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Introducción a la Historia

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Universidad Nacional de La Plata

2 de mayo de 2021

EL MOMENTO BRAUDELIANO. ESTRUCTURA Y LARGA DURACIÓN EN LA SEGUNDA


GENERACIÓN DE ANNALES

Luego de la Segunda Guerra Mundial, la historia y el resto de las ciencias sociales


atravesaron un período de fuertes transformaciones. En el caso específico de la historia, el
paradigma económico-social que había caracterizado a la primera generación de Annales
se transformó en un programa de investigación centrado en la perspectiva de la larga
duración y la articulación con las otras ciencias dedicadas al análisis de lo social. Esta etapa
estuvo dominada por el trabajo de Fernand Braudel (1902-1985), quien se había formado
bajo las enseñanzas de los fundadores de Annales, cuya obra modificó sustancialmente los
modos de comprender las nociones de tiempo y espacio en la disciplina, y que fue un
puente intelectual hacia los diferentes caminos tomados por la historia a partir de la década
de 1970.
En esta clase nos concentramos en los principales problemas del llamado “momento
braudeliano” de la historiografía contemporánea. En primer lugar, analizamos el trabajo de
Braudel en pos de la complejización del tiempo histórico y su propuesta de una historia de
larga duración. Al respecto, profundizaremos en la relación establecida por Braudel con la
historia tradicional y con la primera generación de Annales, y atenderemos los cambios en
la percepción de la historia que acarrea la perspectiva de la larga duración. En segundo
lugar, abordamos las particularidades del concepto de estructura, el cual domina la
problemática de la larga duración. Dado que se trata de un concepto que excede a la
disciplina histórica y que entraña una serie de discusiones con la labor historiográfica,
reponemos el uso braudeliano y el contexto intelectual en el que éste se produce.
Finalmente, realizamos un repaso de El Mediterráneo a los fines de ilustrar algunos de los
problemas teóricos y metodológicos analizados.

1. La larga duración: discusión sobre el tiempo histórico y cambios en la percepción


de la historia
La introducción del problema del tiempo histórico en la obra de Braudel se produce
en el marco de un diagnóstico de la situación de las ciencias sociales en la década de 1950.
Como demuestra el comienzo del texto “La larga duración”, Braudel da cuenta de un
contexto de crisis originado por el desarrollo de cada una de las ciencias dedicadas al
análisis de lo social. El avance de estas ciencias había llevado a una disputa entre ellas por
la definición de su objeto y los límites de su trabajo analítico. La solución propuesta por
Braudel, al igual que otros/as referentes/as de las ciencias sociales de la época, consistía
en el derribamiento de los fronteras que separaban a dichas ciencias y la constitución de
una especie de ciencia total dedicada al análisis de lo social. Nos enfrentamos aquí a una
diferencia con respecto a la relación entre historia y demás ciencias sociales en la primera
generación de Annales. Si en la obra de Bloch y Febvre puede percibirse un esfuerzo por
abrir la historia a los métodos y las intuiciones del resto de las ciencias sociales, en el caso
de la segunda generación de Annales constatamos más bien un intento de fusionar todas
disciplinas en una ciencia única. La obra de Braudel testimonia este esfuerzo por abrir las
fronteras entre disciplinas y derribar los muros que separaban unas de otras. Como relata
François Dosse, Braudel se destacó en el contexto de la segunda posguerra por “ser
partidario de un librecambismo de ideas y de personas entre las diversas ciencias
humanas”.1
A juzgar de Braudel, la historia debía cumplir un rol fundamental en la resolución de
las disputas entre las ciencias sociales y la consecuente formación de una ciencia total
dedicada al análisis de lo social. Siguiendo con el relato de Dosse, “la historia braudeliana
se pretende ante todo síntesis, al igual que la antropología, pero con la superioridad de un
pensamiento espacio-tiempo”.2 Es decir, lo que la historia tenía para ofrecer en este
contexto de crisis era una noción compleja del tiempo histórico. Sin embargo, dicho aporte
no se presentaba como evidente. A decir de Braudel, el resto de las ciencias sociales no
eran conscientes de que la historia estaba en condiciones de realizar dicho aporte. Esto
ocurría fundamentalmente porque el resto de las ciencias dedicadas al análisis de lo social
estaban mal informadas acerca de las transformaciones que había sufrido la disciplina
histórica en las últimas décadas. Para estas ciencias, la historia seguía siendo un relato
acontecimental de hechos políticos y militares protagonizados por hombres de las élites. Es
decir, no sabían que a partir de la década de 1930 la historia había sido transformada en un
relato de los procesos económicos y sociales desarrollados en el largo plazo. Una vez
reconocidas estas transformaciones, la historia podía demostrarle al resto de las ciencias
sociales que podía hacer un aporte significativo a la resolución de la crisis. Podemos

1
Dosse, François. La historia en migajas. De Annales a la “nueva historia”. Valencia, Edicions Alfons
el Magnanim, 1989, p. 108.
2
Ibid., p. 109.
desagregar este aporte general en dos aportes específicos. Por un lado, Braudel
consideraba que la historia podía ofrecer una noción compleja del tiempo histórico. Esto es,
que el tiempo histórico no es simple sino múltiple. Que por debajo de un flujo temporal que
parece unidimensional es posible captar una multiplicidad de duraciones, que van desde un
tiempo precipitado hasta uno en el límite de lo móvil. El otro aporte, que parece
superponerse al primero, constituye una profundización de la hipótesis de la multiplicidad
del tiempo histórico. Según Braudel, la historia no sólo demostraba que existía una
diversidad de temporalidades sino que evidenciaba que había una de esas duraciones que
se revelaba como sumamente iluminadora. Esto es, no sólo había otras temporalidades
además del tiempo corto sino que las duraciones que permitían volver inteligibles los
fenómenos sociales eran aquella que más se alejaban del acontecimiento. En suma, las
transformaciones desarrolladas en la disciplina histórica dejaban en evidencia el valor
excepcional del tiempo largo. El valor que Braudel le otorgaba a la pluralización del tiempo
histórico y a la potencia de la perspectiva de larga duración tendían a ubicar a la historia en
un lugar privilegiado en el proceso constitutivo de una ciencia total de lo humano. En
términos de Dosse, “la historia ambiciona reconstruir la globalidad de los fenómenos
humanos [...] es la única que puede darles su lugar, sopesar su eficiencia en todos los
saberes parciales”.3
El lugar ocupado por Braudel como continuador del trabajo desarrollado por los
fundadores de Annales le otorga un rasgo particular a su intervención en la problemática del
tiempo histórico. Dicha intervención puede ser desagregada en dos discusiones más
específicas. Por un lado, la propuesta braudeliana forma parte junto a Bloch y Febvre de un
esfuerzo común por superar la historia tradicional e inaugurar una forma renovada del
trabajo histórico. En este sentido, Braudel comparte con la primera generación de Annales
la crítica a la temporalidad acontecimental por considerarla acotada e insuficiente. Por otra
parte, aún formando parte de esta empresa común, la complejización de la noción de
tiempo histórico desarrollada por Braudel tiende a diferenciarlo también del trabajo de los
fundadores de Annales. Es por esta razón que si bien Braudel reconoce el significado de
haber avanzado hacia una temporalidad coyuntural, también considera a ésta en cierto
sentido limitada. Esta doble intervención en el problema de la temporalidad se evidencia en
la historización que el propio Braudel realiza de las modificaciones de la noción de tiempo
histórico en la primera mitad del siglo XX. Según el historiador francés, la superación de la
temporalidad acontecimental debería haber conducido, por su propio movimiento, hacia una
temporalidad más amplia que la coyuntural. Sin embargo, eso no había ocurrido y el
movimiento crítico de la temporalidad acontecimental se había estancado en la

3
Id.,
temporalidad coyuntural. Si bien crítico de esa paralización, Braudel reconocía que lo más
importante era derrotar finalmente al tiempo corto del acontecimiento. Por ello afirmaba que
la superación de la temporalidad coyuntural: “no siempre se ha llevado a cabo y asistimos
hoy a una vuelta del tiempo corto, quizás porque parece más urgente coser juntas la historia
‘cíclica’ y la historia corta tradicional que seguir avanzando hacia lo desconocido [...] dicho
en términos militares, se trata de consolidar posiciones adquiridas”.4
Uno de los aspectos más destacados de la pluralización del tiempo histórico y la
jerarquización de la larga duración lo constituye la transformación que estas operaciones
implicaban en la percepción del/la historiador/a. A diferencia de los modos en los que se
percibía la historia a través de una temporalidad corta y -en menor medida- a través de la
costura entre historia acontecimental e historia coyuntural, adoptar la larga duración
“equivale a prestarse a un cambio de estilo, de actitud, a una inversión de pensamiento, a
una nueva concepción de lo social”.5 Frente a una forma de pensar la historia en términos
de transformación, la larga duración requería familiarizarse con un tiempo casi frenando, en
el límite de lo móvil. Las modificaciones en la percepción que entrañaba la larga duración
era atendido por Braudel en otro texto de la década de 1950 llamado “A favor de una
economía histórica”.6 Allí el historiador francés llamaba a invertir el modo en el cual se
comprendían los acontecimientos. Si la historia tradicional no veía sino estas irrupciones en
el flujo temporal, la pluralización del tiempo y la jerarquización del tiempo largo obligaba a
ver en ellos emergentes de múltiples posibilidades contradictorias. Es decir, ser conscientes
de que por una posibilidad que se ha realizado, existen miles que se han perdido. Los
movimientos derrotados representan precisamente las fuerzas múltiples que frenan los
grandes impulsos y hacen frustrar su desarrollo. Ir contra la corriente implicaba reaccionar
contra la facilidad del oficio, o sea pensar en términos de progreso, para observar la
proliferación de experiencias contrarias cuya derrota también insumió mucho esfuerzo. Es
este sentido Braudel llamaba a recuperar para el análisis histórico el término inercia sin un
valor peyorativo. Es decir, atendiendo todo lo que en una época determinada afecta el
desarrollo de la vida humana. Como veremos más adelante, esta afección tiene la forma de
estructuras que resultan sostenes y obstáculos de tipo geográficos, técnicos, culturales y
sociales.

2. El concepto de estructura: usos y contextos de una noción problemática


Resulta iluminadora la afirmación de Juan Carlos Korol de que en la obra de Braudel
operan tres pares conceptuales: acontecimiento-corto plazo, coyuntura-mediano plazo y
4
Braudel, “La larga duración”. En: La historia y las ciencias sociales. Madrid, Alianza, 1984, p. 69.
5
Braudel, “La larga duración”. op. cit., p. 74.
6
Braudel, Fernand. “A favor de una economía histórica”. En: La historia y las ciencias sociales. op.
cit., pp. 47-59.
estructura-larga duración.7 Es decir, que así como el acontecimiento es el concepto que
corresponde a una perspectiva de corta duración y la coyuntura es el que corresponde a
una perspectiva de mediano plazo, la estructura es el concepto que habilita una
comprensión de la historia en términos de larga duración. Más allá del tiempo corto y más
allá del tiempo medio, se encuentra una tendencia secular. Es decir, un movimiento que no
puede ser comprendido sino a través de una unidad temporal más amplia que el
acontecimiento y la coyuntura.
La incorporación del concepto de estructura en la historia enfrentó a Braudel a una
serie de esfuerzos aclaratorios derivados de otros usos del concepto tanto en la propia
disciplina histórica como en el resto de las ciencias sociales. El primero de ellos refiere a
cierto uso genérico del concepto en el campo de las llamadas “ciencias del hombre”.
Braudel observaba que se llamaba “estructura” a “una organización, una coherencia, unas
relaciones suficientemente fijas entre realidades y masas sociales”.8 Si bien la historia
compartía algunos aspectos de dicha concepción, especialmente en lo relativo a la
organización y la coherencia entre los elementos -la estructura como ensamblaje y como
arquitectura-, direccionaba estas características en un sentido temporal. Por ello, la
definición del concepto de estructura en la historia se dirigía hacia una “realidad que el
tiempo tarda enormemente en desgastar y transportar”.9 Es decir, la estructura para Braudel
es una organización entre elementos que se mantiene a lo largo del tiempo. Esta
coherencia entre elementos tiene una duración tan larga que no puede ser captada ni por
una perspectiva de corto plazo ni por una de mediano plazo.
Sobre este supuesto, que hay organizaciones de elementos que el tiempo tarda
mucho en desgastar, Braudel podía diferenciar estructuras con una larga vida y estructuras
con una muy larga vida. Es decir, que el tiempo podía tardar más o menos tiempo en
desgastarla. Lo que estaba fuera de discusión era que ese era el nivel temporal más
significativo en la vida de las sociedades. A los fines de evidenciar el modo en el cual dicha
significación operaba en términos concretos, Braudel utilizaba las figuras del sostén y el
obstáculo. Por un lado, las estructuras sos sostenes de la vida humana porque constituyen
esos niveles fundamentales de la vida social a partir de los cuales se desarrolla la
experiencia de las personas. Por el otro, las estructuras resultan obstáculos a la vida de los
colectivos sociales porque las personas desarrollan su experiencia vital a través de unos
marcos sobre los que no tienen ni conocimiento ni dominio. Las estructuras, con su doble rol
de sostén y obstáculo de la experiencia, pueden encontrarse en cualquier dimensión de la
vida social. Pueden ser marcos geográficos, realidades biológicas, formas de producción o
7
Korol, Juan Carlos. “‘Duraciones’ y ‘paradigmas’ en la Escuela de los Annales”. Punto de Vista. N°
23, 1985, pp. 18-25.
8
Braudel, “La larga duración”, op. cit., p. 70.
9
Id.
encuadramientos mentales. El ejemplo detallado que otorga Braudel para referir a una
organización de elementos que se mantiene con el tiempo es el capitalismo comercial
europeo. Entre los siglos XIV y XVIII, es posible recortar una serie de elementos que se
combinaron dando lugar a una organización que se prolongó en el tiempo: poblaciones
demográficamente débiles, importancia de la navegación, primacía de los mercaderes y
comerciantes, importancia de los metales preciosos, recurrencia de crisis agrícolas. Este
ejemplo está absolutamente permeado por la idea de una tendencia secular que permanece
al mismo tiempo que se producen cambios en otros niveles de la temporalidad: “estos
cuatro o cinco siglos de vida económica, a pesar de todas las evidentes transformaciones,
poseyeron una cierta coherencia hasta la conmoción del siglo XVIII [...] estuvieron
caracterizados por una serie de rasgos comunes que permanecieron inmutables mientras
que a su alrededor, en otras continuidades, miles de rupturas y de conmociones renovaban
la faz del mundo”.10
Otro esfuerzo de diferenciación del uso del concepto de estructura está relacionado
con el trabajo de Claude Lévi-Strauss. Como puede verse en “La larga duración”, el vínculo
con la obra del antropólogo francés es ambivalente. Si bien por un lado, se valoran sus
hazañas en el campo de las ciencias sociales, por el otro se le objeta una concepción
problemática del concepto de estructura. Este diálogo con Lévi-Strauss resulta previsible
dado que su obra había sido uno de los principales vehículos del ingreso del concepto de
estructura a las ciencias sociales. En la década de 1940, con su trabajo Estructuras
elementales del parentesco, había planteado que en el nivel fundamental de organización
social -las relaciones de parentesco- operaba un sistema de reglas lógicas susceptible de
un tratamiento formal.11 En Antropología estructural, trabajo contemporáneo al de Braudel,
Lévi-Strauss afirmaba que los sistemas de parentesco y los sistemas fonológicos se
originan en el plano inconsciente dando lugar a un juego de leyes generales pero ocultas.12
Finalmente, en El pensamiento salvaje, de comienzos de la década de 1960, atacó la
primacía de la variable temporal en el análisis social postulando que, más allá de las
diversidades empíricas de las sociedades, el objetivo de las ciencias sociales era alcanzar
los elementos invariables.13 La ambivalencia de Braudel en relación a estos postulados
radicaba en que si bien incorporaba el concepto de estructura y reconocía el
direccionamiento de Lévi-Strauss hacia los elementos permanentes en la sociedad, no
podía procesar de manera positiva la prescindencia absoluta de la dimensión temporal.
Como vimos anteriormente, la definición de estructura de Braudel daba cuenta
precisamente del desgaste -lento, pero desgaste al fin- de una organización de elementos.
10
Ibid., pp. 73-74.
11
Lévi-Strauss, Claude. Las estructuras elementales del parentesco. Barcelona, Paidós, 1969.
12
Lévi-Strauss, Claude. Antropología estructural. México D.F., Siglo XXI, 1977.
13
Lévi-Strauss, Claude. El pensamiento salvaje. México D.F., Siglo XXI, 1964.
Siguiendo a François Dosse, podemos decir que hay dos operaciones de Braudel sobre la
obra de Lévi-Strauss. Por un lado, hay convergencia: “Braudel, como Lévi-Strauss, invierte
la concepción lineal del tiempo que progresa hacia un perfeccionamiento continuo, lo
sustituye por un tiempo estacionario o pasado, donde presente y futuro no difieren ya y se
reproducen sin discontinuidad”.14 Pero por el otro, hay una transformación conceptual:
“Braudel innova pidiendo prestado a Lévi-Strauss”.15 Es decir, Braudel participa de la misma
problemática teórica que Lévi-Strauss, aquella que tiende a priorizar las permanencias
sobre los cambios. Pero al mismo tiempo, se apropia del concepto de estructura, que a
partir de la obra lévi-straussiana adquiere un fuerte sesgo anti-histórico, y le confiere una
dimensión temporal, volviéndolo productivo para el trabajo de indagación histórica.
La particularidad de este espacio, que podría ser caracterizado como un
estructuralismo histórico, se evidencia en el tratamiento otorgado por Braudel a una serie de
perspectivas analíticas que tendían a priorizar la invariancia por sobre el cambio. Por un
lado, la historia inconsciente, interesada en demostrar el modo en el cual la historia se hace
independientemente de la voluntad y la consciencia de las personas. Por el otro, los
modelos, sistemas explicativos trans-históricos utilizados para comprender a las sociedades
históricamente existentes independientemente de sus rasgos singulares. Finalmente, las
matemáticas sociales, esquemas explicativos que buscan identificar elementos
permanentes y sus combinaciones en la experiencia humana. Al igual que ocurre con el
vínculo con la antropología estructural lévi-straussiana, la aproximación de Braudel a estas
perspectivas es ambivalente. Por un lado, al reconocerles que hayan avanzado en una
temporalidad más larga que el corto y mediano plazo. Es decir, al haberse desplazado hacia
una nivel temporal más lento, estas perspectivas habilitaron análisis sociales que hubiesen
estado bloqueados mediante temporalidades más cortas. Pero por otro lado, Braudel
advertía el peligro de una prescindencia absoluta de la variable temporal. Es decir que de
borrarse absolutamente la dimensión histórica de los elementos permanentes, se corría el
riesgo de reabsorber lo social en lo natural -lo cual era promovido sin tapujos por
Lévi-Strauss.
Finalmente, Braudel trataba de diferenciarse de la perspectiva marxista. Como ha
sido analizado anteriormente, la relación entre la escuela de Annales y el marxismo no es
simple y ha sido objeto de múltiples indagaciones.16 En el caso específico de Braudel, esta

14
Dosse, François. La historia en migajas. op. cit., p. 116
15
Ibid., p. 111.
16
Ver Aguirre Rojas, Carlos Antonio. “De Annales, marxismo y otras historias. Una perspectiva
comparativa de larga duración”. Secuencia. Revista de Historia y Ciencias Sociales. N° 19, 1991, pp.
87-108; Aguirre Rojas, Carlos Antonio. “Convergencias y divergencias entre los Annales de 1929 a
1968 y el marxismo. Ensayo de balance global”. Historia Social. N° 16, 1993, pp. 115-141; Bozza,
Alberto. “Los Annales y la historiografía marxista. Una convivencia inmune a la Guerra Fría”. Actas de
las 1ras Jornadas de Historiografía. Río Cuarto, 2015, pp. 159-173.
dificultad adquiere rasgos particulares. Por un lado, es evidente que la perspectiva
estructural braudeliana tiende a converger con las formas interpretativas del marxismo. Aún
más, la obra de Braudel constituyó una fuente privilegiada en el desarrollo de las teorías del
sistema-mundo desplegadas desde el marxismo, tal como lo evidencia la obra de Immanuel
Wallerstein. Sin embargo, por otro lado, está claro que Braudel desarrolla sus análisis
históricos desde un punto de vista diferenciado de la determinación económica. Asimismo,
Braudel es sumamente crítico de los modos en los que el marxismo procesa la relación
entre modelos y realidades sociales.17 Es célebre, al respecto, su afirmación de que “el
marxismo es un mundo de modelos”.18 Al igual que se había levantado Jean-Paul Sartre
contra un marxismo que anulaba lo particular de la historia en nombre de un esquema
explicativo trans-histórico, Braudel advertía en el marxismo un desbalance entre modelo e
historicidad. Resulta ilustrativo del vínculo complejo entre Braudel y el marxismo el hecho de
que el historiador francés se alzara “no contra el modelo, sino contra el uso que de él se
hace, que se han creído autorizados a hacer”.19 Es decir, que tal como lo demuestra la
metáfora del barco y la navegación, Braudel no objetaba la utilización de modelos en la
historia -esto es, sistemas explicativos trans-históricos, concepciones generales sobre el
funcionamiento de la sociedad. Lo que sí señalaba era el perjuicio que implicaba para la
comprensión de la historia la utilización de modelos fijos, inmutables, a los cuales se les ha
concedido el valor de ley.

3. Una fuente privilegiada: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de


Felipe II
El estudio que Fernand Braudel desarrolló durante años sobre el mundo
mediterráneo se nos presenta como un insumo relevante a los fines de constatar el doble
aporte braudeliano de la pluralización del tiempo histórico y la jerarquización del tiempo
largo. A su vez, las críticas realizadas al libro desde otras corrientes historiográficas
permiten un balance de los aportes pero también de las limitaciones del momento
braudeliano de la historiografía contemporánea.20
En primer lugar, el libro está dividido en tres partes, cada una de ellas
correspondiente a una de las temporalidades. Así, la primera parte está dedicada a una
historia casi inmóvil, la de las relaciones de las personas con el ambiente, una historia que
17
Aguirre Rojas, Carlos Antonio. “Hacer la Historia, saber la Historia entre Marx y Braudel”.
Cuadernos Políticos. Nº 48, 1986, pp. 45-72 y Wallerstein, Immanuel, “Fernand Braudel, historiador,
homme de la conjoncture”. En Nora Pagano y Pablo Buchbinder (comps.). La historiografía francesa
contemporánea. Buenos Aires, Biblos, 1993, pp. 131-151.
18
Braudel, “La larga duración”, op. cit., p. 103.
19
Id.
20
Para un panorama de estas críticas, ver Burke, Peter. La revolución historiográfica francesa. La
escuela de los Annales, 1929-1984. Barcelona, Gedisa, 1993, pp. 43-47 y Dosse, François. La
historia en migajas. op. cit., pp. 93-155.
fluye lentamente. En la segunda parte se analiza un tiempo medio, que Braudel denomina
social, marcado por el ritmo de los colectivos sociales, las economías y los Estados.
Finalmente, la tercera parte está dedicada a la historia de los acontecimientos, una historia
de tiempo corto, hecha a medida de las individualidades.
Por otra parte, la investigación sobre el mundo mediterráneo da cuenta del esfuerzo
braudeliano por fusionar la totalidad de las ciencias sociales. Como dice en uno de los
prefacios del libro, para hacer la historia del Mediterráneo no alcanza solo con la historia: “el
historiador tendrá que ser, desde luego, historiador, pero también y a un tiempo economista,
sociólogo, antropólogo y hasta geógrafo”.21
Asimismo, el libro de Braudel muestra la insuficiencia del relato acontecimental para
dar cuenta de un fenómeno histórico que escapa a las acciones políticas y militares de los
grandes hombres. Como afirma el historiador francés: “Es un personaje complejo,
embarazoso, difícil de encuadrar. Escapa a nuestras medidas habituales. Inútil querer
escribir su historia lisa y llana, a la manera usual: ‘nació el día tantos de tantos…’; inútil
tratar de exponer la vida de este personaje buenamente, tal y como las cosas sucedieron”.22
Finalmente, este trabajo nos muestra de manera privilegiada los problemas a los
cuales se enfrenta un/a historiador/a al momento de captar un fenómeno social a través de
la variable temporal: “el problema básico continúa siendo el mismo, es el problema con el
que se enfrenta toda empresa histórica: ¿es posible aprehender, de una forma u otra, al
mismo tiempo, una historia que se transforma rápidamente -cambios tan continuos como
dramáticos- y otra, subyacente, esencialmente silenciosa, indudablemente discreta, casi
ignorada por quienes la presencian y la viven y que soporta casi inmutable la erosión del
tiempo?”.23

21
Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 9.
22
Ibid., p. 12.
23
Ibid., p. 23.

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