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Rosario es uno de los principales centros de producción artística del país. Sin embargo,
cuenta con pocas entidades destinadas a promover las expresiones de sus artistas. Esta
situación ha llevado a plantear la necesidad de alternativas que, enfrentadas a la escasez
de presupuestos, puedan fomentar el desarrollo de la plástica local y de las condiciones
indispensables para exponerla.
Durante el curso de este año, el nivel de conciencia alcanzado sobre estas circunstancias
dio margen a la apertura de algunos lugares y a la emergencia de propuestas ajenas a las
instituciones que le otorgaron cierto dinamismo al campo artístico de la ciudad. No
obstante, el Museo Castagnino también tomó partido en este aspecto. A pesar de su
condición histórica de preservar el arte consagrado, en dos de sus salas creó un espacio
alternativo para artistas de reciente ingreso en su carrera pública.
Es destacable que en los últimos años, este museo ha alcanzado gran interés tanto por su
amplitud como por las actividades desarrolladas. Una de las más importantes es la que
lleva a cabo en estos momentos bajo la iniciativa de ampliar su colección, a través de un
proyecto definido por la Fundación Antorchas a fines de 2002. Años atrás, esta entidad
decidió donar una serie de obras a un museo del interior del país, para lo cual abrió una
convocatoria a concurso pidiendo una propuesta de contraprestación a cada
establecimiento inscripto. Ante el incumplimiento del ganador, organizó un segundo
certamen, esta vez, dirigido directamente al Castagnino, al MALBA (Museo de Arte
Latinoamericano de Buenos Aires) y al MAMBA (Museo de Arte Moderno de Buenos
Aires). Esta instancia fue determinante para la institución de Rosario que, dirigida por
Fernando Farina, propuso armar una gran colección de arte argentino contemporáneo a
partir de donaciones de los artistas. El apoyo de la Secretaría de Cultura de la
Municipalidad de Rosario y de la Fundación Castagnino resultó decisivo para poner en
marcha esta propuesta que, en consecuencia, motivó la idea de crear un Museo de Arte
Contemporáneo en la ciudad, el futuro MACRO.
El proyecto rebasó la esfera de posibilidades pensadas en un principio. Hoy, ya puede
ser considerado un aporte cultural de gran alcance nacional al involucrar alrededor de
200 artistas con producciones representativas de distintas vertientes del arte argentino
de las últimas décadas. El programa incluye la publicación de un libro que, previo
trabajo de documentación, será un referente bibliográfico importante para reforzar y, en
algunos casos, proporcionar legitimidad histórica a un conjunto importante de creadores
argentinos contemporáneos.
La historia reciente
Los 90
Es posible señalar entonces, que la aceptación de los lenguajes originados en los 90, aún
en curso, le ha dado un carácter aún más peculiar a esta política de selección. Desde
distintas perspectivas, muchas de esas realizaciones dan cuenta de las falencias del
contexto, de las respuestas a esa situación, y de las opciones plásticas variadas elegidas
para ello. El “Carrito de cartonero” de Liliana Maresca (1951-1994), presentado por
primera vez en 1990, constituye una referencia crucial al respecto, en tanto expresión
irónica de la crítica situación social arrastrada durante las últimas décadas.
También toma relevancia la presencia de los integrantes del grupo que, a principios de
esa etapa, promovió otra línea de expresión, ya histórica para el arte argentino. Se trata
de los artistas vinculados al Centro Cultural Rojas; más precisamente: Gumier Maier,
Omar Schiliro, Feliciano Centurión, Sebastián Gordín, Benito Laren, Alfredo
Londaibere, Marcelo Pombo, Pablo Siquier, Ernesto Ballesteros, Graciela Hasper, Beto
De Volder y Alberto Goldenstein. A través de distintas materialidades, sus obras ponen
en cuestión ciertos parámetros de definición del arte para promover una tendencia
estética de formas refinadas y de alto grado de seducción, y, a la vez, burlar ciertos
cánones del buen gusto.
La ambigüedad y la ironía en la percepción y en la concepción de los desarrollos del
presente, el discurso crítico hacia la decadencia del medio circundante y, asimismo, las
reflexiones en torno a ciertas problemáticas vigentes en esta sociedad mediática,
frecuentan los planteos de gran cantidad de artistas de la actualidad hallados en la
colección. Es posible mencionar en este marco a: Fabiana Barreda, Horacio Abram
Luján, Cristina Piffer, Leonel Luna, Res, Leandro Katz, Rosana Fuertes, Daniel
Ontiveros, Claudia Contreras, Adriana Lestido, Claudia Fontes, Jorge Macchi, Gabriel
Valansi, Alejandro Kuropatwa, Roberto Jacoby y Marcos López, entre otros.
Sin estar excluidas de estas iniciativas, hay propuestas que profundizan en las
condiciones humanas de ser y de estar, o en las cualidades de la ausencia. Con rasgos
más intimistas, se destacan las obras de Matilde Marín, Raúl Flores, Andrea Ostera,
Carlos Herrera, Ananké Asseff, Laura Glusman, Mónica Van Asperen, Marcela
Mouján, Ana Gallardo, Diana Schufer y Silvia Rivas.
Entre las obras de los artistas rosarinos, están las de aquellos que, vinculados o no a la
estética del Rojas, en los 90, comenzaron a indagar en las formas puras excediendo,
muchas veces, su estatuto auto-referencial para dar lugar a otras reflexiones. Las
realizaciones de Eladia Acevedo, Leo Battistelli, Luján Castellani, Hugo Cava, Leandro
Comba, Fabiana Ímola, Norma Rojas y Marcelo Villegas, dan cuenta de ello.
Siguiendo con la plástica local, el grupo de consagrados de los últimos años, en donde
es posible encuadrar a Mauro Machado, Graciela Sacco, Claudia Del Río, Nicola
Costantino, Daniel García, Román Vitali y los artistas seleccionados en el año 2000,
constituye una pieza fundamental de la colección. Igualmente, algunos autores como
Chachi Verona, Max Cachimba, Roberto Echen, Xil Buffone, Raúl D’Amelio, Mauro
Musante y Rubén Porta, entre otros.
La apertura de este proyecto quedó manifestada, sobre todo, en la integración y
reconocimiento de artistas del interior, muchos de los cuales, no formaban parte de
ninguna colección pública. Así es que Carlota Beltrame, Sandro Pereyra, Javier Juárez,
Raúl Gómez Tolosa, Rosalba Mirabella, Tulio Romano, Onofre Fratticelli, Oscar
Suárez, Oscar Páez, y Mónica Millán, entre otros, también forman parte de este
espectro.
Siguiendo múltiples chances de proyección, hoy esta colección pone a foco la
posibilidad de estrechar vínculos entre lo local y lo nacional, entre las estéticas
contemporáneas y el arte del pasado, entre los artistas y su medio actual. La validez
histórica de la propuesta, queda resignificada por los acercamientos producidos por el
proyecto. En este sentido, la aceptación de los artistas, quienes donaron las obras
obteniendo 500 pesos en razón de gastos de realización, el apoyo de importantes
galerías de Buenos Aires, y asimismo de críticos e historiadores, es destacable.
En efecto, el intento de “construir” es la actitud que le da sentido a esta propuesta que,
aún en una instancia de formación, ya se postula como un desafío de alcance nacional.
La misma cualidad permite confirmar que la Colección de Arte Contemporáneo de
Rosario ya ha pasado a ser la más importante del país.