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la realidad a medida que el mundo explota a mí alrededor.

Me contesta en Facetime, claramente en el baño del club, donde


probablemente se esté vistiendo para ir a casa. Me quejo. Iba a
hablar, a pedirle su opinión, a dejar que me tranquilizara... pero al
verla, me doy cuenta que quiero otra cosa. Quiero saber que sigue
siendo mía. Las palabras envenenadas de Justin llenan mi cabeza,
cubriendo mi cerebro hasta que lo único que puedo pensar es endemostrarle a él y a
mí que ella es mía.
Solo mía.
Nunca suya, nunca más. Ella es mi maldito ángel.
—Hola, Ty, ¿cómo fue...?
—Cierra la puerta, quítate los pantalones. Ahora —le ordeno.
Ella parpadea, mirándome por un momento, aunque veo que la
excitación llena sus ojos. El celular es colocado en el mostrador, y
un momento después, escucho el clic de la cerradura antes que su
rostro vuelva a aparecer en la pantalla.
—¿Ty? —pregunta.
—¿Es ese mi nombre? —pregunto.
Se estremece y sus labios se separan en un jadeo.
—No —susurra.
—Dilo.
—Papi. —Sonríe.
—Buena chica, ahora muéstrale a papi a quién perteneces. Deja
que vea ese bonito coño mío. Tócalo —le ordeno, poniéndome
cómodo en el asiento del conductor mientras observo a mi chica.
Ella se lame los labios y luego, con una sonrisa, se pasa la mano
por el pecho hasta llegar a sus tetas, que aprieta mientras inclina
la cámara para mostrármelas. Gimiendo, veo cómo la pasa por su
estómago desnudo hasta llegar al pequeño tanga de encaje que
lleva. Lo tira hacia un lado, mostrándome su coño ya mojado.
—Mierda, Ángel —gimo, mi polla se sacude en mis pantalones
mientras la observo, pero no se trata de mi placer ni del suyo. Se
trata de asegurarnos a los dos que Justin no se ha interpuesto entre
nosotros. Que yo soy suyo y ella es mía.
—Fóllate con los dedos, hazte correr mientras miro. —Ella gimey se sacude el
clítoris antes de pasar el dedo por su coño mojado y
deslizarlo dentro.
—Buena chica —digo—. Mierda, mira lo mojada que estás. Puedo
ver cómo te aprietas alrededor de tus dedos, nena, está tan
jodidamente caliente. Estoy sentado en mi maldito auto tratando de
no explotar en mis pantalones como si fuera un adolescente.
—Hazlo —murmura ella—, y enséñame. Desearía que estuvieras
aquí, desearía que estos fueran tus dedos... tu lengua o tu polla. Lo
necesito tanto. Estaba pensando en ti antes que llamaras, de pie en
el baño donde me follaste por primera vez.
Maldita sea. Todavía recuerdo la forma en que gimió mi nombre,
la primera sensación de su apretado coño alrededor de mi polla, de
mi ángel salvaje y el éxtasis que encontré en sus brazos.
—Eso es, Ángel, piensa en mí. Cuando te vea mañana, enterraré
mi cara entre esas hermosas piernas durante horas. Quiero tu
crema empapándome mientras gritas mi nombre —gruño,
apretando la mano contra mi polla por encima del pantalón
mientras intento calmarme.
Pero debería haberlo sabido. Cuando se trata de mi chica, estoy
indefenso. Me vuelve loco hasta que me olvido de todo menos de
ella. Viendo sus dedos entrar y salir de su apretado coño, sus
gemidos y jadeos llenando mi pantalla, no puedo evitarlo. Miro a mi
alrededor, al estacionamiento en la oscuridad, mientras reclino mi
asiento.
Gracias a Dios, he aparcado cerca de la parte trasera y no hay
nadie que me vea. Me desabrocho el cinturón, saco mi polla y la
acaricio mientras la observo.
—No puedo evitarlo, me estoy tocando, Ángel, ¿quieres ver? —
Ella gime en respuesta—. ¿Quieres ver mi gorda polla que estará
dentro de ti mañana?
—Sí, papi, por favor —suplica, sus dedos se aceleran mientras
añade otro, estirando su coño como lo hace mi polla.
Inclinando la cámara hacia abajo, dejo que me vea empujando mipolla mientras la
acaricio.
—Mierda —dice.
Levantando las caderas, empujo hacia mi mano.
—Buena chica, ya estás cerca, ¿verdad? Me doy cuenta, ¿te vas
a correr para mí como un buen ángel? ¿Dejarás esa mano mojada?
—Sí. Estoy tan cerca, mierda, mierda —murmura, inclinando sus
caderas mientras se frota desesperadamente con los dedos.
Gruñendo, me acelero, intentando luchar contra mi liberación
mientras mis pelotas se tensan.
—Ahora —exijo con brusquedad, vaciando mi descarga sobre el
volante y sobre mí con un gemido, observando cómo ella gime con
fuerza. Su coño se aprieta alrededor de sus dedos mientras se corre,
y su crema gotea por ellos como yo pedí. Jadeando, veo cómo los
libera.
Al volver a enfocar la cámara hacia su rostro sonrojado y llena de
lujuria, veo cómo los lame hasta dejarlos limpios.

Arrastrando la mano por detrás del tocador, agarro un peine de
bordes afilados, por si acaso. Tiene una mirada maniática que me
pone de los nervios. No creo que vaya a hacerme daño, pero ¿Por
qué está aquí? La intensidad de su expresión, mezclada con el
hecho que se dirige hacia mí, hace que me ponga en guardia.
Se detiene cuando está pegado a mí, como si creyera que tiene
todo el derecho a tocarme solo porque solíamos follar. Su mano se
dirige a mi mejilla, pero me alejo. La deja caer y estrecha los ojos.
—No respondes a mis llamadas ni a mis mensajes, solo quiero
hablar.
—Bien, pero no aquí, reúnete conmigo fuera del club...
—No —dice en mi rostro, y me echo hacia atrás de nuevo—. Solo
nosotros dos. Donde nadie pueda distraerte o influenciar tu
decisión.
¿De verdad cree que los demás tienen algo que ver con que no
quiera volver con él?
—Justin, no quiero hablar contigo, y menos volver contigo.Metiste tu polla en otra
mujer y éramos una pareja desdichada.
Supéralo y déjame en paz —digo, molesta por su constante acoso y
su falta de voluntad para dejarme ir.
Nunca fue tan entregado cuando estábamos juntos. Tal vez si lo
hubiera sido, no estaría durmiendo con su padre.
—No, no, no. No lo entiendes. —Suspira y da un paso atrás,
pasándose la mano por el cabello—. Fue un error, ¿sí? Me disculpé.
—Se gira, con los ojos perdidos y el cabello alborotado. Trago saliva
con inquietud. Algo no va bien... ¿Ha estado bebiendo?—. ¡Tienes
que escucharme! ¡Mierda! —grita, y su puño pasa volando por
encima de mí. Caigo a un lado mientras golpea el espejo. Me vuelvo
horrorizada y miro el cristal roto y luego a él. Retrocedo sujetando
el peine en mi mano y le apunto con él.
—¡Tienes que salir! Ahora —casi grito, pero me tiembla el dedo
cuando se acerca, bajando la barbilla.
—¿O qué, Lexi? —Me agarra y me lanza contra un tocador, su
mano se dirige a mi garganta—. ¿Quieres pelear? ¿Es eso? ¿Es
algún tipo de juego enfermizo con el que te estás divirtiendo?
—No —digo, dándole una patada y empujándolo hacia atrás—.
No puedo ser más clara, pero lo intentaré una puta vez más, así que
escucha. —Me acerco más, presionando el filo del peine contra su
garganta, haciendo que esta vez sea él quien se quede quieto, no yo.
Estoy harta que los hombres se crean dueños de mí solo porque me
han metido la polla. No tienen derecho a tocarme a menos que yo
lo diga, y tienen que darse cuenta de ello, porque estoy cansada de
aceptarlo sin más—. No quiero follar contigo, ni tocarte, ni tener
una relación contigo. Quiero que dejes de llamar y enviar mensajes
de texto. Quiero que me dejes en paz, maldita sea.
—Te gustaron las flores, ¿no? —interviene, con una sonrisa de
satisfacción.
Las flores... Joder, ¿eran de él?
—¿Eran tuyas? —Suspiro—. Justin...
—Espera, ¿pensabas que eran de otra persona? ¿A quién mierdaestás follando? —exige,
apretando el peine, y yo jadeo y lo tiro hacia
atrás, pero es demasiado tarde. Una gota de sangre se forma en su
cuello donde se ha cortado accidentalmente.
Empieza a retroceder mientras habla.
—Lexi, ¿a quién mierda te estás tirando?
—¡No es de tu incumbencia! —grito en su cara—. ¡Déjame en paz,
maldito acosador! Se acabó. Se acabó ¿Lo entiendes? Fuiste un
error desde el principio, ahora déjame seguir con mi vida, o te juro
que...
—¿Qué? —Ríe—. ¿Qué vas a hacer? ¿Apuñalarme con tu pequeño
peine?
Sonrío entonces, negándome a dejarme intimidar por este
imbécil.
—Sí, y luego te echaré de aquí. Déjame en paz.
Me observa, claramente analizando mis palabras. Sus hombros
se desploman mientras se restriega la cara.
—Solo quería hablar...
—¿Así que te presentas en mi trabajo borracho y rompiendo los
bienes de esta propiedad? —Me miro al espejo—. Bien hecho, ahora
lárgate.
Suspirando fuertemente, se aleja.
—Lo siento, Lexi, por favor... piensa sobre lo que he dicho... —
implora casi con esperanza.
—¿Me estás tomando el pelo? —digo entre dientes—. No, es un
no, siempre va a ser un no, y esta mierda es uno de los motivos. —
Justo entonces, oímos los pasos de las chicas bajando las escaleras
desde el escenario. Se detienen al vernos. Sus risas y voces se
cortan al ver mi expresión, el espejo roto y a Justin.
—Sal o te daré una patada en el culo, pervertido —grita Allegra
mientras otra chica va por la seguridad.—Fuera antes que te saque las tripas como
el imbécil que eres —
dice Blair, e incluso saca una cuchilla de algún sitio.
Con una mirada más hacia mí, desaparece y caigo rendida. Todas
se precipitan y empiezan a hacer preguntas.
—Estoy bien, juro que estoy bien. —Suspiro.
Aparece el personal de seguridad y les aseguro que estoy bien,
pero les pido que no dejen entrar más a Justin. Después de
limpiarme el rostro, recojo mi bolsa y me acompañan a la puerta
principal para asegurarse que llego bien a casa. Pero una vez que
se abre la puerta, toda mi ansiedad y mi miedo se transforman en
alivio y felicidad.
Tyler.
Cuando veo a Tyler esperando fuera, todo lo demás se desvanece.
Justin, el terror, nada más que él importa. Me abalanzo sobre sus
brazos y él me envuelve con ellos antes de retirarse y besarme con
fuerza.
Sé que debería decírselo, pero eso puede esperar hasta más tarde.
Ahora mismo, solo quiero estar con mi hombre.
Me sujeta las mejillas y sonríe.
—He estado pensando, hay una comida familiar en mi casa el
sábado, ¿vienes?
—Pero... —Me tapa los labios y entrecierra los ojos en señal de
advertencia, haciéndome temblar.
—No tienes que decir que estás conmigo. Justin no estará ahí,
pero todos te quieren, así que ni siquiera lo cuestionarán... Ven,
Ángel, ¿por favor? Hazlo tolerable... —suplica.
—¿Prometes al menos tocarme por debajo de la mesa? —
murmuro, incapaz de decirle que no.
—Te haré algo mejor, te follaré mientras están comiendo en la
planta baja —bromea sonriendo. Me inclino y lo beso.—Bien, pero me debes orgasmos
por tener que aguantar las
constantes preguntas de Flo sobre los bebés.
—Trato —murmura contra mis labios—. Ahora vamos a llevarte
a casa para que pueda arrancarte la ropa y empezar con esos
orgasmos.

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