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TEMA 9. REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II. CARLISMO Y GUERRA CIVIL.

CONSTRUCCIÓN
Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO LIBERAL.

INTRODUCCIÓN
Desde comienzos del siglo XIX se puso de manifiesto la crisis del Antiguo Régimen y la transición hacia un sistema
político liberal en España, cuya consolidación tendrá lugar durante el reinado de Isabel II. Los dos partidos liberales
que lucharon por el poder fueron los moderados (representantes de la alta burguesía) y los progresistas (representan
más a la baja burguesía), sucediéndose en los gobiernos del período isabelino mientras redactaban constituciones a la
medida de cada grupo. Fuera del sistema quedaron los absolutistas (carlistas) que reclamaban el trono para Carlos
María Isidro y sus sucesores.
En este tema abordamos ese período de transformación que tiene lugar entre 1833 y 1868, pues es entonces cuando
se da el paso del Antiguo Régimen al liberalismo con la consumación de la revolución liberal a través de la
implantación de un proceso constitucional y la sustitución de las antiguas formas de propiedad; las guerras civiles
(Guerras Carlistas) resultante de la discordancia entre ambos modelos; y la intervención de los militares en el poder
político.

DESARROLLO
1.- LA RESISTENCIA AL LIBERALISMO: PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1839)
En los últimos años de la vida de Fernando VII, en octubre 1830, nacía la princesa Isabel. Finalmente, el rey había
conseguido tener descendencia con su cuarta esposa, María Cristina de Borbón. Unos meses antes del parto, en
previsión de que el recién nacido no fuera varón, el rey aprobó la Pragmática Sanción por la que se abolía la Ley
Sálica. Carlos Mª Isidro, hermano del rey y hasta ese momento su sucesor, vio cerrado su camino al trono. Carlos no
aceptó los derechos de su sobrina, igual que no lo hicieron los seguidores ultrarealistas, iniciándose la primera de una
serie de guerras civiles. La Primera Guerra Carlista (1833-1839), coincide con prácticamente todo el gobierno de la
reina regente. Inmediatamente después de conocerse la muerte de Fernando VII, en septiembre de 1833, se iniciaron
levantamientos armados a favor del pretendiente don Carlos que reclamaba el trono desde Portugal. Muchas ciudades
españolas le siguieron, pero otras se mantuvieron fieles a la regente María Cristina y a la causa de su hija Isabel.
Comenzaba una larga guerra civil, la Primera Guerra Carlista, que iba a durar siete años.
Respecto a los apoyos sociales de cada bando, en el isabelino o cristino se agruparon los liberales, que vieron en la
defensa de los derechos de Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. Estos contaron con el apoyo de las altas
jerarquías del ejército y el Estado, los campesinos del sur peninsular y la mayoría de los habitantes de las ciudades.
Por su parte, en los carlistas se agruparon todos los que se oponían a la revolución liberal: nobles, el clero (sobre todo
el bajo) y muchos de los campesinos del norte. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los
derechos al trono de Carlos. Geográficamente, el carlismo tuvo fuerte influencia en las zonas rurales de Navarra, País
Vasco, Cataluña y el Maestrazgo (Castellón). El programa ideológico-político del carlismo se podía sintetizar en el lema
“Dios, Patria, Fueros, Rey”. Su defensa se basaba en la oposición radical a las reformas liberales, inmovilismo, defensa
de la monarquía absoluta, tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia, así como la defensa de los
fueros vasco-navarros amenazados por las reformas igualitarias y centralistas de los liberales.
Durante el conflicto, la posición internacional fue favorable a los liberales. El ejército isabelino recibía el respaldo de
Portugal, Francia, y del Reino Unido (ayudas para el abastecimiento de armas y municiones y el envío de tropas). Los
navíos británicos, por ejemplo, garantizaron el abastecimiento de Bilbao durante el asedio, que en los primeros años
de guerra había obsesionado a los generales carlistas. Las potencias de la Santa Alianza (Austria, Rusia y Prusia), muy
alejadas del escenario de los hechos, se limitaron a dar su apoyo "moral" a los carlistas. Las tropas de don Carlos
estaban mucho peor pertrechadas.
La guerra, en el terreno bélico, tuvo dos grandes personajes: el carlista Zumalacárregui, muerto en el sitio de Bilbao
en 1835, y el liberal Espartero. Tras unos primeros años de incierto, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron
continuas y Don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el denominado Convenio de Vergara
(1839), acuerdo firmado por Espartero (al frente del ejército liberal) y Maroto (principal líder carlista tras la muerte
de Zumalacárregui). En el acuerdo se reconocieron los grados militares de los que habían luchado en el ejército carlista
y se hizo una ambigua promesa de respeto de los fueros vasco-navarros. La cuestión campesina y foral quedaba en
suspenso, y tampoco el clero quedaba satisfecho, ni mucho menos el pretendiente don Carlos. En estas circunstancias,
el carlismo permanecería como un elemento de oposición latente y volvería a reaparecer en épocas sucesivas,
especialmente en la denominada Segunda (1846-49) y Tercera (1872-76) Guerras Carlistas. Además, con este conflicto
se inauguraba una de las características más típicas del XIX español, la aparición de los militares en la dirección política

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del país como dirigentes de partido, un proceso en el que la clase política recurrirá frecuentemente a los militares para
hacer valer sus propósitos y éstos desempeñarán papeles políticos.

2.- IMPLANTACIÓN DEL LIBERALISMO: ETAPAS

2.1.-La regencia de Mª Cristina (1833-1840) .-


Durante la regencia de Mª Cristina, madre de Isabel II, se puso de manifiesto la existencia de las diferentes opciones
que protagonizarían la implantación liberal en España: moderados y progresistas. La regente tuvo que recurrir a los
liberales por no disponer de otros medios para defender los derechos de su hija, pero boicoteó siempre que pudo, los
intentos de establecer un auténtico régimen que impusiera los principios básicos del liberalismo. La regente creyó
contentar a los liberales con la promulgación del Estatuto Real, preparado en 1834 por Martínez de la Rosa. Con ello,
sólo los moderados podían verse satisfechos (soberanía compartida, sufragio censitario muy restringido, recorte de
libertades, proteccionismo y centralización…); sin embargo, el gobierno isabelino necesitaba con urgencia un crédito
exterior para asumir los gastos de la guerra carlista, así que nombró a Mendizábal, quien decidió la desamortización
de los bienes del clero regular. A pesar del relativo éxito en la obtención de créditos y suministros, la desamortización
fue frenada por la regente sustituyéndolo en el gobierno. Este hecho provocó el levantamiento de un grupo de
sargentos progresistas en el Palacio de la Granja, obligando a Mª Cristina a aceptar de nuevo un gobierno más
progresista, que aprobaría la Constitución de 1837, basada en principios progresistas (soberanía nacional, más
libertades, sufragio censitario menos restringido, medidas librecambistas).
En 1840, tras el intento de la regente Mª Cristina de aplicar una nueva Ley Municipal donde el gobierno asumía el
derecho de nombrar y destituir a los alcaldes, varias ciudades organizaron juntas revolucionarias, obligando a la
regente a exiliarse y quedando en su lugar el general Espartero, que se había negado a reprimir dichas juntas.

2.2.- La regencia de Espartero (1840-1843)


Con Espartero en la regencia, se retomaron las reformas progresistas, como la desamortización, esta vez afectando
al clero secular. Sin embargo, el general fue perdiendo apoyos por su posición autoritaria. El asedio a la ciudad de
Barcelona, tras la revuelta provocada por las medidas librecambistas adoptadas por Espartero, enfrentó a éste con
las Cortes. Finalmente, en 1843 le retiraron su apoyo y decidieron declarar a Isabel II mayor de edad, aunque tan sólo
contara con 13 años.

2.3.- El reinado de Isabel II (1843-1868).-

a.- La década moderada.- Bajo la dirección del general Narváez, se inició una década protagonizada por el partido
moderado (1844-1854). Las principales reformas llevadas a cabo comenzaron con la aprobación de la Constitución
de 1845 que recogía los principios de los moderados (sufragio censitario, libertades limitadas, etc). Se reformó la
administración con la Ley de Ayuntamientos, por la que éstos pasaban a depender del poder central. Se reformó la
hacienda (Ley de Alejandro Mon) con la creación de nuevos impuestos directos e indirectos. Se implantó una
educación pública (Ley José Pidal) con la aplicación de estudios de ámbito nacional. Se publicó el Código penal para
tener un orden jurídico unitario. Se creó el cuerpo de la Guardia Civil para vigilar el cumplimiento de las nuevas leyes.
Se llevó a cabo una mejora de obras públicas (inicio de la construcción del ferrocarril en 1848, con la línea Barcelona-
Mataró). Durante esta etapa se construyó el Congreso de los Diputados y se estableció la bandera rojigualda como
bandera oficial.

b.- El bienio progresista.- No obstante, en 1854, la corrupción política generó un clima de oposición. El general
Leopoldo O’Donnell llevó a cabo un pronunciamiento que desembocó en un levantamiento popular y progresista
conocido como La Vicalvarada. Las propuestas de cambio político fueron recogidas en el Manifiesto de Manzanares.
Así comenzó el Bienio Progresista (1854-1856). Isabel II llamó a Espartero para ponerse al frente de un gobierno
progresista. Estos redactaron una nueva constitución, conocida como la Non nata porque no llegó a ser aprobada. La
medida más importante de este periodo fue la de la Desamortización de Madoz en 1855, que afectó
fundamentalmente a los bienes municipales. Otra medida de vital importancia fue la Ley de Ferrocarriles de 1855
que establecía una red radial en España.
En este período aparecieron nuevos partidos. A la izquierda de los progresistas, surgió el partido demócrata, del cual
surgiría el partido republicano. A la derecha de los moderados, el carlismo seguía dando señales de vida (la Segunda
Guerra Carlista había tenido lugar entre 1846 y 1849). Además surgió la Unión Liberal, de corte centrista. Éstos

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últimos, llegado el año 1856, dieron un golpe de fuerza liderados por O´Donnell, liquidaron el bienio girando de nuevo
hacia posiciones más moderadas.

c.- La vuelta al moderantismo y los gobiernos de Unión Liberal (1856-68).-


Durante esta etapa unionistas (O’Donnell) y moderados (Narváez) se alternaron en el gobierno. Hasta 1863 fue un
periodo de crecimiento económico, que se vio acompañado por una política exterior de prestigio con la intervención
del ejército en Marruecos, México y la Conchinchina.
A partir de esta fecha comenzaron los problemas que pusieron de manifiesto el agotamiento del régimen isabelino.
Los más destacados fueron: la oposición carlista; las protestas campesinas (descontentos con las medidas
desamortizadoras); la inestabilidad política generada por la continua sucesión de gobiernos moderados y unionistas;
la crisis económica: la grave crisis industrial frenó los progresos conseguidos en los años precedentes. Por otro, la
corrupción política y los escándalos de la reina acentuaban el descontento social, que se hacía cada vez más patente
entre todos los sectores (como muestra los sucesos provocados por la revuelta estudiantil durante La Noche de San
Daniel en 1865). Finalmente, los militares intentaban actos golpistas para derrocar el régimen isabelino (primero fue
Prim, nuevo líder del partido progresista, y después los sargentos del cuartel de San Gil en 1866). Ante este panorama,
en agosto de 1866 se reunieron demócratas y progresistas, además de algunos miembros de la Unión Liberal, y
llegaron al Pacto de Ostende, por el cual se comprometían a derrocar a Isabel II e instaurar un nuevo régimen que
dejara atrás el corrupto sistema isabelino.

CONCLUSIÓN
El reinado de Isabel II (1833 - 1868) vivió periodos de gran inestabilidad política. Las conjuras, las conspiraciones y los
pronunciamientos fueron habituales y marcaron los cambios de gobierno. Su reinado pudo haber sido el período
decisivo para la modernización de las estructuras económicas y políticas, pero esta tentativa quedó frustrada por esa
situación de inseguridad y fervor político. Así, en el año 1868, una revolución conocida como “La Gloriosa”, puso fin
al reinado de Isabel II, quien exiliada en París ve como la España que deja redacta una nueva constitución, la de 1869,
que resultará la más progresista de todas, anunciando un cambio político al tiempo que se busca un nuevo rey.

BIBLIOGRAFÍA
Juan Pablo Fusi. Historia mínima de España. Crítica, Madrid, 2010.
Manuel Tuñón de Lara. La España del siglo XIX. Akal, Madrid, 2000.
José Luis Comellas. Historia de España siglo XIX. Rialp, Madrid, 2017.
Isabel Burdiel. Isabel II. Una biografía. 1830-1904. Taurus, Madrid, 2011.
Benito Pérez Galdós. Episodios Nacionales. (Series 3 y 4)

DOCUMENTALES
Por la senda liberal, en Memoria de España. (Hasta la Regencia de Espartero)
Enlace https://www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/memoria-espana-senda-liberal/3290182/
Viva España con honra, en Memoria de España. (Hasta la Revolución de 1868)
https://www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/memoria-espana-viva-espana-honra/3293548/

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