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Capítulo I
Freud comienza el capítulo trazando las coordenadas de cómo funciona el aparato psíquico
hasta lo que lleva de su obra.
En la metapsicología (que define como la exposición de los aspectos; económico, tópico y
dinámico), existe un supuesto, por el cual el camino que toman los estados anímicos es
regulado automáticamente por el principio de placer. Este, se pone en marcha por una tensión
displacentera en el aparato que va a tender a regularse mediante la disminución de la misma
(ya sea evitando displacer o produciendo placer).
En síntesis, esta tensión placentera o displacentera es nada menos que la cantidad de
excitación presente en la vida anímica y, por tanto, el displacer corresponde a un incremento
de la cantidad mientras que el placer en la disminución de la misma.
Sin embargo, Freud comienza a plantearse si es cierto que se puede hablar de un imperio del
principio de placer en el aparato psíquico, ya que si fuera así todos nuestros estados anímicos
serian acompañados de placer o llevar a él, y esto por ley universal no es así.
Por lo tanto, Freud plantea que hay algo más allá del principio de placer. Esto es, en el alma
hay una tendencia al principio de placer, pero hay además otras fuerzas que la contrarían. Así,
el resultado no siempre corresponde al placer, sino a algo del dolor. De a poco, con esta idea
Freud se acerca a lo que luego postulará como pulsión de muerte.
3. Por último, Freud desarrollará el modo de trabajo del aparato anímico a partir del juego
infantil.
Empieza, tomando algunas teorías sobre el juego infantil en donde se intenta entender los
motivos por los que se juega, pero no desde un ámbito económico (ganancia de placer). El,
pone un ejemplo de un varón de un año y medio que pudo observar múltiples veces
mientras estaba en su casa.
El niño tenía un gran afecto hacia su madre quien lo cuido siempre, pero cuando esta se
iba de la casa, el nunca lloraba. Sin embargo, notó que tenía un hábito a arrojar sus
juguetes lejos de él mientras decía la palabra “fort”- “se fue”. Esto también, lo hacía
reiteradas veces con un carretel de madera atado a un piolín. Lo tiraba hacia la cuna para
que desaparezca y luego volvía a tirar del piolín para acercarlo mientras decía “da”- “acá
esta”.
La interpretación que extrae de aquí es que este acto estaba relacionado con una
inscripción cultural del niño, renunciando a la satisfacción pulsional de admitir sin
protestas que la madre se fue.
Freud se pregunta ¿cómo se concilia con el principio de placer que repitiese en forma de
juego esta vivencia penosa de perder a la madre? Se podría responder que se repite, ya
que se espera llegar a esa satisfactoria aparición, pero Freud observa que se reproduce
muchas veces la primera parte del juego que la segunda.
Por lo tanto, la única respuesta posible es que es un modo de asimilar la situación
traumática, una forma de vengarse de su madre diciendo “yo mismo te echo”.
Por tanto, en la vivencia de la situación, se encontraba afectado pasivamente pero luego el
rol cambiaba a activo, repitiendo la situación a pesar de ser displacentera.