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Clase IMPA 1/9 – Braudel y el proyecto de la Historia-Ciencia Social

La clase pasada terminamos con el ascenso de la primera generación de Annales al centro


de la escena historiográfica francesa, en un proceso lento y paulatino que, sin embargo, no
llega a consolidarse completamente. Efectivamente, es en la generación siguiente,
protagonizada por Braudel y Labrousse, cuando el proyecto de los annalistes va a
convertirse en el modo hegemónico de hacer historia en Francia y va a influir fuertemente
en el mundo historiográfico en su totalidad. Estamos ahora en el contexto de la segunda
posguerra, Francia se ha liberado de la ocupación nazi y del gobierno títere de Vichy. Bloch
murió en 1944 en la Resistencia. Febvre va a vivir hasta 1956 y va a ejercer su influencia
desde sus escritos y desde la conquista de posiciones académicas de poder. La historia
económica y social hace su entrada de forma repentina en una academia francesa que a la
salida de la Segunda Guerra se encontraba todavía dominada por la historia más tradicional.
Labrousse y Braudel van a suceder a los dos grandes historiadores franceses en sus
respectivas cátedras de la Sorbona y el College de France.

En Francia, la antigua disputa entre Sociología e Historia va a resolverse para el lado de la


segunda: en efecto, la Historia se convierte en la mayor beneficiada en términos de política
científica. Braudel y los historiadores en general pasan a ocupar lugares centrales en la
academia y el financiamiento. Además la historia de Annales va a experimientar un giro: en
primer lugar, en 1946 se produce un cambio en el título de la revista que llama a pasarse
Annales: economies, societes, civilisations, que, a pesar del orden de los ejes temáticos, el
foco de la historia practicada por Braudel y Labrousse va a estar fuertemente centrada en la
historia económica.

Avancemos un poco en la definición que da Braudel de Historia. En principio, Braudel


retoma la definición de Bloch pero, vamos a ver, las diversas partes que conforman esta
definición no significan exactamente lo mismo. Recordemos: “ciencia de los hombres en el
tiempo”. Recordemos que Bloch interpretaba por “ciencia de los hombres” la idea de
historia social. A partir de la segunda posguerra esto será llevado a su límite: toda historia
es historia social. Definirla, además, como historia social no implica simplemente hablar de
“quiénes” protagonizan la historia (si los individuos o los colectivos humanos) sino llevar
adelante el proyecto de la historia ciencia social. Este proyecto, como mencionábamos
antes, es un proyecto fuertemente político, de política académica.

En segundo lugar, recordemos que Bloch y la primera generación fundaban la unidad de la


disciplina en el método de la historia, es decir, que la historia podía ser considerada una
ciencia porque poseía un método. Si bien la historia-ciencia llevada adelante por Bloch y
Febvre era ya fuertemente interdiscplinaria, en particular a partir de sus vínculos con la
sociología durkhemiana, en esta segunda generación la unidad metodológica de la historia
estalla. Así aparecen la historia demográfica, la historia económica, la historia política y la
historia social cada una con su método “propio” y estableciendo las relaciones pertinentes
con cada ciencia.

Si no está en el método, la unidad de la disciplina debe fundarse en el objeto. Esto nos lleva
a la tercera parte de la definición: el tiempo. Esto es, tal vez, lo más interesante de la
historia estructural propuesta por Braudel y la segunda generación de Annales. Braudel va a
emparejar a la Historia fuertemente con la Geografía, pudiéndose hablar incluso de
geohistoria. Él concibe al tiempo dividido en tres duraciones: corta, media y larga, esta
última llamada generalmente por su nombre en francés, longue duree. Pero esta división
implica también una jerarquización. Mientras la corta duración se identifica con la historia
política tradicional y una historia evenementielle, las duraciones media y larga son las más
relevantes para Braudel. Efectivamente, la media duración está identificada con los
procesos sociales y, sobre todo, económicos, en tanto que la longue duree es el tiempo de
las mentalidades y de la relación entre sociedad y medio ambiente. Esta última duración es
una duración si no inmóvil sí muy lenta, es el tiempo de las civilizaciones.
Un par de comentarios sobre esto. En cierto sentido, el humanismo que caracterizaba a la
primera generación va a ser abandonado por esta segunda a favor de la cuantificación
siendo la economía en un sentido “matemático” y la demografía los principales
protagonistas. Esta larga duración se va a complementar con una historia macro, de
unidades territoriales que exceden lo nacional y lo regional, El Mediterráneo… es
directamente una historia de Europa. Veremos que la caracterización braudeliana de los
tiempos históricos será fuertemente criticada por su tendencia a “apilar” tiempos en lugar
de ponerlos en relación. Revel afirma que entre esta generación y la anterior existe una
lógica de paradigmas que se suceden pero no se eliminan. Si bien está será la tendencia
dominante en la historiografía, quedan algunos resabios de historia social “a la Bloch” o “a
la Febvre” (Vernant, Vidal-Naquet). Se le ha cuestionado también la inmovilidad. Sin
dudas no es una historia “inmóvil” pero si está fuertemente anclada en la duración larga y
media, en la construcción de medidas de tiempo que exceden en general los siglos y son
reemplazados por “ciclos” o “tendencias” que abarcan largos períodos de tiempo. Ejemplo
de esto es la primera y mayor obra de Braudel, que ya venimos comentando, El
Mediterráneo. La obra está organizada en tres partes. La primera está dedicada al tiempo
geográfico, a la descripción del medio y las condiciones casi permanentes. La segunda se
encarga del tiempo de lo social, en particular de los ciclos económicos. La última pertenece
a las acciones concretas y concientes de los hombres, en particular a la historia política
tradicional, de batallas y grandes hombres. La preeminencia está puesta como dijimos, en la
construcción de una historia lenta y profunda de los grandes movimientos de las
civilizaciones, puesto el foco además sobre la historia medieval y moderna.

Un rasgo que va a caracterizar a este tipo de historia es la medida. Aunque parezca


paradójico centrarse en sociedades preindustriales, que dejaron una menor cantidad de
documentos contables o de tipos similares. Pero buena parte del esfuerzo de la
historiografía de la posguerra se va en la elaboración de nuevas técnicas de investigación y
análisis apoyadas en la aparición de los primeros sistemas de computación que ayudaban a
la organización y el procesamiento de los datos. Así, la historia de la moneda o de los
precios (Braudel analiza, por ejemplo, en la segunda parte de El Mediterráneo, la llamada
“revolución de los precios” del siglo XVI o, pienso también en las obras de Pierre Vilar
sobre la historia de la moneda” Oro y moneda en la historia: (1450-1920)”). En segundo
lugar, la historia demográfica con la exploración de archivos notariales y parroquiales dará
lugar también a la historia de la propiedad y las empresas. El método estadístico se pone
así al frente de la metodología histórica. Contar, medir y comparar, esa es la tarea. Se trata
de una tarea a la vez individual y colectiva: a excepción de la obra monumental de Braudel
y una obra de Pierre Chaunu que se dedica a medir el comercio atlántico (que tiene doce
volúmenes y siete mil páginas), los trabajos de análisis se llevan adelante en centros de
investigación amparados bajo el ala de Braudel y que proliferan en el campo académico
francés.

Esta historia cuantitativa estará fuertemente anclada en unas prácticas regulares, más o
menos repetibles, de las que carecían Bloch y Febvre cuando planteaban su historia social y
de mentalidades. Braudel y los miembros de la segunda generación dejarán descansar
fuertemente el que hacer historiográfico en este tipo de prácticas y se mantendrán, en
general, alejados de la teoría. A excepción de Vilar, que es marxista, lo cual es una rareza
en el campo historiográfico francés de este período, el acento estará fuertemente puesto en
el empirismo, en la eficacia metódica de la historia serial que se impone como la forma
hegemónica de hacer historia.

Hacia el final de este período, con el ascenso de la tercera generación, pero todavía bajo la
hegemonía de Braudel se va dar un fenómeno de “corrimiento del sótano al desván”. El
gran tema con las mentalidades es que se las concibe, como mencionamos anteriormente,
como una dimensión más de la realidad, así, intentan aplicarse la misma metodología que a
los social, lo cultural e incluso lo económico. Se intentan descifrar las actitudes frente al
amor y la muerte, por ejemplo, a partir de siempre predisposición “civilizatoria” a
considerarlas de alguna forma en particular. Lo que posibilita en parte la aparición de este
tipo de historia de mentalidades, que se aleja de la practicada por Bloch y Febvre, es la
ampliación del acervo documental a casi cualquier elemento que pueda ser considerado
como huella del pasado. La pregunta es entonces por aquello que tienen en común
Napoleón y el último de sus soldados, el rey de Francia y el más común de los campesinos.
Sin embargo, en contraposición a la historia serial, la historia de las mentalidades va a ser
cuestionada por su imprecisión conceptual: como rasgo descriptivo y explicativo.

Así como la Historia con Braudel se vuelve dominante en el campo de las ciencias sociales
francesas, va a comenzar a ser fuertemente impugnada desde una corriente que va a
instalarse con fuerza a partir de los ’60, el estructuralismo. Efectivamente, durante los años
dorados de la empresa historiográfica bradudeliana, la Historia pretendió funcionar como
un metalenguaje de todas las ciencias sociales. Como reacción a la primacía braudeliana, y
con fuerza a medida que las ciencias sociales le disputan el terreno a la historia en la
universidad: en particular la antropología estructural de Levi-Strauss y la lingüística de
corte saussureano. A grandes rasgos, se cuestiona fuertemente la preeminencia de la
diacronía por sobre la sincronía y lo que se plantea es el estudio estructural de los
fenómenos en lugar de su desarrollo en el tiempo.

Saussure en el “Curso de lingüística estructural” va a plantear una diferencia entre lengua


(estudio del lenguaje sin las condiciones fácticas de su empleo) y habla (uso efectivo del
lenguaje). No puede estudiarse rigurosamente el lenguaje desde su uso efectivo, es decir
desde el habla. Hay que estudiar la lengua en su expresión básica y mínima. Elabora así la
teoría del signo, en la que lo divide entre significante y significado, estableciendo entre
ellos una relación de arbitrariedad: lo que define el valor de un signo es su relación con el
resto de los signos que componen la lengua. Está relación es necesaria puesto que la lengua
conforma un sistema o estructura. Puede estudiarse el lenguaje entonces prescindiendo de
la diacronía, es decir, como una estructura en sí misma y puede aplicarse indistintamente a
cualquier idioma.

A conclusiones similares va a arribar Claude Levi-Strauss en su análisis de las relaciones de


parentesco. El parentesco es una estructura relacional y necesaria al igual que el lenguaje.
Funda así la antropología estructural. El sistema de parentesco exige tres instancias:
filiación, matrimonio y consanguineidad. Es irrelevante la dimensión diacrónica para el
estudio de las relaciones de parentesco de una sociedad a otra.

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