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- La cuestión sucesoria.
- El respaldo social.
Residentes en regiones como el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y áreas del
este peninsular (comarca del Maestrazgo) y Castilla que querían conservar sus
costumbres, fueros y tradiciones. Habitantes de las zonas rurales, campesinos,
oficiales del Ejército descontentos, grupos de artesanos que temían la desaparición
de los gremios, sectores conservadores de la Iglesia, baja nobleza del norte de
España que se sentían amenazados por la desaparición de los mayorazgos. Apoyo
internacional de Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y de los Estados Pontificios
Entre los que no apoyaron al carlismo estaban las grandes ciudades, la burguesía
comercial, industrial o financiera, la mayor parte del Ejército, la alta nobleza (satisfecha
por la disolución del régimen señorial que le permitía comprar y vender sus propiedades) y
la alta jerarquía eclesiástica. Además, en la esfera internacional, Francia, Portugal y el
Reino Unido, firmaron la Cuádruple Alianza (1834) con el régimen isabelino.
- Las expediciones nacionales (1836 -1837). Desde 1836 el carlismo logró su máxima
expansión, quiere extender el conflicto fuera de sus bases tradicionales mediante la
fórmula de las expediciones. La expedición Gómez recorrió gran parte del territorio
peninsular para luego retirarse a sus posiciones de origen. La expedición no logró el
objetivo previsto, extender el carlismo por España, y el general Gómez fue destituido.
Posteriormente, los carlistas intentaron un nuevo asedio a Bilbao, que resistió hasta la
victoria liberal en el puente de Luchana (Bilbao 1936) del general Espartero.
En 1837 tuvo lugar la Expedición Real, dirigida personalmente por don Carlos. Sus tropas
llegaron a las puertas de Madrid, y allí se detuvieron mientras intentaban en vano un
acuerdo con los moderados. El fracaso incrementó las diferencias en el seno del carlismo
2.1.1 Regencia de su madre, Mª Cristina de Borbón (1833 – 1840) con dos etapas:
- En esta línea de los liberales moderados, se aprobó el texto jurídico fundamental de esta
etapa que fue el Estatuto Real (abril de 1834), una “tercera vía” entre el liberalismo y el
absolutismo, que no era una Constitución sino una carta otorgada con Cortes que no
podían aprobar leyes, formada por dos cámaras La Cámara Alta o Estamento de
Próceres, de nombramiento real y formado por altas personalidades y La Cámara Baja o
Estamento de Procuradores, elegidos por un sufragio censitario muy restringido. La
Corona contaba con capacidad legislativa y ejecutiva.
- Ese nuevo texto constitucional fue la Constitución de 1837, más moderada pero intentó
aglutinar a las distintas tendencias liberales. Las principales características de esta
Constitución son:
- Las Cortes eran bicamerales: La Cámara Alta o Senado formada por grandes
propietarios; la mitad de sus miembros era nombrada por el monarca, y la otra mitad,
elegida por los votantes mediante sufragio censitario. La Cámara Baja o Congreso de los
Diputados, cuyos miembros eran elegidos por sufragio directo y censitario.
-Se retomaron las medidas desamortizadoras de los bienes del clero regular (1836 –
1837), promovida por Mendizábal. El objetivo de esta medida era conseguir financiación
para sufragar la deuda pública, los gastos de la Primera Guerra Carlista y, además,
conseguir un apoyo social y político para sustentar el régimen isabelino, por parte de
los terratenientes que adquirieron las propiedades.
Los moderados con el apoyo de la reina dominaron los gobiernos de 1837 a 1840. Los
progresistas, para poder recuperar el poder, tuvieron que recurrir a la insurrección
militar, encabezada por un oficial de prestigio, el general Espartero.
Finalmente, toda la oposición convergió en una insurrección civil y militar, que tuvo
lugar entre los meses de mayo y julio de 1843.
Espartero se exilió en el Reino Unido, aunque mantuvo su prestigio entre las clases
populares, lo que le llevaría, en otra etapa, a la presidencia del Gobierno.
Por otra parte, las Cortes, persuadidas de la inconveniencia de una nueva regencia,
declararon mayor de edad a Isabel II, que contaba con trece años de edad.
A los pocos meses de la mayoría de edad de la reina, el general Ramón Mª Narváez, líder
de los moderados, comienza un Gobierno de diez años con las siguientes características:
Estabilidad política.
Narváez estableció una noción muy restrictiva del liberalismo. En el que se primaba el
orden sobre la libertad, y se estableció un sistema político estable pero oligárquico.
A esta etapa se la conoce como de liberalismo doctrinario, es decir, una versión muy
restringida, conservadora y antidemocrática del liberalismo, que se sustenta como
reacción a las revoluciones liberales de 1848 en Europa y la Segunda Guerra Carlista en
España.
La Constitución de 1845.
- No fijó un catálogo de libertades. Estas fueron reguladas por leyes posteriores muy
restrictivas, como en el caso de la libertad de expresión (imprenta).
La Milicia Nacional fue sustituida por la Guardia Civil (1844), un cuerpo militar pero con
funciones civiles encargado del orden público y de la defensa del Estado.
Otras medidas para crear un Estado nacional centralizado fueron la adopción del
sistema métrico decimal (unificación del sistema de pesos y medidas); un nuevo Código
Penal (1848); la reforma de Hacienda, conocida como Ley Mon-Santillán, de 1845 y, por
la que, se realizó un presupuesto estatal general anual y se modernizó, simplificando y
racionalizando los impuestos, con el establecimiento de dos tipos: directos: una
Se mejoraron las relaciones entre la Iglesia y el Estado, cuyo máximo exponente fue la
firma del Concordato de 1851. En él se fijó la dotación económica entregada por el
Estado (dotación del culto y clero), se mantuvo el fuero eclesiástico y se legitimó la
influencia de la Iglesia en la enseñanza; como contrapartida, la Iglesia aceptó la
desamortización y la Corona se aseguró capacidad de decisión en la elección de obispos.
Este acuerdo reguló las relaciones entre Iglesia y Estado hasta la Segunda República.
Las rivalidades dentro de los moderados, con la creación de los llamados puritanos
(moderados más respetuosos con las leyes); la oposición de los carlistas (Segunda
Guerra Carlista), de los progresistas y de los demócratas (desgajado del ala izquierda
del progresismo) defensores del liberalismo democrático (sufragio general masculino,
Cortes unicamerales, libertad religiosa... terminaron acabando con este Gobierno.
Los insurrectos tuvieron que huir hacia el sur peninsular; en el camino, para atraerse a
los progresistas y a la población civil, proclamaron el Manifiesto de Manzanares en la
población del mismo nombre (Ciudad Real) el 7 de julio, redactado por Antonio Cánovas
del Castillo. La proclama surtió efecto en varias ciudades. El apoyo decisivo lo
protagonizaron las clases populares, que levantaron barricadas en Madrid (17 – 19 de
julio de 1854). Tras estos sucesos, Isabel II encargó al general Espartero (al frente de los
progresistas) la formación de un nuevo Gobierno.
Las huelgas y los motines llevaron a una crisis de Gobierno; el general O´Donnell fue el
encargado de acabar con la resistencia armada de la Milicia Nacional. En julio de 1856,
dimite Espartero y le sustituye O´Donnell como presidente del Gobierno que decreta la
disolución de la Milicia Nacional y de las Cortes, así como el restablecimiento de la
Constitución de 1845. Era el final del Bienio Progresista.
Etapa de fuerte expansión económica hasta 1866, en consonancia con buen ciclo
económico que se vivía en Europa. Sus principales características fueron la realización de
dos obras públicas de gran importancia: el tendido ferroviario (1856 -1866) aunque gran
parte se construyó con inversión extranjera; y el Canal de Isabel II (1858) que abastecería
de agua a Madrid. El crecimiento de los bancos y la especulación inmobiliaria.
- Una política interior con unos equipos ministeriales nombrados o destituidos según el
favor y la confianza de la reina y de su camarilla y, con insurrecciones de los grupos
marginados del poder (progresistas y demócratas). Las conspiraciones alentadas por
progresistas y demócratas no iban dirigidas solo contra el Gobierno, sino contra la reina
misma.
Por todo ello, la oposición constituyó en 1866 el denominado Pacto de Ostende, suscrito
por progresistas, demócratas y unionistas (tras muerte de O´Donnell), para derribar al
régimen isabelino y a convocar una asamblea constituyente elegida por sufragio universal
masculino. Solo los moderados se mantuvieron fieles a la reina. Este pacto y la recesión
económica de 1866-1868 (quiebra de empresas de ferrocarriles, siderúrgicas y textiles), y
el aumento del descontento general, especialmente en el ámbito empresarial y de los
negocios, puso en marcha la revolución que llevaría al derrocamiento de la reina Isabel II.