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Obras que mantenían elementos residuales convivían junto a otras que evidenciaban un
cambio de lenguaje y exhibían distintos grados de renovación. Obras como las de Fernando
Fader, Cesário Bernaldo de Quirós, Jorge Bermudes -caracterizadas por exhibir un lenguaje
residual heredero del impresionismo y de la pintura regional española- conviven con otras
como las de Emilio Pettoruti, Xul Solar, Ramón Gómez Cornet, Norah Borges, Alfredo Guttero,
contaminadas por las experiencias de las vanguardias. Entre ellos existe una amplia gama de
matices en donde se ubican trabajos como los de Víctor Cúnsolo, Raquel Forner, Lino Enea
Spilimbergo, Antonio Berni, Héctor Basaldúa, Horacio Butler, Aquiles Badi, Miguel Victorica,
Adolfo Travascio, Ernesto Scotti o Lorenzo Gigli, entre otros. Se ven en ellos diferentes formas
de apropiación de los nuevos lenguajes de lo que se entendía como “arte moderno”. Sus
propuestas plásticas, vinculadas con un realismo de nuevo cuño, se proyectaron sobre las
décadas siguientes.
La institucionalidad del campo artístico hacia los años 20 es aún débil. Pero no supone la
ausencia de conflictos a la hora de la aparición de propuestas emergentes.
Wechsler habla de “matices” en esta renovación plástica, que van desde lo residual (la
tradición anterior, la herencia del impresionismo, la pintura regional española) a lo
emergente (el nuevo arte moderno, las vanguardias).
Los Salones Nacionales de Bellas Artes muestran un inventario significativo de lo que circulaba
por Buenos Aires. Convocado por primera vez en 1911, se abre anualmente al público. Es un
espacio de promoción en relación con su contribución a la formación de un arte nacional y
simultáneamente se lo critica por la parcialidad en sus admisiones y premios, así como por la
mediocridad que expone. En poco tiempo los salones, promovidos por la Comisión Nacional de
Bellas Artes, pasan a ocupar un lugar central dentro del año artístico. Es una instancia de
legitimación para las artes.
A la apertura del Salón de suman las exposiciones paralelas en las galerías privadas. Desde la
primera década del siglo la intensidad creciente del movimiento del mercado artístico impone
el recambio quincenal de las muestras. El interés por exponer durante el periodo en que está
abierto el salón, muchas veces es ponerse frente al salón. En otras ocasiones se trata de
exponer aquello que el jurado no hubiera admitido.
El Salón ha sido -junto a la Academia, la Comisión Nacional de Bellas Artes y la crítica de arte
instituida- de la construcción de una cultura artística dominante.
Se advierte sobre el final de la década del 20 la permeabilidad demostrada por el Salón para la
incorporación -quizás buscando su neutralización- del arte nuevo.
Fader también presenta otra alternativa frente al Salón. En 1914 es reconocido con el Premio
Adquisición, pero el valor era inferior al que él le había asignado a la obra. Fader retiró su obra
y luego envió trabajos con poco éxito. Fader se abstuvo de enviar su producción a los salones
oficiales y optó por exponer en galerías privadas, entre 1916 y 1935, buscando coincidir con el
periodo de apertura del Salón. Con contrato con la galería Müller enviaba sus obras
anualmente desde Córdoba.
Los textos de la crítica de arte completan las referencias para una ubicación de la institución
dentro del campo artístico. Adolfo Chiappori – crítico de arte y director del Museo Nacional de
Bellas Artes durante algunos periodos- publicó en 1927 en La Prensa un extenso artículo sobre
la historia del Salón. Desde una posición crítica, la revista Proa publicó con un sesgo de ironía:
“El Salón Anual es necesario”. Necesario para “descongestionar” el medio de los “falsos
artistas que hacen arte con finalidades gástricas”. Para Proa, la productividad del Salón radica
no sólo en señalar a los “mediocres” sino además en funcionar como motor de la reacción.
Los Temas
El paisaje rural
El paisaje urbano
Naturalezas muertas
El paisaje:
Naturalezas muertas:
Se elabora una imaginería nacional que cuenta con una extensa galería de personajes
construida con una sucesión de iconos regionales, presentados más allá de su situación real.
LOS AÑOS 30: ENTRE LA POLÍTICA Y LO SURREAL
A partir de los últimos años de la década del veinte y durante los primeros de la del treinta
regresan al país los jóvenes artistas después de la recorrida europea. Algunos de ellos son
Spilimbergo, Raquel Forner, Antonio Berni, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa y Juan del Prete.
Alfredo Guttero
También regresa Alfredo Guttero, no tan joven, después de 20 años en el exterior. Guttero se
convierte en una figura catalizadora del movimiento plástico de esos años.
Puede verse el recorrido de una figuración lírica a una abstracción experimental plasmada por
ejemplo en las “invenciones” del Del Prete.
A lo largo de la década del 30 la tensión se dará entre dos términos: un arte político,
vinculado a los social, y un arte implicado en lo surreal.
Antonio Berni
En 1932 expone en Amigos del Arte sus trabajos realizados en Francia. Son obras en las que se
advierte su contacto con los surrealistas, así como el impacto de la obra de De Chirico. Son
obras gobernadas por la agrupación aleatoria de elementos instalados en un espacio vacío, sin
atmósfera, metafísico. Sus obras son una versión personal del surrealismo en tensión con las
propuestas de la pintura metafísica.
Nuevo realismo
Poco a poco esta mirada surreal se va implicando en la problemática social. Quizás por el
schock de la reinserción en nuestro medio, o por el impacto de la experiencia desarrollada
junto a Siqueiros en el 33, sumado al viraje hacia el compromiso político-revolucionario del
movimiento surrealista.
Paralelamente realiza otros trabajos: Autorretrato con cactus (1934), La muchacha del libro
(1936), Primeros pasos (1937), la mujer de los guantes (1937).
En su obra la síntesis plástica y el arte vinculado a los social ocupan un espacio protagónico
Toma contacto con Siqueiros y junto a Carlos Castagnino, Berni y enrique Lázaro realiza en
1933 Ejercicio plástico mural en la casa de Natalio Botana (dueño del diario Crítica): Se pone en
práctica el ideal de la “acción colectiva”.
Sobre finales de los años 30 retoma otras investigaciones iniciadas durante su experiencia
europea:
Interlunio (19379:
Estas obras sostienen la tensión entre una estética nueva y un arte involucrado en una
dimensión de lo social.
Raquel Forner
Había participado con Guttero y los artistas de su generación surante los primeros años del
proceso de modernización de las artes plásticas.