Está en la página 1de 9

La obediencia de-vida

“‘Construye tu futuro’, a este mandato que los padres y


el campo social susurran en el oído del adolescente,
el analista sustituye un anhelo: ‘construye tu pasado’”
(Aulagnier, 1991).

Daniel es un hombre de 28 años, que llega al hospital diurno, derivado del centro
de atención primaria de su ciudad natal, producto que el último tiempo ha estado muy
alterado, aumentando los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo, enfermedad con la
que fue diagnosticado hace aproximadamente seis años atrás. Si bien la edad del
paciente nos habla de un hombre adulto, la imagen corporal y la manera de expresarse de
Daniel hacen referencia a un hombre de menor edad, este hecho con el pasar de las
sesiones, comienza a tomar sentido y a explicarse por sí mismo.
El paciente se mostró bastante cómodo con las reglas que se impusieron sobre el
horario y el tiempo de las sesiones, manifestándose excesivamente preocupado por estar
a la hora y que cada sesión, según sus propias palabras, “durara lo que tenía que durar”.
Este hecho, nos otorgaba una muestra sobre la rigidez de su comportamiento,
apareciendo la sobreadaptacion al encuadre analítico, como evidencia de las grandes
resistencias que se ocultaban detrás de su comodidad frente a esta situación. Esta
conducta frente al encuadre, nos revelaba también, sobre como Daniel adoptaba la
terapia como un límite más de todos los autoimpuestos en su vida, obedeciendo y
pretendiendo presentarse adecuado frente a la norma, apareciendo desde el primer
momento su funcionamiento patológico obsesivo.
Durante las primeras sesiones, la gran queja de Daniel fue que el último tiempo
estaba muy retraído, manifestando que había perdido su círculo social, pues se había
recluido en su hogar, relatando que se sentía como un “ermitaño”. De esta queja se
desprende su gran preocupación, el ser aceptado y el querer ser “un tipo normal”,
anhelando que la terapia lo ayude a cumplir su deseo.
El paciente se muestra como un hombre sociable y empático, muy preocupado por
su imagen, asistiendo a las sesiones siempre, bien vestido y muy perfumado, llamando la
atención su preocupación y la pulcritud de su vestir. Su relato aparece teñido de una
sensación de insatisfacción personal, atribuyéndose rasgos negativos, manifestando una
visión crítica de sí mismo, producto de que siente que no ha cumplido sus expectativas.

1
Generalmente, el paciente mantiene su relato muy controlado, llegando este a ser
monótono y repetitivo, pareciendo que más bien reproduce una historia aprendida y
lejana, que poco tiene que ver él.
Si bien, su motivo de consulta guardaba relación con algún tipo de aislamiento
social, con el pasar de las sesiones este síntoma principal comienza a ceder, llegando a
desaparecer durante el tratamiento; dando paso así a otra conflictiva, la que hacía alusión
al vínculo con su madre, el que repercutía directamente a la relación que el paciente ha
adoptado frente a su vida. Esta dificultad de relación que se repetía a lo largo de su
historia, se enlazaba a su vínculo con lo femenino, lo que hacía alusión directa hacia su
funcionamiento patológico obsesivo
Con respecto a lo anterior, se puede apreciar como el paciente manifiesta un
comportamiento en exceso defensivo, lo que apunta a un tipo de defensas regidas por la
represión, lo que indicaría defensas avanzadas, constituyentes a la neurosis. De este
modo, uno de los objetivos durante el tratamiento, antes de dirigirse hacia el conflicto
principal, fue hacer emerger en el paciente recuerdos en torno a ciertos hechos
importantes a lo largo de su vida los que se mantenían bloqueados, con esto, se
esperaba hacer surgir y acercar a Daniel a sus emociones, con el fin de que descendiera
su modalidad defensiva, y que así pudiera retomar sus actividades sociales normales, ya
que el excesivo control que manifestaba con respecto a su historia, guardaba relación con
una incapacidad de modular sus emociones, ya que pareciera que el paciente sospechara
de su incapacidad frente a estas.
Llama profundamente la atención que Daniel mantenga muy pocos recuerdos de
su infancia y adolescencia, ya que dice haberlos olvidado debido a que sus ideas
obsesivas le han bloqueado gran parte de esos recuerdos. Es probable que estos olvidos
estén asociados grandes represiones, con el fin de impedir que retornen
representaciones dolorosas que han sido bloqueadas. El acto de recordar, implica
reordenar y resignificar nuestro pasado, reestructurar espacial y temporalmente nuestra
historia, con esto se atenúan lazos afectivos con ciertos objetos, sólo con el fin de que el
sujeto pueda dirigirse hacia otros, lo que implica realizar una reorganización afectiva, y es
esto precisamente lo que Daniel se resiste a efectuar, quedando inhabilitado para
conectar sus recuerdos y otorgarles significación dentro de su historia, viéndose
paralizado en un espacio que obstaculiza su construcción, ya que ha sido incapaz de
investir su pasado, lo que le impide enfrentar el devenir de un futuro.

2
Durante la adolescencia se ponen en juego dos tareas fundamentales: la
subordinación de la excitación sexual a las zonas genitales, y el hallazgo del objeto, con
mandato genital, más allá de las figuras parentales. Esto implica asumirse como un sujeto
no bisexual, aceptar la incompletitud, lo que conlleva a una reestructuración, una
reinscripción, por lo tanto asumir una identidad (Freud, 1998). El logro de tal identidad,
depende de la disolución del conflicto edípico, ya que es aquí donde el sujeto debe lograr
una separación marcada de las figuras parentales y encontrar algo que le responda a la
pregunta sobre quién es y qué es lo que lo hace diferente de los demás, y esta
interrogante se contestara en relación a la individuación lograda por él a partir de la
renuncia a los objetos primarios. De esta premisa, surge la pregunta hacia la vida Daniel
y sobre cómo ha tramitado el complejo de Edipo y de qué forma se ve enfrentado a la
temática de la construcción de su identidad.
Con respeto a su historia familiar, Daniel desde siempre ha vivido en la casa de
sus abuelos maternos, junto a su madre. Son sus abuelos quienes han cumplido con los
roles parentales, ya que su madre según el relato del paciente, no constaría con los
recursos necesarios como para que ellos dos vivan solos. Daniel es hijo único, fruto de
una relación que su madre tuvo con un compañero de curso en la escuela especial. Es
importante destacar que el paciente se refiere a su madre como una persona “especial”, al
indagar más, Daniel explica que esto se debería a que su madre, como también su padre,
presentarían un déficit intelectual, por esta razón sus abuelos maternos al momento de
nacer Daniel lo habrían adoptado como un hijo más, ya que su madre, según lo que
informa el paciente, no estaba totalmente capacitada para el cuidado de un hijo.
En la progresión de la terapia, comienzan a aparecer hechos puntuales que
podrían tomarse como parte del desencadenamiento del trastorno que lo aqueja. Daniel
comenta que cuando aún era adolescente, comienza a sufrir crisis de pánico, estos se
habrían producido con posterioridad de haber visitado por primera vez a su padre, quien
se niega a volver a verlo por temor a que Daniel le “sacara plata”. En este momento, por
primera vez en la historia del paciente aparece su padre biológico, frente a esta situación
Daniel dice no sentirse afectado, ya que su figura paterna la cumplió su abuelo materno,
llamándole papá a este y mamá a su abuela y a su madre. Es importante destacar que
Daniel lleva los apellidos de sus abuelos maternos, de este modo queda bloqueada la
madre como tal, ubicándose producto de este ordenamiento ella y Daniel como hermanos.
Vemos aquí, como aparece la temática de la carencia paterna y como la función
de esta no alcanza para cumplir con lo debido en la vida del paciente. Daniel realiza la

3
operación de enfrentarse a su familia e ir en búsqueda de su padre biológico, solamente
con el fin de encontrar a alguien que se interponga entre su deseo y el deseo de su
madre, sin embargo se encuentra con un padre inútil en su función, que no desea hacerse
cargo del llamado que realiza su hijo para que se haga responsable de su papel frente a
su mujer. El padre real de Daniel, no basta para cumplir esta función, pues es necesario
que el padre sea sustituido por su propia metáfora, en este caso, el padre del paciente
queda inscrito en la historia de su hijo desde la ausencia, sin embargo a pesar de este
hecho, el padre de Daniel del mismo modo que genera patología, otorga a su hijo el
acceso a la realidad.
Siguiendo la línea histórica del paciente, se aprecia cómo al avanzar en las
sesiones, se va reconstruyendo la historia de su neurosis obsesiva, sin embargo llama la
atención como la sintomatología en Daniel va mucho más allá, lo que nos lleva a
preguntarnos ¿Qué sucedió en la vida del paciente que lo lleva a enfermar de obsesión?
Según el relato del paciente, la relación con su madre, es muy estrecha, relatando
que ella es la única de la familia que lo comprende, describiéndose como “cómplices”,
comentando que aun ellos duermen en la misma pieza, a pesar de que en la casa existen
otras habitaciones. Cuando se le pregunta porque aún no se ha cambiado de pieza,
Daniel responde que su abuela y su madre son quienes no se lo permiten, ya que hay
objetos guardados en las otras habitaciones, que no tendrán un lugar si él se cambia.
Hasta este momento, por primera vez aparece en el relato de Daniel la relación
incestuosa que mantiene con su madre y como todos en su familia incitan tal situación,
apareciendo la relación materna ubicada fuera de la ley. Vemos aquí, como la vida del
paciente ha seguido una trayectoria en torno al deseo de estas dos madres, preedipicas,
devoradoras y asfixiantes, quedando el paciente capturado en una dependencia que lo
infantiliza, ubicándose en posición pasiva frente a su propia vida.
Daniel queda detenido, inhabilitado en una historia sin pasado y sin futuro, en un
espacio atemporal, un espacio que nos recuerda al narcisismo primario, esa etapa
prehistórica y remota que todos anhelamos. El narcisismo primario debe ser abandonado
definitivamente por el niño a causa de la constitución del ideal del yo, el cual se logra a
través de la castración y su consecuente represión. El niño debe ser sometido a las
exigencias de la vida, a su madre que es todo para él le corresponde apartarse
progresivamente, demostrando que existen otras cosas importantes que debe realizar, el
niño debe comprender que ella desea algo fuera de él. Esta es la primera herida narcisista
que todos los seres humanos estamos obligados a sufrir, con el fin de poder salir de la

4
relación simbiótica y poder adoptar un lugar y un deseo propio, es así como se realiza la
operación del goce hacia el deseo. Sin embargo, este caso nos muestra el acontecer de
una relación estrecha de dependencia mutua entre Daniel y su madre, donde ninguno
puede separarse del otro. Esta relación que se ha creado acá, caracterizada por
investiduras narcisistas de objeto, dará como resultado la constitución de una identidad
con características pasivas en el paciente, quedando sometido e identificado a esta
madre que lo encapsula en su deseo.
Resulta interesante ver como en este caso, la operación paterna exhibe sus
fallas. En el recorrido edipico, es el padre como agente de la castración el que efectúa la
separación del niño de la madre, encarna la ley, prohíbe el incesto y el parricidio,
abriendo al sujeto a la exogamia, pues el niño deberá buscar una mujer afuera, una
distinta a su mujer.
En consecuencia, vemos como la situación familiar que el paciente vive ha
provocado que el vínculo entre él y el padre no pueda ser elaborado, ocasionando que no
pueda identificarse totalmente con el emblema masculino. Esto nos habla sobre como el
complejo de Edipo no ha sido tramitado totalmente, pues el padre ha faltado a su función,
siendo esta desviación la que ha provocado que dicho complejo se vuelva patógeno.
Como sabemos, el Edipo en el varón está destinado al logro de la identificación del propio
sexo; hasta aquí en el caso habría algo logrado a nivel de fantasía de castración, pues
Daniel es heterosexual, volviendo su deseo hacia el sexo opuesto. Sin embargo hay algo
en su posición viril que no se ha consolidado, ya que ha quedado identificado al ideal
materno, de esta forma no basta solamente con que escoja a una mujer como objeto,
sino que se necesita algo más allá.
La cohabitación de madre e hijo y el ambiente incestuoso en el que se
desenvuelve Daniel, ha provocado que el paciente busque con fervor al padre, pues él
se alcanza a dar cuenta de que está a punto de caer en la tentación, que ha quedado a
merced de una madre demasiado cercana y que la realización de su deseo es inminente,
no teniendo a quien recurrir dentro de su familia, para que se oponga entre ambos. Por lo
tanto es él como hijo, protegiendo a su madre, quien busca ayuda y realiza un llamado a
la función paterna, pero esta no llega. Frente a este hecho, Daniel encuentra como única
salida, la enfermedad como resguardo, apareciendo así, una modalidad defensiva
característica del obsesivo, donde la defensa contra el deseo es doble, pues se protege
contra su propio deseo y al mismo tiempo del deseo incestuoso de su madre.

5
Podemos apreciar entonces, como en la historia de Daniel, ha propiciado para
que desencadene su funcionamiento patológico obsesivo. Cuando el padre falta, el sujeto
debe crearse un padre al cual pueda temer, en este caso, el paciente se constituye a sí
mismo como su propio carcelero, ya que la invocación al control externo ha fracasado, por
lo tanto Daniel ha debido recurrir a él mismo como guardián de sus deseos. El paciente
intenta terminar la castración que el padre dejo a medias, sin embargo, esta operación le
trae tanto malestar, como gasto de energía psíquica, por lo que queda poco espacio para
las demás relaciones en su vida. De esta manera el paciente ve como su vida se reduce,
sin que él pueda hacer algo por esa situación, viéndose esto reforzado por una
experiencia de pasividad gozosa que lo mantiene pasivo frente a su propio deseo. La
inhibición que lo paraliza y aísla gozosamente, lo muestra detenido en su avance
deseante. Muestra a un sujeto que no puede cumplir sus ideales, ya que no puede salir de
la posición congelada de hijo. La operatoria de su apropiación de su deseo requiere la
tramitación simbólica de su relación con el padre.
En consecuencia, vemos como los actos e ideas obsesivas que rondan a Daniel
hacen referencia más bien, al pago de una culpabilidad encubierta: “yo no sé porque me
venían esas ideas, pero era como que necesitara hacer las cosas, por ejemplo, ‘las
puertas de la casa no quedaron bien cerradas’ y ahí yo tenía que ir a ver cinco, seis, siete
veces, o si no, no quedaba tranquilo”. Se puede observar como esta viñeta nos habla de
un pecador que se detiene en el momento justo antes de pecar, por temor a ser
desenmascarado. Ya Freud en Tótem y Tabú se refería a ello: “A cada nuevo avance de
la libido reprimida responde la prohibición con una nueva exigencia […] En la neurosis se
nos revelan estos actos como transacciones, constituyendo, por una parte, testimonios de
arrepentimiento y esfuerzos de expiación, y, por otra, actos sustitutivos con los que la
tendencia intenta compensar la privación de lo prohibido.[…] El acto obsesivo es
aparentemente un acto de defensa contra lo prohibido, pero podemos afirmar que no es
en realidad sino la reproducción de lo prohibido”( 1998).
Vemos en Daniel un deseo intenso de estar acorde a la norma, de ser “un tipo
normal”. La necesidad del paciente de hacer las cosas como se deben, de cumplir con la
ley, guarda directa relación con el temor de enojar al padre y que este se haga presente y
castigue su deseo. En el paciente se aprecia una necesidad de esconder a sí mismo y a
los demás su deseo incestuoso, y es por ello que requiere reprimir todo tipo de afectos,
pues el temor más grande es a ser descubierto y que los demás den cuenta de sus
reales intenciones.

6
Con respecto a la vida amorosa, Daniel comenta que solamente ha mantenido una
relación, hace cuatro años atrás, la que duro aproximadamente cuatro meses. Daniel se
refiere a este hecho como único en su vida, ya que según su relato, dice no tener la
valentía para acercarse a las mujeres, por lo que esta relación se dio solamente porque
ella era “de armas tomar” y poseía mucha más experiencia que él, pues lo superaba en
diez años. Es importante destacar que dicha relación se mantenía a escondidas, ya que
esta mujer estaba casada. Este hecho al paciente no le provoca mayor malestar,
aludiendo a que no le importaba que ella estuviera con otro hombre.
Esta relación del paciente tan particular hacia lo femenino, tiene directa incidencia
a una conflictiva edípica vinculada a lo materno, pues que Daniel no logre mantener
relaciones de pareja satisfactorias, hace referencia a la imposibilidad de separación y a la
manera en que esta madre se ha presentado frente a su hijo. Ya Freud en 1910, en el
texto Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, se refería a ello, exponiendo como la
madre abandonada por el padre: “… se veía impulsada no sólo a compensarse a sí
misma de la falta del amado, sino a compensar al niño de la del padre, acariciándole
también por él. De este modo situó a su hijo, como todas las madres insatisfechas, en el
lugar del marido y le despojó de una parte de su virilidad”( 1998). Vemos como Daniel
queda atado a una posición pasiva, apareciendo las mujeres en su vida, como enérgicas y
dominantes, viéndose inhabilitado para actuar frente a ellas, “…yo cuando veo una mujer
que me gusta no sé qué hacer, me pongo todo nervioso, no sé qué decir, pienso y pienso
pero no digo nada, mire si con solo pensarlo me transpiran las manos”.
Daniel ha construido su objeto de amor de acuerdo a la “constelación materna”
quedando fijado a él. En la formación sintomática obsesiva de Daniel, hay algo que
siempre está como respuesta en sus encuentros amorosos, y eso es lo que Freud ya
había acotado, mostrando que los obsesivos no aman de cualquier manera, sino que
aman rescatarla a ella de algo, expresando su necesidad de cuidarla y protegerla de su
condición. Eso a su vez se articula con dos rasgos necesariamente presentes en esta
mujer. El primero es que ella debe tener cierto rasgo de promiscuidad, rasgo que haga
que esa mujer sea siempre posiblemente atractiva para algún otro. El segundo es la
condición de que ella tenga relación con algún otro hombre, el “tercero perjudicado”, quien
la sujeta a una ley simbólica de la que el enamorado no es responsable. No se trata
entonces del encuentro, sino de la hazaña que significaría usufructuarla en tanto es
propiedad de otro. Estas características concernientes a la elección y a la construcción
del amor, hacen referencia sobre como Daniel ha quedado fijado en la elección infantil

7
primaria de objeto, ya que la condición de que la mujer no sea libre, viene directamente
relacionada con la triada edípica, ubicando en este caso al padre como tercero
perjudicado. Esta situación da cuenta de la particular inscripción de la función paterna en
el caso, pues en el obsesivo parte de la problemática del tercero perjudicado, tiene directa
relación con el vínculo que éste ha creado entre deseo y ley. La temática del rescate
permite la apertura de la otra cara de dicho amor, el amor idealizado. Si el amor cobra
para el obsesivo semejantes formas de lazo exaltado es porque lo que él ama es una
imagen de sí mismo, que a su vez da al otro, al punto de suponer que si esa imagen le
faltara al otro ya no sabría de qué sujetarse. Esto constituye una manera de amar
considerada única y diferente de cualquier otra.
Con la progresión de las sesiones, se aprecia un cambio en Daniel, vemos a un
sujeto más relajado, que ha cambiado su estilo de vestir por uno más casual, su pelo se
lo ha dejado largo, y ya no tiene la necesidad de que la sesión dure el tiempo estimado,
siendo capaz de llegar minutos más tarde. Con respecto a la hospitalización abierta y a
los cambios manifestados por Daniel, estos no se han apreciado de manera positiva, ya
que Daniel ha dejado de ser el “paciente estrella”, pues ya no esta tan dispuesto a todo lo
que se le pide, negándose en algunas ocasiones a realizar ciertas actividades en hospital
que no le parecen bien. Estos cambios que ha experimentado Daniel, hacen referencia
sobre cómo ha encontrado la forma de cuestionar a la ley desde otro lugar, un lugar que
le provoca menos malestar y no lo mantiene alerta, defendiéndose de todo. Los cambios a
nivel físico, nos muestran que se ha removido algo a nivel de la imagen corporal, hay un
cambio que lo conecta con la realidad externa, haciéndolo cuestionarse su relación a los
demás y que lo aleja paulatinamente del mundo formal en el que estaba inmiscuido, el
que finalmente no era nada más que un resguardo contra infracción a la que se ve
constantemente tentado a realizar.

8
Bibliografía

Aulagnier, P. (1991). Construir(se) un pasado. En: Psicoanálisis A.P. de B. A. Vol. XIII Nº


3, Buenos Aires

Freud S. (1905/1998). Tres ensayos de teoría sexual. En J.L. Etcheverry (Trad.), Obras
Completas, v. 7. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud S. (1910/1998).Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. En J.L. Etcheverry


(Trad.), Obras Completas, v. 11. Buenos Aires: Amorrortu

Freud, S. (1910/1999) Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre.


Contribuciones a la Psicología del Amor. En J.L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas, v.
11. Buenos Aires: Amorrortu

Freud S. (1913-1914/1998). Tótem y Tabú. En J.L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas,


v. 13. Buenos Aires: Amorrortu

Freud S. (1914- 1916/1999) Introducción al narcisismo. En J.L. Etcheverry (Trad.), Obras


Completas, v14. Buenos Aires: Amorrortu

También podría gustarte