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TEMA 5: Crisis de la monarquía borbónica.

La Guerra de la
Independencia y los comienzos de la revolución liberal. La
Constitución de 1812.

1. INTRODUCCIÓN: ESPAÑA EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL DE LA REVOLUCIÓN Y LA


RESTAURACIÓN.
El tema que nos ocupa comprende el período de descomposición del Antiguo Régimen en
nuestro país, un momento que cronológicamente situamos entre 1789 y 1833. En esos años,
España vive inmersa en un contexto internacional en que se sucederán acontecimientos
como el inicio de un proceso revolucionario que quiere acabar con el orden establecido y el
intento de reacción que se produce más adelante durante la Restauración.
A la muerte de Carlos III (1788) el Antiguo Régimen, aunque impregnado de reformismo
ilustrado, permanecía intacto. Un año después, la Revolución Francesa (1789) trastocó el
viejo orden e inició un proceso que en poco más de cuarenta años derrumbó el Antiguo
Régimen en Europa occidental, abriendo paso al Estado burgués con el triunfo del
liberalismo político, la expansión del capitalismo y la consolidación de la sociedad de clases.
Las ideas revolucionarias francesas fueron extendidas por Europa por los ejércitos de
Napoleón Bonaparte, que había tomado el poder en 1799, iniciando una expansión militar
por el continente. España fue también invadida por los ejércitos napoleónicos,
produciéndose una guerra contra el invasor, animada en parte por muchas de las ideas de
libertad originadas en Francia. Es el momento de las Cortes de Cádiz y su obra legislativa, en
la que destaca la Constitución de 1812.
La derrota de Napoleón por las potencias absolutistas europeas en 1815 abre la etapa de la
Restauración, una vuelta al viejo orden y al absolutismo monárquico orquestada desde el
Congreso de Viena y dirigida por los países de la Santa Alianza. Pero los vientos de libertad
ya no podrían ser definitivamente amordazados y, entre 1815 y 1833, España, como Europa
entera, se debatirá entre el absolutismo y el liberalismo. Es con la vuelta al trono de la
dinastía de Borbón en la persona del rey Fernando VII, monarca que intentará por todos los
medios acabar con la obra revolucionaria de Cádiz y con sus seguidores, cuando se
manifiesta esa pugna entre lo viejo y lo nuevo.

2. CRISIS DE LA MONARQUÍA BORBÓNICA.


2.1 El impacto de la Revolución Francesa en España
El reinado de Carlos IV (1788-1808) coincide en el tiempo con el desarrollo de la Revolución
Francesa (1789) y el inicio de la expansión napoleónica subsiguiente. La Revolución marcó la
actividad diplomática y militar de los gobiernos de Carlos IV pero también su política interna.
2.1.1 Impacto en la política interna.
La primera reacción del gobierno de Carlos IV fue de pánico a la posibilidad del contagio de
las ideas revolucionarias. Los ilustrados españoles en su mayoría no eran partidarios de la
revolución, sino de una política de reformas dentro de los márgenes del Antiguo Régimen.
No obstante, conforme llegan las noticias de Francia y se detecta una simpatía creciente por

1
ideas republicanas en grupos de burgueses ilustrados de las ciudades costeras, el gobierno
del conde de Floridablanca (un ilustrado que cambia a una actitud reaccionaria) comienza a
actuar. El aislamiento parecía ser el mejor recurso, y quedaron clausurados todos los
conductos de comunicación intelectual, cerrando las fronteras, a la vez que la Inquisición
recibe el encargo de amenazar a los ilustrados sospechosos y cerrar el país a la propaganda
política. Todas las publicaciones francesas son perseguidas por anticristianas. Se prohibió la
salida de España a los jóvenes que deseaban estudiar en universidades extranjeras. El miedo
a la revolución era tal que el gobierno de Floridablanca llegó a prohibir la enseñanza del
francés para evitar lecturas contrarias a la monarquía y a la Iglesia. Además, se controló a la
prensa y a las Sociedades de Amigos del País no se les permitió mantener sus actividades.
A pesar de todo, Floridablanca tuvo una actitud siempre indecisa y las medidas para
neutralizar la propaganda revolucionaria fueron ineficaces. Por ello fue sustituido en 1792
por el gobierno del conde de Aranda. Éste durante algunos meses procuró mejorar las
relaciones con Francia, esperando vanamente contener su revolución. Pero los sucesos del
proceso revolucionario francés hicieron fracasar su política de transigencia, contraria a la
guerra, por lo que a finales de 1792, le sucedía en el gobierno el hasta entonces desconocido
Manuel Godoy que es el encargado de declarar la guerra. Cuando el proceso revolucionario
francés viva un período de más calma (época del Directorio) Godoy desarrollará una política
nuevamente reformista e ilustrada: apoya una ley de reforma agraria, se suprimen algunos
impuestos, se liberalizan los precios de las manufacturas, se reduce el poder de los gremios,
e incluso se empieza una desamortización de bienes del clero para mejorar las arcas de la
hacienda del Estado.
2.1.2 Impacto en la política exterior
La política exterior se vio muy afectada por la Revolución Francesa pues la monarquía
española pierde a su único aliado importante: la Francia de la monarquía de los Borbones,
con la que tenía lazos familiares. Aun así esta ruptura con el país vecino no fue definitiva, ya
que se observan dos fases bien definidas en la política exterior del reinado de Carlos IV, una
de hostilidad contra la Francia revolucionaria, hasta 1794, y otra de alianza con Francia,
desde 1796.
a) Hostilidad contra Francia. Tras la ejecución de Luis XVI, en 1793, el gobierno de Godoy
rompe lazos con Francia para declararle la guerra, adhiriéndose a la coalición de países
antirrevolucionarios (Austria, Reino Unido, Países Bajos y Prusia). Se trataba de la reacción
del Antiguo Régimen de España y de otros países contra la Convención1 de un país regicida y
enemigo de la religión y de todo el orden tradicional.
El resultado del conflicto, después de un inicio favorable a nuestro país, fue la derrota, que
obligó a firmar la paz de Basilea (julio de 1795). Durante la guerra contra la Convención, a
pesar de la alianza con el Reino Unido, no se amortiguaron los recelos del gobierno de
Madrid hacia este país, enemigo durante todo el siglo XVIII, por lo que cuando la situación en
Francia lo permitiera se volvería a la alianza, más natural, con el país galo.
b) Alianza con Francia. Una vez comenzada en Francia una etapa más moderada de la
Revolución con el régimen del Directorio, surgido de la reacción contra los excesos de la
época de la dictadura de Robespierre, Manuel Godoy entabla de nuevo relaciones amistosas

1
Convención: Asamblea de la etapa exaltada de la Revolución Francesa, de mayoría radical, que votó la
condena a muerte del rey Luis XVI.

2
que pronto derivan en sumisión al país vecino, lo que se prolonga y se acentúa después en
época del imperio de Napoleón Bonaparte, culminando en la invasión de España por las
tropas del emperador. De momento, durante el último período de la Revolución Francesa,
en 1796 se firma con el Directorio el Pacto de San Ildefonso por el que se restaura la alianza
francoespañola para luchar contra Inglaterra, convencido Godoy de que la verdadera
amenaza a la monarquía de Carlos IV radicaba en la penetración británica en el mercado de
América. Poco tiempo después la flota española sufrió una derrota en el cabo de San Vicente
y los ingleses se apoderaron de la isla de Trinidad.
2.2 España en la Europa napoleónica. Efectos de la relación de España con Napoleón hasta
1808.
A partir de la toma del poder por Napoleón Bonaparte, en 1799, la corte española no es sino
mera comparsa de la política expansionista de Francia. Se firma el segundo tratado de San
Ildefonso (1800) dirigido contra Portugal así como los de Madrid y Aranjuez firmados en
1801. Sirviendo a los intereses de Francia, Godoy emprende la llamada guerra de las
naranjas contra los portugueses, con objeto de cerrar sus puertos al comercio británico. De
ella España consigue el territorio de Olivenza.
Pronto se ve España envuelta en otra guerra francobritánica de trágicas consecuencias para
su flota, que cae destrozada en la batalla naval de Trafalgar (1805).
Los desastres bélicos, el arrinconamiento político de la alta nobleza y el disgusto del clero a
causa de las medidas desamortizadoras unen a la oposición en torno al príncipe de Asturias,
el futuro Fernando VII, que no congeniaba con Godoy. El tratado de Fontainebleau (1807),
por el que Godoy autorizaba el paso de tropas francesas por España con el objetivo de una
nueva campaña de conquista y reparto de Portugal (quedando Godoy como príncipe del
Algarve), fue el desencadenante de otros acontecimientos. Pronto se reveló el tratado una
pura farsa urdida por Napoleón con el fin de invadir España. En ese momento Godoy
convenció a los reyes de la necesidad de huir hacia Andalucía o América. Como consecuencia
de esto se produjo el motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808), provocado por los
partidarios del príncipe de Asturias (que ya el año anterior habían protagonizado la fallida
conjura de El Escorial). Éstos hicieron correr la noticia de que Godoy quería secuestrar al rey.
El resultado de todo esto fue el apresamiento del ministro y la abdicación de Carlos IV en su
hijo Fernando. Napoleón intervendría en estas diferencias entre padre e hijo llamándolos a
Bayona. Fernando VII, una vez allí, abdicó en Carlos IV y éste puso su trono a disposición de
Bonaparte. Cuando estos personajes lamentables llevaban a cabo las que se conocen como
abdicaciones de Bayona (5 de mayo de 1808) ya había corrido mucha sangre por las calles de
Madrid. Había comenzado la guerra de la Independencia.

3. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
3.1 VERTIENTES DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
Esta terrible guerra tuvo varias dimensiones o vertientes:
- Guerra patriótica y nacionalista frente a los ejércitos napoleónicos.
- Guerra civil, pues una parte del país, los afrancesados, estaba del lado de José I Bonaparte.
- Guerra internacional, ya que España fue escenario de operaciones de los ejércitos inglés y
francés.

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El levantamiento contra los invasores es parte de una guerra nacional y popular, pero no
revolucionaria. Nacional porque la lucha contra los franceses acrecentó el sentimiento de
pertenencia a una misma comunidad y conformó una nueva mentalidad de españoles, por
encima de las adscripciones regionales o de reinos. Sin embargo, el ideario que hizo posible
la insurrección partía de la defensa de la religión y de la monarquía, de una visión tradicional
de la sociedad no compartida por la minoría liberal que, además de afirmar la nación frente
a Francia, deseaba hacer su propia revolución. Ésta es precisamente otra vertiente más de la
guerra: una revolución de carácter liberal frente a la defensa de los valores tradicionales del
Antiguo Régimen, que se desarrolló con la legislación de las Cortes de Cádiz.
3.2 DESARROLLO DE LA GUERRA (1808-1813)
En el desarrollo de los acontecimientos bélicos distinguimos tres fases:
a) Primera fase: desde mayo a finales de 1808.
Se desarrolló una guerra convencional en la que frente a la superior técnica militar francesa,
los españoles opusieron una heroica resistencia. Durante estos meses las tropas francesas,
unos 150.000 hombres bajo el mando de Murat, fueron incapaces de ocupar rápidamente el
país. No lograron conquistar Gerona, Zaragoza ni Valencia.
El ejército español venció en la batalla de Bailén (Jaén) y los franceses se vieron obligados a
evacuar Madrid y Portugal, derrotados en este caso por el ejército inglés, aliado ya de los
españoles.
b) Segunda fase: desde fines de 1808 hasta finales de 1811.
Fase de dominio militar francés, que se inició con el traslado de Napoleón en persona a
España al frente de 250.000 hombres, en su mayoría los mejores veteranos de guerra. El
Emperador recuperó Madrid y regresó a Francia (enero 1809). Los años siguientes, el
ejército francés fue conquistando territorios a cambio de enormes pérdidas humanas. Así,
en 1810 ya ocupaban Aragón, Cataluña y casi toda Andalucía, excepto Cádiz y Huelva.
En cualquier caso, el dominio francés no fue nunca indiscutido: las guerrillas ocasionaron
graves pérdidas a los invasores, quienes tuvieron que mantener en armas un número
excesivo de soldados. La
guerrilla prueba la activa
participación del pueblo
en la lucha contra las
tropas francesas. Fue una
novedosa forma de
combate adoptada por
los españoles dada su
inferioridad militar ante
el ejército invasor. Las
guerrillas eran pequeños
grupos, cada uno
compuesto por unos
pocos cientos de
combatientes, que
atacaban continuamente
y por sorpresa a los
franceses en acciones

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rápidas sobre espacios rurales, controlados en teoría por el enemigo, aprovechando su
conocimiento del terreno y la colaboración de la población civil que facilitaba a los
guerrilleros información, alimentos y refugio.
El ejército francés, incapaz de luchar con efectividad contra las guerrillas, reaccionó
desarrollando una dura represión indiscriminada contra la población española en su
conjunto.
c) Tercera fase: 1812 y 1813.
Se vuelve a la guerra convencional apoyada por las guerrillas. Durante estos años los
franceses, con efectivos cada vez más reducidos e impotentes para afrontar
simultáneamente dos frentes de guerra en España y Rusia, irán retirándose progresivamente
hacia la frontera pirenaica empujados por los españoles y por el ejército inglés dirigido por el
general Wellington.
Las grandes batallas del período fueron Arapiles, Vitoria y San Marcial, con las cuales se puso
fin a la presencia del ejército francés en España.
Esta guerra se ganó gracias al esfuerzo sumado del ejército inglés y de los guerrilleros
españoles.
3.3 BALANCE ECONÓMICO-SOCIAL DE LA GUERRA.
Si hacemos balance de lo que esta guerra trajo para nuestro país hay que decir que en lo
demográfico y económico fue muy negativa, o mejor catastrófica. En lo social el balance es
menos negativo, pues introdujo algunas condiciones para los cambios socio-políticos que se
irían produciendo a lo largo del siglo XIX. Concretamos más en los siguientes apartados para
aclarar lo señalado anteriormente:
a) Consecuencias económicas.
Se produjeron grandes daños con la destrucción de cosechas, ganado, ciudades, caminos,
puentes, industrias, y en general en toda la infraestructura económica de España.
Además de las fuertes pérdidas en recursos humanos y físicos, la guerra provocó el cortar de
raíz el proceso de crecimiento económico iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII.
El Estado español asiste en 1814 a la quiebra de sus recursos financieros, debido a un
agotamiento casi total de las fuentes de ingresos para Hacienda y a un gran aumento de la
Deuda Pública para afrontar los gastos bélicos.
La crítica situación de la Hacienda española hay que relacionarla con otra consecuencia de la
guerra de Independencia, el alzamiento independentista de las colonias americanas, que
supone la crisis del comercio colonial, con la pérdida de los mercados americanos tanto para
una incipiente industria como para la agricultura enfocada a la exportación. Así, por ejemplo,
la guerra paralizó la brillante trayectoria que ofrecía a los capitalistas catalanes el comercio
americano, y cuando algunas ciudades de Cataluña empezaban a tener resultados muy
positivos se producen las rebeliones americanas y las destrucciones de la guerra peninsular
de Independencia.
Por otro lado, era muy difícil hacer una presión fiscal sobre el campesinado y la burguesía
comercial que se habían visto perjudicados primero con la guerra de la Independencia y
luego con la quiebra colonial, y de ahí las dificultades de la Hacienda para sacar fondos
destinados a la reconstrucción económica del país.

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b) Consecuencias sociales y políticas.
En el aspecto demográfico entre 1808 y 1814 hubo muchas pérdidas humanas por los
acontecimientos bélicos, pero también debido al hambre, las epidemias y la carestía
generalizada. La campaña militar de 1808 produjo los peores estragos, con una terrible
mortalidad que culmina en 1809, causada por la lucha, tanto de forma directa como
indirecta. En 1812 hubo otra importante baja de población relacionada con el hambre
provocada por el gran encarecimiento del grano (crisis de subsistencia).
En términos generales, la guerra supuso la ruptura del proceso de crecimiento demográfico
desarrollado en España a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII.
En lo social, como consecuencia de las medidas legislativas promulgadas en la revolución
liberal que se lleva a cabo durante la guerra (Cortes de Cádiz) empiezan a desaparecer las
diferencias estamentales y son sustituidas por el nuevo principio de igualdad jurídica entre
todos los individuos, es decir, comienza el tránsito de una sociedad estamental a una
sociedad de clases.
Por otra parte, hay efectos en la composición social del ejército español. Entre 1808 y 1814
acceden a los altos mandos militares personas de las clases medias y populares,
rompiéndose la exclusividad de la nobleza para estos puestos. Las reacciones absolutistas de
1814 y 1823 consideraron ya tarea imposible el variar esa situación. Aquí está la causa de
por qué tantos levantamientos liberales del siglo XIX comenzaron en las filas del ejército
(pronunciamientos).
En el aspecto político, al abolirse, una vez terminada la guerra, la legislación de las Cortes de
Cádiz, la estructura política del país vuelve a la situación anterior a 1808. Sin embargo la
guerra había quebrantado la solidez del Antiguo Régimen, ya que permite cierta difusión de
las ideas revolucionarias y el agrupamiento de los sectores sociales más progresistas.
Además, las formas espontáneas de organización política en ausencia de un poder
centralizado (las Juntas), desarrolladas entre 1808 y 1813, contribuyen a crear un sector de
la población interesado en los asuntos públicos.
En otro orden de cosas, como consecuencia de la guerra de la Independencia comienza el
proceso independentista de las colonias americanas, que lógicamente afecta a la estructura
de un Estado que deja de ser Imperio y pasa a ser una potencia de segundo orden.

4. COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN ESPAÑA. LAS CORTES DE CÁDIZ Y SU


LEGISLACIÓN. CONSTITUCIÓN DE 1812.
4.1 Concepto de revolución liberal y liberalismo.
La revolución liberal en España es el proceso histórico que se inicia en 1808, en el contexto
de la guerra de la Independencia, y que supuso un conjunto de transformaciones
económicas, sociales y políticas con el fin de liquidar el Antiguo Régimen. Tiene como
fundamento la ideología del liberalismo. Los rasgos de éste se pueden resumir en el rechazo
de las formas absolutas de poder, el traspaso de la soberanía del rey a la nación y la defensa
de las libertades individuales y el derecho de propiedad privada. También se llama
revolución burguesa porque fue la burguesía la clase social que la dirigió y la principal
beneficiaria de esos cambios.
La revolución liberal siguió el modelo de la Revolución Francesa. En España sus primeros
pasos se dieron en las Cortes de Cádiz, reunidas durante la guerra contra los invasores

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franceses, así como durante el reinado de Fernando VII, si bien en éste, salvo en el Trienio
Liberal, la pugna entre liberalismo y absolutismo se resolvió a favor de este último.
4.2 Las Cortes de Cádiz (1810-1813) y su legislación. Análisis y valoración.
En el país se había impuesto por los franceses un régimen político encabezado por José I
Bonaparte, cuya base legal era la llamada Constitución de Bayona (1808), que en realidad no
era una constitución sino una especie de carta otorgada2. Este régimen sólo era apoyado por
algunos funcionarios y políticos españoles que querían la modernización de España. A éstos
más adelante se les llamaría afrancesados y se les perseguiría después de la guerra.
Tras el alzamiento generalizado contra el invasor, en los más diferentes lugares de España se
constituyeron Juntas que ante las abdicaciones de Bayona y el afrancesamiento de las
instituciones tradicionales, se sintieron legitimadas para llevar la dirección del país y de la
guerra. Todas estas Juntas estaban coordinadas mediante la creación de la Junta Suprema
Central, en la que participaron ilustrados tan conocidos como Jovellanos o Floridablanca.
Una importante decisión de la Junta Suprema Central fue la convocatoria de elecciones a
Cortes generales. El proceso electoral, lleno de dificultades, se comenzó a principios de
1810. El lugar de reunión de las Cortes resultantes iba a ser la ciudad de Cádiz, centro
comercial y cosmopolita libre del dominio francés.
Las Cortes de Cádiz se reunieron por vez primera el 24 de septiembre de 1810, con escasos
diputados, por las dificultades de la guerra, que fueron aumentando progresivamente. La
composición de esta asamblea era variada y había tanto diputados liberales como
defensores del Antiguo Régimen.
La labor de las Cortes, dado su carácter constituyente, se centró en la elaboración de una
constitución y de toda una legislación
de carácter liberal que pretendía acabar
con los elementos del viejo orden
(sociedad estamental, economía
cerrada y monarquía absoluta).
La historiografía hostil a la democracia o
al liberalismo ha pretendido quitarle
importancia o desvirtuar el sentido de la
obra constituyente y legislativa de las
Cortes de Cádiz, acusando a esta
asamblea, entre otras cosas, de falta de
representatividad. Sin embargo, las
cortes gaditanas, como primera etapa
del parlamentarismo3 español, tienen
una importancia trascendental en la
historia de España y suponen un hito
fundamental en la evolución del
liberalismo europeo.

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Carta otorgada: Documento legal que incluye elementos propios del liberalismo y formalmente parecido a
una constitución pero que, a diferencia de ésta, no ha sido elaborado por los representantes de la nación sino
dada por el monarca.
3
Parlamentarismo: Sistema político en que el poder legislativo está confiado al parlamento, ante el cual es
responsable el gobierno.

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Entre la legislación de Cádiz destaca lo siguiente:
 Libertad de imprenta y supresión de la censura previa por vez primera en España
(1810). De esta medida estaban excluidos los escritos religiosos.
 Abolición del régimen señorial y de los señoríos jurisdiccionales, que eran un residuo
feudal que impedía la modernización de la administración local y provincial. No
obstante, al convertirse los títulos señoriales en contratos de propiedad particular, la
nobleza salvó casi todos sus bienes y tierras (1811).
 Abolición del régimen gremial, lo que suponía la libertad económica, comercial, de
trabajo y de fabricación (1813).
 Inicio de una tímida desamortización eclesiástica con la incautación de los bienes de las
órdenes militares y de los jesuitas (1813).
 Abolición de la Inquisición, presentada como un obstáculo a la libertad de pensamiento
y el desarrollo de la ciencia.
 Supresión del Honrado Concejo de la Mesta.
 Abolición de la tortura.

4.3 Constitución de 1812.


La primera constitución española fue una solución de compromiso entre ideologías
diferentes debido a la composición de las Cortes de Cádiz, con diputados liberales y
diputados defensores del Antiguo Régimen (miembros de la nobleza y del clero, aunque
algún clérigo fue también liberal). De ahí que en sus artículos hubiera aspectos propios de la
ideología liberal y aspectos tradicionales. Lo más destacado de los 384 artículos de este texto
constitucional fue lo siguiente:
- Soberanía nacional. Su artículo 3 dice: “La soberanía reside esencialmente en la nación, y
por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes
fundamentales”. Este principio se opone a la soberanía monárquica absolutista legitimada
por el origen divino.
- A lo largo del texto se consagran una serie de derechos fundamentales. Se recogen, entre
otros, la libertad de pensamiento e imprenta, el derecho a la educación, la inviolabilidad del
domicilio, el derecho a la propiedad, etc. Se produce, además, la declaración de la igualdad
de todos los ciudadanos ante la ley, lo que supone el fin de las diferencias estamentales con
sus privilegios.
- Se consagra la división de poderes. El legislativo corresponde a las Cortes con el rey, el
ejecutivo al rey (podía proponer leyes) y el judicial a los tribunales.
- La forma de sufragio activo es universal masculino e indirecto. El pasivo no es universal,
pues para ser diputado se requiere ser mayor de veinticinco años y tener una renta
procedente de bienes propios, por lo que los no propietarios no podían presentarse a las
elecciones.
- El parlamento es unicameral, integrado por las Cortes, que tienen la iniciativa legislativa. El
rey inauguraba y clausuraba sus sesiones pero no podía estar presente en sus deliberaciones
ni suspender ni disolver sus sesiones.
- La forma de gobierno es la monarquía hereditaria.

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- Se proclama la religión católica como la única permitida.
- Creación de la milicia nacional, un nuevo cuerpo eventual de ciudadanos armados que
tiene el fin de defender el régimen liberal de sus posibles enemigos. También se forma un
ejército permanente, de base nacional, para defender a la nación, en sustitución del anterior
ejército, patrimonio de la monarquía.
La mayor parte de los puntos anteriores son propios de la ideología liberal. En cuanto a los
aspectos tradicionales de la Constitución, los dos más destacados son, por un lado, la
consagración del catolicismo como religión oficial, sin permitir la libertad religiosa, y, por
otro lado, el mantenimiento de la monarquía como forma de Estado. Debemos interpretar la
inclusión de estos elementos como un gesto de prudencia condicionado por la guerra y la
necesaria colaboración del clero católico y los innumerables seguidores de la monarquía en
la lucha contra los franceses. Tampoco debemos olvidar que la mayoría de los diputados de
Cádiz eran monárquicos y que nada menos que unos 90 pertenecían al clero.

5. REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833)


5.1 La reacción absolutista: el sexenio absolutista (1814-1820).
Una vez casi derrotado en España, y después de su derrota en Leipzig, Napoleón necesitaba
asegurar el flanco sur del territorio francés para impedir una invasión inglesa desde España.
Por ello, a finales de 1813, decidió firmar un tratado con España (Tratado de Valençay),
reconocer a Fernando VII como monarca legítimo, permitir su vuelta al país y retirar sus
tropas del territorio español.
El regreso de Fernando VII planteó el problema de integrar al monarca en el nuevo modelo
político, definido por las Cortes de Cádiz en la Constitución de 1812. Fernando VII había
abandonado el país como un monarca absoluto y debía volver como un monarca
constitucional. Los liberales tenían sus dudas respecto a la buena voluntad del Rey de
aceptar la situación e hicieron todo lo posible para que su vuelta al país se realizara
directamente a Madrid, donde debía jurar la Constitución y comprometerse a respetar el
nuevo marco político. Fernando VII, en un principio, temió enfrentarse a aquéllos que
durante seis años habían gobernado el país y habían resistido al invasor y, por tanto, mostró
voluntad de aceptar sus condiciones.
Frente a los liberales, los absolutistas, nobleza y clero sabían que la vuelta del Monarca era
su mejor oportunidad para volver al Antiguo Régimen. Se organizaron rápidamente para
mostrar al Rey su apoyo incondicional para que se restaurase el absolutismo (Manifiesto de
los Persas) y movilizaron al pueblo para que le mostrase su adhesión incondicional (le
llamaban "el Deseado"). Fernando VII, seguro ya de la debilidad del sector liberal, traicionó
sus promesas y, al llegar a España, protagonizó un golpe de Estado, al declarar mediante el
Real Decreto de 4 de mayo de 1814 "nulos y de ningún valor ni efecto" la Constitución y los
decretos de Cádiz, y anunció la vuelta al absolutismo. Inmediatamente fueron detenidos o
asesinados los principales dirigentes liberales, mientras otros huyeron hacia el exilio.
En los meses siguientes se produjo la restauración de todas las antiguas instituciones, se
restableció el régimen señorial y se restauró la Inquisición. Era una vuelta en toda regla al
Antiguo Régimen. La situación internacional era además favorable. Napoleón había sido
derrotado. Las potencias absolutistas europeas vencedoras habían conseguido en el
Congreso de Viena restaurar el viejo orden en toda Europa y la Santa Alianza garantizaba la

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defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance
del liberalismo.
Fernando VII y su gobierno debieron intentar, sin embargo, un objetivo imposible: rehacer
un país destrozado por la guerra, con la agricultura deshecha, el comercio paralizado, las
finanzas en bancarrota y todas las colonias en pie de guerra por su independencia, y ello con
los viejos métodos del Antiguo Régimen. Sus gobiernos fracasaron uno tras otro.
La oposición a la nueva situación no tardó en manifestarse. La burguesía liberal y las clases
medias urbanas reclamaban la vuelta al régimen constitucional. Una parte del campesinado
se negaba a volver a pagar rentas y tributos y se oponía a la restauración del régimen
señorial. Por último, en el ejército, la integración de parte de los jefes de la guerrilla dio lugar
a la creación de un sector liberal, partidario de reformas.
El recurso a la represión fue la única respuesta del gobierno. Pronunciamientos militares
liberales (Mina, Porlier, Lacy, Vidal...), algaradas en las ciudades y amotinamientos
campesinos, aunque fracasan entre 1814 y 1820, muestran el descontento y la quiebra del
modelo de monarquía absoluta
5.2. El impacto del ciclo revolucionario de 1820 en España: El Trienio Liberal (1820-1823).
En el contexto internacional de la Restauración se dieron algunas oleadas revolucionarias
burguesas en Europa con el fin de acabar con la reposición del Absolutismo. En 1820 se dio
una de esas oleadas, que afectó a Nápoles, Grecia y España, si bien este ciclo revolucionario
comenzó en España e influyó en otros lugares.
El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael de Riego, al frente de una compañía de soldados
acantonados en Cabezas de San Juan (Sevilla) en espera de marchar hacia la guerra en las
colonias americanas, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812.
La pasividad del ejército, la actuación de la oposición liberal en las principales ciudades y la
neutralidad de los campesinos, obligaron al Rey, finalmente, a aceptar, el 10 de marzo,
convertirse en monarca constitucional. Fernando VII nombró un nuevo gobierno que
proclamó una amnistía y convocó elecciones. Las Cortes se formaron con una mayoría de
diputados liberales e iniciaron rápidamente una importante obra legislativa.
Restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, como la libertad de industria, la abolición
de los gremios, la supresión de los señoríos jurisdiccionales y de los mayorazgos, y
elaboraron nuevas normas como la disminución del diezmo, la venta de tierras de los
monasterios, la reforma del sistema fiscal, del código penal y del funcionamiento del
ejército. Con su acción pretendían liquidar el feudalismo en el campo, convirtiendo la tierra
en una mercancía más, susceptible de ser comprada y vendida, e introducir relaciones de
tipo capitalista entre propietarios de la tierra y campesinos arrendatarios.
Asimismo, deseaban liberalizar la industria y el comercio, eliminar las trabas a la libre
circulación de mercancías y permitir el desarrollo de la burguesía comercial e industrial. Por
último, iniciaron la modernización política y administrativa del país, bajo los principios de la
racionalidad y la igualdad legal, y crearon la Milicia Nacional, un cuerpo armado de
voluntarios, formado por las clases medias, esencialmente urbanas, con el fin de garantizar
el orden y defender las reformas constitucionales.
Las reformas suscitaron rápidamente la oposición de la monarquía. Fernando VII había
aceptado el nuevo régimen sólo forzado por las circunstancias. Desde el primer momento,
no sólo paralizó todas las leyes que pudo, recurriendo al derecho de veto que le otorgaba la
Constitución, sino que conspiró de forma secreta contra el gobierno y buscó la alianza con

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las potencias europeas absolutistas para que éstas invadiesen el país y restaurasen el
absolutismo.
Más grave para el nuevo régimen fue la oposición que le mostraron parte de los campesinos.
Las leyes del Trienio no reconocían ninguna de las aspiraciones campesinas, como el reparto
de la tierra y la rebaja de los impuestos. Al contrario, se acababa con el régimen señorial,
pero los antiguos señores eran ahora los nuevos propietarios, y los campesinos se convertían
en arrendatarios que podían ser expulsados de las tierras si no pagaban, con lo que perdían
sus tradicionales derechos sobre la tierra.
Además la monetarización de las tradicionales rentas señoriales y diezmos eclesiásticos,
antes pagados con productos agrarios, obligaba a los campesinos a conseguir dinero con la
venta de sus productos. En una economía todavía de autosuficiencia, con escasos mercados,
los campesinos no conseguían que sus productos alcanzaran el valor suficiente para reunir la
cantidad de moneda requerida por los nuevos impuestos. Los campesinos se sintieron más
pobres y más indefensos con la nueva legislación capitalista y se alzaron contra los liberales.
La nobleza tradicional y sobre todo la Iglesia, perjudicada por la supresión del diezmo y la
venta de bienes monacales, animaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio. En
1822 se alzaron partidas absolutistas en Cataluña, Navarra, Galicia y el Maestrazgo, que
llegaron a dominar amplias zonas de territorio y que establecieron una regencia absolutista
en la Seo de Urgel en 1823.
Las dificultades dieron lugar a enfrentamientos entre los propios liberales. Un sector, los
moderados, era partidario de realizar las reformas con prudencia e intentar no enemistarse
con el rey y la nobleza por un lado, y no asustar a la burguesía propietaria, por el otro; los
exaltados planteaban la necesidad de acelerar las reformas y enfrentarse con el monarca,
confiando en el apoyo de los sectores liberales de las ciudades, de parte del ejército y de los
intelectuales, y de la prensa.
5.3. La década ominosa (1823-1833).
A pesar de todos los obstáculos y de las divisiones internas, el régimen del Trienio acabó
debido a la intervención de las potencias absolutistas europeas. La Santa Alianza respondió a
las peticiones de Fernando VII y encargó a Francia intervenir en España para restaurar el
absolutismo. En abril de 1823, unos 100.000 soldados (los Cien Mil Hijos de San Luis) al
mando del duque de Angulema, ayudados por realistas españoles, irrumpieron en territorio
español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
La vuelta al absolutismo fue seguida, como en 1814, por una feroz represión contra los
liberales y de nuevo gran parte de ellos marchó hacia el exilio. Se depuró la Administración y
el ejército, se crearon comisiones de vigilancia y control, y un verdadero terror se extendió
por el país contra todo posible partidario de las ideas liberales.
La única preocupación del gobierno de Fernando VII, además de la represión, fue el
problema económico. Las dificultades de la Hacienda, agravadas por la pérdida definitiva de
las colonias americanas, forzaron a un estricto control del gasto público, dado que era
imposible aumentar la recaudación sin tocar los privilegios fiscales de la nobleza. A partir de
1825, el Rey, acuciado por los problemas económicos, adoptó posiciones más abiertas a la
colaboración con el sector moderado de la burguesía financiera e industrial de Madrid y
Barcelona: concedió un arancel proteccionista para las manufacturas catalanas y llamó a
López Ballesteros, cercano a los intereses industriales, al ministerio de Hacienda.

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La actitud del Rey fue mal vista por el sector más conservador y tradicionalista de la Corte, la
nobleza y el clero, ya muy descontentos porque Fernando VII no hubiese repuesto la
Inquisición o no persiguiese con suficiente saña a los liberales. En Cataluña, en 1827, se
levantaron partidas realistas que reclamaban mayor poder para los ultraconservadores y
defendían el retorno a las costumbres y fueros tradicionales. En la corte, dicho sector se
agrupó alrededor de Carlos María Isidro, hermano del rey y su previsible sucesor, dado que
Fernando VII no tenía descendencia. Con el nacimiento de una hija del rey, la futura Isabel II,
se abre el problema sucesorio entre partidarios de Carlos y de Isabel, entre absolutistas y
liberales moderados, que marcarán los hechos de la política del resto del siglo XIX (guerras
carlistas).

5.4 El proceso de emancipación de las colonias americanas.


5.4.1 CAUSAS
Varios factores explican los movimientos independentistas: la marginación política que
desde España sufrían los criollos4, el ejemplo emancipador de las antiguas colonias de
América del Norte (nacimiento de Estados Unidos en 1783), las ideas de libertad que
llegaban de Francia y otros lugares de Europa y la confusión creada por la ocupación
napoleónica de España, a la que se añadía la debilidad política y militar de nuestro país a
principios del siglo XIX.
5.4.2 FASES
1808-1814
El vacío de poder en España, por efecto de la invasión del ejército francés, propició la misma
reacción que en la metrópoli, es decir, la creación de Juntas (Caracas, Buenos Aires, Bogotá,
Santiago de Chile…). Esto suponía una independencia de hecho y una primera experiencia de
autogobierno. En muchos casos, las nuevas juntas depusieron a las autoridades coloniales,
proclamaron la independencia y abrieron los puertos al comercio mundial, lo que traía
consigo la ruptura de la dependencia de un Estado español que no podría reaccionar hasta
1814.
1814-1820
Con Fernando VII restaurado en el trono de España y con una Europa vigilada por la Santa
Alianza, la revolución americana experimentó un gran retroceso. Buena parte de los
movimientos independentistas fueron aplastados y el territorio nuevamente controlado por
las autoridades y el ejército españoles. Sólo el foco argentino de Río de la Plata se mantiene
independiente, liberando además a Chile en 1818.
1820-1824
La revolución española de 1820 tuvo el efecto de suspender el envío a América de una
expedición militar para someter las constantes insurrecciones. Vuelve un período de resurgir
del movimiento emancipador. Es la etapa de las grandes expediciones de los dos grandes
libertadores, Simón Bolívar (desde Venezuela) y José de San Martín (desde Argentina), y de
otros como Sucre (Ecuador y Perú) o Itúrbide (México). La derrota del ejército español en
Ayacucho (Perú) en 1824 fue el final de la dependencia española (con la excepción de Cuba y
Puerto Rico) y el nacimiento de las nuevas naciones.

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Criollo: Hijo o descendiente de españoles.

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Sin sus colonias americanas, España queda relegada definitivamente a un papel de potencia
de segundo orden y pierde un inmenso mercado y unos recursos muy necesarios en un
momento en que otros países europeos comienzan su industrialización.

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