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Sinopsis
Cosas que un buen vecino puede hacer por ti:

1. Darte una taza de azúcar

2. Prestarte su cortacésped

3. Regar tus plantas mientras estás de vacaciones

4. Hacer que tus neuronas estallen con su lengua

Katya Tocci nunca ha prestado mucha atención de quién vive junto a ella, su carrera
siempre la mantuvo demasiado ocupada. Es una buena chica, abriéndose camino para
convertirse en la diseñadora de pasteles más buscada en todo San Francisco.

Pero incluso una buena chica tiene que soltarse de vez en cuando, ¿verdad? Así que un
falso perfil de citas más tarde, y está lista para empañar su imagen absolutamente
pulcra. Lo que ni se imagina es que su tiempo de diversión está más cerca de casa de lo
que nunca imaginó.

Si añadimos a la mezcla un vecino que quiere corromperla, y otro que sólo quiere
poseerla, su mundo entero quedará del revés.

¿Quién diría que los vecinos podían ser tan útiles?


Capítulo 1
Traducido por Genevieve

Corregido por Jessica8591

Describe tu cita perfecta

—Vamos —se quejó Katya, soplando un mechón de pelo de su cara—. ¿Qué clase de
pregunta es esa?

—Es sólo para tener una idea de la clase de chica que eres —trató de explicar su
compañera de cuarto, Tori.

—Si tuviera idea de cómo sería la cita perfecta, no estaría haciendo un perfil para un
sitio de citas en línea.

—Cierra la boca y escribe algo común, como largos paseos en la playa... o masturbar
en los teatros.

Katya se echó a reír y eligió la sugerencia de largos paseos por la playa.

Las citas en línea no era realmente lo suyo, pero estaba finalmente dispuesta a admitir
que lo que hacía, no funcionaba. Tenía veintitrés años y tenía una buena carrera,
grandes amigos y una vida agradable. Pero cero vida amorosa, su novio la dejó hace
ocho meses, y apenas había hablado con otro hombre desde entonces.

Ella sabía que era... Un poco vainilla. Fue criada en los suburbios, con una familia
normal, y una vida normal. A Katya no le importaba lo aburrido. Lo aburrido... era
seguro.

Lo aburrido paga el alquiler.

Sí, pero lo aburrido no te consigue sexo.

Y en algún lugar, en el fondo, en los rincones más oscuros de su mente, había admitido
que su simpleza no era lo suficientemente buena ya. Quería algo diferente, aunque no
sabía del todo lo que buscaba, quien pudiera hacerla escapar de su vida un poco.
Alguien que pudiera abrir sus ojos a nuevas experiencias. Alguien que pudiera hacer
que se sintiera cómoda consigo misma, y cómoda siendo diferente.
Ella podía estar contenta con la vainilla por un tiempo, pero otras veces quería un
batido de colores. Con chispas de colores en la parte superior, maldición.

—Está bien, hecho. —Katya cerró su portátil—. Soy oficialmente una triste y solitaria
internauta, buscando desesperadamente el amor.

—No es tan malo, Kat. ¿Recuerdas a Jenna de la secundaria? Ella conoció a su marido
en línea. También Thad, el chico de abajo, encontró a su novio con una aplicación. No
habrá ningún problema —le aseguró Tori.

—No creo que sea necesario. Tengo mi trabajo, mis clientes, estoy satisfecha. —Katya
trató de convencerse a sí misma mientras recogía sus pertenencias.

—Satisfecha es lamentable. Quieres perder la cabeza. Ser sorprendida. Abrumada —


insistió su compañera de cuarto.

—Sólo observa. Nada bueno saldrá de ello. Ese perfil se quedará allí. Probablemente
voy a olvidar que lo tengo. Aaaadiooos —cantó Katya mientras iba hacia la puerta.

Tori se sentó allí por un par minutos, mirando la mesa. Su mejor amiga era una gran
chica, sólo tenía que vivir un poco. Su idea de un buen momento era tener un segundo
postre después de un Cosmo. Había llevado una vida protegida, luego se escondía
desde la secundaria.

Ella necesita esto, la estoy ayudando.

Con ese pensamiento, abrió el portátil y Tori tuvo el placer de ver en pantalla su perfil,
Katya seguía en sesión en el sitio web de citas. Sonriente todo el tiempo, Tori decidió
que actualizar el perfil no le haría daño.

Mierda. Es esa...

Liam Edenhoff miró la pantalla de su teléfono. La cara feliz de una mujer le devolvió la
mirada. Tenía una gran sonrisa con dientes grandes, rodeado de labios gruesos.
mejillas de manzana perfectas mostraban un par de ojos azules suaves. Tenía el pelo
oscuro, la imagen no le hacía justicia, era de un castaño profundo, lo sabía, y brillaría
como granate cuando el sol lo iluminara.

Mi adorable vecina está en el sitio de citas Eros.


Él vivía en el edificio de al lado y la había notado, por supuesto, porque era caliente.
Pero se vestía como bibliotecaria y actuaba como una maestra de escuela dominical,
por lo que la ignoraba casi todo el tiempo.

En cuanto a su perfil ahora con el sitio web en el que entraba a veces, se sorprendió al
leer su biografía. Aparecía su trabajo como panadera profesional, lo que no era
exactamente sorpresa, pero debajo de las aficiones, aeróbicos desnudistas y clases de
baile de tubo, lo confundieron. ¿Pasatiempos favoritos? Complacer mi lado pervertido.
Antes de ese día, habría adivinado que ni siquiera sabía lo que significaba esa palabra.

—EDEN.

La voz en el oído de Liam fue tan fuerte, que dio un grito y tiró su teléfono a través de
la habitación.

—¡Cristo, no me asustes así, Ricky! —dijo, sin aliento, presionando una mano en su
pecho—. Casi tuve un ataque.

—Oh, por favor. Si pensaba que podía asustarte a muerte, lo hubiera intentado hace
mucho tiempo. Estás bien, Eden.

Eden, recibió ese apodo debido a su apellido, así como la ironía de lo que hacía para
ganarse la vida.

—Que gracioso —se quejó Liam al tiempo que cogía su teléfono del piso. Su socio de
negocios se inclinó sobre su hombro.

—¿Citas en línea? Triste —chasqueó su lengua.

—Eh. No puede ser peor que salir con cualquiera en la vida real, supongo. Además,
¿ves a esta chica? La conozco. Un poco. Vive al lado. Este sitio web es mi medio —
explicó Liam, extendiendo su teléfono para que el otro hombre pudiera ver a Katya.

—Ah. Es hermosa. Parece decente —la voz de su compañero mientras hablaba era
baja, casi sonaba distraído, Liam no se dio cuenta. Siguió mirando fijamente a la
pantalla.

—Sí —estuvo de acuerdo—. Sí, creo que podría serlo...


Capítulo 2
Traducido por Genevieve

Corregido por Jessica8591

Katya miraba su celular mientras caminaba por el vestíbulo de su edificio. Su teléfono


tenía un montón de notificaciones de ese estúpido sitio de citas. No había abierto los
mensajes, pero veía algunos títulos muy interesantes en su pantalla.

—¿Por qué harías esto, Tori? —murmuró para sí misma mientras miraba su perfil de
citas. Pero, en realidad, su nuevo perfil de citas, casi todo lo que escribió había
desaparecido, reemplazado por un montón de basura atractiva.

Ella no veía a dónde iba, por lo que incluso el sonido de alguien gritando no la hubiera
detenido a tiempo antes de que prácticamente pasara por encima de un hombre. Por
suerte para él, era mucho más grande que ella. Ella rebotó en su pecho y sólo sus
reflejos la salvaron de caer sobre su trasero. Sus manos la agarraron por los brazos,
manteniéndola en posición vertical, mientras que su teléfono y bolso caían al suelo.

—¡Lo siento! —soltó de forma automática—. Lo siento, no estaba mirando.

—Eso está bien, porque yo si te miraba.

Qué declaración tan escalofriante, eso era seguro. Ella levantó la mirada hacia el
hombre, intentó recordarlo. ¿Lo conocería del trabajo? ¿El edificio? Parecía vagamente
familiar. Oh Dios, ¿olvidó la cara de un cliente? Eso no era bueno. Por otra parte,
tampoco que un cliente apareciera en su lugar de residencia. Oh Dios, ¿Era un
acosador?

—Lo siento, ¿nos conocemos? —preguntó, mirando a su alrededor, contenta de ver


gente alrededor de ellos.

—No, no oficialmente. Soy Liam Edenhoff, vivo en el edificio de al lado —explicó, y


finalmente sonrió. Es por eso que era familiar, debió verlo por ahí.

Katya vivía en un edificio de apartamentos a las afueras del centro de San Francisco,
eran realmente dos edificios, llamados Twin Estates. Su edificio y el de al lado eran
gemelos. Idénticos y gestionados por la misma empresa, compartían un callejón y
contenedores de basura. Probablemente se cruzó con él mientras iba a sacar la basura
en algún momento.
Pero, ¿por qué me buscaba?

—Oh, hola. Soy Katya —Se presentó, pero no dijo su apellido.

—Lo sé.

Lo espeluznante se volvió totalmente extraño.

—Oh. Um...

—Lo siento, estoy siendo totalmente raro —se rió, leyendo su mente—. Te he visto
por ahí, y luego estaba en este sitio web, y vi tu perfil.

Oh. Jesús. Realmente iba a matar a su compañera de cuarto. Era una cosa tener un poco
de diversión y poner cosas traviesas en un sitio web, pero cuando atraía hombres
extraños al azar a donde vivía, era ir demasiado lejos.

—Ooohhh, siiii. Ese sitio web —se quejó ella, finalmente, se arrodilló para recoger su
bolso.

—Sí. Tengo que decir que te he notado, y siempre pensé que eras...

—¿Era qué? —preguntó, levantando la mirada hacia él. Se encogió de hombros.

—No sé. Sólo... leí ese perfil, y tenía que conocer a esa mujer.

Katya no sabía bien qué hacer con esa declaración, se sentía un poco insultada de que
la mujer que había visto en el edificio no fuera lo suficientemente interesante para
conocer. También se sentía un poco halagada, y, sin duda, emocionada de que hubiera
buscado a la mujer del perfil.

—¿Así que si no hubieras visto mi perfil, nunca te hubieras presentado? —preguntó.


Él se rió y se frotó la parte posterior del cuello, viéndose un poco tímido.

—¿Honestamente? No. Quiero decir, no me malinterpretes, parecías una chica muy


dulce, y eres magnífica, pero no soy exactamente un tipo dulce. No quería perder el
tiempo, o asustarte —dijo.

—¿Asustarme?

—Sí.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?


—Bueno, como que asumí que eras maestra de escuela dominical o algo así —
explicó—. Poseo y dirijo un club en el centro de la ciudad. Los dos no coinciden
exactamente.

—¿Maestra de escuela dominical? ¿Por qué? —Ella se sorprendió un poco, y luego lo


estuvo más aún cuando vio su mirada recorrer descaradamente su cuerpo.

—Mi otra suposición era bibliotecaria. Siempre parecías... dulce. Inocente —dijo.

Dulce e inocente. Traducción: aburrida. Tori tenía razón. Soy aburrida, y tuve que crear
un perfil en línea para que un chico se fijara en mí.

Katya no debía estar enfadada con él. Por juzgarla antes de haberla conocido,
basándose únicamente en su aspecto exterior. Perpetuando el estereotipo de una
mujer que tenía que ser abiertamente atractiva con el fin de ser interesante. Dándole
sólo la hora del día a causa de algún ridículo sitio web.

En realidad estaba enfadada consigo misma. Se sentía prisionera de sus propias


inhibiciones, su propia ingenuidad. Estaba enfadada porque en el fondo, quería ser
una mujer abiertamente sexual, del tipo que podría atraer a los hombres con una sola
mirada.

Ella quería ser esa mujer de su perfil.

No sabía cómo, y antes de su ira pudiera estallar, todos sus modales cuidadosamente
construidos y la etiqueta, se calmó. Ella esbozó una sonrisa de labios apretados para
él.

—Bueno, siento decepcionarte, no escribí esa biografía —le dijo la verdad.

—¿No?

—Nop. Mi compañera de cuarto lo hizo.

—Ah. Compañera de cuarto. Así que entiendo que no haces aeróbicos desnudistas —
dijo él con una sonrisa. Ella sacudió la cabeza.

—No sé si sea real.

Se echó a reír.

—Entendido. Así que la dulce e inocente, es la verdadera tú.

Ella abrió su boca, luego se congeló. ¿Era así en realidad? ¿O simplemente como se
convenció tenía que ser? Estaba tan cansada de que todo el mundo asumiera que era
una insípida chica buena. Tori le decía que consiguiera una vida. Que este extraño
supusiera que era bibliotecaria. No era justo. Podría ser tan salvaje, tan amante de la
diversión como las demás. Todo lo que necesitaba era la oportunidad.

Toma la oportunidad...

—El hecho de que no ande en bikini no significa que sea inocente —respondió ella. Él
levantó una ceja.

—No lo sé. Una panadera, ¿eh? Más o menos, te ves como pastel de ángel para mí —
bromeó. Lo miró.

—¿Era tu gran plan? ¿Acecharme en mi edificio e interrogarme? ¿Es así como


consigues todas tus citas? —preguntó ella.

—¿Quién dijo que iba llevarte a una cita? —respondió.

—Oh, por favor. No has venido hasta aquí para preguntarme sobre mi clase de
aeróbicos desnudistas, y los dos lo sabemos —dijo ella, orgullosa de sí misma por la
respuesta rápido y ágil.

—Claro. Iba a invitarte a mi club —dijo. Ella tomó una respiración profunda y durante
una fracción de segundo, pensó en lo temprano que tenía que levantarse para ir a
trabajar. Pensó en el diseño de un cliente en el que tenía que trabajar. Pensado en sus
grandes planes para la noche, reforzar todos los botones de sus camisas.

—Estoy libre después de las ocho —soltó. Se rió de ella otra vez, y no pudo evitar
notar que tenía una gran risa, y una mejor sonrisa. Lo conocía desde hace dos
segundos, pero estaba dispuesta a apostar que “amante de la diversión”, era su
segundo nombre. El hombre fue hecho para sonreír.

—Tranquila, pastel de ángel, no creo que sea una buena idea —dijo, levantando una
mano.

—¿Por qué no? Me encanta bailar.

—No es ese tipo de club.

—¿Qué? ¿Como un club de lectura?

Se rió de nuevo, pero ella no bromeaba. Ella pensó que él no necesita saberlo y se las
arregló para reír también.

—Mira, pareces una buena chica. De seguro te llevan a un montón de citas, y si fuera
un abogado de impuestos, o un vendedor de seguros, seguro que saldría contigo, no
quiero hacerte sentir incómoda —él le dijo. Ella rodó los ojos.
—Si alguien aquí es una “buena chica”, eres tú, he hecho todos los movimientos hasta
el momento. Si no quieres salir, solo dilo, y puedo pasar al siguiente chico, y puedes
volver a tu pequeña casa club —dijo.

Estaba tan fuera de su zona de confort, todavía no sabía si era la misma Katya. Su
perfil Eros le había arrebatado la vida y el cuerpo. Las palabras que salieron de su
boca, el tono de su voz, eran completamente ajenas a ella. Ayer, Katya habría sentido
vergüenza. Se hubiera sonrojado por la forma en que habló, se disculparía por
malgastar su tiempo, incluso habría pensado que él la detendría.

Esta nueva Katya, sin embargo, se negaba a sentir vergüenza. Había llegado allí por
una razón, para invitarla a salir, por lo que no tenía nada que lamentar, maldición, tal
vez buscaría a otro hombre. Ciertamente había recibido una gran cantidad de ofertas
de la página web. Cuadró los hombros lo miró directamente a los ojos, rezando que su
bravuconería resistiera durante unos minutos más.

—Una casa de club, eh —murmuró, volviendo a mirar sus ojos.

—¿Terminamos? Tengo mensajes que responder —dijo, y luego se dispuso a alejarse.


Él extendió la mano y la agarró del brazo.

—Está bien, está bien, cálmate. ¿Quieres ver mi club? —preguntó. Notó que seguía
poniendo énfasis en esa palabra, club.

—No lo sé, ahora. Eso fue raro. ¿Voy a aparecer y encontrar un club de fútbol? ¿Un
club de fans de One Direction? No me gustan esas cosas —dijo.

—¿Qué tal un club de sexo? ¿Te gusta eso?

Casi se tragó la lengua. ¿Un club de sexo? ¿Poseía y operaba un club de sexo? ¿Esos
existen en la vida real? Y la forma en que lo dijo. Un extraño perfecto, hablando de un
club de sexo con ella. A plena luz del día.

Quizás nunca desperté realmente esta mañana y esto es un sueño.

—Lo siento —se aclaró la garganta—. ¿Estás diciendo que quieres llevarme a un club
de sexo?

—Sí.

—¿Es ahí donde llevas a todas tus primeras citas? —preguntó ella, sin dejar de pensar
que podría estar bromeando.

—No. Normalmente lo mantengo en secreto. Asusta a las chicas, al igual que pensé que
te asustaría, hasta que vi tu perfil de Eros —explicó.
—Déjame ver si entiendo. Lo que viste en mi perfil te hizo pensar que estaría
interesada en ir a un club de sexo contigo —ella lo dijo lentamente.

—Sí. Claramente, estaba equivocado. Fue un placer conocerte, Katya.

Estaba teniendo un momento. Una revolución en su conciencia. Esta era una mala idea
en un nivel épico. ¿Ir a un club de sexo con un hombre que acababa de conocer? Así es
como las mujeres terminaban en Dateline. Sin mencionar el hecho de que Katya
simplemente no hacía cosas como esa, era más bien de las que iba a un museo o la
ópera.

Pero la nueva Katya, la mujer del perfil, se encogió contra la vieja Katya. Se enojó por
el modo en que este bello desconocido la miraba, como si no pudiera ser lo
suficientemente valiente como para intentar algo nuevo y atrevido. Algo sexy y un
poco peligroso.

—A las nueve —soltó ella.

—¿Disculpa?

—Necesitaré más tiempo —explicó—. Puedo encontrarte aquí abajo a las nueve.

—Vamos, esto no es como verdad o reto. No hay puntos por intentarlo, está bien.
Podemos fingir que esto no sucedió, volver a evitar el contacto visual cuando nos
crucemos en la acera —sugirió.

—Awww, ¿ves? Eres una niñita muy buena, tratando de cuidar de mí —le habló con
voz de bebé. Su sonrisa finalmente reapareció y tuvo que alejar el rubor que sentía
subir por su cuello.

—Está bien, pastel de ángel. Vamos a ver hasta dónde vas a llevar este pequeño acto.
Nueve en punto —dijo, y finalmente la soltó. Ella asintió.

—Estaré aquí abajo —le aseguró, y luego se dirigió hacia el ascensor.

—¡Oh! Y una sugerencia —gritó detrás de ella. Se dio la vuelta al subir al ascensor y
vio que su sonrisa se extendía de oreja a oreja.

—¿Sí?

—No cambies tu ropa. Lo que llevas es perfecto.


Mierda. Mierda. Mierda.

—¿Qué? —prácticamente gritó Tori, siguiendo a Katya por el apartamento mientras


caminaba.

Mierda, ¿dije todo eso en voz alta?

—Rápido, ¿lo que estoy usando es sexy? —preguntó, extendiendo los brazos.

—¿Eh?

—¡Sexy! ¿Parezco sexy?

—¿Qué está pasando? —preguntó Tori—. ¡Cálmate y explícame por qué estás
actuando tan extraño!

—Prometo que lo hare. Sólo... ¿este traje es sexy? Sé honesta, dime la verdad —dijo
Katya.

Tori parecía que quería discutir, pero finalmente suspiró y dio un paso atrás. Miró el
atuendo de su amiga, luego le indicó que girara en círculo. Cuando Katya se giró al
frente, Tori frunció el ceño.

—Como de matrona —ella dijo.

—¿Perdóname?

—Tu traje es de matrona. ¿Conseguiste esa camisa en una tienda de maternidad?

—¡Es de Donna Karan!

—Bueno. Entonces... cómoda. Te ves muy cómoda —Tori enmendó su elección de


palabras.

Katya gimió y se miró. Llevaba una blusa suelta, de color canela, con un arco flojo de
gran tamaño que colgaba en su escote. Las mangas eran anchas, apretadas en las
muñecas con largos puños. Sus pantalones también eran sueltos, en un tono de
marrón que ella pensaba que combinaba la blusa, y con un cinturón de color negro.
Pero ahora mirándose, se dio cuenta de que estaba completamente vestida de colores
pertenecientes a la familia beige.

Beige. Sinónimo de aburrido.

—Ese estúpido perfil —gruñó Katya entre dientes antes de ir a su cocina.


—Oh sí. Me entusiasmé un poco después de que te fuiste —respondió Tori,
siguiéndola y cogiendo copas de vino.

—Lo sé, lo leí. Diablos, todo el mundo lo leyó. Mi teléfono ha estado explotando, y
luego... —La voz de Katya se apagó mientras repetía el incidente en el vestíbulo. ¿Qué
le había ocurrido?

—¿Y entonces qué? Honestamente pensé que sería divertido —dijo Tori, sirviendo
cantidades saludables de vino tinto en ambos vasos antes de sentarse a la mesa. Katya
también estaba sentada.

—Este tipo me pidió que saliera con él —murmuró, jugueteando con el pie de su vaso.

—Oh. Eso es bueno, ¿verdad?

—Correcto...

—Uh oh.

—Vive al lado —Katya habló lentamente después de tomar un trago grande—. Él vio
el perfil y me reconoció, decidió venir y presentarse.

—¡Escandaloso! ¿Quién es él? ¿Lo conocemos? —preguntó Tori.

—No. Quiero decir, lo reconocí sólo por verlo. Liam... algo. ¿Edelweiss? —Katya trató
de recordar su apellido—. Es alto, moreno, cabello castaño. Gran sonrisa.

—Ooohhh, gran sonrisa?

—Por supuesto.

—¡Sí, conozco al tipo! ¡Te pidió que salieras con él? ¡Me debes una, es ardiente! —Tori
sonaba emocionada.

—Sí, súper duper caliente. Excepto que la única razón por la que quería salir conmigo
era porque ese estúpido perfil me hacía parecer una especie de diosa sexual. Después
de unos dos segundos de hablar conmigo, se dio cuenta de que no era el caso y trató
de retroceder —dijo Katya.

—Lo siento, cariño. Sinceramente, no creí que hiciera ningún daño, pero bueno, sin
daño, sin falta. Al menos no tienes que esperar hasta después de la cita para descubrir
que es un idiota misógino —dijo Tori, frotando el brazo de su amiga. Katya limpió el
resto de su vino, luego se sirvió un poco más.

—Oh, vamos a salir —dijo, decidiendo beber lo último del vino directamente de la
botella.
—¿Qué?

—Fue como... invasión de ladrones de cuerpo. Me miraba como si fuera alguna niña
exploradora. Dijo que parecía una maestra de escuela dominical. Algo se apoderó de
mí, me enojé tanto. ¿Porque me gusta vestir bien significa que no sé cómo pasar un
buen rato? Así que comencé a actuar como ese estúpido perfil. Decir cosas que creí
que ese tipo de chica diría. Dios, Tori, fui tan grosera con él, y lo más extraño, parecía
gustarle. Me reuniré con él abajo a las nueve —dijo Katya, apretando el vaso entre las
dos manos.

—¡Es increíble, Kat! ¡He estado diciéndote todo este tiempo que necesitas salir de tu
zona de comodidad! ¡Bien por ti! Y no te preocupes por este tipo, piensa en él como un
resorte. Prueba la nuevo tú con él, ve si te gusta, y si no, nunca le hablarás otra vez —
sugirió Tori.

—Correcto. La nueva yo.

—¡Esto es tan divertido! ¿Es por eso que me preguntaste sobre el traje?
Definitivamente debes cambiarte. ¿A dónde te llevará?

Katya sintió que las llamas recorrían su cara. Seguramente todo había sido una broma.
Realmente no podía llevarla a un club de sexo. Que él poseía. Y manejaba.

Su frente golpeó la mesa con un sonido seco.


Capítulo 3
Traducido por Asizbeth, florff, lauuz, addictedread.

Corregido por Jessica8591

No era ninguna broma.

Liam había estado esperando en el vestíbulo a las nueve en punto. Liam Edenhoff,
"pero todo el mundo me llama Eden", se había presentado de nuevo, antes de guiarla a
un taxi que él tenía esperando.

Se sentía un poco nauseabunda. Había bebido el único otro tipo de alcohol que tenían
en el apartamento, crème de menthe, antes de bajar a su encuentro. Casi se convenció
de no ir, pero cometió el error de decirle a Tori todo sobre el "club de sexo" y su
compañera de cuarto casi había muerto. Aparentemente, Katya se lo debía a las
mujeres de todas partes (y a Tori en particular) explorar esta oportunidad al máximo.
Su compañera de cuarto casi la empujó por la puerta, diciéndole que se reportara y
recordándole el silbato de violación en su bolso. Entonces la puerta fue cerrada y ella
oyó la cerradura encajar en su lugar.

—¿Nerviosa? —le preguntó Liam Eden-cualquiera-que-fuese-su-nombre, mientras el


taxi se retrasaba.

—No —la voz de Katya sonaba demasiado alta.

—Mentirosa. Esta noche va a ser una noche interesante, pastel de ángel.

—Deja de llamarme así.

—¿Cuál es tu apellido?

—No es asunto tuyo.

—De acuerdo, entonces, cuando comience la orgía, les diré que te llamen Katya X.

Ella no pudo evitar ruborizarse en ese momento y él se echó a reír, luego calmó la
situación agarrando su mano.

Incluso cuando salieron del taxi, él no la soltó. Normalmente, ella se hubiera sentido
incómoda con un extraño que asumiera tal familiaridad, pero esta vez se sentía
agradecida por ello. Ella lo agarró con fuerza mientras caminaban por una calle llena
de gente. Luego se introdujeron en un callejón, y su broma sobre la orgía no parecía
tan gracioso. La condujo a una puerta lisa, por encima de la cual un simple letrero de
neón, pequeño, decía "El Jardín". Fuera, se encontraban varios grupos pequeños de
personas, charlando y fumando. Varias personas le gritaron saludos, todos ellos
usando su apodo, pero un gorila grande y aterrador le habló muy apropiadamente.

—Hola, señor Edenhoff, no lo esperaba esta noche. ¿Algún problema?

—No, solo traigo a una amiga para mostrarle el lugar, que vea lo que hago para
ganarme la vida.

Toda la sangre se precipitó rápidamente por los miembros de Katya, agrupándose en


alguna parte de su estómago. Nada de esto era una broma. Realmente era el dueño del
lugar, eso era obvio. Iba de verdad a un club de sexo, con un completo extraño.

Oh, Dios mío, en realidad estoy haciendo esto en serio. Yo. Katya Tocci. Voy a entrar en
un verdadero club de sexo en vivo. Mierda, eso es tan MALO.

Cuando Liam la condujo por la puerta, Katya sintió una nueva oleada de confianza.
Todavía estaba nerviosa, aún más que un poco asustada, pero estaba bien con eso.
Liam parecía un buen tipo, no iba a llevarla a algún cuarto oscuro e introducir objetos
extraños en sus orificios. Podía irse cuando quisiera, en cualquier momento que se
pusiera muy incómoda. Todo estaba bien, y por una vez, hacía algo emocionante.
Finalmente tendría algo interesante de lo que hablar en el trabajo.

—¿Cuánto hace que eres dueño de este lugar? —preguntó Katya, casi tropezando
mientras se movía detrás de él. Estaban caminando por un largo y estrecho pasillo que
se encontraba débilmente iluminado. Apretó su mano más fuerte, tirando de ella para
evitar que cayera.

—Solo tres años, pero he trabajado aquí por casi seis años. Me contrataron como
gerente general, los viejos propietarios no tenían ni idea de lo que hacían. Finalmente
los eché, cambié muchas cosas —le dijo.

Finalmente salieron del pasillo, y mientras ella se había preparado mentalmente para
una orgía loca, parecía un bar normal. Grandes cabinas acolchadas curvadas a lo largo
de una pared, mesas de cóctel en el suelo, la gente se reía y se mezclaban mientras
bebían. Una música con un aire de jazz cubría todo, y mientras el ambiente era
definitivamente sexy, no había sexo real.

Tal vez todo fue una broma rara. Todavía más extrañada, Katya se dio cuenta de que se
sentía un poco decepcionada. Claro, no tenía la intención de participar en nada, pero
aún así. ¿Qué tan genial habría sido decir que fue a un club de sexo?
—Eso está bien —ella finalmente habló de nuevo mientras caminaban hacia el bar—.
Me encantaría tener mi propia panadería. Soy jefa de la panadería en donde trabajo
ahora, y me dan mucha libertad, pero no es lo mismo.

—No, definitivamente no. ¡Tim!, ¡Timmy! —gritó Liam, golpeando la parte superior de
la barra. Un joven guapo finalmente se dirigió hacia ellos.

—¡Eh, jefe! ¿Qué puedo traerte?

—Tomaré un Jack con coca cola, y para la señorita, déjame adivinar —Liam hizo un
gran espectáculo al mirarla una y otra vez—. Estoy pensando... Cosmo. Seguro. Eres
una chica de Cosmo.

Katya lo miró por un segundo, luego se volvió hacia Tim.

—Patrón, doble chupito.

Liam se rió entre dientes ante su bravuconería, luego se echó a reír cuando casi se
atragantó con el tequila. Ella se las arregló para tragarlo sin toser, ni escupirlo por
todas partes, aunque todo casi volvió a subir cuando sintió que la mano de él se
deslizaba alrededor de su cadera.

—Esta no es una competición de “quién es más genial”, ¿sabes? —le susurró al oído—.
Y si lo fuera, apareciste. Tú viniste aquí. Tú ganas.

Ella respiró hondo.

—Y tú tienes que dejar de pretender que me conoces.

—Touché. Vamos, hay mucho más que ver.

Tim le hizo un Cosmo de todos modos, y Katya le murmuró un "gracias" antes de


recoger la bebida. Luchó para tomar sorbos mientras seguía detrás de Liam. Se
acercaron a una enorme puerta que estaba cubierta con el mismo material vinílico que
las cabinas. Había un timbre de aspecto antiguo en la pared y Liam lo presionó,
sosteniendo su pulgar en el botón por un rato. Cuando la puerta finalmente abrió, él le
guiñó un ojo y agarró su mano libre.

Se encontraba frente a un amplio conjunto de escaleras que se curvaban a lo largo de


una pared antes de desaparecer en una curva. Katya se estremeció ante la idea de
tratar de subir mientras estaban borrachos. Varias personas estaban de pie en los
escalones y todos saludaron a Liam mientras pasaban. Un par de mujeres incluso se
acercaron a él, pasando sus dedos y manos a lo largo de sus hombros, sus brazos, su
espalda.
—Eden, ha pasado una eternidad, ¿dónde has estado?

—Eden, me debes una copa.

—Eden, nunca me llamaste.

Katya no lo conocía lo suficiente como para estar celosa, pero tampoco le pareció
agradable la experiencia. Cuando llegaron al final de los escalones, había bebido su
bebida y rezaba para que hubiera otro bar. Estaba emocionada cuando vio uno, pero
luego frunció el ceño cuando se dio cuenta de que la barra trasera estaba
completamente provista de lujosas marcas de agua. ¿Sin licor? ¿Cómo se involucra la
gente en la indecencia pública sin una cantidad saludable de alcohol en su sistema?

—¿Por qué te llaman Edén? —preguntó, mirando alrededor del espacio. Parecía que
estuviera enteramente tallado en piedra. Las escaleras, las paredes, incluso el bar y la
barra de nuevo. Los apliques y la iluminación empotrada daban a todo el lugar un
brillo suave, como si estuvieran en una cueva y encendidos sólo por la luz del fuego.

—Debido a mi apellido —respondió simplemente mientras se movía detrás del bar.


Tuvo un breve intercambio con el hombre que había estado repartiendo el agua de
aspecto caro, luego Liam se sumergió fuera de la vista. Cuando volvió a levantarse,
tenía una botella de arcilla de lujo en la mano.

—¿Flunitrazepam? —preguntó, y él soltó una carcajada.

—No, tequila. Desde Guadalajara.

—¿Por qué lo ocultas?

—Porque no servimos alcohol aquí —explicó.

—¿¡Por qué no!?

—Cuando se trata de sexo, se quiere que la gente piense con la conciencia tranquila y
actúe con buenas intenciones. La gente puede llevar un solo trago desde el bar de
arriba, pero no pueden regresar por más, y no hay nada aquí.

—Excepto esa botella.

—Excepto esta botella, que es mi botella personal que nadie más toca. Por los nuevos
amigos —salud.

Ella agarró un vaso lleno y lo miró mientras salía de la barra. Lo miró fijamente a los
ojos mientras se bebía el líquido ardiente. Sin embargo, antes de que pudiera terminar
su chupito, otra mujer deslizó su brazo alrededor de su cintura.
—Eden, qué bueno verte. Asegúrate de que vengas a saludar antes de irte —susurró,
luego se inclinó y le dio un beso en la mejilla—. Sus ojos nunca se despegaron de
Katya, ni siquiera cuando la otra mujer se marchó.

—No creo que te llamen así por tu nombre —dijo Katya con voz suave.

Él sonrió y se inclinó cerca de ella, apoyando sus manos en su cintura.

—Me llaman así por lo que les he dado —dijo, su voz baja. Ella no pudo evitar el
escalofrío que le recorrió el cuerpo.

—¿Y qué es eso? susurró. Él se rió entre dientes, ese sonido que ella estaba
empezando a adorar, y lentamente la obligó a volverse, para quedar cara a la pared
que había estado a su espalda todo el tiempo.

—El jardín de los placeres terrenales.

Ella podía ver en la mayoría de los pabellones, a pesar de que tenían cortinas semi-
transparentes en la parte delantera. En los abiertos se veía claramente a la gente.
Algunos estaban sentados bebiendo. Una pareja se besaba. En otra cabina, había un
hombre sentado solo. O al menos, eso es lo que Katya pensó al principio. Cuando echó
una segunda mirada, se dio cuenta de que había una mujer de rodillas bajo la mesa.

—¡Oh Dios Mío!

—Te lo advertí, pastel de ángel. Sólo déjame saber cuando estés lista para irte a casa.

Sintió cómo sus dientes traseros rechinaban. ¿No había salido con él? ¿No había
deambulado por este estúpido club? Sin embargo, ahí estaba él, aún asumiendo cosas
sobre ella. Seguro, estaba sorprendida, pero no huía. ¿Qué costaría conseguir un poco
de crédito?

—Sabrás cuando esté lista.

Estaba a mitad de cruzar la habitación antes de que Katya supiese incluso que se
movía. Tomó respiraciones profundas, llenando sus pulmones de aire, casi
hiperventilando. Pero no paró de caminar. Continuó avanzando hasta que estuvo
delante de una salida de emergencias que estaba colocada entre dos pabellones. El
pabellón a su izquierda se encontraba vacío, por suerte. el de la derecha tenía dos
mujeres y un hombre que practicaban una forma muy interesante de yoga, o lo que
parecía ser sexo extenuante.

¿Cuándo fue la última vez que tuve sexo extenuante? ¿Nunca?


—Hola —comento ella en voz alta—. Había un chico joven cerca de la puerta,
moviendo la cabeza al ritmo de la música. Él levantó la mirada cuando ella habló,
luego sonrió mientras él veía su cuerpo y compañía.

—Hola, ¿cómo te va? —preguntó él, girándose para darle su completa atención.

—Bueno. Un poco aburrida —suspiró, dando una mirada a su alrededor.

—Suena como un problema con el que podría ayudarte ¿cómo es tú nombre?

—Katya.

—Mike —se señaló a sí mismo—. Así que, ¿qué trae a una buena chica como tú a un
lugar como este?

—Obviamente si encontré mi camino aquí, no soy una muy buena chica —señaló ella.

—Nena, he estado saliendo por ahí durante un tiempo, y tú pareces tan buena como
de lo más buena que hay —se rió, sus ojos recorrieron su ropa. Ella suspiró y puso sus
manos en las caderas.

—Nunca debes juzgar a un libro por su portada porque bajo este desaliñado exterior
marrón, llevo puesto un bustier de piel y una braga sin entrepierna —parloteó.

¿¡Acabo de decir bragas sin entrepierna!?

—Guau, mi error, nena. ¿Qué tal si nos sentamos y hablamos un poco más sobre
cubiertas en buenos libros? —sugirió Mike.

—Suena bien. Yo… —La voz de Katya se apagó mientras sentía el calor a su espalda.
Casi presionando contra ella. Mike echó una mirada por encima de su hombro,
después volvió a hacer otra pasada antes de ponerse de pie notablemente más recto.

—Hola, Eden, bonita noche —le dijo.

—Lo es. Márchate.

Su nuevo amigo se escabulló, y antes de que él hubiese pasado junto a ella, Katya
sintió una cálida mano en su cadera. Pasando por su costado, luego deslizándose sobre
su estómago. Se quedó inmóvil. Incluso contuvo el aliento. La gran mano de Liam
estaba caliente contra su cuerpo, y extendió sus dedos, su pulgar rozando el centro de
su sostén. Finalmente recordó cómo respirar y alejarse de él.

—Pensé que dijiste que esta noche sería interesante —dijo mientras se giró hacia él—.
Hasta ahora todo lo que ha sucedido es que me has juzgado y has sido poco excitante.
—Aún piensas que esto es una competencia —suspiró. Ella sacudió su cabeza.

—No, solo… estoy cansada de la gente que actúe como si me conociese simplemente
porque hablo, actúo o visto de una determinada manera. Si fuese a juzgarte
basándome en tu ropa, habría asumido que abandonaste la universidad —dijo ella,
señalando su gastada camiseta y sus vaqueros flojos. Él le dio una gran sonrisa.

—Buena jugada. De acuerdo, no más juicios. Quieres jugar a ser mala por una noche,
entonces no es mi problema. Solo tengo una única cosa que me gustaría volver a
revisar —dijo Liam.

—¿Qué?

—No noté ningún bustier de cuero bajo esa camiseta de peregrina que llevas puesta.

¿Hasta dónde quería llevar ella su pequeña transformación? Él sonreía, pero sus ojos
no la miraban. Estaban comiéndose las líneas y curvas de su cuerpo, casi como si
pudiese ver más allá del material holgado y se diese cuenta de su figura de verdad. Ella
quería ver la figura real de él también.

—Quizás deberías verlo tu mismo.

Mientras Katya estaba teniendo un montón de agitación interna por sus elecciones y
acciones, su boca no tenía tantos problemas, estaba conmocionada ante el desafío que
acababa de emitir. Liam dio un paso adelante y mientras sus ojos nunca abandonaron
los de ella, extendió un brazo muy lentamente y colocó su dedo en su botón superior.
Esperó un latido, y después cuando no se alejó de él ni lo detuvo, sacó el botón del ojal.
Continuó bajando por la hilera y ella tomó una respiración temblorosa cuando sintió
el blando lazo descansar en su clavícula.

Estoy a punto de estar sin blusa en un club nocturno. ¿Quién es esta persona, y qué he le
ha hecho a Katya Tocci?

—Aún más picante de lo que había esperado —le dijo con voz suave, y ella sintió su
dedo trazar la línea a lo largo del borde de encaje de su sujetador lila—, Pero
definitivamente no es cuero.

—Siento decepcionarte —susurró Katya.

Quizás era el tequila. Quizás su signo estaba en retroceso, o quizás era todas las cosas
que Tori le dijo. Todo lo que Katya sabía era que se sentía como si su sangre estuviese
ardiendo y ella nunca quisiese que él dejase de tocarla.
Así que cuando él enganchó su dedo en el cinturón, ella le dejo. Dio un paso al frente
cuando él la acercó. No le detuvo cuando él inclinó más cerca, podía sentir su caliente
respiración contra sus labios.

—Katya, literalmente no hay nada sobre ti que me decepcione —su voz era gentil.

—No digas eso, aún no has comprobado lo de las bragas con abertura.

Se rió una última vez, causando que su corazón diese un pequeño sobresalto, y
después su boca se encontraba sobre la de ella. Casi estaba avergonzada de lo bien que
esto le hacía sentir. No había sido besada desde hace bastante tiempo y se abandonó a
la sensación. Suspiró contra sus labios, después jadeó cuando su lengua llenó su boca.

Le devolvió el favor, su lengua tentativamente dado una vuelta por el borde de sus
dientes, después cuando se dio cuenta de que él le estaba quitando su cinturón,
comenzó a ponerse más agresiva. Envolvió su brazo alrededor de sus hombros
mientras obligaba a retroceder su lengua con la de ella, luchando por el espacio en sus
bocas.

—Vamos —resolló cuando se alejó, y se dio cuenta de que la estaba obligando a


moverse hacia atrás empujando sus caderas—, vamos a mi oficina. Puedo traer
algunas bebidas y podemos...

—No.

Katya estaba tan sorprendida como él por el tono de su voz.

—¿No? —preguntó.

—No. Yo... Quiero quedarme aquí afuera —le dijo. Puesto que la nueva Katya
aparentemente no se preocupaba por algo de naturaleza privada, pensó que ser
honesta no sería extraño.

—Ah, ya veo. Pastel de ángel quiere que la vean —él la provocó, y ella pudo sentir sus
dedos frotándose contra la piel desnuda justo por encima de su cinturón.

—Tengo curiosidad —le corrigió ella.

—Entonces, por favor, veamos si podemos rascar tu picazón.

Tenía que concentrarse en sus pies mientras la movía hacia el reservado vacío junto a
ellos. El alcohol se estaba asentando alrededor de su cerebro y haciendo que su
cuerpo se sintiera relajado.
Pero no su mente. Esta se sentía más atenta que nunca. Sabía exactamente lo que
hacía, y de repente fue muy consciente de lo que quería exactamente. Todo era un
reto, para ver hasta dónde podía llegar, pero ahora, ni siquiera pensaba en nada de
eso, sólo estaba pensando en lo guapo que era el hombre a su lado, y lo increíble que
fue besarlo.

Se sentaron uno al lado del otro. Katya se dio cuenta de lo anchos y profundos que
eran los asientos del banco, si se echaba hacia atrás, no podía poner los pies en el
suelo. Sus rodillas ni siquiera alcanzaban el borde, aunque las de Liam sí; era bastante
alto, fácilmente de unos seis pies con dos. No había una mesa adecuada, más bien una
mesa baja de cristal con lo que parecían otomanas móviles debajo. Varias botellas de
agua se reunían en un extremo, sin abrir y de aspecto invitador.

—¿Qué te hizo querer hacer esto? —Katya respiró, dejando que sus ojos vagaran por
la habitación.

—¿Traerte aquí? —preguntó.

—No. Regentar tu propio club de sexo.

El lugar no era exactamente una furiosa orgía, nadie tenía sexo por completo a mitad
de una puerta abierta. Pero la mayoría de los reservados mantenía ocupantes, y sólo
un puñado de ellos estaba tan solo charlando. El resto participaba en alguna forma de
actividad traviesa, algunas en completa exhibición para la habitación, sus gemidos y
suspiros audibles para todo el mundo, mientras otros elegían ser más discretos tras
las finas cortinas.

—Tenía un historial en el manejo de clubs nocturnos, me contrataron. Me gustó el


lugar, pero hacían un trabajo de mierda. Nunca hubiesen durado sin mí. Después me
llegó una herencia, conocí a algunos... inversionistas, de alguna forma, y conseguí
elaborar un plan para comprar el lugar —le explicó.

—¿Así que no era la ambición de tu vida regentar un club de sexo? —le preguntó
Katya. Él se rió.

—No. Quiero decir, creo que siempre he sido una persona sexual. Sabes, cómo
abiertamente así. He estado en clubs de sexo, algunas fiestas de swingers, pero nunca
pensé en esto como en un trabajo.

—¿Te gusta?

—Sí, mucho.
—¿Así que la gente tan solo viene aquí, se mezclan y después se meten en esos
reservados?

—Sí, pero no es tan solo eso —dijo—, ¿ves esas dobles puertas por allí? Se abrirán por
completo después de las diez. Hay habitaciones privadas a lo largo de todo el pasillo,
algunas, la gente paga por horas. Algunos, las rentan por meses. Después al final del
todo hay dos salas de conferencia con una pared extraíble entre ellas, así se pueden
convertir en una habitación enorme. Esta normalmente se reservan para
convenciones, fiestas de cumpleaños, lo que sea.

Katya no podía imaginar qué clase de fiesta de cumpleaños podría alquilar un salón de
baile en un club de sexo. Aún así, para de todo esto, el lugar era realmente… relajado.

—Es diferente de lo que esperaba —dijo ella, y él pareció entender lo que quería decir
porque se rió.

—Es martes y es bastante temprano. Lo veremos más tarde —le aseguró.

Ella le encaró otra vez y cuando sus ojos cayeron sobre su pecho, tuvo que trabajar
duro para no ruborizarse. De hecho, había olvidado que su top no estaba abotonado
por completo.

—Nunca he hecho nada como esto antes —dijo ella con voz suave.

—Ya lo había supuesto.

—Y no solo un club de sexo —continuó ella—, salir con un hombre que no conozco.
Besar a un hombre que no conozco. Todo esto.

—Aún no estoy sorprendido.

—¿Puede alguien bajar hasta aquí?

—No. Solo miembros, y somos muy estrictos.

—¿Cómo te conviertes en miembro?

—¿Estas preguntando por ti?

Ella había estado mirando por el cuarto de nuevo, pero regreso los ojos a él. Tenía una
rica voz y usualmente sonaba como si tuviera una risa escondiéndose justo debajo de
la superficie de sus palabras. Pero ahora sonaba serio. Sexy. Su beso paso por su
mente y se sintió un poco mareada.

—No creo que conozca tus requisitos —susurro ella.


—Tenemos que curar ese desagradable hábito de autodesprecio que has desarrollado.

—Es la verdad.

Liam se movió en su espacio personal y gentilmente sujeto el moño del frente de su


camisa. Ella se acercó a él mientras la acercaba más.

—Creo que necesitas dejar de preocuparte tanto por todo, y tal vez solo dejarte ir por
un rato.

Esta vez cuando la besó, no hubo dudas de su parte. Ni siquiera brinco cuando él
desató el moño y deslizó la camisa de sus hombros. Se la quitó, se sentó ahí solo en
sujetador, pero ni siquiera pensó en ello. Su cerebro giraba a causa del alcohol, sus
palabras y su cercanía.

—No creo que alguna vez me haya dejado ir —ella jadeó contra su boca.

—Yo soy bueno en ello, te mostrare lo básico —le aseguró, colocándole una de sus
manos en su cabello mientras besaba la línea de su mandíbula.

Se sentía como una adolescente, enrollándose en alguna esquina oscura. No es que


hubiera hecho eso como una, pero era travieso. Emocionante. Trató de acercarse más,
curvando una de sus piernas bajo su cuerpo y estirando la otra en el regazo de él. Su
mano libre inmediatamente fue a su cadera, frotando un camino hasta su rodilla,
entonces recorrió el interior de su muslo, sus dedos se enterraron en ella mientras los
otros lentamente viajaban por la longitud de su pierna.

Katya había dormido con dos hombres en toda su vida, y tuvo “intimidad” con cuatro.
Intimidad significa que le había dado a Joey Simms una mamada realmente mala
durante su primer año de universidad, y al año siguiente, Mark Demello recibió varios
decentes trabajos manuales de su parte. Los cuatro hombres también tuvieron las
manos en sus bragas, pero solo después de muchas, muchas citas, e incluso entonces,
sólo dos se quedaron el tiempo suficiente para verla totalmente desnuda.

Conocía a Liam desde hace cuatro horas, y estaba lista para desnudarse y extenderse
para él. Hacer lo que quisiera. Era una locura. Fue educada mejor, le enseñaron a
respetarse. Le dijeron que los hombres sólo querían una cosa, y tenía que protegerse
de sus prácticas malvadas.

Pero justo entonces, mientras su recién encontrada confianza alejaba sus inhibiciones
y las manos de Liam quemaban cualquier preocupación, tenía un pensamiento
gritando en la cabeza como un tren desbocado.

¿Qué si yo quiero esa “cosa”? ¿Qué si yo tengo “prácticas malvadas”?


Hubo la más breve vacilación cuando los dedos de él pasaron por la piel en su
estómago, y ella contuvo el aliento, rezando no tener que rogarle. No estaba segura de
que su lengua fuera capaz de cooperar. Pero entonces él volvió al beso, su lengua
dominaba su boca, casi distrayéndola del hecho de que su mano ahora estaba
deslizándose bajo su ropa interior de satén.

—¿Cómo supe que te sentirías tan perfecta? —él suspiró, frotando su nariz por el
costado de su cuello mientras su dedo medio se dirigía dentro de su cuerpo,
recordándole que había pasado mucho tiempo desde que los dedos de alguien más
estuvieron ahí.

—No soy perfecta —ella luchó por tomar aire y se sujetó de su cuello, sus uñas
enterrándose en su piel.

—Pastel de ángel, eres perfección, solo necesitas a alguien que te lo muestre —susurró
él, presionando el talón de su mano contra ella, causando que sus ojos se cruzaran un
poco.

—Por favor, por favor, muéstrame.

—Tal vez deberíamos mover esto a mi oficina.

Katya retrocedió ante ese comentario. Por supuesto, él probablemente tenía razón.
Sabía que el sexo era inminente, al igual que él, talvez no lo más educado, follar a un
chico solo horas después de conocerlo, pero al menos en su oficina, ellos tendrían algo
de privacidad. Era un club de sexo, talvez tenía una cama ahí. Una linda cama normal
donde podían tener agradable y normal sexo, porque ella era una chica tan agradable
y normal.

—No quiero moverme —dijo, agachándose de nuevo y lamiendo el borde de su oreja.


Ella sonrió cuando un escalofrío lo recorrió.

—Vamos, te lo dije, esto no es una competencia, y si lo fuera ganarías. Eres


oficialmente la más genial. ¿sabes cuánto tiempo ha pasado desde que alguien me ha
llevado a hacer cosas aquí en este piso? Pero no creo que estés lista para tener sexo en
medio del bar —dijo él.

Él tenía razón. Considerando que nunca tuvo sexo fuera de una habitación,
probablemente no estaba lista para algo así de drástico. Pero también sabía que no
estaba lista para detener lo que estaban haciendo. No estaba lista para volver a ser la
vieja Katya. Volvería lo suficientemente pronto, la nueva Katya quería disfrutar su
recién encontrada libertad. Quería rodar en todas las sensaciones recorriendo sus
terminaciones nerviosas.
Quiero estar en este momento.

Katya lo empujó, forzandolo a sacar la mano de sus pantalones. Él suspiró mientras se


levantaba. Estaba un poco inestable en sus tacones al principio, entonces se estabilizó.
Liam se sentó derecho y frotó una mano sobre su cara.

—¿Quieres que te llame un taxi? —preguntó, mirándola finalmente .

Era muy guapo. No podía decir su edad. ¿veintisiete? ¿ocho? Lucía como si pasara
tiempo al aire libre, su desordenado cabello castaño tenía un par de mechas rubias
naturales. Sus ojos eran café oscuro, como el chocolate, cálido y sensual mientras se
movían sobre su rostro. Su piel era de un bronceado profundo, más prueba de su
tiempo en el sol, y ella estaba repentinamente desesperada de ver si estaba bronceado
en todas partes.

Ella lo miró mientras pateaba sus zapatos. Entonces sus cejas se levantaron mientras
jugaba con su cinturón, luchando para liberarlo. Una vez que estuvo libre, lo dejó caer
junto a sus zapatos. Para ese punto, su respiración era rápida, y Liam no dijo nada,
solo se estiro para jalar una cuerda. Las delgadas cortinas cayeron en su lugar,
ofreciéndoles un poco de privacidad, y Katya estuvo agradecida por su intuición.
Entonces se acomodó de nuevo en su asiento y sus ojos fueron directamente a sus
pantalones.

Ella sabía que si dudaba, la vieja Katya llegaría. La perra estuvo persiguiéndola toda la
noche, así que necesitaba moverse rápido. Desabrochó el botón, entonces lentamente
bajó el cierre. El ligero material se colgó a sus caderas por un segundo, entonces la
gravedad trabajó su magia, llevando la suave tela al piso, dejándola en nada más que
su juego de ropa interior lila.

—Ves —dice, enderezándose así estaba cara a cara con el moño en la cima de sus
bragas—, perfección.

Katya se acercó entonces, montando su regazo. Él la acomodó, sujetando sus caderas y


sosteniéndolas mientras se acomodaba de nuevo en el asiento. La ayudo a colocarse
justo encima del bulto en sus pantalones, y ella se quedó sin aliento cuando se dio
cuenta de que le había causado esa reacción. Este hombre, que participaba en
convenciones de swingers y manejaba un club de sexo. Ella lo había encendido, ella lo
había puesto duro.

—No soy perfección —gimió ella mientras la boca de él paseaba por sus pechos.
—Justo ahora, estás malditamente cerca. Ya no estamos jugando más Katya. Si quieres
que esto se detenga, es un buen momento para decirlo —la urgió. Ella curvó los dedos
contra su cabello, jalando un poco.

—Nunca quiero que esto se detenga.

Una de sus manos estaba amasando su trasero, y la otra subió por su espalda. Era solo
una mano, y la izquierda, pero se las arregló para abrir su sujetador. No se sintió
extraño para nada estar casi desnuda en un bar, donde había otras personas sentadas
a menos de tres metros de ella. Ni siquiera pensó en ello, solo dejó el encaje y satín
caer en el banco detrás de ellos.

—Dios, eres tan suave. Vas a sentirte tan bien —él gruñó antes de acunar su pecho
izquierdo, llevando el pezón a su boca. Apretó con sus dientes la endurecida punta
antes de succionarla con su boca.

—Quiero sentirte —jadeo ella, de repente dándose cuenta de que ella estaba casi
desnuda y él totalmente vestido.

Comenzó a arrancarle la ropa, casi estrangulándolo con su camisa. El apenas la había


sacado de su cabeza cuando ella lo estaba besando de nuevo, suspirando con la
sensación de sus pechos frotándose. Cuando él levantó las manos para acunar ambos
pechos, ella se alejó, mirando su cuerpo. Su bronceado seguía por su pecho y
abdomen, y mientras quitaba su cinturón vio que definitivamente seguía debajo de sus
pantalones.

Estaba demasiado impaciente y, para ser honesta, un poco demasiado nerviosa para
lidiar con las complejidades de sus botones, así que movió sus temblorosos dedos del
camino para dejárselo a él mientras ella volvía a besarlo. Su boca, su barbilla, su
cuello. Sus manos vagaron por todos lados, sintiendo los duros planos de su pecho, los
sedosos músculos detrás de sus hombros. Mientras ella trabajaba en dejarle un
chupetón, él tomó una de sus manos, y antes de que se diera cuenta sus dedos estaban
contra algo muy duro.

—Ahora estás sintiéndome —gruño mientras su mano envolvía la base de su polla.

—Oh Dios —gimió ella, juntando sus frentes mientras miraba entre sus cuerpos. Su
erección se erguía entre ellos, luciendo imponente en la tenue luz. Tenía que ser de al
menos veinte centímetros, si no más, y se sentía fuerte en su mano. Ancho y duro.

—No esperaba que esta noche fuera así —él comenzó a jadear mientras su mano se
movía de arriba abajo.
—Yo tampoco. ¿En verdad estoy a punto de tener sexo en medio de un cuarto lleno de
gente? —murmuró ella, retorciéndose contra él.

—Seguro como la mierda que sí.

Se inclinó repentinamente, sorprendiéndola y forzándola a reclinarse. Ella se soltó de


él y apoyó una mano en la mesa, entonces sintió algo contra sus dedos. Las botellas de
agua. Miro atrás y se las arregló para tomar una antes de que el comenzara a empujar
en ella, abriéndola mientras se movían. Su mano estaba entre ellos, sus dedos
recorriendo el costado de sus bragas, empujándolas a un lado, tocando ligeramente su
sedosa piel.

Entonces, justo mientras levantaba la botella a sus labios, algo más grande reemplazó
sus dedos. No estaba para nada preparada para el tirón que él le dio a su cadera,
forzándola a bajar un poco, y casi se ahoga con el agua. Así, el líquido frío se derramó
por sus labios. Corrió por su barbilla, su cuello y escurrió a las puntas de cada uno de
sus pechos. La boca de él estaba ahí para atraparlas, lamiendo todo el camino de
regreso a su garganta. Para el momento en que atrapó todo, ella se encontraba
totalmente sentada en su regazo, tan llena de él, que no recordaba cómo se sentía
estar vacía.

—Mierda —fue todo lo que él dijo. Era mejor que ella, todo lo que Katya pudo hacer
fue estremecerse y temblar.

Estás teniendo sexo en un…no, espera. Follando. Estás follando a algún tipo en un club
de sexo. Maldita mierda, estás follando con alguien. Mierda.

Hablando de surreal. Ella solo podía gemir, jadear y lloriquear mientras él comenzaba
a mover sus caderas. Empujando dentro de ella. Le tomó un minuto, pero comenzó a
moverse, rebotando contra sus embestidas, rodando sus caderas a tiempo con su
ritmo. Él gruñó de nuevo y sintió sus dedos tocando su espalda, causando que su
espald se arqueara.

—Dios, sí, por favor Liam. Esto es… todo. Dios, gracias —ella gimió. Incluso en ese
momento, él se las arregló para reír.

—¿Dios eh? Bastante cerca —susurró, mordiendo su labio inferior.

—Más fuerte, por favor, más duro.

Él se movió entonces, sorprendiéndola de nuevo. De repente estaba en su espalda


sobre el banco, el vinil frío contra su piel, y él estaba encima de ella. Fue a tocarlo
cuando sujetó sus muñecas, forzándolas encima de su cabeza y sosteniéndolas con una
mano.
Luego él cumplió con su petición, empujando contra ella con tanta fuerza que estaba
bastante segura de que la cabina se movía. Ella gimió en voz baja en su garganta,
mordiendo sus labios entre sus dientes para evitar gritar.

—No te contengas —él susurró contra su oído—. Dime lo bien que se siente esto.

—Muy bien —susurró en respuesta.

—No tienes idea. Estás tan apretada alrededor de mi polla, maldita sea.

—Mierda.

Salir con un hombre que acababa de conocer, hecho. Tener sexo en un club, hecho. La
experiencia de hablar sucio, definitivamente hecho. Ella finalmente gritó, incapaz de
retenerlo mientras un temblor arrasaba su cuerpo, amenazando con destruirla.

—Joder, sí, justo así, cariño. Libéralo todo, Katya. Simplemente libéralo.

Para entonces se sentía bastante descerebrada, pero su cuerpo estaba prestando


mucha atención a sus instrucciones. Su orgasmo la sorprendió un poco, con su
aparición e intensidad. Ella tembló debajo de él, soltando un bajo y largo gemido,
mientras se sentía como si todo su cuerpo se convirtiera en un gran espasmo. Justo
cuando se le estaba pasando el efecto, su boca capturó un pezón, chupando fuerte y
causando que un dulce temblor la recorriera.

—Oh Dios Mío, oh Dios Mío. —Trataba de recuperar el aliento. Él rió entre dientes y se
acostó sobre ella, todo su peso la presionaba dentro de la cabina—. Mierda. Acabamos
de tener sexo.

—Tú acabas de ser follada —Él la corrió, su voz amortiguada por los pechos de ella.

—Eso... fue... increíble —gimió ella.

—Tú estuviste increíble. Hablando de energía acumulada. Te corriste como un cohete


—bromeó.

—No tienes idea.

—Gracias a Dios que insististe en salir esta noche —Él se rió y ella sintió su aliento
caliente sobre su piel.

—Lo mismo digo —dice ella. Él se movió encima de ella y de repente ella estaba muy
consciente del hecho de que él aún se encontraba duro. Y dentro de ella. Muy duro
dentro de ella.
—Si solo hubiera tenido alguna idea de lo bien que se siente esto —él suspiró,
entrando y saliendo, casi terriblemente lento.

—Lo dice el tipo que es dueño de un club de sexo y que va a fiestas salvajes. —Ella
rió—. Esto no puede ser nada nuevo para ti.

Él se detuvo y se levantó para así poder verla directamente a los ojos.

—Ahí va de nuevo. ¿No puedes simplemente tomar un cumplido? —preguntó y sonó


genuinamente molesto. El agarre que él tenía sobre sus muñecas se apretó, juntando
sus brazos.

—Yo... simplemente me imaginé que tú habías hecho todo esto antes, sentido todo
esto antes —ella trató de explicar. Él se dejó caer de nuevo y ella sintió sus labios
contra su oído.

—Nunca he sentido algo como tú, Katya. ¿Puedes sentir lo ajustada que estás? ¿Cómo
ordeñas mi polla? Jodidamente increíble. Jesús, si hubiera sabido que te sentirías así,
no habría esperado tanto tiempo para hablarte —gruñe.

—Eso es... halagador —logró responder, sintiéndose otra vez sin aliento.

—Jodidamente apuesta por eso. La única cosa que puedo imaginar que se siente mejor
que esto, sería follar tu culo.

Guau. Tener sexo en un club con un extraño es una cosa, pero ¡¿anal?! Claro, siempre
había tenido un poco de curiosidad, ¿quién no? ¿Quién no querría ser la atractiva
jovencita que era follada analmente como una campeona? Pero ella ni siquiera lo
había discutido con alguno de sus novios anteriores. ¡Indudablemente no iba a hacerlo
con un extraño! Simplemente le diría que esperara una cita mucho, mucho, mucho más
tarde.

—Solo hay una forma de averiguarlo.

Hmmm, no era exactamente lo que ella planeaba decirle, pero es lo que salió de su
boca. Cuando él levantó su cabeza, simplemente lo miró fijamente. Intentó enfocarse
en sus cálidos ojos, en las líneas de expresión que se encontraban en las esquinas. De
pronto fue consumida por la idea de dejarlo tomarla. Era ahora o nunca, ella
verdaderamente lo percibía. Tenía que hacer esto, tenía que convertirse en esa chica.

—Cuidado, pastel de ángel. No escribas cheques que tu cuerpo no podrá pagar —dice
él, mirando su pecho desnudo. Ella quería que su cuerpo dejara de temblar.
—Ahí vas otra vez, asumiendo cosas sobre mí. Asumiendo que no vendría aquí.
Asumiendo que volvería a casa. Asumiendo que no tendría sexo contigo. Me pregunto
en qué otra cosa más te equivocarás esta noche —dijo ella, su voz cayendo a un
susurro.

—Nunca has hecho algo como esto antes.

Él declaró, no preguntó. Ella asintió.

—Nunca. He pensado en ello, pero nunca fui lo suficientemente valiente para


intentarlo.

—Entonces esto es una mala idea.

—Hmmm, estoy segura que alguno de los otros tipos aquí no piensan así.

—Katya, estoy hablando en serio. No más competencia. Esto es un gran paso, un gran
trato y más que probable que sea incómodo como la mierda la primera vez. Deberías
hacer esto con alguien en quien confíes —le dijo.

Ese momento. Así es como sabía que él no era un mal tipo. Estaba desnuda debajo de
él, acababa de dejarlo follar su cerebro en una cabina en su club de sexo. Podría
literalmente haberle hecho casi cualquier cosa que quisiera, ella lo ofrecía todo en
bandeja de plata y él aún cuidaba de ella. Liam era un tipo agradable. Un tipo bueno.
Un tipo de confianza.

También, si se detenía ahora, sabía que nunca iba a suceder.

Estoy tan cansada de ser la buena.

—Quiero hacerlo con alguien que sepa lo que está haciendo —ella susurró luego
levantó su cabeza, colocando un casto beso en sus labios—. Y alguien que me haga
sentir bien. Por favor, Liam. Por favor, hazme sentir bien.

Él era un buen tipo, pero Liam tenía sus límites, y una mujer desnuda que le rogaba
que la follara por el culo, aparentemente era una de ellas.

Él fue lento mientras la aflojaba, sus manos gentiles mientras la daba vuelta.
Cuidadosamente levantó su cabeza y puso un almohadón pequeño debajo de su
mejilla. Sus manos eran pesadas sobre su piel, casi masajeándola mientras él las
pasaba desde sus hombros hacia su trasero, luego volvían a subir. Ella estaba un poco
borracha y se sentía increíble, casi arrullándola para dormir.

En ese momento, ella escuchó un ruido y cuando giró su cabeza, vio que él sacaba una
de las otomanas de debajo de la mesa, en realidad eran gavetas aunque ella no estaba
segura de qué había en sus profundidades. Ella dio un vistazo a lo que parecían tubos
y botellas. Él hurgó en el cajón, luego sacó su mano. Se encontraba detrás de ella
después de eso, fuera de vista, así que no podía estar segura de lo que había agarrado,
pero cuando algo frío golpeó su trasero, tuvo una buena idea.

—En una escala de sobria a desmayada, ¿cuán borracha estás? —preguntó él. Ella
abrió su boca para responder, entonces se atragantó con sus propias palabras cuando
sintió los dedos de él entre sus nalgas, pasando de arriba a abajo a lo largo de la línea.

—¿Cómo cuatro? ¿Agradablemente borracha? —Finalmente logró decir.

—Solo quiero asegurarme de que esto no es una conversación alcohólica —dijo él.

—No lo es, lo juro, ni siquiera bebí tanto antes de venir. Yo... me siento como una
persona diferente aquí. Quiero ser una persona diferente. Quiero intentarlo…

No había palabras que describieran ese momento. Él tenía un dedo dentro de ella.
Dentro de un lugar en que nadie estuvo antes, un lugar que ella misma trató de evitar.
La lubricación que él utilizaba era fría y resbaladiza, pero le daba fácil acceso. Ella
estaba sorprendida de que no se sintiera en absoluto grosero o asqueroso, o doloroso.
Se sentía... interesante.

—Entonces llegaste al lugar correcto —Él rió entre dientes y un segundo dedo se unió
al primero, convirtiendo el sentimiento interesante en una sensación un poco
incómoda—. También el alcohol te ayuda a relajarte.

Ella no supo cuánto tiempo permanecieron así, ella con su rostro enterrado en la
almohada, tratando de ocultar su bochorno, vergüenza y deleite por lo que él le hacía.
Él, arrodillado detrás de ella, sosteniendo sus caderas con una mano y usando la otra
para hacer magia en ella.

Justo cuando Katya comenzaba a pensar que era tan lejos como él la iba a tomar, sus
dedos se habían ido. Ella suspiró y se sintió en conflicto, triste de que no hubiera sido
lo suficientemente valiente para tomarlo todo el camino. Alegre porque tampoco
estaba segura de ser lo suficientemente valiente.

Pero luego él se estaba moviendo, situándose detrás de ella. Tirando sus caderas aún
más alto. Ahí estaba el crujir del papel, seguido por el sonido de la rasgadura, luego
una larga pausa. Ella fue a mirar encima de su hombro para preguntar si todo estaba
bien, pero entonces algo mucho, mucho más grande que un dedo se encontraba contra
su trasero, exigiendo entrar y ella pensó que sus ojos se iban a salir de su cráneo.

—Oh, Dios mío —ella gimió, hundiendo su cara en la almohada nuevamente.


—Relájate, Katya. Relájate.

Él podía decir esas palabras todo lo que quisiera, no significaba que eso iba a suceder.
Ella mordió la almohada, mordió su labio y quiso desesperadamente ser el tipo de
chica que podía tener sexo anal sin compromiso y casual en un club, pero empezó a
estar cada vez más segura. Él simplemente era demasiado grande. Dolía. Ella parpadeó
las lágrimas y trató de recuperar el aliento.

—Liam, no creo…

—Relájate —Sonaba como si estuviera apretando los dientes—. Te dije que sería
incómodo. Va a doler. Pero te prometo que se sentirá tan bien. Llora si lo necesitas,
grita, chilla, lo que sea. Está bien. Pero confía en mí.

Ella casi tomó su oferta de gritar. Él no podía estar más de medio camino dentro de
ella y el dolor causaba una sensación de ardor en su columna vertebral. No había
gritado, pero estaba preocupada de que si abría su boca, vomitaría. Ella mordió la
almohada y lloró, las lágrimas empapaban el material.

—Esto es mejor de lo que imaginaba, Katya —él susurró después de lo que se sintió
como una eternidad más tarde, cuando las caderas de él se encontraron contra su
trasero.

—Desearía... Poder decir... lo mismo —Ella consiguió suspirar entre jadeos por aire. Él
rio entre dientes y ella sintió sus manos en su espalda, masajeando sus hombros.

—Tócate —susurró él.

—No puedo —susurró en respuesta. Estaba asustada de moverse, asustada de que


doliera más.

—Sólo relájate y deja que tu cuerpo sienta todo —Él insistió y una de sus manos se
movió al frente de ella, pasando sobre sus pechos y dirigiéndose directamente a entre
sus piernas. Ella todavía estaba mojada por el sexo que tuvieron, así que los dedos de
él se movieron con facilidad. Ella tomó respiraciones profundas y se sorprendió
cuando sintió que su cuerpo reaccionaba. Sintió el calor desprenderse desde los dedos
de él a sus pezones, a sus labios, a cada miembro. Cuando él comenzó a mover sus
caderas contra ella, no era exactamente agradable, pero tampoco era doloroso como lo
había sido.

—Tócate —dijo él de nuevo, esta vez como una orden. Ella hizo lo que le dijeron,
reemplazando los dedos de él con los suyos. Las manos de él se aferraban a sus
caderas, manteniéndola inmóvil mientras él se movía lentamente adentro y afuera.
—Oh, Dios mío, Liam—susurró ella.

—Te lo dije.

Tomó algún tiempo adaptarse a su tamaño, al principio se sentía como si él la


estuviera partiendo por la mitad. Cada vez que volvía a entrar, nuevas lágrimas
llenaban sus ojos. Pero después de un tiempo, sus dedos se movián más rápido que
sus embestidas, y su jadeo estaba evitando un orgasmo, no el dolor. Antes de que ella
se diera cuenta lo que le ocurría a su cuerpo, él la estaba follando completamente; sus
caderas empujaban fuerte y rápido contra su culo, e incluso más escandaloso, ella
estaba empujando en respuesta hacia él. Lo quería más fuerte, lo quería más rápido.
Quería más, punto.

—Oh, Dios, me voy a correr —gritó ella, algo que nunca había dicho antes durante el
sexo, con nadie.

—Mierda, sí, yo también. Córrete conmigo, Katya, por favor, nena, córrete de nuevo —
suplicó.

Esta vez, en verdad no se contuvo, gritó mientras su orgasmo sacudía su mundo. Tenía
tres de sus dedos dentro de ella y los mantuvo inmóviles cuando comenzó a sacudirse
nuevamente. En ese momento, las caderas de Liam se golpearon fuertemente contra
ella y cuando sintió sus manos en su espalda, él soltó un largo gruñido, corriéndose y
corriéndose hasta que ella pensó que no había posibilidad de que a él le pudiera haber
quedado algo para darle.

—Mierda, ¿qué es lo que acabamos de hacer? —Ella respiró con dificultad cuando
finalmente pudo hablar. Él se acostó encima de ella, forzándola completamente contra
el banco de nuevo.

—Algo increíble —respondió él, besándola a lo largo de su omóplato. Ella se las


arregló para mover el brazo y lo estiró hacia atrás, peinando su pelo con sus dedos.

—¿Liam?

—¿Sí?

—Me gustaría reconsiderar algo.

—¿Qué?

—Creo que soy más como un seis, no desmayada de borracha aún, pero más allá de
achispada.

Él se echó a reír, luego volvió a besarle la piel.


—No me digas eso, quiero creer que fue mi astuta destreza sexual la que te dio ese
monstruoso orgasmo—bromeó él.

—Totalmente lo fue y si me traes algo de beber, tal vez puedas mostrarme algo más de
tu “destreza” antes de irnos a casa.

—Creo que me estoy enamorando, pastel de ángel. Eres más divertida de lo que jamás
hubiera creído posible.

—¿Ves? Nunca juzgues un libro por su portada.


Capítulo 4
Traductora Brisamar58

Corregido por Jessica8591

Katya se despertó asustada, incorporándose de golpe.

¿Dónde mierda estoy?

Se estremeció por pensar una palabra tan sucia, y ante el fuerte dolor de cabeza que se
desarrollaba con furia entre sus orejas.

Presionó una mano contra su frente y miró alrededor. Estaba en un apartamento, pero
no era el suyo. Éste era agradable, con techos altos y adornadas molduras. Una mirada
por encima del hombro le mostró grandes ventanales y un papel tapiz color amarillo
claro.

Estaba tendida en un largo sofá de cuero blanco. Sintió vergüenza cuando se miró.
Usaba el sujetador y la blusa, aunque ésta no estaba abotonada. No llevaba los
pantalones, y la ropa interior estaba enganchada alrededor de un tobillo. Qué elegante.
Se palpó la cabeza y pudo decir que la mitad de su cabello todavía estaba recogido en
un moño, aunque había sido tironeado y colgaba torcido a un lado de su cabeza. El
resto de su cabello parecía un nido de ratas en el lado opuesto.

Jesús, ¿cuán ebria me puse anoche?

Levantó las piernas del sofá para poder sentarse derecha, y el dolor que irradió de su
trasero le recordó exactamente lo que hizo anoche. Toda la sangre de su cuerpo corrió
hacia sus mejillas. Ella tuvo una cita. En un sex club. Donde había tenido sexo. Sexo
anal. Con el dueño del club. Liam Edenwieselhoff, lo que sea.

Ni siquiera sé su apellido, y debo estar en su apartamento. Por favor, Dios mío, que éste
sea su apartamento.

Katya se negó a pensar en nada. Si se detenía a pensar, literalmente moriría de


vergüenza y no tenía tiempo para morir. Un vistazo a un enorme reloj en la pared le
mostró que eran las once de la mañana. Llegaba dos horas tarde al trabajo.

Se puso de pie y apartó la oleada de náuseas que la invadió. Avanzó dando saltitos,
luchando por ponerse la ropa interior. Una vez que el satén estuvo en su lugar, buscó
los pantalones. Logró rastrear los zapatos y el bolso, pero los pantalones simplemente
habían desaparecido. Mierda, ni siquiera recordaba haber venido al apartamento…
¿cómo podía recordar dónde estaba su ropa?

Oh Dios, oh Dios, ¿¡vine aquí sólo a medio vestir!? ¿Cogimos un taxi? ¿Un Taxi? Oh Dios,
oh Dios, oh Dios.

—Prácticamente puedo oír tus pensamientos, pastel de ángel. Baja la voz, tengo una
resaca como la mierda.

Ella había estado gateando sobre las manos y rodillas, pero ante el sonido de la voz de
Liam, se enderezó. No se había dado cuenta, pero todo el apartamento era como un
estudio gigante o un loft. No parecía haber paredes reales, aunque había un montón de
espacio. Una enorme cama de plataforma estaba situada al otro lado de la habitación,
y debajo de una sola sábana, Liam estaba completamente estirado encima del colchón.

—Tengo que irme —siseó ella, avanzando de rodillas hasta la cama.

—¿No debería ser esa mi línea? —Él se rió entre dientes, sin molestarse en abrir los
ojos. Ella se agachó de nuevo y miró debajo de la cama. Todavía sin pantalones.

—Lo sería, si estuviéramos en mi casa. Llegaré más que tarde al trabajo. Mierda,
¿bebimos más? Mierda, ¿dónde están mis pantalones? —gruñó ella. Antes de que
pudiera moverse más lejos, sintió que el brazo de él se envolvía alrededor de su
cintura por detrás, tirando de ella hasta que fue arrastrada a la cama.

—Bebimos mucho más. Olvida el trabajo, besuqueémonos —sugirió él, llevándola a su


pecho.

—No, tengo responsabilidades, tengo que ir a trabajar —insistió ella, luchando contra
el brazo de él.

—Bien. Pero no puedo ayudarte con los pantalones. —suspiró él, dejándola ir. Ella se
giró para enfrentarlo.

—¿Vine a casa desnuda? —casi gritó. Él le sonrió, aunque sus ojos todavía estaban
cerrados.

—Intenté convencerte de que lo hicieras, pero por desgracia, insististe en vestirte.


Cubrimos de miel tus pantalones, creo que están remojándose en mi bañera —explicó
él.

—¿¡Miel!?

—Sí, ¿no te acuerdas? Dios, eres un animal. Las cosas que hiciste con esas cerezas…
nunca olvidaré la noche de ayer
—¡Oh, Dios mío! —gimió ella, dejando caer la cabeza entre las manos.

—Oye, oye, oye —dijo él, y ella lo sintió acurrucarse alrededor de ella—. No empieces
esa mierda del auto desprecio. Anoche fue increíble. Impresionante, divertido y toda
esa mierda. Estuviste hermosa.

—Estaba borracha.

—Pero aún hermosa. Me divertí mucho, Katya. Gracias por salir conmigo.

Ella no pudo evitarlo, tuvo que sonreírle. No conocía muy bien a Liam, al menos a la
luz del día, no lo conocía, pero rápidamente aprendió que sentirse mal simplemente
no era una opción alrededor de él. Ella se inclinó hacia atrás entonces quedó
descansando en el costado de él.

—Fue bastante impresionante. Gracias a ti por hacerme pasar un buen rato.

—No hay de qué. Ahora sal de aquí, quiero dormir para pasar esta resaca —dijo él,
palmeándola en el costado del muslo

—¿Puedes prestarme unos pantalones cortos o algo así? —preguntó ella, saliendo de
su cama.

—Guardarropa. Cajón de arriba. Todos tuyos.

Ayer por la noche, ella le dijo que su atuendo le hacía parecer alguien que abandonó la
universidad. Revisando su ropa interior, ella bajó su valoración a chico de fraternidad.
Había bóxers con estampados de besos, tréboles de cuatro hojas, logos de cerveza, el
rostro de una mujer con la boca abierta colocada estratégicamente, todo tipo de cosas.
Ella frunció el ceño y decidió cambiarse a un cajón diferente. Allí, encontró unos
pantalones cortos de baloncesto. Le quedaron por debajo de las rodillas, pero
servirían. Ella anudó bien apretado el cordón y trató de no pensar en lo mal que su
paseo de la vergüenza estaba a punto de lucir.

Nunca he hecho un paseo de la vergüenza antes, pero lo de anoche valió totalmente la


pena.

—Gracias, me aseguraré de que regresen contigo —le dijo mientras se abotonaba la


camisa, dirigiéndose de regreso a la cama donde dejó el bolso y los zapatos.

—No te preocupes. Tómatelo con calma hoy, vas a estar dolorida por un tiempo —
advirtió él y cuando ella levantó la vista, finalmente tenía los ojos abiertos. Estaban
rojos y cansados, pero tan cálidos todavía. Llenos de risa.

—Oh. Bien.
Él rió y agarró el lazo en la parte delantera de su camisa, acercándola de un tirón para
un beso. Ambos necesitaban desesperadamente cepillarse los dientes, y Katya moría
por una ducha, pero aun así él logró quitarle el aliento y la hizo contemplar lo
importante que era su trabajo.

—¿Qué le pasó a mi pequeña zorra de lengua de plata de anoche? —preguntó él


cuando se apartó

—Se quedó atrás en el fondo de una botella de tequila. Gracias por un buen momento,
Liam —dijo. Él deslizó su pulgar sobre su labio inferior, presionando ligeramente.

—Gracias por el mejor momento, Katya.

La besó una vez más, luego le dio una palmada en el culo cuando ella se alejó.

No fue hasta que estuvo en su apartamento, duchada y vestida para el trabajo, que se
dio cuenta de que ni siquiera había intercambiado números de teléfono. No habían
fijado otra cita. Ni siquiera sabían los apellidos del otro (o al menos, no podía recordar
adecuadamente el de él, y ella nunca le dio el suyo).

Mierda, ¿acabo de tener una aventura de una noche con mi sensual vecino? ¡Realmente
soy genial!

Liam se arrastró al trabajo poco después de que Katya se fuera, pero no hizo mucho.
Miraba su teléfono una vez más. Había guardado la imagen de su perfil de Eros, lo cual
era bueno porque el perfil ya no existía. Ella lo había desactivado.

Bien. Es un pequeño secreto travieso que deberíamos mantener oculto por un poco más
de tiempo.

Ella sacudió su jodido mundo.Esperaba ponerla en evidencia, que ella viera su


pequeño club y se iría corriendo. Que ella tomara las decisiones había sido lo
suficientemente sorprendente, pero ¿besarlo? ¿dejar que le quitara la camiseta? ¿Que
lo masturbara? Había pensado que iba a morir.

Liam no era un inocente chico virgen, follar era como un deporte olímpico para él. Se
entrenaba duro, y se entrenaba a menudo, por lo que usualmente no era tan
alucinante que una chica quisiera tener sexo con él. Pero esa chica en particular era
otra cosa. La mayoría de las mujeres con las que Liam se acostaba eran viejas expertas
en tener sexo casual. Estar con Katya, era como descubrir de nuevo ese estilo de vida.
Sus manos, temblorosas y llenas de excitación. Incómodas e insistentes.

Lo habían tenido excitado y nervioso. Atrapado entre no querer asustarla, pero


tampoco queriendo presionarla. Desesperadamente queriendo tocarla, pero también
queriendo hacer lo correcto.

Anticipación. El mejor de todos los sentimientos, en su opinión. Katya prácticamente le


había rogado que la tocara, rezando para que ella fuera un poco más lejos con su
pequeña farsa de valentía.

Y ooohhh muchacho, ella fue un poquito más lejos. ¿Un poco? Pfffft, diría un par de
kilómetros extra. Todavía no cabían en su cabeza las cosas que ella le había dejado
hacerle. De Profesora de escuela a loca-en-las-sábanas, en menos de un día. Ella
necesitaba soltarse, eso estaba muy claro, y por qué había elegido hacerlo con él,
probablemente nunca lo sabría, pero dulce Jesús, gracias a Dios que lo hizo.

Pastel de ángel, me soltaría contigo en cualquier momento.

—¡EDEN!

Liam gimió y se pasó la mano por la cara. Trató de cerrar la pantalla en su teléfono,
pero no fue lo suficientemente rápido, y su compañero tuvo otro vistazo de Katya
antes de que la pantalla se volviera negra.

—Hey, Riiicckkyyy, ¿cómo te va? —preguntó, girando en su silla

—Sabes que odio ese maldito nombre.

—De acuerdo, Richard. ¿Qué pasa?

—No mucho. Sólo estoy revisando mi inversión. ¿Cómo están las cosas por tu lado?

—Bien, bien.

—¿Qué tal estuvo la cita con Susie Ama de Casa?

—Bien.

—¿Sólo bien? Ya oí algunas cosas interesantes del personal. Justo ahí afuera en el
suelo, eh. Sorprendente. No eres así, Eden.

—Sí, bueno, esta chica no era como cualquier otra cosa que haya experimentado. Me
arriesgué cuando pude —explicó Liam.

—¿Valió la pena tu tiempo?


—Más de lo que podrías imaginar.

—Hmmm, interesante.

—¿Quieres algo, Ricky? —preguntó, mirando al otro hombre.

—No, sólo saludando. Iré a buscarnos unas copas, podemos repasar los libros.

Y con eso, su compañero salió de la oficina. Liam lo fulminó con la mirada durante un
rato. Si las visitas al azar iban a empezar a convertirse en la norma, iba a considerar
trabajar desde casa.

Hmmm, en casa. Que estaba a unos sesenta metros de la casa de Katya. Se recostó en la
silla y unió las manos detrás de la cabeza. No habían hecho planes para volver a verse,
ni siquiera sabía su número de teléfono. Pero sólo pensar en ella le hizo tener una
incómoda erección.

Ella parecía vivir una vida muy estructurada. Liam era un gran calmante para el
estrés. Tal vez podrían ayudarse mutuamente. Se rió entre dientes y se acomodó en
los pantalones.

Porque definitivamente le vendría bien algo de ayuda ahora mismo...


Capítulo 5
Traducido por Paaau

Corregido por Jessica8591

¿Tú qué?

Katya alejó su teléfono de golpe de su oído, frunciendo el ceño. El tono de voz de Tori
era agudo, pero cuando se emocionaba, realmente gritaba.

—¡Cállate! Aun estoy en el trabajo —susurró ella, mirando alrededor de la pequeña


habitación.

Por supuesto, a nadie le había importado que llegara tarde; Katya nunca, nunca había
llegado tarde, todo el tiempo que llevaba trabajando ahí. También era la jefa de
panaderos, Y la más solicitada, en eso. Luego de que una importante revista había
resaltado sus habilidades culinarias, su agenda había estado repleta. Las tortas de
novios de Katya Tocci debían pedirse con un año de anticipación, y otros eventos al
menos 3 meses antes. Podría llegar drogadísima, y mientras hiciera un perfecto
glaseado, no la despedirían.

—¡Lo sé, lo sé, pero aun así, no puedo dejarlo pasar! ¡Tuviste sexo con un extraño, en
un club cualquiera! ¡Esto es INCREÍBLE! —Insistió su compañera.

—No era un extraño, sabía quién era. Más o menos. Algo así. —Katya intentó que
sonara mejor.

—Oh, como sea, no intentes minimizarlo, pequeña mujerzuela. ¡Es genial! No puedo
esperar para escuchar todos los sucios detalles.

—Yo no…

—Lo eres, y me lo vas a contar todo. Largo, grosor, por donde fue, cuántas veces.

—Oh, Jesús. No puedo creer que ni siquiera te preocuparas cuando no llegué a casa.

—Sabía en dónde estabas.

—¿¡Lo sabías!?
—Uh, sí, me enviaste UN MILLÓN de mensajes, ¿no lo recuerdas?

—No. Te lo dije, no recuerdo nada desde la medianoche en adelante.

—Sí, me contabas lo malditamente guapo que era, y lo bien que te lo hizo, y que no
dolió tanto como pensaste que lo haría —le dijo Tori. Katya sintió otro mar de náuseas
golpearla.

—Aun así. ¿Y si después del increíble sexo, me hubiese llevado a casa para violarme y
matarme? —señaló ella.

—Oh, él te quitó el teléfono después de eso. Me envió su dirección y número de


teléfono, por si acaso. Es uno de los buenos. ¿Cuándo lo verás de nuevo?

Se escuchó un tintineo en la entrada de la tienda. La campana de la puerta de entrada,


lo que significaba que un cliente acababa de entrar. Salvada por la campana. Katya
suspiró profundamente y pasó su mano por su uniforme.

—Tengo que irme, llegó un cliente —susurró ella.

—¡No te puedes esconder de mi! ¡Todo! ¡Quiero saberlo todo cuando llegues a casa!

Katya no se molestó en despedirse, simplemente terminó la llamada. Se miró en un


pequeño espejo y frunció el ceño. No se había molestado en secarse el cabello,
simplemente lo ató en un moño alto mientras aún estaba mojado. Ahora que estaba
seco, estaba comenzando a tener frizz en la frente. Estaba usando muy poco
maquillaje, lo justo y necesario para matar al zombie que parecía.

Nunca había sido de usar la chaqueta y pantalones de chef, usualmente elegía un


delantal rayado. Pero ese día, apenas había llegado al delantal, y estaba usando un par
de jeans, zapatos planos y una blusa suelta. Quizás era ropa normal para otras
personas, pero extraña en ella. Solo podía imaginarse la reacción de su madre al verla
vestida de esa forma en público, en el trabajo.

Sus padres eran muy correctos.

Pero a pesar de la ropa y la resaca, ella tenía un trabajo que hacer. Respiró
profundamente y caminó a través de la puerta doble que llevaba hasta la sala de venta.
Normalmente nunca salía a la sala, a menos que fuera a encontrarse con un cliente.
Pero la cajera estaba en su descanso, uno de los asistentes estaba en una entrega y el
otro de vacaciones. Katya debía encargarse de las ventas hasta que la otra chica
regresara.
—¡Hola, bienvenido a Fondants! —saludó alegremente, aunque podía escuchar lo
rasposa que sonaba su voz. Ya fuera por la resaca o porque Liam la hizo gritar su
nombre, no estaba segura. Volvió a respirar profundamente y abanicó su rostro,
girándose para mirar la tienda.

El lugar se veía vacío a primera vista, pero entonces lo vio. Un hombre estaba de pie
en una esquina dándole la espalda, frente a una exhibición de cupcakes, hablando en
su teléfono. La campana sobre la puerta volvió a sonar y Katya se dio la vuelta para
sonreírle al cliente que acababa de entrar, pero nuevamente la ignoraron. Era una
mujer joven vestida en un traje con falda, y ni siquiera miró a Katya, simplemente
caminó hasta el hombre en la esquina. Se quedó de pie junto a él, se acercó para
decirle algo, luego se alejó y comenzó a jugar con una Tablet.

Preguntándose si realmente la necesitaban, Katya se entretuvo revisando los estantes


de la vitrina. Por lo general ella no se ocupaba de las donas, pasteles y croissant, pero
tenía que verse ocupada. Si no lo hacía, su mente se entretendría en sus actividades de
la noche anterior, y se ruborizaría por el resto del día.

Bastante malo es que me cueste caminar normal, no necesito también tener el rostro
rojo.

Estaba sacando uno de los estantes de la vitrina, determinada a cambiar los croissants,
cuando la extraña pareja finalmente se dio la vuelta y fue hasta el mostrador.

—Pastel del ángel.

Katya casi dejó caer toda la estantería. No era como si realmente fuera su apodo, pero
aun así. Nunca podría ser capaz de oír esas palabras de nuevo y no recordar a Liam
susurrándolas mientras la tocaba.

—Lo siento, ¿qué dijiste? —preguntó entre dientes mientras intentaba devolver el
estante a su lugar.

—Cupcakes —dijo el hombre—. ¿Haces cupcakes de pastel de ángel?

—Seguro, lo hacemos. ¿En qué está pensado? —Finalmente dejó la vitrina y se


enderezó, pasando las manos por su uniforme.

—Pensaba que me gustaría una docena.

Katy se detuvo mientras miraba fijamente un par de ojos azules. Miró a la otra mujer,
pero ella aún miraba su Tablet. Así que Katya volvió a mirar al hombre.

Dios santo, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Ocho años? ¿Nueve?


—Hablas inglés, ¿verdad?

Hmmm, no lo suficiente como para olvidar que es un total idiota.

Katya lo conocía, o al menos solía hacerlo… Él había crecido en la casa de al lado, sus
familias habían sido amigos. Era al menos seis años mayor que ella, por lo que nunca
fueron amigos. No es que lo hubieran sido incluso si compartían un cumpleaños, él
siempre había sido un idiota. Más inteligente que el resto, con más dinero, más
talentoso. Un buen nadador, habían rumores que decían que iría a las Olimpiadas,
pero él prefirió ir a la Universidad.

Nunca prestó atención a Katya y sus amigas, ni a ninguno de los otros chicos del
vecindario, incluso a los que tenían su edad. Siempre había mantenido las distancias.
Un snob. Cuando ella tenía catorce años, había tomado un trabajo de niñera cuidando
a su hermana pequeña por todo el verano. No se dio cuenta que él estaría en casa
durante todo ese tiempo. Sin importar lo mal educado que fuera con ella, lo egoísta o
desconsiderado, no pudo evitar enamorarse de él. Era demasiado guapo, y el
dormitorio de ella tenía vistas a su piscina. Verlo nadar todos los días no había sido
una tortura, para nada.

Se preguntó si aún nadaba.

—Si —finalmente respondió—. Lo siento, normalmente no atiendo aquí fuera.

—Es una lástima. Esperaba hablar con el encargado o al menos alguien profesional —
suspiró él. Katya se sintió sonrojarse.

—Soy la chef encargada aquí, señor. Lo que necesite, estoy segura, soy la persona
indicada para ayudarlo —le informó.

—¿Así que puedes hacerme los cupcakes? —preguntó él.

—Depende.

—¿De qué?

—Para cuando los necesite. Tengo una lista de espera —dijo ella.

—¿Tienes una lista de espera?

—Si. Si quiere que los prepare, puedo tenerlos listos en tres meses. Pero si quiere que
alguno de los otros chefs los prepare estoy seguro que los pueden tener listos en un
par de días —dijo ella. Normalmente ella nunca hablaría de sus compañeros de
trabajo de esa forma, pero él la hacía enojar.
—Una lista de espera. —Se río, frotando su mentón. Su suave mentón. Katya se
rehusaba a dejarse llevar por su aspecto y desvió la mirada. Hacia sus ojos azules.

—Lo siento, pero estoy muy ocupada hoy. Si quiere mirar mi portafolio, puedo darle la
dirección de nuestro sitio web, o puedo darle el número de otras panaderías
realmente buenas —ofreció ella, moviéndose para tomar una de las tarjetas del
mostrador.

—No, no, tres meses está bien. Tendremos una fiesta en unos cinco meses, así que si
crees que puedes hacerlo, sería excelente —dijo él.

Katya le entregó un formulario de pedido, y mientras su asistente la llenaba, él habló


sobre los detalles, que tipo de diseño quería, otros postres que le gustaría ordenar.
Todo el tiempo sus ojos vagaron por la vitrina o la Tablet de su asistente. Apenas la
miró, y por supuesto, no la reconoció. Ni siquiera le preguntó su nombre. Para el final,
Katya estaba lista para lanzar fuego por su nariz.

Viví prácticamente durante todo un verano en su casa. Le di de comer y bebidas cuando


las pedía, y ni siquiera me recuerda.

—Creo que eso sería todo. Mi asistente estará en contacto si necesitamos agregar algo
más a la orden —dijo mientras ordenaba todo.

—Tiene hasta cuatro semanas antes de la entrega para cambiar algo, después de eso,
se cobra un cargo extra. Una semana antes, no se permiten cambios. Esperamos un
depósito de su orden la próxima semana. No hay devolución por cancelaciones —dijo
ella, entregándole una tarjeta a la silenciosa asistente.

—Me parece bien. Estaremos en contacto para el depósito.

Y con eso, salió de la panadería. Sin decir adiós, ni unas gracias, nada. Su asistente lo
siguió, aun escribiendo en su Tablet. La puerta se cerró de golpe detrás de ellos,
haciendo sonar la campana.

—Idiota —murmuró Katya, dejando sus codos sobre el mostrador, masajeando su


frente con sus dedos. La campana sobre la puerta volvió a sonar y antes de que
pudiera enderezarse, escuchó unas rápidas pisadas moviéndose por el piso.

—Hola —comenzó Katya. —Bienvenido a…

Su voz se apagó mientras veía a la asistente elegantemente vestida apresurarse hasta


donde estaba ella. La otra mujer era pequeña, incluso en tacones, y tuvo que estirarse
para colocar su brazo sobre el mostrador. Tenía una tarjeta entre sus dedos y Katya la
tomó.
—El señor Stone dice que se encuentre con él a las siete de la tarde —dijo con una voz
afilada.

Katya miró la tarjeta. Era simple, blanca, y tenía el nombre de un restaurant por
detrás.

—Lo siento… ¿qué? —Katya estaba confundida y dio vuelta la tarjeta, mirando el
impresionante nombre y aún más, el impresionante título.

—A las siete. En punto, al señor Stone no le gusta esperar —dijo la asistente,


moviéndose hacia la puerta.

—¿Qué sucede? —demandó Katya—, ¿es por la orden? No me reúno con clientes fuera
del horario de trabajo.

—No, señorita Tocci —respondió la asistente, tomando a Katya por sorpresa. Nunca
dijo su apellido—. Esto no tiene que ver con la orden. A las siete, en punto. Por favor
no llegue tarde.

Katya miró la puerta mucho tiempo después de que la asistente desapareció. Mucho
después de que el automóvil negro desapareció por la curva. Srta. Tocci. La asistente
había sabido su nombre. Lo sabía porque alguien le había dicho cuál era, alguien que
conocía a Katya. Alguien que la recordaba, después de todo. Finalmente negó con la
cabeza y bajó la mirada hacia la tarjeta. Las palabras Agencia Stone estaban en letras
grandes en la parte superior. Una dirección en la parte inferior. Entre ambos, había un
nombre seguidas de las palabras “DIRECTOR”. Un nombre que no había escuchado en
casi una década.

Wulfric Stone.
Capítulo 6
Traducido por VckyFer, Flochi, Magnie

Corregido por Jessica8591

Katya dejó su trabajo para ir a casa y pensar alguna mierda. Ella no quería más que
sentarse en el fondo de la ducha y descomprimirse, quizás tomar una siesta, pero se
llevó una sorpresa cuando entró por la puerta. Tori estaba sentada en su mesa de la
cocina.

―¿Qué estás haciendo en casa? ―preguntó Katya. Su compañera de habitación se


encogió de hombros mientras ella miraba una revista.

―Tomé el día libre. Tenía que prepararme mentalmente para nuestra noche de chicas
de hoy ―bromeó ella.

―No te prepares tanto ―gimió Katya mientras ella se dejaba caer en el asiento. Ella se
quejó con el contacto de la madera, luego inmediatamente se sonrojó.

―¿Por qué no? Tienes que escupirlo. ¡Mírate! ¡Te ves como una langosta!

―Lo sé, pero… creo que tengo una cita esta noche ―dijo Katya.

―¡Wow! ¡El señor del club de sexo realmente debió dártelo! ―se rio Tori.

―Ummm… no es el Señor del club de sexo.

―¡Santa Mierda! No me digas que eres una adicta al sexo ahora.

―No lo soy.

―¿Otro hombre del sitio de citas Eros?

―No.

―¿Entonces quién?

Katya tomó una larga respiración.

―Un tipo de casa. No es realmente una cita, no lo creo. Él llegó a la panadería, y pensé
que era un idiota que no me reconocía, pero luego la mocosa asistente regresó, y ella
me dijo que a las siete en punto, y… comenzó a explicar, tomando todo rápidamente.
Tori finalmente levantó su mano.
―Espera, espera, espera. Déjame traer el vino, entonces comenzaremos desde el
inicio.

Katya no bebió nada, pero ella sí le contó a Tori sobre el club de sexo. Acerca de tener
sexo con Liam, aunque ella dejó afuera los detalles explícitos. Le habló rápidamente de
su mañana y de estar en el trabajo, y luego todo sobre su reunión con el magnífico y
poderosos Wulfric Stone. Ella le dio un poco de la historia previa sobre su relación con
Wulf, es decir, siendo una estúpida adolescente con un enamoramiento en el chico
idiota de al lado, y él siendo un chico idiota que nunca le dio ni la hora del día.

―Así que verás ―suspiró Katya, mirando el reloj―. Su asistente me dijo que lo
encontrara en el restaurante de los suburbios, a las siete. Miré, y es súper elegante y
exclusivo, me sorprendería si conseguimos una mesa.

―Bueno, si él es tan rico como todas estas páginas web lo dicen, entonces
probablemente no sea un problema ―murmuró Tori. Ella había sacado su laptop y ya
había googleado el nombre de Wulf.

La Agencia Stone era dueña de grandes pedazos de San Francisco. Él también tenía
otras compañías y otros negocios, siendo dueños de propiedades en Los Ángeles y
Beverly Hills, Malibú y el Condado de Orange y casi todo pueblo rico en California que
se te viniera en mente. Además de eso, había artículos de posibles inversiones y
compañías aledañas. Wulfric Stone era un hombre muy, muy rico.

―¿Por qué quiere cenar? ―preguntó Katya.

―Quizás pudo oler la vibra de gatita de sexo ―sugirió Tori.

―Solo he sido una gatita del sexo por seis horas desde anoche ―dijo Katya.

―Y, hombres como estos, ellos siempre pueden olerlo.

―Deja de decir olor, es asqueroso.

―¿A quién le importa Kat? Te reuniras con un hombre que solía gustarte, y ya no eres
la chiquilla de al lado. Eres una exitosa, joven mujer sexy que está llegando a su punto
sexual, aparentemente. Ve a cenar, ve que es lo que quiere, y si él es la mitad de lindo
contigo, sácale el cerebro ―dijo Tori. Katya comenzó a reírse, pero luego se
desvaneció.

―¿Qué hay de Liam? ―preguntó ella.

―¿Qué hay de él?


―¿No lo sé…estamos saliendo? ¿Lo de anoche fue una cita? Me refiero, no puedo tener
sexo con él anoche, luego ir a una cita con otro hombre esta noche… ¿No es así?

―Nena, puedes hacer lo que sea que quieras. Siempre me pregunto por qué tienes
tantas reglas para ti misma. ¿Te pidió Liam que salieran de nuevo? ―preguntó Tori.

―Bueno… no ―Katya fue honesta.

―Está bien. ¿Consiguió tu número?

―No.

―¿Tuvo él sexo con otras mujeres en el club?

―Tuve la impresión de que si lo tuvo, sí.

―Entonces no hay daño, no hay falta. No eres su novia. Sal con este tipo Wulf esta
noche, quién sabe, quizás de todo lo que quiera hablar es de pastel. Quizás quiere
comerte como si estuvieras hecha de pastel.

―Realmente me voy a enfermar si sigues hablando así.

―De cualquier forma, no estás amarrada o comprometida o algo, ¿Así que por qué no
divertirte?

Salir y encontrarse con Wulfric Stone no sonaba exactamente como la idea de Katya de
“diversión”, pero ella se encontró a si misma preparándose de cualquier forma. Su
resaca aún permanecía en la parte trasera de su cerebro, pero había tomado tres
Tylenol extra fuertes y algo de cerveza como sugerencia de Tori, luego sacó un
atuendo decente de su armario. Una falda lo suficiente corta para mostrar sus piernas,
las cuales ella pensaba que eran muy bonitas, pero lo suficientemente sofisticadas
para ser apropiadas para una cena de negocios. Otra blusa fluida cubriendo sus brazos
para equilibrar la cantidad de piel que mostraba en sus piernas.

Luego ella se metió en su segunda ducha del día y se lavó cada parte de su piel. Se
depiló todas las partes adecuadas de su cuerpo, porque obviamente, una tenía que
estar completamente limpia para una “cena de negocios”. Después de que se aplicó
loción, dándole su piel oliva algo de brillo, finalmente colocó su cabello en un moño
redondo y suelto, luego trabajó en su maquillaje. Ella prefería en su mayoría un look
natural, lápiz labial suave en sus labios, largas pestañas delicadas, rubor en sus
mejillas y en sus párpados. Un rostro fresco, así es como ella lo llamaba. Pero cuando
terminó, se preguntó si se veía un poco… joven.
―¿Qué piensas? ―preguntó ella mientras su compañera de habitación entraba a su
habitación. La otra chica, vio el espejo por completo también.

―Linda. Eres tan adorable con esos hermosos ojos ―bromeó Tori, soplando besos a su
reflejo.

―Pero no quiero ser adorable. Quiero ser sexy ―dijo Katya.

―Es sexy, solo que en una forma diferente. Te ves, es como…un poco…cuando te ves
tan linda e inocente como tú, hace que los hombres quieran ensuciarte. Corromperte
―dijo Tori.

Hmmm, ciertamente funcionó anoche.

Así que a las siete en punto, ella se encontró en la entrada del restaurante Mirage,
mirando alrededor para encontrarse con el misterioso señor Stone. Se paseó de una
pared a otra, golpeó su Jimmy Choo contra el suelo de mármol, luego caminó de nuevo.
Miró su teléfono, como si mágicamente Liam hubiera conseguido su número de
teléfono y le hubiera mandado un mensaje. No lo había hecho, y la pantalla estaba en
blanco. Así que ella se paseó un poco más.

Cuando pasaron cinco minutos, ella comenzó a preguntarse si todo fue una broma. La
asistente dejó muy claro el estar a tiempo, ¿Así que dónde estaba el Señor Puntual?
Cuando habían pasado diez minutos, Katya tuvo suficiente y comenzó a dirigirse hacia
la salida. Justo allí, el maitre levantó su mirada de su podio.

―¿Disculpe, busca a alguien? ―preguntó él en una voz educada. Ella le sonrió.

―Sí, al Señor Stone, pero él se atrasó ―dijo ella.

―¡Oh, él ya se sentó! Mis disculpas. Por favor, por aquí.

Katya estuvo una vez más sorprendida. Ese Wulf ya se encontraba allí, y se había
sentado, sin importarle buscarla. O claramente sin decirles a los empleados de servicio
que esperaba a alguien más. Si no estaba segura antes, lo estaba ahora de que no era
una cita.

―Señor Stone, tiene una invitada ―dijo el maitre e hizo un gran espectáculo de jalarle
a ella una silla, dejando su servilleta a través de su regazo.

Wulfric Stone se quedó sentado todo el tiempo, casi sin levantar la mirada de su menú
para verla. Él asintió al otro hombre, luego regresó a la comida. Katya lo miró por un
minuto, insegura de lo que ella debería de hacer.
―¿Tienes hambre? La langosta aquí es fantástica ―dijo. Había hablado a ella en la
panadería, pero había estado tan desconcertada, que no había prestado atención. Su
voz era suave, y más profunda de lo que recordaba.

―¿Lo siento, cenaremos? ―preguntó ella. Él finalmente la miró.

―Así que tienes problemas en hablar inglés y no entiendes el funcionamiento básico


de un restaurante. Verás, Katya, en un restaurante, ellos tienden a especializarse en
producir comida, particularmente en las horas aceptadas socialmente para el
almuerzo y la cena, y posiblemente el desayuno, dependiendo del establecimiento.

Su sangre fue de inmediato de tranquila a hervir por completo y ella se levantó, su silla
resbalándose detrás de ella. No le debía nada a este hombre, ni siquiera lo conocía, y
no le importaba ni dos mierdas sobre su orden con la panadería. Ella tomó su cartera y
salió pasándolo cuando él le tomó del brazo.

―No me toques ―siseó ella, pero su mano no se movió.

―Estaba hablando en serio, la langosta no es algo que debería perderse. Siéntate


―dijo, finalmente bajando su menú.

―¿Estás bromeando? Preferiría comerme mi propio cabello que cenar contigo ―dijo
ella.

―Bueno, también puedes hacer eso en esta mesa. Siéntate.

Ella se sentó, sorprendiéndose a sí misma. Él le sonrió, una boca cerrada, los labios
endurecidos, luego retiró su servilleta de donde había caído al lado de la mesa. Ella la
tomó y la estiró en su regazo.

―¿Qué quieres?

―Estaba sorprendido de verte en la pastelería. No estaba al tanto de que vivieras en


San Francisco ―dije.

―He estado aquí por mucho tiempo.

―¿Eres panadera?

―Bueno, verás, Wulf. Cuando alguien hace cupcakes por pedidos, pasteles, galletas y
otros postres, dependiendo del establecimiento, esa persona generalmente se
considera un panadero ―ella se burló de él. Esperaba que él se enojara, pero en
verdad sonrió.

―Respondona. ¿Cómo está tu madre? ―preguntó él, sorbiendo de su vino.


Ellos discutieron sobre sus familias por un tiempo. Sus madres aún eran cercanas, y
Katya era solo dos años mayor que una de sus hermanas, aunque no habló mucho con
la otra chica desde la graduación.

Después de que ellos ordenaron, Katya se encontró sintiéndose más cómoda. Más
confiada. ¿Por qué estaba tan intimidada por él? ¿Por qué era rico? ¿Por qué ella tenía
un enamoramiento por él, hace como millones de años? Rehusándose a sonrojarse,
ella recordó la mujer que fue la noche anterior; recordando la clase de pasión
desenfrenada que experimentó. Ella fue follada de siete formas diferentes hasta el
Domingo, en plena vista de múltiples personas, Wulf no era nada en comparación a
esa clase de intimidación.

Sólo otro hombre. No te dio miedo Liam, no le tengas miedo a este idiota. Tuviste sexo
anal anoche, por Dios. Él ni siquiera sabría cómo manejarte.

Aunque mientras comían, ella lo atrapó observándola algunas veces. Mirándola de una
forma en la que ella sintió que él sabría exactamente cómo manejarla. Para el
momento en el que el menú de los postres llegó, ella se sentía tan caliente, tensa y
excitada, que ella sentía que estaba por correr en círculos alrededor de la habitación.

―La comida estuvo adorable ―dijo ella mientras esperaba que llenaran su vino―. E
incluso admito, fue divertido ponerme al día con alguien del viejo vecindario, pero
tengo que ser honesta Wulf… ¿Por qué salimos a cenar?

―Para una chica inteligente, veo que no entiendes las cosas muy rápido ―dijo él. Su
sentido del humor era raro, eso era por seguro. Tan seco y sarcástico, ella no estaba
segura cuando él bromeaba o no. Ella decidió adivinar.

―Entonces aclárame, y habla despacio por favor ―Ella bromeó de regreso. Ella le
estaba dando otra sonrisa apretada.

―Bueno, Katya, cuando un hombre le pide a una mujer que comparta una comida
tarde por la noche, eso generalmente se considera como una cita.

―¿Estamos en una cita?

Ella lo soltó antes de que pudiera detenerse, pero ella estaba demasiado asombrada.
¿Ella? ¿En una cita? ¿Con Wulfric Stone? El mundo oficialmente se había vuelto loco.
Primero está participando en demostraciones públicas de indecencias, y luego ella
accidentalmente estaba en una cita con el mayor idiota que conocía.

Quizás estoy en un coma o algo y esta es una loca alucinación.

―¿Qué pensaste que era? ―preguntó él, ladeando su cabeza.


―No lo sé, pensé que quizás querías hablar sobre tu pedido o algo. Me refiero, actuaste
como si no me conocías, luego enviaste a tu asistente con una tarjeta, ¿Qué se supone
que pensara? ―preguntó ella de regreso.

—Realmente no me importó, supongo. Simplemente vi a la pequeña Katya Tocci


detrás de un mostrador, crecida, viviendo en la misma ciudad que yo. Pensé que sería
lindo sentarnos juntos, ver lo que estaba detrás de tu delantal —dijo. Deseó que su
sonrojo desapareciera.

—Um… eso es… halagador —consiguió responder, y finalmente consiguió una sonrisa
genuina de él.

—Lo es, ¿verdad? Vamos, tengo que levantarme temprano mañana.

La llevó fuera del restaurante, su mano en la espalda de ella, quemando un agujero a


través de su blusa. Esperó a que él se despidiera y se alejara en la noche a bordo de un
lujoso auto, dejándola que parara un taxi. Pero mantuvo su mano sobre ella a la vez
que hablaba con el valet, y un minuto después, un Mercedes convertible, elegante y
deportivo avanzó enfrente de ellos. Él se adelantó y le abrió la puerta del pasajero, y
Katya ni siquiera le preguntó, simplemente se deslizó en el asiento de cuero.

¿Cuándo se había vuelto tan dócil? Algo respecto a él, era como si pudiera chasquear
los dedos, y ella haría hasta lo imposible. Sin siquiera dedicarle un pensamiento o una
pregunta. Era extraño. Ella podía ser una mojigata miedosa en su vida diaria, pero no
era del tipo que dejara que un hombre fuerte la tomara del brazo de todos modos,
tampoco.

—Los bienes raíces son un buen negocio —comentó ella cuando él estuvo detrás del
volante y alejándolos del edificio. La miró, luego observó mientras ella deslizaba la
mano a lo largo del tablero.

—Muy bueno. Mucho mejor que hornear —contestó, y fue el turno de ella para reír.

—Estoy segura, aunque hornear está bien para mí.

—Lo apuesto. Tres meses de lista de espera; ¿eso fue una broma? Parecías enojada.

—Lo estaba, pero no fue broma. Estoy “en demanda” como se dice. —Se rió, haciendo
comillas en el aire.

—Qué bien. Dirección, por favor.


Ella se la dijo, luego se entretuvieron en una conversación sobre la escuela. Habían
tomado caminos diferentes, con él asistiendo a una escuela de la prestigiosa ivy league
en la costa este, y ella asistiendo a una escuela culinaria en California.

Ella se movió en su asiento para de alguna manera mirarlo a la cara, sus rodillas y
cabeza mirando en su dirección mientras hablaba animadamente sobre una clase de
cocina que había ido muy mal. No lo había notado, pero de alguna manera mientras le
contaba sobre el horno prendiéndose fuego, la mano de él se dirigió a su muslo.
Estuvo orgullosa de sí misma por ser capaz de seguir hablando sin una pizca de
sorpresa, pero cuando él comenzó a frotar hacia atrás y adelante, sumergiéndose
entre sus piernas, ella se trabó con un par de palabras.

Estacionó ilegalmente enfrente del edificio y la acompañó al vestíbulo. Él estuvo en el


teléfono la mayor parte del tiempo, y solo cuando ella se metió en el ascensor él dejó
de hablar el tiempo suficiente para prestarle atención de nuevo.

—Gracias por ser una buena chica y encontrarte conmigo —dijo él. Ella le sonrió, sin
dejar traslucir que estaba minúsculamente decepcionada. No estaba del todo segura
de que le agradara, pero hubiera sido agradable que él le pidiera su número, u otra
cita, o cualquier cosa que mostrara que se interesaba en ella.

—No hay problema. No fue tan horrible como pensé que sería —bromeó. Hubo otra
sonrisa tensa, luego él comenzó a alzar nuevamente su teléfono a su oreja.

—Viva, Tocci.

Luego él se alejó y las puertas del ascensor se cerraban

Katya arrastró sus pies por el pasillo y pasó a través de la puerta principal. Tori gritó
desde el baño, y temió decirle lo extraña que la cita había sido.

—¿¡Viste su pene!? —gritó la otra chica. Katya puso sus ojos en blanco y se quitó los
tacones.

—Jesús, no soy una puta, ¡ya lo sabes! —le gritó de regreso, lanzando su bolso en el
suelo.

—¡Sí, lo eres!

Katya iba a responder, pero fue interrumpida por un fuerte golpe en la puerta. Gruñó
de nuevo y se dio la vuelta, preguntándose quién podría ser a esa hora. Eran casi las
diez de la noche. Ella miró a través de la mirilla y la sorprendió ver una corbata de
aspecto bastante familiar. Se precipitó a retirar el cerrojo y abrió la puerta.
—Hola —susurró, mirando a Wulf. Sin sus tacones y parada tan cerca de él, de pronto
se dio cuenta que él era mucho más alto de lo que había pensado. Él la miró fijamente
debajo de la longitud de su nariz.

—Lo siento, ¿dijiste que no eras una puta? —preguntó. Ella se estremeció.

—No. O sea, no lo soy. Mi compañera de cuarto, ella dijo… estábamos solo… quiero
decir… —balbuceó Katya, no muy segura de cómo salir del agujero que se cavó sola.

Resulta que no lo necesitaba. Mientras le daba vueltas, ondeando las manos y


buscando las palabras, Wulf se inclinó y la besó, sosteniéndole suavemente la barbilla
entre el pulgar y el índice.

Fue simple, solamente sus labios presionándose contra los de ella. Sin un atisbo de
lengua o nada picante realmente. Él la mantuvo en el lugar, le inclinó la cabeza en el
ángulo perfecto, sostuvo sus labios con los de él. Muy casto en comparación a lo que
experimentó la noche anterior.

Y sin embargo, su sangre se prendió fuego. Sintió las rodillas débiles y se apoyó contra
él, agarrándolo de las solapas. La volvía loca. Wulf era sexo en un traje de tres piezas,
¿por qué no la estaba atacando? ¿Estaba lista ella para eso? ¿Siquiera quería que él la
hiciera trizas?

Oh sí, definitivamente quiero.

—Hmmm —tarareó cuando finalmente se apartó—. Tal vez podamos explorar esa
cosa de “puta” en otro momento.

—Uhhh… —respondió elocuentemente ella. Él sonrió y ella sintió sus manos encima
de las suyas, suavemente apartándola de su chaqueta.

—Qué bueno verte de nuevo, Tocci.

La besó una vez más, esta vez apoyando su mano contra el costado de su cuello. Ella
sintió el calor de sus largos dedos luego de que él se alejara.

—Pssst —siseó Tori detrás de ella, luego de que Wulf hubo desaparecido en el
ascensor—. ¿Ese era el tipo?

—No, ese era el tipo del 4A de abajo —dijo Katya.

—¿En serio?

—¡No! ¡Claro que era él! ¿¡A quién más estaría besando!? —espetó Katya, finalmente
dándose la vuelta y cerrando de un portazo.
—No lo sé, ¿Liam?

Liam. Dos simples besos y Katya ya se había olvidado del hombre con el que había
dormido hace veinticuatro horas.

—No. Creo que Liam fue solo por diversión. —Suspiró.

—¿Y Wulf no lo es?

—No sé lo que demonios sea él.

—¿Al menos la pasaste bien?

—Sí… sí, creo que de verdad la pasé bien.

—Pero sin momento atractivo.

—Confía en mí, ese beso definitivamente fue el momento atractivo.

—No me pareció muy atractivo.

Pero ella no escuchaba a su compañera de cuarto. Tenía sus dedos presionados contra
sus labios, su mente daba vueltas al beso de nuevo.

Primer día, Katya había tomado una decisión apresurada de salir en una cita con un
desconocido cualquiera y tener sexo con él en un club de sexo. El sexo evolucionó a
sexo anal por primera vez, un enorme paso para ella. Fue increíble, revelador, y tal
cambio de su vida cotidiana, que no podía creerlo. Se sentía como una mujer nueva.

El segundo día, Katya salió en una especie de cita con un fantasma de su pasado. No se
dio cuenta de que estaba en una cita hasta que casi acabó, y fue una mala cita, aunque
buena también, y un largo amor de diez años fue desempolvado y él la besó, y estaba
segura que eso la hizo rodar los ojos dentro de sus cuencas. Se sintió como una mujer
increíble.

El tercer día, todo se desplomó. Oh dios, oh dios, ¿¡qué había hecho!? Se folló a un
extraño, dejó que él la follara por el culo, que seguía estando dolorido, y luego salió en
una cita con un hombre que técnicamente no conocía, al menos ya no. Un hombre que
no fue amable con ella hace diez años, y todavía no era amable con ella ahora.

Ya no se sentía nueva e increíble. Se sentía confundida y molesta. Atrapada entre


sentirse mal consigo misma e intentar olvidarse de todo.
Katya Tocci simplemente no se comportaba de esa manera. Katya Tocci horneaba
pasteles y decoraba postres. Salía en citas sensibles, nunca besaba hasta que al menos
fuese la tercera cita, y nunca teniendo sexo hasta que estuviera semi segura de que de
verdad le gustaba el tipo y tenían objetivos e ideas parecidas.

Katya Tocci no dejaba que le hicieran un anal y salía con idiotas.

Oh dios, no puedo creer que hice todo eso.

Se tomó la mañana libre para serenarse. Recobrar algo de dignidad y recordar


exactamente quién era, no esa chica de ese estúpido perfil, el que ya había dado de
baja. Tenía objetivos. Planes. Su carrera ascendí rápidamente al éxito, incluso
posiblemente fama menor. Ser dueña de su propia panadería no se encontraba lejos
en su futuro. Actuar demente y temeraria ponía todo en peligro. Sin importar lo
increíble que fue el sexo con Liam, y sin importar lo bien que besase Wulfdric, nada de
eso valía arriesgar el futuro que estaba construyéndose.

Cuando hablo así, sueno como mi madre. Voy a comenzar a llorar de nuevo.

Después de darse otra ducha frotándose la piel, Katya limpió el departamento. Tori
salió a los tropezones de su habitación cerca de las once, dándole un ataque cardíaco.
Su compañera decidió quedarse en casa luego de darse cuenta que Katya lo haría,
queriendo ofrecerle un hombro consolador. Aunque cuando Katya le explicó por qué
se iba a quedar en casa, Tori la llamó idiota, y luego pidió el número de teléfono de
Liam, ofreciéndose en broma salir con él en lugar de Katya.

Luego de ponerse unos pantalones color crema y un cárdigan suave y rosa de


cachemira, se sintió más como sí misma. Menos como la descarada del loco perfil de
citas, más como la respetable mujer joven que sus padres criaron. Se ató el cabello en
una gruesa trenza que se enrollaba en la parte posterior de su cabeza, luego remató su
apariencia con un par de aretes de perla. Cuando se dirigía a la puerta, se detuvo y se
quedó mirando su reflejo en el espejo.

¿Qué dijo él? Maestra de escuela dominical. Me veo como alguna tutora de estudio de la
biblia.

Se sacudió ese pensamiento de la cabeza, negándose a seguir mortificándose por ello.


Además, ni Liam ni Wulf se molestaron en pedirle su número. No es como si fuera a
ver a alguno de ellos pronto.

Se decidió por mantener ese pensamiento en el fondo de su mente. Ninguno de esos


hombres quería verla de nuevo, así que dejaría de preocuparse por su
comportamiento siendo cuestionable. Ellos no aparecerían para compartir sus
secretos con nadie. Perfecto. Todo estaba perfectamente bien.

Katya respiró hondo tan pronto como salió a la acerca. El clima era agradable, con una
ligera brisa en el aire para enfriar el día cálido de verano. Sonrió para sí mientras
repasaba sus planes para la tarde. Iba a terminar el día en la panadería, tenía que
acabar el diseño de un cliente para un pastel de graduación. Luego iba a pasar por una
florería y conseguir algunos ramos. Al crecer, la casa de sus padres siempre estuvo
llena de flores frescas, y cuando había limpiado esa mañana, se había dado cuenta que
extrañaba el aroma de la flora y fauna. Hmmm, y tal vez luego de la florería, se
detendría y tomaría algunos…

—Jesús, pensé que el traje marrón fue sexy, pero este definitivamente lo ha superado.
Te graduaste de maestra de escuela dominical a graduada virginal.

Katya jadeó con tanta fuerza, que comenzó a ahogarse con la goma de mascar que
había estado masticando. Dio un traspié en la pared a su lado, intentando
desesperadamente recobrar el aliento, entonces Lian comenzó a darle palmadas en la
espalda. Ella finalmente tosió la goma y lo apartó.

—¡Estoy bien! —gritó, frotándose la garganta—. ¡Dios, me causaste tremendo susto!

—Lo siento. He estado esperando una eternidad a que aparecieras —dijo él.

—¿¡Has estado acosándome!?

—Eso hace que suene extraño. Esperando suena mejor.

—Bien. Alto. Comienza desde el principio. ¿Qué sucede? —preguntó Katya, finalmente
enderezándose frente a él.

Habían pasado apenas dos días desde que lo vio, y Katya solo conoció a Liam por un
total de doce horas, pero aun así. Su imagen estaría grabada a fuego en su cerebro por
el resto de su vida. También, y sonaba cliché, chocarse con él de cierta manera se
sentía como encontrarse con un viejo amigo. Alguien cómodo y familiar.

Ummm, no hubo nada familiar en las cosas que él le hizo a tu cuerpo desnudo.

Él sonrió cuando ella comenzó a ruborizarse, y se odió a sí misma un poco.

—Nunca obtuve tu número —dijo—. Creo que todavía estaba bastante borracho
cuando te fuiste. Creí que podríamos ir a buscar algunos tacos, conozco un gran lugar
en el centro.
Katya abrió la boca, automáticamente lista para decir que sí, pero luego se congeló. No
estaba segura de por qué. Se sentía tan cómoda con Liam, un sí podría ser la única
respuesta a cualquier pregunta que él le hiciera. Él también era estúpidamente
caliente, esos ojos chocolate que vagaban sabiamente sobre su cuerpo, su sonrisa
grande, torpe que distraía del hecho de que él era un hombre muy grande, muy
construido, muy atractivo.

Pero también había tenido una larga conversación consigo misma sobre no estar con
ciertos hombres, por muy buenos que fueran, o por lo buenos que estuvieran en la
cama. O cómo sus manos habían tocado partes de su cuerpo que todavía no podía
pensar sin volverse de un rojo brillante.

CONCENTRATE.

—Liam —suspiró ella.

—Oh no. Ese tono no es bueno —dijo, pero su voz era burlona.

—Mira. Eres super... increíble. Caliente y divertido y todo eso que hace que las chicas
caigan a tus pies. Casi lo hice —le dijo—. Pero esa noche, no fui yo. Quiero decir, eras
tan guapo, y quería ser el tipo de mujer que te atrae. Yo quería ser peligrosa, sexy y
divertida, y no lo soy. No soy esa mujer. Soy una maestra de escuela, que usa beige y
cachemira y soy ... aburrida. Soy aburrida, Liam. Realmente soy muy aburrida.

Ella se apresuró al final de su discurso, y no estaba completamente segura de lo que


todo estaba saliendo de su boca. Era pura palabra vómito, directamente desde el éter
hasta la punta de su lengua, pero al menos estaba fuera. Lo dijo. Liam sabía la verdad.
Dejó escapar un profundo suspiro y lo miró fijamente.

—Eres tan ridícula. Lo sabes, ¿verdad? —Se rió. Katya parpadeó.

—¿Escuchaste algo de lo que dije? —preguntó.

—Por supuesto que lo hice. Todo era una mierda. ¿Aburrida? Señora, entraste en un
club de sexo, bebiste un tequila doble, luego me follaste los sesos. ¿Te suena aburrida?
Eres totalmente todas esas cosas: divertida, sexy, y sí, incluso un poco peligrosa.
Tienes que relajarte y dejar de pasar tanto tiempo en ese cerebro tuyo —dijo Liam,
tocando un dedo contra su sien. Ella frunció el ceño.

—Pero yo solo fingía —ella insistió.

—Ah, vale. Así que fingiste ser follada en el culo.


Olvida el rubor. Un fuego de cinco alarmas estalló en su rostro, haciendo que Liam
volviera a reír.

—¡Estamos en público! —susurró, señalando a toda la gente que los rodeaba.

—¿Y que? ¿A quién le importa una mierda? ¿Planeas matar a alguno de ellos? —
preguntó.

—¿Qué? ¡Por supuesto no! ¡No! Pero... ellos... no puedes... —empezó a balbucear.

—Entonces, ¿a quién le importa lo que piensan? Estás hablando conmigo, soy la única
cosa en la que deberías estar preocupándome ahora —dijo.

—¡No! ¡No puedes simplemente decir y hacer cosas así, Liam! Es totalmente
inapropiado —dijo.

—¿Sabes qué más es inapropiado? Tú llevando este suéter —respondió, y luego se


acercó a ella. Ella instintivamente retrocedió, moviéndose hasta que él la había
forzado contra una pared. Contuvo la respiración cuando él extendió la mano y
arrancó el botón superior de su chaqueta.

—No hay nada inapropiado en este suéter, es J. Crew —le dijo.

—Creo que es totalmente inapropiado ocultar un cuerpo tan increíble como el tuyo.
Tienes problemas serios de autoestima, pastel de ángel —suspiró, finalmente
deshaciendo el botón ofensivo. Ella apartó la mano.

—No, no quiero vestirme como una puta. Me gustan estas ropas —dijo.

—Nena, a nadie le gusta vestirse así.

—Deja de discutir conmigo.

—No estoy discutiendo, sólo estoy diciendo los hechos.

—Estás diciendo que hay una gran diferencia entre los dos.

—Cuidado, te estás volviendo loca. En peligro de convertirte en *¡jadeo!* nada


aburrida —él la provocó. Era imposible mantener una cara seria, tenía que reír.

—Dios, eres horrible. —Ella rió, dejando caer su cabeza hacia adelante hasta que su
frente golpeó su pecho.

—Lo peor. Ven a comer tacos conmigo y lo compensaré —susurró. Ella respiró hondo.
—¿Salir a cenar? —preguntó ella, luego frunció el ceño cuando lo sintió encogerse de
hombros.

—La hora del almuerzo es mejor para mí. Será genial, podemos traer algo de casa y
comerlos en mi techo —le dijo.

Hmmm. Realmente no suena como una cita. Sonaba como dos amigos reuniéndose
para comer tacos y pasar el rato. Katya pensó que podría manejar salir con un amigo.
No era como si tuviera que terminar la noche con sexo loco. Tal vez nueva Katya y la
vieja Katya pudieran unirse.

—Bueno. Bueno, creo que puedo hacer tacos. Pero hoy no, tengo que ir a trabajar.
¿Mañana? —preguntó, finalmente levantando la cabeza.

—Suena bien. Iré por tu trabajo, al mediodía. ¡Oh! Y tu número de teléfono, por favor.
Tan divertido como estar fuera de este edificio es, enviar mensajes de texto sería más
fácil —dijo, sacando su teléfono. Ella dudó un momento, luego le dio su número.

—Lamento ser tan difícil —dijo mientras se alejaba en su pantalla. Frunció el ceño y
apartó su teléfono.

—¿Qué pasa con eso? Siempre te disculpas por algo, o piensa que no es lo
suficientemente genial, o lo suficientemente buena. ¿Quién te hizo sentir así? —
preguntó. Ella lo miró por un segundo.

—Nadie, yo solo... soy realista. Objetiva sobre mí misma. No vamos a entrar en esto
ahora, tengo que ir a trabajar y tú...

Ella jadeó cuando se presionó contra su frente. Mientras sus labios todavía estaban
entreabiertos, se inclinó, besándola con fuerza. Su cabeza golpeó la pared detrás de
ella, haciendo que su trenza presionara dolorosamente contra su cráneo, pero no le
importaba. Ni siquiera podía pensar bien. Ya había olvidado cómo se sentía besarlo,
como juntar los labios con un tren de carga descarriado.

—Y necesito recordarle que eres esa chica que entró en mi club y sacudió mi mundo.
Esa eras tú desnuda en esa cabina. Gritando mi nombre en mi cama. Parece que solo
recuerdas lo malo, y nunca lo bueno de ti —gruñó mientras sus dedos hacían el
trabajo rápido de abrir su chaqueta. Llevaba una camisola blanca debajo, y él la quitó
de sus pantalones. Hubo una ligera vacilación, como si le estuviera dando una fracción
de segundo para decirle que se detuviera, entonces sus manos se encontraban debajo
de su camisa, sus dedos recorrieron su espalda.

—Confía en mí, nunca olvidaré esas cosas —gimió, agarrándose a su chaqueta para
mantenerse erguida.
—Bien —dijo él, y luego la besó de nuevo. Parecía que iba a inhalar su lengua y cuando
empezó a sentirse mareada, finalmente se alejó—. Ahora recuerda algunas otras
cosas: tacos. Mediodía. Eres una bestia sexy.

Katya se echó a reír y él le devolvió la sonrisa, alejándose. Se ajustó la camisa, pero no


se molestó en abrocharse el suéter otra vez.

—Voy a tratar de tenerlo todo en mente —dijo, pasando las manos sobre el pelo,
tratando de determinar si todavía se encontraba en buenas condiciones.

—Y esta vez, definitivamente cambiate —dijo. Katya fue a discutir, pero luego se
inclinó, la besó en la nariz y se alejó abruptamente, silbando una melodía para sí
mismo.

Katya fue a trabajar aturdida, no totalmente segura de cómo llegó allí. Casi no servía
de nada a nadie, luchando por siquiera atarse el delantal. ¿Saldría a una cita con Liam
mañana? ¿Había ido a una cita con Wulf la noche anterior? ¿Estaba bien? Mierda,
¿había accidentalmente empezado a salir con dos hombres? Pero, ¿no decidió que no
volvería a ver a Wulf? Por supuesto, ella también tomó la misma decisión acerca de
Liam, pero él cambió su opinión súper rápido. Tenía la sensación de que si Wulf era
incluso la mitad de insistente, la doblegaría al instante.

Se preparó para sus clientes. Katya se negó a dejar que estos estúpidos chicos tuvieran
algún efecto en su vida real. Su libido, claro, pero su carrera era otra cosa. Ya no
negaría que los dos hombres la atraían, pero no dejaría que arruinaran lo que había
construido para ella.

Después de que el diseño para el pastel fue finalizado y su cliente eligió qué sabores
que ella quería, Katya se quedó sola de nuevo. Hizo un inventario rápido de todo lo
que necesitaba para preparar la panadería para el fin de semana, hizo un pedido para
los suministros, luego fue finalmente capaz de quitarse el delantal de nuevo. Estaba
casi fuera de la puerta cuando el teléfono empezó a sonar. Antes de que pudiera llegar
a la acera, su compañera de trabajo gritaba su nombre.

—Algún cliente —dijo la otra chica, sosteniendo el teléfono—. Dijo que era
importante.

—Es Katya Tocci —dijo en su voz profesional.

—Espero que sí, eso es lo que pedí.

Una vez más, Katya sentía que iba a caer. Wulf. Ni siquiera había pasado veinticuatro
horas desde que lo vio, ¿de verdad ya la estaba llamando? ¿Él no iba a hacer la cosa
estándar de esperar tres días antes de contactarla? Fue impactante. Ya se había
convencido a medias de que no volvería a verlo.

—Wulfric. Hola. ¿Qué puedo hacer por ti? —Finalmente logró decir.

—Hmmm, esa es la pregunta del millón de dólares.

En serio, si Katya seguía ruborizándose tanto, se iba a encender permanentemente en


rojo.

—¿Se trata de tu orden? —Adivinó, y él se rió entre dientes. En realidad, hizo un


sonido de felicidad y risa, otro impacto. Era profunda, resonó a través del teléfono y se
dirigió directamente al centro de placer de su cerebro.

—No. Este sábado, a las seis, nos vemos en Flannery —le instruyó. Su cabeza comenzó
a girar.

—¿Me estás pidiendo otra cita? —preguntó.

—Te estoy diciendo que salga conmigo el sábado —le corrigió.

—¿Por qué?

—Porque tienes piernas increíbles. Seis en punto.

La comunicación telefónica murió. El tono desconectado zumbó en su oído, pero Katya


se quedó allí. ¿Qué demonios pasaba? ¿El universo le jugaba una broma? Ella se
despertó esa mañana decidida a deshacerse de ambos hombres, pero al final del día,
de alguna manera logró tener citas con los dos.

Follas a un extraño una vez, y de repente tienes más hombres en tus manos de los que
sabes qué hacer con ellos. Bien, Katya. Realmente agradable. Soy una idiota.

En el camino a casa, Katya se detuvo y cogió sus flores, e incluso una pizza. Los dejó en
la mesa de la cocina, luego se encerró en el baño antes de que Tori pudiera hablar
demasiado. Un baño caliente y algún tiempo a solas con sus pensamientos, eso es lo
que Katya necesitaba.

Pero en lugar de pensar en lo que sucedía en su vida personal, su cerebro tomó una
ruta diferente. Se deslizó bajo las burbujas y mientras cerraba los ojos, los recuerdos
de su noche con Liam comenzaron a flotar detrás de sus párpados. Su beso con Wulf
apareció, y su cerebro se volvió loco desde allí. ¿La tocaría de la misma manera que
Liam? ¿Sería tan audaz? ¿Tal vez incluso más audaz? Ella pasó sus manos sobre sus
muslos y jadeó en el húmedo aire.
Buen señor, además de ser una idiota, ahora también soy una adicta al sexo.
Capítulo 7
Traducido por M.Arte, camii.beelen, Paaau, Brisamar58, VckyFe, ZoeAngelikal

Corregido por Jessica8591

—Tengo que decirte algo.

Liam la miró por encima del enorme taco que trataba de meter en su boca.

—Mo morf —murmuró alrededor de la comida. Katya le frunció el ceño.

—Eres tan asqueroso.

—No lo que dijiste la otra noche —bromeó, y luego eructó. Ella trató de no vomitar.

Liam era descaradamente masculino. Su apartamento era un desastre, sus platos


necesitaban desesperadamente lavarse y su ropa parecía que tratar de escapar.
Probablemente podría hacerse un corte de cabello, aunque a ella le gustaba su
apariencia salvaje y poblada, y siempre parecía tener un día o dos de barba. Era
grosero y maldecía todo el tiempo y era franco al extremo.

Le encantaba.

Era tan diferente de cualquier otro hombre con el que se había permitido relacionarse,
en realidad le recordaba un poco a su compañera de cuarto, Tori. Un buen amigo con
quien se sentía cómoda al instante, a pesar de que solo se habían conocido hace dos
días, y él ya la había visto en toda su gloria.

Después de ordenar suficientes tacos para estrangular a una mula, Liam la había
subido a ella y a sus alimentos al "Metro" de San Francisco, el BART, y regresaron a
casa juntos. Solo se detuvieron en el apartamento de Liam el tiempo suficiente para
que ella se horroriza por el estado del mismo y para conseguir algunas cervezas, luego
la guió hasta el techo. Al parecer, las Twin Estates no eran totalmente gemelas, no se
les permitía el acceso a la azotea de su edificio. Pensó que era un poco injusto, ya que
ambos edificios eran administrados por la misma empresa. Liam sugirió escribir una
carta de queja y luego le dijo que incluyera una foto de sus tetas.

—¿Te vas a comer el resto de eso? —preguntó después de tragarse lo último de su


taco. Katya lo fulminó con la mirada y alejó de golpe la bolsa de comida.

—Sí, aspira el vacío.


—Muy bien, quisquillosa. ¿Qué necesitabas decirme?

Katya respiró hondo y deslizó sus palmas por la parte delantera de sus pantalones.

—¿Esto es una cita? —preguntó.

—¿Quieres ser que lo sea? —preguntó en respuesta. Ella puso los ojos en blanco.

—No te hagas el listo. Estoy haciendo una pregunta seria. Creo que no estoy muy
segura de lo que está sucediendo en este momento, así que me pone nerviosa, como si
fuera a romper las reglas accidentalmente o algo así —intentó explicar. Él se rió.

—No hay reglas, así que nada se está rompiendo. Pasé un gran rato contigo la otra
noche, y eres un poco graciosa cuando pones tu mente en ello. Pensé que los tacos
serían una buena idea para que vuelvas a dormir conmigo —dijo. Ella le lanzó su
servilleta usada en el rostro.

—Lo que sea. Entonces... creo que debes saber algo —empezó otra vez.

—¿Qué? Oh Dios, si dices que estás embarazada, voy a tener que pedirte que te vayas
—dijo. Ella le lanzó la bolsa entera de comida en ese momento.

—No estoy embarazada, idiota. Estoy saliendo con alguien más —espetó. No quería
simplemente soltarlo, pero Liam tenía una manera de hacerla olvidar.

No estaba segura de lo que esperaba. Tal vez que se pusiera celoso, o un poco molesto.
O que le dijera que no quería que viera a otras personas. No sabía cómo funcionaba
esto. ¿Estaban saliendo? ¿Eran amigos? La situación la volvía loca, necesitaba
encontrar su equilibrio si quería continuar con cualquiera de ellos.

—Pobrecito —suspiró Liam, sacando uno de sus tacos de la bolsa.

—¿Por qué? —preguntó, totalmente confundida.

—Estás saliendo con ese chico, pero me diste tu virginidad anal. No debe gustarte
demasiado —dijo. Ella casi se ahogó con el aire.

—En serio tienes que dejar de sacar eso a colación.

—¿Por qué? Fue increíble. Estoy pensando en escribir una canción sobre eso.

—Detente.

—En serio. Podría tener una noche de micrófono abierto en el club.

—Me voy a ir.


—Tal vez también podría hacer algunas pinturas abstractas. Colgarlas alrededor,
animarlo.

Katya se levantó bruscamente y pasó junto a él hacia la puerta. Apenas dio dos pasos
cuando sintió su mano en su cadera. La agarró y la derribó. Cayó en su regazo y antes
de que pudiera recuperar la compostura, sintió sus dedos en su cintura. Se echó a reír
e inmediatamente comenzó a retorcerse, intentando escapar. Pero él era mucho más
grande que ella, era capaz de mantenerla quieta con facilidad y hacerle cosquillas con
su propio corazón.

—¡Detente! —chillaba mientras reía—. ¡Basta! Oh Dios mío, me voy a orinar. Voy a
orinar sobre ti, detenteeeee.

Finalmente accedió, pero no la dejó ir. Ella se relajó sin dejar de reír mientras trataba
de recobrar el aliento. Cuando lo miró, lo encontró sonriéndole. Cuando su respiración
volvió a la normalidad, él extendió la mano para quitar el cabello de su frente.

—Ves, ahí está —dijo suavemente.

—¿Qué?

—Eres hermosa cuando tratas de deslumbrarme o pretendes ser perfecta, pero


diablos, Katya, eres impresionante cuando te dejas llevar y eres tú misma —le dijo.

No estaba segura de qué hacer con esa información. Extrañamente, se sentía un poco
con ganas de llorar. Nunca nadie la hizo sentirse mal consigo misma, pero nunca nadie
le había hablado así alguna vez; él la hacía sentirse hermosa.

Antes de que pudiera hacer algo ridículo, como en realidad llorar, él de repente la
levantó de un tirón. Ella estaba de pie antes de que supiera lo que pasaba y la golpeó
en el culo con tanta fuerza que le ardió. Gritó y se apartó de él.

—¿Así que este Casanova es tu novio? —preguntó Liam , y cuando ella se dio la vuelta,
volvió a su viejo mentecato egoísmo, tratando de comer dos tacos a la vez.

—No —dijo ella, volviendo a su asiento—. Ni siquiera sé si realmente estamos


saliendo.

—¿Qué quieres decir?

—Fuimos a una cita el miércoles, y vamos a salir otra vez el sábado.

—Ah, así que recién empezaste a verlo —dijo Liam, lamiendo la grasa de la punta de
sus dedos.
—Sí.

—Debe ser un buen tipo si le estás dando la hora.

—En realidad, es un gilipollas. No puedo entender por qué sigo aceptando reunirme
con él —dijo ella, ganando una risa sofocada.

—Siempre son los gilipollas los que consiguen a la chica, pastel de ángel. ¿Ya dormiste
con él?

—¿Qué? ¡No! Acabo de dormir contigo, ¡no voy a salir y dormir con otro tipo!

—¿Por qué no? —sonaba confuso mientras acababa el último taco.

—¡Porque! Eso sería... Quiero decir... No puedo empezar a tener sexo con todos los
tipos que conozco —dijo, una pesada exasperación en su voz.

—¿Por qué no?

Ella buscó alrededor por alguna cosa para lanzarle.

—Deja de ser un idiota.

—Está bien, está bien. —Él se rió, frotando una servilleta entre sus manos—. Sí,
dormir con todos los chicos a los que te topas puede ser una mala idea, pero ¿dónde
hay una ley que dice que no puedes tener sexo con este tipo, sólo porque acabamos de
tener sexo? Honestamente, ¿a quién le importa? Quiero decir, no te estoy diciendo que
no lo hagas. Dudo que te diga que no. Así que realmente, eres la única con el problema.
¿Qué si quieres tener sexo con él? ¿Vas a decir que no, sólo porque tuviste un sexo
devastadoramente increíble conmigo el otro día?

Ella se rio entre dientes y apartó la mirada, dejando que vagara por el horizonte. Él
tenía toda la razón. La única diciendo que no podía dormir con ambos era ella misma.
Bueno, y la sociedad. Y sus padres. Pero en última instancia, ¿realmente le importaban
esas cosas? Ella pensó que sí, pero desde la otra noche...

—Últimamente, no tengo un buen historial diciendo que no. —Ella suspiró, apoyando
su barbilla en sus manos.

—Oye, a veces decir que sí es bueno. Sí te da todo tipo de cosas. Tacos, boletos de cine,
mamadas, galletas, todo tipo de experiencias especiales. Sólo tienes que abrirte a
nuevas experiencias —le dijo.

—Esa es una forma de decirlo.


—Y no te preocupes por mí —dijo él, empujando su basura en la ahora vacía bolsa de
papel—. Sólo nos estamos divirtiendo. Quiero decir, nuestra amistad no depende de
que tengamos sexo, pero fui totalmente serio acerca de follarte. En cualquier
momento que quieras tener sexo, llámame. Lo digo, literalmente, en cualquier
momento.

—Voy a tener eso en mente. —Ella se rio.

—Pero este tipo... debes contarle sobre mí —dijo Liam, su serio rostro hizo otra
aparición. Katya asintió.

—Lo voy a hacer. Ya lo había planeado —dijo ella.

—Buena niña. ¿Y qué si el Chico Nuevo tiene un problema contigo follando a un


caliente, exitoso, rico, dueño de un club nocturno? —preguntó. Ella resopló.

—De acuerdo, en primer lugar, eres tan nuevo como él. En segundo lugar, caliente,
exitoso, y rico es seriamente ridículo. No lo sé, supongo que depende de cómo vaya la
cita, pero si a él le agarra un ataque... Creo que le diría adiós —dijo.

—¿De verdad? ¿Por mí? —Liam sonó sorprendido. Ella sacudió su cabeza.

—No, por mí. Estoy confundida y estoy aprendiendo cosas nuevas sobre mí misma y
ya no tengo ni idea de lo que está pasando en mi cabeza, pero... Creo que me gusta. No
creo que esté lista para volver a ser la vieja y aburrida Katya otra vez. Me gusta esta
nueva Katya. Creo que quiero ver lo que ella quiere hacer.

Liam la agarró con la guardia baja arrojándose hacia delante, casi tambaleándose
sobre la mesa para así poder darle un beso descuidado contra su boca. Sabía a cilantro
y Corona, y ella chilló y se aferró a él cuando la mesa se balanceó inestablemente bajo
su mano, amenazando con enviarlos a ambos al suelo.

—¿Ves? —dijo él cuando finalmente se apartó.

—¿Qué? —preguntó ella, un poco desconcertada.

—Te estás dejando ir de nuevo. Es espectacular. Será mejor que te vayas de aquí, o te
voy a follar en esta azotea, a plena luz del día —le advirtió antes de tragar el resto de
su cerveza.

—No, no lo harás. Aún me duele en lugares muy incómodos, gracias.

—Oye, tú me rogaste por eso, señorita. Pero lo mantendré estrictamente en la vagina,


lo prometo.
—Correcto. Me voy de aquí. Gracias por los tacos.

Liam la golpeó de nuevo en el culo cuando pasó junto a él. Sin embargo, antes de que
ella pudiera pasar por la puerta de la azotea, la llamó.

—¡Llámame cuando termines con tu cita!

—¿Por qué? —preguntó, volviéndose para enfrentarlo. Él no se había movido del


destartalado sofá que ocuparon durante la hora en que estuvieron allí. Un elegante par
de Ray Bans vintage ocultaban sus cálidos ojos marrones, pero incluso sin ser capaz
de verlos, Katya podía decir que le sonreían.

—Porque quiero escuchar todos los detalles de sexo sucio.

Ella le bufó de nuevo, luego cerró la puerta detrás de ella después de que la atravesó.

Para su segunda cita, Wulf fue el que llegó tarde. El lugar que él escogió, Flannery's,
era un bar de gama alta, y Katya era la única mujer en todo el establecimiento. Estaba
casi vacío, cierto, pero la media docena o más de clientes eran todos hombres en trajes
de aspecto muy caro. Un caballero mayor trabajaba en la barra y siguió dándole
miradas extrañas.

Probablemente piensa que soy una prostituta, genial.

Wulf apareció veinte minutos después de las seis. Se detuvo a charlar con un par de
personas mientras caminaba a través del bar, incluso se ordenó un trago, antes de
finalmente sentarse a su lado. Casi como si fuera una idea tardía.

Él le explicó que el bar era un lugar de entretenimiento para hombres de negocios,


costosos apoderados, abogados, contadores y agentes de bienes raíces frecuentaban el
exclusivo y costoso restaurante. Cuando ella señaló que también todos parecían ser
hombres, él le guiñó un ojo y le dijo lo afortunado que era para ella, entonces.

Él escogió el lugar para encontrarse con ella porque sabía que iba a trabajar hasta
tarde. Bajó de sus oficinas y ni siquiera se le ocurrió que el lugar pudiera incomodarla,
una atractiva mujer de veintitrés años sentada en lo que era esencialmente un tanque
de tiburones.

Mientras que recibieron las bebidas y comieron, Katya trató de precisar qué
exactamente sobre él la hizo sentir incómoda. Él era inteligente, más inteligente que
ella, podía admitir. Y era ridículamente guapo, y a través de sus charlas, se enteró de
que todavía nadaba con frecuencia. Incluso tenía una piscina en la azotea de su
edificio. También era exitoso, y como resultado, era muy rico. La familia de Katya era
de clase alta y ella se hizo muy buen dinero a través de su trabajo, pero la cuenta
bancaria de Wulf estaba en otro nivel, con seguridad. Todas esas cosas deletreaban
intimidación en letras grandes y negritas.

Pero no era eso. Katya había salido con hombres guapos, ricos y exitosos antes, y
nunca la hicieron sentir con la lengua atada de la manera en que Wulf lo hacía.
Demonios, Liam era rico y exitoso y tan guapo, que era estúpido, pero se sentía
completamente a gusto con él. Tan extraño, cómo un hombre podía hacerla sentir tan
cómoda en su presencia, y el otro podía hacerla sentir tan nerviosa.

Ese no era el único modo en que eran completamente opuestos, tampoco. Liam era
todo travieso y tontamente sexy, pero siempre había una pizca de vacilación acerca de
él. Él siempre, a su manera, buscaba permiso para tocarla. Una vez que le dada el visto
bueno, era agresivo y exigente, pero sólo cuando dejaba claro que no iba a detenerlo.
Él era educado.

Wulf no tenía semejante compulsión. La tocaba muchas veces y frecuentemente, y sin


ningún tipo de vacilación. Era como si ni siquiera se le ocurriera que debería pedir
permiso, o simplemente no le importaba. Se sentaron uno al lado del otro en la barra y
se acercaba de vez en cuando, metiendo un pelo perdido detrás de su oreja, tocando
su muslo debajo del dobladillo de su vestido, pasando su dedo por el lado de su brazo.
Le hacía pensar en la otra noche, cuando la besó sin ninguna ceremonia, ninguna
vacilación.

La hacía sentirse estúpida la anticipación, preguntándose cuán lejos llegaría. A ella le


gustaba, que él asumiera tal familiaridad. Se hizo cargo. Cuando su mano dejaba su
piel, se encontró conteniendo la respiración hasta que volvía.

Si esto se mantiene mucho más tiempo, me voy a desmayar por falta de oxígeno.

—Entonces, ¿qué más haces? —preguntó mientras les retiraban sus platos.

—Sólo horneo —respondió.

Wulf giró en su taburete para enfrentarla, uno de sus codos apoyado en la barra, un
vaso de brandy en su mano. Ella tenía ambos codos en la barra, sus manos sujetas y la
mejilla apretada contra ellas para poder enfrentarse a él. La rodilla de él sobresalía
por el lado de su pierna y sólo ese simple contacto causó que su temperatura
aumentara muy rápidamente.
Ella echó un vistazo a su alrededor, preguntándose si alguien estaría cerca para
presenciar su combustión espontánea. El lugar se había vaciado. Sólo estaban ellos, el
barman, y un camarero limpiando las mesas. El sol del atardecer se filtraba en el
espacio, cubriéndolo todo con un suave resplandor dorado.

—¿Eso es todo? ¿De la mañana a la noche? ¿Desde el momento que te despiertas?


Jesucristo, tu vida debe ser tan suave —Resopló. Ella realmente se rio, se estaba
acostumbrando a su extraño sentido del humor.

—No, sabelotodo. Tengo una compañera de cuarto, paso mucho tiempo con ella. Me
gusta ir a los museos, me encanta el acuario —le dijo. Él asintió mientras hablaba,
pero sus ojos vagaban por el bar. Como si estuviera aburrido. Ella respiró hondo—.
Aunque recientemente, he estado pasando por una especie de cambio. —Sus ojos
volvieron hacia ella.

Ja, lo tengo.

—¿De verdad? ¿Qué tipo de cambio? —preguntó.

—Como dije, es reciente. Muy reciente. No estoy segura de cuánto va a durar —le
advirtió.

—Lo juro, si intentas convertirme a la Cienciología, te retorceré el cuello.

Ella se echó a reír de nuevo.

—No, no cultos ni nada. Pero... supongo que debería decirte, estoy algo así como
viendo a alguien más —dijo.

—Ah. ¿Algo así? —preguntó.

—Sí. Es un nuevo amigo, algo así.

—Suenas insegura.

—No somos novio ni novia o cualquier cosa —le aseguró ella—. Pero me gusta pasar
tiempo con él, y hemos dormido juntos. Sólo pensé que debías saberlo.

Ella nunca en su vida tuvo ese tipo de conversación con un hombre. De repente se
sintió muy adulta. Ella quería pedir un gin-tonic, y empezar a discutir el Dow Jones
Industrial, o algo así.

—Bueno entonces. Gracias por compartir. ¿Planeas dormir con él de nuevo en


cualquier momento pronto? —Él comprobó.

—No lo planeo. —Ella fue honesta.


—Pero es una posibilidad.

—Supongo que sí.

—¿Siempre estás así de insegura acerca de las personas con las que puedes o no estar
durmiendo? —preguntó. Ella le dio una palmada en la rodilla.

—Si. Te lo dije, esto es nuevo para mí. Verte, ver a ese chico. Sólo quiero ser honesta
contigo, desde el comienzo —dijo ella.

Wulf estiró la mano y tocó su rodilla, sus dedos se curvaron en su piel, y lentamente la
empujó para que se girara en su taburete y lo mirara. Sus manos descansaban sobre
sus muslos, y mordió su labio inferior.

—Bueno, gracias, Katya, por tu honestidad —dijo él, moviendo sus manos hacia
arriba, así sus dedos desaparecían bajo su vestido—. Tengo que decir, sin embargo,
tengo curiosidad por estos cambios que estás viviendo. Si incluyen dormir con dos
hombres al mismo tiempo, ¿qué más estás experimentando?

—¿Quién dijo que iba a dormir contigo? —respondió ella rápidamente.

Era el turno de él de romper a reír. Raramente lo hacía, ese sonido y observar su


sonrisa fueron un golpe para su sistema. Su respuesta fue tanto instinto, que la tomó
por sorpresa. Le encantaba cuando Liam reía, quería reír con él. Pero la risa de
Wulfric… la hacía sentir como si pudiera querer fácilmente a este hombre. Y ese
pensamiento la asustaba.

No lo conoces, así que no empieces a pensar en algo tan absurdo como quererlo.

—Katya, por favor, seamos realistas… Apuesto que a esta altura, la próxima semana,
sabré exactamente el sonido que haces cuando acabas.

Mierda. Mierda. Quería hiperventilar. Quería saltar sobre él y arrancarle la ropa. Pero
gracias a Dios, aguantaba la respiración mientras él hablaba, y eso la calmó. Recordó
como era con Liam, como la nueva Katya no se intimidaba con la charla sexual.

—Una semana, ¿ah? —dijo con una voz ronca—. Eso es mucho tiempo, Wulf. Gracias a
Dios que tengo a este otro tipo para entretenerme.

Él no rió esta vez, pero pudo verlo en sus ojos, en la forma en que miraba sus labios
mientras hablaba. Podía sentir su deleite en la forma en que sus dedos tocaban su piel,
haciendo su camino de regreso a sus rodillas.

Creedance Clearwater sonaba a través de los parlantes, cantando sobre poner


hechizos en las personas. Poner un hechizo en ella. El atardecer había pasado de suave
brillo a un resplandor total, bañando cada pieza en oro, cegándola de todo, excepto del
hombre frente a ella. Era como si la habitación se consumiera en llamas alrededor de
ellos y no les importara.

Y con ese pensamiento, Katya se disculpó. Si se iba a convertir en un charco, bien


podría no hacerlo en sus pies. Al parecer, tenía una imagen que mantener.

Se encerró en el baño y lanzó agua fría sobre sus mejillas. Miró su reflejo,
preguntándose quién era la chica que le devolvía la mirada. Sus ojos, de un azul
aburrido, la miraban de regreso, con las pupilas dilatadas. Su cabello estaba atado en
otro moño aburrido, alto en la parte posterior de su cabeza. Su vestido no tenía
mangas, manchas marfil y amarillo en el, terminando en un borde negro. Nada
excitante.

¡Deja de echarte mierda!

La voz de Liam resonó en su cabeza. Santa mierda, él tenía razón, siempre estaba
menospreciándose. Incluso cuando estaba sola. Incluso cuando tenía un hombre tan
guapo como Liam persiguiéndola, y un hombre incluso más guapo como Wulfric justo
frente a ella. ¿Por qué hacía eso? Se dio la vuelta e inhaló profundamente varias veces,
sacando la tensión de sus manos. Entonces volvió a mirarse en el espejo, sujetando los
bordes del lavamanos y acercándose.

Sus ojos estaban bien abiertos y mostraban todo, el azul suave, casi como lapislázuli.
Su cabello era de un castaño rojizo, un tono por el que a menudo recibía cumplidos y
el que sabía que muchas mujeres intentaban imitar. Casi nunca lo usaba suelto, pero
era grueso y sano. Y su vestido podía ser simple y no ser ajustado, pero mostraba más
de sus piernas de lo que hacía normalmente, y colgaba de su pecho en una forma de
que arrastraba la atención hacia sus senos. La tela contrastaba bien con su piel
bronceada, y la imagen final era… Sexi, tenía que admitirlo. Una especie de virgen sexi,
seguro, pero aun así sexi.

¿Qué demonios estás haciendo, Katya? Ese hombre está ahí afuera, listo para comerte
viva. ¿Qué te detiene de ser el plato principal? ¿Algún pensamiento moral que no te ha
servido de nada, además de alejarte de la diversión? Liam tiene razón… La única que te
detiene de hacer lo que quieres, eres tú.

Miró hacia la puerta del baño y comenzó a respirar rápidamente. Desea a Wulf. Desde
que tenía catorce años, fantaseó acerca de él, pero siempre había sido eso, una
fantasía. Intocable, incansable, entonces simplemente se fue. Un recuerdo
desvanecido. Alguien que nunca la había deseado, y nunca la desearía. Entonces Liam
hacia aparecido en su vida, cambiando lo que ella conocía, y Wulf había entrado por la
puerta, y había visto ese cambio. Ya se había convertido en alguien sexi, para Liam.
Tenía la práctica bajo su cinturón. Si podía usarlo contra Wulf, quien sabe cuán lejos
podía llevar las cosas.

Dios, quiero ver que tan lejos podemos llevar todo.

Katya no quería esperar una semana. No quería esperar otro segundo. ¿Y si él


desaparecía? ¿Y si la vieja Katya volvía? No quería saberlo. Quería ser la chica del
perfil inventado de nuevo, así que decidió ir por ello. Inhaló profundamente, luego
metió las manos bajo su vestido. Tocó los bordes de su ropa interior, luego la bajo por
sus caderas. Las dejó caer en el suelo. Dio un paso a un lado, y las hizo una bola en su
puño.

Puedo hacer esto. De verdad puedo hacerlo. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué se ría
de mi? Da igual, tomaré el tren hasta la casa de Liam y libero esta tensión sexual con él.

Cuando salió del baño, lo primero que notó fue que habían cerrado las persianas. Eran
claras, pero opacaban el vidrio y hacían casi imposible mirar hacia fuera.

Luego vio que Wulf ya no estaba sentado en el bar. Se había movido hacia un viejo
piano que estaba puesto contra una pared. Estaba tocando una melodía, algo que ella
no reconoció, aunque le sorprendió que supiera tocar. Sonaba bien, y se quedó de pie
tras sus hombros por un momento, mirando sus dedos moverse sobre las teclas.

—Pensé que te ibas a quedar ahí toda la noche —dijo finalmente, aunque no se
molestó en mirarla.

—Fueron dos minutos, máximo —respondió ella, aunque todavía se sentía un poco sin
aliento. Él debió haber oído, porque las notas en el piano se apagaron, deteniéndose
lentamente. Se puso de pie, tomando lo último de su coñac, luego coloco el vaso sobre
el instrumento antes de darse vuelta para mirarla.

—Más como cinco. Pareces nerviosa, Tocci —insistió él. Ella asintió.

—Lo estoy.

—¿Por qué? ¿Asustada de mí?

—No estoy asustada.

—Entonces ¿qué?

Ella respiró hondo. Una segunda vez. No dejaría que sus ojos se alejaran de los suyos
mientras levantaba la mano.
—No quiero esperar una semana —dijo ella claramente, todo mientras metía su ropa
interior rosada en el bolsillo del pecho de él, aplastando el pañuelo bolsillo que tenía
allí.

Wulf echó un vistazo a la tela que se asomaba. Sólo le llevó una fracción de segundo
entender lo que acababa de hacer. Entonces sus labios temblaron, se arquearon hacia
arriba en una pequeña sonrisa, y levantó su brazo, chasqueando los dedos.

—Tom —dijo él, sin apartar la mirada de ella. El barman se aclaró la garganta—. Diez
minutos, por favor. Necesito la habitación.

No se dijo nada más. El camarero dejó de limpiar las mesas y se dirigió a la parte
trasera del bar, desapareciendo a través de una pesada puerta de madera. El barman
fue y cerró con llave la entrada, luego rápidamente salió por la misma puerta que el
ayudante de camarero, y Katya pudo oír que se cerraba detrás de él. Estaban
completamente solos.

—¿Vives cerca? —preguntó ella. Wulf sacó la ropa interior de su chaqueta.

—No lo suficientemente cerca.

Ella observó mientras su ropa interior fue doblada, luego empujada en el bolsillo de
los pantalones de él, y medio se preguntaba si alguna vez la vería de nuevo.

—Cuando dije que no quería esperar una semana, no quise decir que no podía esperar
cinco minutos más —ella trató de bromear, luego su aliento quedó atrapado en su
garganta mientras las manos de él tomabasus caderas.

—Qué lástima, porque yo no puedo.

La empujó hacia atrás, presionando su cuerpo contra el de ella. Él no era


abrumadoramente alto, quizás un metro ochenta, pero su fuerte físico era intimidante,
y su pura presencia llenaba toda la habitación. La hacía sentirse pequeña e indefensa y
abrumadoramente femenina. Ella apoyó sus manos en los antebrazos de él,
permitiéndole moverla para que su espalda presionara contra el bar.

Una de las manos de él recorrió por su pierna, luego le agarró el muslo bruscamente,
levantándola. Las manos de ella volaron detrás de ella mientras ella se sentaba en la
parte superior del bar. Él abrió le las piernas, moviéndose al espacio entre ellas, y
haciéndole ridículamente consciente del hecho de que no había nada entre el frente de
sus pantalones y su entrepierna.

Él fue lento y metódico en la forma en que la manejaba, como si tuvieran todo el


tiempo en el mundo para que él explorara su cuerpo. Como si ella fuera una escultura
que había comprado y pagado, algo que le pertenecía, era suya para tocar lo que
quisiera. Sus dientes impactaron el labio inferior de ella mientras las manos de él se
movían sobre su vestido, acariciando brevemente sus pechos antes de regresar a sus
muslos, abriéndolos aún más.

—Ni en un millón de años —suspiró él cuando se inclinó para besarle el cuello—.


Nunca me hubiera imaginado a Katya Tocci dándome su ropa interior. —Ella rió
suavemente mientras pasaba los dedos a través del cabello de él.

—Oye, nunca dije que podrías quedártela.

—Katya, desde el momento en que apareciste en el restaurante la otra noche, toda tu


ropa interior me pertenece. Será mejor que te acostumbres a esa idea.

Luego las manos de él estaban a cada lado de la cabeza de ella, sosteniéndola en su


lugar mientras la besaba, lenta y minuciosamente. Robándole cada molécula de sus
pulmones. No estaba segura de lo que había esperado de él, algo un poco más salvaje,
un poco más aterrador. Pero lo que estaba haciendo era mucho más. La anticipación,
la expectativa, la estaba volviendo loca, construyendo algo dentro de ella. No sabía
cómo lidiar con ello, cómo reaccionar ante ello. Quería gemir y llorar, desnudarse y
entregarse a él.

Demasiado tarde.

Cuando ella en realidad intentaba liberarse y retorciéndose contra él, sus uñas
dejaban marcas permanentes en la nuca de él, finalmente él se movió. Besó el camino
hacia el cuello de ella mientras una mano regresó a sus pechos. Su cabeza siguió su
ejemplo y ella pronto se dio cuenta de que él la estaba empujando. Obligándola a
acostarse de espaldas. Su cabeza colgaba por el otro lado del bar, por lo que ella
miraba las botellas cabeza abajo.

Luego su cálida boca se encontraba en el interior de su rodilla, sus dientes afilados, la


hicieron gritar. Ella trató de sentarse, quería ser una participante activa, pero la mano
de él descendió plana entre sus pechos, obligándola a quedarse abajo. La lengua de él
trazó una línea desde su rodilla hasta el centro de sus piernas y ella soltó un largo
gemido.

Una vez más, el hombre la hizo enloquecer. Él era un idiota tan arrogante y egoísta. Sin
esperarla en la cena, luego la hacía esperar en el bar. Sin ofrecer una disculpa, sin
ofrecer una explicación. Y sin embargo, cuando se lanzaba a él, dispuesta a acostarse
con él justo allí y en ese momento, la obligaba a detenerse y caía sobre ella, dándole
placer sin tomar nada para sí mismo.
Wulfric Stone, tan generoso. ¿Quién lo hubiera pensado?

Era un acto tan íntimo, que por lo general la hacía sentir incómoda, y sólo había tenido
un ex novio con el que lo hizo, ella y Liam nunca pudieron hacerlo durante su noche, y
no estaba segura de que hubiera permitido que sucediera, de todos modos. Era
demasiado intenso, y ella nunca lo había disfrutado mucho, así que para ella no valía la
pena explorarlo con otros hombres.

Todos esos sentimientos se alejaron bajo la lengua y los dedos muy experimentados
de Wulf. La hacía ver colores que no sabía que existían. Ella gimió un poco en su
garganta, susurró su nombre. Lo dijo jadeando. Utilizó una mano para sujetar su
cabello, y la otra para sujetar el costado del bar. Sus zapatos se habían caído desde
hacía mucho tiempo, chocando contra el suelo, y ella levantó su pierna, balanceando la
planta de su pie sobre la robusta madera de roble.

Jesús, estaba en un bar. Eran poco después de las ocho de la noche. La tonalidad de la
ventana ofrecía cierta privacidad, pero si alguien afuera decidía agacharse y mirar
debajo de la lámina, la verían estirada sobre el bar con la cara de un hombre entre sus
muslos. La idea la hizo temblar, y recordar que había cocina y el personal de servicio
acechando justo detrás de la puerta de atrás hizo todo peor. O mejor. Ella ya no lo
sabía. Gritó y luego ambas manos estaban en el cabello oscuro de él, reteniéndolo con
ella.

—Señorita Tocci —suspiró cuando él se apartó. Ella jadeaba y temblaba, tratando de


recuperar el aliento mientras él empujaba su vestido por encima de su estómago—.
Eres tan dulce, de muchas maneras.

Él se había alejado de ella y ella gimió ante la pérdida de su peso y calor. Frotó las
piernas, tratando de terminar lo que él había empezado usando solo fricción. Luego él
la tomó por el brazo con brusquedad y, antes de que pudiera abrir los ojos, la puso de
pie con un tirón.

Los besos seguían siendo lentos, pero más ardientes que cualquier cosa que hubiera
experimentado alguna vez, quemándola en su alma. Envolvió su lengua alrededor de
la de él mientras deslizaba sus manos debajo de su chaqueta, sintiendo las llanuras y
líneas de sus músculos. Mientras exploraba su cuerpo, él colocó un brazo alrededor de
su cintura y el otro alrededor de sus caderas, levantándola del bar. La llevaba lejos de
ahí, y a ella ni siquiera le preocupaba a dónde iban. Podría haberla llevado afuera y
haberla puesto en el capó de su coche, y mientras terminara lo que empezó, a ella no le
importaría.
La sentó en el borde de una mesa y ella tuvo que levantar la barbilla para seguir
besándolo. Tuvo que estirarse para sacar su chaqueta fuera de sus hombros. Mientras
trabajaba para sacar su corbata, mordisqueó el lóbulo de su oreja y abrió su cinturón.
Él desabrochó la parte de atrás de su vestido, luego la empujó hacia atrás, retirando la
tela de su pecho. Cuando todo se amontonó en sus caderas, mostrando el sostén a
juego con la ropa interior que ahora él poseía, la llevó hasta el borde de la mesa,
besándola fuerte.

Era tan silencioso en el bar. La música había parado hace tiempo. Ninguno de los dos
decía nada. Sólo existía el sonido de su respiración, jadeos y respiración entrecortada.
El semi-silencio debería haber sido desconcertante. Liam era muy hablador, y ella no
sabía por qué, pero Katya esperaba que Wulf fuera algo similar. Pero parecía que no
necesitaba palabras. La confianza en su tacto, en la forma en que la besaba, era
suficiente para transmitir su mensaje.

Estuvo preocupada desabotonando la camisa de él, tan perdida en el momento, que ni


siquiera se dio cuenta de lo que sucedía hasta que sintió su erección entre sus piernas.
Luego él la besaba al mismo tiempo que entraba en ella. Ella gritó, incapaz de
mantener el silencio más. Él era grande y mucho más grueso que cualquier cosa que
hubiera experimentado. Completamente ajeno a su cuerpo.

Tan jodidamente increíble.

Ella literalmente se sentía empalada. Necesitaba tiempo para adaptarse, y él no se lo


daba, y a ella no le importaba. Dejó caer su frente en el pecho de él, gimiendo al
compás de cada empuje mientras él se forzaba más adentro. Ella cerró las piernas
alrededor de su cintura, apretando con sus muslos, y él devolvió el favor agarrándola
por el culo, forzándola más duro contra él.

Para cuando recordó que debía ser una compañera útil, ella ya se encontraba a medio
camino de ser destruida por él. Quería quitarle el resto de su ropa, quitarle la camiseta
interior para poder ver su increíble cuerpo. Pero eso significaría apartarlo y no podía
soportar la idea de no tocarlo, de no estar presionada contra él. Ella mordió su pecho a
través del material delgado de su camiseta, finalmente obteniendo un sonido. Gimió el
nombre de ella, luego respiró hondo.

—Mírame.

Otra cosa que nunca había hecho durante el sexo, mirar a alguien a los ojos. Pero
cuando levantó la vista, se dio cuenta de que él no la miraba. Miraba entre ellos. Una
de sus manos se movió hacia su mandíbula, su pulgar la envolvió, forzándola a seguir
mirando su cara. Luego la besó otra vez, y ella pudo sentir cómo su contención
empezaba a irse. Se sentía embriagada al saber que era responsable de hacer que su
actitud fría se fuera y gimió en su boca, forzando con fuerza su lengua contra la suya.
Comenzó a mover sus caderas contra las suyas, encontrándolo empuje a empuje.

No sabía con seguridad si era porque él estaba a punto de romperse, o si tenía un plan
maestro, pero bruscamente dejó de moverse. Ella comenzó a gemir en protesta, pero
luego se detuvo cuando empezó a empujarla hacia atrás. Se subió a la mesa con ella,
luego la acostó, cada centímetro de ella cubierto por él. Ella colocó sus brazos
alrededor de sus hombros, finalmente capaz de al menos sacar su camisa de vestir de
su cuerpo.

—Dios, Wulf, yo…

Fue interrumpida por la lengua de él en su boca. No la dejó hablar. Era como si una
especie de magia oscura se expandiera entre ellos, y él no quisiera nada que rompiera
el hechizo. A ella no le importó en absoluto y lo besó de nuevo, empujando sus manos
debajo de su camisa, finalmente tocando su piel.

Sus propias manos no estaban ociosas, quemando caminos diferentes en el cuerpo de


ella. Agarrando su muslo, sosteniéndolo en alto contra su cadera, permitiéndole
empujar más profundo. Ella echó la cabeza hacia atrás y magia o los malditos meseros,
comenzó a gemir fuerte. No podía guardar algo tan asombroso dentro. Se agarró a su
espalda con una mano, y con la otra, se estiró y se sujetó a su cinturón, tirando de él
para impulsarlo más rápido.

La boca de él estaba sobre su pecho cuando empezó. Sus dientes rozaban su pezón,
pese a su sujetador, y la fricción arrancó el primer temblor. Ella dijo su nombre, y casi
podía jurar que lo oyó reírse. Probablemente porque sabía exactamente lo que le
estaba haciendo. Su boca volvió a su pezón, empapando el material que lo separaba de
su piel, su lengua plana y dura contra ella. Todo su cuerpo empezó a temblar.

—Wulf —susurró su nombre, su cuerpo entero enrollándose alrededor de él en


tensión. En preparación para la explosión que se avecinaba.

—Así, así, dulce, Katya —suspiró él contra su piel—. Tan jodidamente bien. Eres tan
increíble y jodidamente buena. ¿Sabes?

Las palabras habían desaparecido del vocabulario de ella. Sólo podía gemir, llorar y
suplicar. Tantos ruegos.

—A partir de ahora —él comenzó a jadear mientras hablaba—. Sin ropa interior
cuando estés conmigo. Haré esto siempre, donde quiera y no quiero nada en mi
camino. ¿Entendido?
Esperaba que su orgasmo fuera una respuesta lo suficientemente buena. La parte de
atrás de su cabeza golpeó la mesa dolorosamente mientras ella gritaba, y estaba
bastante segura de que le rasgó la camisa por la espalda. No pudo evitarlo. Sentía que
iba a morir, pero de la mejor manera posible. Él era tan grande dentro de ella, que
cada vez que una nueva ola de su orgasmo la tenía apretando sobre él, realmente
intensificaba la sensación. Estaba casi llorando cuando su cuerpo empezó a bajar
desde lo alto.

Ella dejó caer las piernas sobre la mesa, absolutamente sin forma de ayudarlo o darle
algo de regreso. Él la folló hasta otro estado de ser. La Vieja Katya se había ido
oficialmente, él la mató con ese orgasmo. Y si ella no estaba segura acerca de ello en
ese momento, cuando él dolorosamente apretó su pecho al mismo tiempo que se venía
dentro de ella, ella estaba definitivamente segura.

Adiós, vieja Katya. No puedo decir que te extrañaré. Pero gracias por toda la ropa beige.

Ella aún estaba en la órbita de algún lugar, pero Wulf logró recomponerse y bajarse de
la mesa, poniéndose los pantalones mientras se movía. Ella aún se sentía como un
charco pegajoso, pero él la tomó de la mano y la arrastró sobre sus pies. Mientras ella
luchó por pasar sus brazos por su vestido, él se quitó la camiseta arrugada y rasgada.
La boca de ella se secó con el vistazo de su cuerpo. ¡Ella había tocado eso! Jesús, con un
cuerpo como ese, él podía cobrarles a las personas por tocarlo, y aquí ella tenía la
oportunidad de hacerlo gratis y ella estuvo demasiado preocupada por cosas tontas
como orgasmos.

―Sigue viéndome de esa forma, Tocci, y no vamos a salir de aquí pronto.

A él no le importó darle a una oportunidad de responder, solo la giró y le subió la


cremallera del vestido. Luego mientras aún se abotonaba la camisa, guío el camino
hacia el bar, abriendo la puerta y dejando que caminara delante de él.

―¿Deberíamos decirles que nos vamos? ―preguntó Katya mientras saltaba alrededor,
tratando de ponerse los zapatos.

―Estoy seguro que ellos van a averiguar que nos fuimos, una vez que se den cuenta de
que ya no estás gritando.

Llamas recorrieron su rostro.

―Normalmente no hago cosas como esa.

―Lo sé. Vamos, te daré un aventón a casa.


Él le entregó su corbata mientras ellos caminaban, para que él se pudiera poner su
chaqueta. Ella la deslizó por sobre su cabeza, pasando sus dedos por la seda. Él no
decía nada, y ella se preguntó si el sexo en un restaurante no era nada nuevo para él.
Ciertamente lo era para ella. Ni siquiera podía creer que iba caminando por ahí sin
ropa interior.

―¿Trabajas en este lugar? ―preguntó Katya después de que ellos habían caminado por
tres cuadras y él se giró hacia el largo estacionamiento de un edificio imponente de
oficinas.

―Soy dueño de este lugar. Nuestras oficinas están en el último piso ―dijo él, luego él
puso sus manos en su espalda y la guío a través del piso de seguridad hacia el garaje.

―Debe de ser una vista espectacular. ―Ella suspiró.

―Te la mostraré en cualquier momento.

Wulf no parecía ser el mejor parlanchín. La conversación fluyó entre ellos durante sus
dos cenas, pero era como si cuando él había terminado, eso era todo. El tiempo de
hablar terminó. Ella estaba atrapada sintiéndose como si quizás ella debía llenar el
silencio.

―¿He mencionado cuánto amo tu auto? ―dijo ella después de que estaba sentada en el
Mercedes de nuevo. Él la miró mientras salía de su estacionamiento.

―¿No, lo haces?

―Mucho.

―No eres de esas mujeres que necesitan que un hombre tenga un buen auto para que
sean dignas de ellas, ¿no es así? No tengo la paciencia para eso ―dijo. Ella sacudió la
cabeza.

―No, nunca me ha importado que tipo de auto maneja un hombre. Pero este no es un
auto, Wulf. Esto es arte. Sexo sobre ruedas ―explicó. Él bufó, pero cuando salían a la
calle, su mano se movió por sus muslos.

―Sexo sobre ruedas, eh ―dijo él finalmente después de que ellos habían manejado por
cinco minutos en silencio.

―Es solo tan tercio y suave y… sexy ―Ella se rió, pasando su mano por la curvatura de
la puerta ―. Tienes que quitarle el techo para mí alguna vez.

―Veré que puedo arreglar. Así que dime algo ―comenzó él.
―Lo que sea.

―¿Este otro tipo que ves, lo follarías en una mesa de un restaurante? ―preguntó él.

Ella estaba algo sorprendida por su audacia, pero luego ella se dio cuenta que mejor
aprendía a esperar eso, si ella iba a ser el tipo de chica que metía sus bragas en los
bolsillos de los hombres.

―Uh ―Ella dudó un poco ―. No lo sé. No es que hubiera planeado hacer eso contigo.

―Hmmmm.

Ella se mordió el labio y se sintió que su mano iba a quemar un agujero en su pierna.

―Para ser honesta ―No pudo detenerse―. Si no fuera por él, probablemente no
hubiera hecho eso contigo.

―En serio. Interesante.

Su pequeño vocabulario la volvía loca.

―Sí. Hasta esta semana, era del tipo de chica que tenía tres citas como mínimo antes
de besar. Es como si ya no puedo ser esa persona, luego lo conocí, y él me dijo que no
tenía que serlo, así que supongo que no lo soy ―Ella intentó explicarlo.

―Bueno, entonces, supongo que es una suerte para mí que conocieras a este tipo.

―Sí, suerte para ti ―murmuró ella, mirando por la ventana.

Ellos viajaron el resto del camino en silencio. Katya se pasó la mayoría preguntándose
sobre sus elecciones. Dormir con Wulf había parecido una gran idea mientras ella
había estado toda caliente y encendida. Ahora, ella sentía que quizás ella debió
haberlo hecho intentar más duro. Él había conseguido lo que quería, así que
probablemente había terminado. Sorprendentemente, eso era lo que más le
molestaba. La idea de no verlo más.

―Tocci.

La forma en que soltó su nombre, ella se dio cuenta de que él debió haberlo dicho un
par de veces antes de atraer su atención. Ella se giró hacia él y estuvo sorprendida de
darse cuenta de que se encontraban en frente de su edificio. Ella logró sonreír y abrir
su puerta.

―Gracias por la cita, Wulf. Fue divertido ―dijo ella, y lo decía en serio.

―Solo un minuto ―Él la detuvo.


―¿Qué? ―preguntó ella, su corazón comenzando a latir con fuerza.

―Estás usando mi corbata.

Ella frunció el ceño mientras se veía a sí misma, un poco decepcionada de que eso
fuera todo lo que él quería decir. Pero luego su mano se alargó y tomó el material,
jalándola hacia adelante. Ella prácticamente se cayó sobre su asiento, y cuando él la
besó esa vez, no hubo nada lento y metódico acerca de ello. Ella tenía el
presentimiento de que besaba al verdadero Wulf por primera vez. Las otras veces fue
calculado. Planeado y preciso, solo lo justo para hacerla rogar por él. Este beso, sin
embargo, era todo por él. Mucha lengua, sus dedos en su cabello, jalando. Ardiendo.
Ella jadeó y él tomó la oportunidad para succionar su labio inferior, mordiendo con
fuerza antes de soltarlo.

―Pensándolo bien, consérvala. Se ve mejor en ti. Estaré en contacto, Tocci.

Ella prácticamente cayó fuera del auto y casi dio un paso antes de que él se hubiera
marchado del lugar, su lujoso auto blanco desapareciendo en la noche. No fue hasta
que estuvo dentro del edificio que se dio cuenta de que él no le había pedido su
número, de nuevo. Ella suspiró y sacó su celular, preguntándose si podía buscar por
google su número personal.

Estuvo sorprendida de ver varios mensajes perdidos. Uno era de Tori, preguntando
sobre la cita, pero el resto eran de Liam. Uno de ellos era una fotografía cercana de un
taco, la cual la hizo reír. El resto eran generalmente sucias, llenas de eufemismos,
bromeando con ella sobre su cita. Cuando llegó a su piso, finalmente le envió una
respuesta.

Eres horrible. Deja de acosarme.

¡Pero es tan divertido! Viste lo suficiente para responder, ¿Cuantas veces te lo


follaste?

Katya rodó sus ojos mientras se movía en su departamento, luchando por sacar sus
zapatos mientras caminaba hacia su habitación.

¿Por qué tienes que ser tan grosero?

Oh, a la defensiva. Definitivamente lo follaste.

No beso y cuento.

¿Qué tal chupar y contar?

Eres tan asqueroso.


Solo dime una cosa.

¿Qué?

¿Cuándo te viniste, hiciste el mismo pequeño quejido que hiciste para mí?

ESTA CONVERSACIÓN HA TERMINADO.

Es caliente, lo juro. Puedo escucharlo en mi cabeza ahora. Dios, estoy tan duro.

Katya prácticamente tiró su teléfono a través de la habitación. Ella podía haber estado
trabajando en expandir sus horizontes y sus límites, pero no iba a tener sexo
telefónico con Liam, casi media hora después de que ella tuvo sexo real con Wulf.

Tomó una ducha, luego se puso ropa cómoda antes de regresar a su habitación. Miró a
su armario, mirando su ropa. Normalmente, le gustaba escoger sus atuendos para los
siguientes días, pero ahora cuando vio todo, solo vio beige y pasteles. Aburrido. Hizo
una nota mental para ir de compras. Habiendo decido eso, fue a sentarse en la cama,
luego saltó cuando alto duro la tocó en la mejilla de su trasero. Había olvidado su
teléfono, y gimió cuando vio otros cuatro mensajes de Liam. Ella presionó la pantalla
para abrirlo y se rio del último.

¿Te asusté, no es así? Mi presencia sexual es demasiado intimidante.

Ella se sonrió para sí misma y escribió una respuesta.

Intenta demasiado molesta.

¡Está viva! No puedes dejarme de esa manera. ¿Tienes alguna idea de cuan
caliente y encendido estoy justo ahora?

No, y no quiero tener una idea.

Por favor, debes ayudarme. Me estoy muriendo.

No.

Te enviaré una foto.

Si me envías una foto de tu polla, voy a bloquear tu número de mí teléfono.

Por favor, probablemente tienes a mi polla en tu memoria. Tengo algo más en


mente, va a ser muy caliente, lo prometo.

No. N…O, no.


Pero él envió la foto de cualquier manera. Katya estaba demasiado curiosa para
apartar la mirada cuando se dio cuenta de lo que veía, echó a reir una vez más. Era una
fotografía de un acercamiento al termostato, del tipo de mercurio que cuelga de las
paredes. La pequeña línea roja subía de los noventa y cinco grados.

Intenta contenerte.

Difícil.

En serio, mi aire acondicionado se daño hoy y algo está pasando con el radiador.
Déjame ir a tu casa.

No, mi compañera está aquí y ya quiere conocer al chico que me arrastró a un club de
sexo. Probablemente desviaré la mirada y empezarán a follar en la mesa de la cocina.

Ooooh, celosa, me gusta.

Celosa no. Simplemente protectora con mi mesa.

Entonces sal conmigo al tejado.

Acabo de ponerme el pijama, no me cambiaré para ir a tu departamento.

No te preocupes, iré hacia el tuyo.

Mi edificio no permite acceso al tejado.

Ahora lo hace. Hablé con la dirección después de que te fueras. Estoy de camino.

Katya estaba un poco sorprendida. Había mencionado desear tener derecho al tejado.
Sólo un comentario de pasada cuando él servía los tacos. El que lo hubiese recordado
era sorprendente, ¿pero realmente hizo algo acerca de ello?

Qué dulce.

Agarró una botella de agua y se estaba poniendo un par de zapatillas cuando oyó a
alguien caminar por el pasillo. Tori todavía no había aparecido, así que Katya asumió
que se había dormido temprano. No quería despertarla así que desbloqueó la puerta
frontal. Cuando vio que Liam se acercaba a ella, se deslizó hacia el pasillo.

—¿Qué? ¿No me vas a invitar adentro? —preguntó mientras se dirigían de vuelta al


ascensor.

—No, probablemente nunca te irías, y no puedo permitirme alimentarte con tacos


todos los días.
—Creo que simplemente quieres mantenerme alejado de tu sexy compañera de
cuarto.

—Nunca dije que fuese sexy.

—Está bien, pastel de ángel. Siempre serás un punto débil para mí —le aseguró a la
vez que subían hacia el piso superior—. Te diré algo, podemos hacer un trío. Cuidar es
compartir.

—Juro que, si mencionas tener un trío con mi compañera de cuarto de nuevo, volveré
escaleras abajo —le amenazó. Él se inclinó cerca de ella, pasando un brazo por su
cintura.

—Tan cobarde. Nunca lo sabes, tal vez te guste —susurró, haciéndola estremecerse.

El ascensor los dejó en el último piso, entonces tenían que subir un piso para llegar a
la puerta del tejado. Allí, Liam la sorprendió al sacar una llave de su bolsillo y
desbloqueando la pesada puerta. Ella salió antes que él y empezó a temblar en cuanto
el aire de la noche golpeaba su todavía húmedo cabello.

—¿Te dieron una llave? ¿No es eso un poco raro? —preguntó ella, girándose para
encararlo.

—De hecho, es para ti —dijo, pasándole la llave a ella. Se movió con rapidez para
agarrarla cuando él pasaba a su lado. Ella dejó caer su botella de agua y tuvo que
perseguirla por un momento.

—¿Yo? ¿Por qué yo? —se giró a la vez que hablaba, mirando cómo él colocaba unas
sillas de playa.

—Porque eres la única que puede estar aquí arriba. Bueno, y yo, por supuesto —dijo,
sentándose a continuación. Le miró boquiabierta hasta que él golpeó ligeramente la
silla de al lado. Finalmente, ella también se sentó.

—¿Qué les dijiste para que me diesen acceso exclusivo? —le preguntó. Liam suspiró y
se pasó las manos por la cara. No le había conocido por mucho tiempo, pero ya sabía
que ese era un gesto de enfado o nerviosismo.

—Tengo que decirte algo, pero no quiero que te extrañes —dijo.

—Vale, ahora estoy realmente extrañada —respondió, tomando un trago de agua.

—Como que poseo estos edificios.

Ella escupió el agua.


—¿¡Qué!? —exclamó, limpiándose el mentón. Él hizo una mueca y asintió.

—Si. Hace cerca de cinco años, mi tía murió. No tenía ningún hijo, así que nos dejó la
propiedad a mí y a mi hermano. Un edificio para cada uno. Yo ya vivía en mi
apartamento, y una compañía administrativa manejaba todo, así que no cambió nada
—dijo.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No sé, a veces lo hace raro. He tenido a chicas follándome para intentar conseguir
un alquiler gratis, mierda rara de ese tipo, y tampoco quería que pensaras “oh no,
estoy teniendo sexo con mi arrendador” o algo por el estilo. Honestamente nunca
pensé que follaríamos, así que no se me ocurrió mencionarlo —le dijo a ella.

Todavía estaba un poco sorprendida. Él era muy joven, y aun así poseía un negocio
próspero y unos muy caros apartamentos en San Francisco, su alquiler no era barato,
de ahí la necesidad de una compañera de cuarto.

—¿Cuántos años tienes? —escupió ella.

—¿Cuántos tienes tú? —preguntó él en respuesta.

—Veintitrés —dijo ella. Los ojos de él se abrieron de golpe.

—Que dios te bendiga —escupió.

—Liam.

—Treinta y dos —respondió él. A ella se le abrió la boca.

—Mientes.

—Nop. ¿Quieres ver mi licencia de conducir?

—Jesús, te echaba veintiocho, como mucho —masculló ella, sus ojos pasaban por su
rostro. Por su ropa.

—Elegiré tomarlo como un cumplido.

Nueve años. Él era nueve años más mayor que ella. No los aparentaba, y ciertamente
no actuaba concorde a ello. No podía creer que había dormido con alguien mucho más
mayor que ella. Aunque si era honesta consigo misma, lo veía un poco excitante. Un
hombre sexy más mayor, una joven mujer deseosa. Sí, ella había leído esos libros,
había visto esas películas. Aparte, Wulf tenía veintinueve, tampoco exactamente
cercano a su edad.
—Vale. Supongo que nada de eso importa realmente, ¿verdad? Quiero decir, a menos
que pueda follar para conseguir el alquiler gratis —bromeó ella.

—Definitivamente puedes.

—¿Podemos poner unos sofás aquí? ¿Cómo en tu apartamento?

—Claro, veré lo que mantenimiento puede conseguir. Pero eres la única que puede
subir aquí, no fiestas, no amigos, no Señor Chico Nuevo. Nadie.

—¿Ni siquiera Tori?

—Nop.

—¿Por qué?

—Porque —suspiró a la vez que se echaba hacia atrás en la silla—. Este lugar es
especial, pastel de ángel. Es nuestro lugar. Sólo para ti y para mí. Nadie más. Sólo
nosotros.

Era tan dulce, Katya no podía discutírselo, así que sonrió y se sentó hacia atrás en su
silla también. Se sentaron en silenciosa compañía por un rato, ambos mirando al cielo.
No estaba segura de cuánto estuvieron así antes de que él hablase.

—Nunca antes he visto tu pelo suelto.

—¿Perdón? —preguntó ella, pillada con la guardia baja.

—Tu pelo. Todas las veces que te he visto, nunca lo he visto suelto. Se ve bien —le dijo.
Ella pasó los dedos por los mechones húmedos.

—Oh. Gracias.

—Así que cuéntame acerca del sexo loco —dijo, sentándose recto. Ella sacudió la
cabeza.

—No hubo nada loco acerca de él. Sólo la típica, posición misionera del sexo, y eso es
todo lo que te voy a contar —dijo.

—Dios, y aquí estaba yo pensando que había visto lo último de señorita Pantalones
Beige Aburridos —gruñó. Ella iba a golpearlo, pero él alzó su mano—. ¡Pero no te
preocupes! Tenía un plan por si acaso, sólo para este incidente. Te inscribí para algo.

—Oh dios, ¿qué es? —gimió ella.

—Strip-aerobic —dijo con una gran sonrisa.


—No lo hiciste.

—Por supuesto que lo hice. Mañana, a las cinco en punto, ten tu trasero esperando
abajo por mí, preferiblemente en unos pantalones de yoga sexys.

—Liam, no quiero aprender strip-aerobic. Probablemente me resbale y rompa mi


nariz en el estúpido tubo —dijo.

—Todo lo que estoy oyendo es bla bla bla. Joder, hace algo de frío aquí arriba, ¿no?
Vamos a tu apartamento y acurruquémonos.

—No me voy a acurrucar con…

—Y tal vez tu sexy compañera de cuarto se nos puede unir también.

—¡Deja de llamarla eso!

—De acuerdo, tu novia sexy se nos puede unir.

Katya puso los ojos en blanco y se quejó un poco más. Él la ignoró e hizo bromas todo
el camino a su apartamento. Y mientras que él y Tori se llevaban bien, no tenían sexo
en la mesa de la cocina, para el gran deleite de Katya. Y cuando ella se fue a dormir,
Liam no acaparó mucho de la cama.

Aunque su erección clavándose en su cadera hacía bastante difícil dormir.


Capítulo 8
Traducido por addictedread, VckyFer

Corregido por Jessica8591

Cuando Katya fue a trabajar a la mañana siguiente, dejó a Liam en su cocina. Usaba
solamente sus bóxers y bebía jugo de naranja directamente del cartón. Los
trabajadores de mantenimiento ya estaban en su casa y trabajaban en el radiador, le
aseguró él. Luego le recordó la cita de las cinco.

—No es una cita.

Al menos Katya, estaba bastante segura que una clase de strip-aerobic no debía contar
como una cita. De cualquier manera, le dijo a Liam que se reuniera con ella en su
trabajo, no bajó hasta las cinco, así que si él quería que fuera, tendría que venir a
buscarla. Llevó su bolsa de gimnasio con ella y al final del día, como era de esperar, él
la esperaba afuera.

Se fueron a un lugar interesante. Un edificio antiguo, había volantes para muchas


clases diferentes, la mayoría de las cuales eran organizadas por ‘miembros de la
comunidad’, pidiendo solamente donaciones en lugar de cobrar una tarifa. La clase a la
que ellos iban era un regalo y era organizada por una mujer ridículamente sexy,
probablemente no mayor que Katya.

—Estoy tratando de construir una lista de clientes, iniciar entrenamiento privado, ese
tipo de cosas —Candi, “con una i”, explicó cuando Liam las presentó.

—Oh. Eso suena bien —Fue todo en lo que pudo pensar Katya para decir.

—¿Has hecho esto antes?

—Ni siquiera sabía que era una cosa real hasta principios de esta semana.

—Te encantará. Te vas a unir a nosotros, semental? —dijo Candi, empujando a Liam
en el pecho. Él se rio y se frotó en el lugar.

—Eh, no esta vez. Quizás si el espectáculo es bueno, me inscriba para la próxima clase
—dijo él, giñándole un ojo. Ella soltó una risita y volvió a empujarlo.

—Eres tan malo, Eden.


Entonces Candi con una i, se deslizó para saludar a algunos estudiantes nuevos. Katya
se giró para mirar a Liam con una de sus cejas levantadas.

—¿Semental?—preguntó ella.

—Hey, algunas mujeres simplemente quieren llamarlo como lo ven —bromeó.

—¿Has dormido con ella?

—Un caballero no tiene memoria

—Oh, por favor.

—Tienes razón. Lo hice, pero no desde hace mucho tiempo. Cuando ella se mudó a la
ciudad, tropezó con el club. Fue una cliente habitual por un tiempo, luego descubrió
que quitarse la ropa era su pasión —explicó, con los ojos detenidos en la desnudista
convertida en entrenadora de aerobics.

—Lástima para ti.

—Lo sé. Ella era... salvaje.

—En realidad no vas a sentarte aquí todo el tiempo, ¿verdad? —preguntó Katya,
mirando al resto de la clase.

Había un montón de mujeres que fluctuaban en edades entre lo que parecían como
dieciocho hasta fácilmente los setenta años. Había incluso varios hombres en el grupo,
uno de los cuales estaba usando un par de tacones más altos que cualquiera que Katya
tuviera en su closet. Pero en su mayoría, eran mujeres entre el final de los veinte y
principios de los cuarenta, y ninguna de ellas parecía una desnudista.

—Probablemente no. Si me alejo, volveré a recogerte a las seis y media —él le


aseguró.

—He vivido en San Francisco por años, Liam. Puedo encontrar mi camino a casa —dijo
ella.

—¿Y corro el riesgo de que algún otro tipo de recoja? No, estaré aquí, no te preocupes
—él bromeó.

Candi comenzó a palmear las manos, así que Katya cayó en la fila con las otras
asistentes. Lo básico del strip-aerobic fue explicado y luego ellos daban paso a un
ligero estiramiento. Mientras ella se agachaba y ponía las manos en el suelo, Katya se
imaginó que sería una hora fácil. Corría con regularidad, hacía yoga, ocasionalmente
pilates, ¿qué tan difícil podría ser el strip-aerobics? ¿Especialmente una clase en que
había asistentes de setenta años de edad? Ella usaría el tiempo para meditar en la
situación ridícula en que se había metido y los minutos pasarían volando.

Pero una hora después, se dio cuenta de que no había necesitado distraerse. El strip-
aerobic y Candi con una i patearon su culo. Katya tenía un nuevo respeto por las
desnudistas. Al principio parecía sencillo, con Candi mostrándoles algunos
movimientos básicos. En cuatro patas, lanzando al aire el pelo, contoneando el cuerpo.
Cosas fáciles. Katya se había sentido un poco tonta y torpe, incómoda haciendo esas
cosas con un grupo de extraños.

Luego los movimientos se hicieron más difíciles. En realidad, ella empezó a trabajar
duro y olvidó el sentirse torpe o incómoda. Se quitó su suéter en un momento y lo
arrojó contra una pared, luego regresó a aprender la rutina que Candi estaba
enseñándoles. Katya no pensó que estaría haciendo una actuación en un lujoso club
nudista en el corto tiempo, pero se divirtió mucho y en verdad fue un entrenamiento
serio. Se sentía genial más tarde, y tuvo que admitirlo, se sentía un poco sexy.
Fortalecida.

Liam había desaparecido durante el estiramiento y después ella había quedado tan
absorta en la clase, que Katya no puso atención en si regresaba o no. Cuando fue a
recoger su equipo, él no estaba en ninguna parte.

—¿Hay un vestuario? —pregunta ella, aun jadeando. Había planeado llevar su ropa de
entrenamiento en casa, asumido que la clase sería fácil y monótona. Resultó que su
sujetador deportivo estaba completamente empapado en sudor. No estaba en tan
buena forma como creía. No podía esperar para tomar una ducha y ponerse algo de
ropa limpia.

—¡Oh, sí! Dos pisos abajo, mujeres a la derecha. ¿Te divertiste? —preguntó Candi. Ella
no estaba para nada sin aliento y su perfecto maquillaje de Playboy se hallaba
completamente intacto.

—Sí, estuvo genial. ¡Estoy realmente sorprendida por lo difícil que es todo! —exclamó
Katya.

—Uh-huh, todo el mundo siempre lo está en su primera vez. Espero que vuelvas, me
encanta tener nuevos estudiantes —dijo Candi.

—Me encantaría volver, eso sería increíble.

—¡Yupi! Hay algunos volantes en la puerta, agarra uno. ¡Dile a Eden que dije adiós!

Katya se despidió y se dirigió a los vestuarios. Ella no era la mayor admiradora de


bañarse en lugares públicos, pero en verdad estaba asquerosa y pegajosa con el sudor.
Decidió que valía la pena y metió toda su ropa en su casillero antes de envolver su
toalla de gimnasia alrededor de su cuerpo. Afortunadamente, ese vestuario tenía
duchas, cada una con cortinas individuales. Solo otra caseta estaba en uso, pero por lo
demás, toda la habitación estaba vacía. Se apresuró a entrar a una caseta y luego,
después de cerrar la cortina detrás de ella, colgó la toalla y encendió la ducha.

Permaneció bajo el rocío una eternidad, dejando que el agua caliente empapara los
músculos que sabía que iban a doler mañana. Luego cuando recordó que Liam
probablemente la esperaba afuera, finalmente cerró el agua. El vestuario se
encontraba extrañamente silencioso, el otro usuario debía haber salido. Se escurrió su
cabello lo mejor que pudo, luego envolvió su toalla alrededor de su cuerpo. Una vez
que la aseguró, tiró la cortina y salió de la ducha.

—Te tomó bastante tiempo.

Katya gritó, saltando nuevamente dentro de la caseta. Casi se cayó, resbalando sobre
los azulejos mojados y se agarró a la cortina con una mano mientras sostenía su toalla
con la otra. Liam estaba directamente frente a su caseta, apoyándose contra un lavabo.

—¿¡Qué crees que estás haciendo!? —preguntó, finalmente levantándose.

—Esperándote, como dije que lo haría —dijo.

—¡Sí, pero no puedes esperar aquí! Es el vestuario de mujeres —siseó.

—¿¡Oh Dios mío, lo es!? ¡No puedo creerlo!

—Sal. Vete ahora mismo, antes de que nos metamos en problemas.

—Pastel de ángel —rio, empujándose lejos del fregadero—. Estamos solos aquí.
¿Quién me va a delatar? ¿Tú?

—¡Alguien podría entrar! —insiste Katya.

—Hmmm, buen punto. Tal vez deberíamos escondernos.

Él se acercó, forzándola incluso más atrás en su caseta. La perilla del grifo golpeó su
espalda y jadeó cuando él cerró la cortina detrás de ellos.

—Detente. No me esconderé en una ducha contigo. Simplemente sal, así puedo


cambiarme y entonces podremos irnos —dijo ella, presionando una mano contra su
pecho cuando dio otro paso hacia adelante.

—Eres increíble —dijo, cubriendo su mano con la suya. Ella parpadeó hacia él.

—¿Huh?
—Allí arriba. Volví y tú estabas tan concentrada en ello. Nunca imaginé que serías tan
buena en esto —explicó, sus ojos clavados en su figura semidesnuda.

—Oh. Um. ¿Gracias? —ofreció ella.

—Quiero decir, te he visto hacer algunos movimientos muy calientes —dijo él y ella
pudo sentir que se ruborizaba nuevamente—. Pero ahora tengo curiosidad por cuán
caliente puedes llegar a ser en verdad.

—Solo hacía ejercicio, Liam. Pensaste que no lo haría, lo hice, listo. Fin.

—Oh, no. No, no creo eso.

Sinceramente, Katya no tenía la intención de volver a dormir con Liam. Había sido una
aventura de una vez. Como el strip-aerobics, algo nuevo, divertido y diferente; pero
probablemente era mejor no repetir o algo malo podría suceder. Alguien podría
resultar herido.

Sin embargo, Liam no tenía tales temores y continuó apretándola hasta que la espalda
de ella se apretaba contra los azulejos. Se quedó quieta cuando él inclinó la cabeza
para besarla, reprimiendo un gemido cuando su lengua se arremolinó en su boca. Se
sentía mal, pero solo porque lo que ellos hacían no se sentía mal en absoluto. ¿No
debería? Le habían enseñado toda su vida que las chicas buenas no se comportaban
así, pero Katya era una chica excepcionalmente buena y no se sentía en absoluto mal.

Sin embargo, parte de ella todavía se aferraba a los estándares de la sociedad y los
roles de género que habían sido introducidos en su cabeza. Los dedos de Liam se
encontraban en la parte superior de la toalla, y como siempre, él titubeó. Esperó
alguna señal de permiso. Por primera vez, ella se resistió a dársela.

—Siento como... como que esto está mal—susurró ella.

—Oh, no—gimió él—. Nena, ¿qué podría sentirse mal justo ahora?

Él tenía un excelente punto.

—¿No crees que estoy actuando como una puta?

—Katya, de los dos, yo soy la puta. ¿Tienes algún problema con que yo sea así?

—No.

—Entonces, ¿por qué mierda tienes un problema con que tú seas así? Me estás dando
más respeto de lo que te das a ti misma, es demente. No, no eres una puta. No sabrías
cómo ser una si lo intentaras. Eres solo una mujer que disfruta de su cuerpo con un
hombre al que también le gusta disfrutar de él, y no hay nada malo con eso, en
absoluto.

Una lógica imposible de discutir, de hecho, se la había ganado con el final de la


primera frase. Apenas él había terminado de hablar cuando ella se apartó de la pared,
forzándose a entrar en su espacio. Ella tiró su cabeza para que pudieran besarse
nuevamente y él tomó eso como todo el permiso que necesitaba.

La toalla fue apartada de un tirón tan rápido, que dejó una fricción que quemó con su
estela. Ella siseó en su boca y comenzó a desabrochar su cinturón. Liam no perdió un
segundo, se quitó la camisa y los zapatos al mismo tiempo. Ella se imaginó que él debía
estar sintiendo lo que ella sentía, si no se apresuraban, la antigua Katya seguiría
abriendo su boca, tratando de detenerlos. Así que cuando ella había retirado los
pantalones de él y estaba trabajando en pasarlos más allá de sus caderas, él dejó de
meter mano y la levantó.

—Dios, no debería estar haciendo esto aquí —ella gruñó, dejando caer su cabeza hacia
atrás mientras él la empujaba contra la pared. Todo su peso cayó sobre ella,
reteniendola.

—Por favor, es un azulejo, hay agua corriendo, podemos bañarnos después. Nombra
un mejor lugar —desafió. Ella comenzó a reír, pero entonces dos dedos muy largos
empujaban dentro y fuera de su cuerpo, robándole las palabras y el aliento.

—Sí, por favor, gracias —murmuró ella en su cabello. Él tenía la cabeza inclinada hacia
adelante, sus dientes mordisqueaban el borde de la clavícula.

—Tan educada. Tan dulce, inocente e íntegra; y tan, tan mojada, Katya —susurró él—
Resbaladiza, suave y apretada. He estado soñando con este momento, así que gracias a
ti.

La timidez había desaparecido. Ella jadeaba y gemía en voz alta, rogándole que la
follara. Un caballero en su esencia, por supuesto él accedió, pero cuando él movió su
mano para empujar sus pantalones más abajo, perdió el equilibrio. Ahora tenía el peso
de un humano al frente y Katya gritó mientras se deslizaban hacia la derecha. Se
estrellaron contra las tuberías y él agarró un grifo para evitar que cayeran. El grifo
giró bajo su mano y al agua salió disparada encima de ellos. Ella no pudo evitarlo,
comenzó a reírse.

—¿Qué dijiste sobre estar muy mojada?

—Detente, solo es lindo cuando yo tengo un divertido juego de palabras.

—Ha ha.
—Ahora es tiempo de callarse. Estoy tratando de follarte y tu ataque de risa está
arruinando el estado de ánimo.

Ella rió más fuerte.

Él eventualmente los movió fuera del chorro, de regreso a su lugar original, y fue
capaz de plantar sus pies mientras ella trabajaba con su mano entre sus cuerpos.
Ambos tomaron su polla al mismo tiempo y ambos gimieron con fuerza, sus manos
resbaladizas y moviéndose entre ellos mientras lo acariciaban. Le encantaba el
sentimiento de poder que venía con sostener su longitud en su mano, pero ellos no
tenían tanto tiempo. Él se movió aun más cerca, su pecho pegado con el de ella, y ella
mordió su hombro cuando se deslizó en él.

—Eres tan… —jadeó, sosteniéndose de él con fuerza mientras él se ajustaba a su


espacio.

—¿Asombroso? ¿Guapo? ¿Enorme? ¿Bueno en esto?

—Todo eso.

Ella siempre pensó que el sexo al estar de pie sería algo incómodo. Tener que
encontrar el ángulo correcto, que el chico tuviera que sostener todo el peso, y también
que moverse, la gravedad contra ellos, tantas cosas. Nunca había querido intentarlo,
había parecido una pérdida de tiempo.

Estaba agradecida de haber esperado a Liam, porque era perfecto para ambos. Ella
medía más de un metro cincuenta, pero era muy delgada. Liam era larguirucho, así
como fornido, era capaz de sostener su pequeña figura, sin problemas. Tan fuerte que
podía sostenerla en su lugar, tan alto que podía empujar en el ángulo perfecto, y su
polla lo suficientemente grande para poder golpear los lugares correctos.

E incluso mejor, en su mente, estaba el hecho de que ella no podía hacer nada para
regresárselo. Solo podía recibir. Era sostenida, y estaba siendo follada. Era glorioso. El
vapor se elevaba alrededor de ellos, el sudor se mezclaba con el agua, y ella no recibía
oxígeno. Solo a él.

—Joder finalmente logró decir—. Demasiado pronto. Demasiado bueno.

—No hay tal cosa —Respiraba con fuerza y golpeándose contra ella, una y otra vez.

—Pero me voy a correr —le advirtió. Palabras que la habían avergonzado alguna vez
ahora salían fácilmente de sus labios.

Una buena follada contra la pared me hace eso, supongo.


—Si, por favor, nena, córrete de nuevo. Quiero sentir este coño correrse de nuevo,
necesito sentir eso en mi polla —rogó.

—Oh Dios, oh mi Dios. Santa mierda. Oh mi Dios.

—Solo déjalo ir —susurró él—. Solo jodidamente córrete por mí. Córretejodidamente
fuerte para mí.

No necesitó que se lo dijeran dos veces, porque su sucia conversación la encendió


mucho, aún lo apreciaba. También hizo lo que le habían instruido, viniéndose tan
fuerte que gritó por él. Todos sus músculos se apretaron y gritó. Él gritó de nuevo y
ella vagamente se dio cuenta que había comenzado su propio orgasmo por él. Podía
sentir todos sus músculos tensándose con el esfuerzo de mantenerse en su lugar. Ella
podía haber estado preocupada de que él la dejara caer, o que ambos se cayeran, pero
a no le importó. Ella incluso estaba débil en sus brazos, quedándose en lo que restaba
de su enorme orgasmo.

No estaba segura por cuanto tiempo se quedaron de esa manera, los dos tratando
desesperadamente de respirar en el vapor del aire. Eventualmente, él no pudo
soportarlo más, y Liam se sentó en el fondo de la ducha, Katya aún envuelta a su
alrededor. Después de un par de minutos, sin embargo, el agua caliente se volvió
demasiado para ella. Besó su camino por su pecho mientras se hacía atrás.

—Eso —suspiró ella, arrastrando su respiración por sobre su pezón—. Fue


asombroso.

—No —contradijo, sosteniendo uno de sus pechos—. Tú eres asombrosa. Ahora


ayúdame a levantarme.

Ellos ajustaron la temperatura del agua y se limpiaron juntos. Katya comenzó a reírse
cuando se dio cuenta que la ropa de Liam estaba en la ducha con ellos, él aún tenía sus
pantalones alrededor de sus tobillos. Ella se continuó riendo cuando él se colocó toda
la ropa mojada y caminó fuera del cubículo.

Ellos caminaron juntos hacia el BART, bromeando y jugueteando entre ellos. Los dos
estaban de pie al lado de la puerta, aferrándose a la ropa que se les caía, y cuando él la
besó, a ella no le importó que ambos estuvieran en un lugar público. Que él estuviera
completamente mojado y que hicieran sentir a otros pasajeros incómodos. Ella lo besó
con la misma fuerza, y ellos se besaron todo el camino de regreso a casa.

Solo un gran resplandor en el club hizo que Liam se apartara de la puerta principal. Él
le abrazó en despedida, lo cual extrañamente se sintió más intimidante que cualquier
cosa que compartieron en la última hora, sexo era solo sexo. Un abrazo, eso era
afinidad. Amistad. Ella lo apretó con fuerza, pero se preguntó qué significaba todo.

Espera. Estoy saliendo con Wulf. Y soy aparentemente amiga con derecho de Liam.
¿¡Cómo es que todo esto es buena idea!?

—Creo que algo está mal en mí —susurró Katya.

—¿Huh? ¿Dijiste algo? —preguntó Tori, girándose lejos de la olla con agua hirviendo.

El lunes era el día libre de Katya. No era usualmente el de Tori, pero cuando Katya
salió de la cama alrededor del mediodía, aún adolorida de su ejercicio de aeróbicos, y
el ejercicio que consiguió en la ducha, la otra chica andaba merodeando alrededor del
apartamento. Ella había regresado a casa temprano para ver a su amiga, le dijo, que
después de verla, Tori había decidido quedarse en casa.

—Esto no es normal. —Katya aclaró su garganta y habló.

—¿Qué no es normal? —preguntó Tori, añadiendo pasta al agua antes de dirigirse de


regreso a la mesa de la cocina.

—Esto. Lo que estoy haciendo.

—Lo cual es…

—Salir con un chico y dormir con otro.

—Oh, aún estás con eso.

—¡Por que no es normal! —gritó Katya—. Pensé que no quería dormir más con Liam
de nuevo, pero solo… sucedió. ¿Cómo es eso posible? No es como “oopps, me comí este
paquete entero de golosinas sola” o “oopps, fui por el camino equivocado en una calle de
un solo sentido” o algo como eso. “Oopps, caí sobre la polla de este tipo, una y otra vez,
por treinta minutos”, ¡Incluso yo sé que no funciona así!

—Lo siento, honestamente no veo cual es el problema —dijo Tori—. Te estás


quejando de dos hombres apuestos y buenos que desean follarte. En realidad te están
follando. Hablas de un problema que me gustaría tener.

—Pero es raro para mí. Es como si cuando estoy con Wulf, él es literalmente todo en lo
que puedo pensar. Todo en lo que puedo concentrarme. En serio, todo solo deja de
existir: mi carrera, mis metas, Liam, todo. Pero luego cuando estoy con Liam, él es tan
divertido y lindo y sexy. Es como si no puedo evitarlo —intentó explicar Katya.

—¿Entonces para qué molestarse? Lo digo en serio. Dices que les has dicho a ambos
hombres sobre el otro, y ninguno de los dos se asusta. Si al caso, Liam alienta tú
relación con Wulf. Si ambos están bien con ello, ¿Por qué no lo estarías tú? Diviértete,
sé joven y descuidada. Cuando te canses de uno, déjalo y concéntrate en el otro —dijo
Tori.

—Supongo que solo se siente mal. Y tuve este pensamiento...

—Oh Dios. Cuando piensas, me da miedo.

—Me preocupa ser una mala persona, porque mientras me gusta estar con Liam, y el
sexo con él es extraño y nuevo y diferente y todo es jazz, me preocupa estarlo usando
—dijo Katya.

—¿A qué te refieres?

—Bueno… bien, para el caso. ¿La cita que acabo de tener con Wulf? Estaba nerviosa y
asustada. Pero luego yo estaba como espera un minuto, hice toda la rutina de la gatita
del sexo con Liam, y funcionó, ¿Así que por qué no intentarlo con Wulf? Y después de
nuestra escapada de la ducha caliente, después de que llegué a casa, seguí pensando…
wow, debo probar uno de esos aeróbicos desnudistas con Wulf. Debo tener sexo en
esta ducha con Wulf. Es como si Liam fuera mi conejillo de prática, Wulf es el trato
real. ¡Eso es tan jodido! —terminó Katya de explicar.

—Está bien, así que normalmente, estoy de acuerdo contigo, excepto por una pequeña
cosa, Liam sabe todo esto. Ustedes hablaron de ello la otra noche que él estuvo aquí,
acerca de él como tu maestro Jedi y como el otro tipo debería de estar agradeciéndole
por hacerte tan genial ahora. No estás saliendo con Liam, estás saliendo con Wulf.
Liam está muy al tanto de esto —dijo Tori.

Katya miró a la mesa mientras levantaba la etiqueta en su botella de cerveza. Todo era
verdad, pero eso no significaba que Katya se sintiera bien acerca de ello. Todavía
estaba atontada con el hecho de que dormía con dos hombres a la vez… mal. Ella
sentía que hacía algo malo. Malo. Como si fuera una zorra.

¿Y por qué todas estas cosas me ponen tan calientes? Estoy rota. Liam me rasgó, y Wulf
me rompió, justo en el medio.

—Quizás solo voy a hablar con él nuevo, solo para estar segura —murmuró Katya.
Tori gimió.
—¿Por qué? Solo lo vas a asustar, Katya. ¡Alejas a las personas! Solo deja que él sea tú
amigo. Deja que él te vuelva más sexy y te saque, y luego usa esos trucos para atrapar
un lobo, ¿De acuerdo?

—Pero aún siento que estar con dos hombres al mismo tiempo es…

—Solo detente ahora —La voz de Tori de repente se vuelve seria, y ella estaba
apuntando su dedo en el rostro de Katya—. Cuando George Clooney o James Franco o
cualquier puto famoso quiere follarse a cualquier chica, a nadie le importa. Pero tu
duermes con dos hombres, ambos dicen que está bien y te dan su aprobación, y aun te
sientes culpable. Eso es lo que está jodido con la sociedad. No hay nada malo con lo
que estás haciendo. No estás dañando a nadie. Estás en verdad haciendo sentir bien a
las personas. Jesús, finalmente te estás sintiendo bien. Si honestamente sientes que
está mal, entonces está bien, detente. Pero si te gusta lo que está sucediendo, te gusta
dormir con ambos, entonces jódete. Conduce este tren tanto como puedas, porque
solo hay alguien que va a detenerte, eres tú.

Katya miró a su amiga por un par de momentos. Tori raramente era seria. Si algo,
Katya era el adulto entre las dos. Tori salía con muchos hombres y dormía alrededor.
Katya nunca había pensado menos de ella por eso, pero por cualquier razón, ella se
mantuvo a sí misma en un estándar diferente. ¿Por qué? Ella sacudió su cabeza y logró
reírse.

—No te doy el suficiente crédito, lo juro. Eres hermosa e inteligente. Debería de


escucharte más seguido —Suspiró.

—Duh. ¡Oh la pasta! —Tori se levantó de su silla y se apresuró a la estufa, moviendo la


olla que estaba por derramarse al hervir.

—¿Qué hay del pan de ajo? —preguntó Katya, mirando el pan que estaba en el
mostrador.

—¡Oh, este jodido horno está roto de nuevo! —Tori gruñó, pateando la parte delantera
de la estufa.

—¿De nuevo?

—¡Sí! Y estoy segura que está muerto, no puedes arreglarlo esta vez.

—Podría intentarlo...

—No. —interrumpió Tori—. No es tu trabajo arreglarlo. Es el trabajo del técnico de la


compañía arreglarlo, ¿Y lo han hecho alguna vez? No. Es ridículo. Eres una jodida
pastelera, y no puedes hornear en tu propia casa.
—Hablaré con Liam.

—Bien. Dile como son de olvidadizos para arreglarlo.

Ellas estuvieron en silencio por un tiempo. Tori se movió alrededor, moviendo los
fideos y dejándolos en el colador en el lavaplato antes de moverse hacia la salsa. Katya
miró a la estufa dañada por un rato, sintiendo pesar por los bollos que ella había
estado planeando hacer. Luego su mente volvió de regreso a lo que ellas hablaron y
soltó un gran suspiro.

—Así que… si tu fueras yo, ¿los seguirías viendo a los dos?

—Dulzura, si yo fuera tú, no estaría aquí sentada ahora. Estaría en medio de un


sándwich de hombres sensuales.

—Está bien, eso definitivamente no va a suceder conmigo.

—Ey, no lo descartes hasta que no lo hayas intentado.

—Me gustan los penes, pero no tanto.

—Creo que esto es bueno para ti. Realmente, honestamente lo creo. Nunca te he visto
tan confiada, tan vibrante, tan… feliz. Estos hombres son buenos para ti, así que eso
me dice que lo que sea que estés haciendo, no puede ser malo.

La voz de Tori era suave, pero había un peso detrás de esta. Ella realmente sentía lo
que decía, y quería que su amiga la escuchara. Katya sonrió y se levantó, caminando
alrededor de la mesa para poder brazar a su amiga desde atrás.

—Entonces realmente eres la mejor —suspiró.

—Lo sé. Ahora ve a poner la mesa. Después de que sirva, finalmente me darás todos
los detalles explícitos sobre el pervertido Señor Dueño del Club de Sexo.
Capítulo 9
Traducido por Paaau

Corregido por flochi

—¿… qué piensas?

Wulfric Stone ladeó su cabeza hacia un lado, mirando una gran obra de arte. Era de un
artista local. Prometedor, supuestamente. El marco sencillo iba bien con el estilo
minimalista de la sala de estar, pero la obra como tal parecía fuera de lugar. Pesados
trazos negros sobre blanco. Nada suave ni gentil en eso.

¿Desde cuándo me gusta lo suave y gentil? Mmm…

—Deshazte de eso. Algo con tonos azules. Azules y amarillos. Estamos mostrando esta
casa en dos días, quiero que sea perfecto.

Normalmente, Wulf no se molestaba con la preparación de las casas, le dejaba eso a


los diseñadores y decoradores. No obstante, esta casa en particular había costado
mucho dinero, y había estado en el mercado por mucho tiempo; los dueños se habían
cambiado a la agencia de Wulf recientemente. Quería que la casa se vendiera, y la
quería vendida ayer.

El trabajo de Wulf, combinado con las múltiples propiedades que poseía a través de
toda California, hacía más que suficiente dinero, por lo que si no quisiera volver a
trabajar, no debería; había pensado en retirarse muchas veces. Pero Wulf era un
nómade por naturaleza. Odiaba estar quieto. Siempre tenía que estar en movimiento.
Hacer algo, ir a algún lugar. Hacer un trato, nadar un kilómetro, resolver un problema.

Nadar había sido su pasión en la escuela, pero luego sus padres se divorciaron. Se
puso feo, y aunque su madre pudo quedarse con la casa, no fue necesariamente algo
bueno. Significó muchos cambios. Tuvo que trabajar por primera vez en su vida… y
también Wulf.

Esa es la razón de por qué no siguió una carrera como nadador. Ver a su madre luchar
había matado algo dentro de él. Creó una sólida e irrompible muralla entre él y su
padre. Se prometió que nunca sería tan estúpido para menospreciar su bienestar o su
estabilidad económica, por otro ser humano. Si su madre hubiese estado menos
preocupada de “estar enamorada” y más preocupada con hacerse cargo de su familia,
no se habría encontrado en tal lío. ¿Y si no se hubiesen divorciado? ¿Y si su padre
hubiese muerto? Su madre nunca había trabajado antes del divorcio. Nunca pensó en
ahorrar dinero, en tener una educación para así poder trabajar, si es que alguna vez lo
necesitaba.

Estúpida. Tan estúpida.

Eso nunca le pasaría a él. Se concentró en sus notas en la secundaria, y nadar fue su
escape. Su liberador de estrés. Tuvo una beca completa para Princeton gracias a sus
habilidades en la piscina. Graduado con honores gracias a su habilidad en clases.
Como regalo, su padre le dieron su primer edificio: un apartamento caro, histórico,
construido en San Francisco, una propiedad que su padre había heredado y querido.

Wulf la vendió de inmediato. A la mierda el legado de su padre, no quería ningún nexo


innecesario con el hombre. Wulf se dio media vuelta e invirtió el dinero en más
edificios, luego incluso más. Así nació la Agencia Stone.

Tenía un don para los negocios. El mercadeo le resultaba fácil, y cuando ponía su
mente en ello, podía ser muy encantador. Era bueno con las ventas e hizo muy buenas
relaciones en la comunidad de los bienes raíces. Su agencia creció y también lo hizo su
reputación. Era un tren de éxito que no podía desacelerar. No podía detenerse. No
podía descarrilarse.

Aunque, si era completamente honesto consigo mismo, una intrigante y pequeña


panadera se estaba acercando, más que nadie o algo, a hacer todas esas cosas.

Jugaba con fuego en lo que a ella concernía, él lo sabía. Wulf rara vez salía con alguien,
y cuando lo hacía, era con un solo propósito. Las mujeres eran sólo otro negocio para
él. El sexo era una transacción, y a veces eso tomaba trabajo. Katya era solo otra
transacción. La dulce, inocente, ex chica de al lado, Katya Tocci.

Solo que, lo sorprendía. No, no con su atrevimiento, él esperaba eso, él prestaba


atención. Era la mujer en sí. No estaba asustada de él. Nerviosa, quizás, pero no
intimidada como estaban algunas mujeres. También le importaba una mierda su
dinero o su reputación. Estaba más interesada en hablar acerca de sus familias,
preguntar por sus hermanas, curiosa acerca de su tiempo en la escuela.

Era una experiencia nueva. Estaba realmente interesada en él. Era amable con él. Y a
veces lo miraba con tanta fascinación y adoración, que le robaba el aliento. Como si
fuese un regalo para ella.

Nunca se sintió de esa forma, como si fuese un regalo para alguien. Como un tren de
dinero, sí. Como si debiera algo, como si pudiera hacer algo, como si fuese un trofeo o
un premio, seguro. Creció con su padre tratándolo como si fuese algo no planeado,
luego, cuando se convirtió en un adulto con éxito, como un compañero de trabajo. Su
madre lo amaba, pero siempre estaba tan preocupada por sus hermanas, tan
preocupada de si él comía bien, si iba a sentar cabeza, si necesitaba hacer algo,
salvando a alguien, siendo una madre para todo. Sus compañeros, la mujer con la que
dormía, la mayoría de sus amigos, todos estaban más preocupados de qué podía hacer
él por ellos. Cómo podía ayudarlos.

Pero para Katya, él era solo Wulf. Una placentera sorpresa, en su de alguna manera
aburrida vida.

Ella no tenía idea de que, para él, resultaba er exactamente lo mismo.

No era bueno. No era para nada bueno. No quería mirarla con fascinación o adoración.
No quería pensar en ella como un regalo. Era un misterio sexi que estaba ayudando a
desenvolver. Viendo qué tan lejos estaba dispuesta a torcerse por él, antes de
romperse y darse cuenta de lo idiota que él era realmente… Entonces la vida podría
regresar a la normalidad.

Un misterio sexi, Tocci. Eso es todo lo que puedes ser para mí.
Capítulo 10
Traducido por smile.8

Corregido por flochi

Katya pasó su primer día libre con Tori, evitando a los dos nuevos hombres de su vida.
No es que tuviera la oportunidad de hacer caso omiso de Wulf; él no la llamó ni le
envió un mensaje. Después se acordó que él no tenía su número, comprobó en la
panadería para ver si había llamado allí, y les dijo que le dieran su número si
preguntaba.

Nunca lo hizo.

Liam le envió mensajes a menudo. Su falta de respuestas no pareció disuadirle para


nada. Le envió imágenes de comida, perros que encontró en la calle, e incluso una
traviesa de una pareja en su club. Tori trató de robarle el teléfono para poder enviar
una respuesta, pero Katya logró quitárselo luchando con ella. Necesitaba un poco de
tiempo de inactividad. Un día sin hombres y sin sexo no la mataría. Había estado ocho
meses sin este, sin duda podría estar veinticuatro horas sin él.

Al día siguiente, tenía el apartamento para ella sola. Llamó a su madre y habló con su
familia. Era hija única, y sin embargo, ahora se estaba dando cuenta que sus padres
eran formales y correctos hasta el extremo. Ella y su madre eran especialmente
cercanas. Después de una larga charla de una hora, hicieron planes ligeros para que
los visitase. Su agenda de pedidos de horneados generalmente no le permitía viajar
mucho, pero a propósito había previsto unos días de vacaciones para ella.

También regresó a la clase de strip-aeróbic. Fue a una anterior, que comenzaba


alrededor de las once. Tenía que admitirlo, le gustaba Candi con una i. Se llevaban
sorprendentemente bien. No mucha gente se presentó, así que las dos hablaron
durante un rato, antes y después de la clase. Para cuando Katya se fue, ya había
quedado con la otra mujer para ir un día de compras. Sentía que Candi sabría una cosa
o dos sobre alegrar un armario.

Katya se sentía tan bien consigo misma que cuando recibió un mensaje de Liam
durante el trayecto a su casa en autobús, decidió bajarse en la siguiente parada y
tomar otro hacia su trabajo. Había enviado un mensaje aleatorio sobre necesitar tacos
para sobrevivir, por lo que se detuvo en el primer restaurante mexicano que encontró
y ordenó varios tipos distintos. Todavía llevaba su bolso de gimnasio y avanzó
pesadamente con eso y los tacos durante las siguientes manzanas, tratando de
recordar exactamente dónde se encontraba su club; su recuerdo de esa noche era
borroso en el mejor de los casos. Finalmente encontró su camino hacia el callejón y el
mismo gran gorila estaba delante de la misma puerta con el mismo signo de neón. El
Jardín.

—¡Oye! ¡Es bueno verte de nuevo! —gritó el gorila con jovialidad. Ella se sorprendió
de la reacción, ya que habían estado cara a cara como mucho por cinco segundos.

—Hola, eehhh… —Se esforzó por recordar su nombre.

—Jan —dijo, y ella apenas contuvo su risa. Un hombre que parecía una montaña, que
se llamaba Jan—. No me recuerdas, ¿verdad?

Oh Dios.

—Um, no, lo siento. ¿Recordar qué? —preguntó.

—Estabas bastante bebida, pequeña. Tu taxi tardó un poco en presentarse esa noche;
me ayudaste a comprobar las identificaciones, me mostraste lo que estoy haciendo
mal con mis tartas de merengue de limón. Bailamos justo allí, eres buena con los bailes
de salón —dijo, haciendo un gesto hacia el callejón. Katya no pudo evitarlo, tuvo que
reírse de sí misma.

—Bueno, al menos soy una borracha divertida.

—Sí, lo eres. E hiciste que mi jefe sonriera, una sonrisa de verdad, lo cual no sucede
muy a menudo. Siempre serás bienvenida aquí, en lo que a mí respecta.

—Gracias, Jan.

—De nada.

Mantuvo la puerta abierta para ella, y ella le sorprendió poniéndose de puntillas y


besando su mejilla. Entonces se preguntó cómo iba a encontrar la oficina de Liam, sus
manos estaban llenas y su teléfono estaba ahora enterrado en su bolso de gimnasio.
Pero el camarero la reconoció de inmediato, incluso le dio un abrazo, dándole las
gracias por el gran consejo que le dio.

Por favor, por favor, que esté hablando de dinero.

Tim la condujo abajo, charlando todo el camino. El bar de arriba abría al mediodía,
pero abajo todavía estaba cerrado. Había gente moviéndose por allí, limpiando y
preparándolo todo para la noche. Tim la guió por el largo pasillo con todas las puertas,
y luego hizo un gesto a un pasillo, diciéndole que era la última puerta.

Mientras Katya caminaba por el pasillo, notó las voces y dejó de moverse. Liam, en voz
alto y riendo, como de costumbre. Luego otra voz, alguien que estaba en su oficina con
él. Un hombre, por los sonidos, pero hablando tan bajo que no se podían distinguir las
palabras. Hmmm, no quería interrumpirlo si estaba ocupado, pero tenía las manos
llenas de tacos. Liam vivía y respiraba por los tacos. Calculando que no podía
enfadarse con comida gratis, se dirigió a la puerta de nuevo, decidiendo simplemente
dejar la comida y ofrecer reunirse con él más tarde. Llamó a la puerta entreabierta.

—¿Sí? —llamó Liam.

—Hola, soy yo, te traje el almuerzo, sólo quería dejarlo —dijo ella. Hubo una pausa
extraña. Nadie hablaba, pero sonaba como que Liam estaba haciendo un gran esfuerzo
para no reírse.

—Por allí, sí. Está bien. —Su voz fue baja, obviamente hablando con su invitado. Luego
se aclaró la garganta—. ¿Qué estás haciendo? ¡Si tienes alimentos, mujer, entonces por
supuesto, ven aquí!

Katya abrió la puerta con el pie y miró a su alrededor. Liam estaba sentado detrás de
un gran escritorio, sonriéndole, con las manos unidas detrás de su cabeza. Había
algunas cajas de licor contra una de las paredes, y un cartón de tamaño natural de
cerveza, pero ningún otro ser humano.

—Lo siento —murmuró, mirando a su alrededor otra vez—. Pensé que había alguien
aquí contigo.

—Oh sí, mi socio de negocios.

—No quiero interrumpir nada.

—Confía en mí, no lo haces. Se supone que debe ser un socio silencioso, pero me ha
estado tocando las pelotas últimamente —explicó Liam. Hubo un ruido de tos fuerte
desde detrás de una puerta en el otro extremo, a continuación, un retrete sonando.

—No sabía que tenías un socio —dijo, finalmente, dejando caer las bolsas de comida
sobre su mesa.

—Sí. Cuando quise comprar el club, realmente no sabía lo que hacía. Nunca había
tenido un negocio antes, nada de eso. No sabía cómo conseguir el capital para ello. Se
necesitan algunos inversores. Él me apoyó en todo el asunto, así que tiene su nombre
en la licencia, en el contrato de arrendamiento —dijo Liam, inclinándose hacia
adelante para agarrar una tarjeta de un soporte. Se la ofreció y ella le dio la vuelta en
sus manos después de tomarla.

—¿Richard Mason? —dijo su nombre en voz alta.

—Sí. Riiiicky, como odia que le llamen. —Liam estiró el nombre—. Es un buen tipo,
tiene buenas intenciones. Sólo se mete bajo mi piel.

—Bueno, los dejo solos para que pueda comenzar con la irritación de la piel —dijo
ella, volviendo a cargar con su bolso de gimnasio y yendo de vuelta a la puerta.

—¿Quieres conocerlo? Estoy seguro de que estará de vuelta en un segundo —ofreció


Liam.

—¿Así? No, gracias. —Se rio ella, haciendo un gesto hacia su cabello loco y su ropa de
gimnasia—. Dile que dije que lo sentía, sin embargo, y que espero que le gusten los
tacos.

—Creo que te ves muy bien —dijo Liam.

—Por supuesto, tienes un gusto horrible.

—¿Esta noche en la azotea?

—Ya veremos.

—Está bien, nos vemos allí a las dos.

—No iré a la azotea a las dos de la mañana.

—Buen punto, es probable que sean más cerca de las tres cuando salga de aquí.

—No te veré allí.

Katya dejó su bar con toda la intención de ir a casa, tomar una ducha y mirar su
presupuesto, luego, elegir una película con Tori e ir a la cama temprano.

Consiguió todo menos la parte de la cama. Por supuesto, se encontró en la azotea a las
dos y media, tomando cervezas y riéndose de los chistes estúpidos de Liam. Él había
cumplido su palabra y un sofá de dos plazas muy gastado fue llevado para ellos, así
como un viejo sofá de pana. Katya se quedó dormida en el sofá, y se despertó mientras
Liam la intentaba llevar abajo y casi dejándola caer mientras salía del ascensor.

Buenos tiempos.
El resto de la semana fue un borrón. Ella cumplió su promesa de mantenerse a raya en
el sexo, una cosa era ser aventurera y un poco floja con su moral. Otra muy distinta
convertirse en una ninfómana. No permitiría que Liam fuese a ninguna más de sus
clases de strip-aeróbic, a pesar de que él se lo pidió.

—¿Qué hacías antes de conocerme? ¿Tenías una vida?

—Pastel de ángel, todavía tengo una vida. Sólo me preocupa que entres en combustión
espontánea si te contara sobre ella.

Wulf incluso hizo una aparición, el jueves. Justo después de que llegó a casa del
trabajo, estaba preparando sus utensilios para pintarse las uñas en su habitación
cuando hubo un golpe en la puerta principal. Suponiendo que era la comida china que
había ordenado, abrió la puerta con dinero en la mano. Entonces abrió la boca
mientras Wulf la miraba.

Él había salido del trabajo un poco más temprano, y había decidido que quería ver qué
hacía ella, no esperaba que estuviese en pijama cuando sólo eran las cinco y media de
la tarde. Ella señaló que los seres humanos normales llamaban antes de simplemente
aparecer en las casas de otras personas. ¿Le gustaría que se presentara en su
apartamento?

—Si te quitas el pijama primero, sí.

Él se quedó, comió comida china con ella. Asustó un poco a Tori, con su actitud
tranquila y mirada muy directa. Luego siguió a Katya a su habitación y después de ver
cómo ella se pintaba sus uñas por un tiempo, se quitó la chaqueta, se arremangó la
camisa, y luego le dijo que había pasado mucho tiempo desde que le hicieron una
manicura.

Era tonto, pero mientras sucedía, Katya pudo sentir algo. Fue un momento. Un
recuerdo creándose. Algo a lo que se aferraría mucho después de que Wulf se hubiera
ido. Juntos en su habitación, rodeados de su decoración femenina, sentados en su
cama, con la ropa puesta. Él observándola con atención mientras ella le miraba las
manos con atención.

Puedo sentir su mirada. Como manos sobre mi cuerpo. Me está tocando.

Mientras que ella le retiraba las cutículas y limaba sus uñas, hablaron. Él hizo muchas
preguntas acerca de su tiempo en la escuela, sobre aprender a hornear. Parecía
particularmente curioso sobre cómo había sabido que esa era su pasión. ¿Cómo podía
estar tan segura de que hornear era lo que quería hacer por el resto de su vida? ¿No le
preocupaba que eso pudiera caer del mercado?
Ella sólo se había reído de él y le dijo lo que siempre se había dicho a sí misma: si se
trata de tu sueño, ¿a quién le importa lo que pase? Mientras estuviese sana, feliz, y no
hiciera daño a nadie, entonces continuaría con su sueño, independientemente de si
eso le traía o no fama o fortuna.

—Un sueño no puede derrumbarse, Wulf. No hay mercado para ellos. Lo siento, pero es
una cosa que ni siquiera tú puedes comprar y vender; mi sueño es todo mío, comprado,
pagado, no hay retorno, cambio o devoluciones.

Él nunca lo dijo, pero tenía la sensación muy clara de que los bienes raíces no eran
exactamente su sueño. Quería preguntarle acerca de sus sueños. Sobre la natación.
Pero no quería arruinar la noche. Él estaba siendo tan suave y abierto, veía un lado de
él que estaba segura de que no muchas personas llegaban a ver. Quería acariciar el
momento, mostrarle su agradecimiento por ello. Mostrarle que podía confiar en ella
con momentos como éste; que siempre podía sentirse seguro para construir
recuerdos con ella.

Eso es todo, es duro como una piedra. Esto se debe a que no se siente seguro dejándose ir,
no se siente seguro siendo sólo él mismo. Es igual que yo.

El pensamiento la hizo sentir más cercana a él. Casi de manera incómoda. Él


claramente disfrutaba de su compañía, y, obviamente, se sentía atraído por ella; no se
había dicho, pero sabía que el sexo era una opción en cualquier momento en que ella
quisiera quitar sus cosas de hacer las uñas de en medio. Pero él ni una vez dijo nada en
relación a cómo se sentía sobre ella como persona. En lo que a ella respectaba, él
estaba divirtiéndose. Tuvo la impresión de que era casi como un juego para él, el
siempre popular juego de “¿Cuán Incómoda Puedes Hacer Sentir A Katya?”. No estaba
bien, ella no quería sentirse cercana a él si sus sentimientos hacia ella eran sólo
buenos para unas risas. Buena para follar.

Una vez más, se durmió temprano. Ridículo. Eran sólo las nueve, y el hombre vivo más
sexy estaba en su cama. Pero ella era Katya Tocci, especializada en ridículo. Fue
vagamente consciente de él moviéndose alrededor de su cama, de una sábana siendo
puesta sobre su cuerpo. Cuando él bajó del colchón, ella se despertó por completo,
pero no abrió los ojos. Él no se fue. Se dio cuenta de que se encontraba de pie junto a
ella, sin moverse. Observándola. Contuvo la respiración, preguntándose qué iba a
hacer. Qué pensaba.

Al final, simplemente tomó su chaqueta y salió de su habitación, cerrando la puerta


detrás de él bruscamente.
¿Qué pasa conmigo? Liam es tan dulce conmigo. Dulce, me cuida y es agradable. Trató de
llevarme a la cama en brazos. Me hace sentir bien conmigo misma. Sin embargo, prefiero
crear recuerdos con un hombre que nunca sonríe y rara vez habla, y muy posiblemente
piensa en mí como poco más que unas vacaciones.

Fue a dormirse pensando en los sueños: los perdidos y los nuevos.


Capítulo 1
Traducido por lauuz, addictedread & florff

Corregido por flochi

Para cuando el fin de semana terminó, Katya estaba más confundida que nunca. Había
vuelto al club de Liam una noche, había una convención de BDSM en la ciudad, y un
grupo había rentado una de las habitaciones grandes. Él se tropezó con ella mientras
los instalaba, incluso la había amarrado en algo que llamó la Cruz de San Andrés.
Había habido un momento, cuando se estiró para desatar sus muñecas. La había
mirado por un largo tiempo, sus dedos calientes contra su piel. Ella lo había mirado de
regreso, preguntándose qué nuevo truco iba a aprender esa noche. Pero entonces él la
había rechazado, solo golpeándola juguetonamente en el trasero. Pasaron el resto de
la noche en su oficina, riéndose de videos de gatos y comiendo comida china con las
manos.

Más tarde, tenía una cita para almorzar con Wulf, su panadería no estaba demasiado
lejos de su edificio de oficinas, y él le había informado que la encontraría en un camión
de comida a medio camino. Había viento afuera y él había perdido su burrito. Ella se
había reído mientras éste se alejaba, entonces le gritó cuando simplemente se comió
el de ella. Antes de que pudiera quejarse mucho, sin embargo, estaba besándola. Un
beso real, tan caliente, que se había olvidado de que estaban sentados afuera. Él había
colocado una mano en su cabello y jalado, para acomodar su cabeza. Le gustaba
acomodarla, se dio cuenta. Posicionarla como quería, entonces hacía lo que sea que
quería. Le encantaba. Fue él quien los detuvo, finalmente alejando sus labios de los de
ella cuando trató de desatar su corbata. Se rio de ella, la besó una vez más, entonces se
quitó la corbata para deslizarla en el cuello de ella. Su siguiente beso fue más lento,
más dulce, e incluso antes de que pudiera abrir los ojos, él se había alejado sin una
segunda mirada.

El resto del día sintió que flotaba. Sus compañeros lo notaron. Tori lo notó. Infiernos,
estaba segura de que los extraños en la calle podían notarlo. E incluso mejor, no le
importaba. No estaba avergonzada. En todo caso, se preguntaba por qué había sido
tan mojigata tanto tiempo. ¿¡Así es como se sentía salir con dos hombres al mismo
tiempo!? Dios, ¿por qué no lo hacía desde hace tiempo? ¿Por qué no lo hacía todo el
mundo?
¿Y qué va a pasar cuando termine y tengas que elegir?

Un pensamiento que la puso sobria, justo antes de que apagara las luces por la noche.
Liam le envió un mensaje, ofreciéndose a encontrarla en el techo. Wulf le envió un
mensaje, algo vagamente invitador y definitivamente sexual. Los ignoró a ambos y
miró fijamente el techo, consumida con su nuevo pensamiento.

¿Cómo va a terminar esto?

—¿Qué pasa contigo, pastel de ángel?

Katya frunció el ceño y se concentró más, poniendo la punta de su lengua entre sus
dientes y mordiéndola. No sabía por qué ayudaba, pero lo hacía.

—Nada, le estoy encontrando el truco.

—No hablo del juego.

Jugaban Need for Speed. Le gustaba lo suficiente, pero prefería jugar Call of Duty con
él. Estaba de humor para disparar cosas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, enfocándose en hacer un giro y no derrapar.

—Estás callada. Introvertida.

—Uh, así es como soy. —Se rio, entonces dejó salir un grito cuando casi perdió el
control de su auto.

Fin del juego. ¿Te gustaría jugar de nuevo?

—Solo he estado pensando en muchas cosas últimamente —dijo ella. Fue su turno de
reír.

—Oh, dulce Jesús, no puede ser bueno. Tu cerebro tiene una forma de arruinar cada
cosa buena que te pasa —molestó.

—No es verdad.

—Es más verdad de lo que quieres admitir. ¿En qué has estado pensando?

—Ummm…
Katya se mordió el labio. Nunca se sentiría cómoda con esta parte de su pequeña
situación. Wulf nunca preguntaba por el otro hombre en su vida, y Katya nunca
hablaba de él, pero Liam era un curioso. Quería saber todo tipo de cosas, de qué
hablaban ella y el “chico nuevo”, qué tipo de sexo tenían, ¿¡por qué solo lo habían
hecho una vez!? ¿Era frígido? ¿Malo en la cama? ¿De pene pequeño?

—¿Estás pensando en el pequeño pene de Chico Nuevo?

Ella levantó una almohada y se la lanzó.

—¡No tiene un pene pequeño! —gritó.

—¡Whoa, defensiva! Así de pequeño, ¿eh? ¿Hablamos de minúsculo? Está bien, puedes
decirme —dijo. Ella levantó su ropa sucia del piso y comenzó a lanzarle cosas.

—Si necesitas saber. —También se estaba riendo, agachándose cuando comenzó a


lanzar la ropa de regreso—. Es maravilloso. El tamaño perfecto, grueso en todos los
lugares correctos, y me hace ver a Dios. ¿¡Feliz!?

—Wow, es asombroso. Dios, ¿eh? ¿Qué ves cuando yo te follo?

—No veo nada… me bloqueo. ¿Qué dice eso sobre ti?

Él la tacleó entonces, lanzándose con todo su peso. Ella gruñó mientras se estrellaba
en su sofá de cuero blanco, el mismo en el que había despertado después de su
primera noche juntos.

—¡Esta bien, eso es todo! La infidelidad debe ser castigada —gruñó mientras comenzó
a hacerle cosquillas.

—¡ARG! ¡Detente! ¡DETENTE! Lo siento, lo siento. —Jadeó por aire, pateando y


empujándolo.

Él siguió por otro minuto, pero entonces ambos estaban riendo demasiado para seguir
peleando. Presionó su cara en su pecho y ella pudo sentir su risa contra su piel. Jadeó
debajo de él.

—Tienes que admitir que te hago ver algo —murmuró. Ella se rio.

—¿Qué es eso, celos? Vamos, eres el que siempre me dice “no es una competencia”,
¿recuerdas? —apuntó ella.

—Sí, lo sé. Solo tengo curiosidad, supongo. Eres tan… diferente. De cualquier otra
mujer con la que he estado, como si te desenvolvieras para mí. Solo me pregunto si él
también saca eso de ti —explicó finalmente.
—Wow, Liam. Eso es algo dulce.

—Shhh, no lo digas tan fuerte. La gente podría escucharte.

Ambos se rieron de nuevo, entonces él se enderezo así podía verla. Aún estaba
sonriendo, pero sus ojos estaban serios mientras observaba su cara. Ella tragó
pesadamente y le devolvió la mirada. Se fijó en su masculina belleza y cabello
desordenado.

En verdad, deberías enamorarte de este hombre.

—Liam —susurró ella. Él levantó la mano y jugó con una hebra de su cabello.

—¿Hmm?

—Tú creaste este monstruo. Antes de ti, ni siquiera sabía que podía ser esta chica.
Nunca supe que era algo que quería. Y es asombroso, y nunca seré capaz de
agradecerte por ello.

—Pero…

Katya sacudió la cabeza.

—Sin peros. Las cosas que él saca de mí son diferentes. Es como si… me hicieras
expandirme. Abres mis ojos y amplías mis ataduras. Él me contrae. Mis ojos solo lo ven
a él y es mi única atadura. Ambos son tan… diferentes. Completamente diferentes, en
lo que hacen por mí, cómo me hacen sentir —ella trató de explicar.

—Hmmm.

Él no la miraba a los ojos. Solo miraba su hombro, donde jugaba con su cabello. Había
dejado su cabello suelto por él, porque dijo que le gustaba de esa manera. De repente
se asustó que hubiera un cambio, que hubiera dicho demasiado. No quería perderlo.

—Liam, tal vez no deberíamos… —comenzó a decir, pero entonces él se dejó caer
encima de ella. Tan abruptamente, que de hecho se quejó. Su boca se colocó unos
milímetros encima de la suya.

—¿Sabes que he estado pensando? —susurró el, tan cerca que podía sentir el roce de
sus labios.

—¿Qué? —susurró, luego jadeó cuando se movió de nuevo. Su nariz estaba contra su
cuello, sus labios en su pulso.

—La clase de aerobics. Lo buena que fuiste. Lo mucho mejor que probablemente eres
ahora —siseó, entonces sintió sus dientes clavarse en su piel. Se arqueó contra él.
—No voy a desnudarme para ti —dijo ella.

—Suena bien. ¿Quieres que ponga algo de música?

—Liam, acabo de decir que no lo haré.

—Yo escuché “sí, mi dulce y gentil amante, me desnudaré lentamente para ti y te


permitiré follar cualquier orificio que te plazca”, ¿no es raro?

—No hay nada dulce y gentil sobre ti, y no te voy a dejar follar cualquier orificio que te
plazca.

—Pero ya me has dado acceso a los dos más importantes.

Katya respiró hondo.

—No voy a desnudarme —dijo de nuevo.

—Ah, ya has cedido en un punto. Vamos a saltarnos el principio y comenzar a quitar la


ropa.

Él siguió besando su hombro. Eventualmente, sus labios se movieron a su pecho, lo


que significaba que su suéter tenía que irse. Pero mientras sus dedos se curvaban en el
borde, él dudó. Siempre dudaba, y en ese momento, pensó para sí misma “Wulf nunca
duda, ve lo que quiere y va por ello. Me desea”. Jodido, hombre. Ella sabía que Liam la
deseaba, podía sentir su erección. Sabía que se preocupaba por ella, eran muy buenos
amigos. Pero sus labios estaban en su piel y su peso estaba en su cuerpo, y todo lo que
podía pensar era en otro hombre.

Esto no está bien. Por primera vez, en realidad no está bien.

—Lo siento —susurró mientras sus manos se alejaban de su suéter.

—Nunca te disculpes, pastel de ángel. ¿Lo posponemos? —preguntó, su aliento


caliente en su hombro. Ella luchó por respirar.

—Sí. Gracias, Liam —suspiró, envolviendo sus brazos en su cuello.

—Gracias a ti.

Sus brazos se movieron alrededor de su cintura y finalmente, él le devolvió el abrazo.

—Si alguna vez me vuelvo una desnudista exitosa —comenzó Katya, desesperada por
mejorar el humor—, me aseguraré de que todos sepan a quien tienen que agradecerle.
—Malditamente correcto que lo harás. Y no esperes ninguna propina de mi parte. Solo
las doy a desnudistas que no conozco.

—Qué generoso de tu parte.

—Lo sé, ¿verdad?

Más allá de no sentirse bien sobre tener sexo con él, Katya no había querido
desnudarse para Liam porque la idea la hacía sentirse nerviosa y un poco
avergonzada. ¿Qué si lo arruinaba? ¿Si no era tan buena como él recordaba?

Pero la mujer que él había descrito era sexy y desinhibida, sin miedo a nada. Katya
quería ser esa mujer. Liam la hacía sentir como si pudiera ser esa mujer. Wulf iba a
experimentar a esa mujer.

—Nunca he estado en tu departamento.

Wulf no creía en arreglar citas, eso se había dado cuenta. La había llamado justo
cuando ella estaba saliendo del trabajo y le dijo que fuera a su oficina. Quería llevarla a
cenar, explicó, pero una reunión se alargó. Podía esperarlo, probablemente él acabara
cuando ella llegara.

Solo que no, su reunión se alargó mucho más. Después de que habían pasado treinta
minutos, él le había enviado un mensaje. Le dio instrucciones para ir a su oficina
privada, donde podía esperar con más comodidad.

Parecía no ocurrírsele que quizás ella prefería irse a casa.

Pero por supuesto, Katya tampoco lo sugirió. Él aún tenía ese extraño control sobre
ella. Si Wulf lo decía, entonces así sería. Caminó por varios pasillos, pasó un montón de
cubículos y fue recibida por la misma asistente que había entrado en la panadería
aquel fatídico día, hace ya tanto tiempo.

Donde quiera que estuviera Wulf, seguramente su asistente estaría detrás, muy cerca;
Ayumi Nakada se movía alrededor de él como una sombra y era apenas más visible
que una. Era pequeña, con una anchura de cabello sobre su más de metro y medio y
por lo general, muy tranquila. Sin embargo, cuando hablaba era con el mismo tono de
voz que Wulf usaba. Brusco, sin tonterías, autoritario. Ella siempre era un poco
maliciosa con Katya. Fría. Como si pensara que estaba por encima de las otras
personas.
Probablemente eso venía de años de trabajar con alguien como Wulf.

Ayumi le mostró a Katya un conjunto de enormes puertas dobles, abriendo una para
ella y haciéndole un gesto para que entrara. La puerta se cerró detrás de ella y
entonces estaba sola. En los dominios privados de Wulf.

No había nada personal en la oficina. Tenía un enorme escritorio de roble que estaba
ubicado frente a los ventanales. Una pared a su derecha tenía un estante flotante, el
cual estaba cubierto de premios, trofeos y certificados. La parte de arriba de su
escritorio estaba perfectamente limpia, todo en orden, incluso las plumas y lápices
alineados; y por primera vez, se preguntó si él tenía un ligero caso de un trastorno
obsesivo compulsivo.

Cuando se sentó en la silla de él, de verdad se estremeció. Era un hombre tan


poderoso, eso a veces era tan fácil de olvidar, que no era solo para beneficio de ella. De
alguna manera, él controlaba la vida de un montón de personas. Sus suertes, sus
futuros. Todo desde esta silla. Respiró hondo a través de su nariz, podía oler su
colonia. Frotó sus piernas y suspiró, preguntándose si al menos habría una pequeña y
solitaria revista que pudiera usar para distraerse.

Mientras buscaba en su escritorio, la golpeó. La falta de personalización. Sin fotos de


su familia, lo que en verdad no fue una sorpresa demasiado grande. Pero sin fotos de
él con impactantes clientes o socios de negocios. Ninguna obra de arte. Todo era muy
común, claramente elegidos en base a la apariencia y no por una preferencia personal.

Jesús, ¿cómo luciría su hogar?

Él había estado en su edificio tres veces y en su apartamento dos veces ya. Había
comentado sobre su habitación: lo adorable que era, lo que se parecía a ella. Katya
sabía que tenía un estilo muy femenino, y a menudo se consentía al hacerlo,
decorando para satisfacer su propio gusto. Tenía una pequeña oficina en la panadería
y también reflejaba su estilo personal.

Él debe ser una persona tan solitaria.

Así que cuando, dos horas más tarde, le dijeron que era requerida en la sala de
conferencias, lo primero que le preguntó fue sobre su casa.

—Por supuesto que nunca has estado en mi apartamento —le respondió, sin levantar
la vista mientras colocaba unos papeles dentro de un archivador—. Sería muy extraño
si hubieras estado, nunca has sido invitada.

Katya resopló y se negó a estar ofendida.


—Nunca has sido invitado a mi casa, pero sigues apareciéndote.

—Por favor, estoy invitado a cualquier lugar en el que tú estés.

—Engreído.

—Sí, además no está mal.

Ella apartó la mirada de él, mirando alrededor de la habitación, sin querer admitir que
él tenía razón. Había una enorme mesa, rodeada de veintiséis sillas, las contó todas.
Wulf estaba en la cabecera de la mesa, de espaldas a más ventanas grandes. Katya se
había sentado cerca de la puerta, con unos diez asientos entre ellos.

—No tenía que esperarte dos horas, ¿sabes?

—Y aun así lo hiciste.

—Aún podría irme.

—Y aun así no lo harás.

—Quiero ir a tu apartamento —dijo ella finalmente. Él levantó la vista hacia ella.

—¿Por qué de repente eso es tan importante para ti?

Porque quiero hacer un striptease para ti, quiero dormir contigo y quiero que esto
signifique algo. Quiero ser tan importante para ti como tú te estás rápidamente
convirtiendo para mí. Porque quiero conocerte. Al verdadero tú, no al hombre que le
das a los demás. Quiero hacerte sentir especial.

—No lo sé —mintió en cambio—. Siempre nos encontramos en algún lugar, siempre


de tu elección, por lo general cerca de tu trabajo. Tal vez me gustaría una elección.

Entonces él se rió.

—Que creas que tienes una opción es gracioso.

—No será tan gracioso cuando haga una elección que no te guste —le advirtió.

—¡Oh! A Tocci le han crecido algunas bolas desde la última vez que la vi —bromeó.

—Tienes que darme algo, Wulf. No he pedido nada. Más bien al contrario, he sido muy
complaciente. Quiero ver dónde vives —dijo ella. Él la miró durante largo rato, luego
se sentó en su silla.

—¿Y si digo que no?


Ella se encogió de hombros, fingiendo indiferencia.

—Entonces, también tal vez comience a decir no más a menudo.

Él levantó una ceja ante su valentía, pero luego soltó un profundo suspiro.

—Soy un hombre muy ocupado, Tocci. No te estoy alejando de mi casa o algo. Está
exactamente cruzando toda la ciudad… No tengo tiempo para recogerte, conducir
hasta allí, follarte, llevarte a casa y regresar al trabajo; todo en mi pausa del almuerzo.

Ella tuvo que reír y se alegró cuando lo vio sonreír nuevamente.

—Está bien, lo entiendo, pero algún día. Pronto. Quiero ver esa misteriosa guarida
tuya.

—Bien. Algún día, en el futuro cercano, te llevaré a mi apartamento.

A ella se le ocurrió algo más.

—¿Qué tal tus días libres?

—¿Disculpa?

—Podríamos ir en tus días libres —sugirió.

—No tengo días libres, estoy aquí, o en una inspección, o haciendo un trato, o lidiando
con algún problema —dijo él.

—Jesús, tu vida es una mierda —dejó escapar.

—Sí, mi vida es una mierda: vivo en un ático de varios millones de dólares, poseo más
bienes raíces de los que te puedes imaginar y tengo a una mujer muy sexy como mi
propio juguete sexual. La vida es horrible.

—Esa pobre, pobre mujer.

—Estoy hablando de ti.

—¿Qué tal después del trabajo? Usualmente sales alrededor de las seis, ¿cierto?
Podríamos ir allí, podría hacerte la cena, puedo hacer más que solo hornear —ofreció.

—Estoy seguro de que puedes, pero una vez que estoy allí, no quiero hacer todo el
viaje de regreso a la ciudad para llevarte a casa —explicó él.

—Wulf, si voy a tu casa a cenar, es casi una apuesta segura que tú vas a tener suerte.
Podrías llevarme en la mañana de camino al trabajo —le dijo.
—Sé que tendré suerte, pero tú no vas a quedarte en la noche.

—¿No lo haré?

—No. No dejo que las mujeres pasen la noche conmigo.

—¿Nunca?

—No en mi propio lugar.

—Pensé que yo tenía un montón de reglas para mí —murmuró ella. Ellos eran tan
parecidos a veces, eso era casi desconcertante.

Debería presentárselo a Liam. ¿Eso sería extraño? Creo que Liam sería bueno para él.

—¿A cuántas mujeres has llevado a tu apartamento? —preguntó ella.

—¿A este apartamento en específico?

—Jesús, eres un auténtico magnate de los bienes raíces y de las múltiples propiedades.
En todos tus años sexualmente activos, ¿en verdad al lado de cuántas mujeres has
dormido? ¿Toda la noche? —Ella tenía curiosidad.

—No sé, un puñado quizás, si no te hubieras quedado dormida la otra noche, habría
despertado contigo a la mañana siguiente.

De repente, ella estaba maldiciéndose a sí misma por no forzar una taza de café en su
garganta cuando él apareció.

—Eres muy molesto —gruñó, frotándose la frente—. En todos tus años sexualmente
activos, ¿a cuántas mujeres has invitado a tu casa y luego les has permitido pasar la
noche?

Él la miró por un largo, largo tiempo.

—Una.

Katya estaba un poco sorprendida. Había pasado muchas noches en casa de su ex


novio, así como con el novio antes que él. Demonios, ya había pasado dos noches en
casa de Liam. ¿Qué le había pasado a Wulf en su vida, que no quería dejar entrar a
nadie? Y lo más importante para ella, ¿era él una causa perdida? Si siempre iba a
mantenerla a un brazo de distancia, prefería saberlo ahora, así podía proteger a su
corazón de él. O proteger lo poco que él no había robado ya.

Sola una. Me pregunto quién era ella, debió ser alguien muy importante para él.
—Una —susurró ella—. Subestimas el poder de una buena sesión de arrumacos.

—Estoy seguro, pero he sobrevivido bastante bien hasta ahora sin ellos.

—Bien, bien. No tenemos que ir a tu apartamento, pero con una condición.

—¿Cuál?

—Ya no puedes venir a la mía.

—Buena suerte con eso.

—Lo digo en serio. No vas a ver la mía hasta que me muestres la tuya —le dijo.

—Ya he visto todo lo que tienes que mostrar.

Aspiró aire a través de sus dientes, pero se negó a ponerse nerviosa.

—Wulf, ni siquiera has empezado a ver todo lo que tengo que mostrar.

Una absoluta y completa mierda, pero mantuvo su mirada fija y se negó a retroceder.
Él era muy bueno en hacer correctas suposiciones sobre ella, pero solo tal vez, ella
podría engañarlo con algunas cosas.

—Me ocultas algo, Tocci —dijo finalmente en voz baja—. Muy traviesa. Creo que un
castigo está en orden.

—Estoy temblando de miedo.

—Lo estarás. Ponte sobre la mesa.

—¿Por qué…?

—No pregunté.

Al igual que cada vez que él daba una orden, el cuerpo de ella prestaba atención
automáticamente. Ninguna conversación en absoluto con su cerebro o corazón. Era
como si ella estuviera fuera de sí misma, observando como la linda chica de cabello
castaño se levantaba y se movía para arrodillarse en el borde de la mesa.

—¿Es suficiente? —susurró ella.

—Levántate.

Ella hizo eso.

—¿Algo más?
—Estaba esperando por un espectáculo, ya que alardeabas de lo mucho que hay que
ver.

Katya se preguntó qué demonios hacía. Qué demonios pensaba él. Si la jodida puerta
estaba cerrada. No estaba segura de lo que pedía. ¿Un espectáculo? ¿Sabía algún truco
mágico? ¿Se supone que se desnudaría y simplemente se tumbaría?

Desnudarse…

Las palabras del otro día de Liam empezaron a susurrar en su cerebro. Que había
estado sexi y mostrado confiada en sus clases de aerobic. Se había puesto duro tan
solo con describírselo. ¿Qué pasaría con Wulf si la veía en acción?

Puedes hacer esto. Ya has hecho esto. Se esa mujer.

No había música, pero Katya empezó a rodar sus hombros con un ritmo imaginario.
Moviendo sus caderas de lado a lado. Wulf parecía un poco intrigado, pero ni la mitad
que cuando se quitó los zapatos. Se quedó mirando fijamente sus dedos mientras ella
lentamente se quitaba su collar de alrededor del cuello.

Se hundió sobre sus rodillas al mismo tiempo que se quitaba la camisa. La dejó caer
contra el borde de la mesa mientras se arrastraba hacia delante. Después rodó sobre
su espalda, mirándole desde abajo mientras arqueaba su espalda. Llevaba todo el día
vistiendo todo de negro, incluso su ropa interior, y los ojos de él se posaron sobre las
copas de su sujetador.

Después de mover sus piernas en el aire, se giró de espaldas, siempre moviéndose


ligeramente más cerca de él. Movió las manos sobre su cuerpo mientras caminaba
hacia la mesa. Cuando estaba a tan solo metro y medio, finalmente se detuvo e inclinó
las piernas rectas, forzando su culo hacia arriba y en alto, todo mientras se deslizaba
fuera de los leggings. Con un movimiento rápido de los pies, los lanzó a la cara de él.

Para el momento en que él hubo lanzado la tela a una esquina, ella estaba a gatas,
gateando de nuevo hacia él. Él había parecido frío la mayor parte de su baile, pero
ahora que estaba más cerca de él, podía ver el hambre en sus ojos. Como quería tomar
un bocado de ella. Se estiró plana sobre la mesa, golpeando sus pies detrás de ella y
asegurándose de que su trasero se lanzaba hacia arriba. Después, mientras seguía
mirándolo, alargó la mano y agarró su corbata, tirando suavemente de ella. Él rodó
hacia adelante en su silla hasta que estuvo contra el borde de la mesa.

—No es lo que esperaba, Tocci. Estoy impresionado —le dijo con voz baja. Ella pasó la
mano por su corbata. Sobre su pecho. A través de su estómago. Claramente hacia el
abultamiento de sus pantalones, que tomó en su mano antes de acariciar de arriba
abajo.

—Estoy halagada. Tengo el presentimiento de que no hay mucho que te impresione —


dijo. Su mano bajó sobre la de ella, presionándola con fuerza hacia abajo, mostrándole
cómo acariciar más rápido.

—Katya —susurró, y ella se estremeció. Era tan raro que él dijese su nombre—. Nunca
había visto algo como tú.

Palabras como esas, y Wulf no necesitaba hacer ningún trato. Ella nunca tenía que ver
su apartamento. Apenas había terminado de hablar y ella estaba sobre él. Su asistente
se encontraba en algún lugar del edificio, Katya sabía con certeza que la puerta de la
sala de conferencias no estaba cerrada y no le importaba en absoluto. Ni siquiera un
poquito.

Cayó en su regazo con tal fuerza que la silla rodó hacia atrás, amenazando casi con
volcar. Fue capaz de besarle una vez, pero después sus manos estaban en el pelo de
ella, apartándola.

—Ah, pero se supone que esto debe ser un castigo, ¿recuerdas? ¿Quién dijo que podías
besarme? —dijo, y ella le sintió mordisqueando el costado de su cuello.

—Wulf, por favor, no quiero que… ¡AH! —terminó con un chillido cuando mordió más
fuerte, preguntándose si le había roto la piel.

—En desacuerdo. Tsk, tsk, señorita Tocci. Estás en un papel esta noche. Bájate de mí.

No le dio la oportunidad para desobedecer. Tiró más fuerte de su pelo, y la forzó a


seguir a su mano. Se deslizó de su regazo y se las arregló para quedar con sus pies bajo
ella, yendo tras él mientras se ponía de pie.

Katya fue arrastrada a través de la habitación y presionada contra la ventana. Tragó


saliva ante la sensación del frío cristal sobre su piel caliente, después gimió cuando
sintió sus labios sobre su nuca. No estaba segura de lo que le había sucedido, la última
vez que estuvieron juntos, no fue tan agresivo. Quizás veía un nuevo lado de él. O su
verdadero yo.

Encantada de conocerte, Señor Stone.

—Por favor —dijo otra vez, alejando sus labios de la ventana y frotando su trasero
contra su escroto—. Por favor, te necesito.
—Hmmmmmm, eso está bien, pero no creo que eso sea lo que quieres decir —susurró
él. Mientras la besaba camino abajo por su columna, su mano lentamente se deslizaba
fuera de su pelo y se arrastraba sobre su nuca.

—Por favor, Wulf.

—Por favor, Wulf. Ella ruega tan dulcemente, pero aun así no puede obtener lo que
quiere.

Su mano libre estaba en su cadera, tirando y empujando de su ropa interior.


Desplazándola hacia abajo, dejándola caer sobre sus tobillos. Dejándola solo con su
sujetador.

—Por favor.

Podía sentir su traje contra su piel desnuda mientras él permanecía erguido tras ella, y
su mano se deslizaba alrededor de su cuello, envolviéndose gentilmente alrededor de
su garganta. Ella resopló mientras se echaba hacia atrás, su columna obligada a
arquearse mientras la cabeza era atraída a su hombro. Plantó sus palmas contra la
ventana y empezó a jadear cuando la mano libre de él se movió por su estómago.

—Por favor, ¿qué?

—Wulf, quiero…

La mano en su garganta se apretó más fuerte, la mano en su estómago se movió más


abajo, pero ninguna la empujó sobre el borde que ella buscaba tan desesperadamente.
Se puso sobre las puntas de sus pies, casi llorando por la tensión que atravesaba su
cuerpo.

—Si ni siquiera puedes decirme lo que jodidamente quieres —gruñó, su aliento


caliente contra su cara—. No sé por qué debo molestarme en dártelo.

—Por favor, quiero que me folles —susurró. La risita que oyó sonaba más como un
gruñido, y gimió cuando sintió su lengua contra su oreja.

—¿Qué es eso? Casi no puedo oírte —siseó.

—Solo fóllame —siseó ella enseguida.

—¿Solo fóllame? ¿Eso es? Vaya, tu petición es tan sencilla.

De acuerdo, Wulfric. Tú ganas.


—Por favor, Wulf —ronroneó, colocando una de sus manos sobre la de él y bajándola
entre sus piernas—. Fóllame ahora mismo. Justo aquí. Contra esta ventana. Fóllame
tan fuerte que la gente de la calle me oirá gritar tu nombre.

Ella nunca había hablado así antes, a nadie. Se preguntó brevemente si era demasiado.
Si sonó ridícula. Pero entonces él estaba estrellando su polla dentro de ella y se dio
cuenta de que no había sido demasiado en absoluto.

Jesús, debí haber estado hablando así desde hace años.

—Creí que iba a llevarte toda la maldita noche —gruñó mientras sacudía sus caderas
contra ella. Despacio y gentil no estaba en el menú de esta noche, instantáneamente
empezó a follarla como si fuese su trabajo. No pudo siquiera responder. Apenas podía
respirar. Él la dejaba sin aliento con cada golpe, y la mano en su garganta se aseguraba
de que no pudiese aspirar nada de vuelta adentro.

—¿Ves lo que sucede cuando haces lo que te pido? Eres recompensada —resolló,
moviendo finalmente sus manos. Aspiró aire con avidez y se las arregló para asentir.

—Sí. Sí, gracias. Dios, muchas gracias —gimió. Él agarró sus caderas y tiró de ellas
lejos del cristal, obligándola a inclinarse casi en ángulo recto. La nueva posición le dio
la posibilidad de follarla incluso con más fuerza, algo que no había pensado que fuera
posible. Chilló con cada empuje, sus manos golpeaban la ventana.

—Tan educada. Tan dulce. Katya Tocci, el mejor jodido postre que he tenido nunca.

Ella chilló otra vez mientras era volteada. Creyó que iba a tropezar, la posición en la
que estaba no era favorable cuando estaba compitiendo contra la gravedad, pero no
tenía que preocuparse. Wulf siempre tenía un plan. Fue tirada hacia abajo contra la
parte superior de la mesa de conferencias. Presionó su mejilla contra la dura madera y
dejó salir un largo gemido cuando las caderas de él empezaron a golpear de nuevo
contra ella.

—El mejor. Dios, eres el mejor —susurraba. Balbuceando, insegura incluso de lo que
decía exactamente. Tenía los brazos estirados a los lados, agarrando los bordes de la
mesa, pero él agarró con rudeza el brazo derecho y tiró de él hacia atrás.

—Tócate —le ordenó, elevando sus caderas lo bastante para que así pudiese meter su
mano entre ellos y la mesa.

—Oh, Dios mío.

Un toque de las puntas de sus dedos, y se disparó como una pistola de largada. Gritó
mientras el orgasmo golpeaba cada terminación nerviosa. Fue a quitar su mano para
así poder empaparse de la sensación, pero la mano de Wulf se aplastó sobre la suya,
sus dedos trabajando sobre los de ella. Ella gimoteó y gritó mientras ola tras ola de
placer la atravesaban. Se convirtió en demasiado para ella. La sobrepasó. Pero aun así,
el la obligó aún más, sus dedos presionando incluso con más fuerza. No fue hasta que
estaba levantando sus pies del suelo, su mano libre golpeando la mesa, rogando por
clemencia, rogando que se detuviese, que la dejó ir.

E inmediatamente, ella extrañó su toque.

Sin embargo, antes de que pudiese suplicarle que empezase todo otra vez, él tuvo su
propio orgasmo. Se vino con un grito, arrastrando sus uñas hacia abajo por la espalda
antes de agarrarse a sus caderas. Hundiendo los dedos en su carne. Mientras pulsaba
dentro de ella, los moratones palpitaban en su exterior, y cada terminación nerviosa
latía dentro de ella.

—Santa Mierda, Tocci —dijo jadeando, y ella le sintió inclinarse hacia delante. Sintió
su frente contra la espalda.

—Tú… tú estuviste… eso fue increíble —susurró ella, encontrando aún difícil respirar.

—Lo sé.

—Jesús, es como si estuvieses enfadado conmigo.

—Lo estaba. Debiste haberme dado ese espectáculo hace una semana, cómo te atreves
a mantener algo tan maravillosamente inapropiado lejos de mí.

Ella se las arregló para reírse.

—Debidamente anotado. La próxima vez que aprenda un nuevo truco, lo compartiré


contigo inmediatamente.

—Mejor lo haces —gruñó, y ella chilló cuando sintió sus dientes en la carne.

—Vas a dejarme marcas —comentó, subiendo una mano para frotarse el mordisco en
el cuello.

—Bien. Cada vez que veas uno, pensarás de dónde viene. Quién te lo dio.

Antes de que pudiese responder una declaración tan audaz, él se alejó y tiró de ella
hacia arriba. Ella se tambaleó un poco y él se rio, después la ayudó a contonearse las
bragas de nuevo en su sitio. Se puso sus propios pantalones otra vez mientras ella
luchaba con sus leggings, pero antes de que pudiese ponerse la camisa, la besaba de
nuevo. Ella enrolló sus brazos alrededor de su cuello y suspiró.
—Pensé que íbamos a tener una cena. —Soltó una risilla mientras tropezaban por
toda la habitación.

—Íbamos a tenerla, pero después alguien decidió hacer un strip-tease en la mesa de


conferencias. ¿Sabes lo duro que va a ser tener reuniones aquí ahora?

—Bien, te lo mereces. Jesús, eso fue impresionante —gimió, girando la cabeza sobre
sus hombros—. ¿Qué se te metió dentro? Estabas tan salvaje.

—Tú —susurró, dejando caer su cabeza para besarla en el hueco de su garganta—. Tú


sentada allí, tan bonita. Tan perfecta. Tan completamente inconsciente de lo
jodidamente sexy que eres. Algunas veces… No puedo evitarlo cuando estoy a tu
alrededor. Tengo que hacer que te des cuenta.

Ella le hizo perder el control. Nunca ni en un millón de años habría pensado que
pudiese tener ese efecto en un hombre, y mucho menos en uno tan impresionante
como Wulfric Stone. Katya gruñó y levantó una pierna sobre la cadera de él, tratando
de acercarse más a él. Queriendo sentir todo de él, todo de nuevo.

—Puedes hacer eso en cualquier momento —susurró.

—Lo sé, no te estaba pidiendo permiso —le susurró de regreso, y después sus manos
bajaron por la parte de atrás de sus leggings.

¿Quién necesitaba comer cuando podía tan solo alimentarse de la pasión? La comida de
todos modos estaba sobrevalorada.
Capítulo 12
Traducido por camii.beelen & lauuz

Corregido por flochi

Liam estaba en problemas.

Sonreír y venderse a sí mismo era su segunda naturaleza para él, es parte de lo que lo
convirtió en un propietario de negocios tan eficaz. Podía sonreír en la cara de alguien
y hacerlos reír, incluso mientras los despedía. Podía vender a una mujer en guantes
blancos una paleta de ketchup. Sin duda podría venderse a Katya como un encantador,
despreocupado, tipo de amigo sólo interesado en el sexo.

Porque eso era lo que era, por lo general. Había visto su perfil, aprendió sobre ella, y
quería apretar sus botones. Molestar a su recatada y apropiada vecina de al lado.
Nunca había esperado que ella explotara fuera de su concha de la manera que lo hizo,
él todavía estaba deslumbrado por su primera noche juntos.

Pero no esperaba que fuera tan entrañable. Descarada. Ella era graciosa, y verla
descubrirse a sí misma, verla probar sus propios límites, fue especial para él. Era una
estudiante muy dispuesta, y Liam era un excelente tutor, así que encajaban bien juntos
en la cama. Se adaptaban incluso mejor fuera de la cama.

Ese era el problema, justo allí. Cada vez que ella le sonreía, se burlaba de él, se quejaba
de él, le gustaba aún más. Menos y menos de su tiempo estaba siendo gastado
pensando en qué nueva y pervertida cosa podía conseguir que ella hiciera, y más
estaba siendo puesto en averiguar cómo sólo pasar tiempo con ella. Cómo conseguir
que lo mirara de la manera que él la miraba.

Estúpido jodido Nuevo Tipo. Que se joda. Y joder Liam por llevarlo tan lejos. Todo era
culpa suya, era muy consciente de eso, de todo. Debería haberla follado, luego dejarla
ir. Objetivo alcanzado, misión cumplida. Todo había sido por una risa.

Ahora, estaba demasiado metido para alejarse de ella. Pasaba casi más tiempo en su
edificio que en el propio. Era adicto a empujar sus botones, a ver sus reacciones, a oír
su risa. No habían dormido juntos en un tiempo, ella se había alejado de ese aspecto
de su relación, y a él ni siquiera le importaba.

—Estoy muy jodido —susurró, dejando caer su cabeza sobre su escritorio.


Esto va a ser malo. Esto va a ser tan malo. ¿Cómo le cuento todo? No terminará bien.
Corrección, terminará. Completamente. Nunca volverá a hablar conmigo. Y no sé si
puedo manejar eso.

Katya pasó la mayor parte de su tiempo en una neblina de lujuria inducida, de


cualquier manera. Se las arregló para apagar todo para el trabajo, que fue el único
momento en que pudo concentrarse. Ella no pondría su trabajo en peligro por esos
muchachos. Pero desde el momento en que se despertó hasta que llegó a la puerta de
la panadería, y el segundo que dejó la panadería hasta que se fue a la cama, estuvo
pensando en ellos. Contestando textos de Liam, haciendo planes para reunirse en la
azotea y comer pizza. Hablando con Wulf, encontrándolo por besos robados en
callejones entre sus lugares de trabajo.

Era abrumador de la mejor manera posible, pero aun así, a pesar de todo eso y su
carga de trabajo, finalmente fue capaz de sacar su cabeza de su culo el tiempo
suficiente para darse cuenta de algo.

—Santa mierda, perdiste tu trabajo, ¿verdad?

Ella y su compañera de cuarto se miraron. Katya había ido a casa a almorzar, algo que
rara vez hacía. Tori había salido de la casa al mismo tiempo que ella, alrededor de las
ocho de la mañana, pero allí la otra mujer estaba sentada a la mesa de la cocina,
usando pantalones cortos y una sudadera. Era como si los seguros entraran en una
cerradura de su cerebro, abriendo los ojos de Katya. Tori había estado mucho en casa,
siempre apareciendo a la hora del almuerzo, quedándose en casa cuando Katya se
quedaba en casa. Siempre alrededor.

—Yo… lo siento —susurró Tori, luego empezó a llorar.

Soy una amiga terrible.

Katya dejó caer las bolsas que llevaba y corrió hacia su amiga. Tori estuvo allí mucho
antes de que los muchachos hubiesen sido algo para Katya, se conocieron en su
segundo año en la secundaria, fueron inseparables desde entonces, mucho para el
desprecio de la madre de Katya. Tori era una “mala influencia”. Oh, si la señora Tocci
sólo supiera cuánto.

Sollozaron y lloraron, entonces Katya envolvió a Tori en una manta. Mientras su amiga
trataba de controlarse, Katya preparó sopa y bajó las reservas especiales. Vodka.
—¿Por qué no dijiste nada? —preguntó Katya. Había llamado al trabajo, haciéndoles
saber que no volvería, luego se cambió a sus pantalones de yoga y una sudadera
propia. Se sentó al lado de Tori, sus piernas apoyadas en una silla de enfrente. Los pies
de Tori se encontraban en su regazo y Katya los masajeaba distraídamente.

—No quería que te enojarías. —Tori suspiró, sorbiendo su sopa—. Sucedió un par de
días antes de que hiciéramos ese perfil de citas para ti. Me estaba volviendo loca, no
quería que pensaras que no podía pagar el alquiler.

—¿Cómo pudiste pensar que me enojaría? Quiero decir, sí, si no puedes pagar el
alquiler, tendremos que resolverlo de algún modo, pero eso es todo. No voy a echarte
de aquí —le dijo Katya.

—Lo sé, lo sé. Soy horrible. Me sentí tan… estúpida. Aquí estás, con esta increíble
carrera que acaba de dispararse hasta el cielo. Y yo soy una especie de jinete de papel
en una estúpida agencia de marketing. Luego conociste a esos tipos, y estabas muy
feliz. Como por primera vez en la historia, realmente contenta contigo misma, y no
quería arruinarlo o distraerte. Pensé que por una vez, podríamos pasar por alto mis
problemas y concentrarnos en los tuyos.

Era un sentimiento dulce. Tori siempre fue una niña salvaje, pasaron muchas noches
maldiciendo a sus ex novios, e los cuales eran muchos. Katya tuvo que sacarla de la
cárcel una vez, cuando ella rayó uno de los autos de los desgraciados. Saltaba o de
trabajo en trabajo, pero estuvo en la agencia de publicidad durante más de seis meses.
Katya pensó que algo finalmente cambió.

—Oye, ¿sabes qué me haría sentir mejor? —resopló Tori.

—¿Qué?

—Uno de tus pasteles de café.

—No puedo. —Katya suspiró—. El horno todavía está roto.

—¿¡Todavía!? ¿Enviaste un correo electrónico?

—Varios.

—¿Y Liam?

—Dijo que iba a hablar con la administración, pero está ocupado con su club, no
quiero molestarlo.

—Esto es estúpido. Sin trabajo, sin novio, y ahora sin pastel. Mi vida apesta —gruñó
Tori, enterrando su rostro en sus brazos. Katya lanzó un suspiro.
—¿Qué tal si hacemos un pacto ahora, que no importa lo que suceda en la vida,
siempre tomar tiempo para ayudarnos entre nosotras? —sugirió.

—Suena bien.

—Y mi carrera no es tan increíble. Tengo suerte, y trabajo muy, muy duro. A veces… a
veces honestamente me pregunto si vale la pena el estrés al que me someto. A veces,
Tori, me gustaría ser más como tú. —Katya fue completamente honesta. Su
compañera de cuarto parecía sorprendida.

—¿¡En serio!?

—Sí. Nunca te importa lo que la gente piense, haces lo que quieres. Nunca he llegado a
ser tan libre.

—Tal vez necesito ser menos libre…

—Tal vez necesito ser menos cerrada…

Ambas permanecieron en silencio por un rato, en lo más profundo de sus propios


pensamientos. Luego Tori respiró hondo y acercó la botella de vodka.

—Bien, entonces. Seamos realmente jodidas, es la única cosa que puede salvar el día.

Un par de horas y la mayor parte de la botella más tarde, Tori cumplió con su palabra.
Ambas estaban bien borrachas. Se habían movido para sentarse en el suelo de la sala
de estar, compartiendo una bolsa de palomitas de maíz. Tori acababa de terminar de
contar una historia sobre el tiempo que había intentado salir con un tipo que estaba
muy metido en el mundo del BDSM. No había sido capaz de entrar en eso, toda la cosa
de estilo de vida sexual, aunque había apreciado su enfoque muy profundo del sexo.

—Liam me puso en una de esas cosas cruzadas —dijo Katya, luego hipó.

—¡De ninguna jodida manera! ¿¡Tuviste sexo en la Cruz de San Andrés!? —jadeó Tori.

—No. Soy como tú, no estoy realmente en todo eso, creo. Pero en su club —hipo—,
había una especie de convención. Me mostró algunas cosas. Me ató con correa —
hipo—, y casi pensé que iba a suceder, pero luego tuvimos comida china en su lugar.
—Hipo.

—Ese hombre es un desperdicio para ti, lo juro. Cuando hayas terminado de jugar con
él, envíamelo a mí —gimió Tori. Katya frunció el ceño y se sirvió otro trago.
—-¿No sería un tanto extraño? Oye, mi compañera de cuarto está saliendo con este
tipo que yo solía follar —señaló ella. Follar. Una palabra que solía hacerla sentirse
culpable. Ahora salía de su mente y de su boca con facilidad.

Los tiempos, están cambiando.

—¿Quién dijo que quería salir con él?

—Simplemente asumí…

—No estás saliendo con él, pero ustedes dos follan.

Katya esperó a que el rubor se apoderara de su rostro, pero nunca llegó. Ella sonrió.
Finalmente se estaba volviendo insensible.

—Muy cierto. Todavía. Es algo raro.

—Lo que sea. Descríbeme su polla, así tengo algo que esperar.

Bueno, no tan insensibilizada. Tosió su trago de vodka, goteando por todas partes.

—No voy a describir su polla para ti, lo siento. Si quiere mostrártela, confía en mí, lo
hará —le aseguró Katya.

—Eres tan poco convincente. Entonces, ¿qué pasa con el otro tipo? Me has contado
todo sobre el hombre del club de sexo, pero nunca hablas del hombre lobo solitario —
dijo Tori. Katya frunció el ceño más profundo y sirvió otro trago, terminando lo último
de vodka.

—Es… diferente —fue todo lo que logró decir.

—¿Cómo es eso?

Es especial.

Se sentía horrible al pensarlo, su tiempo con Liam también era especial. Liam era muy
especial. Pero sus momentos con Wulf eran otra cosa. Si Liam estaba descubriendo un
nuevo lado de Katya, entonces ella estaba descubriendo las nuevas piezas de Wulf. Las
que normalmente mantenía escondidas del mundo. Era más que especial para ella.
Ella no quería compartirlo con nadie. Quería esos momentos, esos recuerdos, que sólo
les pertenecieran a los dos.

Quiero ser especial para él, también.

—Simplemente lo es, realmente no quiero hablar de eso —finalmente respondió.


—Oh, Dios mío, Katya, tú lo amaaaaaaaas —le cantó Tori.

—No lo hago. Sólo lo he estado viendo por unas semanas.

—¿Entonces? Tu vagina está ciertamente enamorada de él.

—Mi vagina y mi corazón son dos cosas muy diferentes. Uno es mucho más listo que el
otro.

—Hmmm, todavía estoy poniendo mi dinero en tu vagina.

Katya tomó el último trago, luego se levantó mientras Tori buscaba su teléfono. La
otra chica estaba exigiendo pizza, luchando por llamar a Dominos. Mientras ella hacía
eso, Katya tropezó de nuevo a su dormitorio, buscando su propio teléfono. Cuando lo
recogió, miró a la pantalla. Un pastel de bodas que hizo para la hija del alcalde la
miraba fijamente. Katya se sintió orgullosa del pastel, todavía estaba orgullosa de ello.
Y sin embargo… ¿era realmente su mayor alegría en su vida? ¿Su trabajo?

Miró alrededor de su habitación. Era bastante simple. Grande según los estándares de
San Francisco, pero mucho más pequeña de la que había tenido mientras crecía. Era
una habitación estrecha, por lo que había tenido mucho espacio al pie de la cama, y
había puesto una bonita mesa de dibujo. La usó para esbozar ideas para postres
futuros, cosas que quería probar, cosas que quería mostrar a los clientes. Por debajo
había accesorios de cocina al azar, artículos promocionales de la panadería, cosas que
ella guardó pensando en probar y usar. Un tocador estaba ubicado en la pared
opuesta, y encima de él había filas y pilas de libros de cocina.

¿Es mi toda mi vida sobre mi trabajo? ¿Cuándo pasó eso?

Antes de que supiera lo que hacía, Katya abrió su teléfono y pulsó un botón. Sonó y
sonó, luego fue a correo de voz. Frunció el ceño y volvió a llamar. Siguió llamando, una
y otra vez, por dos minutos seguidos.

—Maldita sea, Tocci, es mejor que te estés jodidamente muriendo —gruñó la voz de
Wulf en la línea—. Estaba en una reunión.

—Estoy muy borracha —murmuró, arrodillada en su colchón.

—¿Qué?

—Tori perdió su trabajo, nos emborrachamos —explicó.

—Estás borracha.

—Taaaaan borracha.
—Y me llamaste.

—Yyyyyy te llamé.

Ella esperaba que se enojara. Que le gritara. La llamara tonta o estúpida, entonces le
colgara. Pero no lo hizo. Se quedó en silencio por un momento, luego su risa tibia llenó
su oreja, y todo estaba bien en su mundo. Ella se acostó lentamente, extendiéndose
debajo de las almohadas.

—Esto es muy lindo, y lo admito, tengo curiosidad por ver lo salvaje que estás
dispuesta a llegar en esta condición, pero soy un hombre muy ocupado.

Sin embargo, él no le estaba colgando, así que tomó eso como aliento.

—Siempre estás ocupado. Siempre estoy ocupada. Estemos ocupados juntos —sugirió.

—Hmmm, ¿qué tienes en mente?

—Ven y te lo enseñaré.

—Tentador, Tocci, pero estoy tratando de cerrar un contrato en una propiedad de


quince millones de dólares.

—¿Son quince millones de dólares más para ti que un coño?

Ella se tapó la boca. ¿Realmente acababa de decir eso? Jamás en su vida había dicho
algo así a un hombre. A nadie. Se había quedado completamente sorprendida y echó
un vistazo por la puerta abierta de su dormitorio, preguntándose si Tori la habría
oído.

—Cielos, cielos, te pusiste salvaje. Has conseguido impresionarme una vez más, Katya.

Allí estaba, su nombre. Su nombre de pila. Estiró su cuerpo otra vez, gimiendo en el
teléfono. Su voz la envolvió como una manta, poniéndola caliente e incómoda. Ella tiró
de su camisa, tironeándola tanto que estaba amontonada bajo sus pechos.

—Ven —susurró.

—Me encantaría, y estoy seguro de que lo haré más tarde, pero no puedo.

—Me habré ido pronto —masculló ella.

—¿Qué?

—Ido. Me voy —trató de nuevo, su lengua gruesa en su boca.

—¿A dónde demonios crees que vas?


Tuvo que reírse de la ira en su voz. Que interrumpiera su reunión de miles de millones
de dólares estaba bien. ¿Que dejara la ciudad sin decirle primero? Muy malas noticias,
señorita. Nadie se va sin el permiso expreso del lobo.

—Voy a casa —suspiró, pasando su mano libre por su pierna—. Por una semana.

—¿Como que vas a estar durmiendo ahí, pasando ahí cada noche?

—Sí, Wulf. ¿Qué crees que significa que diga que voy a casa?

—Jesús, sólo está a dos horas. Podrías volver, sabes.

—Dice el hombre que no conducirá en el tráfico para dejarme ver su departamento.

Quería sonar enojada y vengativa, pero estaba segura de que arrastrar las palabras y
el hipo lo arruinaron.

—Eso es completamente diferente… no se mete en mi camino para follarte.

—Lo siento. Quiero ver a mi mamá —habló en voz cantarina—. Quiero ver mi casa, mi
papá esta fuera de la ciudad, está sola. Vamos a hornear galletas.

—Galletas, eh —gruño él.

—Solo es una semana Wulf.

—Una semana, huh.

Finalmente se rió de él.

—Me voy el domingo. Eso te da esta noche y mañana para follarme —le aseguró.

—Hmmm. Estaré en contacto, Tocci.

Entonces la línea murió y se reía de nuevo. Su cabeza giraba y su corazón latía. Siguió
así hasta quedarse dormida, riéndose cuando estuvo extendida en el colchón. Cuando
se despertó más tarde en medio de la noche, inmediatamente recordó la llamada
telefónica y comenzó a sonreír de nuevo. Tomó su teléfono y lo encendió.

Varios mensajes pendientes de Liam.

Solo uno de Wulf.

Los de Liam se quedaron sin abrir, pero miró fijamente la línea del otro hombre.

Compórtate esta noche… te veo pronto.


—Estas ignorándome.

Podía escuchar la sonrisa en la voz de Liam, así que no se preocupó mucho de que
estuviera ofendido. Apretó el teléfono entre su oreja y su hombro mientras daba
vueltas alrededor de su departamento.

—No, lo juro —mintió, arrojando ropa en su maleta.

Había pasado la mayor parte del domingo con resaca en el sofá con Tori, atrapada
entre estar avergonzada por su tonta llamada telefónica a Wulf, donde solo faltó que le
rogara follarla, y enojada de que no hubiera aceptado. No solo la había rechazado, ni
siquiera se molestó en llamarla al otro día. Había pensado en eso demasiado, se había
sumergido en un diseño para un cliente, tratando de olvidar. Se quedó dormida en la
mesa. Se despertó a las siete de la mañana con un horrible dolor en el cuello, y la
comprensión de que no había empacado para su viaje. No había reservado un auto, no
hizo nada.

Nop, solo pensar en un estúpido, arrogante, antagonista hijo de…

—Literalmente me estás ignorando en este momento. —Liam la trajo de vuelta a la


realidad.

—Lo siento, es que voy tarde. Se supone que me iba a donde mi madre a las ocho, pero
me desperté tarde y acabo de salir de la ducha, así que estoy corriendo por todas
partes tratando de agarrar todo —explicó. No era una completa mentira.

—Oh, me olvidé del viaje. ¿Una semana verdad?

—Solo cinco días, luego puedes comenzar a vaciar mi refrigerador de nuevo.

—¿Quién dijo que iba a detenerme? Tori estará en casa, ¿no?

—De hecho, pensaba hablarte de eso —comenzó Katya a hablar en voz baja. Entró a su
baño, entonces se asomó hacia el pasillo para asegurarse de que su compañera de casa
no estaba cerca.

—Ohhh, ahora estamos susurrando. Debe ser algo bueno. Sí, voy a follar a tu
compañera de casa, gracias por la invitación.

—No. Necesita un trabajo.


—¿Y qué quieres que haga al respecto?

—Bueno, tiene experiencia sirviendo comida. Me imagino que conoces a personas en


la industria de los bares. La conoces, también. ¿Tal vez podrías recomendarla con
algunos bares o restaurantes que conozcas? —preguntó Katya, mordiendo su labio
inferior.

—Hmm, puedo hacer eso…

Ella gruñó. Odiaba cuando su voz se arrastraba. Usualmente no resultaba bien para
ella.

—Oh dios. No vas a volver esto una extorsión, ¿o sí? No voy a follarte para conseguirle
un trabajo —declaró Katya.

No había dormido con Liam desde esa vez en el gimnasio. No se sentía correcto, no
después de los momentos que había tenido con Wulf. No sabía lo que estaba pasando,
en realidad, solo seguía la corriente. Su corazón apuntaba a un hombre. Muy
probablemente el hombre incorrecto, pero esa era la forma en que crujía su galleta. No
quería arrastrar a Liam, y algo en su sonrisa, en la forma en que la miraba, la hacía
pensar que tal vez lo hizo, solo un poco.

—Por favor, puedo conseguir sexo de todas formas, no tengo que extorsionar a nadie.
Lo que quería decir es, podría hablar con algunos otros bares, o ella podría trabajar
aquí —ofreció.

—¿Ahí? ¿En tu club de sexo?

—Bueno, escaleras arriba. La gente tiene que bajar a la planta baja. Pero necesito un
respaldo en la barra y una mesera. Si puede hacer ambas cosas está contratada.

—Puede. ¿Le diré que pase por ahí?

—Sí, estaré ahí hoy, después de las dos. Dile que pregunte por mí.

—Eres el mejor, Liam Edenhasslehoff.

—Edenhoff. Jesús, ¿cómo es que aún no te lo sabes? Nos hemos visto casi cada día por
tres semanas.

—¡¿En verdad han sido tres semanas?!

—Me alegra saber que también han sido mágicas y especiales para ti. Eres horrible,
¿sabes?
Katya puso los ojos en blanco y finalmente abrió el gabinete de la medicina. Puso su
bolsa en el lavabo y comenzó a lanzar cosas dentro, viendo mientras la pasta dental,
loción, control de natalidad, tylenol y tampones caían en su equipaje. Cerró el gabinete
y se metió el cepillo de dientes en la boca.

—Sí, y ya es tiempo de que tú también lo entiendas. Tengo que irme, Liam. Ya llego
casi una hora tarde y ella probablemente piensa que estoy muerta —murmuró
alrededor de su cepillo. Entró a sus zapatillas de ballet, moviendo los pies alrededor
mientras pasaba los dedos por su cabello húmedo.

—Una mala amiga y una mala hija. Estás juntando bastante mal karma.

—Dímelo a mí. ¿Tacos cuando vuelva? —preguntó, pasando el cepillo por sus dientes,
esperando quitar algo del sabor de la resaca.

—Lo sabes. Cinco días, ¿correcto?

—Correcto —dijo, levantando su bolsa con una mano y abriendo la puerta con la otra.

—Cinco días enteros. ¿Cómo vas a sobrevivir sin mí por tanto tiempo?

—Estoy segura de que encontraré la forma…

Katya dejó de hablar cuando iba a atravesar la puerta y fue bloqueada. Su mandíbula
se abrió, dejando caer su cepillo de dientes. No exactamente elegante, pero no pudo
evitarlo. Estaba sorprendida.

Wulf estaba parado fuera de su puerta.

—¿Qué? ¿Colgaste, aún estás ahí? —La voz de Liam sonaba pequeña y lejana. No podía
responder, solo podía mirar fijamente al hombre frente a ella.

—Tiempo de colgar el teléfono, Tocci —dijo en una voz simple.

—Tengo que irme ahora —murmuró en el teléfono, estirándose para agarrarlo.

—Está bien, envíame un mensaje cuando llegues, ¿bien?

—Seguro.

Colgó, entonces volvió a mirar fijamente a Wulf. ¿Qué demonios estaba haciendo ahí?

—Luces sorprendida.

Finalmente recuperó el control de sus facultades y consiguió asentir.

—Lo estoy, ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó.


—Más importante, ¿qué estás usando? —él hizo su propia pregunta, sus ojos viajaron
por su cuerpo.

Fue de compras con Candi con una i, fue una experiencia interesante. Katya se había
rehusado a comprar cualquier cosa de cuero, a pesar de la insistencia de la otra chica.
Debatieron, pero al final, había llegado a casa con un guardarropa dramáticamente
menos… pastel, que el normal. Pequeño para una chica normal, pero algo importante
para Katya.

Estaba usando un par de shorts muy cortos, había recordado el comentario de Wulf
sobre tener piernas geniales, y Liam usualmente les prestaba especial atención, así
que decidió que era hora de comenzar a mostrarlas más. Su camiseta era floja y
redonda, escotada, pero si levantaba los brazos también mostraba una gran parte de
su estómago. Si se daba vuelta, Wulf vería que en realidad no tenía espalda, solo tiras
de tela cruzadas.

Típico para probablemente cualquier otra chica de veintitrés, pero muy diferente de
cualquier cosa que Wulf la haya visto usar. Usualmente vestía a la par de él, siempre
profesional. Esa mañana no era diferente para él, no usaba traje, pero traía una camisa
de vestir, un saco casual y vaqueros. Todo bien planchado y de aspecto costoso.

—¿Qué estamos haciendo ahora? —soltó ella de repente, como si acabara de


ocurrírsele. Habían estado parados en su puerta mirándose el uno al otro—. Tengo
que irme.

—Lo sé.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó, agachándose para agarrar su


cepillo de dientes del piso. Lo lanzó encima de su hombro y finalmente se movió al
pasillo, empujándolo y cerrando la puerta.

—Vine a verte —dijo él. Ella bufó y se dio la vuelta para cerrar.

—Te dije que me iba. Perdiste tu oportunidad. Voy tarde, tengo que llamar a mi
madre, ir a conseguir un auto, tantas cosas —dijo, entonces se estremeció cuando
sintió sus dedos en su columna, trazando su espalda. Solo estaba usando un bralette
bajo su camiseta. Había muy poca tela entre él y ella.

—No, no lo harás.

Cuando iba a darse la vuelta, él tomó la mochila de su hombro, poniéndola en el suyo.


Estaba un poco sorprendida de su atrevimiento, pero entonces le dio la espalda y se
alejó sin decir nada. Tuvo que correr para llegar al elevador con él.
—¿Qué está pasando? —preguntó cuando él golpeó el botón del recibidor.

—Llamé a mi madre ayer.

—¿Eh?

Ella sabía que Wulf mantenía contacto con su madre. No eran particularmente
cercanos, pero la revisaba, preguntaba por sus hermanas. Aun así, ¿qué tipo de
llamada telefónica había sido, si lo tenía apareciendo en su casa a las nueve de la
mañana?

—Mi madre. Me di cuenta de que ha pasado un tiempo desde que fui a casa. Está
visitando a su hermana, pero estará en casa el martes. Parece destino. Le dije que le
dijera a la tuya que te daré un aventón.

Katya estaba tan sorprendida, que olvidó moverse cuando el elevador se detuvo. Él
estaba a medio camino afuera antes de que reaccionara. Se apresuró detrás de él.

—No puedes hablar en serio —jadeó mientras salían—. Quiero decir… ¿qué si ya me
hubiera ido?

—Llamé más temprano, tu compañera respondió tu teléfono, dijo que estabas en la


ducha. Ella es muy interesante.

En verdad lo es. Gracias por la advertencia Tori.

—Wulf, detente —insistió ella, tomando su mochila. Él se detuvo tan abruptamente


que chocó contra su espalda.

—Me estacioné en la calle, para apresurarnos.

Ella se movió para pararse frente a él, protegiendo sus ojos del sol.

—¿Qué está pasando? ¿Qué me estás diciendo?

—Voy a ir también a casa por una semana. Voy a llevarte.

—¿Por qué?

Se miraron fijamente por un rato y se dio cuenta que de nuevo estaba conteniendo el
aliento. A punto de desmayarse.

—Porque —dijo él en voz baja—, una semana es un largo tiempo, Katya.

Estaba pasando. Uno de esos momentos. Él podría haberle dicho que caminara en el
tráfico y lo hubiera hecho. Como era, él tomó su mano y la llevó hacia la calle, y ella fue
sin dudarlo. Se sentó en el asiento del pasajero sin siquiera estar consciente de que
abrió la puerta para ella.

—Oh, por Dios —susurró, levantando la mirada mientras él ponía su maleta en la


cajuela—. ¡Quitaste el capote!

—Sí. Dijiste que querías pasear con el capote abajo. El clima está bien todo el camino a
Carmel. Pensé por qué no.

Había hecho algo lindo. Solo por ella. Varias cosas lindas. No pudo resistirlo. Incluso
aunque estaban conduciendo por una concurrida calle de doble sentido, gritó y le
sujetó su cabeza, acercándolo por un beso. Él siseó un par de maldiciones, luchando
por mantener el auto bajo control, pero le devolvió el beso.
Capítulo 13
Traducido por Paaau & ZoeAngelikal

Corregido por flochi

Normalmente sólo tomaba dos horas, quizás menos, llegar de San Francisco a Carmel.
Pero Wulf la sorprendió una vez más al ir por la Autopista 1, la Autopista de la Costa
del Pacífico que viajaba a lo largo de la costa. Tenía muchas curvas, abrazando el
océano hasta llegar a Santa Mónica.

Fue divertido. Se sintió de su edad, quizás por primera vez en su vida. Levantó su
cabello en una cola de caballo y se puso los antejos de sol de Wulf. Se sacó sus zapatos
y apoyó sus pies en la ventanilla. Se rio de él mientras intentaba comer un hot dog y
conducir la serpenteante carretera. Ella se ofreció a conducir, pero se rio de ella y
tomó con más fuerza el volante.

Intentó sacarse su chaqueta en algún momento y ella se puso de rodillas sobre su


asiento, acercándose para ayudarlo. Sin embargo, sus manos tenían mente propia, y
jalaron de su camisa. Desabotonándola y tocando su pecho. Llevó su lengua a su oído,
un brazo alrededor de sus hombros, mientras la otra hacía su camino hasta su
entrepierna. Su brazo libre la rodeó, su mano apretando su trasero, sus dedos
haciendo su camino por debajo de sus pantalones cortos. Sólo un camión que tocó su
bocina la trajo de regreso a la realidad. Levantó la mirada a tiempo para ver a un
canoso hombre levantando los pulgares en su dirección. Wulf simplemente rio, dio
una palmada en su trasero, luego la hizo volver a su asiento.

Un poco después de dos horas y media más tarde, estaban pasando por su viejo
vecindario. Era irreal, regresar con Wulfric Stone. Había crecido en esta calle y nunca
había puesto un pie en la acera junto a él.

—Así que, eh… —De pronto se sintió tímida mientras estacionaban frente a la casa de
él.

—¿Qué? —preguntó él, apagando el motor y bajándose del automóvil. Ella lo siguió.

—¿Qué le dijiste a tu mamá? —preguntó Katya.

—Le dije que regresaba al pueblo por un par de días.


—Oh. Está bien. ¿Me mencionaste?

—Sí. Le dije que te daría un aventón.

—Ah.

Quería saber cómo iba a lidiar con su propia madre. La Sra. Tocci estaba ridículamente
obsesionada con la vida amorosa de su hija. En su mente, una jovencita correcta debía
estar asentada y casada a los no más de veinticinco años. Preferiblemente antes. Se iba
a volver loca cuando supiera que Wulf y Katya tenían algo.

Supéralo. Aplasta sus sueños. Quizás eso te ayudará a recordar que esta no es una
relación real; nadie ha hecho declaraciones, mucho menos Wulf.

Katya le sonrió y sacó su bolso del maletero. Mientras él sacaba sus pertenencias, ella
se encaminó hacia su casa, caminando por el jardín que dividía ambos terrenos. No se
molestó en despedirse; Wulf nunca lo hacía, y estaba en la puerta de al lado, después
de todo. Entró a la casa de sus padres, gritando mientras lo hacía.

—¡Mamá! ¡Estoy aquí! —gritó.

—¡Aaaay! ¡Mi niña!

La señora Elena Tocci salió trotando desde la cocina y corrió por el pasillo. Katya era
parecida a su madre; tenían la misma complexión delgada, ojos azules y cabello
castaño rojizo. Si Katya envejecía la mitad de bien que su madre, pensaba que le iría
bien.

—Ay mi Dios, ¿qué estás usando? —le preguntó su madre mientras la abrazaba.

—Oh, quería usar algo casual para el viaje. No te preocupes, tengo algo lindo para la
cena de esta noche —le aseguró.

—¡Uf! ¡Tenía miedo de que te convirtieras en una granuja! Te criamos mejor que eso.
—La señora Tocci movió su dedo frente al rostro de su hija—. Ahora, hablando del
viaje a casa…

—Mamá. —Katya levantó su mano—. Detente. Wulf es un amigo, descubrimos que


trabajamos cerca. Eso es todo. Se ofreció a darme un aventón a casa porque él está
visitando a su mamá, también.

—Cariño, su madre ni siquiera está aquí.

—Detente. Deja de imaginar a tus nietos… Puedo verlo por todo tu rostro.

—¡Pero tendrían unos ojos tan hermosos!


—Mamá. Es en serio. Sin jugar a cupido. No te avergüences frente a él. Es sólo un
amigo, dándome un aventón —insistió Katya. Su mamá puso sus ojos en blanco.

—Está bien, está bien, me contendré. No me puedes culpar por tener esperanzas. ¿Hay
alguien más? ¿Tony? —preguntó, su voz llena de esperanza mientras se refería al ex
de Katya.

—No. —Katya era honesta, aunque la imagen de Liam se filtró en su mente—. Tony
no, no he hablado con él en casi un año. Nadie. Sólo yo, Tori y mi trabajo.

—Oh, cariño. ¡Quizás deberías intentar tener algo con Wulf! Es un chico tan
respetable.

Katya recordó la forma en que se la folló en su salón de conferencias. “Respetable” no


era la palabra que ella usaría para describir a Wulf.

—No tengas esperanzas, mamá.

—¿Esperanzas de qué?

Katya se dio la vuelta, impactada de ver el objeto de su discusión caminando a través


de la puerta. Asumió que iría directo a su casa, acomodarse o lo que sea. Pero ahí
estaba, con una bolsa en su mano mientras caminaba por el pasillo.

—¡Wulfric! Qué bueno verte de nuevo, cariño, han sido años —dijo su madre,
inclinándose para besar a Wulf en la mejilla—. Sigo diciéndole a tu madre que
necesitamos organizar algo. Me encantaría ver a Genevieve y Brighton.

Las hermanas menores de Wulf, Vieve y Brie, Katya sabía que él no las había visto hace
mucho tiempo.

—Deberá discutir eso con ella, no hablo con mis hermanas muy a menudo —
respondió honestamente mientras empujaba sus lentes hasta lo alto de su cabeza.
Katya vio la forma en que los ojos de su madre miraban entre él y ella. Quería
derretirse entre las baldosas.

—Oh, es una lástima. ¿Tienen hambre? Estaba haciendo algo para el almuerzo.

—Muerto de hambre. Gracias, Elena. Katya, muéstrame dónde está el baño.

Wulf nunca había estado en su casa antes, aunque ella estuvo en la de él muchas veces.
Genevieve era sólo dos años menor que ella, y Brie casi cuatro años. Vieve estuvo en
un campamento de futbol ese fatídico verano, cuando a Katya le pidieron que cuidara
a la más pequeña de las Stone. El mismo verano cuando notó que el rudo chico de al
lado era la cosa más sexi que su pequeño cerebro de catorce años jamás había
comprendido.

Cuando Wulf pasó a la mayor de las mujeres Tocci, ella levantó ambos pulgares en
dirección a su hija. Katya suprimió un gemido y puso su mano en su espalda,
empujándolo hacia la puerta. Debería haberle advertido sobre su madre. Esperaba que
él no hiciera nada más para alentar a su madre, pero justo antes de desaparecer en el
baño, él se detuvo y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Inclinándose para
susurrarle en su oído.

—Más te vale que le expliques a tu madre que no planeo darle ningún nieto.

Katya quería morir, pero él se rio y le dio un apretón antes de dejarla ir. La puerta
apenas se había cerrado tras él antes de que su madre comenzara a gritar.

—Ay, cariño —dijo, abanicándose—. Creo que le gustas. Creo que realmente le gustas.

—No es así, mamá, te lo prometo. Ve a buscar el almuerzo —le urgió, llevándola hacia
la cocina.

—¡La forma en que te tocó! Katya, si realmente no le gustas, entonces ya no entiendo


nada —dijo su mamá, caminando hacia el refrigerador y sacando una bandeja de
emparedados.

—No es así —dijo Katya a través de sus dientes mientras tomaba la bandeja y la
llevaba al porche.

—Oh, en serio —murmuró su madre, uniéndosele con una jarra de limonada—.


Entonces explícame, ¿qué es?

Observó mientras la otra mujer arreglaba la comida en los platos. Katya había estado
expandiendo sus fronteras en las últimas semanas. Quería convertirse en su propio
tipo de adulto, independiente de la forma en que había sido criada, y más en línea con
lo que realmente quería. Ahora era el momento de comprobar que no eran solo
palabras. Inhaló profundamente y se enderezó.

—Es casual —dijo, tan cerca de la verdad como podía.

—¿Perdón?

—Nuestra relación. La mía con Wulf. Nos encontramos, y sí, las chispas volaron. Pero
ninguno de los dos está interesado en algo serio ahora. Realmente vino a ver a su
mamá. Sabía que yo venía a verte. Se ofreció a llevarme. Eso es todo. No quiero tener
que explicarlo de nuevo —dijo.
Su madre se levantó, viéndose impresionada ante las palabras que estaba escuchando.

—¿Una relación casual? Oh, cariño, realmente no creo que eso sea bueno para ti —
dijo, haciendo un sonido de reprobación con la lengua. Katya inhaló profundamente de
nuevo.

—Lo siento, mamá, pero sé lo que es bueno para mí ahora. Y lo que sea, no es de tu
incumbencia.

Esperó que discutiera. La convenciera. La charla del sentido común. Pero nada de eso
pasó. Su madre la miró por mucho tiempo, las líneas de preocupación en su ceño
marcándose. Luego sonrió. Estiró una mano y acarició la mejilla de Katya con sus
dedos, luego la acunó.

—Por supuesto que sabes lo que es mejor para ti, cariño. Mientras seas feliz, eso es
todo lo que me interesa.

Katya se desplomó en su asiento mientras su madre iba de un lado a otro en la cocina,


buscando el cesto de la fruta. ¿Eso era todo? Era un gran momento en su vida,
contradiciendo a los antiguos puntos de vista de su madre de cómo una mujer debería
comportarse y ver la vida. Por Dios Santo, era mediodía de un domingo, y la mujer
estaba usando maquillaje, tacones y un vestido para hacer bocadillos en su propia
casa. Katya había asumido que su confesión provocaría un quiebre.

Por supuesto, se dio cuenta que no era una suposición válida. Nunca antes había
antepuesto su forma de pensar a la de sus padres, ¿cómo podría saber cómo
reaccionarían? Era injusto de parte de ella, realmente. Sus padres siempre apoyaron
sus talentos e hicieron lo posible para guiarla por el camino correcto. Nunca la
obligaron a nada realmente. ¿Cómo pudo creer que pensarían mal de ella por querer
vivir su vida a su manera?

No tenía idea de que mi estrechez mental se expandía a tantas partes de mi vida.


Realmente tengo que agradecerle a Liam cuando llegue a casa.

Almorzaron en el porche. Llegó a ver a Wulf convertirse en el hombre encantador que


nunca era con ella. Sonreía y bromeaba con su madre, encantándola. Distrayéndola del
hecho de que su mano pasó la mayor parte del tiempo en el muslo de Katya. Luego de
que terminaron de comer, él se disculpó para volver a su casa y así poder desempacar
y tomar una ducha, pero les preguntó cuáles eran sus planes para la cena.

La señora Tocci hizo hecho reservaciones en un muy buen restaurante en el centro,


pero Wulf dijo que no serviría. Luego de algunas llamadas, les hizo reservaciones en el
mejor restaurante. Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, tomó las llaves de la
madre de Katya y las llevó hasta el centro. Ordenó un vino caro y un champagne aún
más caro, exhibiéndose.

—Sé que es casual, cariño —susurró su madre mientras esperaban que el valet llevara
el automóvil—, pero podrías considerar hacerlo serio. Cualquier hombre que sepa de
vinos es un buen partido.

Katya se rió, de verdad.

Wulf las dejó en su puerta, besándolas a ambas en la mejilla antes de despedirse.


Luego Katya pudo pasar tiempo real a solas con su madre. Se pusieron sus pijamas y
finalmente hicieron esas galletas. Siempre se había preguntado de dónde salió su
talento para hornear, su madre era terrible en cualquier cosa que incluyera un horno.
Cómo lograba usar las ollas era un misterio. La mitad de la horneada se derritió, la
otra mitad quedó grumosa. La de Katya quedó perfecta. Se las llevaron todas a la sala
de estar y se sentaron en el sofá, juntas, viendo una vieja película.

—Estoy muy orgullosa de ti, cariño.

Dijo su madre de pronto, sin ceremonia, al final de la película.

—¿Qué?

—Me di cuenta que no te lo decimos lo suficiente. Tu padre y yo estamos muy


orgullosos. Nos preocupamos mucho mientras crecías de que no te dábamos lo
suficiente —dijo su madre.

—¿Por qué pensarían eso? Fui a una escuela privada, crecí en esta increíble casa —
dijo Katya, impresionada.

—Bueno, siempre pensé que debías tener hermanos y hermanas, pero no pasó. Nunca
quise que estuvieras sola, así que hice lo posible para convertirte en el tipo de chica
que tiene muchos amigos. Amigable. Con un buen trabajo. Pero no quiero que creas
que es lo único que me interesa. Dios, no.

—Jesús, ¿de dónde viene todo esto?

—Tu relación con Wulfric. Fue duro para ti contarme eso, lo que me hizo sentirme
mal. No me importa a quién estés viendo, cielo. No me importa si nunca te casas.
Quiero decir, soy tu madre, por supuesto que me gustarían nietos, pero odio pensar
que estás sola allí en esa gran ciudad. Pero tu felicidad es todo lo que me preocupa, ni
Wulfric, ni tu increíble trabajo, ni tu forma de vestir. Nada de eso. Tu bienestar es mi
única preocupación. No quiero que sientas nunca que no puedes contarme algo. Sólo
porque puede que veamos las cosas de formas diferentes, no significa que no podemos
hablar de ellas. Siempre quiero saber todo lo que te está pasando —le aseguró su
madre.

No pudo contenerse, Katya empezó a llorar. Por supuesto, esto accionó a su madre, y
pronto eran un cliché de Hallmark. Madre e hija, abrazándose y llorando, aunque
ninguna estaba realmente segura de por qué estaban llorando. Pasó a la risa, y luego a
vino y más galletas. Y finalmente, a hablar. Katya le contó a su madre acerca de su
relación con Wulf. Y acerca de su relación con Liam. No contó las partes traviesas, pero
contó lo suficiente para que su madre supiese que estaba durmiendo con ambos.

Era muy tarde para cuando ella había terminado de hablar y contestar sus preguntas.
Cuando finalmente cerró la boca, su madre se sentó quieta por un rato, comiendo
ruidosamente una galleta.

—De acuerdo. Creo que lo entiendo. Liam es tu amigo, con quien tienes una relación
casual, algo así como abierta.

—Sí.

—Y Wulfric con quien tienes citas, salen, y sientes algo por él.

—Sí.

—Pero él no por ti.

—No lo sé. No lo creo, la mayor parte del tiempo. Pero a veces…

—¿Y Liam? ¿Le gustas?

—Creo que sí. Más de lo que hay entre nosotros.

—¿Sientes algo por él?

—Siento que debería, porque vaya, mamá, la forma en la que me trata. Está loco y es
descuidado, pero pienso que realmente te gustaría. Se preocupa mucho y es muy
bueno y detallista.

—¿Y entonces qué no te gusta?

—Literalmente nada. Es increíble. Pero cada vez que pienso que debería intentar
tener una relación de verdad con él… sólo puedo pensar en Wulf.

—Quién piensas que no siente nada por ti.

—Síp.
Todo eso deprimía a Katya. Se metió una galleta entera en la boca, y la tragó con un
buen trago de vino.

—Sé que soy tu madre despistada y que piensas que no soy consciente de todo, pero
te estoy hablando como una compañera mujer ahora mismo, creo que Wulf se
preocupa por ti. No tenía planes de ver a su madre, hasta que descubrió tus planes. La
señora Stone me lo dijo, contó que era muy rara la forma en la que se estaba
comportando. Ambas acordamos que algo pasaba, y ahora que lo he presenciado, lo
pienso más que nunca. La forma en la que te mira cuando piensa que nadie está
mirando, la forma en la que encuentra motivos para tocarte todo el rato. Dale una
oportunidad, Katya. Puede que tarde un poco en llegar allí, Wulf ha tenido una vida
dura. Pero creo que encontrará su camino hacia ti.

Las lágrimas amenazaban con hacer una reaparición y Katya estaba bastante segura
de que nunca había querido tanto a su madre como lo hacía en ese momento. Pero
tomó una profunda, fortificante respiración y se centró en una parte del discurso.

—¿Dura vida? Mamá, prácticamente posee San Francisco y fue clasificado


nacionalmente como nadador cuando estaba creciendo. Su casa es más grande que la
nuestra, y conducía un Corvette en bachillerato. ¿De qué modo fue dura? —preguntó
con una carcajada.

—Oh, cielo, ¿no lo sabías? Asumí que Genevieve te lo había dicho, cuando los Stones se
divorciaron, se puso realmente feo, su padre se llevó todo. Imelda ni siquiera recibió
pensión conyugal o manutención infantil. Es por eso que Wulf nunca hizo de nadar su
carrera. Trabajó durante el bachillerato y la universidad para ayudar a su madre a
pagar por la casa. Es por eso que ahora trabaja con esfuerzo, para cuidar de la familia.
Está pagando para que sus hermanas vayan a la universidad. Posee esa casa, se la
compró directamente al banco. Imelda ya no paga un centavo. Creo que fue duro para
él, toda esa presión al crecer. Tener que abandonar su sueño de la infancia para poder
ayudar a su familia. Es por eso que tu padre pasaba tanto tiempo allí, quería que Wulf
tuviese algún tipo de influencia masculina positiva en su vida —explicó su madre.

Jesús. Muchas cosas acerca de Wulf se habían explicado. Sus conversaciones acerca de
sueños, él preguntando cómo ella podía tener tanta fe en sus sueños, él nunca había
podido tener fe en los suyos. Por supuesto, él no podía entender los de ella.

Sé sintió como una imbécil, y se dio cuenta por primera vez que tenía un serio
problema con hacer suposiciones acerca de la gente. Básicamente pensaba que Wulf
era algún tipo rico mimado, que se hizo de esa manera porque fue un niño rico
mimado. También asumió que mientras él obviamente trabajó duro para conseguir el
tipo de éxito que tenía, lo hizo él mismo. No hablaba de su familia, él no tenía ninguna
relación de verdad, ¿para quién más podría ser?

Todo este tiempo, yo he sido la única imbécil.

—Nunca supe nada de eso —murmuró Katya.

—Bueno, tal vez debas pasar menos tiempo siendo “casual”, y más tiempo intentando
conocerlo de verdad.

Sabias palabras.

Era bien pasada la hora de dormir de la señora. Tocci, así que madre e hija se dieron
las buenas noches y fueron a sus respectivas habitaciones. Katya se quitó toda la ropa,
dando una vuelta completa con la cabeza antes de ponerse unos pantalones cortos y
una camiseta sin mangas, sin molestarse con la ropa interior. Había una ola de calor en
Carmel y ella estaba cubierta con una fina capa de sudor. Jugueteó un rato con el viejo
panel, pero finalmente consiguió que el aire acondicionado funcionase en su cuarto.

Consideraba sacar el edredón de su cama cuando escuchó un ruido. Como un sonido


de salpicadura. Su cuarto estaba en la esquina izquierda trasera de la casa, con
ventanas por todas las paredes. Miró a través de las cortinas y sintió como si estuviese
viajando en el tiempo. Wulf estaba en su piscina, nadando ida y vuelta, y ella lo espiaba
desde la habitación. Como en el instituto.

Sólo que nada que ver. Ahora sé exactamente qué hay debajo de su bañador.

Debatiéndose consigo misma por tan sólo un segundo, Katya se apresuró desde su
cuarto. Bajó de puntillas las escaleras, y apagó la alarma de la casa antes de salir por la
puerta trasera. Corrió a través del césped, y caminó alrededor del seto, queriendo
sorprenderlo. Aunque no necesitaba preocuparse acerca de ello. Él estaba
completamente absorto con lo que hacía. Las propiedades estaban divididas por una
valla de madera que tenía una puerta, y fue capaz de acercarse a la piscina sin que él
se diera cuenta de que se encontraba allí.

Había pasado mucho tiempo desde que había visto nadar a Wulf. Era hermoso en
cierto punto. Todos esos músculos, trabajando juntos y para lo que habían sido
hechos, todos ellos tonificados y tensos cuando lo impulsaban a través del agua. Se
preguntó brevemente si debía dejarlo a solas. Él trabajaba muy duro, tal vez
necesitaba este tiempo para él. Pero entonces decidió mandarlo a la mierda. Ella
también trabajaba duro.

Los Stones tenían una piscina de tamaño olímpico, construida especialmente para
Wulf cuando estaba en la secundaria. Él estaba a medio camino de ella, nadando con
brazadas, moviéndose en una línea perfecta. Ella se sentó en la plataforma con
azulejos y metió las piernas en el agua. Se estremeció una vez, y luego colocó las
manos hacia atrás en la hierba, apoyándose en ellas. Esperándolo.

La punta de sus dedos la rozaron primero. Si él estaba sorprendido no lo demostró. Se


detuvo a poca distancia de la pared, aunque su impulso lo llevó entre sus piernas, sus
rodillas presionándose contra el pecho de él. Se pasó las manos por el pelo, echándolo
hacia atrás mientras la miraba.

—Hola —dijo, quitando el agua de sus ojos.

—Hola.

—¿Necesitas algo?

—No. Me gusta verte nadar.

—¿Alguna vez me has observado nadar con anterioridad?

Ella tomó aire profundamente.

—Solía mirarte. Nadaste cada noche durante un verano.

Wulf finalmente sonrió y puso las manos en sus muslos, separándolos para así poder
moverse y descansar entre ellos.

—¿Solías mirarme? Chica traviesa, señorita Tocci. Era mucho más mayor que tú.

—Lo sé. Todavía lo eres.

—Sí, pero ahora es sexy.

—En aquel momento era sexy, estabas demasiado absorto en ti mismo como para
notarme.

—Habría sido ilegal si lo hubiese hecho.

Sus manos estaban en sus caderas, y cuando ella no dijo nada, se movieron,
deslizándose hacia la parte superior de la curva de su trasero. Él la urgió hacia delante
y ella no se resistió cuando él la metió en la piscina. Lo rodeó con las piernas
alrededor de su cintura, enlazando los tobillos juntos en su espalda. Él se alejó de la
plataforma, cargándola con facilidad alrededor del extremo con poca profundidad.

—No soy muy buena nadando —le avisó mientras se echaba hacia atrás, inclinándose
y estirándose lejos de él por lo que estaba flotando en el agua, pero aun así anclada a
él.
—Yo te enseñaré.

Fue dicho simplemente, más distraídamente que otra cosa, pero la hizo sonreír. Agitó
los brazos en el agua, como si estuviese haciendo ángeles de nieve. Entonces él alejó
uno de sus brazos de ella, y sintió su mano en su estómago, levantando la camiseta.

—Wulf —susurró su nombre a la vez que se incorporaba. Él los había desplazado por
lo que estaban más hondo, el agua estaba en la mitad de su pecho. Si ella estuviese por
su cuenta le quedaría por la barbilla. Sin embargo, él no la soltó, y la colocó contra la
pared de la piscina.

—Nadie nos puede ver —susurró en respuesta mientras tiraba y estiraba su camiseta
mojada, sacándosela por la cabeza. Ella casi le resopló. Por favor. Como si ella fuese a
negarse. Él no había entendido el pequeño hecho de que todo lo que necesitaba decir
era salta, y ella preguntaría a qué altura. Cuántos metros. ¿Le gustaría un sándwich
mientras tanto?

Tiró su camiseta al césped y todo lo que ella podía pensar era lo bien que se sentían
cuando estaban piel con piel. Cuán correctos. Rodeó su cuello con los brazos.

—¿Por qué viniste aquí conmigo? —preguntó ella, dejando que sus manos se
deslizaran por sus omóplatos.

—Te lo dije, llamé a mi madre. Pensé que sería una buena idea acercarme y visitarla.

—No va a estar aquí hasta el martes, podrías haber esperado hasta entonces.

—Tenía más sentido traerte.

—Wulf.

—Katya.

Suspiró y bajó la mirada entre ellos, dejando que sus ojos vagaran por su pecho antes
de abrir la boca y repetirse:

—¿Por qué viniste conmigo?

Estuvo en silencio tanto tiempo, que ella pensó que no respondería. Los únicos
sonidos eran los de algunos grillos en la distancia, y el agua a su alrededor chocando
contra los bordes de la piscina. Él inclinó su cabeza para arrastrar sus labios por el
hombro de ella, haciendo que el latido de su corazón se acelerase. Estaba a punto de
devolver el favor cuando él se retiró, mirándola.
—Vine por la forma en la que me miras —dijo con voz relajada, casi sonando aburrido.
Como si no hubiera dicho la cosa más increíble que alguna vez le hubiesen dicho.

—¿Qué?

—Me miras como si realmente me vieses. Como… Si yo fuese la mañana de Navidad. Y


cuando dijiste que te ibas, odié el pensamiento de no ver esa mirada por cinco días
enteros.

Ella no podía hablar. Ni siquiera podía pensar. Era una cosa muy dulce que decir. Wulf
nunca era dulce. Tal vez lindo, como mucho, pero eso era empujarlo. Era tonto, pero se
sintió como si fuese a llorar. ¿Nunca antes lo habían mirado así? ¿Cómo si fuese el
regalo favorito?

¿Alguna vez alguien me ha mirado así?

Era sumamente inapropiado, estar desnudos en la piscina detrás de la casa de su


madre. Cometiendo actos lujuriosos en plena vista de la casa de sus padres. Katya
tenía problemas diciéndole que no, incluso en sus momentos de mayor fuerza.

Y ciertamente este no era uno de esos momentos.


Capítulo 14
Traducido por KarouDH, Brisamar58 & Florff

Corregido por Kish&Lim

Wulf nunca había tratado a Katya como la típica novia, así que ella asumió que no eran
novia y novio. Después de todo, cuando comenzó a ver a Wulf, estuvo durmiendo con
otro hombre, nada típico sobre eso, al menos no para ella. Sin embargo, estaba
descubriendo que algunas de sus suposiciones estuvieron tan fuera de lugar, que era
probablemente buena idea cuestionarse las otras.

Después de su diversión en la piscina, regresaron a su propia habitación, riéndose de


sí misma mientras hacía el recorrido de la vergüenza a través del patio trasero de
Wulf. Al día siguiente, se levantó temprano e hizo desayuno con su madre, quien no
pareció darse cuenta de las actividades nocturnas ilícitas de su hija.

La señora Tocci se preguntó por Wulf, esperando que pasara el día con ellas de nuevo.
Pero él no le mencionó nada a Katya, y ella le explicó a su madre que en realidad no
era del tipo de chicos que “hace planes”, prefiriendo solo aparecerse cuando quisiera.
A su madre no le gustó eso, pero no dijo nada. Solo frunció los labios y se preocupó
sobre ello en la cocina.

Las chicas fueron de compras un rato, caminando por el centro comercial más que
nada. Katya arrastró a su madre dentro de algunas tiendas en las que no
acostumbraba a entrar, incluso la convenció de comprar una sudadera con capucha
funky. Aún reía por eso cuando llevó sus bolsas a la habitación. Cuando abrió la
puerta, sin embargo, se encontró llevándose una sorpresa.

—Maldición, Tocci, pensé que no ibas a estar….

Gritó antes de poder detenerse. El sonido causó que su madre gritara, incluso aunque
la otra mujer se encontraba escaleras abajo, en el otro lado de la casa. Wulf paró de
hablar y la miró como si estuviera loca. Katya dejó salir otro grito y le tiró una de sus
bolsas de compra.

—¿Qué demonios está mal contigo? —chilló ella.

—¿¡Estas bien!? —su madre gritó desde las escaleras.

—Sí. —Katya tomo una respiración profunda, pasando los dedos por su cabello—. Sí,
todo está bien. Solo me sorprendí.
—¡Bueno, gracias a Dios! ¡Y cuida tu lenguaje Katya Tocci! ¡Fuiste criada para hablar
mejor que eso!

Rodó los ojos, luego giró para mirar a Wulf. Él había recobrado la compostura y
hurgaba a través de la bolsa que le tiró.

—¿Qué estás haciendo aquí? —demandó ella, colocando las manos en sus caderas.

—Mi conferencia telefónica se canceló, e iba a ver si querías ir a almorzar, pero nadie
estaba aquí. Deberías decirle a tu madre que siempre revise dos veces que la puerta
del frente esté cerrada.

—Lo haré. ¿Así…que, encontraste la casa vacía, y decidiste entrar de todos modos?

—Más o menos. Quería ver tu habitación, es como una cápsula temporal de una
estereotípica adolescente americana de los suburbios. Y tengo que decir, vaya vista
tienes aquí, Tocci.

—Gracias, lo sé.

—Es muy tarde para el almuerzo ahora, miré en el refrigerador, comí algunos de esos
pequeños emparedados —suspiró—. Tengo que ir y ver si puedo reprogramar… Hola,
¿qué es esto?

Sacó su mano de la bolsa y un bikini naranja neón colgaba de sus dedos. Ella dio un
paso al frente y lo arrancó de su mano.

—Se suponía que fuera una sorpresa —gruño ella, quitándole la bolsa, también.

—¿Una sorpresa? ¿Qué te involucra a ti en un bikini? Me conoces muy bien.

—Viene con un precio.

—Quizás no me conoces.

—La parte de abajo es incluso más reveladora que la de arriba —le informó a él—. Y
puedes ver todo cuando me invites a la piscina en la terraza de tu edificio de
apartamentos.

Ella esperaba discusión, o incluso una rotunda negación. En su lugar, él comenzó a


reír.

—Es adorable que pienses que llevaras ropa mientras estés en mi piscina. ¿Cena a las
ocho? —preguntó, empujándola para entrar en el pasillo.
—¡Espera! —gritó, tomando su bíceps—. ¡No puedes solo caminar por ahí, mi madre
se preguntará qué hacías aquí arriba!

—Oh no, odiariamos que pensara que su hija adulta es sexualmente activa.

—Sí, en realidad odiaría que mi madre pensara que su hija adulta es sexualmente
activa, literalmente, mientras su hija está a sólo quince metros de distancia de su
madre.

—Katya. Has estado aquí arriba un gran total de tres minutos, tan bueno como soy, ni
siquiera yo puedo follarte tan rápido.

—No conoces a mi madre Wulf. Ella descubrirá que estabas aquí arriba esperándome,
sacará conclusiones sobre eso, y lo siguiente que sabrás es que está imprimiendo
invitaciones de boda o algo.

—Eres ridícula. ¿Qué propones que haga, bajar por el enrejado debajo de tu ventana?
—resopló. Ella le sonrió.

—Sería medio romántico. Completar toda esa cosa de fantasía adolescente.

—Perdóname por ser rudo, pero puedes joderte con esa idea. No bajaré así. Estate
lista a las ocho.

No espero por una respuesta, como siempre, ella se quedó en la cima de la escalera
mientras él se dirigía abajo. Fue capaz de caminar fuera de la puerta completamente
inadvertido, lo cual complació a Katya. Una última cosa que tuvo que explicar.

Ella pasó el resto del día guardando sus cosas nuevas, hizo algo de lavandería, luego se
preparó. Su madre se sentó en la habitación con ella, ayudándola a elegir ropa y
preocupándola por pequeñeces. Las pequeñas cosas que Katya amaba cuando visitaba
su casa, y extrañaba cuando estaba lejos.

Cuando estuvo lista para irse, sin embargo, se dio cuenta que eran apenas las seis. Dos
horas antes. Pensó sobre solo sentarse abajo con su madre y tomar algo de vino, luego
decidió olvidarlo. Wulf necesitaba una dosis de su propia medicina. Así que, en su
vestido, tacones y perlas, piso fuerte a través de ambos patios traseros, luego camino a
través de la puerta de su patio como si lo hubiera hecho un millón de veces.

Era como un portal en el tiempo. La señora Stone no había cambiado una cosa sobre
su casa, no en casi diez años. Katya se encontraba en la sala, recordando todas las
noches que pasó allí, coloreando con el pequeño Brighton Stone. Sentada
incómodamente mientras un joven Wulf de diecinueve-veinte años Wulf se movía por
la habitación. Por supuesto, ella no lo sabía en ese tiempo, pero el primer verano que
notó a Wulf como un atractivo vecino, fue el último verano que él volvió a casa.

Vago alrededor hasta que lo encontró en una vieja oficina en el segundo piso. Él no
pareció impactado o asombrado cuando entró en la habitación. La miró, luego volvió a
lo que sea que escribía.

—Estaba aburrida —explicó, incluso aunque él no había preguntado.

—Siento que eso te sucede mucho. Siéntate, solo necesito hacer algunas llamadas.

—Oh, puedo irme.

—Siéntate.

Se sentó en el borde del escritorio monstruoso en el que estaba, la cosa abarcaba casi
toda la pared. Ella recordó que su padre fue un famoso arquitecto, después un
contratista. Este debía ser el viejo escritorio del señor Stone, hace mucho tiempo. Se
movió, así se sentaba en la esquina y sus piernas se estiraban aporla longitud del
escritorio, cruzadas en los tobillos. Agitó un globo de nieve mientras Wulf hacía una
llamada.

—¿Coleccionas estas? —preguntó, mirando alrededor de la habitación y viendo un


librero lleno de ellas.

—Mi madre —replicó. Ella sacudió el globo de nuevo.

—¿Ella consiguió todos esos sola? Wow.

—No. Le envío uno cada vez que voy a algún lugar.

—Jesús, Wulf, si te pones algo dulce en este viaje, voy a renombrarte Romeo.

Empujó el lapicero en su costado, dolorosamente. Ella chilló y lo empujó, pero luego él


le tendió una mano y comenzó a hablar por teléfono.

Apenas entendía la mitad de lo que decía, aunque descubrió que hablaba con su
asistente. Parloteo fechas y números de casos, y direcciones. Mientras hablaba,
arrastró el lapicero cerrado por la pierna de Katya. Desde el dobladillo de su vestido
hasta debajo de la rodilla, luego arriba otra vez. Lentamente, una y otra vez.

Sintiendo que se iba a volver loca, Katya saco su celular, luego hizo una mueca cuando
vio la pantalla. Varias llamadas perdidas, luego múltiples mensajes. Unos pocos de
Tori, solo preguntando por ella y por su madre. La mayoría era de Liam. Había
olvidado hablar con él.
¡Hey, lo lamento! Las cosas fueron un poco sorpresivas ayer y lo olvidé totalmente.

Gracias a Dios. Estaba medio listo para ir allí. No me asustes.

Lo siento. Pero no necesitas preocuparte mucho por mí, soy más fuerte de lo que parezco.
Además, resulta, que no vine sola.

Hubo una larga pausa antes de que él enviara una respuesta.

¿Chico nuevo?

Sí. Se apareció y me ofreció un aventón.

Que amor.

Ella pudo sentir el sarcasmo saliendo de la pantalla.

Oye, fue lindo. No tuve que rentar un auto.

Bien por ti. Pude haber ido contigo. Tu madre me amaría.

Apuesto que lo haría. Dudo que haya muchas mujeres a las que no les agrades.

Malditamente cierto. ¿Cuántos días más?

Solo tres más, sin contar hoy.

Demasiado lejos, pastelito.

Has sobrevivido treinta y dos años sin mí, puedes sobrevivir un par de días.

Ya no estoy tan seguro.

Katya no supo cómo responder a eso. Frunció el ceño y miró fijamente la pantalla, sus
dientes clavándose en el labio inferior.

—Oye —la voz de Wulf rompió sus pensamientos.

—¿Huh?

—Terminé. ¿Con quién estás hablando?

—Oh —murmuró, balbuceando mientras trataba de bloquear su pantalla—. Solo un


amigo.

—Un amigo, huh. ¿Es este el amigo con el que duermes ocasionalmente?
Desde su cita en el bar elegante, Wulf nunca preguntaba por el otro hombre en su vida.
Imaginaba que no le importaba. El tono de su voz justo ahora, sin embargo, la hizo
pensar que en realidad le importaba mucho.

—Sí. Algo así.

—De nuevo con este “algo así”. Debe tener un terriblemente pequeño pene para que
estés tan fácilmente confundida sobre si estas o no follando con él.

—Cállate —rió ella—. Ha pasado un tiempo.

—Holgazaneando, ¿eh?

—Más como que se detuvo completamente. Es solo que no es…tan divertido como
solía ser.

—Hmmm, y me pregunto por qué es así.

Ellos se miraron por largo tiempo, y ella lo retó a decir lo que sea que rondaba por su
cabeza. Podía verlo tras sus ojos. Él era una gran bestia enjaulada. De nuevo, pensó en
lo bueno que sería probablemente Liam para él, y se preguntó si debería presentarlos
algún día.

Entonces Wulf rompió el hechizo golpeándola bruscamente en el muslo, lo


suficientemente fuerte para picar. Ella gritó, pero luego el ardor fue aliviado cuando él
se inclinó al frente y besó el mismo lugar.

La cena fue agradable, aunque aún se encontraba un poco distraída, pensando sobre
Liam. Esperando que estuviera bien. En serio se preocupaba por él, y sabía que él se
preocupaba por ella. No quería herirlo, y le preocupaba que ahí fuera donde se
dirigieran.

Ella no era la única con problemas, tampoco. Durante el postre, notó a Wulf mirando
su teléfono, luego mirándolo como si lo hubiera ofendido personalmente.

—¿Malas noticias? —preguntó. Él sacudió la cabeza y lanzó el dispositivo dentro de un


bolsillo interno de su chaqueta.

—Una inversión que salió mal. Nada de lo que tengas que preocuparte.

Pero ella se preocupó. Volvía a ser el silencioso Wulf. Terminaron de comer sin decir
otra palabra, condujo a casa en silencio, y la dejó caminar a la puerta sola. No podía
dejar de pensar que Liam nunca la trataría así, ni siquiera cuando estaba molesto.
Wulf era molesto. Tan petulante, como un niño. Tan exasperante, como un idiota.
Aunque una hora después, cuando escucho el chapoteo, Katya estaba en su ventana.
Observándolo nadar todas esas vueltas. Preguntándose cuándo, o sí, alguna vez
dejaría salir sus demonios.

No puedes nadar por siempre Wulf.

Katya se acostó preocupada de que Wulf continuase malhumorado al día siguiente.


Pero cuando bajó las escaleras por la mañana, todavía en pijama, se sorprendió
gratamente al encontrarlo en la cocina.

—Katya, justo a tiempo. Mi madre finalmente está en casa.

Wulf no se parecía en nada a su madre. Uno ni siquiera creería que fueran familia. Él
era tan alto, grande y ancho. Hermoso, con el cabello castaño oscuro y sus llamativos
ojos azules. La señora Imelda Stone tenía el pelo rubio, ahora liberalmente rayado de
gris, que iba bien con sus cálidos ojos marrones. Era baja, por lo menos diez
centímetros más baja que Katya, lo que la hacía casi treinta centímetros más baja que
su hijo, a quien literalmente parecía mirar hacia arriba, había tanto amor y temor
reverencial en su mirada, que casi hizo que Katya se sintiera incómoda. Era como si la
mujer no pudiera concebir que había creado un hombre tan increíble.

Él se encargó de ella. La apoyó. Todavía lo hace, es dueño de la casa en la que ella vive,
paga para que sus hijas vayan a la universidad. Él, incluso me asombra.

—Katya, han pasado siglos —dijo suspirando la señora Stone, inclinándose para darle
un abrazo.

—Mucho tiempo, señora. Por favor, disculpe la forma en que estoy vestida, no sabía
que teníamos compañía —parloteó Katya automáticamente.

—Oh, no te preocupes por eso. Es una hora impía para visitar, pero Wulfy insistió.

¿¡Wulfy!?

Katya alzó las cejas al oír el nombre cariñoso, y no había duda de la mirada que Wulf le
había dado sobre la cabeza de su madre.

No te atrevas.

—No es demasiado temprano en lo absoluto.

—Así que dime, ¿mi hijo ha sido amable contigo? Sé que puede ser un poco... abrupto.
El cielo sabe de dónde lo saca, su padre y yo, e incluso tu padre, sin duda trataron de
enseñarle lo mejor —dijo la señora Stone riendo.
—Amable no es exactamente la palabra que usaría —replicó Katya, incapaz de
contener su sonrisa mientras la mirada de Wulf se volvía aún peor.

—¡Oh querida! Cuéntamelo todo.

—Bueno, primero puso un gran pedido en mi panadería, mientras fingía no


conocerme, sólo para ponerme nerviosa. Y luego me llevó a un elegante restaurante, el
espantoso hombre. Y nunca lo creerás, pero incluso se presentó en mi apartamento
una vez, en mi día libre, y me obligó a hacerle una manicura. ¿Puedes creerlo? —se
burló Katya. Estaba bastante segura de que la mirada de Wulf había alcanzado niveles
de reducir a cenizas, pero ella simplemente lo ignoró.

—Suena terrible —la señora Stone se rió—. Simplemente desagradable. Es mejor


deshacerse de él mientras puedas.

—Ojalá —finalmente, Wulf interrumpió la conversación, haciendo reír a todas las


mujeres.

Katya se apresuró escaleras arriba para ducharse y cambiarse, y cuando se sintió


presentable, los Stone ya habían regresado a su propia casa. Descubrió que las madres
hicieron planes para una barbacoa. Avisaron con poca antelación, no estaban seguros
de que muchos de los vecinos aparecerían, pero ambos ya habían comenzado a hacer
algunas llamadas telefónicas. La señora Tocci hizo que su ama de llaves sacara el polvo
de la parrilla y la llevara al patio trasero cerca de una mesa de picnic, incluso una
tienda de comestibles entregó una ridícula cantidad de comida.

—¡Mamá! ¿¡Invitaste al barrio, o a todo Carmel!?

—Cállate, no es frecuente que mi hermosa hija venga de visita.

—Oh, detente.

—¡Y aún más raro que ella traiga a casa a un hombre que de hecho apruebo!

—¡Oye! No ‘traje a casa’ a Wulf, esto no es así. ¡Y pensé que amabas a Tony!

—Porque pensaba que tú lo amabas. Siempre pensé que era aburrido. Temía ir a esos
torneos de la PGA.

Los Toccis siempre fueron populares en su vecindario, y por supuesto, Wulf era algo
así como una leyenda, por lo que mucha gente apareció. La puerta se abrió entre las
propiedades de los Stone y los Tocci, y la deambulaba por ahí, charlando mientras
comían perros calientes gourmet.
Katya fue apartada por el hijo de un vecino. Se sentía horrible, no podía recordar su
nombre, a pesar de que habían ido a la secundaria juntos. Vivía en Carmel y sus padres
lo invitaron a la barbacoa.

—Bienes inmuebles, ¿eh? Escuché que es un buen negocio —murmuró Katya, sólo
escuchándolo a medias mientras sus ojos escudriñaban los patios, preguntándose
dónde estaría Wulf. No había hablado con él desde la mañana.

—Si lo es. Carmel tiene algunas propiedades muy valiosas. Todavía soy un poco nuevo,
pero creo que voy a llegar muy lejos —balbuceó cuál-sea-su-nombre.

—Estoy segura de que lo harás.

—He oído que Wulfric Stone está aquí, ¿él no está en bienes raíces?

—Sí, es dueño de su propia agencia en San Francisco.

—Mercado difícil. Debería conocerlo, probablemente podría darme un buen consejo.

—No contengas la respiración —murmuró ella.

—¿Qué dijiste?

—Dije ¿no te gusta este pan?

Ella dio un mordisco enorme a su perro caliente y él volvió a hablar sin parar sobre su
fascinante trabajo. Estaba a punto de disculparse cuando sus ojos finalmente se fijaron
en Wulf, y por primera vez en su vida, Katya vio todo verde.

Celos.

Él estaba en un grupo, pero de pie junto a una mujer. No sabía quién era, sólo que era
alta y rubia. No eran delitos en sí mismos, sino el hecho de que el brazo de él estuviera
colocado casualmente alrededor de la cintura de la mujer hizo que Katya quisiera
cometer asesinato en primer grado. Cuando él se inclinó para hablar directamente con
la chica, los celos se convirtieron en náuseas. Iba a vomitar encima del césped de su
madre.

—Perdona, no me siento muy bien.

Ella entró y fue directamente a la despensa, donde sabía que nadie estaría, y se
encerró. Se inclinó sobre un fregadero y abrió el agua fría.

Estaba portándose de una manera ridícula. Wulf no era técnicamente su novio, esto se
lo repetía una y otra vez en su mente. Ella era la que veía activamente a otra persona,
así que era equivocado e injusto que ella se enfadase al ver a Wulf con otra mujer.
No cambia el hecho de que estoy realmente molesta.

Lo que la hacía sentirse el doble de estúpida era el hecho de que ella ni siquiera sabía
lo que estaba pasando. Por lo que sabía, esa chica podía ser prima de Wulf. Una vieja
amiga de la escuela. Una vieja novia. Una novia actual. La novia de su madre. ¿Quién
sabe? Ciertamente no Katya, porque no había preguntado. No, ella había tomado el
muy adulto enfoque de asustarse y encerrarse en una despensa.

Justo allí, rodeada de productos enlatados, suministros de limpieza y jarras de


pepinillos, ¿¡cuando su madre empezó a hacer conservas!? Ella tuvo una epifanía. Ya no
se trataba de ampliar las fronteras. Estuvo tratando de mantener sus sentimientos por
Wulf a raya por un tiempo, pero en realidad, sólo había estado ignorando lo que había
estado sucediendo todo este tiempo. Ignorando la insana caída de muerte al
encariñarse de un hombre muy, muy frío. En ese momento, de pronto se dio cuenta de
los pasos que tomó, y ya era demasiado tarde. Había pasado el borde. Estaba cayendo,
cayendo, cayendo, se había ido.

Tengo que decírselo. Tengo que decírselo a Liam. Tengo que terminar con todo. Dios, no
puedo hablar con él, no así. Estallaré en llanto y él se reirá de mí y luego le vomitaré
encima. Lo tiene bien merecido. Es un idiota. Jesús, me estoy enamorando de un completo
idiota. No puedo decirle eso.

A pesar de que todavía quería vomitar, y quería llorar, Katya juntó lo suficiente para
regresar a la fiesta. Daría una vuelta más por el patio, dando gracias a todos por venir,
luego se encerraría en su habitación y trataría de resolver toda la mierda.

Cuando salió al porche de atrás, sus ojos inmediatamente se centraron en Wulf y la


rubia. Se reían juntos, estaban incluso más cerca que antes, el brazo de él todavía le
abrazaba a ella. Los celos y la autocompasión echaron raíces en el pecho de Katya,
haciendo que le doliera el corazón. Respiró hondo y caminó hacia la hierba.

Dijo gracias a su pastor. Besó al bebé de los Patel en la frente y comentó cuánto había
crecido. Exclamó ohs y ahs por el nuevo bordado de la vieja señora Hoover. Hizo una
conversación ligera mientras se movía entre la multitud, entrando y saliendo de
diferentes grupos. Casi había vuelto al porche cuando una sombra cayó sobre ella por
detrás.

—Si no lo supiera, diría que me estabas evitando, Tocci.

La voz de Wulf era baja en su oído, y aunque no se tocaban, él estaba demasiado cerca
para ser considerado apropiado. Katya respiró hondo y se mantuvo tan quieta como
pudo.
—No te estoy evitando. Simplemente me estoy mezclando.

—Mentira.

—Estabas ocupado.

—Lo sé, igual que tú. Por cierto ¿Cómo está Kenny Bartlett?

¡Aja! Mientras lo observaba, él me estaba observando. ¡Funciona en ambos sentidos,


lobo!

—Estupendo. Trabaja en bienes raíces, probablemente tendrían mucho en común.

—Apuesto a que lo tendríamos, ciertamente tenemos un gusto similar en mujeres.

—No lo sé, parece que prefieres a las rubias.

Él se rió en su oído, pero sonó más como un gruñido. Luego su brazo se deslizó
alrededor de ella, su mano presionando plana sobre su estómago y tirando de su
espalda hacia él.

—Los celos te sientan bien, Tocci. Me gusta.

—No estoy celosa —dijo suspirando ella—. Solo cansada. Y tengo dolor de cabeza.
Creo que voy a ir a acostarme.

Ella se alejó, pero él se rehusó a dejarla ir.

—Hmmm, digo que es mentira de nuevo. Tengo que compartirte con otro hombre,
pero ¿ni siquiera puedo hablar con una vieja amiga de la escuela?

—Nunca dije eso, ni siquiera un poco. Se te permite hablar, ver, hacer lo que quieras,
con quienquiera que desees.

—Eso es realmente impresionante, ¿sabes?

—¿Qué?

—Sacar esas palabras rodeadas de mierda en tu boca.

Katya dio un paso adelante con suficiente fuerza que tuvo que dejarla ir, a menos que
quisiera realmente luchar con ella. Miró hacia atrás por encima del hombro una vez,
cuando iba a entrar a por la puerta corrediza de cristal. Wulf ya se había movido y se
reía con un grupo de chicos. Ella sacudió la cabeza y siguió adentro, avanzando hacia
las escaleras.
Estúpida, estúpida, Katya. Por lo menos no empezaste a llorar delante de él. Entonces
realmente le pertenecerías.

Ella no había mentido, realmente tenía un dolor de cabeza. Probablemente provocado


por un caso repentino de dolor de corazón masivo, mezclado con un poco de culpa y
rociado de autocompasión en la parte superior. Caminó alrededor de su habitación
por un tiempo, resistiendo el impulso de espiar la fiesta. Su madre fue a verla una vez,
trayéndole un poco de agua. Luego, a las ocho, Katya cedió al golpeteo entre sus oídos
y tragó un par de Tylenol PM antes de enterrarse debajo de las sábanas. Estuvo fuera
de combate en veinte minutos y tenía extraños sueños de estar en el bosque, ir por los
ríos, de camino a la casa de su abuela.

Algún momento más tarde se despertó sobresaltada de su sueño. Se sentó, luchando


con su manta mientras trataba de averiguar qué la había despertado. Su reloj de
alarma decía que era poco después de las once y media. La única iluminación de la
habitación provenía del resplandor de la piscina de Wulf, haciendo que todo pareciera
misterioso y etéreo.

Entonces Katya volvió a oírlo, un ruido sordo afuera, en el techo debajo de ella. ¿Esto
era esto un robo a la casa? Sujetó la manta contra su pecho y buscó la lámpara, pero
sólo consiguió hacerla caer de la mesa. Se maldijo a sí misma, luego jadeó cuando su
ventana comenzó a abrirse.

—Pensé que esto sería apropiado.

Santa. Mierda. ¿Estaba realmente ocurriendo? ¿Wulfric maldito Stone realmente subía
por la ventana de su dormitorio? Era literalmente su mayor fantasía de la secundaria,
pero cobrando vida. Trató de evitar jadear mientras salía de la cama.

—¿Qué estás haciendo? —susurró ella, cogiendo la lámpara antes de acercarse a él. Él
finalmente se irguió, quitándose el polvo.

—Dijiste que solías soñar conmigo, cuando estabas en la secundaria.

—Yo nunca dije eso.

—Por favor, estaba escrito en tu cara.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella de nuevo.


—Cumpliendo una fantasía.

Ella no se había dado cuenta, pero él se acercaba, aproximándose tanto que ella se vio
obligada a caminar hacia atrás. Tomó una respiración aguda cuando la mano de él se
movió sobre su cadera. El aire acondicionado se había apagado en algún momento
mientras ella estuvo fuera de combate, haciendo que el aire se volviera pesado y
cálido. Se había quitado los pantalones de yoga mientras dormía, dejándola sólo con
una pequeña camiseta y su ropa interior.

—Nunca fantaseé con tener sexo en la casa de mis padres mientras mi madre está
durmiendo escaleras abajo —siseó ella. La parte trasera de sus piernas golpeó la cama
y el pecho de Wulf se presionó contra su frente.

—Espera, ¿nunca has tenido sexo aquí?


—¡No! ¿Qué clase de chica pensabas que era en aquel entonces?

—Eras una sexi chica de diecisiete años en aquel momento, así que asumí que tendrías
sexo aquí.

—Bien, pues asumiste mal. Era una buena chica, no podría hacer algo como eso en la
casa de mis padres —le informó. Su cabeza cayó y ella resopló cuando le chupó la
sensible piel donde el cuello se encuentra con el hombro.

—Hmmmm, entonces debo haber sido un chico malo, porque nunca, ni una sola vez,
pensé que estaba mal cuando lo hacía en mi casa.

—No estoy escandalizada.

—¿Qué pasa si me hubiese colado a hurtadillas en aquel entonces?

—¿Eh?

—Si hubiese trepado por tu ventana cuando tenías diecisiete, ¿habrías sido una mala
chica por mí?


—Habría sido escalofriante de muerte, en ese entonces tendrías unos veintitrés.

—Listilla. Sabes lo que quiero decir.

Ella lo sabía, pero no quería darle alguna clase de poder sobre ella. Ya tenía
demasiado. Pero mientras sus dientes se clavaban en el costado de su cuello, y su
mano se cerraba en un puño en el material de su camiseta, no pudo resistírsele.

Como siempre.
—Sí—susurró.

—¿Sí qué?


—Habría sido una chica muy pero muy mala por ti.

La empujó bruscamente, obligándola a caer sobre el colchón. Estuvo encima de ella al


instante, y el Wulf de siempre, el lento, tortuoso y metódico amante, no estaba a la
vista por ninguna parte. Su rodilla fue entre sus piernas, obligándola a sepáralas más
mientras se colocaba entre ellas, y dejó que sus manos vagaran por cualquier lugar
que malditamente quisiese.

—Demuéstralo.

Ella jadeó en su boca, gimiendo suavemente mientras sus manos presionaban duro
contra sus pechos. Sabía que no tenía que olvidar que no estaban solos en la casa, no
avergonzaría a su madre, ni siquiera por Wulf. Pero posiblemente tampoco podría
detener lo que sucedía, ya no. Se chupó los labios entre los dientes y mordió.

—Ooohhh, niña tonta, ¿crees que puedes mantenerte en silencio conmigo? —Se rió
Wulf entre dientes, como si ella le hubiese retado.

—Wulf —susurró—. No lo entiendes, no puedo…

Otro gemido la traspasó, y sus ojos se quedaron en blanco mientras la mano de él se


hundía en sus bragas. Sintió su lengua, plana y caliente en su clavícula, y él chupó un
sendero hasta la parte de detrás de su oreja.

—¿Fantaseaste con esto? —dijo en susurros, después le mordió el lóbulo de la oreja.

—Dios, sí.

—¿A mi tocándote, saboreándote?

—Besándome. Todo el tiempo.

La lengua de él estaba en su boca, suave y cálida. Podía saborear el brandy en él, y algo
ahumado. Oscuro. Ella gimoteó contra sus labios y arrastró sus uñas por el pecho de
él.

—¿Qué más? —preguntó al mismo tiempo que deslizaba dos dedos dentro de ella.

—Dios, no lo sé, no lo sé —lloriqueó, arañando su brazo. Agarrándolo por la muñeca.

—Dime, así podré hacer esto tan auténtico como sea posible.
Algo en esa frase le chocó por extraño. ¿No era ya auténtico? Estaba tomándose sus
fantasías de adolescente demasiado literal, parecía. Después él empezó a chupar su
pezón a través de la camiseta y ella se olvidó de su propio nombre.

—Wulf —fue capaz de recordar su nombre y decirlo en una exhalación mientras


intentaba mantener el aliento.

—Dime lo que quieres Katya —gruñó, sus dedos moviéndose rápido.

—Quier...quiero… —No sabía cómo articular sus pensamientos alrededor de él. No


sabía cómo expresar exactamente lo que quería. Las palabras venían fácilmente con
Liam, pero Wulf siempre se las arreglaba para ahuyentarlas.

—Dilo.

—No puedo.

Se echó hacia atrás abruptamente, y ella lloró por su pérdida. Después él agarraba su
camiseta otra vez, tirando con fuerza y de un empujón levantándola de la cama.
Permaneció quieta, su peso sostenido por el agarre en la tela. Él la miraba fijamente,
casi pareciendo un poco enojado. Era difícil de decir con el resplandor etéreo que
venía de la piscina. Ella le miraba fijamente, negándose a sentir miedo de él.

Sí, bien, buena suerte con eso.

—Dime lo que quieres de mí.

El momento pasó de intenso a surrealista. Todo está en calma otra vez, justo como lo
había estado la primera vez que estuvieron juntos en el bar. Solo que en lugar de que
todo se prendiese fuego y se volviese dorado, la habitación entera se cubrió de plata y
azul, inundándolos a ambos. Tomó una respiración profunda.

—Quiero que te dejes ir —susurró—. Quiero que te sientas libre cuando estamos
juntos.

Algo se rompió. La electricidad vibró en el aire, pero antes de que pudiese reflexionar
de donde salía, él cayó sobre ella. Antes incluso de que estuviese colocada sobre el
colchón él agarraba su camiseta otra vez, pero esta vez por el cuello, y con las dos
manos. Ella dejó salir un grito cuando el material se estiró, después se rompió a la
mitad. Lo rasgó justo por el medio.

Cuando Wulf se dejaba ir, aparentemente, de veras se dejaba ir a lo grande. Había


arañazos y rasgaduras. Movimientos que dejarían marcas. Era increíble. Mientras
tiraba y empujaba para quitarle la camisa, sus bragas desaparecieron de una manera
parecida a su camiseta. Acababa de desabrocharle el cinturón cuando la agarró por las
muñecas. Ella chilló de nuevo mientras sus brazos eran sujetados por encima de su
cabeza.

—Date la vuelta.

Antes de que incluso hubiese terminado de hablar, ella rodó sobre su estómago. Su
cuerpo siempre seguía las órdenes de Wulf. Recordando sus lecciones de la clase de
strip-aeróbic, movió sus rodillas sobre el colchón, obligando a su culo a elevarse en el
aire mientras dejaba su mitad superior plana sobre el colchón. Estiró sus brazos y los
empujó contra el cabecero.

Cuando sintió la primera cachetada, estuvo un poco sorprendida. La segunda fue más
fuerte, ganándose un gemido. Se preparó para una tercera, pero ésta nunca llegó. En
su lugar, su mano revoloteó entre los muslos de ella, su pulgar nadando en la
humedad que había creado.

—¿Estás tan ansiosa cuando estás con el otro tipo?

Podría haberla nalgueado, azotado con un látigo, puesto una mordaza de bola, y no
habría estado tan sorprendida. Le preguntaba por Liam otra vez. Algo que nunca había
hecho, y ahora lo había hecho dos veces en pocos días. Dios, ¿se sentía celoso?
¿Amenazado? Cuando tenían sexo, Katya apenas podía recordar su propio nombre,
mucho menos el de nadie más. Wulf no tenía absolutamente nada por lo que
preocuparse.

—¿Celos?

—Curiosidad. ¿Te pones así de húmeda con él?

Su pulgar fue reemplazado por su polla y ella tuvo un escalofrío por todo el cuerpo.
Trató de empujarse contra su intrusión, trató de tomarlo más profundo, pero él agarró
sus caderas y la mantuvo quieta. Le tomó un momento darse cuenta de que esperaba
una respuesta.

—Solo por ti —susurró.

Entró en ella con tanta fuerza, que no pudo evitarlo, chilló. Mordió la sábana después
de eso, gimiendo en el algodón egipcio mientras él la golpeaba con dureza desde atrás.

—Jesús Katya, si estuvieses fantaseando con esto cuando tenías diecisiete entonces
definitivamente debería haberme dado cuenta —gruñó. Ella se las arregló para
asentir.
—Oh, Dios, desearía que lo hubieses hecho.

Su mano de repente estaba en su pelo, tirando tan fuerte y violento, que se ganó otro
chillido. Estaba siendo empujada lejos del colchón, su espalda arqueada mientras él
continuaba tirando. Mientras presionaba su frente contra un lado de la de ella, ella se
estiró y agarró la parte de arriba del cabecero tratando de mantener el equilibrio.

—¿Te folla tan bien como esto? —siseó, y ella sintió sus dientes contra el centro de su
mejilla.

—Oh Dios mío, no puedo...…

La conversación debería haberla hecho sentir incómoda, pero no lo hizo. La


temperatura de su cuerpo subía como un cohete, y su cuero cabelludo estirado
enviaba un latido de presión a donde él la follaba, oh, tan bien.

—Dime Tocci. ¿Quién tiene la mejor polla? ¿Quién te hace venirte más rápido? ¿Mejor?
¿Más fuerte? —resoplaba sus palabras mientras sus empujes se volvían casi más
brutales.

Katya volvió a morder sus labios entre los dientes. No, no la obligaría a que eso saliese
de ella. Incluso borracha de pasión, intoxicada por su toque, no se traicionaría ni a ella,
ni a Liam. Entregándose completamente a él.

O al menos, rezaba por no hacerlo.

—Te sientes tan bien —gimió finalmente. Él detuvo su movimiento y ella dejó salir un
sollozo. Soltó su pelo y ella se cayó hacia delante. Sus dedos se arrastraron por el brillo
de sudor de su espalda, siguiendo por sus vértebras. Después se echó atrás por
completo y ella ya no pudo sentirlo en absoluto.

—Eso no es lo que pregunté.

Ella jadeaba, medio sofocada por la manta en su cara. Después sintió la mano en su
tobillo, y se retorció mientras él tiraba de ella por el colchón. Le dio la vuelta y sus
manos se encontraban en sus muslos, agarrándolos casi dolorosamente. Lo de estar en
silencio se había ido ya por la ventana y ella chilló cuando él empezó a empujarse
dentro de ella de nuevo, una y otra vez.

—¿Habías fantaseado con esto? ¿Conmigo follándote en tu cama? —hablaba alto,


sonando sin aliento mientras la follaba como si estuviese enojado con el maldito
mundo entero.

—Sí, sí, dios, tantas veces, sí —gritó, sus manos estrujando sus pechos.
—¿Te follabas mientras pensabas en mí?

—Sí.

—¿Aún lo haces?

—Todo el tiempo.

—¿Me ves cuando estás follándolo a él?
—Su cuerpo entero empezó a sacudirse, y
pudo sentir el orgasmo floreciendo en su pecho, causando que sus pechos se
endureciesen. Se movió más abajo, encontrando finalmente ese punto donde su polla
estaba rebuscando su camino a un nuevo hogar dentro de ella. Allí su orgasmo echó
raíces, enrollándose alrededor de la parte de abajo de su estómago, creciendo más
grande y más hambriento.

—Dime —susurró Wulf, inclinándose más cerca, aplastando sus manos y pechos bajo
el pecho de él—. Dime quien es mejor para ti. Dime quien te hace sentir cosas que
nunca has sentido. Dime quien folla mejor. Dímelo, Katya.

Todas estas órdenes y peticiones no la habían persuadido. Ella pensaba que podría
mantenerse fuerte en su presencia. Estaba equivocada, sin embargo y su mismo
nombre era su propia caída. Dejó escapar otro sollozo mientras su cuerpo entero
entraba en erupción con el orgasmo, apretándolo tan fuerte que de hecho él chilló.
Creyó que balbuceaba incoherencias, casi al borde de las lágrimas mientras el
orgasmo la consumía en cuerpo y alma. Causando que cada nervio se disparase y se
cerrase. Pero mientras su cuerpo se relajó y él empezó a moverse de nuevo, tan gentil
mientras bombeaba dentro y fuera de ella, pudo finalmente oírse a sí misma.

—Tú. Eres tú, Wulf. Solo tú. Siempre tú. Solo tú.
Capítulo 15
Traducido por LizC & flochi

Corregido por Kish&Lim

La mañana siguiente Katya se despertó sobresaltada. Estaba completamente debajo de


su sábana, con la cabeza cubierta y todo. Luchó con ella antes de finalmente apartarla
de su rostro.

El sol de la mañana entraba por sus ventanas. Esa luz perfecta, donde todo brilla en
blanco, pero no es caliente al tacto. Echó un vistazo al extremo de su mesita, pero la
lámpara y el despertador estaban en el suelo. Cuando levantó la vista, la foto que
normalmente colgaba sobre su cama había desaparecido. Había caído detrás de su
cabecera.

Hmmm, podría haberme vuelto un poco loca anoche…

Echó un vistazo a la derecha y al instante, el calor se extendió por su pecho. Wulf


estaba dormido a su lado. ¿No había dicho que no le gustaba pasar la noche con sus
mujeres? Tal vez sólo lo había querido decir en su apartamento. De cualquier manera,
no le importaba. Nunca antes había pasado una noche entera con ella, y eso era todo lo
que importaba.

Se sentó y se tomó su tiempo mirándolo. Dios, qué cuerpo. Tenía una piel tan clara,
especialmente en contraste con su propia piel naturalmente bronceada y casi sin
grasa corporal. Sólo unos músculos esplendorosos, largos y esbeltos, construidos de
una vida metido en una piscina. Una almohada le cubría el rostro, escondiendo una
mandíbula fuerte y una nariz afilada… incluso en reposo, tenía la tendencia a parecer
que era fulminante. Como si estuviera listo para disparar a alguien. Su rostro
simplemente estaba estructurado de esa manera, pero aun así era magnífico, con su
abundante cabello castaño suavizando el aspecto general. Sus ojos azules eran
encantadores casi hasta la culpa, y cuando él sonreía, podía detener su corazón en
seco.

Bajó los ojos aún más, pero una sábana colgaba floja sobre sus caderas. Un rastro de
vello se arrastraba en su estómago, tornándose más grueso antes de que la tela
interrumpiera su vista. Se miró a sí misma. Estaba completamente desnuda. Wulf
estaba obviamente desnudo, si la sábana baja no lo hubiera delatado, la erección
matutina masiva que lucía lo habría hecho. Se mordió el labio inferior por un
momento, luego se volvió y se inclinó sobre el borde de su cama. Agarró el
despertador y lo recogió.

Casi las seis de la mañana. Se recostó sobre su espalda y miró al techo por un segundo.
Dejó que los recuerdos de la noche anterior la inundaran. Qué hombre tan malo,
haciéndola admitir cosas tan horribles. Se sentía como una amiga desleal, y Liam había
sido tan bueno con ella. Pero la verdad era la verdad, y Wulf se la había arrancado de
su cuerpo clamoroso, traicionero y orgásmico. Y si todavía estaba dispuesta a ser
sincera, había sido caliente. Él había sido tan exigente con ella. Tan fuerte. Tan fuera
de control. Su culo estaba dolorido, sus muslos se sentían débiles, y su cuero cabelludo
todavía hormigueaba. A ella le encantó.

Sus dientes se apretaron en su labio mientras veía su cuerpo durmiendo. Rara vez
pasaba toda la noche con sus mujeres, había dicho. Nadie lo había mirado jamás como
un regalo de Navidad, había insinuado. Quería reforzar ambas cosas para él.
Desenvolverlo y mostrarle lo bien que podía ser la mañana siguiente.

Katya se deslizó a través del colchón, girando al encontrarse con su costado. Él


murmuró dormido, se retorció una vez, pero no despertó. Ella sonrió y deslizó su
mano sobre su torso. Se detuvo sobre su corazón por un momento. Luego siguió su
camino hacia el sur, envolviendo sus dedos alrededor de la base de su polla.

Él dejó escapar un profundo suspiro a medida que ella empezaba a bombear su mano
de arriba hacia abajo, oh, tan lentamente. Sonrió para sí misma y se movió más abajo
en la cama, besando a lo largo de la parte de sus abdominales cuando lo hacía.
Mientras arrastraba la lengua por un lado del hueso de su cadera, él finalmente gimió.
Entonces lo sintió, su mano en la nuca de ella. Enredándose a través de su cabello
alborotado.

—Guau, Tocci, si hubiera sabido que te gustaba despertar a los invitados de esta
manera, habría pasado la noche contigo mucho antes.

—Sólo estoy siendo una buena anfitriona.

Ella no le dio tiempo para hacer otro comentario listillo, envolvió sus labios alrededor
de su cabeza y chupó duro, todo mientras barría su lengua en círculos. Él siseó y sus
dedos se apretaron fuertemente por un segundo, luego soltó.

—Maldición. Te has estado conteniendo conmigo —jadeó. Ella lo soltó y rió entre
dientes, deslizando su mano sobre la sensible cabeza.

—No te hagas falsas esperanzas, no soy muy buena en esto. Esperaba que durmieras
la mayor parte del tiempo.
Él rió, luego gimió de nuevo cuando ella bajó la boca hacia su polla.

No mentía, Katya sólo había dado felaciones un puñado de veces. Lo menos posible
con sus novios anteriores. Los recuerdos nebulosos de su primera noche con Liam
habían vuelto a ella durante las últimas dos semanas, y podía recordarlo ayudándole a
hacerlo en él; sosteniendo su cabeza en el ángulo recto, diciéndole lo que le gustaba, lo
que quería. No era mucho, pero se alegró de probar sus nuevas técnicas en Wulf.

—No es genial —gruñó entre sus dientes apretados—. Pero muy bien, Tocci.
Definitivamente algo con lo que podemos trabajar.

Dejó escapar un gruñido cuando ella desenvainó sus dientes, y él jaló su cabello otra
vez. Pero entonces ambos gimieron cuando ella lo devoró profundamente en su
garganta. Un talento que nunca supo que poseía hasta hace poco, y estaba más que
feliz de compartirlo con él, resultó que Katya tenía un reflejo nauseoso prácticamente
inexistente. Suerte para Wulf.

No pasó mucho tiempo antes de que le doliera la mandíbula y sus brazos estuvieran
cansados. Cuando su mano se apretó en su cabello una vez más, ella gimió,
animándolo. Eso fue todo lo que él necesitaba: se hizo cargo después de eso,
mostrándole la manera más rápida de hacerle venir. Estableció el ritmo y la cadencia,
obligándola a bajar tanto como pudo. Eventualmente, ambas manos estaban en su
cabello y él maldecía su nombre, sus caderas bombeando hasta encontrar su boca.

—Mierda, Katya, me vas a hacer venir.

Gracias a Dios. Claro, eso la hacía sentirse toda mujer y poderosa, tenerlo de rodillas,
reduciéndolo a un charco orgásmico, todas esas cosas buenas. Pero también estaba
lista para tomarse un descanso, y tal vez unas cuantas respiraciones de tamaño
completo. Ella ronroneó alrededor de su verga, haciendo que saltara y se contrajera en
su boca. Una mano estaba contra su muslo, ayudando a mantenerla erguida, y su otra
mano estaba envuelta alrededor de su longitud, moviéndose en sincronía con su boca,
moviéndose para jugar con sus pelotas. Estaba preparada para tragar, no era tan
impresionante como las estrellas porno lo hacían ver, pero ella lo terminaría como
una campeona.

Sin embargo, resultó que Wulf tenía otros planes.

Justo cuando ahuecó sus mejillas, lista para empujarlo por el borde, él de repente tiró
dolorosamente de su cabello. Ella dejó escapar un grito, que afortunadamente quedó
amortiguado, pero tuvo que moverse con su agarre. Él la apartó de su longitud y
mientras ella seguía jadeando por aire, la besó con fuerza, llenando el vacío con su
lengua.
Su mano todavía estaba en su polla, y los dedos de él envueltos alrededor de ella, los
dos acariciándolo. La obligó a apretar con fuerza y cuando él mordió su labio inferior,
finalmente se corrió. Ella saltó un poco cuando su descarga la golpeó en el pecho, pero
entonces su lengua se encontraba de nuevo en su boca, su mano bombeando de arriba
hacia abajo otra vez, ordeñando hasta la última gota.

—Tanto… —estaba jadeando—. Tanto para mantener las cosas estrictamente aptas
para todo público en la casa de tus padres.

Katya se echó a reír, también jadeando. Su mano todavía estaba en su cabello,


manteniendo su frente presionada contra la suya. Ella estaba arrodillada entre sus
piernas, sus manos en sus muslos, así que se permitió cerrar los ojos un momento.

—Entonces, ¿todavía piensas que pasar la noche con una mujer es tan malo?

—Nunca dije que lo fuera.

—¿Alguna vez admites que te equivocas?

—Todavía tiene que suceder. Pero lo prometo, lo haría si así fuera.

—Listillo.

Quiso besarlo de nuevo, pero cuando se inclinó hacia adelante, se acercó para apoyar
su mano contra su pecho. Su palma aterrizó en algo pegajoso y abrió los ojos, mirando
hacia abajo entre ellos.

—Qué desastre, Wulf. Me sorprende —dijo ella riendo. Él rio y la acercó más,
besándola a lo largo de su cuello.

—Me gusta verte cubierta de mí —le susurró al oído—. Como una marca. Mostrando a
quién perteneces.

Su cuerpo se encendió en llamas ante sus palabras y al instante se arrepintió de la


mamada, queriendo follarlo justo ahí.

Por suerte, Wulf era muy bueno en conocer sus deseos y necesidades. Antes de que
ella pudiera siquiera pedirlo, la tenía de espaldas, su lengua dejándola aún más
húmeda de lo que ya estaba.

Una hazaña muy impresionante.


Ella despertó otra vez más tarde en el día, pero esa vez, a Katya no le importó qué
hora era. Cada músculo de su cuerpo estaba completamente relajado, algo que no
había sentido en… nunca. Sabía que era mucho más tarde en el día, porque la luz que
fluía a través de sus ventanas era distintamente más dorada y la habitación ya se
estaba calentando de nuevo. Realmente tenía que hablar con su madre sobre arreglar
el aire acondicionado.

Extendió los brazos a sus costados y cuando no halló nada, miró a su izquierda. Wulf
no estaba allí. Suspiró y cerró los ojos, alzando los brazos por encima de su cabeza. Él
se había quedado por la noche. Se habían quedado dormidos una vez envueltos en el
otro, y una segunda vez con las sábanas aferrándose a la piel pegajosa. De verdad no
pudo haber pedido una mejor noche con él. Se preguntó si habría vuelto a salir por la
ventana, o si fue suficientemente valiente como para bajar las escaleras. Se preguntó si
debería llamarlo, o esperar a que la llamara.

Finalmente recuperó el teléfono del suelo y pasó a través de los mensajes. Un par eran
de su jefe, con algunas preguntas sobre los clientes. A pesar de tener una política de
no-se-aceptan-cambios-luego-de-cierto-tiempo, la gente siempre quería presionar. Le
envió las mejores respuestas que podía dar, y estuvo a punto de llamar, pero entonces
recordó: estaba en vacaciones. Había programado este tiempo para ella con meses de
anticipación; se lo merecía, y se lo había ganado. Finalmente, escribió un mensaje de
que estaba ocupada, para después pasar a los otros mensajes.

Había uno de su nueva amiga Candi-con-i, preguntando cuánto le gustaba su nuevo


guardarropa, y más importante, cuánto le gustaba a Liam. Lo que llevó a Katya a
buscar los mensajes de él. La mayoría eran preguntando cómo iba su vida sexual sin
él, y si lo extrañaba también. Ella sonrió y se sintió mal por no haberlo llamado. Luego
recordó las cosas que dijo la noche anterior, y su sonrisa decayó. Frunció el ceño y
comenzó a marcar su número, de pronto desesperada para hablar con él, explicarle
cómo se sentía. No obstante, antes de poder presionar el último botón, la puerta de su
habitación se abrió.

—¡Mamá! —gritó, soltando el teléfono y luchando por cubrirse con las sábanas—.
¡Podías golpear!

—¿Por qué tocaría? Lo he visto todo antes, Tocci. —Wulf se rió entre dientes a la vez
que cerraba la puerta dándole una patada detrás de él. Caminó hasta la cama y le
tendió una taza de café. Ella no la tomó. Simplemente se lo quedó mirando con la boca
abierta.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó. Él apartó la taza y comenzó a beberlo.


—Finalmente te he follado hasta dejarte estúpida, veo. Es un problema que tengo, debí
advertirte. Tuvimos sexo anoche, lo que sucedió en esta cama, por primera vez en la
vida al parecer, y luego nos quedamos dormidos, y me despertaste con una
inexperimentada pero aún así increíble mamada, tras lo cual… —parloteó sobre sus
aventuras de más temprano esa mañana. Katya gruñó y le pegó en el pecho.

—¡Cierra la boca, sabes a lo que me refiero! ¡Pensé que te habías ido, ido a tu casa!

—Claramente, no lo hice.

—Espera un minuto —jadeó, sus ojos yendo de su cara a la taza de café en su mano—.
Espera un minuto. ¿Dónde estabas, hasta recién?

—La cocina. Si me dices que hay una cafetera aquí, me enfadaré.

—No. No, no, no. ¿Qué hora es?

—Casi mediodía.

Katya bajó la cara en sus manos, luego lo miró a través de los dedos. Él llevaba
pantalones, gracias a Dios, pero nada más. Sin calcetines, sin zapatos, sin camisa. Su
cabello se veía salvaje y despeinado, como si alguien hubiera tirado de este toda la
noche.

Probablemente porque alguien lo hizo.

—Jesús. Dime que tú no…

—Tu madre te manda saludos. Va a alguna reunión de caridad. Dejó algo de almuerzo
para nosotros en el refrigerador.

—Oh, Dios. Mi madre. Mamá te vio así —aclaró Katya, finalmente bajando las manos y
mirándolo fijamente de nuevo.

—Tuvimos una agradable conversación. Prepara una buena taza de café.

—Me alegro tanto por ti.

—Oye, te ofrecí un poco.

—Wulf.

—¿Sí?

—Estás medio desnudo.

—Apenas.
—¿Ella dijo algo? Sobre todo… ¿eso? —preguntó Katya, ondeando su mano en círculo,
señalando a su pecho desnudo.

—No, hablamos sobre paisajismo. ¿Querías que tu madre se me declarara? —


preguntó. Ella resistió la urgencia de vomitar.

—No. Yo… no lo sé. No quería que supiese lo que hicimos anoche —luchó por explicar.
Wulf se rió entre dientes y movió hasta arrodillarse a los pies de la cama.

—Ya es bastante tarde, Tocci, porque estoy bastante seguro que tuvo una buena idea
de lo que su hija ha estado haciendo —advirtió. Comenzó a subirse a rastras por el
colchón y ella sintió a su boca secarse. Finalmente apartó la mirada y miró por la
ventana.

—No quería eso. —Suspiró. Sintió su brazo rodear su cintura, por encima de la sábana,
y después la jalaba hacia él. Recostándola por lo que ambos estuvieron yaciendo lado a
lado. Todavía se negaba a mirarlo.

—Eres una adulta. Somos adultos —le informó, toqueteando su barbilla con un dedo
antes de empujar, obligándola a mirarlo—. No hicimos nada malo.

—No lo entiendes, Wulf. Ella… es una de esas mamás, siempre intentando


concertarme citas. Siempre preguntándome cuándo voy a sentar cabeza, casarme,
tener bebés. Te ve, y ve esperanza. Ve al apuesto, exitoso, rico, chico de al lado, y
después nos ve juntos, y va a comenzar a pensar en todas las otras cosas. Pensando
que eres perfecto. Perfecto para mí —le dijo en una voz baja. Él se rió entre dientes y
se inclinó cerca, besándola suavemente en los labios. Eso no la hizo sentir mejor, sin
embargo. Hizo que su corazón golpetease y se apretara, advirtiéndola de que lo que
estaba a punto de hacer era irrevocable.

—Soy bastante perfecto, Tocci.

—Por favor, para.

—Tú para —susurró, frotando su nariz contra el lateral de la mandíbula de ella.


Besando a lo largo de su hombro—. Pasamos un increíble tiempo juntos, ¿no? Sin
embargo, aquí estás, intentando decirme que no soy perfecto.

—No estoy diciendo eso —dijo, dándose cuenta que era difícil respirar. Todo ya era
muy difícil, quería que él dejara de tocarla.

No quiero que jamás deje de tocarme.

—Entonces, ¿qué estás diciendo?


—Sí creo que eres perfecto para mí, y eso me da miedo.

—¿Por qué?

—Porque nunca me he sentido de esta manera sobre nadie —susurró, poniendo su


mano sobre la de él—. No quiero que me destroces.

Él no le dio una respuesta ingeniosa a eso, ni una respuesta de idiota inteligente. Los
besos se detuvieron, pero él no se apartó. Su frente estaba presionada contra la
mandíbula de ella, su aliento caliente contra su cuello. Su mano estirada y extendida
contra su piel, luego la deslizó de debajo de la de ella. Ella cerró los ojos, preparándose
para que él se fuera.

Pero no lo hizo. Su mano se movió sobre la de ella, sus dedos extendiéndose. Respiró
hondo, luego fijó cada uno de sus dedos entre los espacios de los de ella. Apretó con
fuerza y cerró su mano en un puño. Entrelazando sus manos. Ella apretó tanto como
pudo, queriendo aferrarse al momento para siempre.

Los siempre se van demasiado pronto. Dame este, por un poco más de tiempo.

—Tienes razón, Tocci. Da mucho, mucho miedo —susurró él.

Estaba bastante segura de que él nunca le había dicho palabras más ciertas.

Yacieron de esa manera por un largo rato, ninguno moviéndose cuando la habitación
se puso más y más calurosa con el sol de la tarde. Ella intentó apartarse en algún
momento, tan llena de nervios y tensión, que tuvo miedo de ponerse a llorar si no se
alejaba de él. Pero Wulf no lo permitió, no la dejaría ir. Cuando ella rodó, él la mantuvo
en el lugar con sus manos contra su pecho, luego subiéndose estrechamente detrás de
ella. Acurrucándose. Él estaba encima de la sábana y ella debajo, pero, aun así. Era lo
más cerca que se había sentido de él. Cuando él suspiró y besó su oreja, finalmente
sucedió. Una lágrima se escapó, corriendo a lo largo de su nariz. Esta se balanceó en el
arco de sus labios por un momento, para luego bajar por el costado hacia la cama.

¿Qué pasa ahora?


Capítulo 16
Traducido por Genevieve

Corregido por Kish&Lim

El sol se había vuelto ardiente, el calor era opresivo. A pesar de sus mejores esfuerzos,
Katya se quedó dormida, cálida y cómoda con Wulf presionado contra ella por detrás.

Cuando despertó una hora o dos más tarde, se encontraba sola en la cama. Se sentó,
sosteniendo la sábana contra su pecho. Wulf se sentaba en una silla cerca de su cama,
inclinado con los codos sobre las rodillas, las manos juntas. Estaba completamente
vestido, incluso se veía duchado. Se preguntó cuánto tiempo estuvo sentado allí,
observándola. Miró alrededor de la habitación.

—Tu mamá todavía no llega —le ofreció.

—Oh. Gracias.

—¿Estás bien?

—Sí. Hambrienta, pero está bien.

—Katya...

Ella lo miró con los ojos muy abiertos, sus manos agarrando la sábana en un apretón
mortal. Por lo general, cuando Wulf decía su primer nombre, su corazón se mareaba y
se elevaba de felicidad. Ahora, sin embargo, eso la preocupaba. Algo en su tono.

—¿Sí?

—Tengo que volver a casa.

—Oh. Bien.

Bien. Super duper bien. Muy bien. No importa que mi corazón vaya a mi estómago, eso es
totalmente normal. Totalmente bien. Súper jodidamente bien.

—Una propiedad de Malibu requiere mi atención personal —declaró mientras se


ponía de pie y empezaba a pasear por su habitación. Su voz era seria, su cadencia
corta. Conocía a Wulf, el Wulf de los negocios. El hombre que conocía se hallaba a
kilómetros de distancia. Si quería tener alguna esperanza de volver a ver al otro Wulf,
tenía que dejarlo ir. Tenía que darle espacio.
—Lo entiendo —le aseguró con lo que esperaba fuera una voz tranquila—. Trabajo es
trabajo. Ve.

Sus ojos la atravesaron.

—A la mayoría de las mujeres les gusta decir que todo está bien, cuando en realidad,
no lo está.

—Por suerte, estoy diciendo la verdad. Te veré cuando llegue a casa —dijo ella con
ligereza, como si diera por sentado que seguirían viéndose. Tal vez si ella actuara
como si no fuera gran cosa, el momento que habían compartido, entonces él también
lo haría.

—Sí —dijo, su voz suave.

—¿Te vas ahora mismo? ¿Tienes tiempo para comer?

—Me voy ahora. Pediré un auto para ti el viernes.

—Oh no —ella le hizo un gesto con la mano—. Eso es ridículo.

—Te traje hasta aquí. Te estoy dejando sola. Voy a mandar un auto.

—En serio, Wulf, está bien. Soy una chica grande, puedo alquilar un auto, o mi mamá
puede llevarme, o yo...

—Te enviaré un maldito auto, y cuando aparezca, será mejor que estés aquí.

Whoa. No estaba segura de haber oído a Wulf enojado antes. Por alguna razón, llevarla
a casa era un gran problema. Ella asintió y respiró hondo.

—De acuerdo, Wulf. Bueno. Viernes, cuando sea.

—Bueno.

—Gracias.

Había estado mirando por una ventana. Mientras lo observaba, él hizo una mueca y
caminó hacia la puerta de su dormitorio. Iba a marcharse. Eso era todo. Sin adiós, sin
reconocer lo que había sucedido entre ellos. Era otro momento, ella pudo sentirlo,
pero no uno bueno. Ella lo miró fijamente mientras se movía, guardándolo en su
memoria. Wulf siempre se veía bien, pero su cuerpo estaba hecho para estar en
movimiento. Cuando llegó a la puerta, la abrió y luego se detuvo. Katya se mordió los
labios.

—Estaré en contacto, Tocci.


Luego cruzó la puerta y la cerró de golpe. Se dobló por la mitad, presionando la frente
contra las rodillas.

¿Ves? Arruinado. Completa y totalmente lo arruiné. Debería haber mantenido la boca


cerrada.

Pero no pudo, lo sabía. Incluso en ese momento, cuando se sentía herida, enferma y
confundida, sus sentimientos por él se liberaban. Rasgándola y desgarrándola.

Wulf dijo que era bueno en los tratos, pero aparentemente nunca había adquirido un
corazón antes. Era seguro asumir que ni siquiera sabía qué hacer con uno. Ella sería su
curva de aprendizaje y tenía la sensación de que sería un camino muy difícil.

Esto va a doler.
Capítulo 17
Traducido por ZoeAngelikal

Corregido por Kish&Lim

Wulfric Stone no era un hombre estúpido. Había ido a buenas escuelas, obtenido notas
excelentes, sobresalido en todo en lo que se centraba, su cuenta bancaria y sus logros
de negocios eran una prueba.

Pero podía admitir cuándo era estúpido, y en cuanto a Katya Tocci se refería, fue más
que estúpido. Idiota. Estúpido. Imbécil. ¿Lo ves? Todos esos sinónimos, y los había
pensado solo, un hombre muy inteligente.

Aun así, se volvía completamente estúpido ante la mera presencia de una antigua
vecina.

La primera vez que había visto a Katya, había pensado para sí “guau, la chica de al lado
realmente creció”, y entonces se había preguntado cuánto exactamente ella creció. No
le había prestado atención en absoluto cuando ella fue vecina en Carmel. Ahora como
una clase de vecina en San Francisco, ella capturaba toda su atención.

Tenía curiosidad, Wulf era curioso por naturaleza. Siempre presionando, siempre
preguntando. Siempre poniendo a prueba los límites. ¿Cuánto se doblaría la pequeña
señorita Tocci? ¿Se rompería? ¿Qué haría ella por él? ¿Y por cuánto tiempo?

Esperaba su intoxicante mezcla de inocencia y atrevida sexualidad. Estaba listo para la


forma en la que respondía con tanto entusiasmo. Estaba feliz con la facilidad con la
que recibía órdenes y acataba demandas.

Para lo que no estuvo listo, de ningún modo, fue su cegadora honestidad. Katya no
necesitó confesar cómo se sentía, resplandecía de ella. Lo miraba con tanta
admiración. Co semejante felicidad, simplemente con estar a su lado. No por su dinero.
No por su poder. No por su inteligencia o conexiones o el nombre de su familia. Sólo él.
Sólo Wulf.

Pero cuando las palabras no eran dichas, era más fácil ignorar. Fingir que no se daba
cuenta de nada. ¿Cómo podía admitir algo de ello? Habría significado el final, y él
todavía no había terminado. No, ni mucho menos, no cuando había mucho más de ella
por tener.
¿Por qué diablos había ido a casa con ella? Wulf nunca iba a casa. No había estado en
casa en años, no desde que Vieve se graduó, había puesto excusas para la graduación
de Brie, faltando por completo. Aun así, Katya Tocci menciona borracha que se va a
casa, y él cancela una semana de reuniones y toma sin pensar el auto.

No es la única que tenía algo que debía ser dicho.

No obstante, él no podía decirlas. Estaba asustado, sí, asustado, de siquiera


susurrárselas a sí mismo. De admitir, en voz alta, que se preocupaba por ella. Mucho.
La forma en que le miraba… lo era todo. En algún momento a lo largo del camino,
había llegado a depender de ella. Necesitarla.

Horrible. Necesitar algo significaba depender de ello, y eso no lo podía tolerar. Eso es
todo lo que había pensado cuando estuvo acurrucado con ella, cuando había llorado y
dormido. Si él la necesitaba, y ella lo dejaba, estaría roto. No podía permitirse eso, no
del modo en que vivía su vida, no cuando había gente que dependía de que él
estuviese completo y fuerte.

Su madre había amado a su padre, mucho. Wulf estaba muy seguro de que seguía
amando al hombre, y no habían hablado en años. El viejo señor Stone fue infiel a su
mujer, varias veces, antes de finalmente dejarla por una mucho más joven. Wulf no
envidiaba la felicidad de su padre, si él debía irse, entonces tenía que irse. Wulf habría
estado bien con ello si hubiese sido tan simple como eso, un hombre siguiendo su
corazón.

Pero no era tan simple, y lo que Wulf no podía entender era por qué su padre tenía
que hacerlo tan doloroso. Por qué restregaba su nueva relación en la cara de su
exmujer. Por qué intentaba dejarla desamparada y sin dinero con dos hijas jóvenes, y
un hijo que tenía un hobby muy caro.

Rompió a su madre. Podía recordar pensar eso con mucha claridad, encontrar a su
madre escondiéndose detrás del sofá, encogida en una bola y sollozando. Nunca había
vuelto a su antiguo yo. Fue Wulf quien cuidó de sus hermanas el primer año,
llevándolas a sus prácticas de fútbol y sus recitales de ballet. Eventualmente, su madre
volvió en sí, pero, aún así. No era lo mismo. Su sonrisa nunca llegaba a los ojos. Nunca
siquiera miró a otro hombre. Y nunca, nunca dejó de trabajar. Casi como si estuviese
asustada de parar.

Eso no podía pasarle a Wulf. Así que extrajo al intermediario. Quitado el potencial
dolor de corazón de su vida, saltó directo a trabajar todo el tiempo, y nunca estar
asustado.
Ahora ve directo catorce años más tarde, y estás aterrorizado de una panadera con
grandes ojos azules.

Porque Katya lo rompería. Si le dejaba entrar, tendría que ser honesto con ella. Dejarla
entrar en su corazón y en su mente y sus secretos. Tendría que saberlo todo acerca de
él. Y luego ella se iría, no podía terminar de otro modo. No podía permitir que eso
ocurriese. No quería estar roto.

Así que, en su lugar, él la rompió.


Capítulo 18
Traducido por Paaau y LizC

Corregido por Taywong

Después de que Wulf se fue, Katya logró arrastrarse hasta la ducha. Lavó su esencia,
sus fluidos y sus caricias de su cuerpo. Cuando estuvo lo suficientemente limpia y
brillante, finalmente salió.

Su madre no dijo mucho, para su desconcierto. Sin embargo, la mujer si le dirigió


miradas significativas y sonrió para sí misma, mucho.

Pasaron el día juntas, llevando los restos de la barbacoa a un centro de acopio.


Caminaron alrededor de un parque durante un tiempo, hablando del trabajo de Katya
y de la caridad que hacía su madre. Se rieron de su padre, el que era un muy respetado
profesor, y ahora hacía de consultor de historia para libros y películas. Estaba en
Nueva York, ayudando en una obra, y estaba triste por perderse la visita de su única
hija.

El día siguiente, Katya se mantuvo ocupada limpiando su habitación. Su madre tenía


una excelente ayudante, una mujer que era más como familia que una empleada, así
que Katya evitó dejar desorden.

También tenía que mantenerse ocupada porque, si no lo hacía, se volvería loca. Seguía
revisando su teléfono, desesperada por un mensaje de Wulf. Le había enviado uno,
diciéndole que esperaba que el viaje a casa no hubiese sido muy malo. Nunca
respondió. Nunca llamó. Nada.

Dijo que estaría en contacto. Debía ir a casa. Deja de preocuparte. No significa nada.

Sin embargo, cuando finalmente se fue a la cama, ya no era tan fuerte. En su cabeza, se
susurraba que significaba todo. Compartieron un momento poderoso, importante, y
luego él escapó. Lo presionó, pidió mucho.

No es que no hayas pedido algo.

Lo pediste todo.

La mañana siguiente, despertó aún más inquieta. Aún sin mensajes de él. Habían
pasado casi 48 horas. Las estaba contando; desde su encuentro, no habían pasado más
que un par de días sin hablar, al menos por mensajes. Si no le enviaba un mensaje al
día siguiente, se volvería loca.

Lo había sobre analizado tanto, que estaba convencida que se había olvidado de ella,
lo que significaba que necesitaba una forma de regresar a casa. Parpadeando para no
llorar, se sentó en el sofá de la sala de estar, su portátil abierta frente a ella en un sitio
de arriendo de automóviles. Luego alguien golpeó la puerta y su mamá la llamó.

—¡Katya, cariño! ¡Tú auto está aquí!

Un hombre con un simple traje negro se encontraba en la entrada, sonriendo. En la


vereda había un gran Lincoln negro, con ventanas tintadas y llantas brillantes. Wulf no
bromeaba; llegaría a casa con estilo.

El conductor llevó su maleta al automóvil, luego le abrió la puerta mientras se


despedía de su madre. Era tonto, pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Katya visitaba
su casa regularmente y nunca le pasó esto antes, pero fue un viaje distinto. Especial. Se
hizo más cercana aún más a su mamá, aprendió mucho sobre ella.

Oh, esos límites. Siempre expandiéndose.

Durante el viaje conversó con el conductor durante un rato, pero luego cayó el silencio
y miró por la ventana. Intento no pensar en un hombre frío y serio que la había dejado
desnuda y sola.

Tan pronto como atravesó la puerta principal, Tori la atacó. Su compañera la


sobrepasaba en peso; Tori era todo tetas y trasero, mientras que Katya era todo
ángulos y codos. El abrazo golpeó a Katya contra la pared, luego ambas cayeron al
piso.

—Dios santo, sólo me fui cinco días. —Katya respiró con dificultad, sacándose a la otra
chica de encima.

—¡Lo sé, lo sé, pero pasó mucho! —exclamó Tori, levantándose y ayudando a su
amiga.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

Katya llevó su maleta hasta su habitación, luego siguió a Tori a la cocina. Tenían una
sala de estar de un tamaño decente, bueno, para los estándares de San Francisco, pero
siempre terminaban en la cocina. Nunca supo si era porque se sentía más cómoda en
una cocina, o era porque ahí estaba el alcohol. Se sentó mientras su compañera les
servía dos margaritas.
—Comencé a trabajar en El Jardín —gritó Tori mientras se dejaba caer en su asiento.

—¿El club de Liam? ¿Y va todo bien?

—¡Dios mío, es increíble! ¡No puedo creer que nunca haya ido a club de sexo antes!

—Me dijo que estarías trabajando arriba.

—Pfft, como por cinco segundos. Mis súper habilidades atendiendo y mi estupendo
escote lo hicieron todo. Una vez que demostré que podía llevar una bandeja sin dejarla
caer, y que no podía llevar la caja registradora, eso fue todo. Quiero decir, ayuda que
mi jefe se esté acostando con mi amiga —dijo Tori.

—No digas eso —dijo Katya casi gritando. El humor en la habitación cambió al
instante.

—Wow. Lo siento. No me di cuenta que era un tema… sensible —murmuró Tori. Katya
gimió y pasó sus manos sobre su rostro.

—No lo es, lo siento. Solo fue un fin de semana extraño con Wulf, y no me he acostado
con Liam en un tiempo. Creo que necesito un respiro de los hombres durante un
tiempo —dijo.

—Claro que no. El trabajar alrededor de ese hombre todos los días, hizo que me
preguntara cómo logras mantener las manos alejadas de él. Dios mío, ¿ese cuerpo? ¿La
sonrisa? Tan dulce. Deberías ver la forma en que las mujeres se lanzan sobre él.

—¿Lo hacen?

—Si. Pero no te preocupes, no les presta ninguna atención.

Katya frunció el ceño y bebió de su margarita. Hubiera preferido que les tomara
atención, quería menos atención para ella misma.

Hablaron un rato sobre el trabajo de Tori, hasta que fue momento de que se
presentara en el lugar. Se cambió a un traje sexi, luego le lanzó un beso mientras salía
del departamento. Habían pasado dos minutos cuando hubo un golpe en la puerta.

—¿Olvidaste tus llaves? —gruñó Katya, saliendo al pasillo—. Siempre te digo, revisa
tus bolsillos antes de…

Cuando abrió la puerta, encontró a Liam de pie ahí. No Tori. Se miraron por un
momento, luego Katya sonrió. Lo había extrañado. Quizás no como pareja o con algún
interés romántico, sino como un buen amigo. Su calidez y preocupación siempre la
seguían, haciéndola sentir cómoda. Un sentimiento al que no estaba acostumbrada.
Sobre todo, después de pasar algunos días con Wulf.

—La verdad es que, si tengo las llaves del edificio, pero pensé que sería raro si las
usaba para entrar cuando quisiera —bromeó Liam. Ella se inclinó hacia adelante y lo
envolvió con sus brazos, sorprendiéndolo un poco. Pasó un momento antes de que los
brazos de él la rodearan, manteniendo su cabeza contra su pecho.

—Daría mucho miedo —dijo ella, oliendo su aroma tan familiar.

—¿Estás bien?

—Ahora sí —dijo ella, alejándose un poco para poder mirarlo. Aún sonreía.

—Tengo una sorpresa para ti. Ven conmigo.

Volvieron a la azotea. Katya no estaba segura de qué esperar, pero estaba segura de
que no era lo que encontró. Rompió a reír cuando vio la pequeña e infantil piscina que
estaba ahí.

—¿Trajiste esto hasta aquí? —dijo, caminando alrededor. Estaba llena de agua, la que
descubrió que estaba heladisima cuando hundió sus dedos en ella.

—Sí. Hay un hueco por ahí, me robé una manguera de mantenimiento.

—Que rudo. No diré nada si tu no lo haces.

—Está bien, soy bastante cercano al dueño.

Ella volvió a reír, mirándolo. No estaba mirando la piscina. La miraba a ella. Carraspeó
y acomodó su cabello en una cola de caballo.

—Demos una vuelta.

Llevó su margarita consigo y la compartieron mientras se sentaban en el sofá. Ambos


subieron sus pantalones y metieron sus pies en la piscina. Era divertido, había pasado
mucho tiempo intentando convencer de llevar a Wulf a la piscina de su edificio, y
ahora Liam le había traído una. Era un momento muy tierno.

Tantos momentos. Momentos con Wulf. Momentos con Liam. Tan diferentes.

—Así que, ¿cómo estuvieron tus vacaciones? ¿Cómo está tu mamá? —preguntó él.

—Mamá está bien. Muy bien. Yo, uh, le conté de ti.

—¿De verdad? Eso es muy agradable.

—Y del otro chico.


—¡Wow, pastel de ángel! ¡Cada día te vuelves más atrevida! —rio él. Lo miró,
enfadada.

—Oye, fue difícil. Mi mamá y yo no hablamos de ese tipo de cosas —le dijo.

—Lo sé, estoy molestándote. Estoy sorprendido. No debe haber sido fácil. Bien por ti
—dijo él, y sintió sus dedos cerca de su sien, moviendo lentamente un mechón de
cabello.

—Todo le pareció bien, me impresionó un poco. Le gustaste de veras.

—Estoy seguro que lo haría.

—Sí.

—¿Y qué hay del nuevo chico?

—¿Qué hay de él?

—¿A mamá le gustó?

Katya se aclaró la garganta de nuevo, volviéndose para mirar por el vecindario.

—Sí. A mi mamá le gusta mucho.

—Suerte para él.

—Sí.

—Katya. —Liam suspiró, y ella lo sintió inclinarse hacia adelante—. ¿Está todo bien?

Ella mordió su labio inferior. Esto no era algo que pudiera contar a Liam. ¿Qué podía
decir? “Oye, gracias por todo el buen sexo y abrir mi mente a nuevas posibilidades y
formas de vida y follarme de seis maneras diferentes el domingo, pero creo que estoy
enamorándome de este totalmente estúpido cerrado idiota, y no sé cómo evitar que
suceda, y no sé cómo hacer que me quiera a su vez”, simplemente no suena como algo
que debería dejar escapar a él.

¿¡Por qué no te pudiste enamorar de Liam!? ¡Él es tan perfecto! Él es dueño de su propia
propiedad, tiene un club nocturno exitoso, es tan caliente que quema sólo mirarlo, y es lo
mejor que le pudo suceder al sexo femenino desde los vibradores.

Pero ella no se enamoró de él, y por eso no podía hablar con él. Era entre Wulf y ella.
Sus momentos eran suyos, y quería que se mantuvieran privados. Cosas que
únicamente compartirían entre sí.
—Sí. Sólo una semana larga. El chico nuevo puede ser un poco temperamental, y mi
mamá dio una gran barbacoa en el vecindario justo antes de irme. Sólo agotada. Lista
para un par de margaritas más y una siesta —dijo, logrando finalmente una sonrisa
para él.

—Puedo ayudar con las margaritas. ¿Pero una siesta? ¿Tienes cinco años? Puedo
pensar en otras actividades que podrían ayudarte a relajarte.

Ella sintió sus manos encima de sus hombros, apretando y masajeando. Cerró los ojos.
Se sentía natural cuando Liam la tocaba, pero sabía que estaba mal. Lo estaba
ayudando a cavar un agujero para sí mismo con ella. El mismo tipo de agujero en el
que ella estaba de pie con Wulf. Ella no haría eso a otra persona.

Katya se movió de modo que su espalda quedó contra el reposabrazos, luego puso sus
pies en el regazo de él. Dejándolo masajearlos. Se rieron de la vida en los suburbios y
hablaron sobre la infancia y la familia de Liam. Sus padres estaban divorciados, pero
había sido amistoso, y seguían siendo amigos cercanos, cosa que era alentador de
escuchar, sintió.

También se enteró de su hermano, el otro hermano que había heredado uno de los
edificios Twin Estates. Por alguna razón, siempre había asumido que era un hermano
menor. Tal vez debido a su edad, no sabía, pero luego Liam hizo un comentario
casualmente acerca de su hermano gemelo, y Katya casi se cayó del sofá.

Un Edenhooferhoffen era casi demasiado para el mundo, ¿¡había dos de él!? ¿Otra
copia al carbón de Liam corriendo por ahí? Lloró por las mujeres del mundo y rezó
para que su hermano fuera por lo menos del tipo de sentar cabeza. Esos eran unos
genes importantes que necesitaban ser propagados.

—Edenhoff. Dilo conmigo, pastel de ángel. Edenhoff.

El segundo hermano Edenhoff, técnicamente es mayor, por unos cuatro minutos, estaba
en Guatemala. Era un antiguo médico de emergencia y viajaba alrededor con grupos
de ayuda diferentes, proporcionando servicios médicos en países del tercer mundo.

Hablando de la noche y el día. Un gemelo dirige un club de sexo por la noche, el otro
salva niños hambrientos en América Latina. Casi se preguntó si Liam lo inventaba
todo.

El sol se puso y las estrellas salieron y se hizo demasiado frío para la piscina para
niños. Lo suficientemente fría para que él envolviera su enorme sudadera con capucha
alrededor de ella. Había imaginado que él volvería a su club, pero cuando ella le
preguntó, le dijo que estaba donde más se necesitaba. Entonces, finalmente
regresaron a su apartamento, donde bebieron margaritas hasta que Tori regresó a
casa. Katya los dejó juntos, riendo alrededor de la mesa de la cocina, mientras ella se
deslizaba en silencio en la cama.

Necesito a Liam. Me habría quedado en casa todo el día llorando por Wulf si no fuera
por él. Pero no quiero usarlo. Sólo quiero… que todo esto no sea tan complicado.

Katya se tomó el resto del fin de semana libre, y se negó a pasarlo sollozando y
llorando por Wulfric Stone. Él tenía una vida. Tenía un negocio. Tenía propiedades en
Malibú que intentaba vender, aparentemente. Su vida no giraba alrededor de ella, y
eso estaba bien. Así que no se había puesto en contacto todavía, ¿y qué? Era una mujer
moderna, con una relación muy moderna. No se asustaría. Él se pondría en contacto
cuando tuviera tiempo.

Ella se mantuvo ocupada, volviendo a su clase de aerobic. Habían cumplido su


propósito, pero realmente lo disfrutaba. Candi estaba contenta de tenerla de regreso,
las clases siempre fluctuaban, así que era agradable tener a un regular.

El domingo lo pasó con Tori, quien había tenido el día libre. Salieron a hacer compras
con su dinero de propina; El Jardín estaba demostrando ser lucrativo. La membresía
no era barata, lo que significaba que tampoco lo era la clientela. Tori hizo excelentes
propinas, además de los salarios muy impresionantes que Liam le daba.

Después de comprar algunos vestidos sensuales para Katya, y trajes incluso más
sensuales para el nuevo trabajo de Tori, las chicas entraron en un antro por capricho y
procedieron a embriagarse. Completamente ebrias. Tori celebraba tener un trabajo
que finalmente le gustaba de verdad. Katya enterraba su autocompasión bajo un
quinto trago de tequila. Hicieron un montón de nuevos amigos y fueron las reinas del
bar, hasta que un muy agradable y educado portero les pidió que se fueran
amablemente.

En el viaje en automóvil a casa, Katya llamó a Liam. Trató de decirle lo mucho que lo
apreciaba, mientras Tori chismorreaba en el teléfono. Él parecía preocupado, pero no
podía entender en realidad lo que decía, así que se encogió de hombros y le colgó.
Luego cerró un ojo para ayudarse con su objetivo y presionó su dedo en un contacto
diferente.

Él no respondió. Por supuesto, él no respondió. ¿Por qué lo haría? No que ella


importara. No que ella fuera algo importante. No que no acabaran de compartir el
momento más íntimo que ella había tenido jamás con nadie, así que POR SUPUESTO
QUE ÉL NO RESPONDIÓ LA MALDITA LLAMADA. Después de gritar la última parte, Tori
tomó su teléfono. Claramente, una de ellas estaba un poco más ebria que la otra.

Cuando llegaron a su edificio, Liam salió de un taxi al mismo tiempo. Tori tenía un
brazo alrededor de la cintura de Katya, tratando de mantenerla erguida, pero se reía
más de lo que estaba ayudando. Liam simplemente se acercó a ella y la levantó,
acunándola en sus brazos mientras la llevaba a través del edificio.

—Eres tan fuerte —murmuró ella, completamente flácida en sus brazos, con la cabeza
colgando boca abajo. Tori se agarraba a su cola de caballo, como si eso ayudara de
alguna manera.

—No tan fuerte. Es como llevar un cadáver. ¿Ganaste peso en el Carmel?

Ambas chicas se echaron a reír, e incluso a través de su borrosa bruma ebria pudo
oírlo reír. Él estaba bien, estaba segura de eso. Era tan alto, tan fuerte. Fácilmente tan
fuerte como Wulf, y Wulf nunca la dejaría caer.

Excepto que lo hizo. Como un mal hábito, pastel de ángel.

Las lágrimas empezaron después de entrar en el apartamento, gracias a Dios. Tori


cayó de cara en el sofá y Liam llevó a Katya a su dormitorio. Mientras ella hipaba y
sollozaba, él le quitó la chaqueta. Le quitó los zapatos, calcetines y los vaqueros
ceñidos. Mientras ella estaba allí acostada, tratando desesperadamente de recuperar
el aliento, él se arrastró en la cama a su lado.

—¿Qué pasa? —susurró, deslizando su mano dulcemente por el costado de su cara—.


¿Necesitas vomitar?

—No —gimió ella.

—Dime. Esto me está matando. Deja que te ayude.

Katya rodó sobre su lado y presionó su rostro contra su pecho.

—Hice algo horrible.

—¿Qué?

—Horrible, horrible, horrible.

—¿Jesús, Katya, mataste a alguien? ¿Atropellaste a un niño? ¿Qué? —preguntó.

—Dije demasiado —susurró.


—¿Tú… qué? —sonó confundido.

—Yo… yo… creo que...

—Por el amor de todo lo que es santo, ¿¡qué!?

—Creo que necesito vomitar.

La llevaron al baño. Trató de empujarlo por la puerta, pero eso sólo empeoró las
náuseas. Además, él no lo permitiría. Liam estaba bien con cada parte de ella, lo sabía.
La Katya adicta al trabajo, la Katya frígida, la Katya sexy, la Katya sollozando, y sí,
incluso la Katya ebria y vomitando por todas partes. Mientras él le quitaba el cabello
de la cara y le frotaba la espalda y le daba vasos de agua, su mente giró en torno a un
solo pensamiento.

Eres tan estúpida por no amar a este hombre.


Capítulo 19
Traducido por Asizbeth

Corregido por Taywong

—Ten.

Liam alzó las cejas. Katya acababa de entrar en su despacho. Ella se veía mucho peor
por el desgaste. Su cabello estaba todo recogido en un moño desordenado encima de
su cabeza. Tenía círculos oscuros alrededor de los ojos, y su piel normalmente oliva
era de un color gris ceniza. Sus labios estaban delgados y pellizcados, y él esperaba
que no vomitara en su oficina.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, levantándose y corriendo alrededor del


escritorio—. Deberías estar en la cama, estoy sorprendido de que te hayas levantado a
esta hora.

—Son las tres de la tarde, Liam —dijo mientras él la empujaba hacia un asiento.

—Sí, pero con la resaca, eso es como las seis de la mañana.

—Quería darte las gracias, por cuidarme. —Empezó a decir, y luego hizo un sonido de
náusea en la parte posterior de su garganta. Ella apretó una mano sobre su boca y
levantó una bolsa de papel.

—¿Qué es esto? —preguntó, quitándole la mano cuidadosamente.

—Tacos. Dios, el olor. Creo que me estoy muriendo.

Liam se echó a reír y lanzó los tacos detrás de su escritorio antes de llamar al piso de
arriba. Él tenía un ginger ale y una cerveza muy fría traída para ella. Había estado
trabajando en la industria de los bares durante mucho tiempo, y era en su opinión la
mejor cura para la resaca. Al parecer, Katya se sintió de la misma manera, porque
inmediatamente agarró la cerveza y la pegó un sorbo.

—¿Mejor? —preguntó con una carcajada. Ella eructó en respuesta, luego colocó ambas
manos sobre su boca. Él rio aún más fuerte.

Pasó la tarde en su oficina, hablando y riendo con él. Ciertamente no era tan atrevida
como habitualmente, pero al menos no parecía que iba a vomitar otra vez. Él le ofreció
un taco, pero le hizo un gesto con la mano, pegándose con su cerveza de ginger ale y
algunas galletas de pez dorado que él consiguió.

Al cabo de un rato, se absorbió por algo de su teléfono, por lo que Liam realizó su
trabajo. La mayor parte de la contabilidad de la barra y de la nómina de pago
necesitaba hacerse. Él la miraba de vez en cuando, sonriéndose a sí mismo. Le gustaba
tenerla allí, se sentía consolado por su presencia.

Frunció el ceño ante su último pensamiento y la miró fijamente. Tenía que decirle
cómo se sentía. Si ella no lo hubiera imaginado ya, él no estaba siendo exactamente
sutil, pero a la mierda. Cuando se enamoraba, se enamoraba fuerte. Nunca había
tenido miedo de amar.

Su único temor era que nunca lo amara.

—Katya, yo...

Katya alzó la mirada al oír su nombre, pero antes de que Liam pudiera terminar la
frase, su teléfono de la oficina sonó. La miró fijamente por un momento, luego la miró
de nuevo.

—Solo un segundo —suspiró.

—¿Quieres que espere afuera?

—No. No, en absoluto. Es sólo mi socio.

Ella asintió y estaba a punto de volver al libro que leía, pero cuando se giró en su silla,
se puso un poco curiosa. Se encontraba de espaldas a ella y hablaba en voz baja.
Normalmente, Katya no era muy espía, pero no pudo evitar inclinarse hacia adelante
en su asiento, tratando de oírlo mejor.

—No... no, no vengas aquí... sé... estoy consciente... ¿crees que sí?... oh, ya sabes,
perdón... bien... bien... ¿por qué no llamas y lo compruebas?

Katya se sorprendió al oír que Liam sonaba un poco enojado. No estaba


completamente enfadado, pero su voz estaba apretada, y su tono era incómodo. Se
preguntó por qué no había echado a su compañero. El club prosperaba, y él tenía su
propiedad. Seguramente ya no necesitaba la ayuda de Richard Mason.
—Eso es bueno... muy bien... ¿Qué tal si manejas tu negocio de la manera que quieres,
y voy a manejar mi negocio de la manera que quiero... seguro, seguro... colgaré ahora...
adiós... adiós... colgando... wow, nunca te he oído esto enojado antes, es algo increíble,
en realidad estoy, ¿Hola? ¿Hola? Hijo de puta —gruñó Liam y cerró el teléfono con
tanta fuerza que la asustó.

—¿Malas noticias? —preguntó. La miró por un momento, luego respiró hondo.

—Sí. Sí, es un idiota. Tenemos este tipo de inversión secundaria, y no podemos estar
de acuerdo en nada.

—¿Por qué empezarías un nuevo proyecto con él, cuando lo odias?

—¿Qué te hace pensar que lo odio?

Katya se encogió de hombros.

—Nunca tienes nada bueno que decir sobre él. Todo tu comportamiento cambia
cuando hablas de él, o cuando está cerca —dijo, recordando el tiempo que había
interrumpido su reunión.

—¿Lo hace? — Liam pareció sorprendido.

—Sí. Siempre supuse que no te gustaba —explicó.

De repente se levantó de su silla y se acercó hacia ella. Ella se hundió en su asiento,


tragando pesadamente mientras se inclinaba sobre ella. Ella aspiró una bocanada de
aire cuando extendió la mano. De nuevo, ese breve momento de vacilación. Sus ojos se
clavaban en los de ella, buscando permiso. Ella no sabía lo que pasana, así que no dijo
nada, no se movió. Se adelantó y tocó la parte superior de su cabeza, sacando los
alfileres de su moño. Ella sólo podía mirarle fijamente mientras su pelo grueso caía en
ondas alrededor de sus hombros.

—Deberías llevarlo suelto —dijo con voz ronca.

—¿Eso piensas?

—Es más sexy.

Cuando la besó, fue un poco raro. No se habían besado en un tiempo. Además, hacía
solo un par de horas, vomitaba sus tripas. Se cepilló los dientes varias veces y tragó
media botella de Listerine, pero, aun así. Entre la resaca y sus emociones conflictivas,
su lengua la quiso hacer atragantarse. No era la reacción que solía tener para él. Gruñó
y empujó su pecho hasta que retrocedió.
—¿Qué está pasando? —Ella jadeó para respirar.

—Nada. No te he besado en mucho tiempo. Quería darte un pequeño recordatorio. —


Fue todo lo que dijo. Ella lo miró como si estuviera loco.

—Bien, bueno, tal vez mientras esté de resaca no deberíamos hacer eso —dijo,
tratando de reír un poco para romper el estado de ánimo. Tenía una mano en el pelo,
sosteniéndola lejos del lado de su cara, y él miraba fijamente sus ojos.

—Creo que tengo algo que podría hacerte sentir mejor —susurró, acercándose lo
suficiente para que sus labios rozaban los de ella.

Katya era una mujer heterosexual de sangre roja, por supuesto que estaba encendida,
un hombre sexy trataba de besarla. Alguien quien ella sabía que podía hacerle oír los
colores y probar el sonido. Fue muy tentador. Pero por muy buenas que fueran todas
esas cosas, no iban a eliminar a un hombre diferente de su mente, y Liam merecía algo
mejor que eso.

—No puedo —susurró ella, presionando su mano contra su pecho.

La miró durante mucho tiempo y Katya sintió como si estuviera cayendo en un


agujero negro. Ya había sido derribada por Wulf. Si Liam le daba la espalda, no estaba
segura de lo que haría. Dos pilares de apoyo, desaparecidos en dos días. Se sentía
enferma otra vez.

—Tal vez cuando te sientas mejor —dijo de pronto, luego la besó en la nariz antes de
alejarse. De repente se dio cuenta de que estaba conteniendo la respiración, y con un
jadeo de aire se sentó en posición vertical.

—Liam, tal vez deberíamos... —Empezó a confrontar la situación, pero alzó la mano
mientras se sentaba.

—Tengo que llamarle —la interrumpió—. ¿Te importa si esta vez es en privado? Lo
siento, tengo un horario completo hoy.

—Oh. Lo siento mucho, no tenía ni idea. Sí, totalmente, saldré de aquí —dijo
rápidamente, levantándose y recogiendo sus cosas.

—No, no lo sientas. Nos vemos luego, ¿de acuerdo?

—Sí. Sí, seguro. Bien.

—Pastel de ángel.

Ella finalmente lo miró, justo cuando estaba a punto de marcharse.


—¿Sí, Liam?

—Gracias por los tacos.

Luego le guiñó un ojo y ella se sintió un poco mejor sobre la situación. Cerró la puerta
detrás de ella mientras cogía el teléfono y empezaba a marcar.

Katya se fue a casa y pasó el resto del día sintiéndose extraña. Confusa. Su teléfono
estaba pegado a su mano. Recordaba haber llamado a Wulf durante su fiesta borracha,
y el registro de su teléfono decía que la llamada había durado varios minutos, pero no
podía recordar lo que había dicho. Mientras Tori gemía y cojeaba alrededor la cocina,
Katya mordió la bala y llamó a Wulf.

Has contactado con Stone.

Casi se echó a reír de su mensaje de voz. Cuán apropiado, "has contactado con piedra",
porque eso es literalmente lo que una persona hacía cuando llamaba a Wulfric Stone.
Contactar a un hombre hecho de roca dura y fría. Tallado en mármol. Ella no dejó un
mensaje y dejó que su teléfono cayera debajo del sofá.

Las chicas se acurrucaron juntas en el sofá y compartieron una pizza. Tori finalmente
sacó toda la historia de Katya, todo lo que había sucedido en Carmel. Alrededor de las
dos de la mañana, alguien llamó suavemente a la puerta principal. Sólo podía ser Liam,
pero ninguno de los dos dijo nada. Sólo esperó en silencio hasta que se fue.

—¿Qué vas a hacer? —susurró Tori, después de haberse metido en la habitación de


Katya y tendido en su cama.

—No lo sé.

—No puedes simplemente seguir... existiendo así.

—Eso es un poco dramático, solo han pasado un par de días desde que hablamos.

—Aparece en su trabajo.

—No voy a hacer eso.

—Tienes que hacer algo, Katya. ¿Qué le pasó a la chica del perfil, que entró en un club
de sexo y lo tomó por la puerta de atrás?

—Jesús. Si hubiera sabido que todo el mundo estaría tan obsesionado con mis
travesuras de sexo anal, no lo habría hecho en absoluto.

—¡Ves! ¡Ese es el tipo de agallas que me encanta ver, esta nueva, agresiva tú! Te gusta
este tipo. Realmente te gusta. Así que pelea por él. Parece como si nadie más en su vida
lo hubiera hecho, lo que realmente es una mierda. Tal vez eso es todo lo que necesita
para saber que alguien más se acercaría a batear para él —Tori ofreció.

Katya frunció el ceño. Era un poco cierto, Wulf sólo había tenido que depender de él, y
era un sentimiento muy dulce. Lo que mató la idea entera antes de que pudiera
incluso salir de la tierra. Dulce y Wulf no se mezclaban. Jugo de naranja y pasta de
dientes eran una mejor combinación.

—Realmente no sé cómo ser así. Quiero decir, siempre fue un acto —Katya trató de
explicar.

—Basura. Un acto no hace que dos tipos magníficos se enamoren de ti completamente.

—Ummm, hay un montón de caza fortunas por ahí a las que les gustaría diferir.

—Ese es mi punto. Estos individuos no quieren los buscadores de oro, ellos


mancharían a una mentirosa desde un kilómetro de lejos. Ellos reaccionaron a ti, éste
es tu verdadero yo. La evolución de Katya Tocci. Disfrútala. Acéptalo. Y luego ve a
buscar a este tipo, antes de perderlo para siempre.

Palabras sabias de una camarera con resaca. Tori se durmió poco después de su gran
discurso, pero Katya se quedó despierta durante un tiempo. Mirando fijamente al
techo y todavía tratando de averiguar qué diablos iba a hacer. Ella tenía un día antes
de que tuviera que volver a trabajar, y le esperaba una gran semana, ella tenía que
mantener sus Ases. Puede que hubiera estado dando pasos hacia la realización de que
su vida entera no tenía que girar en torno a su carrera, pero también estaba orgullosa
de lo que hizo y quería hacer un buen trabajo. La gente la había contratado de buena
fe, no los decepcionaría.

No dejaré que estos chicos me arruinen.


Capítulo 20
Traducido por camii.beelen, Paaau y M.Arte

Corregido por Taywong

El martes pasó con más agobiante agonía y dudas propias. Ella no podía tomar el
consejo de Tori y enfrentar a Wulf, así que se contentó con mirar fijamente su teléfono
y rezar para que él llamara. Liam finalmente fue a la ruta espeluznante y se dejó entrar
en su apartamento con su juego de llaves maestras, pero no le importó demasiado. Él
estaba de vuelta a su ser normal, burlándose de ella y riéndose con ella. Pasaron la
mayor parte del día juntos en su apartamento, su horno TODAVÍA estaba roto, le
recordó, tratando de enseñarle a hacer macarrones.

—¿Por qué quieres aprender cómo hacer un postre francés?

—Porque te gusta hacer postres.

—¿Entonces?

—Y me gusta hacer las cosas que te gustan.

Ella no supo cómo responder a eso, así que se mantuvo ocupada con el trabajo de
preparación. Los macarrones no resultaron horribles, quizás no perfectamente
redondos, pero sabían deliciosos, y le aseguró a Liam que al final, eso era todo lo que
realmente importaba sobre hornear. Ella se fue a casa con un plato, apenas
esquivando un beso antes de deslizarse por su puerta.

La noche era áspera. No podía mantener sus pensamientos a raya. Le dolía que
pudiera deshacerse de ella tan fácilmente. Había pasado una semana. Ella realmente
había sacado un calendario físico y había contado los días, el miércoles marcaría una
semana desde que lo había visto por última vez o hablado con Wulf. Él no estaba
devolviendo sus llamadas o mensajes de texto. Era como si hubiera desaparecido.

O como si yo hubiera muerto.

Dolía. Y no sólo por saber que a él no le importaba de la misma manera en la que ella
se preocupaba por él, sino también porque mostraba que él nunca se había
preocupado por ella. Ni siquiera como un amigo. Había momentos en que él parecía
tan brillante y perfecto para ella, que casi había sido cegada por él.
Extrañaba su voz. Extrañaba que se burlara de ella. Extrañaba su lengua, la forma en
que podría marcar un camino a través de su cuerpo. Sus manos, apretando, fijando y
tirando. Extrañaba ver esas muy raras sonrisas, y extrañaba ser feliz cuando le ponía
una en su cara.

Aparentemente, mirarlo como si fuera un regalo no era suficiente. Si hubiera sabido que
me iba a sacar completamente de su vida, nunca habría ido a ese estúpido restaurante.

Ella se tomó su tiempo despertando el miércoles por la mañana. No estaría mucho en


la panadería ese día, tuvo que ir a trabajar a lo de un cliente en su salón de
recepciones. Estaba contenta porque eso significaba que el trabajo sería una
distracción más grande de lo normal.

Se metió en un oscuro par de jeans ajustados, luego se puso una apretada camiseta de
manga larga. Roja, con finas rayas azul marino. No es exactamente punk rock, pero sí
una partida definitiva del cachemir rosa y las perlas. Dejó su cabello suelto en un
capricho, apartando un lado lejos de su rostro, pero eso era todo. Ella sólo persuadió
un par de ondas suaves fuera de las trenzas, luego declaró que estaba bien. Agarró su
carpeta y su bloc de dibujo, y luego se fue.

—Wow, Lauren —suspiró cuando entró en el edificio—. Este lugar es precioso.

Lauren, la futura esposa, se apresuró a tomar las manos de Katya en las suyas.

—¿¡No es cierto!? No puedo creer que estoy teniendo mi recepción aquí. Nunca, en un
millón de años, me hubiera imaginado aquí.

Lauren era una persona muy especial. Estaba en la mitad de sus cuarenta con cuatro
hijos de diferentes edades. Había perdido a su primer esposo de un cáncer cuando el
niño más joven era un recién nacido, pero nada doblegó a Lauren. Se sobrepuso,
obtuvo un segundo empleo, luego tomó clases nocturnas para poder convertirse en
una técnica veterinaria. Ella era amante de la diversión y tenía una gran risa,
obligando a todo el mundo a su alrededor a estar de buen humor.

Incluyendo, según resultó, el veterinario en la primera clínica en la que practicó, el


"mejor veterinario de San Francisco", como era aclamado por múltiples fuentes
informativas que se ocupan de ese tipo de cosas. El hombre tenía más dinero del que
sabía qué hacer con él, así que había decidido compartirlo todo con Lauren y sus hijos,
a los que tomó en su casa como si fueran suyos.

Así que, si alguien merecía una boda enorme y un salón de recepciones que
probablemente costaba más para alquilar que uno de los cheques de pago de Katya,
era definitivamente Lauren. Conectaron inmediatamente, desde la primera vez que
había entrado en la panadería, un año y medio atrás, ella vio una revista con uno de
los diseños de Katya. Una foto, y ella acababa de saber quién necesitaba hacer el pastel
en su día especial.

—Es hermoso, Lauren, estoy tan feliz por ti. ¡Y estoy muy entusiasmada con este
pastel!

Katya llevó un carrito con ella. Estaba lleno de muestras. Lauren trabajaba en una
clínica médica y escaparse era difícil, por lo que acordaron hacer la degustación y el
diseño en el salón de recepciones, un punto intermedio entre sus dos trabajos.

—Y estoy muy hambrienta. Voy a comer, tu mira alrededor y luego podemos hablar de
mi diseño.

Katya colocó las muestras en una mesa alta, luego dejó a su cliente comer mientras
ella caminaba por el edificio. Tomó notas mientras pasaba, hurgando alrededor del
área de la cocina. Lauren quería un pastel enorme, el principal tendría seis capas, y
luego habría dos pasteles satélite, cada uno con cuatro capas. Las capas eran todas de
cuatro pulgadas de grosor. Era un monstruo y Katya quería asegurarse de que pudiera
ser entregada con seguridad al vestíbulo, o de lo contrario tendría que montarla y
decorarla allí por la mañana, lo que ella realmente no quería hacer.

Por suerte, había enormes puertas de carga que se abrían directamente a la cocina, y
luego puertas dobles que se podían abrir conduciendo al vestíbulo. Ella Podía traer las
tortas de una sola pieza, cargarlas en carritos, y luego rodarlas en el suelo. Pan
comido.

—Luce bien, Lauren. Este es un gran lugar —dijo Katya, apuntando notas mientras
cruzaba apresuradamente el enorme salón de baile.

—¡Te lo dije! ¿Viste el candelabro? ¿Y esas escaleras en el vestíbulo? —gritó la otra


mujer. Katya asintió, tratando de recordar las medidas para el pastel. Mientras
hojeaba sus notas, oyó las puertas de la parte delantera de la habitación abrirse.
Levantó la vista, luego volvió a su bloc de notas mientras un grupo de hombres y dos
mujeres entraron en la habitación. Otra fiesta que quiere mirar por encima su espacio
alquilado.

—Sí, es increíble. Estoy emocionada, nunca he visto una boda aquí —dijo,
deslizándose sobre un taburete y dejando su bloc.

—Oh, bueno, verás la mía aquí —dijo Lauren a través de un bocado de terciopelo
rojo—. Te encantará. Fuente de Champagne, cascadas de lirios y jacintos por todas
partes. Y blanco. De la cabeza a los pies blanco. Estaré de blanco, mis damas de honor
estarán de blanco, tu estarás de blanco... no puedo esperar.

—Está bien, entonces compraré un vestido blanco —Katya se rio, apuntando eso en
sus notas.

—Definitivamente. Un pequeño vestido blanco. ¿Qué sabor es éste, el rosa? ¡Me


encanta!

—Limonada de fresa, pensé que podría ser divertido. Para los satélites, puedes elegir
un relleno que coincida con cualquier sabor que elijas, pero para el principal, no...

La voz de Katya se apagó. Lauren la miró, luego volvió a mirar y bajó su tenedor.
Golpeó a su amiga en el brazo y dijo su nombre un par de veces.

—Lo siento —Katya respiró—. ¿Me disculpan un momento? Sólo necesito saludar a un
viejo amigo.

Se bajó del taburete, luego dio un par de pasos en la pista de baile. Estaba
impresionada con cuan calmada y compuesta estaba, no estaba estremeciéndose. No
estaba temblando. Seguro, cuando había escuchado por primera vez esa risa, una risa
que nunca había escuchado con suficiente frecuencia, la había sacudido un poco. La
puso en movimiento. Pero ella estaba tranquila. Y estaba compuesta.

—Wulfric.

La fiesta que había entrado en la habitación se había trasladado a un par de yardas de


su degustación. Qué estaban haciendo allí, ella no lo sabía. ¿Estaba Wulf haciendo una
fiesta? ¿Eran esos sus socios de negocios? Ella bajó sus ojos hasta donde su mano
descansaba sobre la cadera de una mujer.

—Hola —dijo él, su sonrisa todavía en su lugar. La hacía sentirse enferma—. Qué
mundo tan pequeño. Caballeros, Natasha, ésta es Katya Tocci. Solíamos ser vecinos.

Esa fue su introducción. Había dormido a su lado, lo había visto desnudo y él había
estado dentro de ella, ¿y eso es lo que consiguió? ¿Qué fueron vecinos?

—¿Trabajas aquí en el salón de recepciones? —Uno de los hombres preguntó en una


voz cortés. Sus ojos no se alejaron de los de Wulf.

—No, estoy aquí con un cliente, repasando algunos detalles de la boda —respondió.

—Ah, sí. ¡La señorita Tocci es pastelera! —explicó Wulf.


Su voz era pesada con condescendencia, lo decía para ser grosero. Degradando su
profesión. Nunca le había importado lo que ella hacía, antes, una vez le dijo que no le
importaba una mierda si ella bombeaba gasolina para ganarse la vida, de eso no se
trataba su relación. Sin embargo, aquí estaba él, usándolo como un arma para
quebrarla. Humillarla.

—Lo soy. Diseño y hago pasteles de boda —dijo con orgullo.

—Eso es lindo —dijo la otra mujer—. Mi hijo tiene su graduación del octavo grado en
una semana, ¡tal vez usted podría hacerle algo pequeño!

—¿Puedo hablar contigo? —Katya exclamó, su voz fuerte en la habitación. Juró que
puso oírla resonar. La sonrisa pintada nunca dejó el rostro de Wulf mientras él
quitaba su mano de la otra mujer y la colocaba en la pequeña espalda de Katya,
guiándola lejos del grupo.

—No crees una escena —susurró él cuando estuvieron fuera del alcance auditivo de
sus amigos.

—¿¡Me estás jodiendo!? —siseó ella, apartando su mano lejos mientras se volvía para
enfrentarlo—. ¿Qué mierda está pasando, Wulf?

—No sabía que estarías aquí. —Le aseguró—. No habría venido si lo hubiera sabido.
Este edificio está a la venta, esas personas están mirando para comprar. Eso es todo.

—¿Eso es todo? ¿¡Eso es todo!? No he hablado contigo en una semana, no contestas mis
llamadas, mis mensajes, mis mensajes de voz, nada, ¿y eso es todo? —preguntó,
cruzando sus brazos sobre su pecho.

—Estoy en el trabajo, Tocci. Tú estás en el trabajo. Tenemos clientes aquí. Actúa como
un profesional. —Le advirtió.

¿Actuar como un profesional? Ay, Wulfric. Katya se había movido más allá de actuar
como algo. A ella no le importaba literalmente una mierda. Su ira había llegado a su
punto de ebullición.

—¡Nunca me digas jodidamente qué hacer! —le espetó, y se alegró cuando pareció
sorprendido—. ¿¡Y actuar como un profesional!? ¡JA! Lo haré cuando aprendas a
actuar como un ser humano.

—Cuida tu maldita boca —gruñó.

—Jódete.

—Hemos hecho ese baile.


¿Cómo llegamos a este punto? ¿De reírme y jugar en mi habitación, a lanzar maldiciones
al otro en frente de extraños? ¿Quién es esta persona delante de mí?

—¿Qué te hice? —susurró de repente, agarrándolo con la guardia baja. Se aclaró la


garganta y volvió a hablar—. Fui agradable contigo. Fui amable contigo. Nunca pedí
más de lo que estabas dispuesto a dar. Siento decirte cómo me sentía, lo siento si hice
las cosas incómodas. Me habría disculpado contigo hace una semana, pero no me
dejaste. Ni siquiera me darías la cortesía de sólo terminarlo. No, estabas demasiado
ocupado siendo un malvado, desagradable, hiriente, imbécil. ¿¡Qué te he hecho alguna
vez para merecer eso!?

Al final, ella estaba gritando. Antes, sus voces habían estado al nivel en donde era
obvio que la conversación era intenta, pero tranquila y educada. Ahora, el gato estaba
fuera del traste. Ella gritaba, respiraba fuerte y probablemente tenía el rostro rojo.

Y no era la única.

—¿Idiota? ¿Soy un idiota? He intentado complacerte en todo —gritó él—. Fui amable
contigo. Fui a tu casa. Me encontré con tu maldita madre. ¡Dejé que follaras con otro
hombre, casi todo el tiempo que estuvimos juntos, y nunca dije una mierda! Nunca me
quejé, maldita sea. ¿Y soy el chico malo? Lo siento, Tocci. Estás equivocada. Tú eres la
idiota.

—¿Yo? —gritó—. ¡Debiste haber dicho algo! ¡Wulfric maldito Stone, tan alto y
poderoso, siempre mirando en menos a todo el mundo, tratándonos como si fuéramos
campesinos, y no fuiste capaz de abrir la boca y decirme lo que estabas sintiendo!

—No tenía que decirte una mierda.

—¡Quizás si lo hubieras hecho, te habrías enterado de que dejé de acostarme con él…
hace semanas!

—No te debo nada.

Lo golpeó en el pecho.

—No, no sientes nada, ese es el problema.

—Jódete.

—Ya hicimos eso —se burló ella.

—Sí, hiciste eso conmigo… y quién sabe con quién más.

Lo golpeó en el rostro, luego se acercó a él.


—Eres un cobarde —gruñó—. Enojado conmigo por ver a alguien más. Asustado de lo
que estaba sintiendo por ti. Asustado porque quizás estabas sintiendo algo por mí. Así
que escapaste. Cobarde.

No esperó su respuesta. El momento era demasiado. Definitivamente no era esta


chica, sin importar lo que Tori o Liam, o un perfil inventado, dijeran sobre ella. Se alejó
y se acercó a su mesa.

—Gran discurso, Tocci —le dijo, acercándose a ella—. ¿Es la primera vez que dices esa
palabra?

—Sólo aléjate —gruñó ella, tomando su block de notas, lápices y bosquejos,


intentando ignorar el hecho de que todos en la habitación los miraban, atentos.

—No. Tú comenzaste esto, así que termínalo, maldita sea. ¿Quieres saber cuál es el
verdadero problema?

—No.

—Eres una niñita asustadiza, que decidió que necesitaba follar. Así que encontraste a
un hombre. A dos. ¡Demasiada atención para la pequeña Katya Tocci! La aburrida chica
de al lado anota con el vecino más guapo. ¿Creíste que esto era especial? ¿Qué eras mi
novia? —Comenzó a reírse—. Sabías lo que éramos desde el comienzo. Tú fuiste la que
puso esa ropa interior en mi bolsillo. Sabias perfectamente en lo que te estabas
metiendo. Chica estúpida. La follan como es debido y piensa que está enamorada.
Patética. Espero que…

No pudo soportarlo más. Iba a colapsar. La estaba golpeando con sus palabras, podía
sentirlo. Hasta sus huesos. Hasta su corazón. Pero no la rompería. No le daría esa
satisfacción. Así que, en el medio de su discurso, gritó y tomó lo que tenía más cerca, la
torta de limón y frambuesa a medio comer, y se la arrojó.

—¡Cállate, maldita sea! —gritó, seguido de un trozo de ganache1 de chocolate.

La habitación se llenó de silencio. Podía oírse la caída de un alfiler. Se miraron


fijamente, ambos respirando fuertemente. Ella definitivamente había cruzado la línea,
lanzándole comida a su traje que valía miles de dólares, pero él también la había
cruzado. Así que pensó que el lanzamiento de la torta estaba justificado.

1
Ganache: crema de pastelería que se elabora con chocolate y nata principalmente, pero se pueden
añadir otros ingredientes que aporten sabor y textura
—¿Es en serio? —dijo él, pasando su mano por su corbata, lanzado glaseado al piso.
Katya no dijo una palabra, simplemente lo observó, una de sus cejas levantada. Luego,
desde detrás de ellos, llegó un bufido. Luego una risita. Una risa siendo suprimida.

—Lo siento, señor, pero se merecía eso —interrumpió Lauren.

La mierda le llegó. O, mejor dicho, la torta. Wulf se lanzó hasta la mesa, asustando a
Katya y haciéndola gritar. Mientras su boca aún estaba abierta, su rostro se llenó de
postre de vainilla. Tosió y a ciegas tanteó el espacio, intentando apretar lo que
estuviese más cerca de ella y llenando el traje de Wulf de eso. Eso la hizo ganarse otro
trozo de torta, esta vez esparcida por todo el lado izquierdo de su cabeza.

—¡Tú maldito! —Estaba gritando casi incoherentemente, mientras dejaba más postre
en el pecho de él—. ¡Espero que se pegue! ¡Espero que nunca salga! ¡Te odio! ¡Maldito
idiota!

No estaba segura de cuánto duró la guerra de comida; pudieron ser un par de


segundos, pero pareció una eternidad. Todos estaban gritando, no sólo ellos, y luego
Lauren estaba en el medio, con torta en todo su traje.

—¡Oye, oye, oye! ¡Deténganse ustedes dos! ¡Oigan! ¡Sé que estás molesto, colega, pero
es una mujer a la que estás llenando de torta de chocolate! ¡Cálmate! —demandó ella.

—¡Señor Stone! ¡Señorita Tocci! ¡Por favor! ¡Muestren algo de decencia! —Esa era la
asistente de Wulf, la pequeña mujer que muy rara vez decía algo, ahora les gritaba a
los dos.

Fueron separados. Un hombre extraño tenía los brazos alrededor de la cintura de


Katya, manteniéndola lejos de la mesa. Lauren estaba frente a Wulf con ambas manos
sobre su pecho, y la asistente estaba de pie en medio de todo, resbalando una y otra
vez por el caos en el piso.

Cuando Katya se limpió el glaseado de los ojos, jadeó. Desde la clavícula hasta su
cinturón, Wulf estaba cubierto de pastel. Había un poco en su mejilla y un trozo a un
costado de su cabello. Katya estaba casi orgullosa de sí misma, ciertamente había
logrado cubrirlo más de lo que él había logrado con ella.

—¿¡Qué significa esto, señor Stone!? —exigió el hombre que sostenía a Katya.

—¡Quíteme las manos de encima! —gritó, liberándose del agarre. Se alejó


rápidamente, poniendo la mesa entre ella y Wulf. Él también se alejó, creando más de
distancia entre ellos.

—No tenía por qué ser así —dijo con voz áspera.
—No, no tenía que serlo, Wulf. Espero que estés feliz contigo mismo —respondió
Katya, sin retroceder un centímetro.

—Siempre lo estoy, Tocci. Ayumi, nos vamos. —Se dirigió a su ayudante. La mujer
respiró hondo y se mantuvo firme.

—No, Señor.

—¿Disculpa?

—Le dije que no. Me gustaría quedarme y ayudar a limpiar su desorden.

Hubo un momento de tensión, la mirada de Wulf alternándose entre Katia y Ayumi.


Luego le dio un breve asentimiento con la cabeza, y con eso, salió de la habitación.

De su vida.

Sus clientes se quedaron por un momento, obviamente aun en shock por lo que había
sucedido. Lauren finalmente los ahuyentó mientras Katya se arrodillaba, tratando de
recoger el pastel sobre el piso. Después de vacilar un momento, la asistente de Wulf se
movió para ayudarla.

—¿¡Qué están haciendo!? ¡Dejen eso, está sucio! Voy a buscar alguien del edificio para
limpiarlo —dijo Lauren, agarrando a Katya por el brazo y levantándola.

—No, no, me encargaré de esto —dijo Ayumi con su voz normal y tersa, pero miró a
Katya si estuviera sufriendo por ella—. Es lo menos que puedo hacer. Iré a buscar a
alguien. Lo siento… mucho.

La pequeña señorita salió corriendo de la habitación, dejando a Katya sorprendida a


su paso. Nunca habían hablado realmente, a excepción de cuando Ayumi le daba algún
mensaje de Wulf. El que se hubiera quedado y estuviera ayudando a Katya, era un
poco fuera de serie.

O lo sería, si me quedara algo de cerebro en mi cabeza. Solo acabas de tener un


enfrentamiento a gritos y una pelea de comida frente a tu cliente, idiota.

—Lo siento tanto, Lauren. Lo siento mucho. No sé qué se apoderó de mí. Entiendo
completamente si… ya no quieres que haga tu pastel. Te encontraré un nuevo
pastelero, el mejor pastelero en San Francisco. Te pagaré por esto —exclamó Katya,
llevando sus manos temblorosas a su cabeza, deslizando sus dedos pastosos por su
cabello.
—¿Estás bromeando? Cariño, después de ese espectáculo, ¡no puedo esperar para
tenerte en mi fiesta! ¡Mierda, si no tuviera que regresar al trabajo, te llevaría por unos
tragos y te exigiría la historia detrás de esa pequeña mierda!

—¿¡Pequeña mierda!? Lauren, le dije cobarde, él me dijo puta, y luego nos lanzamos
pastel el uno al otro. ¡Nada de eso fue pequeño!

—Tienes razón. Fue épico. Mira, límpiate. No te preocupes por nada, podemos hablar
sobre el diseño en otro momento.

—Esto no está bien. Fui más que poco profesional.

—¿Qué sería correcto? ¿Despedir a una chica que acaba de ser objeto de una
humillación publica por un tipo que parece podría ser el mayor idiota del mundo? No,
cariño, has tenido suficiente de un mal día. Con quien duermas o pelees no tiene
ningún impacto en cómo sabe mi pastel, y francamente, eso es todo que me importa.

Katya comenzó a reír y no se detuvo hasta las risas se convirtieron en lágrimas.


Lauren tenía un brazo alrededor de ella cuando Ayumi regresó a la habitación.

—Enviaran a un conserje —dijo—. Por favor, no te preocupes, me aseguraré que los


honorarios de limpieza se facturen a nombre de Stone Agency.

—Sin ánimo de ofender. —Katya logró una risa acuosa—. Pero creo que escogiste tu
bando cuando te quedaste conmigo. ¿Por qué hiciste eso?

—El señor Stone en última instancia es solo un sueldo, todavía tengo ética y todavía sé
cuándo se ha hecho algo mal. Incluso si no está dispuesto a pedir disculpas, quería
quedarme y por lo menos pedir disculpas en su nombre. Mi trabajo puede esperar una
hora o dos mientras ayudo a limpiar.

—Honestamente, estaré sorprendida si todavía tienes un trabajo.

—Por favor. La agencia no podría sobrevivir sin mí. Regresaré al trabajo, y él obtendrá
una buena reprimenda de mi parte. Además, el Sr. Stone no me despediría, soy valiosa
para él —dijo Ayumi.

—Eh. Debe ser agradable. No sé cómo se siente eso —susurró Katya.

Y con eso, las lágrimas comenzaron todo otra vez.


Capítulo 21
Traducido por smile.8

Corregido por Taywong

Jesús, sabía que iba a ser malo, pero maldición, lo llevé a un diez.

Wulfric no recordaba haber perdido tanto el control antes, Katya tenía ese efecto
sobre él. perdía la cabeza cuando estaba a su alrededor. Por lo general funcionaba en
beneficio de ambos. Ese día, había trabajado en contra de ellos.

Había pensado que podría mantenerla separada. En un lugar especial en su mente,


bien lejos de su corazón. Justo donde guardaba a todos los demás, sólo un poco más
oscuro. Sólo un poco más atrás. Resultó, que la había empujado tan lejos en su mente,
que se había caído detrás de sus defensas y había echado raíz en su pecho, floreció
dentro de su corazón. Había creado un jardín allí. Un punto brillante y soleado, justo
en el centro de su vida.

No había ningún otro final para ellos, sino un final. Lo sabía, lo había sabido desde el
principio. Había querido evitarle el dolor, por lo que se había alejado. Había
construido muros a su alrededor en el pecho, tratando de protegerla de su negatividad
eliminándose a sí mismo.

Entonces ella estuvo delante de él. Sin lugar para esconderse de sus grandes ojos
azules. Tan triste como le miraba. Tan suave y apacible y hermosa. Tan herida. No
podía manejar ese tipo de dolor.

Así que había arrancado ese jardín, de su pecho. Se lo había tirado a la cara. Él sabía lo
que era mejor para ella, incluso si ella no, y le haría ver la luz. Haría que le odiara.

El problema era que, cuando algo estaba enraizado, esas raíces se quedaban atrás.
Cada paso que había hecho lejos de ella, esas raíces habían tirado más y más fuerte.
Estirándose hasta su límite. En el momento en que había dejado el edificio, cada una
de ellas se había partido por la mitad limpiamente. Las raíces muertas estaban en su
pecho, envenenándolo. Dándole ganas de vomitar.

Me doy asco.

Sólo podía culparse a sí mismo. Ella había sido un juguete, incluso le dijo “...mi propio
juguete sexual personal...” y lo decía en serio. Lástima que no se había escuchado a sí
mismo. Mientras jugaba su juego, compartió tantos momentos con ella. Haciendo
crecer algo maravilloso con ella. Se acordaba de comer con ella, sentados junto a
coches de la calle y riéndose del otro. Sentados en su cama, haciéndole una manicura y
discutiendo sobre sueños. Sentados en su sala de conferencias, diciéndole que nunca
llevaba a nadie a su casa, sin embargo, todo ese tiempo, él había estado planeando en
llevarla allí.

Dejó caer su cabeza y se quedó mirando a su suelo. Le había dado más que suficientes
razones para odiarlo. Para que nunca quisiera volver a verle. Su pequeña pelea de
comida había servido mucho más que su tratamiento silencioso hubiera hecho, había
ido mejor que cualquier cosa que pudiera haber planeado.

Bien por Katya, ella sería capaz de dejarle ir. Él podía hacer eso por ella.

Wulf, sin embargo, iba a tener que soportar el dolor de su pérdida durante mucho
tiempo.

Esto es lo mejor. Esto es para ella. Después de todas las cosas que le has hecho, que sin
duda no merece que te quedes con ella. Eres Wulfric Stone, y las piedras no aman.
Capítulo 22
Traducido por LizC & KarouDH

Corregido por Genevieve

Katya permaneció en su apartamento durante dos segundos mientras reflexionaba


sobre sus opciones. Podía llamar a Tori, rogándole que regresara a casa. Llamar a su
madre, rogándole que vinieraa buscarla. Llamar a Liam y solo llorar
incoherentemente. O simplemente tomar una ducha y olvidar que Wulfric Stone
existió alguna vez.

Eligió la opción cinco, sacó el vodka del congelador y se dirigió directamente al tejado.
Se sentó y puso sus pies en la piscina para niños, engullendo el alcohol directamente
de la botella. Se pasó las manos por el cabello, sin importarle que estuviera
extendiendo aún más la torta entre las hebras, y lo amarró todo en una coleta. Luego
salió del sofá y se sentó directamente en la piscina. Aunque completamente vestida.
Levantó las rodillas y envolvió sus brazos suavemente alrededor de ellas, mirando en
blanco fijamente en la distancia mientras bebía su licor.

No estaba segura de cuánto tiempo pasó antes de que escuchara la cerradura de la


puerta. Suficiente para haber bebido un cuarto de la botella aproximadamente. No lo
suficiente para sofocar el dolor. Suspiró cuando Liam se acercó al tejado, pero ella no
lo miró.

—¿Estás bien, pastel de ángel? —Él suspiró, y se detuvo en el borde de la piscina.

—Espléndidamente maravilloso. ¿Cómo me encontraste?

—Sabía que estarías aquí. Este es nuestro lugar especial.

El sentimiento la deprimió aún más y tomó otro trago de alcohol.

—¿Tori te envió? —preguntó. Él se agachó frente a ella, frotando su mano de arriba


hacia abajo por su muslo, llenándose los dedos con torta.

—Tu jefe la llamó —dijo medio en respuesta.

—Oh, genial. Estoy segura que están emocionados conmigo.

—Dijo que parecían preocupados.

—¿Y tú? ¿Estás preocupado?


—Siempre.

Él se levantó, se quitó su chaqueta y se quitó los zapatos, luego se metió en la piscina


con ella. Se acomodaron en el lugar; él era tan larguirucho, sus piernas ocupando un
montón de espacio. Finalmente, ella se sentó de nuevo en su posición con las piernas
dobladas, sentada entre las rodillas de él extendidas a ambos lados de ella.

—Gracias —suspiró, ofreciéndole su botella. Él la aceptó, mirándola a medida que


echaba la cabeza hacia atrás y tomaba un gran trago—. ¿Quieres tener sexo enojado?
Podría hacerte sentir mejor.

—No, gracias.

—Lo siento, terrible broma.

—No —gimió, dejando caer la cabeza hacia delante—. Era una buena broma. Eres
tan… tan bueno conmigo, Liam.

No pudo evitarlo. Sorbió y vio como una lágrima caía sobre su pierna.

—Te lo dije, si dices esas mierdas dulces, arruinarás mi reputación —bromeó con ella.

—Él fue tan horrible —susurró de repente.

—¿Lo fue?

—Dios, las cosas que dijo. Fue… doloroso. Dijo cosas solo para hacer daño. ¿Por qué?
No lo entiendo. No le hice nada. Estaba allí de pie, y él solo me seguía lastimando. No
se detendría. ¿Por qué? ¿Qué hice para merecer eso? —gritó, presionando su cara en
sus pantalones. Ella sintió la mano de Liam en la parte posterior de su cabeza,
acariciando su coleta.

—Nada. Nada, Katya. Es un idiota. Es un completo imbécil, y no merece siquiera


respirar el mismo aire que tú. No tomes nada de esto en serio —le instó.

Era fácil de decir para Liam. Las cosas que Wulf había dicho, las cosas que había
implicado. ¿Realmente pensaba esas cosas de ella? ¿Realmente se sentía así? Se había
reído de ella. Se rio, porque ella era tan estúpida como para pensar que eran algo
especial. Pensar que ella era algo especial.

Nada es especial para un hombre tallado en piedra.

—Esto es tonto —dijo ella finalmente riendo, levantando su cabeza y limpiando su


cara—. Estoy llorando por un hombre que es posiblemente el mal encarnado, y que
tampoco le gusto ni un poquito. Qué pérdida de tiempo.
—Ese es el espíritu.

Katya le arrebató el vodka y tomó un largo trago.

—Sí. Sí, qué se joda. No voy a desperdiciar otro minuto en Wulfric Stone.

Tan pronto como lo dijo, Katya lo lamentó. Ella nunca, jamás había dicho sus nombres
el uno al otro. Los mantenía muy separados, no quería que Liam acechara a Wulf por
internet o algo así. Y no había querido que Wulf tuviera un nombre en su cabeza.

No es que le hubiera importado, de todos modos.

—Wulfric. Ese es… un nombre interesante —la voz de Liam fue suave mientras jugaba
con el extremo de su coleta. Ella suspiró. El gato estaba fuera de la bolsa, no podía
lastimar si ella se explicaba un poco.

—Todos tienen nombres extraños como ese.

—¿Todos?

—Él tiene dos hermanas más jóvenes, Genevieve y Brighton. Creo que su mamá estaba
obsesionada con la vieja historia inglesa —comentó Katya riendo, frotándose los
ojos—. Buen Señor, mírame. Necesito tomar una ducha.

No pudo evitar reír mientras se veía a sí misma. Con pastel por toda su camisa.
Embarrado por los lados de sus pantalones. Se había quitado la mayor parte en su
rostro, pero podía sentir que se secaba y se ponía crujiente en su cabello.

—Te ves perfecta —dijo Liam.

Él solo se quedó sentado allí. Sonriéndole. Ella lo miró fijamente por un momento. A
este hombre increíble. Tan atractivo que, aumentaba su presión arterial. Tan dulce
que, le hinchaba el corazón. El cielo estaba nublado, el cálido hechizo en el que habían
estado parecía haber terminado, sin embargo, él estaba ahí sentado en una piscina fría
y helada con ella, empapándose por completo.

—¿Por qué me soportas? —susurró, finalmente poniéndose de pie. Él también se


levantó, quitándole la botella de vodka.

—Porque eres tan dulce —respondió, recogiendo sus pertenencias mientras la seguía
hasta la puerta.

—No lo sé. No fui muy dulce en esa sala de recepción. Las cosas que le dije…

—Habría pagado por haber estado allí.


—Te habrías reído.

—Le habría arrancado la puta cabeza.

Katya estaba sorprendida por el tono de voz que Liam usaba, Esperaban el ascensor y
se volvió para mirarlo. Nunca antes lo había oído enojado… no realmente enojado. E
incluso, sonaba más allá de eso. Sonaba completamente cabreado.

—Ya está hecho —dijo, entrando en el ascensor tan pronto como se abrieron las
puertas—. Nada de lo que tengas que enojarte; se acabó. Tan terminado que, es difícil
creer que alguna vez comenzó.

—Katya… eres una buena persona. No hay literalmente nada que puedas haber hecho
para merecer ese tipo de tratamiento —dijo.

—Sí, bueno, intenta explicárselo a él.

—Tal vez debería.

Se detuvieron en su piso, y en cuanto las puertas se abrieron, salió al pasillo. Sin


embargo, Liam la agarró del brazo, deteniéndola a medio camino. Ella extendió su
mano, deteniendo las puertas.

—¿Vienes? —preguntó ella, asintiendo hacia la puerta de su apartamento.

—Tengo que volver a trabajar —respondió, aunque algo en su voz le hizo dudar de él.
Sonó apagado, como si su cerebro estuviera a millones de kilómetros de distancia.

—Oh. Bueno. De acuerdo, gracias por comprobar, realmente lo aprecio.

—Ven conmigo —dijo con un tono brusco.

—¿Qué, al club?

—No, este fin de semana.

—En realidad no me siento de ánimos para tacos —comentó riendo.

—No estoy hablando de tacos.

Una vez más, ese tono de voz muy serio. Enojado. Dejó de reír y lo miró fijamente.

—Entonces, ¿de qué estás hablando?

—Estoy hablando de una cita —dijo, sin apartar la mirada de sus ojos—. Sal conmigo
este fin de semana, en una cita. Déjame llevarte a algún sitio y ayudarte a olvidarlo.
Déjame mostrarte lo especial que realmente eres.
Casi se echó a reír de nuevo. ¿Liam? ¿Pidiéndole salir en una cita? Liam no salía en
citas. Liam comía tacos, jugaba videojuegos y le gustaba tener relaciones sexuales. Un
montón de pervertido, escandaloso, hilarante sexo. Se conocían desde hacía un mes, y
nunca la había pedido una cita. ¿Por qué ahora?

Porque sabía lo que sentías por Wulf. Él sabía, y respetó esa elección, y no te obligó a
elegir entre ellos. Porque es un buen hombre. Es un hombre increíble. Es el indicado.

—No lo sé… —dejó la frase sin terminar mientras se mordía el labio inferior.

—Por favor, Katya. Creo que podría ser muy bueno para ti, y ya sabes que somos
estupendos juntos. No funcionó con ese tipo, dale una oportunidad a este —dijo,
presionando su mano contra su pecho.

Dios, ¿había escuchado alguna vez algo más sencillo y dulce? Ciertamente no a ella.
Tuvo que esforzarse para no volver a llorar. Aquí estaba Liam, sabiendo que ella
estaba destrozada por otro hombre, sabiendo que probablemente todavía tenía
sentimientos por Wulf, pero aun así, se estaba ofreciendo. Él estaba poniendo su
corazón en sus manos y diciendo: toma, esto es para ti; ¿qué se suponía que iba a decir
a eso?

Sí. Dices que sí, e intentas con todas tus ganas enamorarte de este hombre increíble.

—Sí —susurró. Las cejas de Liam se alzaron y pareció genuinamente sorprendido por
su respuesta.

—Sí, ¿saldrás conmigo?

—Sí, pero Liam, no puedo prometer que seré una buena cita. Estoy… estoy un poco
rota ahora mismo —intentó explicar, tratando de protegerse. Protegerlo.

—Entonces déjame tratar de arreglarte —susurró él, inclinándose más cerca y


dándole un beso suave.

De verdad iba a llorar de nuevo, así que retrocedió. Le dio una sonrisa acuosa
mientras las puertas del ascensor finalmente se cerraban. Luego se dio la vuelta y se
fue a casa, llorando en serio a medida que trataba de abrir la puerta.

Si Liam es tan adecuado para mí, entonces, ¿por qué esto se siente tan mal?
Las cosas no estaban bien. El universo le dio el resto del miércoles para tratar con sus
demonios internos. Se encerró en su habitación, trepó entre las sábanas, todavía
vistiendo su ropa llena de torta, y permaneció así durante dieciocho horas. Ignoró
todas las llamadas telefónicas y mensajes e incluso a Tori, cuando la otra chica
finalmente llegó a casa. Sólo necesitaba tiempo. Un momento para recuperar el
aliento. Las palabras de Wulf la habían destrozado, apenas sostenía todo en su
interior.

Sin embargo, el jueves era un nuevo día, y no hay descanso para los impíos. Llovió sin
parar, empeorando su estado de ánimo. Finalmente se duchó y se dio cuenta que
dormir con el lío de la torta fue definitivamente un error. Cuando salió, Tori estaba de
pie en el pasillo, con las manos en las caderas.

—Me alegra de ver que estás viva —dijo. Katya gruñó.

—Eso es cuestión de opinión.

—Mira —dijo su compañera de cuarto y suspiró—. No voy a presionarte para que me


cuentes toda la historia, todavía. Tengo una versión oscura de tu jefe, a quien
realmente necesitas llamar. Sólo sé que cualquier cosa que pasó, sé que no es tu culpa,
y ni siquiera me importaría si lo fuera, y si tenemos que ir a enterrar un cuerpo,
entonces sólo me avisas. Eso es todo lo que quería que supieras.

Katya finalmente rio. Por primera vez en la eternidad, rio genuinamente.

—Eres demasiado buena para mí, Tori Bellows.

—No lo sé.

Katya gateo hasta el centro de su cama y llamó a la panadería. No fue una


conversación agradable, pero no fue horrible, tampoco. Ella fue aprendiz en la
panadería a los dieciocho años, y había trabajado ahí desde entonces. La pequeña
tienda fue comprada por una joven pareja de esposos, y Katya se quedó con ellos a
través de tiempos difíciles, a través de su aumento de popularidad, a través de
tiburones tratando de apartarla, ella tenía una buena relación con los dueños.

Pero también sabía que había cruzado ciertas líneas definitivas. Gigantes líneas. El
equipo de recepción fue quien llamó a la panadería. Lauren mantuvo sus labios
sellados, y cuando los jefes de Katya finalmente la llamaron para revisar la historia,
Lauren la defendió incondicionalmente, amenazando con sacar su negocio de la
panadería si ellos se atrevían siquiera a mirar mal a Katya.

Por supuesto que no la mirarían mal. Ellos tampoco la iban a dejar ir, y no solo por el
negocio, sino porque se preocupaban por ella. Era como familia para ellos, le
aseguraron. No querían que nada como eso ocurriera de nuevo jamás, por supuesto,
pero estaban preocupados por ella. Alarmados. ¿Estaba todo bien? ¿Que, exactamente,
ocurrió?

Ella no podía contarles la historia completa, así que la resumió en lo básico y dijo que
fue un repugnante rompimiento con su exnovio. Dado que la vida personal de Katya
nunca interfirió con su trabajo antes, ellos se imaginaron que debió ser en serio un
horrible rompimiento para haber explotado de esa forma.

Trajeron la idea de un año sabático. Trabajaba muy duro. Quizás demasiado duro, fue
sugerido. Ella fue directo de la escuela al trabajo, sumergiéndose a sí misma en la
industria. Quizás era tiempo de que se tomara un momento para sí misma. Aún
obtendría un salario, y podía venir, y trabajar en pasteles de boda para clientes si lo
quería, pero todo lo demás sería manejado por la panadería, ellos podían llamar a los
otros clientes y redistribuir el trabajo o cancelar las órdenes.

Katya no tuvo otra opción más que aceptar. Estaba más que humillada, teniendo una
conversación como esa con sus empleadores. Diciéndole, por cortes que fuera, que
necesitaba una licencia. Lloró silenciosamente mientras ellos terminaban la
conversación.

Me prometí que no iba a dejar que esos chicos interfirieran en mi trabajo. ¡¿Qué
demonios pasó?!

Después de que las lágrimas pararon, se arrastró a la cocina. Era tarde, pero Tori
vestía vaqueros cortos y una camiseta ajustada, ropa de dormir. El trabajo en el club la
tenía durmiendo en horas locas. Bostezaba mientras ojeaba una revista, aunque se
espabiló cuando su amiga entró en la habitación.

—¿Cómo te fue? —pregunto. Katya se lanzó en una silla en el comedor.

—Estoy en un año sabático —suspiro—. Ellos creen que solo estoy agotada. Aún
tendré mi salario, y puedo completar órdenes de pasteles de boda, recoger comisiones
de esos, sí quiero. Es solo que…

—¿Apesta? —ofreció Tori.

—Demasiado.

—Lo siento, cariño. Quizás es para bien, trabajas más duro que cualquiera que
conozca, y solo tienes veintitrés. Tiempo de relajarte. Quizás ir a México por un fin de
semana, quedar agotada y mostrar tus pechos a chicos de fraternidad.

—Paso.
—Bueno hey, ¿quieres ir a ver una película este fin de semana? —sugirió Tori. Katya
gimió y lanzó su cabeza hacia abajo.

—Tengo una cita este fin de semana —murmuró.

—¡¿Disculpa?!

—Voy a salir en una cita.

—Whoa, whoa, whoa. El chico del que estabas enamorada acaba de aplastar tu
corazón, ¿y ya tienes una cita agendada?

—Cuando lo dices así, suena como…

—¡Malditamente épico! ¡Legendario! ¡Estoy tan orgullosa de ti! Que se joda ese chico
lobo y quien sea el alto caballo que está montando, no lo necesitas. Al siguiente
hombre —proclamó Tori fuertemente.

—Es Liam.

—¿Es Liam qué?

—La cita. Liam me pidió una cita. Voy a salir en una cita con Liam.

Hubo silencio por un largo, demasiado tenso, momento. Tori se congeló en el acto de
poner algo de crema en su café. Katya la miró fijamente, preocupándose que la taza se
desbordara. En el último segundo posible, el cartón se inclinó derecho.

—Pensé que tú y Liam eran algo casual. Que no estaban teniendo más sexo —dijo Tori,
sin mirar arriba mientras sorbía el café.

—No lo somos, no lo hemos hecho en un tiempo. Vino a verme ayer, y cuando me dejó
aquí, me lo pidió. Él solo fue… él fue tan bueno conmigo. Sentí como que necesitaba
decir que sí —trató de explicar Katya.

—Oh.

Estaba impactada. Tori nunca era silenciosa. Nunca corta de palabras. La mujer
incluso hablaba dormida. Siempre estaba interesada en todo a su alrededor, y
particularmente en todo lo que tuviera que ver con la vida amorosa de Katya. Su falta
de interés era algo impactante, y de nuevo, Katya sintió los interruptores cayendo en
su lugar.

—Santa mierda, te gusta Liam.

—¡¿Qué?!
—Lo haces. Te gusta Liam.

—No, no me gusta.

—Que sí.

—Que no.

—Está bien Tori. Dios, llamaré y cancelaré.

Katya apenas se había puesto en pie cuando Tori se estiró y tomó su brazo.
Deteniendo sus movimientos.

—¡No! No, no hagas eso. Y no le digas nada —insistió ella.

—Pero a ti te gusta —dijo Katya.

—No. Mierda, no lo sé. ¿Quizás? ¿No realmente? Como… —Tori se atragantó con las
palabras—. Sabes cómo es con las mujeres. Es como si no pudiera no coquetear, ¿Así
que solo estoy reaccionando a eso? ¿O estoy reaccionando a él? Siempre está
sonriendo y coqueteando conmigo, pero él es como tan agradable y divertido y
comprensivo. Como que medio…pasó. Si siquiera pasó en realidad. Mierda, no tengo
idea.

—Realmente pienso que debería cancelar esta cita, entonces —dijo Katya.

—No. Porque incluso si en realidad me gusta, ¡lo cual ni siquiera estoy segura que
pase!, no importa, porque yo no le gusto. Ese chico está locamente enamorado de ti —
dijo Tori.

—¡No, no lo está!

—Lo está. Deberías escucharlo Kat. Habla sobre ti todo el tiempo.

—Solo porque soy su amiga en común.

—A todo el mundo. Al portero, los meseros, los clientes, a todo el mundo.

—Bueno…conozco a algunos de ellos…también…

—Tiene una fotografía de ustedes dos como fondo de pantalla de su teléfono. Él te


mira con esos ojos…Dios, Katya, espero que alguien me mire algún día, del modo que
Liam Edenhoff te mira a ti. Así que como ves, podría estar de cabeza enamorada de él,
y no importaría, porque él está de cabeza por ti.
—Aún no pienso que eso sea cierto, pero incluso si lo es, no vale la pena para mí. No si
va a lastimarte —insistió Katya.

—No va a lastimarme, lo prometo. Es un enamoramiento, a lo mucho. Eso es todo. Solo


un enamoramiento.

Sí, solo un enamoramiento, no lastimará un poco. Eso es lo que pensé antes de conocer
al hombre hecho de piedra.

—Tori, aún pienso…

—Si te pierdes a este hombre asombroso quien tiene el potencial de amarte mejor y
más fuerte de lo que alguna vez has sido amada, me mudaré, en este instante.

Se miraron mutuamente por un largo segundo, entonces se echaron a reír.

—Nunca podrías mudarte —Katya rio—¿Quién cocinaría para ti? ¿Limpiaría detrás de
ti?

—¿Y quién te haría dejar tu habitación? ¿Te enseñaría los nuevos videos musicales?

Se rieron por un largo tiempo, ambas sintiéndose mejor sobre sus situaciones de
mierda. Tori fue capaz de convencer a Katya de salir con Liam. Al menos una cita. Si
funcionaba, entonces Katya podría encontrar al nuevo gran amor de su vida. Si no lo
hacía, entonces Tori podría recoger las piezas rotas de él.

Sintiéndose un poco mal por trazar la vida amorosa de Liam, decidió llamarlo en la
noche. Justo después de que se acostó, su teléfono sonó. Solo por un segundo, un
estúpido, idiota, embarazoso segundo, espero que fuera Wulf. Que podría decir él
posiblemente para rectificar la situación, no lo sabía. No pensaba que fuera posible.
Pero aún esperaba.

Era de Liam, y eran solo tres líneas.

Domingo. Viste algo lindo. No puedo esperar a verte.

Ella se gritó a sí misma que se volviera a dormir.

Katya pasó la mayoría del viernes y el sábado alternando entre pretender estar feliz, y
tratando de no llorar mucho. Sus ojos estarían hinchados por el resto de su vida si no
se controlaba.
Sus padres llamaron el sábado en la tarde. Eso fue una alegría. No sabían sobre su
pequeño incidente, y ella no quería que supieran. Sus padres balbucearon en
diferentes líneas de la casa, ambos hablando sobre el otro. Su padre estaba triste de
habérsela perdido, y ella dijo que lo extrañaba, también. Deseo que él hubiera estado
ahí, fue una experiencia esclarecedora, ser tan abierta y honesta con su madre. Tenía
curiosidad cómo habría sido con su padre.

Querían que los visitara. Su madre quería que llevara a Wulf. Su padre pensó que era
una gran idea. Katya tomo profundas respiraciones por la nariz y trato de permanecer
calmada. Rio y habló, sin en realidad responderles. “En serio nunca le gusté y
posiblemente me odia” no iría tan bien, y no quería hacer las cosas incómodas entre su
madre y la señora Stone. Acordó visitarlos tan pronto como pudiera, probablemente
más pronto de lo que esperaban. Todos cortaron el teléfono haciendo sonidos de
besos.

Luego volvió a su habitación y pasó el siguiente par de horas decidiendo un atuendo


para su cita. Casi lloró de nuevo cuando sacó el vestido que llevó en su cita con Wulf,
cuando durmieron juntos por primera vez. Lo lanzó al suelo y lo pateó a la esquina del
armario.

Se acomodó en un suave vestido rosa salmón. Era corto y fluido, muy típico de su
estilo. Era hecho de material parecido a la gasa y armonizaba perfectamente con su
tono de piel. Recordó como Tori la describió, dulce e inocente, pero de una forma que
hacía que los hombres quisieran contaminarla y ensuciarla. Sip, el vestido llenaba esa
descripción de T.

Se fue a la cama sintiéndose un poco mejor sobre la cita.

Y mucho peor sobre Wulf.

Lo mantenía en las esquinas de su mente, pero justo como en la vida real, amenazaba
con romper a través de todos modos. Recordaba sus momentos juntos en la casa de
sus padres. Pensó sobre su sonrisa y su risa. El modo en que la miraba a veces.

¿Fue todo una mentira?

Luego pensó sobre sus palabras. Las cosas que le había dicho. El modo en que le habló.
Lo molesto que se veía, sus ojos como hielo y fuego. Como si no le importara que ella
estuviera rota y sangrando, él solo quería seguir golpeando. Quería seguir hiriendo.

¿Fue todo una mentira?

Katya se quedó dormida con lágrimas en los ojos, y solo segura de una cosa.
No para mí, no lo fue. Ni siquiera un poco.
Capítulo 23
Traducido por camii.beelen, florff, magnie & KarouDH

Corregido por Genevieve

Katya estaba nerviosa.

No había hablado con Liam desde que él le escribió que día estar lista.

No había hablado con Wulf desde que arruinó su traje.

A las cuatro en punto del domingo, Liam finalmente le envió un mensaje. Sólo una
frase corta.

Estate lista a las siete.

Le recordaba a Wulf, la forma en que él nunca planeaba nada, siempre la llamaba. Y,


por supuesto, cuando Wulfric Stone llamaba, Katya Tocci siempre iba.

Ella apart esos sentimientos y se preparó. Desenredó su gran cabello, luego lo recogió
todo de nuevo en un masivo bollo redondo. Se sentía como una bailarina, con su
vestido rosado de gasa y sus cabellos recogidos. Se puso un par de tacones de tiras y
luego bajó las escaleras. Caminaba a través del vestíbulo cuando Liam entró por la
puerta principal.

—Oh, hombre, iba a venir a tu puerta, hacer esta mierda bien y...

Su voz se fue apagando e incluso dejó de caminar. Katya se detuvo frente a él,
buscando su rostro. Él seguía mirándola fijamente.

—¿Qué? —preguntó.

—Te ves jodidamente increíble.

Ella se sonrojó y se miró.

—¿En serio? Sé que no es demasiado sexy, o algo, pero siempre me gustó este vestido
—dijo, pasando su mano sobre la falda.
—No hay autodepreciación esta noche, pastel de ángel. Eres demasiado linda y
demasiado perfecta para eso —dijo él, su mano apoyándose en el costado de su brazo.
Ella finalmente sonrió.

—Muy bien, hecho. Luzco jodidamente increíble. —Ella incluso se las arregló para
reír.

Salieron del edificio, el brazo de Liam alrededor de su cintura. Lo sentía como si fuera
un peso. Como si la arrastrara hacia abajo. Como si fuera incorrecto. Se dijo a sí misma
que era porque todavía se sentía muy molesta por la pelea con Wulf, por lo que lo
desterró de su mente y se concentró en el hombre frente a ella.

Tomaron un taxi hasta un restaurante lejano. Era muy elegante, y mientras se


sentaban, ella notó por primera vez lo bien que él se veía. Liam siempre se veía bien,
incluso con sus camisetas gastadas y sus andrajosos pantalones de franela a cuadros.
Pero con una camisa de vestir y un saco, ambos planchados y entallados, él estaba
extremadamente hermoso.

Hacemos una buena pareja.

Ella realmente nunca lo pensó antes, lucir bien con alguien. Armonizar con alguien. Se
preguntó cómo ella y Wulf se veían juntos. Ella era tan femenina y suave, él era tan
duro y agresivamente masculino. Probablemente lucían ridículos. Como un lobo
llevando a su conejito de mascota afuera para un paseo.

Liam era encantador, pero por supuesto lo sabía. Era divertido y era inteligente, y
había convertido todas esas cosas en un diez para su cita. Él sonrió y le sonrió
afectadamente, burlándose de ella y haciéndola reír. Tocó su rodilla debajo de la mesa,
pasó su mano por arriba hasta su muslo.

Para el final del postre, Katya sentía que iba a estrangularse con su servilleta. Quería
estar enamorada de Liam, tan mal. Lo amaba, de alguna manera. Y había empezado a
preocuparse por él, tanto.

Pero si su mano se movía una pulgada más arriba, ella iba a vomitar encima de todas
sus sobras.

Todo el viaje a casa fue incluso peor. Él hablaba en su cuello mientras la acariciaba con
la nariz, diciéndole cuánto se preocupaba por ella. Cuánto llegó a apreciarla. Cuan
especial, maravillosa y hermosa era para él.

Escúchalo, Katya Tocci. Él en realidad está diciéndote estas palabras, llevando su


corazón en la manga. Nunca te pondría nombres. Nunca te haría sentir mal sobre ti
misma. Nunca te maltrataría ni te usaria.
No era bueno, sin embargo. Podía decir que él quería subir a su apartamento, pero se
las arregló para reírse y mantenerlo a raya. Ella no pudo, sin embargo, detener el beso
de buenas noches. La cita terminó, el caballero esperaba un beso. Él la envolvió con
sus brazos, aplastándola contra él y levantándola sobre sus dedos. Siempre le había
gustado la forma en que Liam besaba, tan fuera de control y llena de pasión. Nada
casto sobre esos besos, su lengua fue siempre parte de la acción. Normalmente, le
hacía desear tener nada más que su lengua en otros lugares.

No esa noche, sin embargo. Ella lo besó una vez, dos veces. Una tercera vez, muy
lentamente mientras se alejaba. Hicieron promesas de hablar en los próximos días,
discutir sus "sentimientos". Cuando él se volvió para alejarse, ella realmente se llevó la
mano a la boca, tratando de mantener sus "sentimientos" en su interior, así como su
cena.

No podía volver a casa. No podía enfrentarse a Tori, la otra chica la echaría un vistazo,
y lo sabría. Paradójicamente, quería hablar con Liam. En el corto tiempo en que se
habían conocido, ella había empezado depender de él como alguien a quien podía
decirle cualquier cosa; alguien que podría ayudarla a solucionar sus problemas. Sin
embargo, éste era un problema que ella tenía que tratar por su cuenta.

Un hombre que podría realmente amarte, pero no puedes amarlo. Un hombre al que
nunca le has gustado, y del que ya puedes estar enamorada de él.

Salió de su edificio y corrió por la calle. Ella se veía ridícula, sabía, corriendo con sus
tacones altos y su vestido corto. Corrió por un par de cuadras antes de encontrar una
estación BART. Subió las escaleras dos escalones a la vez, casi cayéndose una vez. Se
las arregló para aferrarse a la barandilla y bajó sin lesiones, luego corrió hacia el tren.
Se deslizó dentro de un tren justo cuando las puertas se cerraban y se inclinó,
poniendo sus manos sobre sus rodillas e intentando recuperar el aliento.

—¿Llegas tarde?

Katya levantó la cabeza para encontrar a una pequeña anciana sonriéndole. Se paró
derecha y metió su cartera bajo el brazo.

—No, sólo corro. —Ella rió, pasando sus manos sobre su cabello, esperando que no se
hubiera soltado.

Ni siquiera sabía en qué dirección se dirigía, donde todo el tren iba. Miró fijamente un
mapa, escuchó las paradas mientras eran dichas. Ella viajó por un rato, dejando que el
movimiento continuo la tranquilizara. Se apoyó contra un poste e incluso cerró los
ojos por un rato, tratando de no sentir.
Finalmente salió en un barrio en el que nunca estuvo, empezó a sentirse enferma y
tuvo que conseguir aire fresco.

Eran casi las diez de la noche. No podía creerlo, viajó en el tren por casi una hora. No
había gente alrededor, lo que la hacía feliz. Parecía que incluso tal vez podría empezar
a llover de nuevo, lo que la hizo aún más feliz. Algo para ahogar sus penas.

La siguiente vez que miró su teléfono, eran más de las diez y media. Estaba bastante
segura de que estaba perdida y se preguntó si debía pedir un Uber. El barrio en el que
terminó era de alto nivel, agradable. Mientras ella manoseaba su teléfono, debatiendo
si debía o no pedir un auto, terminó en una especie de parque. Un largo y oblongo
espacio de hierba, con columnas romanas en un extremo y una enorme fuente en el
otro. Al otro lado de la fuente había una especie de sala de conciertos, y música flotaba
desde ella. Una especie de música orquestal. Ella sonrió y se dirigió hacia el agua.

Se quitó los zapatos, dejándolos y a su bolso en el suelo mientras pasaba sobre el


borde de cemento de la adornada fuente. El agua estaba fresca, casi llegando a sus
rodillas. Se sujetó a su falda y se quedó mirando los rocíos de agua, tratando
desesperadamente de despejar su cabeza.

¿Qué había pasado? Hace apenas un mes, su vida era tan predecible. Se levantaba, se
vestía con su sencilla pero agradable ropa, se iba a trabajar. Hacia pasteles para la
gente. Luego se iba a casa. Hacia la cena para ella y Tori. Trabajaba en diseños. Luego
limpiaba y se iba a la cama.

Claro que era aburrido, pero ¿era eso tan malo? Un momento. Una conversación con
Tori, y fue repentinamente como aburrido fue la peor cosa jamás. ¡Únete al sitio de
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Se envolvió tanto en fingir ser algún perfil falso, que había olvidado que no era quien
ella era, Katya era un poco aburrida. Dulce, agradable y una pastelera. Y no había nada
malo en eso. No necesitaba hombres para validar su existencia. No Wulf, y aunque ella
lo apreciaba, no Liam tampoco.

Tuvo su pequeña aventura. Fue de principiante sexual a dormir con dos hombres a la
vez. De la posición misionera al sexo anal. Estaba orgullosa de sí misma, orgullosa de
los saltos y pasos que dio. Pero tal vez era hora de decir adiós a la nueva Katya, por fin.
Ella sólo le trajo angustia. Al menos la vieja Katya nunca fue herida. Por supuesto que
no, la vieja Katya jugaba por las reglas, ¿cómo podría posiblemente alguna vez ser
lastimada?
Claro, te lastimaron, pero hubo algunos momentos muy placenteros, también. Y algunos
momentos francamente hermosos. Palabras se dijeron y corazones se tocaron. No todo
fue malo.

No. La mayoría fue genial, de verdad. Sólo terminó mal. Ella bufó y contuvo las
lágrimas mientras se dirigía al borde de la fuente. Terminó tan mal. Subió al reborde,
luego se volvió a mirar la fuente una vez más. Hubo aplausos en la sala al otro lado de
la calle, el show había terminando. La noche había terminado.

Terminalo, cierra el círculo, y gana algo de control en tu vida.

Tomó una respiración profunda, finalmente lista para hacer eso. Estaba en los dedos
de sus pies, cautelosamente dándose vuelta, cuando una voz salió de la oscuridad
detrás de ella.

—¿Qué diablos haces aquí abajo?

Ella en realidad gritó, estaba tan sorprendida. También levantó la cabeza, lo que la
hizo perder el equilibrio. Abanicó sus brazos, trató de darle un toque de baile para
volver a estar derecha, pero al final, la gravedad ganó. Gritó de nuevo mientras caía de
espaldas, aterrizando con fuerza en su culo dentro de la fuente. Agua fría la rodeaba,
su vestido se convirtió en una segunda piel, ya que estaba estuvo mojado. Se atragantó
y se ahogó en el agua, tosiendo mientras despejaba los ojos.

—Estás bromeando —jadeó cuando finalmente pudo ver de nuevo.

Wulf estaba de pie al borde de la fuente. Un farol se encontraba directamente detrás


de él, delineándolo con brillante luz blanca. Él lucía como un sueño.

Más como una pesadilla.

—¿Has venido a buscarme? —preguntó él.

Katya estuvo inmediatamente enojada y se puso de pie, golpeando la mano que le


ofrecía.

—¿¡Cómo mierda sabría que estarías aquí!? —Le gruñó, vadeando hacia el borde. Él
ofreció una mano una vez más, y otra vez, ella la empujó. Trató de caminar hacia la
derecha, para alejarse de él, pero la siguió.

—Porque vivo aquí —respondió finalmente. Ella dejó de moverse por un momento y
lo miró boquiabierta.

—No lo haces —ella resopló.


—Lo hago. Mi apartamento está a una milla de este parque, camino por aquí casi todas
las noches.

—Bueno, yo... —ella tartamudeó por un segundo, y luego comenzó a caminar en la


dirección opuesta—. No lo sabía, ¿verdad? Nunca fui a tu apartamento.

—Mucha coincidencia, Tocci. —La provocó, igualando su paso a paso.

—No me hables con ese tono de voz —siseó ella, sus dientes empezaron a castañetear.

—¿Qué tono? Vas a congelarte, déjame ayudarte —insistió, agarrándola por el codo.

—¡No me toques!

Ella le gritó, pero aún así él tiró. Era casi un combate de lucha libre, sacándola de la
fuente. En el momento en que sus pies tocaron el suelo, se apartó de él, casi
tropezando en su prisa por escapar.

—Si me tocas de nuevo, que Dios me ayude, empezaré a gritar tan fuerte, y no me
detendré hasta que te arresten —lo amenazó.

—Pervertida.

—¡Y jodidamente no coquetees conmigo! —gritó, empujándolo en el pecho.

—Oh, ¿no puedo tocarte, pero tú puedes tocarme?

—Vete a la mierda.

—Está bien, no me importa. Puedes…

—No. —Katya de repente sostuvo su mano en alto, deteniéndolo—. No haré esto.


Adiós, Wulfric.

Ella le rodeó y se apuró hacia sus pertenencias, recogiéndolas en sus brazos. Apenas
dio dos pasos antes de que él estuviese cerca otra vez.

—Katya, espera. Me pilló con la guardia baja el verte. Lo siento.

Ella se quedó completamente atónita.

Wulf. Disculpándose.

—Estoy sorprendida de que incluso sepas la palabra —se mofó. La empujó a


detenerse.
—Es una sorpresa para mi también. Mira, ¿podemos cortar con las actitudes teatrales?
Iba a llamarte, pero Jesus, joder, ¿qué podía decir? Después de toda la mierda que pasó
—le dijo—. Necesitaba algo de tiempo. Incluso dije eso, que necesitaba espacio. Si me
hubieses respetado en lo más mínimo, me lo habrías dado.

Ella estrechó los ojos.

—¿Respetarte? ¿Es un chiste? Y si querías espacio, deberías habérmelo pedido. Soy


una persona bastante generosa, te lo habría dado. Pero no se me pidió. No fui
consultada. No hubo discusión. Tú me faltaste al respeto, me ignoraste, y después me
hiciste daño. ¿Dónde mierda estaba mi respeto? —exigió.

—Fue malo. Lo admito.

—¿De qué manera me trataste con respeto? ¿Las cosas que me dijiste fueron
respetuosas? No, no lo fueron. Deliberadamente me trataste irrespetuosamente.
Trataste de hacerme parecer inferior, trataste de avergonzarme, y después trataste de
herirme. A propósito. Maliciosamente. Me heriste.

Hizo una mueca ante ese comentario, y durante un momento, solo un momento, Katya
se preguntó si podría haber hecho sangre a una piedra. Después abrió la boca y
recordó con quien lidiaba.

—No fui el único que trataba de ser hiriente, también estabas en la habitación. Lo
fastidiaste también.

—¡Estás jodidamente bromeando! ¿Quieres llevar una tarjeta de puntuación sobre


quién lo jodió más ese día? Déjame darte una pista de algo, Wulf, yo podría haberme
meado en el suelo ese día, y aún así no lo habría jodido tanto como tú —le gritó.

—No estoy llevando ninguna tarjeta de puntuación. Tan solo estaba enfadado. Aún
estoy enfadado. Esto es ridículo, nos estamos gritando en la calle. Vamos a regresar a
mi casa, y podemos.....

—¡Estás loco esta noche! —le soltó riéndose—. ¿Regresar a tu casa? ¿A TU casa? Es
divertido, sabes, porque hace semanas quería ver tu casa. Ver donde apoya su cabeza
por la noche Wulfric Stone. Ahora no podría importarme una mierda. Sal de mi
camino.

De nuevo fue a pasarlo como una tromba, pero Wulf no estuvo para nada de acuerdo
con eso. Se interpuso en su camino, forzándola a tropezarse con su pecho. Cuando
levantó la mirada, pudo ver que él estaba tan enfadado como ella, cada pedacito.

—Yo estoy jodidamente hablando, así que eso significa que tú jodidamente escuchas
—le informó. Ella soltó una risa.

—¡Mira! Ahí está ese humor que yo....

Ella acabó con un chillido cuando le agarró la parte superior del brazo. Su agarre fue
doloroso mientras empezaba a arrastrarla calle abajo a la acera de cemento. Se vio
obligada a caminar sobre las puntas de sus pies, aún con los pies desnudos.

—¿Sabes cuál es tu problema, Tocci? —le dijo mientras caminaban—. No prestas


atención, estoy jodidamente tratando de decir algo, demonios, el universo está
tratando de decir algo trayéndonos a ambos aquí esta noche, y no estás prestando
ninguna maldita atención.

—No recuerdo haber contratado un sermoneo esta noche. Quítame las manos de
encima, no tienes ningún derecho a tocarme.

—Tu cuerpo me pertenece más de lo que alguna vez te perteneció a ti.

Eso ya era más que suficiente.

Katya se soltó de su agarre, dando un traspiés mientras se alejaba al hacerlo. Agarró


su bolso en un puño y sus zapatos contra el pecho, usándolo como un escudo para
protegerse de él. Para proteger su corazón.

—No digas cosas que no sabes que son hechos —siseó.

—Oh, sé que es un hecho, no me preocupa lo que algún otro tipo te dice, o cualquier
clase de cita especial a la que te llevó esta noche, o si él te folla de ochenta maneras
diferentes. Eso no cambia a quien perteneces.

—Es muy mono que creas que tienes alguna clase de propiedad sobre mí —susurró
ella, inclinándose para sentarse y ponerse los zapatos.

—No lo creo, lo sé.

Al otro lado del parque, hubo una conmoción. Levantó su cabeza y observó mientras
las puertas al music hall se abrían por completo. El concierto se terminó, los asistentes
se marchaban. La gente se esparcía por las aceras, yendo hacia sus autos , caminando
carretera abajo. Dirigiéndose al parque. Ella y Wulf estaba a punto de tener una
pequeña audiencia en su tête-a-tête.

—Hemos terminado aquí. Habíamos terminado hace una semana. Adiós, Wulf —le
dijo, levantándose y poniéndose derecha y tratando de no estremecerse en su
empapada ropa húmeda.
—No vas a ir a casa así, parece como si estuvieses desnuda —le gruñó, después la
sorprendió cuando empezó a desabotonarse la camisa. Se echó una mirada. El
transparente material del vestido sólo tenía un forro de muselina. No mentía, el color
húmedo y la transparencia del tejido sí que lo hacían parecer bastante escandaloso.

—A duras penas estoy desnuda —dijo, observando mientras él se quitaba por los
hombros su cara camisa de vestir y se la daba.

—Lo bastante cerca. Ponte esto.

—¿Me estás tomando el pelo?
—Fue otra lucha, él luchando para meter sus brazos en
las mangas, ella empujando y tirando de él. Cuando tuvo éxito con la manga derecha y
estuvo puesta, ella finalmente se rindió. Le dio un fuerte empujón en el pecho y metió
la manga izquierda.

—Estás siendo ridículo.

—Y tú está siendo una idiota, tratando de caminar por ahí de esa manera.

—Bien, ese es mi problema, no el tuyo.

—Tengo un enorme jodido problema con que la gente te vea así.

—Oh, ¿si? ¿Lo tienes, de veras? Bien, odiaría ser un problema para ti, Wulf! ¡Odiaría
ser una carga para tu conciencia de cualquier modo! —dijo con un tono de burla,
después se giró y se dirigió a zancadas a un grupo de personas que iban en su camino.
Apenas dio diez pasos antes de que sus manos estuviesen en las caderas de ella,
girándola de cara a él.

—Carga es una palabra inapropiada para ti —dijo entre dientes mientras


forcejeaban—. Tan solo volvamos a mi casa, puedo llamar a un jodido taxi desde allí.


—Oh, bien. Debería conseguir regresar a casa de todos modos, aparentemente


necesito ser follada de ochenta maneras distintas —le espetó, abofeteando sus manos.

—Eso no va a suceder, así que puedes mandar a la mierda ya mismo ese plan.

—¿Por qué no? quiero decir, lo dijiste, ¿no? ‘La pequeña Katya Tocci necesita ser
follada’ ¿correcto? Tus palabras. ¿No? Así que eso es lo que voy a hacer, voy a ser
follada, así puedes irte a la mierda ahora mismo, y ¡salir jodidamente de mi vida,
estúpido y enorme jodido gilipollas! Yo, aghrrr joder......

Katya estaba muy consciente de que estaba perdiendo la compostura y volviéndose


loca. Ya se había vuelto posiblemente. Wulf probablemente lo usaba para jugar sus
jueguecitos mentales con ella. Chillaba y se retorcía, golpeándole en los brazos con su
bolso. Podía oír sus palabras mezquinas y ruines en su cabeza, oír el hiriente tono de
su voz. Quería causarle dolor, quería que él sintiese una décima parte de lo que ella
sentía.

Antes de que pudiese infringir algún daño real sin embargo, Wulf le declaró la guerra
total. Se dobló y antes de que supiese lo que pasaba, sus brazos la rodearon por la
cintura y fue levantada. Dejó salir un golpe mientras caía con fuerza sobre su hombro,
después él se puso de pie. Le dio un empujón para colocarla en su lugar, después la
encerró con un brazo en sus caderas antes de caminar calle abajo por la acera.

—Joder, carga no es una palabra bastante grande para ti. Tú eres un maldito dolor en
el culo, Tocci —soltó entre los dientes apretados.

Estaba completamente atónita. La había levantado. La estaba llevando. Estaba


‘robándola’, justo en el medio de su pelea. Se elevó tanto como pudo y empezó a
golpearle en la espalda con el bolso.

—¿Qué crees que está haciendo? Bájame, Wulf. Bájame ahora mismo —le exigió.

—No.

—No te lo estoy pidiendo, Wulfric.

—No.

—Te lo juro por Dios, de verdad voy a empezar a gritar.

—Adelante. No voy a bajarte hasta que lleguemos a mi apartamento.

—No quiero ir a tu apartamento.

—Pues que mal. Estás corriendo por ahí medio desnuda.

—No me importa.

—A mí sí. He terminado de compartir este cuerpo con nadie más. Nadie va a conseguir
verte así salvo yo.

Katya se quedó en silencio de la sorpresa. Era brusco y era grosero -estaba siendo un
completo bárbaro. Pero a su propia horrible manera, acababa de hacer una admisión
enorme. ¿Había terminado de compartirla? ¿Nadie más podía verla así? Una
declaración tremenda, viniendo de él.

—Wulf, bájame —dijo en voz baja.


—Katya, estoy jodidamente cansado, te he dejado arruinar mi jodida camisa de
quinientos dólares, y por encima de todo eso, tengo una jodida importante reunión a
las ocho de la mañana, pero esto no se ha terminado. Así que cierra la jodida boca, o
que Dios me ayude, te la cerraré.

Buen Dios, sonaba cabreado. Envío escalofríos por su espalda y durante un par de
minutos, se mantuvo calmada. Le permitió ser llevada como una muñeca de trapo.

—Puedo caminar, Wulf. La gente va a pensar que me estás secuestrando.

—Eso es lo que estoy haciendo, si eso significa que te calles durante cinco jodidos
segundos y me dejes hablar.

—Te dejaré hablar. Haré lo que sea que quieras, tan solo déjame caminar.

La bajó tan abruptamente, que aulló y empezó a caer. Antes de que tropezase
completamente, sin embargo, la estaba agarrando por la muñeca y siguió en pie de
guerra. Fue arrastrada a su estela, casi corriendo para mantenerse a su ritmo.

No podía estar segura de cuán lejos estaba la casa de Wulf desde la fuente, la había
llevado un rato en el camino y no prestó atención. Fueron casi corriendo durante un
tiempo, fácilmente cinco minutos en silencio. ¿Media milla? ¿Más? Parecía una
eternidad. Un escalofriante, húmeda, fría y extraña eternidad.

Rodearon una esquina y se encontró con un impresionante y moderno edificio de


apartamentos. Era alto, de ventanas brillantes y esquinas afiladas. Intimidante, no era
en absoluto como el sencillo edificio en que ella vivía, con sus siete plantas y su clásica
fachada de San Francisco.

Wulf tuvo que usar una tarjeta llave para entrar en el edificio, después de nuevo para
acceder al ascensor. Para el momento en que subían, Katya temblaba, sus brazos
envueltos a su alrededor. Nunca lo admitiría ante él, pero de verdad necesitaba
cambiarse de ropa. Ir a su casa en ese estado hubiese sido horrible.

Por supuesto tenía que vivir en el ático, no estaba sorprendida ni un poco cuando le
dio al botón. Sin embargo sí que se sorprendió cuando cuando sonó un ding y el
ascensor se detuvo diez pisos por debajo de donde él vivía. Katya agarró su bolsa con
fuerza contra su pecho, después apretó los brazos, esperando que no pareciese
demasiado aterrorizada a quienquiera que estuviese a punto de unírseles.

No tenía que preocuparse. Mientras las puertas se deslizaban para abrirse, Wulf se
giró con calma y se puso justo delante de ella. Tan cerca, que casi se le cruzaron los
ojos mirando fijamente el borde de su camiseta. Tomó una respiración profunda y
sintió un escalofrío subiendo. Su brazo la rodeó, y se sintió como si el suelo cayese
bajo sus pies. Le llevó un segundo darse cuenta de que era el ascensor moviéndose de
nuevo.

Se detuvieron a dos escasos pisos de su destino, y su huésped se bajó. Luego subieron


el resto del camino, todavía presionados contra el otro. Era surrealista. Ella estaba
asustada de siquiera respirar, por miedo a despertarse de cualquier sueño que
estuviera teniendo. Cuando llegaron a su última parada, Wulf se alejó y salió
caminando sin ella. Ella aprovechó la oportunidad para recordar cómo respirar,
entonces le siguió después.

El piso entero era su... todo un gran apartamento. Absolutamente vistas


espectaculares, todo el camino alrededor del ático. Las ventanas del piso al techo las
rodeaban, mostrando todo lo que San Francisco tenía para ofrecer. Esto era
impresionante.

El resto del apartamento era increíble, también. Pisos de mármol negro, nuevas
marcas de electrodomésticos, encimeras de hormigón pulido. Un montón de
superficies oscuras brillantes, un montón de acero cepillado. Hermoso, de verdad. Una
maravilla de la arquitectura moderna.

Pero, se ha dado cuenta de otra cosa, ahora mismo. Tenía exactamente la misma
sensación que su oficina. No había un solo toque personal en cualquier parte. No una
foto de su familia o amigos, ni chucherias, ni plantas. Estaba dispuesta a apostar que
un diseñador había escogido cada cosa en su apartamento, desde sus cestas, el arte en
las paredes hasta su cubiertos. Nada de él estaba en ese lugar, no había nada que
indicara que un ser humano viviera a tiempo completo en el apartamento.

Como si no fuera su casa. Es sólo un lugar donde se queda.

—¿Cuánto tiempo has vivido aquí? —se encontró preguntándose mientras daba
vueltas. Ella se sentía como si estuviera en un museo. Por costumbre, habló con voz
suave.

—Por unos cinco años.

—Jesús —susurró, mirando a escondidas por la sala. No una almohada fuera de lugar,
ni siquiera un control remoto abandonado en una mesa.

—¿No lo apruebas, Tocci?

Finalmente se volvió hacia él. La sala y el comedor estaban al lado de las ventanas
delanteras, y él estaba entre ellos. Estaba de pie muy derecho, una postura defensiva
para él, lo sabía, y tenía las manos metidas en sus bolsillos. Debería parecer extraño,
usar pantalones caros y zapatos brillantes negros junto con sólo una camiseta blanca
sin mangas en la parte superior. Sus cabellos estaban arrancados de sus luchas, y ella
no había notado en Carmel pero había llegado mucho tiempo desde su primera cita. Se
veía bien. Wulf necesitaba un poco de ruido.

—Es hermoso aquí —ella era honesta.

—Gracias. Pagué mucho dinero para asegurarme de que fuera hermoso.

—El dinero no lo compra todo, Wulf.

—Soy muy consciente de eso, Katya.

Fue un momento tan cargado. Ambos decían muy poco, pero todo significaba mucho
más. Una vez más, se encontró deseando que él solo lo soltara. Sólo di lo que fuera que
tenía que decir. Sacarlo todo, gritar, gritar, romper algo, cualquier cosa, para que
pudiera tener un cierre, al menos. Contuvo la respiración y esperó, pero su
obstinación ganó sobre su cuerpo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, haciendo
que todo se sacudiera por un momento.

—Deberías ir a cambiarte —suspiró, moviéndose de su lugar. Esas no eran las


palabras que ella quería oír. Algo en su cerebro se quebró. ¿Qué estaba haciendo allí?
¿Qué estaba realmente haciendo en su lugar? El claramente no tenía las pelotas para
decir lo que quería.

Bueno, ella si.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó en voz alta. Se detuvo a mitad de camino, un pie
delante del otro, apenas a medio metro de distancia de ella.

—¿Disculpa?

—Nunca lo he entendido —dijo ella, tendiéndole las manos. Su bolso cayó al suelo—.
¿Por qué me invitaste a salir? Me invitaste a salir en una cita. ¿Por qué?

—Te dije por qué.

—Entonces, ¿por qué sigues viéndome? Seguiste esto, Wulf. Apareciste en mi trabajo,
apareciste en mi casa. Si todo lo que querías era sexo, lo tenías. ¿Por qué las largas
conversaciones? ¿Por qué las comidas? ¿Qué quieres de mí? —exigió.

El permaneció en silencio durante tanto tiempo, que ella casi se rindió a él. Ya había
desperdiciado tanto tiempo en el hombre, tal vez era sólo una causa perdida. Pero
cuando respiró hondo, preparándose para el último adiós, abrió su boca.

—Todo —dijo suavemente, mirándola fijamente—. Quiero todo.


Casi la mató, pero ella se negó a ser atrapada por hermosas palabras.

—Eso no es suficiente —dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Podrías haberlo tenido


todo. Te alejaste. Y ahora me has traído aquí. Qué quieres.

—Yo...

—Jesús, Wulf. Sólo dilo. ¿Alguna vez lo has dicho? ¿Acerca de todo? ¿Qué quieres para
Navidad? ¿Para tu cumpleaños? Solo para ti. Sólo tú. Qué quieres.

—Solo te quiero a ti.

—¿Realmente? Podrías haberme engañado, básicamente me llamaste una puta


ingenua y luego me dijiste que era estúpida por pensar que había algo especial entre
nosotros.

—Sé que lo hice. Estaba tan enojado conmigo mismo y me desquité contigo. Lo siento.

—No me digas que lo sientes.

—Entonces, ¿qué quieres que te diga?

—Lo que realmente quieres de mí.

Katya podría decirlo, él todavía se contenía. Era casi fascinante para ella. Un hombre
rico, un hombre poderoso, un hombre exitoso, pero era completamente incapaz de
articular sus sentimientos. Sus deseos y necesidades básicas.

Suspiró y pasó una mano frente a su mandíbula, luego dio un par de pasos hacia ella.
Se detuvo frente a ella. No muy conmovedor pero podía sentir el calor de su cuerpo.
Podía ver la confusión en sus ojos mientras él parecía buscar en el piso para sus
respuestas. Finalmente, tomó otro suspiro y finalmente la miró.

—Quiero que me mires así, como tú lo haces —dijo con voz sencilla—. Quiero ver esa
mirada todos los días. Cuando me despierto, cuando me voy a dormir, todo el tiempo.
Quiero ser el único hombre que llega a tocarte, abrazarte, besarte. Quiero que sepas...
Sé que te miro de la misma manera. Como si fueras todo. Eres todo para mí.

Tantas palabras encadenadas. Wulf raramente decía mucho, pero maldita sea, cuando
lo hacía, no se metía en líos. Ella estaba parpadeando las lágrimas cuando terminó de
hablar. Apartó la mirada de él, tratando de romper el momento.

Si no lo hacía, acabaría rota.

—Es agradable escucharlo —susurró y salió de su periféria, observándolo retener su


respiración—. Pero si te sentías así, ¿cómo podrías decirme esas cosas? Sentía que iba
a morir. Como si me estuvieras golpeando. No entiendo cómo puedes tratar a alguien
que te importe de esa manera. Yo solo... no puedo. No puedo entenderlo, en absoluto.

De repente, se encontraba en su espacio personal. El pecho presionando contra su


hombro, la cabeza inclinada para mirar hacia abajo a ella. Se negó a devolver la mirada
y mantuvo sus ojos entrenados en la vista. En las luces centelleantes de la ciudad.

—Quería hacerte daño. Estaba tratando de poner fin a tus sentimientos —susurró de
nuevo—. Pensé... sabía que si no terminaba, finalmente me dejarías. Y no podía
soportar ese tipo de dolor.

Ella finalmente lo miró. Fue desgarrador. Parecía que le dolía justo entonces. A ella sin
duda le dolía. Tanto daño entre dos personas quienes sólo querían amarse.

Este es un hombre muy roto.

—¿Por qué crees que te dejaría? —preguntó.

—Porque, Katya. Soy un hombre muy malo, quién hace cosas muy malas y eres una
chica muy buena. No puede terminar de otra manera.

Ella tomó aire rápidamente, dejando caer su mirada. Le dolía oírle hablar de sí mismo
de esa manera. Recordaba cómo Liam se enojaba tanto cuando decía algo negativo
sobre sí misma. Ahora comprendía. Al oír a Wulf decir eso, sentía como oír a alguien
decirlo. Quería enfadarse. Quería defenderlo, contra sí mismo. Quería levantar un
espejo para poder ver lo que veía en él.

Si ella hablaba, sin embargo, las lágrimas vendrían. No sabía cómo ayudarlo. Ya había
dado grandes pedazos de sí misma, no estaba segura de tener nada más que dar.
¿Tendría que consumirla para sentirse completo? ¿Tendría que romperse para que él
se doblara?

Parecía entender que era demasiado para ella. Se alejó, se aclaró la garganta, y luego
caminó hacia el pasillo hacia la entrada. Oyó una puerta abierta y luego se encendió
una luz. Tomó un par de respiraciones enérgicas mientras regresaba a la sala.

—Ve a cambiarte —dijo—. Vieve se quedó aquí el año pasado, dejó algo de ropa. Las
puse en el baño para ti.

Él la siguió muy cerca mientras caminaba por el pasillo pero él no la tocó. Entró en un
baño de visitas y tiró de una toalla de un estante, entregándosela. Luego se fue,
cerrando la puerta detrás de él.
Katya se sentó inmediatamente en el retrete cerrado. Qué. Mierda. ¿Cómo... cómo
ocurrió todo esto? Estuvo en una cita con Liam. Ahora se hallaba en el otro lado de la
ciudad, con Wulf. ¿Y qué diablos era eso? Ella no sabía dónde vivía, se había metido en
un tren al azar en una parada aleatoria y se había alejado en un momento al azar,
luego caminó. Había caminado para siempre. San Francisco no era exactamente
enorme, pero tampoco era pequeño.

Habla de un giro cruel del destino.

Finalmente se puso de pie, temblando al hacerlo. Mantenía el apartamento


ridículamente frío, podía sentir el aire acondicionado recorrerla. Se quitó los zapatos y
se sacudió el vestido.

Cuando levantó la mirada, vio su cuerpo desde sus muslos en su enorme espejo. Ella
llevaba su sostén y sus bragas negros especiales a juego, sólo para buenas fechas. Su
maquillaje de los ojos estaba un poco manchado, dándole un aspecto un poco oscuro, y
su cabello era una bola muy rizada en su cabeza. Ella rió mientras sacaba todos los
alfileres y bandas, permitiendo que los pesados mechones cayeran alrededor de sus
hombros.

Señor, él había dicho esas hermosas palabras a un accidente de tren.

Ella sacudió su cabeza. Tales pensamientos negativos sobre sí misma. ¿A quién le


importaba cómo se veía cuando ambos estaban al borde de las crisis nerviosas?

Necesitamos parar esto. Él se degrada, yo me degrado y muy pronto, nos peleamos.

Miró hacia la puerta y empezó a respirar rápido. Siempre que Katya estaba sufriendo,
quería consuelo. Ella quería que su madre, o Tori, o Liam, envolviera sus brazos
alrededor de ella y sostenerla. Dijera que todo saldría bien. Que ella era amada y
confiada y que nunca la harían daño.

Wulf estaba sufriendo y su primera reacción había sido la de atacar. Herir a alguien
más. Porque no había conocido nada mejor.

Ella no se molestó con la ropa que le había dejado, resbaló retornando a su camisa y
apretó rápidamente algunos botones antes de dejar su minúsculo santuario.

Estaba en el mismo lugar, entre la sala y la cocina. De espaldas a ella miraba la ciudad.
Una mano se encontraba en un bolsillo, la otra colgaba a su lado, sosteniendo un vaso
anticuado. Había un poco de líquido ámbar en el fondo, aunque lo conocía lo suficiente
como para saber que probablemente tenía tres dedos de alto cuando lo había servido.

Te conozco, Wulf. Te conozco.


De repente, sintiéndose nerviosa y tímida, se recogió el pelo sobre un hombro, luego
hizo la lenta marcha hacia él. Con sus pies descalzos, apenas era un susurro mientras
se movía por el apartamento. No fue hasta que estuvo casi detrás de él que la escuchó.
Miró por encima del hombro, luego se giró. Levantó una ceja por su apariencia, pero
no dijo nada. Sólo bebió el último de su coñac.

—Tengo que decirte algo —dijo, mirándolo fijamente, negándose a tener miedo.

—De acuerdo —dijo, inclinándose y poniendo el vaso sobre su mesa.

Ella no habló, sin embargo. Se mantuvo mirando fijamente. Tenía tanto peso en sus
hombros. Sus negocios, su familia. Él era tan fuerte, era increíble. Quizás, sin embargo,
podría ser tiempo de que alguien fuera fuerte para él, por una vez. Ella dio un paso
aún más cerca, sus pechos cepillando contra él.

—Necesitas escuchar esto —susurró ella, estirándose y presionando la mano sobre su


pecho—. No eres un mal hombre.

—Katya, tú no…

Movió la mano de su corazón y le cubrió la boca.

—No lo eres. Sé que eres una buena persona, porque me preocupo por ti, y yo soy una
buena persona. Está bien no ser perfecto. Está bien sentir cosas, a veces. Incluso cosas
aterradoras. Porque estoy aquí, Wulf. Después de todo. No estás solo, no me estoy
yendo. No te dejaría. Me importas. Confío en ti. Y yo nunca, jamás, te lastimaría —le
prometió. Los ojos de él cayeron cerrados y se inclinó hacia delante para presionar su
frente con la de ella.

—No digas esas cosas. No las puedes retirar —dijo él. Ella ahora tenía sus manos en
cada lado de su rostro.

—No las quiero retirar. No puedes retirar la verdad. Ya está ahí, solo tenemos que ser
lo suficientemente valientes para decirla en voz alta.

—Soy malo para ti —susurro él, su voz baja y rasposa. Trato de dar un paso atrás, de
romper su conexión y escaparse de ella, escapar de la verdad, pero Katya dio un paso
incluso más cerca, haciendo que se nivelara con él. Rehusándose a darse por vencida.

—Eres todo para mí —susurro ella de vuelta.

—Voy a ir al infierno por lo que te he hecho.


—Te traeré de vuelta —insistió ella, olvidando la pelea que tuvieron. Las paredes que
tenían entre ellos. Las manos de él se deslizaron en las caderas de ella, y pensó que
quizás las había olvidado, también.

—No hay vuelta atrás de esto —le advirtió.

—Ya es muy tarde para eso —concordó ella.

—Dilo de nuevo —susurró él.

—No estás solo. Yo estoy aquí.

Por primera vez desde siempre, cuando Wulf la besó, pudo sentir sus nervios. Sentir
que tan inseguro estaba. Como si estuviera asustado de ella. Qué revelación tan
impactante. Ella llevó a un increíble hombre de rodillas, lo tenía temblando de miedo.
Ella, la pequeña Katya Tocci.

No podía permitirlo. Él trató de alejarse, pero ella se acercó más. Él trató de detener el
beso, ella presionó sus labios más fuerte. Se puso de puntillas y curvó los dedos a
través de su cabello, pasó la lengua por el labio inferior de él.

Incluso Wulf tenía su punto de quiebre, y finalmente lo alcanzó. Sus manos se


volvieron puños jalándole la camiseta en su espalda. Deslizó su lengua entre los labios
de ella y él se inclinó dentro del beso mucho más, ella fue forzada hacia atrás. Él la
siguió y ambos dieron un paso al lado en la sala de estar.

—No entiendes —susurró.

—No necesito hacerlo —lo cortó.

Él tomó el frente de la camiseta y le dio un tirón. Los botones estaban volando, luego
sus manos estaban en la piel de ella, volando por sus caderas. Acariciando su espalda
ligeramente antes de apretar sus lados. Apretándola fuertemente alrededor de las
costillas.

No estaba sorprendida que él pudiera levantarla, todos esos años en una piscina le
habían garantizado a Wulf que podría hacer casi cualquier actividad física que
quisiera. Ella apoyó las manos encima de sus hombros mientras estaba levantada los
suficientemente alto como para que tuviera que mirarlo. Envolvió las piernas
alrededor de su cintura, luego enrolló las manos alrededor de su cuello mientras se
acomodaba en el lugar.

—Sin vuelta atrás —él repitió su declaración anterior, besando y lamiendo su cuello.
Ella dejó caer la cabeza hacia atrás.
—Lo sé.

La llevó a la sala, luego se sentó en un sillón afelpado. Ella permaneció enroscada


alrededor de él, esperando para envolverlo en su amor. Ella había dado mucho, toda
su vida. Por tantas personas. Se sentía bien dar algo de ello a Wulf. Él lo necesitaba
más que ella.

Le quitó la camisa de los hombros, tirándola al suelo sin un segundo pensamiento.


Entre besos, ella jalo y tiró de su camiseta. Él levantó los brazos y finalmente fue capaz
de liberarla de su cuerpo.

Mientras estaban bloqueados por la boca, él envolvió un brazo en su cintura y la giro a


un lado, obligándola a acostarse. Se cernió sobre ella, manteniendo su peso encima
mientras su lengua se introducía en la boca de ella, una y otra vez.

Cuando él se empujó lejos, ella trato de seguirlo, pero presionó una mano en su
esternón mientras lamia un camino por su escote. Besó su camino a través del
estómago, mordisqueando el hueso de la cadera. Sus piernas ya estaban separadas por
él cuando llegó a su centro, no le prestó atención a sus bragas. Ella jadeó cuando sintió
su lengua a través de la tela, gimió mientras la fricción encontraba la humedad.

No podía imaginarse haciendo algo tan íntimo con nadie más, nunca más. Él era el
único en quien confiaba para que se hiciera cargo de sus necesidades, de hacerlo tan
perfectamente, sin que ella tuviera que decir una palabra. Ella gimió y arqueó la
espalda, empujó una mano en su abundante cabello.

Jadeaba, desesperada cuando él se apartó para succionar el interior de su muslo. Ella


gruño y se estiró por él, pero ya se había ido. Se retorció alrededor del sofá, tratando
de encontrarlo, necesitando su toque.

Él no se lo negó por mucho. Sintió sus manos agarrándole las rodillas, y ella estaba
sorprendida, mientras fue jalada hacia abajo en la longitud del sofá. Él estaba de vuelta
en medio de sus piernas y sin preguntar, las cerró alrededor de él. Las manos de él
tenían una desesperación que no había sentido nunca antes, mientras la empujaban y
tocaban. La sentó, luego la levantó en sus brazos.

La llevó a la habitación, pateando la puerta para abrirla con suficiente fuerza que se
balanceo contra la puerta, dejando un hoyo en la pared. No pareció importarle, estaba
demasiado ocupado empujando su sostén a un lado y tirándolo a través de la
habitación.

Ella se mantuvo recostada después de eso, su ropa íntima tirada lejos. Incluso antes de
que se sentara, él se sacó sus pantalones y la cubrió con su cuerpo.
Ellos rodaron un poco, volviendo la habitación casi tan húmeda con lo calientes que se
estaban poniendo, con lo pesado que respiraban. Todo se volvió húmedo, sus dedos
recorriendo su piel húmeda, su lengua deslizándose por sus labios resbalosos.

—Arriba —jadeo cuando ella envolvió sus dedos en la base de su pene. No esperó una
respuesta, rodaron de nuevo así ella estaba sobre él, montando sus caderas. Él colocó
las manos detrás, elevándose—. Quiero verte. Quiero que me mires.

—Me ves —susurró ella de vuelta, moviendo su mano arriba y abajo un par de veces
antes de moverse sobre él.

Lo miro fijamente a los ojos todo el tiempo que se deslizó por su longitud. Se mantuvo
mirando mientras abría la boca así podía gemir por la intrusión. El esfuerzo que le
tomaba no temblar. No llorar.

Se sentó un largo momento, ajustándose al tamaño. Él tenía la frente en su escote y


respiraba pesadamente. Luego movió las caderas adelante y atrás una vez, y ambos
gimieron. Él cayó en el colchón mientras ella establecía un ritmo, una de sus manos le
acariciaba un pecho mientras la otra apretaba su muslo, animandola a ir más rápido.

Ella no quería ni estar así de lejos de él. Cayó hacia delante, sus rizos castaños se
volvieron una cortina alrededor de ellos mientras lo besaba. Las dos manos de él en el
cabello de ella, manteniéndola en el lugar mientras sus propias caderas comenzaban a
moverse. Empujando contra ella. Ella movió sus caderas, él empujo hacia delante.
Rotar, empujar. Sentía que iba a despegar, lanzarse, explotar. Como si fueran a romper
la barrera del sonido.

No quería parar de besarlo nunca, siempre era una experiencia única con Wulf, pero
cuando él era salvaje e inestable, era algo más por completo. Pero si ella no obtenía
algo de oxígeno, se iba a desmayar, y no podía permitirse perderse un solo momento
de esa noche. Se sentó derecha, empujando el cabello sobre los hombros. Él hizo lo
mismo apoyando un brazo detrás suyo. Se inclinó sobre el pecho de ella, moviendo la
lengua a través de un pezón.

—Wulf, no puedo… —Ella ni siquiera podía pensar, ni un poquito—. No puedo… por


favor…

Él no dijo una palabra, solo tomó sus caderas y la empujó de espaldas. Fue tan rápido,
la siguió a tiempo, sin romper su conexión. La besó una vez, luego la sacudió con
fuerza por el colchón. Ella estaba aún apartando el edredón de su cara cuando él
empujó toda su longitud dentro de ella. Gritó, luego pasó las uñas por el pecho de él.
—Nadie ha sido tan bueno como esto —él comenzó a jadear sobre ella—. Solo tú. Tan
malditamente buena conmigo.

—Lo mereces —gimió ella. Él rio entre dientes y se dobló hacia delante, clavando sus
dientes alrededor de un pezón. Ella dej— salir otro grito.

—No sabes lo que estás haciendo, Katya. Ni siquiera sabes con quién estás lidiando —
dijo cuándo se alejó.

—Sé exactamente con quien estoy lidiando.

Él no prestaba atención a sus palabras, sin embargo. Tomó su pierna izquierda y la


empujó más alto, dejándola caer sobre su brazo. La parte trasera de su muslo
descanso contra el bíceps de él, ambos deslizándose y resbalando contra el otro. Su
mano descansó brevemente en su trasero, luego se movió al pecho, apretando y
pinchando. Su respiración comenzó a elevarse.

—Quiero ver esto cada noche —dijo él en voz baja, mirando entre sus cuerpos así
podía verse a sí mismo empujándose dentro y fuera de ella.

—Sí, por favor, cada noche. Por favor —concordó ella, aferrándose a sus hombros
mientras todo su cuerpo comenzaba a temblar.

—Quiero ponerte húmeda y hacerte correr, y saber que soy el único quién está
permitido que te haga eso —continuó él.

—Solo tú, lo prometo —le aseguró, sus caderas comenzaron a moverse de forma
errática contra él. Algo grande se construía en su centro. Algo explosivo y peligroso.
Ella sería destruida por su tiempo juntos, estaba segura.

—Quiero que vivas conmigo —continuó él—. Odio este lugar. Quiero tu presencia en
todo lugar, quiero que lo hagas sentir como un hogar. Quiero que seas mi hogar.

—Lo que sea. Hare lo que tú quieras.

Sus empujes eran brutales en este punto, y ella no podía decir si estaba sintiendo
placer cegador, o dolor punzante. Lo que sea que fuera, quería sentirlo todo el tiempo.
Él estaba empujando con suficiente fuerza que la estaba llevando por todo el colchón.
Su cabeza finalmente cayó por un lado.

—Quiero que me quieras —susurro él.

Muy tarde.
Ella no pudo decir nada en respuesta. Solo pudo gritar mientras un orgasmo la rompía
desde el centro, haciéndola temblar y gemir. No podía recuperar la respiración, él no
la dejaría. Solo empujo más fuerte, y cuando sintió su mano moviéndose entre ellos,
sintió sus dedos pellizcando la sensible piel mojada, honestamente pensó que podía
morir. El orgasmo creció de nuevo, volviéndose un tsunami. Una fuerza de
destrucción, amenazando con romperlos a ambos.

Era el turno de Wulf de ser fuerte, de mantenerse contra la ola. Se dejó caer,
empujándola mientras forzaba la lengua en su boca. La acción la distrajo de la
inminente muerte, y mientras ella trataba de recordar en qué planeta estaba, él
empujo tan fuerte, rompió hasta el último límite que pudo tener, aclaro un camino
directo a su alma. Mientras se venía dentro de ella, sus dientes mordieron el labio
inferior, definitivamente dejando una marca.

Les tomó un tiempo a ambos calmarse. Los orgasmos múltiples no solo eran reales,
descubrió ella, pero eran a la vez las cosas más asombrosas y más terroríficas que
alguna vez había experimentado. Presionó una mano sobre sus ojos, tratando de
detener la habitación que giraba.

Wulf se mantuvo quieto, pero continuo retorciéndose dentro de ella por un tiempo.
Incluso mientras su cuerpo se relajaba, sus caderas continuaron ligeramente
bombeando contra ella, lenta y lánguidamente.

No estaba segura de cuanto estuvieron así juntos, e incluso menos segura de cuando
comenzó a llorar. Podía sentir las lágrimas bajo las yemas de los dedos mientras
trataba de mantener la respiración estable, sin querer asustarlo por semejante
momento.

—Oye —dijo él, finalmente levantándose—. Oye, detente.

—No, no es malo —le aseguro ella, su voz acuosa—. No estoy molesta.

—No, quiero decir que dejes de esconderte de mí.

Empujó su mano lejos del rostro de ella y la miro. Parpadeo hacia él, su visión borrosa.

—No me estoy escondiendo, yo solo… —comenzó ella. Él le dio una sonrisa triste y
trazo con el pulgar bajo su ojo, limpiando las lágrimas que se habían acumulado ahí.

—Está bien. Lo sé.

—Estoy feliz.
Capítulo 24
Traducido por Magnie & LizC

Corregido por Genevieve

Katya mintió. Sólo un poco, pero aun así.

Dijo que confiaba en Wulf, pero no lo hacía totalmente, sólo el noventa y nueve por
ciento. El otro uno por ciento la tenía con miedo de irse a dormir. Temía que cuando
despertara por la mañana, la magia se hubiera ido y el viejo Wulf y la vieja Katya
regresarían. Esas dos personas no se llevaban bien. Ellos no serían capaces de reír,
amarse y tener loco sexo y apasionado. Odiaría que eso sucediera.

Temo que nada de eso era real, que él no quiso decir nada de eso.

Cuando abrió los ojos, fue ante la brillante luz del sol de la mañana fuera de las
ventanas. Parpadeó un par de veces, medio dormida pero todavía perdida por la vista.
Luego respiró hondo y miró por encima del hombro.

La cama estaba vacía.

Un enorme reloj digital en la pared leía las nueve. ¿No había mencionado que tenía
una reunión temprano en la mañana? Se encogió en una bola más apretada, tratando
de mantenerse unida. Ni siquiera la despertó para decir adiós. Tal vez no había sido
real, después de todo.

Sin embargo, antes de que pudiera adaptarse a sí misma, la puerta del dormitorio se
abrió. Apretó los ojos con fuerza, tratando de fingir dormir y esperando que la criada o
quienquiera se fuera.

Cuando el colchón bajó, Katya no pudo quedarse quieta. Se sentó, agarrando la sábana
a su pecho, preguntándose qué clase de dama de limpieza trataba de hacer una cama
con una persona en ella. No era una criada, eso vio después. Wulfric se arrastraba por
el colchón.

—Hice café —dijo en voz baja antes de rodar sobre su espalda. Llevaba un flojo
pantalón de pijama negro y nada más. Su pelo era un despeinado total y no se había
afeitado. Claramente no había dejado el apartamento en absoluto.

—Pensé... que dijiste que tenías una reunión. Pensé que tenías que irte —dijo ella,
colocándose el pelo detrás de las orejas—. Ella seguía sentada, así que todo lo que
podía ver de él era de la cintura para abajo. Pero ella lo sintió moverse y su mano se
posó sobre su espalda desnuda.

—No tengo que ir a ninguna parte.

—Pero dijiste…

—Esto es más importante, Tocci

Katya se recostó, también. Miró al techo mientras Wulf cruzaba los brazos sobre su
rostro, cubriéndose los ojos. Permanecieron en silencio durante mucho tiempo.
Tiempo suficiente para que ella sintiera como si pudiera gritar, sólo para llenar el
vacío.

—¿Por qué me llamas así?

—¿Llamarte como?

—Tocci. Me llamas por mi apellido. Siempre me preguntaba por qué.

Hubo una larga pausa y cuando ella lo miró, pudo ver una pequeña sonrisa maliciosa
jugando en sus labios.

—Vine a casa durante las vacaciones de primavera —empezó, aclarándose la


garganta—. ¿Yo tenía veintidós años? ¿Veintitrés? Estaba en la universidad. Mi mamá
me pidió que recogiera a Vieve en su campo de fútbol. Estabas allí y nunca te había
prestado mucha atención, pero estaba esperando junto a la valla, y seguí oyendo a este
tipo gritarte. “¡Levanta esas rodillas, Tocci!”, “Pasa la pelota, Tocci!”, "Saca tu cabeza de
tu culo, Tocci!", Una y otra vez. Y allí estabas, toda desgarbada y torpe, corriendo en
una camiseta con TOCCI en letras grandes en la espalda. Entonces, cuando te volví a
ver, en esa panadería, "Sal conmigo, Tocci" fue lo primero que me vino a la mente.

Katya se echó a reír.

—Eso es realmente increíble.

—Sip. Mi vecina, la futbolista de mierda, Katya Tocci.

—Yo no era una mierda, en realidad era bastante buena. Probablemente tenía un mal
día.

—Si tú lo dices.

—Wulfric —suspiró su nombre. Sus brazos se movieron y cuando él fue a descansar a


sus lados, él cubrió su mano con la suya. Apretó sus dedos.
—Mi madre me nombró después por una novela romántica —dijo con una voz
tranquila. Katya lo miró, pero él miraba al techo—. Si la conocieras, tendría sentido.
Creo que fue un poco... arrastrada por mi papá. Ella creía estar dentro de una historia
romántica. Genevieve y Brighton, bueno, creo que trataba de mantener el tema. No fue
fácil crecer. ¿Tienes idea de lo que es tener un nombre que suene a lobo?

—Creo que te queda bien.

—Lo harías.

—Me gusta. Siempre me gustó.

—Hmmm.

—Mi mamá me dijo que el divorcio de tus padres, no fue bueno —dijo, todavía
mirándolo. Sonrió al techo.

—¿Hay algún divorcio bueno?

—Algunas personas pueden terminar amistosamente. No todos deseamos terminar


gritando en una sala de recepción, lanzando pastel e insultos.

—Nunca pensé en eso —susurró Wulf. Apretó los dedos con más fuerza.

—Lo siento. Trataba de ser graciosa.

—Tratar es la palabra clave. Las cosas que mi papá le hizo a mi mamá. La forma en
que le hablaba. ¿Tu madre te contó cómo terminó?

—No, no exactamente. Sólo que fue terrible.

—Llegamos a casa un día, y él había desaparecido. Ido. Como si nunca hubiera estado
allí. Quiero decir, nunca fuimos cercano, él siempre estaba trabajando, así que no me
molestaba demasiado. Pero Vieve sólo tenía siete años y Brighton tenía cinco años.
Ellas no podían entender por qué papá los dejó, seguro yo no lo sabía y mi mamá no
decía nada, porque tenía una maldita crisis mental.

—Entonces las llamadas de teléfono comenzaron, ella suplicándole que volviera. Era
patético, la había dejado por su entrenadora personal. Joder, si no nos quería,
entonces no deberíamos haberlo querido. Pero mi mamá no se detuvo. Ella se
presentaba en su trabajo, en su nuevo apartamento, lo llamaba en medio de la noche.
Escuché una llamada telefónica. Fue horrible. La llamó estúpida y gorda, dijo que no
valía nada. Aburrida. Muchas cosas. No podía entender por qué lo quería de regreso.
¿Por qué simplemente se rompió y hasta apartó a sus hijos, por este hombre que era
malditamente horrible.
Wulf casi gruñía al final de su historia, su mano aplastaba sus dedos. Sin embargo, no
intentó liberarse. Ella quería que le diera algo de su dolor.

Probablemente nunca le haya dicho nada de esto a nadie. Dios, ¿cuánto tiempo ha
estado pudriéndose dentro de él?

—A veces es difícil apagar el amor. Incluso cuando alguien es horrible y tu debes


saberlo —ofreció.

—Decirlo es fácil. A veces te sorprendes con las cosas que dejas que te hagan las
personas, si te convences de que las amas lo suficiente.

—¿Qué pasa cuando se le permite afectar a otras personas en su vida? Tenía casi
dieciséis años, y un día mi mayor preocupación es rotar los neumáticos en mi auto, y
el siguiente, estoy recorriendo los clasificados, buscando un lugar que contratara a un
adolescente con un salario decente. Finalmente vendí mi coche, vendí su coche, vendí
prácticamente todo en esa casa. Sabía que no iría a los Juegos Olímpicos. Sólo me
mantuve nadando porque sabía que una beca era la única manera de entrar en la
universidad, así que nadé partiendo mi culo. Me desgarré, me sacrifiqué y trabajé,
todo para que ella pudiera pasar dos años pidiendo a un idiota que volviera con ella.

Sonaba tan amargado. Tan enojado. Recordó sus pensamientos de la noche anterior, al
darse cuenta de que incluso Wulfric Stone necesitaba a alguien fuerte para apoyarse.

—Eso es horrible, y lo siento. No supe nada de eso al crecer, Vieve nunca me lo dijo.

—Ella no lo sabía, yo escondía muchas cosas de las chicas. Las chicas. Sabes, casi se
sienten más como mis hijas que mis hermanas. ¿Qué tan jodido es eso?

Katya respiró hondo y rodó sobre su costado. Envolvió sus brazos alrededor de uno de
los suyos, sujetándola contra su pecho. El finalmente la miró.

—Voy a decir algo y quiero que me escuches. No reacciones de inmediato, solo


escucha.

—Oh, Dios.

—Sólo estoy repitiendo lo que me has dicho, ¿de acuerdo? Esto es lo que he oído —
empezó—. Tu padre era un adicto al trabajo, siempre demasiado ocupado para su
esposa, nunca pasaba tiempo con sus hijos. Luego se fue un día, sin decir una palabra.
Sin una explicación. Y cuando tu madre lo confrontó, él fue terrible con ella. Le dijo
cosas horribles, espantosas. Intentó hacerlo para que así no lo quisiera más —la voz
de Katya se redujo a un susurro mientras hablaba.

—Oh, Dios mío.

—No creo que seas… —intentó detener de antemano lo que sabía que él iba a decir,
pero él habló por encima de ella.

—Soy como él. Odio a ese hijo de puta, no he hablado con él en casi cuatro años, y
maldita sea, soy exactamente como él. ¿Sabes, no recuerdo la última vez que hablé con
Brie? Ni siquiera fui a la graduación de Brie. Sólo dije que se sentían más como hijas
para mí que como hermanas, y maldita sea, las traté exactamente como él. No soy
mejor que él —Wulf hablaba cada vez más rápido.

—Para.

—Y Jesús, las cosas que te he hecho, Katya. Jodidamente horribles. Soy un terrible ser
humano. ¿Por qué estás aquí? —preguntó, girando para mirarla de nuevo.

—Porque me preocupo por ti —dijo ella—. Porque nunca me iría sin una palabra, y
nunca intentaría hacerte daño. Tal vez no sabes cómo luchar por lo que quieres, pero
yo sí. Y lucharía por ti, Wulf. Lo vales.

De repente, él también se puso de lado y se estrelló contra ella. No tuvo tiempo de


procesar lo que estaba sucediendo, sólo jadeó en su boca cuando la besó. Una de sus
manos estaba en la parte posterior de su cabeza, sosteniéndola.

Nadie jamás le había dicho eso, se dio cuenta de repente. Que él valía la pena. Mucho
más que un cheque en blanco. Mucho más que unos hombros fuertes. No le importaba
a su padre, su madre lo había abandonado emocionalmente y sus hermanas habían
sido demasiado jóvenes para comprender los sacrificios que él había hecho por ellas.
Pero Katya veía todas esas cosas sobre él, sabía que eso probaba que él no era una
causa perdida. Que definitivamente valía la pena luchar por él.

Definitivamente vale la pena…

—No te merezco —susurró él contra sus labios, moviéndola sobre su espalda.

—Probablemente no —bromeó.

—No lo hago, Katya. En serio, realmente no te merezco.

—Para.
—Quiero… necesito esto. —Su voz permaneció suave mientras la besaba a lo largo de
su mandíbula, detrás de su oreja, y luego por su cuello—. No quiero ser como él. No
quiero ser esa persona. Te quiero. Quiero que te quedes conmigo. Quiero que luches
por mí. Necesito eso, Katya. Realmente, de verdad lo necesito.

—No voy a ir a ningún lado, así que no tienes que preocuparte.

—Me haces querer ser un hombre mejor —su voz era apenas un susurro a medida la
besaba entre sus pechos. Katya envolvió sus brazos alrededor de su cabeza,
abrazándolo contra ella.

—Bien —respondió, su garganta gruesa con lágrimas sin derramar—. Porque también
quiero ser una mujer mejor.

—Ya eres la mejor, Katya.

—¿De verdad?

—Mejor que cualquier cosa que he experimentado alguna vez.

No pudo detener las lágrimas, y no quería que se detuvieran. Quería seguir tocándolo
y besándolo y enamorándose más y más de él. Besó las yemas de sus dedos y los
puntos de su pulso y su boca provocativa. Quería grabarse en su piel. En su alma.

Ya eres un hombre mejor, Wulfric Stone.

Se quedaron en la cama durante mucho tiempo. Wulf ni siquiera echó un vistazo a su


teléfono, cosa que la hizo sentirse aturdida. Cuando salían, él estuvo unido a la cosa la
mitad del tiempo. Ahora, ni siquiera estaba en la habitación con ellos. Ella era su
prioridad; él dejó eso muy claro.

Finalmente, cuando el sol se puso y sus espaldas comenzaban a doler, se levantaron de


la cama. Katya tomó una ducha, y Wulf se unió a ella a medio camino. Después de que
salieron, él le dio uno de sus viejos suéteres de la universidad, ella no tenía ninguna
ropa al alcance, y su vestido estaba hecho un lío en el cuarto de baño. El suéter apenas
colgaba en la parte superior de sus muslos, pero no tenían planes de salir, así que no
importaba.
Al final, envió un mensaje a Tori, quien estaba casi frenética de preocupación según
mostraba sus mensajes. Katya le pidió a su compañera de cuarto que no le dijera nada
a Liam; esa conversación debía ser en persona, en privado. No sería bonito, y sólo
podía orar para que él lo entendiera. Sólo pensar en ello provocó que su estómago se
anudara, pero luego levantó la vista y observó a Wulf mientras se ponía una camisa, y
solo así, ya no se sentía mal.

Se acurrucaron en el sofá y vieron películas viejas. Pidieron comida china y comieron


en su sala de estar; algo que él nunca antes había hecho, descubrió. Siempre comía en
su cocina. Ella le dio de comer trozos de carne de cerdo barbacoa con palillos, y luego
limpió el desorden en su barbilla con una servilleta.

Se susurraron el uno al otro, sobre cosas que siempre quisieron, pero nunca dijeron a
otras personas. Katya quería poseer una panadería, sabía que tenía el talento y la lista
de clientes para que fuera un éxito, pero no sabía nada acerca de dirigir un negocio.
Manejar esa cantidad de dinero, tener empleados de los que preocuparse, todo le
aterrorizaba. Así que se quedó donde estaba, con un sueldo que sabía que no era lo
que ella valía.

Wulf confesó tener un miedo masivo al rechazo.

—Duh —le respondió ella, ganándose un tirón de cabello. Eso se extendía a todas
partes de su vida, y era algo que guardaba muy en secreto, explicó. Teniendo en
cuenta el mundo de los negocios en el que se movía, era obviamente imprescindible
que su competencia nunca lo averiguara. No mantenía amigos íntimos, no tenía
relaciones a largo plazo, ni siquiera podía mantener una conversación con sus propias
hermanas, porque temía que vean lo idiota que era capaz de ser, y le dieran la espalda.

—Por eso les doy mi espalda primero.

A Katya le gustaba el idiota-Wulf, le confesó. A ella le gustaba que fuera impetuoso y


brusco e incluso a veces grosero. No tenía miedo de hacer lo que fuera necesario para
hacer un trabajo, para asegurarse que a la final obtuviera lo que quería. Sólo
necesitaba aprender cómo encenderlo y apagarlo.

—Así que, lo que estás diciendo —dijo riendo mientras se estiraba detrás de ella en el
sofá—. Es que tengo que aprender a ser un poco menos idiota, y tú necesitas aprender
a ser un poco más idiota.

—Supongo que sí.

—Bueno, has acudido al profesor perfecto.


Rieron más de lo que habían hecho en todo el tiempo que estuvieron juntos. Ella se
aprendió sus líneas de risa, sabía cómo encontrarlas alrededor de sus ojos. Trazó sus
dedos a lo largo de ellas. Él se veía tan bien cuando sonreía que tenía que hacerlo más
a menudo. Ella lo ayudaría.

Y hablaron. Por horas. Sobre todo. Su familia, la de él, la escuela, los trabajos, las
relaciones pasadas, la vida, el amor, el universo. Se burlaron y contaron chistes y él la
persiguió por el apartamento, haciéndola reír interminablemente. La empujó contra
una de las ventanas y le quitó el suéter, besándola por la columna vertebral a medida
que ella veía a lo largo de una ciudad dormida.

—Estábamos hechos el uno para el otro —le susurró más tarde en la noche, con los
labios temblando errante sobre su piel.

—Sí —coincidió ella.

—Quién hubiera pensado, todos esos años atrás. Mi vecina de al lado, la pequeña
Katya Tocci. Ni siquiera te noté alguna vez.

—Ya no tan pequeña.

—No. Gracias a Dios pudimos conservar el apartamento.

—Sí, porque los buenos vecinos son difíciles de encontrar.


Capítulo 25
Traducido por âmenoire

Corregido por Genevieve

Katya despertó ante el sonido de una alarma sonando. Se sacudió una vez, todavía
medio dormida, luego gimió y se estiró. Lentamente levantó su cabeza para mirar
alrededor. Su cabello estaba por todas partes, cayendo sobre su rostro. Lo sopló hasta
que quitó un mechón que le permitió ver. Wulf estaba acostado sobre su espalda junto
a ella y estaba frotando sus manos por encima de su rostro.

—¿Qué hora es? —preguntó ella, su voz chirriante por toda la charla que habían
tenido.

—Dios, es tarde —gruñó él, levantando su reloj de su mesita de noche—. Es casi


medio día.

—Eres afortunado que haya sido exiliada del trabajo, señor Stone, o estarías en
grandes problemas —dijo ella, estirándose de nuevo antes de rodar sobre su espalda.

—Permiso con paga difícilmente es lo mismo que se exiliada, Tocci. Joder, es tan tarde
—repitió para sí mismo mientras se enderezaba. Pasó sus dedos a través de su loco
cabello, obviamente tratando de despertar.

—Lo siento —se rió ella, presionando su palma contra la espalda de él—. Tú eres
quien quiso quedarse levantado hasta tan tarde.

Él la miró, una ceja levantada con molestia, y luego cayó hacia atrás. Rodó hasta
quedar encima de ella.

—Creo que parcialmente eres culpable de eso —le recordó, mordiendo su labio.
Estaba hinchado por la noche anterior, y gimió mientras su pulso palpitaba en
respuesta.

—Culpable.

Se besaron durante un rato más. Era diferente ahora. Besar a Wulf siempre había sido
una amenaza para los sentidos, pero ahora, no había nada metódico en ello. No estaba
planeando un ataque a su cuerpo. Lo estaba disfrutando. Deleitándose con él. Nunca
quería dejar que se fuera.
—Quiero quedarme contigo —susurró ella en su cabello mientras su lengua recorría
lo largo de su clavícula.

—Bien, quiero que estés aquí.

—Pero tengo que ir a casa. Necesito ropa, un cepillo de dientes, y tengo que… tengo
que hablar con algunas personas —dijo ella. Él dejó de moverse, lo que hizo que ella se
quedara inmóvil. Ese maldito uno por ciento de falta de confianza, le había provocado
Síndrome Post Traumático emocional. Estaba asustada de sus reacciones.

—Algunas personas, eh. ¿Tendría algo que ver con la cita para la que estabas toda
arreglada? —preguntó él.

—Posiblemente. Y mi compañera de departamento está enojada porque no la llamé


esa primer noche, casi llamó a la policía. Pensó que me encontraste y mataste.

—Sí te secuestré.

—Difícilmente, horriblemente fui por mi propia voluntad.

—Me golpeaste con tu jodido bolso.

—No seas un bebé, apenas si puedes ver los moretones.

Hundió su dedo en el costado de ella, causando que chillara y se riera.

—Está bien —dijo, silenciándola con un beso—. Está bien, déjame ir al trabajo rápido.
Tengo que aclarar algo con una inversión de mierda. Regresaré y te llevaré a tu
apartamento.

—Vaya, ¿vas a llevarme hasta el otro lado de la ciudad. Esto debe ser amor.

—Incluso podría quitar el techo para ti.

—Basta, podría desmayarme.

La besó en la nariz y salió de la cama. Ella lo observó mientras se vestía. No se puso


uno de sus trajes, su atuendo normal para ir a trabajar. Fue por lo casual, sólo unos
vaqueros y una camiseta polo. Esperaba que eso significara que no se iría todo el día.
No quería perder el impulso que había construido.

Mientras se ponía un saco, regresó hacia la cama. Se subió en ella y la besó


profundamente, obligando su lengua por su garganta. Casi la tuvo jadeando cuando
finalmente se separó de ella.
—Por favor, está aquí cuando regrese —susurró él, pasando su dedo por el costado de
su mejilla.

—Lo estaré. No te vayas por mucho tiempo —contestó. Él sacudió su cabeza y se


enderezó.

—Dos horas, posiblemente tres. Ni un minuto más, lo prometo.

—Te veo en tres horas.

La besó una vez más, igual de profundo, entonces salió de la habitación. Ella escuchó la
puerta principal cerrándose, luego se quedó en silencio.

Vagó por su cocina y decidió husmear alrededor. Era un chef, de pies a cabeza, así que
le encantaba estar en una cocina. La de Wulf era realmente triste. Tenía una gran
estufa y un horno doble construido dentro de los armarios. Ninguno parecía que
hubiera sido utilizado. Tenía sartenes de hierro fundido y utensilios de cocina de
cobre, todos resplandecientes y nuevos, excepto por uno pequeño sartén que había
visto un montón de acción.

Su refrigerador estaba en un estado semejante. Tenía un cartón con siete huevos en él,
una caja de leche sin grasa, la mitad de una hogaza de pan y un frasco con pepinillos.
Eso era todo. Su congelador contenía una ridícula cantidad de cubos de hielo, un
solitario bote de helado de chocochispas y menta y algunas pechugas congeladas de
pollo. Sus estantes no estaban mejor, con un par de cajas de pasta y latas de sopa.
Finalmente encontró oro cuando se topó con una caja vacía de cereal Cheerios. La
bajó, luego fue en busca de tazones.

Se sentó en la cabecera de la mesa y comió su cereal mientras miraba hacia afuera.


Intentó reconocer donde, exactamente, estaban en relación a su departamento. Trató
de ubicar lugares que le ayudaran. Pero estaban demasiado lejos, o los edificios eran
demasiado pequeños. Necesitaba que Liam le pusiera una bandera en el techo, así
podría buscar algo brillante y atractivo.

Liam.

La leche se agrió en su estómago. Había sido tan bueno con ella, y realmente había
sido una cita genial. En cualquier otro momento, cualquier otra chica, y hubiera sido
una noche mágica. ¿Y qué había hecho para agradecerle? Había huido, ido a casa con
Wolf y tenido sexo toda la noche con él.

Katya se alejó de la mesa, su culpa repentinamente abrumadora. Tomó su teléfono y


pasó a través de sus mensajes. Todos eran sobre cuán maravillosa había sido la cita,
cuánto le importaba a él. Uno pidiéndole que le llevara tacos, porque todos los días
había tenido que irse a trabajar temprano dado que trataban de ponerse al día con el
inventario.

Aliméntame, demonia. Tengo hambre de ti.

No pudo soportarlo. No podía quedarse ahí en el apartamento de Wulf, relajada


después del sexo y medio desnuda en la ropa de él, mientras Liam estaba sentado en
algún lugar, enamorándose de ella. Se sentía como el demonio. Tenía que hablar con
él.

Está bien. Dos, tal vez tres horas, había dicho Wolf. Eso es mucho tiempo para ir al
centro y hablar con Liam. Al menos detener cualquier pensamiento loco que pueda estar
fijando en su cabeza.

Recordó a Wulf ofreciéndole algo de la ropa de su hermana, dejándola en el recibidor


del baño para ella. Corrió hacia la habitación y empezó a rebuscar entre la ropa.
Genevieve Stone era un poco más curvilínea que Katya, el suave suéter de punto le
quedaba flojo en el pecho, los costosos pantalones más anchos en las caderas, pero lo
hizo funcionar, luego se giró para mirar su reflejo. El suéter era color gris aperlado, los
pantalones gris carbón. Casi soltó una carcajada.

La vieja Katya y sus atuendos todo color café se hubieran llevado bien con Vieve, pensó.

Su cabello lucía desquiciado, pero no tenía tiempo para hacerlo presentable. Jaló todo
hacia arriba en una coleta alta y sólo espero que luciera lo mejor posible. Todo lo que
tenía eran sus tacones de tiras, así que se los puso, tomó su bolso, luego salió
rápidamente por la puerta, luciendo como si estuviera solicitando el trabajo de
secretaria en un lugar no muy emocionante.

Mientras esperaba escaleras abajo por un taxi, Katya envió un mensaje a Tori,
preguntándole si estaba en el trabajo. No lo estaba, pero sí, sabía que Liam había
planeado estar en la oficina alrededor de las diez esa mañana.

—¿Por qué?

—Por nada. Voy a detenerme en el apartamento en un rato, ¿está bien?

—Está bien, te veo entonces.

La lluvia había hecho un retorno épico, golpeando sobre el techo del taxi mientras
cruzaba el tráfico. Cuando llegaron al club, sostuvo su bolso sobre su cabeza mientras
hacía una corrida apresurada por la calle, tratando de evitar los charcos.
—¡Hola, mucho tiempo sin verte, señorita Tocci! —Jan, el portero, levantó una mano
hacia ella. Tenía un paraguas, y tan pronto como ella llegó lo suficientemente cerca, la
sostuvo sobre ella.

—Sí, ¡he estado ocupada! —Tuvo que gritar para ser escuchada sobre la lluvia—. ¿Está
Liam aquí?

—Sí, ¡ya está abajo!

—¡Gracias!

Katya se paró en el pasillo por un momento, sacudiéndose el agua de la lluvia y


tratando de decidir lo que iba a decir. ¿Qué podría decir?

—Hola, gracias por la cita, pero, ¿recuerdas cómo dije que ese tipo era un idiota? Bueno,
no lo es, y pasé las últimos treinta y seis horas con él y creo que es lo mejor que me ha
pasado alguna vez. —Simplemente no sonaba muy bien.

Sólo sé honesta con él. Liam siempre ha sido directo y honesto contagio. Es un chico
grande. Puede con eso.

Con esa idea, cuadró sus hombros y recorrió el resto del camino hacia el bar.

—Hola, ¡es el pastel de ángel! —gritó Timmy, el barman. Ella rodó sus ojos.

—Sip, soy yo. ¿Cómo estás?

—No me quejo. Oye, gracias por enviarnos a Tori, es una muñeca. Me encanta trabajar
con ella.

—Realmente es la mejor.

—Lo es. ¿Todavía está lloviendo afuera?

—Está diluviando. ¿Está Liam aquí?

—Sí, Eden está abajo en su oficina. Aquí.

Normalmente, podría apretar un botón en la gran puerta de vinil, y eso haría sonar un
timbre en el cuarto de seguridad. Las camaras mostrarían su rostro a todo el equipo
de trabajadores de seguridad, determinarían que era un miembro y la dejarían entrar.
Pero resultó que el timbre estaba roto.

Timmy tenía una llave y le permitió bajar al piso inferior. Él le ofreció enviar bebidas,
y aunque ella pensó que algo de valor líquido podría ayudar, lo rechazó. Tan nerviosa
como estaba, bien podría simplemente escupirlo todo.
Ralentizó sus pasos mientras entraba en el bar inferior, y finalmente se detuvo. Miró
alrededor del espacio. Esta parte del club todavía no estaba abierta, la gente sólo
estaba moviendo y limpiando. Algunas decoraciones estaban siendo colgadas y se
preguntó que estaría siendo celebrado.

Era tan extraño, seis semanas atrás, habría pensado que los clubes de sexo eran un
mito urbano. Ahora estaba tranquilamente para a la mitad de uno y preguntándose
por la decoración. Pudo mirar hacia el otro lado de la habitación y ver la butaca donde
había tenido sexo; los recuerdos todavía la hacían ruborizarse. Pero se negó a sentirse
siquiera un poquito avergonzada.

Estoy orgullosa. Orgullosa de poder tener una mente así de abierta, con aceptación y sin
inhibiciones. Así que gracias Liam. Gracias a El Jardín y gracias a sitio de citas Eros, y
gracias a Wulf. Gracias a todas, por hacerme una mejor persona.

Sintiéndose bien consigo misma, Katya caminó hacia el pasillo con todas las puertas.
La mayoría de los apartamentos estaban abiertos, con gente arreglando las
habitaciones privadas para la noche por venir. Las puertas cerradas pertenecían a
miembros que habían rentado las habitaciones por el mes, sabía. Las puertas de la
gran sala de conferencias estaban abiertas, y cuando echó un vistazo dentro, el espacio
estaba lleno con sillas. Se preguntó qué iba a suceder esta vez, estuvo contenta de que
no hubiera ninguna Cruz de San Andrés para realmente hacer que se sonrojara.

La oficina de Liam estaba en un pequeño espacio adyacente al pasillo principal, justo


junto a la sala de conferencias. No había otra puerta, sólo la de él, y mientras se
acercaba, vio que estaba entreabierta. Levantó su mano para tocar, pero la voz elevada
que llegó hasta ella, ocasionó que se detuviera.

—Me importa una mierda —gruñó—. Di lo que jodidamente quieras, sigue diciéndolo,
no importa. No te creo. Sal de mi oficina.

Vaya, hablando de un momento intenso. Katya se sintió culpable por escuchar a


escondidas lo que sonaba como una muy privada reunión y empezó a retroceder.
Alguien más en la habitación dijo algo, la voz tan bajo que realmente no pudo
escucharla, pero entonces Liam levantó la voz incluso más que antes, deteniéndola en
sus pasos.

—¿¡Tuyo!? ¿Estás jodiendo conmigo? Nunca has dado una maldita mierda sobre este
negocio, sólo el dinero. No me importa lo que diga la escritura, este lugar es mío.
Déjate de tonterías, no puedes molestarme para dejarla en paz.

Justo esa oración fue la que trajo a Katya de regreso a la puerta. Lo que la hizo
presionar su oreja contra la pesada madera, desesperada por saber qué estaba
sucediendo y quién estaba en el otro lado de la discusión. Sostuvo la respiración, no
queriendo ser atrapada, y escuchó cuidadosamente.

—No te estoy molestando. Y no te estoy preguntado. Te lo estoy diciendo: este


pequeño juego se terminó.

Katya se tambaleó lejos de la puerta, cayendo contra la pared. Presionó una mano
contra su corazón, para sentir si todavía estaba respirando. No estaba tomando
oxígeno alguno. Nada estaba funcionando. Ni sus pulmones, ni su cerebro, ni su
corazón. Todo simplemente había girado hasta quedarse en un alto total.

¿¡Qué. DEMONIOS. Está haciendo Wulfric aquí!?

Mientras ella entraba y salía de la realidad, los dos hombres siguieron con su
discusión.

—Nada se terminó, ¿es sólo por estás perdiendo? A la mierda. De todas formas, dejó
de ser un juego hace tiempo. No se trata de eso y tú eres el dañado por seguir con esto.
Jodidamente retrocede y recuerda quien la vio primero.

—Por favor, yo estuve ahí antes que tú siquiera existieras.

—Soy su jodido vecino, su maldito arrendador, ha estado viviendo junto a mí durante


años.

—Y yo fui su vecino hace diez años, así que yo gano.

¿Ganar? ¿Un juego? ¿Soy un juego para ellos? ¿Cómo siquiera es que se conocen, sin
mencionar que tienen un juego sobre mí?

—Jódete.

—Terminé con esto. Se terminó. Todo estaba jodido para empezar. Estuvo conmigo
anoche, y la noche anterior, no me importa si no me crees, es un hecho. No un juego,
no un truco, nada. La quiero, me quiere. Se terminó entre ustedes dos. Terminado.

—Estuvo contigo… —La voz de Liam se interrumpió. Normalmente, Katya se habría


sentido mal porque lo supiera de esta forma. Pero en ese momento, Katya todavía no
estaba pensando con normalidad.

No, Katya estaba bastante segura de estar teniendo una experiencia fuera de su
cuerpo.
—Sí. Hablamos sobre un montón de cosas, acordamos otras cosas. Puede explicártelo
ella misma. Pero confía en mí cuando digo que se terminó entre ustedes, y si siquiera
la miras de soslayo, terminaré contigo.

—¿Si la miro? Lo siento amigo, odio recordártelo, pero he follado con ella. Muchas
veces. Así que la voy a ver de cualquier manera que se me ocurra.

Katya iba a vomitar. Realmente iba a vomitar. Podía sentir la saliva acumulándose en
la parte posterior de su mandíbula, podía decir que si estómago está revolviéndose.
Escuchar a gente hablar de ella de esa forma, era irreal.

—Cuidado con lo que dices de ella.

—Jódete. Sabes qué, tienes razón, Ricky. ¿Qué tal si la llamo? La llamo y le digo el
encantador novio que tiene, un tipo que me dijo que saliera con ella para ver qué tan
buena era en la cama, para luego sentarse conmigo a compartir historias. Veamos con
se siente ella entonces.

—También te estarías delatando.

—Ooohhh, ¿el pequeño Ricky está asustado? Bien, porque yo no lo estoy.

Katya tomó varias respiraciones profundas y concentradas. ¿Ricky? ¿Por qué Liam
llamaba a Wulf por ese nombre? ¿No era… no era Ricky el nombre de su socio de
negocios? Richard. Pudo visualizar la tarjeta de presentación en su mente. Richard
Mason era dueño de la mitad del negocio de Liam. Richard Mason odiaba ser llamado
“Ricky”, así que por eso Liam siempre lo llamaba así.

El cerebro de Katya debía haber sido un buen pincho en su otra vida, porque algunas
piezas más cayeron en su lugar dentro de su cabeza. Un albañil era una persona que
trabajaba la piedra o que trabaja con piedra. Piedra. Wulfric Stone. WulfRIC Stone.

Se conocen. Todo este tiempo se han conocido. Saben del otro. ¿Qué dijo él? “Un tipo que
me pidió salir con ella…” Wulf le pidió a Liam salir conmigo. Le preguntaba cómo era
en la cama. Wulf no me pidió salir con él hasta después de mi noche con Liam. Vaya,
debió haber sido una gran conversación. Mierda, también me hubiera pedido salir en
una cita. La ingenua idiota que se acuesta en la primera cita. Un buen partido, chicos. Un
buen partido.

Salió de su ensueño privado y se dio cuenta que todo se había quedado en silencio en
la oficina. El único ruido era un extraño sonido de tintineo. Le tomó un momento
darse cuenta que era su teléfono. Miró hacia su bolso, luego sacó su celular. El número
de la oficina de Liam estaba en la pantalla. Debía haber hecho efectiva su amenaza de
llamarla. Puso su mano libre contra la puerta y empujó, abriéndola lentamente.
Liam estaba detrás de su escritorio, el teléfono en su oreja, su boca abierta. Wulf
estaba a la izquierda del escritorio. No lucía sorprendido. Lucía… herido. Como si le
doliera. Ella tomó un par de respiraciones profundas y levantó su teléfono, mostrando
la pantalla.

—Habría contestado, pero… parece no tener sentido… —Dejó que su voz se


desvaneciera. Liam batalló visiblemente para tragar y bajar el teléfono hacia su
soporte.

—Katya, yo no…

—Vine aquí para hablar contigo. No me di cuenta que estabas ocupado —interrumpió.
Él le dio la vuelta al escritorio, dando tentativos pasos hacia ella.

Wulf permaneció totalmente inmóvil, sus ojos nunca dejando el rostro de ella.

—Lo siento tanto, Katya. No quería que te enteraras así.

—No, me sonó como que no querías que me enterara nunca. —Incluso logró reírse—.
Pero sólo para aclarar algo, Wulf tiene razón, él me vio primero. Nos hicimos vecinos
cuando tenía cinco años. Él gana.

—Jesús, no lo digas así —gruñó Liam. Ella levantó la mirada hacia él. Hacia sus cálidos
ojos y sus labios que estaban hechos para sonreír. Sonreír y mentir, y hacerlo tan bien.
Todo, una completa mentira. Un álbum de fotos cerrado en su memoria, las páginas
pasando. Ellos en el techo o riendo juntos en su cocina o explorándose el uno al otro
en la cama. Todo una competencia.

Trajo una piscina para niños a tu techo, porque Wulf tenía una piscina real en su techo.
Se rió cuando casi entraste en su reunión de negocios, porque había sabido que eras
demasiado estúpida para darte cuenta que la reunión era con Wulf. Había hablado sobre
tener una inversión de mierda con su compañero, tú eras esa inversión. Una inversión de
mierda. Encantador.

—¿No lo diga cómo? ¿Como si fuera la verdad? Lo es. Espero que le dijeras todo. ¿Te
dijo sobre esa primera vez? —preguntó, girándose para mirar a Wulf—. Fue
malditamente extraordinario. Sexo justo aquí en la butaca.

—Lo supe —dijo Wulf, su voz apenas por encima de un susurro.

Lo sabía. Tantos momentos tan privados, construyendo algo especial y él vino aquí y los
compartió todos con Liam. Hablando sobre ti. Comparando notas sobre ti. Riéndose de
ti.
—¿Te contó todos los detalles sucios? ¿Todo lo que hicimos? —exigió, mirando entre
ellos—. Debe ser difícil saber que él me logró follar en formas que tú nunca lo hiciste.
Lástima, si sólo pudieran haber guardado el secreto un poco más de tiempo.

—Detente, Katya —urgió Liam.

—¿Y acaso los escuché decir que “compartieron historias”? ¡Qué divertido! ¿Fue aquí,
en esta oficina? Sólo algunos viejos conocidos, hablando sobre una perra que ambos se
follaban. Hombre, algunas veces me gustaría ser hombre. Cuán divertido. ¿Estuviste
contándole a Wulf sobre todas las cosas nuevas que me hiciste hacer? ¿Wulf te contó
sobre cómo intentaba todos esos nuevos trucos con él? Espero que los dos tuvieran
palomitas de maíz. Cuán malditamente divertido.

Nadie dijo nada. Liam miraba a Wulf. Wulf la miraba a ella. Ella lanzaba fuego a ambos
con su Mirada. Sabía que tenía razón, sus rostros los delataban del todo.

Era un juego. Una competencia. Mi mejor amigo, y muy posiblemente el único hombre
que he amado alguna vez, y no fui nada más que un juego para ellos.

Katya estaba a medio camino por las escaleras antes de siquiera saber que estaba
corriendo. Apoyando sus manos contra las paredes mientras avanzaba, batallando
para permanecer de pie. Cuando llegó a la puerta, la atravesó tan fuerte que tiró a una
mesera que estaba en el otro lado.

—¡Oye, cuidado! ¿¡Qué demonios está pasando!? —gritó Timmy.

Lo ignoró. Ignoró todo salvo el golpeteo de sus pies. De su corazón. Se abrió paso hasta
la salida, sorprendiendo a Jan quien se levantó de su banco cuando ella prácticamente
bajo las escaleras de un brinco. Gritó tras ella, pero no la detuvo.

No, Wulf fue el primero en atraparla. No estuvo sorprendida. Liam estaba en gran
forma, pero Wulf era un atleta. Probablemente podría atrapar cualquier cosa que
quisiera huir de él.

—Sólo habla conmigo —insistió, sosteniendo por los brazos.

—¡No tengo que hacer una mierda contigo! —gritó, golpeando su pecho. Liam vino
corriendo junto a ellos.

—Sólo regresen adentro. ¡Necesitamos hablar! —gritó él. La lluvia todavía caía a
raudales, empapándolos a todos en un instante.

—Suena como que ustedes dos han hablado suficiente. Dios, soy tan estúpida, ¡Soy tan
malditamente estúpida!
Estaba llorando. No podía evitarlo. Quería ser fuerte, pero simplemente no era posible.
Estos dos hombres habían robado toda su fuerza, en un horrible momento. Violándola
durante semanas, y ella ni siquiera lo había sabido.

—Detente. —La voz de Wulf era baja cuando la atrajo más cerca—. Necesitas
escucharme.

—No necesito…

—Dijiste —susurró, y ella dejó de pelear por un momento y lo miró fijamente—.


Dijiste que no me dejarías. Que confiabas en mí. Tus palabras, Katya.

—¿Estás bromeando en este momento? Lanzando mis palabras en mi cara, después…


después… ¡de mentirme! —gritó, finalmente liberándose de su agarre. Él levantó su
mano, como si estuviera tranquilizando a un animal rabioso.

—Realmente nunca te mentí —la corrigió.

—No puedes estar hablando en serio. Una mentira por omisión no cuenta, supongo.
Sabías que estaba durmiendo con alguien más, dijiste que estaba bien. No te
importaba. ¿No pensaste que tal vez debiste mencionar que conocías al tipo? ¿O que
estabas reuniéndote con él en secreto para hablar de nuestra vida sexual? Jesús, Wulf,
nunca compartí esos momentos con nadie. Ni con él, ni con mi compañera de
apartamento, ¡Con nadie! Era especial para mí. ¡Especial! Tú eras especial, me hiciste
sentir especial, ¡y todo fue una maldita, sucia y jodida mentira!

Él trabajaba duramente en mantener la compostura, podía decirlo, pero no podía


evitar que el dolor se mostrara en sus ojos. Estuvo contenta de verlo, esperaba que
permaneciera ahí por un largo rato.

—Y tú. —Giró su ira hacia Liam. Sus ojos estaban muy abiertos y lucía asustado.
Bien—. Eras algo más. Invadiste mi vida. Te hiciste mi mejor amigo. Actuabas como si
te preocuparas por mí, como si fueras alguien en quién podía confiar. Me mentiste a la
cara. Dije su nombre, y no dijiste una palabra. Actuaste como si nunca hubieras
escuchado sobre él. Jesus, ¿cómo siquiera sucedió todo esto? ¿Cómo siquiera es que se
conocen?

—Te lo dije, necesitaba un patrocinador para mi negocio —explicó Liam—. No sabía


una mierda sobre comprar un lugar o algo de eso. Había heredado las Propiedades
Gemelas, y la compañía de Wulf las estaba manejando, así que fui a hablar con él y…

—Espera, espera, espera —inhaló, levantando sus manos—. ¿La compañía de Wulfric
maneja el edificio de mi apartamento?
Ambos hombres hicieron una mueca de dolor al mismo tiempo.

—Es una compañía subsidiaria —respondió Wulf en una baja voz—. Masonry
Management únicamente maneja gestiones de propiedades. Paso la mayoría de mi
tiempo en la compañía de bienes raíces.

—Manejas mi edificio —susurró ella. Había estado escribiendo cheques a Masonry


Managemente y enviándolos mientras se dirigía a citas con el Director Ejecutivo de la
compañía, y ni siquiera lo había sabido. Liam había confesado ser dueño de los
edificios, incluso había hablado sobre la compañía que los manejaba, pero
convenientemente nunca había mencionado quien estaba a cargo de dicha compañía.

Que. Demonios.

—Sí. Lo hemos hecho por cerca de ocho años a la fecha.

—Me gustaría que me lo hubieras dicho.

—A mí también.

Demasiados secretos. Pensarías que, si van a mentirme y esconderse de mí, lo menos que
podrían hacer es hacer bien su trabajo.

—Bueno, dado que estamos aquí y lo estamos discutiendo, ¿¡podrían arreglar mi


maldito y jodido horno!? —empezó a gritar, golpeándolo en el pecho de nuevo—. Eres
una malditamente terrible compañía de gestión, ¿sabes eso? ¡Maldita y jodidamente de
mierda! ¿¡Qué jodidos les pasa, gente!?

Ambos se acercaron y ella prácticamente saltó para alejarse. Tocarlos para golpearlos
estaba bien, sin embargo, no quería que ellos la tocaran. Nunca más.

—Tranquilízate —gruñó Wulf.

—Por favor, vas a lastimarte —insistió Liam.

—Jódanse los dos —siseó ella—. ¿Es así como todo comenzó? ¿Liam me ve por el
edificio, le dice a su amiguito Wulf, quien resulta que también maneja el edificio?
¿Fueron acosadores de tiempo completo?

—No. —Liam aclaró su garganta y miró a Wulf una vez—. No, te dije la verdad cuando
nos conocimos, vi tu perfil en Eros, te reconocí como mi vecina. Wulfric estaba en mi
oficina, y también vio el perfil. Ambos estuvimos sorprendidos por tu biografía, él dijo
que no te recordaba siendo de esa forma. Me dijo que debería salir contigo y ver si
algo de eso era cierto. Era un chiste, nunca pensé que saldrías conmigo.
—Ah, así que todo esto es mi culpa.

—¡No! Para nada, no. Pero la próxima vez que lo vi, escuchó sobre lo que hicimos en el
club. Una cosa llevó a otra…

—¡Oh, una cosa llevó a otra, y de repente teníamos una competencia sobre quién
podría ser el más grande idiota! —estaba gritando de nuevo. Las manos de Liam
fueron a su cabello y caminó hacia ella, pero ella dio varios hacia atrás, manteniendo
su distancia.

—Jesús, esto está tan malditamente mal. Lo está, sé que lo está, sabemos que lo está.
—Señaló entre él y Wulf—. Al principio pensamos que era divertido, dormir con la
misma chica. Pero entonces ya no fue divertido. Es por eso que empezamos a pelear, y
dejo de ser un chiste. Ambos… como que empezamos a enamorarnos de ti.

—Están tan jodidos. —Estaba jadeando por aire mientras su mirada rebotaba entre
ambos—. Que puedan pararse aquí y decirme esta mierda, y en el mismo respiro
decirme que se enamoraron de mí. ¿¡Quién trata a alguien de quien “se está
enamorando” de esta forma!? Como si pudieran jugar conmigo como si fuera un
juguete, como si fuera un objeto para ser pasado, y ni siquiera les importa, y entonces
tienen la audacia de clamar que sentían algo por mí. ¿Creen que simplemente pueden
decir eso, y eso cancela todo lo demás? Sólo lo empeora todo. Que pudiera hacer algo
así a alguien de quien claman preocuparse… necesitan ayuda. Ni siquiera estoy
bromeando, ambos necesitan ayuda.

—Katya, si sólo nos dejas… —Wulf intentó interceder.

—¡Creía que te amaba! —gritó, girándose para mirarlo de frente. Todo en el callejón se
quedó en silencio. Wulf la miró fijamente con tranquilidad, mientras el color se
desvanecía del rostro de Liam—. Pensé que te estabas enamorando de mí. pero no
sabes cómo amar.

—No digas eso.

—¡Es la verdad! ¿Cómo podrías hacerle algo así a alguien que te importa? ¿Cómo
podrías mirarme a la cara y decir las cosas que dijiste, y luego regresar aquí y darle
esos momentos a alguien más? Momentos privados, momentos sagrados, y
simplemente los echaste a volar. ¡Tuviste tantas oportunidades anoche! Compartí todo
contigo. Me estaba enamorando de ti, ¿cómo pudiste hacer eso? —Sollozó, dejando
caer su cabeza hacia sus manos. Pudo escucharlo gruñir.

—Por favor, no. No hagas esto —susurró, su mano corriendo por el costado de su
brazo. De nuevo, ella se alejó
—No me toques —gruñó, envolviendo sus brazos a su alrededor—. Estás enfermo.
Ambos lo están. Me objetivaron. Me convirtieron en un peón, en un juego. Dejé de ser
un ser humano en el momento en que ustedes empezaron a compartir historias,
empezaron a tener secretos, y ni siquiera les importó. Me quitaron el derecho a saber
lo que me sucedía, mi derecho a elegir lo que me sucedía. Como si fuera… un juego
sexual. Un objeto inanimado. Lo dejaron seguir y seguir y seguir. Debí de haber lucido
tan estúpida para ambos. Una clase de strip-aerobics con Liam, un espectáculo de
desnudismo para Wulf. ¿Lo arreglaron de esa forma? ¿Wulf sugiere algo que le
gustaría, Liam ve si puedo hacer que yo lo haga?

Estaba tratando de ser poco seria, pero tan pronto como cayó de sus labios, tan pronto
como vio sus expresiones, supo que nuevamente era la verdad.

Strip-aerobic. Mamadas. Sexo desinhibido. Una piscina en el techo. Un viaje al viejo


vecindario. Tantas cosas, completamente orquestadas.

—Lo juro, eso fue antes que cualquiera lo supiera realmente —insistió Liam—. Sólo
era por diversión.

—¿Parece que me estoy riendo?

—Por favor, Katya. Por favor. Recuerda cómo estuvimos la otra noche —rógo Wulf.
Realmente rogó—. Recuérdame. Ese fue el verdadero yo.

—No lo sabría, ¿cierto? Nunca he conocido al verdadero tú.

—Eres la única que ha conocido al verdadero yo.

—Tengo que irme —dijo ella bruscamente, girando sobre su eje, tratando de
encontrar el mejor camino para escapar—. Voy a enfermarme o a desmayarme. Tengo
que irme.

—No, no puedes irte así —dijo Liam, caminando hasta su costado.

—Déjame llevarte a casa —dijo Wulf, caminando hasta su otro costado. Estaba
encerrada.

—¡No los necesito! —empezó a gritar—. ¡Me arruinaron! Me rompieron. No quiero ver
alguna vez a cualquiera de los dos, ¿qué tal ese maldito chiste? ¿Un maldito juego? ¡Tal
vez esta vez tendré una oportunidad de jugarlo! Nunca más. Jamás.

Estaba sollozando y gritando y empujándolos a ambos, simplemente tratando de


ganar algo de espacio. Había violado por completo su confianza y le habían quitado
sus derechos básicos, ¿podían al menos dejarla respirar!?
Un héroe finalmente apareció para salvarla. Estuvo agradecida, después de la hora que
acababa de tener, casi pensaba que no quedaba alguna. Jan, el portero, vino por el
callejón y agarró a ambos hombres por los cuellos, alejándolos de ella.

—¡Está bien, es suficiente! —gritó, haciéndolos a un lado. Katya se estremeció en la


lluvia y continuó llorando, una mano presionada sobre su boca—. Ambos, váyanse
jodidamente de aquí, ¡ahora! ¡Antes que llame a la policía!

—¿Quién jodidos eres tú? —exigió Wulf.

—¿Estás bromeando? Soy tu jefe —le recordó Liam a Jan.

—Me importa una mierda si eres el Segundo Mesías, nadie trata a una mujer así, no en
mi guardia. Y especialmente a una que no ha hecho nada más que ser amable y dulce y
generosa. Debería golpearlos hasta sacarles la mierda a ambos. Me pagas por sacar la
basura, ¿cierto? Bueno, eso es exactamente lo que estoy haciendo, jefe —gruñó Jan,
envolviendo un brazo protector alrededor de Katya. Ella se inclinó contra su costado y
sólo sollozó, aferrándose a su chaleco de piel. Wulf se enderezó, hasta su completa
altura, y agarró los bordes de su chaqueta. Sacudiéndola para ponerla en su lugar.

—Tocci —dijo en una seria voz mientras la veía fijamente—. Esto no se ha terminado.

Pasó junto al portero y caminó hacia la salida del callejón.

—¡Puedes apostar tu trasero a que se terminó, amigo! —gritó Jan—. ¡Escucho que
estás acosando a esta pequeña dama de alguna forma y haré una visita a domicilio!

—Por favor, Katya —susurró Liam, agachándose para poder verla a la cara—. Créeme,
no todo fue una mentira. Sólo se salió de las manos. Nunca mentí sobre cómo me
sentía. Eres la mejor amiga que he tenido en la vida. Eres más que eso. Me preocupo
por tú. No era mi intensión lastimarte. Por favor.

No pudo responder, estaba llorando tan fuerte. Jan la abrazó más cerca y disparó
dagas con sus ojos hacia su jefe.

—Espero que no pienses que estaba bromeando. Mejor vete ya de aquí, Eden.

Jan siempre llama a todos por sus apellidos. A pesar de ser una bestia y un antiguo
miembro de una pandilla de motociclistas, vivía por un estricto código de ética. Era
educado y mostraba respeto, y usar los nombres propios de las personas era parte de
eso, así que cuando “Eden” cayó de su boca, fue como dejar caer una bomba.

Liam dirigió una última mirada dolida hacia Katya, luego se enderezó. Miró hacia el
callejón, luego hacia su club. Luego miró de nuevo hacia ellos.
—Asegúrate que llegue a casa. Cuida de ella —instruyó a su empleado.

—Haré un malditamente mejor trabajo que tú, eso es seguro.

Jan se giró entonces, llevándose gentilmente a Katya con él. Ambos ya estaban
empapados, pero encontró conmovedor cuando él abrió su paraguas sobre ellos.
Envolvió sus brazos alrededor de su gran vientre tanto como pudo y aguantó.

—Gracias —susurró.

—No. No, no me agradezcas. Cualquiera habría hecho eso —le aseguró.

—No estés tan seguro. La gente es capaz de muchas cosas malas.

—No vayas pensando eso sólo porque unos idiotas mimados tienen sus cabezas en su
culo —dijo—. La gente es buena en la mayoría de los casos, señorita Tocci. Mírate a ti,
y a la señorita Bellows. Son grandes personas. Ellos sólo son idiotas.

—Idiotas —hizo eco a su sentimiento. Se detuvieron en una cuneta y miró alrededor


para buscar un taxi.

—Quiero que sepas que no tiene idea de lo que estaba pasando. Ricky Ojos Azules ahí,
sabía que era dueño de una parte. Pasaba de vez en cuando, nunca prestándome
atención, por supuesto. Noté que estaba pasando más frecuentemente, pero pensaba
que era para hablar con el jefe de negocios —dijo él. Ella logró reírse entre dientes.

—Ricky Ojos Azules.

—Sí, el idiota que estaba con Edenhoff. Ricky.

—Su verdadero nombre es Wulf —susurró ella.

—Mierda, ¿su nombre es lobo? Esa debía ser tu primera pista, justo ahí.

Ella se rió con él y él palmeó su brazo tranquilizadoramente. Un taxi se detuvo


finalmente, y Jan sostuvo el paraguas por encima de la puerta hasta que estuvo
sentada dentro y segura. Ella tomó su mano libre antes que pudiera cerrar la puerta.

—Gracias. Lo digo en serio. No puedo agradecerte lo suficiente —exhaló.

—Detente o ambos estaremos berreando.

—No quiero meterte en problemas con Liam.


—¿Bromeas? El jefe me ama, estoy bien. Preocúpate por ti, pequeña, ¿de acuerdo?
Cuida de ti. Dile a la señorita Bellows que se va a quedar en casa esta noche y que no
se preocupe, es permiso pagado. Dile que Jan lo dice.

Jan no era el tipo de persona con quien discutías, así que Katya asintió. Le agradeció
de nuevo y lo dejó cerrar la puerta. Se despidió de él con la mano cuando empezó a
rodar hacia el tráfico.

A medio camino a casa, empezó a llorar de nuevo, y no se detuvo hasta que estuvo en
su apartamento. Tori no estaba a la vista, el lugar estaba vacío, así que Katya regresó a
su habitación. Cayó en su cama y lloró y lloró y lloró.

Un perfil falso. Dos hombres. Liam había encontrado su perfil, Wulf lo había visto.
Liam la había invitado a salir, Wulf lo había animado a que lo hiciera. Liam había
contado todos sus sexy secretos, Wulf se había aprovechado de ellos. Liam la había
desnudado de todas sus inhibiciones una por una, y Wulf había disfrutado de su recién
encontrada libertad. Compartieron momentos y compararon notas y resultaron con
nuevas ideas. Había sido su juguete. Una muñeca bonita en el estante, ¡jala bien las
cuerdas y la pequeña Katya Tocci hará un baile para ti! ¡Brinca arriba y abajo para ti!
¡Se inclinará y hará lo que sea para ti!

Era ridículo. Si en el principio, ambos hubieran dicho la verdad, que ambos la


conocían, ambos querían perseguir relaciones con ella, probablemente habría estado
bien con ello. Maldición, obviamente había estado saliendo con Wulf mientras había
estado durmiendo con Liam, entonces tenían prueba de que estaría bien con ello.
Siempre había sido abierta y honesta, con ambos.

Pero había guardado un secreto, a propósito. Para divertirse con ella. Manipularla.
Liam, sentado con sus pies en la piscina para niños y bebiendo cerveza con ella.
Wulfric, sentado en el bar y quemándola con sus ojos. Cada uno sabiendo mucho más
sobre ella de lo que ella sabía de ellos.

Wulf nunca me hubiera invitado a salir si no hubiera tenido sexo con Liam. Si Liam no
le hubiera contado sobre el sexo. Jesús, esto es mi culpa. Madre tenía razón, guárdalo
para alguien que se preocupe por ti.

Estaba abrazando una almohada y sollozando tan fuerte que dolía cuando Tori
finalmente llegó a casa. La otra chica dejó caer los víveres en el pasillo y vino
rápidamente a la habitación de Katya.

—¿Qué pasa? ¡Cariño, háblame! ¿Estás herida? ¿Wulf hizo algo? ¿Wulf hizo esto? ¿¡Qué
hizo!? ¡Voy a llamar una ambulancia!
Katya se aferró al brazo de su amiga y no la dejó ir. Pasaron un par de minutos antes
que pudiera tranquilizarse lo suficiente para hablar, pero finalmente fue capaz de
contarle toda la historia a Tori. Y realmente fue toda la historia. Desde el principio
hasta el fin, cada decadente, sucio, sexy y terrible detalle. Cada cosa que pasó entre
ella y los dos peores hombres que había conocido en su vida.

—Entonces, follaba contigo —dijo Tori en su forma brusca mientras estaban


acostadas en la cama de Katya—. Y entonces iba a sentarse con Wulf y le decía todo lo
que hicieron. Y luego básicamente Wulf determinaría que eso era caliente, vería que
más podría hacer que hicieras, ver si hacías garganta profunda o intercambio de
parejas o lo que fuera. Y luego Liam lo haría y le diría a Wulf, ¿y entonces tú y Wulf
harían esas cosas?

—Todo esto es mi culpa —susurró Katya.

—Nunca digas eso de nuevo.

—No, es cierto. Si no hubiera dormido con Liam, nada de esto hubiera sucedido. Tal
vez es karma, estaba usando de alguna manera a Liam para ser más abierta
sexualmente. Éste es mi castigo.

—Katya, hay una jodidamente grande diferencia entre tener una relación abierta
casual y consiente con un hombre y un hombre mintiéndote jodidamente a la cara
mientras comparte tus detalles más íntimos con otro hombre, esperando que ese otro
hombre tuviera un tiempo igual de bueno contigo. Santa mierda, esto es tan jodido.

—Eso es lo que dije. Les dije que necesitaban ayuda.

—Necesitan que les pisen las bolas.

—A Liam podría gustarle eso.

—Voy a renunciar. —Tori repentinamente se enderezó.

—¿Qué? ¡No! No puedes hacer eso, necesitas el trabajo. Jan dijo que no tienes que ir
mañana, que te tomes el día de permiso con paga —le aseguró Katya, aferrándose
fuertemente a su brazo.

—¿Estás bromeando? No me importa si tengo que chupar pollas para pagar la renta, al
menos sabría que el dinero vendría de alguien mejor que Liam Edenhoff —juró Tori.
Katya de hecho comenzó a reírse.

—Por favor —jadeó—. Por favor, no renuncies. Sólo espera. Deja que todo se calme.

Tori dejó de luchar con ella y se acostó.


—Tienes razón. No renunciaré.

—Bien.

—Porque necesitamos un espía en el interior.

—Eso es bueno, yo... espera, ¿qué?

—No quiero que ninguno de ellos trate de llevar esta jugarreta con alguien más. Voy a
quedarme ahí, como espía —le aseguró Tori.

—Oh. Ah… está bien.

Katya realmente no necesitaba un “espía en el interior”, pero sí necesitaba que Tori


pagara su renta a tiempo

—Lo siento tanto, tanto —susurró Tori un par de horas después, quitando el cabello
del rostro de Katya—. Sé que te gustaba.

—Creo que podría haberlo amado —lloró Katya.

—Sé que no quieres escuchar esto, pero pienso… creo que Wulf también se
preocupaba por ti. Tal vez como un sicópata se preocupa por un gato, pero
comparativamente hablando, es mucho. Lo tocaste, Katya. A través de todas las
tonterías y el juego y el sexo enloquecido, realmente creo que tocaste su corazón —
insistió Tori.

—Lástima que eso no lo ayudó.

—No, no lo hizo.

—No. Todo lo que hizo fue romperme.


Capítulo 26
Traducido por smile.8

Corregido por Genevieve

Katya se despertó un poco más tarde en medio de la noche. Estaba desagradablemente


húmedo en la habitación, más caliente aún al compartir con Tori su cama. Katya se
deslizó hasta el extremo del colchón y se puso de pie, estirándose sobre sus dedos de
los pies.

Cogió su teléfono y se fue al cuarto de baño. Tenía varias llamadas perdidas y


mensajes. Todos menos uno, eran de Liam.

Sólo un mensaje de Wulf. Enviado alrededor de una hora antes de que se hubiera
despertado, a las dos y media de la mañana.

Me lo prometiste.

Una rabia hirviendo y caliente burbujeó por sus venas. ¿Él le estaba recordando sus
promesas? ¿Promesas de qué, amarle y defenderle? ¿Estar allí cuando necesitase a
alguien? Sí claro, más como que necesitaba un juguete para jugar, un objeto que
sostener. Necesitaba controlarla y consumirla. Poseerla. ¿Cómo podía decirle eso a
ella? Ella lo había necesitado, y él la había decepcionado. Había roto la parte inferior
de su mundo. Mentido, manipulado, se había burlado —eso es todo lo que siempre le
había hecho a ella. Se sentía tan estúpida.

Pensé que podía jugar en su mundo. Que podía ser una gatita sexual. Pero nunca seré esa
chica del perfil. Sólo la antigua y aburrida y beige Katya Tocci. Estaba fuera de mi
alcance.

No. NO. No iba a caer en esa trampa. Liam podía haber ayudado, pero Katya había
tomado la decisión de salir con él. Katya había entrado en ese club, y Katya había
accedido acostarse con él. había dado el salto, todo por su cuenta, sin la ayuda de
ninguno de ellos. Era fuerte, y valiente. Podía ser cualquier cosa que ella jodidamente
quisiera.

Voy a mostrarles que ni siquiera estamos jugando en la misma liga.

Comenzó a abrir los cajones del baño y a sacar todos sus productos de belleza.
Siempre llevaba su cara libre de maquillaje. Linda e inocente. Que le jodan a eso —
aquellos hombres habían jodido a la linda e inocente hacía mucho tiempo. Se puso un
poco de delineador de ojos negro y grueso por sus párpados, después elevó la línea,
dándose un ojo vulgar, atractivo y ahumado. Luego encontró un lápiz labial de color
rojo que se veía bien contra su piel, por lo que se puso mucho, haciendo que sus labios
parecieran más llenos. De morritos. Perfecto. Recogió su pelo en un moño
desordenado encima de su cabeza, le gustó, y luego salió de la habitación.

Pasó de puntillas por la habitación de Tori y empezó a rebuscar en la cómoda de la


otra chica. Eran de diferentes tamaños, pero de alturas similares, y en ocasiones
podían intercambiar ropa. Tori llevaba ropa mucho más sexy, sin embargo, y eso es lo
que Katya estaba buscando en ese momento.

Encontró una blusa entallada corta de color negro. ¿O era un corpiño? Mostraba una
gran cantidad de teta y todo su estómago, eso era todo lo que importaba. Puso un par
de pasadores en la parte posterior y lo tuvo ajustado a su cuerpo. Se metió en unos
diminutos pantalones cortos, casi microscópicos, negro, y luego se miró en un espejo
de cuerpo entero.

Probablemente era más piel de la que habría mostrado nunca con un conjunto. Con los
pasadores incómodos y todo, la parte superior todavía se veía increíble en ella, e
incluso descalza, sus piernas parecían larguísimas. Esto trajo un recuerdo de toda una
vida atrás. Wulf llamándola, pidiéndole una segunda cita. Había estado tan
sorprendida —¿por qué demonios Wulfric Stone quería volver a verla?

Porque tienes unas piernas increíbles.

Ella pensó que estaba coqueteando. Ahora sabía que era sólo porque Liam había
pedido volver a verla.

Irrumpió de nuevo en el cuarto de baño y sólo encendió las luces sobre el espejo. Se
inclinó hacia atrás y hacia delante, tratando de encontrar el mejor ángulo para su
escote que aún mostrase un poco de su cuerpo. Sostuvo su mano torpemente por
encima de su cabeza, hizo una cara de pato, después, tomó una foto. Sacó su cadera a
un lado, tomó otra foto. Guiñó, otra foto. Lamió sus labios, otra foto.

Después de unas diez fotos, entró en la sala y encendió su portátil. Llevó todas las
fotografías a su portátil, y luego las examinó. Ni siquiera se reconocía a sí misma. Todo
el maquillaje y la iluminación cercana habían difuminado su cara un poco, haciendo
que su piel se viera impecable. Su pecho atrapado en la luz brillante, el resto de su
cuerpo tallado en sombras, dándole un aspecto de curvas en todos los lugares
correctos. Los labios rojos y los ojos ahumados completaban el look. Parecía un
anuncio de sexo. Crudo, desagradable, lascivo y sucio sexo.
La primera fotografía que había tomado, fue la elegida. Ella frunciendo sus labios,
soplando un beso. Sus párpados medio cerrados, dándole ojos de dormitorio. Sus
pechos empujando alto y al centro, exigiendo una segunda mirada.

Jodidamente perfecta.

Encontró un sitio web que no había visitado en más de un mes. Desempolvó un perfil y
lo reactivó. Dado que nunca había cambiado nada y sólo lo había desactivado, toda la
información original, todavía estaba allí. Siendo la misma chica de fiesta con algunas
aficiones personales atractivas —pero ahora, esa chica tenía la fotografía que
coincidía. Subió su foto con la cara de pato al perfil, luego, cogió su teléfono.

Tuvo que volver a descargarse la aplicación de citas Eros, pero una vez que lo hizo, fue
directa a su propio perfil. Ahí estaba la chica atractiva de la fiesta, soplando su beso
desde la parte superior de la pantalla. Hablando sobre ser perversa en la parte inferior
de la pantalla. Absolutamente perfecto.

Dejó el teléfono. Apagó el portátil. Se recostó en el sofá y miró al techo. Estaba tan
tranquilo en el apartamento, que podía oír su propio latido.

No los necesito. No los necesito. No los necesito.

—¿Kat? —Tori sonaba dormida desde el pasillo—. ¿Por qué estás sentada en la
oscuridad?

Katya tomó una respiración profunda.

—Es el único lugar en el que me siento cómoda —susurró.

—¿Qué?

—Nada, volvamos a la cama.

Se quitó el maquillaje y se puso su pijama. Se arrastró sobre la cama y apoyó la


espalda contra Tori. Mientras cerraba sus ojos, tomó un par de respiraciones
profundas, tratando de contener sus lágrimas.

Parece que la pequeña Katya Tocci finalmente creció.


Sobre la autora

Mujer loca desde un lugar remoto en Alaska (¡donde una mente creativa es una
necesidad!), He estado escribiendo desde... ¿siempre? Sí, eso suena bien. Me han dicho
que le recuerdo a la gente a Lucille Ball, también veo matices de Jennifer Saunders y
Denis Leary. Entonces, básicamente, me río mucho, soy torpe y maldigo MUCHO.
Me gustan los perros más de lo que me gusta la mayoría de las personas, y no confío
en nadie que no beba. No, no vivo en un iglú, y no, el sol no se pone durante seis meses
al año, ahí está tu lección de Alaska del día. Tengo pelo de sirena, tanto una maldición
como una bendición, y la mayoría de las veces hablo tan rápido, que ni yo puedo
entenderme.
Staff
Moderación
Genevieve

Traducción
smile.8 florff Asizbeth

âmenoire KarouDH M.Arte

flochi LizC Camii.Beelen

VckyFer addictedread Paaau

magnie lauuz

ZoeAngelikal Brisamar58

Corrección
Jessica8591

flochi

taywong

Genevieve

Kish&Lim

Recopilación y revisión:
Genevieve

Diseño
Genevieve

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