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Psicopatología infanto-juvenil

Autor: Campos, Camila Belén

L.U: 401362060

Mail: camucampos@gmail.com

Comisión:

Docentes a cargo: Grosso, Gisela


Fernandez, Juan Carlos
Yorston, Paul

Año: 2019
CASO E
E. Tiene 17 años. Está internada desde principio de septiembre. Es la tercera internación
en lo que va del año, las anteriores fueron pasajeras, en guardia y sin tratamiento.
Presenta ideación suicida, relata querer matarse y no querer vivir. Presenta trastornos
alimentarios, que comenzó con purgas y en el presente es restrictivo. Se realiza cortes.
Como síntoma dice escuchar una voz masculina, que le dice que es una inútil, que no
sirve para nada, que está gorda y que es insuficiente. Refiere estar agobiada, todo el
tiempo sentirse mal. Dice que las voces las siente constantemente pero ya no se asusta,
porque refiere haberse acostumbrado. En un dibujo hace tres personas, que dice ser ella
misma, en distintas situaciones, y en todas les salen pensamientos negativos de la
cabeza, y aparece como título: AGOBIO. Ahora dice ver como personas de palitos,
“stickman”, que eso sí la asusta. Se presenta hipotimia, muy desganada, siempre con el
mismo discurso. Un discurso “vacío”. Le cuenta todo lo que le pasa a todos, sin diferenciar
a quién.
Antes de la internación, había llamado varias veces a la guardia, sintiéndose muy
angustiada, pidiendo ayuda.
Está en tratamiento psiquiátrico, con medicación, pero dicen que parece no dar mucho
resultado.
Por momentos se la ve bien, compartiendo, riéndose, pero cuando se le dice algo
respecto de su mejoría, ella refiere que no, que se siente mal “todo el tiempo”, e incluso
se pone peor. Quiere recalcarlo constantemente. En sus proyectos ella dice querer
terminar el colegio y estudiar AT o Psicología. Ella hacía ballet, pero por el momento había
dejado. La abuela paterna una vez le había dicho que las bailarinas tenían que ser flacas
y ella refiere que fue a partir de ahí que comenzó con el trastorno alimentario.
Historia familiar de E. Vive con sus padres y su hermano. Ambos padres son profesores y
el hermano, más grande que ella, estudia arquitectura. La madre ya anteriormente había
tenido tres hijos, de los cuales refiere no tener contacto. Luego se conoce con el padre de
E, en otra provincia, en un centro de rehabilitación de adicciones. Ambos tenían
problemas con las drogas. Viven un tiempo en otro país y luego vienen a vivir a Buenos
Aires, donde reconstruyen su vida juntos, crecen económicamente y forman familia. Los
padres hacen referencia de que los hijos se crían solos, entre ellos, ya que trabajaban
mucho. Al mismo tiempo, resaltan haber sido siempre muy “sobreprotectores y exigentes”,
por el hecho de haber pasado lo que a ellos les tocó. Hay cosas de la familia que quedan
ocultas, como que el padre tiene sida. El padre tiene también una historia familiar dura, su
madre era alcohólica, por lo que queda al cuidado de sus abuelos, y cuando ellos mueren,
queda con una madre adoptiva. A la madre se la ve “todo el tiempo muy feliz”, en
contraste con la actitud depresiva de E. En una escena la psiquiatra las ve venir, a la
madre se la ve como siempre, muy alegre, arreglada y atrás su hija, totalmente
desmejorada. Llama la atención.
Hay una escena en la que la madre le refiere a E algo de su mejoría, y ella va y se corta.
La madre dice ya no saber como ayudarla. La quiere cuidar todo el tiempo, pero igual se
lastima.
El hermano cuenta que los padres “siempre fueron así”, pero que él supo arreglárselas y
“no les da bola”, a diferencia de su hermana. Cuenta que una vez, ella fue al boliche, y
tuvo un episodio en el que iba pidiendo tragos por ahí y sufrió una situación de acoso.
Luego, ella va y le cuenta todo a la mamá. La madre le dice que por esa razón, “no la deja
salir”.
Los padres constantemente le refieren que tiene que salir adelante, “como lo hicieron
ellos”. Que lo de ellos “fue peor”.
En el equipo dicen encontrarse muy perdidos, ya que se les dificulta hacerla salir de ese
discurso vacío, ahondar más. Y dudan de si las voces y lo que dice ver, fueran del todo
reales. Resaltan el hecho de que dice sentirse mal todo el tiempo, pero que ellos mismos
la ven, que por momentos si puede disfrutar, compartir algo entre sus pares. Como lo hizo
en un encuentro de Musicoterapia.
Dicen que una hipótesis podría ser que ella se presentaría como el sostén de la familia, la
que carga con todo lo malo y lo no dicho de la familia. Le estaría costando desprenderse
de ese lugar. Debe empezar a escribir su propia historia.
Hace poco empezaron con terapia familiar, y el hermano refiere que está bueno, que es
algo que nunca se había hecho, sentarse todos juntos y hablar de ciertas cosas. Esto
podría ser un puntapié de lo que E estaría necesitando.

Ricardo Rodulfo, en “El segundo deambulador” (2004) plantea que el adolescente debería
pasar por una segunda instancia de deambulación, como lo hace en sus primeros años de
vida. Es necesario un momento de exploración, de exploración del desear, no sin un poco
de riesgo y de apertura a lo más azaroso del acontecimiento, siempre buscando el límite.
Límite como algo a crear.
“Trabajo de creación del límite que necesita del acompañamiento de otros otros, se
vuelven a encontrar en la adolescencia, intensificados” (Rodulfo, 2004, 161) 1

El adolescente se ve en el espejo como un extraño, como alguien que le produce rechazo,


malestar, le genera incomodidad. Y debe refugiarse en algún grupo, en un “nosotros” que
le pueda dar pertenencia y conformidad. Esos ya no son la familia.
Rodulfo los llama “aliados”, “aliados en su lucha contra los grandes”. Ya que encuentra en
los mayores una profunda decepción, ellos ya no son lo que él creía, ni tampoco la
realidad es ahora como ellos le prometían.

“Es que el grande se le ha caído, se le está cayendo” (Rodulfo, 2004, 165) 2

La adolescencia entonces puede ser pensada como un segundo momento de reencuentro


con uno mismo, E ya no se logra ver en el espejo, se le presenta ahora un cuerpo
extraño, y ya no se encuentra identificada a esos padres que le “vendieron” algo que no
es, podemos pensar que es una de las razones por la que se encuentra perdida. Debe
buscar nuevos caminos donde poder encontrarse.

En el mejor de los casos, nos dice el autor, luego de esta crisis violenta y larga, pero
pasajera, con el tiempo, el adolescente empieza a recuperar su fe, aunque ya no ligada a
las imágenes parentales. Ese adolescente sacrificó una parte de sí, esa identificación con
el padre que ahora lo desilusionó, y eso es lo más difícil de soportar.

“Encontrarse con que esa “potencia vicaria” era no mucho más que un significante
inconsistente y de extrema fragilidad, induce en el adolescente un profundo y
esencialmente inconsciente sentimiento de más que desilusión: vivencia de defraudación,
default, estafa: no lo puede perdonar” (Rodulfo, 2004, 166) 3

Podría pensarse a los padres de E, luchadores y resilientes, pero que al ocultar algo de su
verdad, de su historia y su trama familiar, se mostraron siempre tapando la falta. La
madre con su actitud siempre alegre, optimista, decide no hablar de su pasado, de sus
propios hijos de los cuales no volvió a tener contacto y el padre ocultando su enfermedad
y su propia historia. Esto podría haber llevado a E a identificaciones, que ahora rechaza

1 Rodulfo, R. “El segundo deambulador” en “El psicoanálisis de nuevo”, Buenos Aires, Argentina. Eudeba 2004.
2 Rodulfo, R. “El segundo deambulador” en “El psicoanálisis de nuevo”, Buenos Aires, Argentina. Eudeba 2004.
3 Rodulfo, R. “El segundo deambulador” en “El psicoanálisis de nuevo”, Buenos Aires, Argentina. Eudeba 2004.
con más firmeza. Ya no se encuentra identificada a esos padres que la protegieron por
mucho tiempo de la mismísima realidad, ocultando y disfrazándola, y al toparse ahora con
ella se encuentra perdida, desorientada. Los grandes se le cayeron. Y ella cayó también.

La profunda desilusión del adolescente, finalmente desemboca en un rechazo del desear,


en un rechazo masivo, de todo proyecto adulto. Dice Rodulfo,

“Sobre todo, en lo que implique hacerse responsable de algo” (Rodulfo, 2004, 166) 4

Como vemos, E se encuentra desganada, dice ella “agobiada”, paralizada en su propio


dolor. Una hipótesis podría ser que por el momento no logra encontrar una salida, un
camino, que la pueda hacer salir de donde está. Solo un camino encuentra posible, y es la
muerte. Las autolesiones, el discurso vacío y la necesidad de remarcar su malestar,
podría pensarse como ese rechazo, no puede aceptar cuando le refieren algo de su
mejoría, lo rechaza absolutamente, y rechaza principalmente cuando se trata de un
“grande”. Ya que podemos observar que cuando se encuentra con sus pares, se la puede
ver tomando otra actitud.

Dice Rodulfo que el adolescente debe, por lo tanto, abrirse a un nuevo viaje, un viaje
como reanudación del deambular. Deambular asociándolo a un “ir y venir”, sin rumbo,
debe encontrarse desorientado, buscando nuevos rodeos, evitando las sendas conocidas.
Debe aparecer un deseo de invención.

Una propuesta, podría ser buscar junto a ella, nuevos y diferentes caminos, que le
proporcionen algo distinto, donde ella pueda identificarse. Hablar de sus proyectos, de sus
gustos y que pueda surgir algo original en la relación con sus padres. La terapia familiar
podría ayudar a que los padres se encuentren ahora en una posición distinta, a la que
siempre estuvieron. Ayudando a E a que también tome una perspectiva distinta de las
cosas.

Graciela Manrique en “Los trabajos de la pubertad y adolescencia” nos invita a pensar la


pubertad como un trauma por excelencia, exige un trabajo psíquico adicional, que
presentará sus vicisitudes en cada sujeto en particular.

4 Rodulfo, R. “El segundo deambulador” en “El psicoanálisis de nuevo”, Buenos Aires, Argentina. Eudeba 2004.
“hecho traumático a ser atravesado en un proceso saludable de estructuración subjetiva
que permita la metabolización del cuerpo genitalizado, es decir, la apropiación subjetiva,
la escrituración de ese nuevo cuerpo” (Manrique, pág. 3) 5

Este proceso de escrituración permitiría una nueva inscripción del cuerpo y la posibilidad
del establecimiento de un nuevo proyecto identificatorio.
Como veníamos diciendo, en la adolescencia las identificaciones con los padres ahora
caen, por lo que se deben encontrar nuevos vínculos, que permitan ir incluyendo nuevas y
distintas identificaciones.

“Pensar en un proyecto identificatorio permite la posibilidad de ir incluyendo multiplicidad


de identificaciones que se van a ir dando a lo largo de todo el proceso de escrituración y
darán lugar a la singularidad subjetiva” (Manrique, pág. 3) 6

Se le plantea entonces un conflicto a resolver, reinscribir su cuerpo genitalizado y


restablecer el balance narcisista, lo que implica tanto hacer el duelo por la pérdida del
cuerpo infantil, y a su vez, el duelo de los padres infantiles quienes constituyeron el
apuntalamiento narcisista hasta el momento. Por eso es tan importante el trabajo del
adolescente mismo, y también el trabajo de los padres, con respecto a la posición que
tienen con sus hijos. Sería importante en el caso de E, trabajar tanto con ella, como con
los padres, que podrían estar en una posición que no favorece al proceso por el que tiene
que atravesar, debe sentirse acompañada pero con cierta distancia, una “presencia
ausentada”.

Gutton en “Lo puberal” (1993) plantea que el atravesamiento del trabajo puberal brinda a
la subjetividad una nueva oportunidad. O se reescribe-inscribe más saludablemente lo
hasta allí recorrido o se crean condiciones patológicas antes inexistentes. Gutton llama
“fractura de la historia” para referirse al desencadenamiento de una psicosis. Se rompe la
continuidad narcisística dando lugar a patología grave. Son psicosis puberales que tienen
por efecto un borramiento de la experiencia puberal.

5 Manrique, G: Los trabajos de la pubertad y adolescencia: sus impasses, sus fracasos. Su consideración en el
diagnóstico diferencial.
6 Manrique, G: Los trabajos de la pubertad y adolescencia: sus impasses, sus fracasos. Su consideración en el
diagnóstico diferencial.
“El rechazo de la pubertad y lo puberal impide la metabolización de los cambios
pulsionales y se expresa como odio hacia el acontecimiento de lo puberal como un todo.
Acontece entonces una desexualización, un desinvestimiento generalizado de la
experiencia misma que cae sobre lo real” (Manrique, pág.6) 7

Una de las características principales es la aparición de la depresividad, se produce un


impasse o suspensión del trabajo de duelo. No se puede elaborar la pérdida del
apuntalamiento narcisista de los objetos parentales, lo que imposibilita la sustitución de
los mismos.

“El púber queda a merced de un sentimiento depresivo que incita a la pérdida de la


actividad de representación dando lugar a una vivencia de impotencia y vacío interior y, al
mismo tiempo de inadecuación del mundo externo” (Manrique, pág.6) 8

El adolescente entonces presenta un sentimiento de desilusión e inadecuación frente al


mundo, por lo que se produce una “pubertad sin puberal”. Encerrándose en sí mismo,
con una actitud de total desinterés. El cuerpo mismo es proyectado como un objeto
amenazador por lo que pueden verse conductas de autodestrucción y la construcción de
un contra-cuerpo.

Como hipótesis E podría estar atravesando por una fractura de su historia, por no poder
elaborar el dolor por la pérdida de los objetos parentales y no puede dar lugar a
sustituciones de los mismos. Presenta como ya hemos dicho ese sentimiento de
desinterés total por todo lo que se le presenta, se encuentra desganada, abrumada.
Presenta conductas de auto lesión, y los trastornos de alimentación podrían ser pensados
como la construcción del contra-cuerpo.

Debe ser ese segundo deambular el que le permita la exploración del mundo que se abre
ante ella, que le de la posibilidad real de alejarse de su familia, de ausentarse y que
pueda abrirse a distintas identificaciones. Deambular que constituye por sí mismo una
operación simbólica que permite la asunción de la nueva identidad genitalizada.
Recorrer diversos caminos hasta alcanzar su nuevo proyecto.

7 Manrique, G: Los trabajos de la pubertad y adolescencia: sus impasses, sus fracasos. Su consideración en el
diagnóstico diferencial.
8 Manrique, G: Los trabajos de la pubertad y adolescencia: sus impasses, sus fracasos. Su consideración en el
diagnóstico diferencial.
Bibliografía

Manrique, G: Los trabajos de la pubertad y adolescencia: sus impasses, sus fracasos.


Su consideración en el diagnóstico diferencial.
Rodulfo, R. “El segundo deambulador” en “El psicoanálisis de nuevo”, Buenos Aires,
Argentina. Eudeba 2004.
Gutton, Ph. “Lo puberal”. Buenos Aires, Argentina. Paidós, 1993.

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