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LA POESÍA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL:


MIGUEL HERNÁNDEZ, BLAS DE OTERO, GIL DE BIEDMA Y GLORIA FUERTES.
Poesía anterior y durante la Guerra Civil: Miguel Hernández
Al inicio de la Guerra Civil, todos los poetas participan activamente en defensa de sus ideales, sin embargo,
como la mayoría de ellos apoyaron la causa republicana, es en este lado donde veremos los frutos poéticos más
logrados. Uno de los poetas más comprometidos socialmente es Miguel Hernández. Vinculado inicialmente a
la Generación del 27 con quienes comparte el deseo de aunar tradición e innovación, apuesta por la expresión
de los sentimientos y el compromiso social, para otros debe ser incluido dentro de la generación del 36.
Su primera etapa comienza con Perito en lunas (1934); en 1936 publica El rayo que no cesa, libro que contiene
poemas que expresan el sufrimiento del amor no correspondido a través de imágenes surrealistas y de símbolos
como el rayo u otros elementos como cuchillos o elementos minerales puntiagudos. En él se ha consolidado su
gran trío temático: la vida, el amor y la muerte.
En su segunda etapa (comprometida), pone su poesía al servicio de la causa republicana: Viento del pueblo
donde aparece el pueblo oprimido y el poeta como viento de salvación y El hombre acecha reflejan ya el
pesimismo por la muerte y los horrores de la guerra.
Al acabar el conflicto, lo detienen y en la cárcel escribirá los poemas de su última etapa, reunidos en el
Cancionero y romancero de ausencias: retoma el tema amoroso, pero desde el dolor por la ausencia de la mujer
y el hijo, y la falta de libertad; la intensa emoción se expresa con recursos propios del Neopopularismo. Destaca
dentro de esta etapa las “Nanas de la cebolla”.
Poesía tras la guerra: Exilio, poesía arraigada y desarraigada (existencialismo)
Tras la contienda, muchos intelectuales se exilian y tienen como gran tema el de la patria perdida. Destaca
Pedro Garfias, autor de Primavera en Eaton Hastings. (Aparte los ya estudiados en otros temas como Machado
o miembros de la generación del 27).
A partir de 1940, la lírica española se va alejando de la poesía pura y entra en un proceso de rehumanización.
Los poetas se ven escindidos en dos grupos de acuerdo con su ideología:
1. Poesía arraigada: asociada en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Se caracteriza por el uso de
formas clásicas y el cultivo de temas de inspiración amorosa y patriótica, expresando una visión optimista
y armónica de la realidad, un país idealizado alejado de una sociedad marcada por el hambre y el
aislamiento internacional. Pertenecen a este grupo, entre otros: García Nieto, Luis Rosales y Leopoldo
Panero.
2. Poesía desarraigada: asociada a la revista Espadaña. Aboga por un menor retoricismo mostrando su
desacuerdo con la realidad y su desasosiego existencial. A esta tendencia pertenecen Vicente Aleixandre
con Sombra del paraíso y Dámaso Alonso con Hijos de la ira o Blas de Otero. La poesía de estos poetas
recoge la corriente existencialista europea reflejando la soledad del hombre en un mundo sin sentido. El
hombre se encuentra solo, solo ante sí mismo, y ante los demás; la justicia social y la libertad serán los
ideales por los que merece la pena luchar.
Poesía social: Años 50
En los años cincuenta, tras la publicación de Historia del corazón de Vicente Aleixandre, se inicia la poesía
social (sigue las ideas de Sartre que decía que la literatura podía cambiar el mundo porque la obra de arte es un
instrumento útil). Sus características principales son:
1. Desde el punto de vista estético, hay una mayor preocupación por el contenido que por la forma. El
lenguaje es claro, directo y coloquial.
2. Se abandona el existencialismo y el rechazo de los lujos esteticistas y se rechaza la neutralidad ante las
injusticias sociales.
3. En lo referente a la temática, hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de España y dentro
de este temas más concretos como la injusticia social, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un
mundo mejor.
Blas de Otero
Sus primeros poemas, sobre todo los de tema religioso de su primera época, podríamos enmarcarlos en la
corriente existencialista: Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia. Aunque ya en esta etapa
encontramos un primer acercamiento al “nosotros” en poemas que plantean el problema del sufrimiento de los
demás hombres, o del sufrimiento en general (por ejemplo, el poema “Canto primero”). Inicia un nuevo ciclo
dentro de la poesía social con Pido la paz y la palabra, a la que le sigue Que trata de España. Lo primero que se
observa es que el poeta arrincona ahora sus angustias, y el camino que no encontró en la religión lo busca en
esta ocasión en la solidaridad con los que sufren. A esta orientación responde el hecho de que Otero se dirija
ahora “a la inmensa mayoría”; de acuerdo con ello buscará un lenguaje más sencillo, aunque esa sencillez sea
sólo aparente y puede encubrir una considerable concentración. A la última etapa de su poesía (años sesenta),
en la que se percibe un nuevo cambio de rumbo, pertenecen Historias fingidas y verdaderas, Mientras y Hojas
de Madrid. En la temática, aunque no desaparezcan los problemas sociales y políticos, hay una mayor presencia
de la intimidad. Pero lo más significativo se observa a nivel formal: preferencia por formas métricas muy libres,
imágenes insólitas y con ello un enriquecimiento del lenguaje.
Nueva poética (años 60)
En los años sesenta una nueva promoción de poetas intenta recuperar el lenguaje poético y la línea intimista sin
abandonar la vertiente social. Destacan Ángel González, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo y Jaime
Gil de Biedma. Sus principales características son:
Su temática con una vuelta a lo íntimo. El amor es tema esencial, sin embargo, describen los sentimientos
amorosos de forma poco frecuente: a veces, aparece de modo explícito el erotismo y la sexualidad e incluso el
amor homosexual. La preocupación por el hombre la hay, pero huyen de todo tratamiento patético. Dan
frecuentes muestras de inconformismo frente al mundo en el que viven, pero cierto escepticismo los aleja de la
poesía social. Lo propio de estos poetas no es tanto el realismo histórico como la creación y consolidación de
una poesía personal, una poesía de la experiencia que sirve, a veces, de título para esta corriente.
En el estilo es visible un alejamiento de los modos expresivos de tendencias precedentes, lo que no oculta una
exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Cuando en sus versos aparece la crítica social,
los autores utilizan la ironía y el humor como recursos desdramatizadores que encubren, aunque débilmente,
tristeza y desvalimiento.
Jaime Gil de Biedma:
El tema principal de su obra es: el paso del tiempo, vinculado con el recuerdo y el análisis de las experiencias
personales, desde la infancia a la madurez. Al paso del tiempo se liga el amor, otro de sus temas importantes;
además, los espacios urbanos están muy presentes en sus textos. La voz poética de Gil de Biedma se dirige con
frecuencia a un tú o a un vosotros, lo que construye un diálogo que permite una visión irónica y distanciada. En
sus poemas, de carácter meditativo y muchos de ellos con elementos narrativos y descriptivos, destacan el
registro coloquial, el tono conversacional y la intertextualidad (citas y autocitas). En Las personas del verbo se
recogen los poemas de los siguientes libros: Compañeros de viaje, Moralidades y Poemas póstumos.
Hacia 1965 se había generalizado el descontento con la poesía social, no sólo por su ineficacia política, sino
también por su pobreza estética. La publicación de la antología Nueve novísimos poetas españoles de José
María Castellet en los años setenta anuncia la aparición de una nueva promoción de poetas nacidos tras la
guerra. Constituyen el grupo de los Novísimos y buscarán una poesía más creativa.
Por último, merece mención especial, Gloria Fuertes, autora cuyo nombre está ligado a dos movimientos
literarios: el Postismo, grupo literario de posguerra al que se unió a finales de los 40 y en el que destaca el
vanguardismo y el carácter lúdico y creativo, y la mencionada generación del 50. En los años 50 inició una
fulgurante carrera literaria con obras como Isla Ignorada, Aconsejo beber hilo y Todo asusta. En la siguiente
década, los elementos intimistas pasaron a primer plano en Ni tiro, ni veneno, ni navaja, Poeta de guardia,…
Al margen de su poesía para adultos, surgida de forma autodidacta, marcada por la tragedia bélica de la Guerra
Civil, y enmarcada dentro del postismo y el surrealismo, en donde con imaginación, dosis de melancolía y
puntual sentido del humor, trata temas clásicos dentro de la lírica como los asuntos sociales, la vida, el amor o
el dolor, Gloria ha escrito, principalmente en la última etapa de su carrera, literatura infantil, llegando a recibir
en 1968 el Premio Andersen por su trabajo.

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