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Este “tratamiento natural” tiene algunos efectos adversos: cefaleas, mialgias, malestar.
Ninguno de ellos es peligroso.
Ante un niño con fiebre, lo primordial es determinar la causa. En la mayoría de los casos
atenderemos un proceso autolimitado de etiología viral. Una pequeña minoría presentará
infección bacteriana grave (IBG), siendo la más frecuente la infección urinaria.
Hay que tener en cuenta el relato de fiebre por parte de los padres. Plantea discusión la
realización de un segundo examen para definir conducta luego de administrar un
antipirético u ofrecer el pecho o mamadera, siendo la persistencia de irritabilidad un signo
de gravedad. Un bebé que sonríe difícilmente tenga algo serio, pero a veces ésto no se
cumple.
Debemos estar atentos a signos y/o síntomas que nos hagan pensar en enfermedad grave o
sepsis: falta de interacción, tendencia al sueño, llanto inconsolable o llanto débil, quejido,
fontanela abombada, palidez, reticulado, cianosis, petequias por fuera del área de Valsalva
y/o púrpura, relleno capilar enlentecido, pulsos débiles, taquicardia y/o taquipnea
desproporcionadas, disminución de la diuresis. Ante esta situación es fundamental actuar
rápido: la realización de estudios complementarios no debe demorar el tratamiento de
sostén ni el inicio de la antibioticoterapia empírica (TEI).
Fiebre en pediatría.
A menor edad, mayor es el riesgo de IBG. En los primeros meses de vida, el sistema inmune
es inmaduro. Además, la inmunización activa requiere del esquema primario que idealmente
debería completarse a los 6 meses, siendo fundamental el refuerzo posterior al año para
mantener la protección. Dado que las manifestaciones clínicas, el riesgo de IBG y los
microorganismos involucrados varían con la edad, las pautas de atención inicial son
diferentes. Por ello se agrupa a los pacientes con FSF en 3 rangos etarios: menores de 30
días de vida, lactantes de 1 a 3 meses y niños de entre 3 a 36 meses.
Todo paciente menor de un mes con FSF debe ser internado, se le realizarán estudios (orina
completa, hemograma, dosaje de proteína C reactiva, análisis citológico y físico químico de
líquido cefalorraquídeo (LCR), Rx de tórax ante sospecha de compromiso respiratorio y/o
leucocitosis ≥20,000/mm3, urocultivo, 2 hemocultivos y cultivo de LCR) y se medicará
empíricamente con cefotaxime + ampicilina EV.
Criterios de bajo riesgo de IBG en lactantes de 30 a 90 días: buen estado general, sin signos
de infección; sin antecedentes de importancia, nacido a término, sin complicaciones
perinatales, no hospitalizado más tiempo que la madre, sin tratamiento antibiótico previo ni
actual, sin internaciones previas, sin enfermedad de base; estudios complementarios
normales, recuento de leucocitos entre 5.000 y 15.000/mm3, recuento absoluto de cayados
<1.500/mm3, recuento de neutrófilos <10.000/mm3, relación cayados/polimorfonucleares
totales <0,2, <10 leucocitos por campo de gran aumento en sedimento de orina, sin piuria;
proteína C reactiva <20 mg/L o procalcitonica <0,05 ng/ml. En caso de cumplirlos, podrán
ser controlados en forma ambulatoria sin medicarse con antibióticos, si sus padres tienen
buen nivel de alarma, comprenden las indicaciones y tienen accesibilidad al centro de salud.
Igualmente se les solicitarán 2 hemocultivos y urocultivo. Se realizará seguimiento clínico
estricto y control de cultivos a las 24 horas.
No es necesario iniciar TEI en pacientes de bajo riesgo que se hospitalicen por causa social.
Los lactantes que no cumplan los criterios descriptos, tienen alto riesgo de IBG, por lo que
deben internarse y recibir TEI (ceftriaxona o cefotaxime + ampicilina) en forma precoz,
realizándoles previamente punción lumbar.
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Fiebre en pediatría.
En caso de FSF que persiste por más de 24-48 horas, es recomendable realizar análisis
urinario y urocultivo. Si el sedimento urinario es normal, la solicitud de hemograma y dosaje
de proteína C reactiva debe ser considerada, especialmente en aquellos menores de 6
meses, con fiebre alta (≥ 39°C) y/o vacunación incompleta para Haemophilus influenzae
(Hib) y/o Streptococcus pneumoniae (Spn). Si algún parámetro de laboratorio define alto
riesgo de IBG, se tomarán 2 hemocultivos. Se solicitará Rx de tórax si el recuento de
leucocitos es ≥ 20.000/mm3.
No existe unidad conceptual entre los pediatras acerca de la fiebre y la conducta a seguir
ante el niño febril, y lo mismo sucede con los conocimientos y las prácticas de la población
general.
Los pediatras indican diversos antitérmicos en forma regular a partir de valores establecidos
de temperatura y fomentan su alternancia a pesar de no haber evidencia fundamentada
sobre esta práctica.
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Fiebre en pediatría.
Sólo resultan aconsejables medidas simples como mantener un ambiente templado (21-
22°c) y ventilado. Retirar el exceso de ropa de vestir y cama. Los baños tibios podrían
utilizarse en situaciones con temperaturas altas 41°c, siempre asociados a un antitérmico y
respetando el confort del niño.
Los efectos gastrointestinales graves por el uso de antipiréticos son poco frecuentes y
además dosis dependientes. El riesgo de hemorragia digestiva alta no difiere entre
paracetamol e ibuprofeno.
La sobredosis involuntaria sintomática se pude observar con la ingesta de más de 400 mg/kg
de ibuprofeno, y en general el riesgo de complicaciones es bajo.
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Fiebre en pediatría.
No existe evidencia suficiente para establecer una asociación entre la sobreinfección grave
de tejidos blandos y el uso de ibuprofeno en varicela.
El uso a corto plazo (hasta 3 días) de ibuprofeno para aliviar la fiebre o el dolor es seguro en
bebés mayores de 3 meses con un peso corporal superior a 5-6 kg cuando se cuida la
hidratación del bebé a dosis habituales de 5 a 10 mg/kg.
Podremos decir que ibuprofeno desciende más rápido la temperatura logrando mayor
confort que el paracetamol en las primeras cuatro a seis horas de administración, pero no
difieren entre el 1er y 3er día de tratamiento.
La alternancia de paracetamol con ibuprofeno sólo debe ser considerada cuando persiste el
distrés o recurre la fiebre antes de la próxima dosis.