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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO-FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS-LICENCIATURA EN

ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA


FIGUEROA. CICLO LECTIVO 2021

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Historiografía de los siglos XX y XXI


Introducción
La heterogeneidad de la escritura y del pensamiento históricos que se observan
desde principios del siglo XX hasta hoy se refleja en la pluralidad de criterios con
los que se suelen denominar las principales tendencias o escuelas
historiográficas. [1]

Estas denominaciones pueden derivar de un enfoque filosófico (positivismo), de


una revista (la francesa Annales), de un autor (Marx y marxismos), o de una
institución universitaria a la que se asocia esa corriente (como la escuela de
Bielefeld, en Alemania). También un artículo interpretativo que marca un hito
puede originar una denominación (así, el de Lawrence Stone sobre “el retorno de
la narrativa”). Otros nombres han surgido de problemáticas o retos del presente
(historia medioambiental e historia global). En algunos casos, ha sido la
reivindicación de una categoría analítica o temática antes desdeñada la que ha
identificado unas tendencias como la Alltagsgeschichte (historia de la vivencia
cotidiana), la microstoria italiana, la historia de las mujeres y/o del género. En
algún caso, una expresión afortunada ha llegado a designar un cambio de
orientación (así, el linguistic turn o giro lingüístico)

Se presenta aquí una breve panorámica de los objetivos, contextos


socioculturales, autores y obras más significativas de las diferentes tendencias
historiográficas distinguibles en el siglo XX y principios del siglo XXI,
especialmente en Occidente. [2] En este recorrido se parte del modelo
historiográfico dominante a principios del siglo XX y se concluye con el comentario
del rol discutido que desempeña la historia en el sistema mediático actual.

El modelo historiográfico dominante a principios del siglo XX


Hasta la renovación de la escritura de la historia preconizada por la revista
francesa Annales d’Histoire Economique et Sociale en 1929, el modelo
predominante entre los historiadores podría caracterizarse como “una historia que
no descuida el relato, atenta a las grandes figuras, a los destinos ejemplares, a la
suerte de las naciones y de los imperios”. [3] Una historia de predominio político
hecha a través de una cuidadosa crítica de fuentes (sobre todo textos), vista
desde arriba, ritmada por los grandes −y no tan grandes− acontecimientos. Una
historia que el combativo Lucien Febvre −cofundador con M. Bloch de
los Annales− y muchos otros después descalificarían como “historia historizante” e
“histoire événementiel” (historia “evenemencial”).
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Desde el punto de vista de teoría de la historia (de la historiografía como
metahistoria), ese modelo historiográfico dominante era una combinación más o
menos armónica del historicismo clásico alemán encarnado por Ranke, del
idealismo hegeliano y del positivismo cientificista comtiano. Todo ello, en medio de
un clima proclive a la exaltación de la propia nación. Se ha llegado a afirmar que la
historia entre 1870 (guerra franco-prusiana) y 1914 (inicio de la Primera Guerra
Mundial) era en Francia el aperitivo de la movilización general patriótica. [4]

Cabe subrayar que el interés que en ese modelo historiográfico se mostraba por la
edición y crítica sistemática de las fuentes históricas es una aportación que sigue
conservando buena parte de su validez.

La renovación historiográfica en torno a la revista francesa “Annales”


En unos pocos años se cumplirá el centenario de la fundación de la revista
francesa Annales d’Histoire Économique et Sociale por March Bloch y Lucien
Febvre. [5] Tuvo lugar en 1929, en un medio socio-cultural de encrucijada: la
universidad de una ciudad, Estrasburgo, retornada a Francia en 1918. Surge casi
sin manifiesto programático. Tras los duros avatares de la II Guerra Mundial (en la
que pereció Marc Bloch luchando en la resistencia contra el nazismo) [6], la revista
se reanuda, apareciendo con su título más duradero: Annales. ESC (Economies,
Sociétes, Civilisations). En 1957 asume su dirección Fernand Braudel. Para
entonces, Braudel había publicado ya su magistral estudio de El mediterráneo y el
mundo mediterráneo en la época de Felipe II, [7] una gran tesis que marca un hito
historiográfico: por su articulación de los diferentes tempos históricos −entre la
larga duración y el acontecimiento−, por el valor dado al condicionamiento
geográfico y por la calidad de su prosa.

Entre los muchos autores que cabe inscribir en esa “escuela” o tendencia
agrupada en torno a los Annales quizás puede destacarse Emmanuel Le Roy
Ladurie, autor de Les Paysans de Languedoc (1966) Esta es una de esas obras
de historia regional tan frecuentes entre esos historiadores. (Tras efectuar un giro
desde una historia socio-estructural cuantitativa con fuentes seriadas hacia una
historia antropológica y narrativa, Le Roy Ladurie escribió en 1975 Montaillou,
village occitane.)

¿Cuáles eran las aspiraciones de Annales? L. Febvre y M. Bloch quieren ampliar


el campo del historiador y hacer consciente a este, contra un falso objetivismo, de
que el conocimiento histórico se obtiene a partir del planteamiento por el
historiador de hipótesis y de problemas surgidos desde el presente, en estrecha
asociación con la economía, la geografía y la sociología. Además, frente a la
historia centrada en los gobernantes, se quiere dar cabida al hombre común en
una Europa sacudida por la Revolución soviética de 1917. Se desea ampliar
también el objeto de estudio, en pos de una historia total o integral, así como el
concepto de fuentes.
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Fernand Braudel muere en 1985, rodeado de honores. Sus obras de los años
1960 y 1970 sobre las civilizaciones y su relación con el capitalismo habían
recibido una gran acogida en algunas universidades de Estados Unidos. La
escuela de Annales será muy influyente en países latinos como Italia y España,
cuyos ambientes universitarios estaban familiarizados con la lengua y la cultura
francesas. En los últimos decenios, esta influencia ha menguado
considerablemente.

Couteau-Begarie, ha hecho, como un outsider, un balance de los puntos fuertes y


débiles de la escuela de Annales. [8] Entre sus puntos fuertes más claros se
cuentan sus aportaciones a la historia económica, a la demografía histórica, a la
historia de la cultura material, a la historia de las mentalidades y a la historia social
(aunque esta última adolezca en Annales de una indeterminación fundamental).

Respecto a los límites o puntos débiles en la praxis de la escuela, cabe señalar su


escaso interés por la historia antigua y el siglo XX, correlato de una clara
preferencia por la investigación sobre el mundo preindustrial del Antiguo Régimen.
Puede hablarse de una afinidad electiva entre el interés que muestran los
historiadores de Annales por las estructuras y las sociedades más estables y la
primacía otorgada a la historia medieval y moderna. Además, Bloch proviene de la
historia medieval y Febvre de la historia moderna (Early Modern History). En
cuanto a los ámbitos temáticos, la escuela de Annales apenas cultiva la historia
política, la historia de las relaciones internacionales y, con la importante excepción
del propio Febvre, la biografía.

Por el hecho de focalizarse en la época preindustrial, la escuela de Annales se


distingue y contrapone a la historia social alemana practicada por la llamada
escuela de Bielefeld, con la que, por otra parte, está emparentada.

La escuela de Bielefeld en la ciencia social histórica alemana


El nombre de “escuela de Bielefeld” se utiliza a veces para designar una tendencia
historiográfica, liderada sobre todo por Hans-Ulrich Wehler y Jürgen Kocka, que se
institucionaliza con la fundación de una nueva universidad en Bielefeld (Westfalia
oriental) en 1971 y con el lanzamiento en 1975 de la revista Geschichte und
Gesellschaft (Historia y sociedad). El subtítulo de esta revista, “Revista de ciencia
social histórica”, indica su orientación: hacer de la historia una ciencia social
interdisciplinar, en estrecha relación con las ciencias sociales vecinas,
especialmente la sociología (también la ciencia política y la economía). [9]

Una característica de esta escuela es el interés que muestra por el uso de


conceptos explícitos y sistemáticos surgidos en el presente para aplicarlos con
flexibilidad al pasado. El prisma político-intelectual desde el que se aborda el
estudio del pasado es una perspectiva crítica respecto a las sociedades y
tradiciones establecidas y respecto a las disfunciones de la sociedad capitalista.
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Se quiere hacer una historia engagé (comprometida). [10] Esta crítica es afín, en
este aspecto, a la que realizaba la escuela paramarxista de Frankfurt que tenía en
Theodor Adorno y en Jürgen Habermas dos destacados exponentes. El futuro
esperado y promovido por la escuela de Bielefeld, tras la catastrófica e inhumana
experiencia del régimen nacionalsocialista, es un futuro de emancipación personal
kantiana, de justicia social y de liberad civil. La gran cuestión, que dista de estar
resuelta todavía hoy, es la siguiente: ¿en qué medida se ha realizado y en qué ha
fallado en Alemania la conexión entre el desarrollo económico e industrial y el
progreso cívico para construir una sociedad de ciudadanos libres y emancipados?
De ahí el interés que, en la escuela de Bielefeld, a diferencia de Annales, suscita
el mundo político contemporáneo. [11]

La historia, como ciencia social, en el mundo anglosajón. Los cliometristas


norteamericanos
Los historiadores anglosajones de Estados Unidos y de Gran Bretaña, que
respiran en un clima cultural más pragmático, se sienten menos inclinados a
delinear una concepción sistemática de la historia que los historiadores alemanes.

En Norteamérica, el intento de superación del modelo historiográfico es realizado


por autores partidarios de una New History que implica una asociación distendida
y ecléctica entre investigación histórica y ciencias sociales. Estos new
o progressive historians de los primeros decenios del siglo XX (Turner, Beard,
Parrington), comparten cierto evolucionismo y un compromiso con una sociedad
de frontera en vías de democratización. Insisten en la ruptura que se había
producido en la sociedad americana con el pasado europeo “premoderno” (del
Antiguo Régimen). Sin embargo, algunos de ellos no solo subrayan los elementos
de consenso, sino también los enfrentamientos internos en el seno de la sociedad
norteamericana.

Enlazando con las inquietudes de la New History, los historiadores del mundo
anglosajón se involucran en una especia de guerra civil metodológica. Se
enfrentan los partidarios del modelo historiográfico clásico y los que abogan por
las nuevas tendencias de apertura a las ciencias sociales. Además, la influencia
de los Annales traspasa el Canal de la Mancha y el Atlántico. Testimonios de este
nuevo clima historiográfico anglosajón son la fundación y evolución de la revista
inglesa Past and Present y de la norteamericana Comparative Studies in Society
and History.

Más allá de los contextos políticos, hay una tendencia bastante compartida: el uso
de la cuantificación que se potencia con la aparición del ordenador. En el decenio
de 1960 es relativamente común aplicar la cuantificación a varios dominios de la
historia social: el comportamiento electoral (en relación con la politología), la
evolución demográfica, la movilidad social y los procesos económicos (los
cliometristas norteamericanos intentan, incluso, una econometría retrospectiva).
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Una de las ramas de la cliometría con perfiles más marcados es la llamada New
Economic History, cuyos representantes norteamericanos más característicos son
Robert W. Fogel y Stanley Engerman. En sus sofisticados estudios de
econometría retrospectiva llegan a aplicar hipótesis contrafactuales. Por ejemplo,
en el estudio de Robert Fogel de 1964 sobre cuál habría sido el crecimiento
económico de Norteamérica sin el desarrollo del ferrocarril. En 1974 Fogel y
Engerman provocan una gran polémica científica y ética cuando publican una obra
que investiga si puede hablarse de una “rentabilidad” económica de la esclavitud
en los estados sureños de la Unión. [12] En una obra posterior (Without Consent
or Contract, 1989), la tesis conclusiva de Fogel es que la esclavitud no termina en
los Estados Unidos porque es económicamente ineficiente sino porque es
moralmente repugnante.

La evolución y diversificación de la historiografía marxista: desde el


materialismo histórico hasta la antropología crítica
La historiografía marxista, plasmada en orientaciones muy diferentes, toma su
nombre de un pensador alemán del siglo XIX (Karl Marx) cuyas teorías científico-
sociales y utopías revolucionarias dejarán una profunda huella en el siglo XX. Un
siglo acotado quizás por dos hitos: 1917, el año de la revolución soviética liderada
por un marxista ruso (Lenin), y 1991, cuando se desintegra la Unión Soviética, el
coloso político cuya ideología oficial era una interpretación −más o menos genuina
o espuria− del marxismo.

Una de las especificidades del marxismo, frente a otras teorías sociales, es su


estrecha vinculación a un gran proyecto político para superar y reemplazar al
capitalismo. Un proyecto que muchos identifican con el comunismo.

El desmoronamiento entre 1989 y 1991 del “socialismo real” en los países


vinculados a la antigua Unión Soviética −dirigida por el Partido Comunista− tendrá
un gran impacto en Occidente, aunque sería distorsionador exponer las
aproximaciones a la historia inspiradas en el marxismo tomando como única lente
de lectura la crisis que ha vivido ese paradigma historiográfico desde fines del
siglo XX. (Un paradigma que ha sido una condensación, en cierto sentido, de las
esperanzas y frustraciones de la modernidad). Como sucedáneo (Ersatz) de la
religión y como Weltanschauung (visión omnicomprensiva de la realidad, de la
sociedad y de la historia) el marxismo ha perdido casi toda su relevancia. Pero
debe reconocerse la gran influencia y las aportaciones que las diferentes
interpretaciones del marxismo han hecho a la teoría y a la práctica de la historia a
lo largo del siglo XX. [13]

La renovación historiográfica vinculada a Annales y a la escuela de Bielefeld no


son totalmente comprensibles sin tener en cuenta la influencia del pensamiento
marxista. Esas dos corrientes tienen en común con el pensamiento marxista sobre
la historia varios elementos: considerar a esta una ciencia social, entender que las
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formaciones sociales tienen una lógica evolutiva y de progreso a través de
diferentes estadios, así como demandar el compromiso del historiador: la historia
debe estar al servicio de la crítica social.

Algunas contradicciones −o, al menos, fuertes tensiones− en las obras de Marx y


de F. Engels permiten entender la heterogeneidad de las teorías y prácticas
historiográficas que han reclamado ser marxistas. Las obras de Marx
(especialmente del Marx maduro) y, más aún, las de Engels, tienen una clave
cientificista, naturalista, objetivista, dialéctica y cuasi determinista que subyace en
su consideración de la historia humana. Esta queda así en buena parte
predeterminada por unas leyes generales que conducen de forma relativamente
mecanicista a estadios superiores de desarrollo hasta el socialismo. En el análisis
de las formaciones sociales los condicionamientos socioeconómicos −la
infraestructura− tienen un papel decisivo. Esta visión global, evolutiva, de
hegemonía de la infraestructura y, en parte, determinista, es la que expone Marx
en la introducción a su Contribución a la crítica de la economía política (1859).

“En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones


determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de
producción corresponden a un grado de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva una superestructura
jurídica y política y a la cual corresponden formas de conciencia social
determinadas. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de
la vida social, política e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres
la que determina su ser; por el contrario, su ser social es que el que determina su
conciencia”. [14]
Esta clave filosófico-histórica, un tanto reduccionista y determinista, podría
interpretarse como una predeterminación de los resultados de la investigación
histórica. En estos resultados se debía encontrar la verificación del esquema
general.

Hay otra clave en el marxismo difícilmente conciliable con la anterior: la


perspectiva sociocrítica, ética, que preconiza una sociedad más justa según la
cual se rechaza el objetivismo como positivismo. Es una concepción que apuesta
también por adoptar una aproximación problematizadora e interdisciplinar al
estudio de las formaciones sociales del pasado.

Ya desde comienzos del siglo XX, encontramos unas acusadas diferencias entre
la interpretación más científico-naturalista y objetivista del austro-marxista Karl
Kautsky, secretario de Engels, y la concepción del marxismo del político e
historiador francés Jean Jaurès. Este, autor de una Historia socialista de la
Revolución Francesa (1901-1903), asesinado en vísperas de la Primera Guerra
Mundial, acentuaba en el socialismo su dimensión de aspiración a la justicia y se
declaraba también discípulo de Michelet.
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Después de 1917, tras el triunfo de la revolución bolchevique dirigida por Lenin en
Rusia, el marxismo-leninismo se convierte en ideología oficial del nuevo Estado
soviético y se inicia una dogmatización y simplificación del marxismo. Esta se
incrementa durante la época estalinista (1923-1953). Así la historia, de arma
revolucionaria, pasa a ser sierva de una nomemklatura (la élite gobernante que
monopolizaba el poder político e intelectual en la Unión Soviética y en los países
controlados por esta). [15] Con todo, en algunos países de la Europa del Este que
tenían una tradición más fuerte de pluralismo intelectual y mayores contactos con
Europa Occidental, como Polonia y Hungría, ese control político-ideológico deja
resquicios importantes para la aparición de valiosas obras históricas.

También en Occidente el marxismo ha tenido en el siglo XX un gran atractivo para


muchos historiadores. Y ha inspirado, más tardíamente, la reflexión intelectual de
una gran parte de las historiadoras feministas. ¿Cuáles han sido las razones de
esa fascinación?: la invitación a pensar de forma integrada la realidad y el cambio
social, la búsqueda de certezas intelectuales y éticas como sucedáneo de la
religión, la promesa de lograr un mundo unificado de progreso donde se pusiera
fin a la dominación del hombre por el hombre (en masculino o en femenino). La
interpretación marxista de la historia era más fácil que pudiera ser hegemónica en
los países donde la tradición societaria-eclesial, en cierto sentido, era más fuerte
que la liberal (como en los países latinos e Iberoamérica). Especialmente cuando
el marxismo parecía legitimar con singular fuerza la lucha contra dictaduras de
derechas que sostenían un orden social con flagrantes desigualdades. También
en Estados Unidos y en Inglaterra han surgido algunas tendencias históricas
marxistas, aunque más bien minoritarias.

La distinción que se ha establecido a veces en el panorama de la historiografía


marxista entre una corriente estructuralista y la culturalista, aunque orientativa,
resulta problemática. Para los historiadores de la primera las relaciones sociales
objetivas de producción y de posesión son el elemento determinante en la
conciencia de clase, un aspecto capital para la praxis revolucionaria. En esta
corriente cabe destacar al francés Louis Althusser (Pour Marx, 1965; Lire Le
Capital, 1966) y a los historiadores británicos que debaten largamente (en Past
and Presente y otras revistas) sobre la transición del modo de producción feudal
(feudalismo) al capitalista.

Con una perspectiva ya de varios decenios, la propuesta interpretativa afín a esa


tendencia que ha tenido más trascendencia, fuera de los círculos estrictamente
marxistas, ha sido la de Immanuel Wallerstein (de clara influencia
braudeliana: The Modern World-System , 3 vols., 1974). En ella se sostiene que el
origen del capitalismo y de las relaciones de dependencia de los países de la
periferia respecto a las grandes metrópolis coloniales, comienza ya en la
economía-mundo del siglo XVI. Una teoría que ha tenido una gran repercusión en
muchas de las interpretaciones históricas de la dependencia operativas en el que
se llama a veces, todavía, el Tercer Mundo. [16]
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La corriente del marxismo culturalista gravita también sobre la lucha de clases y el
problema de la dominación, pero recalca el papel de la conciencia y de la cultura
como factores decisivos, relativamente autónomos, en la acción social. Lo
expresaré con afirmaciones en The Making of the English Working Class, 1780-
1832 (1963, 3 vols.) una obra emblemática de Edward P. Thompson, quizás el
historiador más relevante de esa corriente. La clase obrera inglesa no es
simplemente el resultado de las nuevas fuerzas productivas. Las relaciones
sociales de producción sólo existen en el marco configurado por el ámbito de la
cultura y de la conciencia. Además, Thompson se distingue del marxismo clásico
en que en él vacila la fe ilustrada en el progreso, heredada por las ideologías
surgidas en el siglo XIX. La industrialización y el progreso técnico, sostiene,
conllevan también perdedores a los que hay que rescatar del olvido. Así en
Thompson, a diferencia de Althusser, observamos algunos elementos en común
con la hermenéutica historicista según la cual cada tiempo tiene su propio valor y
el pasado es algo más que el camino hacia el futuro. (The Past is a Foreing
Country es el feliz título que dio David Lowenthal en 1985 a su ya célebre obra
sobre nuestros modos de acercarnos al pasado).

Partiendo del materialismo histórico, la historiografía de inspiración marxista ha


evolucionado en diversas orientaciones y se ha conjugado en algunos casos con
el retorno de una cierta narrativa y con el cultivo de una historia que está más
cercana a la antropología cultural (así en Carlo Ginzburg) que a la sociología
retrospectiva.

Tal vez, como ha escrito L. Kolakowski, el marxismo, como sistema de


pensamiento y proyecto “científico-social”, ha sido la mayor utopía del siglo XX.
Con todo, en la práctica historiográfica, como instrumento analítico, el marxismo
ha favorecido los estudios económicos y sociales a largo plazo, la visión de la
historia desde abajo y la necesidad de que el historiador tenga una
conceptualización explícita. Pero hay bastantes historiadores de gran calado
teórico que distan del marxismo, como por ejemplo Pierre Chaunu o Reinhardt
Koselleck.

El retorno de la narrativa y de los acontecimientos y el cuestionamiento de


la historia socio-estructural. La historiografía, a la búsqueda de una nueva
narrativa enriquecida.
En 1979 Lawrence Stone publicó en Past and Present un célebre artículo en que
el detectaba un cambio de orientación en la praxis historiográfica en Francia (J.
Delumeau, G. Duby, E. Le Roy Ladurie), Italia (C. Cipolla), Inglaterra (E. P.
Thopmson) y Estados Unidos (N. Z. Davis). [17] Para describir ese cambio en el
discurso histórico utilizó la palabra narrative a modo de símbolo taquigráfico
o code-word. Ese cambio implicaba la recuperación del relato, pero no se
circunscribía a él. Quería abarcar también unas nuevas afinidades electivas de la
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historia con la antropología y la psicología y, en cierta medida, un giro cultural en
la investigación del pasado.

Las grandes dosis de la cuantificación habían hecho escasear en las obras de


historia “el vino de la personalidad humana” y habían menguado el atractivo para
los lectores, sin ofrecer a cambio consensos interpretativos (por ejemplo, sobre si
la Revolución industrial había originado en Inglaterra un aumento o disminución
del nivel de vida de los trabajadores). Además, los países occidentales y
centroeuropeos vivieron en los decenios de 1960 y 1970 una gran crisis cultural,
una de cuyas manifestaciones fueron las revueltas estudiantiles antiautoritarias de
1968. Esta crisis indicaba un clima de escepticismo general contra los grandes
relatos y las teorías sociológicas omnicomprensivas; al mismo tiempo, expresaba
un relativismo ético que encontraba su aliado en la antropología cultural. Además,
confrontado ahora muy de cerca con sociedades asiáticas y africanas que antes
había dominado, Occidente dudaba de sus certidumbres. Unas certezas surgidas
en buena parte de la Modernidad ilustrada. La antropología cultural parecía
facilitar que los “otros”, lejanos en el espacio o en el tiempo, aportaran desde
dentro las claves explicativas de sus maneras de pensar y de su comportamiento.

La nueva narrativa o narrativa enriquecida vislumbrada por L. Stone y comentada


por Peter Burke algunos años después, [18] se interesa por las vidas y
sentimientos del hombre común (die kleine Leute, en
la Alltagsgeschichte alemana) más que por el grande y poderoso. Además, no
excluye en su metodología el análisis. Revaloriza nuevas fuentes como los
procesos criminales o las descripciones detalladas de comportamientos. Esta
nueva narrativa intenta explorar también el subconsciente y busca el sentido
simbólico. Cuenta la historia de una persona o de un episodio dramático para
esclarecer los entresijos de una sociedad y de una cultura pasada.

No es extraño pues, que esos relatos resulten esclarecedores si surgen de


quienes, como G. Duby o Natalie Z. Davis, tenían ya un gran bagaje previo de
conocimientos de las estructuras sociales, económicas, culturales y políticas de
los grupos humanos en los que se ubicaban los dramatis personae de sus relatos.

Nadar con los acontecimientos y practicar la multivocalidad (integrar la


multiplicidad de voces o interpretaciones), como se hace en El regreso de Martin
Guerre (N. Z. Davis 1984) o en Alaby’s World (R. Price, 1990) son algunos de los
requisitos destacados por P. Burke para lograr una narrativa histórica enriquecida
y atractiva para el lector.

Las propuestas de la Alltagsgeschichte alemana y de la microstoria italiana


El problema metodológico y epistemológico fundamental al que se enfrentan estas
propuestas que cuestionan la historia socio-estructural es el siguiente. ¿Cómo se
pueden captar y representar los comportamientos y las vivencias subjetivas de las
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muchas personas que constituyen cada una de las grandes realidades
sociológicas más o menos abstractas? Una opción es la de utilizar una escala de
observación de la realidad más cercana a los sujetos individuales, una
aproximación “micro” (de ahí microstoria). Otra aproximación es indagar en la
percepción que tuvieron los propios protagonistas de las historias, en sus
vivencias o experiencias, también las cotidianas (de ahí la historia de la vivencia
cotidiana o Alltagsgeschichte).

Los teóricos de la historia de la vida cotidiana y de la microstoria se inclinan por un


método más próximo a la hermenéutica y, en diálogo con la antropología cultural,
se sirven de la “descripción densa” propuesta por Clifford Geertz. Pero, a
diferencia de la hermenéutica que subyace en el historicismo clásico, Hans Medick
y Carlo Ginzburg, grandes referentes de la Alltagsgechcihte y de la microstoria,
respectivamente, son conscientes de que no es posible una compenetración
directa con el objeto (los sujetos humanos) de la investigación. Ambos enfatizan
que solo es posible una compenetración indirecta y problemática. Por ello, tienen
mucho interés en explicar de manera concreta sus itinerarios de investigación
antes de exponer sus resultados.

En su acercamiento al pasado, el historiador verifica y ha de resaltar, nos dice H.


Medick, la cualidad de extraño (Fremdartigkeit) que tienen hoy para nosotros los
campesinos de Württemberg del siglo XVII (como también los actuales habitantes
de Bali). Sin renunciar a la interpretación, el historiador debe ser consciente de las
limitaciones de su intervención interpretativa.

Entre los teóricos de la microstoria, Carlo Ginzburg sintoniza más con la


orientación geertziana de Medick, mientras que Giovanni Levi, más próximo al
marxismo clásico, piensa que la antropología interpretativo-simbólica de Geertz
descuida los conflictos internos dentro de una cultura y su propensión al
relativismo.

La germana Alltaggeschichte (historia de la vida o de la vivencia cotidiana) busca


ser una alternativa a la historia socio-estructural propugnada por la escuela de
Bielefeld. Puede considerarse emblemática de esta tendencia historiográfica la
revista Historische Anthropologie. Kultur, Gesellchaft, Alltags [H. A.] (Antropología
histórica, Cultura, Sociedad, Cotidianidad). El subtítulo trinómico de H. A., como el
de los Annales más duraderos, no es casualidad. El número fundacional de H. A.
surge en 1993, también en una zona de encrucijada franco-alemana
(Saarbrücken) y con una referencia expresa a Annales (y al gran antropólogo
norteamericano C. Geertz.).

Todas las obras más relevantes de la Alltagsgeschichte se han centrado en el


estudio de pequeñas comunidades alemanas. A veces en un ámbito cronológico
amplio, como la de H. Medick, “Tejer y sobrevivir en Laichingen [una localidad
cercana a Ulm], 1650-1900”, 1997. Otras, en la duración breve de un
acontecimiento, como la Revolución de 1848 y su impacto en las relaciones
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personales cotidianas, en la investigación de Carola Lipp y Wolfgang Kaschuba,
publicada en 1979, sobre Esslingen (una pequeña ciudad cercana a Stuttgart).

La microstoria italiana surge de manera informal a finales de 1970 como una


práctica y un estilo de hacer historia. Uno de los rasgos en común de esos
historiadores (los ya citados Ginzburg y Levi; y Edoardo Grendi) es la convicción
de que el historiador, al reducir su escala de observación, puede aprehender
realidades significativas que le pasarían inadvertidas en el dato promedio. Otro
rasgo de estos “microhistoriadores” es que tienen unas aspiraciones teóricas
fuertes, derivadas de una herencia intelectual gramsciana. De esta tomaban como
punto de partida dado históricamente, en la Italia del norte (ámbito de sus trabajos)
y no solo en ella, una dominación social y cultural que debía ser denunciada y
superada. De ahí su especial interés por los dominados y marginados. Desde
estos presupuestos, lo que quieren poner de relieve es el margen de maniobra y
de libertad; las estrategias seguidas por los individuos o los pequeños grupos
−familiares o de otro tipo− en el seno de las estructuras económicas, sociales y
culturales.

El queso y los gusanos (1976), de Carlo Ginzburg, es quizás la obra más


emblemática y difundida de la microstoria italiana. En ella se indaga con maestría
narrativa en la cosmología (de ahí ese título metafórico) y la mentalidad de un
molinero heterodoxo de Friuli (en el nordeste de Italia) que es sometido a un
proceso inquisitorial. Ginzburg preconiza en esta obra la existencia de una cultura
popular opuesta a la oficial, aunque entre ellas se dan interacciones. [19] Ha sido
objeto de discusión hasta qué punto el caso de ese molinero es representativo.
También si Ginzburg ha leído en el testimonio del molinero Menocchio su propia
concepción romántica de que existía una cultura popular con una libertad mayor
de la que dan a entender las propias fuentes.

Otra visión de la historia: historia de las mujeres, historia feminista y


problemática del género
La revolución más o menos silente protagonizada por las mujeres ha sido una de
las más importantes en el siglo XX, y el feminismo −o movimiento feminista− uno
de los pocos “ismos” auténticamente relevantes surgidos en el siglo pasado.[20] El
feminismo tenía algunos precedentes importantes (Olympie de Gouges en 1791,
las sufragistas inglesas y norteamericanas del siglo XIX, Stuart Mill en 1869), pero
sólo en el siglo XX las mujeres consiguen en los países occidentales la
equiparación en derechos con el hombre.

Puesto que la historiografía (como escritura y discurso) sigue a la historia (como


evolución de la humanidad), las mujeres han reclamado en el siglo XX un mayor
protagonismo historiográfico, en un doble sentido: preconizando una nueva
perspectiva en la lectura del pasado y promoviendo su trabajo organizado como
autoras e investigadoras. El gran tema de “Women, Men and Historical Change”
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ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
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es incluido ya en 1995 en el 18th International Congress of HIstorical Siences de
Montreal / Montréal. Allí se estrena también la Fédération Internationale pour la
Recherche d’Histoire des Femmes. Se marca así un hito en el reconocimiento por
la comunidad académica internacional de un nuevo ámbito y/o enfoque de estudio.

En los últimos decenios la historia de las mujeres se ha convertido en una práctica


historiográfica asentada, [21] vinculada con intensidad diversa al movimiento
emancipador feminista y con una gran diversidad de aproximaciones. Por ello se
ha cuestionado si puede hablarse en singular, de historia feminista, o sólo existen
historias feministas (en plural).

Durante un tiempo, gender (género) es la categoría analítica empleada en la


historia de las mujeres para pensar comparativa y concretamente la situación (de
subordinación) que ellas habían vivido en la historia respecto a los hombres. Más
recientemente, Joan Scott (1996) [22] ha propuesto la categoría
de difference (diferencia), en vez de la de género, para dar cabida también a la
reflexión sobre la heterogeneidad identitaria de las mujeres (por raza, riqueza,
religión u orientación sexual).

La historia de las mujeres, ¿debe limitarse a estudiar las antecesoras del


feminismo, por su actitud o sus logros frente a una sociedad de dominancia
masculina (llamada patriarcal) o debe incluir también las experiencias de las
mujeres más representativas de cada época, también de las que se alejan de las
actitudes feministas actuales? La historiadora Gabi Jancke-Leutz opta por esta
última respuesta en su colaboración a un volumen sobre La mujer barroca. [23]

Los desafíos a la historia del postmodernismo y del giro lingüístico


El postmodernismo como actitud intelectual es un fenómeno muy complejo que
tiene un temprano referente importante en la publicación de la obra de Jean-
François Lyotard La Condition postmoderne (1979). El clima intelectual
postmoderno se caracteriza por cuestionar el racionalismo optimista propio de la
modernidad ilustrada, la cual consideraba que la realidad era transparente y
moldeable por la razón. [24] También por la deconstrucción crítica y el
escepticismo beligerante frente a los “grandes relatos” (filosofías o
interpretaciones teleológicas de la historia), entre ellos los derivados del
cristianismo y del marxismo. Este clima de sospecha, al que ha contribuido
bastante el legado intelectual de Nietzsche, se entiende después de las tremendas
experiencias totalitarias del siglo XX y en una situación de resaca postcolonial
(cuando Occidente toma conciencia del valor de las culturas ajenas y del
quebranto causado por un eurocentrismo violentamente expansivo).

Entre los intelectuales más emblemáticos del postmodernismo destaca Michel


Foucault (1926-1984). Foucault aglutina los valores de la revolución cultural de
1968: “las críticas del poder y del saber establecidos, la denuncia de los
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mecanismos ocultos de dominación y un hábil manejo del lenguaje filosófico-
semiótico”. [25] En Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias
humanas (1966) y en La arqueología del saber (1969), Foucault trata sus dos
temas fuerza: el discurso y el poder, en su inseparable relación. El significado de
Foucault para la ciencia histórica reside, sobre todo, sintetizado en palabras de J.
Baberoksi, “en la historización de la racionalidad y en la noción de que el sujeto se
constituye en unas prácticas culturales, que a su vez forman parte del ámbito del
poder”. [26]

La visión de la historia de Foucault, como práctica discursiva más que trasunto de


unas realidades objetivas del pasado, confluye con el enfoque historiográfico que
proponen quienes preconizan el lingüistic turn (giro lingüístico) anglosajón. La
figura más descollante entre estos es la del californiano Hayden White,
cuya Metahistoria (1973) ha constituye un hito en la historiografía similar al que
supuso el Mediterráneo de Braudel, treinta años antes. [27] White y los autores
afines a este giro lingüístico centran la atención en la mediación que el uso del
lenguaje introduce en el conocimiento histórico y el modo en que el lenguaje
condiciona, de forma consciente e inconsciente, a quien escribe historia. Estos
autores, llamados a veces desde fuera narrativistas, subrayan la afinidad que la
historia tiene con la literatura, más que con las ciencias sociales. La forma de
concatenar los hechos dotándoles de trama y de sentido está determinada por
apreciaciones estéticas −mediante un cierto tipo de posibilidades básicas− y
morales, por lo que, dice White, y pienso que en esto tiene razón, toda historia
−como relato− conlleva una metahistoria o filosofía de la historia.

Extremando la afinidad que la historia tiene como verbal fiction (como constructo
lingüístico-literario) con la literatura de ficción, se puede correr el riesgo de abrazar
un relativismo según el cual todas las historias tienen el mismo valor cognitivo.
Según esta lógica, sería casi imposible enfrentarse a los negacionistas que
minusvaloran la Shoah llevada a cabo por el nazismo. [28]

He dedicado en Las huellas del futuro (2012) algunas páginas sobre la posibilidad
de una renovada legitimación de la historia, frente a los retos del postmodernismo
y del giro lingüístico. Esbozo aquí algunas ideas capitales.

Roger Chartier, desde su prestigiosa praxis como historiador sociocultural, ha


defendido las propiedades específicas que tiene el relato histórico. Este es una
representación que integra capas o estratos que, a su vez, son efectos de
realidades extralingüísticas, y es fruto de unos procedimientos controlables y
verificables. También Paul Ricoeur y Hans-Georg Gadamer, desde posturas
filosóficas cercanas (Ricoeur) o identificadas (Gadamer) con la hermenéutica, han
postulado que el relato histórico tiene como referente las realidades humanas del
pasado y no se agota en su artificio literario. La temporalidad, afirma Ricoeur, es
“la estructura de la existencia humana que alcanza el lenguaje en la narratividad” y
la narratividad es “la estructura del lenguaje que tiene a la temporalidad como su
referente último”. (”Experience, can be said, it demands to be said. To bring it to
language is not to change it into something else, but in articulating and developing
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it , to make it become itself.”) No es que comprendamos la vida humana como una
narrativa, sino que la propia dinámica de la acción humana exige una narrativa
para ser explicada cabalmente. [29] “El discurso histórico es una muestra
privilegiada de la capacidad de dotar de significado a la experiencia del tiempo
porque el referente inmediato (la Bedeutung, significación) de este discurso son
acontecimientos reales, no imaginarios”. [30]

Por su parte, Gadamer también ha teorizado sobre el conocimiento histórico en


sus grandes obras Verdad y Método (1960) y Verdad y Método II (1986) desde
una perspectiva humanista. Sobre la posibilidad de comunicación, pese a los
diferentes lenguajes, y de acceso del ser humano a la realidad, Gadamer afirma
que la tarea de la hermenéutica no ha terminado cuando se hablan lenguajes
distintos y el entendimiento parece imposible:

“Ahí se plantea ésta justamente en su pleno sentido: como la tarea de encontrar el


lenguaje común […] Nunca se puede negar la posibilidad de entendimiento entre
seres racionales. Ni el relativismo que parece haber en la variedad de los
lenguajes humanos constituye una barrera para la razón cuya palabra es común a
todos, como sabía ya Heráclito.[…] Es el mismo mundo el que percibimos en
común y se nos ofrece (traditur) como una tarea abierta al infinito, no es nunca el
mundo del primer día, sino algo que heredamos”. [31]
La filosofía hermenéutica de Gadamer ha influido considerablemente en
la Begriffsgeschgichte o historia de los conceptos. Es una corriente historiográfica
que rescata la referencia a la realidad y puede considerarse como una variante
alemana del giro linguïstico, sin excesos nihilistas. Lucien Hölscher ha escrito una
buena introducción contextualizadora de esta tendencia. En el enfoque de
la Begriffgeschichte, los conceptos (como Fortschritt, progreso, tan capital en el
nacimiento de la modernidad) son a la vez registros o testimonios de una realidad
y factores de cambio de ella. La gran obra de referencia para esta corriente es un
diccionario monumental dirigido por O. Bruner, W. Conze y R. Koselleck entre
1972 y 1992: Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur politisch-
sozialen Sprache in Deutschland (Conceptos históricos fundamentales. Léxico
histórico para el lenguaje político-social en Alemania).

Auge y desarrollo de la historia medioambiental: una introducción


Las inquietudes y debates suscitados por los grandes problemas
medioambientales que afronta la humanidad en nuestro tiempo se quieran abordar
con una amplia perspectiva temporal. En esta nueva mirada sobre la evolución
humana se prioriza la interacción, experimentada a una escala sin precedentes,
entre el devenir de la humanidad y el medio ambiente natural.

En pocos decenios se ha difundido todo un nuevo espectro semántico: medio


ambiente, desarrollo sostenible, contaminación, energías limpias y, más
recientemente, cambio climático. Estos conceptos testimonian la conciencia de
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unos retos relativamente nuevos y unas propuestas político-sociales para darles
una respuesta satisfactoria. [32]

La historia medioambiental ha recibido un creciente reconocimiento por la


comunidad académica, testimoniado en los quinquenales Congresos
Internacionales de Ciencias Históricas. En el de 2000 en Oslo suscitó una atención
mediática insólita y allí se dio a conocer la creación de una European Society for
Environmental History (ESEH). En los Estados Unidos de Norteamérica la
sociedad científica análoga se había fundado ya en 1977 (ASEH). La ASEH edita
la revista quizás más importante en ese ámbito: Environmental History. En 2005
en el ICHS de Sydney la historia medioambiental constituyó uno de los tres major
themes, desglosados en varios bloques. La coordinadora general de este gran
tema fue Verena Wiriwarter. [33]

El auge de la historia medioambiental y la proliferación de estudios ha conllevado


la aparición de algunas enciclopedias ya desde 2004. Así la Encyclopedia of World
Environmental History editada por Shepard Krech, J. R. McNeill y Caroline
Merchant. Con respecto a la difusión de ese nuevo enfoque historiográfico entre
los estudiantes de historia, me parece alentador que en un atlas histórico
publicado en Barcelona en el año 2000 se incluyan algunas páginas al reto
ecológico y al comercio de los deshechos. [34]

El reciente desarrollo de la historia medioambiental tiene mucho que ver con el


ecologismo como movimiento socio-político, uno de los pocos grandes “ismos”
surgidos en el siglo XX, precozmente articulado en Alemania en el partido de Los
Verdes (Die Grünen).

La preservación del medioambiente humano, también a futuro, es un compromiso


directo con el mantenimiento de unas saludables condiciones de vida en la
dimensión biológica (no la única, pero si fundamental) de los seres humanos
presentes y venideros. Este compromiso implica una solidaridad intergeneracional,
no exenta de instinto de supervivencia, para contribuir a que el desarrollo
económico-social sea sostenible a escala mundial y no a expensas de una
degradación difícilmente reversible del entorno.

La historia medioambiental puede abordarse con distintos enfoques, según la


antropología filosófica en que estos se apoyen. Puede enfocarse desde la
convicción de que el punto de referencia fundamental es el ser humano; no como
dueño absoluto, pero sí como usufructuario de la naturaleza. Con este enfoque no
hay una oposición, aunque sí una moderada prevención, respecto a la llamada
“acción antrópica” (intervención humana) en la naturaleza. (Esta es la opción con
la que más me identifico).

Otro enfoque posible de la historia medioambiental es el radicalmente geocéntrico


según el cual Gea (la tierra) tiene prioridad total sobre los seres humanos. Esta
perspectiva reclama la preservación de un entorno natural convertido en un todo
viviente y en valor supremo.
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ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
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La práctica de la historia medioambiental requiere una cierta familiaridad no solo
con las ciencias humanístico-sociales afines, sino también con ciencias físico-
matemáticas. Solo así se pueden valorar índices de contaminación o cambios en
la energía. En cuanto a información para épocas anteriores a los registros
climáticos oficiales, el historiador ha de recurrir a fuentes indirectas.

Hoy la historiografía ha de asumir que el medio ambiente es una categoría básica


en la historia, junto con el poder, la economía y la cultura. [35] La categoría del
medio ambiente está inseparablemente vinculada al poder político. Además, la
relación de una sociedad con el medio ambiente implica un problema económico
crucial, pues el éxito económico ha exigido siempre un abastecimiento duradero
de energía. En este contexto de hacer compatible el dinamismo económico con la
preservación del medio ambiente surgen las nociones −y objetivos− capitales de
“sostenibilidad”, “eco-industria” y desarrollo de “energías renovables o limpias”. El
medio ambiente humano está entretejido así mismo con la categoría básica de
cultura. Cada forma de percibir e interpretar el medio ambiente encaja en un
contexto histórico-cultural concreto.

Ahora somos más conscientes que hace cincuenta años de que los hombres
podemos infligir a la naturaleza daños difícilmente reversibles. Ante este amplio
margen de incertidumbre algunos intelectuales anteponen en estas cuestiones el
principio de responsabilidad a la confianza ciega en el progreso −o más bien
pseudo-progreso− humano. [36]

Algunas catástrofes recientes nos recuerdan la fuerza enorme, en parte


imprevisible, de la naturaleza, y nos advierten de que no deben subestimarse las
consecuencias ecológicas, económicas, sociales, políticas y culturales de las
manifestaciones de esa fuerza. Basta pensar en las trágicas consecuencias del
tsunami que tuvo lugar en el Océano Índico en 2004 (afectando especialmente a
Indonesia), del terremoto en Haití del 2010 y del accidente del 11 de marzo de
2011 en la central nuclear de Fukushima, tras un fuerte terremoto, que provocó un
tsunami en la costa noreste de Japón.

Globalización e historiografía: cambio de perspectiva y de marco referencia


La práctica y la reflexión historiográficas, incitadas por las experiencias del
presente, han ampliado su marco de referencia y de enfoque. Se quiere abarcar
todo el planeta y enfocar el discurso en consonancia con la creciente globalización
o mundialización de los fenómenos humanos. La percepción del mundo como
escenario unitario del devenir humano −favorecida por los mass media e Internet−
ha impulsado una historia global. [37]

Ya el gran humanista erasmiano Juan Luis Vives escribía en 1531 que “el mundo
se ha abierto a la especie humana”, y pocos decenios después Jean Bodin
pensaba que se había creado una comunidad política universal en la que se
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ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
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hallaban vinculados todos los hombres “como si no formasen más que una
ciudad”. [38] Esta idea de que existió una primera mundialización ibérica ha sido
articulada por el historiador francés Serge Gruzinski en Les quatre parties du
monde. Histoire d’une mondialisation (2004). En la época del Renacimiento, en
sentido lato, la experiencia de esa (primera) mundialización supuso una enorme
ampliación de campo para reflexionar sobre la plasticidad de la naturaleza
humana. El conocimiento de múltiples culturas amerindias demandaba ya una
nueva lectura de la historia humana.

Hoy, en mucha mayor escala que en el siglo XVI, formamos una cuasi república
universal. Constituimos, por ejemplo, una república universal de internautas y de
productores-consumidores (prosumers). También tenemos mucha mayor
conciencia de nuestra mutua dependencia y responsabilidad con respecto al
entorno natural que compartimos (o disputamos). Todo ello lleva a buscar una
historia que explique cómo se ha forjado la interdependencia creciente entre
países de todos los continentes, áreas culturales y estatus económicos.

Bajo la global history o world history se cobijan una gran heterogeneidad de


concepciones teóricas y de prácticas metodológicas. Pero cabe detectar algunas
direcciones comunes, como hizo Patrick O’Brien en el XIX ICHS de Oslo, al poner
el foco en las conexiones y comparaciones entre sociedades, por encima de las
fronteras nacionales y culturales. También, la atención prestada a las
constricciones de tipo medioambiental y biológico que afectan a la actividad
humana. Todo ello para permitir una apreciación menos etnocéntrica de los
múltiples logros de los pueblos humanos.

En ese mismo congreso de Oslo el tema de una historia global fue abordado
también en otra sección con el título de encuentros culturales entre continentes a
través de los siglos. En la síntesis introductoria, Jerry H. Bentley, fundador de la
revista Journal of World History (1990), destaca que la nueva perspectiva histórica
global no quiere demoler toda historia nacional, sino problematizar sus apriorismos
acríticos y superar sus limitaciones. [39] Remarca también la importancia que han
tenido en los estudios de historia global, desde el decenio de 1960, los sociólogos,
antropólogos, economistas y politólogos, más atrevidos a veces que los
historiadores.

Por mi parte, hago notar un paralelismo entre la contribución de otros científicos


sociales a este cambio de perspectiva en el discurso histórico y el que ellos
tuvieron en la renovación nucleada en torno a la revista francesa Annales. Podría
engarzar ambas renovaciones la figura del geo-historiador Fernand Braudel, para
quien las teorizaciones sobre las dinámicas de las civilizaciones de O. Spengler y
A. Toynbee fueron un acicate. La noción braudeliana de “préstamos” o
“transferencias culturales” lleva implícita el concepto de “encuentro”, clave en la
historia global.

Natalie Z. Davis advirtió en ese congreso de Oslo de que, en su afán por superar
una historia centrada en Occidente, la World History puede correr el riesgo de
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convertirse en una historia, también parcial, de los lugares y pueblos no
occidentales. He aquí, literalmente, su punto de vista respecto a si es adecuado
para la historia global tener una única “master-narrative” (un relato interpretativo
de referencia)

“If a new decentered global history is discovering important alternate historical


paths and trajectories, then it might also well to let its big stories be alternated or
multiple. The challenge for global history is to place these narratives creatively
within an interactive frame”. [40]
Como diseñar ese interactive frame es la gran cuestión que queda en el aire. Más
allá de este interrogante que es, en parte, metahistórico, es evidente que entre
una parte muy significativa de los historiadores existe hoy un compromiso con el
giro globalizador o globalizante en el estudio de la historia y hay abundantes
pruebas de ello. [41]

El surgimiento de la historia global está relacionado con el proceso de


descolonización del decenio de 1960 en el que la mayoría de países africanos
lograron su independencia respecto a los estados de Europa occidental. (Los
países de la India británica la habían conseguido ya tras el fin de la II Guerra
Mundial). Así, la historia global puede verse como una reivindicación del papel que
desempeñaron en la historia mundial las culturas diferentes a la europeo-
occidental; también puede considerarse una denuncia de la visión eurocéntrica de
la historia acuñada en el siglo XIX, la cual giraba en torno al progreso de la
civilización en el mundo efectuada a través de la modernización y expansión de
los estados nacionales europeos. A la denuncia de este colonialismo
historiográfico europeo contribuyeron tanto la influencia del marxismo (en distintas
variantes) como el relativismo cultural propiciado por algunos intelectuales
norteamericanos y europeos (Clifford Geertz o Michel de Foucault, por ejemplo).

En el citado contexto se entiende bien que los historiadores de las antiguas


colonias europeas, como la India o Palestina, hayan querido exponer otra visión
de la historia surgida desde el propio bagaje cultural y desde la propia percepción
de su situación económico-social. El historiador palestino Edward Said y la
revista Subaltern Studies (fundada en 1982 por el historiador indio Ranahit Guja)
son referentes importantes en estos enfoques. Orientalism (1978), de E. Said, ha
tenido una gran repercusión en los decenios posteriores. En esta obra, Said
estudia y denuncia el discurso sobre Oriente Próximo y Oriente Medio construido
por los especialistas occidentales: una representación fundamentalmente falseada
y creada con intenciones de dominio. [42]

La revista Subaltern Studies se inspira en el concepto gramsciano de “clases


subalternas”. Se propone rescatar el protagonismo activo de los diferentes grupos
étnicos de la India, con especial atención a la gente común −fundamentalmente
campesina− en la configuración de la historia del país y de su independencia, sin
reducir ese protagonismo a la élite burguesa britanizada. [43] Otro de los
historiadores emblemáticos en los estudios postcoloniales es Ashis Nandy,
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ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
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también indio. Nandy es muy crítico respecto a la modernidad secular de
Occidente, que señala como contraria a las tradiciones culturales y populares de la
India.

La historia global puede hacerse desde perspectivas teóricas sensiblemente


diferentes. Así, se puede estudiar −como propone Sigheru Akita− desde el
enfoque de la historia económica. La historia global sería un tipo de historia mega-
regional en el contexto de la formación y desarrollo de una economía mundial
capitalista. [44] Esta es una aproximación de claras resonancias wallersteinianas.
Interdependencia, interconectividad y comparativismo son palabras claves en este
enfoque y en todos los de la historia global.

Más comprehensivo me parece el enfoque que propone Carlo Galli sobre la


globalización. Para él, la globalización es “el recíproco confundirse, el entrelazarse
y el contaminarse (con intensidad variable en las diversas áreas del planeta) de
las culturas tradicionales con los impulsos ultramodernos y posmodernos del
Occidente en expansión”. [45] Esta diversidad de formas en que se realiza la
globalización lleva a Jürgen Osterhammel a sostener, en una obra muy reciente,
que debe hablarse no de globalización, sino de globalizaciones en contextos
particulares. [46]

La propuesta de la plataforma académica de historiadores franco-


alemanes Geschichte. Transnational, comparte algunos objetivos con la historia
global. Esta historia transnacional quiere integrar un amplio espectro de enfoques
que se centran en el análisis de los encuentros, traspasos de fronteras e
intercambios entre diferentes culturas o sociedades. [47]

Desde luego, la historia transnacional no es una propuesta historiográfica


exclusivamente europea, pues en ella trabajan investigadores de países asiáticos
y de otras áreas civilizatorias. En Huellas del futuro (2012) presento algunos de
estos estudios.

La historia global, en la actualidad, no es solo una propuesta para el futuro. En


algunos países ha adquirido cierta decantación incluso en manuales. Así, el
manual ya clásico de Jerry Bentley y Herbert Ziegler, Tradition and Encounters. A
Global Perspectiva on the Past (2009) se propone una lectura de la historia de la
humanidad que no toma como punto de referencia ninguna civilización en
particular, sino que parte de la humanidad en su diversidad como sujeto de
análisis y centra la atención en las progresivas convergencias de las diversas
civilizaciones.

La historiografía en la sociedad mediática actual


En la sociedad global y mediática de hoy, con cierta alergia a la escritura y
fascinada por la imagen, ¿tiene algún futuro la historiografía como conocimiento
plasmado en escrito sobre el pasado? Si nos limitáramos a considerar la
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ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
FIGUEROA. CICLO LECTIVO 2021
historiografía académica, proclive a la erudición y a la abstracción, la respuesta
tendría unos tintes sombríos. En cambio, es indudable que la fascinación que
siguen ejerciendo algunas etapas o acontecimientos de la humanidad −no
necesariamente benéficos− puede combinarse, si hay capacidad de
comunicación, con la escritura histórica. El gran interés vivencial por la memoria y
sus lugares de condensación, por conocer los momentos decisivos, más o menos
mitificados, de la propia comunidad, seguirá alimentando, aunque sea de forma
mediata o indirecta, la creación historiográfica. Es un hecho que en Occidente, y
no sólo en él, una parte importante de las novelas, películas, series de TV y juegos
de rol consumidos con avidez, tienen un trasfondo histórico. Entramos con ello en
la cuestión de qué es y cómo se configura la cultura histórica de una comunidad,
sobre la que se puede ver en este portal una entrada específica. También en mi
libro Las huellas del futuro se puede leer un extenso capítulo final sobre cultura
histórica y memoria en el mundo actual.

En esta sociedad de las emociones, en las que prevalecen los sentimientos sobre
la reflexión, la historiografía ha de asumir una doble función. Por una parte, debe
hallar formas de ampliar su campo temático de modo que estudie también esos
impulsos más emocionales que racionales, los cuales han sido operativos en la
evolución social. De hecho, hay precedentes. Por citar algunos, en este último
medio siglo, la obra de Jean Delumeau sobre el miedo, o con una tónica más
positiva, la de Theodor Zeldin sobre la felicidad.

Otra función que puede y debe seguir teniendo la escritura de la historia es la


desmitificación de los idola tribu. Quien escribe historia debe aportar sentido crítico
y contener la propensión, siempre subyacente, a caer en una identificación
excesiva con la propia comunidad y/o con las propias expectativas de futuro. El
lenguaje, ciertamente, nos veda una total neutralidad, pero la moderación, la
autodisciplina y la escucha de voces diversas podrán facilitar que el discurso
escrito ofrecido por la historiadora o el historiador pueda ser asumido, al menos en
parte, por quien se acerca a su relato desde otras procedencias o preferencias.
Sólo así la historiografía podrá cumplir los cometidos humanísticos que tiene,
además de luchar contra la muerte y el olvido: nutrir nuestra libertad, explorar
mejor la complejidad de la condición humana en su despliegue temporal y
contribuir a un entendimiento entre pueblos que están integrados, en último
término, por personas siempre soñadoras y menesterosas.

Dr. Fernando Sánchez-Marcos (2020).

(Catedrático emérito de Historia Moderna de la Universitat de Barcelona. Fundador


y Director del portal web http://culturahistorica.org).

NOTAS AL FINAL
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO-FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS-LICENCIATURA EN
ARQUEOLOGÍA. ANTROPOLOGÍA HISTÓRICA. CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS. DRA. PAOLA
FIGUEROA. CICLO LECTIVO 2021
[1] Cfr. Iggers, Georg (1997). Historiography in the Twentieth Century. From
Objectivity to the Postmodern Challenge. Hanover: Wesleyan University Press.

Sánchez Marcos, Fernando (2012). Las huellas del futuro: Historiografía y cultura
histórica en el siglo XX. Barcelona: Edicions i Publicacions de la Universitat de
Barcelona.

[2] Tratan también de otras civilizaciones:

Iggers, Georg G. y Wang, Q. Edward, (2008), A Global History of Modern


Historiography. Londres y Nueva York: Pearson Ltd.

Woolf, Daniel, Daniel (2005), “Historiography”, pp. 61-80, accesible en este portal.

[3] Chaunu, Pierre (1981). Histoire et décadence. París: Perrin. [Traducción del
autor]

[4] Dosse, François (1988). La historia en migajas. Valencia: Institució Alfons el


Magnànim.

[5] Con ocasión del bicentenario de la Revolución francesa, Peter Burke


publicó The French Historical Revolution. The Annales School, 1929-1989.

[6] Mastrogregori, Massimo (1999). El Manuscrito interrumpido de Marc Bloch.


México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

[7] La primera edición francesa de El Mediterráneo… es de 1949; y la segunda,


ampliada, de 1966.

[8] Coutau-Bégarie, Hervé (1989). Le phénomène nouvelle histoire. Grandeur et


décadence de l’école des Annales. París: Económica (2ª ed. revisada).

[9] Geschichte und Gesellschaft ha constituido un importante fórum internacional.


Dedicó sus dos primeros volúmenes a la demografía y a la movilidad y
estratificación social.

[10] Kocka ha utilizado reiteradamente términos franceses. Es un testimonio de


que circulaba una savia intelectual común entre Francia y la República Federal de
Alemania.

[11] La historia analítico-estructural propugnada desde Bielefeld, centrada en los


procesos y en los cambios sociales, tiene un buen exponente teórico en la obra de
Jürgen Kocka Sozialgeschchte aparecida en 1977. (La versión española es de
1989: Historia social. Concepto, Desarrollo, Problemas. Barcelona: Alpha).

[12] Fogel, Robert, y Engerman, Stanley (1974). Time on the Cross. The
Economics of American Negro Slavery, 2 vols.
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[13] Bolivar Echevarría sostuvo en el I Congreso de Historia a Debate (Santiago de
Compostela, 1993) que hablar de marxismo en general “implica una posición
cómoda, pero carente de base real” (Historia a Debate, p. 71).

[14] Este fragmento procede de Fontana, Josep (1980). Historia. Análisis del
pasado y proyecto social. Barcelona: Crítica, pp. 145-146. Fontana ha sido uno de
los mejores conocedores −y apologistas− españoles del marxismo y de su
incidencia en la historia.

[15] Papacostea, S. (1996). “Captive Clio: Romanian Historiography under


Comunista Rule”. European HIstory Quaterly, vol. 26, pp. 181-208. Las razones de
la atracción por el marxismo que sintieron muchos intelectuales de Occidente en
los decenios posteriores a la II Guerra Mundial han sido bien estudiadas en obras
como Aron, Raymond (2018 [1955]). El opio de los intelectuales. Barcelona:
Página Indómita.

[16] Sobre la influencia de la teoría de la dependencia de I. Wallerstein (y de G.


Frank) en Hispanoamérica, cfr. Iggers, G. y Wang. Q. E. (2008). A Global History
of Modern Historiography. Londres y Nueva York: Routledge, pp. 290-294. Fui
testigo del gran interés que despertaron en Madrid en 1990 (17th. International
Congress of Historical Sciences) la citada obra de Wallerstein y la temática de
centro y periferia.

[17] Stone, Lawrence (1979). “The Revival of Narrative: Reflections on a New Old
History”. Past and Present, n. 85, pp. 3-24.

[18] Burke, Peter (1993). Historia de los acontecimientos y renacimiento de la


narración. Formas de hacer historia. Madrid: Alianza, pp. 287-305.

[19] Iggers, G. y Wang, Q. E. A Global History…, op. cit., p. 273. También cabe
discutir (como hacen P. Burke y R. Chartier) en qué medida puede postularse la
existencia de esas dos culturas enfrentadas. Cfr. “El pueblo y su cultura”, Olábarri,
I. y Caspistegui, F. J., (eds.) (1996). La “nueva” historia cultural: la influencia del
posestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad. Madrid: Complutense, pp.
191-216.

[20] “La única revolución que cuenta” fue el titular de un diario de Barcelona
(29.10.1993) al informar de la presentación del último volumen de la “Historia de
las mujeres en Occidente”, dirigida por Georges Duby y Michelle Perrot.

[21] Entre la multitud de revistas sobre historia de las mujeres cabe destacar,
como pioneras, las norteamericanas Feminist Studies y Women’s Studies, ambas
iniciadas en 1972.

[22] Scott, Joan W. (ed.) (1996). Feminism and History. Oxford: Oxford University
Press.

[23] En Calvi, Giulia (ed.) (1995). Barocco al femminile. Roma-Bari: Laterza.


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[24] En mis Huellas del futuro… (p. 130) discuto si la postmodernidad es un
paradigma opuesto a la modernidad o si más bien puede interpretarse como una
hipertrofia de ésta.

[25] Aurell, Jaume (2005). La escritura de la memoria. De los positivismos a los


postmodernismos. Valencia: Publicacions de la Universitat de València.

[26] Baberowski, Jörg (2005). Der Sinn der Geschichte. Geschichttheorien von
Hegel bis Foucault. Múnich: Verlag C. H. Beck, p. 203, (Traducción del autor)

[27] White, Hayden (1978 [1973]). Metahistoria. La imaginación histórica en la


Europa del siglo XIX. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.

[28] Friedlander, Saul (ed.) (1992). Probing the Limits of Representation. Nazism
and the ‘Final Solution’. Cambridge, MA: Harvard University Press.

[29] Ricoeur publicó su gran obra Temps et récit, Tiempo y relato (o narración)
entre 1983 y 1985. Puede encontrarse una magistral exposición breve de su teoría
de la narratividad en P. Ricoeur, “Life in Quest of Narrative”, en Wood, D. (ed.)
(1991). On Paul Ricoeur. Narrative and Interpretation. Londres y Nueva York:
Routledge.

[30] White, Hayden (1992). “La metafísica de la narratividad: tiempo y símbolo en


la filosofía de la historia de Ricoeur”, en El contenido de la forma. Barcelona:
Paidós, p. 180.

[31] Gadamer, Verdad II, p. 392. En Koselleck, R. y Gadamer, H. G.


(1997). Historia y hermenéuitica. Barcelona: Paidós. Gadamer escribe (p. 116) que
el lenguaje, más que proposición y juicio, es pregunta y respuesta. En este portal
se puede encontrar un texto mío relativo a la influencia de la historiografía
germánica en España en el decenio de 1990 en el que se presta atención a
Gadamer.

[32] Aunque ofrezca sólo una aproximación orientativa, la aplicación de la


herramienta analítica “Ngram Viewer” (de Google Books) al corpus de obras
digitalizadas hasta 2008, permite ver que, en los textos en inglés, la frecuencia
relativa de Environmental History sube exponencialmente en el decenio de 1990.
Análogamente lo hace, en el caso de textos en alemán, la palabra
equivalente Umweltgeschichte, con una ligera antelación cronológica. En el corpus
en español, la frecuencia de apariciones de “historia medioambiental” sube
exponencialmente algo más tarde, a partir de 2004.

[33] V. Winiwarter había publicado en 1998 una importante introducción a la


historia medioambiental. El título escogido de ese gran tema para Sydney 2005
fue “Humankind and Nature en History / Humanité et Nature dans l’Histoire”. La
problemática se desglosó en: “Ecohistory: New theories and approaches”, “Natural
disaster and how they have been dealt with” y “Natural Sciences, History and the
image of humankind”.
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[34] Juliá, José Ramón (ed.) (2000). Atlas de Historia Universal, t. II, De la
Ilustración al mundo actual. Barcelona: Planeta, pp. 308-309.

[35] Wolfram Sieman (ed.) (2003). Umweltgeshichite.Themen und Perspektiven.


Múnich: Beck, pp. 7-20.

[36] Así Jonas, Hans (2008 [1979]). El principio de responsabilidad. Ensayo de una
ética para la civilización tecnológica. Barcelona: Herder.

[37] En este epígrafe reelaboro y resumo mi ponencia “El proceso hacia la


globalización y el cambio de perspectiva historiográfica”, en Caspistegui, F. J. (ed.)
(2012). Historia y globalización. (VIII Conversaciones Internacionales de Historia).
Barañáin: Ediciones de la Universidad de Navarra, pp. 125-166.

[38] Vives, Johannes Ludovicus (ed. 1768). De disciplinis, libri XII. Nápoles.
Accesible on-line en http://vivaldi.gva.es (Biblioteca Valenciana Digital, Generalitat
Valenciana).

Bodin, Jean (ed. 1941). La méthode de l’histoire. París/Argel: Belles-Letres.

[39] Bentley, Jerry H. (2000). “Cultural Encounters between the Continents over
the Centuries”, en 19th International Congress of Historical Sciences. Proceedings
/ Actes. Oslo: University of Oslo, 2000, pp. 29-43.

[40] Davis, N. Z. (2000). “Discussant’s comment”, A. Jolstad and M. Lunde,


International Commitee of Historical Sciences, en 19th International Congress of
Historical Sciences. Proceedings / Actes. Oslo: University of Oslo.

[41] Así la Network of World and Global History Organization (NOWGHTO) y la


aparición del Journal of Global History en 2006.

[42 Orientalism ha sido un reto para publicaciones con el título de Occidentalism.


Así, la obra de Buruma, Ian y Margalit, Avishai (2004). Occidentalism. The West in
the Eyes of Its Enemies. Nueva York: Penguin.

[43] Iggers, Georg; Wang, Q. Edward (2008). A Global History…, pp. 284-290. El
interés que el proyecto de Guha ha despertado en América Latina se percibe en la
obra del historiador mexicano Guillermo Zermeño (2004). La cultura moderna de la
historia. Una aproximación teórica e historiográfica. México D. F.: El Colegio de
México, pp.120-128.

[44] Shigeru, Akita (2009). “What to expect from a Dictionary of Transnational


History from a Global Economic History Perspective?”.
(http://www.transnationalhistory.com).

[45] Galli, Carlo (2010). La humanidad multicultural. Buenos Aires-Madrid: Katz


Editores.

[46] Osterhammel, Jürgen (2018). El vuelo del águila. Barcelona: Crítica.


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[47] Fórum digital Geschichte. Transnational. ( http://geschichte-transnatioanl.clio-
online.net )

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