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Mas allá del principio de placer: 1920

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La teoría psicoanalítica adoptó el supuesto de que el transcurso de los procesos anímicos es regulado por el
principio de placer. ¿Eso que quiere decir? Que siempre lo pone en marcha una tensión displacentera y
después adopta tal orientación que su resultado final coincide con una disminución de aquella, o sea, una
evitación de displacer o una producción de placer. Esto descrito hace referencia a una exposición
metapsicológica y se caracteriza porque además de los aspectos tópico y dinámico intenta apreciar el
aspecto económico.

Se refiere placer y displacer a la cantidad de excitación que se encuentra en la vida anímica y que no es
vinculada de ninguna forma. De esa manera, el placer corresponde a un incremento de esa cantidad y el
placer a una reducción de ella. Además, dice que los hechos que lo llevaron a creer que el principio de placer
rige en la vida anímica se manifiestan en la hipótesis de que el aparato anímico busca mantener la cantidad
de excitación presente en él lo más bajita posible. Entonces, todo aquello que sea capaz de incrementar la
cantidad de excitación va a sentirse como disfuncional, o sea, displacentero. Teniendo en cuenta que la
mayoría de nuestros procesos anímicos tendría que ir acompañada de placer o llevar al placer y que eso no
sucede, dice que en realidad en el alma hay una tendencia fuerte al principio de placer, pero también hay
otras fuerzas contrarias y eso genera que no siempre el resultado corresponda a la tendencia al placer.

Afirma que el principio de placer es propio de una forma de trabajo primario del aparato anímico. Bajo el
influjo de las pulsiones de autoconservación del yo, el principio de placer es relevado por el principio de
realidad, que, sin resignar la intención de una ganancia final de placer, exige y consigue posponer la
satisfacción, o sea, renunciar a distintas posibilidades de lograrla y tolerar provisionalmente el displacer en el
rodeo largo hacia el displacer. Aun así, el principio de placer sigue siendo el modo de trabajo de las pulsiones
sexuales las cuales son difíciles de educar. Por otro lado, dice que, en el curso del desarrollo, muchas veces
sucede que ciertas pulsiones o partes de pulsiones se muestran, por sus metas, inconciliables con las otras
que pueden conjugarse en la unidad abarcadora del yo. Entonces son segregadas de esa unidad por el
proceso de la represión, se las retiene en estadios inferiores del desarrollo psíquico y se les quita la
posibilidad de alcanzar satisfacción. Y si luego, estas llegan a conseguir satisfacción mediante otros caminos,
ese mismo éxito que debería ser una posibilidad de placer, es sentido por el yo como displacer.

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Primero aclara un par de cosas de la neurosis traumática: dice que esta enfermedad se parece a la histeria
porque tiene muchos síntomas motores similares, pero en cuanto a sus indicios de padecimiento subjetivo
generalmente sobrepasa el cuadro de la histeria. Por otro lado, dice que la vida onírica de la neurosis
traumática reconduce al enfermo a la situación de su accidente, de la cual despierta con renovado terror y
eso es lo que prueba la fuerza de la impresión que le generó. El enfermo se encuentra fijado psíquicamente
al trauma. Y esas fijaciones que tiene a la vivencia que desencadeno la enfermedad las podemos reconocer
en la histeria. Breuer y Freud justamente dijeron que el histérico padece en gran parte de reminiscencias.

Luego se enfoca en el estudio del juego infantil y la forma de trabajo del aparato anímico al practicarlo. Para
eso cuenta el caso del nene que tenía el hábito de tirar los objetos lejos de si, hasta un rincón o debajo de la
cama y al hacerlo decía fort que significa “se fue”. Un día que estaba jugando, Freud se puso a observarlo y
vio que el nene tenía un carrito de madera que tenia una soga atada y a pesar de que lo esperable seria que,
por ejemplo, lo arrastrase por el piso, en vez de eso lo tiraba y lo sostenía de la soga mientras nuevamente
decía la palabra fort y después tiraba de la soga para volverlo hasta donde él estaba y lo recibía diciendo da
que significa “acá esta”. Entonces, el juego consistía en desaparecer y volver.
Interpretando el juego dice que este se relacionaba con el logro cultural del nene: o sea, su renuncia a la
satisfacción pulsional de admitir que su madre se tenía que ir, sin quejarse. Pero Freud va a decir que es
imposible que la partida de la madre sea algo agradable para el nene, entonces se pregunta ¿Cómo se
relaciona con el principio de placer que repita esa vivencia penosa mediante un juego? Ante esta pregunta
se podría decir que jugaba a esa partida porque representaba la condición previa a la reaparición esperada
que se iba a dar después y ahí estaría el objetivo del juego… pero a eso lo contradice el hecho de que el nene
también jugaba a representar el primer acto por sí solo sin llegar a ese fin placentero. Por eso, explica que en
la vivencia el nene era pasivo y por lo tanto era afectado por esa vivencia, pero durante el juego el adopta un
papel activo, a pesar de que fue displacentera. Y podría decirse que hacia eso por la pulsión de
apoderamiento que actúa con independencia de que el recuerdo en si mismo fuese placentero o no… o sea,
no importa si el recuerdo le genera placer o lo no. También, podría adoptarse esta otra interpretación de
eso: la acción de tirar el objeto para que se vaya satisfacía el impulso de vengarse de la madre porque se iba,
que a la vez estaba sofocado por el niño en su conducta (o sea, porque ante la madre el respondía sin
reproche, porque así “debía” responder). Entonces ese tirar el objeto representaría la intención de “yo te
estoy echando, no te necesito”. Esto coindice con otro juego que el nene empezó a implementar un año
después: se enojaba con un juegue y lo tiraba al piso diciendo “ándate a la guerra”, lo cual hacía referencia a
lo que le habían dicho del padre sobre que no estaba porque se había ido a la guerra. Por lo tanto, si ese en
este caso, ese esfuerzo repitió en el juego una impresión desagradable ello se debió a que la repetición iba
vinculada a una ganancia de placer.

Por otro lado, dice que los niños repiten en el juego todo lo que les provoco una impresión grande en la vida,
esa sería su forma de abreaccionar la intensidad de la impresión adueñarse de la situación. También hay que
tener en cuenta que todos los juegos que llevan a cabo están presididos por el deseo de ser grandes y hacer
las cosas que hacen los grandes. Además, aclara que el carácter displacentero de la vivencia no siempre la
vuelve inutilizable para el juego. Cuando el nene cambia la pasividad de vivenciar por la actividad del jugar,
inflige a un compañero de juegos lo desagradable que a el mismo le paso y esa es su forma de vengarse a
través del otro nene.

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Al comienzo de la técnica psicoanalítica, la tarea del médico consistía en comunicar al enfermo lo oculto,
entonces el psicoanálisis consistía en el arte de interpretación. Pero así no se llegaba a una solución,
entonces comenzó a pedirle al enfermo que corroborara la construcción con su propio recuerdo. Y cuando el
paciente mostraba resistencias, el psicoanalista tenía que mostrárselas y encaminarlo a que las resignase
(aceptase) por medio de la sugestión (o sea, a través de la influencia humana que actuaba como
transferencia). Pero, después se descubrió que en realidad este no era el camino para que deviniera
consciente lo inconsciente porque así el enfermo se ve forzado a repetir lo reprimido en vez de recordarlo, y
eso que va a repetir va a ser alguna vivencia sexual infantil. De esta manera, la neurosis anterior es
reemplazada por una neurosis de transferencia. Entonces lo que hace el medico es esforzar el recuerdo y
admitir la mínima repetición. Para eso, el paciente tiene que revivenciar cierta parte de su vida que olvidó.
Para poder encontrar de una manera más clara la compulsión de repetición hay que tener en cuenta que en
la lucha contra las resistencias uno se enfrenta con la resistencia de lo inconsciente. Lo inconsciente, o sea,
lo reprimido, no ofrece resistencia ante la cura, sino que busca irrumpir hasta la consciencia. La resistencia
en la cura proviene de los mismos orígenes que llevaron a cabo la represión. Pero, teniendo en cuenta que
las razones de las resistencias son inconscientes, se va a aclarar un poco el tema poniendo en oposición el yo
coherente y el yo reprimido. Entonces, se puede decir que la resistencia del analizado parte de su yo y por lo
tanto asignar la compulsión de repetición a lo reprimido inconsciente. Generalmente no se puede
exteriorizar antes que el trabajo de la cura haya aflojado la represión.
La resistencia del yo consciente y preconsciente está al servicio del principio de placer. ¿Por qué? Porque
haciendo eso quiere ahorrar el displacer que se excitaría por la liberación de lo reprimido, mientras que por
medio del tratamiento se busca conseguir que ese displacer sea tolerado a partir del principio de realidad.
Además, ¿Cuál sería la relación entre la compulsión de repetición – la exteriorización forzosa de lo reprimido
con el principio de placer? O sea, porque generalmente la compulsión de repetición no suele provocar
ningún placer… entonces Freud explica que esta clase de displacer no contradice al principio placer, sino que
es displacer para un sistema y al mismo tiempo es satisfacción para el otro sistema. Destaca como algo
asombroso que la compulsión de repetición también devuelve vivencias pasadas que no contienen
posibilidad de placer. Agrega que el surgimiento temprano de la vida sexual infantil estaba destinado desde
un principio a sepultarse porque sus deseos no eran conciliables con la realidad.

Además, dice que eso que el psicoanálisis muestra en los fenómenos de transferencia de los neuróticos
puede reencontrarse también en la vida de personas no neuróticas, o sea, en cualquier persona… a pesar de
que nunca mostraron los signos de un conflicto neurótico tramitado mediante la formación de síntoma. Se
conocen personas en quienes toda relación humana lleva a un desenlace parecido: benefactores cuyos
protegidos se muestran ingratos después de un cierto tiempo y parecen destinados a apurar la amargura de
la ingratitud. (¿)

Antes de empezar a hablar, Freud aclara que todo lo que sigue es especulación y que la idea es ahondar en
relación a las ideas planteadas para ver hasta donde es posible llegar. Comienza hablando de los sistemas y
dice que es posible que el Prcc tenga una posición espacial: refiriéndose a que se encuentra en la frontera
entre lo exterior e interior. Además, dice que en el sistema Cc el proceso excitatorio deviene consciente,
pero no le deja como secuela ninguna huella duradera y que la conciencia surge para remplazar la huella
mnémica. Este sistema se caracteriza porque en este el proceso de excitación no deja detrás de si un cambio
permanente en sus elementos, sino que esa alteración se agota con el devenir consciente. Entonces, explica
esto se debe a la ubicación del sistema Cc en tanto que es capaz de conectarse con el mundo exterior. Eso
puede explicarse porque para que la excitación pueda avanzar de un elemento al otro, primero tiene que
vencer una resistencia. Y cuando esta resistencia es disminuida se forma una huella permanente de la
excitación. Entonces, los elementos de este sistema no conllevan una energía ligada sino una energía
susceptible de descarga libre.

Habla de las excitaciones traumáticas, dice que son externas y que tienen la fuerza suficiente para perforar la
protección anti estímulo. El trauma externo provoca una perturbación en la economía energética del
organismo y pone a actuar la defensa. Entonces, se busca dominar el estimulo que penetró y guiarlo a su
tramitación. Un sistema de investidura alta puede recibir aportes nuevos de energía fluyente y convertirlos a
investidura que permanezca quieta, o sea, ligarla psíquicamente. Cuanto más alta sea la energía, más alta va
a ser la fuerza ligadora; cuanto más baja su investidura, menos capaz será el sistema para recibir energía
afluyente.

Si en la neurosis traumática ocurre que los sueños llevan continuamente al enfermo a la situación en la que
sufrió el accidente, eso evidencia que no están al servicio del cumplimiento de deseo (eso lo indica como una
excepción). Estos sueños buscan recuperar el control sobre el estímulo mediante un desarrollo de angustia,
que, al ser omitido, eso originó la neurosis traumática. A su vez, estos posibilitan una perspectiva sobre una
función del aparato anímico que es más originaria que la intención de ganar placer y evitar displacer. En
cuanto a estos sueños, excluye los sueños de angustia y los sueños punitorios, pero si incluye los sueños
traumáticos de los neuróticos. En cuanto a los sueños punitorios dice que reemplazan el cumplimiento de
deseo prohibido por el castigo pertinente, entonces son el cumplimiento de deseo de la conciencia de culpa
que reacciona frente a la pulsión reprobada. En cuanto a los sueños traumáticos, dice que estos no pueden
verse como cumplimiento de deseo porque obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis se
apoya en el deseo de convocar lo olvidado y reprimido. La función originaria del sueño no sería eliminar las
razones que puedan llegar a interrumpir el dormir, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones
perturbadoras. Sino que solo sería capaz de eso una vez que la vida anímica de la persona haya aceptado
que gobierne el principio de placer.

Comienza diciendo que hay una falta de protección antiestímulo en el interior del aparato que resguarde las
excitaciones. Las mociones pulsionales obedecen al proceso que busca la descarga y no al tipo del proceso
ligado. Esto puede afirmarse mediante el estudio del trabajo del sueño, mediante este se descubrió que los
procesos desplegados en los sistemas Icc son distintos de los que ocurren en el Prcc ya que en el primero las
investiduras pueden transferirse, desplazarse y condensarse fácilmente. Distingue dos procesos: proceso
psíquico primario el que incluye los procesos que se dan en el Icc y el proceso secundario el que controla la
vida de vigilia. Teniendo en cuenta que las mociones pulsionales afectan a los sistemas Icc puede decirse que
es porque obedecen al proceso psíquico primario y por eso a este se lo identifica con la investidura
libremente móvil, en cambio al proceso secundario con las alteraciones de la investidura ligada. La tarea de
los niveles superiores del aparato anímico sería la de ligar la excitación de las pulsiones que empieza a
trabajar en el proceso primario. Si esta ligazón fracasa generaría una perturbación análoga a la neurosis
traumática, solo si se logra la ligazón podría reinar el principio de placer. Pero, hasta que pase eso, el aparato
anímico tendría la tarea previa de ligar la excitación, independientemente del principio de placer.

Las exteriorizaciones de una compulsión de repetición que pueden describirse en las vivencias tempranas
infantiles y en las vivencias de la cura psicoanalítica, muestran un carácter pulsional y están en oposición al
principio de placer. En el caso del juego infantil, el niño repite la vivencia displacentera porque mediante su
actividad consigue el control a diferencia de la vivencia porque tiene un papel pasivo, entonces mediante la
repetición de esta acción conseguiría perfeccionar ese dominio. La novedad será condición de goce.
Entonces, la repetición sería una fuente de placer. En el caso del sujeto analizado, su compulsión a repetir las
vivencias infantiles en la transferencia se encuentra más allá del principio de placer. De esta manera, el
enfermo actúa de forma infantil y muestra que las huellas mnémicas reprimidas de sus vivencias infantiles
no subsisten en el interior en el estado ligado y no pueden ser modificadas por el proceso secundario. Por el
hecho de que no estén ligadas, forman una fantasía de deseo que se manifiesta en el sueño.

¿De qué manera se vincula lo pulsional con la compulsión de repetición? Una pulsión sería un esfuerzo de
reproducción de un estado anterior que lo vivo tuvo que resignar bajo la influencia de fuerzas perturbadoras
externas. Dice que todas las pulsiones buscan reproducir algo anterior. Explica que las pulsiones sexuales no
solo son conservadoras como las pulsiones de autoconservación, sino que son resistentes y conservan la vida
por lapsos más largos. Son las pulsiones de vida, van en contraste con el objetivo de las otras pulsiones ya
que estas llevan a la muerte. Dice que la pulsión reprimida nunca deja de aspirar a su satisfacción plena: la
repetición de una vivencia primaria de satisfacción. Todas las formaciones sustitutivas y reactivas y todas las
sublimaciones no alcanzan para cancelar su tensión. La diferencia entre el placer de satisfacción encontrado
y el pretendido origina el factor pulsionante, el cual no acepta aferrarse a las situaciones establecidas, sino
que actúa indominable. El camino hacia la satisfacción plena suele bloquearse por las resistencias, las cuales
mantienen las represiones. Esto puede evidenciarse en el los procesos que se dan en el desarrollo de una
fobia neurótica, la cual consiste en un intento de huida al enfrentarse a una satisfacción pulsional y así se
muestra el modelo de origen de la pulsión de perfeccionamiento.
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Expone algunas conclusiones analizadas hasta el momento. Explica que las pulsiones yoicas se esfuerzan en
el sentido de la muerte, provienen de la animación de la materia inanimada y buscan restablecer la
condición de lo inanimado. En cambio, las pulsiones sexuales se esfuerzan en la continuación de la vida y
reproducen estados primitivos del ser vivo. Al analizar las neurosis de transferencia, eso llevo a diferenciar
las pulsiones sexuales que son dirigidas al objeto de las pulsiones yoicas que sirven a la autoconservación de
la persona.

Explica que pudo analizarse algo que llamó la atención: la frecuencia con que a libido era tomada del objeto
y llevada al yo. Con el estudio del desarrollo libidinal del niño se concluyó que el yo era el reservorio genuino
y originario de la libido, la cual solo a partir de ahí se extendía al objeto. El yo paso a formar parte de los
objetos sexuales y así, la libido se llamó narcisista. Esta libido narcisista era una exteriorización de fuerzas de
pulsiones sexuales, pero también había que identificarla con las pulsiones de autoconservación. Una parte
de las pulsiones yoicas fue reconocida como libidinosa, dentro del yo actuaban pulsiones sexuales. Y por eso,
dice que la psiconeurosis consiste en un conflicto entre las pulsiones yoicas y las pulsiones sexuales.

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