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OPCIÓN A. TEMA 2. REVOLUCIÓN LIBERAL EN EL REINADO DE ISABEL II.

CARLISMO Y GUERRA CIVIL. CONSTRUCCIÓN Y EVOLUCIÓN DEL ESTADO


LIBERAL.

1.- La oposición al sistema liberal: las Guerras Carlistas

En las Guerras Carlistas se enfrentaron las fuerzas gubernamentales (isabelinas,


etc.) y los partidarios del absolutismo, representado por Carlos Mª Isidro (hermano de
Fernando VII y tío de la reina) y continuadas por sus descendientes. Fueron tres guerras:
Primera Guerra Carlista o Guerra de los Siete Años (1833 – 1840) que se produce
durante la minoría de edad de Isabel II; la Segunda Guerra Carlista (1846 – 1849)
durante el reinado de Isabel II; y la Tercera Guerra Carlista (1872 – 1876) que se inicia
durante el Sexenio Democrático y termina ya con la Restauración borbónica (Alfonso XII).

1.1.- Causas del conflicto (Guerras Carlistas)

- La cuestión sucesoria.

Se discutía la legalidad o no de la Pragmática Sanción que anulaba la Ley Sálica (que


prohibía reinar a las mujeres). Por tanto, se trataba la legitimidad de Isabel II (y de las
mujeres) para ocupar el trono y la de su madre, la reina Mª Cristina de Borbón, para
ejercer la regencia durante la minoría de edad de su hija. A los partidarios de ambas
soberanas se les conoció como isabelinos o cristinos. El otro bando enfrentado, los
carlistas, reivindicaban que Carlos Mª Isidro, debía ser rey de España (Carlos V).

- El enfrentamiento ideológico: la cuestión foral.

Por un lado, la política centralizadora y de uniformidad territorial del Estado liberal,


defensores de un mercado libre, es decir, libertades económicas, políticas y sociales y,
por otro, la ideología carlista, defensores del Antiguo Régimen. Además, eran
defensores de la cuestión foral (foralismo), por la cual, las regiones debían mantener
sus fueros y privilegios tradicionales, es decir, instituciones de gobierno
autónomas, sistema de justicia propio, exención fiscal, y la inexistencia de quintas.

- El respaldo social.

Los principales apoyos del carlismo fueron:

Residentes en regiones como el País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y áreas del
este peninsular (comarca del Maestrazgo) y Castilla que querían conservar sus
costumbres, fueros y tradiciones. Habitantes de las zonas rurales, campesinos,
oficiales del Ejército descontentos, grupos de artesanos que temían la desaparición
de los gremios, sectores conservadores de la Iglesia, baja nobleza del norte de
España que se sentían amenazados por la desaparición de los mayorazgos. Apoyo
internacional de Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y de los Estados Pontificios

Entre los que no apoyaron al carlismo estaban las grandes ciudades, la burguesía
comercial, industrial o financiera, la mayor parte del Ejército, la alta nobleza (satisfecha
por la disolución del régimen señorial que le permitía comprar y vender sus propiedades) y
la alta jerarquía eclesiástica. Además, en la esfera internacional, Francia, Portugal y el
Reino Unido, firmaron la Cuádruple Alianza (1834) con el régimen isabelino.

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1.2.- Guerras Carlistas (1833-1840) Se diferencian varias etapas.

- La formación del foco de insurrección vasconavarro (1833 -1835). El infante Carlos


Mª Isidro se autoproclamó Carlos V en el Manifiesto de Abrantes. Los carlistas
intentaron provocar una insurrección general del país. Al no lograrlo, se inició la guerra
civil. El militar carlista Tomás de Zumalacárregui es quien lidera la primera parte de la
guerra, sin embargo, no pudo tomar Pamplona ni las capitales vascas, donde perdió la
vida.

- Las expediciones nacionales (1836 -1837). Desde 1836 el carlismo logró su máxima
expansión, quiere extender el conflicto fuera de sus bases tradicionales mediante la
fórmula de las expediciones. La expedición Gómez recorrió gran parte del territorio
peninsular para luego retirarse a sus posiciones de origen. La expedición no logró el
objetivo previsto, extender el carlismo por España, y el general Gómez fue destituido.

Posteriormente, los carlistas intentaron un nuevo asedio a Bilbao, que resistió hasta la
victoria liberal en el puente de Luchana (Bilbao 1936) del general Espartero.

En 1837 tuvo lugar la Expedición Real, dirigida personalmente por don Carlos. Sus tropas
llegaron a las puertas de Madrid, y allí se detuvieron mientras intentaban en vano un
acuerdo con los moderados. El fracaso incrementó las diferencias en el seno del carlismo

- La iniciativa isabelina y el Convenio de Vergara (1837 – 1839). El ejército


gubernamental, liderado por Espartero, pasó a la ofensiva. Por su parte, el general Maroto
(jefe supremo de las tropas carlistas), era partidario de negociar el final de la guerra. La
firma del Convenio de Vergara (Guipúzcoa, agosto de 1839) fue sellada simbólicamente
con el abrazo entre Maroto y Espartero. Este acuerdo puso fin a la guerra en Navarra y
el País Vasco e implicó la admisión de los militares carlistas en el ejército isabelino,
respetándoles su categoría. El Gobierno se comprometió, además, a remitir la cuestión
foral a las Cortes para su discusión. Carlos Mª Isidro, contrario al pacto, se exilió a Francia.

- El fin de la guerra en el Maestrazgo (1839 – 1840). El general Cabrera y sus tropas no


reconocieron el Convenio de Vergara y siguieron luchando hasta que el general Espartero
tomó Morella (Castellón), su principal reducto en el Maestrazgo y se vieron obligados a
cruzar los Pirineos con destino a Francia.

La Segunda Guerra Carlista (1846-1849) o Guerra del Matiners (“madrugadores”) se


desarrolló fundamentalmente en Cataluña, y fue debida, al fracasar los intentos de casar a
Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón (Carlos VI). La rebelión estaba
formada por partidas guerrilleras, que algún momento lideró el general Cabrera pero que
no tuvo mucho éxito.

El carlismo se revitalizó militarmente con el derrocamiento de Isabel II tras la


Revolución de 1868, provocando la Tercera Guerra Carlista (1872 – 1876). Se
desarrolló entre los partidarios de Carlos Mª de Borbón pretendiente carlista con el nombre
de Carlos VII y los gobiernos de Amadeo I, de la 1ª República y de Alfonso XII. Esta guerra
carlista se desarrolló, sobre todo, en el País Vasco y Navarra. Los carlistas volvieron a
intentar, una vez más sin éxito, la ocupación de Bilbao. En febrero de 1876, el
pretendiente carlista, Carlos VII, cruzó la frontera en dirección a Francia.

2.- El reinado de Isabel II

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A la muerte de Fernando VII, su hija Isabel, de solo tres años de edad, fue proclamada
reina de España, como Isabel II. El reinado (1833 – 1868) se divide en dos etapas:

- El período de regencias (1833 – 1843) durante la minoría de edad de la reina. Primero


ejercida por su madre, Mª Cristina de Borbón (1833 – 1840), y después por el general
Espartero (1840 – 1843).

- El período que comienza con la mayoría de edad de Isabel II y termina con la


revolución que provoca su exilio (1843 – 1868).

2.1.- Período de regencias. Se sucedieron dos regencias:

2.1.1 Regencia de su madre, Mª Cristina de Borbón (1833 – 1840) con dos etapas:

 La transición (1833 – 1835).

Etapa de transición entre el Estado absolutista de Fernando VII y el liberal de Isabel


II, que presentó las siguientes características:

- Los liberales moderados eran partidarios de combinar el Antiguo Régimen y los


principios liberales, es decir, libertades económicas pero pocos cambios políticos.

- En esta línea de los liberales moderados, se aprobó el texto jurídico fundamental de esta
etapa que fue el Estatuto Real (abril de 1834), una “tercera vía” entre el liberalismo y el
absolutismo, que no era una Constitución sino una carta otorgada con Cortes que no
podían aprobar leyes, formada por dos cámaras La Cámara Alta o Estamento de
Próceres, de nombramiento real y formado por altas personalidades y La Cámara Baja o
Estamento de Procuradores, elegidos por un sufragio censitario muy restringido. La
Corona contaba con capacidad legislativa y ejecutiva.

- Se realizaron algunas reformas: una nueva división territorial en provincias realizada


por Javier de Burgos (1833), similar a la existente en la actualidad. Liberalización del
comercio, la industria y los transportes; libertad de imprenta (aunque con censura previa);
y el renacimiento de la Milicia Nacional.

Este intento de conciliar absolutismo y liberalismo fracasó.

 La ruptura (1835 – 1840). Con las siguientes características:

- La presión de los liberales progresistas hizo que se nombrara a Juan Álvarez


Mendizábal, presidente del Consejo de Ministros, por poco tiempo, su sustitución al frente
de la presidencia del Consejo de Ministros, en 1836, junto con las noticias de la disolución
de la Milicia Nacional, provocó, en 1836, un pronunciamiento militar, de los sargentos
de la Guardia Real de La Granja de San Ildefonso.

- La sublevación de La Granja obligó a la reina regente a reimplantar la Constitución de


1812, hasta que se elabore otro texto constitucional y a instaurar un Gobierno
progresista.

- Ese nuevo texto constitucional fue la Constitución de 1837, más moderada pero intentó
aglutinar a las distintas tendencias liberales. Las principales características de esta
Constitución son:

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- Admitía la soberanía nacional pero otorgaba a la Corona un papel mucho mayor que
la de 1812 (soberanía compartida entre las Cortes y la Corona).

- Se mantenía la separación de poderes y los derechos individuales (libertad de


prensa sin censura previa). Se mantiene la Milicia Nacional.

- Las Cortes eran bicamerales: La Cámara Alta o Senado formada por grandes
propietarios; la mitad de sus miembros era nombrada por el monarca, y la otra mitad,
elegida por los votantes mediante sufragio censitario. La Cámara Baja o Congreso de los
Diputados, cuyos miembros eran elegidos por sufragio directo y censitario.

-Se retomaron las medidas desamortizadoras de los bienes del clero regular (1836 –
1837), promovida por Mendizábal. El objetivo de esta medida era conseguir financiación
para sufragar la deuda pública, los gastos de la Primera Guerra Carlista y, además,
conseguir un apoyo social y político para sustentar el régimen isabelino, por parte de
los terratenientes que adquirieron las propiedades.

- Se decretó la desaparición de los señoríos y mayorazgos, La Mesta y gremios.

Los moderados con el apoyo de la reina dominaron los gobiernos de 1837 a 1840. Los
progresistas, para poder recuperar el poder, tuvieron que recurrir a la insurrección
militar, encabezada por un oficial de prestigio, el general Espartero.

2.1.2.- La regencia de Espartero (1840 – 1843).

En 1840, el general Baldomero Espartero, jefe del Partido Progresista, se enfrentó


abiertamente a la regente, quien para resolver la crisis lo nombró presidente del
Gobierno. Sin embargo, Espartero reclamó compartir la regencia. Mª Cristina se negó y fue
obligada a renunciar a sus funciones en octubre de 1840.

Espartero impuso un liberalismo autoritario apoyado en el Ejército. No obstante, este


carácter autoritario y caudillista suscitó la oposición de numerosos políticos
progresistas que, en principio, habían colaborado con Espartero.

Los gobiernos de Espartero tomó iniciativas como la desamortización de los bienes


del clero secular (desde 1841) o la abolición del diezmo.

En política comercial, Espartero intentó firmar un acuerdo de librecambio con el


Reino Unido, lo que le creó dos nuevas enemistades: Francia, que se sentía perjudicado
y la industria textil catalana, que reivindicaba un mayor proteccionismo de sus productos
y la imposición de aranceles a los tejidos británicos. Los patronos y los obreros de
Cataluña se enfrentaron abiertamente al Gobierno en una revuelta urbana, de carácter
antifiscal y republicano, en Barcelona (1842). Espartero sitió y bombardeó la ciudad.

Finalmente, toda la oposición convergió en una insurrección civil y militar, que tuvo
lugar entre los meses de mayo y julio de 1843.

Espartero se exilió en el Reino Unido, aunque mantuvo su prestigio entre las clases
populares, lo que le llevaría, en otra etapa, a la presidencia del Gobierno.

Por otra parte, las Cortes, persuadidas de la inconveniencia de una nueva regencia,
declararon mayor de edad a Isabel II, que contaba con trece años de edad.

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2.2.- La mayoría de edad de Isabel II (1843 – 1868)

Durante la mayoría de edad de Isabel II, se procede a la auténtica construcción del


nuevo Estado liberal. Se distinguen tres etapas.

1ª Etapa: Década moderada (1844 – 1854)

A los pocos meses de la mayoría de edad de la reina, el general Ramón Mª Narváez, líder
de los moderados, comienza un Gobierno de diez años con las siguientes características:

 Estabilidad política.

Narváez estableció una noción muy restrictiva del liberalismo. En el que se primaba el
orden sobre la libertad, y se estableció un sistema político estable pero oligárquico.

A esta etapa se la conoce como de liberalismo doctrinario, es decir, una versión muy
restringida, conservadora y antidemocrática del liberalismo, que se sustenta como
reacción a las revoluciones liberales de 1848 en Europa y la Segunda Guerra Carlista en
España.

 La Constitución de 1845.

El moderantismo encontró su máxima expresión legislativa en la Constitución de 1845


que reforzó los elementos conservadores de la de 1837. Las claves del nuevo texto eran
las siguientes:

- Restableció la soberanía compartida de las Cortes con la Corona.

- No fijó un catálogo de libertades. Estas fueron reguladas por leyes posteriores muy
restrictivas, como en el caso de la libertad de expresión (imprenta).

- El catolicismo era la religión oficial y el Estado debía mantenerla económicamente;


aún así, no prohibía otras religiones, sino que tan solo obligaba a su práctica en privado.

- Las Cortes continuaron siendo bicamerales; El Senado con miembros de


nombramiento regio y procedencia básicamente nobiliaria. Los representantes en el
Congreso de diputados eran elegidos por sufragio masculino censitario muy restringido.

 La centralización administrativa y legislativa

El Gobierno tomó medidas para controlar la Administración provincial y local. En las


provincias se creó el cargo de gobernador civil. El Gobierno nombraba a los alcaldes de
las ciudades más importantes y, por supuesto, a los gobernadores civiles, que a su vez,
nombraban a los alcaldes del resto de municipios.

La Milicia Nacional fue sustituida por la Guardia Civil (1844), un cuerpo militar pero con
funciones civiles encargado del orden público y de la defensa del Estado.

Otras medidas para crear un Estado nacional centralizado fueron la adopción del
sistema métrico decimal (unificación del sistema de pesos y medidas); un nuevo Código
Penal (1848); la reforma de Hacienda, conocida como Ley Mon-Santillán, de 1845 y, por
la que, se realizó un presupuesto estatal general anual y se modernizó, simplificando y
racionalizando los impuestos, con el establecimiento de dos tipos: directos: una

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contribución territorial, que gravaba las propiedades, y un subsidio industrial y de comercio
e Impuestos indirectos: entre ellos el impuesto de consumos, que se aplicaba a los
artículos básicos de primera necesidad (comestibles, leña) y perjudicaban, sobre todo, a
las clases populares.

 El acercamiento a la Iglesia católica.

Se mejoraron las relaciones entre la Iglesia y el Estado, cuyo máximo exponente fue la
firma del Concordato de 1851. En él se fijó la dotación económica entregada por el
Estado (dotación del culto y clero), se mantuvo el fuero eclesiástico y se legitimó la
influencia de la Iglesia en la enseñanza; como contrapartida, la Iglesia aceptó la
desamortización y la Corona se aseguró capacidad de decisión en la elección de obispos.
Este acuerdo reguló las relaciones entre Iglesia y Estado hasta la Segunda República.

 El fin de la Década Moderada.

Las rivalidades dentro de los moderados, con la creación de los llamados puritanos
(moderados más respetuosos con las leyes); la oposición de los carlistas (Segunda
Guerra Carlista), de los progresistas y de los demócratas (desgajado del ala izquierda
del progresismo) defensores del liberalismo democrático (sufragio general masculino,
Cortes unicamerales, libertad religiosa... terminaron acabando con este Gobierno.

2ª Etapa: El bienio progresista (1854 – 1856)

Para cambiar el Gobierno de Narváez (Década Moderada) se recurrió a la fórmula clásica


del pronunciamiento militar, dirigido por Leopoldo O´Donnell (líder del ala izquierda de
los moderados), en 1854, en Vicálvaro, de ahí su nombre, la Vicalvarada.

Los insurrectos tuvieron que huir hacia el sur peninsular; en el camino, para atraerse a
los progresistas y a la población civil, proclamaron el Manifiesto de Manzanares en la
población del mismo nombre (Ciudad Real) el 7 de julio, redactado por Antonio Cánovas
del Castillo. La proclama surtió efecto en varias ciudades. El apoyo decisivo lo
protagonizaron las clases populares, que levantaron barricadas en Madrid (17 – 19 de
julio de 1854). Tras estos sucesos, Isabel II encargó al general Espartero (al frente de los
progresistas) la formación de un nuevo Gobierno.

Las principales reformas progresistas fueron:

- Restauración de leyes e instituciones: Ley de Imprenta, Ley Electoral, instituciones de


Gobierno local y Milicia Nacional.

-La elaboración de un proyecto de Constitución (1856). Era similar a la de 1837.


Nunca llegó a promulgarse, por eso se la conoce como non nata (no nacida).

- Se aprobó la desamortización de los bienes municipales, bienes de propios y


comunes, impulsada por el ministro Pascual Madoz en 1855. Tenía como objetivos
fundamentales subvencionar el Plan de Ferrocarriles y reducir la Deuda Pública.

-Se promovió el desarrollo económico dando impulso a la construcción de ferrocarriles


(Ley de Concesiones Ferroviarias, 1855), de la red de telegrafía eléctrica y la creación del
actual Banco de España (1856) que se convierte en el único organismo emisor de billetes.

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Durante el Bienio Progresista estallaron conflictos sociales en diversas industrias;
huelgas obreras en Barcelona y su entorno, que culminaron en la huelga general de
1855. A este conflicto se unieron motines de subsistencia (carestía de grano), apoyados
por la Milicia Nacional, y que fueron duramente reprimidos.

Las huelgas y los motines llevaron a una crisis de Gobierno; el general O´Donnell fue el
encargado de acabar con la resistencia armada de la Milicia Nacional. En julio de 1856,
dimite Espartero y le sustituye O´Donnell como presidente del Gobierno que decreta la
disolución de la Milicia Nacional y de las Cortes, así como el restablecimiento de la
Constitución de 1845. Era el final del Bienio Progresista.

3ª Etapa: Alternancia entre los moderados y la Unión Liberal (1856 – 1868)

La última fase del reinado de Isabel II conoció la alternancia en el Gobierno de la Unión


Liberal (partido de centro que pretendía aglutinar a los moderados de izquierda y a los
progresistas) de O´Donnell y el partido moderado, dirigido por Narváez. Este período se
caracterizó por un liberalismo pragmático y realista, donde las principales acciones se
centraron en los aspectos económicos y administrativos y en la política exterior.

La etapa presentó las siguientes características:

Etapa de fuerte expansión económica hasta 1866, en consonancia con buen ciclo
económico que se vivía en Europa. Sus principales características fueron la realización de
dos obras públicas de gran importancia: el tendido ferroviario (1856 -1866) aunque gran
parte se construyó con inversión extranjera; y el Canal de Isabel II (1858) que abastecería
de agua a Madrid. El crecimiento de los bancos y la especulación inmobiliaria.

La centralización avanzó con la Ley Moyano de Instrucción Pública de 1857, que


constituyó la primera ley reguladora de los estudios no universitarios.

- En este período se realizó una activa política exterior, a la búsqueda de prestigio en el


concierto internacional y fomentar el nacionalismo en la opinión pública: se intervino en
Marruecos (1859 – 1860) con el pretexto de la defensa de Ceuta y Melilla con Prim como
gran héroe. España obtuvo el territorio de Ifni. Una expedición española, al mando del
general Prim, participó en México en 1861. Otras actuaciones españolas fueron en
Cochinchina (Extremo Oriente), en Santo Domingo y en las costas chilenas y
peruanas, donde se desarrolló la guerra del Pacífico

- Una política interior con unos equipos ministeriales nombrados o destituidos según el
favor y la confianza de la reina y de su camarilla y, con insurrecciones de los grupos
marginados del poder (progresistas y demócratas). Las conspiraciones alentadas por
progresistas y demócratas no iban dirigidas solo contra el Gobierno, sino contra la reina
misma.

Por todo ello, la oposición constituyó en 1866 el denominado Pacto de Ostende, suscrito
por progresistas, demócratas y unionistas (tras muerte de O´Donnell), para derribar al
régimen isabelino y a convocar una asamblea constituyente elegida por sufragio universal
masculino. Solo los moderados se mantuvieron fieles a la reina. Este pacto y la recesión
económica de 1866-1868 (quiebra de empresas de ferrocarriles, siderúrgicas y textiles), y
el aumento del descontento general, especialmente en el ámbito empresarial y de los
negocios, puso en marcha la revolución que llevaría al derrocamiento de la reina Isabel II.

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