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Desorden de personalidad

Perspectivas para los hijos de padres narcisistas y psicópatas

Queremos hoy dedicarnos a los hijos de narcisistas o psicópatas, victimas silenciosas de un


abuso invisible pero debilitante. Hay varios escenarios posibles en una familia en la cual uno de
los padres tiene estos desórdenes de personalidad. Sin embargo nos enfocaremos en dos de
los más probables: el cónyuge sin el desorden se da cuenta del abuso, se separa y trata de que
el padre/madre sin conciencia no afecte la salud emocional del niño; o el cónyuge sin el
desorden no logra reconocer la situación patológica y tratan de adaptarse a los designios del
psicópata o narcisista.

Generalmente, en ambos casos los hijos que vivieron este tipo de abuso se convierten en niños
y adultos profundamente empáticos al haber tratado durante años de descifrar a sus padres.
Desde muy pequeños sienten que algo no está bien y tratan de “componer” la situación, de ser
mejores hijos para agradarles, de andar de puntillas para no incomodar y obtener algo de
atención. Se ven forzados a ser adultos antes de tiempo y a ser responsables en exceso (lo
opuesto de los psicópatas y narcisistas que viven en una eterna edad emocional de cinco años
creyendo que la realidad debe adaptarse a sus pulsiones y deseos inmediatos). Suelen,
también, ser muy complacientes con los demás y les cuesta poner límites (características que
otros “predadores” pueden reconocer y tratar de explotar). Su extrema sensibilidad también
los puede llevar al abuso de sustancias y alcohol si no encuentran personas que los contengan
y escuchen. En algunas ocasiones, sobre todo en aquellas en las que el tema se negó y el
padre complementario lo aceptó silenciosamente, estos niños al llegar a la edad adulta tienden
a copiar y adoptar la dinámica de manipulación narcisista y la distancia emocional que existía
en su familia. Una intervención temprana por parte de la familia, educadores y terapeutas
puede corregir estos comportamientos patológicos (por supuesto si se es consciente del abuso
imperante, de lo contrario la intervención será imposible)

En el primer caso el padre o madre que se separó del/la abusador/a tendrá un arduo camino
por delante pero, a largo plazo, será más beneficioso para los niños. El sociópata le hará la vida
imposible: lo acusará de no cuidar a los pequeños, hará denuncias falsas en los tribunales y
manipulará no solo a los niños sino a los propios familiares de la víctima para aislarla. Dirá que
descubrió que su ex pareja es mitómana/o invalidando cualquier cosa que pueda decir sobre
la verdadera personalidad del abusador. Tal es el caso de una mujer narcisista que llegó a decir
a las maestras de sus hijos que su marido (quien estaba a cargo de los hijos durante la semana
y muchos fines de semana) era un mentiroso y un incompetente. Por fortuna, el director del
colegio era un hombre prudente y pidió a los docentes que no permitiera que la madre viniera
con rumores a la escuela.

En el segundo caso, cuando no se reconoce el abuso y la familia entera responde a los


caprichos del/la sociopata, éste/a alternará entre momentos de abuso, triangulación y
mentiras con otros momentos de luna de miel y atenciones pródigas (por ejemplo, puede
primero ignorar a los niños, tratarlos mal, engañar a su conyugue para luego conformarlos con
algunas cosas tiernas, regalos carísimos, fiestas y promesas). Los niños pueden pasar toda su
vida tratando de entender cuál de esas dos caras es la verdadera de su padre/madre. Cuánto
más pequeños sean, más se van a esforzar en recordar “la parte buena”. La negación y el
desplazamiento de emociones son mecanismos de preservación de su psiquismo. La verdad
les es muy difícil de digerir.

Los padres y madres psicópatas o narcisistas demandan admiración y devoción. Nada es


suficiente, siempre quieren más y más cosas de sus hijos. Para esto los manipularán o los harán
sentir culpables. Ellos narrarán historias de infancias tristes, inventaran accidentes o
exageraran dolencias leves para que los hijos atiendan sus necesidades que pueden ir desde
fingir tener la familia perfecta para que su medio social no sospeche de su doble
(triple/cuádruple) vida, hasta préstamos de dinero (que rara vez serán devueltos) o cuidados
de tiempo completo.

Los padres narcisistas tratan de poner a los distintos miembros de la familia uno en contra del
otro. El/ella fingirá tener una relación especial con cada uno. Logrará mantener esa situación
por mucho tiempo ya que son camaleones consumados. Si alguno de sus hijos, ya adolescentes
o adultos, comienza a entender su patología y su juego, el progenitor comenzará a inventar
mentiras contra ese hijo, o torcerá cosas que sucedieron para que parezcan distintas y las
malinterpreten (recuerda que usan unas gotas de verdad en un relato totalmente mentiroso
para darle credibilidad). Usará incluso lo que comúnmente se conoce como mentiras
preventivas (también muy utilizadas por los sociópatas en el ámbito laboral) como por ejemplo
advertir a toda la familia que la victima dirá cosas feas sobre él/ella porque en realidad se está
vengando por una antigua disputa (por ejemplo de dinero). El cerebro parece crear una
impronta con esa información que luego es muy compleja de desarticular. Es una estrategia
del tipo “el que llega primero, gana”. Cuando la víctima les advierte lo que el/la narcisista está
haciendo por detrás no le creerán y lo aislarán.

La terapeuta Martha Beck relata en su libro Steering by starlight (sobre el cual ya hicimos una
entrada) el caso de una paciente adulta que no lograba salir adelante con su vida y que tenía
todos los síntomas de abuso emocional pero que no lo podía relacionar a sus vínculos
familiares. Sin embargo comenzó a notar que su padre tenía una dinámica de comportamiento
cuanto menos extraña. Tuvo muchas conversaciones con miembros de la familia que se habían
alejado. No podía dar crédito a las cosas que escuchaba sobre él. Le comentaba a la Dra. Beck
que no lo podía creer, que nunca había conocido un hombre con la capacidad de emoción de
su padre que siempre lloraba por su pasado triste. Esta sagaz terapeuta le preguntó si alguna
vez lo había visto llorar por alguien más que no fuera él o si lo había visto ayudar a alguien. La
paciente enmudeció. Tuvo su momento de revelación.

Finalmente hay otras características que no se presentan en todos los casos pero que son
frecuentes: hay padres narcisistas muy autoritarios y exigentes, mientras que otros son
ausentes y condescendientes con cada capricho de su hijo para no ser molestados (y de paso
dejar en el papel de “malo” al cónyuge que intente darle pautas de conductas normales a su
niño/a). Asimismo, hay padres o madres que aun cuando sus hijos son adultos tratan de que
los matrimonios o parejas que hayan podido formar, fracasen. Esto lo logran con las técnicas
que hemos descrito en los párrafos anteriores.

Se desprende de todo lo analizado que la mejor forma de manejar a un padre/madre (o


hermano/a) con estos desordenes destructivos es la distancia, el contacto cero y, en el caso de
los niños pequeños, el contacto mínimo y/o supervisado. Lo ideal es que los hijos puedan irse
de sus casas al llegar a la adultez pero sabemos que la situación laboral y económica muchas
veces precaria no se los permite. El/la narcisista gasta su dinero en sí, no ahorra ni procura
dejarles nada a sus hijos. Vive en el hoy, para satisfacer sus gustos personales: sexo variado,
buena ropa, objetos de estatus, etc

Hay que añafir que los Psicópatas rara vez buscan ayuda, simplemente porqué no les pasa
nada malo, para ellos, son las circunstancias y las otras personas las que le causan problemas.
Normalmente, solo acuden a la consulta de un psicólogo cuando se meten en problemas o por
imperativo legal.

Esta pregunta se puede responder desde varios puntos de vista. Algunos expertos hablan de
Psicópatas primarios y secundarios, siendo los primeros más puros o graves (más "de
nacimiento" por decirlo de algún modo) y los segundos más leves (más reactivos, creados por
el ambiente y las vicisitudes vitales). En este caso algún autor postula que los Psicópatas
secundarios tienen posibilidades de mejorar su carácter con terapia. La Psicopatía es una
cuestión de "grado", las personas cuya Psicopatía sea menos virulenta pueden aún retener
algunos sentimientos de malestar que les hagan plantearse cambiar.

Otro aspecto a destacar es que, para que una persona quiera curarse, primero tiene que
sentirse enfermo o sentirse mal, y este no es el caso en absoluto.

Por último, es difícil cambiar una forma de ser que ha cristalizado, mucho más árdua es la
tarea cuando la persona en cuestión no siente que tenga que cambiar nada. Si hay alguna
terapia que puede curar la Psicopatía, cosa que no ha de considerarse imposible, se va a topar
con un obstáculo insalvable: el Psicópata no quiere curarse ni cambiar.

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