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DEL HOLOCAUSTO A LA SOBREVIVENCIA

LA MUERTE SE VIVE SOLO


AL RENACER 46

"La muerte se vive solo al renacer, porque si no


hay renacer, no hay conciencia de muerte,
y si no hay conciencia de muerte el renacer
no tiene sentido, porque no pertenece a la vida ".
(H.R. Maturana).

DE RETORNO A CHILE, DESPUÉS DE HABER COMPARTIDO CON 10 compañeras de la


delegación suizo chilena – al igual que otras 300 compañeras suizas de 27 países diferentes – en
el Seminario "Del Holocausto a la Sobrevivencia", comprendí finalmente el verdadero sentido de
la oración que inicia este artículo. Una persona muere, en plena vida, muchas veces, pero cada
una de ellas es una diferente forma de renacer.
Visitar los campos de exterminio en Polonia fue, ya no existe duda alguna, una forma
personal de morir en vida. Hubo una suerte de muerte espiritual, que agotó mi asentamiento en la
fe y me llevó, una y mil veces, al cuestionarme acerca de la presencia de Dios; a interrogarme
una y otra vez sobre cómo fue posible que el ser humano, creado "a imagen y semejanza de
Dios", alcanzara niveles subhumanos; a que reapareciese en mí la pregunta por el silencio
cómplice del mundo, el mutismo de tantas instituciones que hablan de Dios y el amor.
Salí de allí, de donde mis hermanos no pudieron salir jamás, y con un casi perdido hálito
de vida y esperanza, me mantengo con la fe de que después del Holocausto, los seres humanos
podremos seguir viviendo, creyendo y luchando por mejorar este mundo, que hace más de 50
años se oscureció sin que nadie tuviera la suficiente fortaleza como para encender la luz y
mostrar la locura de la humanidad.
Mi gran preocupación era tratar de comprender desde punto de vista biológico y
epistemológico cómo fenómenos como estos podían producirse en el ser humano, y mi pregunta
era como estar alerta para prevenir con un compromiso responsable, los posibles holocaustos
cotidianos que podrían suceder... y luchar con todo el coraje para evitarlos.
Por ello, porque la profunda herida que dejó en mí este viaje no puede cerrarse y los
cuestionamientos revolotean en mi ser, es que decidí conversar con el Dr. Humberto Maturana,
amigo, biólogo y filósofo de la Ciencia.
Al relatarle lo que yo sentí allí y al expresarle que no podía aquietar aquello que me
impedía RENACER él me dijo:

– La maldad es un fenómeno cultural que surge, no porque el ser humano sea en sí malo,
sino porque se constituye cuando se tiene una teoría política, religiosa o filosófica, que justifica la
negación y sometimiento del otro. El daño que hacemos a otro en el enojo, no constituye un acto
de maldad. En ese acto el daño puede ser violento o fatal, pero en sí no es malvado, solo si
recurrimos a la razón para justificar ante nosotros y ante otros la legitimidad de ese daño
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Extracto de uma entrevista realizada por la Sra. Sima Nisis al Dr. Humberto Maturana, aparecida em la
Revista WIZO em septiembre de 1989.
apagando nuestra sensibilidad, ese dañar se constituye en un acto de maldad. El Holocausto es
un acto de maldad. Su magnitud es impresionante, incomprensible y destructora, pero como acto
de maldades un acto de maldad como muchos otros que se cometido en la historia de la
humanidad y que continuamos cometiendo en la vida cotidiana cuando creamos justificaciones
racionales para nuestra negación del otro.

– ¿ Entonces, cómo explica usted que al rnismo tiempo vivamos lo racional como fuente
de validación de lo que nos parece lo más alto de la conducta humana?

– Las conductas humanas se constituyen desde los deseos, desde las aspiraciones, desde
las envidias, desde los enojos, desde el amor, es decir, desde las emociones, no desde la razón.
Nada hacemos que no surja desde la emoción y la emoción particular desde donde surge un acto,
le da a este acto su carácter como acción. Un acto razonable lo es desde la emoción en que se
acepta la razón que lo justifica.
El lenguaje, y con él el razonar, surge en el origen de lo humano entrelazado con el
emocionar como un modo de convivir en la intimidad de la cooperación, del compartir y de la
sensualidad. La convivencia de nuestros antecesores prehumanos se da en el fluir emocional que
constituye tal convivencia como un simple continuo coordinar del convivir. Allí surge el lenguaje
como un enriquecimiento de ese convivir, y por lo tanto sobrepuesto al emocionar y entrelazado
con él, y lo humano aparece cuando ese vivir en el entrelazamiento del "lenguajear" y el
emocionar se hace parte del modo de vivir cotidiano que se conserva generación tras generación.
La emoción no niega la razón y la razón no niega la emoción. Lo que ocurre es que al fluir en el
cambio emocional fluimos en el cambio del razonar, y al fluir en el razonar fluimos en el cambio
emocional y ocultamos el emocionar que arrastra al razonar.

– ¿ Entonces, por qué vivimos una cultura que ha desvalorizado tanto a la emoción, si
constitutivamente el ser humano está hecho en el emocionar?

– Las distintas culturas son distintas configuraciones de modos de vivir en el


entrelazamiento del emocionar y el "lenguajear" y constituyen distintos modos de razonar. La
nuestra pertenece a una historia en la que, entre otras cosas, se inventa la justificación de la
agresión en la defensa de lo propio. No explicaré esto, sólo quiero señalar que la defensa de algo
se da frente a lo que se vive como una amenaza, de modo que solo se ve la amenaza y no el deseo
de conservar lo que se defiende. Si reconozco mi deseo por lo que defiendo, no necesito justificar
su defensa porque no lo defiendo, lo busco. Es en el vivir en la apropiación que niega al otro el
acceso a lo apropiado, donde surge la defensa de lo propio y con ello el ocultamiento del deseo y,
en general, de la emoción que permite la justificación racional de la agresión.

– ¿ Como explica usted como biólogo, que un fenómeno como el Holocausto haya podido
suceder y que tal vez pueda de nuevo volver a suceder?

– Pienso que holocaustos han ocurrido muchas veces en la historia de la humanidad desde
el surgimiento de la apropiación material o espiritual en el patriarcado. El holocausto del pueblo
judío es el más gigantesco y más conmovedor para nosotros por ser el más cercano y el que nos
toca mas porque podemos vernos en él como objeto y como actores. ¿No fue acaso un
Holocausto la muerte de tres o más millones de mujeres en manos de la Inquisición bajo la
acusación de brujería? La apropiación de las cosas, la verdad, las ideas, ciega ante el otro y ante
sí mismo. Mientras tengamos teorías filosóficas que justifican racionalmente la apropiación de la
verdad, y no reflexionemos sobre sus principios y fundamentos admitiendo que son creaciones
nuestras y no visiones de la realidad, mientras tengamos religiones y no reflexiones sobre ellas,
admitiendo que surgen desde nuestra experiencia espiritual y no como revelaciones de una verdad
trascendente, habrá holocaustos, grandes o pequeños, porque nos aferraremos a la defensa de
nuestras verdades ocultando nuestros deseos, y por lo tanto nuestra responsabilidad en nuestro
hacer.
Cada vez que de una manera u otra, nos apropiamos de una verdad y buscamos una
justificación racional para nuestros actos desde esa verdad, abrimos un camino hacia el
holocausto. Al ser nosotros dueños de la verdad, el que no está con nosotros está equivocado de
una manera trascendental y su error justifica ante nosotros su destrucción sin que nos hagamos
responsables de ella. Mejor aún, es el que el otro no esté conmigo lo que justifica su negación y
destrucción y la justificación racional de la negación del otro exime de responsabilidad al que lo
destruye. Cuando esto pasa no cabe la reflexión y el otro simplemente desaparece del ámbito
humano, su negación no nos toca y el holocausto, en la negación total del otro, está en camino.

– ¿ Entonces, como evitar, que se repitan situaciones que nos lleven a otro Holocausto?

– La única posibilidad de no caer en la trampa de la negación racional del otro está en la


reflexión que permite dudar sobre la posesión de la verdad y abre, al que reflexiona, a la
reaparición del otro como ser humano tan legítimo como uno. La emoción fundamental que
constituye lo humano en la historia evolutiva a que pertenecemos es el amor. La aceptación del
otro como un legítimo otro en la convivencia. Cuando logramos la reflexión que nos permite
dudar sobre nuestra posesión de la verdad, el otro aparece como humano y el amor, como la
emoción humana mas fundamental se hace presente, y se abre la posibilidad de una conducta
responsable frente a él o ella. No podemos negar ni debemos negar nuestros deseos, pero
podemos hacernos cargo de ellos y actuar así responsablemente. Cuando esto ocurre no se logra
necesariamente la armonía humana de una manera inmediata, pero ésta se hace posible, y el
camino al holocausto se cierra porque se abre espacio a la biología del amor. ¿No hemos notado
acaso que el amor es la única emoción que nos permite recuperar la armonía, el confort y la
estética espiritual de la coexistencia?

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