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El establecimiento del régimen liberal en España, durante la minoría de edad de Isabel II (1833-
1843), comenzó con el estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840) entre las fuerzas
gubernamentales y los partidarios del absolutismo, dirigidos por Carlos María Isidro. La guerra
civil tuvo lugar durante la primera regencia de la minoría de edad de la reina. Las causas del
conflicto fueron:
estalló el 1 de octubre con el Manifiesto de Abrantes. La guerra tuvo lugar con la Regencia de
Mª Cristina y se desarrolló en tres fases:
- 1ª Fase: Avance carlista (1833-1835). Los carlistas intentaron una insurrección general del
país, al no lograrlo se inicia la guerra civil. El ejército isabelino reprimió los núcleos carlistas
excepto en el País Vasco y Navarra, allí Zumalacárregui creó un ejército partiendo de
guerrilleros. Los carlistas obtuvieron victorias como la del valle de los Amézcoas, y fracasos
como el asedio a Bilbao (1835) que acabó con la muerte del general Zumalacárregui.
- 2ª Fase: Repliegue carlista (1835-1837). Organizan expediciones fuera del País Vasco y
Navarra: la Expedición Gómez y la Expedición Real que concluyeron sin respaldos. Los carlistas
fueron derrotados en Luchana (1836) por Espartero, poniendo fin al segundo sitio de Bilbao y
replegándose más allá del Ebro.
- 3ª Fase: Triunfo isabelino (1837-1839). Espartero liberó gran parte de los territorios ocupados
por los carlistas. Se produjo una división del carlismo: apostólicos o intransigentes y marotistas
o moderados. La firma del Convenio de Vergara (Guipúzcoa – diciembre 1839), entre el general
Maroto y Espartero (abrazo de Vergara), puso fin a la guerra; acordándose admitir a los
militares carlistas en el ejército isabelino, respetando su graduación y el mantenimiento de los
fueros, aunque los gobiernos liberales no lo respetarían totalmente. El general Cabrera,
resistió hasta la toma de Morella por Espartero (mayo 1840).
El carlismo se mantuvo activo a lo largo del siglo, reivindicando los fueros y provocando otros
dos conflictos más:
Durante las regencias, los gobiernos liberales realizaron la desmantelación total del Antiguo
Régimen de manera gradual: una fase moderada, siguió la revolución liberal y finalmente un
Gobierno liberal autoritario.
Entre 1833 y 1840 se desarrolla la regencia de María Cristina. Se inicia una etapa moderada
(1833-1835), transición entre el Estado absolutista de Fernando VII y el liberal de Isabel II. Los
primeros gobiernos protagonizados por monárquicos reformistas como Cea Bermúdez (1832-
1834), aprobó reformas como la liberalización del comercio, industria y transportes, libertad
de imprenta limitada y división territorial en provincias.
Se elaboró el Estatuto Real (1834), Carta otorgada, que no reconocía la soberanía nacional, ni
la división de poderes, dejando la iniciativa legislativa en manos del Rey, sin reconocimiento de
derechos individuales. No satisfizo ni a los liberales más moderados y rechazada por los
carlistas.
Es cuando se inició realmente la revolución liberal (1835-1840), con el nuevo jefe de Gobierno
Juan Álvarez Mendizábal. Adoptó medidas encaminadas a desmantelar el sistema legal del
Antiguo Régimen, entre ellas la libertad de imprenta, a Ley de supresión de conventos y el
decreto de desamortización de los bienes del clero regular. Su política se enfrentó a los
moderados y María Cristina, dimitiendo en mayo de 1836.
El nuevo Gobierno de José María Calatrava, continuó la demolición del absolutismo. Eliminó
definitivamente el régimen señorial y el mayorazgo, suprimió el diezmo, restableció la Ley
Municipal del Trienio que permitía la elección popular de los alcaldes, y puso al frente de la
dirección de la guerra al general Espartero.
Entre 1837 y 1838 los moderados ganaban las elecciones, con un sufragio restringido y al
apoyo de la regente. En 1840 el intento de modificar la Ley Municipal, provocó la oposición
progresista apoyada por Espartero, reforzado tras la guerra carlista encabezando la
insurrección, que forzó la dimisión de María Cristina.
En la Década moderada (1844-1854), Narváez, líder de los moderados, estuvo al frente del
gobierno. Estableció un sistema político estable, donde primaba el orden a la libertad,
marginando a los progresistas, y contando con el apoyo del Ejército y las élites sociales.
Suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil (1844).
Isabel II encargó formar gobierno al progresista general Espartero, con O´Donnell como
ministro de la Guerra. Durante el Bienio progresista se restauran leyes e instituciones como la
Ley de Imprenta, Ley Electoral y Milicia Nacional. Se elabora la Constitución de 1856, non-nata,
similar a la de 1837, soberanía nacional, Cortes bicamerales electivas, potestad legislativa Rey-
Cortes, y ampliaba los derechos individuales.
Volvió Narváez al Gobierno (1864-1865), con una política conservadora y de represión de las
libertades, pero incapaz de responder a las demandas sociales y políticas. La expulsión de los
catedráticos Sanz del Río y Emilio Castelar (noche S. Daniel 1865) puso fin al Gobierno de
Narváez.
O´Donnell asumió el Gobierno (1865-1866), pero los desacuerdos con la reina condujo a
Narváez a un nuevo Gobierno (1866-abril 1868). El descrédito de Isabel II y la recesión
económica generaban malestar social. En junio 1866 se produjo la sublevación de los sargentos
del cuartel de S. Gil (Madrid); y en agosto, progresistas, demócratas y republicanos, liderados
por Prim, firman el Pacto de Ostende, querían destronar a la reina y convocar Cortes
Constituyentes por sufragio universal.
El ejército leal a la reina fue derrotado en Alcolea (Córdoba), Isabel II se encontró sin apoyos y
se exilió a Francia.
Se formó un Gobierno provisional presidido por Serrano, formado por unionistas (Topete) y
progresistas (Serrano, Sagasta, Figuerola, Zorrilla); tomaron medidas inmediatas como:
disolución de las juntas locales revolucionarias, expulsión de los jesuitas, derogación del fuero
eclesiástico y convocaron elecciones a Cortes constituyentes que dieron la mayoría a la
coalición gubernamental.
Había una Constitución, pero España era una monarquía sin rey. Se instauró una regencia
presidida por Serrano y Prim fue nombrado jefe de Gobierno. Aunque estaba descartada la
vuelta de los Borbones, Cánovas del Castillo forma el Partido Alfonsino, en defensa de los
derechos del hijo de Isabel II.
Durante el año 1869 se produjeron varios problemas: comienza la guerra con Cuba, los
carlistas se reorganizan en torno a Carlos VII, y se suceden levantamientos republicanos por
todo el país.
Amadeo I abdicó, febrero de 1873, y las dos cámaras reunidas en una sola Asamblea,
proclamaron la I República.
Se enfrentó con graves problemas: crisis de Hacienda, cuestión de Cuba y la Tercera Guerra
Carlista. En su breve gobierno promulgó una amplia amnistía, abolió la esclavitud en Puerto
Rico y suprimió las quintas.
Emilio Castelar le sucedió, intentó restablecer el orden. Su giro a la derecha le enfrentó a los
intransigentes.
El golpe de Estado del general Pavía, enero 1874, disolvió las Cortes y puso fin a la I República.
Alfonso se educó en la academia de Sandhurst; y desde allí, tras el golpe del general Pavía
(enero 1874) que llevó al gobierno a Serrano, hizo publicar el Manifiesto de Sandhurst
(redactado por Cánovas), donde presentaba la restauración de la monarquía constitucional
como la única solución a los problemas de España.
Durante el reinado de Alfonso XII (1875-1885), Cánovas del Castillo estableció las bases para
conseguir la estabilidad política en España. Los objetivos políticos del sistema canovista se
centraron en:
• Pacificación del país. El Ejército, protagonista de la política durante el siglo XIX, debía volver a
los cuarteles y servir al Estado con independencia de quien gobernara. El Ejército se centró en
el final de la Tercera Guerra Carlista (1876) y la Guerra de Cuba (Paz de Zanjón 1878).
• Bipartidismo. Hasta ahora los progresistas solo habían accedido al poder mediante
pronunciamientos. Para evitarlo y conseguir estabilidad, era necesario que los liberales se
alternaran en el poder. Los dos partidos que se alternaron fueron: el Partido Liberal
Conservador (futuro Partido Conservador), antiguos moderados, unionistas y católicos (Unión
Católica), liderados por Cánovas; y el Partido Liberal Fusionista (más tarde Partido Liberal),
formado por progresistas, demócratas y republicanos moderados, liderados por Sagasta.
Los dos partidos aceptaron turnarse en el gobierno. Para conseguirlo, era necesario el fraude
electoral, que funcionaba así: el rey encargaba la formación de gobierno al partido que le
tocase, se disolvían las Cortes y se convocaban elecciones, desde el Ministerio de la
Gobernación se ponía en marcha el “Encasillado” (lista de diputados provinciales que debían
salir elegidos). La lista se imponía mediante presión, compra de votos de los caciques,
amenazas, y si no era suficiente se manipulaba el censo, o las actas de resultados.
El conjunto de prácticas antidemocráticas, dentro del sistema caciquista, eran conocidas como
“pucherazo”.
Cánovas gobernó los primeros años del reinado de Alfonso XII. Eliminó lo más radical del
Sexenio democrático (matrimonios civiles, juicios con jurado), restableció el Concordato con la
Santa Sede, restituyó a militares depuestos, y eliminó a los alcaldes y gobernadores civiles
nombrados en el Sexenio. Promulgó la Ley Electoral (1876), Ley de Imprenta (1879), fin de la
libertad de cátedra y prohibió asociaciones obreras.
Con Cánovas en el gobierno muere Alfonso XII, iniciándose la regencia de María Cristina de
Habsburgo con el Pacto del Pardo, respetando el turno de partidos y garantizando así el
sistema canovista los años siguientes.
Mª Cristina entregó el poder al Partido Liberal de Sagasta (Parlamento largo, 1885-1890). Este
practicó una política aperturista, aprobó el Código de Comercio (1885), Ley de Asociaciones
(1887), Código Civil (1889), sufragio universal masculino (1890); restableció los juicios con
jurado y abolió de manera efectiva la esclavitud en Cuba. No aceptó la autonomía de Cuba, la
reforma del Ejército, ni el reconocimiento de los particularismos regionales.
El nuevo Gobierno conservador (1890-1892), aprobó la Ley de Aranceles (1891), por la crisis
económica europea.
El turnismo se mantuvo en toda la regencia, incluso en los momentos más críticos como la
Guerra de Cuba y la muerte de Cánovas (1897) víctima de un atentado por un anarquista
italiano.
• Carlistas. Tras su derrota en 1876 divididos en dos grupos, los que rechazaban el régimen,
liderados por Ramón Nocedal; y los liderados por Vázquez de Mella que formarían un partido y
lucharían dentro de la legalidad
• Republicanos. Estaban muy desunidos. Castelar lideraba a los posibilistas, colaboraron con el
partido de Sagasta. Salmerón y Pi i Margall estaban divididos en su concepción de la República:
Salmerón defendía una República unitaria, y Pi i Margall una federal. Ruiz Zorrilla y su grupo
eran partidarios de la lucha armada.
Los socialistas, refugiados en torno a la Asociación del Arte de Imprimir, presidida por Pablo
Iglesias en 1874. En 1879 fundan el PSOE y en 1888 la Unión General de Trabajadores,
sindicato, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros,
mediante la negociación, las demandas al poder político y la huelga.
- Nacionalismo gallego. Liderado por Manuel Murguía y Alfredo Brañas, no pretendían alcanzar
un Estado independiente, sino un modelo de descentralización (autonomía).
- Regionalismo andaluz. Comenzó con el cantonalismo de 1873. Su ideólogo fue Blas Infante,
pero no se llegó a la consolidación de un partido andalucista.