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Más allá del principio de placer

Freud analizó el juego infantil mediante la observación del juego de Fortda. La interpretación del juego resultó
obvia, se entramaba con el gran logro cultural del niño: su renuncia pulsional de admitir sin protestas la
partida de la madre. El niño convirtió en juego esa vivencia a raíz de otro motivo. En la vivencia era pasivo,
afectado por ella; ahora ponía en un papel activo repitiéndola como juego a pesar de que fuera displacentera.
Los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida, de ese modo abreaccionan
la intensidad de la impresión y se adueñan de la situación. Todos los juegos están presididos por el deseo
dominante en la etapa en que ellos se encuentran: el de ser grandes y poder obrar como mayores. Aun bajo
el principio de placer existen suficientes medios y vías para convertir en objeto de recuerdo y elaboración
anímica lo que en si mismo es displacentero.

Se ve forzado a repetir lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo.


La resistencia en la cura proviene de los mismos estratos y sistemas superiores de la vida psíquica en que en
su momento llevaron a cabo la represión. No hay duda de que la resistencia del yo consciente y
preconsciente está al servicio del principio de placer. En efecto quiere ahorrar el displacer que se excitaría por
la liberación de lo reprimido, en tanto nosotros nos empeñamos en conseguir que ese displacer se tolere
invocado el principio de realidad. La mas de las veces, lo que la compulsión de repetición hace revivenciar no
puede menos que provocar displacer al yo, puesto que saca a luz operaciones de mociones pulsionales
reprimidas. Es displacer para un sistema y al mismo tiempo satisfacción para el otro. La compulsión de
repetición devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer. La acción de
pulsiones que estaban destinadas conducir a la satisfacción, pero ya en aquel momento no la produjeron, sino
que conllevaron únicamente displacer. Se la repite a pesar de todo, una compulsión esfuerza a ello.
En ese retorno de lo igual nos asombra poco cuando se trata de una conducta activa de tales personas y
podemos descubrir el rasgo de carácter que permanece igual en ellas, exteriorizándose forzosamente en la
repetición de idénticas vivencias.
En la vida anímica existe realmente una compulsión de repetición que se instaura más allá del principio de
placer. Compulsión de repetición y satisfacción pulsional placentera directa parecen entrelazarse en íntima
comunidad. Se diría que la compulsión de repetición es ganada para el bardo del yo, que quiere aferrarse al
principio de placer. Lo anímico existe una tal compulsión de repetición, nos gustaría saber algo sobre la
función que le corresponde, las condiciones bajo las cuales puede aflorar y la relación que guarda con el
principio de placer.

Recordar, repetir, reelaborar


Recordar y abreaccionar eran las metas que se procuraban alcanzar con auxilio del estado hipnótico. El
médico pone en descubierto las resistencias desconocidas para el enfermo, dominadas ellas, el paciente
narra con toda facilidad las situaciones y nexos olvidados. El vencimiento de la resistencia comienza con el
acto de ponerla en descubierto el médico, el analizado nunca discierne y comunicársela a este; es preciso dar
tiempo al enfermo para reelaborarla, vencerla prosiguiendo el trabajo en desafío ella y obedeciendo a la regla
analítica fundamental.
El recordar cobrara una forma muy simple. El paciente se trasladaba a una situación anterior, que no parecía
confundir nunca con la situación presente, comunicaba los procesos psíquicos de ella hasta donde había
permanecido normales, y agregaba lo que pudiera resultar por la transposición de los procesos inconscientes
en consientes. En la hipnosis el recordar ideal de lo olvidado corresponde a un estado en el que la resistencia
ha sido por completo abolida.
Se repite todo cuanto desde las fuentes de su reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto, sus
inhibiciones y actitudes inviables, sus rasgos patológicos de carácter. La compulsión de repetición no hemos
obtenido ningún hecho nuevo, sino sólo una concepción más unificadora
La organización genital infantil
La unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales no son establecidas
en la infancia, o lo son de manera muy incompleta; la instauración de ese primado al servicio de la
reproducción es la ultima fase por la que atraviesa la organización sexual. La aproximación de la vida sexual
infantil a la del adulto llega mucho más allá, y no se circunscribe a la emergencia de una elección de objeto.
Reside en que ambos sexos, solo se desempeña un papel genital el masculino, por lo tanto, no hay primado
genita sino un primado del falo. Percibe la diferencia entre varones y mujeres, pero al comienzo no tiene
ocasión de relacionarse con una diversidad de sus genitales, para él es natural presuponer en todos los otros
seres vivos, humanos y animales, un genital parecido al que él mismo posee.
Querría verlo también en otras personas que compararlo con el suyo, se comporta como si barruntara que
ese miembro podría y debería ser mas grande. La fuerza pulsionante que esta parte viril desplegara mas
tarde en la pubertad se exteriorizara en aquella época de la vida, como esfuerzo de investigación, como
curiosidad sexual.
En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de todos
los seres semejantes a él. Es notoria su reacción frente a las primeras impresiones de la falta del pene.
Desconocen esa falta y crean un subterfugio de que aun es pequeño y ya va a crecer y después llegan a la
conclusión de que estuvo presente y fue removido. La falta del pene es entendida como resultado de una
castración. Sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se
toma en cuenta su génesis en la fase del primado del falo.
El niño cree que solo personas despreciables del sexo femenino, probablemente culpables de las mismas
mociones prohibidas en que él mismo incurrió, habrían perdido el genital. Pero las personas respetables,
como su madre siguen conservando el pene. Solo cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento
de los niños, se edificará complejísimas teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo.
En el estadio de la organización pregenital sádico-anal no cabe hablar de masculino y femenino, la oposición
entre activo y pasivo es la dominante. Solo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la
polaridad sexual coincide con masculino y femenino. Lo masculino reúne el sujeto, la actividad y la posesión
del pene; lo femenino el objeto y la pasividad.

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