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BLOQUE V: LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN.

LIBERALISMO
FRENTE AL ABSOLUTISMO.
“El reinado de Carlos IV puede considerarse como el primer capítulo del proceso que pondrá fin al
Antiguo Régimen y que alumbrará la España contemporánea”
–Carlos Martínez Shaw–
El final del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX en España se vio marcado por la lucha constante por
el fin del Antiguo Régimen, implantando así un régimen liberal, como en el resto de Europa, cuyas bases
recaían en la Ilustración.
En España, lo que hizo crear el ambiente liberal revolucionario fue la Guerra de la Independencia,
provocada por la firma del Tratado de Fontainebleau, el Motín de Aranjuez, las Abdicaciones de Bayona
y los levantamientos del 2 de mayo. Durante esta guerra, las Cortes de Cádiz promulgaron el 1812 una
Constitución, que significará el triunfo del estado liberal respecto al Antiguo Régimen.
ANTECEDENTES
La llegada al trono de Carlos III en España en 1759 introduce un nuevo sistema político, que era
una variante del absolutismo, llamado Despotismo Ilustrado. El monarca se rodeaba de ilustrados, que
intentaban incluir reformas en el aspecto agrario, económico y en las infraestructuras. En el aspecto
político también proponían reformas, pero no se llevaban a cabo porque el rey no aprobaba aquellas
reformas que les restasen poder. Aun siguiendo esta política modernizadora, no se puede hacer frente al
inmovilismo del Antiguo Régimen.
CRISIS EN EL REINADO DE CARLOS IV
“La más terrible de las enfermedades del alma es el furor de dominar”
–Voltaire, filósofo francés–
La muerte de Carlos III en 1788 tiene como consecuencia la llegada al trono de su hijo Carlos IV,
a la tardía edad de cuarenta años, junto a su mujer, María Luisa de Parma, que era su prima. La
personalidad del rey era bondadosa, lo que hacía que tuviese un carácter débil, también guiado por su
inexperiencia a la hora de gobernar. Esto provocó la intromisión de la reina en los asuntos del Estado.
Por ello, a Carlos IV se le iba a considerar un inepto a la hora de gobernar y, a María Luisa de Parma,
la reina más denostada de la historia. Por petición expresa de Carlos III, la Secretaría de Estado iba a
seguir perteneciendo al Conde Floridablanca, para orientar el gobierno al Despotismo Ilustrado.
El reinado de Carlos IV se ve con ciertas dificultades ya en sus inicios, como el bloqueo de la
economía, el recrudecimiento de la protesta social, la agudización de las contradicciones políticas en el
seno de las clases dirigentes, el agravamiento de los problemas de la Hacienda pública y los primeros
signos de emancipación de la América española. Estos problemas aparecieron ya en su llegada, pero
serán más agudos a partir del 1795. Sin embargo, lo que realmente sacude su gobierno es el estallido de
la Revolución Francesa en 1789, con la Toma de la Bastilla. Esto pone en marcha las reformas que
llevarán al régimen liberal, es decir, las ideas de la Ilustración hasta sus últimas consecuencias.
Tras este hecho, Floridablanca quedó desconcertado, en lo que se conoce como “pánico de
Floridablanca”. El propuso establecen un cordón sanitario, es decir, impedir el contagio revolucionario
y mantener un riguroso silencio sobre lo que está ocurriendo en Francia. Este cordón sanitario consta en
cerrar fronteras, paralizar las reformas, prohibir hablar de lo ocurrido en Francia (ya sea en prensa, cartas
o libros) e incluso a los sospechosos de introducir ideas revolucionarias o que hiciesen publicaciones
respecto a ellas, se les sometía a procesos inquisitorios. A pesar de todo, fracasa en evitar la difusión de
las ideas, por lo que es destituido en febrero de 1792.
Su puesto es ocupado por el Conde de Aranda, un ministro francófono, cuya misión era mantener
una buena relación con los franceses y hacerles ver que la mejor opción para ellos era que Luis XVI
(que era primo del rey Carlos IV) volviese al trono de rey de Francia. Tras el arresto de Luis XVI y la
proclamación de la República en Francia, se destituye al Conde de Aranda en noviembre de 1792.
Su puesto es ocupado por Manuel Godoy, un joven que nació en la baja nobleza y que escaló
puestos muy rápido. Antes de ser primer ministro del rey, fue Guardia de la Corps. Se cree que este
rápido ascenso se debe a que gozaba del favor de la reina. A pesar de su llegada, Luis XVI es guillotinado
(provocando la Época del Terror en Francia) y España, al igual que otras potencias europeas, no
reconocen el nuevo régimen republicano francés y entraron en conflicto con Francia en lo que se conoce
como Guerra de Convención, en la que Francia iba a avanzar mucho en la Península Ibérica, tomando
ciudades como San Sebastián, Bilbao o Gerona. España no fue la única implicada en esta guerra, también
lo estuvieron Prusia, Gran Bretaña y Austria. En 1795, Manuel Godoy cede a la firma de la Paz de
Basilea, en la que Francia le devolvía a España los territorios peninsulares a cambio de Santo Domingo.
Este pacto de familia hace que Godoy sea nombrado “Príncipe de la Paz”.
Tras este hecho, se firma el Primer Tratado de San Ildefonso (1796), en el que España, por ir a
remolque de Francia, se ve envuelta en una guerra contra los ingleses. En esta guerra, se produce la
derrota del Cabo de San Vicente, un gran desastre naval de la flota española que provoca el hundimiento
del comercio colonial y la pérdida de Menorca. En total se perdieron 24 barcos.
En 1799, Napoleón intentó llevar a cabo el bloqueo continental a Inglaterra, que significaba aislarla
totalmente en el sentido comercial. Esto provoca la firma del Segundo Tratado de San Ildefonso (1800).
En este pacto, Napoleón exige a España ayudarles a completar este bloqueo, y parte de este bloqueo
consistiría en hacer que Portugal no dejase comerciar a Inglaterra en sus puertos, por ello, en 1801, se
lleva a cabo la Guerra de las Naranjas. Esta guerra duró solo dos semanas y hace que Portugal participe
en el bloqueo a Inglaterra. Tras esto, Inglaterra termina su guerra con España con la Paz de Amiens
(1802), en la que le devuelven Menorca. La firma del Segundo Tratado de San Ildefonso también incluye
la participación en la guerra entre franceses e ingleses (1804-1808). En esta guerra se produce la Batalla
de Trafalgar, en 1805. Esta fue una batalla naval, que se desarrolló en el cabo de Trafalgar. Ya antes
de la batalla, la gente no tenía altas expectativas en ella, incluso se generó desconfianza entre la flota
francesa y la española, haciendo que fueran un barco español, uno francés, y así sucesivamente. Los
barcos ingleses estaban comandados por el Almirante Nelson, que puso en práctica la llamada “Táctica
Nelson”, en la que dividió su flota en dos bloques. Gracias a este plan, los ingleses ganaron esta batalla,
aunque Nelson murió en el combate. En esta batalla, España perdió dos tercios de su flota.
En lo que es la política interior en España, Godoy propuso una profundización en las reformas
ilustradas: normas contra los gremios, liberalización de los precios, medidas regalistas, incluso hizo un
intento de desamortización (que no llegó a realizarse), ya que la situación de la Haciendo era desastrosa.
Esto hace que Godoy fuese odiado por la Iglesia, pero también lo era por la nobleza por su rápido ascenso
desde la baja nobleza. Aun así, el que más odiaba a Godoy era Fernando VII, que veía en él un peligro
para llegar al trono. Es más, en 1807 se lleva a cabo la “Conjura de El Escorial”, en la que conspira,
junto a sus seguidores, los fernandinos, contra Godoy y contra los reyes, es decir, sus padres. Debido a
una delación, el motín fue descubierto y se juzgó a Fernando en lo que se conoce como Proceso de El
Escorial, en el que el príncipe denunció a sus colaboradores y pidió perdón a sus padres.
Atendiendo a la política exterior, sigue siendo muy importante el bloqueo a Inglaterra en Portugal.
Esto hace que Napoleón y España lleven a cabo la firma del Tratado de Fontainebleau en 1807. En
este tratado se acuerda la conquista de Portugal por parte de Napoleón para dividirla y repartirla en tres
partes: una para Godoy, otra para los reyes y otra para él. Para ello, Napoleón tenía que pasar sus tropas
por España. Sin embargo, esta alianza, iba a ser en realidad una trampa para ocupar España. Cuando
Godoy se dio cuenta, intenta huir con la corte española a América, como hicieron anteriormente los
reyes portugueses, pero no les salió todo como esperaban.
Cuando el ministro se desplaza a Aranjuez para el comienzo de su travesía a América, la población
se da cuenta del intento de huida, lo que hace que la noche del 17 de marzo de 1808, se levante el pueblo,
liderado por los fernandinos, para destituir a Manuel Godoy, y el 19 de marzo, obligan a Carlos IV a
abandonar el trono para que lo ocupe Fernando VII. Estos levantamientos del pueblo el 17 y 19 de marzo
de 1808 se conocen como Motín de Aranjuez.
Cuando ocurre esto, tanto Fernando VII como Carlos IV le piden ayuda a Napoleón. Este los reúne
en Bayona, a ellos junto a sus séquitos. Allí, impuso una serie de abdicaciones desde el 21 de abril hasta
el 10 de mayo de 1808: las Abdicaciones de Bayona. Primero obligó a Fernando a abdicar en su padre,
y a Carlos a abdicar en el hermano de Napoleón, José I Bonaparte. Esto hace que Napoleón piense que
la conquista de España iba a ser sencilla.
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
“Quien deja de ser amigo de mi Patria, deja de serlo mío. España no lidia por los borbones ni por
Fernando. Lidia por sus propios derechos [...]. En una palabra, España lidia por su libertad”
–Gaspar Melchor de Jovellanos–
Tras las reuniones en Bayona, las autoridades españolas se sometieron a Napoleón, ya que no lo
veían como enemigo porque tenían un tratado firmado con él. Tras su marcha, Fernando deja su cargo
provisionalmente a la Junta de Gobierno, presidida por su tío, el infante Antonio María de Borbón, quien
a los pocos días se va a Bayona también y deja el poder en manos del general francés Murat.
Tras esto, el pueblo madrileño empieza a darse cuenta del intento de invasión napoleónica. El
incidente que desencadenó la rebelión fue el traslado del infante Francisco de Paula. Este hecho se logró
intervenir, pero la intercesión de la guardia francesa armada determinó el estallido de la reacción
popular. Por todo Madrid, los franceses eran atacados en grupos organizados en partidas al mando de
líderes surgidos espontáneamente, usando cualquier tipo de arma que pudieran caer en sus manos.
Entonces, el General Murat introdujo a las tropas imperiales, entre ellas los mamelucos, soldados
egipcios, que acabaron violentamente con la revuelta recordada como los Levantamientos del 2 de
mayo de 1808.
Esa misma noche comenzó la Represión del 3 de mayo, en la que todo aquel sospechoso o que
hubiera puesto la mínima resistencia a la autoridad francesa el 2 de mayo sería fusilado. Este sentimiento
se extendió rápidamente por toda España, dando pie a la Guerra de la Independencia.
Francisco de Goya, pintor de la corte, plasmó estos acontecimientos en sus cuadros: “La Carga de
los Mamelucos” y “Los fusilamientos del 3 de mayo”.
A pesar de la represión, la España no ocupada consideraba como rey a Fernando VII y las
sublevaciones se generalizaron, sin planificación y con dirigentes surgidos del pueblo. Estos
levantamientos iban acompañados por la formación de Juntas locales y provinciales, que no obedecen la
Junta de Gobierno. Estas juntas eran una especie de comisión salida del pueblo, integradas por la nobleza,
la alta burguesía y las clases dirigentes. El 25 de septiembre se crea la Junta Central Suprema
Gubernativa del Reino, presidida por el Conde Floridablanca. El 31 de enero de 1809 se pasa la autoridad
a un Consejo de Regencia, presidido por el General Castaños. Mientras tanto, en la España ocupada, el
rey José I concede una carta otorgada: el Estatuto de Bayona, promulgado en julio de 1808. Esta carta
otorgada supone un avance respecto al Antiguo Régimen, aunque no era del todo liberal. El estatuto tenía
una clara intención reformista: abolió la Inquisición, promulgó una desamortización y legisló el fin del
régimen señorial. Sus ideas no solo eran apoyadas por franceses, sino que también había algunos grupos
de nobles, burgueses y funcionarios españoles que le apoyaban, los llamados afrancesados.
Respecto a la vertiente bélica de la guerra: fue una guerra de liberación nacional, al luchar por su rey
contra un sistema regicida; fue una guerra civil, ya que se enfrentaron los afrancesados contra los
patrióticos (desde absolutistas hasta liberales), y fue una guerra revolucionaria, porque se cubrió el vacío
de poder y las ideas liberales crecieron inmensamente. Se pueden distinguir tres etapas:
• La fase inicial fue desde junio de 1808 hasta noviembre de ese mismo año. Fue una etapa en la
que se ejerce una gran resistencia a la invasión francesa (como en Zaragoza, Gerona o Valencia).
Una batalla muy importante fue la Batalla de Bailén, el 19 de julio, que significó la primera
derrota de las tropas francesas.
• La segunda fase comienza el 4 de noviembre de 1808 con la llegada de Napoleón a España, y
termina en enero de 1812. Napoleón conquista todo el territorio salvo algunas ciudades aisladas,
como Cádiz. Fue un periodo de total dominio francés. En esta época destacan las guerras de
guerrillas, en las que la mejor arma de los españoles era el conocimiento del terreno, rehuyendo
del enfrentamiento directo. Estas guerrillas no fueron decisivas, pero crearon un ambiente hostil
hacia el invasor. Un guerrillero destacado fue Espoz y Mina. También en esta etapa, entró
Inglaterra en la guerra apoyando a España, al mando del duque de Wellington. Se introdujeron en
la península por Portugal. Al mismo tiempo, Napoleón se obsesiona en conquistar Rusia, pero se
equivoca al tener dos frentes abiertos, lo que lleva al declive del bando francés.
• La victoria anglo-española se lleva a cabo desde 1812 hasta 1814. La ayuda del ejército inglés
y el comienzo de la pasividad de Napoleón, se traducen en victorias en Vitoria, San Marcial y
Arapiles, en la que los españoles recuperan Salamanca. La Francia napoleónica hace un intento
por defender su frontera hasta el acuerdo con Fernando VII. Napoleón vuelve a Bayona y firma
la neutralidad y paz de la guerra además de la vuelta al trono de Fernando VII mediante el
Tratado de Valençay en 1813.

LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812


“El objetivo del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no
es otro que el bienestar de los individuos que la componen”
– Artículo 13, Constitución de 1812–
En el marco histórico de la guerra, se produce una revolución política del bando patriótico que
no reconoce a José I como rey de España. Frente a este vacío de poder y la disolución de la Junta Central
Suprema en enero de 1810, se convocan Cortes.
Cádiz reúne unas características primordiales para la obra de las Cortes, ya que es una ciudad sin
mandato napoleónico, y se instituye como centro cultural y social de España, donde se reúne el talante
liberal y progresista. Aparte, defendida por las tropas inglesas y como ciudad marítima, la ciudad
gaditana confluye en tertulias.
La celebración de las elecciones en situación de guerra propició que se reunieran unas Cortes con
preponderancia de elementos burgueses y cultos procedentes de las ciudades comerciales del litoral.
Estas Cortes estaban formadas por 300 diputados, entre los que predominaban eclesiásticos y burgueses.
Las primeras sesiones de Cortes comenzaron en septiembre de 1810, y muy pronto se formaron dos
grupos de diputados enfrentados: los liberales, que eran ilustrados que abandonaban posiciones
reformistas y defendían abiertamente la revolución liberal y la destrucción del Antiguo Régimen, y los
absolutistas, partidarios del mantenimiento del Antiguo Régimen. En la primera sesión (24 de
septiembre de 1810) se reunieron en Cámara Única y las Cortes de Cádiz asumieron la soberanía
nacional, erigiéndose en representantes legítimos de la nación española.
Las principales reformas políticas, económicas y sociales se dividieron en aquellas que destruyen
el Antiguo Régimen (1810-1812) y aquellas que crean el Nuevo Régimen (1812-1814).
Las reformas más importantes fueron: la libertad de imprenta (1810), la abolición del régimen
señorial (1811), la desvinculación de los mayorazgos, la libertad comercial, la libertad de trabajo, la
libertad de fabricación, la supresión de la Inquisición (1813), el fin de las manos muertas (1813) y una
tímida desamortización de algunos bienes de la Iglesia.
En 1812, una comisión de las Cortes de Cádiz se encargó de redactar el proyecto de Constitución.
Tras su debate, se promulgó la Constitución el 19 de marzo de 1812 (día de San José, de ahí el conocido
nombre “La Pepa”). Elabora un sistema político basado en la soberanía nacional y la monarquía
parlamentaria. Se caracteriza por:

• Instituye la soberanía nacional: el poder reside en el pueblo, por lo que el pueblo puede elegir
a sus representantes, proponiendo una monarquía parlamentaria.
• Define la nación española como “la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios”,
pretendiendo conservar las posesiones americanas.
• Se establece una división de poderes:
o Poder legislativo: Cortes Unicamerales que se encargan de elaborar leyes, aprobar
presupuestos y tratados internacionales. Se caracterizan por el único voto por individuo
y sufragio universal masculino.
o Poder ejecutivo: lo tenía el rey, pero con limitaciones. Aun así, dirige el gobierno e
interviene en el poder legislativo a través de la iniciativa y la sanción.
o Poder judicial: recaía en los Tribunales independientes que hacen que se cumplan las
leyes aprobadas, son los responsables de asegurar los derechos de los ciudadanos.
• El proceso electoral está basado en el sufragio universal masculino indirecto (mayores de 25
años) que elegían a sus compromisarios, que, a su vez, elegían a los diputados.
• Recoge la organización de la administración provincial, la Hacienda, el ejército y la instrucción
política.
• Igualdad de los ciudadanos ante la ley y los impuestos. Esto supuso el fin de los privilegios
estamentales.
• Omisión de los fueros. No obstante, no se derogaron explícitamente en el País Vasco y Navarra.
• Reconocimiento de los derechos individuales: derecho a la educación, libertad de imprenta,
inmovilidad del domicilio, a la libertad y a la propiedad.
• El catolicismo es la única confesión religiosa permitida. Este rasgo choca con el espíritu
avanzado de la Constitución, pero se debe a la necesidad de contar con el clero en la lucha contra
los franceses.
Con la Constitución de 1812 y con la instauración del liberalismo que ello supone, el Estado español
se convierte en un único estado, donde sobra toda jurisdicción que no sea la ejercida por el propio estado.
Desde 1812 podemos hablar, con toda propiedad, del Reino de España.

CONCLUSIÓN
Algunas consecuencias directas fueron la pérdida de un millón de vidas, el abandono de tierras y el
expolio del patrimonio artístico. Se producen matanzas en ambos bandos y surge un nuevo tipo de
combate militar: las guerrillas. Las Cortes de Cádiz supusieron el enfrentamiento entre absolutistas y
liberales, además del fin del Antiguo Régimen.
En conclusión, la Constitución de 1812 fue una revolución en sí misma al inaugurar el Nuevo
Régimen. Aunque fue promulgada en 1812, Fernando VII en su llegada a España en 1814 la deroga,
volviendo así al absolutismo, en una situación internacional dominada por el conservadurismo que se
plasma en la gestación de la Santa Alianza y del Congreso de Viena. Aun así, tras el pronunciamiento
del coronel Riego, se vuelve al liberalismo en un periodo constitucional llamado Trienio Liberal (1820-
1823). Esta Constitución también se promulga durante un breve periodo en la regencia de María Cristina
(1836), pero se sustituye por una nueva el año siguiente.
También, durante la época de la Guerra de la Independencia, en América las colonias llevan a cabo
un proceso de emancipación, que culminará en 1825 (excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas).

“La providencia ha querido que, en esta crisis terrible, no pudieseis dar un paso hacia la independencia
sin darlo hacia la libertad”
– Junta Central Suprema–

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