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¿CÓMO PENSAR Y ABORDAR LAS ADICCIONES DESDE EL PSICOANÁLISIS?

INTRODUCCIÓN

El consumo se ha transformado en la principal salida frente a lo que Freud (1929) llamaba el


malestar en la cultura. En el mundo capitalista en el que habitamos existe un empuje al
goce inmediato como ilusión de bienestar en que el consumo de sustancias psicoactivas
adquiere relevancia; se trata de un hedonismo propio de la época, pero ¿qué hay detrás de
la adicción? Desde la perspectiva psicoanalítica es posible pensar que determinaciones
inconscientes condicionan el accionar de nuestros pacientes. El consumo de sustancias no
está exento de esta lógica. Es por eso que me propongo indagar acerca de cómo un
paciente llegó a presentar una adicción, recorriendo el camino que derivó en esta.
Asimismo, este trabajo se propone pensar el abordaje psicoanalítico de una adicción: las
drogas a las que las personas se hacen adictas no son muchas, pero la relación que cada
sujeto establece con estas son múltiples y singulares; se trata de localizar la función del
consumo y poner en palabras las determinaciones que llevaron al sujeto a constituirse en un
adicto.
Para la realización del presente trabajo se utilizará el recorte de un tratamiento de un año de
duración que tuvo lugar en un hospital general de agudos de CABA. A su vez, se tomarán
aportes de psicoanalistas con el fin de llevar a cabo una articulación teórico-clínica.

CASO CLÍNICO

Presentación en la admisión

Emiliano es un paciente de 40 años que asistió a una entrevista de admisión debido a que
consumía cocaína y alcohol 3 veces por semana. Manifestó que consumía desde la
adolescencia, pero que en ese momento se sentía “en riesgo”, sin poder controlarlo.
Se puede hipotetizar que: “Algo en esta relación de complementariedad perfecta con la
droga se ha fisurado y en la grieta de ese vínculo que el consultante establece con la
sustancia se hace lugar al ingreso de otra cosa” (Bousoño, Cappelletti, Améndola y
Naparstek , 2011, p.28).

El trabajo del analista consistirá en alojar el padecimiento valorizando la palabra para que
esta le vaya ganando terreno al acto. Todo ello con el fin de conmover algunas certidumbres

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hallar nuevos recursos a los viejos problemas que condicionan al paciente. La transferencia
permitirá el despliegue de una subjetividad petrificada durante el tiempo del consumo. El fin,
entonces, es dar lugar a que el discurso exponga la trama significante que lo determina
(Bousoño, Cappelletti, Améndola y Naparstek , 2011), ubicando la función de la sustancia
en la economía psíquica

Relato del paciente: la construcción de una historia

El paciente relató una infancia sin complicaciones hasta sus 12 años, momento en el que
comenzaron sus problemas. En ese entonces, empezó a ver que su padre se apartaba para
hablar por teléfono y él escuchaba a escondidas. De esta manera, descubrió que su padre
sostenía una relación de amantes con la madre de su mejor amigo: “solo yo me daba
cuenta y cargaba con eso, no se lo conté a nadie”.
Los padres finalmente se separaron. Posteriormente, Emiliano salía con sus hermanos, su
padre, su amante y el hijo de esta a pasear, pero seguían sin declarar la relación. “No era ni
una cosa ni la otra, no era claro”. Un día se animó a preguntarle a su padre, quien lo negó
hasta que terminó reconociendo que efectivamente salía con esa mujer. Este se justificó por
mentir: “Ustedes eran chicos, nos les iba a decir”. La mentira es una conducta que Emiliano
también realizaba para evitar hacerse cargo de diversas situaciones. Ejemplo de ello es que
se presentara como ingeniero agrónomo en la admisión, para luego reconocer que se
trataba de una mentira.
A los 12 años, comenzó su etapa de “rebeldía” consistente en “romper la estructura”,
consumir drogas, tocar en una banda, escuchar música heavy metal, ir a recitales, ser
anarquista, “pararse los pelos”, salir a bailar, etc. “Pintaba paredes para hacerme el rebelde.
Todavía podía zafar de meterme en la rebeldía en ese momento”. “Estaba en otro lugar,
fuera de lo normal, alejado de la rutina”.
El padre era muy querido por los amigos de Emiliano y lo acompañaba a todos lados.
“Empecé a perder protagonismo”. Refirió que lo único en lo que su padre no era capaz de
seguirlo era con el consumo. “Un día le puse un punto y le dije que no podía venir a verme
tocar. Se dio cuenta de que ya no podía entrar en mi vida”. “Quizás muchos desearían que
su padre los acompañara, pero yo me abrí del camino en el que me podía seguir”. Sus
padres no se percataban o no reaccionaban frente al consumo. “Estaba fuera del sistema
de mis compañeros de colegio” y mis padres no hacían nada; decían “ya se le va a pasar”.
Respecto del padre, sostenía: “Él quería ser mi amigo, pero era mi papá”.

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Dos años después, sus padres se reconciliaron y la familia volvió a convivir. Emiliano pidió
una habitación apartada en la nueva casa para poder hacer lo que quisiera y escapar de la
familia, y se la otorgaron. “La rebeldía no iba de la mano con la familia”, “era un escudo, yo
no era así”.
Varios años después, en su lecho de muerte, el padre le pidió a Emiliano que se cuidara
(que no se drogara), pero este salió a bailar, a tomar y a drogarse. El padre finalmente
murió luego de haber sufrido amputaciones por su diabetes. Dijo que sospechaba que su
padre se había dejado morir: “Me dijo que me cuide, pero él no se cuidaba. Nos lo
prometíamos, pero nos mentíamos”.
Asoció la presencia de un nudo en la garganta a que no hablaba de lo que le pasaba, y a su
imposibilidad para llorar. Un ejemplo de ello fue una escena donde se enojó con el jefe y se
lo guardó. Al rato, consumió alcohol, condujo la camioneta del trabajo y la chocó contra un
árbol. En la misma línea de no expresar lo que le sucede, comentó que no pudo llorar la
muerte de su padre y que no había revelado el secreto que siempre guardó sobre la
infidelidad de este. En el tratamiento, se brindó un espacio para poner en palabras lo que
antes solo actuaba, y su sensación en la garganta cesó poco a poco.
Por otro lado, el tema de las mentiras era recurrente. Presentarse como ingeniero, mentir
respecto de su consumo a sus seres queridos y a su psiquiatra, ser infiel con regularidad y
mentirle al padre diciendo que estaba bien y se cuidaba. Los “engañados” serían una serie
metonímica de la madre que reproduce junto con los vínculos en los cuales pueda rebelarse
y/o ser reclamado. En el último tramo del tratamiento, por primera vez el padre apareció
siendo engañado por una pareja quien lo “estafó” y se quedó con dinero. Cuando el padre
notó esta situación “se dio cuenta de que no tenía escapatoria y se dejó morir”.

De un momento a otro, el paciente se presentó refiriendo tener una propuesta laboral en


Paraguay de comienzo inmediato, por lo que debía viajar el dia siguiente, para mudarse de
forma definitiva a dicho país.

En el espacio psicoterapéutico se trabajaron puntos de repetición respecto de su padre


(engaño sistemático a las personas que rodean al paciente, agresión verbal y física desde y
hacia su pareja, entre otros); la función que cumplía el consumo de sustancias para el
paciente (en relación con su posición de rebeldía que adoptó en la adolescencia y sostuvo
hasta la adultez, reproduciendo vínculos con dicha dinámica); las conductas impulsivas y
evitativas que llevaba a cabo y que lo colocaban en situaciones de riesgo, construyendo
algunos recursos para prevenirlas, tales como la asistencia a la guardia del hospital, y los
problemas de comunicación con su entorno en pos de generar la posibilidad de hablar en
lugar de actuar (con su jefe y su madre, entre otros).

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DESARROLLO

Localizar la posición subjetiva de Emiliano, sus determinaciones inconscientes, permitió que


el paciente estuviera advertido de lo que condicionaba su accionar repetitivo, pero esto no le
sirvió para interrumpir el consumo. Se intentó tocar su posición de goce a través del
significante; la intervención por la palabra. El paciente disminuyó la frecuencia de su
consumo a una vez por mes aproximadamente. A su vez, logró poner en palabras su
historia, lo cual parecía un objetivo imposible al principio de la terapia, cuando solo venía a
expedirse sobre las desgracias ocurridas durante la última semana, sin poder salir de allí de
ninguna manera.
Se buscó la desidentificación respecto de los determinantes inconscientes que lo ataban. La
identificación es inconsciente, mientras que la desidentificación permite tomar consciencia
de esta. Cuando el sujeto logra tomar conciencia de aquella, este acto implica el abandono
de la identificación. En este sentido, la eficacia de una cura se compone de efectos de
desidentificación, por lo que no es posible hablar de eficacia en este caso.
En la misma línea, es posible afirmar que no se logró interrumpir la compulsión a la
repetición, ni el mantenimiento de su posición de goce. El goce tiene que ver con el lugar
en que se ubica en relación al Otro, encarnado por su padre en este caso. Cuando se habla
de una modalidad de goce, se trata de un retorno, un hecho de repetición, ya que lo real no
cesa de no escribirse y siempre vuelve al mismo lugar.

La toxicomanía entonces tiene que ver con el modo particular de gozar de cada sujeto, frente a
la posición del sujeto frente al deseo y el goce en su subjetividad. Así el sujeto puede recurrir
al uso de una sustancia en un momento de desestabilización fantasmática o en un momento
de vacío de respuestas frente a lo que es el deseo y la demanda del Otro (...) La elección del
consumo de drogas parece ser hecha por los sujetos en un momento en que ha ocurrido
probablemente una desestabilización fantasmática y se produce una emergencia insoportable
de angustia. La droga puede no haber existido para ese sujeto anteriormente, o puede haberla
usado en forma ocasional, pero ese momento puede convertir al sujeto en un adicto (Lora y
Calderón, 2010, p.169).

Según la cita expuesta, es posible hipotetizar que el inicio de la adicción de Emiliano estuvo
estrechamente ligado a su posición respecto del deseo del padre, en su intento de
separación respecto de este: “En la toxicomanía tenemos entonces que el goce fálico, es
‘sustituido’ por el goce autoerótico, cínico, que no necesita del Otro, sino que más bien lo

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hace a un lado” (Lora y Calderón, 2010, p.170), se desengancha. La noción de una ruptura
con el Otro del amor se encuentra subyacente.
En la línea del desenganche, Bousoño, Cappelletti, Améndola y Naparstek (2011) ubican a
la droga como:

...algo que puede constituirse como un remedio para alguien, ya que al introducir un efecto
químico en el cuerpo, elimina la sensación de displacer y le otorga al sujeto la posibilidad de
refugiarse en un mundo propio, evadiendo de este modo el peso que la realidad tiene para él.
Luego sostiene que el peligro de este paliativo, consiste en la posibilidad de que se produzca
en quién consume una pérdida radical de la realidad. Lo que desde nuestra perspectiva
entendemos, como el desenganche del Otro (p.26).

Lo vivido tiene efectos, no los mismos para todos, y es en relación con el efecto sobre el
sujeto que este podrá reconocer su participación en los hechos y que podrá, en todo caso,
esperar alguna modificación. De entrada, la adicción le permite al sujeto sustraerse al
imperativo de las determinaciones, imperativo que lo fija en esa posición que es la del
sometimiento al Otro o a las circunstancias. Porque aunque Emiliano diga haberse “abierto”
del camino en el que el padre lo podía seguir, como si se hubiera independizado de este,
está en realidad en pleno sometimiento y dependencia. El consumo, en este caso, es un
recurso del sujeto para impedir su sometimiento a la voluntad del Otro, aunque en realidad,
como se dijo, permanece sometido.
En el punto de partida, se encuentra el Otro del lenguaje que antecede a todo sujeto, por lo
que el sujeto no es autónomo, sino que se constituye como sujeto en relación con el Otro.
Con suerte podrá tomar distancia del Otro, e incluso subvertir su discurso. Su necesaria
dependencia no supone el sometimiento a la voluntad de ese Otro. Y es esto lo que nos
introduce en el tratamiento de los límites a las determinaciones del Otro (De Castro Korgi,
2016).
Si bien la posición frente al deseo está antecedida por el deseo del Otro, el sujeto es en
últimas responsable de la posición que elige, y ese es el margen en el que el psicoanálisis
puede hacer algo; ya sea en las adicciones como en cualquier otra problemática que
abordemos psicoanalíticamente. Si no pudiéramos salvaguardar un margen de libertad
frente al Otro, no habría cabida alguna para la responsabilidad del sujeto.
Por último, los síntomas neuróticos tienen un sentido. Esto es, que son resultado de un
conflicto psíquico y que su presencia no es contingente, sino que poseen un sentido a
descifrar, es decir, “un nexo con la vida de las personas que los exhiben” (Freud, 1916-17,

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p. 235-236). Pero además de la cara descifrable, no olvidemos la existencia del goce que el
síntoma aporta, goce del que Emiliano no pudo desprenderse.

REFLEXIONES FINALES

La intoxicación se presenta como una respuesta que intenta anular una posición subjetiva
con el padecimiento propio de esta. Se caracteriza por un no querer saber sostenido por
una pura acción. Sin embargo, nuestro trabajo como analistas consistirá en sintomatizar la
conducta y establecer lazos con lo inconsciente. El encuentro con un analista es una
oportunidad para que el sujeto sea alojado, escuchado, para que su modo de gozar se
transforme en algo singular: en un síntoma.
La sustancia ocupa un lugar de consecuencia, no de causa. Entonces, se debe abordar el
origen de la adicción, si no se desplazará una y otra vez en diferentes representaciones
(Santín Iriarte, 2016). Es esto lo que intentó llevarse a cabo en el caso presentado.Si bien
su consumo disminuyó de 3 veces por semana a una vez por mes, su posición subjetiva de
rebeldía y repetición sistemática de “engañador” no varió significativamente, aunque sí se
pusieron en evidencia los condicionamientos inconscientes que lo llevaron a ese lugar. Se
trata de acompañar un pasaje del hacer al decir. Dicha tarea no resulta menor, ya que

...con la solución toxicómana (se) encuentra un atajo, por medio del cual se evita la angustia
que implicaría enfrentar sus determinaciones en un recorrido por sus palabras (...) Lo que
interesa al analista en función, es conducir al sujeto a que pueda encontrarse con los
significantes que lo amarran, para que pueda confrontarse con aquello que lo traumó, y de
este modo tenga la oportunidad de volver a elegir (Bousoño, Cappelletti, Améndola y
Naparstek, 2011, p.27).

Es por ello que el psicoanálisis, en tanto experiencia dialéctica, se propone como una
herramienta eficaz para el abordaje de la clínica de adicciones.

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BIBLIOGRAFÍA

Bousoño, N., Cappelletti, M.R., Améndola, V. y Naparstek, F. (2011). Una experiencia en el


tratamiento de las toxicomanías. III Congreso Internacional de Investigación y Práctica
Profesional en Psicología XVIII Jornadas de Investigación Séptimo Encuentro de
Investigadores en Psicología del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires.
De Castro Korgi, Sylvia. (2016). Causa y determinación del sujeto. Eidos, (24), 172-187.
Delgado, O. et al. (2013). La problemática de la pulsión y su ligadura en el fin del análisis. V
Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología XX
Jornadas de Investigación Noveno Encuentro de Investigadores en Psicología del
MERCOSUR. Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Freud, S. (1914). Recordar, repetir, reelaborar. En Obras Completas, Vol. XII.
9 Amorrortu. Buenos Aires, 1990.
Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer. En Obras Completas, Vol. XVIII.
Buenos Aires: Amorrortu ediciones.
Freud, S. (1929). El malestar en la cultura, Tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
Lora, M. E., & Calderón, C. (2010). Un abordaje a la toxicomanía desde el psicoanálisis.
Ajayu Órgano de Difusión Científica del Departamento de Psicología UCBSP, 8(2),
159-180.
Santín Iriarte (2016). Hablando de adictos y de adicciones. Asociación Europea de Historia
del Psicoanálisis.

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