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Más allá del principio de placer

Capítulo I
Freud comienza el capítulo trazando las coordenadas de cómo funciona el aparato psíquico
hasta lo que lleva de su obra.
En la metapsicología (que define como la exposición de los aspectos; económico, tópico y
dinámico), existe un supuesto, por el cual el camino que toman los estados anímicos es
regulado automáticamente por el principio de placer. Este, se pone en marcha por una tensión
displacentera en el aparato que va a tender a regularse mediante la disminución de la misma
(ya sea evitando displacer o produciendo placer).
En síntesis, esta tensión placentera o displacentera es nada menos que la cantidad de
excitación presente en la vida anímica y, por tanto, el displacer corresponde a un incremento
de la cantidad mientras que el placer en la disminución de la misma.
Sin embargo, Freud comienza a plantearse si es cierto que se puede hablar de un imperio del
principio de placer en el aparato psíquico, ya que si fuera así todos nuestros estados anímicos
serian acompañados de placer o llevar a él, y esto por ley universal no es así.
Por lo tanto, Freud plantea que hay algo más allá del principio de placer. Esto es, en el alma
hay una tendencia al principio de placer, pero hay además otras fuerzas que la contrarían. Así,
el resultado no siempre corresponde al placer, sino a algo del dolor. De a poco, con esta idea
Freud se acerca a lo que luego postulará como pulsión de muerte.

Capitulo II/ III


A lo largo de este capítulo Freud va a presentar dos referencias clínicas y un juego infantil para
poder fundamentar lo que luego llamará pulsión de muerte.
1. La primera referencia clínica que toma es la de pacientes que fueron a la guerra y que
tenían sueños en donde se presentaba una y otra vez la situación del accidente o trauma
que habían vivido. Luego los mismos se despertaban con un gran terror. Freud dice que se
encontraban fijados psíquicamente al trauma.
Freud intenta entender por qué en los sueños se insiste en volver a la escena traumática.
Además, pone en duda la naturaleza del sueño, ya que, si estos supuestamente tienden a
el cumplimiento del deseo, deberían mostrar imágenes del tiempo en que el paciente se
encontraba sano o de su esperada curación.
Por lo tanto, Freud sostiene que la función del sueño pudo haber sido desplazada de sus
propósitos, esto es hay algo que se satisface en volver a repetir eso traumático. Lo llama
enigmáticas tendencias masoquistas del yo.
2. La segunda referencia clínica que toma es la compulsión de repetición.
Freud empieza distinguiendo las metas que tenía el psicoanálisis antes, de las que tiene
ahora.
Menciona que, al principio, la tarea del médico era la de interpretar. Este reconstruía y
comunicaba en su debido momento todo acerca de lo inconsciente reprimido. Luego como
esto no era suficiente, el paciente debía corroborar mediante el recuerdo la construcción
hecha. Esto se dificultaba por las resistencias que se presentaban. Entonces el medico pasó
a descubrir las mismas, mostrárselas y mediante la transferencia que logre aceptarlas.
Sin embargo, el devenir consciente de lo inconsciente era muy complejo de lograr, ya que
el paciente no recuerda todo lo reprimido, sino solo lo esencial. Por ende, la construcción
que se le comunicó puede ser falsa o no del todo justa.
El paciente tiene de repetir lo reprimido en el presente en vez de recordarlo como el
medico quisiera. Esta repetición tiene por contenido un fragmento de la vida sexual infantil
y el complejo de Edipo, y se lleva a cabo en transferencia con el medico en el hacer-
repetir. Esto es lo que llama neurosis de transferencia, que el analista intentará minimizar
(esforzando el recuerdo y evitando la repetición).
Freud se pregunta ¿qué relación guarda con el principio de placer la compulsión de
repetición? Solo hace revivenciar cosas displacenteras, puesto que saca a la luz mociones
pulsionales reprimidas. Pero esta no contradice al principio de placer ya que es displacer
para un sistema y satisfacción para el otro. Sin embargo, lo nuevo que propone seria que la
compulsión de repetición devuelve vivencias pasadas no placenteras que tampoco en
aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones pulsionales
reprimidas desde entonces.

3. Por último, Freud desarrollará el modo de trabajo del aparato anímico a partir del juego
infantil.
Empieza, tomando algunas teorías sobre el juego infantil en donde se intenta entender los
motivos por los que se juega, pero no desde un ámbito económico (ganancia de placer). El,
pone un ejemplo de un varón de un año y medio que pudo observar múltiples veces
mientras estaba en su casa.
El niño tenía un gran afecto hacia su madre quien lo cuido siempre, pero cuando esta se
iba de la casa, el nunca lloraba. Sin embargo, notó que tenía un hábito a arrojar sus
juguetes lejos de él mientras decía la palabra “fort”- “se fue”. Esto también, lo hacía
reiteradas veces con un carretel de madera atado a un piolín. Lo tiraba hacia la cuna para
que desaparezca y luego volvía a tirar del piolín para acercarlo mientras decía “da”- “acá
esta”.
La interpretación que extrae de aquí es que este acto estaba relacionado con una
inscripción cultural del niño, renunciando a la satisfacción pulsional de admitir sin
protestas que la madre se fue.
Freud se pregunta ¿cómo se concilia con el principio de placer que repitiese en forma de
juego esta vivencia penosa de perder a la madre? Se podría responder que se repite, ya
que se espera llegar a esa satisfactoria aparición, pero Freud observa que se reproduce
muchas veces la primera parte del juego que la segunda.
Por lo tanto, la única respuesta posible es que es un modo de asimilar la situación
traumática, una forma de vengarse de su madre diciendo “yo mismo te echo”.
Por tanto, en la vivencia de la situación, se encontraba afectado pasivamente pero luego el
rol cambiaba a activo, repitiendo la situación a pesar de ser displacentera.

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