar el
riesgo de desbalance metabólico, ya que comer en forma abundante
en el almuerzo aumenta la misma hormona y fumar impacta en la
duración de las siestas y, nuevamente, aquí aparece el problema
del aumento del cortisol mencionado en el párrafo anterior. "Este
conjunto altera los ritmos circadianos, provoca cronodisrupción,
obesidad y síndrome metabólico", añadió la investigadora.

"La respuesta elevada de cortisol después de una siesta larga


también puede explicar por qué el 42% de las personas que hemos
estudiado tenía hambre, y es porque el cortisol aumenta el apetito",
señaló.

De la investigación también participaron Bárbara Vizmanos, Ana


Isabel Cascales, María Rodríguez Martín, Diego Salmeron, Eva
Morales, Aurora Aragón-Alonso y Frank AJL Scheer.

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