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LA PERSONALIDAD Y SUS TRASTORNOS
ANTECEDENTES INTELECTUALES DEL SIGLO XIX
TÉRMINOS RELEVANTES EN EL SIGLO XIX
«Constitución» y «temperamento»
Desde la época de los griegos, la palabra «constitución» ha desempeñado un
importante papel descriptivo y explicativo en la medicina occidental. [13]
Equivalente a diathesis,[14] «configuración del cuerpo» o «hábito» (en el sentido de
hábito «pícnico»), la palabra constitución se empleó hasta finales del siglo XIX para
referirse al «desarrollo armonioso y la conservación de los tejidos y órganos de los
que se compone el cuerpo humano».[15] Esta visión centrada en el cuerpo
contrastaba, no obstante, con el empleo hipocrático original, que enfatizaba las
variables ambientales, como por ejemplo, «las condiciones climáticas de tipo tan
marcado que otorgan un carácter distintivo a un periodo de tiempo» o «que
denotan un tipo fijo prevaleciente en cualquier tiempo en particular». [16] Queda
fuera del alcance de este capítulo el detenernos en el proceso que condujo a este
cambio de significado.[17] Baste decir que al final del sigloXIX, el concepto de
personalidad tenía su modelo en el de constitución para significar una
organización «armoniosa» de las partes psicológicas.
La palabra «temperamento» no fue menos influyente; en la medicina griega
ofreció la explicación «biológica» de la individualidad de la persona y de sus
rasgos.[18] Una de sus versiones, la visión hipocrática de los cuatro humores de los
temperamentos, perduró hasta bien entrado el sigloXVIII, cuando Richerand
sustituyó los humores por el tamaño y predominio de ciertos órganos del cuerpo.
Esta visión, a su vez, fue debatida por RoyerCollard, quien afirmó que no había
pruebas ni fisiológicas ni postmortem de que el tamaño del corazón, del cerebro o
del hígado se relacionara de algún modo con la conducta. [19] El último intento por
volver a la noción clásica de temperamento lo efectuó Stewart en 1887.[20] La noción
de temperamento, no obstante, sigue viva en todos los intentos modernos
encaminados a buscar un sustrato orgánico para los «tipos» de personalidad.[21]
Self
Hasta el siglo XIX, el análisis filosófico del carácter, la personalidad y la
conciencia giraban alrededor del concepto de self. Aunque es posible encontrar
ideas equivalentes a self en los escritos precartesianos, se concuerda en que esta
noción sólo logró aclararse en la obra de Descartes [22] y más adelante en la de
Locke, Leibniz y Kant.[23] Hacia finales del siglo XIX se reconocieron tres conceptos
de self: el antiguo cartesiano de «conciencia o percepción de uno mismo» y dos más
nuevos: self como «meollo o estructura» o self como «manojo de relaciones». [24] Los
tres fueron importantes para el desarrollo de las nociones de carácter y de
personalidad.
«Carácter»
El término «carácter», que tiene su origen en el clasicismo, fue resucitado
por Kant para designar los aspectos empíricos y lógicos de los objetos.[30] Durante
el sigloXIX, este enfoque se empleó para explorar el meollo conductual
«invariable» que hacía a un individuo diferente de los demás. [31] Observando su
potencial psicológico, J.S. Mill sugirió que hacía falta un libro nuevo sobre los
«caracteres humanos», y en 1861, Alexander Bain —que una vez fuera su secretario
— sacó a la luz su On the Study of Character, Including an Estimate of Phrenology. Así,
«carácter» se convirtió en el nombre preferido para el «tipo psicológico». [32] La
«caracterología» se convirtió en la ciencia del carácter, y pronto encontró un
reducto en la nueva ciencia de la psicología. Hacia principios del siglo XX se
remplazó la palabra «carácter» por la de «personalidad», que para entonces había
adquirido un significado más general (véase más adelante).
En los comienzos del siglo XIX, no obstante, el concepto de «innato», para
«carácter»,[33] fue desafiado por la creencia de que aun las conductas innatas eran
configuradas por el entorno. Maine de Biran [34] popularizó el mecanismo de
habitude (hábito) para explicar por qué ciertas conductas, debido a su persistencia e
inflexibilidad, podían parecer innatas y/o heredadas[35] al observador. El propio
término habitude tiene un pasado semántico complejo[36] que incluye referencias a la
«forma de ser» de los objetos, sin importar su origen (por ejemplo, en el sentido de
«habitus leptosómico»). Sin embargo, Maine de Biran [37] y más adelante Ravaisson,
[38]
mediante el concepto de habitude, lograron que se prestara atención a los
componentes del «aprendizaje» en la formación del carácter. No es de sorprender
que hacia la segunda mitad del siglo, el término habitude fuera incorporado al
léxico médico.[39] Más adelante, Kretschmer[40] y Sheldon[41] emplearon otros
términos derivados del mismo tronco latino, para referirse a tipos específicos de la
conformación física humana.
La «personalidad»
Ésta es la razón de que Janet, todavía en 1896, haya insistido en que «el
estudio de la personalidad, aún concebido como problema metafísico, se
convirtiera en un tema de psicología experimental».[43] Influido por Comte, Janet
había identificado dos periodos en la historia de la personalidad: durante el
metafísico, que prevaleció hasta principios del sigloXIX, los autores intentaron (no
siempre con éxito) diferenciar la personalidad de una sustancia o principio; el
periodo siguiente o asociacionista se caracterizó por la búsqueda de elementos
mentales subyacentes al sentimiento de unidad del self o personalidad. Janet
propuso que se iniciara un tercer periodo, el científico, mediante el estudio de la
personalidad en términos objetivos y la aplicación de los conocimientos adquiridos
en los enfermos mentales. Janet siguió profundamente interesado en el concepto, y
todavía en 1929 pronunció una magnífica serie de conferencias en el Collège de
France sobre la evolución psicológica de la personalidad.[44]
Sin embargo, la periodización de Janet posiblemente no haya sido del todo
exacta, pues una lectura somera de las obras sobre personalidad escritas en Europa
durante este periodo mostrará que los tres enfoques coexistían.[45] Es verdad, no
obstante, que los autores deseaban equiparar la personalidad con la conciencia de
sí mismo. Uno de ellos fue Jeanmaire —el más grande de los historiadores
franceses de la personalidad durante el sigloXIX—, quien lamentó que el concepto
de personalidad se hallara preso entre el escepticismo de los empiristas británicos
y el racionalismo de los espiritualistas franceses, y recomendó un análisis
«puramente» psicológico (tal como Maine de Biran lo había intentado hacer).[46] De
igual manera, tras examinar el uso del término «personalidad» en 12 libros
franceses muy conocidos, publicados entre 1874 y 1882, Beaussire llegó a la
conclusión de que la psicología científica todavía no había resuelto el problema,
pues «en tanto que la personalidad se manifiesta por medio de la conciencia, esta
última no basta para constituir la personalidad».[47]
Una revisión superficial de los libros del sigloXIX sobre «trastornos», [48]
«variaciones»[49] o «alteraciones»[50] de la personalidad muestra que sus autores no
concebían los tipos o los trastornos de la personalidad en el sentido actual; en
cambio, analizaban los mecanismos de la conciencia del self y los fenómenos
relativos a la desintegración de la conciencia tales como sonambulismo, anestesia
histérica, escritura automática, alucinaciones, personalidades múltiples y
trastornos de la memoria. Esto sugiere que por entonces los autores clínicos y los
experimentales compartían la idea de que la personalidad era equivalente al «self
interior». En los albores del sigloXX hubo intentos de escapar de tan estrecho
enfoque y se sugirió que cambios patológicos de la conciencia (como los antes
enumerados) reflejaban alteraciones de la «percepción» de la personalidad, más
que de la personalidad en sí.[51] Estas tempranas creencias pueden asimismo
explicar por qué la categoría de personality disorders (trastornos de la personalidad)
del DSM IIIR se ha traducido en Francia no como troubles de la personnalité, sino
como personnalités pathologiques.[52]
Tipos, rasgos y su medición
La psicología de las facultades y el asociacionismo también posibilitaron la
idea de que la mente y la conducta podían dividirse en partes reconocibles o
«rasgos»; por ende, por primera vez, las descripciones monolíticas del carácter
humano[53] se desintegraron en sus putativos componentes simples, transformando
así las descripciones «molares» en «moleculares». Estos componentes o «rasgos»
pasaron a ser la unidad de análisis de la conducta humana, y pronto contribuyeron
a la creación de escalas de medición. Finalmente, al ganar aceptación las teorías de
localización cerebral, se buscó una correlación entre los rasgos y los sitios
cerebrales.