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TEMA 5. LA POESÍA DE 1939 A 1975. CLAUDIO RODRÍGUEZ.

I. INTRODUCCIÓN
Al finalizar la Guerra Civil, el panorama intelectual español queda arrasado. Además, la
censura, la pobreza, el aislamiento y el exilio producen una crisis de conciencia, así como
desconfianza y falta de orientación. Los poetas se agrupan en torno a las ideologías que habían
sustentado a los dos bandos, por lo que se habla de una generación escindida.
II. POESÍA DE LOS AÑOS 40
En los años 40 confluyen diferentes generaciones de autores y escuelas, diversidad de
tendencias y estilos, pero todos coinciden en recuperar la hondura de los temas humanos. En
el exilio hay escritores de distintas procedencias, como el veterano Juan Ramón, autores del
27, (Cernuda, Alberti, Salinas...). Su tema común será la nostalgia de la patria lejana.
La poesía de los años 40 desarrolla fundamentalmente dos tendencias:
Poesía arraigada:
Representa en cierto modo una actitud de conformidad.
Características:
 Tenían una visión del mundo distanciada de la realidad cotidiana del país.
 Los poetas se cobijaban en la existencia agradable y ordenada, a lo que se une un
firme sentido religioso.
 Propugna una vuelta a las formas clásicas (el soneto, la décima, etc.). Se declaran
admiradores de Garcilaso de la Vega (primera mitad del siglo XVI) por lo que se les
llamó garcilasistas. En esta línea destacan dos revistas literarias: Escorial y Garcilaso.
Los autores más destacados de esta tendencia son Luis Rosales (La casa encendida), José
García Nieto, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Dionisio Ridruejo.
Poesía desarraigada:
Manifiesta su angustia ante una realidad inhóspita, incapaz de ofrecer consuelo; en estos
poetas se perciben también las primeras manifestaciones de protesta que marcarán la década
siguiente. Sus poemas hablan de las miserias sociales, de la injusticia...
Características:
 El hombre se presenta como un ser desvalido en el caos y la crudeza del mundo. Es
una poesía de estilo directo y sencillo que está dominada por un tono angustiado.
 La religiosidad está también presente en las obras de estos autores, pero asociada
ahora con la duda o con la desesperada interrogación a Dios sobre el sentido del
dolor humano.
En la constitución de esta corriente tuvieron una importancia decisiva dos obras de 1944:
Sombra del paraíso (el hombre apartado y arrojado del paraíso), de Vicente Aleixandre, e
Hijos de la ira (grito de protesta ante la injustica y el horror), de Dámaso Alonso. En esta línea
surge la revista Espadaña, que sirvió de portavoz a las nuevas actitudes antiformalistas y
revelaba una preocupación por los problemas sociales y el sufrimiento del individuo. Nace así
una línea poética existencialista, cuya característica esencial es el sentimiento de angustia y
desesperación en un mundo injusto y sin sentido. Victoriano Crémer (La espada y la pared) y
Eugenio de Nora (Pueblo cautivo) son sus principales representantes. A esta tendencia
pertenecerán las primeras obras poéticas de Blas de Otero (Ángel fieramente humano) y
Gabriel Celaya (Tranquilamente hablando), José Hierro, José Luis Hidalgo...

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Otras tendencias en estos años serían el postismo (abreviatura de postsurrealismo), de
estética vanguardista creada por Carlos Edmundo de Ory, que reivindicaba la libertad
creadora y la imaginación lúdica, y el Grupo Cántico, influida por San Juan y por los poetas del
27, especialmente por Cernuda, y que se caracteriza por el refinamiento formal, el intimismo y
el gusto por la expresión barroca.
III. POESÍA DE LOS AÑOS 50: LA POESÍA SOCIAL.
La poesía desarraigada deriva hacia una corriente de poesía social caracterizada por los
siguientes rasgos:
- Sin olvidar la preocupación existencial de los desarraigados, denuncia las
desigualdades sociales y la falta de libertades políticas. El tema de España adquiere de
nuevo una enorme importancia.
- Sitúa al hombre en el centro de su interés.
- La actividad poética se concibe como una herramienta capaz de transformar la
realidad. Es una poesía que rechaza el puro juego formal destinado a una minoría
intelectual.
- Por su voluntad de llegar a un amplio público, los poetas emplean un lenguaje claro,
con un evidente tono coloquial.
En oposición, pues, a la poesía selecta dirigida a minorías tal como la concebía Juan Ramón
Jiménez, se busca una literatura cuyo destinatario sea “la inmensa mayoría”, expresión
acuñada por Blas de Otero. La concepción del arte para cambiar el mundo implica la necesidad
de llegar a todos.
En 1955 aparecen dos libros esenciales en este nuevo tipo de poesía: Pido la paz y la palabra,
de Blas de Otero, y Cantos iberos, de Gabriel Celaya. La poesía será considerada un
instrumento para transformar la realidad: el poeta no puede ser neutral y, como diría Celaya,
“La poesía es un arma cargada de futuro”, por lo que debe utilizarse para denunciar la
injusticia. Otros poetas afines a esta poesía son José Hierro (Quinta del 42), Ángel González
(Palabra sobre palabra), José Agustín Goytisolo (Palabras para Julia y otras canciones), Jaime
Gil de Biedma (Compañeros de viaje), Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad) …
IV. POESÍA DE LOS AÑOS 60. TRANSICIÓN.
Llega un momento en que se comprende que era ilusorio querer “transformar el mundo”
con libros de poesía. El mismo Celaya admitía, en 1960, que “aunque uno no lo quiera, seguí
siendo un minoritario”. El despego de la poesía social irá creciendo en los años 60. No se
abandona la preocupación por el hombre, ni el inconformismo ante el mundo, pero domina
ahora cierto escepticismo. Los primeros libros de estos jóvenes poetas se publican en la
década de los 50, por lo que reciben el nombre de Generación de 1950, aunque sus
producciones más importantes se realizarán en la década de los sesenta.
A pesar de la peculiaridad de los autores que conforman este grupo, se pueden apreciar en
ellos una serie de tendencias comunes:
- Entienden el poema como un medio de conocimiento y una forma de indagar en la
experiencia personal: el poeta recrea sus emociones, lo que le ayuda a comprenderlas en
profundidad.
- En su poesía son habituales temas de la vida cotidiana como el recuerdo de la
infancia perdida, la soledad o la sensación del paso del tiempo. El amor, relegado en la poesía

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social, vuelve a ser un tema central que sirve a menudo como expresión del erotismo. Y en
relación con el amor, la amistad cobra de nuevo importancia en estos poetas.
- La ambientación urbana es el telón de fondo de muchos de sus poemas y es
frecuente la mirada crítica e irónica de algunos autores hacia su origen burgués.
- El lenguaje busca la naturalidad; combina la preocupación estilística con un tono
conversacional. Practican la intertextualidad, es decir, introducen citas (a veces, parodiadas)
de otros autores. Y en métrica, se expresa a menudo mediante el verso libre.
Como ejemplo: Ángel González (Tratado de urbanismo), Carlos Barral, José Agustín
Goytisolo, Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo), Claudio Rodríguez, Francisco Brines
(Palabras en la oscuridad) José Ángel Valente (La memoria y los signos). Los autores mayores
nos ofrecen también títulos de gran alcance. Baste aquí señalar uno como muestra del
conjunto. El Libro de las alucinaciones, de 1964, con el que José Hierro iniciará un silencio de
casi 30 años, libro marcado por una poderosa veta irracionalista que se canaliza con frecuencia
en el versículo.
En conclusión, la promoción poética de los sesenta marca la transición de una poesía social a
una poesía más experimental que se impondrá en los setenta.
V. POESÍA DE LOS AÑOS 70: LA POESÍA EXPERIMENTAL DE LOS NOVÍSIMOS.
En 1970 se publica la antología Nueve novísimos poetas españoles, en la que el crítico
literario J. Mª Castellet incluye a autores nacidos después de 1939, entre los que se hallan Pere
Gimferrer (Arde el mar) o Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte). Poco después, se daban a
conocer poetas como Félix Grande, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, Luis Alberto de
Cuenca o Vázquez Montalbán. Todos ellos formarían parte de la Generación del 68, ligada a la
revolución cultural del Mayo francés. Son poetas que no conocieron la Guerra Civil y que, en su
mayoría, comienzan a escribir en una “sociedad de consumo”. Se percibe en ellos una nueva
sensibilidad, formada tanto por muy amplias lecturas de autores clásicos y modernos,
españoles y extranjeros, como por los “tebeos”, el cine o la música (jazz, rock, folk…)
Se caracterizan por:
 Deseo de ruptura con la poesía anterior: rechazo del uso del yo, oposición al estilo
realista y ausencia tanto de una postura ética como de una crítica social.
 Modelos poéticos muy variados: recuperan la vanguardia (Surrealismo, Cubismo…) y
recogen influencias del Simbolismo, Modernismo y de poetas ingleses
contemporáneos. Y también hay poetas que, sin dejar de ser muy de hoy, buscan sus
raíces en el pasado: en el clasicismo grecolatino o en nuestra poesía barroca.
 Los temas, a veces son personales, pero otras, serán frívolos y provocadores.
 Experimentación lingüística (imágenes irracionales, escritura automática,
enumeraciones caóticas, collage con citas literarias, musicales, publicitarias). Las
metas son siempre estéticas (este refinamiento esteticista se ha llamado veneciano).
No creen que la poesía valga para cambiar el mundo.

VI. CLAUDIO RODRÍGUEZ (1934-1999)


Claudio Rodríguez forma parte de la generación del 50. Nació en Zamora en 1934 y murió en
Madrid en 1999. Estudió Filología Románica en Madrid y allí entabló amistad con Vicente
Aleixandre. Dos rasgos definen su personalidad: le gusta observar y recrear los juegos
infantiles, y es muy andariego: da largos paseos por la ciudad y por las orillas del río Duero.
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A los 18 años fue galardonado con el Premio Adonáis por su libro de poemas Don de la
ebriedad. En 1965 recibe el Premio de la Crítica por Alianza y condena y, posteriormente le
conceden el Premio Nacional de Poesía, el Premio de las Letras de Castilla y León, el Príncipe
de Asturias, el Premio de Poesía Reina Sofía y es elegido miembro de la RAE.
En la trayectoria poética de Claudio Rodríguez se percibe una gradual sustitución del tono
“irracional” y exaltado y de la ebria y asombrada mirada inicial por un tono meditativo y ético,
con una mirada cada vez más dubitativa y desengañada. Don de la ebriedad (1953), escrito a
los 16 años, invita a una poesía contemplativa que guarda muy estrecha relación con las
edades iniciales de la vida del hombre – y del propio poeta –: infancia y adolescencia, con sus
respectivos rasgos de inocencia, expectación y unión íntima con la naturaleza, por un lado, y
de descubrimiento de la interioridad, asombro ante el mundo y disposición y avidez hacia lo
existente, por otro. Conjuros (1958), aunque inmerso en atmósfera semejante al anterior, es
ya un continuo clamar por volver a la unión con la naturaleza, la armonía, la inocencia y la
ebriedad perdidas. En sus versos hallamos, aparentemente, cosas tan cotidianas y
costumbristas como la ropa tendida, la viga de mesón, la pared de adobe… Pero ese realismo
es tan solo aparente, pues no es sino un medio para hablarnos de otra cosa que está detrás
(la pureza, la entrega, la solidaridad…), de modo que ese realismo queda trascendido. Con
Alianza y condena (1965) aparecen dos polos que orientan en esos años su poesía y su vida,
esto es, el conocimiento de la propia culpa y de las máscaras y engaños que ocultan la vida, y
la contemplación de todo aquello que limpia y salva, donde late la inocencia y la sencillez. En
estos versos ya no hay ebriedad, sino tanteo, negación y duda. Si el brillante poema inicial de
El vuelo de la celebración (1976), “Herida en cuatro tiempos” conecta con el tono de su libro
anterior, pues en él el poeta se enfrenta con la “ruina” de la vida, la “herida” viva y el dolor
causado por la muerte de sus seres queridos, el último, “Elegía desde Simancas” entroncará
con su último libro, pues en él se produce la aceptación de que la vida del poeta, con todas
sus implicaciones, lo bueno y lo malo, el dolor y la alegría, el remordimiento y el conocimiento,
es digna de hacerse canto. Y llegamos a Casi una leyenda (1991), donde la ebriedad como tal
ha desaparecido casi por completo, y lo que encontramos es la añoranza de la misma. Los
poemas se llenan de referencias intertextuales a sus libros anteriores, especialmente al
primero.
En definitiva, la poesía de Claudio Rodríguez se caracteriza por el afán de unidad con los
elementos, que para el poeta expresan lo mejor de la existencia: entre ellos, la luz de los
campos castellanos, y los seres humildes e inocentes.

CONCLUSIÓN.
La Guerra Civil provocó un cambio radical en la forma de ver el mundo de los poetas
españoles, por lo que una inmensa mayoría se comprometió socialmente con el país a través
de sus obras. Con las nuevas generaciones, que ya no vivieron la traumática experiencia de la
guerra, surge una poesía más experimental y novedosa, que irá perfilándose a lo largo del siglo
y que, unida a la poesía social recuperada, formará el rico panorama que tenemos en la
actualidad.

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TEXTOS

Sola tú
Sola tú junto a mí, junto a mi pecho;
solo tu corazón, tu mano sola
me lleva al caminar; tus ojos solos
traen un poco de luz hasta la sombra
del recuerdo; ¡qué dulce,
qué alegre nuestro adiós...! El cielo es rosa,
y es verde el encinar, y estamos muertos,
juntos los dos en mi memoria sola.
Sola tú junto a mí, junto al olvido,
allá donde la nieve, la sonora
nieve del Guadarrama, entre los pinos,
de rodillas te nombra;
allá donde el sigilo de mis manos;
allá donde la huella silenciosa
del ángel arrebata la pisada;
allá donde la borra...
Estamos solos para siempre; estamos
detrás del corazón, de la memoria,
del viento, de la luz, de las palabras,
juntos los dos en mi memoria sola. (Leopoldo PANERO)

Insomnio
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche
de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole
por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en
esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente
en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches? (Dámaso ALONSO; Hijos de la ira).

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Foneronamas
Si canto soy un cantueso
Si leo soy un león
Si emano soy una mano
Si amo soy un amasijo
Si lucho soy un serrucho
Si como soy como soy
Si río soy un río de risa
Si duermo enfermo de dormir
Si fumo me fumo hasta el humo
Si hablo me escucha el diablo
Si miento invento una verdad
Si me hundo me Carlos Edmundo. (Carlos Edmundo de Ory).

Hombre

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,


al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.

Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte


despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.

Alzo la mano, y tú me la cercenas.


Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.

Esto es ser hombre: horror a manos llenas.


Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas! (Blas DE OTERO; Ángel fieramente humano).

A la inmensa mayoría

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre


aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.

Así es, así fue. Salió una noche


echando espuma por los ojos, ebrio

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de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,


eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces


en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre


en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno. (Blas DE OTERO: Pido la paz y la palabra).

La poesía es un arma cargada de futuro


Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente


los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas


que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,


con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria


como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan

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decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo


cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren


y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,


y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a Españ a en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta


a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.


No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo


como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos. (Gabriel CELAYA: Cantos iberos).

No volveré a ser joven


Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería


y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan solo
las dimensiones del teatro.

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Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
(Jaime GIL DE BIEDMA: Poemas póstumos)

Introducción a “fábulas para animales”


Durante muchos siglos
la costumbre fue esta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.

La humanidad les debe


parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testa animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.

Hoy quiero –y perdonad la petulancia-


compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
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y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.

A toda bestia que pretenda


perfeccionarse como tal
-ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente-
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda. (Ángel González)

Réquiem
Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9:30, en St. Francis.

Es una historia que comienza


con sol y piedra, y que termina
sobre una mesa, en D’Agostino,
con flores y cirios eléctricos.
Es una historia que comienza
en una orilla del Atlántico.
Continúa en un camarote
de tercera, sobre las olas
-sobre las nubes- de las tierras
sumergidas ante Platón.
Halla en América su término
con una grúa y una clínica,
con una esquela y una misa
cantada, en la iglesia St.Francis.

Al fin y al cabo, cualquier sitio


da lo mismo para morir. (José Hierro, Cuanto sé de mí)

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DON DE LA EBRIEDAD, de Claudio Rodríguez.

Siempre la claridad viene del cielo;


es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados


cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,


de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don, mi boca


espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

A UNA VIGA DE MESÓN, de Claudio Rodríguez (Conjuros).

¡Si veo las estrellas, si esta viga


deja pasar la luz y no sostiene
ya ni la casa! Viga
de par en par al resplandor que viene
y a la dura faena
del hombre, que ha metido
tantos sueños bajo ella, tanta buena
esperanza. Así, así. !No haber sentido
humo de la ciudad ni mano de obra!
Siempre así. ¿No oigo el ruido aquel del río,

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el viento aquel del llano? ¡Si recobra
toda su vida sobre mí, si es mío
su cobijo por esta noche, que entra
más alta a su través! ¿Cómo he podido
sostenerme hoy aquí si ella se encuentra
en pleno vuelo, si ha ido
a darlo todo a campo abierto, fuera
de esta casa, con ella? ¡Contrafuerte
del cielo, alero inmenso, viga que era
hace sólo un momento un tronco inerte,
sé tú, sé la techumbre
para todos los hombres algún día!
Comienza a clarear. Como a una cumbre
la estoy mirando. ¡Oíd: se me caería
encima, se me caería hasta que fuera
digno de estar bajo ella y no me iría
de aquí! Pero ¿alguien puede, alguien espera
ser digno, alzar su amor en su trabajo,
su cobijo en su suelo,
su techo en la carcoma de aquí abajo
en la que tiembla ya un nido del cielo?

A MI ROPA TENDIDA (Conjuros)

(El alma)

Me la están refregando, alguien la aclara.


¡Yo que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa! No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y que perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tendedla en el patio: ahí en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!
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He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo el aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día...
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»

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