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Mindfulness o atención plena, puede definirse como la conciencia que surge al prestar atención
deliberada a cómo se despliegan las experiencias, momento a momento, con una actitud de
aceptación compasiva y de curiosidad. Es el enfoque de la atención que nos permite centrar la
conciencia en lo que sucede en el presente.
Esto nos lleva a poder observar la realidad de una manera más nítida y transparente, al poder darnos
cuenta de la interpretación subjetiva desde la que la estamos percibiendo. No supone nada parecido
a rechazar las ideas que surgen, intentar fijarlas, suprimirlas o tratar de controlar nada más allá del
enfoque y la dirección de la atención.
La atención plena no implica intentar llegar a ningún estado de conciencia, ni esforzarse en sentir algo
especial. Consiste, sencillamente, en permitirnos estar conscientes, donde ya estamos. Observar con
atención, presencia y amabilidad las experiencias que aparecen un momento tras otro en nuestra
consciencia.
A través de la práctica de mindfulness, se desarrolla la conciencia de una identidad más esencial, que
se coloca como atestiguador neutral y compasivo de lo que sucede dentro y fuera de nosotros.
Posibilita que nuestros patrones de personalidad no salten de manera automática, haciéndonos
reaccionar a lo que percibimos. Un espacio de libertad desde el que poder observar alternativas de
respuesta, lo cual es reflejo de un aumento en el nivel de conciencia.
Sin este “darnos cuenta” vivimos esclavos de las emociones y pensamientos que surgen
espontáneamente al vivir con el piloto automático. La actividad mental dispersa nos lleva a recorrer
un pasado con el que permanecemos resentidos, y desde el que se proyecta un porvenir que se espera
con ansiedad.
Mindfulness nos recuerda que, en el aquí y ahora, podemos tener la opción de elegir de forma
consciente e intencionada cómo relacionarnos con nosotros y nuestras circunstancias
La práctica de Mindfulness reduce nuestra propia reactividad desactivando nuestro automatismo
habitual y permitiendo manifestar “respuestas” en lugar de “reacciones”. Nos aporta un medio
con el que poder reducir nuestro sufrimiento y aumentar el nivel de bienestar.
Cuando adoptamos una actitud de atención plena, prestamos más atención a todo lo que tenemos
alrededor, y nos damos cuenta… observamos lo que experimentamos, sin posicionarnos a favor o en
contra. Mindfulness implica ser consciente de lo que se ve, se siente, se oye, se huele, se saborea, se
palpa… justo en el momento en el que está sucediendo. Ahora. Lo que se siente puede venir del
exterior (sabores, olores, etc.) o del interior (sensaciones del cuerpo o pensamientos).
Lo importante es mantenerse abierto en el presente. En realidad no es otra cosa que vivir en actitud
de descubrimiento y permanente sorpresa. Con dicho enfoque el presente se expande y descubrimos
el gozo de habitar en él, fluyendo de manera fácil y sin esfuerzo. Vivir con atención plena, es una
decisión personal que renovamos en cada momento del día. Cada instante podemos decidir atender
lo que vivimos en ese momento, sea lo que sea, disminuyendo la dispersión mental y la esclavitud
que conlleva la concatenación ininterrumpida de las ideas.
Paciencia
La impaciencia en los educadores aparece en relación directa a la necesidad de cumplir metas y llegar
a determinados resultados en el tiempo que ha estimado el sistema educativo para todos los alumnos.
La ansiedad con la que se vive pasar por los hitos y evaluaciones dificulta considerablemente la
consecución de esos resultados.
El enfoque mindfulness en el aquí y ahora lleva a aprovechar al máximo las oportunidades de
aprendizaje y crecimiento que se están dando en cada momento. Un enfoque que lleva a aumentar la
calidad de todo el proceso.
La paciencia en la práctica de mindfulness implica un gran respeto y compasión por la naturaleza
errática de nuestra mente, y recordar una y otra vez volver al presente cada vez que tomamos
consciencia de que nos hemos distanciado de él.
Mente de principiante
Los participantes del programa van a experimentar por primera vez los ejercicios mindfulness. La
actitud del facilitador favorecerá enormemente su motivación y atención, si la presenta y entra en ella
como una investigación nueva y única. En realidad, nunca se desarrolla de la misma manera un mismo
ejercicio, y podemos permanecer atentos a lo nuevo y sorprendente, en lugar de tratar de llegar a
resultados encontrados previamente, o esperados a partir de los objetivos e intención educativa.
Seguramente, además, sea una manera de acercar más la práctica a la vida cotidiana.
Cuando dejamos de sentir a los alumnos como una potencial amenaza al desarrollo del programa, la
amabilidad sincera que se despliega hace más fácil que se den con menos probabilidad
comportamientos boicoteadores. Sin anticipar que esto pueda suceder, si nos toca abordarlo, se
puede interpretar como una oportunidad para trabajar esta confianza.
No esforzarse
Toda sensación de esfuerzo proviene de la anticipación, de una previsión demasiado rígida. Si
tenemos bien interiorizada la estructura de la sesión, sin perder de vista los tiempos, podemos
permitir que surja la energía justa y necesaria para facilitar cada ejercicio.
Daremos entonces las instrucciones precisas, sencillas, de una manera más clara y entendible.
Observaremos de forma más neutra lo que sucede, sin tratar de corregir o variar el curso de la
dinámica para ajustarlo al “cómo debería de ser”. Convertiremos todo lo que suceda en una
oportunidad para la toma de conciencia.
Nos lleva a amar la acción por la acción, independientemente del resultado. Todo lo que en realidad
necesitamos es permanecer en presencia. Si estamos tensos, prestemos atención a esa tensión. Si
algo nos duele, aceptemos y observemos nuestro dolor al tiempo que este pasa. Si criticamos
nuestras conductas observemos asimismo a la parte crítica de nosotros mismos que las enjuicia.
En lugar de esforzarnos por estar de otra manera, estemos atentos.
Aceptación
La aceptación significa ver las cosas como son en el presente. Cuando no aceptamos lo que está
sucediendo, perdemos la oportunidad de realizar la acción más adecuada y correcta a la situación que
nos toca vivir. Brotará en nuestra mente la supuesta situación ideal que esperábamos, y trataremos
de forzar la situación para llegar lo más antes posible a ella.
Nos damos cuenta, al aceptar, de que los demás no tienen necesidad alguna de cumplir nuestras
expectativas. Lo que sucede es real, y se expresa desde las necesidades reales a las que atendemos.
Nos preguntaremos, de forma abierta, qué hay detrás de lo que sucede, cuáles son los mensajes que
nos está haciendo llegar esta realidad.
En esencia, mindfulness es un fin en sí mismo, supone una forma de vivir, practicando en nuestras
actividades cotidianas el ser conscientes de lo que estamos haciendo.
La práctica de la atención plena nos permite fluir con la vida, aceptando lo que nos trae, soltando
controles innecesarios y apegos que nacen de nuestra inseguridad y falta de confianza. Al acceder a
una visión y comprensión más global de las situaciones, en lugar de responder a ellas como estamos
acostumbrados, reaccionando de forma automática, ganamos un espacio de libertad para actuar de
forma más centrada y sabia.
Mindfulness nos entrena para parar y observar. Detenemos la reacción automática cuando está
surgiendo interiormente y aún no se ha expresado en forma de comportamiento. Desde ahí podemos
darnos cuenta de cuál es el estado de nuestra mente en ese momento, qué tensiones y sensaciones
sentimos en nuestro cuerpo, cómo estamos respirando… en vez de dejarnos arrastrar por hábitos e
impulsos automáticos, que una vez que se desencadenan, nos llevan de forma inconsciente a generar
situaciones indeseadas.
El descubrimiento de esta identidad que queda tras este proceso de desidentificación es realmente la
clave que añade a la práctica de mindfulness este enfoque integral. En un nivel más profundo que el
de la personalidad, con sus máscaras, podemos reconocernos en la desnudez primordial de nuestro
ser, más allá de sus cualidades y formas de expresión.
Tan solo podemos plantearnos tratar con ecuanimidad a nuestros alumnos y alumnas y compañeros
si reconocemos en ellos este mismo núcleo de identidad esencial, que nos observa de forma
transparente, con independencia de la perspectiva que traza la personalidad.
La práctica de mindfulness favorece una autogestión emocional saludable, que surge del
entrenamiento con el enfoque de la atención.
Al entender Mindfulness como una forma de vida, el trabajo con niñas, niños y adolescentes nos
revela un sentido muy especial, ya que es en estas primeras etapas donde se cimentarán las actitudes
y los recursos del adulto, condicionando cuál va a ser nuestra relación con la vida.
Las técnicas y herramientas mindfulness contribuyen a que las niñas, niños y adolescentes aprendan
a identificar y a gestionar de forma más consciente sus diferentes estados emocionales. Les
proporcionan herramientas sencillas que les permiten ir aprendiendo a conectar con sus emociones,
sin avergonzarse o sentirse culpables de lo que sienten. Aprendemos a avergonzarnos de aquellas
emociones no aceptadas, tanto familiar como social y culturalmente (ira, tristeza, miedo….).
Gracias a este aprendizaje, ya no necesitan taparlas, confiando en que no les desbordarán hasta el
punto de ser dominados por ellas.
Mindfulness aplicado a las relaciones humanas nos permite hacernos conscientes de lo que nos está
sucediendo cuando interactuamos con los demás, respirar lo que sentimos, acogerlo y dirigirnos
a nosotros mismos aprecio, cariño y aceptación ante aquello que nos pueda producir sufrimiento.
La práctica sostenida de mindfulness nos familiariza con el silencio, lo que nos hace ganar espacios
para observar y no perdernos en el otro, en ese conocido juego de búsqueda de aprobación y
resistencia y protección ante el rechazo. Introducir la escucha en presencia y en silencio en las
relaciones humanas favorece la empatía, la posibilidad de ver al otro, y mantener la conexión que
permanece por encima de los conflictos que parecen distanciarnos.
Un niño que aprende que sentir cualquier emoción es algo natural, y disfruta del espacio para
expresarlas, siendo escuchado por un adulto consciente y también por sus compañeros, desarrolla
asimismo la capacidad de escuchar con atención y presencia cómo otros las expresan.
Algo que permite ir mucho más ligero de estos pesados equipajes por la vida adulta, generando
tensiones y conflictos innecesarios en el entorno laboral y familiar. Podrá generar formas más
creativas y compasivas de abordar los retos que las relaciones vayan presentándole a lo largo del
camino, en lugar de reproducir las pautas del pasado.
El niño y adolescente que aprende que no es lo mismo lo que sucede, que su percepción y juicio
sobre lo que sucede, va desarrollando aceptación y compasión hacia sí mismo, lo cual fortalecerá su
autoestima y abrirá su mente a otras formas de visión e interpretación de la realidad.
En un mundo cada vez más intercultural, aceptar que el otro puede tener otro punto de vista diferente
al nuestro, que podemos ponernos en su lugar y aun así seguir manteniendo nuestra propia
individualidad, ayuda a las niñas, niños y adolescentes a sentir unidad.
Aprendemos que podemos observar nuestro criterio sin necesidad de compararlo y sentirlo
superior al de los demás. Gracias a esta flexibilidad podemos además aprender y hacerlo evolucionar
si lo sentimos, sin miedo a perder nuestra conexión con nosotros mismos si cambiamos de opinión.
Todo esto gracias a que aprendemos que no somos nuestras opiniones, y que éstas pasan, cambian y
se adaptan a las circunstancias.
Los alumnos están obligados a pasar un excesivo número de horas sentados en sus sillas. A menudo,
buscando posiciones que resultan aparentemente más cómodas, hay partes del cuerpo que se cargan
en exceso, habituándose a esa tensión. La musculatura se carga, y sobreviene el aumento de
cansancio y la pérdida de atención.
La conciencia de la postura en la que están sentados les lleva a realizar las correcciones oportunas,
ante los primeros síntomas de malestar, una vez que se dan cuenta del efecto que tienen sus posturas
acostumbradas.
La postura es reflejo de la actitud y la motivación interna, de tal manera que el reaprendizaje postural
sostiene su enfoque de atención. Dependiendo de las edades, se aprenden ejercicios de relajación
progresiva, que implican un nivel de complejidad y coordinación psicomotriz mayor. Se aprende a ser
amables con el propio cuerpo, y observar cómo la relajación sucede al reducir el nivel de oposición
interna a la tensión y al dolor.
Las niñas y niños permanecen desconectados de sus compañeros, y tienden a expresar el conflicto
con un alto nivel de reactividad, egoísmo, e impulsividad. Resulta muy difícil ponerse en el lugar del
otro, tener en cuenta sus necesidades y sentimientos, cuando uno ni siquiera es capaz de atender y
poner nombre a lo que está sintiendo.
Aprender a escucharse implica propiciar ejercicios de detención, silencio, aprender a no salir huyendo
ante la incomodidad o el malestar, realizando cualquier acción inconsciente por tapar el dolor.
La principal herramienta para aprender a soportar el tiempo suficiente la emoción como para poder
reconocerla la aportan los diversos ejercicios centrados en el manejo y control de la respiración.
La mayor muestra de afecto y consideración comienza por reforzar el interés y la atención que
prestamos a las personas con las que nos relacionamos.
La facilitación que se realiza de las diferentes dinámicas grupales que se encadenan en cada sesión
lleva a familiarizarse con el respeto al silencio, y a un ritmo más decelerado que el habitual, donde se
da un espacio para observar y observarse.
Cuando un participante reconoce estar demasiado nervioso para seguir la dinámica, puede ir por su
cuenta al “rincón de paz”, habilitado en el aula.
En silencio, se aprende a ver y a escuchar a los compañeros, valorando cada aportación que se ofrece
al grupo. Se potencia la conciencia de reconocer lo que cada uno ofrece, desde su individualidad.
La confianza y seguridad que ofrece la contención del facilitador, desde su presencia, ofrece un
modelo que tiende a ser imitado rápidamente, y que potencia los comportamientos de afecto y
cuidado recíprocos.
Mindfulness lleva a aprender a soportar y disfrutar los espacios vacíos de actividad mental. Desde la
calma, y la interiorización, el facilitador asiste a la validación de respuestas únicas y originales.
Se plantean dilemas sin solución única, se estimula la imaginación, la capacidad de dar significado
propio a la experiencia, y el uso de elementos artísticos o simbólicos para la expresión de las
comprensiones.
Aprender a observar los propios pensamientos ofrece una oportunidad de ampliar la capacidad de
reflexión, y un distanciamiento que favorece la inclusión de nuevas perspectivas y por tanto, el trabajo
cooperativo en grupo. Detenerse, y ver los problemas con una mente de principiante, libre de
supuestos, permite observar diferentes oportunidades de elección.
El exceso de información al que están sometidos las niñas y niños hace que cada vez se muestren más
indecisos, lo que lleva a la pasividad y a dejar que sean otros los que acaben decidiendo.
El programa facilita que las niñas y niños puedan aprender a conectar, tras detenerse un instante, con
los mensajes intuitivos que les llegan cuando aprenden a escucharse en calma.
El regalo mayor que ofrece el programa es poder adquirir la serenidad que se obtiene al tomar
conciencia de la neutralidad y compasión con la que pueden llegar a observar todo lo que sucede en
el espacio de su conciencia.
En primaria, el programa ahonda en la capacidad de plantear las preguntas más certeras y claras para
resolver enigmas, haciendo uso de esta mente atenta. Reconocer el valor que tiene todo lo que nos
rodea, dilucidando la estrecha interacción que tienen elementos aparentemente desconectados.
Para que el programa pueda implementar efectos duraderos, se pueden proporcionar tareas para
realizar con los padres en casa.
Los beneficios que proporciona la práctica regular de técnicas de atención plena son los siguientes:
Aumento de la conciencia corporal. En esta edad centrada en la coordinación psicomotriz individual
y con respecto al grupo. A través de prácticas que lleven a interactuar corporalmente con respeto.
También pueden aprender a relajar el cuerpo.
Mejora de la gestión emocional. Pueden aprender a tomar conciencia de cómo están respirando en
diferentes situaciones y qué sienten. Aprender a respirar en estas situaciones reduce la impulsividad.
Se aprende a realizar la actividad despacio, en un ambiente tranquilo.
Mejora de la interacción social. Las actividades pueden llevar a tomar conciencia de lo que están
expresando de forma no verbal, a través de los gestos de la cara. El respeto a las normas de juego y a
la autoridad posibilita que el espacio sea lúdico, y que las prácticas que favorecen la desinhibición
cuenten con la confianza y la contención suficiente por parte del educador.
Desarrollo de nuevas capacidades. Las niñas y niños ya pueden aprender a tomar decisiones
tomando en cuenta su corazón. Pueden expresarse artísticamente en un entorno contemplativo.
También iniciarse en la identificación con el cuidador-observador de su cuerpo.
Dada la característica atencional en esta edad, será más sencillo comenzar a practicar mindfulness si
los juegos y ejercicios llevan a observar con detalle y explorar el medio que les rodea.
La clásica práctica de tomar tres uvas pasas muy lentamente puede sustituirse por gajos de
mandarina, más atractivas para ellos. De esta manera se convierte en una práctica especialmente
interesante para trabajar el autocontrol de la impulsividad.
De atención al cuerpo
Dado que a las niñas y niños pequeños les resulta complicado realizar ejercicios de interiorización,
llevar la atención al cuerpo como si fuera un objeto del mundo externo les resulta sencillo, y es un
primer paso importante para llevar la atención hacia dentro.
La mayoría de los objetivos de MF más relevantes en esta época tienen que ver con la atención al
medio, la atención al cuerpo, y los límites que unen y separan el medio interno y externo, junto a su
interacción a través de los sentidos.
Se puede incluir una pequeña tabla de estiramientos, inspirada en el yoga, en el que se nombran las
posturas para recrear su imaginación. Las instrucciones deben llevar a que presten atención a
diferentes partes de su cuerpo y ejecutar con ellas los movimientos que se indican, imitando al
facilitador. La postura de la montaña les lleva a aprender a alinear su cuerpo. La postura del guerrero,
transmite seguridad y confianza. El caracol les lleva a descansar y replegar su cuerpo hacia adelante,
estirando los brazos como si fueran los ojos del caracol.
Colocados por parejas, pueden bailar al ritmo de la música con una pelota en medio que les una y les
separe, con la instrucción de que no caiga al suelo. De esta manera coordinan su movimiento con el
de la pareja. Se trabaja la expresión corporal con un ejercicio teatral en el que se va recreando la
evolución de los animales. El facilitador nombra a diferentes animales, en progresión evolutiva, y las
niñas y niños se comportan a interaccionan como si fueran esos animales, haciendo su sonido y
comportamiento característicos.
Otra práctica especialmente interesante les lleva a relajarse tumbados en el suelo, con una
visualización guiada por el facilitador. En ella “El granjero”, que representa la conciencia de testigo
del niño, va a ir durmiendo a los diferentes animales de una granja, que representan las diferentes
partes del cuerpo. Los pies pueden ser vacas, las gallinas estar en la tripa, los caballos en los brazos y
el perro en la cabeza. Al final, el granjero descansa y se va a dormir a su casa, representada por el
corazón.
Con este ejercicio se reconocen diferentes partes del cuerpo, que aprender a ser relajadas
conscientemente a través de la respiración, y se añade esa actitud de cuidado, de cariño, a la atención
plena que se desarrolla. Se muestra al corazón como sede de su conciencia… ¡por muy listo que sea el
perro guía de la cabeza!
De atención a la respiración
Atender a la respiración supone toda una iniciación a la práctica formal de mindfulness. Buscaremos
juegos en los que resulte divertido atender a su funcionamiento, la capacidad de alterar a voluntad la
respiración, de observar su relación con los estados emocionales, y la retención de la respiración.
El facilitador puede exponer diferentes situaciones, y las niñas y niños exploran cómo respirarían en
ellas. Pueden ver cómo su respiración se hace más agitada cuando están nerviosos, y como se hace
más profunda cuando se sienten relajados.
En otro ejercicio, pueden visualizar al cerrar los ojos que atrapan una imagen de un objeto que señala
el educador, con una pompa de jabón imaginaria que asciende al inspirar, y con la exhalación hacen
que descienda, volviéndolo a dejar en el suelo
De atención al pensamiento
Éstas son las prácticas que pueden resultar más complicadas para las niñas y niños de infantil.
Podemos aplicarlas tan solo a partir del segundo ciclo (3-6 años), y atendiendo mucho a las
posibilidades de las niñas y niños con los que trabajamos. Si a algunos “no les sale” o “no lo
entienden”, pueden realizar alguna actividad conocida con la respiración, sin compararles con los
demás ni juzgarles con nuestra actitud. En esta edad la repetición juega un papel muy importante, así
que es bueno que las actividades se repitan cada cierto tiempo, de forma que puedan familiarizarse
con ellas, y sentir cómo van mejorando en su desempeño.
Se entrena así la capacidad de alerta, observar el lugar del que proceden los pensamientos, y el soltar
con compasión. Todo un ejercicio basado en la meditación zen que llevaba a observar ¿cuál será mi
próximo pensamiento? Se genera además atención al espacio que hay entre pensamiento y
pensamiento, un espacio que se va agrandando… con efectos de quietud mental considerables.
Otra opción puede ser colorear un mandala. Para ejercitar la capacidad de elegir desde el corazón, se
les presentan tres mandalas para que elijan tan solo uno de ellos. Para tomar esta decisión cada niño
se detiene un momento a observarlos, con las manos en el corazón, con la instrucción de que sea éste
el que les diga cuál desean pintar.
Puede preguntar a niñas y niños a los que se ha visto disfrutar o expresar malestar en diferentes
actividades, para que tengan su espacio para expresarse. También recordar actividades que no se
nombren, ya que es posible que no se hayan retenido. Después de esta pequeña evaluación, que es
bueno que se realice en un círculo cerrado, sentados en el suelo, la sesión se cierra levantándose y
cogiéndose de las manos. Cierran los ojos y dan las gracias en silencio a los compañeros.
En educación primaria un programa de Mindfulness llevará a experimentar con el propio cuerpo, las
emociones, la respiración y los pensamientos. El objeto de atención es interior, a diferencia de los
programas de infantil en los que lo externo, la atención al ambiente, tiene mayor importancia.
Desarrollamos así su capacidad de introspección, gracias a las nuevas herramientas cognitivas que
han adquirido.
De atención al cuerpo
Los estiramientos de yoga pueden introducir elementos de equilibrio que introducen una mayor
destreza psicomotriz, a la vez que les permiten experimentar con su cuerpo y la distribución del peso
en él. Se puede jugar con llevar la atención a movimientos realizados a la vez en diferentes partes del
cuerpo, distribuyendo la atención de forma consciente.
El conocido ejercicio de atención plena con pasas puede realizarse con mandarinas, de sabor
agradable y familiar. La clave aquí está en experimentar con las sensaciones corporales que se
experimentan en la boca al mantener un tiempo el alimento en él y saborearlo plenamente.
Una práctica estrella a la hora de llevar mindfulness al cuerpo implica realizar un body scan.
Tumbados y con los ojos cerrados, pueden llevar su atención a diferentes partes del cuerpo y sentir su
nivel de tensión y relajación. Su peso y sensaciones físicas sentidas, sin intención de cambiarlas.
Después pueden ver el efecto que tiene realizar una respiración profunda a la vez que vuelven a llevar
la atención a estas partes, notando el efecto relajante y de distención que genera.
Otro ejercicio interesante les lleva a interaccionar bailando con los ojos vendados. Al cerrar los ojos,
y el control del medio que lleva asociado, es más fácil que afloren las emociones y que puedan ser
observadas. ¿Qué sienten en el contacto con los demás? ¿Qué espacio necesitan? Aprender a
gestionar su espacio, ver cuándo sienten necesidad de interactuar y cuando desean estar solos…
Desarrolla su capacidad de gestión de las emociones. Es importante marcar bien la necesidad de
respetarse en el contacto físico.
De atención a la respiración
La visualización sobre un puente, soltando una a una 40 ramitas con cada exhalación. Además de ser
un ejercicio de concentración, en las niñas y niños de mayor edad puede añadirse que suelten con la
ramita lo que están pensando o sintiendo, lo que pueden detectar en la inhalación. La práctica de la
respiración arcoíris les lleva a aprender a equilibrar la inhalación y la exhalación. Al inhalar con los ojos
cerrados sienten la luz del sol descendiendo por su coronilla (símbolo del reconocimiento de su propia
conciencia), y al exhalar sienten como tiñen de color los objetos que ven. De esta manera pueden
comprender el concepto de que es su percepción la que da color a la realidad en la que viven. A medida
que equilibran la respiración, pueden ir percibiendo la realidad cada vez con más presencia.
De atención al pensamiento
A través de la lectura de cuentos ilustrados, las niñas y niños pueden empezar a manejar un lenguaje
simbólico y ordenar y estructurar su pensamiento. Es especialmente interesante su uso en esta etapa.
Pueden compartir su lectura para interiorizarla, y permanecer más atentos. Su capacidad de indagar
y de realizar preguntas relevantes sobre la realidad se puede ejercitar con un divertido juego. Se
coloca un objeto desconocido en el interior de una caja, y las niñas y niños averiguan su contenido
haciendo preguntas que el facilitador contesta con un “sí” o un “no”.
En una segunda parte, en el aula, muestran a sus compañeros de grupo lo que han escogido, y
proceden a realizar una selección de los elementos que van a formar parte del mural, y comunicarse
sobre qué forma dar a ese mural. Es importante que puedan compartirlo con alegría, en lugar de con
actitud de lucha, competencia, o por conseguir un resultado. Se premia a todos por igual. Al finalizar
se les entrega como recompensa una piedra bonita que pueden llevar en el bolsillo como recordatorio
para parar, llevársela al corazón y respirar diez veces profundamente cuando empiecen a sentir algún
tipo de malestar emocional.
Para terminar, un buen programa MF terminará con una práctica de intensidad emocional. Qué mejor
manera que terminar bailando. Proponer un baile de los elementos les llevará a sentir dentro de su
cuerpo los elementos de la naturaleza que ven en su ambiente. La consigna es mover solo una parte
del cuerpo que asociamos a ese elemento. Tierra en las piernas y pies, agua en las caderas, fuego en
el pecho, aire en los brazos. Bailan moviendo estas partes de su cuerpo con los ojos cerrados, y
sintiendo las sensaciones asociadas a esos elementos. Al final pueden integrar todos estos
movimientos, primero con los ojos cerrados, y al finalizar con los ojos abiertos, para terminar con un
ambiente lúdico y festivo.
El tipo de habilidades de las que hablamos en la práctica de la atención plena incluyen habilidades para
aprender a dominar las emociones, en concreto la capacidad de controlar las emociones “negativas” para
que, cuando ocurre una adversidad, éstas no persistan más de lo necesario. Las personas (y las niñas y
niños, concretamente) pueden aprender a disipar estas emociones “negativas” para volver al estado
inicial. Es algo muy, muy importante, porque cuando las emociones perturbadoras se producen en la
mente, interfieren con la capacidad de aprender de las niñas y niños.
Richard Davidson
Kabat-Zinn, Jon y Myla. Padres Conscientes, Hijos Felices. Faro Editorial, 2013
Kaiser Greenland, Susan. El niño atento: Mindfulness para ayudar a tu hijo a ser más feliz,
amable y compasivo. Desclée de Brouwer 2013
Nhat Hanh, Thich. A la sombra del manzano rosal: el budismo explicado a los niños. Oniro, 2004
Ramos, Natalia; Recondo, Olivia; Enríquez, Héctor. Practica la inteligencia emocional plena:
Mindfulness para regular nuestras emociones. Kairós, 2013
Sala, Joan. Despertar la conciencia a través del cuerpo: un camino para fomentar la relajación y
el autoconocimiento en niños. Milenio, 2013
Schoeberlein, Deborah; Sheth, Suki. Mindfulness para enseñar y aprender. Neo-Person, 2012