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Qué es la meditación Mindfulness

Se trata de una práctica meditativa concreta, que consiste en atender a la experiencia del momento
presente, sea la que sea, de forma intencionada y con aceptación. Podemos ir concretando si definimos
qué es lo que observamos y cómo lo observamos.
Qué observamos: cualquier experiencia, interna o externa que “suceda” en el presente. Podemos decir
que prestamos atención a nuestro cuerpo y a cualquier sensación que de él nos venga, a nuestra
mente y a cualquiera de los contenidos que aparezcan en ella, al exterior y a todo lo que percibimos de
él.
Siegel clasifica el abanico de experiencias que pueden presentarse de la siguiente manera:
Lo que viene a través de los sentidos, todo aquello que se presenta en el campo de nuestra
experiencia sensorial. Lo que oímos, vemos, olemos, sensaciones de tacto o del gusto.
El mundo físico interno: sensaciones propioceptivas de músculos, articulaciones, sensaciones
viscerales, la información del sistema vestibular acerca de la postura o de los movimientos.
La actividad mental, que incluye emociones, sentimientos y pensamientos. Incluso cuando se
refieren al pasado, se actualizan en este momento, por lo que la atención los observa aquí y ahora,
aunque provengan o se refieran a episodios pasados. También cuando surgen de forma espontánea,
sin que sepamos qué los origina. En realidad, son funciones psicofisiológicas con su correlato
corporal, que también observamos.

Y lo que Siegel llama el “octavo sentido relacional”, referido al hecho de cómo resonamos
emocionalmente con otros.
Se trata de ser consciente, de observar, de constatar, lo que está haciendo la mente en el instante en el
que lo está haciendo. Aunque en la meditación normalmente no le ponemos palabras, para referirnos
ahora a ello podemos poner en palabras algunos ejemplos: ahora me duele el brazo, ahora siento
tristeza, estoy pensando en lo que tengo que hacer mañana, me viene el recuerdo de la discusión de
ayer, huelo a incienso, oigo a los del piso de arriba, estoy bajando las escaleras, saboreo una manzana…
En cada momento la atención observa lo que sucede sin “engancharse” a ello, sino que lo constata y
sigue observando. Nos damos cuenta de lo que está pasando, nos hacemos conscientes de ello.
La meditación es un entrenamiento para observar de forma ecuánime el presente, en una vida “vivida”
y no tan solo “soñada, recordada o temida”. Es en realidad un arte de vivir, una nueva forma de existir,
de observar, de contemplar nuestro día a día. En realidad, se trata de algo sumamente sencillo: darnos
cuenta de que muy a menudo estamos perdidos, enredados en nuestros pensamientos y emociones. La
razón de esto es por un lado la aceleración en la que vivimos, y por otro el programa de la desatención,
por el que muy frecuentemente vivimos volcados hacia fuera sin darnos cuenta de lo que realmente está
pasando, ya que lo sustituimos por nuestras interpretaciones, recuerdos o deseos. En este sentido, la
práctica de Mindfulness solo acontece en el presente, nos pone en contacto con el presente, haya lo que
haya en él.
Cómo lo observamos: la atención plena o mindfulness implica una orientación particular hacia la
propia experiencia desde una postura interna precisa, diferente a otros modos de acercamiento que
podemos tener. No observamos para juzgar lo que sucede, sino que nos acercamos con curiosidad;
no descalificamos o arrinconamos algunas de las experiencias, sino que cultivamos una apertura en
la que todo pueda presentarse; no pretendemos luchar contra nada de lo que aparece, sino que
ensanchamos el campo de nuestra aceptación; no nos esforzamos porque algo cambie, sino que
soltamos nuestras expectativas y ese tipo de “esfuerzo”.
Son lo que los autores llaman las “actitudes” desde las que realizamos nuestra práctica. Con algunas
variantes, casi todos coinciden en las actitudes básicas: aceptar (no oponer resistencias a lo que
aparece), soltar (no quedarse enganchado a lo que aparece, es decir, desapegarse), confianza (en ti, sin
maestros exteriores), distensión (sin esforzarte por cambiar nada), no juicio (percibir lo que hay sin
interpretarlo), curiosidad o mente de principiante (liberarse de las influencias del aprendizaje para ver
“ahora” con apertura a la novedad), y por último, amor o compasión (una actitud amable hacia lo que
observamos). Las actitudes se apoyan unas a otras y están profundamente interconectadas, de tal forma
que practicar una conduce a las demás. Podemos acercarnos a ellas separadamente para comprenderlas
con más detalle.

La práctica formal e informal


Cuando hablamos de la práctica de Mindfulness, tradicionalmente diferenciamos dos formas
diferentes de hacerlo. Ambas se complementan, y permiten que la atención plena no sea un
compartimento estanco, algo que hacemos al margen de nuestra vida cotidiana. Así, distinguimos la
práctica formal de la práctica informal.
La práctica formal es aquella que realizamos reservando un tiempo concreto para ella, en un lugar y
una postura que determinamos según nuestras posibilidades, con una regularidad también
predeterminada.
La práctica informal es aquella que podemos realizar en cualquier momento, mientras realizamos
nuestras actividades cotidianas, en las que elegimos mantener la atención centrada en vez de
dispersa como nos sucede muchas veces.

La práctica informal significa que practicas la atención plena aplicada a lo que acontece en tu día a
día. Puedes prestar atención a propósito de la actividad en sí misma, eligiendo alguna en especial:
comer, asearte, conducir, andar…
O recurrir a la respiración consciente como modo de conectar con la actividad que estés realizando,
conectando a través de ella cuerpo y mente en el momento presente.
Se trata de algo muy sencillo: ser conscientes de lo que hacemos al tiempo que lo estamos haciendo:
si cocino, soy consciente de que estoy cocinando, y centro en ello mi atención sin perderme en
pensamientos de divagación, en planes futuros o recuerdos pasados; soy consciente de lo que mis
sentidos sienten y del fondo emocional en el que estoy ahora mismo, sin interferencias, sin juicios,
con aceptación. Y soy también consciente de “quién” lo hace, del sujeto que lo realiza que soy yo: el
que observa. Y así con cualquier actividad. Se trata de que la mente se habitúe a la atención en vez de
a la divagación errática a la que está acostumbrada.
Cuando un acontecimiento dispara en nosotros una emoción fuerte, se trata de ser conscientes de
esa emoción, sin que nos arrastre inadvertida y automáticamente hacia conductas que en el fondo
no deseamos. Hay que considerar que cualquier actividad que realizamos es un fin en sí misma, y no el
medio para luego hacer otra cosa, nos permitirá centrarnos en ella en el momento presente,
disfrutarla y advertir matices que desde la desatención nos pasan desapercibidos.

Dra. Rocío Monge S


Consultora de Mindfulness

Material extraído de la Formación de Consultora de la Escuela de Desarrollo Transpersonal de España EDTe


www.escuelatranspersonal.com

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