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Índice
1. Introducción
2. El período de las regencias (1833 - 1843)
a. El problema sucesorio
b. La Primera Guerra Carlista
c. La regencia de María Cristina (1833 - 1840)
d. La regencia de Espartero (1840 - 1843)
3. El reinado de Isabel II (1843 - 1868)
a. La Década Moderada (1844 - 1854)
b. El Bienio Progresista (1854 - 1856)
c. Crisis del sistema isabelino (1856 - 1868)
4. Conclusión
1. Introducción
Durante el reinado de Isabel II se asentaron y se consolidaron los pilares del Estado liberal
en España. Estas transformaciones no se llevaron a cabo sin problemas, empezando por la
oposición absolutista (el carlismo), y terminando por las diferencias entre los propios
liberales (progresistas y moderados), que darán lugar a una gran inestabilidad política y
social.
a. El problema sucesorio
A su llegada al trono a principios del siglo XVIII, Felipe V había implantado la Ley Sálica,
que impedía reinar a las mujeres.
En 1830, Fernando VII deroga la Ley Sálica con la Pragmática Sanción ante el nacimiento
de su hija Isabel.
Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, reclama sus derechos al trono, apoyado por
los sectores más absolutistas de la sociedad española (serán los carlistas).
En 1833 muere Fernando VII y se procede a la coronación de Isabel II, de tan solo tres
años. Maria Cristina de Borbón queda como regente hasta la mayoría de edad.
El mismo día de la muerte de Fernando VII, Carlos María Isidro se proclama rey,
acompañado de numerosos levantamientos en el norte del país. Comienza la primera
guerra carlista.
Entre los carlistas, sector absolutista de la población agrupado bajo el lema “Dios, Patria,
Fueros, Rey”, encontramos pequeños nobles y parte del bajo clero, así como muchos
campesinos, especialmente del norte de España (País Vasco, Navarra, Cataluña y el
Maestrazgo). Internacionalmente, fueron apoyados por las potencias absolutistas europeas
(Rusia, Austria y Prusia).
El bando isabelino fue apoyado por altos cargos del Ejército y de la Iglesia, el Estado y los
liberales. Internacionalmente, fueron secundados por Inglaterra, Francia y Portugal.
Los carlistas tomaron la iniciativa con guerrillas dirigidas por el general Cabrera y con la
formación de un Ejército organizado por el general Zumalacárregui, que halló la muerte en
Bilbao. Fracasaron en su intento de tomar Madrid.
No obstante, el carlismo rebrotará a lo largo del siglo XIX con dos guerras carlistas más, en
1846 y en 1872.
Sin embargo, María Cristina necesitó del apoyo de los liberales para enfrentar a los
carlistas. Sustituyó a Cea Bermúdez por Francisco Martínez de la Rosa (liberal moderado),
comenzando un reformismo desde arriba. Aprobó el Estatuo Real de 1834, carta otorgada
que no reconocía los principios esenciales del liberalismo. Dividía las Cortes en dos
cámaras con escasas funciones: Estamento de los Procuradores y Estamento de los
Próceres; y establecía el sufragio censitario.
En septiembre de 1835, los progresistas llegaron al poder a causa de la creciente presión
carlista. Mendizábal fue presidente del Consejo hasta mayo de 1936, cuando tuvo que
dimitir por el rechazo que recibió su política reformista.
El nuevo Gobierno moderado de Istúriz fue muy breve, volviendo los progresistas en verano
de 1836 tras el motín de La Granja de San Ildefonso. José María Calatrava sería el
presidente del Consejo y, Mendizábal, ministro de Hacienda.
Los progresistas asumieron la tarea de desmantelar las instituciones del Antiguo Régimen.
Disolvieron el régimen señorial (manteniendo la propiedad de la tierra), se abolieron la
Mesta y los gremios, se eliminaron los mayorazgos y se decretó la desamortización de
Mendizábal, vendiendo en subasta pública los bienes eclesiásticos para sufragar la guerra y
crear una clase propietaria liberal; entre otras medidas.
Ello provocó la reacción de los progresistas, que forzaron la dimisión de María Cristina,
asumiendo Espartero la regencia en octubre de 1840.
Aplicó una política extremadamente autoritaria, perdiendo muchos apoyos. En 1842, tras
abrir el mercado español a los tejidos de algodón ingleses, surgió una rebelión de la
industria textil catalana. Ante ello, Espartero ordenó el bombardeo de Barcelona.
Los moderados lograron una victoria aplastante en las elecciones de 1844, situándose al
frente del Gobierno el general Narváez.
En 1845 se aprobó una nueva Constitución que establecía la soberanía compartida entre la
Corona y las Cortes, la confesionalidad católica del Estado, amplios poderes del rey (podía
elegir al Senado, nombrar o cesar ministros y disolver las Cortes) y sufragio censitario y
derechos muy restringidos.
La cuestión religiosa se completa con la firma del Concordato con la Santa Sede de 1851,
en virtud del cual el Estado se obligaba a preservar el culto católico, así como a compensar
al clero.
En definitiva, todas estas reformas atendían a la defensa de los intereses de las clases altas
y la burguesía terrateniente, una nueva clase social muy influyente a partir de este
momento.
En esta situación, Isabel II manda formar gobierno a Espartero en coalición con O’Donnell,
iniciándose el Bienio Progresista.
El objetivo principal era conseguir recursos para la modernización del país mediante, por
ejemplo, la construcción de ferrocarriles a través de la Ley General de Ferrocarriles de
1855.
Al Bienio Progresista le sucede un Bienio Moderado (1856 - 1858) con Narváez como
presidente del Gobierno.
Tras ello, gobernará Leopoldo O´Donnell al frente de la Unión Liberal entre 1858 y 1863, el
denominado “gobierno largo”.
En este periodo, se logra cierta expansión económica (construcción del Canal de Isabel II y
expansión del sector ferroviario y minero) y una reactivación de la política exterior del país a
fin de acallar los problemas internos y crear una conciencia nacionalista.
Surge una crisis económica hacia 1860 motivada por la escasa rentabilidad de la inversión
en los ferrocarriles. Ésta se ve agravada por la crisis de la industria textil en Cataluña
(guerra de Secesión aumenta el precio del algodón) y una crisis de subsistencia en 1866 a
causa de malas cosechas (se encarece el trigo).
A ello hay que sumar el descontento social ante el autoritarismo de los gobiernos
moderados, reflejándose la situación en la Noche de San Daniel (1865) o la sublevación del
cuartel de San Gil y su dura represión.
4. Conclusión