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Taboo 03 - Taking The Job - Cheyenne McCray
Taboo 03 - Taking The Job - Cheyenne McCray
—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! —Murmuró cuando llegó a las
puertas de cristal y tiró de una para abrirla. En el espacio de tiempo que le
había llevado llegar desde su coche al edificio, quedó totalmente empapada.
Su camisa de seda color crema estaba pegada a su piel, y su falda malva de
lino, excursionaba encima de sus muslos, malditamente cerca de exponer
sus ligas, su pequeño secreto culpable: usar ropa interior sexy por debajo de
su ropa.
Gracias a Dios que se había recogido el pelo y estaba sujeto con un clip, por
lo que al menos no se veía como un caniche ahogado. Los rizos naturales de
su pelo rojo se volvían locos cuando se mojaba. Ya era bastante malo que
fuera a asistir a su entrevista de trabajo viéndose como si hubiera tomado
una ducha con su ropa puesta.
John Bennett había accedido a una entrevista antes de tiempo esa noche,
porque el horario de trabajo actual de Elsie no le permitía el tiempo que
necesitaría para sentarse y discutir sus calificaciones con él. Ella era
consultora de diseño de software y su contrato iba a expirar pronto.
Acomodó su pelo hacia arriba y se encontró con que un rizo o dos se habían
escapado y dio un suspiro de frustración.
Su piel se erizó con más calor. Si se trataba de John Bennett, iba a morir de
vergüenza.
—Uhhh—, fue el único sonido que se las arregló para hacer mientras el
calor inundaba su cuerpo.
—¿Te vas por hoy, Teresa? —Le preguntó a la mujer de más edad que aún
tenía una expresión de diversión.
—Lo haré, esos pequeños monstruos—. Teresa miró a Elsie con una
sonrisa.—Nos
vemos el lunes.
Mientras Teresa apretaba el botón del ascensor para bajar, John hizo un
gesto hacia una puerta alta de caoba en la esquina de la amplia sala llena de
cubículos. —La calefacción esta encendida en mi oficina, así que debería
entrar en calor, Sra. Meyers.
No es que su cuerpo no estuviera en llamas ya de vergüenza y por la intensa
mirada en los ojos del hermoso hombre -y el hecho de que ella estaba
desnuda, prácticamente, de la cintura para arriba. Pensamientos de él
calentándola, personalmente, llenaron su mente y sus mejillas se pusieron
en llamas.
A pesar de que sus pezones debían de estar parados hacia fuera como picos
de
Maldita sea, la mujer era una preciosidad. Sin ser obvio al respecto, John
observó la parte superior de su cuerpo, sus delgados hombros, la elegante
curva de su garganta y sus delicadas facciones. Sus ojos color avellana casi
parecían cambiar de color, y los rizos que habían escapado de su pelo rojo
con puntas levantadas, se veían muy sexy.
Ahora que estaba cara a cara con ella, no se había perdido que sus pezones
estaban duros y evidentes a través de su camisa transparente –gracias a Dios
por la lluvia- y las curvas de sus grandes pechos le hicieron agua la boca y a
su pene endurecerse.
Para colmo, una fuerte corriente de tensión sexual chasqueó entre ellos
como un alambre eléctrico. Por la mirada en sus ojos y la forma tentativa en
que su lengua salió a lamer su labio inferior, estuvo seguro de que se sentía
atraída por él como él lo estaba por ella.
Sólo mirándola a ella y sus gestos, no tuvo ninguna duda de que sería una
excelente sumisa.
—Ha sido un reto—, dijo con una voz de dormitorio que le hizo pensar más
y más sobre como sería desnuda, tal vez incluso atada a su cama. —Pero
realmente lo disfruté.
—¿Por qué es eso? —Él estaba tentado de frotar su pene con una de sus
manos, dolía tanto. Fantasías salvajes de hacerla suya continuaban
tejiéndose a través de su cabeza.
Jesucristo, no podía recordar haber sido tan afectado por ninguna mujer.
Los ojos de Elsie pasaron del marrón avellana al verde cuando echó la
cabeza hacia un lado. Se preguntó si ella hizo el movimiento
conscientemente.
—Sí—, dijo sin vacilar y su polla se agitó. Tenerla cerca... eso sería
peligroso y difícil, todo al mismo tiempo.
—El Baile Fetiche, Las Vegas, hace dos meses—, dijo en voz oscura,
peligrosa y sensual.
El maletín se deslizó de sus dedos otra vez, pero ella apenas se dio cuenta
de los contenidos desparramándose.
De repente, parecía estar más cerca de lo que había estado antes y el olor
picante de su colonia causó que la agitación furiosa en su vientre
aumentara.
John tomó el flogger, lo deslizó por un lado de su cara y Elsie cerró los
ojos. Deslizó las correas de cuero suave más bajo, a lo largo de la curva de
su cuello hacia la apertura de la blusa mientras hablaba.
—Llevabas un corsé de cuero negro que apenas mantenía tus senos dentro,
y una correa de cuero negro que dejaba ver tu perfecto culo—. Mientras
continuaba, tembló son la sensualidad de sus palabras y la forma en que la
acariciaba con el flogger. Con sus ojos todavía cerrados, se imaginó todo
mientras él describía cómo había sido esa noche. —
Estabas usando los tacones altos más sexys que dejaban ver tus piernas
largas y hermosas mientras estaban abiertas, atada a una cruz de San
Andrés. Dios, te veías hermosa mientras estabas siendo azotada. Tu culo tan
rosado y perfecto para follarlo.
Se lamió los labios y abrió los ojos, pero no podía encontrar su mirada. Él
lo sabía.
Dios, él sabía.
Ella abrió su boca y luego la cerró. Ahora se acordaba de él. Había estado
de pie a un lado, observándola ser azotada por Terry, su Dom. John había
estado usando la misma sonrisa sexy pero oscura que inclinaba la esquina
de su boca, y había estado vestido con ajustados jeans negros y una camisa
sin mangas negra, de gamuza. Aún podía recordar sus bíceps finamente
tallados que estaban ocultos ahora por la chaqueta del traje.
—¿Eras tú, Elsie? — Repetía su nombre cada vez que hablaba con ella,
como un Dom haría. —Respóndeme.
Su voz era tan convincente, tan dominante, que ella no podría haberse
detenido a sí misma aunque lo intentara.
—Sí—, susurró.
—Voy a darte un beso, Elsie—. Su boca estaba tan cerca de ella, ahora que
sentía el calor de su aliento como plumas sobre sus labios. —A menos que
me digas que no.
Algunas de las cosas que habían caído de su maletín rodaron por debajo de
su escritorio mientras él mismo se ajustaba, de modo que estaba más
firmemente sobre ella.
Él sonrió y se arrodilló entre sus muslos para poder usar ambas manos para
ahuecar el cabello y lo extendió a su espalda como un halo de color rojo
fuego. Era largo y rizado, y adorable alrededor de su cara.
John miró el lugar que había subió la falda hasta la parte superior del muslo
donde casi podía ver su montículo. Apoyó su mano a un lado de su cabeza y
la observó. Tenía las mejillas rosadas, sus labios entreabiertos, hinchados
por sus besos, los párpados pesados y los ojos oscuros, por el deseo.
—Pon tu mano sobre la mía, Elsie—. Sus palabras salieron más profundas y
ásperas de lo que había previsto. —Guía los dedos hacia donde quieres que
te toque.
Ella llevó su mano hacia abajo para cubrir la suya y él pudo sentir sus dedos
temblorosos mientras lo guiaba desde su liga hacia su montículo.
Su corazón latía un poco más rápido y su polla le dolía más allá de toda
medida. ¡Qué ganas de bajar su cremallera y sumergirse en su coño, ahora!
Apenas podía contenerse.
Bromeó con sus dedos en los labios exteriores de sus pliegues, sin ahondar
en su humedad todavía. Y él sabía que iba a estar mojada.
La forma en que sus mejillas se volvieron más rosadas la hacía parecer aún
más deseable.
Volvió a callar, con los labios entreabiertos, mientras otro gemido escapaba
de ella y trabó su mirada con él.
Gimió y se agarró a sus bíceps, clavando sus dedos en la chaqueta del traje.
—Ya sabes cómo funciona, Elsie—, dijo mientras deslizaba sus dedos de su
núcleo. —
No hay orgasmo sin mi permiso.
Se estremeció y gimió mientras traía los dedos entre ellos y se los ponía en
su boca.
—Sabes tan jodidamente bien, cariño—. Apoyó las manos a ambos lados de
su pecho.
—Desabrocha la blusa.
—Maldita sea, eres hermosa—, dijo poco antes de inclinarse y lamer uno de
sus pezones. Elsie hizo un sonido entre la sorpresa y el placer, y luego se
quejó cuando su boca cubrió el pezón y se quejó de nuevo mientras mordía
el tenso brote.
Le gustaba el sabor de su piel, sus jugos. Y ahora quería probar todo de ella,
en particular su coño.
2
La mente de Elsie daba vueltas. No podía creer lo que estaba sucediendo.
Había venido a la oficina de John Bennett para una entrevista de trabajo, y
ahora estaba debajo de él mientras chupaba sus pezones y se burlaba de su
clítoris otra vez con los dedos. Su boca estaba caliente contra la piel fría y
el calor se extendía por todo su cuerpo.
La miró con evidente aprobación y presionó sus muslos con las palmas de
sus manos, extendiéndola más.
bajo su mirada.
—Sólo cuando te hayas ganado el derecho. Voy a tener que castigarte. —Lo
miró con sorpresa. John le dedicó una mirada malvada. —Por follar con un
completo
desconocido.
Elsie abrió la boca para responder, pero las palabras le fallaron una vez más,
ésta vez mientras caía sobre ella. Hundió la cara en su coño, pasándole la
lengua desde el punto sensible entre el ano y el clítoris. Sin darse cuenta de
lo que estaba haciendo, ella enterró las manos en su suave pelo y se aferró a
él mientras lamía y chupaba sus pliegues y su clítoris. Metió los dedos de
una mano en su núcleo y comenzó a embestir con los nudillos en sus
pliegues como lo había hecho antes.
Elsie pensó que iba a gritar. Sí, se había vuelto buena frenando sus
orgasmos hasta que su Dom le daba permiso para venirse, pero no
recordaba haber estado nunca tan excitada, tener esa necesidad. Tal vez era
la situación, ella ni siquiera conocía a John.
Tal vez era la manera en que tomó el mando de su cuerpo. Fuera lo que
fuera, la tenía contorsionándose y lista para llegar al clímax en cualquier
momento.
Se pellizcó los pezones aún más duro, el dolor era tanto una distracción
como una adicción a la tortura que estaba infringiéndole.
muevas.
Ella se levantó para quedar de rodillas frente a él, su corazón latía como
loco. Caminó detrás de ella y se puso tensa, un temblor corriendo arriba y
abajo de su columna vertebral, a la espera de la azotaina que estaba segura
que se avecinaba. En cambio, llevó sus brazos a la espalda, envolvió el
cinturón alrededor de sus muñecas y la sujetó.
John se sentía como si su erección fuera más grande, más fuerte, y doliera
más que nunca antes. Algo acerca de esta mujer sacaba a la bestia en él.
Tuvo el impulso primitivo de echarla abajo y follarla hasta que gritara lo
suficientemente fuerte como para que el guardia de seguridad, diez pisos
más abajo, la escuchara.
Maldita sea, pero se estaba acercando al clímax, y eso era algo que él no
podía hacer.
Se veía tan hermosa con sus manos atadas a la espalda, sólo llevaba ligas,
medias y tacones, con el rostro inclinado hacia arriba, los labios
entreabiertos y los ojos color avellana, oscurecidos por el deseo.
No podría aguantar mucho más antes de tener que estar dentro de ella, tenía
que follarla con todo lo que tenía. Pero primero lo primero.
—Arrodíllate en esa silla, Elsie—. Hizo un gesto hacia la que ella había
estado sentada,
Elsie aún no podía creer que la iba a castigar por tener sexo con un
desconocido,
Y no tenía ninguna duda de que él sabía que eso era lo que ella quería.
John la tomó del brazo y la ayudó a ponerse de pie. Se paró con tanta gracia
como pudo con sus muñecas atadas a la espalda y se trasladó a la silla. La
ayudó cuando ella se subió a la silla y se arrodilló para quedar medio
colgando sobre el respaldo. La madera suave era fresca, pero dura por
debajo de su vientre.
—Sí—, admitió Elsie sin ningún problema. Ella disfrutaba de las diferentes
sensaciones de saciedad.
—No.
—Pero has fantaseado con eso—. Una vez más, una declaración.
—¿Te gustaría que haga los arreglos para hacer realidad tu fantasía, Elsie?
Tragó saliva.
—Sí— acertó a decir. —Quiero ser follada por dos hombres al mismo
tiempo.
—Ya veremos—, dijo antes de que el primer latigazo cayera sobre su culo y
ella gritara.
Chispas de fuego estallaron con el dolor del primer latigazo. El calor viajó
como un reguero de pólvora por todo su cuerpo, corriendo hasta las raíces
de su cabello. Incluso le zumbaban los oídos.
Mierda, la golpeó más duro de lo que esperaba. Las lágrimas picaban detrás
de sus ojos mientras esperaba a que el lento fuego de placer rodara sobre
ella en la próxima ola, mientras le frotaba el culo con la mano. Su toque
hizo más daño, pero a la vez la tranquilizó.
—Te has portado mal, Elsie—. John se inclinó sobre su espalda y ella sintió
su ropa áspera contra sus muñecas atadas y su piel suave. —No debes estar
desnuda en la oficina del hombre con el que te entrevistas, a punto de dejar
que te folle—. Ella se estremeció cuando apartó el espeso pelo sobre uno de
sus hombros y la besó en la nuca.
—Sí—. Su coño estaba más húmedo con cada toque, cada movimiento que
hacía. —Yo no debería estar aquí.
—Dios, sí.
—Sí—. Ella se retorció y tiró de las ligaduras de sus muñecas cuando sus
labios rozaron el lugar que le había golpeado en el culo. —Necesito que me
folles, John. Por favor.
Fue todo lo que pudo hacer para detener su clímax mientras el placer seguía
al dolor.
Una vez más, le acarició el lugar que había azotado, y de nuevo presionó
besos suaves sobre su piel ardiente.
Ella miró por encima del hombro a tiempo para verlo moverse hacia atrás y
levantar el flogger.
John era magnífico. Su corto cabello rubio oscuro favorecía sus altos
pómulos, y sus anchos hombros y su pecho, parecían poderosos por debajo
de su camisa de vestir. Sus pantalones abrochados ocultaban la polla que
ella tanto quería tener dentro.
Demasiado tarde. Dejó caer el flogger entre su culo y el muslo, una vez en
cada lado, en una sucesión rápida. Gritó, y la humedad inundó sus ojos. La
quemazón se intensificó cuando no se detuvo y golpeó la parte trasera de
sus muslos, luego el culo otra vez, en lugares que no la había azotado antes.
Cada vez estaba en una ubicación diferente.
Elsie oyó el crujir de la ropa y el sonido de algo que se abría. Sus pliegues
se pusieron lo suficientemente húmedos como para que sitiera la humedad
en el interior de sus muslos.
—¿Qué quieres que haga ahora, Elsie?— Murmuró mientras dejaba caer
besos por el hombro.
Terry no tenía nada en comparación con este hombre, y ella había pensado
que Terry había sido grande.
Poco a poco, John comenzó a empujar dentro y fuera de ella y gimió con
cada
movimiento que hacía. Se quemó por los azotes, se quemó por la necesidad,
ardió por la forma en que se sentía en su interior.
—Por supuesto que no—. Las palabras eran un grito ahogado, mientras
salían de su garganta. —Ni siquiera he tenido sexo con ninguna persona con
la que he trabajado.
Los empujes de John aumentaron y dio un sonido de satisfacción cuando
sus bolas golpearon contra su coño.
—No sé—. Gimió y deseó tener las manos libres para poder agarrarse a la
silla y empujar hacia atrás, contra él, para encontrarse con cada uno de sus
golpes.
Redujo la velocidad.
—¿No lo sabes?
—Yo, eh... — Su mente daba vueltas por la necesidad de venirse y todas las
sensaciones bombardeándola a la vez. —En el… el momento en que
tomaste mi mano, sentí algo.
Movió las palmas hacia arriba de las caderas y agarró sus pechos mientras
aceleró una vez más, bombeando dentro y fuera de ella a un ritmo más
rápido.
Oh, Dios mío. ¿Podría durar mucho tiempo más? En el último par de años
como una sumisa, había aprendido a contener su orgasmo. Pero esto era
diferente. Era John, y él la llevaba a límites que nunca había sentido antes.
Ella gritó. Su orgasmo la golpeó tan fuerte que pensó que iba a caer sobre el
respaldo de la silla. El calor que había estado sintiendo se arremolinaba en
un torbellino de fuego en su cuerpo y en su mente.
Él se estrelló contra ella con tanta fuerza que empujó su vientre contra el
respaldo de la silla. Su mente seguía girando y el fuego resplandeciendo en
su cuerpo. Oleada tras oleada, su orgasmo viajó sobre ella desde los pies a
la cabeza, y el orgasmo no se detendría, no con él continuando los golpes
dentro ella.
Cuando pensó que iba a gritar de nuevo, gritó John. Mantuvo las caderas
apretadas contra su culo ardiente y sintió el latido de su polla dentro de su
núcleo. Su coño, espasmo tras espasmo, apretó sobre su polla.
Con un fuerte gemido, movió las manos de sus pechos y las apuntaló en la
parte posterior de la silla, a cada lado de ella. Su peso presionado contra sus
muñecas atadas y la espalda. Se sentía cómodo, sólido, pero pesado.
Su coño hizo espasmos mientras lo miraba y vio el brillo salvaje en sus ojos
cuando la alcanzaba. No sabía qué esperar mientras la ayudaba a ponerse en
pie, y se sorprendió gratamente cuando tomó su boca en un beso salvaje,
posesivo y dominante.
Una vez más su lengua la dominó, reclamándola, y era lo único que podía
hacer para ponerse de pie. Su cuerpo recubierto de sudor fue a estrellarse
contra el suyo, mientras la agarraba del culo y apretó su creciente erección
contra su vientre. Los olores de sudor y sexo y su aroma masculino picante
le llenaron los sentidos.
Su sonrisa era tan condenadamente sexy mientras miraba hacia ella y luego
le rozaba la frente con los labios. Era unas buenas seis pulgadas más alto
que sus cinco pies y seis pulgadas de altura. Sólo sus grandes manos en los
brazos la mantuvieron en posición.
John pasó las manos por sus hombros hasta su cuello y luego le tomó la
cara.
Mientras miraba sus ojos azules, ella dio un suspiro saciado otra vez.
—Mi cuerpo ya estaba respondiendo a ti—. Ella dio una risa suave. —Pero
nunca soñé que esto podría pasar.
—Sí.
contratada.
—¿Cuándo empiezo?
Era sábado y una fiesta de bondage iba a tener lugar más tarde en la casa de
su amigo Aaron Richard, a partir de las ocho. Esa noche iba a cumplir la
fantasía de Elsie de dos hombres al mismo tiempo… pero luego no estuvo
tan seguro de que quisiera
*****
Todavía no podía creer que había tenido sexo con el hombre con el que se
estaba entrevistando para un trabajo. En lugar de discutir sus calificaciones
como ingeniera de diseño de software, habían terminado por explorar sus
calificaciones como sumisa.
Ella sólo había tenido dos Doms antes de John, y habían durado sólo unos
tres meses cada uno. Por alguna razón, ninguno de los dos había llenado
una necesidad dentro de ella que todavía no podía identificar. Se había
separado de forma amistosa y todavía consideraba a Terry y Jason como
amigos.
John la siguió al interior de su amplia cocina donde ella sacó una botella de
Merlot y dos copas de vino. Apoyó el hombro contra la puerta mientras la
miraba verter la mitad de un vaso para cada uno.
Él tomó el vaso que le ofrecía y ella dijo: —Por los floggers.
Con una sonrisa, John sacudió la cabeza y chocó su copa con la suya. Tragó
saliva, dejando que el Merlot calentara su garganta. Luego, dejó el vaso y
metió la mano en el bolsillo de atrás.
Ella arqueó las cejas, luego sus labios se entreabrieron, mientras sacaba una
fina caja larga de joyería.
—Y hemos follado—, dijo con un brillo burlón en sus ojos. Sus mejillas se
calentaron de inmediato. —Sólo tienes que abrirlo.
—¿Tenemos que empezar a contar los castigos ya?— Él levantó una ceja.
—No, pero…
—Sí.
—Me gusta tu pelo suelto—, dijo y extendió la mano como si fuera a sacar
sus
horquillas.
—Está bien—. Su mirada era intensa cuando llegó hasta ella. —Pero ven
aquí.
Finalmente, quitó los dedos de sus pliegues y los llevó por debajo de su
nariz para que pudiera oler su propio almizcle. Las chispas se volvieron
locas en su vientre una vez más y más humedad inundó su coño cuando
deslizó los dos dedos en su boca y los chupó. El mero acto puso sus rodillas
débiles mientras lo imaginaba bajando en ella de nuevo.
*****
Sin embargo, existían diferencias sutiles. Como las mujeres con vestidos
muy cortos que apenas cubrían sus culos, escotes increíblemente
pronunciados y, obviamente, sin sostenes, ya que muchos de los pezones de
las mujeres eran grandes, duros y evidentes.
Debajo de algunos vestidos podía decir que tenían anillos en los pezones
por las líneas suaves del material. Se preguntó qué más estas personas
podían llevar bajo la ropa.
Otra pista era que algunas de las mujeres llevaban collares, pero también lo
hacían algunos de los hombres. La mayoría de los hombres llevaban
pantalones vaqueros o pantalones de agradable cuero negro. No había
perforaciones u otros signos evidentes de que estas personas estuvieran
involucradas en el mundo fetiche.
La casa tenía dos pisos, y se dio cuenta de los hombres y mujeres que
venían de arriba, viéndose un poco arrugados y caminando un poco raro,
como si acabaran de ser
azotados.
Los pensamientos de lo que podría estar pasando allá arriba la puso más
húmeda entre los muslos. Tal vez debería haber usado ropa interior.
John tomó sus manos entre las suyas. —Y vas a conocer a Drew mejor que
a cualquiera de ellos.
John la hizo callar con un beso rápido luego murmuró contra sus labios,
Ella podría fácilmente perderse en sus besos, pero su mente estaba dando
vueltas. ¿John realmente iba a compartirla con su hermano?
Cuando levantó la cabeza, los labios de Elsie se abrieron para decir algo
cuando Drew la tomó por la cintura, la dio la vuelta para mirarlo. Y tomó su
boca en un beso absolutamente abrasador.
El corazón le latía con tanta fuerza que su pecho dolía mientras John le
tomaba la mano y la llevaba hacia la majestuosa escalera. Drew caminaba a
su otro lado y su vientre se retorció mientras los tres se dirigían al segundo
piso. Sus rodillas estaban temblando ahora, tanto que se preguntaba cómo
estaba incluso de pie.
Aarón era incluso más alto que los hermanos Bennett, que estaba en unos
buenos seis pies con dos más o menos. Aarón debía estar en seis pies con
seis, tenía los ojos grises como las nubes antes de una tormenta, y la
construcción de un jugador profesional de baloncesto, delgado y poderoso.
Le tomó la mano, y en vez de besar sus nudillos, volvió la palma hacia
arriba y la besó en el interior de su muñeca. Lanzó la lengua contra su piel y
la hizo estremecer.
Cuando la soltó, estaba temblando de la tensión sexual que los tres hombres
exudaban, y que la rodeaba. Ella miró a John, que ahora tenía un aspecto
tormentoso en sus ojos azules mientras miraba de Drew a Aarón y de nuevo
a ella.
Oh, mierda.
Elsie había estado en un montón de fiestas de bondage donde las cosas eran
más abiertas. Ella nunca había tenido sexo delante de nadie, nunca había
permitido a su Dom hacer nada más que azotarla en frente de un grupo de
personas. Ser azotada en público siempre le había encendido y el sexo con
Terry había sido absolutamente increíble, una vez que se habían ido.
Aquí las puertas estaban cerradas y todo era privado. Todavía podía oír las
órdenes que se gritaban, gemidos de éxtasis, así como los gritos, pero todos
los sonidos eran apagados. Mientras caminaban por el pasillo, pasaron
varias personas que parecían saciadas y bien folladas.
Su mente estaba fuera de control mientras los cuatro doblaban una esquina
y entraban en una hermosa habitación que era toda ricos burdeos y cremas.
La oportunidad de su vida.
—Vamos a tomarlo con calma, Elsie—. John le frotó las palmas hacia
arriba y hacia abajo de los hombros. —En cualquier momento que quieras
que nos detengamos,
Ella miró a los ojos azul claro y dudó antes de asentir con la cabeza
lentamente.
—Maldita sea, ella tiene un gran culo—, se oyó la voz de Drew detrás de
ella, y sabía que tenía que ser él amasando las mejillas.
Su boca era hambrienta al igual que las manos y la boca de los hombres que
la tocaban por detrás.
Drew la besó en el hombro opuesto a donde Aaron jugueteaba con ella, con
los labios y la lengua.
Su falda se levantó mas allá de su culo y Drew dijo con voz áspera.
—Ni una maldita cosa, solo esas medias y tacones—, murmuró John contra
sus labios.
Él se apartó de ella para dejar que la parte delantera del vestido cayera hasta
la cintura.
—Bonito y rosa. Buen trabajo, hermano—. Drew abrió sus nalgas. —No
puedo esperar a follarte el culo, nena.
John palmeó sus pechos llenos y tiró y apretó sus pezones duro, lo que la
hizo gemir más fuerte de lo que ya lo estaba haciendo.
Alguien tiró de su vestido, que susurró hacia abajo para aterrizar alrededor
de sus tacones.
—Oh... Dios—. Elsie no pudo decir nada más mientras los hombres
tomaban el control total de su cuerpo.
Agarró con las manos el cabello de John mientras chupaba su otro pezón y
continuaba bombeando con los dedos dentro y fuera de su coño.
Aarón se retiró de sus pliegues y apretó su cara con ambas manos, girando
un poco la cabeza para que estuviera mirando a un lado, mirando esos ojos
gris pizarra. Él dejó escapar un gemido antes de besarla con fuerza,
devastando su boca con la suya. Sabía diferente de Drew y John, los tres
hombres tenían su propio y único sabor masculino. Y
Elsie gritó en la boca de Aarón, pero se tragó el grito y sólo le dio un beso
más duro.
Ella dio otro grito cuando Drew trasladó uno de sus dedos al anillo apretado
de su ano y se abrió paso dentro de ella. Incluso sin la lubricación, el dedo
se sentía tan bien cuando llegó a su interior hasta ese punto dulce. Había
sido follada en el culo por sus otros Doms, pero esto... lo único que podía
pensar era, Oh, Dios mío, una y otra vez.
—Me voy a venir—, gritó contra los labios de Aaron. —Por favor, déjenme
venirme.
Elsie luchó contra su orgasmo, pero los hombres nunca cedieron. Cuando
ya no pudo soportarlo más, lo único que pensó fue, ¿A quién le importa una
mierda ser castigado...?
¡Vamos, continúen!
4
Elsie arrancó su boca de la de Aaron y culminó con un grito que debió
haber desgarrado a través de la casa entera. El orgasmo la golpeó con la
fuerza de un tsunami y se sintió como si estuviera siendo estrellada contra
las rocas por la poderosa fuerza del agua.
Al fin, cuando estaba segura de que iba a morir, John se detuvo y dejó de
lamer su coño.
John sacudió los rizos que se habían escapado de su clip fuera de su rostro.
—Fuiste una niña tan mala Elsie, voy a tener que buscar el castigo perfecto
para ti.
Todo lo que salió de su boca fue un gemido suave. Él la cogió en sus brazos
y dejó que su cabeza se recostara contra su pecho. ¿Qué habían hecho con
ella? Habían minado su fuerza como si la hubieran tomado para ellos
mismos.
Vagamente se dio cuenta de que los hombres estaban aún vestidos mientras
miraba a Aarón y Drew caminar por delante de ellos, y sentía la camisa de
gamuza suave de John contra su cuerpo. No había forma en que fuera salir
de esta casa por sus propios medios.
Sus ojos se abrieron. Y, ¡oh Dios mío! ¡Mira el tamaño de esas pollas!
Los tres hombres estaban dotados tan bien que ella no creía que fuera capaz
de tener los tres a la vez. Porque sabía que eso era exactamente lo que
habían planeado.
—¿Estás bien?
—Claro—. Se hundió contra él. —Si sentir como si hubieras sido golpeado
por un tsunami, y luego arrastrado hacia el mar es sentirse bien.
La forma en que Elsie lo miró con los labios entreabiertos y cómo sus ojos
se agrandaron, le hizo endurecer aún más bajo el agua. Esos hermosos ojos
castaños parecían más verdes en la luz de las velas.
Empezó a abrir la boca como si fuera a decir algo, pero la cerró,
conteniendo todas las palabras que podrían haber salido. Chica inteligente.
Sabía que si pedía clemencia sólo conseguiría más.
—Tengo algo sobre lo que esos labios se puede envolver ahora mismo—,
murmuró.
Elsie levantó una ceja y miró con ojos hambrientos, mientras él mismo se
elevaba hacia el asiento de al lado, de modo que su pene totalmente erecto
se encontraba fuera del agua revuelta de la bañera de hidromasaje.
Tomó a Elsie por los hombros y la movió para que se colocara de rodillas
entre sus muslos. Se acercó y cogió su erección con su pequeña mano y
llevó la boca más cerca.
John sintió un loco afán posesivo sobre Elsie, pero lo mantuvo para sí
mismo mientras disfrutaba de la sensación de ella chupando y lamiendo su
polla. Tratando de alejar su mente del orgasmo construyéndose dentro de él,
tomó la parte de atrás del cabello de Elsie y quitó las horquillas. Las tiró a
un lado y resonaron en el piso del baño. Luego arregló el pelo rojo, de
manera que cayera sobre los hombros y se desplomara sobre su espalda.
Todo lo que llevaba era su collar de oro y su piel cremosa desnuda, al igual
que la ligera dispersión de pecas en los hombros. Dios, ella era hermosa.
Cuando supo que estaba en el filo del auto-control, llevó las manos a su
cara y tomó sus mejillas.
—Eso estuvo muy bien, nena—, dijo con los dientes apretados. —Pero
tengo otros planes para mi polla y el lugar en donde la voy a poner.
John dejó escapar un gruñido bajo y Drew le miró con una expresión que se
volvió divertida, probablemente porque podía ver la posesividad en la
mirada de John.
Le tomó una gran cantidad de auto-control calmar los celos que rabiaban a
través de él, pero John forzó una mirada despreocupada en su rostro.
—Ella llegó para una entrevista de trabajo ayer. Las cosas fueron... bien.
Mejor de lo que cualquiera de nosotros se esperaba.
Podría tener que castigarte un poco más duro de lo que había planeado.
complaciéndola.
—Lo tienes—, dijo Aaron mientras se dirigía a una fornida silla cubierta de
terciopelo.
Vio con sorpresa como él la dio vuelta y dobló por la mitad para que se
posicionara como un banco de nalgadas. Movió algunas piezas ocultas de
madera y arregló un lugar para que estuviera de rodillas.
—¿Sabes por qué estás siendo castigada, Elsie?—, preguntó John mientras
permanecía de pie junto a ella y frotaba la palma de la mano sobre una de
las mejillas de su culo.
Elsie gritó, y luego otra vez cuando azotó el otro lado de su culo. Eso
quemó condenadamente mucho. El calor barrió sobre ella, comenzando
como un dolor
Dio un suspiro de alivio cuando John dio un paso atrás, pero se tensó de
nuevo cuando dijo.
—Drew, tu turno.
—Es un placer.
Elsie esperó la primera bofetada, pero en lugar de eso ella sintió sus labios y
su lengua en su culo ardiente, tranquilizándola. Y entonces él la mordió.
El dolor era intenso y la hizo gritar. Hizo suaves sonidos guturales mientras
la mordía de nuevo, chupaba su carne y luego, la mordía otra vez. Aún más
lágrimas rodaron por sus mejillas. Siempre le sorprendía cómo el dolor
podía convertirse en placer. Ella nunca antes había tenido un hombre
mordiendo su culo después de ser azotado, y a pesar del dolor, de alguna
manera era erótico.
Drew dejó de morder y colocó suaves besos en cada lugar que había
mordido, lo que la hizo gemir. Se apartó, y en voz baja dijo:
John rompió el beso y lo cogió por el cuello mientras la agarraba por los
muslos y la levantaba para que pudiera envolver sus piernas alrededor de
sus caderas. Sus muslos quemaron por los azotes cuando los tocó. Por
encima del hombro vio a Aaron y Drew, ambos con un intenso deseo en sus
ojos. Los de Aaron eran de un marrón ahumado, mientras que los ojos
marrones y el pelo rubio de Drew parecían casi negros.
Sus ojos azules eran intensos mientras los pliegues acunaban su polla,
mojándola. Un paquete de papel de aluminio cayó sobre la cama junto a
ellos y Elsie miró hacia arriba para ver a Drew ya enfundado y
distribuyendo una cantidad abundante de lubricante sobre su erección.
Tragó saliva, mirando la polla desnuda de Aarón, a sabiendas de lo que
venía después.
Elsie gimió cuando Drew separó sus nalgas, abriéndolas y empezó llenarla
desde atrás.
—Oh Dios—, gimió. Las dos pollas estaban tan profundamente dentro de
ella que se sentía como si estuvieran casi tocándose.
Drew y John empezaron a follarla lentamente y gimió con cada golpe. Fue
diferente a todo lo que jamás había experimentado o esperaba experimentar
en su vida.
John llevó su cara hacia abajo y la besó con fuerza antes de que Aaron
empuñara su pelo y la atrajera hacia arriba, de tal manera que su pene se
presionaba contra sus labios.
Su orgasmo se acercaba, otra tormenta aún mayor que la anterior. Ella sabía
que cuando llegara ese momento iba a perder todo el control.
—Eso es—. John agarró sus caderas ardientes mientras Drew continuaba
golpeando en su culo. —Aguanta, aguanta.
Elsie estaba a punto de llorar. Todo su cuerpo estaba tenso y se sentía como
si fuera a explotar.
—Córrete ahora, cariño—, dijo John, y eso fue todo lo que le tomó.
Pero ahora estaba abrazando al hombre con el que ella realmente quería
estar. Olía tan bien, tan masculino. Después de que se había desvanecido la
noche pasada, había despertado en los brazos de John y Drew y Aarón se
habían ido. La había ayudado a vestirse y habían ido directamente a su casa.
Se sentía como borracha, como si hubiera bebido demasiado, y no había
consumido nada con alcohol.
Una vez que llegaron a casa de John se dieron un baño de lujo y luego la
metió en la cama, sus enormes brazos envueltos alrededor de ella,
abrazándola con fuerza. Los olores de la ropa de cama limpia y el jabón del
baño de la noche anterior eran reconfortantes y junto con el olor masculino
de John, la hacían sentir como si estuviera en casa.
—Buenos días, cariño—, dijo John con voz ronca mientras apretaba los
labios en su cabello.
—Si, buenos—. Se acurrucó más cerca y descubrió que podría ser una
mañana muy buena si el tamaño de su erección era una indicación.
John bombeó sus caderas, frotando su polla contra su vientre, y ella dio un
suave gemido. El correspondió con un fuerte gruñido cuando la puso sobre
su espalda y se deslizó entre sus muslos. Estar sobre su espalda hizo que su
culo quemara
Con un fuerte jadeo, ella arqueó su espalda y envolvió sus muslos alrededor
de sus caderas. Él bombeó su polla duro y rápido y Elsie dio gritos suaves
con cada golpe. La sensación de tenerlo dentro de ella y la quemazón
continua de su culo y los muslos, la condujeron más y más cerca de un
poderoso clímax.
Esta vez, dejó que la energía se disparara a través de ella, hasta sentir un
hormigueo en cada terminación nerviosa de su cuerpo. Profirió un grito
largo y John la siguió momentos más tarde con un fuerte gemido, unos
pocos golpes más de sus caderas y el pulso de su polla dentro de su núcleo.
Nunca había visto a alguien tan sexy como estaba él en ese preciso
momento.
*****
Fue sólo cuestión de días antes de que John supiera que estaba locamente
enamorado de Elsie. ¿Amor a primera vista? Siempre había pensado que
eso era pura mierda. Ahora ya no podía imaginar la vida sin ella y su
personalidad dulce, los colores siempre cambiantes de sus ojos color
avellana y el cabello rojo fuego. Tan elegante y refinada durante el día, y
tan caliente y desenfrenada por la noche.
Había tenido un montón de relaciones, sobre todo de usar y tirar, donde él y
la mujer tenían una aventura y se separaban de manera amistosa. Nunca
había querido más que eso. Había muchas mujeres bonitas para disfrutar
como para estar atado a una.
Él sólo tenía que convencerla de que se tomara ese tiempo libre ahora y
pasarlo con él, en lugar de gastarlo en busca de un puesto a tiempo
completo, o incluso otro contrato de trabajo. No había tomado unas
vacaciones en quién sabe cuánto tiempo, y tenía un personal eficiente que
podría prescindir de él durante un par de semanas. Infierno, un mes,
incluso.
Ella respondió al tercer timbrado, su voz baja y sin aliento mientras decía,
—Hola, John—, con su sexy voz de “fóllame” que lo ponía más duro que
nunca.
Se ajustó la furiosa erección a través de sus pantalones. Podía imaginarla en
su oficina ahora, de rodillas, chupando su polla.
—¿Qué estás haciendo, cariño?— Sus palabras siempre parecía ser bajas y
roncas cuando hablaba con Elsie. Sentía que estaba en la secundaria de
nuevo. Era como si apenas pudiera hablar a su alrededor.
—Estás siendo una chica muy mala, Elsie—. No podía dejar de frotar su
erección a través de sus pantalones. —Burlarte de mí solo hará que seas
castigada.
—Bueno, no.
—¿Qué dices sobre esquiar en Colorado?— Para su sorpresa, en realidad se
sentía nervioso por preguntarle y por cuál podría ser su respuesta.
Una pausa.
—Bueno. Voy a hacer los arreglos necesarios—, dijo antes de que ella le
tirara un beso por el teléfono y él sonrió como un tonto.
*****
enfriamiento que la nieve pudiera causar. —Tendrás que pagar por ello.
Mientras la miraba, ella le quitó el aliento. Sus mejillas rosadas por el frío,
los labios de rojo, y sus siempre cambiantes ojos de color avellana casi
azules como el cielo.
Se retorció y se rió un poco más, pero aguantó y tiró de ella hacia abajo de
modo que estuvo debajo de él de nuevo y tenía sus manos enguantadas
clavadas sobre su cabeza en la nieve.
1 Bunny slopes: son las pistas de sky para niños y principiantes. Bunny es
conejito.
—Ese es tu primer castigo—, dijo mientras Elsie reía tan fuerte que estaba
teniendo dificultades para respirar. La dejó y detuvo las cosquillas para que
pudiera recuperar el aliento.
Liberó sus labios y le tomó la cara entre sus manos enguantadas, aún
sosteniéndola para poder tomarla más a fondo. Su pantalón de esquí
estranguló su pene y apretó sus caderas entre sus muslos. Hizo suaves
gemidos y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Era enorme, apenas podría llamarse una cabaña según las normas
tradicionales, pero tenía una sensación acogedora.
—Definitivamente.
—Estás chorreando—, dijo ella con una sonrisa burlona y John miró hacia
abajo para ver que todavía estaba en su traje para la nieve.
Sabía tan dulce. Ningún vino podría coincidir con el sabor de sus jugos.
Ella gemía y se retorcía mientras le lamía y chupaba su clítoris. Golpeó con
los dedos dentro y fuera de su coño mientras implacablemente la empujaba
hacia el borde.
¿Entiendes?
Cuando nada pudo parar su propio orgasmo, apenas pudo decir las palabras.
Momentos más tarde, la estaba abrazando a la luz del fuego, sin querer
dejarla ir.
6
Elsie negó con la cabeza mientras John entraba cojeando en su sala de estar
con sus muletas.
—Te ves tan lindo —, dijo con una sonrisa. —Y pensar que era yo quien
tenía miedo de partirse una pierna.
Cuando ya estaba instalado en el sofá con la pierna rota apoyada sobre una
silla, se acurrucó a su lado y puso su cabeza sobre su hombro. Se sentía tan
cálido y sólido, y olía a aire libre y a ese olor tan masculino que había
llegado a amar.
Elsie se serenó un poco. Había estado tan asustada por él cuando lo vio caer
por la pendiente. Era como si un pedazo de ella se hubiera estrellado contra
esa montaña.
Habían tenido que quedarse un día más para que pudieran enyesar la pierna
hasta arriba de su muslo. Habían cambiado sus planes y habían conducido
de vuelta, ya que no podía volar con su nueva pierna rota, y habían llegado
a Tucson hacía sólo una hora más o menos.
John le acarició el pelo que había dejado suelto sólo para él, a pesar de que
era rizado y rebelde como el infierno.
La travesura brillaba en sus ojos y le llevó la mano hacia abajo para frotar
su erección.
—Vamos—, dijo.
Ella encontró su mirada mientras excavaba y sacaba una caja de joyería que
hacía juego con la que le había dado antes, que había contenido la
gargantilla de oro. Sólo que ésta era del tamaño de una caja de anillo.
Su corazón latía con fuerza. No era lo que ella pensaba que era. No podía
ser. No.
Elsie tragó saliva y levantó la tapa de la caja para ver un hermoso diamante
cuadrado, flanqueado por esmeraldas.
Su mirada saltó a la suya, sus labios se separaron, pero no tenía idea de qué
decir. Su mente giraba como si estuviera en un mundo de ensueño.
—Tu regalo del Día de San Valentín para mí, sería que dijeras que sí—.
John tomó la caja de su mano y sacó el diamante de la misma. Lo deslizó en
el dedo anular. —Di que te casas conmigo, Elsie.
—Lo suficiente para saber que eres la única mujer que quiero en mi vida—.
Deslizó sus dos manos entre las suyas. —Di que sí.
Una sonrisa apareció en su cara y ella se lanzó contra su pecho y le echó los
brazos alrededor de su cuello.
—De ahora en adelante tienes que dejar que alguien más haga todas tus
entrevistas. La única entrevista que estarás haciendo será a mí.
01 – Tomando instrucciones
03 – Tomando el trabajo
04 – Tomándolo personalmente
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