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atención plena
Introducción
Por todo lo anterior resulta muy útil tener un soporte en el que centrarse,
un ancla que nos mantenga amarrados en el momento presente y que nos
ayude a regresar cuando la mente empiece a vagabundear. Hemos visto que
la respiración es un soporte excelente, porque es la corriente que conecta
cuerpo y mente.
A medida que nos vamos haciendo con el proceso, lo primero que vemos es
que la inconsciencia está por todas partes. Un sinfín de cosas interfiere, nos
arrastra, nos impide concentrarnos. Vemos que con los años la mente se ha
ido abarrotando, como un desván, de bolsas viejas y de trastos. El mero
hecho de saber esto ya es un gran paso en la dirección correcta.
No juzgar
Meditar con atención plena significa cultivar una actitud libre de juicios
hacia lo que emerge en la mente, sea lo que sea. Sin esa actitud, no estamos
meditando. Eso no significa que no vayan a seguir emergiendo juicios. Por
supuesto que emergerán, porque, por naturaleza, la mente compara, juzga y
evalúa. Cuando esto ocurre no intentamos detenerlo ni ignorarlo más de lo
que intentaríamos detener cualquier otro pensamiento que nos pueda pasar
por la cabeza.
La paciencia
Cada vez que nos detenemos y nos sentamos a meditar, estamos cultivando
la cualidad de la paciencia. Y esta invitación que nos hacemos a nosotros
mismos para estar más abiertos, estar más en contacto y tener más
paciencia con relación a nuestros momentos se expande de forma natural a
otros momentos de nuestra vida.
Mindfulness y autoestima
La exploración basada en la atención plena puede contrarrestar la falta de
autoestima, por el simple motivo de que la baja autoestima es, en definitiva,
un error de cálculo, una percepción errónea de la realidad. Nuestros
problemas de autoestima proceden en gran parte de nuestro pensamiento,
que está teñido por las experiencias del pasado. Solo vemos nuestros
defectos, y les damos una importancia desproporcionada. Establecemos con
demasiada frecuencia un monólogo interno donde la charla con nosotros
mismos es negativa.
“Me siento estúpido”, “Siento que no valgo nada” o “Me siento indefenso”
son meros pensamientos que esconden emociones de vergüenza, tristeza o
miedo, respectivamente. Esta confusión entre pensamientos y emociones se
deriva, con frecuencia, del intento inconsciente de protegernos de las
emociones ocultándolas detrás de un pensamiento. La gran ventaja de
advertir su diferencia es que nos permite poner en duda la verosimilitud del
pensamiento que nos secuestra, tiñe el modo en que vemos el mundo y nos
sumerge en el estrés, la ansiedad y, muy probablemente también, la
depresión.
Karma significa que esto ocurre porque eso ocurrió. Todo efecto tiene una
causa antecedente, y toda causa un efecto. En términos generales, cuando
hablamos del karma de una persona, nos referimos a la suma total de la
dirección que sigue esa persona en la vida. El karma suele confundirse,
erróneamente, con la noción de destino fijo. Sin embargo, es más similar a
una acumulación de tendencias que pueden llevamos a quedarnos
atrapados en unas pautas de conducta determinadas, que en sí mismas
tienen como resultado una mayor acumulación de tendencias de naturaleza
similar. Así pues, es fácil que acabemos siendo prisioneros de nuestro
karma y pensemos que la causa siempre se encuentra en otro lado, nunca
en nosotros mismos. Pero no tenemos por qué ser prisioneros de nuestro
viejo karma. Siempre es posible cambiar o generar nuevo karma. Pero solo
hay un momento en que eso es posible. Adivine cuál.
El mindfulness en la práctica
¿Cuánto tiempo es preciso meditar? Intente dedicar un tiempo todos
los días a simplemente ser. Cinco minutos estaría bien, o diez, o veinte, o
treinta si se atreve. Siéntese y observe como se van desplegando los
instantes, sin ningún otro propósito que el de estar plenamente presente.
La meditación tiene que ver poco con el tiempo del reloj. Cinco minutos de
práctica formal pueden ser tan profundos o más que cuarenta y cinco. La
sinceridad del esfuerzo es mucho más importante que el tiempo
transcurrido, pues en realidad estamos hablando de salir de los minutos y
horas para entrar en momentos, que en definitiva carecen de dimensiones
y, por lo tanto, son infinitos. Así pues, si tenemos una cierta motivación
para practicar, aunque sea un poco, eso es lo importante.
Llegar a ver la naturaleza escurridiza de ese yo que hasta ahora parecía algo
concreto, permanente e inmutable resulta esperanzador. Significa que
podemos dejar de tomarnos a nosotros mismos tan tremendamente en
serio y liberarnos de la presión de que los detalles de nuestra vida personal
sean el centro del universo. Al reconocer y soltar una y otra vez el impulso
de construir un yo, dejamos un poco más de espacio para que sucedan
cosas.