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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Al Staff Excomulgado: Taeva por la Traducción;


Pau Belikov por la Corrección de la Traducción;
Laavic por la Corrección y Diagramación y
Mokona por la Lectura Final de este Libro para
El Club De Las Excomulgadas…

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


A las Chicas del Club de Las Excomulgadas, que
nos acompañaron en cada capítulo, y a Nuestras
Lectoras que nos acompañaron y nos acompañan
siempre. A Todas….

¡¡¡Gracias!!!

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El Club de las Excomulgadas

Serie Amantes de Lone Star 1 III- Sin Perdón

Argumento
¿Cómo puede un hombre superar a una mujer infiel? Dulce venganza…

Para Cutter Standifer, la bonita pelirroja que abrió un café en Two Mule,
Texas, era “la única”. Hasta que la pilló en una posición comprometedora con el
peor mujeriego de la ciudad. Para tensar aún más sus rígidas normas, su hermana
pequeña acaba de casarse con el mismo maldito bastardo que destrozó su mundo y
está viviendo en pecado con él y otro hombre.

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Un año más tarde, todavía no puede perdonar a su ex novia. ¿Y olvidar?
Olvidar, infiernos. Está listo para mandar a sus normas al montón de estiércol más
cercano y tomar lo que nunca tuvo de ella... total satisfacción.

Esa fatídica mañana, todo lo que Katie Grissom quería hacer era utilizar la
reputación de chico malo para forzar a Cutter a que luchara o dejara la relación que
tenían. Pero ella fue demasiado lejos, deliciosamente demasiado lejos, dándole a
Cutter una visión que vivía para lamentar.

Cuando Cutter le ofrece una aventura sin compromiso, ella salta hacia la
oportunidad, ya sea con la esperanza de romper la rígida muralla que ha construido
alrededor de su corazón... o para sacarlo de su sistema para siempre.

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La bandera de Texas es conocida como la "Lone Star Flag" (de ahí el apodo del
estado "El Estado Estrella Solitaria"). Esta bandera fue introducida al Congreso de la República de Texas el 28
de diciembre de 1838, por el senador William H. Wharton. Fue aprobado el 25 de enero 1839 como la bandera
final nacional de la República de Texas. Cuando Texas se convirtió en el 28 estado de la Unión el 29 de
diciembre de 1845, la bandera nacional se convirtió en la bandera del estado.
La bandera, volando en los hogares y empresas en todo el estado, es muy popular entre los residentes de Texas
y se trata con un alto grado de respeto y estima en Texas.

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El Club de las Excomulgadas
Advertencia: Cuando un vaquero súper duro finalmente deja ir a la única
mujer que ha amado espera que el amor a conseguir sea lo suficientemente caliente
como para derretir su frío, frío corazón. Juguetes, sexo por delante y detrás es sólo
el principio...

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Capítulo Uno
Cutter Standifer metió su dedo en el cuello de su camisa de vestir y tiró de
este. La maldita cosa se sentía apretada. Y cada vez que miraba hacia la novia y el
novio, solo se ponía más apretada.

Su hermana pequeña había querido casarse a la luz del sol, por lo que
habían elegido el césped en el lado sur de la casa frente al jardín de rosas de su
madre. Había tenido paisajistas trabajando alrededor día y noche para limpiar la
maleza en los cantaros de flores. Nadie encontraría defectos en el jardín, la casa o
con la celebración que él había pagado. Sin embargo, si no terminaban rápido, todo
el mundo vestido con su mejor traje de domingo estaría empapado en sudor.

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Junio en el oeste de Texas era caliente como el infierno, incluso aunque
hubiesen programado la ceremonia para antes del mediodía.

Si su madre hubiera estado aquí, ella hubiera aprobado sus preparativos.


Había cumplido con su deber. Dani lucía más bonita que los pimpollos de rosas de
color rosa y amarillo en el fondo. Vestía el traje de novia blanco de su madre, que
sólo había necesitado unos pliegues alrededor de la cintura para ajustarse y dejar
demasiado de sus bronceados hombros y pecho al descubierto para su agrado. Ella
había retorcido su largo pelo rubio en alto en una especie de nudo que hacía que su
cuello y hombros se viesen femeninos, frágiles e inocentes. Nadie que la viera
ahora, con sus ojos verdes suaves y brillantes por las lágrimas contenidas y sus
labios curvados en una sonrisa amplia, sabría que era cualquier cosa menos frágil.
Y malditamente seguro que no era inocente.

Cutter se sacudió cuando las personas sentadas alrededor de él estallaron en


una ovación.

El novio oficial inclinó a Dani sobre su brazo y la besó como si no fuera a


parar hasta que ella no pudiera sostenerse y tuviera que tenerla desnuda y debajo de
él. El público disfrutó de su entusiasmo.

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El Club de las Excomulgadas
El estómago de Cutter se apretó y miró hacia otro lado. No fue hasta que la
pareja de novios se había arrastrado por el pasillo hacia la casa y la recepción que
pudo moverse.

Y entonces se movió como un hombre viejo, tomándose su tiempo


siguiendo a los invitados a la boda en el interior, escuchando cómo la música se
vertía fuera de la puerta hacia el porche.

A regañadientes, se recordó a sí mismo que su deber no estaba hecho


todavía. Tenía una fiesta que supervisar. Solo un par de horas más y podía cerrar
las puertas al último invitado y dedicarse a emborracharse apestosamente.

Se preguntó si alguien más que hubiese estado observando se había dado


cuenta del hecho de que el padrino había lucido casi tan feliz como el hijo de puta

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que había puesto el anillo en el dedo de su pequeña hermana. Rowe Ayers, el
padrino, había resplandecido cada vez que miraba hacia Dani... y hacia Justin
Cruz.

Cuando Cutter entró en el salón de baile, capturó un vistazo del trío de


nuevo y su estómago se revolvió de asco. Rowe estaba con la pareja de novios,
todavía sonriendo. Primero a Dani, y luego a Justin.

¿Qué demonios significaba eso? Cutter realmente no quería saberlo. La idea de


su hermana, intercalada entre esos dos bastardos era bastante mala. El pensamiento
de que tal vez había algo sucediendo entre los dos hombres... Bueno, eso
simplemente no era algo en lo que pudiera permitirse pensar y sin perder su
desayuno.

Añadido al hecho de que Justin Cruz se veía como el gato que se comió al
canario y Cutter se sentía como si su cabeza estuviera a punto de explotar.

El pulso en su sien martillaba. Su cara estaba caliente. Sus músculos tensos


para una pelea. Sólo una pequeña palabra de la persona equivocada...

—Bueno, mira que tenemos ahí —Wade Luckadoo murmuró a su lado,

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sosteniendo una cerveza Shiner Bock en un gran puño— Seguro que se ven
acogedores. Me pregunto si planean bailar el primer vals en una maldita línea de
conga.

Cutter sujetó su mandíbula apretada. Tal vez él había estado pensando en la


misma maldita cosa, pero Wade no iba a salirse con la suya calumniando a su
hermana.

—¿Quieres salir fuera?

Las cejas de Wade se dispararon hacia arriba. Sus manos se alzaron,


sujetando la cerveza en alto.

—Cutter, maldita sea, no quería decir una cosa por eso. Conoces mi boca.

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Cutter suspiró. Realmente había esperado que Wade lo obligara a una pelea.
Estaban muy igualados y Wade no guardaba rencor después de cada vez que Cutter
había tratado de patear su trasero.

—Sin embargo, ellos hicieron una gran conmoción en el salón, coqueteando


juntos en la pista de baile. No parecía importarles que cualquiera estuviera viendo.

—Wade... —Cutter dejó que su tono se deslizara en una advertencia de


bordes afilados.

Wade se encogió de hombros.

—Sólo digo que se ven felices. Ojala estuviera así de malditamente feliz.

Cutter vio rojo. Trató de alcanzar la cerveza en la mano de Wade y Wade se


la entregó alegremente, empezando a enrollar las mangas de su camisa.

—Sólo recuerda, estoy haciéndote un favor. Vi la forma en que miraste a


Cruz a través de la toda ceremonia. Si ese hijo de puta caliente se hubiera casado
con mi hermanita, estaría listo para escupir uñas también.

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Cutter apoyó la Shiner en la mesa de la recepción y se quitó la chaqueta de
su esmoquin, luego rodó lentamente las mangas de su camisa inmaculadamente
blanca. El esmoquin estaba sólo a unos centavos por encima del dinero que había
dispuesto para la farsa de la boda de su hermana. Ensuciarlo un poco le daría algo
de satisfacción. Hacer desaparecer la sonrisa cada vez mayor en la cara de Wade le
daría aún más.

—¿Fuera?—ofreció Wade.

Cutter redujo una mirada rápida alrededor de la sala y vio a Justin


conduciendo a Dani sobre la pista de baile.

—Actúa casual. No quiero que ella lo sepa. —Pero con el número de


miradas oscilando entre la pareja coqueteando por su baile de boda y los dos

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hombres acechando hacia la puerta, no había mucho más que una oportunidad de
que todo el infierno no estuviera a punto de soltarse.

A los tejanos les gustaba un poco de drama en las bodas. El hecho de que
Dani estuviera casándose con el chico malo más grande del pueblo había sido
suficiente para garantizar que todas las invitaciones que había enviado hubiesen
sido respondidas con un entusiasta sí.

Ahora Cutter les iba a dar otro espectáculo para mantenerlos hablando por
años.

Tal vez si no hubiera tomado una cerveza tras otra antes de la ceremonia,
tratando de enfriar su temperamento, no estaría tan ansioso por asegurarse de que
todo el mundo supiera que no estaba de acuerdo con las cosas. Más importante
aún, desde su punto de vista, él no quería que nadie le prestara demasiada atención
al hecho de que el padrino de la boda era tan sentimental con la novia como el
novio.

Él estaba haciendo esto por el bien de Dani, se dijo.

Wade se empujó a través de la puerta de atrás, los talones de sus botas

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golpearon los tablones del porche. Antes que alcanzara el primer escalón hacia la
tierra, se dio la vuelta.

Cutter no le dio ninguna advertencia. Su puño golpeó la mandíbula del otro


hombre, enviándolo hacia atrás.

Wade perdió cada escalón en su camino hacia abajo. Se sentó en el polvo,


sacudiendo su cabeza, y luego movió su mandíbula de un lado al otro.

—Estás más loco de lo que pensaba —murmuró.

—No es completamente por ti —gruñó Cutter fuera.

—No creí que lo fuera —Wade sonrió y se puso de rodillas, luego

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desairadamente estuvo de pie. Se balanceó una sola vez, antes de subir sus puños—
¿Ves a Katie?

Cutter entrecerró los ojos en ranuras enojadas y se balanceó de nuevo.

Esta vez, Wade se agachó bajo el puño, subiendo con una amplia sonrisa.

—Seguro que se ve bastante bien en ese pequeño vestido azul. Me pregunto


si ella está siquiera usando algo de ropa interior.

Cutter gruñó y hundió sus hombros, levantando sus puños más alto y
apuntando hacia el lugar en la mandíbula de Wade que sabía que pondría fin a su
parloteo. Especular sobre el matrimonio de su hermana era una cosa. Mencionar el
nombre de Katie Grissom en su presencia era la gota que colmaba el vaso. Ella no
había sido invitada a la boda. Era la última persona en Texas que debería estar allí.
Wade también lo sabía.

Su amigo debió haber leído la furia apretando su expresión, porque su


sonrisa se desvaneció y su mirada se estrechó como si por fin fuera a tomar en serio
la lucha. Ambos tenían constituciones similares lo que los hacía frecuentes
compañeros de entrenamiento, a ninguno le gustaba elegir a un hombre menos
capaz para enfrentarse a él.

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Ahora que Wade parecía dispuesto a tomar en serio su culo gritón, Cutter
tomó profundas y regulares respiraciones y se instaló en la posición de luchador,
dejando que sus rodillas se relajaran un poco mientras se balanceaba de lado a lado,
buscando una apertura para golpear a Wade con un perverso gancho de derecha.

Pero Wade se agachó, viniendo por debajo de los brazos de Cutter, y golpeó
ambos lados de sus costillas con codazos rompe huesos.

Cutter retrocedió y resopló, sacudiendo su cabeza para despejar parte de la


rabia. Nunca ganaría si iba sobre Wade como un toro furioso.

Detrás de ellos, pasos crujieron sobre la madera del porche mientras más y
más invitados a la boda se empujaban fuera para ver lo que era todo este alboroto.
Susurros y risas suaves, marcados por gemidos cada vez que un golpe aterrizaba,

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crecieron detrás de ellos hasta que las apuestas comenzaron a ser gritadas por
encima de la multitud.

Cutter se dio cuenta de que no le importaba si ganaba o perdía, sólo que


Wade se mantuviera machacándolo, ya que cada golpe lo distraía del dolor que
sentía en su interior.

Él les había fallado a sus padres. Falló en mantener a Dani a salvo. Falló en
proteger su honor. Ella había dejado a Justin seducir sus pantalones, y luego dejó
que Rowe la convenciera de que su pequeño y travieso trío podría funcionar. Y no
sin importar cuántas veces hubiese tratado de abordar la conversación, decirle todas
las razones por las que no podía funcionar, por las que no debía funcionar, no había
sido capaz de convencerla.

Esta era una lección que ella tendría que aprender por su cuenta. Pero él
había tenido que exponer las consecuencias que habían hecho daño a ambos. Él no
quiso darle su parte de la herencia, así como su visto bueno de acuerdo a la
voluntad de sus padres.

Ellos habían previsto que ella sería vulnerable a los cazafortunas como Cruz,
pero gracias a Dios, nunca se habían preocupado por ella follando por ahí con dos

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hombres. Vivir con ambos en pecado. Mancillar el nombre de su familia.

Por primera vez, Cutter estaba ferozmente agradecido de que sus padres no
estuvieran allí para ver el día de su boda. Él había hecho todo lo posible, intentó
hacerla entrar en razón. Pero cuando se mantuvo obstinada, le había dado la boda
que su madre hubiera querido.

Dani había sido una visión en blanco. Ramitas pequeñas de flores de color
rosa formaban una corona en su cabeza, y las rosas rosadas que llevaba en sus
brazos habían igualado el suave y feliz color en sus mejillas.

Todo el tiempo que la acompañó por el pasillo, su corazón golpeó con


fuerza contra su pecho, con su estómago revuelto y no había perdido las miradas
que los dos hombres al final del pasillo le habían dado. Como si no pudieran

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esperar a desordenar cada centímetro de su cuerpo.

—No mires ahora —murmuró Wade— Tu antigua novia salió. Y yo estoy


seguro al cien por ciento de que no está usando ningún sujetador.

Cutter cerró sus puños y se lanzó, balanceándose ampliamente.

Wade salió del camino y se echó a reír, luego conectó otra ráfaga de dobletes
contra las costillas de Cutter.

Cutter sintió los nudillos de Wade golpear con fuerza y volvió a respirar
jadeando, pero no pudo evitar lanzar una mirada hacia la multitud alineándose a lo
largo de la barandilla del porche.

Vio un atisbo de seda azul real, una figura esbelta estando de puntillas para
ver por encima del hombro de otro espectador. ¿Se había atrevido a aparecer hoy de
entre todos los días?

Infiernos, él ya tenía buenas razones para desahogar un poco de rabia, pero


ahora quería sangre. Ignoró el golpe contra su mandíbula y extendió los brazos
ampliamente, lanzándose hacia Wade con un fuerte rugido y llevándolo a la tierra

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donde rodaron, hundiendo puños en los lados de cada uno.

Un puñetazo cortó su barbilla, y Cutter parpadeó, sintiéndose mareado.

Wade le dio la vuelta sobre su espalda.

Cutter clavó los talones de sus botas en el suelo y dio sacudidas, girándolos a
ambos de nuevo. Esta vez, su puño conectó con la mandíbula frágil de Wade y el
hombre se desinfló debajo de él, sus brazos cayendo a los costados.

—¿Tío? —Wade arrastró las palabras.

Cutter agarró el cuello de su camisa con una mano y levantó la cabeza y los
hombros de Wade, echando hacia atrás su brazo para asestar un golpe final y

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limpiar la sonrisa cansada de la cara de su amigo.

Pero fuertes dedos se envolvieron alrededor de su muñeca y lo sujetaron.


Miró por encima de su hombro, listo para desgarrar a quien sea que tuviera el
descaro de interferir, y se encontró a Justin Cruz mirando fijamente hacia abajo.

—Dani está enfadada —dijo Justin en voz baja— Estás empezando una
pelea en su boda

—Dani sólo tendrá que superarlo. Yo lo hago.

Justin dejó caer su muñeca y se encogió de hombros.

—Todo lo que prometí hacer era intentarlo.

Cutter volvió su atención de regreso a Wade, pero no vio el amplio puño


arqueándose en su camino hasta que aterrizó en su mejilla. Se deslizó fuera de la
cintura de Wade y se tendió de espaldas en el polvo, sacudiendo su cabeza y
ahuecando la cara ablandada.

Wade se apoyó en un codo.

—¿Hemos acabado?

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Cutter le dio una mueca.

—Tú tonto, me diste otro puñetazo.

—¿Y qué? ¿Damos un empate?

Cutter gruñó, pero asintió con la cabeza, luego lentamente se sentó.

Una vez más, su mirada cortó hacia la multitud comenzando a despejarse


ahora que la emoción había terminado. Alcanzó a ver el pequeño trasero de Katie
moviéndose mientras corría lejos.

¿Qué demonios estaba haciendo allí? ¿Y por qué quedarse a ver la pelea?

¿Había estado preocupada por él? ¿Siquiera le importaba una mierda lo que le

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pasaba? ¿O estaba aquí por Justin?

La idea de que todavía pudiera estar llevando una antorcha por su cuñado
comió un agujero en su estómago.

—Mejor nos limpiamos antes que Dani nos vea —dijo Wade, arrastrándose
de rodillas.

Cutter resopló luego se arrastró hacia arriba, empujándose del hombro de


Wade y ofreciendo al otro hombre una mano. Con los brazos colgados de los
hombros del otro tropezaron hacia los escalones.

*****

Katie se apresuró de nuevo hacia el salón de baile para perderse entre la


multitud, sabiendo que Cutter vendría a través de la puerta en cualquier momento
ahora que la lucha había terminado. ¿Y de qué se había tratado?

Que él no estaba feliz por la elección de hombres de Dani era evidente para
cualquiera que tuviese ojos, pero luchar parecía una reacción excesiva. Incluso para
Cutter.

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El hecho de que ella hubiera capturado su mirada un par de veces cuando
había enfocado a las personas reunidas en las barandillas no había querido decir
nada. No la había estado buscando a menos que fuera a preguntarle qué estaba
haciendo aquí.

Ella había caído en la boda. No por Justin. Hacía tiempo que habían
terminado. Y ella estaba feliz por él, el bastardo. Justin la había usado como lo hizo
con todas las chicas que alguna vez habían tenido la desgracia de dar un paseo a
través de su camino.

No es que pudiera guardar rencor contra el hombre. Ella había caído por el
calor sofocante en sus ojos y había querido utilizarlo y forzar a Cutter para
molestarse o salir de la olla en cuanto a su propia relación casual. No había

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planeado dejar que las cosas fueran tan lejos, pero había sido atrapada por el calor
inesperado e innegable del aura de mando que Justin le había dado a ella.

Nunca había tenido a un hombre llegando a ella tan rápidamente, ni siquiera


Cutter, a quien había amado.

Nunca olvidaría la mañana después de que había sucumbido. El timbre


había sonado, y ella había abierto, todavía con cara de sueño y dolorida por hacer
el amor de Justin, para encontrar a Cutter en su porche, con una sonrisa en su
rostro y su sombrero de vaquero en su mano. Sus ojos la habían rastrillado una vez,
y un ceño fruncido se asentó entre sus ojos de color marrón oscuro. Su mirada se
había levantado, yendo al ruido de pasos pisando suavemente su camino.

Él se volvió rápidamente sobre sus talones y fue pisoteando fuera del porche.
Ella había mirado hacia atrás para encontrar a Justin detrás suyo, abrochándose los
pantalones.

—¿Un amigo tuyo?—él arrastró las palabras.

Pero él había sabido acerca de ella y Cutter y el hecho de que habían estado
saliendo durante meses. Todo el mundo lo sabía.

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Y todo el mundo había descubierto rápidamente por qué Cutter la había
dejado caer como una roca después de ese día porque alguien la vio dejar a Justin
en su camioneta, la que había dejado aparcada la noche anterior en el salón.

Ella había estado arruinada, marcada como una más de las fáciles
conquistas de Justin. Después de que él hubiera dejado de llamarla, otros hombres
habían tratado de llenar sus zapatos, pero ella ya se había quemado y su corazón no
había sobrevivido a las consecuencias de su error.

Hasta el día de hoy, se mantenía aislada, no salía en citas. La especulación


se había calmado cuando todo el mundo empezó a preguntarse quién sería la
próxima conquista de Justin.

No fue hasta que vio el anuncio de la boda de Justin y el hecho de que se

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llevaría a cabo en el rancho Standifer que se había permitido a sí misma pensar en
todo lo que había perdido. El impulso había sido demasiado irresistible para
deslizarse en la casa, ver como Justin y Dani, y al parecer Rowe, estaban
haciéndolo, pero sobre todo por la oportunidad de ver a Cutter.

Ella había llegado tarde y se sentó a un costado detrás de las altas urnas
llenas de lirios durante la ceremonia. Había corrido al baño cuando la banda
comenzó a tocar la primera nota en el salón de baile de la vieja casa. No fue hasta
que estuvo segura de que todos estaba profundamente en sus bebidas que había
comenzado a mezclarse, siempre con un ojo para ver dónde estaba Cutter.

Cuando los había visto a él y a Wade dirigirse por la puerta, frunciéndose el


ceño el uno al otro y subiendo sus mangas, no había sido capaz de resistirse a
unirse a la multitud empujando a través de las puertas para ver la pelea.

Se había mantenido detrás de todos, parada de puntillas para echar un


vistazo.

La espalda de Cutter había estado hacia ella la mayor parte de la pelea y


había bebido de la vista de sus anchos hombros, gruesos brazos y muslos mientras
sus músculos se tensaban. Ver a los dos hombres ir como gladiadores modernos

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había enviado un escalofrío de calor a través de su cuerpo diferente a todo lo que
había sentido en mucho, mucho tiempo.

Cuando la mirada de Cutter se había enfocado en el porche y apuntado a


ella, había dado un paso atrás, con la esperanza de que no supiera que era ella
porque no quería irse todavía.

Las bodas eran siempre montañas rusas. Felices y tensos momentos para los
participantes, conmovedores recuerdos para los observadores. Había agarrado un
pañuelo de papel en su mano durante toda la ceremonia, envidiando las sonrisas
que la novia, el novio y el padrino de bodas habían compartido.

Todo el rato no podía dejar de pensar que ella podría haber estado allí
arriba, de pie exactamente donde estaba Dani, mirando a los ojos de Cutter

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mientras ponía un anillo en su dedo. Si sólo no se hubiera desviado del rumbo.

La infidelidad no era algo que Cutter perdonaría alguna vez. Ella no podía
perdonarse a sí misma. Así que había estado un poco borracha. Había estado más
que un poco frustrada con la lentitud con la que Cutter había llevado su cortejo. El
enfado creció más cuando bebió esa fatídica noche con el hecho de que él llevaba
las riendas en su relación y no parecía darse cuenta de que ella no estaba contenta
con el ritmo.

Justin no había tenido que trabajar tan duro para llevarla a la cama. Pero
incluso antes de que él saliera de ella, supo que acababa de cometer el mayor error
de su vida.

Katie salió de la sala de baile, y se dirigió por el pasillo hacia la sala de estar
y la puerta principal. Se había torturado a sí misma lo suficiente con los
remordimientos. Ya era hora de volver a casa.

Justo cuando entró en la sala de estar, un brazo se estiró alrededor de la


esquina, dedos se cerraron alrededor de su muñeca y la azotaron hacia un enorme
pecho. El olor a colonia picante, polvo y sudor masculino la asaltó, y sabía quién la
mantenía dentro de su férreo control, incluso antes de que levantara los ojos.

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Cutter chasqueó la lengua.

—Katie Grissom. Es curioso, yo sé que no estabas en la lista de invitados.

De mala gana, Katie levantó su mirada desde el cuello abierto de su camisa


para encontrar su mirada color coñac. El color siempre le había parecido tan cálido,
tan acogedor, pero ahora con color enojado en sus mejillas, sus ojos entrecerrados
hicieron a su corazón aletear de pánico.

Se humedeció los labios.

—Tal vez estoy con alguien.

—Entonces, ¿dónde está tu cita? Tal vez deberías volver a su lado. —Su

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mirada se estrechó y los moretones en su mejilla y mandíbula le dieron un aire
siniestro— Sólo para asegurarte de que no olvides con quien viniste.

Katie tiró de su mano, tratando de romper su agarre, pero él era más fuerte,
más decidido a mantenerla captiva de lo que ella estaba a escapar. Un lado de su
boca se arrastró en una mueca desagradable.

Dejó de luchar y dejó escapar un suspiro de frustración.

—Muy bien, así que caí en tu fiesta sola. Estaba a punto de irme.

El rostro de Cutter se endureció y sus muslos se chocaron contra los suyos.

—¿Por qué estás aquí, Katie? ¿Extrañabas a Justin?

Su cuerpo la traicionó, el calor suavizando su núcleo. ¿Podía él sentir su vientre


temblar contra el suyo? Ella sacudió su cabeza.

—No, estoy feliz por él. Aunque realmente creo que Dani se merece algo
mejor.

Él gruñó, y luego apretó sus muñecas contra su espalda baja, acercándola


aún más.

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El Club de las Excomulgadas
Katie deseaba que no hubiera tenido el perverso impulso de ir
completamente desnuda cuando se había vestido. No había forma de que Cutter se
perdiera el hecho de que sus pezones estaban apretados clavándose en su pecho.

—¿Me extrañas? —susurró él.

Katie abrió la boca para decirle que se fuera al infierno, pero la ira en su
expresión tensa la detuvo. ¿Lo quería lo suficientemente loco para acompañarla a la puerta
o lo suficientemente loco como para hacerle soltar algo de la tensión vibrando a través de su
cuerpo?

¿No era esto exactamente lo que había querido cuando se puso el pequeño vestido esta
mañana, renunciando a cada trozo de ropa interior por una lujosa capa de loción para
asegurarse de que todas las curvas se deslizaban bajo el roce de una palma callosa?

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Se humedeció los labios e inclinó sus caderas, solo lo suficiente para rozar su
vientre contra el engrosamiento de la cresta de su polla. Oh síp, ella lo había sentido.

Su mirada oscurecida decía que él también se dio cuenta.

—Supongo que sí —gruñó él— ¿O estabas siendo determinada cuando te


vestiste?

Sus palabras escocían, pero su cuerpo tembló por la sobrecarga sensorial.


Cutter era demasiado hombre para que ella tomara la decisión inteligente y se
alejara de él.

Katie bajó su mirada y tiró una mano libre para deslizar los botones de su
camisa abiertos, uno a uno. Cuando la abertura expuso su pecho bronceado y sus
crispados y castaños rizos, se deslizó dentro de esta y acarició su palma sobre su
piel caliente y sudorosa.

—Siempre he sido... determinada.

Su pecho se expandió, y luego arrastró su mano lejos, llevándola detrás de


su espalda para sujetarlas a ambas dentro de un gran puño.

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—Parece que tienes una elección —susurró él.

—No parece de esa manera para mí —dijo suavemente, tirando de sus


manos más para el espectáculo y no porque ella quisiera estar libre.

Su rostro se inclinó hacia el de ella, y sus labios se separaron. Pero en vez del
beso que anhelaba, él acarició la nariz en su pelo junto a su oído.

—Sabes dónde está la puerta. Tú decides el camino, no dejes que te golpee


en el culo.

Katie se estremeció mientras él inhalaba a lo largo de su mejilla, como un


animal olfateando a su presa.

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—¿O? —Se las arregló para forzar a través de su apretada garganta.

Él se enderezó y su mirada se redujo hacia la escalera que conducía al piso


superior y a los dormitorios.

Sus ojos se abrieron.

—Pero tienes invitados.

—Quiénes están ocupados tomando alcohol en este momento. No me van a


extrañar.

Cutter la giró en sus brazos y la atrajo más cerca, presionando cada


centímetro de él contra su parte trasera. Su mano libre rozó el borde de su corto
vestido, deslizándolo hacia arriba por su muslo a la curva de su trasero desnudo
donde la mano se detuvo.

Ella se quedó inmóvil mientras su cuerpo se tensaba aún más contra ella y la
mano se deslizaba hacia adelante, sobre la parte superior de su muslo justo antes de
deslizarse entre sus piernas.

Su aliento silbó entre sus dientes mientras sus dedos se deslizaban sobre su

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El Club de las Excomulgadas
coño liso y en su humedad.

A Katie no le importaba que en cualquier momento alguien pudiera caminar


por el pasillo y verlos así, con su mano bajo su falda, su coño expuesto. Se apoyó
apartando sus piernas y dejó que su espalda se arquease en torno a sus manos
atadas para poner sus hombros contra su pecho.

Sus fuertes y gruesos dedos trazaron los pliegues externos rasurados, luego
se metieron entre ellos para deslizarse sobre los sensibles labios interiores. Un solo
dedo se sumergió dentro de su entrada y se arremolinó.

Sus piernas temblaron y sus rodillas casi se doblaron debajo de ella.

La mano se retiró de debajo de su falda, y Cutter aflojó el agarre sobre sus

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muñecas, liberándola, y dio un paso atrás.

—Elige —dijo, en una voz uniforme.

Katie miró por encima de su hombro, pensando rápido. Ella sabía que esta
no era la respuesta a todos sus problemas, pero no estaba retrocediendo del desafío
en su cara rígida. Si alguna vez esperaba otra oportunidad... esto era todo.

Se frotó las muñecas, tensó su columna, luego se volvió en sus sandalias de


tacón alto y se paseó hacia las escaleras.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dos
Cutter siguió el movimiento sexy y lento de las caderas redondeadas de
Katie todo el camino por la escalera. Para el momento en que sus pequeños tacones
de fóllame golpearon en los suelos de madera del pasillo de arriba, su cuerpo estaba
tan duro como una pared de ladrillos con su polla incrementándose contra la parte
delantera de sus pantalones.

Mientras subía, miró cada centímetro de su contorno, desde los gruesos rizos
rojos que caían hasta la mitad de su espalda pasando por la suave pendiente de sus
hombros, la hendidura de su cintura estrecha, la exuberante curva de su culo y
finalmente, la larga extensión de piernas elegantes que sabía eran más fuertes de lo

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que parecían. Sus manos picaban por reclamar cada centímetro de ella, pero cerró
sus puños, recordándose despiadadamente a sí mismo que esto no se trataba de
placer.

Tenerla aquí a su merced, por fin, parecía aumentar cada uno de sus
sentidos depredadores. Maldición, podía olerla, incluso desde tan lejos. La mezcla
crujiente y femenina de perfume y almizcle lo atraía como un sabueso a una huella
fresca.

Sus dedos estaban todavía húmedos de su excitación, pero se resistió a la


tentación de llevarlos a su boca y saborearlos. No iba a ser debilitado por su propio
deseo.

No sabía cuál era el juego, pero ella había aceptado su invitación.


Demasiado malo para ella que él no tuviera la intención de hacer algo más que
aliviar su propia lujuria y patearla hacia la puerta. Ella no merecía ninguna
consideración más que esa. La venganza y la relajación de su temperamento eran
sus únicos objetivos.

Ella se detuvo ante la primera puerta y echó una mirada inquisitiva en su


dirección.

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El Club de las Excomulgadas
Sacudió su cabeza y esperó a que ella continuase hacia abajo, más allá de la
siguiente y la siguiente habitación. Al final del pasillo, ella no le dio otra mirada,
sino que giró el pomo de la puerta y entró, tirando hacia arriba del dobladillo de su
corto vestido incluso antes de que él lograra cerrar la puerta detrás de ellos.

Así que estaba ansiosa. Una vez más, no le importaba. Sólo su urgencia y su
lujuria importaban.

Ella lo había traicionado, y lo hizo con el único hombre por el que nunca la
perdonaría. El viejo recuerdo de los ojos entrecerrados con triunfo de Justin cuando
había caminado a grandes zancadas detrás de Katie, metiendo su polla de nuevo en
sus jeans azules, había sido suficiente para matar su relación para siempre.

Pero si ella quería darle un poco de liberación, ¿quién era él para rechazarla?

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Cualquier coño serviría.

El vestido se deslizó hacia arriba en un roce suave sobre su cuerpo delgado,


dejando al descubierto su parte inferior y su delgada cintura. Ella lo arrojó hacia el
sillón junto a la cama y se subió al colchón, dándole una vista exquisita de su culo.

Él rasgó abierta su camisa, escuchando como los botones restantes


golpeaban en el suelo de madera. Su cinturón se abrió, el botón de la parte superior
de sus pantalones se fue antes de que ella alcanzara el centro de la cama y se
acostara. Rodando sobre su espalda, levantó sus piernas, tirando de ellas juntas y
hacia un lado para que su coño estuviera escondido, dejando sólo la suave curva de
sus muslos y sus nalgas al descubierto.

Su mirada rastrilló su pecho, levantando una ceja ante la forma en que se


cubrió los pechos con las manos. Pero no era por timidez. Ella los apretó y cerró los
ojos, su boca abriéndose alrededor de un pequeño gemido.

Joder. Ella había sido sexy como el infierno cuando él había estado viéndola,
pero de una manera tímida, coqueta. Esta Katie había aprendido una cosa o dos
acerca de cómo despertar a un hombre. Tiró de sus pezones y un suave suspiro
escapó de su boca redondeada.

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El Club de las Excomulgadas
Su propia boca se hizo agua. Su polla se sacudió, gruesa e insistente. Se
quitó los zapatos, empujó hacia abajo sus pantalones y calzoncillos y salió de ellos.
Cutter abrió el cajón de su mesilla de noche y sacó un condón. Con precisión, rasgó
el paquete y palmeó el círculo de látex. Sabiendo que ella miraba, cubrió
lentamente su polla, dándose un solo y duro golpe con el puño antes de que la
siguiera sobre el colchón. Agarró ese muslo suavemente curvado y giró sus caderas,
con las dos manos abriéndola mientras descendía sobre ella, y empujaba su polla
directamente en su centro.

A Katie no parecía importarle que él se hubiera saltado algunos


preliminares, pero de nuevo, ella ya estaba mojada y apretándose a su alrededor,
sus paredes de seda succionándolo en ella. Cuando trató de envolver sus piernas
alrededor de él, metió los brazos debajo de sus rodillas y empujó sus muslos hacia

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arriba, manteniéndolos abiertos para él, para golpear sin obstáculos en su jugoso
coño.

Se arrodilló en el centro de su cama y la aporreó, sin apretar ni una vez


contra su sensitivo clítoris. Cuando ella deslizó sus manos entre sus piernas, él negó
con la cabeza y dejó de embestir, esperando el momento en que ella recibiera su
mensaje.

Sus ojos color avellana se abrieron, entendiendo ahora que esto iba a ser
todo sobre él o estaría terminado.

Abrió la boca, pero apretó su mandíbula cerrada y volvió su cara contra la


colcha.

Cutter cerró sus ojos, dejó su cabeza caer hacia atrás, apagando la visión de
ella, concentrándose sólo en la sensación de un coño mojado rodeándolo, tratando
de que no le importara en qué cuerpo se hundía mientras empujaba una y otra vez.

Casi sin sentido, hinchado y dirigiéndose hacia la liberación, no le


importaba lo rápido que llegó. Había pasado demasiado maldito tiempo. Había
corrido a través de media docena de rollos de una noche en el mes siguiente a su

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El Club de las Excomulgadas
traición, pero nada desde entonces, debido a que no se habían acercado a los
recuerdos que tenía de cómo se sentía deslizarse dentro de su coño mojado y
apretado. Ellas no habían olido igual, no se habían sentido tan suaves... no se
habían sentido correctas. Y malditamente seguro que no había querido hablar con
ellas, no como lo hacía con Katie.

La había echado de menos, y la odiaba por ello. Sin embargo, él no era el


que se había desviado del rumbo. ¿Por qué demonios se sentía culpable ahora? Empujó
más duro, más profundo, hasta que la presión en sus bolas explotó y no pudo
pensar, solo podía cumplir con el instinto primario de verter su semilla en ella.
Embistió más lentamente, saboreando los pulsos constantes mientras se vaciaba.

Cuando abrió los ojos, miró hacia abajo. La cabeza de Katie todavía estaba

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girada, su vientre temblando. Una vez más, sus manos cubrieron sus pechos, esta
vez para ocultarse.

Él lo sabía porque sus rodillas se presionaron hacia adentro contra sus


brazos, tratando de cerrarse. Él los dejó caer y se deslizó de nuevo en el colchón,
mirando como ella cerraba sus piernas y se volvía sobre su costado, de espaldas a
él.

Cuando sus respiraciones se regularon y el calor de su cólera se enfrió, algo


se alojó en su pecho, pesado y casi ahogando la parte posterior de su garganta.
Nunca había sido tan frío con una mujer, así de cruel. Incluso si ella merecía el
borde de su ira, no se merecía ser utilizada de esta manera.

Pero, ¿qué podía decir y no hacer las cosas peor? De ninguna manera iba a
consolarla. Ella conseguiría señales mixtas, y él no quería que pensara que ellos
tenían la oportunidad de reanudar su relación. Ellos habían terminado.

Llamaron a la puerta y ésta se abrió.

—¿Cutter, estás aquí? Dani está lista para lanzar el ramo…

Cutter dirigido una mirada hacia Rowe, cuyos ojos se abrieron sobre Katie.

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El Club de las Excomulgadas
—Dile que estoy en camino.

La puerta se cerró en silencio, y Cutter se retiró del colchón, su mirada


alejándose de Katie, quien todavía no se había movido. Sus ropas eran un arrugado
y sucio desastre, por lo que abrió las puertas de su armario y sacó otra camisa
nueva y pantalones oscuros. Luego se dirigió al cuarto de baño sin decir una
palabra a la mujer que yacía tan inmóvil como una estatua en el centro de su cama.

*****

¡Estúpida, estúpida, estúpida! Katie no podía calmar las auto recriminaciones


que resonaban en su cabeza. Su respiración salió en sollozos agudos y afilados, pero
contuvo sus lágrimas. Nunca lloraría por Cutter Standifer de nuevo. Había sido una
tonta. Él había tomado lo que ella había ofrecido, y mucho más. Su orgullo estaba

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en ruinas. Su alma se sintió tan herida y tierna como su sexo.

Desde el momento en que se había despertado esa mañana y se quedó


mirando el anuncio de la boda que había recortado y pegado debajo de un imán en
la puerta de su nevera, ella había tenido esta sensación agitándose en su interior.
Algo cálido, algo esperanzador, como si se le hubiera dado otra oportunidad para
hacer las cosas bien.

¿Qué había estado esperando? Ella había medio esperado que él le diera una
mirada fría y luego la ignorara como había hecho cada vez que se encontraban por
casualidad en el pueblo. Había esperado que él, al menos, le ofreciera un saludo
cortés, una oportunidad para que ella se acercara y se disculpara, porque la culpa la
había perseguido durante tanto tiempo.

En su lugar, la había usado como una puta. Y ella lo permitió, porque sentía
que le debía algo por su traición.

Pero estaban empatados ahora. Y él había dejado muy claro que esta era la
única cosa que alguna vez tendrían. Katie escuchó la puerta del baño abrirse y
cerrarse, oyó el ruido de sus pasos alrededor de la habitación, de nuevo al armario y
a la puerta.

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El Club de las Excomulgadas
—Quédate aquí. —Entonces la puerta se cerró, y ella abrió los ojos para
asegurarse de que estaba sola.

Sólo entonces se sentó e hizo un balance. El cortejo nupcial se estaba


reuniendo en el porche debajo. Esta vez las risas le dijeron que la novia y el novio
estaban a punto de irse.

Gritos de ánimo, aullidos de risa y ella supo que el ramo había sido arrojado
a los brazos de alguna otra chica.

Katie se arrastró fuera del colchón sintiéndose agotada, y fue al baño para
lavarse la humedad goteando por sus muslos.

Gracias a Dios que alguien había pensado en utilizar un condón. Ella no

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había necesitado la píldora en mucho, mucho tiempo.

Se vistió, deseando tener más que llevar que el fino vestido de seda. ¿Todo el
mundo había sabido que ella estaba desnuda debajo de este? Aquella mañana sólo le había
importado que Cutter se diera cuenta.

Se puso sus sandalias y corrió por la puerta. Tendría que escabullirse por la
parte trasera y llegar a su coche antes de que nadie supiera que se había ido. A
Cutter no le importaría que no le hubiera obedecido. Él acababa de ser liberado de
tener que mirarla de nuevo.

*****

Cutter miraba la estela de polvo que el pequeño Mustang rojo levantaba


mientras Katie se apartaba de los pastos que habían acordonado para un
estacionamiento improvisado. Nadie más se dio cuenta. Todos los ojos estaban
puestos en la pareja de novios que se reía con la vieja camioneta de Justin, encerada
con un brillo insolente, levantada con cintas atadas al mástil de antena y latas
traqueteando detrás.

Rowe salió de la cabina, sostuvo la puerta para que Justin se deslizara

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El Club de las Excomulgadas
dentro, y le palmeó el hombro. Luego corrió alrededor de la parte delantera de la
camioneta y abrió la puerta para Dani, a quien besó en la mejilla y le dio un guiño.

Sin duda, él volvería a la fiesta con el resto de los invitados y bailaría con
una cadena de damas, lo suficiente para que nadie comentara cuando él se deslizara
por la puerta para unirse a Dani y Justin mientras ellos hacían las maletas para su
viaje a México.

Los puños de Cutter se cerraron, pero no podía reunir el profundo y


decepcionado enfado que había mantenido cerca de su pecho en las semanas desde
que Dani había anunciado que se casaría con Justin y viviría con los dos hombres
en el rancho de Rowe.

Ella había hecho su cama. Esperaba como el infierno que fuera feliz, porque

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tendría que matar a los dos hombres si le fallaban.

Cuando la camioneta se alejó, forzó una sonrisa en sus labios y aceptó las
felicitaciones de sus amigos por una gran boda. Incluso Wade se acercó y pasó un
brazo alrededor de su hombro.

—Vas a estar solitario en esta casa ahora, ¿verdad?

Cutter lo empujó y le dio una sonrisa dolida.

—Me gusta la tranquilidad.

—Y siempre luces como un perro herido —Wade levantó una ceja marrón
oxidado— ¿De dónde salió escapando Katie?

Cutter maldijo entre dientes y se alejó, las irónicas risas de Wade lo


siguieron por las escaleras.

Él había terminado con Katie. Consiguió sacarla fuera de su sistema para


siempre esta vez.

¿Por qué no podía sacudir la imagen de su cuerpo acurrucado sobre sí mismo y su

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El Club de las Excomulgadas
expresión destrozada cuando él la había dejado sola en su dormitorio?

La vergüenza se arrastró a través de sus mejillas, calentando su piel. Un


nudo frío y duro se instaló en su vientre. Lo que tenía que hacer era olvidar.

Y sabía justo la manera de hacerlo. Se volvió hacia Wade e inclinó su


cabeza hacia la puerta principal de su gran casa.

—Deja que te traiga una bebida. Y entonces tal vez voy a borrar esa sonrisa
de tu cara para siempre.

Cutter tomó otro largo sorbo de su cerveza y estrelló la botella sobre la mesa.
Wade se había desviado del rumbo, siguiendo el dedo curvado de una cierta rubia
que había estado viendo, y dejando solo a Cutter para cocinarse a fuego lento en

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


sus propios jugos.

Cutter hizo una mueca y tomó otro trago de su cerveza. La Katie que pensó
había conocido nunca habría sido tan audaz. De vuelta en el día, ella podría haber
encontrado su mirada a través de la pista de baile y haberle dado una sonrisa
tímida. Una invitación que habría sido incapaz de rechazar.

Ella se había mudado a Two Mule cuando Dani estaba en Austin en la


escuela y abrió un pequeño restaurante. Él había sentido curiosidad por cualquiera
lo suficientemente temerario como para iniciar un negocio en un pueblo donde
nunca nada cambiaba y nada nuevo sucedía. Todos habían subestimado su cocina
y su encanto tranquilo. Al igual que todos los hombres solteros en el condado, se
habían duchado y afeitado, pulido sus mejores botas y se dirigieron al Katie’s Diner
cada vez que podían.

Al principio, había estado contento con mirarla defenderse de las


invitaciones de cada tipo con una sonrisa constante que suavizaba la decepción.
Ella había estado decidida a hacer un éxito de su empresa. Cuando parecía que
había resistido a la disminución en el tráfico después del periodo de la luna de miel,
ella se había relajado, contrató más ayuda y se estableció, conociendo a la gente del
pueblo.

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El Club de las Excomulgadas
No había salido mucho. Después de que finalmente hubiera aceptado su
invitación, ella no había salido con nadie más en absoluto. Había pensado que su
reclamo fue impactante. Y había empezado un lento cortejo, haciéndolo todo bien,
él había pensado. Después de la primera cita, la había dejado con un beso. Cuando
ella lo había invitado a cenar, había mantenido sus manos sobre todos los lugares
seguros... su espalda, la parte superior de sus caderas. Ellos habían visto una
película en la oscuridad, y se habían besado. Él había permanecido en el infierno de
las bolas azules durante semanas hasta que una noche ella lo había acorralado en su
sofá, deslizando una rodilla sobre su regazo estableciéndose con una obstinada
inclinación a su barbilla.

—¿Te sientes atraído por mí en absoluto?

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Cutter había tragado, preguntándose si se trataba de una pregunta capciosa.
La prueba de sus sentimientos fue despertándose, respondiendo predeciblemente al
peso y calor de sus muslos abiertos.

—Nena, sabes que lo estoy.

—Entonces, ¿hay algo mal contigo? Algo que no me estás diciendo. Porque
si hay un problema…

Él no había sido capaz de evitar la sonrisa que tiró de sus labios.

Ella palmeó su hombro.

—No te burles de mí. Lo digo en serio. Lo puse todo en una bandeja de


plata para ti.

—Soy un hombre cuidadoso, Katie. No quiero que ninguno de los dos


cometa un error.

—¿Eres así de cuidadoso con todas las chicas con las que has salido?

Él no había respondido a su pregunta. Tal vez debería hacerlo. En cambio,


deslizó su mano detrás de su cuello y trajo su cabeza cerca. Con su boca a sólo un

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El Club de las Excomulgadas
centímetro de distancia de la de ella, él había susurrado.

—Dime que me vaya si no me quieres en tu cama, Katie.

Su respuesta había sido un toque rápido de sus labios contra los suyos, y
entonces toda la charla había terminado.

Él había hecho un trabajo rápido con su blusa, tirándola por encima de su


cabeza. Sus manos temblaban con entusiasmo. Su cuerpo temblaba contra el suyo.
Acostándola en el sofá, se había tomado su tiempo, con cuidado de no abrumarla,
cuidando de encontrar todos los lugares en su cuerpo que la hacían gemir o
temblar, comenzando por su boca y lentamente trabajando hacia abajo.

Para el momento en que había acariciado labios, lengua y dedos por su

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cuello a la parte superior de sus pechos, ella había arqueado la espalda para
presionar con entusiasmo en su palma. Enganchándose sobre un pezón distendido,
lo había colocado en su boca, lamiendo suavemente la punta rosada con su lengua,
dando vueltas una y otra vez hasta que sus dedos habían cavado en su cuero
cabelludo y le instó a bajar.

Besos apresurados se deslizaron a lo largo de su abdomen, y se detuvo para


empujar en su ombligo y tratarlo como si fuera el precioso lugar entre sus piernas,
dando vueltas, acariciando hacia adentro, hasta que ella había lloriqueado entre su
mandíbula fuertemente apretada y amplió sus piernas, ahuecando sus hombros con
sus rodillas y retorciéndose en lentas ondulaciones que levantaron su húmedo y
almizclado aroma. Y él había estado perdido.

Tanto tiempo como le había tomado llevarla a ese punto, no podía conseguir
sacar sus pantalones lo suficientemente rápido. Él los empujó más allá de sus
caderas, se puso un condón y se arrodilló en el suelo. Tiró de ella hacia arriba,
guiando sus caderas sobre él con sus manos, tratando de recordar no clavar sus
dedos demasiado profundamente en su suave trasero, pero necesita su resbaladizo
sexo para deslizar su polla, porque no sabía cuánto tiempo más podría contenerse.

Ella había agarrado sus hombros con fuerza, sus ojos muy abiertos y un

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El Club de las Excomulgadas
poco salvajes. Sus pechos habían temblado delante de sus labios y besó sus pezones
otra vez, dándole a cada uno una chupada rápida, antes de envolver sus brazos
alrededor de su espalda y llevarla hacia abajo.

Las paredes internas de Katie lo habían agarrado en el calor cremoso,


ondulando arriba y abajo de su eje mientras él la instaba a que lo tomara, gimiendo
cuando ella comenzó a deslizarse arriba y abajo, lentamente al principio, y luego
desesperadamente rápido, respiraciones jadeadas en ráfagas contra su cara.

Ella había estado tan hermosa. Su pelo rojo flotando arriba y abajo con sus
movimientos indefensos, su mirada avellana trabada con la suya, hasta que su coño
apretó con fuerza alrededor de su polla y sus ojos se cerraron.

Ella no había gemido ni gritado, pero podía sentirla deshaciéndose, rápidos

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y pequeños apretones ondulando a lo largo de su eje, y ella clavó sus uñas en sus
hombros.

Él había besado su hombro.

—Está bien hacer algo de ruido.

Ella había gruñido, pero negó con la cabeza, el ceño dibujado entre sus cejas
no le preocupó ni un poco, porque él sabía que ella todavía estaba profundamente
en el interior de su orgasmo. Los pulsos tiraban de él y la humedad sedosa de
excitación lubricaba su polla, lo habían tirado directamente a un orgasmo tan
fuerte, que gimió y bombeó hacia arriba, lanzándose en ella mientras lo miraba con
sus ojos salvajes.

Después de esa noche, él había dado un paso atrás. No sabía por qué. Tal
vez ese pequeño toque de ferocidad sensual que ella había mostrado lo había
tomado por sorpresa. No estaba seguro de si la conocía realmente. No sabía si
podía complacerla. Él la había puesto en un pedestal y eso lo había inclinado,
derribando sus ideas preconcebidas de lo que quería en una esposa y una
compañera. Había querido a alguien como su madre. Alguien que pudiera cocinar.
Alguien predecible, que estuviera ahí cuando la necesitara, pero que estuviera

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El Club de las Excomulgadas
contenta con lo que él le daba... hijos, una bonita casa, un nombre orgulloso.

Cutter había sabido que ella estaba confundida, incluso dolida por su
retirada, pero pensó que habían llegado lo suficientemente lejos para que ella le
diera tiempo para pensar y sentirse cómodo con la idea de que esta criatura sensual
podría ser suya.

Al final, ella había mostrado sus verdaderos colores, y se dijo una y otra vez
que se alegraba de no haber cometido el error de pedirle que se casara con él.

Una silla raspó junto a él, y él se volvió, frunciendo el ceño mientras Rowe
se instalaba en el asiento a su lado.

Rowe se aclaró la garganta.

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—No es de mi incumbencia...

—Malditamente correcto, no lo es.

—Mira, no pude dejar de notar, que algo no estaba bien... Ahí arriba. —
Rowe miró hacia otro lado, luego sus mejillas se hincharon mientras dejaba escapar
un profundo suspiro— ¿Lastimaste a Katie?

¿La había lastimado? Probablemente no de la manera en que el hijo de puta


quería decir.

—Métete en tus malditos propios asuntos.

Rowe lo atravesó con la mirada.

—Ella parecía a punto de llorar.

Cutter se preguntó si Rowe sabía lo cerca que estaba de besar el suelo.

—Ella no dijo que no, si eso es lo que te ha preocupado.

—Katie es una buena persona. Lo sé todo sobre el error que cometió. Pero

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El Club de las Excomulgadas
ella ha sufrido.

Cutter arqueó una ceja.

—¿Se supone que eso significa algo para mí?

—Ustedes dos estaban bastante cerca.

—Yo no soy el malo de la película.

Rowe asintió con la cabeza luego miró hacia la pista de baile.

—Justin lamenta haberse acercado alguna vez a ella. Has sido decente con él
sobre la boda.

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—No lo he hecho. Mi hermana no conseguirá nada más allá de esta fiesta de
mi parte.

—Dani no necesita nada más, pero ella estaba feliz de que te pusieras de pie
por ella. Justin quería que yo te dijera algo... acerca de Katie.

Los dedos de Cutter se apretaron alrededor de la mojada botella de cerveza.

—No quiero oír ni una maldita cosa sobre ella, sobre todo si viene de él.

—Él no está orgulloso de lo que pasó. Se había detenido en el salón y


encontró a Katie llorando. Ella trató de limpiarse y hacer una broma al respecto.
Pero estaba dolida. Él la invitó a tomar una copa.

Cutter bajó sus cejas y dirigió una mirada furiosa en su dirección.

—Rowe, nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero no eres un amigo.
Aléjate ahora.

Rowe le dio una sonrisa forzada.

—El hecho es que, no me importa si tú me das un puñetazo. Dani quiere

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El Club de las Excomulgadas
que seas feliz. Justin y yo queremos la paz entre nosotros. Vas a escuchar aquí, o
podemos llevarlo fuera donde voy a tener que gritártelo.

Cutter dejó la botella sobre la mesa junto a él, y quitó sus dedos de esta.
Cuanto antes se lo dijera Rowe, más rápido podría emborracharse.

—Termina.

—Es cierto. Justin engrasó los engranajes, la emborrachó un poco y la


consiguió derramando su corazón en su hombro, y cuando ella finalmente se
enfadó, él le dio la vuelta. La hizo desear un poco de venganza. La llevó a la cama.

Cutter curvó sus puños y comenzó a levantarse.

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Rowe presionó hacia abajo sobre su hombro.

—Casi termino. Sólo pensé que deberías saber. Fue la única vez. Ella no
respondió a sus llamadas después. Le dijo que se fuera al infierno cuando él pasó
por su café. Ella lo lamentó. Fue un momento de debilidad. Ella era vulnerable a
Justin, y él sabe cómo explotar la debilidad.

Los labios de Cutter se levantaron en un gruñido.

—Y aún así, simplemente le regalas a la chica que amas. A él. ¿No crees que
te manipuló un poco también?

Rowe gruñó.

—Síp, estoy seguro de que lo hizo. —Se volvió hacia Cutter, suavizando su
expresión— Pero el secreto es que él me ama. Sé que te asusta, pero él nos ama a
los dos. Él no va a ninguna parte. —Rowe se puso de pie y miró a Cutter,
suavizando su expresión— Lo que tienes que averiguar es si tú eres feliz solo.
¿Prefieres aferrarte a tú enfado por el resto de tu vida y nunca saber lo que podrías
haber tenido con ella? —Rowe miró hacia el salón de baile y levantó la barbilla—.
Gracias por la boda, pero tengo que tomar un avión.

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El Club de las Excomulgadas
Cutter hizo una mueca.

—No creo que me vaya a acostumbrar nunca a eso, ustedes dos y Dani.

—Oh, creo que entrarás en razón. Pero tenemos mucho que demostrarte, y
tú tienes que tener la cabeza en un lugar mejor. Habla con ella.

Cutter negó con la cabeza y levantó su cerveza. La última cosa que quería
hacer era hablar con Katie. Él le había mostrado dónde se encontraba exactamente
ella con él. Además, ella probablemente sólo le cerraría la puerta en sus narices.

Sin embargo, no podía olvidar cómo había lucido cuando se había movido
para abrazarlo con sus piernas, su rostro se suavizó, color floreció en sus mejillas, y
su mirada brillante y llena de esperanza... hasta que él la había rechazado.

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Él nunca pensó en sí mismo como un hombre particularmente duro. ¿Se
estaba convirtiendo en su padre? Había sido duro como una roca. Admirado por todos,
pero implacable cuando se trataba de inculcar ciertos valores y una ética de trabajo
a la antigua. Había querido estar seguro de que dejaba el rancho en manos dignas.

Bueno, el rancho estaba todavía en tierra firme cuando otros estaban


fallando con la cobertura económica. Cutter no estaba en deuda a sus ojos, tenía el
dinero para gastar en el envío de heno para capear otra sequía.

Así que tenía la responsabilidad de llevar el rancho de lleno sobre sus


propios hombros. Había esperado que Dani les trajera un compañero, que ella por
lo menos se hubiera hecho cargo de la gestión de la oficina para liberarlo, para
hacer lo que más le gustaba. Dar a la manada un paseo.

Dani podría haber estado dispuesta a cumplir esa función si él no hubiera


sido tan inflexible sobre su matrimonio. Todavía podía encontrar a su propia
compañera, pero no había encontrado a una mujer lo suficientemente inteligente, lo
suficientemente fuerte como para asumir el trabajo de la esposa de un ranchero.
Había pensado durante un tiempo que podría ser Katie, pero había demostrado
tener pies de barro.

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El Club de las Excomulgadas
Ella había dejado que ese bastardo romántico de Cruz hiciera su camino a su
cama y no había manera de que alguna vez pudiera confiar en ella.

Pero se había sentido bien deslizarse dentro de ella otra vez... cálido y
húmedo, perfecto. Ella siempre se había sentido simplemente correcta yaciendo
dentro de sus brazos. Tal vez estaría dispuesta a ser amigos con derechos. No era
como si ella fuera demasiado particular sobre con quien se acostaba.

Tal vez podía comenzar con una disculpa. No es que realmente lo dijera en
serio. Pero si eso significaba que podía conseguir un poco de dulce liberación, con
una mujer que sabía que era compatible con él al menos de una manera... bueno,
¿por qué no?

Dejó la cerveza y asintió con la cabeza hacia la camarera. Ella podía

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


ocuparse de satisfacer las necesidades de sus invitados. Había pagado lo suficiente
para asegurarse de eso.

Se tocó los bolsillos, agradecido de haber tomado las llaves de su vestidor y


se dirigió hacia la puerta.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Tres
Katie no sabía por qué había decidido abrir el restaurante hoy. Había
publicado una nota más temprano esa mañana para que los clientes supieran que
estaría cerrado. Podía haberse quedado en casa, con las ventanas cerradas y
revolcándose durante todo el día en la autocompasión.

Pero había estado inquieta. Después de haberse lavado el aroma de Cutter


de su piel y tirar el vestido azul a la basura, se había puesto de forma automática
sus jeans y la camiseta del Restaurante de Katie y salió por la puerta.

Había dejado al personal libre por el día. Así que era la única camarera,
cajera y cocinera. No es que hubiese estado muy ocupada desde que había girado la

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señal a Abierto. Su único cliente hasta el momento era Ole Win, a quien le había
dicho ayer que no viniera, pero tal vez la costumbre estaba demasiado arraigada.
Venía todos los días, ordenaba la misma comida, luego leía su periódico mientras
se bebía una cafetera de café, la que ella mantenía fresca.

Él ya le había contado otra de sus historias sobre los viejos tiempos en Two
Mule, antes de que las carreteras estuvieran pavimentadas, cuando los hombres
todavía ataban los caballos a un riel de enganche en la parte delantera del salón.

No es que le importara la charla. Ella disfrutaba de sus historias la mayoría


de los días, pero hoy su mente vagaba, de vuelta a la boda y a ese momento horrible
cuando Cutter la había penetrado un poco demasiado duro y rápido, y dejó muy
claro que ella nunca tendría la oportunidad de ganarse un lugar de nuevo en su
vida.

No es que él la lastimara físicamente, en realidad no. Su cuerpo había sido


cebado, su coño derritiéndose y acariciando su longitud todo el tiempo que la había
follado.

Ella no podría permitirse utilizar una descripción más bonita de lo que él


había hecho, lo que había invitado. Ella había tenido la loca idea de que si podía

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El Club de las Excomulgadas
meterlos a los dos en la misma habitación, despojados de la ropa y los viejos
resentimientos tal vez él le daría una segunda oportunidad.

Cutter no estaba dispuesto. Sólo había tomado lo que le había ofrecido. Sin
ataduras.

Ella no podía sentirse avergonzada por lo que había permitido que sucediera
porque había tenido tanta necesidad de tocarlo. Sin embargo, ahora, pensaba que
tal vez estaba lista para dejarlo ir.

La campanilla por encima de la puerta sonó y miró por encima de su


hombro entonces volvió a mirar dos veces porque Cutter estaba pasando a
zancadas a través de la puerta, su dura mirada inmovilizándola como una mariposa
en un tablón de anuncios.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


Katie se tensó y lanzó un rápido vistazo hacia Win, quien se animó en su
silla y estaba siguiendo el progreso de Cutter mientras se dirigía hacia ella. Sin
duda, incluso el vejete era consciente de los rumores que rodearon la desaparición
de ella y Cutter como pareja. Ahora el viejo chismoso tendría otra historia para
agregar a su arsenal.

—Tenemos que hablar.

Katie le dio a Cutter su espalda y pasó hacia una mesa que ya había
limpiado, decidida a ignorar el calor que sentía picando su espalda de arriba abajo.

—Tú ya has dejado claro tu punto —murmuró— No hay nada que discutir.

—No vamos a hacer esto aquí —dijo, poniendo su mano sobre las de ella y
el paño húmedo.

Ella deslizó su mano de debajo de la suya y la apretó contra su estómago


antes de girarse, luego dio un paso atrás, porque no se había dado cuenta de que
había estado tan cerca.

Sus muslos se frotaron contra ella, y ella tomó una respiración profunda,

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El Club de las Excomulgadas
inclinándose hacia atrás para evitar que el pecho de él tocara el suyo.

Demasiado tarde. Sus pechos ya dolían, sus pezones clavándose contra su


sujetador. Gracias a Dios que llevaba un delantal o él habría sabido que su cuerpo
estaba mucho más que feliz de verlo aquí.

Sus dedos se engancharon alrededor de su muñeca, y tiró de ella tras él, en


dirección a la puerta de la cocina.

—Déjalo ir. Esto se está poniendo viejo, Cutter. Tú no me puedes arrastrar


alrededor como un perro con una correa.

—Una perra con una correa —murmuró él.

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—¿Que acabas de decir?

Él se detuvo y la miró de frente, de pie tan cerca otra vez, que su aliento
cálidos lavó sobre su rostro.

—Maldita sea, Katie, no pelees conmigo. Todo lo que quiero hacer es hablar
y no quiero público.

Tal vez había venido a disculparse, pero sus muslos frotaron los de ella otra
vez, y sintió su polla, engrosándose debajo de sus jeans.

Ella lo miró fijamente, y luego miró alrededor de su hombro hacia Ole Win,
quien estaba fingiendo leer su periódico, pero mirando en su dirección por encima
de sus gafas de lectura.

—En la cocina entonces, pero haz esto rápido.

Él la siguió, tan cerca que golpeó su parte trasera cuando ella se detuvo para
levantar el saliente del mostrador. La puerta de la cocina osciló y Cutter la empujó
hacia adelante, hacia la cabina del congelador en la parte posterior.

Al menos el frío mantendría sus ropas en el lugar y la conversación breve.

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El Club de las Excomulgadas
Ella la abrió y se dio la vuelta mientras él la seguía dentro, agachándose porque era
más alto que la altura del techo.

Soplos congelados de aliento, cortos y rápidos, delataban su agitación.

—¿Podemos acabar con esto?

Cutter se pasó una mano a través de su pelo corto.

—¿Por qué te fuiste con tanta prisa?

Katie puso sus manos en las caderas.

—Habíamos terminado.

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—Tal vez yo no.

—Qué triste —dijo, en un tono monótono.

Su mirada se estrechó.

—¿Estás viendo a alguien?

—¿Crees que te habría permitido hacer eso si lo estuviera? —entonces tuvo


la decencia de sonrojarse. Había hecho exactamente eso con él.

Sus párpados bajaron mientras miraba hacia abajo por su cuerpo. Entonces
él se acercó.

—Sólo me estaba asegurando de no estar pisando los talones de otra


persona.

—¿Por qué demonios debería importarte? ¿Me vas a pedir una cita? —dijo
ella, levantando su barbilla.

—No exactamente. —Se inclinó sobre ella, su mano se deslizó por debajo de
su pelo. Su palma estaba cálida contra su cuello frio.

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El Club de las Excomulgadas
Katie llevó una mano a su pecho para apartarlo, pero él era tan inmovible
como una roca sólida.

—Estoy pensando que deberíamos vernos el uno al otro —dijo él,


deslizándose hacia un gruñido sexy— De vez en cuando.

Sus ojos se abrieron. Un peso de plomo se instaló en su centro, pero más


abajo, su cuerpo comenzó a arder a fuego lento.

—Estás diciendo que deberíamos follar. Dime, ¿estás pensando que podrías
pasar por aquí cada vez que estés caliente?

—Síp.

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—¿Y qué hay de mí? ¿Qué pasa cuando estoy caliente?

Una esquina de su boca se arqueó.

—¿Tú quieres derechos, también?

—Sería estúpida si dejo que se trate todo sobre ti y tus necesidades de nuevo.

—¿Enfadada porque no te hice terminar?

Ella había estado devastada, pero todos esos momentos llorosos estaban en
el pasado. La ira estalló, lo suficientemente caliente como para derretir el hielo
cubriendo las paredes. ¿Él creía honestamente que era tan puta que iría por una propuesta
como esta?

Por otra parte, nunca había conseguido lo que quería, sexualmente, de


Cutter Standifer. Cuando habían salido, él había sido dolorosamente remoto.
Incluso después de que finalmente habían conseguido estar desnudos. Hoy, él había
sido despiadadamente cruel.

Pero si quería algo de ella ahora... Bueno, ¿no estaba en una posición de negociar
por más? ¿Quería arriesgar su corazón con él de nuevo? ¿Si él incluso estaba considerando

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El Club de las Excomulgadas
tener una aventura con ella, quería decir eso que en algún lugar muy dentro de él, aún le
importaba?

Dios, era patética. El cruel giro de su boca no traicionó una sola onza de
compasión o afecto. Sin embargo, su cuerpo reaccionó, como era previsible, a su
presencia.

Su coño todavía dolía por sus contundentes golpes. La excitación sin


disminuir la había mantenido tensa y enojada. A partir de sólo el recuerdo de su
invasión, su cuerpo había permanecido preparado, su clítoris hinchado, sus pezones
apretados y duros. Incluso ahora, la humedad se filtraba en sus bragas.

¿Podía hacer esto? ¿Comenzar una relación estrictamente sexual sin perderse a sí
misma y a su autoestima? Ella todavía lo quería. ¿Y no se merecía placer para sí misma?

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Katie alzó la barbilla y mantuvo su mirada fija en él.

—Si hago esto, no serás él único que consiga lo que quiere.

Los ojos de Cutter se arrugaron en las esquinas. El comienzo de una sonrisa.

Ella lo miró fijamente, resistiendo la urgencia de apoyarse en él y entregarse,


porque su cuerpo se estaba derritiendo a pesar del aire helado que los rodeaba.

—Las cosas no serán como antes.

—Yo no estoy ofreciendo volver. Esta vez, no estoy en esto a largo plazo.

Su honestidad dolió, pero la apreciaba de igual manera. Ella bajó la mano


que había apoyado contra su pecho.

—Sin mentiras. Sin juegos. Nada más que placer entre nosotros. Durante
tanto tiempo como ambos queramos esto.

Él asintió con la cabeza, sus caderas acercándose hacia las de ella, su polla
presionando contra su vientre.

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El Club de las Excomulgadas
—De acuerdo. Sin promesas. Pero... sólo te acostarás conmigo. Sin novios.
Durante el tiempo que esto dure.

—Yo quiero lo mismo de ti. Ninguna otra mujer.

Su rostro se endureció.

—Yo no traiciono.

Su mirada se apartó.

—¿No podemos refundir viejas noticias? Podemos fingir ser amables.

—La gente va a hablar. No podemos mantener esto en secreto... nosotros


viéndonos otra vez.

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—¿Temes que piensen que eres un tonto?

—Me importa un carajo lo que piensen. Pero tú tienes un negocio que


atender... amigos que podrían sentir curiosidad.

Katie se encogió de hombros.

—Les diré que estamos tomando las cosas con calma. Sólo saliendo otra
vez.

—Bien. —Cutter deslizó una mano detrás de ella, ahuecando su trasero—.


¿Puedes cerrar?

—Acabo de abrir el restaurante. No voy a sacar a Win fuera.

La boca de Cutter se apretó. La mano detrás de su cuello tiró de su cabello.

Él no la había besado antes en la boda. Ella no se había dado cuenta hasta


que se había duchado y luego casi había llorado, porque había querido un poco de
ternura, un poco de consideración.

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Su boca se cernía sobre la de ella ahora, y luego sus labios se frotaron. No lo
dejaría marcar el ritmo de nuevo. Ella tomó su labio inferior con sus dientes y
mordió suavemente.

Cutter se congeló. Entonces sus caderas se dispararon hacia adelante de


nuevo. Ambas manos sujetaron alrededor de su trasero, ahuecando sus nalgas,
luego la levantó.

Ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura entonces dejó ir su labio.

Su cabeza se inclinó y ella abrió su boca para succionar contra la de él hasta


que él metió su lengua en su boca y ellos se presionaron más cerca, pechos
endurecidos, bocas devorando.

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Cutter tiró su cabeza hacia atrás.

—Te deseo.

Las respiraciones de Katie salieron en breves y excitados jadeos.

—No puedo... no ahora. Quédate. Te haré algo de comer.

Cutter apoyó su frente contra la de ella.

—Cuando él se vaya, girarás el cartel. No puedo esperar a llevarte a casa.

Katie sintió su primera sonrisa del día burlar las comisuras de sus labios.

—¿Vas a bautizar a mi restaurante?

—¿Nunca lo has hecho aquí?

Ella negó con la cabeza. Los únicos hombres con los que lo había “hecho”
en Two Mule fueron él y Justin. Ambos en su casa. Ahora que lo pensaba, nunca
había tenido a Cutter en su cama. Un escalofrío le mordió la espalda y se
estremeció.

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El Club de las Excomulgadas
—¿Tienes frío?—susurró contra sus labios.

Ella asintió con la cabeza.

Él apretó su polla vestida contra su sexo.

—Prepárame algo para comer. —Él la sostuvo mientras ella dejaba caer sus
piernas y se ponía de pie por su cuenta.

Se tambaleó y él se echó a reír. Sus manos acariciaron su culo y apretaron,


su mejilla se frotó contra la de ella.

—Algo rápido.

—¿Ole Win?

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—Es viejo. No estúpido.

Katie le hizo a Cutter una empanada frita, que se devoró con patatas fritas.
Todo el tiempo mientras ella se movía tras el mostrador, su mirada nunca dejó su
cuerpo.

Ella se sentía cohibida, torpe, porque sus caderas se sentían líquidas,


moviéndose con un poco de contoneo extra que no podía evitar. Su sexo estaba
hinchado y húmedo, y su respiración ni siquiera salía, permaneciendo corta y
superficial, lo que la mantuvo un poco mareada y al borde de la risa nerviosa.

Ole Win aún no se había movido, pero había dejado caer toda pretensión de
leer su periódico. Su atención saltaba de Katie a Cutter y de regreso, como si
estuviera viendo su telenovela favorita.

Katie vertió una taza de café para Cutter y la deslizó a través del mostrador.
Su mano capturó su muñeca, y su pulgar frotó contra su pulso latiendo.

Ole Win se aclaró la garganta.

—Creo que voy a deambular a lo largo. Te veo mañana, Katie.

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El Club de las Excomulgadas
Ella no miró en su dirección, atrapada por el calor construyéndose en la
expresión de Cutter.

—Nos vemos, Winston.

La puerta se cerró y Cutter se levantó.

—Tus llaves.

Ella tomó su bolso de debajo del mostrador y se las tiró.

Él las atrapó y se volvió sobre sus talones, caminando rápidamente hacia la


puerta. Echó llave, giró el cartel, entonces se tomó su tiempo para girar las
persianas y apagar la vista de la calle.

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Cuando se volvió, ella ya estaba tirando de su delantal sobre su cabeza y
secándose sus manos sudorosas contra sus costados.

La cara de Cutter estaba fija y dura. Sus párpados se cerraron cuando se


detuvo del otro lado del mostrador frente a ella.

—Sube.

Su corazón se aceleró, calor llenando sus mejillas.

—¿Qué?

—Sube al mostrador. Tengo hambre.

Katie parpadeó, pero saltó sobre el mostrador y osciló sus piernas a su lado,
frente a él.

Cutter la atrajo hacia sí, dando un paso entre sus muslos.

—Es un poco alto —dijo ella, de repente sin aliento.

—No para lo que tengo en mente. —La mandíbula de Cutter se apretó, y él

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agarró su cintura deslizando hacia arriba su camiseta.

Katie levantó sus brazos y le dejó arrastrar fuera la camiseta. Comenzó a


temblar, incluso antes de que le desabrochara su sujetador y lo tirara, aplastándolo
en su puño mientras se deslizaba lejos.

Katie dejó caer los brazos a sus costados, dejando a Cutter mirar fijamente
hacia sus pechos.

Sus pezones se tensaron en duros picos.

Cutter estiró su mano y ella se tensó, esperando que él la ahuecara y se


burlara de sus doloridas puntas, pero presionó entre sus pechos, forzándola hacia
atrás. Ella se recostó y se apoyó sobre codos para ver mientras él desabrochaba sus

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jeans.

Cutter se inclinó y su lengua lamió la V de piel expuesta mientras


lentamente deslizaba hacia abajo su cremallera.

—Cutter, por favor —gimió ella. No otra vez. No lento. Su coño palpitaba,
derramando líquido desde su interior. Necesitaba su polla, la necesitaba rápido.

—¿Por favor qué, Katie? —dijo, acariciando con la nariz su vientre bajo
mientras él agarraba su cinturilla con las dos manos y arrastraba hacia abajo su
ropa.

Ella levantó su trasero, permitiéndole quitar el áspero jean y sus bragas de


algodón. Su rostro se centró entre sus muslos cerrados y su lengua se deslizó a lo
largo de la costura cerrada de su sexo, la punta tocando su endurecido clítoris.

Katie gritó, su cuerpo vibrando.

—Por favor. Quítame la ropa ahora. Fóllame, Cutter.

Él levantó la cabeza.

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El Club de las Excomulgadas
—Mi turno, primero.

Katie gimió y se reclinó sobre el mostrador, sabiendo que no iba a darle lo


que necesitaba, no todavía. Dios, era como antes. Él la había torturado. Tomándola
lentamente en incrementos insoportables.

Él tiró sus pantalones aún más allá, apenas pasando sus rodillas. Sus manos
se posaron en sus muslos, sus dedos se hundieron suavemente en su piel.

—Separa tus piernas.

Katie gimió ante la nota de orden en su voz, algo que nunca había
escuchado de él antes. Algo que Justin había hecho, lo que había demolido por
completo las reservas que había tenido acerca de tener sexo con él.

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Su pulgar se deslizó en la parte superior de sus pliegues, presionando sobre
su clítoris encapuchado, luego levantó la fina capucha para exponer el nudo rígido.

Cuando el aire frío rozó el caliente centro de placer, la respiración de Katie


se detuvo.

Se inclinó de nuevo, su mirada elevándose hacia la de ella luego cerró sus


labios alrededor de su clítoris y lo chupó duro.

Las rodillas de Katie se sacudieron hacia arriba luego se abrieron, dándole


más espacio. Su risa profunda y sin sentido del humor vibró contra ella,
añadiéndose a las sensaciones que ya acaparaban su mente.

Él nunca había descendido sobre ella, ni siquiera la había tocado allí,


excepto para deslizar su polla dentro suyo. Se había preguntado si después de esa
primera vez, no le había gustado algo acerca de ella... su olor, la vista de su sexo
suave...

Ella se había sentido poco femenina, rechazada. Justin había renovado su


confianza, alabando su cuerpo, su "dulce, dulce coño", mientras había ido descendido
en ella. Se había odiado a sí misma por necesitarlo, odiaba que fuera él quien le

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El Club de las Excomulgadas
hubiera dado lo que necesitaba, y entonces había odiado a Cutter porque la había
hecho vulnerable a un aprovechado como Justin.

Sin embargo, ahora no dudaba de su atracción. Él la succionó, deslizó su


lengua por sus pliegues, ahondando para consumir los líquidos que se filtraban
desde el interior de ella.

Sus dedos jugaron, rodeando su entrada, y luego empujando hacia adentro.

—No voy a parar hasta que grites, así que mejor no te retengas. —Su voz fue
tensa y dura.

El vientre de Katie se estremeció y saltó. Su cabeza golpeó sobre el


mostrador. El rítmico tirón de sus labios y el aumento de la profundidad de sus

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empujes construyeron tensión en su núcleo con tanta fuerza que se rizó y sabía
cuándo se desenrolló, que ella lo había perdido.

Cutter se detuvo con sus dedos profundamente dentro suyo, entonces deslizó
sus labios fuera de sus dientes y mordió suavemente su clítoris.

Katie se sacudió, su espalda se inclinó con fuerza, levantándose del


mostrador, y ella se quebró en mil pedazos.

Incluso a sus propios oídos, su grito fue desigual, una nota desolada
desapareciendo lentamente en el silencio que siguió. Katie se combó contra el
mostrador y se quedó mirando la luz fluorescente, zumbando en el techo.

Cutter le quitó las botas, despojándola de sus jeans y bragas el resto del
camino, luego abrió sus pantalones y los tiró justo un poco más abajo de su trasero.

Cuando él le tendió la mano, ella no dudó, dejándolo llevarla a una posición


vertical. Ahuecó sus nalgas y la levantó del mostrador.

Katie envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y contuvo la respiración


mientras él la bajaba. Su polla empujó entre sus pliegues, e increíblemente, su coño
se contrajo, haciendo un sonido húmedo como de bienvenida a la contundente y

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El Club de las Excomulgadas
redondeada punta penetrándola.

Los fuertes hombros de Cutter se flexionaron debajo de sus palmas, y se


deleitó con la demostración de fuerza mientras él la bajaba lentamente, deslizando
su coño por su polla, luego la levantó. Él no mostró signos de tensión mientras
repetía la acción, aunque su mandíbula se apretó y rojo encendió en sus mejillas.

—¿Así es como lo quieres? —preguntó.

—Pensé que este era tu turno —dijo ella sin aliento.

—Cambié de opinión.

—Entonces quiero que sea rápido —dijo ella, mordiéndose el labio inferior,

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entonces jadeando mientras él movía sus caderas en círculos— Duro. Quiero que
sea duro.

—¿Crees que puedes correrte de nuevo?

Ella parpadeó. No era algo que alguna vez hubiera experimentado antes,
orgasmos múltiples. Pero tal vez el hecho de que su excitación se había extendido
por todo el maldito día la hacía más sensible, más receptiva de lo habitual. La
tensión sensual se curvó alrededor de su núcleo de nuevo. Ella asintió lentamente, y
luego clavó los dedos en sus hombros cuando él giró y se dirigió hacia la mesa más
cercana.

Empezó a acostarla y ella se estiró y empujo los condimentos y el servilletero


al suelo.

Cutter rió, el sonido bajo y perverso. Su coño convulsionó a su alrededor, la


humedad derramándose para cubrir su pene mientras se inclinaba sobre ella.

Esta vez no pareció importarle cuando ella enrolló sus piernas alrededor de
su cintura. Se relajó contra la madera fría mientras él bombeaba en ella con cortos y
contundentes golpes que sacudieron la mesa y la empujaron por el suelo de linóleo.

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El Club de las Excomulgadas
Katie inclinó sus caderas, ayudándolo a profundizar sus embestidas. Cutter
gruñó y se acercó, apretando los lados de la mesa, su pecho justo por encima del de
ella. Él miró abajo hacia donde sus cuerpos estaban desnudos. Entonces su mirada
estrechada barrió de regreso hacia arriba.

—¿Tomas la píldora?

Ella consideró mentir para aliviar su mente, pero respiró hondo y sacudió la
cabeza.

Su mandíbula se cerró, sus labios se apretaron, pero él no dejó de embestir.

—Me dejarás saber. Si pasa algo.

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—Claro —mintió, sorprendida de que él no se hubiera detenido en seco.
Cutter era cualquier cosa menos indiferente. Tal vez no creía que ella no había
necesitado la píldora en los meses desde que se habían separado.

Pero, ¿por qué ella no insistió en la protección? Katie empujó el pensamiento a un


lado, no dispuesta a responder esa pregunta, incluso a sí misma. Si ella resultaba
embarazada, lo último que querría era un Cutter reacio ofreciendo ayudarla.

—¿Vas a seguir hablando? Porque estoy casi sin aliento.

Los labios de Cutter se curvaron y flexionó sus nalgas, martillando en su


coño en duros y cortos embistes que construyeron fricción a lo largo de todas las
paredes de su canal. Katie sintió la tensión curvándose alrededor de su núcleo y
deslizó sus piernas más arriba por su espalda.

Los ojos de Cutter se cerraron y Katie bebió la vista de él, esforzándose


sobre ella, sus gruesos brazos musculosos y el tensado pecho, sus manos apretando
su agarre en los bordes de la mesa. Al mirar hacia abajo entre ellos, observó con
fascinación mientras su polla golpeaba en ella, la humedad brillando a lo largo de
su eje enrojecido. Ella nunca había visto a un hombre follarla antes. El movimiento
era tan fluido, tan elegante y rítmico.

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El Club de las Excomulgadas
Cuando levantó la vista, sus ojos estaban abiertos de nuevo, mirándola y el
calor llenó sus mejillas.

—Yo nunca lo he visto.

Algo cruzó su rostro, una expresión tan fugaz que no podía decir si era
arrepentimiento o incredulidad, pero no tenía tiempo para reflexionar sobre eso,
porque él se enderezó, soltando la mesa y parándose con los pies clavados,
continuó bombeando dentro de ella.

Ahora nada impedía cualquiera de sus puntos de vista. Pero ella no tenía
nada a qué aferrarse y sus manos rozaron sin descanso a lo largo de la superficie de
la mesa mientras sus respiraciones se acortaban, y la tensión se hacía más cercana.

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Cutter levantó su mano y se metió dos dedos dentro de la boca. Frotó un
pulgar sobre la parte superior de su sexo, rozando su clítoris encapuchado, y luego
lo empujó hasta exponer el nudo hinchado.

La respiración de Katie se detuvo. Sus párpados cayeron a media asta, pero


se mantuvo mirando mientras él traía esos dos dedos humedecidos hacia abajo y
ellos se arremolinaban suavemente sobre su clítoris.

Sus piernas se agitaron convulsivamente a su alrededor. Su espalda se


arqueó fuera de la mesa.

Cutter gimió y golpeó más duro, frotando en círculos y presionando más


fuerte, entonces pellizcando su clítoris.

Eso fue todo lo que tomó, Katie jadeó, sus manos aterrizaron en sus pechos,
apretándolos con fuerza mientras su polla se estrellaba en ella.

—Jesús... Joder...

Katie se sentía de la misma manera, quería gritar, pero se mordió los labios
y contuvo sus gritos, cerrando los ojos con fuerza y girando su cabeza de lado a
lado hasta que las convulsiones ondulando arriba y abajo por su canal

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El Club de las Excomulgadas
desaceleraron.

Cuando las manos de Cutter descruzaron sus piernas detrás de él y dio un


paso atrás, cortando la conexión, sólo entonces ella abrió los ojos.

La atención de él estaba en su polla resbaladiza.

Pero ella no se movió, aunque le dolía la espalda de descansar en la


superficie dura, y su cuerpo estaba completamente expuesto mientras él estaba
metiendo su camisa y abrochando su cinturón.

Él echó un vistazo en su dirección, luego tomó las servilletas del mostrador y


se paró frente a ella otra vez, un ceño fruncido dividía sus cejas oscuras.

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Sus dedos arrugaron la servilleta y dio un suspiro, luego acarició sus pliegues
y muslos internos con suaves movimientos que, sin embargo, excitaron su sexo,
porque las fibras eran un poco gruesas y su clítoris y vagina estaban en carne viva y
sensibles. Ella jadeó y se mordió los labios, pero su coño se apretó y abrió,
haciendo otro de esos vergonzosamente húmedos y suculentos sonidos.

Los ojos de él se oscurecieron, y su respiración se aceleró.

—Hay mil maneras en las que quiero tomarte, Katie. —Su voz era ronca
mientras la rozaba con el papel nuevo.

Katie amplió las piernas colgando desde la mesa.

—Quizás voy a dejarte intentar cada una de ellas.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cuatro
No había ningún quizás al respecto, pensó Cutter mientras ingresaba en su
camino de entrada una noche, una semana después. Katie había jugado. Ella le
había entregado todo a él. Acomodándose a todos sus caprichos... con entusiasmo.

Lo cual le había hecho preguntarse si las cosas hubieran sido diferentes entre
ellos la primera vez si él le hubiera dado una pista de cómo de dispuesto estaba a
experimentar.

Anoche habían yacido estirados a través de su cama, la cabeza de él entre


sus piernas, los labios de ella envueltos alrededor de su polla. Cuando él había
explotado, trató de retirarse, pero ella había apretado sus bolas en advertencia y

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succionó su polla, tragando su semen, luego perezosamente lamiendo alrededor de
la punta como si fuera un cono de helado. Ella se había estirado hacia abajo y tiró
de su pelo recordándole que aún tenía trabajo que hacer, y él la había terminado, a
pesar de que había estado tan exprimido que todo lo que quería hacer era
arrastrarla a su lado, envolver sus brazos alrededor de ella y dormitar.

Pero Katie nunca lo dejaba descansar. Era como si quisiera embutir tantas
experiencias como pudiese. ¿Temía que él lo terminara antes de que ella estuviera
saciada?

Estaba a un largo camino de terminar con ella.

Debería haberle preocupado. Y a veces, dudaba. Incluso esta mañana,


cuando había estado montado en la carreta a lo largo de la línea de la cerca, se
había detenido en una colina donde sabía que la señal era fuerte y golpeó marcando
su móvil. Cuando se había dado cuenta de lo natural que había llegado, había
apretado el interruptor de apagado y se quedó mirando el teléfono.

Ella había sido la última persona a la que llamó. Abrió los mensajes
enviados y se dio cuenta que la mayor parte eran para ella. ¿Y para qué? Para hacer
una cita. Para hablar de lo que querían para la cena. Para decirle que bajara la

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El Club de las Excomulgadas
sombrilla de su patio porque una tormenta se acercaba y no quería que se volara.
Cosas que un hombre que estaba en una relación haría. Cosas que había hecho con
ella antes. Y había caído fácilmente en el mismo patrón.

No la llamó de nuevo y cayó en un estado de ánimo negro, que lo siguió


como una nube oscura toda la tarde, deseando poder llamar y cancelar, pero
sabiendo que no lo haría. La sangre vibró todo el día a través de su cuerpo,
manteniendo su polla gruesa y caliente de sólo el recuerdo de cómo su boca había
lucido estirada a su alrededor cuando le había chupado.

El estado de ánimo negro todavía lo tenía en su agarre. Había conducido


fuera de Two Mule y siguió la interestatal hacia una tienda para adultos a un par de
salidas más adelante. Los artículos que había comprado estaban en una bolsa de

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papel marrón en el asiento junto a él. El entusiasmo de Katie para experimentar
tenía que tener sus límites. Y Cutter planeaba encontrarlos esta noche.

Él siempre se consideró una persona del tipo de carne y patatas. Prefiriendo


comidas simples a las picantes. Lo mismo con el sexo. Pero Katie lo desafiaba.
Odiaba sentirse como si tuviera que competir, pero sabía de la reputación de Justin
y quería asegurarse de que se le borrara de la memoria. Cualquier cosa que el otro
hombre hubiese hecho para llegar a ella, habría de descubrirlo y asegurarse
malditamente de que ella supiera quién era el mejor hombre.

La puerta principal se abrió, él apagó el motor y se bajó de su camión. El


viento le golpeó en ráfagas y agarró la puerta de tela metálica, golpeándola contra
la pared.

Subió los escalones, mirando la pequeña camiseta que se extendía sobre sus
senos. Sus pezones eran pequeños guijarros bajo la tela de algodón suave. Sus
piernas estaban desnudas debajo de los diminutos pantalones cortos, y supo que
había dejado fuera cualquier ropa interior, porque eso era lo que él prefería. Y ella
siempre se acomodaba a sus preferencias.

Su mirada viajó por encima de él, entonces se enganchó en la bolsa de papel

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El Club de las Excomulgadas
que sostenía en un puño.

—¿Un regalo para mí?

—Es para mí.

Katie se lamió los labios y entonces su boca se estiró en una sonrisa. ¿Cómo
era posible que su expresión fuera tan abierta, tan feliz cuando sabía que él lucía tan oscuro
como los nubarrones que llenaban el cielo de la tarde?

Cerró la puerta detrás de él y dejó caer la bolsa en una mesa junto a la


puerta.

—Te quiero desnuda.

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Ella arrugó la nariz hacia él.

—Ningún, “¿cómo te fue hoy?”, ¿O siquiera una mención del tiempo?

—No estoy de humor para charlar.

—Puedo ver eso.

Él arqueó una ceja y ella rodó los ojos, pero agarró el dobladillo de su suave
camiseta de color rosa y se la pasó por la cabeza, luego empujó hacia abajo sus
pantalones cortos y los pateó fuera.

—¿Mejor?

La mirada de Cutter viajó por su cuerpo, haciendo una pausa para tomar
nota de la tirantez de sus pequeños pezones, de color rosa. Apostaría dinero a que
si ella abría sus muslos, vería la humedad glaseando su piel pálida.

—Inclínate sobre el brazo del sofá.

—Tienes prisa. —Había tensión y expectación en su voz.

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El Club de las Excomulgadas
¿Estaba perdiendo la calma sobre sus intenciones?

—Estoy esperando.

Katie soltó una risa nerviosa luego se dirigió hacia el sofá, con color lavando
sus mejillas y pecho. Pero se inclinó sobre el brazo del sofá.

Cutter alcanzó la bolsa y los artículos que él ya había desenvuelto. Tomó el


tubo de lubricante, lo destapó y lo apretó sobre su dedo índice. Luego se acercó a
Katie y pasó una palma sobre su culo.

—Dijiste que me dejarías tomarte de cualquier manera que quisiera...

—Supongo que depende de lo que tienes en mente —dijo sonando sin

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aliento.

—Puedes hacerme parar en cualquier momento que desees.

—Pero vas a irte, ¿verdad?

Podría, pero no antes de que hubiera aliviado la lujuria pulsando en su polla.


Katie no tenía por qué saber eso. Trazó un dedo por la grieta que dividía sus nalgas.

Ella jadeó y apretó su culo, pero no ofreció una queja.

Él la abrió y trajo el dedo cubierto de lubricante a la pequeña y enrollada


apertura que sólo había burlando antes.

Un gemido bajo escapó de sus labios y ella se rió nerviosamente de nuevo.

—Espero que sepas que nunca...

—Me alegra oír eso —espetó él— Pero eso no significa que vaya a parar.

—Jesús.

Él frotó el lubricante en círculos, presionando contra ella, y luego empujó su

57
El Club de las Excomulgadas
dedo dentro.

Sus músculos se tensaron a su alrededor, apretando mientras intentaban


expulsarlo.

—Tienes que relajarte porque sólo estoy empezando.

—Cutter, no sé si puedo —susurró.

—¿Es doloroso?

—Arde.

—¿Puedes tomarlo? —acarició más profundo, justo más allá de su último


nudillo.

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—Jesús.

Cutter empujó más profundo y giró su dedo, suavizándola, estirándola. Su


polla se sacudió, presionando con fuerza contra la parte delantera de sus jeans, pero
estaba muy lejos de ser capaz de aliviar ese dolor.

Sacó su dedo y alcanzó otro artículo que había comprado. Él apretó


lubricante en el extremo del tapón y lo untó por la longitud de la columna delgada.

—Voy a poner algo dentro de ti. Respira profundamente y relajarte... todo lo


que puedas.

Su cabeza bajó hasta el sofá de cuero y amplió su postura, dándole permiso


silencioso para continuar.

Los labios de Cutter temblaron, colocó la punta del tapón anal contra su ano
y lo empujó suavemente al interior.

*****

La punta delgada no dolió tanto, aliviándose en ella. Katie suspiró aliviada

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El Club de las Excomulgadas
mientras lo empujaba lentamente dentro suyo. Sin embargo, mientras más
profundo entraba, más amplio se volvía y los delicados músculos que rodeaban su
entrada quemaron.

—¡Espera!

—¿Es demasiado? ¿Debo detenerme?

¿Y si lo daba por terminado? Él había estado probándola toda la semana,


empujando más allá de toda inhibición que había tenido. Sin embargo, esto era
demasiado... demasiado invasivo y vergonzoso. Pero él le había advertido de las
consecuencias si ella se resistía.

—Sólo dame un segundo.

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Katie volvió su cara, colocando una mejilla caliente contra el cuero frío y
cerrando los ojos. Se concentró en aflojar la tensión alrededor del tapón resbaladizo
que él había insertado.

—Muy bien. Ahora estoy bien.

El tapón empujó más profundo, el eje del mismo ampliándose más,


estirándola incómodamente, pero ella no estaba realmente con dolor. Sea cual sea
el lubricante que había usado parecía adormecerla un poco, lo suficiente para que
pudiera tomarlo. El tapón se amplió de nuevo mientras se empujaba más profundo
entonces se redujo en circunferencia. Ella sacó un profundo suspiro de alivio
cuando él dejó de empujar.

—Puedes levantarte ahora.

—¿Qué? —le preguntó, tratando de aclarar su mente de la repentina oleada


de lujuria que inundaba su coño.

—Ya he terminado. Lo usarás esta noche. Ahora, ¿qué hay para cenar?

Katie se levantó cautelosamente del brazo del sofá y empujó hacia atrás su

59
El Club de las Excomulgadas
cabello antes de mirar hacia Cutter. Todavía estaba completamente vestido, pero
sus rasgos estaban tensos, su mirada se estrechó mientras observaba su expresión.

Ella levantó su barbilla y aunque no quería darse la vuelta y darle una vista
de su trasero con el tapón instalado cómodamente en su entrada trasera, lo hizo de
todas formas, caminando lentamente hacia la cocina.

Pero sintió su espesor a cada paso y se dio cuenta que mientras él había
estado presionando en su culo, su sexo se había hinchado y líquido goteaba por sus
muslos.

Y el hijo de puta tenía que saberlo también. Ella esperaba como el infierno
que estuviera tan incómodo y caliente como ella.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


*****

Se comieron la comida que había preparado, pastel de carne y patatas


gratinadas. Un pastel de manzana fresco estaba enfriándose en el mostrador, pero
Cutter estaba ansioso por continuar con el juego.

Katie se había retorcido en su asiento durante toda la comida, ya sea por el


tapón o la vergüenza por estar sentada desnuda mientras él no se había quitado la
ropa, no lo sabía.

Pero el color en sus mejillas y la desesperación evidente en la forma en que


se mantuvo mordiéndose el labio inferior estaban haciendo maravillas sobre su
control. Su polla estaba tan hinchada y dura que se sentía como si la piel de
alrededor estuviera extendida hasta el límite.

Se puso de pie y comenzó a desnudarse junto a la mesa, mientras sus ojos se


abrían como platos.

Cuando estuvo desnudo, se acercó al pastel de manzana y cortó un trozo,


llevándolo a la mesa.

—¿Puedo tomar uno para ti? —preguntó, sosteniéndolo como una porción

60
El Club de las Excomulgadas
de pizza y tomando un bocado.

—Estoy llena —murmuró ella.

—Sí, lo estás —dijo arrastrando las palabras— ¿Duele?

—No vamos a hablar de ello. Termina tu pastel.

Era la primera vez que ella había mostrado algo de irritación, y Cutter
sonrió. Se dirigió hacia ella y se arrodilló, luego volvió su silla hacia él.

—Vamos. Toma un bocado.

Sostuvo el pastel, y ella lo miró, pero abrió su boca obedientemente y dio un


pequeño mordisco.

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Él se terminó el resto, se lamió los dedos, y luego se acercó.

La boca de Katie se abrió, pero él se agachó y tomó un pezón masticando


suavemente sobre la punta.

—Prefiero las cerezas a las manzanas, de todos modos —murmuró.

—¿Terminaste de comer? —preguntó ella, jadeando.

—Es curioso, todavía tengo hambre. —Se levantó y le tendió la mano.

Katie la miró con recelo, pero apoyó la palma de su mano contra la suya, y
él apretó y tiró de ella hacia arriba. Cuando ella estuvo pecho a pecho con él, la
envolvió en sus brazos y se estiró a su alrededor para ahuecar su trasero. Empujó la
base del tapón y sintió una ráfaga de su aliento contra su hombro. Él sonrió de
nuevo.

—¿Cutter?

—¿Sí, nena?

61
El Club de las Excomulgadas
—No creo que pueda tomar mucho más.

La tensión en su voz suave era todo lo que podía haber deseado.

—Ve de nuevo a la cama. Estaré ahí en un minuto. Sólo voy a poner los
platos en el fregadero.

—Los puedes dejar allí.

Él le dio una mirada rápida, la misma mirada que había utilizado para
detener cualquier argumento en los últimos días.

Ella cerró la boca y se alejó.

Cutter no podía dejar de ver el balanceo de sus caderas y el brillo de la base

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del tapón de goma asomando por entre sus nalgas.

Él hizo un trabajo rápido de los platos, palmeó el último elemento de la


bolsa de papel, luego caminó lentamente por el pasillo, haciendo el mayor ruido
posible, porque sabía que ella estaba impaciente, y quería que supiera que no le
importaba.

Ella había sacado las mantas de la cama y yacía en el centro de las sábanas
blancas de su lado, frente a él, un brazo sobre su vientre, el otro curvado debajo de
su cabeza.

Cutter se acercó a la cama sacó las almohadas de la parte superior de la


cama y las puso una encima de la otra.

—Acuéstate sobre esto.

Katie gimió.

—No sabía que eras un sádico.

—Hay un montón de cosas que no sabes de mí.

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El Club de las Excomulgadas
Ella rozó su rostro, luego se sentó y se subió sobre las almohadas,
acomodándose a sí misma para que su trasero estuviese levantado y sus rodillas
separadas.

Sus pliegues internos y entrada estaban resbaladizos y de un profundo y


oscuro rosado. Cutter colocó el vibrador en la cama detrás de ella y tiró de la base
del tapón.

Katie arrastró aire en sus pulmones, sin soltar el aliento hasta que sacó el
tapón.

—No te pongas demasiado cómoda.

—No hay manera de que tú puedas ir dentro de mí... ahí —murmuró.

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—No pensaba en eso... esta noche. Sigues estando bastante ajustada. Pero
tengo algo que creo que estás lista para disfrutar.

Ella se apoyó sobre sus brazos y empezó a girar la cabeza.

—Sin espiar. —Cutter tomó el delgado vibrador y lubricó el extremo,


entonces rodeó la punta alrededor de su pequeño agujero y empujó lentamente.
Movió el interruptor cerca de la base y Katie se sacudió cuando empezó a zumbar.

—No, no, no...—ella gimió cuando las vibraciones, suaves al principio, se


aceleraron.

La risa de Cutter era profunda y sucia. El vibrador se deslizó más profundo,


y luego él se movió entre sus piernas. Trazó los bordes de sus pliegues con sus
dedos y la humedad se derramó desde su interior, revistiendo su sexo y su mano.

—Maldita sea —susurró él. Su respiración enfrió el líquido arrastrándose por


un muslo. Su lengua se enroscó alrededor de su sexo, siguiendo el camino que sus
dedos habían tomado luego sumergiéndose dentro.

Los pequeños músculos rodeando el vibrador lo agarraron con fuerza,

63
El Club de las Excomulgadas
tratando de expulsarlo, pero él cubrió la base y lo presionó más profundo mientras
un calloso pulgar rozaba la piel sensible de su perineo.

El gemido desesperado de Katie y el estremecimiento sutil que azotó su


esbelta figura le hizo gruñir detrás de ella, y él se movió de nuevo. Esta vez, ella
lloró de alivio cuando la contundente y redonda cabeza de su polla empujó entre
sus labios.

Le gustaba la forma en que su coño se veía, cerrándose a su alrededor como


una boca, haciendo húmedos y lascivos sonidos que apretaban sus testículos.

Pulsó hacia adelante, tambaleándose, arrastrando su glande alrededor de su


entrada, mojándolo. Luego se hundió más profundo y giró de nuevo al salir, una
penetración inversa que la hizo temblar y lo volvía loco porque quería sumergirse

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profundo y fuerte en su interior.

Su espalda se hundió y su pecho se frotó sobre el edredón. Ella se retorcía


como una cosa salvaje y él accionó el interruptor de nuevo, llevando las vibraciones
un escalón más alto.

Katie dio un callado gemido y se levantó en sus brazos, empujando hacia


atrás contra él, tratando de llevarlo más profundo, meciéndose sobre su polla,
tirando de él con los pequeños y apretados labios de su coño hasta que no pudo
aguantarlo un segundo más.

Ambas manos se posaron en las muescas de sus caderas y se estrelló hacia


adelante, embistiendo contra la base del vibrador con cada aguda embestida.

—¡Sí! —ella gritó, lanzándose hacia atrás, luchando contra su agarre porque
él la sostenía firmemente, controlando los fuertes, agudos y apremiantes empujes
que se revolvían en el mojado fluido inundando su canal.

Las bolas de Cutter se tensaron. Apretó los dientes, luchando contra el


impulso de correrse porque las sensaciones eran demasiado increíbles, y él quería
quedarse allí más tiempo. Quería sentir el apretar de su coño, el zumbido vibrando

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El Club de las Excomulgadas
a través de sus dulces paredes, y su calor sedoso rodeándolo. Ya su excitación
producía un flujo constante de humedad, filtrándose para mojar la base de su polla
y la parte baja de su vientre.

Los sonidos que hacían juntos sólo avivaron las llamas. Exuberantes y
succionantes agarres, afiladas y húmedas bofetadas mientras su vientre y muslos se
estrellaba contra su trasero.

Pero él no era Superman, y ella estaba desmoronándose rápidamente. Todo


el cuerpo de Katie se estremeció y gemidos cortos y andrajosos llenaron la
habitación.

Cutter se inclinó más cerca, acortó sus embestidas y se estiró para agarrar
una esquina de su hombro y envolver el otro puño en su pelo.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


Su cabeza vino hacia atrás con un gemido agónico y él la martilló. Sus bolas
estallaron, vertiendo un chorro profundamente en ella, y otra vez, se preguntó,
fugazmente, por qué demonios había renunciado a los preservativos.

Pero su cuerpo se arqueó, su coño convulsionó a su alrededor, apretando en


fuertes y rítmicos pulsos que ordeñaron su polla hasta que él desaceleró detrás de
ella, estremeciéndose.

Lentamente, desenrolló su puño de su pelo y luego la recogió, sentándola en


su regazo con su polla aún dentro de ella, saboreando las suaves contracciones y el
calor que mojaba sus pieles.

Arrastró una respiración profunda y bajó la cabeza, deslizando sus labios


desde la curva redondeada de su hombro a su cuello.

Katie se estiró hacia atrás, tomó la parte posterior de su cabeza y volvió su


cara hacia la de él.

Cutter la besó como nunca lo había hecho antes. Vorazmente. Saqueando su


boca con su lengua, succionando su labio inferior entre sus dientes y mordiendo,

65
El Club de las Excomulgadas
entonces cubriendo su boca para frotar sus labios en tóxicos círculos.

Katie le devolvió el beso luego se separó. Apoyó su cabeza en su hombro


mientras sus respiraciones sacudían su pecho.

—Creo que el vibrador tiene que irse.

Cutter sonrió, gustándole el humor irónico en su voz y sintió alivio por que
se estaba recuperando. Había pensado empujarla más allá de su zona de confort,
pero Katie era fuerte, obstinada, y poco dispuesta a dar marcha atrás ante un
desafío.

—Inclínate sobre las almohadas de nuevo y lo sacaré.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


—Ambos, quita ambos. —Se inclinó sobre las almohadas de nuevo.

—¿Duele? —preguntó él, alisando sus manos sobre su suave culo.

—Cállate, Cutter. Sólo hazlo antes de que veas sonrojarse mi trasero.

—Ya está rosado. Como si lo hubiera azotado.

Su coño se apretó alrededor de él y Cutter sonrió.

—Dios, esto es más vergonzoso que cuando lo metiste en mí.

—¿Mi polla o el vibrador?

Katie soltó una breve risa sorprendida.

—Voy a matarte.

—¿Avergonzada porque no estás excitada ahora?

—Síp, porque puedes ver todo y lo único que puedo hacer es yacer aquí
como una muñeca inflable.

Él apagó el interruptor. Su cuerpo se relajó y dejó escapar un suave gemido.

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El Club de las Excomulgadas
A regañadientes, sacó su polla, la cual sintió frío cuando el aire la golpeó. Luego
poco a poco sacó el vibrador y se echó fuera de la cama para ir al baño. Cuando
llegó a la puerta, miró por encima de su hombro.

Katie seguía encorvada sobre las almohadas, pero su mirada lo siguió.

—¿Te unes a mí en la ducha?

Una rápida sonrisa torció las comisuras de su boca y ella se incorporó,


levantando los brazos por encima de su cabeza.

Cutter observó la elongación de su torso, el temblor de sus pechos redondos,


y sintió que su polla se sacudía en reacción a sus sexys movimientos.

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Ella se frotó el pelo e hizo una mueca.

—¿Tiré demasiado fuerte?

Katie le dio una sonrisa descarada.

—Sólo lo suficiente, vaquero.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cinco
Katie desató el delantal de su cintura y lo levantó sobre su cabeza.

—Nos vemos mañana —dijo por encima de su hombro mientras agarraba su


bolso de debajo de la caja registradora y se dirigía hacia la puerta.

Ole Win miró sobre la parte superior de sus gafas de lectura mientras se
acercaba a su lado.

—Me alegro de ver que Cutter y tú consiguieron resolver las cosas —


murmuró.

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Katie vaciló, luego se pegó una sonrisa y se empujó a través de la puerta
hacia la brillante luz del sol. Ella y Cutter no tenían nada resuelto entre ellos.
Existían en una especie de limbo donde las únicas cosas de las que hablaban no
eran importantes o eran estrictamente sobre sexo.

Ni una sola vez habían abordado el tema de su aventura con Justin. Eso se
alzaba entre ellos, cada vez más grande y más feo cuanto más lo ignoraban.

Al menos desde su punto de vista. Y ella se había convertido en una


cobarde, incapaz de mover el bote porque su tiempo con Cutter era preciado.

Mientras caminaba por la acera hacia la tienda de comestibles, la luz del sol
que generalmente impulsaba su ánimo, golpeó en su cabeza sin protección. La
transpiración se rompió en su frente y labio superior, y su estómago se revolvió.

Cuando llegó a la tienda de comestibles, el aire acondicionado la alivió por


el momento, pero luego una fuerte oleada de náuseas la golpeó. Apretó su mano
sobre su boca y corrió hacia la parte trasera de la tienda, a los baños.

Pasó a través de la puerta, golpeó el cubículo abierto y se dobló. Desayuno y


almuerzo aterrizaron en la taza del inodoro. Cuando el impulso de vomitar se
alivió, suspiró, colgando por encima del borde del inodoro con una mano apoyada

68
El Club de las Excomulgadas
contra el cubículo y la otra contra su rodilla.

Una toalla de papel entró en su línea de visión y la agarró, limpiándose la


boca antes de mirar por encima de su hombro.

La habitación se inclinó y un brazo se deslizó alrededor de su cintura.

—Tranquila. Ningún movimiento rápido —dijo una voz femenina.

Katie parpadeó y se volvió lentamente. Dani Standifer estaba parada a su


lado, y luego se estiró por delante de ella para tirar de la cadena.

—Vamos a limpiarte.

Katie dejó que la joven la llevara al fregadero y se paró dócilmente mientras

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Dani humedecía más toallas de papel y le lavaba la cara. —Enjuaga tu boca. Te
sentirás como una persona nueva.

Katie ahuecó sus manos bajo el grifo y luego tragó un pequeño y frío sorbo.
Cuando ella miró en el espejo, Dani estaba sonriendo suavemente detrás de ella.

—¿Mi hermano lo sabe?

—¿Saber qué?

Dani inclinó la cabeza.

—No tienes ni idea, ¿verdad?

—¿De qué estás hablando?

Dani sacudió la cabeza, una sonrisa triste curvando su boca. Ella tomó la
mano de Katie y la sacó del baño, luego a propósito la arrastró por un pasillo. Ella
se detuvo frente a un estante de kits de embarazo y Katie tragó saliva.

—Compartiremos —dijo Dani— Hay dos en la caja. Espera aquí mientras


pago.

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El Club de las Excomulgadas
No había manera de que Katie fuera a ser vista de pie delante de las pruebas
de embarazo. Para la hora de la cena, todo el maldito pueblo pensaría que ella
había sido preñada. Y no había manera de que pudiera ser verdad.

Cerró los ojos. Estúpida, estúpida. Por supuesto, ella había sabido que podía
quedar embarazada. Ninguno de los dos había mencionado usar un condón, y
había pensado que a lo mejor Cutter pensaba que ella había estado mintiendo
cuando le dijo que no estaba tomando la píldora, ya que ¿por qué más irían sin
protección cuando sea que hacían el amor?

No era porque él esperara atraparla. ¿Pero cuál era su motivo? Katie no quería
examinar muy de cerca porque pensaba que sabía.

Dani la encontró en el pasillo de los dulces, mirando hacia el chocolate, que

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era su alimento de consuelo. —Vamos —dijo ella, agarrando su mano otra vez y
tirando de ella hacia el baño— No hay como el ahora para salir de dudas. —Ella
sonaba emocionada, incluso feliz.

Katie quería vomitar de nuevo.

En cuestión de minutos, se encontró sentada en el cubículo a lado del de


Dani haciendo pis sobre una varita.

El inodoro en el siguiente cubículo sonó, pies aparecieron debajo de la parte


inferior de la puerta de su cubículo.

—No tardes. Me muero de ganas de verlo.

Katie se limpió y enjuagó su retrete, sosteniendo su varita frente a ella


mientras abría la puerta. No menos tímida, Dani la tomó y la puso al costado del
lavatorio al lado de la de ella y sacó el folleto de instrucciones dentro de la caja.

—Dice esperar tres minutos.

—No estoy embarazada —dijo Katie de mal humor. Y se prometió a sí


misma que si eso era cierto, ella compraría una caja de condones, y al diablo con

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El Club de las Excomulgadas
los juegos que ella y Cutter jugaban.

—Bueno, entonces esa es la banda de control color púrpura. Si tenemos una


segunda banda en la ventana, ¡vamos a tener bebés! —los ojos de Dani brillaron,
sus mejillas estaban de un saludable y brillante color rosa. Si alguien se veía
embarazada, era ella.

Katie estudió su propio reflejo. Círculos oscuros debajo de sus ojos, la piel
de tono verde. Parecía como si tuviera gripe.

—¡Oh, Dios mío! —Dani chilló, luego agarró las dos manos de Katie y saltó
arriba y abajo— ¡Oh, Dios mío!

Katie no se molestó en preguntar por qué ella estaba emocionada, su

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estómago se revolvió y retiró sus manos de las de Dani y corrió al baño otra vez.

Cuando vació su estómago completamente, colgó sobre el inodoro con los


ojos cerrados, sintiéndose lista para llorar.

—Tú no estás feliz —dijo Dani suavemente detrás de ella.

Katie soltó un bufido y se enderezó.

—Si no hay una segunda maldita banda púrpura, entonces la respuesta sería
sí.

—¿Crees que Cutter no hará lo correcto para ti?

Katie giró y apretó sus labios.

—No quiero que Cutter sienta como que tiene que hacer algo. Ese no es
nuestro acuerdo.

Una de las pálidas cejas de Dani se levantó.

—¿Acuerdo?

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El Club de las Excomulgadas
—Es una larga historia. Nada bonita. ¿Podemos terminar las preguntas?
Tengo que sentarme y prefiero un lugar que no huela a vómito.

Dani metió su mano en el interior de su brazo y la sacó del baño.

—¿Supongo que tu restaurante está fuera de consideración también?

—Preferiría que todo el mundo no lo sepa en este mismo momento.

—Tú casa no está lejos. ¿Podemos ir hacia allí?

Katie negó con la cabeza.

—No, Cutter podría aparecer pronto, y no quiero hablar con él todavía.

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—Eso es suficiente. Vamos a ir a mi rancho. Él nunca pensará en buscar allí.
Y no es probable que pase por ahí. No estamos hablándonos en estos días.

Dani la llevó hasta su coche. Katie realmente no quería compañía, hubiera


preferido ir a su propio lugar y meterse en la cama. Pero Cutter tenía su propia llave
ahora y lo último que quería era caer bajo su mirada exigente. El hombre conocía
todo sobre su cuerpo, leer sus estados de ánimo... incluso si no se preocupaba por
su corazón.

—Háblame de este acuerdo —dijo Dani cuando el coche se salió del límite
del pueblo.

—No creo que a Cutter quisiera que lo hiciera.

—¿Con quién más vas a hablar, Katie? —Preguntó Dani, la preocupación


colocando una arruga entre sus cejas pálidas— Soy su hermana. Sé cómo de cabeza
dura puede ser ese hombre. Y sé todo sobre tú y Justin. Supongo que él figura en
algún lugar de tu problema con Cutter. Por lo que a mi hermano respecta, cada
problema se reduce a mi marido.

Katie se volvió para contemplar el perfil de Dani. Aparte del terco y

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El Club de las Excomulgadas
cuadrado mentón no había mucho parecido de familia entre Dani y su hermano.

—Si sabes de mí y Justin, ¿por qué estás hablándome?

Dani le dirigió una rápida mirada.

—Oh, no pienses ni por un momento que no estoy celosa como el infierno


de cada mujer que ha dormido con él, pero sé cómo de persuasivo puede ser. Qué
tan irresistible es. No te culpo. Y sé que él lamenta alguna vez haberte llevado a la
cama. Lo hizo por las razones equivocadas.

—Yo lo hice porque pensaba que tu hermano no me encontraba sexy —


murmuró Katie.

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Los labios de Dani temblaron.

—Dios mío, eres estúpida.

—Gracias.

—Justin fue tras de ti para sacar la frustración por mí. Pensó que no tenía
una oportunidad en el infierno para acercarse a mí porque Cutter nunca lo
aprobaría a él como un galán. No es muy inteligente, pero cuando se trata de
emociones, los hombres no se ven muy profundos. Era todo sobre venganza.

—Es bueno saber que se preocupaba tanto por mí.

—Le gustas, pero el hecho de que estabas viendo a Cutter te hizo aún más
atractiva como objetivo —Dani se encogió de hombros—Nunca dije que mi
hombre fuera perfecto. Pero está cambiando. Eso es lo que los hombres hacen
cuando se enamoran. Tratan más duro de descifrar a las mujeres.

Salieron de la carretera principal hacia un camino de salitre, golpeado sobre


un guarda ganado de hierro sobre una alcantarilla y a través de las puertas de la
hacienda Ayers.

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El Club de las Excomulgadas
Katie se enderezó en su asiento.

—Cutter no parecía muy contento con tu matrimonio.

—Estaba listo para escupir uñas. Él estaba allí cuando me declaré a Justin.

—¿Tú te declaraste?

Dani le dio una sonrisa pícara.

—Fue una cosa del momento. Cutter entró en la cocina de Rowe y nos
encontró a los tres casi desnudos y luciendo como que habíamos pasado la noche
haciendo... bueno, exactamente lo que habíamos estado haciendo... y él dijo que
esperaba un anillo. Pensó que Rowe daría el paso, pero elegí a Justin. En realidad

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no importa qué hombre se casó conmigo. Todos estamos comprometidos. ¿Eso te
molesta?

Katie negó con la cabeza a la franqueza de la mujer sobre su relación poco


convencional.

—No, te envidio por tener a alguien que te ama. Dos me parece... egoísta.

Dani sonrió y apagó el motor.

—Vamos entra. Prepararé una taza de té y encontraré unas galletas.


Entonces vas a contarme todos tus secretos ya que conoces todos los míos.

Katie siguió a Dani al interior y se instaló en la mesa de la cocina mientras


Dani preparaba una bandeja que colocó en el centro de la mesa.

—Ahora, háblame de este acuerdo —dijo Dani, tomando asiento, con una
pierna doblada debajo de ella y la otra colgando.

Mientras Katie descargaba todo lo que había ocurrido desde la boda de


Dani, las expresiones de la rubia cambiaron.

Cuando Katie le contó cómo él la había conseguido escaleras arriba durante

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El Club de las Excomulgadas
la recepción, los labios de Dani se curvaron y sus ojos bailaban.

Cuando llegó a la parte en la que ambos aceptaron convertirse en amigos de


follada, sus cejas se acercaron y su mirada se suavizó.

—Estás en un mal lugar. Le has dado todo lo que quería sin hacerlo trabajar
por nada. No tiene ninguna motivación para cambiar.

—Sabía que no teníamos un futuro. Nunca recibí de Cutter lo que quería la


primera vez, satisfacción. Me dije que era por todo lo que estaba dentro.

Dani resopló.

—Es posible que le vendas eso a Cutter, pero yo soy una mujer. Y sé hasta

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dónde vamos por amor. Tú todavía estás enamorada de él, ¿no es así?

Katie miró fijamente hacia su taza de té y dejó escapar una respiración


profunda y abatida.

—Nunca dejé de hacerlo. Supe tan pronto como Justin... terminó... que
había cometido un gran error.

—Eso es algo difícil de superar —dijo Dani suavemente— Cutter es un tipo


de hombre de blanco y negro. Él no va a perdonar la infidelidad fácilmente. Pero tú
tienes un arma ahora. Una que puedes utilizar si realmente lo quieres. Pero no
puedes dejarlo hacer de esto otro acuerdo. Tienes que mantenerte firme, hacer que
sea difícil para él, obligarlo a cambiar de opinión.

Katie alzó su mirada, sabiendo que las lágrimas estaban brotando, pero
demasiado triste para importarle que la hermana de Cutter pudiera verla.

—¿Qué pasa si no creo que esté equivocado al desconfiar de mí? Incluso me


odio un poco.

Dani se estiró y puso su mano sobre la de Katie, y le dio un apretón.

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El Club de las Excomulgadas
—Katie, cometiste un error. Te arrepentiste. ¿Alguna vez le dijiste que lo
sientes?

—Él no quiere hablar de ello. Yo tampoco.

—Tiene que suceder. Con el tiempo. No lo puedes cargar alrededor o se va a


pudrir.

—Estamos hablando como si Cutter siquiera necesitara tener una relación


conmigo para ser parte de la vida de este niño. Él no lo hace. Me gustaría
compartirlo, con o sin nosotros siendo una pareja.

Dani levantó su mano y metió un mechón de pelo de Katie detrás de su


oreja luego se recostó en su silla. Su mirada fija sostuvo la de Katie por un largo

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momento.

—Si no crees que mereces más, ¿no piensas que tú hijo si?

Katie se tragó el nudo alojado en la parte posterior de su garganta.

—No sé si podría vivir con él y no estar con él, sabes lo que quiero decir?
Puedo ser bastante fea también cuando estoy herida.

—Tienes que decirle lo del bebé. Empezar por ahí. Pero no te atrevas a
dejarle planificar todo esto. No le dejes tomar el control, porque él lo querrá, y
entonces se aislará del daño, de cualquier posibilidad de volver a amarte de nuevo.
Él me hizo eso después de que nuestros padres murieron. Me dejó fuera en el frío.

—¿Qué hay de ti? Tú tienes este bebé, su sobrina o sobrino, ¿no crees que es
hora de todos ustedes pongan a un lado los resentimientos también?

Dani asintió con la cabeza y empujó hacia atrás su silla.

—Síp. Y creo que voy a empezar ahora mismo. —Se levantó de la mesa y se
dirigió al teléfono.

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El Club de las Excomulgadas
—¿Qué estás haciendo?

—Cutter tiene que saber dónde estás —dijo Dani por encima de su
hombro— Es un gran momento para que le dé mis noticias.

—¿Antes de que lo sepan tus chicos?

Dani frunció la nariz.

—Los chicos saben. Ellos son los que me dijeron que consiguiera el test.

—¿Cómo lo descubrieron?

—Mis pechos se pusieron tiernos de inmediato, y cuando mi periodo no


vino... Rowe adivinó y habló con Justin al respecto. Pensaron que era muy

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


malditamente divertido que yo fuera la última en enterarme.

—Si no te importa que pregunte... ¿sabes quién es el padre?

Los labios de Dani se torcieron en una sonrisa irónica.

—Bueno, a menos que hubiera una falla en el condón, este bebé es de Rowe.
Justin se casó conmigo. Prometí que el primer niño sería de Rowe.

Katie levantó las cejas, impresionada por la forma indiferente en la que el


trío trataba el tema.

—Me parece justo.

—No me malinterpretes. Justin está celoso, pero hemos descubierto formas


productivas para que él lo canalice. —Ella movió sus cejas y sonrió— Te prometo
que no quieres saber cómo.

Katie le devolvió la sonrisa y luego lanzó un profundo suspiro cuando Dani


dio un número de marcación rápida.

—Cutter, soy Dani. Katie está por aquí en el rancho conmigo, sin un coche.

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El Club de las Excomulgadas
¿Puedes pasar a recogerla? —Colgó el teléfono— Le dejé un mensaje. No debería
tomarle mucho tiempo comprobarlo. Nunca está sin su móvil.

—Entonces, ¿por qué no lo tomó?

—No le gusta hablar conmigo. Todavía está enfadado. Pero está a punto de
superarlo.

Katie sintió que su estómago se apretaba ante la idea de enfrentarse a Cutter


tan pronto.

—No menciones nada acerca de mí. Por favor. Me gustaría un poco de


tiempo para pensar en ello, y en lo que quiero.

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Dani asintió. Después de eso, las mujeres tomaron el té en silencio, lo cual
fue apropiado para el bien de Katie. Tenía mucho para reflexionar.

A lo lejos se oyó un portazo.

—Dios mío, esto se siente como un déjà vu —murmuró Dani.

Pisadas fuertes se arrastraron por toda la casa. La puerta de la cocina se


abrió de golpe y Cutter entró en el interior, aterrizando su mirada en Katie y
estrechándola antes de que se volviera hacia su hermana.

—Dani, ¿qué es todo esto?

Los ojos de Dani se redondearon inocentemente.

—¿Por qué esta cosa tiene que ser por algo? ¿Dos muchachas no pueden
encontrarse para cotillear?

Un músculo se flexionó a lo largo del borde de su mandíbula.

—Katie, ¿estás lista para irte?

Katie volvió su mirada hacia Dani.

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El Club de las Excomulgadas
—¿No vas a preguntar de qué estábamos hablando? —dijo Dani lentamente,
cruzando sus brazos sobre el pecho.

—No.

La barbilla de Dani se alzó.

—Estoy embarazada, Cutter.

Cutter se quedó sin aliento y su expresión se volvió más oscura.

—¿Quién es el padre? ¿Siquiera lo sabes?

—Estoy bastante segura de que es Rowe.

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Su pecho subió luego dejó escapar su aliento. Se pasó una mano por el pelo.
La tensión se alivió en su mandíbula.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo?

Dani le dio una suave sonrisa.

—Necesito un abrazo... de mi hermano mayor.

La espalda de Cutter se tensó, pero la expresión esperanzada de Dani debió


haber hecho un número en su postura obstinada. Él se adelantó y Dani desplegó
sus brazos para deslizarlos alrededor de su cintura. Abrazó a Cutter cerca.

Katie suspiró aliviada, contenta de que los dos estuvieran hablando ahora.

Los ojos de Cutter se cerraron por un momento.

—Quiero que seas feliz —dijo él, con voz ronca— Lo sabes, ¿verdad?

—Lo soy, Cutter. Te lo juro. —Ella se echó hacia atrás en su abrazo y miró
su cara— Pero te necesito en la vida de este bebé. ¿Puedes hacer eso por mí?

Su expresión sólo un poco menos severa, Cutter se encontró con su mirada

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El Club de las Excomulgadas
fija.

—No lo sé. Para ser honesto, todavía estoy loco como el infierno.

—¿Vas a tratar de superarlo? Todos somos familia ahora.

Cutter emitió una corta maldición sucia, luego sacudió su cabeza.

—Jesús, ¿tuviste que casarte con él?

—Fue la decisión correcta. Sé que no lo entiendes, pero en realidad no tienes


que hacerlo. Todo lo que quiero de ti es que estés allí para mí y para mi bebé.
Tienes al menos nueve meses para hacer las paces con Justin y Rowe. Por favor,
inténtalo.

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Cutter no contesto, pero la besó en la frente y la puso lejos de él.

—No puedo prometer que alguna vez vaya a ser su mejor amigo. Pero no
voy a tomar un giro hacia ellos.

Dani frunció la nariz hacia él.

—Eso es un comienzo. Me gustaría que vinieras a cenar aquí. Trae a Katie.


Me gusta ella.

—Katie podría estar ocupada —dijo Cutter, su tono al ras.

Katie miró hacia otro lado. Él todavía tenía la intención de mantener su


relación en compartimientos. Ella no era lo suficientemente buena para llevarla
alrededor de su familia.

Dani le dio un guiño a ella.

—Bueno, si puedes liberar algo de tiempo en tu apretada agenda, nos


encantaría contar contigo.

Katie asintió, pero recogió su bolso y se dirigió hacia la puerta con Cutter

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El Club de las Excomulgadas
sobre sus talones.

Minutos más tarde cuando se retiraron por el camino del rancho, que era
más de un camino de grava, Cutter le dirigió una mirada.

—¿Cómo terminaste en casa de Dani sin tu coche?

—Nos encontramos en la ciudad y empezamos a charlar —dijo ella,


tratando de mantener un tono ligero porque odiaba mentirle— Me invitó a salir.
Creo que estaba un poco sola y quería una conversación de chicas.

—Ella hizo su cama.

—¿Eres feliz... acerca del bebé?

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El pecho de Cutter se expandió alrededor de una respiración profunda.

—Ella no está pensando muy lejos. ¿Qué pasará cuando el niño vaya a la
escuela? ¿Qué pasará cuando tengan al siguiente? ¿El nombre de quién llevarán los
niños?

—Tienen tiempo para resolverlo.

—No es justo para el niño.

—Tal vez la gente sea más tolerante de lo que piensas.

—¿En esta ciudad? Pero no es mi problema. Y yo no voy a guardarle rencor


al niño. Tendrá sangre Standifer.

—¿Lo amarás?

Él le dirigió una rápida e inquisitiva mirada.

—¿Crees que soy tan duro que no puedo?

Ella se encogió de hombros y miró por la ventanilla del lado del pasajero.

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El Club de las Excomulgadas
—Sólo doy conversación.

—¿Dani te pidió que me sondees?

—No, pero espera que les des a ella y a los chicos un respiro. Por el bien del
bebé y porque te echa de menos.

—¿Ella dijo eso?

Katie se encogió de hombros.

—Ella no tenía que hacerlo.

—Paso de hablar sobre ella. Te vienes conmigo a casa.

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Katie sintió una oleada de melancolía atravesarla. Cutter podría dejar de
lado su disgusto por la situación de Dani para hacer lo correcto para su bebé.
Cuando descubriera su propio embarazo, haría lo que él pensaba que era necesario,
tal vez incluso casarse con ella, para proteger a su propio hijo.

No es la forma en que quería volver a sumergirse en su vida para siempre. Si


él preguntara y ella dijera que sí, entonces Dani estaría cien por ciento correcta. Él
habría de proveer para ella y el niño, pero nunca tendrían que enfrentar los
problemas que aún los perseguían. Ella nunca tendría todo su corazón, y no iba a
conformarse con menos.

Pero no tenía que enfrentar ese obstáculo ahora. No por el momento.

Se detuvo junto a la casa, y ella no espero por él. Abrió la puerta y se deslizó
de su asiento, sin mirar atrás mientras se dirigía directamente dentro.

La casa estaba vacía y las sombras dentro se alargaban por la puesta de sol.

Los pasos de Cutter sonaron a través del suelo de roble mientras la seguía
hasta la sala de estar y hacia arriba por las escaleras. Ella se dirigió a la habitación
al final del pasillo, ya desabrochándose su camisa.

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El Club de las Excomulgadas
Cutter cerró la puerta detrás de ellos y se dirigió hacia la cómoda, vacío sus
bolsillos y dejó caer su reloj en una bandeja en la parte superior. Se acercó a la
cama y se sentó en el borde para quitarse las botas.

Se desnudaron sin intercambiar palabras, como personas que habían estado


casados durante años, quienes pasaban a través de los movimientos. Sólo sabía que
tan pronto como él se bajara sobre ella, la tranquila moderación terminaría.

Piel a piel, ellos no podían pretender que no ardían el uno por el otro. Ella se
había convencido en las semanas que se habían estado viendo que eso significaba
algo. Tal vez sólo había estado engañándose a sí misma.

Ella apartó las mantas y las lanzó hacia el final de la cama, luego se deslizó
por las sabanas frías y se tendió en diagonal sobre el colchón.

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La mirada de Cutter se desvió por encima de su cuerpo, su expresión
conjunta. ¿Qué demonios estaba pensando? ¿Estaba sólo anticipando lo bien que se sentiría
una vez que se deslizara dentro de ella? Pero también pensaba que a lo mejor, esta
debería ser la última vez que le permitiera tenerla de esta manera. Sin compromiso.
Sin discutir lo que había entre ellos.

Cutter subió sobre el colchón y directo sobre ella, estableciéndose en la parte


superior de ella. Por fin, su actitud fría se resbaló. El calor ardía en sus ojos
marrones. Sus fosas nasales se dilataron. Su boca se curvó un poco, y él bajó su
cabeza y mordisqueó el lóbulo de una oreja.

Katie se estremeció y envolvió sus brazos alrededor de él. Ella le mostraría


una última vez lo mucho que lo amaba, aunque nunca pudiera decirlo en voz alta.
Separó sus piernas debajo de él, levantando sus rodillas para abrazar los lados de
sus caderas.

Cutter comenzó a deslizarse hacia abajo, arrastrando su boca sobre su


hombro, y ella sabía que se burlaría de sus pechos, deslizaría su lengua y labios por
su vientre y la comería, pero lo quería dentro suyo. Ahora. Le clavó las manos en el
pelo, tiró, y se inclinó a chupar su labio inferior entre los suyos y morderlo.

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El Club de las Excomulgadas
Su sonrisa era cálida, llenando su boca con su dulce aliento.

Ella lo dejó ir e inclinó su rostro para besarlo. Rodó su cabeza, frotando su


boca y acariciando su lengua dentro.

La lengua de él se batió a duelo con la de ella, luego gruñó. Su polla empujó


entre sus piernas y ella inclinó sus caderas para recibirlo.

Él levantó la cabeza.

—¿Con prisa? —dijo con voz áspera.

—He estado pensando en esto todo el día. No puedo esperar.

Rodó sus glúteos, cavando su polla dentro de ella, pero sólo un par de

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centímetros, sólo lo suficiente para hundir la punta en el interior.

Ella se apretó alrededor de él, y entonces onduló debajo de él, pidiéndole


que se girara sobre su espalda tirando de su cabello. Cuando ella lo tuvo allí, se
enderezó y trajo sus rodillas a cada lado de él. Puso sus manos sobre su pecho
mientras comenzaba a subir y a bajar, tomándolo en su interior en empujes
codiciosos que pronto la tuvieron deslizándose por toda su longitud hasta que
molió contra la base de su polla.

Su respiración se profundizó y se acortó.

Sus manos ahuecaron sus pechos, y sus dedos tiraron de sus pezones hasta
que se hicieron puntas.

Ella sostuvo su mirada fija y lo folló, balanceándose arriba y abajo,


tomándolo más profundo, más rápido, hasta que sus manos se deslizaron sobre el
sudor mojando sus pechos y vientre.

Él agarró su cintura, levantándola, pero ella luchó contra su control, no


dispuesta a dejar que la pusiera debajo de él otra vez. Ella negó con la cabeza y lo
miró, golpeando en él, follándolo duro luego se inclinó hacia abajo para colocar sus

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manos a ambos lados de sus hombros para que pudiera frotar sus pezones doloridos
contra su pecho.

Sus manos ahuecaron sus nalgas y las apretó, separándolas y ella echó la
cabeza hacia atrás. Tenía el pelo pegado a sus hombros, su respiración era irregular,
pero no podía parar, no quería ceder el control.

Un dedo se deslizó entre sus nalgas y frotó sobre su pequeño y apretado


agujero, y se mordió el labio, haciendo una pausa para saborear como la punta se
hundía dentro de ella. Él le había enseñado a desear eso.

—¿Quieres más? —dijo él lamiendo el sudor de su cuello.

Ella sabía lo que estaba pidiendo. Algo que resistió hasta el día de hoy. El

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juego anal con el tapón había seguido un par de veces, pero ella no había estado
lista, no había pensado que podía quererlo. Pero, de repente, con su grueso dedo
penetrándola, quería el dolor, quería la incomodidad, quería algo de escozor y
ardor para igualar el dolor construyéndose dentro de su pecho y alojándose junto a
su corazón.

Ella asintió con la cabeza rápidamente y las comisuras de su boca se


levantaron. Un brillo oscuro y malvado entró en sus ojos.

Podía pensar que él había triunfado todo lo que quisiera, a ella realmente no
le importaba. Se enderezó y bajó de sus caderas. Él se enderezó, y se arrastró detrás
de ella, presionando entre sus hombros hasta que ella se inclinó y apoyó sus manos
sobre el colchón.

Él le arregló el trasero a su altura preferida, empujando sus muslos fuera


justo a la anchura correcta, entonces separó sus nalgas.

Una gruesa gota de humedad cayó en pliegue y la frotó sobre su diminuto y


sensible agujero. Esta vez ella no se retorció de vergüenza. Sus respiraciones se
entrecortaron y se estremeció. Su espalda se hundió y su trasero se levantó hacia su
toque.

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La risa baja y sucia de Cutter sonó detrás suyo y entonces su polla estaba
deslizándose en su pliegue, balanceándose arriba y abajo. Estaba enorme e
hinchada, la cresta alrededor de la punta raspando deliciosamente arriba y abajo, y
luego apuntó su polla directo hacia su agujero, y ella respiró hondo.

—No te pongas tensa —dijo, sus palabras sonando guturales y apretadas.

Su cabeza se hundió entre sus hombros y se concentró, aliviando el agarre


instintivo de los músculos hasta que él empujó y estuvo dentro.

Ella gimió ante el repentino y ardiente estiramiento.

Él se quedó inmóvil detrás suyo, sus dedos clavándose con fuerza en su culo.

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—Joder, nena —gimió— Tan malditamente apretada.

Él no se movió durante largos segundos, manteniéndose quieto, pero ella no


quería que fuera fácil, que la tomara con cuidado. Quería dolor, quería sentir la
presión y el calor. Ella reunió fuerza en sus muslos y pulsó hacia atrás, tratando de
llevarlo más profundo.

—Cálmate, cálmate —siseó entre dientes.

Ella se estiró con una mano entre sus piernas, ondulando su estómago hasta
que tomó sus bolas. Las masajeó suavemente, tirando de ellas, acariciándolas, hasta
que un escalofrío pasó través de él y dentro de ella.

Ella apretó su culo alrededor de su polla, entonces se curvó más y frotó sus
bolas, tirando de él hacia ella.

Una ráfaga de risas de dolor precedió su empuje suavemente hacia delante.

—Déjalo, Katie.

Katie sacudió su pelo hacia atrás.

—No hasta que me des lo que quiero.

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El Club de las Excomulgadas
—No estás lista.

Ella le lanzó una mirada por encima de su hombro.

—¿Quién lo dice?

Sus cejas oscuras bajaron. Su barbilla sobresalía obstinadamente.

—No quiero hacerte daño.

Pero él ya lo había hecho. Si esta era la última vez que estarían juntos, ella
quería que fuera memorable.

—Sólo fóllame, Cutter. Haz que me guste.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Seis
La polla de Cutter estaba a punto de explotar. Sin embargo, ella no sabía lo
que le pedía.

—Suelta mis bolas, Katie.

El agarre de Katie sobre su saco disminuyó y luego sus dedos se


escabulleron.

De vuelta en el control de nuevo, se inclinó sobre su espalda, le besó el


hombro y luego pasó una mano sobre su cadera y alrededor de su vientre, buceando
entre sus piernas donde empujó tres dedos dentro de su coño.

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Ella estaba mojada y su coño se contrajo a su alrededor. Satisfecho porque
realmente estaba lista para más, empujó su polla y sus dedos dentro de ella,
trabajándola, acariciando suavemente en su culo y esperando como el infierno no
correrse pronto porque quería golpear violentamente dentro de ella, pero no quería
hacerle daño.

Pulsó su clítoris y lo encontró distendido y expuesto. Lo raspó con la callosa


almohadilla de su dedo de nuevo y luego lo apretó. Ella se sacudió, su espalda se
hundió y sus hombros se elevaron. Ella frotó la cabeza contra su hombro, corcoveó
sus caderas y despegó.

Se corrió fuerte. Lo sabía porque convulsiones rítmicas rodearon su eje y


dedos, ordeñándolo. Luchando contra su propio entusiasmo ciego, continuó
jugando con ella, esperando hasta que los temblores ondulantes se desvanecieron.

Liberado por fin de su responsabilidad de velar por su placer primero, se


dejó ir. Sus bolas explotaron y se corrió en chorros dentro de ella.

Cutter frotó su frente en su hombro y empujó, sacudiéndose dentro de ella.


Su cuerpo se estremeció y se sacudió... los movimientos lentos, lentos... hasta que

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ella se quedó inmóvil salvo por el temblor, y lo único que impedía que se cayera a
la cama era su polla dura y los dedos que todavía rellenaban su coño.

Katie tomó profundas y trabajosas bocanadas de aire. Sus brazos se


derrumbaron y su cabeza cayó a la cama.

Cutter sacó su mano de entre sus piernas y lentamente retiró su polla.

Con su propia lujuria saciada, volvió su atención de nuevo a Katie. Su


cuerpo todavía temblaba, sus respiraciones eran irregulares y ruidosos jadeos.

La empujó, rodándola a su espalda, luego levantó sus muslos sobre sus


hombros y se recostó, soportando su torso sobre sus codos.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


La mano de ella se deslizó entre sus piernas, cubriendo su coño.

—No más. Tengo que bañarme.

Cutter lamió la parte superior de sus dedos, luego deslizó su lengua entre
ellos y acarició de arriba abajo las costuras.

—Katie, no me lo niegues. No voy a creer que seas tímida. No conmigo.

—Por favor, necesito un momento.

Su tono, dolorido y destrozado, lo dejó sintiéndose poderoso y extrañamente


culpable. Besó sus nudillos, uno por uno.

—Quita tu mano, nena.

Los dedos de Katie se retiraron, descansando sobre su montículo, como si


sintiera la necesidad de mantenerlos listos para protegerse a sí misma de nuevo.

Cutter aspiró su aroma... sudor, almizcle, un toque de un jabón floral. Siguió


un impulso repentino y rodó su cara en su centro húmedo, revistiendo sus mejillas y
lengua con sus fluidos. Luego sus labios hicieron una incursión más específica,
chupando su liso labio exterior, mordisqueando después los rosados labios

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El Club de las Excomulgadas
interiores. Mientras burlaba su sexo con besos, coló dedos en su entrada,
empujándolos suavemente dentro y girándolos, arremolinándolos dentro y fuera.

Ambas manos agarraron su cabeza y lo mantuvieron por encima de su sexo,


y él se rió, contento de que entregara todo de nuevo. Para mostrar su aprobación, se
pegó a su clítoris y bombeó sus dedos más rápido.

El vientre de Katie tembló, sus muslos se sacudieron, sus nalgas se


levantaron de la cama para impulsar su coño contra su boca.

Cutter chupó su clítoris, apretándolo más fuerte, y frotó su lengua por la


punta endurecida. Cuando sus nalgas se levantaron más alto, mordió con suavidad.

Katie, siempre tan reacia a darle sonidos, se arqueó en la cama y gritó.

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Soltó su clítoris, lo lamió para calmar el dolor y lentamente sacó sus dedos
libres. Entonces se acercó de rodillas junto a ella y la hizo rodar sobre su vientre de
nuevo.

—Quédate aquí —dijo él, forzando la voz para no temblar porque se sentía
tan seco como ella.

Caminó hasta el baño y empapó una toalla en agua caliente y un chorrito de


jabón, después se limpió a sí mismo. La tiró en el cesto, mojó otra y se dirigió de
nuevo a la cama.

Se detuvo junto a esta, y miró hacia abajo. La cabeza de Katie yacía sobre
sus brazos cruzados, su rostro alejado. Los silenciosos sollozos que sacudían su
espalda lo hicieron vacilar.

¿La había herido después de todo? ¿O era esto algo más? Ella había estado
actuando extraño, un poco alejada, desde que la había escoltado de la cocina de
Dani.

¿Estaba teniendo dudas acerca de su arreglo?

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A él no debería importarle. Sabía que esto no iba a durar para siempre.
Algún día pronto, él tendría que romperlo de todos modos porque ella no podía
tener un lugar permanente en su vida.

Pero, por favor, no dejes que sea hoy.

Se sentó en el borde de la cama y la lavó suavemente con el paño húmedo y


tibio. Lo que debía hacer era preguntarle qué le pasaba, pero no creía que pudiese
manejar la respuesta. No, si quería hablar con él acerca de Justin y su futuro
imposible.

En cambio, se dirigió de nuevo al cuarto de baño para deshacerse del paño,


luego se lavó las manos y salpicó agua fresca en su cara. Cualquier cosa para ganar
tiempo.

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Mirándose en el espejo, leyó la tensión en su mandíbula, vio una sombra de
una emoción más oscura y más profunda escondida en su mirada. Katie llegó a él
de muchas maneras, pero él había sido implacable. Con ella, consigo mismo. No
podía permitirse amarla de nuevo si no podía confiar en ella. Y cómo demonios
podía olvidar alguna vez el recuerdo de la sonrisa de Justin cuando había pisado
suavemente detrás de Katie, cerrando la cremallera de sus malditos jeans.

No, él nunca podría olvidarlo. Perdonar no parecía tan difícil ahora como
entonces.

Rompió su propia mirada y se alejó de la encimera.

De vuelta en la habitación, se acercó a la cama. Katie estaba sobre su


costado, de espaldas a él con las sabanas echadas por arriba y metidas debajo de su
brazo. Levantó la esquina y se metió detrás de ella.

Él tenía la intención de tumbarse, cerrar los ojos y descansar para estar listo
para la siguiente ronda, porque era codicioso y quería más y más. De alguna
manera había llenado su necesidad de ella, llegando al final de la atracción que
llameaba tan brillante como el sol de Texas cada vez que se tocaban.

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Sin embargo, una vez que se acostó a su lado, no pudo resistir la tentación
de deslizarse más cerca. Se acercó por detrás y apretó sus labios contra su hombro.
Luego envolvió un brazo por su cintura y la atrajo hacia sí hasta que su espalda le
calentó el vientre.

Puso su mano sobre la que ella había apoyado sobres su estómago. El


aliento de Katie quedó atrapado.

Cutter cerró los ojos.

—¿Qué pasa? —Se encontró a sí mismo preguntando a pesar de que había


prometido que no lo haría.

—Este acuerdo que tenemos —susurró ella— se acabó.

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Cutter se congeló.

—No lo lamento. Quiero decir... sobre estar de acuerdo con esto. Pero no
fuimos inteligentes. Verás, estaba en casa de Dani porque ella y yo teníamos cosas
de qué hablar. Un secreto para compartir.

Cutter se dio cuenta de que sus dedos estaban envueltos apretadamente


alrededor de los de ella, y alivió su agarre. Su mandíbula era otra cosa. Esta dolía
por la tensión que mantenía rechinando sus dientes con fuerza.

—¿Qué secreto? —Finalmente se obligó a expulsar.

—Estoy embarazada. —Ella soltó una breve carcajada que sonó más como
un sollozo— Gracioso, ¿no?

Cutter oyó las palabras, pero se tomó un momento para asimilarlas. Su


reacción una vez que consiguió su cabeza envuelta alrededor del hecho no era lo
que él había esperado. No había ira. No había auto recriminación. Todo el tiempo,
una parte de él había estado esperando esto.

Si llevaba a su hijo, nunca tendría que dejarla ir.

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—Te casarás conmigo.

—No, no lo haré —susurró ella. Se alejó, y manteniendo su espalda hacia él,


se sentó en el borde de la cama— Necesito que me lleves a casa ahora.

Él se sentó, mirando su espalda rígida, la ira subiendo rápidamente.

—Katie, no hemos terminado aquí.

—Sí. Lo hemos hecho. —Se levantó y caminó lentamente por la habitación,


recogiendo su ropa del suelo. Luego se dirigió al cuarto de baño, dejándolo
mirando fijamente la puerta al cerrarse.

¿Qué demonios acababa de suceder?

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Ella estaba embarazada de su hijo. Él se le había declarado. ¿Por qué iba a
negarse?

Confundido e irritado, Cutter se vistió y luego esperó con impaciencia a que


la puerta se abriera de nuevo para poder continuar la discusión.

Sin embargo, cuando Katie salió, su barbilla se inclinó alta. Sabía que no
debía discutir con una mujer cuando su espalda estaba erguida. Ella bajaría de su
caballo alto cuando tuviese la oportunidad de pensar en ello. Su oferta era lo único
que tenía sentido.

A lo largo del viaje a su casa, él la miró por el rabillo del ojo. Pero la postura
rígida de Katie nunca se relajó y no miró en su dirección ni una vez. Eligió un tema
seguro.

—¿Has visto a un médico?

—Todavía no. Dani y yo usamos un kit de embarazo que compró para la


prueba.

De modo que de eso había sido la sesión de chismes de la tarde. Ella había

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El Club de las Excomulgadas
mentido.

—Quiero estar ahí cuando lo veas.

—¿Al doctor?

Él asintió con la cabeza y agarró más apretado el volante.

—Voy a ser parte de su vida. Es un Standifer.

—Nunca apartaría a un niño de ti. Pero te estás adelantando. Puede ser una
niña.

Él gruñó. Una niña. Con el pelo rojo y la vena salvaje de un kilómetro de


largo, sin duda. Tal vez podría ser educada en casa y le ahorraría algunas canas.

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—¿Te importaría si fuera una niña? —preguntó Katie, su tono indicando que
estaba preocupada.

—Un niño es más fácil.

—¿Eso crees?

Ahora que estaban hablando, él respiro más fácil.

—No tienes que preocuparte acerca de chicos llegando a casa embarazados.

La boca de Katie se abrió y su mirada se estrechó.

—Lo sabías, te dije que no estaba tomando la píldora.

—Sin embargo, tú no me pediste usar un condón, ¿verdad? —dijo,


apuntando una mirada en su dirección.

—Se necesitan dos para hacer un bebé —murmuró— No estabas


exactamente en la patrulla de seguridad.

Cutter se relajó en el asiento, disfrutando de su toque de humor. Seguro de

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El Club de las Excomulgadas
haber golpeado el frío que ella le había dado antes, y con ellos, la ira siempre
conducía a una crisis de otro tipo. Sus latidos comenzaron un lento y determinado
repiqueteo.

Entró en su camino de entrada y se giró en su asiento para hablar, pero ella


ya estaba girando el pomo de la puerta.

Katie se deslizó al suelo y pisoteó hacia la puerta.

Cutter maldijo entre dientes, decidido a seguirla, pero luego vaciló. Eso es
exactamente lo que ella esperaba que él hiciera. Golpeó con el camión en marcha
atrás y salió tranquilamente fuera de su camino de entrada, dejando a Katie
mirándolo desde su porche.

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


Él sonrió mientras se alejaba. La dejaría cocerse un tiempo. Tal vez tendría
un buen llanto también. Cuando regresara, estaría dispuesta a entrar en razón.

*****

Llamaron a la puerta principal. Katie sacó el tapón del fondo del fregadero y
se quitó los guantes de plástico. Cutter no había resistido mucho tiempo.

Ella había aprovechado el tiempo para preparar una comida ligera, algo que
esperaba la mantendría calmada esta vez. Y había pensado largo y tendido sobre lo
que él había dicho. Cómo lo había dicho. Tal vez Dani estaba equivocada.

Cutter no había estado enfadado cuando se había enterado de que iban a


tener un bebé, pero tampoco se había regodeado. Y había preocupación real en su
voz ronca cuando le había preguntado qué le pasaba. ¿Podría estar realmente
enamorada del hombre aún si él no le correspondía? ¿Aunque sólo sea un poco?

El golpeteo sonó de nuevo.

—Ya voy —dijo en voz alta. Ella puso su cara en líneas evasivas y abrió la
puerta. Sólo que no era Cutter de pie en su porche— Justin, ¿qué diablos estás
haciendo aquí?

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La oscura y melancólica mirada de Justin Cruz se apoderó de ella. Un
músculo se flexionó a lo largo de su mandíbula, y luego su mirada cayó lejos.

—Dani nos lo dijo todo.

Katie apretó los labios.

—Todavía no entiendo por qué estás aquí.

—He hecho un lío de cosas entre tú y Cutter. Quiero hacer las cosas bien.

Katie negó con la cabeza.

—Cuida de ti mismo. Lo que haya entre ustedes dos, trabaja en eso. Yo me


ocuparé de mis propios problemas.

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—Dani dijo que él es obstinado. Que no va a perdonarte fácilmente. Podría
hablar con él.

—¿Hablar con él? —se burló— Si él no me va a escuchar a mí, y está


durmiendo conmigo, ¿por qué diablos crees que te va a escuchar a ti?

Justin movió los pies.

—Somos familia ahora. Relacionados por el matrimonio y la sangre.

—Tienes que irte. Él salió hecho una furia. Conociéndolo, regresará en


cualquier momento y lo último que necesito es que te encuentre aquí de nuevo.

Justin se acercó y cubrió la mano que agarraba el borde de la puerta


mosquitera.

—Estamos aquí para ti, como sea que esto se resuelva.

Lágrimas escocían sus ojos y asintió con la cabeza.

—Vete. ¿Por favor?

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El Club de las Excomulgadas
Un motor se escuchó en la distancia y ambos se volvieron para ver el gran
camión negro de Cutter gritando por el camino.

Su estómago se hundió. Esto era tan parecido a la otra vez, ella y Justin
viéndose culpables como el infierno y la cara de Cutter tan oscura como una nube
de tormenta mientras aparcaba el camión en ángulo, bloqueando la salida de
Justin.

La puerta de Cutter se cerró de golpe y él pisoteó hacia ellos, su mirada


cortando de ella a Justin, donde se quedó.

Justin levantó las manos.

—Esto no es lo que sea que piensas que parece.

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—¿Ah, síp? —Cutter levantó una ceja— ¿Qué es entonces? ¿Oyes que está
embarazada y de repente te importa una mierda?

—Cutter —interrumpió Katie— Le pedí que se fuera.

—Katie, regresa a la casa. Justin y yo vamos a tener una charla.

Sin embargo, Cutter estaba arremangándose sus mangas.

Justin suspiró y se volvió hacia Katie.

—Entra. Cierra la puerta. Y mantente alejada de la ventana.

Hombres. Katie dejó escapar un profundo suspiro.

—Esta es mi casa. Mi maldito porche. Ustedes dos no van a pelear aquí. Ha


habido suficiente charla. Suficiente escándalo.

Justin la agarró por los hombros y la giró, empujándola suavemente a través


de la puerta.

—No deberías haber hecho eso —susurró ella, capturando los rasgos

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El Club de las Excomulgadas
apretados de Cutter.

—Cutter tiene algunas cosas de las que desahogarse. Voy a obligarlo.

—Bien —dijo ella, tomando el borde de la puerta— Pero si alguno de


ustedes piensa que voy a hablarles después de esto, piensen otra cosa —cerró la
puerta, dejando fuera de la vista a los dos hombres caminando fuera del porche, y
se apoyó contra la puerta.

Al primer puño golpeando, sollozó y corrió al baño a vaciar su estómago.

*****

—Tengo que decir, tienes algo de valor al presentarte aquí —gruñó Cutter.

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Justin lo rodeó, sus puños en alto, su expresión neutral.

—No quiero pelear contigo. La verdad es que, Dani me pateará el trasero


por estar aquí.

—No debiste venir a cualquier lugar cerca de Katie. Te la tiraste una vez. No
voy a dejar que lo hagas de nuevo.

—Sobre eso...

Cutter giró, pero Justin se agachó debajo del golpe.

—No vayas allí —Cutter espetó— No, si no quieres comer a través de una
maldita pajita por el resto de tu vida.

—Vas a tener que hacerme callar primero —Justin se agachó de nuevo y


golpeó las costillas de Cutter.

El aliento de Cutter salió en un gruñido agónico.

—Deja de bailar y pelea.

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El Club de las Excomulgadas
Justin salió del rango de los furiosos golpes de Cutter.

—He amado a Dani desde que era una jovencita. Nunca pensé que tuviera
una oportunidad. No contigo velando por ella. Sabía que no era lo suficientemente
bueno.

—Malditamente correcto —Cutter arremetió, hizo una finta a la derecha y


golpeó la mandíbula de Justin con su izquierda.

Justin retrocedió y se limpió la sangre de los labios con el dorso de su mano,


miró la sangre e hizo una mueca.

—La caída de Katie fue mi culpa, de principio a fin. Quería venganza…


contra ti. No fue mi momento más orgulloso. Y lo lamento de verdad.

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Cutter apretó los dientes.

—No quiero disculpas. Quiero tu mierda fuera de nuestras vidas.

Los rasgos de Justin se oscurecieron. Su mandíbula se tensó.

—No sucederá. Dani es mi esposa. Ella va a tener más hijos. Alguno será
mío. Tienes que superar esto.

—No tengo que superar ni una maldita cosa. —Cutter apretó sus puños y se
agachó más abajo, decidido a poner fin a la lucha ahora.

—Dani te quiere en nuestras vidas. Voy a hacer lo que haga falta para que
eso suceda. Si eso significa dejar que me utilices de saco de arena para deshacerte
de la bilis que has almacenado, que así sea. —Justin dejó caer sus manos a los
costados.

Cutter arrugó su cara, la rabia construyéndose.

—Levanta tus puños.

Justin respiró hondo lo que exhaló mientras se enderezaba.

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El Club de las Excomulgadas
Cutter levantó su puño, Justin tendría que protegerse a sí mismo, aunque
sólo fuera por instinto. Se volvió y golpeó a Justin en la mejilla.

La cabeza de Justin se sacudió hacia atrás y cayó como un muñeco de trapo


al suelo.

Cutter mantuvo los brazos en alto, cerniéndose sobre Justin, esperando a


que abriera los ojos y volviera a sus pies. No estaba ni hecho. Queriendo que el
bastardo luchara contra él como un hombre.

Detrás de él, una puerta crujió y se estrelló. Pasos corrieron hacia los dos
hombres.

Katie cayó de rodillas al lado de Justin y acunó su rostro entre sus manos.

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—Justin, estúpido, estúpido hombre. Abre los ojos.

Las manos de Cutter cayeron. Su ira se desangró mientras veía las lágrimas
trazando el rostro de Katie. Retrocedió y se volvió, dirigiéndose hacia su camión.

—¿A dónde crees que vas? Tienes que ayudarme a meterlo dentro.

Cutter se tensó, pero no giró.

—Ya he terminado.

—Puedes hacerlo después de que me ayudes a meterlo en la casa. Eres el


responsable de esto. Tu hermana no va a ser feliz si no se despierta.

Cutter cerró los ojos un instante y luego se enfrentó a ella. Cerró su corazón,
cerró las emociones hirviendo dentro suyo. Se dirigió hacia ellos, se inclinó y
agarró el brazo de Justin para tirar al idiota en posición vertical. Luego lo echó por
encima de su hombro llevándolo como un bombero y se arrastró detrás de Katie a
su casa.

—Ponlo en el sofá —tomó el teléfono— Voy a llamar a Dani. Ve a buscar

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El Club de las Excomulgadas
una toalla mojada en la cocina. Está sangrando por todo mi sofá.

Cutter gruñó, pero hizo lo que le dijo, escuchando con sólo la mitad de su
atención como Katie hacia la llamada.

Cuando regresó con un paño húmedo, ella se lo quitó y se sentó al lado de


Justin y lavó su cara.

—Si no se despierta rápido, tendremos que llamar a una ambulancia.

La mano de Justin salió disparada y agarró su muñeca.

—No necesitamos una ambulancia —dijo arrastrando las palabras— Se


siente como que me encontré con un maldito martillo.

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Katie suspiró y puso su mano a lo largo de su mejilla en buen estado.

—¿Qué estabas pensando, dejando que te utilice como un saco de boxeo?

—Eso me lo merecía —susurró él.

Los ojos de Katie se llenaron, y Cutter se apartó de ellos dos para mirar por
la ventana. No le gustaban las emociones a punto de explotar en su interior, siendo
la vergüenza la que subió primero. Él había querido matar a Justin para sacarlo de
su vida, de la vida de Katie y de la de Dani.

—Estaré fuera —dijo él, y salió por la puerta principal. No iría lejos porque
sus piernas se sentían débiles, por lo que se dejó caer en los escalones. Una
sensación de vacío frío se instaló en su estómago y empezó a temblar.

Cutter miró sus manos, las magulladuras en sus nudillos. Había querido
matar a Justin. Pero cuando el otro hombre había caído, había pensado que había
sucedido y se había sentido mal del estómago.

Durante el tiempo que viviera, recordaría toda la expresión dejando el rostro


de Justin mientras caía hacia atrás. Eso superaba el otro recuerdo, el que le había

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El Club de las Excomulgadas
permitido albergar su ira, el que había conducido un espigón entre él y Katie.

Katie se había equivocado. Pero él no había estado libre de culpa tampoco.


Había estado lejos, la apartó cuando ella lo había necesitado para asegurarle que le
importaba. Le había dado a Justin la entrada perfecta.

Justin se había equivocado al utilizar a Katie para su propio placer y para


vengarse de él. Sin embargo, él nunca habría tenido una oportunidad con ella si
Cutter hubiera tratado a Katie de la forma en que había merecido en primer lugar.

Él remordimiento superó la vergüenza, y sus hombros cayeron. No estaría


sorprendido si Katie decidiera que no estaba en condiciones de tener un lugar en la
vida de su hijo. Había sido un hijo de puta duro y cruel.

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La camioneta de Rowe se detuvo detrás de la suya. Dani salió de la cabina
antes de que Rowe apagara el motor. Cutter no podía mirarla a los ojos mientras
corría por las escaleras y entraba en la casa, pero oyó su grito de consternación e
hizo una mueca de dolor.

—Que has hecho ahora—murmuró Rowe.

Cutter cerró los dedos en puños luego los dejó caer a sus rodillas.

—Él no debería haber estado aquí.

—Tienes razón. Pero dudo que viniese por la razón que tú piensas.

Cutter bajó la cabeza.

—¿Cómo puedo hacer esto bien?

—¿De verdad quieres? —La voz de Rowe mantuvo un borde de ira y una
profunda veta de exasperación— ¿O quieres seguir cargando alrededor tu ira?

—Katie... ella no va a casarse conmigo.

—¿Creías que tenía algo que ver con Justin?

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El Club de las Excomulgadas
—En realidad no. Pero cuando los vi allí de pie juntos. Lo perdí.

Rowe presionó una mano en su hombro y se instaló en el escalón a su lado.

—Felicidades, por cierto —murmuró Cutter.

—Lo mismo te digo. —La mirada de Rowe volvió hacia él— Ambos vamos
a ser padres. Justin va a ser el tío de tu hijo. ¿No crees que sea hora de dejarlo ir?

Cutter asintió.

—Quiero.

—¿Puedes perdonar a Katie? ¿Puedes superar el hecho de que ella te


engañó? Algunos hombres no podrían.

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La mirada de Cutter se levantó al ancho cielo sin nubes. Eso es a lo que todo
se reducía, la única cosa que no era capaz de superar. Si no encontraba la manera
de dejarlo ir, la perdería. Y de repente, sabía que estaría herido peor si la dejaba
escapar.

—La amo. Tengo que intentarlo.

—¿Alguna vez le dijiste eso?

—No lo sabía. No hasta que Justin golpeó el suelo, y pensé que lo había
matado. Quería retroceder. No quería que ella me mirara como si fuera una especie
de monstruo. No quiero ser ese hombre.

—No te muevas. Nos iremos y te daremos la oportunidad de hablar con


Katie.

—¿Qué digo? La he parado en seco cada vez que ella lo intentaba.

Rowe bizqueó al alzar su mirada hacia el sol, mientras estallaba en el


horizonte. Luego dirigió una mirada firme hacia Cutter.

103
El Club de las Excomulgadas
—Empieza con “lo siento”.

Cutter asintió y apretó la mandíbula tensa, temeroso como nunca antes


había estado en su vida. Ni siquiera cuando sus padres habían muerto y la
responsabilidad de la hacienda y de Dani cayó sobre sus hombros. Había cumplido
con su deber entonces, pero esta vez, sabía que la felicidad nunca sería suya sin
Katie.

*****

Katie observó a Justin tropezar fuera de la casa, su brazo sobre los hombros
de Rowe como soporte. Dani le dio una mirada de preocupación.

—Sigues aquí. —Katie tomó la toalla sucia y trabajó en una mancha de

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sangre sobre su sofá, pero cuanto más frotaba, más grande se volvía— Maldita sea.

—Lo reemplazaré. —Fue el gruñido suave de un murmullo.

Ella no quería girar hacia Cutter, temerosa de que si lo hacía, se lanzaría


hacia él y golpearía sus puños contra su pecho.

—No te molestes. No quiero nada de ti.

—Katie, lo siento.

—Lo sé. Pero no es suficiente.

—¿Quieres que me vaya?

Ella abrió la boca para decirle que sí, pero su garganta se cerró. Asintió con
la cabeza y mantuvo su rostro lejos de él así no vería las lágrimas goteando por su
cara.

Un profundo suspiro sonó detrás de ella, pasos arrastrando los pies hacia la
puerta. Ella esperó, pero Cutter no la abrió.

Ella miró por encima de su hombro. Tenía la mano en el pomo, su cabeza

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El Club de las Excomulgadas
inclinada, los hombros caídos. Ella nunca había visto a Cutter cualquier cosa
excepto fuerte y la vista le desgarraba el corazón.

—¿De verdad pensaste que lo quería?

—No.

—Entonces, ¿por qué?

—Él nos lastimó —susurró.

Katie sintió una oleada de alivio fresco sobre ella. El dolor en su voz era
todo lo que podía haber esperado. Cutter no estaba frío o apartado. Y ya no estaba
enfadado. Ella se levantó sobre sus extremidades temblorosas y caminó lentamente

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hacia él. Cuando se puso de pie justo detrás de él, su aliento quedó atrapado.

Katie levantó sus brazos y los envolvió alrededor de su cintura y apretó su


mejilla contra su fuerte espalda.

—Te amo, Cutter Standifer. Sólo te he amado a tí.

Una inhalación profunda expandió su pecho y vientre.

—Katie, puedo cambiar. Me gustaría intentarlo.

—No necesito que cambies. Sólo necesito que estés conmigo. Para no
dejarme fuera. Te amo, y nunca te decepcionaré otra vez.

—No puedo prometer que no lo haré. Tengo temperamento.

—No voy a darte ninguna razón para perderlo de nuevo.

Sus manos se cerraron sobre las de ella y apretó.

—Quiero casarme contigo, quiero ser un buen marido, un buen padre.

—Vas a serlo. Y me casaré contigo. Pero tengo que saberlo... ¿Alguna vez

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El Club de las Excomulgadas
me volverás a amar?

Cutter levantó sus manos y dio la vuelta dentro de su abrazo.

Ella no sabía que había estado llorando hasta que sus pulgares barrieron la
humedad de su cara.

—Mírame, nena.

Katie apretó los labios, parpadeó las lágrimas y lentamente levantó su cara.

Cutter sacudió su cabeza y la empujó suavemente hacia atrás, luego se dejó


caer sobre una rodilla y arrastró una de sus manos dentro de la suya.

—Tengo que hacer esto bien. ¿Quieres casarte conmigo, Katie Grissom? Te

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amo y quiero pasar el resto de nuestras vidas demostrándotelo.

Katie sintió una sonrisa tirar de sus labios.

—Puedo pensar en algunas maneras con las que puedes comenzar.

Cutter parpadeó y su rostro perdió su feroz tensión. Cuando se encontró con


su mirada, sus ojos brillaban con lágrimas.

—Dame una lista. Empezaré ahora mismo.

*****

Cutter pensó que el cielo debía estar lleno con los placeres simples. La
cabeza de Katie, acurrucada en su hombro mientras dormía era uno de ellos. Él
podría acostumbrarse a esto, anhelarlo como una droga, convertirlo en un hábito
que nunca querría romper. Ni por un momento pensó que todos sus problemas
estaban detrás de ellos. Todavía tenía que hacer las paces con Dani y sus hombres.
Por mucho que se pegara en su buche, él haría todo lo posible por aceptar a Justin
en el círculo de su familia.

Su respeto por Justin había crecido en el momento en que el hombre había

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El Club de las Excomulgadas
bajado los puños. Sólo un hombre enamorado se sacrificaría tanto.

Katie se movió, sus piernas empujándolo mientras se estiraba. Cuando abrió


los ojos, él sonrió.

—¿Has estado esperando que despertara?

—Síp. Quería asegurarme que estuvieras descansada.

Ella le dedicó una sonrisa maliciosa.

—¿Voy a necesitarlo?

Cutter no le respondió con palabras, rodó con ella, deteniéndose cuando la


tenía debajo de él.

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—Tómame dentro de ti.

—Siempre sabes qué decir para que esté de humor.

Él gruñó, satisfecho de que estuviera burlándose otra vez. Cutter deslizó sus
brazos por debajo de ella, y ahuecó su culo. Luego flexionó sus caderas y se empujó
dentro de ella.

La respiración de Katie la dejó en un grito áspero.

—¿Demasiado rápido?

—Perfecto —susurró—. Me abrumas. Por si no te has dado cuenta. Me


encanta eso de ti.

Recordó una vez cuando pensó que tenía que ir despacio con ella, e hizo una
mueca.

—Supongo que soy un aprendiz lento.

—Eso está bien. Yo no lo soy. —Onduló debajo de él, meciendo sus caderas

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El Club de las Excomulgadas
hacia arriba para llevarlo más profundo. Sus piernas se abrieron más, sus rodillas se
levantaron y se acurrucaron contra sus caderas.

—¿Tengo que ser amable ahora?

—No por unos cuantos meses más.

—Bien—gruñó y se hundió en ella. Las cálidas y húmedas profundidades de


Katie acariciaron cada centímetro que él empujaba dentro de ella—Te sientes tan
condenadamente bien.

Katie le acarició el hombro con la nariz y luego mordió suavemente en su


piel.

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—Cuando estoy aquí, tú cubriéndome de pies a cabeza, me siento pequeña,
muy femenina, ¿sabes?

—¿Te asusto?

—Cuando tu rostro se endurece como granito, síp, lo haces. Porque sé que


estás a punto de perderte. Me gusta que yo te haga eso.

—Nena... nena, joder —cantaba, empujando más rápido.

Con sus piernas envueltas alrededor de su cintura y sus pies descansando en


sus nalgas. Le gustaba el peso, le gustaba estar encerrado en su cuerpo. Líquido
sedoso humedeció su polla mientras se conducía en ella una y otra vez.

La cabeza de Katie giró de lado a lado mientras sus párpados se cerraban. Su


boca se abrió en torno a un gemido gutural.

Cutter se inclinó y acarició sus labios sobre la delicada piel debajo de su


mandíbula y luego succionó. Ella tendría una marca, algo por lo que lo reprendería,
pero cualquiera que la mirara sabría que había sido marcada.

Muy pronto ella llevaría una marca que todo el mundo podría ver en la

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El Club de las Excomulgadas
curva de su vientre, donde su hijo descansaría debajo de su corazón. Calidez llenó
su pecho mientras miraba hacia ella, viendo el suave color inundando sus mejillas,
la ruptura de sudor en su frente, y su boca jadeando alrededor de sus respiraciones
trabajosas.

Él se empujó hacia arriba, levantando su pecho del de ella.

Los ojos de Katie se abrieron lentamente y su mirada se encontró con la


suya.

—Lo quiero todo, Cutter. No te atrevas a contenerte. No soy frágil. —Puso


sus manos sobre su pecho y rastrilló suavemente sus uñas por el pelo.

Su ánimo fue justo lo suficiente para mandarlo sobre el borde. Reunió sus

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


rodillas debajo de él y aumentó la velocidad y la profundidad de sus envites,
golpeando hacia su centro.

Con su espalda arqueándose, sus uñas clavándose en su columna vertebral, y


sus ojos perdiendo el enfoque, se sentía poderoso, masculino y completo.

Cutter era un hombre sencillo, el tipo de persona de carne y patatas. Y el


simple placer de ver la cara de Katie mientras se estremecía hacia su orgasmo sería
suficiente para mantenerle contento por el resto de su vida.

Fin

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El Club de las Excomulgadas

Serie Amantes de Lone Star

01 - Montando

Es escurridizo cuando se está desnudo…


Cuando Bobby Blackhawk y Cale Yancey ven a un coche
saliéndose fuera de la carretera hacia un arroyo helado,
tienen solo unos minutos para sacar a la hermosa
conductora con vida. Y sólo hay una manera de salvarla
de la hipotermia: llevarla a su cabaña aislada,
desnudarse... y esperar como el infierno a que cuando se
despierte no destruya la casa con sus gritos.
Katherine Duvall abre los ojos en una cama extraña, y los
hormigueos que llenan su cuerpo no son del todo debidos
a la circulación restaurada. Estaba acurrucada entre dos
magníficos hombres, un gigante brusco y dulce, y el otro
un nativo americano sexy y juguetón. Habiendo dejado a
su novio retozando con otra mujer, ella no está tan

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


sorprendida como podría haberlo estado.
De hecho, estos dos solitarios vaqueros podrían ser los
perfectos sujeta-libros para satisfacer su sed de venganza y reforzar su abollada autoestima.
No pasa mucho tiempo antes de que las hormonas de todos ellos derritan la nieve del techo
de la cabaña.
Para su sorpresa, se encuentran con otra cosa que también se está derritiendo. Sus
corazones...

02 - Desenfrenado
¿Duro… o tierno? Si juega bien sus cartas, no tendrá que elegir.
Dani Standifer llega a casa a su rancho familiar de West
Texas un día antes, dispuesta a continuar donde lo había
dejado con Rowe Ayers, su amor del instituto. Sin
embargo, cuando abre la puerta de la cabaña que era su
nidito de amor, está claro que le espera un día muy largo.
Rowe está con alguien más... otro hombre. Y no cualquier
hombre, Justin Cruz, el chico malo con quien ella
compartió un salvaje encuentro, años atrás.
Justin había esperado este momento durante mucho
tiempo. Él sabe de su reputación, pero desde que sedujo a
Rowe, ha sido un hombre de sólo un vaquero, esperando
el regreso de Dani para que empiece la dulce satisfacción
de sus necesidades y las de Rowe. Si ella está preparada
para el desafío.
Para su propia sorpresa, Dani descubre que está más que
lista para tener a ambos hombres en su vida, tan pronto
como ella y Rowe le enseñen a Justin una o dos lecciones sobre el amor.
Su pequeño pueblo puede no estar listo para su tipo de relación. Y el hermano de Dani,
Cutter, que tiene un rencor de un kilómetro de profundidad contra Justin crea una
complicación que podría romper los cimientos que ellos tres han construido...
Advertencia: Agárrate para el rodeo de tu vida con ruda acción hombre-sobre-hombre,

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El Club de las Excomulgadas
calientes escenas m/m/f y tener un caso de bragas derretidas amando a cada sexy cowboy
mientras intenta de la mejor manera encender el interior de su mujer.

03- Perdón

¿Cómo puede un hombre superar a una mujer infiel? Dulce


venganza…
Para Cutter Standifer, la bonita pelirroja que abrió un
café en Two Mule, Texas, era “la única”. Hasta que la
pilló en una posición comprometedora con el peor
mujeriego de la ciudad. Para tensar aún más sus rígidas
normas, su hermana pequeña acaba de casarse con el
mismo maldito bastardo que destrozó su mundo y está
viviendo en pecado con él y otro hombre.
Un año más tarde, todavía no puede perdonar a su ex
novia. ¿Y olvidar? Olvidar, infiernos. Está listo para
mandar a sus normas al montón de estiércol más cercano
y tomar lo que nunca tuvo de ella... total satisfacción.
Esa fatídica mañana, todo lo que Katie Grissom quería

Delilah Devlin - Sin Perdón- Serie Amantes de Lone Star III


hacer era utilizar la reputación de chico malo para forzar
a Cutter a que luchara o dejara la relación que tenían.
Pero ella fue demasiado lejos, deliciosamente demasiado
lejos, dándole a Cutter una visión que vivía para
lamentar.
Cuando Cutter le ofrece una aventura sin compromiso, ella salta hacia la oportunidad, ya
sea con la esperanza de romper la rígida muralla que ha construido alrededor de su
corazón... o para sacarlo de su sistema para siempre.
Advertencia: Cuando un vaquero súper duro finalmente deja ir a la única mujer que ha
amado espera que el amor a conseguir sea lo suficientemente caliente como para derretir su
frío, frío corazón. Juguetes, sexo por delante y detrás es sólo el principio...

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Próximamente

Delilah Devlin - Serie Amantes de Lone Star IV

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Compromiso de Cuatro

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