Está en la página 1de 7

TEMA 5. LA POESÍA DE 1939 A 1975. CLAUDIO RODRÍGUEZ.

A partir de los años 40, tras los desastres ocasionados por la Guerra Civil, incluidas las muertes,
el presidio o el exilio de numerosos autores, se crea un vacío literario que obliga a reconstruir el
panorama poético nacional, influido por la rígida censura de posguerra, periodo que se inicia con dos
tendencias poéticas contrapuestas: la poesía arraigada y la poesía desarraigada.

1.- LA INMEDIATA POSGUERRA: LOS AÑOS 40.

Solo tres poetas del 27 permanecieron en España: D. Alonso, G. Diego y V. Aleixandre; y los
tres ejercieron una gran influencia en este período. En cambio, la obra de Miguel Hernández, proscrita y
desconocida hasta muy tarde, a pesar de su importancia, apenas repercutió en los primeros años.

Miguel Hernández (1910-1942)

Su evolución es significativa de los rumbos de la poesía en los años que preceden y siguen a la
guerra civil. Sorprende su biografía: pastor de cabras y sin estudios en su infancia, pero su voluntad y
su deseo de aprender le llevan a formarse de manera autodidacta. En 1934 se traslada a Madrid: la
amistad con algunos poetas del 27 y con Pablo Neruda, determinan su evolución ideológica y poética.
Firme defensor de la República, combatió como soldado y fue hecho prisionero. Murió en la cárcel de
Alicante.

Su obra comienza con libros de orientación gongorina e influencia vanguardista de los poetas
del 27, como Perito en lunas (1931). En El rayo que no cesa (1936) emplea formas clásicas, sobre todo
sonetos. Sus temas predilectos: la vida, el amor y la muerte. La Elegía a Ramón Sijé, dedicada al
amigo y mentor de su carrera, es uno de los poemas más famosos de este libro.
Durante los años de guerra, escribió Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939), con
un estilo más sencillo, acorde con los temas patrióticos y bélicos que trata. El amor a España y el
sentimiento de solidaridad le hace decantarse por una poesía comprometida políticamente con la causa
republicana, como la de su admirado Pablo Neruda.
Su libro póstumo, Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), es un conjunto de
poemas sencillos, de inspiración popular, sobre la cárcel y la angustia por el destino de su esposa y de
su hijo.

Poesía arraigada.
El tipo de poesía que cultivan está en sintonía con la idea imperial y épica de España que
difunden los vencedores de la guerra. Es una poesía idealista, cuyos temas son el amor, la familia la fe
católica, la contemplación del paisaje castellano, el ensalzamiento del régimen militar o los valores
imperiales asociados a la historia de España. Buscan la belleza y la perfección formal en patrones
clásicos, especialmente sonetos (aunque a veces recurren al verso libre), de lenguaje sobrio y
equilibrado, incluso cuando el poema se tiñe de dolor o tristeza. Utilizan como medio de expresión
revistas como Escorial o Garcilaso. Integran este grupo autores como Luis Rosales (La casa
encendida), Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y José García Nieto. La

1
evolución posterior de los autores de esta poesía arraigada les conduce a opciones más personales y
complejas, ya sea por un giro ideológico, ya sea por una búsqueda de nuevas formas.

Poesía desarraigada.
La obra de Dámaso Alonso, Hijos de la ira, publicada en 1944, se considera el punto de partida
de esta corriente que se da a conocer a través de las páginas de la revista Espadaña. Opuesta a la
corriente anterior la poesía desarraigada cultiva una línea existencialista. Autores representativos de
este movimiento son Vicente Aleixandre, Eugenio de Nora, Victoriano Crémer, Blas de Otero o
José Hierro entre otros. El tema principal de las composiciones poéticas de este grupo de autores
desarraigados es la expresión de una religiosidad crítica con la cual reprochan a Dios su silencio y su
ausencia en un mundo de desolación y ruina. Dios no es ya un símbolo de equilibrio y serenidad, sino la
única posibilidad de salvación del hombre, por lo que se dirigen a él increpándole y mostrándole el
sufrimiento del mundo. Otros temas recurrentes serán la angustia, el descontento y el malestar vital del
ser humano ante las consecuencias de la Guerra Civil, expresados con tono violento. El resultado es
una poesía realista, Estos temas se corresponden con un estilo que persigue la fuerza expresiva más
que la belleza formal. Recurren a un lenguaje más sencillo que la poesía arraigada, y de tono
dramático.

- Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, fue el libro más importante de la década. El título se
refiere a los poemas que componen la obra, sentidos como fruto de la angustia y de la rabia ante la
injusticia, el dolor y el horror de la vida. Dámaso Alonso opta por una poesía sin moldes métricos, con
poemas de longitud variable, escritos en versículos, a veces larguísimos.

Las voces marginales

Semiocultos entre las tendencias anteriores, algunos poetas se esforzaron por componer un tipo
de poesía con raíces distintas de las vistas. La valoración de sus intentos solo se ha producido a partir
de los años setenta. Son dos los movimientos:

a) El Postismo. Movimiento heredero de los ismos. Rasgos: experimentalismo vanguardista,


vinculado con el Surrealismo y el Dadaísmo, y defensa de la imaginación y del humor.

b) El grupo Cántico. En la revista cordobesa Cántico se cobijó un tipo de poesía que fue marginada por
la crítica: culturalismo abundante -inspirado en el Modernismo y en la Generación del 27-, exquisitez
formal y léxica; y temas tratados con gran sensualidad. Los poetas integrantes del grupo fueron Pablo
García Baena y Ricardo Molina, entre otros.

2. LA POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS 50.


Hacia 1950 cobra auge la llamada poesía social. Hacia 1955 se consolida el llamado Realismo
social. A esa fecha corresponden dos libros de poemas que marcan un hito: Pido la paz y la palabra de
Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de
angustia existencial y empiezan a situar los problemas humanos en un marco social. El poeta se hace

2
solidario de los demás hombres, de modo tal que debe tomar partido ante los problemas del mundo que
le rodea. La poesía se convierte, pues, en instrumento para transformar el mundo.
En cuanto a la temática, el tema de España es el más importante, con un enfoque político y
crítico. Los poetas expresan el dolor que sienten por España y la protesta ante la realidad española, la
Guerra Civil y sus consecuencias. Otros temas serían la injusticia social, el mundo del trabajo o el
anhelo de una sociedad mejor. Estos temas explican el estilo de los poemas: los poetas se dirigen a la
mayoría y por ello usan un lenguaje claro, intencionadamente prosaico muchas veces y un tono
coloquial, todo ello junto al empleo del verso libre, que confiere un tono narrativo al poema.

Algunos poetas de esta tendencia fueron Blas de Otero (1916-1979), José Hierro (1922-2002)
y Gabriel Celaya (1911-1991) junto con otros muchos que causaron una saturación de este tipo de
poesía. Si añadimos a esta sobreabundancia la falta de lectores y los cambios sociales y económicos
producidos en los años 60, tendremos algunas de las razones para comprender el agotamiento de la
poesía social hacia 1963 y el descrédito en que cayó posteriormente.
Blas de Otero. Su andadura poética resume la evolución de la poesía de su tiempo en tres etapas. Su
camino se definió como el paso del yo al nosotros.
■ Poesía existencial. A esta etapa pertenecen dos obras Ángel fieramente humano (1950) y
Redoble de conciencia (1951), obras que se funden en una tercera titulada Ancia (1958) uniendo la
primera sílaba del primer libro y la última del segundo. El poeta se dirige a Dios, ausente e impasible
ante el clamor de su voz, ante el peso de su angustia y de su desasosiego. También a un hombre que
cada vez se va acercando más al dolor y al sufrimiento de los demás hombres. En esta etapa
predominan las formas clásicas sonetos, ensaya el verso libre.
■ Poesía social. Pido la paz y la palabra (1959), Que trata de España (1964). Abandona sus
problemas personales, angustias... y se enfrenta con los problemas colectivos, en una actitud de
solidaridad. Se dirige a “la inmensa mayoría”, a los otros, para cantar sus deseos de paz, de libertad, de
justicia y para clamar por la dignidad del hombre. Dios sigue sonando en algunos de sus versos y
España se convierte en preocupación y tema central de su poesía.
■ Última etapa. Historias fingidas y verdaderas (1970), obra formada por diversas
composiciones en prosa en las que el poeta se adentra en la literatura experimental, Hojas de Madrid
(1968- 1979) busca una renovación formal, presentan sensibles novedades. Se dio cuenta de la escasa
influencia de la poesía social, sin renunciar a la lucha política vuelve a temas más personales del amor y
de la muerte, aspectos autobiográficos, reflexiones sobre la condición humana.
Estilo. Blas de Otero es artífice de un lenguaje poético elaborado y trabajado siempre. Entre otros
aspectos destacan los rasgos: uso de encabalgamientos, abundancia de adverbios, juegos de palabras,
utilización, como préstamos literarios, de versos o expresiones de otros autores, empleo de repeticiones
y paralelismos sintácticos, también de aliteraciones, introducción de frases hechas que adquieren nuevo
valor en el contexto poético.
Gabriel Celaya. El compromiso político-social del poeta, así como su propósito de denuncia de la
injusticia y la falta de libertad, se hace patente en los libros que va publicando en los años siguientes,
entre ellos, Cantos iberos. Confía en la eficacia social del mensaje poético: “la poesía es un arma
cargada de futuro”. Señalará que la poesía es un instrumento de trabajo en la sociedad capitalista, un
instrumento que hay que poner al servicio de la liberación del hombre contra la opresión de la sociedad.

3
José Hierro. Escribe en 1952 Quinta del 42. Es la obra en la que canta y asume su condición de
hombre histórico, y con ella la circunstancia del mundo que le tocó vivir. Los hombres que formaban la
Quinta del 42 fueron unos hombres profundamente decepcionados, ya que fue la primera quinta que no
participó en la guerra. Por ello no pudieron demostrar un heroísmo que les hubiera dado sentido a sus
vidas.
Su estilo está marcado por el coloquialismo de su lenguaje, que elimina toda dificultad y
barroquismo en la expresión, y por su facilidad para buscar emociones en lo aparentemente
insignificante. En las imágenes que utiliza se percibe la influencia del Surrealismo.

3. AÑOS 60. “GENERACIÓN DE LOS 50”.


A mediados de los 50 hace su aparición un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al
compromiso, elevan la calidad artística de la poesía. Se consolidan en la década de los 60. Son autores
nacidos en torno a 1936 englobados en la llamada “Generación de los 50” formada por autores como
Claudio Rodríguez, Ángel González, José Ángel Valente y Francisco Brines. Dentro de esta
promoción destacará la llamada “Escuela de Barcelona”, a la que pertenecen escritores como José
Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral.
Su concepto de la poesía ha cambiado: su única finalidad no es ya la comunicación, como
para Celaya o Blas de Otero. La poesía es un medio de conocimiento de la realidad, que alumbra las
zonas no visibles del hombre y del mundo. Hay una preocupación por el hombre pero huyen de todo
tratamiento patético. Dan frecuentes muestras de inconformismo frente al mundo en que viven pero
cierto escepticismo les aleja de la poesía social.
Los temas más frecuentes de su poesía son el fluir del tiempo, la evocación nostálgica de la
infancia y de la adolescencia, la familia, el amor, el erotismo y la vida cotidiana. Se da, pues, un retorno
a lo íntimo, una poesía de la experiencia personal. No es raro el tono escéptico o irónico a la hora de
tratar todos estos temas.
En cuanto al estilo, se alejan de las tendencias anteriores (rechazan el patetismo de la poesía
desarraigada y el prosaísmo de los poetas sociales) y buscan un lenguaje personal, sobrio y preciso,
pero lleno también de expresividad poética. La forma predomina sobre el contenido, al contrario de los
poetas sociales, y se siguen empleando técnicas vanguardistas, especialmente del Surrealismo (por
ejemplo, imágenes inverosímiles).

De los numerosos títulos publicados por estos autores escogeremos los siguientes:
- Ángel González. Es el ejemplo más claro de la transición de la poesía social al nuevo estilo poético.
Perdura en él el compromiso social, pero la crítica y la denuncia se expresan preferentemente a través
de la ironía y del humor ácido. Los juegos de palabras, la andadura narrativa y el tono coloquial
caracterizan muchos de sus poemarios, como Tratado de urbanismo.
- Jaime Gil de Biedma. Es quizá el escritor que más ha influido en sus compañeros de promoción y en
los poetas jóvenes posteriores. La poetización de su experiencia propia adquiere con frecuencia un tono
confesional y narrativo, con el que transmite una amarga visión de su clase social (la alta burguesía).
Combina el lenguaje conversacional y antirretórico con la expresión precisa y elegante. Entre sus obras
destacan Compañeros de viaje y Moralidades.

4
- José Ángel Valente. Toda su poesía tiene como objetivo hallar la palabra precisa que desvele la
realidad, que ayude al descubrimiento del ser (al estilo de la poesía pura juanramoniana); de ahí su
carácter meditativo, sus versos densos y breves, y su lenguaje sobrio y hermético. Obras
representativas serían Poemas a Lázaro o El inocente.
- Claudio Rodríguez (final del tema).

4. POESÍA DE LA DÉCADA DE LOS 70. LA IRRUPCIÓN DE LOS NOVÍSIMOS.

En 1970, el crítico José María Castellet compiló una antología polémica: Nueve novísimos
poetas españoles. Los poetas incluidos en ella fueron: Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez
Sarrión, José Mª Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina-Foix, Guillermo Carnero, Ana
María Moix y Leopoldo María Panero (hijo). La antología era parcial y desafiante: escogía de las varias
corrientes del momento la más diferente y audaz, la que suponía un cambio más evidente con toda la
poesía anterior.

En su formación cultural y en sus temas ocupa un lugar importante y mitificado la cultura de los
medios de comunicación de masas (radio, televisión, cine, tebeos, música moderna, etc.). En literatura,
conocen y admiran la poesía extranjera (Eliot, los surrealistas franceses) y de la española sólo salvan a
Aleixandre, Cernuda y Gil de Biedma, y a algunos poetas hispanoamericanos, como Octavio Paz o
César Vallejo. Antirrealistas, se vuelcan en una lírica de componentes experimentales relacionados con
las vanguardias (escritura automática, collage) o con el Modernismo (gusto por lo exótico, por el ritmo
del lenguaje, por el léxico cultista, etc.). Defienden la autonomía del arte y manifiestan una extrema
preocupación por el lenguaje.

Supuso una auténtica ruptura con la lírica realista y, salvo alguna excepción, con la tradición
poética española en general, tanto en sus aspectos formales como temáticos. En ella, el compromiso
político desaparece; la imaginación y el cosmopolitismo reemplazan a la realidad inmediata. El
culturalismo y la moderna cultura de masas -con sus mitos y símbolos procedentes del cine, la música,
el cómic, el deporte- aporta los temas; la libertad expresiva, el humor y lo lúdico se imponen, y los
aspectos estéticos cobran gran importancia. La moda de la poesía novísima empezó a declinar a partir
de 1975 y los poetas que la cultivaron tomaron otro rumbo poético o dejaron de escribir poesía.

Sin embargo, no toda la producción poética de finales de los años 60 y 70 está dominada por
los novísimos. La tendencia realista y testimonial pervive durante todo este tiempo, y aun después.

Pere Gimferrer. Barcelona (1945) comienza su camino lírico en castellano Arde el mar (1966). Más
tarde cultiva una poesía en lengua catalana. Es un poeta esteticista con gran poder de sugestión
poética, fuerte culturalismo e influencia surrealista en muchos de sus versos.

Guillermo Carnero. Valencia (1947). Este desea renovar el lenguaje poético. En 1971 escribe Dibujo
de la muerte.

Antonio Colinas. La Bañeza (León), (1946), Al lado de un cierto neorromanticismo y la serenidad de su


poesía asume en sus versos la tendencia esteticista, el ansia de belleza y un denso culturalismo a veces
vertido en temas y contenidos de inspiración clasicista. Entre sus obras destacamos: Sepulcro en

5
Tarquinia (1975), Astrolabio (1979), Jardín de Orfeo (1988), Los silencios del fuego (1992). La hora
interior (2003) esta es una antología poética.

CLAUDIO RODRÍGUEZ
Claudio Rodríguez nació en Zamora, en 1934 y murió en Madrid en 1999. Licenciado en
Filología Románica, perteneció a la Real Academia Española desde 1992. Consiguió el premio Adonais
en 1952 por su libro Don de la ebriedad, obra en la que se perciben ecos de san Juan de la Cruz y de
poetas simbolistas franceses, como Rimbaud. Es autor también de Conjuros (1958), Alianza y condena
(1965), El vitelo de la celebración (1976), Casi una leyenda (1991) y Elogio de la sombra (1996). En
1983 recibió el premio Nacional de Poesía por Desde mis poemas, selección de poemas realizada por él
mismo. Claudio Rodríguez posee un acento personalísimo y un lenguaje poético inconfundible. Su
técnica poética se caracteriza por su gran originalidad y por la utilización, entre otros, de los siguientes
recursos:
- Realismo metafórico: consiste en tomar un elemento concreto de la realidad, generalmente rural o
costumbrista, e interpretarlo en dirección ascendente y trascendentalizadora. Así, en Conjuros, el poeta
nos habla de elementos cotidianos, como la ropa tendida al sol, la viga del mesón..., pero ciertas
expresiones indican al lector que no debe hacer una interpretación literal del texto y que esas realidades
tienen otro sentido: al hablar de la ropa tendida al sol, el poeta nos habla de su alma; al referirse a la
viga del mesón, alude a la solidaridad entre los seres humanos, etc.
- Imágenes sorprendentes: además de utilizar imágenes irracionales propias de la poesía
contemporánea, el autor crea metáforas y símbolos originales y sorprendentes que, en ocasiones,
dificultan la comprensión del poema.
- En cuanto a los temas de su poesía, Claudio Rodríguez habla de todo aquello que hace humano al ser
humano, lo bueno y lo malo. Temas fundamentales de su obra son la pureza, la solidaridad, la
hospitalidad, la limitación de nuestra capacidad de conocimiento, la necesidad de la verdad como única
salvación personal, la temporalidad y la muerte.
La obra de Claudio Rodríguez puede inscribirse en la tradición literaria de la poesía de la
naturaleza, ya que ésta aparece en muchas de sus composiciones. En ocasiones, constituye el tema
central del poema; en otras, sirve como término de una comparación imaginativa. Así, nuestro ademán
es «viejo y roído como la orilla del río», la relación entre nuestros sentidos y las cosas es «como una
fina arenilla, que huele a sal»; la mirada es «fuente de rica vena»; el hombre es «una región inmensa y
sin conquista»; en otras ocasiones, los distintos elementos de la naturaleza adquieren valor simbólico.
Desde este punto de vista simbólico, el mediodía es el momento en que el hombre se enfrenta con la
verdad; amanecer, alba y aurora representan la idea de pureza, inocencia, regeneración interior y
serena alegría. La tarde suele relacionarse con la reflexión y el arrepentimiento. La noche, como en la
poesía de fray Luis de León, es un símbolo doble, ya que puede tener un sentido negativo (oscuridad,
ausencia de verdad, falta de fe...) o positivo (alta noche, noche abierta), en cuyo caso representa el
organismo cósmico que desvela las verdades, castiga y salva. El agua, la lluvia, el río o el cauce son
símbolos de fertilidad y amor, de gracia que purifica al ser humano. Otras veces, estos términos se

6
relacionan, -de acuerdo con la tradición-, con las ideas de muerte y eternidad. El viento, el aire y la brisa
aluden a los recuerdos y a la idea de renovación espiritual: «Aire fresco que riega el pulmón árido/ y lo
ensancha y lo hace / total entrega renovada.»

También podría gustarte