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TEMA 2. La Revolución liberal en el reinado de Isabel II.

Carlismo y Guerra
civil. La construcción y evolución del Estado liberal.

Introducción:
Esquema:
1. Los orígenes del Estado liberal: La etapa de Regencias y las guerras carlistas.
1.1 La regencia de María Cristina (1833 – 1840)
1.1.1 La Constitución de 1837
1.2 Carlismo y guerra civil.
1.2.1 La primera guerra carlista (1833 – 1840)
1.2.2 La segunda guerra carlista (1846 – 1849)
1.3 La regencia de Espartero (1840 – 1843).
2. Evolución y consolidación del Régimen Liberal: el reinado efectivo de Isabel II (1843 -
1868).
2.1 Las bases del Régimen Liberal: Fuerzas políticas y el ejército.
2.1.1 Fuerzas políticas.
2.1.2 El ejército.
2.2 La Década Moderada (1843 -1854)
2.3 El Bienio Progresista (1854 – 1856)
2.4 La Unión Liberal y la vuelta al moderantismo (1856 – 1868)

1. LOS ORÍGENES DEL ESTADO LIBERAL: LA ETAPA DE REGENCIAS Y LAS


GUERRAS CARLISTAS.
En 1830, María Cristina de Borbón, dio a luz a la infanta Isabel, lo que originó un
grave conflicto en la sucesión al trono pues La LEY SÁLICA, implantada por Felipe V,
impedía el acceso al trono a las mujeres. Ante esta situación, Fernando promulgó LA
PRAGMÁTICA SANCIÓN que derogaba la ley sálica y permitía a su hija reinar.
Alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey, se agrupaban las fuerzas partidarias
del Antiguo Régimen, que se negaron a aceptar la situación y trataron de presionar al rey
para que aboliese la Pragmática Sanción en lo que se conoce como SUCESOS DE LA
GRANJA (1832), tras esto, Carlos María Isidro, se exilió en Portugal. Por ello, para asegurar la
sucesión de su hija, María Cristina, nombrada regente, tuvo que apoyarse en los sectores
más cercanos al liberalismo.

1.1 LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1832 – 1840).


El gobierno, dirigido por CEA BERMÚDEZ, legisló a favor de la libertad económica,
sentó las bases de la Administración pública liberal y decretó una amnistía.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija Isabel como
heredera al trono y como regente a María Cristina hasta la mayoría de edad de su hija. El
mismo día, Carlos publicó el MANIFIESTO DE ABRANTES, que provocó un levantamiento
absolutista que daría inicio a la Primera Guerra Carlista.
La regente reemplazó a Cea Bermúdez por el liberal moderado FRANCISCO
MARTÍNEZ DE LA ROSA, nombrado presidente del Gobierno en 1834. Su gobierno supuso
el desmantelamiento definitivo de las estructuras del Antiguo Régimen suprimiendo la
Inquisición, la Mesta, los gremios, los mayorazgos, el régimen señorial y promulgando una ley
de prensa e imprenta con un alto grado de tolerancia.

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El marco jurídico del gobierno de Martínez de la Rosa fue EL ESTATUTO REAL
(1834), una carta otorgada concedida por la Corona, que no reconocía la soberanía
nacional, la separación de poderes, ni recogía derechos fundamentales. El Estatuto Real
articulaba las Cortes, que carecían de capacidad legislativa y cuya función era consultiva y
de debate, en dos cámaras:
 ESTAMENTO DE LOS PRÓCERES. Formado por personalidades designadas por la reina entre
los nobles y las altas jerarquías eclesiásticas.
 ESTAMENTO DE LOS PROCURADORES. Elegido por sufragio censitario muy restringido,

1.1.1 LA CONSTITUCIÓN DE 1837.


Debido al empuje de los carlistas en la guerra, Martínez de la Rosa fue sustituido por el
progresista JUAN ÁLVAREZ MENDIZÁBAL en 1835. Este cambio significó la recuperación de
la Constitución de 1812, y de la legislación de las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. Fue
sustituido por FRANCISCO JAVIER ISTÚRIZ, lo que desencadenó la protesta de los
progresistas que se tradujo en el MOTÍN DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO.
Tras esto, la regente nombró un nuevo gobierno progresista dirigido por JOSÉ MARÍA
CALATRAVA donde Mendizábal ocuparía la cartera de Hacienda y llevaría a cabo un
proceso desamortizador sobre los bienes del clero.
Este gobierno convocaría elecciones a Cortes constituyentes donde los progresistas
obtuvieron una amplia mayoría. Estas, elaborarían una nueva CONSTITUCIÓN EN 1837
donde la soberanía sería compartida (Cortes y Corona), se reconocía la división de
poderes, aunque la Corona tenía gran poder (derecho a veto, a disolver Cortes y participa en
la elaboración de leyes) y establecía una amplia declaración de derechos. ESTA
CONSTITUCIÓN PROGRESISTA SERÍA LA IMPLANTACIÓN DEFINITIVA DE UN RÉGIMEN
CONSTITUCIONAL Y PARLAMENTARIO EN ESPAÑA.

1.2 CARLISMO Y GUERRA CIVIL.


Se conoce como guerras carlistas a las tres guerras civiles entre los partidarios del
pretendiente Carlos María Isidro de Borbón y sus descendientes; y los liberales defensores
de Isabel II (denominados isabelinos o cristinos). Pero además de una guerra dinástica, fue
una confrontación ideológica y política, entre liberales y absolutistas, que enfrentará a la
población española durante buena parte del siglo XIX y que desestabilizará la política.
El movimiento carlista mantenía una defensa a ultranza del absolutismo monárquico,
del catolicismo (unión trono y altar) y tradicionalismo. Sus principales apoyos fueron el
campesinado rural, el clero y la pequeña nobleza del País Vasco, Navarra, Aragón,
Valencia y Cataluña, debido a la defensa de las instituciones y fueros tradicionales. Su lema
es “Dios, Patria, Rey” al que añadirían posteriormente “fueros”.
El bando cristino o isabelino obtuvo el apoyo de los sectores reformistas que vieron
este conflicto como una oportunidad para emprender las reformas necesarias para
transformar el país. Obtuvo el apoyo de las clases medias urbanas, los intelectuales y gran
parte del ejército. El gobierno de María Cristina fue reconocido internacionalmente por
Francia, Inglaterra y Portugal.

1.2.1 LA PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833 – 1840).


Tras la publicación del MANIFIESTO DE ABRANTES, Carlos María Isidro se proclamó
rey de España como Carlos V, y se produjo un levantamiento absolutista en el País Vasco y

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Navarra que al mando del GENERAL ZUMALACÁRREGUI controlarán el ámbito rural. Sin
embargo, el general morirá en el sitio de Bilbao (1835).
La victoria isabelina en la batalla de Luchana (1836), supondrá el levantamiento del
asedio a Bilbao, el fracaso de la expedición del pretendiente al trono a Madrid y supondrá
el inicio del control isabelino del conflicto.
El agotamiento carlista provocó la división interna del movimiento que llevó al
GENERAL RAFAEL MAROTO y al GENERAL BALDOMERO ESPARTERO a negociaciones
de paz que serán ratificadas en el CONVENIO O ABRAZO DE VERGARA EN AGOSTO DE 1839,
lo que supondrá el final de la guerra. No obstante, el GENERAL CABRERA controlaba las
partidas aragonesas y catalanas; y extenderá la guerra en la zona del Maestrazgo hasta
1840.
Los carlistas reconocieron a Isabel II como reina y los liberales se comprometieron a
respetar los fueros y a incorporar al ejército a los carlistas respetando su graduación. Sin
embargo, Carlos no reconoció el pacto por lo que marchó al exilio. Pese a la firma del
Convenio de Vergara, los enfrentamientos carlistas no desaparecieron, ya que hubo otras
dos guerras provocadas por el rechazo a la implantación del Estado Liberal. La guerra
generó miles de muertes y provoco una gran destrucción material y económica, especialmente
en el norte.

1.2.2 LA SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1846 – 1849).


Su origen se encuentra en las pretensiones del pretendiente Carlos VI al trono de
España tras ser rechazado como marido de Isabel II. La Segunda Guerra Carlista, conocida
como GUERRA DELS MATINERS (madrugadores), no tuvo el alcance de la anterior, ya que se
desarrolló en Cataluña, Aragón y Valencia bajo el mando del general Cabrera. Sin
embargo, tras la superioridad del ejército isabelino, los carlistas se vieron obligados a
replegarse de nuevo a Francia.
Durante el Sexenio Democrático, tendrá lugar la 3ª Guerra Carlista (1872 -1874), último
conflicto carlista.

1.3 LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840 – 1843)


Tras la victoria contra el carlismo en 1840, el general progresista Baldomero Espartero
se enfrentó contra la regente, quien terminó renunciando y exiliándose.

En marzo de 1841, las Cortes eligieron a Espartero como regente e implantó una
política autoritaria. En el ámbito económico se instauró el libre comercio con Reino Unido,
que provocó en 1842 un motín en Barcelona en defensa del proteccionismo en la industria
textil que no podía asumir la competencia con la industria británica. Como represalia,
Espartero bombardeó la ciudad.
Esto provocó el rechazo de los moderados y de sectores del progresismo que
promovieron un pronunciamiento encabezado por el general Narváez y que forzó la
renuncia de Espartero. La creencia de que una nueva regencia sería negativo, las Cortes
declararon en 1843 mayor de edad a Isabel II con 13 años.

2. EVOLUCIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN LIBERAL: EL REINADO EFECTIVO DE


ISABEL II.
2.1 LAS BASES DEL RÉGIMEN LIBERAL: FUERZAS POLÍTICAS Y EL EJÉRCITO.

2.1.1 LAS FUERZAS POLÍTICAS

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Durante el reinado de Isabel II, asistimos a una serie de cambios que consolidan
definitivamente EL ESTADO LIBERAL. Además, empezaron a definirse dos partidos
políticos: EL MODERADO Y EL PROGRESISTA, que se configuraron como las principales
fuerzas políticas del liberalismo. A mediados del siglo XIX surgirían nuevas fuerzas como
alternativa a los partidos tradicionales que reflejan la realidad social del momento.

PARTIDO MODERADO.
Su base social estaba constituida por la alta burguesía, los grandes terratenientes, la
nobleza, el clero y buena parte del ejército. Defiende la soberanía compartida dotando de
amplios poderes a la Corona, que compartirá el poder legislativo con las Cortes
bicamerales, elegirá a los miembros del Senado y a los poderes locales; y tendrá el poder
ejecutivo.
Los derechos de los ciudadanos serán muy limitados (prensa, opinión, asociación y
reunión) con el fin de preservar las bases del régimen. Son partidarios del centralismo, el
sufragio censitario (muy limitado) y de una legislación proteccionista frente a los productos
extranjeros. Sus principios políticos quedarán recogidos en la Constitución de 1845.
Sus principales representantes son: Francisco Martínez de la Rosa, Alejandro Mon,
Juan Bravo Murillo y el General Ramón Mª Narváez.

PARTIDO PROGRESISTA.
Sus principales apoyos son la pequeña y mediana burguesía y las clases medias
urbanas. Defienden la soberanía nacional representada en las Cortes bicamerales que
tienen el poder legislativo y son elegidas por sufragio censitario, pero más amplio que el
defendido por los moderados; al igual que los poderes locales. El poder ejecutivo recaería en
la Corona y en un gobierno sometido a las Cortes.
Defienden los derechos individuales de opinión, expresión, propiedad, pero no los de
reunión, asociación o huelga; por temor a la clase obrera. Defienden la confesionalidad del
Estado, pero admiten la tolerancia religiosa. En el terreno económico defienden una
economía librecambista que estimulase el comercio e impulsase la industria. Sus principios
políticos quedan recogidos en la Constitución de 1837 y en la Constitución non nata de
1856.
Para acceder al poder tuvieron que recurrir a los pronunciamientos militares, a la
formación de Juntas revolucionarias y a la movilización popular. Sus líderes fueron
Mendizábal, Espartero, Madoz y el General Prim.

PARTIDO DEMÓCRATA.
Defienden la soberanía popular expresada a través del sufragio universal masculino y
la libertad de reunión y asociación, la intervención del Estado en la enseñanza y en la
asistencia social con el objetivo de paliar las diferencias sociales. Además, defienden un
Estado aconfesional, la desamortización de todos los bienes eclesiásticos, la
descentralización administrativa y la abolición del sistema de quintas.
Sus bases sociales son los artesanos, los pequeños comerciantes y el proletariado. Uno
de sus líderes más destacados será Emilio Castelar. Es el resultado de una escisión en el seno
del partido Progresista.

UNIÓN LIBERAL.

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Fue fundada en 1854 por el general Leopoldo O’Donnell como escisión del
moderantismo. Agrupó a los más conservadores del progresismo y al ala más liberal del
Partido Moderado por lo que se configura como un partido de centro.
Su principal objetivo fue garantizar la estabilidad social y política reprimiendo
cualquier intento de insurrección o pronunciamiento; y una activa política exterior.
Defienden la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes y una política económica
de fuertes inversiones públicas.
Sus lideres fueron: el General Serrano, el almirante Topete, el General Prim y
Antonio Cánovas del Castillo.

2.1.2 EL EJÉRCITO.
Otra de las características del reinado de Isabel II y de todo el siglo XIX, va a ser la
influencia de militares en la política siendo líderes de los partidos políticos (espadón).
Estos, muchas veces, protagonizarán pronunciamientos militares. La importancia de los
militares viene explicada por las constantes guerras que suponen una amenaza para el
establecimiento del régimen liberal.

2.2 LA DÉCADA MODERADA (1844 – 1854).


En mayo de 1844, el general Narváez fue designado presidente del Gobierno.
Basándose en los principios del liberalismo doctrinario, dio un giro hacia posiciones
conservadoras que fueron plasmadas en la CONSTITUCIÓN DE 1845, que recogía la
soberanía compartida entre la Corona y las Cortes en un sistema bicameral donde el
Congreso sería elegido mediante sufragio censitario (restringido aun más por la Ley
Electoral de 1846) y el Senado sería designado por la Corona. Además, la Reina tendría
capacidad para nombrar o cesar ministros, iniciativa legislativa y potestad para disolver
las Cortes.
Se reconocía al catolicismo como religión oficial y el Estado estaba obligado a
mantener su culto. Este acercamiento a la Iglesia católica se materializa en el CONCORDATO
DE 1851.

El Estado se organiza de forma centralizada donde los gobernadores civiles


(encargados de las provincias), y los alcaldes son designados por la Corona. Además, para
mantener el orden se crea la Guardia Civil (1844).
Se reorganiza el aparato judicial con la promulgación del Código Penal. El régimen
fiscal fue reestructurado por Alejandro Mon en 1845 y Ramón de Santillana, donde se
introducen los impuestos indirectos (denominado “de consumos”) y la contribución
territorial (sobre la propiedad de la tierra). En 1851, el Banco de San Fernando consiguió el
monopolio de emisión de moneda.

2.3 EL BIENIO PROGRESISTA (1854 – 1856).


El descontento social ante los impuestos indirectos y los escándalos de corrupción
propiciaron un pronunciamiento militar en Vicálvaro (la Vicalvarada) protagonizado por el
general Leopoldo O’Donnell en junio de 1854.
Para buscar el apoyo popular, Antonio Cánovas del Castillo, redactó el MANIFIESTO DE
MANZANARES que solicitaba el cese del gobierno, la rebaja de impuestos, la
descentralización administrativa, la convocatoria de Cortes y una nueva ley electoral y de
imprenta que desembocaría en LAS JORNADAS DE JULIO, donde en algunas ciudades se

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constituyeron juntas y se levantaron barricadas. Tras esta situación, Isabel II mandó formar
gobierno a Espartero, dando inicio al bienio progresista en julio de 1854.
Las principales medidas del nuevo Gobierno progresista son: la desamortización de
Madoz (1855), la Ley General de Ferrocarriles (1855), la Ley Bancaria que traería la
creación del Banco de España (1856) y la convocatoria de elecciones a Cortes constituyentes
que redactarían una constitución, la Constitución non nata de 1856 que contemplaba la
soberanía nacional y recogía cierta tolerancia religiosa.
Estas medidas provocaron el descontento de amplios sectores y la conflictividad social
fue en aumento, lo que derivó en motines de subsistencia en 1856. Por todo ello, el general
O’Donnell dará un golpe de Estado. Una vez en el poder, O’Donnell emprendió una política
de represión contra los progresistas y suprimió toda obra instaurada durante el Bienio
Progresista (restablecimiento de la Constitución de 1845, censura en la prensa, etc.).

2.4 LA UNIÓN LIBERAL Y LA VUELTA AL MODERANTISMO (1856 – 1868).


Tras estos sucesos, se constituye un nuevo GOBIERNO MODERADO (1856 -1857) con
Narváez, pero pronto se inauguraría una nueva etapa encabezada por el General
O’DONNELL Y LA UNIÓN LIBERAL (1858 – 1863) que llevó a cabo una intensa política
exterior movidos por el nacionalismo y con el objetivo de acallar los problemas internos y
apuntarse al colonialismo. España amplió sus territorios en el norte de África, afianzó su
presencia en Guinea Ecuatorial, y trató de recuperar su papel preponderante en América.
En 1863, se inaugura el QUINQUENIO MODERADO (1863 – 1868) con Narváez. Durante
estos años, España experimentó un gran desarrollo económico reflejado en el crecimiento del
sector bancario, la inversión extranjera, la construcción de infraestructuras como el
ferrocarril y el crecimiento de las ciudades. Sin embargo, la participación en el exterior, el
gobierno autoritario de Narváez (sin convocar las Cortes), los escándalos de corrupción y la
crisis económica de 1866 que hizo aumentar el descontento social como se ve en LA NOCHE
DE SAN DANIEL (1865) primer conflicto universitario, la SUBLEVACIÓN DEL GENERAL PRIM
que deberá partir al exilio o la SUBLEVACIÓN DEL CUARTEL DE SAN GIL (1866), que supuso el
fin de O’Donnell. Todo ello fue contestado con una gran represión por parte del gobierno.

Esta situación provoca la firma del PACTO DE OSTENDE (1866) por parte de Prim,
Sagasta y Ruiz Zorrilla, donde se acuerda destruir las esferas de poder y formar una
asamblea constituyente por sufragio universal.
Así, en septiembre de 1868, el Almirante Juan Bautista Topete y el general Prim,
darán un golpe de Estado en Cádiz al grito de “Viva España con Honra”. El alzamiento tuvo
un gran apoyo popular que se traducirá en la formación de Juntas.
La derrota en la batalla de Alcolea por parte de las tropas de Isabel II contra las tropas del
general Serrano, provocó el exilio de la Reina en Francia. Finalizaba así el reinado de Isabel
II y se inauguraba el Sexenio Democrático (1868 – 1874).

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