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ASOCIACION DE PSICOLOGOS DEL

GOBIERNO DE LA CABA
Curso: Psicoanálisis con niños y adolescentes.

“Avatares del deseo: a propósito de un caso clínico.”

Carolina Fiorentino
DNI: 93.602.980
carolina.fiorentino92@gmail.com
Avatares del deseo: a propósito de un caso clínico.

Pero el riesgo que toma un psicoanálisis, su curiosidad, radica en inventar un velo que deje más
espacio al cuerpo, que abra al juego, al humor. Un velo que no desconozca tan radicalmente el vacío
que hay en su causa. (Davidovich)

L es una paciente de 19 años que llega al servicio de internación de clínica médica,


donde tuvo seguimiento por interconsulta debido a un intento de suicidio. La
paciente realizó una sobreingesta medicamentosa de 20 comprimidos de
Paracetamol, tras lo cual requirió seguimiento en UTI.
Acerca de las coordenadas de dicho episodio, L refiere que había sido ocasionado a
raíz de una pelea con su madre en la cual le reprochaba cuestiones relativas a las
tareas del hogar, los estudios y el trabajo. “Siempre fue así, me exigen demasiado,
pongo todo mi esfuerzo y nunca alcanza lo que hago”. Comenta que dichas
discusiones suceden con frecuencia y desde que la misma tiene memoria, pero que
durante la pandemia, habían recrudecido. Relata que el enojo por parte de su madre
era suscitado por ver a la misma “sin hacer nada” o cuando hacía lo que se le pedía
pero no del modo en que se lo pedía. Dichas escenas eran caracterizadas por
agresión verbal y física.
En relación a la sobreingesta, la misma refiere haber tenido en claro que dicho
intento podría haber sido letal. “Fue la manera de poder decirle a mis amistades y
familiares que necesitaba ayuda”. “Me sentía incomprendida y me pregunté si
tendría que quedarme callada toda la vida”. La misma agrega “Una pastilla por cada
año de sufrimiento”. L decide comprar las pastillas y momentos previos a ingerirlas
lee en el prospecto un número de emergencia el cual decide desestimar.
La paciente ubica la necesidad propia de realizar un tratamiento psicoterapéutico.
Menciona que hace varios años habría querido comenzar pero que tras la
desestimación de su madre, no era capaz de tomar la iniciativa. Expresa la
necesidad de contar lo que le sucede a los otros y dejar de permanecer en silencio.
En relación a esto, su madre le reclama porque no había podido dar una advertencia
de lo sucedido y la misma alude al temor que le generaba hablar de cómo se sentía
y que esto pudiera ser minimizado o relativizado.
¿Cual es la historia de L? ¿Qué muestra y a quienes en esa escena?
Refiere haber vivido en Argentina hasta los 10 años con su padre y madre. Comenta
que si bien su padre fue quien la crió, aludiendo a él como su principal referente
afectivo, también menciona haber presenciado escenas de violencia hacia su madre
cuando éste llegaba bajo efectos de consumo de alcohol.
A sus 10 años, L se habría ido de vacaciones a Perú con su madre, lugar de donde
es oriunda. Al momento de volver, la paciente expresa deseos de quedarse a vivir
ahí para “escapar” de la dinámica familiar previamente mencionada. La madre se
muestra de acuerdo con dicha proposición y le otorga tenencia a su hermana, tía de
la paciente.
Durante estos años la misma se habría sentido a gusto viviendo con sus tías hasta
que la mayor de ellas tuvo dos hijas quienes quedaron a cargo de L mientras su
madre trabajaba. Reaparece nuevamente lo que la misma lee en clave de
“exigencia” por parte de esta tía hacia ella. Sus dos primas pasaron a ser sus hijas,
interpretando esto como inadecuado para su edad. “Nunca es suficiente” o “no
servis para nada” eran los dichos que retornaban en su discurso en relación a los
otros de su vida y frente a los cuales la paciente parecería estar alienada.
En este contexto, a los 14 años realizó una ingesta de líquido de limpieza "tomé
poco, para que los otros vean que me sentía mal". También agrega que una amiga
le habría enseñado a cortarse, pero que la misma no se había sentido cómoda con
dicha situación y habría optado por realizarse algunos “rasguños” superficiales que
le generaban alivio.
A los 16 años y aun viviendo en Perú mantiene un noviazgo con un compañero de
colegio que dura un año. En ese entonces, comienza a salir con él, asistir a diversas
reuniones sociales y a consumir alcohol. Dicho episodio es relatado por su madre y
su tía como el momento en que la misma “se echó a la perdición”. La paciente alude
a que si bien esta pareja solía ser violenta verbal y físicamente, esta relación
oficiaba de “escape” a la situación familiar con su tía. Asimismo, este habría sido el
desencadenante por el cual la paciente vuelve a vivir a Argentina. En comunicación
con su madre, ambas tías toman esta decisión a partir de cierta dificultad de poder
lidiar con la situación.
Con el correr de la internación, la paciente comienza a manifestar sentir cierta
repulsión al alimento. Refería que al ver la comida “se le iba el hambre” y el
pensamiento que se precipitaba es que si comía iba a engordar.
Al intentar abrir alguna cuestión al respecto e invitar a L a que pueda hablar, la
misma ubica que, en un principio, esto no era un pensamiento personal. A partir de
ciertos señalamientos de su madre respecto de su cuerpo, comienza a tomarlo en
consideración. Refiere que quien era su novio en Perú también habría hecho
mención a esto, lo que la habría llevado a dejar de comer por varios días hasta
llegar a desmayarse. L parecía comprender que dicha situación podía ponerla en
riesgo pero que de ser necesario “volvería a hacerlo porque ya se que me funciona
para perder peso rápidamente”.
Frente a esta cuestión que se presenta, a simple vista, sin capacidad de
dialectización, comienzo a abrir algunos interrogantes acerca de la concretud y la
fijeza en el discurso de la paciente. Lo que viene por parte del discurso de su madre
parece ser una ley inquebrantable. Vuelvo a optar por no precipitar una respuesta
respecto de esto sino seguir abriendo otros interrogantes. ¿A qué responde esta
repulsión por el alimento? ¿Arma un síntoma? Sin duda, en lugar de un decir, hay
algo que se muestra. Una forma de hacer frente a un real que irrumpe y desborda e
impacta sobre su imagen. ¿Es posible construir cierto registro simbólico que oficie
de límite respecto de estas actuaciones?
Acting out: una respuesta frente a la angustia.
Comienza a ponerse de manifiesto que las actuaciones de L responden a intentos
de convocar a un Otro que la registre. Es con el correr de las entrevistas cuando
estas actuaciones comienzan a dirigirse al equipo tratante. Surge la preocupación a
raíz de la negativa de la misma a ingerir alimentos sólidos, lo que propicia una
interconsulta con el servicio de Nutrición por parte del equipo.
Ahora bien, ¿Qué hace el analista frente a un acting out? En palabras de Lacan “El
acting out es esencialmente algo, en la conducta del sujeto, que se muestra. El
acento demostrativo de todo acting out, su orientación hacia el Otro, debe ser
destacado”. (Lacan, 1956-57) .
A la altura del seminario 4, Lacan conceptualiza el acting out cómo uno de los
modos de respuesta a la angustia. No obstante, opone la angustia como un
momento de suspensión del sujeto, al acting out que es definido cómo la
“identificación absoluta del sujeto con el a al que se reduce”, se trata allí del objeto a
del fantasma. (Lacan, 1956-57)
Al ubicar el acting out en relación al fantasma, se podría decir que es una
demostración del mismo, pero una mostración que se presenta como “una verdad
sin sujeto”. La mostración de una satisfacción inmotivada que no divide a quien la
realiza. (Lacan, 1962-63).
Entonces, si bien una indicación clínica posible sería la de poder construir qué
sucedió antes de que aparezca el acting como respuesta frente a la irrupción de la
angustia, nos encontramos con la dificultad de que el acting out no es interpretable,
ya que se presenta la dificultad de implementar intervenciones que den por
supuesto un sujeto, cuando de lo que se trata es de un sujeto identificado al objeto.
Por lo tanto, en estos casos, un trabajo posible será el de favorecer el pasaje del
acting out a un síntoma analizable.

Los efectos del encuentro con un analista


En este caso, el hecho de no interpretar, no excluyó la posibilidad de poder
sancionar alguna cuestión frente a las distintas mostraciones de la paciente e
intentar de esa manera constituirme cómo destinatario de dicho material, alojarlo y
poder integrarlo al discurso. Fue sobre estas bases sobre las que cierto lazo
transferencial comenzó a desarrollarse.
A partir de leer una insatisfacción en la madre, la cual ella aspira a colmar se
determina un lugar posible en la estructura de la paciente. Un lugar de goce
respecto de la ilusión de encarnar un objeto que colme a esta madre, dejándola en
una posición melancolizada. Esto da lugar a que la paciente “se quede callada” y se
pregunte si deberá quedarse callada toda la vida. Frente a esto interrogo ¿Porque
decidiste quedarte callada? Intervención que tiene por propósito proponer una lógica
de escucha que va en línea con no naturalizar lo que le pasaba y porque decidió
persistir allí. Una lectura posible es que hasta el momento de la internación y a partir
de su posición, no se posibilitó hasta ahora un decir propio.
Davidovich cita a Lacan para afirmar que el yo denigrado no tiene preguntas y a
esto Lacan lo llama cobardía moral. El yo denigrado es ese objeto. “El primer acto
analítico nuestro es decirle “Hable”, que eso quiere decir algo, para hacer de ese
sufrimiento un síntoma, una cuestión de saber”. Así es cómo la autora enuncia que
en la clínica vamos de la identificación al deseo, devolviendo al sujeto a la
indeterminación, a través de vaciar sentidos que lo hacen sufrir, para que se
determine de otro modo (Davidovich, 2018).
Por el acto de hablar hay algo de la dimensión del sujeto que entra en juego y abre
otras cadenas asociativas, así cómo también, posibilita un rearmado de cierto velo
fantasmático, con la posibilidad de poder comenzar a descontarse de este Otro a
través de algún significante propio.
Zuberman, A. plantea, para la clínica con adolescentes, la posibilidad de apostar en
el análisis a la “función sujeto”. Con esto se refiere a que en la medida en la que
vaya siendo posible la constitución de cierta escena fantasmática para el paciente,
cede el lugar de objeto en el fantasma de los padres y se abre la posibilidad de
comenzar a trabajar sobre el paciente y su relación con los objetos privilegiados que
sitúan su propio fantasma, pudiendo discontinuar así las entrevistas con los padres.
Fue necesario comenzar a problematizar respecto de este superyó que habla y para
el cual la misma responde, poder agujerear alguna cuestión respecto de la
descalificación del Otro e introducir una articulación lógica, un significante de su
posición. Esto fue posible gracias a ofertarme cómo un Otro que no baja línea.
Respecto de los comentarios de su madre en relación a su peso: “Estas hechando
pancita”, la invito a hablar: ¿Vos qué pensás de esto? ¿Por qué deberías hacerle
caso? A través de poner una barra en el otro, oferto la posibilidad de que lo del Otro
puede no ser determinante. Insistir en que no es lógico bajar de peso a cualquier
costo también fue otra intervención pensada en la línea de poder poner un límite a la
palabra de ese Otro y establecer un contrapunto respecto de que “la gordura es
maligna”.
A través de pequeñas aseveraciones, la presencia del analista en transferencia fue
dando lugar a una presencia vivificante.
La internación cómo intervención posibilitó un corte y que la paciente pueda
comenzar a hablar aquello que actuaba de modo de poder integrarlo. Fue necesario
también apostar a introducir ciertos elementos que vivifiquen el deseo y a considerar
la presencia de un analista cómo aquello que aloja al sujeto, más allá de lo dicho.
Bibliografía:

Davidovich, M. (2018). Melancolizaciones en la neurosis: intervenciones clínicas. En


M. Mazover. (Ed.) Buenos Aires, Argentina: Instituto Fernando Ulloa.

Lacan, J. (1962-1963): El Seminario, libro 10: La angustia, Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1956-1957). El Seminario, Libro 4: La relación de objeto, Buenos Aires:


Paidós.

Zuberman, A. Para una Lógica que Sitúe las Entrevistas con los Padres de los
Adolescentes.

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